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Vicenta Castro Cambón

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LA VIDA DE LOS PASOS [Mi poema]
Vicenta Castro Cambón [Poeta sugerido]New

MI POEMA... de medio pelo

 

Hoy sigo aquí mis pasos repasando,
contando uno a uno,
de aquel que resultaba inoportuno
al otro que se fue sin saber cuando
cuidando no olvidarme de ninguno.

Siguiendo la secuencia paso a paso,
así desde el inicio,
de aquel que me llevaba al precipicio
o el otro resultó ser un fracaso,
logrando me sacar fuera de quicio.

Había algunos, pocos, sin la duda,
los pasos más seguros,
exentos de soflamas y conjuros
se suelen disfrutar sin que una ayuda
debiera se pedir al ser muy puros.

Los pasos conformando van la vida,
se dan sin darse cuenta
en medio de la calma, en la tormenta,
e incluso en la escapada o en la huída
cansado ya de andar cuando se asienta.

Un paso es la distancia entre dos puntos
cual grano hacen granero,
que, firmes, han de darse con esmero,
y al fin demostrarán que todos juntos
importan desde el último al primero.

Los pasos no se cuentan pero existen,
caminan al tran tran,
ajenos al rumor del qué dirán,
no oponen resistencia ni resisten
pues tienen su misión y cumplirán.

Los pasos son y tienen vida propia
así que alguien lo dude,
si alguno le molesta le sacude
cada uno es diferente, pues no hay copia
capaces de lograr que el hombre sude.

Lo malo de los pasos es que acaban
y dejan de pasar,
termina de la vida el caminar
un día cuando menos lo esperaban
los pasos ya están listos a enterrar.
©donaciano bueno

#A que ignoras cuántos #pasos llevas dados y cuántos en falso? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Vicenta Castro Cambón

Tarde de domingo

ME veo en una tarde de domingo, lejana,
allá, junto al arroyo, sentada sobre el trébol,
mirando un barrilete que Simón remontaba
y que tan alto estaba que me infundía miedo.

Trampas de barriletes eran los eucaliptus
cercanos, como ahora son los cables eléctricos;
por eso en el “campito” Simón consideraba
libre de tales trampas su barrilete espléndido:
soberbio papalote que, a mi ver, pretendía
llegar hasta las nubes con atrevido empeño.
«¿Llegar hasta las nubes? Ambición desmedida…
¡Sólo los pajarillos tienen ese derecho!»

Subía el barrilete, subía, y mi hermanito
soltaba todo el hilo de un ovillón, contento:
a Simón no turbaban las inquietudes mías
porque su barrilete tocar quisiera el cielo.

Pero el audaz, sin duda, subir aun más quería,
y en un breve descuido, con un tirón violento,
arrebató la caña que sujetaba el hilo,
de manos de mi hermano, dejándonos perplejos.

Después de intentos vanos, cruzó Simón los brazos
no sin dolor: muy grande lo expresaba su gesto,
y yo, como aterrada, miraba el barrilete:
“¿Iría hacia las nubes, por fin libre de freno?”

Mas no; pronto le vimos bajar cual si las nubes
gritáranle severas, su vuelo deteniendo:
“¡Baja, papel osado! Tu pretensión es vana.
¡Sólo los pajarillos tocarán nuestros velos!”

Y el barrilete iba bajando y a1ejándose…
¿Dónde a ocultar iría su vergüenza y despecho?
Iba hacia el horizonte donde tal vez las nubes
reservaban castigos a osados y soberbios.

E1 horizonte, muro de inconstantes colores
que limitaba el mundo, de casa no muy lejos,
era el eterno blanco de mi atención curiosa:
“El limite del mundo… ¿más allá qué? Misterio”.

Me veo en esa tarde de mi infancia lejana,
con Simón que acusaba no al audaz sino al viento,
y escuchar me parece de las nubes el grito:
«¡Sólo los pajarillos nuestros velos!»

Me veo en esa tarde de nuestra infancia, hermano…
Nubes de aquella tarde: ¿quién os diría —pienso—
que el hombre, nada menos que el hombre, afortunado
rival de los alados sería en breve tiempo?

