A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

MIGUEL HERNÁNDEZ

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ALFARERO [Mi poema]
Marcos Kramer [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Soy un simple aprendiz, no hay nada más,
un fundidor de barro, un alfarero,
que baila con sus manos al compás,
de aquello que se inventa con esmero.

Voy haciendo piruetas. Y además
las adorno de un tul bien pinturero,
nadie espere de mi decir jamás,
que en el arte al versar soy el primero.

Me pongo el delantal, cojo la arcilla
¡maldita sea ya, me salió un churro!
¡cómo puede una cosa tan sencilla

hacerle un feo tal a mi plumilla!
¡me niego a que me trate como un burro!
¡preciso hoy escuchar ¡qué maravilla!
©donaciano bueno

¿Quién llenará este vacío
del cielo desalentado
que deja tu cuerpo al mío?
Miguel Hernandez

MI POETA SUGERIDO: Marcos Kramer

ARTE Y VIDA

Hay que vivir solo
siempre
mirá si te morís
y el otro tiene que andar conviviendo con tu espacio
olfateando una remera
argumentando una sonrisa
mientras intenta tragar muy lentamente
la margarita seca que le metiste con la lengua en la garganta

HÉCTOR

Quiero desplegar mis pulmones en el pasto
y dejarlos secar
para abrigarme con ellos

ANTES QUE PASE EL TEMBLOR

Yo me cuido de lavar toda mi ropa
prenda por prenda
un taladro
un cepillo en cada una de mis manos
y la cámara vieja de mi abuelo
sin rollo y oxidada oscilando sobre un pozo.

Ni siquiera esta vez pudo ser él
el que salga en la foto
porque no más que pibes
como yo sonriéndole
a este flaco esqueleto que es ahora
como la boca cerrada en pegamento.
Y ahora que él se fue
no hay ninguna foto mía
volvé
por favor
volvé
hacé de mí la imagen de tus errores
abrime la boca de un disparo.

COMPOSTELA

Para Danilé

Entonces salí de casa queriendo caminar
dejé el lavado de algo sucio
y la agenda deportiva del domingo y salí
temblando por el frío
Encaré para la izquierda no tan seguro del camino
que me dicta el viento en los oídos
Seguí el zigzag sonoro
con ganas de ver en las calles cuánto me querían
y de a poco descubrí que no había nadie
que todos me escapaban
o que nadie estaba en tránsito esa tarde
que es lo mismo
Pero cuadra a cuadra se me fueron ofreciendo
los pelados a través de las paredes
o viejos de a pares tras el tul de la cortina
Es que yo camino con los ojos, ¿no te dije?
Caminar, para mí, es ver
un policía durmiendo a la sombra de una lancha
soñándole el sueño a algunos pibes
Caminar, para mí,
es ver a aparecer a La Banda del Pincel
que te deja fantasmas y escudos de los clubes
como manchas de humedad del sentimiento
o una frase que bien vale una asamblea
Caminando ves
cómo nacen de a poco los barrios excluidos
desde las veredas prolijas de los barrios exclusivos
y les rompen a cascotes las baldosas reventadas
Un dulce caminar del porvenir
que va perdiendo valor inmobiliario
El suave aparecer de los márgenes urbanos
con una calma de crisis preparada
y de deuda interna en las familias
Y yo camino…
Caminar es eso
sentir que tus piernas te escalan a los ojos
que son piedras
y que esas mismas piernas
son las que habían roto esas veredas
las de los obreros de verdad
que llegan a sus casas bien de noche
cargando unos pesos que no van en los bolsillos
Camino y entiendo
por acá
que es otra la consigna de la gente en los baldíos
Y a esa altura de la cuadra
lo único que hay para escuchar
es el arrastre de un vaso descartable en una esquina
el minuto de silencio
y el fantasma de alguien comiendo un superpancho
Y volver
como siempre
caminando
con las manos llenas de imágenes bolita
casi ojos
Porque caminar así sin rumbo fijo
es ver el espacio de los otros
y es mejor que quedarte recostado
mirando el reflejo de tu cara en la pantalla

MALDITA GINEBRA

Hay poetas que para empezar a escribir toman aire
se inflan el pecho de palabras que son de otro
y largan todo así nomás
paradelante
Cuando en realidad deberían empezar de a poco
a inflarlo
al poema digo
de a poquito
y llenarse los dedos de preguntas
Escribir esto
creo
no sé
es derribar el azar a cabezazos
palabra tras palabra
esquirla tras esquirla
convirtiendo el cráneo en una sopa de vidrios amarillos
Tomar aire
sí, es cierto
pero entre las palabras
para poder soltarlas más cerca
con olor verde, denso y verdadero
Es que hacer un poema es un ejercicio tan preciso
tan preciso y desagradable
como escupir una paloma callejera
y llevarla a volar sobre la cabeza de tus contemporáneos.

