A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

RUBÉN DARÍO

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MI IMAGINACIÓN [Mi poema]
César Young Núñez [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Por mucho que te insista no me creas
aquello que aquí digo,
que luego me desdigo
o lanzo a publicar en las plateas.
Que siempre cuando escribo yo le dejo
a mi imaginación
dibuje ella el guión
mientras miro si frunce el entrecejo
o luce una sonrisa,
que a veces va despacio, va deprisa,
mas nunca la persigo ni me quejo,
que es libre como el viento
aunque yo la presiento,
que no le pongo trabas ni prohíbo
y así que lo quisiera no consigo
torcer su voluntad
sintiéndose callada o muy locuaz,
me tiene por mendaz, no soy su amigo.
Mi mente, esa alocada
que a veces aparenta estar chalada
y a veces me despista
bailándose un buen chotis por la pista.
Si alguna vez se atasca
le envío hasta una tasca
y allí con un buen vino la emborracho
y al fin si no está cuerda yo remacho.
Cuando ella está despierta
encuentro que es muy fácil escribir
y tengo que decir
la encuentro más amable, más abierta.
Y entonces voy, la beso,
me gusta, soy travieso,
la abrazo y hasta chupo los pezones,
la adorno de alegría y bendiciones
y calmo y me embeleso
al cielo venerando en sus balcones.
Bendita, seas bendita
cuando acudes solícita a mi cita,
te arrullas complaciente en mis renglones,
desciendes sin cesar por canalones,
sumisa y diligente,
e inmiscuyes gentil entre la gente
y el alma me levita.
afortunadamente.
dando gracias a dios por tu visita.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  César Young Núñez

Soneto para que lo escribas en tu diario

¿Quién te hablará de mí cuando te vayas
con tu diadema de hadas por el mundo?
¿Quién va a reconocer el mar profundo
si regresas al viento y te desmayas?

¿Quién me dirá si viajas por las nubes
y llevas una alondra de la mano?
-aun cuando el mar parece tan lejano
hay un cielo de amor por donde subes… –

No quisiera volar aunque volara
con recuerdos de amor y de tristeza
y un libro en el invierno retratado.

Ni acordarme sin ti aunque me acordara
de este tiempo de luz y de belleza
donde eres tú el espejo y lo soñado.

Soneto con pañuelo

Te dejaré mis versos y el encanto
del mismo mar en que se mira el cielo.
Y encontrarás impreso en tu pañuelo
este soneto que te quiere tanto.

Sabrás que no te escribo cuando escribo
toda la magia que el laurel inventa,
y la misma poesía se atormenta
si el fulgor de tus ojos no describo.

Te dejaré mis versos y al encontrarte
llenaré el dulce reino de tu nombre
con el juglar que evoco ilusionado.

No quisiera pensar que al celebrarte
con la fama de un poeta de renombre,
me olvidara que nunca te he olvidado.

Testamento por si las moscas

Desde el asilo de Charenton
les escribo estas líneas
Repartan mis calzoncillos entre los pobres
Donen mis libros al Club 20-30
Mi trabajo en la compañía de seguros
deberá ser ocupado por Ernest Hemingway
Un último y cariñoso recuerdo
a la mujer que más quise en este mundo
A madre y mis hermanos
que me envíen un par de medias
Quiero morir con las medias puestas….

Elogio del Zapato

1
Yo me dejo llevar por mis zapatos
y no permito que me siga el otro
(cuando quiero bailar en un solo pie).

Lo cortés no me quita los zapatos,
si me encuentro en la calle con mujeres,
como ven, les presento mis zapatos.

El zapato es un método de viaje.
(Le choco a mis amigos los zapatos).
Y yo no le doy cuerda a mis zapatos
y ellos se levantan a la misma hora.

Pensar que Eva andaba sin zapatos,
y hay muchos niños con los pies desnudos,
se me ponen de punta los zapatos.

Por eso yo me voy a los infiernos,
porque según ya sé de muchos siglos,
no se usan zapatos en el cielo.

2
Es increíble la vida del zapato,
si se pierde uno ya no existe el otro,
es como un matrimonio hasta la muerte.

No aguanto que me pisen los zapatos,
le declaro la guerra a quien lo haga,
y le pongo el zapato de sombrero.

(Y si hay algo que anda mal en este instante
-Yo no sé si estoy viendo las estrellas-
es que me han dado duro en la cabeza
con un zapato que vomita rabia).

Que me digo! Esto es un paréntesis.
Es que no sé por dónde voy pisando,
y se me están saliendo los zapatos.

Por demás hoy luzco zapatos nuevos,
oh ven maravillosa amiga mía,
puedo tomarme un trago en tu zapato,
puedo bailar con tu zapato un tango.

3
Mis mejores amigos los zapatos,
deben llevarme presto hasta mi casa,
que ya perdí contacto con la tierra,
y de un momento a otro sin pensarlo
voy a estar haciendo aguas en la luna.

Oh que se han hecho mis zapatos nuevos?
(Llamo a mis zapatos por teléfono).
Vengan a buscarme en helicóptero!
Y por favor, no olviden los cordones.
-Al fin han llegado mis dos zapatos!-
-Barman!, zapatos para todo el mundo!
YO PAGO!

La poesía tiene alas de papel

Solté el poema de mis manos
y el poema voló.
En una jaula de oro
pendiente de un balcón
estaba una calandria
cantando una canción
y el poema voló y voló y voló.

Calle de Salsipuedes

Calle de Salsipuedes
Calle con pulseras de vientos
y colinas y laberintos
Calle inclinada
como el delicado cuello de un cisne
Calle estrecha como el túnel de un bambú
tal como una jarra llena de monedas
crece tu música en mí
tus palabras que corren
como una llamarada de perros
el sol que llega y saluda con halago
los buhoneros y sus voces
rayadas con el amor a la vida
la billetera con anillos de sueños en las manos
la empleada que va al mercado
con un ojo colgado de la calle
y el otro del cielo
Calle que chupas aguardiente
y con mil piernas llegas a la casa
vamos a echarnos un trago
harto ya de hacer muecas
a la miseria que pasa
Heme aquí con mi corbata de lunas
y mi paraguas color de tiburón
Calle subdesarrollada
Calle donde la vida caminó descalza
con pregones en la madrugada
Calle donde le fabricamos
un ataúd a la amargura
y nos quedamos con sus hijas
para alimentarlas cada día
Calle orgullosa esplendor del mundo
bazar suelo mercado blanco
donde “Chorrera” el amigo de la infancia
vende pañuelos ganchos
peinillas con música de pájaros
y cordones espejos juguetes para la vida
y souvenirs y baratijas
Abandonado cielo dulce calle
que sin saber te quieren echar a la calle
quieren que te vayas
como una huérfana a ninguna parte
te quieren hundir y que te ahogues
destruir tus carretillas con naranjas
tus cintas de colores tu corazón de papel
tus chicharrones llenos de sol
y tu sonrisa con verduras y limones
te quieren echar a la calle
esos hijos con tripas de culebras
Calle deslumbrante
que paseas el domingo por la tarde
tan seria como un juego de bingo
que te dejas retratar
por un fotógrafo ambulante
con esas cámaras trípodes en cajas de madera
Oh nunca me olvidaré de esas fotos
donde luces un lazo rojo en la cabeza
ó una franela a rayas
y gorro de marino
Mi calle sin nubes mi biografía
Esta mañana estoy hablando de ti
en la panadería
con tus personajes famosos
Madindín
El Loco Tín
Capitán Velorio y Pata ‘e Loro
Oh debieran enrojecerse de vergüenza
si te alejaran de mí
decretando tu exilio. . .

Sonatina - Rubén Darío

La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».

Rubén Darío explicaba que había escrito el poema con la intención de retratar la espera del amor por parte de una joven, y que, en este sentido, el poema era una alegoría de las ansias amorosas de las jóvenes.

El título, “Sonatina”, por su parte, alude a una forma musical parecida a la sonata, pero más breve y fácil de ejecutar, puesto que la musicalidad es un aspecto muy importante en la poesía de Rubén Darío y en la estética modernista. El poema está compuesto por versos de catorce sílabas, también conocidos como alejandrinos. Tiene ocho estrofas, de seis versos cada una, llamadas también sextinas. Emplea rima consonante en un patrón AABCCB.

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ESPAÑA, ESE PUZZLE [Mi poema]
Olegario Víctor Andrade [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Recuerdo cuando niño, de pequeño,
aquello de "si no.....ya no te ajunto",
después habría paz en el asunto
y todo se quedaba en el empeño.

Recuerdo, ¿tu te acuerdas aún, Mariano,
de aquel lema "Santiago y cierra España"?
te debes de acordar de esa campaña,
recuerda fue en un tiempo no lejano.

Comprendo que has perdido la memoria,
se te ha olvidado ya, fue un "santo y seña"
¡qué triste es la memoria si es pequeña!
incluso al recordar hitos de gloria.

Conviene que medites un momento
haz, pues, en tus paseos un receso,
que un beso no se goza si otro beso
ha olvidado lo amable de la historia.

Tu imagen de profeta con un puro,
de que haya nuevos cambios a la espera
no tiene parangón. Que es la repera
de quien se da de bruces con un muro.

No quiero ni pensar que en el futuro
el puzzle de esta España se quebrante
y aún menos sospechar que algún farsante
nos deje un panorama aún más oscuro.
©donaciano bueno

Mientras que los nacionalistas van dando, con su insoportable matraca, paso a pasito en pro de su obsesión, la independencia, el Gobierno se fuma un puro observando los toros desde la barrera. El adoctrinamiento logrará invadir todos los poros de la sociedad especialmente cuando éste se produce desde la infancia, y será capaz de convertir a  los ciudadanos en borregos de su rebaño. Después, cuando se pretenda reaccionar, ya será tarde.

MI POETA SUGERIDO:  Olegario Víctor Andrade

SAN MARTÍN

I
No nacen los torrentes
En ancho valle ni en gentil colina;
Nacen en ardua, desolada cumbre,
Y velan el cristal de sus corrientes,
Que ruedan en inquieta muchedumbre,
Vagarosos cendales de neblina.

No bajan de la altura
Con tardo paso y quejumbroso acento,
Copiando flores, retratando estrellas
En el espejo de su linfa pura,
Mientras en la lira del follaje, el viento
Murmura la canción de sus querellas.

Se derraman sin rumbo
Por ignotos y lóbregos senderos,
Caravanas del ámbito infinito,
¡Cual si quisieran sorprender al mundo
Con el fragor de sus enojos fieros,
De libertad con el potente grito!

Nació como el torrente,
En ignorada y misteriosa zona
De ríos como mares
De grandes y sublimes perspectivas,
¡Do parece escucharse en los palmares
El sollozo profundo
De las inquietas razas primitivas!

Nació como el torrente,
Rodó por larga y tenebrosa vía,
Desde el mundo naciente al mundo viejo;
Torció su curso un día,
Y entre marciales himnos de victoria,
¡Desató sobre América cautiva
Las turbulentas ondas de su gloria!

II
Cual tiembla la llanura
Cuando el torrente surge en la montaña,
La espléndida comarca de su cuna
Se estremeció con vibración extraña
Cuando nació el gigante de la historia;
¡Y algo como un vagido,
Flotó sobre las mudas soledades
En las alas del viento conducido!

Lo oyó la tribu errante
Y detuvo su paso en la pradera;
Vibró, como una nota,
De la selva en las bóvedas sombrías,
Flébil nota de místicos cantares,
Y el Uruguay se revolvió al oírla,
En su lecho de rocas seculares.

El viejo misionero
Que en el desierto inmensurable abría
Con el hacha y la cruz vasto sendero,
¡Tembló herido aquel día,
De indefinible espanto,
Cual si sentido hubiese en la espesura
El eco funeral del bronce santo!

El soldado español creyó que oía
Cavernoso fragor de muchedumbre;
Que los lejanos bosques, que ostentaban
Sobre el móvil ramaje
El áureo polvo de la hirviente lumbre
Del sol en el ocaso,
¡Eran negras legiones de guerreros,
Que con acorde y silencioso paso
De las altas almenas descendían
Chispeando los aceros!

¡Presentimiento informe del futuro!
¡Voz celeste que anima en la batalla
Al esclavo que lucha moribundo,
Y al opresor desmaya!
¡Pavorosa visión, habitadora
De los viejos derruidos monumentos,
Que guardan de los siglos la memoria,
Y que anuncia a los siglos venideros
Los grandes cataclismos de la historia!

Aquella voz decía:
«Ya nació el salvador, ¡raza oprimida!
Ya nació el vengador, ¡raza opresora!
Ya la nube del rayo justiciero,
Asciende al horizonte rugidora,
Y se alza el brazo airado,
Que va a rasgar el libro de las leyes
De la conquista fiera,
¡Y a azotar con el cetro de sus reyes
El rostro de la España aventurera!»

III
Dejó su nido el águila temprano,
¡Ansiaba luz, espacio, tempestades,
Playas agrestes y nevados montes
Para ensayar su vuelo soberano!
Buscaba un astro nuevo
Perdido en los nublados horizontes,
¡Y fue en su afán gigante
A preguntar por él al Oceano!

¿Qué se dirán a solas
El águila de América arrogante,
Mojando el ala en las hurañas olas,
Y el hosco mar Atlante,
De la alta noche en la quietud sagrada,
Y al rumor de la playa estremecida,
Escuchando en la atmósfera callada
Rodar el mundo y palpitar la vida?

Acaso el Oceano
Le repitió al oído los cantares
De aquel errante cisne lusitano
Que estremeció con su dolor los mares;
O le dijo más bajo,
Con ademán profético y severo:
¡Allá! ¡Tengo guardada,
De mi imperio en el límite postrero,
Como una nave misteriosa anclada,
La roca en que en tiempo venidero
Otra águila caudal va a ser atada!

No detuvo su vuelo
El águila de América arrogante;
Iba buscando en extranjero cielo
La estrella fulgurante
Que soñaba en el nido solitario
De la selva uruguaya,
Y fue a posarse un día
Del mar hesperio en la sonora playa.

Tronaba por los montes
De la guerrera tempestad la saña,
Y vio flotar al viento,
Sobre la débil indefensa España,
¡De la conquista el pabellón sangriento!
Y el ave americana
Soltó de nuevo el turbulento vuelo,
Cruzando rauda la extensión vacía
¡Y fue a buscar al águila francesa
Entre el estruendo de la lid bravía!

