A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Paulina Vinderman

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BREVE[tonte]RÍAS [Mi poema]
Paulina Vinderman [Poeta sugerido]New

MI POEMA... de medio pelo

 

Los días que vivimos son muy pocos
si restas los que estamos en la inopia,
descuentas los que brillan sin luz propia,
podríamos pensar que estamos locos.
- - -
Aquel educador que se aprovecha
del niño al que le enseña y le adoctrina
debiera naufragar en su letrina
y en medio del hedor ver su cosecha.
- - -
Amigo, desconfía, quien te abraza
así que te repita que es tu amigo
pudiera serte infiel, de ser tu abrigo
pasar a darte golpes con su maza.
- - -
Hay muchos que se creen propietarios
de un reino, de un folclore o de un dialecto,
y dejan aparcado el intelecto
mostrando son más reos que corsarios.
- - -
Anoche quise auparme a mi ventana
creyendo que esa noche estaba oscura,
la noche estaba llena de ternura,
será que la miré de buena gana.
- - -
Y aquellos que se suben al estrado
y van lanzando al pueblo sus soflamas
debieran consumirse con sus llamas
al ver que sus promesas se han lastrado.
- - -
Ayer salí a pasear y no vi nada,
posible fuera a causa de un sofoco,
el ritmo al caminar se ha vuelto loco
dejarme quiso el tiempo en la estacada.
- - -
A veces las palabras no me salen,
me inducen a pensar que se escaquean,
quisiera no saber si es que cojean
o exigen evitar que las regalen.
- - -
Si crees que ese día estás de suerte,
no creas, de la suerte desconfía,
podrá ocurrir te encuentres cualquier día
así, sin darte cuenta, con la muerte.
- - -
Que el mundo lo hizo dios, es lo que dicen,
a mí quien fue que le hizo no me atañe,
prefiero conocer, que no me engañe,
si un día ha de llegar que lo barnicen.
- - -
Se arrastran con su anhelo y su esperanza
cogidos de la mano con su sueño,
mas quedan cual Cagancho* en el empeño
vestidos y sin novia en esa danza.
- - -
La duda es en mi vida esa constante
que arrastro con denuedo y nunca avanza,
le agrede a la verdad con su tardanza
o mueve con la argucia de un farsante.
- - -
Ayer llegué hasta aquí y aún sigo vivo
veremos de llegar hasta mañana,
si no lo impide o niega la desgana
y en este divagar si lo consigo.
©onaciano bueno

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*Así pues, el torero salió con la Guardia Civil, habiendo tenido que intervenir incluso un destacamento de Caballería del Ejército, para apaciguar los ánimos de un tendido en el que hubo una de las mayores broncas de la historia. A partir de ese momento se comenzó a decir "quedar como Cagancho en Almagro".

MI POETA SUGERIDOPaulina Vinderman

La balada de Cordelia

IV
Gracias Juan, me apena
tu partida.
Pero no puedo viajar, no tengo pies.
Me he convertido
en una enorme raíz,
una especie de anti-árbol
de memoria y de miedo.
Tengo a la India en mi ventana
en forma de azalea.
Y mi corazón es un barco sin cubierta,
con todos sus camarotes vacíos
para que yo los llene.
Para mudar de uno a otro
cada noche, y esperarme.
Volveré un día al pueblo por los dos.
La plaza debe sentirse tan sola
con sus faroles nuevos.
Te envío siempre mi amor.

Cordelia
De «La balada de Cordelia» 1984

La muerte de la imaginación

«Lo que más temo es la muerte de la imaginación»
Sylvia Plath

El corazón no tiene quien le escriba,
nadie se atreve a cruzar la noche remando
en la intemperie
( nadie se ve )
Y si no fue más que un amor negro, susurrante
que nada da,
el viaje más lejano fue el de mi cabeza
hacia su hombro
( el más inútil )

La rama golpea en la terraza
pero es solamente oscura. El miedo
se sienta a comer un pastel en la cocina
( y dice que es real )

¿Alguien pudo tocar a la desesperación?

Terciopelo, papel de diario, una lata oxidada,
no hay vacuna contra las superficies.