La culpa es mía

PARECIÓME sentir que me llamaban.
No me engañaba: era una voz divina
la que mi alma escuchó; guiada por ella
llegué a un rosal: de aquel rosal venía.
Toqué una flor, mas, antes que sus pétalos
encontraron mis manos las espinas
que en mi carne clavándose quedaron
por gotas de mi sangre humedecidas.
¿Fué traición de la rosa? No. Las rosas
no saben de traición ni de perfidia,
las rosas del rosal, las rosas bellas,
que hablarme saben con su voz divina,
al alma y no a las manos de la ciega
llaman. Me hirió el rosal… La culpa es mía.

POR ESE CAMINO

El camino fué largo, muy largo,

fué malo también:
los tropiezos que en él abundaban
lo hacían difícil, cansaban los pies.

Mucho lodo cubría el camino,
y más de una vez
nuestros pies, doloridos y débiles,
andando inseguros hundiéronse en él.

¡Cuántas charcas hallamos al paso!
¡Qué ingrato nos fué
del continuo croar de los sapos
la voz que auguraba: «pronto ha de llover»!

Hasta el viento, mi amigo constante,
fué malo esta vez:
se empapaba en hedor de pantanos
que a cada momento traíanos cruel.

Y el camino fué largo y fué malo…
y ¡qué extraño es!
en caminos muy cortos y fáciles
que anduve en la vida más que hoy me cansé.

Es porque este penoso camino
estéril no fué:
porque mi alma, en sus ansias de abeja,
por ese camino buscó y halló miel.

SUSURROS

YO escucho cuando el aura
conversa con las hojas,
y oirlas me divierte:
se dicen tantas cosas…!

Entonces me parece
que seres de mil formas
surgen por todas partes,
y viven, y dialogan.

Y no estoy sola nunca
y no estoy nunca sorda
si cerca de mí el viento
susurra entre las hojas.

En cambio, a veces, cerca
de gentes bulliciosas
se cierran mis oídos
y me siento tan sola…!

¡Salve, primavera!

A pesar del pampero helado y húmedo
que aúlla al tropezar con los cristales
y hace sentir a todos que este día
es un día de julio insoportable,
una ráfaga tibia y perfumada
ha rozado de mi alma el acordaje
y ¡Sa1ve, Primavera! fué la nota.
Es que Quique en la puerta de la calle
como cuando está el sol y no hace frío
jubiloso ha cantado: ¡Buenas tardes!

Adiós, golondrina

FELIZ golondrina, que en rápido vuelo
te vas lejos, lejos… a clima mejor,
ayer ¡cuántos goces te diera este suelo
y hoy tú lo abandonas tal vez sin dolor!

Fué corta tu estancia ¡oh alada viajera!
y quieres ya a ignotas regiones volver
donde acaso el nido que tu vuelta espera
pasadas venturas te torne a ofrecer.

En breve las hojas del árbol cayendo
harán gruesa alfombra del tronco en redor;
mas tú no lo sientes: los aires hendiendo
te alejas en busca de fronda y calor.

¡Si vieras qué malo de otoño es el viento!
Arranca las hojas y rompe después
las ramas del árbol que fueron tu asiento;
mas… tú cosas tristes no sabes ni ves!

¡Feliz tú que puedes cruzando remotas
alturas, regiones ya tristes dejar!
A mi me lo impiden mis alas ¡ay! rotas,
por eso mis quejas oyes al pasar.

Ya el cielo de nubes opacas se cubre.
¿Te vas?… Tú no quieres de penas saber…
¡Adiós, dulce amiga! No olvides que octubre
calor aquí y flores hará renacer;
y el árbol, contento de verse en retoño,
habré ya olvidado las penas que a mí
me cuenta en los pálidos días de otoño
y sólo alegrías tendré para ti.

Los días se enfrían; se fué ya e1 verano.
¡Feliz tú que puedes volar de él en pos!
¡Adiós, golondrina! Regresa temprano.
No olvides cuán triste me dejas… ¡Adiós!

Ayer, cuando leías

¿SIENTES frío? me dijiste.
No te lo pude negar:
lo leías en mi rostro
y hasta en mi acento quizás.

Tú también sentías frío.
Pude verlo no en tu faz:
tu alma está para la mía
como en urna de cristal.

¡Cierren la puerta! ordenaste.
Yo pensé: lo que cerrar
debiéramos es el libro…
Era aquel libro el glacial.

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VIVIR DE PROPINA [Mi poema]
Carlos Vásquez Tamayo [Poeta sugerido]New

MI POEMA... de medio pelo

 

Que vivir para mi hoy, ya es de propina,
agarrado a la pata voy de un banco,
sin lastres, pues ya nada contamina,
en riesgo, siempre al borde de un barranco.