Bailén la vio severa
Entre el tropel de la legión bizarra
Que el suelo de la Patria defendía;
¡Y la marca sangrienta de su garra
Quedó estampada en la imperial bandera
Conocida de valles y montañas,
Que las lindes de un mundo había borrado
Sembrando glorias y abortando hazañas!

Mas no era aquel el astro que buscaba:
No era el rojizo sol de Andalucía,
El sol de los ensueños
Que con afán inquieto perseguía.
Allí un pueblo esforzado reluchaba
En la alta sierra y la llanura amena
Por sacudir el extranjero yugo,
Para amarrar de nuevo a su garganta
De los antiguos amos la cadena.–

¡Volvió a tender el vuelo,
Cargada de laureles
Y entristecida el águila arrogante!
Buscaba por doquier pueblos libres,
Y hallaba por doquiera pueblos fieles.–
Hasta que al fin un día,
Vio levantarse en el confín lejano
Del patrio río en que dejó su nido
De libertad el astro soberano,
¡De libertad el astro bendecido!

IV
Un mundo despertaba
Del sueño de la negra servidumbre,
Profunda noche de mortal sosiego,
Con la sorda inquietud de la marea.–
Y en la celeste cumbre,
Las estrellas del trópico encendían
Sus fantásticas flámulas de fuego
Para alumbrar la lucha gigantea.–

Un mundo levantaba
La desgarrada frente pensativa
Del profundo sepulcro de su historia,
Y una raza cautiva
Llamaba al Salvador con hondo acento;
Y el Salvador le contestó lanzando
El resonante grito de victoria
Entre el feroz tumulto de las olas
Del Paraná irritado,
Al sentirse oprimido por las quillas
De las guerreras naves españolas.–

¡Fue un soplo la batalla!
Los jinetes del Plata, como el viento
Que barre sus llanuras, se estrellaron
Con empuje violento
En la muralla de templado acero;
Y se vio largo tiempo confundidas
Sobre la alta barranca,
Y entre el solemne horror de la batalla,
¡La naciente bandera azul y blanca
Y el rojo airón del pabellón ibero!

Fue la primer jornada,
Del torrente nacido en las sombrías
Florestas tropicales;
La primera iracunda marejada,
Y su rumor profundo
Llevado de onda en onda por el viento
Del Plata, al Oceano,
¡Fue a anunciar por el mundo
Que ya estaba empeñada la partida
Del porvenir humano!

V
Al pie de la montaña,
Centinela fantástico que ostenta
La armadura de siglos,
Que abolió con su masa la tormenta,
Fue a sentarse en gigante de la historia,
Taciturno y severo,
Pensando en la alta cumbre
Donde el nombre argentino a grabar iba
Con el cincel de su potente acero.

La voz que llama al águila en la altura
Y el huracán despierta en el abismo,
Es la voz de la gloria
Que llama a la ambición y al heroísmo;
Con misterioso, irresistible acento,
Aquella voz que imita
Rumores de batalla,
Murmullos de laureles en el viento,
Himnos de Ossián en la desierta playa.

Lo oyó el héroe y la oyó la hueste altiva,
Que velaba severa,
¡Soñando con la patria y con la historia,
Al pie de la gigante cordillera!
Y al sonar de los roncos atambores
Largó el cóndor atónito su presa,
Y la ruda montaña, conmovida,
Doblegó la cabeza
¡Para ser pedestal de esa bandera!

VI
¡Ya están sobre las crestas de granito
Fundidas por el rayo!
Ya tienen frente a frente el infinito:
Arriba, el cielo de esplendor cubierto;
Abajo, en los salvajes hondonados,
La soledad severa del desierto;
Y en el negro tapiz de la llanura,
Como escudos de plata abandonados,
¡Los lagos y los ríos que festonan
De la patria la regia vestidura!

¡Ya están sobre la cumbre!
Ya relincha el caballo de pelea
Y flota al viento el pabellón altivo,
¡Hinchado por el soplo de una idea!
¡Oh! ¡Qué hermosa, qué espléndida, que grande
Es la patria mirada
Desde el soberbio pedestal del Ande!
El desierto sin límites doquiera,
Oceanos de verdura en lontananza,
Mares de ondas azules a lo lejos,
Las florestas del trópico distantes,
Y las cumbres heladas
De la adusta argentina cordillera,
¡Como ejército inmóvil de gigantes!

¿En qué piensa el coloso de la historia,
De pie sobre el coloso de la tierra?
Piensa en Dios, en la Patria y en la Gloria,
En pueblos libres y en cadenas rotas;
Y con la fe del que a la lucha lleva
La palabra infalible del destino,
¡Se lanzó por las ásperas gargantas,
Y lo siguió rugiendo el torbellino!

VII
Débil barrera oponen a su empuje
Los arrogantes tercios españoles,
De Chacabuco en la empinada cuesta,
Que como roja nube centellea
Mientras el viento encadenado ruge.–
¿Quién detiene el torrente embravecido
Cuando el soplo de Dios lo aguijonea?
El torrente llegó, rompió la valla,
Y se perdió veloz en la llanura;
Y al mirarlo pasar lo saludaron
Las nubes agitándose en la altura.–

¡Reguero de laureles!
Sólo una vez el sol de su bandera
Palideció con fúnebre desmayo:
Aquella ingrata noche de la historia,
Que cruzó como nube pasajera
Barrida por cien ráfagas de gloria.
Para borrar sus sombras, encendimos
Con corazas y yelmos y cañones,
En el llano de Maipo inmensa hoguera
¡A cuya luz brotaron dos naciones!

VIII
Los vientos de Oceano,
Llevaban en sus alas turbulentas
A los valles chilenos,
Mezclados al rumor de las tormentas,
Los lastimeros ecos fugitivos,
Que los sauces del Éufrates oyeron
Del arpa de los míseros cautivos.

Aun quedaba un pedazo
De tierra americana, sumergido
En la noche de error del coloniaje,
¡Para ser redimido!
Aun yacía en oscuro vasallaje
Aquel pueblo bizarro,
Que cual robles del monte despeñados
Con ímpetu sonoro,
¡Vio caer a sus Incas, derribados
De su trono de oro
Bajo el hacha sangrienta de Pizarro!

¡Sonaron otra vez los atambores!
Hinchó otra vez el viento la bandera
Que desgarró de Maipo la metralla,
Y a la voz imperiosa del guerrero,
¡Bajó la espalda el mar, como si fuera
Su bridón generoso de batalla!

IX
¡Salud al vencedor! ¡Salud al grande
Entre los grandes héroes! Exclamaban
Civiles turbas, militares greyes,
Con ardiente alborozo,
En la vieja ciudad de los Virreyes.–
Y el vencedor huía,
Con firme paso y actitud serena,
A confiar a las ondas de los mares
Los profundos secretos de su pena.–

La ingratitud, la envidia,
La sospecha cobarde, que persiguen
Como nubes tenaces,
Al sol del genio humano,
Fueron siguiendo el rastro de sus pasos
A través del Oceano,
Ansiosas de cerrarle los caminos
Del poder y la gloria,
¡Sin acordarse, ¡torpes! de cerrarle
El seguro camino de la historia!

X
¡Allá duerme el guerrero,
A la sombra de mustias alamedas
Que velan su reposo solitario!
¡Ay! No arrullan su sueño postrimero,
Como soñó en la tarde de su vida,
Los ecos de las patrias arboledas!

Allá duerme el guerrero,
De extraños vientos al rumor profundo:
Los vientos de la historia,
Que lloran las catástrofes del mundo;
Y acaso siente en la callada noche
Pasar en negra y lastimera tropa,
Fantasmas de los pueblos oprimidos,
¡Espectros de los mártires de Europa!

¡Cómo tembló la losa de su tumba
Y se agitó su sombra gigantea
Cuando sintió rugir a la distancia
El sangriento huracán de la pelea,
Y vio caer exánime a la Francia
Bajo los cascos del corcel germano
En medio del espanto de la tierra!
¡Ah! Quizá levantó la yerta mano
Para ofrecerle en el desastre inmenso,
A falta de su espada,
¡La espada de Maipú y de San Lorenzo!

XI
¡Un siglo más que pasa!
¡Una ola más del mar de las edades,
Una nueva corriente de la historia,
Que arrastra a las eternas soledades
Generaciones, sueños y quimeras!
Hace un siglo recién desde aquel día,
Fecundo día de inmortal memoria,
Cuando el lejana misteriosa zona,
¡El salvador de América nacía
A la sombra de palmas y laureles
Que no habían de bastar a su corona!

Un siglo nada más; un paso apenas
Del tortuoso sendero
Que lleva al porvenir desconocido.–
Un siglo nada más, y el grito fiero
Ya no se oye, del indio perseguido
Por la implacable fe del misionero
Y la avaricia cruel de sus señores.–
Ya ha crecido la hiedra,
De Yapeyú en los áridos escombros
Que alzan la frente airada
De la luna a los lívidos fulgores,
¡Como tremenda maldición de piedra!

La aurora de este siglo
Nació en los tenebrosos horizontes
De un inmenso desierto.–
Tribus errantes y salvajes montes,
La barbarie doquier; y el fanatismo
Fue ascendiendo, ascendiendo,
Como un rayo de luz en un abismo,
Y al bajar al ocaso,
¡Alumbran su camino
Los millares de antorchas del progreso,
Del pensamiento al resplandor divino!

Ayer, la servidumbre
Con sus sombras tristísimas de duelo,
Cadenas en los pies y en la conciencia,
¡La sombra en el espíritu y el cielo!
Hoy en la excelsa cumbre
La libertad enciende sus hogueras,
Unida en santo abrazo con la ciencia;
Los dos genios del mundo vencedores:
¡La libertad que funde las diademas,
Y la ciencia que funde los errores!

¡Milagros de la gloria!
Tu espada, San Martín, hizo el prodigio;
Ella es el lazo que une
Los extremos de un siglo ante la historia,
Y entre ellos se levanta,
Como el sol en el mar dorando espumas,
El astro brillador de tu memoria.–

¡No morirá tu nombre!
Ni dejará de resonar un día
Tu grito de batalla,
Mientras haya en los Andes una roca
Y un cóndor en su cúspide bravía.–
¡Está escrito en la cima y en la playa,
En el monte, en el valle, por doquiera
Que alcanza de Misiones al Estrecho
La sombra colosal de tu bandera!

Rubén Darío

España

Dejad que siga y bogue la galera
bajo la tempestad, sobre las olas:
va con rumbo a una Atlántida española,
en donde el porvenir calla y espera.

No se apague el rencor ni el odio muera
ante el pendón que el bárbaro enarbola:
si un día la justicia estuvo sola,
lo sentirá la humanidad entera.

Y bogue entre las olas espumeantes,
y bogue la galera que ya ha visto
cómo son las tormentas de inconstantes.

Que la raza está en pie y el brazo listo,
que va en el barco el capitán Cervantes,
y arriba flota el pabellón de Cristo.

UNA TARDE GRIS [Mi poema]
Jose Vicente Casadiego León [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Y llovía y llovía,
y tronaba y tronaba.
Y en esa tarde fría,
nebulosa y sombría,
el silencio se ahogaba.
Y aquella plaza impía,
desierta sollozaba,
ausente de alegría.
Las farola yacía,
mustia y desconsolada.

¿A dónde vas Lucía
con chupa y con abarcas?
La fuerza del destino
ya le inundó al camino,
lo ha convertido en charcas.
Desde la torre erguida,
dormida una campana
espera deprimida,
soñando en su guarida
de sombras su pisada.

De pronto se ilumina
y el cielo esconde el hacha.
Descorre las cortinas,
relinchan las neblinas,
la luz ya está borracha.
Y en esa tarde gris
de olor a remolacha,
desprende su barniz
y es tras ese tamiz
la noche que se agacha.
©donaciano bueno

Es la tarde gris y triste.
Viste el mar de terciopelo
y el cielo profundo viste
de duelo.
Rubén Darío

Escena: La vida es una tarde triste, oscura, en la que de pronto parece que aparece un tímido rayito de luz para inmediatamente llegar la noche y cubrirlo con su manto de negritud.

MI POETA SUGERIDO:  Jose Vicente Casadiego León

Las noticias de la lluvia aún son más tristes

Te contaré algo terrible: soy poeta
y padezco la ternura de las cosas.
Es muy duro ser poeta, madre
Eduardo Cote Lamus

Madre
ellos se han apostado
en los almendros de la noche
para que no los vea

En el día ocultan su enojo
con una sonrisa
van al pacificador
y por pocas monedas
compran mi suerte

Maldicen con buenas palabras
cuando otros pronuncian mi nombre

Madre
esta tierra es de bárbaros
con sus voces me quieren herir
y lo más triste
mi corazón atribulado
aún los convoca a la mesa

Desde allí
arrojan mis pobres palabras
al peñasco

Madre
estos hombres sienten una profunda herida
cuando escuchan mi voz

Por eso
las noticias de la lluvia
aún son más tristes

Como el pan
amasan la cicuta
con la navaja de Buñuel
buscan mis ojos
ultrajan el sonido y la música
se burlan de los signos y de las metáforas
se niegan a beber
la poesía de mi vaso
ubican mi canto en una brújula extraviada
poseídos del aliento de la pólvora
rompen los cristales
y siguen campantes como si nada pasara

Por eso madre
las noticias de la lluvia
aún son más tristes

La poesía padece una gran enfermedad

Ya no viene
ya casi no visita la casa de sus padres
poco sale a recibir el sol
no enseña su mueca sonrisa
a los viajeros

Su mirada intacta
deja huellas en el piso
como aquellas cuchilladas
de los viejos fantasmas de la muerte

Ella
está desahuciada del curaca
se va -digo yo-
como una condenada sin escapatoria
a la pureza del delirio

En invierno iza su banderita raída
para sorpresa de los extranjeros
como una perra famélica
recorre las calles del suburbio
solicitando colillas de cigarro
y aguardiente fresco

Sus amantes la han abandonado
el misterio
con su capa negra y su hedor a podredumbre
no ha vuelto a acariciar sus leves manos

La metáfora dejó de ser su amiga
y ahora viaja con desconocidos
a los peligrosos bares de la muerte

Como si fueran palomitas de maíz
en silencio
recoge las palabras olvidadas por los amantes
con ellas construye un armario
y deposita allí
sus viejos vestidos
sus zapatos de charol
las fotos de sus hijos mayores
y el sueño desorbitado de todos los poetas

Biografía mínima

Nosotros somos los insultados, hermano
Los desolados muchachos
Sonámbulos en una oscura y terrible tierra
Kenneth Pachen

Intentando invadir
la hermosa tristeza del bohemio
con los ojos húmedos
se abandona en el bar más triste de la calle
donde los cuchillos afilados pronuncian su nombre
y buscan su mágica presencia

Como lamento
que el viento sacude contra un acantilado
pronuncia un manojo de palomas
saluda a la muerte que se esconde detrás de un tango de burdel

La noche lo viste de inmigrante
y quiere tocar un caracol
en el oído de la luna llena
para que ella extasiada lo esconda en su locura

Él es el caminante ebrio
que no sabe a qué puerto llega
ni cuál es su morada preferida
sólo busca entonar ditirambos en mitad de la noche

Perdido
recorre afilados cauces cantándole a la vida
sonámbulo busca la meretriz más joven
para prometerle
plumas de pájaros
tranquilidad de bosques

servilletas blancas
paraguas destruidos
palabras y cosas que no sirven de nada

Es por eso el llanto de la niña
y la risa estrepitosa de este hombre

Duele que el poema
no pueda anunciar
cuántos tambores llenos de proyectiles
buscan su pecho
por la simple condición
de ser un hermoso encantador de sueños

Para Jaime Casadiego León

MI POETA INVITADO:  Juan José Sánchez Ondal

A PESAR DE TODO

A pesar de todo, a pesar de tu ausencia,
del abandono del jardín,
han florecido este verano
las hortensias.
Blancas como la leche

y azules como el cielo.

