A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
DE POLÍTICOS Y MAFIOSOS [Mi poema]
Rei Berroa [Poeta sugerido]
MI POEMA ...de medio pelo |
En memoria de don Fernando Villavicencio Ya nunca se sabrá, Villavicencio Un hombre bueno, leal, otro valiente En Quito te mataron. Yo aun recuerdo Añoro hoy aquel año en que vagara Qué #triste final para quien busca luchar contra la #corrupción? Share on X |
A solo 10 días de las elecciones presidenciales anticipadas, Ecuador sufrió este miércoles la trágica pérdida del que era uno de los aspirantes al cargo, un luchador contra la corrupción, en un acto de violencia que conmocionó al país. ¿Quién fue el autor intelectual? Acuérdense del atentado de Atocha en Madrid.
MI POETA SUGERIDO: Rei Berroa
Berroa
¿Qué peso es
el que lleva en la camisa
este berroa *
que se ha puesto
la cabeza del revés?
¿Cómo piensa que va a encontrarse así
en esta edad de partido y oficina?
Y si viene y nos cuestiona
sobre el mundo o sobre el aire,
¿qué le vamos a decir al pobre iluso?
¿Cómo indicarle que no debe preguntar
si es que ya sabe?
Y al venir y plantarse a nuestra vera
con su olor a vino y carcajada,
¿por qué se rasca
el corolario de la vida,
llega tarde a sus reuniones,
se olvida de pagar sus hipotecas,
sus deudas surrealistas,
y el abrazo que le debe a Lautréamont?
Pequeño funcionario que imagina,
no sabe este burócrata
qué parte del horario sólo existe
de la noche al esqueleto
y cuál otra le podría
dejar la mañana boquiabierta,
temblando de rocío,
como un dios que va a pecar.
* berroa = “pequeño zarzal en el campo” o también “el que quiere ser bueno” en lengua vasca.
Como piedra
Perdido he de mi cuerpo la color.
Desvencijado ando como piedra
que tantos bienes proporcionó al humano
-casa y cobijo, seguridad y reflexión-
pero nunca supo sus orígenes o la raíz
de su dureza impenetrable y de su yerma sequedad
y ahora hasta ha extraviado su dirección
con el moverse impreciso y desquiciado
de los ejes o las capas de la tierra
en Puerto Príncipe o Santiago,
en Yakimoto o Israel.
Perdido he mi estatura o dimensión o sueño dilatado
de ser alguna vez puerta luminosa
que abre mundos sorprendentes
donde quepan todos los que anhelen
cualquier bien que beneficie a su vecino
o indivisible túnica que pueda ponerse todo el mundo
para aliviar el miedo que a veces nos ocupa
cuando la idea nos embarga
del ser o del noser.
ACID RAIN
Me meto en esta orilla del terráqueo globo
donde arguyen los que saben y especulan sobre el tiempo
que el clima va templado.
Indago alrededores:
)Qué es esto digo
si pregunto por el aire
y me llegan hediondeces
que transmutan y envenenan los sentidos
o me quitan la flor de la memoria
y al asfalto me lo ponen contra el pie
contra la grama?
)Dónde están las plantas
el árbol de follaje
que lechos producía para el agua?
)Dónde el pájaro o el pasto?
)Qué fue del caminante aquel
que el hacha sobre el hombro
anduvo investigando
por dónde se llegaba a las raíces de esta lluvia
que reduce lentamente
el porvenir y mi pulmón?
Ni encuentro al caminante
ni puedo tocar el pasto sin herirme.
Y en vez de los follajes y del agua
sólo un ruido de motores que trae el viento
y en vez de aquella brisa y el paisaje
un vago olor a desperdicios y bencina
herida gravemente la verdad por el político
y calvo el pájaro.
GALLO DEL ALBA
Lo prendieron por exceso de futuro,
por la furia de su cresta distinguida,
por la vaina de su boca al hueso vivo,
por sus piernas indecentes y agrietadas
y el aplauso de la gleba enmudecida.
Lo prendieron porque aireaba con su canto
que el vacío de la noche terminaba,
que la luz de un llanto sobrio establecía
sus vibrantes espectros juveniles
en la piel de la mañana.
Lo prendieron por exceso de alegría,
por hacer que el hombre tienda a su estatura
y cruce a cada paso nuevos puentes,
y levante polvaredas de guitarras
sobre el musgo desprendido del camino.
Lo prendieron, ya se sabe, a todas horas,
le violaron su aparente inocencia florecida,
la mordieron sus bordes impacientes, su rocío,
mas tuvieron que dejarle repetir el hechizo de sentirse
pregonero de la aurora en el corral de las pestañas.
EL JUICIO DE SÓCRATES PASADO POR LA TELE
Hacía muchos años que llevábamos incrustadas sus preguntas bajo las costillas.
Medio muerto traíamos el sueño de justicia, cuando en mitad de la pantalla
apareció el viejo Sócrates ya cicutado su silencio y su verdad a solas
después de explicar en silogismos convincentes que jamás
había pronunciado algunos de los juicios que el joven
Aristocles (Cabezotas o Platón, eran sus motes)
había escrito en sus memorias, publicadas
día a día, en diversas páginas de la guía
de la tele que todos leían y miraban
en una gran pantalla tipo plasma
puesta en el ágora de Atenas
por los que odiaban
la mayéutica.