Cual loco que del mundo nada espera,
despacio, siempre al frente voy mirando
sobre qué soy, qué fui o ser pudiera.
la muerte a mis espaldas, divagando.

Y aunque dudo que exista, a dios le pido
me siga en el paseo acompañando
que juro continuar sin hacer ruido
rogando sin cesar y al mazo dando.
©donaciano bueno

Siempre vamos viviendo #de_prestado, no? Share on X

Hay quien dice que a partir de los 50 años, el resto, todo es de propina, otros arguyen que eso es a partir de los 60, y otros, como yo, que toda la vida lo es. Es una opinión,.

MI POETA SUGERIDO:  Carlos Vásquez Tamayo

PROMETEO

Me dejaste solo.
Entro en la espesura.
Y la noche gira.
Se va dividiendo.

Se acuesta a mi lado.
Su calor me habla.
Sílabas partidas el eco no abarca.

Recojo en mi red las conchas cerradas.
¿Qué puede prender?
En agua sumisa la playa blanquea.

Ruido interminable.
Cómo puedo asirte.
En secreto flota su hilo la araña.

La voz enrojece.
Murmura quién viene.
La luz es un ruego.
Su ripio cayendo.

Bajar ir palparse.
Acre rojo labio.
La piel fría escama.

el viento repite su vano quebranto.
El río no alumbra.
Me expulsa su lecho.

Qué extraña manera.
Seguir sin moverse.
Por lentos recodos.
La pisada quema.

De pronto aparece.
Intento tocarle.
Sácame de aquí.

Esparce la noche su seca tormenta.
No logra tenerle.
Desprende su vaho.

Busco en su rincón.
Quién llama quién viene.
Una sola puerta.
Parece la misma una vez sellé.

Puede baste abra.
El garfio en el sueño.
Ella sigue sola su sorda rodada.

Están allí juntos.
Cual ciegos se palpan.
Se inclina en la sombra la lenta pared.

Amarga la boca murmura su hierba.
El oscuro aire hierve mis pulmones.

Me mira de cerca.
El oído aliento se lleva la frase.

Qué puedo confiarle que ya no contenga.
Me deja que ruede.
El pozo se estrecha.
Hondos escuchamos la piedra caer.

La saliva esparce.
Ronca lengua escarba.
El amor oculta el hueco que abre.
La palabra atiza su negro brasero.

Dime vida mía.
El cielo devora la luz que me dieron.

Piedra de estar quieto.
Mis solas pasiones.
Qué son sin mis dedos.

Como si dijese.
Noche toca apaga.
En medio los días.
Grieta impenetrable.

Las horas un paso.
Segundos un soplo.
Abajo en lo yerto.
Rueda un agua breve.

La mano gotea su arena desierta.
Déjame lo intente desnuda caer.

La ciega ceniza envuelve los huesos.

Te llamo. ¿Me oyes?
El aire retumba.
Arena los párpados.
Un agua dormida empuja los muertos.

No me dejes solo.
Dime dónde ardes.
Me aferro me jalan.

Me hundo en tus dedos.

te alejas te alejas.
Oigo tu pisada.
De golpe penetra.
Clava en mis pulmones la negra puntilla.

El rostro ilumina.
Detrás de qué tela.
Es tiempo no vayas.

La sed hormiguea.
Bebo gotas secas.
Ahora que arrecia no me pidas eso.

Mastico tu olor.
Tu labio tu lengua.
Tu mano desliza.
Más honda me cava.

Ciérrame te imploro.
Tu sal ruda quema.
Axila me hundo.
Bebo no me sacio.

La blanca ceniza.
Mis manos desgajan.
Los dedos se cierran para no decirlo.

Rezo estoy rezando.
Me extiendo en la hierba.
Rodéame hermana.

No quiero hacia nunca.
Sea paso a paso.
Mi sangre persigue los días que quedan.

No importa me astille.
Sucesión hermana.

No quiebres mi tallo.
El árbol se arquea.
Es tiempo se apiade.

aunque no te siga.
Tiempo mío hermano.
Hasta que me tapie.

Lluvia barre el aire.
Mi hora se atasca.
En qué curva ciego.
¿No veré ya tierra?