A pesar de todo, a pesar de tu ausencia,
del abandono del amor,
ante las flores,
han retornado los recuerdos
dulces como la miel,
salobres como el llanto.

A pesar de todo, a pesar de tu ausencia,
del abandono largo,
del tiempo transcurrido,
persiste este dolor en el costado
como lanzada cruel,
como punzada crónica.

A pesar de la ausencia, sin embargo,
del abandono del jardín,
ante el mayor olvido,
este verano,
a solas las hortensias
de nuevo han florecido.

DONDE CAER

“El hombre quiere
caer donde el amor fue suyo un día”.
Elegía anticipada. Luis Cernuda.

¿Caer donde el amor fue generoso
y se nos entregó? ¿Caer de nostalgia,
transidos de dolor por la memoria
de un efímero gozo de momentos?
Si no es caer definitivamente,
o no es caer ciego, de nuevo,
tropezando en la piedra de Cupido,
¿quién nos levantará de aquel recuerdo?
Caer, no; morir,
donde el amor fue nuestro.

A OSCURAS

A oscuras te contemplo,
brillante en el recuerdo, iluminada.
Delineadas las formas,
matizado el color, dorado y grana.
El pecho palpitante,
dulcemente fulgente la mirada.
En el recuerdo de quien nunca fuiste
te muestras obstinada.

»RUBÉN DARÍO

Nacido como Félix Rubén García Sarmiento en Nicaragua en 1867, es hoy mundialmente conocido por su seudónimo: Rubén Darío. Referente del modernismo en nuestro idioma por su obra "Azul...", en sus poemas se perciben fuertes influencias de escritores franceses. Fue también representante de su país en el exterior ostentando distintos cargos, haciéndose evidente su compromiso sociopolítico también en sus obras como en "A Colón". Son otras obras fundamentales "Sonatina", "Lo fatal" y "Canción de otoño en primavera". http://rubendario.org/

LOS POEMAS
CANCIÓN DE PRIMAVERA 

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!

SALUTACION DEL OPTIMISTA

Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte,
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña,
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba
o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo,
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
mientras dos continentes, abandonados de huesos gloriosos,
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,
digan al orbe: la alta virtud resucita,
que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.

Abominad la boca que predice desgracias eternas,
abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos,
abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres
o que la tea empuñan o la daga suicida.
Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos
y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo
ni entre momias y piedras, reina que habita el sepulcro,
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,
ni la que, tras los mares en que yace sepulta la Atlántida,
tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.

Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos:
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco prístino,
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.

Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá la gran alba futura:
en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto, en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros,
¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!

AL REY OSCAR

Así, Sire, en el aire de la Francia nos llega
la paloma de plata de Suecia y de Noruega,
que trae en vez de olivo una rosa de fuego.

Un búcaro latino, un noble vaso griego
recibirá el regalo del país de la nieve.
Que a los reinos boreales el patrio viento lleve
otra rosa de sangre y de luz españolas;
pues sobre la sublime hermandad de las olas,
al brotar tu palabra, un saludo le envía
al sol de medianoche el sol de Mediodía.

Si Segismundo siente pesar, Hamlet se inquieta.
El Norte ama las palmas; y se junta el poeta
del fjord con el del carmen, porque el mismo oriflama
es de azur. Su divina cornucopia derrama,
sobre el polo y el trópico, la Paz; y, el orbe gira
en un ritmo uniforme por una propia lira:
el Amor. Allá surge Sigurd que al Cid se aúna;
cerca de Dulcinea brilla el rayo de luna;
y la musa de Bécquer del ensueño es esclava
bajo un celeste palio de luz escandinava.

Sire de ojos azules, gracias: por los laureles
de cien bravos vestidos de honor; por los claveles
de la tierra andaluza y la Alhambra del moro;
por la sangre solar de una raza de oro;
por la armadura antigua y el yelmo de la gesta;
por las lanzas que fueron una vasta floresta
de gloria y que pasaron Pirineos y Andes;
por Lepanto y Otumba; por el Perú, por Flandes;
por Isabel que cree, por Cristóbal que sueña
y Velázquez que pinta y Cortés que domeña;
por el país sagrado en que Herakles afianza
sus macizas columnas de fuerza y esperanza,
mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa
que no hay trueno que apague ni tempestad que extinga,
por el león simbólico y la Cruz, gracias, Sire.

¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire,
mientras la onda cordial alimente un ensueño,
mientras haya una viva pasión, un noble empeño,
un buscado imposible, una imposible hazaña,
una América oculta que hallar, vivirá España!

Y pues tras la tormenta vienes, de peregrino
real, a la morada que entristeció el destino,
la morada que viste luto sus puertas abra
al purpúreo y ardiente vibrar de tu palabra:
y que sonría, oh rey Oscar, por un instante,
y tiemble en la flor áurea el más puro brillante
para quien sobre brillos de corona y de nombre,
con labios de monarca lanza un grito de hombre!

LOS TRES REYES MAGOS

––Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.
Vengo a decir: La vida es pura y bella.
Existe Dios. El amor es inmenso.
¡Todo lo sé por la divina Estrella!

––Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.
Existe Dios. El es la luz del día.
¡La blanca flor tiene sus pies en lodo
y en el placer hay la melancolía!

––Soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro
que existe Dios. El es el grande y fuerte.
Todo lo sé por el lucero puro
que brilla en la diadema de la Muerte.

––Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos.
Triunfa el amor, ya su fiesta os convida.
¡Cristo resurge, hace la luz del caos
y tiene la corona de la Vida!

CYRANO EN ESPAÑA

He aquí que Cyrano de Bergerac traspasa
de un salto el Pirineo. Cyrano está en su casa.
¿No es en España, acaso, la sangre vino y fuego?
Al gran Gascón saluda y abraza el gran Manchego.
¿No se hacen en España los más bellos castillos?
Roxanas encarnaron con rosas los Murillos,
y la hoja toledana que aquí Quevedo empuña
conócenla los bravos cadetes de Gascuña.
Cyrano hizo su viaje a la Luna; mas, antes,
ya el divino lunático de don Miguel Cervantes
pasaba entre las dulces estrellas de su sueño
jinete en el sublime pegaso Clavileño.
y Cyrano ha leído la maravilla escrita,
y al pronunciar el nombre del Quijote, se quita
Bergerac el sombrero: Cyrano Balazote
siente que es la lengua suya la lengua del Quijote.
y la nariz heroica del Gascón se diría
que husmea los dorados vinos de Andalucía.
y la espada francesa, por él desenvainada,
brilla bien en la tierra de la capa y la espada.
¡Bien venido, Cyrano de Bergerac! Castilla
te da su idioma; y tu alma, como tu espada, brilla
al sol que allá en sus tiempos no se ocultó en España.
Tu nariz y penacho no están en tierra extraña,
pues vienes a la tierra de la Caballería.
Eres el noble huésped de Calderón. María
Roxana te demuestra que lucha la fragancia
de las rosas de España con las rosas de Francia;
y sus supremas gracias, y sus sonrisas únicas,
y sus miradas, astros que visten negras túnicas,
y la lira que vibra en su lengua sonora,
te dan una Roxana de España, encantadora.
¡Oh poeta! ¡Oh celeste poeta de la facha
grotesca! Bravo y noble y sin miedo y sin tacha,
príncipe de locuras, de sueños y de rimas,
tu penacho es hermano de las más altas cimas,
del nido de tu pecho una alondra se lanza,
un hada es tu madrina, y es la Desesperanza;
y en medio de la selva del duelo y del olvido
las nueve musas vendan tu corazón herido.
¿Allá en la Luna hallaste algún mágico prado
donde vaga el espíritu de Pierrot desolado?
¿Viste el palacio blanco de los locos del Arte?
¿Fue acaso la gran sombra de Píndaro a encontrarte?
¿Contemplaste la mancha roja que entre las rocas
albas forma el castillo de las Vírgenes locas?
¿Y en un jardín fantástico de misteriosas flores
no oíste al melodioso Rey de los ruiseñores?
No juzgues mi curiosa demanda inoportuna,
pues todas esas cosas existen en la Luna.
¡Bien venido, Cyrano de Bergerac! Cyrano
de Bergerac, cadete y amante y castellano,
que trae los recuerdos que Durandal abona
al país en que aún brillan las luces de Tizona.
El Arte es el glorioso vencedor. Es el Arte
el que vence el espacio y el tiempo; su estandarte,
pueblos, es del espíritu el azul oriflama.
¿Qué elegido no corre si su trompeta llama?
y a través de los siglos se contestan, oíd:
la Canción de Rolando y la Gesta del Cid.
Cyrano va marchando, poeta y caballero,
al redoblar sonoro del grave Romancero.
Su penacho soberbio tiene nuestra aureola.
Son sus espuelas finas de fábrica española.
Y cuando en su balada Rostand teje el envío,
creeríase a Quevedo rimando un desafío.
¡Bien venido, Cyrano de Bergerac! No seca
el tiempo el lauro; el viejo Corral de la Pacheca
recibe al generoso embajador del fuerte
Moliere. En copa gala Tirso su vino vierte.
Nosotros exprimimos las uvas de Champaña
para beber por Francia y en un cristal de España.

SALUTACION A LEONARDO

Maestro: Pomona levanta su cesto. Tu estirpe
saluda la Aurora. ¡Tu aurora! Que extirpe
de la indiferencia la mancha; que gaste
la dura cadena de siglos; que aplaste
al sapo la piedra de su honda.

Sonrisa más dulce no sabe Gioconda
El verso su ala y el ritmo su onda
hermanan en una
dulzura de luna
que suave resbala
(el ritmo de la onda y el verso del ala
del mágico Cisne sobre la laguna)
sobre la laguna. Y así, soberano maestro
del estro,
las vagas figuras
del sueño, se encarnan en líneas tan puras
que el sueño
recibe la sangre del mundo mortal,
y Psiquis consigue su empeño
de ser advertida a través del terrestre cristal. (Los bufones
que hacen sonreír a Monna Lisa
saben canciones
que ha tiempo en los bosques de Grecia decía la risa
de la brisa.) Pasa su Eminencia.
Como flor o pecado en su traje
rojo;
como flor o pecado, o conciencia
de sutil monseñor que a su paje
mira con vago recelo o enojo.
Nápoles deja a la abeja de oro
hacer su miel
en su fiesta de azul; y el sonoro
bandolín y el laurel
nos anuncian Florencia.
Maestro, si allá en Roma
quema el sol de Segor y Sodoma
la amarga ciencia
de purpúreas banderas, tu gesto
las palmas nos da redimidas,
bajo los arcos
de tu genio; San Marcos
y Partenón de luces y líneas y vidas.
(Tus bufones
que hacen la risa
de Monna Lisa
saben tan antiguas canciones.) Los leones de Asuero
junto al trono para recibirte,
mientras sonríe el divino Monarca;
pero
hallarás la sirte,
la sirte para tu barca,
si partís en la lírica barca
con tu Gioconda...
La onda
y el viento
saben la tempestad para tu cargamento. ¡Maestro!
Pero tú en cabalgar y domar fuiste diestro,
pasiones e ilusiones;
a unas con el freno, a otras con el cabestro
las domaste, cebras o leones.
Y en la selva del Sol, prisionera
tuviste la fiera
de la luz; y esa loca fue casta
cuando dijiste: «Basta.»
Seis meses maceraste tu Ester en tus aromas.
De tus techos reales volaron las palomas.

Por tu cetro y tu gracia sensitiva,
por tu copa de oro en que sueñan las rosas,
en mi ciudad, que es tu cautiva,
tengo un jardín de mármol y de piedras preciosas
que custodia una esfinge viva.

PEGASO

Cuando iba yo a montar ese caballo rudo
y tembloroso, dije: «La vida es pura y bella.»
Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella.
El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.

Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo
y de Belerofonte logré seguir la huella.
Toda cima es ilustre si Pegas o la sella,
y yo, fuerte, he subido donde Pegaso pudo.

Yo soy el caballero de la humana energía,
yo soy el que presenta su cabeza triunfante
coronada con el laurel del Rey del día;

domador del corcel de cascos de diamante,
voy en un gran volar, con la aurora por guía,
adelante en el vasto azur, ¡siempre adelante!

A ROOSEVELT

Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría de llegar hasta ti, Cazador,
primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Wáshington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla español.

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de Energía
como dicen los locos de hoy.) Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción,
que en donde pones la bala
el porvenir pones.
No. Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant lo dijo: Las estrellas son vuestras.
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva-York.

Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del grande Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser, por Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

IX

¡Torres de Dios! ¡Poetas!
¡Pararrayos celestes
que resistís las duras tempestades,
como crestas escuetas,
como picos agrestes,
rompeolas de las eternidades!

La mágica esperanza anuncia un día
en que sobre la roca de armonía
expirará la pérfida sirena.
¡Esperad, esperemos todavía!

Esperad todavía.
El bestial elemento se solaza
en el odio a la sacra poesía
y se arroja baldón de raza a raza.

La insurrección de abajo
tiende a los Excelentes.
El caníbal codicia su tasajo
con roja encía y afilados dientes.

