A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Néstor Ulloa

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AMANECE DESNUDA LA MAÑANA [Mi poema]
Néstor Ulloa [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Amanece desnuda la mañana,
el sol va despuntando lentamente
a su albedrío, del rio la corriente
se va desmelenando con galbana,
del chopo una hoja vuela disidente.

Los pájaros aun duermen en sus nidos
cansados de volar, abotargados,
que allí suena el silencio en todos lados
incluso duermen aun hasta los ruidos
dispuestos a a callar apaciguados.

El halo que destila al respirar
dibuja en el ambiente un garabato,
que acaba en un fantasma de acetato
que esquiva cuando quieres abrazar
huyendo y provocando un desacato.

Que aquí todo es quietud, tranquilidad,
a espera que amanezca un nuevo día
y llene de placer la algarabía,
la calma se suicide. Y de verdad
se vuelva a desmadrar con su alegría.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Néstor Ulloa

CARTA AL PADRE

I
Hay cartas que un padre nunca debería leer.

Pero no es mi intención, padre,
que esta carta le subvierta los sueños
o que edifique un cielo de monzón sobre su cabeza.

Ante todo,
mi sangre es la suya buscando el infinito.

Debe entender, padre,
que tarde o temprano
los hijos provocamos nuestra propia tormenta.

Que procuramos nuestras propias oscuridades
para entender la luz
que nos desgarra el pecho.

No es cierto
que siempre procuramos la muerte del padre
para afianzar la identidad del hijo:
yo a usted lo he vivido siempre,
pero soy consciente de lo finito de su presencia
en el barro de mi tiempo.

No es cierto, padre,
que usted y yo debamos señalar
o perdonarnos mutuamente
por el polvo acumulado en nuestras huellas.

II
No soy la realidad derivada de sus sueños,
es cierto,
pero soy la realidad que tiene enfrente.
Soy esta carne y esta sangre
que gritan su lugar fuera del espejo.
Soy esta médula y estos huesos
que desgarraron la noche
y se muestran sin miedo.

Soy yo, padre,
el que era,
el que soy
y el que seré a partir de ahora.

III
Son las sombras aprendidas
las que harán eco en su mirada, padre.
Cuídese de nombrarlas,
aparte su pie de la cuerda que activa los cerrojos
y no sacuda el polvo de sus pies cansados.

Déjeme abrazarlo,
y déjeme,
ahora hombre convertido en ángel rebelado,
darle el beso que le fue negado al niño.

PINTADO EN LA ARENA DEL CAMPO
ORILLAS DE UN MAR DENTRO DEL BOSQUE

Dibujaré pájaros.
Árboles que hablan con voz de árboles
y cuentan historias de hombres.
Dibujaré peces que llevan tatuado en sus escamas
el camino de regreso desde la Atlántida.

Con la arena que me ha sido dada
levantaré mi muelle,
mi malecón
y mi faro;
mi selva,
mi río.
Mi laberinto de minotauro con autorretrato en sepia.

¡Pero qué infinita esta arena,
qué inmenso este océano que me quema los ojos,
qué selva tan azul, tan nube, tan cielo!

Juro que mi intención era otra.
Y dibujo en esta orilla palabras que no entiendo.
Juro que mi intención era otra.
Mi intención tan sólo era dibujar sueños de niño con mis dedos
y me he quedado ciego,
con la palabra horizonte
grabada a fuego al reverso de mis párpados.
“Vuelve a dormirte”
me grita desde la otra orilla
alguien que escribe con palabras de arena;
y yo vuelvo a escribir mi nombre en la misma arena
con palabras que no entiendo.

INAUGURACIÓN DE LAS SOMBRAS

I
Uno viene al mundo
sin haber pedido que le abran los ojos
a esta luz que ciega.

Antes de esto,
la oscuridad trazaba la ruta de la sangre
y acomodaba voces
que algunas veces sonaban
como el amor de la lluvia en los tejados,
o entraban al pecho
con la dulzura de una estrella dormida
entre las raíces del agua.

Uno viene al mundo
y se aferra a una luz que ciega.
Y abre los ojos
para sustituir la oscuridad
que se ha acomodado en el pecho,
por otra oscuridad
tan pesada como cielo de mayo.

Uno viene al mundo sin la patología del miedo,
tan simple y tan hermoso
como el amor de la lluvia en los tejados.

II
Con el tiempo se aprende
que la palabra oscuridad
puede ser la losa de una tumba,
un grillete atado a las alas de una cama,
o un agujero negro en el ojo de una cerradura.

III
Para Goya,
la oscuridad era belleza
más allá del horizonte de unos ojos cerrados.
Galileo nunca habría podido poseer la luna,
sin antes inundar de noche los espejos.

Y qué decir de la oscuridad andaluza
que cabalga desatando los nudos de Lorca.
En fin,
que la oscuridad
tiene su lado luminoso,
si no, que lo digan los gatos.

ANTECEDENTES JUDICIALES

I
Un pedazo de cielo en el bolsillo,
un silencio ahogado
en la ventana de los ojos.
Y en las líneas de las manos
el polvo que levanta el viento
en las tardes de verano,
mientras busca
el callejón donde se oculta
la nostalgia por el mar.

Nadie parece necesitar motivos justos
para señalar
la estrella en la frente del prójimo,
esperando que se pierda
como un grito
en la desolada serranía

Nadie necesita motivos justos
para derramar sobre la sangre
una montaña de sal como aguacero.

II
Sin motivo aparente
han cerrado aquella ventana azul
que daba a la lluvia
y señalaba el camino hacia el mar.
Sin motivo aparente
han segado las florecitas amarillas
que adornaban el sueño de las libélulas
y señalaban el camino hacia el mar.
Sin motivo aparente
han encadenado
el río que guardaba la voz de los árboles
y señalaba el camino
hacia la infancia de una estrella
que ya nunca podrá conocer el mar.

III
Hasta entonces,
seguiré insistiendo
en la inocencia del mar.

CANCIÓN DE CUNA PARA UNA MADRE

I
Es el cielo, madre,
el que uno lleva a cuestas,
y lo instala en el sitio que mejor le parece,
para sembrar de flores amarillas
el camino hacia el mar.

Es el cielo que trajina en las huellas
que el viento no logra arrancar del polvo,
porque el polvo es el sueño ancestral de las estrellas.

Es el cielo, madre,
que se abalanza desde sus manos
hasta todos los árboles;
el que disminuye las mesas huérfanas
y hace cantar al fuego de las noches de verano.

Es el cielo que se enciende en la cocina
como rito pagano,
como antiguo amor
que se cubre de olorosas hierbas
para espantar los monstruos de los callejones.

Es su cielo, madre,
el que establece los límites de la casa
entre la montaña y el mar;
donde puertas y ventanas
nunca intentarán domar la rebeldía del viento
y donde jamás tendrá cabida
el silencio de los pájaros.

II
Duérmase, madre,
pero no deje de velar mi sueño,
porque las orquídeas
comienzan a marchitarse en el suyo.

III
Mañana que el sol aparezca, madre,
es posible que le digan
que me han visto desnudo ante la luz,
heredando la tristeza de las manos del mundo.

Le dirán que en mi garganta
se escucha el canto herido de los gallos.
Le dirán que me he estrellado en los espejos,
vestido con guijarros
que los perros ahora cubren
con la sangre de sus lenguas.

No entristezca, madre,
sólo escuche lo que dicen,
pero usted sabrá que, al fin,
me habré encontrado al otro lado del espejo.

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