El mundo es un hueco tapado con barniz
( y no respira. )
De «Bulgaria» 1998

Los días se han vuelto cada vez más escasos…

Los días se han vuelto cada vez más escasos.
«Si yo fuera el invierno mismo», hablaría
de culpas, frías como el alcohol sobre la piel,
frías como la cama al lado de la ventana rota.
Esta es una isla de detención
(rodeada por un mar que no vemos).

Las voluntarias vestidas de rosa
son tan dulces y compasivas que provocan furor,
no pueden con el invierno,
(no pueden con nuestro invierno.)

El aire es tan denso que a su través,
puedo ver las partículas de dolor como flores
de un empapelado envejecido.
Flores de ceniza, flores de estuco.
Palabras que ya nunca diremos.

Lavo la taza y las cucharas mientras espío
la caída del sol: un vertiginoso cielo
color limón que cae del otro lado del mundo,
sobre árboles talados demasiado temprano.
De «Hospital de veteranos» 2006

Los espejos y los puentes

XXII
La robaron el sueño, amor, se lo robaron.
La muñequita tonta, vestida de alfileres
que siempre muere acunando un sueño púrpura
entre brazos que no le pertenecen.
De noche fue, cuando siempre se mueren realidades.
Y se quedó mirando la luz del farol
en el aljibe-memoria.
Se habrá quedado allí, en el agua, dolor,
buscando las vertientes.
El sueño boquiabierto de estrellas
como el sapo del cuento.
La muñequita ojos cerrados de luna
volverá a su país sin duda
cuando acabe el número de sueños permitidos.
Habrá estatuas de cal y viejos terciopelos.
A su pequeño sol, al fin, lo habrán anochecido.
De «Los espejos y los puentes» 1978

Otra vez cúpulas en el poema, otra vez la ciudad…

Otra vez cúpulas en el poema, otra vez la ciudad.
Las travesías se volvieron copias
de ciudades tocadas sólo por supervivencia,
para regresar a la mía.
Como si ella contuviera todos los números, los secretos,
las pasiones del mundo.
Alguna vez una calle me devuelve el desierto
y cuando oscurece,
las sombras de las bolsas de basura
son instalaciones de museo, que sólo puedo ver
cuando mi memoria agotada olvida el mar, aquellas grúas
detrás de las cercas, la mujer del turbante azul que
me vendió la caja mágica y la oportunidad
de atesorar mis miedos como mariposas atrapadas
en la belleza de su oro.
Hay que aprender la asfixia como se aprende un idioma.
Nadie llorará por la ausencia de las alas contra el cielo.
De «El muelle» 2003

Pongo un vaso y una flor…

Pongo un vaso y una flor
en la mesita atestada junto a su cama,
pero él no los mira.
En realidad lo hago para mí.
La vida todavía debe ser para mí,
el viento que insiste en abrir la ventana
aún puede dejar un poema en la escudilla.
La crueldad de haber arrancado la flor
a su madre planta, para mi egoísmo –
verla morir en un escenario sórdido-
es un anzuelo limpio (carece de rencor.)

Del otro lado, la bolsa de sangre lanza
destellos azules, mal copiados, de mi flor.
Para avisarme que ella es la vida por ahora:
una paciencia de color azul.

(La lluvia que veo caer sobre los tubos
de oxígeno en el patio, también es para mí.)
De «Hospital de veteranos» 2006

Sobrexposición

Y es allí, en ese pasto suave
de la obsesión a punto de revelarse,
donde el sonido y la furia del mundo
se atenúan
(tanto como costó acomodar el dolor:
un territorio chico
con un arroyo seco y un caballo)

Y es tan delgada la luz, la diferencia,
que puede oírse el golpe de la muerte
del amor,
mucho antes que los cuerpos se
separen, se bañen
y vayan hacia la vida bajo una luna despareja.