Fue así como
llegamos a saber,
sin casi darnos cuenta,
que el loco a quien todos
envidiábamos, pues podía decir
lo que quisiera sin haber jamás escrito
nada y no tener, por tanto, nadie pruebas
contundentes que pudieran llevarlo al tribunal,
tenía leales seguidores en todas las escuelas del Estado,
menos en su casa, donde Jantipa lo había puesto en su lugar
más de una vez, pues no quería higienizar los fondillos de sus hijos
sin antes preguntarles si era posible conocer la virtud sin antes practicarla.
Dicen que también testificó contra el marido porque éste no le servía para nada.
NO LE PARECE APROPIADO AL PARECER
EL MOTE DE SEGUNDÓN QUE LE HAN COLGADO
Todos me han tenido siempre de segundo.
Sus intenciones claramente definidas,
me han mirado cuando menos de reojo,
sospechando de mí no sé qué cosas
-“engañan las apariencias,” dicen-
y me ponen en la lista de lo prescindible,
como si el vestido, el rostro, los modales,
sólo fueran ocasiones de un minuto
y el resto de la hora hubiera que entregárselo
a mi némesis, el Ser,
que nunca tuvo que hacer nada
para llegar a ser el hijo predilecto
del humano y sus asombros
(al menos así me lo parece).
Hubo sí ocasión fugaz,
débil esperanza de mi medro
-si hubieran visto qué alboroto
en el mundo desvirtuado de lo que aparenta-
cuando logró por fin Descartes señalar
-perdonen el empaque dieciochesco-
que el oficio del pensar mayéutico
estuviera por encima del Ser estático
o de la inanidad del Estar,
envés de su moneda.
Pensé yo entonces que el partero
de esta modernidad que desde entonces nos apremia,
amigo de reinas, algo galileante, y por ello
sospechado del romano tribunal, daría
otro salto en el método de examinar las apariencias,
haciendo vital la instancia de la idea
de que lo que aparece
puede también ser si yo lo pienso.
Pero el pobre se murió de frío relativo
en una cama nada cogitante de Estocolmo
y yo he tenido que seguir aquí de segundón,
acostumbrado a los axiomas
de la fe, de la filosofía, y deseando vivamente
que un músico quizás,
tal vez algún poeta del Índico o el Caribe,
me ponga en mi lugar, mejor,
espero, del que aquí me asigna Rei Berroa,
me saque oportunamente
de este estado segundino
del que estoy ya bien cansado
y me eleve a la condición
que me tengo, creo yo, bien merecida,
después de tanta espera.
MI POETA INVITADO: Manuel Cortijo Rodríguez
PALABRAS
A Davina Pazos
¿Palabras? Sí, de aire,
y en el aire perdidas.
Octavio Paz
Advienen de una herida desangrada,
casi siempre de un daño por decir
(voz antes que palabra), desde el aire
y en el aire perdidas,
las palabras viajables al poema.
Necesitan un alma en que dolerse,
un pecho que quemar por vez primera,
una lágrima en vivo que las viva,
una sola emoción, una lanzada
triunfal en hervidero de música o diluvio.
Vienen nuevas de sol y lunas albas,
como gotas ardientes, ya solícitas
de vida que termina siendo propia:
solar de infinitud
no pronunciada, pero oída a tiempo
allí donde salvamos lo más puro.
Vienen ya de un vivir al verso las palabras,
sí, de aire fugacísimo y en aire,
a construir el ritmo o el amor,
a sostener el mundo
en escalas de luz que se hace canto.
ENTRAR EN LAS PALABRAS
A Victoria Díaz
Entrar en un sentir como se entra en un sueño
que pudo o que no pudo suceder,
como se entra en una nube
a por agua precisa,
a un fluir que nos da su lluvia o lo que quema,
lo escapado del aire,
lo que suena y es aire en el que estamos
queriendo ser nosotros
tan propios al hacer de la sintaxis.
Así sólo podremos alguna vez decirnos,
alguna vez oírnos tan solo en lo que puede
caer desde el idioma y ser semilla,
entrar en las palabras y crecer,
dejar que lo sembrado nos pronuncie
en la otra claridad, la única
que no niega su origen, ni aun el nuestro,
la que ahora nos lleva a contemplar
el misterio que alienta en toda luz
como si cada
luz fuese nueva y nueva su pureza.
Así puede saberse
dónde va la emoción a arrodillarse
hasta llegar a hacerse lumbre,
paraíso de fuego en el poema,
fiebre alta del poema, pero
¿dónde va la emoción si no hay palabras
que encontrar en la luz?
¿Acaso sólo
pueden ser las palabras como flores
nacidas con la Muerte que cantó Mallarmé
pour le poète las que la vie étiole?
Si yo supiese ahora qué alianza,
qué luz tomar para decir que estoy
empezando a nacer en lo que escribo,
entrar en las palabras y quedarme
sus sílabas de luz, las de allí dentro,
aún podría ser
que mi vida valiese lo que vale
la vida de un poema.