Instante no quemes.
Ido no me siento.
Mi carne adormece su polen oscuro.

Lo encierro en un puño.
Si abro mi mano su larva ya vuela.

Sólo esta muralla.
Mi voz no da alcance.
Mis padres hermanos.
Estoy solo tiemblo.

Pintores

la soledad es infinita para los pintores,
qué sentido tendría su luz, bien sea en
paisajes aureolados o en bocas contraídas
o gritos, si los pintores no traspusieran
su intención, su soledad sería redonda
y se justificaría, hallaría palabras y
las imágenes, aguas, ramas cielos sin nubes,
pasarían a su imaginación, pero hay una pureza,
un plantar la cara ante el vacío, que la luz se
filtre y entonces todo se ve y ellos no
necesitan decir nada, por eso tan solos, tan
místicos, esa extraña satisfacción, no pedir
nada, para nada prepararse, los pintores
plantan su mirada y la vida se abre,
pero nunca dejan de ver y por eso se acercan a
la música y son desnudos como las praderas,
si los pintores no se ajustaran
tan nítidamente a la redondez, pasarían por
embaucadores, piratas de las formas o
intermediarios de dios, pero dios los acompaña
y les guía, les cuenta su secreto y por eso su
soledad se extiende, sube hasta el cielo que
pintan y se detiene a iluminar a los hombres,
que no creen en esa luz y por eso los llaman
y les piden retratos, si los pintores no
estuvieran infinitamente solos, la trama de
ideas y de formas se desharía y hasta dios
buscaría un sitio donde ir.

Inmovilizarme

Viene,
se respira al deshojarse,
cada vez que sopla,

siento el tiempo al revés,
el frío con su precisión
despigmentando el parque,

oscuramente comprendo
que es un honor
que es parte del misterio
presenciar lo extraño.

He viajado todos los días
todas las carreteras
para pisar las hojas secas
en el parque,
muertas, desunidas,
muertas, rotas, multiplicadas,

avanzando a descubrir
los últimos matices de las
fibras luminosas.

Todo se despide ante
la congelación
son pocos los días
y las semanas
y aún quedan árboles rojos,
amarillos, anaranjados.

Siento como un lujo
esta muerte
este instinto tan exaltado,
respiro el aire
y me veo por dentro.

Desde todas partes
saltan las campanadas,
el imagen flaco y desprotegido
de las ramas
entonces me sueño
entre las especies y las formas
que acompañan la materia.

Todo comienza con un corte
transverso sobre un banco,
gravedad más allá
de lo que se sostiene
pasear y petrificarse
mientras el sueño es un eco
del pasado
confundiéndose con el futuro.

Todo comienza cuando
permaneces intacto y mudo
abres los ojos y la boca
enmudece la palabra
y en el límite que se desprende
te desprendes lentamente,
en secreto se interna,
aparece, desaparece.

Fue entonces entre él y yo
todo lo que se va,
herirme al costado para
despertar
en el mismo trecho glacial
advertirme,
advertirle,
como todo desencaja
hasta encontrarse la
realidad más descarnada
en un filamento de seda
casi imperceptible…

Senocal

A Alejandra Pizarnik

Que fue el senocal
y que ya no tienes ojos,
que aguardabas insomne
temblando contra el deseo,
oscilando sin rostro con una plática
exterminadora y desviabas el curso,
el infierno musical
donde la niña extraviada se hundía
sin ternura al salir el sol,
sola, en silencio, desabrigada,
más allá de todo.

Que fue el senocal
y que ya no tienes dedos,
que ya no comprendes y ya
no corriges,
que después de vomitar
te has tumbado
y un ciclo de reflexiones,
ráfagas, flores iluminadas.

Ya me invitases otros años,
derrames de ternura y cuentos infantiles,
que si tomo las pastillas para
dormir ya no doy golpes
y el tiempo es un síntoma
que escarba.

Como si te tocara y no fueras tú sino la noche…

Como si te tocara y no fueras tú sino la noche.
Me clavas al dolor que talla el instante.
Te veo venir del otro lado de la lluvia, eres el viento.
Me ves en el pensamiento, donde no puedo llegar ni nombrarme ni preguntar por mí.
Como manos que entran en la luz y se miran.
Frases oscuras como bocas.
Como la amistad en la que ardemos.
Eres el grito que no puedo oír perdido en el silencio de tus manos.
De Agua tu sed (2001)

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