Como un barco en la noche
y la imaginación
que abandona la partida.
De «Bulgaria» 1998

Tan antiguo esto de robar un sueño…

Tan antiguo esto de robar un sueño
a alguien que pasa.
El mismo sueño que rueda por entre las mesas
de esta fiesta abandonada.
De esta ciudad vacía de celebraciones
verdaderas.
Nadie posee nada en esta calle.
Las cosas se acumulan
en cajas, en números,
en miedos vigilantes
que se suman como otra cosa más
a las palabras impuestas.
Lo único que existe,
es este sueño oscuro e imperioso
de otra ciudad.
Donde no sea necesario
robar un sueño a alguien que pasa.
De «La otra ciudad» 1980

Transparencias

Escríbanme.
Resuelvo en medio de la crisis
volverme carta:
papeles que atraviesen los océanos
como frágiles balsas
(para dar importancia a las tormentas)
Anoche llovió.
Los senderos se embarraron,
atrapé una luciérnaga equivocada
-y esquiva-
y después leí poemas isabelinos
hasta que amaneció
(U n cierto orden es el que sostiene
la soledad
y los abrazos)
Hoy tomé cerveza con un hombre cansado
-de ojos endiabladamente hermosos-
y enmudecimos
frente a un pueblo fantasmagórico
levantado sobre nosotros como una
pintura surreal.

Todos los días voy hasta el río
después del café. Todos los días desisto
de mirarme en el agua barrosa.
En realidad, ya ninguna trasparencia es posible,
como si la vida se ocultara a sí misma
en el penacho de los cocoteros.
Como si la vida fuera todo y nada, orgullosa
de sus fosforescencias
hasta en las palabras, que finalmente nada dicen,
nada reclaman
sino el mínimo lugar en un universo
de ruido de sartenes
amores suntuosos
olas que arrasan las orillas
y códigos infinitos para desenterrar tesoros
(casi siempre con palas prestadas
y al amanecer.)
De «Rojo Junio» 1998

Vivir para contarlo III

Agua dulce es el nombre del café
y el nombre que me susurraba mi primer amante.
Yo no era dulce, la furia asomaba en el verano
a lo largo de una partida de ajedrez
que iba a durar hasta que los árboles dijeran basta.
Todavía es verano, los árboles no dicen basta
y la luz sobre el puente
marca aquella frágil furia convertida en fronteras,
esquirlas de poemas,
tesoros que ya no tienen caja de guardar.
¿Qué es escribir sino modificar la respiración
de las ciudades?
Camino hacia el café de la mano de un marinero ruso
que recién bajó de su barco hacia la ginebra
oscilando sobre un caminito bordeado de narcisos.
En su inglés primitivo puede contarme poco.
Me extiende varias fotos entre los vasos ardientes
y miro
(¿Cuánto hace que estoy despierta y que miro,
despierta todo el tiempo para mirar?)
Una casa de suburbio, abandonada a un orgullo de
sartén, de felpudo, de cafetera lustrada.
Con el alma vacía contemplo un perro negro
y más atrás, la cicatriz de la derrota
en mi propia memoria que también se mira.
Salgo de la foto a un umbral,
a una noche cálida en una ciudad tan grande
que no cree en sí misma, sólo late y en ella
por azar nos reconocemos: la piedra oscura del hogar
(no sale la mancha, no sale con la esponja y
el esfuerzo del brazo y el vértigo de las estrellas
mientras espiamos el idéntico gesto del padre
y una bandera diferente)
Insomnes, reuniremos de a poco nuestra obstinación.
¿Qué fue primero, la orfandad o la herida?
Por ahora es el viento el escritor absoluto,
el dueño de todas las historias.
De Bulgaria» 1998

Voy hacia el nombre

Y es siempre el terror a los veranos
y el lento no saber.
Voy hacia el nombre.
Tal vez me llame invierno
en el país del lenguaje.
Cuando no hay viento,
y el silencio se olvida de cerrar
una ventana,
hago el refugio en mi imagen perdida.
El alma
desparramada por los mundos,
reúne sus pedazos
en las noches sin luna.
El universo entero
se acerca de puntillas a mi mesa
cuando recobro la manera de mirar.
De «La otra ciudad» 1980

Y si hubiera nacido hombre…

Y si hubiera nacido hombre
habría sido marinero
con una azul mortaja como lecho.

