A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
A UNA JOVEN DESAPARECIDA [Mi poema]
Tatiana Oroño [Poeta sugerido]
MI POEMA ...de medio pelo |
Era joven. Se fue. Quizás no fuera. Se fue sin decir nada. Sin permiso, Sus padres, su familia, sus amigos, Era alguien por hacer, era un proyecto, Pues pasó por aquí como el que pasa La duda por la culpa se acrecienta |
Son aproximadamente 10.000 las personas desaparecidas en España, (34 cada día). De ellas sólo son casos contados los que adquieren notoriedad merced a los medios de comunicación, con el consiguiente sufrimiento para sus allegados.
MI POETA SUGERIDO: Tatiana Oroño
Vedo por mí
Me concedo
cuidados. Acontece que hago
por mi vida. Segrego mi capullo como un ajuar
trenzo mi última edad me envuelvo
en mis edades. No he
de entrarme
en años
sin tomar providencias. He de hilar
la crisálida. Perlada
de roturas. Saturada de nudos.
Ensaliva su seda la devana
el abdomen
con tacto secretor con oficio
envolvente. La boca
desdentada no deja de lamer recubrirse. En esta larva ungida
de babas cuidadosas
cicatrizan suntuosas cabelleras o medran algas
de doble densidad
y canutillo
acuáticos caireles y pinzas de cangrejo. El desgaste
emparenta lo dispar muele la cáscara tritura los relámpagos
en cada cao. El capullo es un nido
que se autodestina. El capullo
de añarse de añejarse. Lo he cosido
con agujas y dientes con las muelas más fuertes
con pechos y caderas. Es labor de mis días. Muselina
envuelta
en derredor. Membrana
que me enjoya.
De: Revista de Poesía Prometeo
XVII Festival internacional de Poesía de Medellín
Andamos sobre losas de gavazzos
transpira, es resbaloso
lo mancillado. Azulejos mosaicos porcelanas
bajo la lava el sello
de los cuerpos / cántaros gargantillas huertos
Montevideo es aquí. No Herculano. Aserrín del deseo. Es aquí
donde el duelo no duele
suficiente. Arrojado a las aguas. Pavimentado
en cales. Tachado a la callada. Yo soy la que no soy. Estoy
bajo mis pies. No escucho ese rumor de amores quebradizos
bajo la marcha. Murmullo que seguro
murmuraba. Bajo este momento
la agrimensura de todos los adioses
excavados
a la redonda
no escucha no registra
no suena (aunque quisiera
no puede hacer sonar)
el paso
de ceniza
de lo que pasó
donde ahora me paro.
Los hombres
juegan en equipo. Esa práctica
de dividir al medio y tener de rival
a una mitad y a la otra de aliada
es jugada
maestra. Ordena
el mundo.
Vende
locus
amenus.
De talud
a tribuna numerada.
No conozco el calado.
Ábrese el laberinto silba la entrada. Es aire hambriento.
Tú tienes tus extremos que se nombran “las manos”, “las pupilas”, por ejemplo,
pero asimismo tienes
una ciudad de calles góticas voraces como gárgolas
que te ahuecan los centros
del peñasco
que habitas
y no tocas.
No adivinas.
Y eso es la mujer. Lo que no. La ciudad de cornisas y canales
donde la noche cae como cae la tormenta y derrota
costillares de barcas y de remos y parte
astilla
la piedra sostenida el mentón de las calles que te horadaron túneles
en el zigurat fósil
de las células vivas.
Nada comprenderé.
Nunca seré ladera cima ni pie del monolito el bloque.
Tanto arrimar de todo. Tanta industria y tesón. Tanto apisonar suelo y
pendientes
siempre.
Y todo para
esto.
Una noche de amor
te arroja a las arterias
desiertas
de la ciudad que pulsa y que tirita
como venecia hundida
con los ojos vendados.
Son vagidos
famélicos
los que arrojan papeles y residuos
a las calles
vacías
largamente empedradas
por sangre adoquinada
a pico
y cadena perpetua permutada
por
la pena de dar
la forma de ladrillos
al deseo de que todo cantara como acequias o arroyos
en escondidas napas.
****
Piedra de la tarea. Liquidada
la cosa. Arrojada la flecha.
La cosa hecha.
El ojo / parpadeo de la vida
encandilado.
Loco.
Los círculos concéntricos. Anillando. Embocando
en el orden: propagación de ondas. Intocable
invisible sorda orquesta de círculos
me abraza.
La musiquilla. El ritmo. Esferándome.
Redondeando
la masa
de algo que estaba por hacer. Y ya está hecho.
Rodeándome
adivino, pobrecitas, sus notas.
***
Tomé el último puesto. Quedate, ha dicho
la voz de la experiencia
u otra. Atrás
niños de niebla, a mis espaldas, ciegos
mortíferos
ángeles. Las cosas
huelen mal. Lo inerte huele.
Es rincón, percha, entrepaño, tenue película
de cadáveres
bajo el cajón movido. El intersticio el pliegue. Mi casa
de fantasmas, cubilete
que hago sonar. Sonaja. Último puesto. Cada uno
dejó atrás
cosas
que el desuso
violó. Que mancilló el resguardo, el celo de añorarlos.
Es brumoso dictamen. Custodiar despoblados distritos de familia
no es salvación. Es puesto
de frontera. Es tarea compulsiva, tara de poca monta
aliñar los confines
de su bóveda.
Al sonar de la hora
trocarán
en despojos las reliquias. En roedores
los caballos piafantes
sudorosos. Los cuadernos de escuela
en letra cenagosa.