A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
DEL JUCIO A LA HISTORIA [Mi poema]
Orlando Rossardi [Poeta sugerido]New
MI POEMA...de medio pelo |
La historia, amigo mío, eso es pasado, Que el agua que cayó desde esa fuente Asi no tenga nada que ocultar Y aquellos que la quieren hoy juzgar |
MI POETA SUGERIDO: Orlando Rossardi
Hambre de poema
A Enrique García Cuevas que murió
de hambre en las cárceles de Cuba
¿Sabe usted lo que es morir de hambre?
Yo no. Pero hay hombre que se ponen a esas cosas
por ver si alguien revienta o se estremece
y cambia el mundo, de golpe, su estructura.
Yo no sé lo que es morir de hambre
(a mí puede y me salva el sueño en poesía),
pero va y me pongo en huelga de poema
y se me secan la garganta y las bacterias,
y el corazón se me vacía de savia y de sonrisas;
me quedo esquelético de enseres y paisajes
y luego, irremediablemente, muero
sin saber lo que es vivir a secas.
Va y me pongo a morir en medio de la calle de poema
-sin regreso- tercamente, yendo y regresando
del pan nuestro a los presagios,
en la espera de que algo pase sin que pase nada,
como sucede con la gente en las aceras
que camina y se detiene, deshojada y hueca,
esperando una luz verde que le ceda el paso.
¿De hambre? No, yo no sé lo que es morirse de ese modo,
pero va y me siento a morir de poesía
y luego tiene alguien que añadir en las esquelas:
“Descanse en paz quien murió de esa manera;
le sobrevive el mundo y otros deudos más cercanos”
Entonces va y alguno, sin llorar siquiera,
cruza los brazos, vibra y se estremece;
y en cualquier lugar de esta remota herida
surge diáfana la letra entera del poema.
Memoria de mí
Este hombre que soy se ha licenciado de altas letras,
tiene título sellado y de tarde en tarde prodiga poesía.
Ha cruzado por su historia a la carrera
y aún busca, ferozmente, como detener el paso,
en qué manos vibrar en sueltas y espigadas alegrías.
No es que nunca tuvo amor, ¡pero fue tan pasajero!
Las tardes y los golpes de este hombre
se dieron como se dan, a veces, los golpes y las tardes:
¡deslumbrantes, serios, torrenciales!
Quiso no hacerles caso pero eran suyos
y no tuvo más remedio que meterles toda el alma.
Este hombre tuvo infancia y a ratos aún la tiene.
Tuvo amigos y los vio perderse luego por un golpe de fortuna.
También tuvo un espacio al que llamó suyo;
y a otras cosas fue llamando cielo, mujer, patria…
Dios, más tarde, en su bondad quizás, regó sus letras
y los nombres que eran suyos se quedaron
dando tumbos por los cuadros del tablero.
Este hombre que soy es como otros hombres
-ni más alto ni más bajo en su melancolía-,
uno más, de entre otros tantos, que no pudo,
que no quiso estarse quieto ante el milagro,
que puso leche de su cuna a destilar,
verso con verso, sueño entre las líneas.
Este hombre por dichoso se merece cuanto tiene:
Un amor antiguo perdido en los armarios,
una clave de victoria en las derrotas,
un silencio de espantado entre la gente,
un corazón que a veces le da sustos
y una más fácil –repentina- entrega al llanto.
Generación sola
A los poetas de mi generación
Y nos quedamos solos
y cayó la noche -dentro y fuera-
en campo de azul y atardecer
de estrellas. Y nos quedamos
solos, con la estrofa entre las manos,
órganos al viento y bulevares,
y semanas, y distancia.
Urbanamente solos
por aulas y oficinas,
entre elásticas mareas,
con enigmas y poemas
por las bibliotecas solas,
los libros de ida y vuelta;
con las grietas solos
por la prisa y por los ritos.