Torres, poned al pabellón sonrisa.
Poned, ante ese mal y ese recelo,
una soberbia insinuación de brisa
y una tranquilidad de mar y cielo... XI
Mientras tenéis, oh negros corazones,
conciliábulos de odio y de miseria,
el órgano de Amor riega sus sones.
Cantan. Oíd: «La vida es dulce y seria.»

Para ti, pensador meditabundo,
pálido de sentirte tan divino,
es más hostil la parte agria del mundo.
Pero tu carne es pan, tu sangre es vino.

Dejad pasar la noche de la cena
––¡oh Shakespeare pobre, y oh Cervantes manco!
y la pasión del vulgo que condena.
Un gran Apocalipsis horas futuras llena.
¡Ya surgirá vuestro Pegaso blanco!

HELIOS

¡Oh rüido divino!
¡Oh rüido sonoro!
Lanzó la alondra matinal el trino,
y sobre ese preludio cristalino,
los caballos de oro
de que el Hiperionida
lleva la rienda asida,
al trotar forman música armoniosa,
un argentino trueno,
y en el azul sereno
con sus cascos de fuego dejan huellas de rosa.
Adelante, ¡oh cochero
celeste!, sobre Osa
y Pellon, sobre Titania viva.
Atrás se queda el trémulo matutino lucero,
y el universo el verso de su música activa.

Pasa, ¡oh dominador, oh conductor del carro
de la mágica ciencia! Pasa, pasa, ¡oh bizarro
manejador de la fatal cuadriga
que al pisar sobre el viento
despierta el instrumento
sacro! Tiemblan las cumbres
de los montes más altos
que en sus rítmicos saltos
tocó Pegaso. Giran muchedumbres
de águilas bajo el vuelo
de tu poder fecundo,
y si hay algo que iguale la alegría del cielo,
es el gozo que enciende las entrañas del mundo.

¡Helios!, tu triunfo es ése,
pese a las sombras, pese
a la noche, y al miedo, ya la lívida Envidia.
Tú pasas, y la sombra, y el daño y la desidia,
y la negra pereza, hermana de la muerte,
y el alacrán del odio que su ponzoña vierte,
y Satán todo, emperador de las tinieblas,
se hunden, caen. Y haces el alba rosa, y pueblas
de amor y de virtud las humanas conciencias,
riegas todas las artes, brindas todas las ciencias;
los castillos de duelo de la maldad derrumbas,
abres todos los nidos, cierras todas las tumbas,
y sobre los vapores del tenebroso Abismo,
pintas la Aurora, el Oriflama de Dios mismo.

¡Helios! Portaestandarte
de Dios, padre del Arte,
la paz es imposible, más el amor eterno.
Danos siempre el anhelo de la vida,
y una chispa sagrada de tu antorcha encendida,
con que esquivar podamos la entrada del Infierno.

Que sientan las naciones
el volar de tu carro; que hallen los corazones
humanos, en el brillo de tu carro, esperanza;
que el alma-Quijote y el cuerpo-Sancho Panza
vuele una psique cierta a la verdad del sueño;
que hallen las ansias grandes de este vivir pequeño
una realización invisible y suprema;
¡Helios! ¡Que no nos mate tu llama que nos quema!

Gloria hacia ti del corazón de las manzanas,
de los cálices blancos de los lirios,
y del amor que manas
hecho de dulces fuegos y divinos martirios,
y del volcán inmenso,
y del hueso minúsculo,
y del ritmo que pienso,
y del ritmo que vibra en el corpúsculo
y del Oriente intenso
y de la melodía del crepúsculo. ¡Oh rüido divino!
Pasa sobre la cruz del palacio que duerme,
y sobre el alma inerme
de quien no sabe nada. No turbes el destino.
¡Oh rüido sonoro!
El hombre, la nación, el continente, el mundo,
aguardan la virtud de tu carro fecundo,
¡cochero azul que riges los caballos de oro!

«SPES»

Jesús, incomparable perdonador de injurias,
óyeme; Sembrador de trigo, dame el tierno
pan de tus hostias; dame, contra el sañudo infierno
una gracia lustral de iras y lujurias.

Dime que este espantoso horror de la agonía
que me obsede, es no más de mi culpa nefanda;
que al morir hallará la luz de un nuevo día,
y que entonces oiré mi «¡Levántate y anda!»

EN LA MUERTE DE RAFAEL NUÑEZ

El pensador llegó a la barca negra;
y le vieron hundirse
en las brumas del lago del Misterio
los ojos de los Cisnes. Su manto de poeta
reconocieron, los ilustres lises
y el laurel y la espina entremezclados
sobre la frente triste. A lo lejos alzábanse los muros
de la ciudad teológica, en que vive
la sempiterna Paz. La negra barca
llegó a la ansiada costa y el sublime espíritu gozó la suma gracia;
y, ¡oh Montaigne!, Núñez vio la cruz erguirse,
y halló al pie de la sacra Vencedora
el helado cadáver de la Esfinge. III
Por un momento, ¡oh Cisne!, juntaré mis anhelos
a los de tus dos alas que abrazaron a Leda,
y a mi maduro ensueño, aún vestido de seda,
dirás, por los Dioscuros, la gloria de los cielos.

Es el otoño. Ruedan de la flauta consuelos.
Por un instante, ¡oh Cisne!, en la obscura alameda
sorberé entre dos labios lo que el Pudor me veda,
y dejaré mordidos Escrúpulos y Celos.

Cisne, tendré tus alas blancas por un instante
y el corazón de rosa que hay en tu dulce pecho
palpitará en el mío con su sangre constante.

Amor será dichoso, pues estará vibrante
el júbilo que pone al gran Pan en acecho
mientras su ritmo esconde la fuente de diamante. IV
¡Antes de todo, gloria a ti, Leda!
Tu dulce vientre cubrió de seda
el Dios. ¡Miel y oro sobre la brisa!
Sonaban alternativamente
flauta y cristales, Pan y la fuente.
¡Tierra era canto; Cielo, sonrisa!

Ante el celeste, supremo acto,
dioses y bestias hicieron pacto.
Se dio a la alondra la luz del día,
se dio a los búhos sabiduría,
y melodía al ruiseñor.
A los leones fue la victoria,
para las águilas toda la gloria,
y a las palomas todo el amor.

Pero vosotros sois los divinos
príncipes. Vagos como las naves,
inmaculados como los linos,
maravillosos como las aves.

En vuestros picos tenéis las prendas
que manifiestan corales puros.
Con vuestros pechos abrís las sendas
que arriba indican los Dioscuros.

Las dignidades de vuestros actos,
eternizadas en lo infinito,
hacen que sean ritmos exactos,
voces de ensueño, luces de mito.

De orgullo olímpico sois el resumen,
¡oh blancas urnas de la armonía!
Ebúrneas joyas que anima un numen
con su celeste melancolía.

¡Melancolía de haber amado,
junto a la fuente de la arboleda,
el luminoso cuello estirado
entre los blancos muslos de Leda!

RETRATOS

Don Gil, Don Juan, Don Lope, Don Carlos, Don Rodrigo,
¿cúya es esta cabeza soberbia? ¿Esa faz fuerte?
¿Esos ojos de jaspe? ¿Esa barba de trigo?
Este fue un caballero que persiguió a la Muerte.

Cien veces hizo cosas tan sonoras y grandes,
que de águilas poblaron el campo de su escudo,
y ante su rudo tercio de América o de Flandes
quedó el asombro ciego, quedó el espanto mudo.

La coraza revela fina labor; la espada
tiene la cruz que erige sobre su tumba el miedo;
y bajo el puño firme que da su luz dorada,
se afianza el rayo sólido del yunque de Toledo.

Tiene labios de Borgia, sangrientos labios dignos
de exquisitas calumnias, de rezar oraciones
y de decir blasfemias: rojos labios malignos
florecidos de anécdotas en cien Decamerones.

Y con todo, este hidalgo de un tiempo indefinido,
fue el abad solitario de un ignoto convento,
y dedicó en la muerte sus hechos: ¡Al olvido!
y el grito de su vida luciferina: ¡Al viento! 2
En la forma cordial de la boca, la fresa
solemniza su púrpura; y en el sutil dibujo
de óvalo del rostro de la blanca abadesa
la pura frente es ángel y el ojo negro es brujo.

Al marfil monacal de esa faz misteriosa
brota una dulce luz de un resplandor interno,
que enciende en sus mejillas un celeste rosa
en que su pincelada fatal puso el Infierno.

¡Oh, Sor María! ¡Oh, Sor María! ¡Oh, Sor María!
La mágica mirada y el continente regio,
¿no hicieron en un alma pecaminosa un día
brotar el encendido clavel del sacrilegio?

Y parece que el hondo mirar cosas dijera
especiosas y ungidas de miel y de veneno.
(Sor María murió condenada a la hoguera:
dos abejas volaron de las rosas del seno.)

POR EL INFLUJO DE LA PRIMAVERA

Sobre el jarrón de cristal
hay flores nuevas. Anoche
hubo una lluvia de besos.
Despertó un fauno bicorne
tras un alma sensitiva.
Dieron su olor muchas flores.
En la pasional siringa
brotaron las siete voces
que en siete carrizos puso
Pan. Antiguos ritos paganos
se renovaron. La estrella
de Venus brilló más límpida
y diamantina. Las fresas
del bosque dieron su sangre.
El nido estuvo de fiesta.
Un ensueño florentino
se enfloró de primavera,
de modo que en carne viva
renacieron ansias muertas.
Imaginaos un roble
que diera una rosa fresca;
un buen egipán latino
con una bacante griega
y parisiense. Una música
magnífica. Una suprema
inspiración primitiva,
llena de cosas modernas.
Un vasto orgullo viril
que aroma el odor di fémina;
un trono de roca en donde
descansa un lirio. ¡Divina Estación! ¡Divina
Estación! Sonríe el alba
más dulcemente. La cola
del pavo real exalta
su prestigio. El sol aumenta
su íntima influencia; y el arpa
de los nervios vibra sola.
¡Oh, Primavera sagrada!
¡Oh, gozo del don sagrado
de la vida! ¡Oh bella palma
sobre nuestras frentes! ¡Cuello
del cisne! ¡Paloma blanca!
¡Rosa roja! ¡Palio azul!
¡Y todo por ti, oh alma!
Y por ti, cuerpo, y por ti,
idea, que los enlazas.
¡Y por Ti, lo que buscamos
y no encontraremos nunca
jamás!

LA DULZURA DEL ANGELUS

La dulzura del ángelus matinal y divino
que diluyen ingenuas campanas provinciales,
en un aire inocente a fuerza de rosales,
de plegaria, de ensueño de virgen y de trino

de ruiseñor, opuesto todo al rudo destino
que no cree en Dios... El áureo ovillo vespertino
que la tarde devana tras opacos cristales
por tejer la inconsútil tela de nuestros males,

todos hechos de carne y aromados de vino...
y esta atroz amargura de no gustar de nada,
de no saber adónde dirigir nuestra prora,

mientras el pobre esquife en la noche cerrada
va en las hostiles olas huérfano de la aurora...
(¡Oh süaves campanas entre la madrugada!)

TARDE DEL TRÓPICO

Es la tarde gris y triste.
Viste el mar de terciopelo
y el cielo profundo viste
de duelo. Del abismo se levanta
la queja amarga y sonora.
La onda, cuando el viento canta,
llora. Los violines de la bruma
saludan al sol que muere.
Salmodia la blanca espuma:
¡Miserere! La armonía el cielo inunda,
y la brisa va a llevar
la canción triste y profunda
del mar. Del clarín del horizonte
brota sinfonía rara,
como si la voz del monte
vibrara. Cual si fuese lo invisible...
Cual si fuese el rudo son
que diese al viento un terrible
león.

TREBOL

I
DE DON LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE
A DON DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ

Mientras el brillo de tu gloria augura
ser en la eternidad sol sin poniente,
fénix de viva luz, fénix ardiente,
diamante parangón de la pintura,

de España está sobre la ves te obscura
tu nombre, como joya reluciente;
rompe la Envidia el fatigado diente,
y el Olvido lamenta su amargura.

Yo en equívoco altar, tú en sacro fuego,
miro a través de mi penumbra el día
en que al calor de tu amistad, Don Diego,

jugando de la luz con la armonía,
con la alma luz, de tu pincel el juego
el alma duplicó de la faz mía. 2

DE DON DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ

A DON LUIS DE GÓNGORA y ARGOTE

Alma de oro, fina voz de oro,
al venir hacia mí, ¿por qué suspiras?
Ya empieza el noble coro de las liras
a preludiar el himno a tu decoro;

ya al misterioso son del noble oro
calma al Centauro sus grotescas iras,
y con nueva pasión que les inspiras
tornan a amarse Angélica y Medoro.

A Teócrito y Poussin la Fama dote
con la corona de laurel supremo;
que en donde da Cervantes el Quijote

y yo las telas con mis luces gemo,
para Don Luis de Góngora y Argote
traerá una nueva palma Polifelilo. 3
En tanto pace estrellas el Pegaso divino,
y vela tu hipogrifo, Velázquez, la Fortuna,
en los celestes parques al Cisne gongorino
deshoja sus sutiles margaritas la Luna.

Tu castillo, Velázquez, se eleva en el camino
del Arte como torre que de águilas es cuna,
y tu castillo, Góngora, se alza al azul cual una
jaula de ruiseñores labrada en oro fino.

Gloriosa la península que abriga tal colonia.
¡Aquí bronce corintio, y allá mármol de Jonia!
Las rosas a Velázquez, ya Góngora claveles.

De ruiseñores y águilas se pueblan las encinas,
y mientras pasa Angélica sonriendo a las Meninas,
salen las nueve Musas de un bosque de laureles.

«CHARITAS»

A Vicente de Paul, nuestro Rey Cristo
con dulce lengua dice:
-Hijo mío, tus labios
dignos son de imprimirse
en la herida que el ciego
en mi costado abrió. Tu amor sublime
tiene sublime premio: asciende y goza
del alto galardón que conseguiste.

El alma de Vicente llega al coro
de los alados Ángeles que al triste
mortal custodian: eran más brillantes
que los celestes astros. Cristo: «Sigue»,
dijo al amado espíritu del Santo.

Ve entonces la región en donde existen
los augusto s Arcángeles, zodíaco
de diamantina nieve, indestructibles
ejércitos de luz y mensajeras
castas palomas o águilas insignes.