Madre, no me dijiste nunca
que había que pagar un precio
para hablar con las flores.
Detrás de tantas ventanas
las mujeres se peinan para recibirlos.
No me enseñaste nunca
que había que pagar un precio
por haber nacido mujer
y marinera.

Mi amor a punto de morir
no sabe
que amo únicamente ahora
que no hay vientre ni ola ni deseo.

Mi amor a punto de morir
no sabe
que únicamente lo amo porque muere
y quedo libre de todo excepto
de escribirlo
eligiendo los momentos del goce
como un conquistador antes del oro.

Mi amor no sabe
que el único al que amé
fue aquel marino de la fotografía
que jamás conocí.

Porque me enamoraba únicamente
de los derrotados.
Porque habrá naufragado
con una azul mortaja como lecho.

Porque sus ojos eran huérfanos
como los míos,
sucios de tormentas y remedios solitarios
contra el amor, la blandura,
la nostalgia de tierra.

Madre, no me enseñaste nunca
a ordenar mis pedazos
Me dejaste cortarme, cortarme,
con cuchillos de mar y de ventanas.
«Las mujeres se peinan, decías,
para recibirlos.»
De «La balada de Cordelia» 1984

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LA CHICA DE LA ESQUINA [Mi poema]
Vicente Valero [Poeta sugerido]New

MI POEMA... de medio pelo

 

(Soneto heroico)

Sublime la mañana, en mi paseo
te vi que en la parada de la esquina
estabas con tu estampa tan divina
y vuelta a pasear por si te veo.

Ignoro meigas haya pero creo
que maga existe alguna que adivina,
que vive aquí a mi lado y que camina,
lo noto cuando siento el hormigueo.

Mañana cuando inicie la rutina
veré de hacer un alto en el camino
ampliando de mis ojos la retina.

Borracho voy soñando con el vino
-que nubla o que descorre la cortina-,
queriendo al fin saber si es que alucino.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Vicente Valero

(con la primera luz)

Al alba nadie sabe nada… Vean:
ninguno de nosotros se atrevería a hablar
del sol que ahora despunta solamente
como una sola y libre flor del prado,
sólo un milagro más entre la hierba.

Todo es silencio todavía, nadie
se atrevería a entrar con sus viejas palabras
en este manantial de sombras y de nieblas,
de azulados reflejos y caminos
que siguen siendo aún un poco de la noche.

Fruto desnudo de la oscuridad,
tiembla como nosotros cada día, en su árbol
celeste y triste: el árbol que nos da
sólo su frío del comienzo, puro,
en húmedos abrazos, lentos, inabarcables.

Recogemos así el nuevo día, el aire
que al hacerse visible nos asombra,
el aire sin razones, prodigioso,
siempre con su cosecha diferente:
la dulce claridad entredormida.

Y ahora el sol que está aún entre nosotros,
abajo, entre las flores, se revela por fin
como un obsequio inesperado, sólo
un alimento más del bosque -en las más breves
y transparentes gotas de rocío-, oh sí:
la bebida primera indescriptible.
* * * * *

(la insistencia)

El color de este cielo a mediodía
no quiere ser pintado, se resiste:
se diría que espera solamente
detrás del muro blanco y ciego
de su más alto resplandor…

Hay que insistir entonces, muchas veces,
Con los ojos cerrados si hace falta,
pintar sin ver lo que sabemos,
dar forma a los colores invisibles,
mirar el cielo así, de otra manera,
el cielo ciego horizontal.

Insistir discutiendo con la luz,
con este resplandor hiriente y bajo,
hasta poder trazar su enigma propio,
su misterio imposible,
Con la fidelidad del paisajista
que sabe oír y ver siempre entre líneas,
y reconoce a solas su destino
en los más lentos blancos cegadores.

…No importa que el color
no colabore. En su fluir está la música
silenciosa del sol, la fiebre nueva
que quema nuestras manos y nos dice
cuánta paz hoy veremos sin descanso,
con los ojos cerrados todavía.
* * * * *

(preipicio)

Por los acantilados, muchas veces, la luz
es sólo vértigo y responde
a una llamada verdadera y fría,
a un misterioso andar sobre el vacío.