Solos cuando todos
buscaban compañía. Solos,
por azar solos, armándonos
la suerte sin pretextos tropicales.
y mucha palabra al viento
y mucho podrirse en pliegos
viejos entre estantes y correos;
solos por la ojerosa raza.
Y nos quedamos solos
jugando tristemente
a que esta luz es luz
y alumbra, y aquélla es sombra,
a que esta ausencia es mía
y no del otro. Por los cantos
solos, con la letra del idioma
perdiendo nombre y seña
en las distancias, palpando
como amigos los silencios,
por los rostros que se echaban
a otros rostros también solos,
dando golpes por las puertas
por ver si a golpe vivo,
de un golpe, la soledad se abría.
Beso soñado
Y que al mundo, como presa, sueltes llena tu carrera,
que me surjas por la frente como espacio penetrante
y que a puerto llegues con tu labio y con el mío amante,
tú conmigo, luego el trecho que culmina en ansia entera,
tus ojos en los míos, espacio en lumbre que nos funde
y queda para arder profundo, entero, bien adentro;
como eterno, lo alto fulminando a renacer del centro
de ese todo aquel aquello que es ya fuego que nos cunde.
Tu amor fiero con mi amor amante, la ola con la roca
que al chocar en alma se convierte, pone, y se resuelve
en el don total, sonante y reluciente de tu boca.
El mejor aquí con su comienzo para un ver sin dueño,
el más acuciante abrazo que en la sombra nos abraza;
beso que al fin, en su horizonte, nos tramita el sueño.
Hoy sales de la carta tuya
En memoria de Ana María Fagundo
Tenerife, 13 de marzo de 1938- Madrid, 13 de junio de 2010
Hoy sales de la carta tuya como ayer de tu poema.
Te asomas a decir que has vuelto al sueño recurrente,
que no es cosa de sufrir sino de albricias y semillas,
de esas mismas que sembraras por el polvo del camino.
De esas como viento despedido, luz tejida al cuerpo
que dejabas siempre a flote de una en otra suerte de marea,
de un paso hacia otro paso, siempre retozando a la deriva,
como a quien le sobran manos, ojos y los besos,
como a quien más que poesía le faltan los abrazos.
Y sales de ti, del tacto de tu pulso por la letra tuya,
la que salta del labio de tus páginas a la página vacía,
la que brilla por tu ausencia como un chorro de cariño
nuevo, como huella entre los versos que has dejado,
como cumbre que arrima la presencia tuya al cielo:
este asombro de palabras que has armado letra a letra,
fundado libro a libro, brotando frutecido en el poema,
el canto tuyo todo igual de espacio abierto y colorido,
nombrando aquellos nombres que sacabas del pañuelo,
magamente , aquellas noches por la playa aquella.
Y eras tú vivida y suelta por ese buen querer a tu manera,
ese tú que era más hondo en la fina solución de los silencios,
aquel tiempo convocado del misterio y de los gestos;
y en la carta aquella en que ponías la palabra exacta,
tu sed de niña dolorida, la triste nueva de tus ritos viejos
que hoy, a golpe de memoria y de poema, te rescatan.
Ese
“La poesía, connubio del Enigma y de la Nada”
Gastón Baquero
Ese que aún no sabe quién será mañana,
se pasea con su sombra entre las cosas,
se levanta e intenta decir esto o aquello
a ver si se le escucha y le acata el tiempo.
Ese hombre que se alegra en los recuerdos
cuando no es ya otra cosa que un retrato,
ese que llora en las esquinas porque no sabe
si andará muy solo por el cielo o por la nada;
o si alguien hablará de ese poema, del verso
aquel que urdió su idea a ras de una palabra
y escaló hasta verse metido por los libros.
Ese que quizás seré será como aquel hombre
que echa por la borda el alma en la memoria.
Ese que no soy pero quien seré mañana,
irá regado con su nombre entre las letras,
con sus puntos, sus acentos y sus comas,
por la estrofa acariciante de una página vacía.