Luego la majestad esplendorosa
del coro de los Príncipes,
que las divinas órdenes realizan
y en el humano espíritu presiden;
el coro de las altas Potestades
que al torrente infernal levantan diques;
el coro de las místicas Virtudes,
las huellas de los mártires
y las intactas manos de las vírgenes;
el coro prestigioso
de las Dominaciones que dirigen
nuestras almas al bien, y el coro excelso
de los Tronos insignes,
que del Eterno el solio,
cariátides de luz indefinible,
sostienen por los siglos de los siglos;
y el coro de Quembes que compite
con la antorcha del sol.
Por fin, la gloria
de teológico fuego en que se erigen
las llamas vivas de inmortal esencia.

Cristo el Santo bendice
y así penetra el Serafín de Francia
al coro de los ígneos Serafines.

NO OBSTANTE...

¡Oh terremoto mental!
Yo sentí un día en mi cráneo
como el caer subitáneo
de una Babel de cristal.

De Pascal miré al abismo,
y vi lo que pudo ver
cuando sintió Baudelaire
«el ala del idiotismo».

Hay, no obstante, que ser fuerte:
pasar todo precipicio
y ser vencedor del Vicio,
de la Locura y la Muerte. X
El verso sutil que pasa o se posa
sobre la mujer o sobre la rosa,
beso puede ser, o ser mariposa.

En la fresca flor el verso sutil;
el triunfo de Amor en el mes de Abril:
Amor, verso y flor, la niña gentil.

Amor y dolor. Halagos y enojos.
Herodías ríe en los labios rojos.
Dos verdugos hay que están en los ojos.

¡Oh, saber amar es saber sufrir,
amar y sufrir, sufrir y sentir,
y el hacha besar que nos ha de herir!

Rosa de dolor, gracia femenina;
inocencia y luz, corola divina,
y aroma fatal y crüel espina...

Líbramos, Señor, de Abril y la flor,
y del cielo azul, y del ruiseñor;
de dolor y amor, libranos, Señor.

FILOSOFÍA

Saluda al sol, araña, no seas rencorosa.
Da tus gracias a Dios, oh sapo, pues que eres.
El peludo cangrejo tiene espinas de rosa
y los moluscos reminiscencias de mujeres.

Sabed ser lo que sois, enigmas, siendo formas;
dejad la responsabilidad a las Normas,
que a su vez la enviarán al Todopoderoso...
(Toca, grillo, a la luz de la luna, y dance el oso.)

LEDA

El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego, en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata, bailado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.

DIVINA PSIQUIS

I
¡Divina Psiquis, dulce mariposa invisible
que desde los abismos has venido a ser todo
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
forma la chispa sacra de la estatua de lodo!

Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra
y prisionera vives en mí de extraño dueño:
te reducen a esclava mis sentidos en guerra
y apenas vagas libre por el jardín del sueño.

Sabia a la Lujuria que sabes antiguas ciencias,
te sacudes a veces entre imposibles muros,
y más allá de todas las vulgares conciencias
exploras los recodos más terribles y obscuros.

Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres
bajo la viña en donde nace el vino del Diablo.
Te posas en los senos, te posas en los vientres
que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.

A Juan virgen, ya Pablo militar y violento;
a Juan que nunca supo del supremo contacto;
a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
ya Juan ante quien Hugo se queda estupefacto. 2
Entre la catedral y las ruinas paganas
vuelas, ¡oh Psiquis, oh alma mía!,
-como decía
aquel celeste Edgardo,
que entró en el Paraíso entre un son de campanas
y un perfume de nardo-. Entre la catedral
y las paganas ruinas
repartes tus dos alas de cristal,
tus dos alas divinas. Y de la flor
que el ruiseñor
canta en su griego antiguo, de la rosa,
vuelas, ¡oh, Mariposa!,
a posarte en un clavo de Nuestro Señor.

EL SONETO DE TRECE VERSOS

De una juvenil inocencia,
¡qué conservar, sino el sutil
perfume, esencia de su Abril,
la más maravillosa esencia!

Por lamentar a mi conciencia
quedó de un sonoro marfil
un cuento que fue de las Mil
y una noches de mi existencia...

Scherezada se entre durmió...
El Visir quedó meditando...
Dinarzada el día olvidó...
Mas al pájaro azul volvió...
Pero...
No obstante...
Siempre...
Cuando... XV
¡Oh, miseria de toda lucha por lo finito!
Es como el ala de la mariposa
nuestro brazo que deja el pensamiento escrito.
Nuestra infancia vale la rosa,
el relámpago nuestro mirar,
y el ritmo que en el pecho
nuestro corazón mueve,
es un ritmo de onda de mar,
o un caer de copo de nieve,
o el del cantar
del ruiseñor,
que dura lo que dura el perfumar
de su hermana la flor.
¡Oh, miseria de toda lucha por lo finito!
El alma que se advierte sencilla y mira clara-
mente la gracia pura de la luz cara a cara,
como el botón de rosa, como la coccinela,
esa alma es la que al fondo del infinito vuela.
El alma que ha olvidado la admiración, que sufre
en la melancolía agria, olorosa a azufre,
de envidiar malamente y duramente, anida
en un nido de topos. Es manca. Está tullida.
¡Oh, miseria de toda lucha por lo finito!

A PHOCAS EL CAMPESINO

Phocás el campesino, hijo mío, que tienes
en apenas escasos meses de vida, tantos
dolores en tus ojos que esperan tantos llantos
por el fatal pensar que revelan tus sienes...

Tarda en venir a este dolor a donde vienes,
a este mundo terrible en duelos yen espantos;
duerme bajo los Ángeles, sueña bajo los Santos,
que ya tendrás la Vida para que te envenenes...

Sueña, hijo mío, todavía, y cuando crezcas,
perdóname el fatal don de darte la vida
que yo hubiera querido de azul y rosas frescas;

pues tú eres la crisálida de mi alma entristecida,
y te he de ver en medio del triunfo que merezcas
renovando el fulgor de mi psique abolida. XVII
¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla,
-dijo Hugo-; ambrosía más bien, ¡oh maravilla!
La vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino.
En ella está la lira,
en ella está la rosa,
en ella está la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa.

Eva y Cipris concentran el misterio
del corazón del mundo.
Cuando el áureo Pegaso
en la victoria matinal se lanza
con el mágico ritmo de su paso
hacia la vida y hacia la esperanza,
si alza la crin y las narices hincha
y sobre las montañas pone el casco sonoro
y hacia la mar relincha,
y el espacio se llena
de un gran temblor de oro,
es que ha visto desnuda a Anadiomena.

Gloria, ¡oh Potente a quien las sombras temen!
¡Que las más blancas tórtolas te inmolen,
pues por ti la floresta está en el polen
y el pensamiento en el sagrado semen!

Gloria, ¡oh Sublime, que eres la existencia
por quien siempre hay futuros en el útero eterno!
¡Tu boca sabe al fruto del árbol de la Ciencia
y al torcer tus cabellos apagaste el infierno!

Inútil es el grito de la legión cobarde
del interés, inútil el progreso
yankee, si te desdeña.
Si el progreso es de fuego, por ti arde.
¡Toda lucha del hombre va a tu beso,
por ti se combate o se sueña!

Pues en ti existe Primavera para el triste,
labor gozosa para el fuerte
néctar, ánfora, dulzura amable.
¡Porque en ti existe
el placer de vivir, hasta la muerte
y ante la eternidad de lo probable...!

UN SONETO A CERVANTES

A Ricardo Calvo.
Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo. Endulza mis instantes
ásperos, y reposa mi cabeza

El es la vida y la naturaleza,
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.

Cristiano y amoroso caballero
parla como un arroyo cristalino.
¡Así le admiro y quiero, viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino!

MADRIGAL EXALTADO

A Mademoiselle Villagrán.

Dies irae, dies illa!
Solvet saeclum in favilla
cuando quema esa pupila!

La tierra se vuelve loca,
el cielo a la tierra invoca
cuando sonríe esa boca.

Tiemblan los lirios tempranas
y los árboles lozanos
al contacto de esas manos.

El bosque se encuentra estrecho
el egipán en acecho
cuando respira ese pecho.

Sobre los senderos es
como una fiesta, después
que se han sentido esos pies,

y el Sol, sultán de orgullosas
rosas, dice a sus hermosas
cuando en primavera están:
¡Rosas, rosas, dadme rosas
para Adela Villagrán!

MARINA

Mar armonioso,
mar maravilloso:
tu salada fragancia,
tus colores y músicas sonoras
me dan la sensación divina de mi infancia,
en que suaves las horas
venían en un paso de danza reposada
a dejarme un ensueño o regalo de hada. Mar armonioso,
mar maravilloso,
de arcadas de diamante en que se rompe en vuelos
rítmicos que denuncian algún ímpetu oculto,
espejo de mis vagas ciudades de los cielos
blanco y azul tumulto
de donde brota un canto
inextinguible:
mar paternal, mar santo:
mi alma siente la influencia de tu alma invisible.

Velas de los Colones
y velas de los Vascos,
hostigadas por odios de ciclones
ante la hostilidad de los peñascos:
o galeras de oro,
velas purpúreas de bajeles
que saludaron al mugir del toro
celeste, con Europa sobre el lomo
que salpicaba la revuelta espuma.
Magnífico y sonoro
se oye en las aguas como
un tropel de tropeles,
¡tropel de los tropeles de tritones!
Brazos salen de la onda, suenan vagas canciones,
brillan piedras preciosas,
mientras en las revueltas extensiones
Venus y el Sol hacen nacer mil rosas.

CLEOPOMPO Y HELIODEMO

A Vargas Vila. Cleopompo y Heliodemo, cuya filosofía
es idéntica, gustan dialogar bajo el verde
patio del platanar. Allí Cleopompo muerde
la manzana epicúrea, y Hellodemo fía al aire su confianza en la eterna armonía.
Mal haya quien las Parcas inhumano recuerde:
Si una sonora perla de la clepsidra pierde,
no volverá a ofrecerla la mano que la envía.

Una vaca aparece, crepuscular. Es hora
en que el grillo en su lira hace halagos a Flora,
y en el azul florece un diamante supremo; y en la pupila enorme de la bestia apacible,
miran como que rueda en un ritmo invisible
la música del mundo, Cleopompo y Heliodemo.

«¡AY, TRISTE DEL QUE UN DIA...!»

¡Ay, triste del que un día en su esfinge interior
pone los ojos e interroga! Está perdido.
¡Ay del que pide eurekas al placer o al dolor!
Dos dioses hay, y son: Ignorancia y Olvido.

Lo que el árbol desea decir y dice al viento,
y lo que el animal manifiesta en su instinto,
cristalizamos en palabra y pensamiento.
Nada más que maneras expresan lo distinto. XXIII
En el país de las Alegorías
Salomé siempre danza,
ante el tiarado Herodes,
eternamente;
y la cabeza de Juan el Bautista,
ante quien tiemblan los leones,
cae al hachazo. Sangre llueve. Pues la rosa sexual
al entreabrirse
conmueve todo lo que existe,
con su efluvio carnal
y con su enigma espiritual.

AUGURIOS

A E. Díaz Romero. Hoy pasó un águila
sobre mi cabeza;
lleva en sus alas
la tormenta,
lleva en sus garras
el rayo que deslumbra y aterra.
¡Oh, águila!
Dame la fortaleza
de sentirme en el lodo humano
con alas y fuerzas
para resistir los embates
de las tempestades perversas,
y de arriba las cóleras
y de abajo las roedoras miserias.

Pasó un búho
sobre mi frente.
Yo pensé en Minerva
y en la noche solemne.
¡Oh, búho!
Dame tu silencio perenne,
y tus ojos profundos en la noche
y tu tranquilidad ante la muerte
Dame tu nocturno imperio
y tu sabiduría celeste,
y tu cabeza cual la de Jano,
que, siendo una, mira a Oriente y Occidente.

Pasó una paloma
que casi rozó con sus alas mis labios.
¡Oh, paloma!
Dame tu profundo encanto
de saber arrullar, y tu lascivia
en campo tornasol, y en campo
de luz tu prodigioso
ardor en el divino acto.
(Y dame la justicia en la naturaleza,
pues, en este caso,
tú serás la perversa
y el chivo será el casto.)

Pasó un gerifalte. ¡Oh, gerifalte!
Dame tus uñas largas
y tus ágiles alas cortadoras de viento,
y tus ágiles patas,
y tus uñas que bien se hunden
en las carnes de la caza.
Por mi cetrería
irás en jiras fantásticas,
y me traerás piezas famosas
y raras,
palpitantes ideas,
sangrientas almas.
Pasa el ruiseñor.
¡Ah, divino doctor!
No me des nada. Tengo tu veneno,
tu puesta de sol
y tu noche de luna y tu lira,
y tu lírico amor.
(Sin embargo, en secreto,
tu amigo soy,
pues más de una vez me has brindado
en la copa de mi dolor,
con el elixir de la luna
celestes gotas de Dios...)

Pasa un murciélago.
Pasa una mosca. Un moscardón.
Una abeja en el crepúsculo.
No pasa nada.
La muerte llegó.

MELANCOLÍA

A Domingo Bolívar. Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de ensueño y loco de armonía. Ese es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas crüentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía. Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
ya veces que es muy corto... Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?

¡ALELUYA!

A Manuel Machado. Rosas rosadas y blancas, ramas verdes,
corolas frescas, y frescos
ramos, ¡Alegría! Nidos en los tibios árboles,
huevos en los tibios nidos,
dulzura, ¡Alegría! El beso de esa muchacha
rubia, y el de esa morena,
y el de esa negra, ¡Alegría! Y el vientre de esa pequeña
de quince años, y sus brazos
armoniosos, ¡Alegría! Y el aliento de la selva virgen,
y el de las vírgenes hembras,
y las dulces rimas de la Aurora,
¡Alegría, Alegría, Alegría!

DE OTOÑO

Yo sé que hay quienes dicen: ¿Por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año. Yo, pobre árbol, produje, el amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!

A GOYA

Poderoso visionario,
raro ingenio temerario,
por ti enciendo mi incensario.

Por ti, cuya gran paleta,
caprichosa, brusca, inquieta,
debe amar todo poeta;

por tus lóbregas visiones,
tus blancas irradiaciones,
tus negros y bermellones;

por tus colores dantescos,
por tus majos pintorescos
y las glorias de tus frescos.

Porque entra en tu gran tesoro
el diestro que mata al toro,
la niña de rizos de oro,

y con el bravo torero,
el infante, el caballero,
la mantilla y el pandero.