Lo que vemos no está
en el lugar exacto imaginado:
hay que buscarlo siempre en su caída,
en un dulce equilibrio
de rocas y alcotanes, de azules imposibles
casi siempre. Es una arquitectura
que no conoce el miedo
y ha sido construida por los pájaros,
por el viento del norte
y por las nubes.

Traten entonces de asomarse
en silencio y verán
cómo el color del cielo se sostiene
sobre un enigma sólido,
una alucinación interminable:
el vuelo prodigioso, desnudo, de la luz,
sobre la primavera que esperamos,
transparente y sin fin
del precipicio.
* * * * *

(principio de identidad)

Nosotros somos solamente
siempre lo que miramos: este bosque
y su camino azul somos nosotros,
esta lluvia distinta cada tarde,
que empapa muy adentro.

Somos la nube que pintamos, negra
sin más como la arena siempre
del anochecer… Somos
también el trueno y los relámpagos,
los ojos asustados
del animal que corre a su refugio.

No somos más que lo que busca ser
mirado y comprendido por nosotros:
este paisaje horizontal, el árbol
y las piedras mojadas,
las huellas en el barro y la neblina
que no nos deja ver.

No somos lo que somos porque sí.
Y hasta somos también lo que no vemos:
aquello que pintamos muchas veces
sin saber cómo es, cómo será mañana,
después de la tormenta.
* * * * *

(retrato)

Un hombre lleva puesto cada día
su sombrero de paja y sube andando
el camino del bosque. Saludamos
a este solitario diferente
y él también nos devuelve unas palabras
con amabilidad y simpatía.

Sabe que estamos siempre aquí,
en esta curva, contemplando
supuestamente el mar y el precipicio
seguro de los pájaros.
Y nunca se detiene, no pregunta,
sigue a solas su ritmo
y silba cada día cuando pasa.

No sabe que le estamos esperando,
que hemos venido aquí
sólo para mirar cómo camina,
cómo mueve los pies, cómo conoce
el bosque y los senderos
imposibles. No sabe todavía
que le esperamos siempre, en esta curva,
sólo para poder ver y pintar
su paso firme y claro, su mirada
profunda, deseable.

Sólo y por fin para estudiar a fondo,
el perfil de sus huellas muchas veces,
la música, el calor y la alegría
de su forma de andar cada mañana.
Ese momento decisivo
de ver cómo se aleja una vez más,
silbando, entre nosotros,
por el mismo camino diferente.
De «Libro de los trazados»

El alma es sólo lo que vemos cuando suena la música…

El alma es sólo lo que vemos cuando suena la música,
cuando todo da vueltas a nuestro alrededor, mientras bailamos
y todavía tenemos la noche por delante: toda para nosotros
solamente. Entonces el alma es sólo eso muchas veces,
podemos verla en cada movimiento.

Un paso más allá y el baile empieza una y otra vez,
y nuestros cuerpos se mueven a la espera, se mueven sin parar,
porque el aire más nuevo los envuelve y sabemos por él
que hoy tenemos aún la noche por delante. Entonces el alma
es sólo lo que esperan los cuerpos todavía.

Cuando suena la música y todo da vueltas sin parar
a nuestro alrededor, mientras bailamos,
el alma puede verse sin descanso, y no es la música ni el baile:
es sólo lo que entregan a oscuras nuestros cuerpos
a la música y al baile, muchas veces.

Un paso más allá y el aire será nuestro para siempre,
el aire que buscaba en tu cuerpo y el mío
toda una noche por delante. Entonces el alma será sólo
este saber la música del baile, este haber visto
en cada movimiento una salida.

El alma es sólo lo que vemos cuando suena la música,
cuando estamos a punto de empezar sin descanso
toda una noche por delante, mientras todo da vueltas
y más vueltas, muchas veces, y nuestros cuerpos
dicen que sí y a oscuras a otro baile.
* * * * *

Hasta donde yo sé, mi alma y estas nubes que pasan…

Hasta donde yo sé, mi alma y estas nubes que pasan
son iguales, estas nubes que pasan porque sí,
a solas, muchas veces.
Y ahora que sé también que el aire
es mío y me ha buscado,
que ha llegado a esta casa sin saberlo,
con amor imposible,
con la fuerza de lo que no se ve,
salgo a decir su delicada
transparencia.

Los árboles
me dan su claridad aún de sombras y raíces,
y yo recojo en esta claridad
el fruto diferente, una certeza interminable y pura.
Todo lo que he perdido
vuelvo a encontrarlo aquí y puede verse,
continúa conmigo,
tiembla en el aire de verdad,
como una nube.
Hasta donde yo sé, mi alma y estas sombras que veo
son iguales, estas sombras que crecen porque sí,
a solas, cada día.
* * * * *

No es otro signo dado para descifrar, no es una imagen más…

N0 es otro signo dado para descifrar, no es una imagen más
de lo que sigue, no es tampoco un conjuro impenetrable
este desierto azul y rojo que ahora viene.

Hablo del tiempo en que saldremos a la calle para ver
nuestros días perdidos, uno tras otro,
solos y abandonados en un sucio rincón de la memoria,
muertos de frío para siempre.

Mientras llueve lo vemos muy lejano todavía,
cómo viene sin más hasta nosotros,
aunque su aliento de arena invada ya nuestras almas
y el sonido de su larga y rotunda sequía
empiece a confundimos.

Hablo del tiempo en que saldremos a la calle para oír
el murmullo del agua de la vida,
la extraña música que bebimos en el dolor y en la sombra,
su gracia que se aleja de nosotros y no vuelve.
De «Libro de los trazados»

Bañista

Éste que sale a media tarde y solo,
sin nada más que una toalla limpia
bajo el brazo, a la luz
menos comprometida de septiembre,
con cara de haber visto, no sé, algo muy nuestro,
y ganas poderosas de bañarse,
de entrar como si nada en este mar
de oleajes sin fondo,
en este mar que ya ni es cielo ni es azul,
pero busca y alcanza y desaloja
con fuerza todavía;
éste que sale a media tarde y solo,
en fin, con ganas de bañarse y disfrutar
de veras, a la luz
ya casi clandestina de las playas,
para salir después como borracho,
otro y el mismo, limpio,
con los ojos a punto para ver nuevamente,
parece saber algo de nosotros,
algo que ya sabemos,
pero qué.

Hojas del bosque

I
Lazos sagrados como raíces, redes invisibles.

La escritura de la primavera vierte su tinta de color una vez más
sobre el lecho oscuro, enfebrecido, del animal solitario.

Nunca lo salva, pero le dice con qué ropa partir.

II
Palabras que hemos visto sumergirse, a solas, muchas noches,
en las aguas oscuras de este río.

Cierto ciervo que vi bebía entonces, lavaba sus heridas
invisibles.

Un nuevo idioma renacía a oscuras, temblaba como animal
nocturno, ardía hasta el amanecer.

III
Agua que bebe el pájaro de octubre en la palma de mi mano:
agua que alumbra el secreto del bosque.

IV
Ojo del bosque: mira mis huellas. Son como las raíces
requemadas que aún esperan el aliento del mar.

O como las arrugas en el cuerpo de un viejo solitario que todavía
ama las canciones del mediodía.
O como las venas azuladas, siempre palpitantes, en las sienes
rojizas y suaves de los ciervos.

Ojo del bosque: apiádate de ellas, protege su camino.

V
El pensamiento más profundo de un cazador es su disparo.

Con él penetra a solas, siempre, en el silencio de las largas
distancias, en la humedad salobre del amanecer.

Con él penetra en el corazón oscuro de las tórtolas.

VI
Una gota mía de sudor en el bosque hará crecer el árbol de la
sed. Bajo la sombra de este árbol, algún día, tal vez, descansen
otros caminantes.

Tal vez, bajo la sombra de este árbol, algún día, las palabras del
bosque vuelvan a ser escuchadas, cierto ciervo que vi vuelva a
ser visto.

Que una gota mía de sudor pueda ser esto.

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