Tu loca mano dibuja
la silueta de la bruja
que en la sombra se arrebuja,

y aprende una abracadabra
del diablo patas de cabra
que hace una mueca macabra.

Musa soberbia y confusa,
ángel, espectro, medusa:
tal aparece tu musa.

Tu pincel asombra, hechiza:
ya en sus claros electriza,
ya en sus sombras sinfoniza;

con las manolas amables,
los reyes, los miserables,
o los cristos lamentables.

En tu claroscuro brilla
la luz muerta y amarilla
de la horrenda pesadilla,

o hace encender tu pincel
los rojos labios de miel
o la sangre del clavel.

Tienen ojos asesinos
en sus semblantes divinos
tus ángeles femeninos.

Tu caprichosa alegría
mezclaba la luz del día
con la noche obscura y fría.

Así es de ver y admirar
tu misteriosa y sin par
pintura crepuscular.

De lo que da testimonio:
por tus frescos, San Antonio;
por tus brujas, el demonio.

CARACOL

A Antonio Machado.

En la playa he encontrado un caracol de oro
macizo y recamado de las perlas más finas;
Europa le ha tocado con sus manos divinas
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro.

He llevado a mis labios el caracol sonoro
y he suscitado el eco de las dianas marinas;
le acerqué a mis oídos, y las azules minas
me han contado en voz baja su secreto tesoro.

Así la sal me llega de los vientos amargos
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos
cuando amaron los astros el sueño de Jasón;

y oigo un rumor de olas y un incógnito acento
y un profundo oleaje y un misterioso viento...
(El caracol la forma tiene de un corazón.)

AMO, AMAS...

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

SONETO AUTUMNAL

AL MARQUES DE BRADOMIN

Marqués (como el Divino lo eres), te saludo.
Es el Otoño, y vengo de un Versalles doliente.
Había mucho frío y erraba vulgar gente.
El chorro de agua de Verlaine estaba mudo.

Me quedé pensativo ante un mármol desnudo,
cuando vi una paloma que pasó de repente,
y por caso de cerebración inconsciente
pensé en ti. Toda exégesis en este caso eludo.

Versalles otoñal; una paloma; un lindo
mármol; un vulgo errante, municipal y espeso;
anteriores lecturas de tus sutiles prosas;

la reciente impresión de tus triunfos... Prescindo
de más detalles para explicarte por eso
cómo, autumnal, te envió este ramo de rosas.

URNA VOTIVA

A Lamberti.
Sobre el caro despojo esta urna cincelo:
un amable frescor de inmortal siempreviva
que decore la greca de la urna votiva
en la copa que guarda rocío del cielo;

una alondra fugaz sorprendida en su vuelo
cuando fuese a cantar en la rama de oliva,
una estatua de Diana en la selva nativa
que la Musa Armonía envolviera en su velo.

Tal, si fuese escultor, con amor cincelara
en el mármol divino que me brinda Carrara,
coronando la obra una lira, una cruz;

y sería mi sueño, al nacer de la aurora,
contemplar, en la faz de una niña que llora,
una lágrima llena de amor y de luz.

PROGRAMA MATINAL

¡Claras horas de la mañana
en que mil clarines de oro
dicen la divina diana!
¡Salve al celeste Sol sonoro!

En la angustia de la ignorancia
de lo porvenir, saludemos
la barca llena de fragancia
que tiene de marfil los remos.

Epicúreos o soñadores,
amemos la gloriosa Vida,
siempre coronados de flores
¡Y siempre la antorcha encendida!

Exprimamos de los racimos
de nuestra vida transitoria
los placeres por que vivimos
y los champañas de la gloria.

Devanemos de amor los hilos,
hagamos, porque es bello, el bien,
y después durmamos tranquilos
y por siempre jamás. Amén.

OFRENDA

Bandera que aprisiona
el aliento de Abril,
corona
tu torre de marfil.

Cual princesa encantada,
eres mimada por
un hada
de rosado color.

Las rosas que tú pises
tu boca han de envidiar;
los lises,
tu pureza estelar.

Carrera de Atalanta
lleva tu dicha en flor;
y canta
tu nombre un ruiseñor.

Y si meditabunda
sientes pena fugaz,
inunda
luz celeste tu faz.

Ronsard, lira de Galia,
te daría un ron del;
Italia
te brindara el pincel,

para que la corona
tuviese, celestial
Madona,
en un lienzo inmortal.

Ten el laurel cariño,
hoy, cuando aspiro a que
vaya a ornar tu corpiño
mi rimado bouquet.

Los Cisnes

A Juan R. Jiménez

I
¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?

Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas la misma canción.

A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez…
Soy un hijo de América, soy un nieto de España
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez…

Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas oscuras.

Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
se mueren nuestras rosas, se agotan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos mendigos de nuestras pobres almas.

Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos, ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños.

Faltos de los alientos que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.

La América española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?

He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león…

…Y un Cisne negro dijo: «La noche anuncia el día».
Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal, la aurora
Es inmortal!» ¡Oh, tierras de sol y armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!

II
En la muerte de Rafel Núñez

El pensador llegó a la barca negra;
y le vieron hundirse
en las brumas del lago del Misterio,
los ojos de los Cisnes.
Su manto de poeta
reconocieron los ilustres lises
y el laurel y la espina entremezclados
sobre la frente triste.

A lo lejos alzábanse los muros
de la ciudad teológica, en que vive
la sempiterna Paz. La negra barca
llegó a la ansiada costa, y el sublime
espíritu gozó la suma gracia;
y ¡oh Montaigne! Núñez vio la cruz erguirse,
y halló al pie de la sacra Vencedora
El cadáver helado de la Esfinge.

III
Por un momento, ¡oh Cisne!, juntaré mis anhelos
a los de tus dos alas que abrazaron a Leda,
y a mi maduro ensueño, aún vestido de seda,
dirás, por los Dioscuros, la gloria de los cielos.

Es el otoño. Ruedan de la flauta consuelos.
Por un instante, ¡oh Cisne!, en la oscura alameda
sorberé entre dos labios lo que el Pudor me veda,
y dejaré mordidos Escrúpulos y Celos.

Cisne, tendré tus alas blancas por un instante,
y el corazón de rosa que hay en tu dulce pecho
palpitará en el mío con su sangre constante.

Amor será dichoso, pues estará vibrante
el júbilo que pone al gran Pan en acecho
mientras su ritmo esconde la fuente de diamante.

IV
Antes de todo, ¡gloria a ti, Leda!
tu dulce vientre cubrió de seda
el Dios. ¡Miel y oro sobre la brisa!
Sonaban alternativamente
flauta y cristales, Pan y la fuente.

¡Tierra era canto, Cielo sonrisa!
Ante el celeste, supremo acto,
dioses y bestias hicieron pacto.
Se dio a la alondra la luz del día,
se dio a los búhos sabiduría
y melodía al ruiseñor.

A los leones fue la victoria,
para las águilas toda la gloria
y a las palomas todo el amor.
Pero vosotros sois los divinos
príncipes. Vagos como las naves,
inmaculados como los linos,
maravillosos como las aves.

En vuestros picos tenéis las prendas
que manifiestan corales puros.
Con vuestros pechos abrís las sendas
que arriba indican los Dioscuros.
Las dignidades de vuestros actos,
eternizadas en lo infinito,
hacen que sean ritmos exactos,
voces de ensueño, luces de mito.

De orgullo olímpico sois el resumen,
¡oh, blancas urnas de la armonía!
Ebúrneas joyas que anima un numen
con su celeste melancolía.
¡Melancolía de haber amado,
junto a la fuente de la arboleda,
el luminoso cuello estirado
entre los blancos muslos de Leda!

Canto a la Argentina

¡ARGENTINA! ¡Argentina!
¡Argentina! El sonoro
viento arrebata la gran voz de oro.
Ase la fuerte diestra la bocina,
y el pulmón fuerte, bajo los cristales
del azul, que han vibrado,
lanza el grito: Oíd, mortales,
oíd el grito sagrado.
Oíd el grito que va por la floresta
de mástiles que cubre el ancho estuario,
e invade el mar; sobre la enorme fiesta
de las fábricas trémulas, de vida;
sobre las torres de la urbe henchida;
sobre el extraordinario
tumulto de metales y de lumbres
activos; sobre el cósmico portento
de obra y de pensamiento
que arde en las poliglotas muchedumbres;
sobre el construir, sobre el bregar, sobre el soñar,
sobre la blanca sierra,
sobre la extensa tierra,
sobre la vasta mar.
¡Argentina, región de la aurora!
¡Oh, tierra abierta al sediento
de libertad y de vida
, dinámica y creadora!
¡Oh barca augusta, de prora
triunfante, de doradas velas!
De allá de la bruma infinita,
alzando la palma que agita,
te saluda el divo Cristóbal,
príncipe de las Carabelas.

Sonatina

La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave de oro;
y en un vaso olvidado se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe del Golconsa o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nulumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
La princesa está triste. La princesa está pálida…
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
La princesa está pálida. La princesa está triste…
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

¡Calla, calla, princesa dice el hada madrina,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte ,
a encenderte los labios con su beso de amor!

Venus

En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud, bajé al fresco y callado jardín.
En el oscuro cielo, Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante, bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

«¡Oh reina rubia! -dije-, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar.»
El aire de la noche, refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.

¡Aleluya!

A Manuel Machado

Rosas rosadas y blancas, ramas verdes,
corolas frescas y frescos
ramos, ¡Alegría!

Nidos en los tibios árboles,
huevos en los tibios nidos,
dulzura. ¡Alegría!

El beso de esa muchacha
rubia, y el de esa morena
y el de esa negra, ¡Alegría!

Y el vientre de esa pequeña
de quince años, y sus brazos
armoniosos, ¡Alegría!

Y el aliento de la selva virgen
y el de las vírgenes hembras,
y las dulces rimas de la Aurora,

¡Alegría, Alegría, Alegría!

A Colón

¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América,
tu india virgen y hermosa de sangre cálida,
la perla de tus sueños, es una histérica
de convulsivos nervios y frente pálida.

Un desastroso espíritu posee tu tierra:
donde la tribu unida blandió sus mazas,
hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,
se hieren y destrozan las mismas razas.

Al ídolo de piedra reemplaza ahora
el ídolo de carne que se entroniza,
y cada día alumbra la blanca aurora
en los campos fraternos sangre y ceniza.

Desdeñando a los reyes nos dimos leyes
al son de los cañones y los clarines,
y hoy al favor siniestro de negros reyes
fraternizan los Judas con los Caínes.

Bebiendo la esparcida savia francesa
con nuestra boca indígena semiespañola,
día a día cantamos la Marsellesa
para acabar danzando la Carmañola.

Las ambiciones pérfidas no tienen diques,
soñadas libertades yacen deshechas.
¡Eso no hicieron nunca nuestros caciques,
a quienes las montañas daban las flechas! .

Ellos eran soberbios, leales y francos,
ceñidas las cabezas de raras plumas;
¡ojalá hubieran sido los hombres blancos
como los Atahualpas y Moctezumas!

Cuando en vientres de América cayó semilla
de la raza de hierro que fue de España,
mezcló su fuerza heroica la gran Castilla
con la fuerza del indio de la montaña.

¡Pluguiera a Dios las aguas antes intactas
no reflejaran nunca las blancas velas;
ni vieran las estrellas estupefactas
arribar a la orilla tus carabelas!

Libre como las águilas, vieran los montes
pasar los aborígenes por los boscajes,
persiguiendo los pumas y los bisontes
con el dardo certero de sus carcajes.

Que más valiera el jefe rudo y bizarro
que el soldado que en fango sus glorias finca,
que ha hecho gemir al zipa bajo su carro
o temblar las heladas momias del Inca.

La cruz que nos llevaste padece mengua;
y tras encanalladas revoluciones,
la canalla escritora mancha la lengua
que escribieron Cervantes y Calderones.

Cristo va por las calles flaco y enclenque,
Barrabás tiene esclavos y charreteras,
y en las tierras de Chibcha, Cuzco y Palenque
han visto engalonadas a las panteras.

Duelos, espantos, guerras, fiebre constante
en nuestra senda ha puesto la suerte triste:
¡Cristóforo Colombo, pobre Almirante,
ruega a Dios por el mundo que descubriste!

Yo persigo una forma

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.

Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

Canto de esperanza

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.

¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno de Cristo.

La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.

Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.

¡Oh, Señor Jesucristo! ¡Por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas!

Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que amante de tinieblas tu dulce aurora olvida.

Ven, Señor, para hacer la gloria de Ti mismo;
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.

Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.

À la petite Isabeau

Este, sin prólogo o preámbulo,
es un regalo precioso:
un poeta doloroso
te da un pájaro noctámbulo.

Tienes tres años; la rosa
que está en el tallo tiene ésos;
tus labios florecen besos
y no comprendes la prosa.

Te doy el pájaro, niña,
mas si lo matas, ¡traviesa!,
que tu madre que te besa
por el pobre, que te riña.

Ámalo; es un poeta errante:
quizás injusto reproche
lo hizo errar entre la noche
y caer agonizante.

Ave de los corazones,
zenzontle del indio triste,
el duelo sus plumas viste,
la pena le da canciones.

En tu peine dejan hebras
hoy tus hermosos hechizos;
hazle un nido con tus rizos
al pájaro que celebras.

Y mañana, cuando a mí
gloria y pena dé la fama,
por la ingratitud de aquí,
por mi pájaro y mi llama
tendré un recuerdo de ti.
(Managua, 7 de febrero, 1893)
*Dedicado a Isabel Huezo.
(El pájaro obsequiado no era un zenzontle).

Para el álbum de Pepita Rivas

Bajo el triste ciprés de mi duelo
pasa un ángel, un ave, una flor,
un botón de las rosas del cielo,
una estrella en una urna de amor.

Y hay que dar a la niña amorosa
princesita gallarda y gentil,
un cantar, una perla, una rosa,
un bouquet de mi pálido abril.

Fresco lirio de luz y de infancia,
que no salgas del cielo en que estás;
que conserves tu dulce fragancia,
que el otoño no llegue jamás.

En tu jaula perfumas y alegras,
pajarito travieso y fugaz;
tus pupilas, tan lindas, tan negras,
son consuelo, son dicha, son paz.

Cuando, libre de penas y enojos,
tus quince años te den su arrebol,
con mis líricas flores tus ojos
harán veces de rayos de sol.
(Managua, 3 de marzo de 1893)

Saludo a la Estatua de la Libertad

A ti, prolífico, enorme, dominadora.
A ti, Nuestra Señora de la Libertad.
A ti, cuyas mamas de bronce alimentan
un sinnúmero de almas y corazones.
A ti, que te alzas solitaria y magnífica sobre tu isla,
levantando la divina antorcha.
Yo te saludo al paso de mi steamer,
prosternándome ante tu majestad.
¡Ave, good morning! Yo sé, divino ícono, ¡oh magna estatua!,
que tu solo nombre, el de la excelsa beldad que encarnas,
ha hecho brotar estrellas sobre el mundo,
a la manera del fiat del Señor.
Allí están entre todas, brillantes sobre las listas de la bandera,
las que iluminan el vuelo del águila de América,
de esta tu América formidable, de ojos Azules…
(Abril, 1893)

* Es una prosa con sentido de poema. La forma de presentarla es del editor.

Evocando a Stella

¿Por qué vino tu imagen a mi memoria,
Stella, alma dulce, reina mía, tan presto ida para siempre,
el día en que, después de recorrer el hirviente Broadway
me puse a leer los versos de Poe, cuyo nombre de Édgar,
armonioso y legendario, encierra tan vaga y triste poesía,
y he visto desfilar la procesión de sus castas enamoradas
a través del polvo de plata de un místico ensueño?

“Es porque tu eres hermana de las liliales vírgenes
cantadas en brumosa lengua inglesa
por el soñador infeliz, príncipe de los poetas malditos.
Tú, como ellas, eres llama del infinito amor.
Frente al balcón, vestido de rosas blancas,
por donde en el Paraíso asoma
tu faz de generosos y profundos ojos,
pasan tus hermanas y te saludan con una sonrisa,
en la maravilla de tu virtud.
¡Oh mi ángel consolador, oh, mi esposa.”
(Mayo, 1893)
* Es una prosa con sentido de poema. Escrito después de leer a Poe en Nueva York. La forma de presentarla es del editor.

A Carlos A. Imendia

¡Vengan los sufrimientos! ¡Vengan bien las borrascas
inquietas!
¡Oh leones! ¡Oh águilas que pasáis entre la
humanidad!
Encrespar las melenas o extender vuestras alas,
poetas,
Es soberbio, es augusto, ¡bajo el soplo de la
tempestad!
(Nueva York, mayo, 1893)

Adolfo Valdés

(Especial para «La Vanguardia»)

I
Soñaba. La noche. Los lirios de oro
del gran firmamento lanzando a través
del éter, su dulce mirada profunda
hacían la gloria del alto vergel.

Por fondo negrura, ceñida la frente
con una corona de verde laurel,
muy pálido y triste, sonriendo a la sombra,
surgió ante mis ojos Adolfo Valdés.

—,Oh, hermano de mi alma! ¿Por qué me sonríes?
¿Conoces acaso mi historia? La sé.
Los sueños, la tisis, el negro sepulcro,
la pena primero, la gloria después.

¡Oh, pálido Adolfo! Yo creo en un mundo
rosado y florido. ¿Tú vives? Tu ser
¿Acaso recuerda la música humana?
¿Ves la vieja tierra? ¿Los hombres los ves?

II
Haciendo mis salmos, mis odas, mis versos,
yo siempre mi vida fatal pasaré.
Huyendo como huyen las vagas visiones.
Dejóme en mis dudas Adolfo Valdés.
(La Vanguardia, 30 de agosto de 1893)

Porteña

Ayer el pavimento sonoro de Florida
sintió trotar el tronco de potros de Inglaterra
que arrastran la victoria donde al amor convida
la faz de la morocha más linda de la tierra.

El coche se perdía camino de Palermo
cuando pasó a mi vista, sentada en su cupé,
una divina rubia que, como un niño enfermo,
tenía triste y pálida su faz de rosa té.

De esta visión porteña quedó en mi mente escrita
la página vibrante que es hoy una canción
a tus azules ojos, ¡celeste Margarita!
a tus miradas negras, ¡hermana de Mignon!

Flor Argentina

¿De dónde viene aquella maravillosa, aquella
que cuando pasa, a paso de reina, Diosa va?
¿De Viena acaso?... ¿Acaso de Sevilla o Marsella?
Acaso..., pues su imperio doquiera imperará.

Es la flor de Argentina, divinamente bella,
azucena del Plata, rosa del Paraná,
y que siempre aparece con su fulgor de estrella,
ya la pinte Boldine o De la Gandará...

Ella es la que a las reinas del gran París emula,
pues, como ellas, encanta y sonríe y ondula;
y cual dea transforma, al golpe de su pie,

en primavera pura un triste otoño enfermo,
en el Bois de Boulogne el Bosque de Palermo,
y la calle Florida en la Rue de la Paix.

Como Palomas...

Como palomas tórnanse los tigres de la Hircania
ante la rubia Cipria que enciende el corazón:
ya se oye el ruido alegre del carro de Titania
que busca enamorada los besos de Oberón.

La fiesta de las rosas y el canto de los nidos
llenan los verdes campos y pueblan el vergel;
despiertan en las cumbres los pájaros dormidos
sobre las frescas hojas del lirio y del laurel.

¿Quién es ésa que llega tan bella como Flora?
¿Quién es esa adorable, divina emperatriz?
¿Quién es ésa que tiene los labios de la Aurora,
la frente casta y pura como una flor de lis?

Cuando anda, riega lirios; y cuando mira, estrellas.
¡Quién su sonrisa viera para morir después!...
¡Quién fuera un bello príncipe para seguir sus huellas!...
¡Quién fuera un dios amante para besar sus pies!...

Un pájaro está triste por ella en la montaña,
porque sintió el perfume de la fragante flor.
La vio el cielo una noche magnífica y extraña
y un astro está por ella muriéndose de amor.

Elogio a don Vicente Navas

Tejo mi corona, llévola,
para honrar al ciudadano
que hubiera puesto su mano
sobre las brasas de Scévola...;

a quien, por firme y leal,
el deber bronce daría;
a quien el alma tenía
fundida en bronce moral.

¿Qué fuerza el carácter doma?
¿Qué voz de su senda aparta
a quien, nacido en Esparta,
lo crió la loba de Roma?

Ninguna. Joyas brillantes
Dios da al humano tesoro:
los talentos son de oro;
los caracteres, diamantes.

¡Loor, pues, a quien fue noble,
honrado, viril, sin tacha!
El leñador movió el hacha:
cayó el varón como un roble.
(León, 1893)

Décima de pie forzado Acabando en «patio»

En un juego de rimas con Manuel Maldonado
y Desiderio Fajardo Ortiz.

No entiende de acentos Pablo,
pues cuando dice una frase
forma un requiescat in pace
que es capaz de darse al diablo.
Si con él converso o hablo,
por batió me dice batio
y por combatió, combatio.
Un día me sublevé
y por poco no arranqué
el rosal que está en su patio.
(Managua, 1893)

A «El Cautivo»

Desiderio Fajardo Ortiz

Como el príncipe del cuento,
las piernas tienes de mármol;
como poeta y artista,
tus ojos miran los astros.

Si eres cautivo, eres grande;
si eres poeta, eres mago;
si eres vate, tienes flores,
y si eres dios, tienes rayos.

Tienes tus Mil y una noches
como el bello solitario:
las tormentas de tus himnos
y las nubes de tus cantos.

Ansía todos los cielos,
ama todos los zodiacos,
¡y haz dos alas inmortales
con las ruedas de tu carro!

Dedicatoria A Desiderio Fajardo Ortiz.

Arte y amistad nos ligan.
Mientras yo exista y tú existas,
seamos hermanos y artistas;
arte y amistad obligan.

Arte es religión. Creamos
en el arte, en él pensemos;
a sus altares llevemos
nuestras coronas y ramos.

Hagamos de la expresión
que siempre armonía sea,
y hagamos de cada idea
una cristalización.

La prosa es el material;
adorno, las frases mismas;
y las letras son los prismas
del espléndido cristal.

Y dejemos sus enfáticas
reglas y leyes teóricas,
a los que escriben retóricas
y se absorben las gramáticas.

Pensar firme; hablar sonoro;
ser artista, lo primero;
que el pensamiento de acero
tenga ropaje de oro.

Florentina

Sobre el diván dejé la mandolina.
Y fui a besar la boca purpurina,
la boca de mi hermosa florentina.

Y es ella dulce, y roza y muerde y besa;
y es una boca roja, rosa, fresa;
y Amor no ha visto boca como ésa.

Sangre, rubí, coral, carmín, claveles,
hay en sus labios finos y crueles
pimientas fuertes, aromadas mieles.

Los dientes blancos riman como versos,
y saben esos finos dientes tersos
mordiscos caprichosos y perversos.

Dulce serpiente, suave y larga poma,
fruta viva y flexible, seda, aroma,
entre rosa y blancor, la lengua asoma.

La florentina es sabia, y ella dice
que en ella están Helena y Cloe y Nice,
y Safo y Cloris y Galatea y Bice.

Su risa es risa de una lira loca:
en el teclado de sus dientes toca
Amor la sinfonía de su boca.

Y ese cáliz hallé de mieles lleno,
y él el placer y el mal puso en mi seno,
y en él bebí la sangre y el veneno.

El agua hace mucho daño…

El agua hace mucho daño
tanto en Francia como en Libia.
Y sirve, si no me engaño,
solamente para el baño,
pero con sales y tibia.
(Buenos Aires, agosto, 1893)

Las sonrisas sin encías

Las sonrisas sin encías,
y las miradas sin ojos,
las visiones de los sueños
de los pálidos neuróticos,
invisibles enemigos,
implacables odios póstumos,
hacen que dé la flor lívida
del rosal del manicomio
–que crece y que tiene savia–
con la sangre de los locos.

SER ÉL MISMO [Mi poema]
Leonardo Boix [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Que ha llegado hasta aquí sin tener casa,
sin nada, ni sustento que alimente,
y es por esto se siente indiferente,
ignorando en la vida lo que pasa,
si debiera tomarme todo a guasa

lo que ocurre en la esfera de su mente.
De la herida brotando a borbotones
sintiendo que la llaga no restaña
intenta no meterme en la maraña
del arte irracional y sinrazones.

Y ha bajado y subido a sus mansiones
donde dicen que anida el raciocinio
como aducen que lo hizo el joven Plinio
y ha tratado de hurgar las emociones
sin tener de las mismas su dominio.

Y ha fumado tal cual si fuera un simio
que se atreve a saltar de rama en rama
intentando ascender a alguna cama
desde el árbol humilde al más eximio
soportando lo injusto de su fama.

Y así fuera que no sea el más listo
en las telas de araña se ha enredado
y en la lucha al salir más se ha embrollado
para luego llegar y darse el pisto
así fuera la suerte no ha premiado.

Sólo sabe, hay quien dice, él es un hombre
que ha llegado a arrojarse hacia el abismo,
difícil y el más arduo silogismo,
sólo un ser que no tiene quien le nombre,
quisiera ser quien piensa, ser él mismo.
©donaciano bueno

Leonardo Boix Leonardo Boix

El infierno de los insectos

En casa jugábamos
con muñecos de madera y la Atari
los suburbios son verdes, el polvo de las verdulerías
crecer junto a las calles
las villas, luces por la noche
Dársena Sur
y el río que no toco
cruzar el puente del Riachuelo
mi mamá nos llevaba a Avellaneda
cada jueves a ver a la abuela en el geriátrico
lleno de gente, a la espera
de su propia muerte
el olor poderoso
a pis, medicamentos, talco rancio
mi abuela era terrorista
ponía bombas debajo de los colectivos
en la época de Perón
la hacía llorar a mamá
anclada en su silla de ruedas, fumaba
cigarrillos de tabaco negro
tosía como una bestia
los chicos jugábamos al tenis en la calle
la red, una línea imaginaria en la vereda
O’Higgins y Magallanes, la casa de la esquina
yo besaba a los chicos en el ático
escondido del mundo afuera
olor a esperma recién formado
hacíamos muñecos de Fin de Año
explosión y fuego
las casitas suburbanas reflejaban luz
después venían las bombitas de febrero
látex en distintos colores
las chicas no querían mojarse
las tardes eternas mirando pájaros
yo me portaba bastante bien de chico
igual torturaba a los insectos
que encontraba en el patio de casa
tenía mucho cuidado en la disección
de los torsos y las antenas
hasta que las partes del conjunto
dejaran de reflejar a los antrópodos.

Los mandados

En el barrio de mi casa
había un vecino torturador
de señoras embarazadas, que usó mucho la picana
en los centros clandestinos
fue médico de la policía
en el Pozo de Banfield
usaba gomina, se cortaba el bigote fino
a Jacobo Timerman
le sostuvo la lengua para que no se ahogara
mientras lo torturaban
cada mañana salía
a hacer muy contento sus mandados
con sus perritos de raza, dálmata, el setter colorado
a buscar el diario, el pan, los cigarrillos
a papá lo invitó incluso a su barco
para navegar por el delta del Tigre
y tomaron mate, peperina
mientras el sol aplastaba los camalotes
con el hijo del torturador
hasta anduvimos en patineta, fumamos Marlboros
venían a nuestros cumpleaños
a soplar las velitas
tenían sillones de pana
y una colección de armas bien ordenadas
que colgaban juntas en la pared de entrada
al torturador finalmente lo encontraron
le dispararon una mañana
20 balazos al cuerpo
querían venganza
por los bebés que había regalado
cuando le apuntaron, el represor usó
como escudo humano
a su esposa
él terminó en silla de ruedas
sin poder decir una palabra
le caía baba de la boca
el ataque ocurrió así como lo cuento
justo en la esquina de mi casa
ahí pintaron la V de la victoria
los agujeros de las balas aún quedan
la calle se llamaba Magallanes, y ahora Madres de Plaza de Mayo
pero yo ya había inmigrado a Inglaterra

Barco de Inmigrantes

A Diana Bellessi

El barco que me trajo
había perdido el rumbo
y en lugar de detenerse
en cada puerto con faro,
como estaba acordado
cuidadosamente,
siguió marcha por los océanos
desparejos, hacia la tormenta,
pasajeros desolados,
primera clase,
todos inquietos,
preguntaron incómodos
el destino asegurado,
la instancia del sueño
desde la cubierta, yo
detenido en el tiempo
miraba las gaviotas
comerse los deshechos
suspendidas del cielo
en la inmensidad sin horizonte.
La gente amagaba
a despegarse del intento
y el viaje siguió por arte de magia,
pero nadie se bajó
porque el ritmo lo marcaba
la tripulación estática,
hasta mi Tía Gracia nació a bordo
y el abuelo Raúl piloteaba,
capitán, eslora, camarotes, ensenada
el bisabuelo Ramón y María la siciliana

venían de Corrales, Zamora y San Mauro,

traían la guitarra y los bolsos

apilados,
los inmigrantes del barco que me trajo
no se detuvieron en ninguna parte
vamos todos juntos,
como náufragos,

por este laberinto de profundidades.

Esta historia tan mía

En la biografía de mi vida
diré cosas como
“Sin poder confesarlo”,
“Morí tan solo”,
“La vida que me fue indiferente”.
El libro tendrá hojas amarillentas,
como escrito en otro siglo,
lo repartiré entre desconocidos,
para que crean que estoy loco,
pondré un puesto en el mercado de los sábados,
y leeré página por página,
aunque nadie me escuche.
En la autobiografía de esta, mi vida
contaré que días antes de su muerte
mamá me dijo: “Recen por mí”.
Y yo le hice caso
y como loco le hablé
a los objetos del más allá,
y una noche de verano y luna llena,
la vi dormir tan quieta,
blanca transparente,
en la habitación de mis hermanas,
le pedí que se quedara,
pero la oscuridad se la llevó
sin importarle.
El libro de mi historia
hablará del pueblo de mi infancia,
del calor de diciembre,
del jazmín del país, de las gardenias
en racimos semi-abiertos,
las calles con olor a mojado,
y el campo con vacas blanco y negro
que veíamos desde la ventana del auto.
Y cuando se agote la autobiografía,
me dedicaré a plantar árboles frutales,
para que la simetría
de lo verde,
me transforme
en jardín exótico
de los trópicos.

Simulación

Por las tardes volvíamos
a tomar el té con galletitas
la televisión, los dibujitos
a mamá el cáncer se le estaba metiendo dentro
y nosotros sin saberlo
con la pantera rosa y los superfantásticos
descalzo
como musgo criptonita
en el castillo de Gargamel
la mochila colgada traía
conejos sin cola, espejos de mentira
el piano se había muerto
los roperos infestados de polillas
calcomanías
y el día que ganó Argentina
papá arreglaba el embriague del auto
mientras el suburbio se quemaba
por el camino al río
detrás de la placita.

RubénDarío

El ánfora funesta del divino veneno
que ha de ser por la vida la tortura interior,
la consciencia espantable de nuestro humano cieno
y el horror de sentirse pasajero, el horror

de ir a tientas, en interminables espantos,
hacia lo evitable, desconocido, y la
pesadilla brutal de este dormir de llantos
de la cual no hay más que ella que no despertará.

JUVENTUD DIVINO TESORO [Mi poema]
Nara Mansur Cao [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Yo envidio de los jóvenes su empuje,
las ganas de vivir y de luchar,
y envidio la manera de enfrentar
la vida cuando sienten que les cruje
y lleva sin cesar a naufragar.

Y admiro a los que tiran de la vida
gozando y disfrutando sin cesar
sin ver tiene un final y ha de parar,
cual fuera que se dan a la bebida
y sienten el placer de emborrachar.

Me gustan los que armados de coraje
presumen de taimados y valientes
haciendo a sus verdades consistentes
cuidando no ocultarse en el paisaje
dejando no arrastrar por las corrientes.

Que así es como era yo cuando empezaba
a andar este camino de aventuras
driblando con las duras y maduras
que así ya se acabó lo que se daba
poniendo a cada herida mis suturas.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Nara Mansur Cao

Piano preparado

Dentro del instrumento ocurre la bacanal
primera pieza en la que inserto
–entre las cuerdas de la garganta–
pequeños objetos encontrados la noche anterior:
¡mi boca, mi boca!
en un salón con cuatro probadores y un único
espejo de pared a pared;
Entre las cuerdas del vecindario comienzo a sumar
el gusto por la preciosa madera
los biombos, el fileteado en rosa, el honor.
Bacchanale escriben sobre mi puerta los bandidos
y me nombran con una cruz rosa y definitiva;
Dentro de mi boca se oye la melodía del diente enfermo
decidido a contar, a reparar la afrenta:
es la primera pieza para piano preparado, para boca aséptica
en la que inserto la invención rosa, que consiste
en entresueños de objetos
de metal, goma, burletes y tornillos, con tuercas rosa flor
lengua exiliada, rosas en la boca
para modificar el aliento, y más recientemente
el timbre de la voz, la altura de los molares superiores.
Rosa descalza, arrugada, pero reconocible
flor todavía
cuando el cuerpo es un inmenso escaparate
y un único espejo de pared a pared te cuenta lo cuerda que estás
¡oh cuerda de piano preparado!, ¡oh bacanal!;

Pero esto sólo parcialmente porque la cabeza
continúa sobre los hombres
y los viejos resortes se vuelven esponjosos
y demasiado tibios adentro del instrumento.
Ya no me puede sostener mi nombre a mí.
¡Oh, cuerda! ¡Oh, cruz rosa y definitiva!
(de El trajecito rosa, Buenos Aires Poetry, 2018)

Rouge

Me dice que debo ser más espiritual / ¿me dice
que no soy espiritual?
entonces
tírate en la yerba patas arriba mira el cielo me tiro le digo me tiro
me caigo miro el tiro largo en su entrepierna
estrella solitaria el tiro sobre mi frente largo
como una perra una cucaracha una boina me tiro
brillante toda de lentejuelas cabeza y zapatos tacos aguja
espiritual metida ahí mirando sin ver de qué se trata el espíritu
la verdad tirar y tirar bien
de estos tiempos la economía el precio de la leche hoy.
Y empiezan los ladridos a vestirme como nadie
lo ha hecho
amo a estos perros –me digo– y ladro yo también
ensimismada, peluda
dejándome ser en otra parte en parte ser otra misma
porque aquí no hay palabras solo tiros cortos y largos
le repito: “Aquí no hay palabras es sólo espíritu”.

¡Ay!

de aquellos que quieren llegar a alguna parte déjenlos ir
ahora o en cualquier otro momento Dispárenles
en la frente como a mí.Den a cualquier pensamiento
un empujón
como me lo dieron a mí en la yerba patas arriba
una pulsión, como si me desnudara con todos los brillantes sobre los ojos
como si no hiciera falta mirarse destajar la pared
como si me olvidara de los tacos aguja.

Pero lo asume lo lleva adelante se entrena es porfiado
habla. Me mete un tiro. Me pone
ese tono rosado en las mejillas tan favorecedor
y el rouge que no puede faltar en los labios
el rouge.
(de El trajecito rosa, Buenos Aires Poetry, 2018)

United States of America

Usa palabras demasiado sofisticadas, argumentos
memoriosos, infalibles.
Usa depiladora profesional, se deja besar
la barba recién nacida, se acuesta boca abajo.
Usa el tenedor como cuchara de albañil. Usa mis dientes
para zafarse de lo que lo aprisiona, grilletes
aparecidos en una página de El presidio político en Cuba.
Se llama Lino Figueredo,
el hombre niño que nos deja los ojos sin agua potable
cavernosos
y toda la antigua humedad la usa para limpiar
para volver a leer la narración como no narración
el silencio como ruido callado a destiempo
el rocío para lavar la ropa recién comprada.
¡Ay, los encajes! ¡Ay, el cloro!
Usa palabras como testigo ocular, palabras como ojos
palabras como lágrimas.
Usa mis manos para abanicarse
porque hace mucho calor, porque hace mucho frío.

Se toca. Se llama Lino Figueredo
y va a morir en mis brazos.
Usa las palabras sin entenderlas pero le gusta
argumentar, contarle a los otros lo que le pasa
o mis técnicas.
Si no entienden no importa, usa las palabras, usa
los silencios, se corta las patillas, come, patina, me pide
las manos abiertas, la rosa moñuda.
Se toca.

Usa la vida como si estuviera muerto
porque la presencia no basta
la resolución de presencia no basta –me dice– y yo
lo agito, le corto las patillas, le doy vuelta, me lo tomo:
“La resolución de presencia no basta”
me toco / estar viva no basta / me toca / estar vivo no
basta / lo toco.
La depiladora la uso para saber que está ahí
para abrir la ventana – las técnicas –
sin caerme, para cortar a lo lejos los vestidos, las armaduras.

Usa las palabras para nombrar infalibles, deseos, grilletes
ventiladores: cuchara dolida por mi rosa, por la impostura de su mano
porque no entiende si no lo ve, porque no sabe si no lo toco.
(de El trajecito rosa, Buenos Aires Poetry, 2018)

El ojo tiene que viajar

Todo eso vuelve como los sueños en los que suspendemos
las pruebas de física, de química, de astronomía… Hay
que contar esos sueños, el turbio negocio de los datos
la mente en blanco, el cero sobre cero de esas horas
solos tú y yo
marcadas al agua esas horas, fileteadas en dorado y rosa
horas en que soy devuelta a otro concurso seguramente
a otro cuerpo, toda arrebol y vergüenza.
Suspensa, suspendida. Rosada.
Todo eso puede volver –me digo. ¿O me dicen?
Solos tú y yo, los impostores, las sombras
los muertos que regresan a pedir alguna explicación
los enfermos que quieren abrir la palabra y encontrar
el tesoro, especular.
Otra vida

“I love you” –me dices.

Todo eso vuelve como los sueños y los desaprobados
las cartas abiertas.

Todo ese espejo te vuelve a mirar
–le digo porque le creo–
Solos tú y yo. Amar en tercera persona, decir
flexionar la cabeza e intentar pronunciar un
“vosotros, ustedes”.
Solos tú y yo y cierta invalidez que nos convida, nos favorece:
tan solos, tan torpes, con el cuello todavía blanco
todavía joven.
Otra vez con esas horas de cero sobre cero
de dorado y rosa, de lo que te dicen y de lo que repites.
“I love you”
Pero suspender es mejor que apagar, incluso mejor que
hibernar. Suspendida. Rosada.

— “Cuando tengas cuatro, mamá, y seas grande como yo”—

Y es Emilia la que me despierta y me sacude
las fatales horas, los retratos con la boca torcida.
(de El trajecito rosa, Buenos Aires Poetry, 2018)

Tratado de mecánica celeste

Flor doméstica, beso que besa triste a una amiga;
inocultable paz, vergüenza casi —tu nombre pegado a
mi boca—
mi boca diciendo que esta boca no es tuya ni mía;
un ritmo insalubre, un ritmo otra vez y otra vez
malhumorado, que siente vergüenza de sí mismo,
y me digo y me dices: «no me acuerdo». Qué palabras
son esas.
«No niego esa pequeña f lor en mi balcón
doméstica» —dije. «Domesticada» —dijiste,
no sé de dónde vino semejante f lor:
si la pesqué o la cacé o la maté de algún modo
a esa f lor antes ajena y libre
(la maté de algún modo para poseerla,
para dominarla con cierto criterio de belleza
más salvaje aun que su condición).
Qué banal, qué venática, qué vena abierta,
qué ventolera:
cómo enseñar a jugar a una f lor,
cómo enseñarle a jugar con los demonios de una casa.
Qué decirle cuando nos quedamos solas.
—«¿Me vas a enseñar a jugar?» —le digo yo a la flor salvaje.
Qué voz es esa:
¿la de mi madre afónica por la tiza o es Emilia otra vez?
¿quién amenaza, quién provoca, quién quiere entretenerse?,
blanca mi madre, blanca Emilia, yo verde.
Qué cosa inmaterial su voz, qué alegre la voz de mi madre
después de tantas horas de clases,
qué tierna revancha al paso del tiempo.
La voz de mi madre qué cantarina —dice mi padre.
¿Y ahora soy feliz?
Ahora y después o mañana y antes incluso quizás.
Ayer mientras llovía quizás estaré lista para ser feliz.
Me quedaré tranquila un rato ayer. Hablaré
más bajito y más despacio ayer.
¿Me vas a enseñar a jugar, mamá?
(de Régimen de afectos, Letras Cubanas, 2015)

Hombre vertiente

A fuerza de dentelladas, a fuerza de apalearme;
con el desorden en la boca y los malos arreglos,
voy directo a comer y de una zampada digo adiós
y tiro la trompetilla final:
me acuso y me perdono a un mismo tiempo
y no se sabe más nada de mí, más nada de mi vértigo,
más nada del régimen de lluvias, más nada del salto.
Sólo agua y silencio, sólo cuerpos sin orden:
hombre aislado en la muchedumbre —diríamos ahora.
Hombre a secas, hombre piedra dentro de las piedras,
piedra dentro de la bota de otro hombre, orín ya seco en el pantalón;
hombre molestia, hombre que se acobarda
—eso dijeron entonces—, de eso me acuerdo.
(de Régimen de afectos, Letras Cubanas, 2015)

Reinventando persona y personaje

En ese momento en que hemos sido más que nada rutina:
violación aplazada, sin plaza y sin palacio.
En ese hueco de sobriedad y grisura
sin miramientos ni lugares para la duda,
en el instante del desamor
profundo,
como el mar que nos ahoga en la foto
aun sin sumergirnos.
En ese momento cuando lo dimos todo
equivocadamente,
como una limosna grácil y burguesa,
con un leve aire de superioridad:
algo así como un par de zapatos usados
ya levemente deformados en la empuñadura.
¿Serían armas eficaces nuestros zapatos,
aquellos zapatos que me regalaron, que yo misma regalé?
Algo así como un vestido que nos adormece
de tan abrigado y sólido. En esa hendidura
se fragmenta el frío gesto de la dádiva,
el diálogo y el sigilo.
En ese vuelo sin plumas ni globo me desintegro un poco:
en este globo agujereado y triste que nos deja caer ahora,
en el instante borroso, irrepetible,
que la foto no supo testimoniar ni yo
contarle a Guillermo con suficiente claridad.

Este momento es el de la mano que se levanta pero no asiste
a la revelación anunciada.
Sólo el hábito la recibe –a mi mano–
dulce el hábito
que me adormece nuevamente y me viste de largo
para irnos juntos de fiesta.
(de Régimen de afectos, Letras Cubanas, 2015)

Canción de Otoño en Primavera - Rubén Darío

Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar no lloro
y a veces, lloro sin querer.

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura, amarga, y pesa.
Ya no hay princesa que cantar.

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!

A pesar del tiempo terco
mi sed de amor, no tiene fin.
Cabello gris, así me acerco
a los rosales del jardín.

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!