LA ACADEMIA

No mires para arriba
no te enojes
la mayor parte del agua
de la lluvia
cae en el mar
tranquila.

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POLÍTICOS O POLITICASTROS [Mi poema]
Alejandra Mendez Bujonok [Poeta sugerido]

MI POEMA… de medio pelo

 

¿Por qué será, amigos míos varios,
que políticos, al menos en España
-si se critican lo tildan de patraña-
y todos son humildes funcionarios?
¡Eso sí, de carrera,
que lo que ellos consiguieron
no se encuentra al alcance de cualquiera!
Pues, dicen, soportar hubieron
las calores
para labrarse un futuro de por vida
logrando del Estado sus favores
hasta su jubilación, su despedida.
El Estado ¿quién es ese Estado? todos,
tu y yo y el vecino, el madrileño y el canario,
nosotros, los mismos que pagamos su salario
debiendo soportar sus malos modos.
A cambio de ‘irrisorio pagamento’,
-aquí viene otro cuento-
disfrutan de ‘moscosos’, flexibles los horarios,
abriéndoles las puertas, volviendo si desean
y al cabo de un tiempo tranquilamente retornar cuando ellos crean
a su puesto, allí reservado, sin más explicaciones.
Alegan mil razones,
que por haber sacado oposiciones,
hincando bien los codos
-lo mismo que le ocurre a los beodos-
pues tienen un derecho,
y que a lo hecho, pecho.
Ventajas son en tiempo y en doblones
que a los demás ciudadanos se nos niegan,
-nuestros campos con impuestos nos anegan-
y cubren sus riñones
de por vida. Con su jubilación asegurada,
y en su cuenta puntual al fin de mes.
¿Y aun dicen que es escasa?
¡eso a mi me suena a guasa!
Si en la casta de dirigentes observas, sólo ves
muchos que vienen de la docencia,
¡ojo, no confundir con la decencia!
vacíos de experiencia pero con la excedencia
bajo el brazo. Y hablan, sin rubor, de crear empleo
y sólo yo de oírles me mareo.
Si preguntas los puestos de trabajo que han creado
se salen del guión
para a continuación
¡tratantes disfrazados de ganado!
con demagogia vendernos una burra desdentada
como si de una joven preñada se tratara.
Pues tienen mucha jeta
-alguno incluso hay lleva coleta-
que para gobernar se acompañan de amiguetes,
-haylos que no pasan de mocetes-
que no son los mejores
mas, fieles eso sí, los más aplaudidores.
Amigo mío el mundo está al revés.
Cuando tocan poder
no paran de joder
para sus sucias manos meterte en la bragueta.
Y si no hay dinero, se buscan una treta,
pues problema no hay, cobrando ellos primero.
Y así, cuando aparecen, de ahí no hay quien les eche
argumentando para ello la releche,
que al pueblo sirven, que son muy altruistas,
-aunque para meter la mano en la caja sean artistas-.
Cuando se van y dejan al país hecho un erial
o, valga el símil, al fin hecho unos zorros,
a ellos les da igual
pues suelen ser los reyes de los morros.
Y que el que venga atrás que arree
y, si no, se la menee.
Ellos son lapas, POLÍTICOS, viviendo del erario.
Con modos que son propios de un corsario.
©donaciano bueno

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

(Miguel Hernández)

Los políticos, personas que están llamadas a gobernar la mayor empresa del país, España, son personas con vocación de funcionario que nunca, salvo contadas excepciones han trabajado en la iniciativa privada ni creado un puesto de trabajo. Ellos, tienen el presente y el futuro asegurado por el papá Estado, no saben lo que es pagar a los empleados a final de mes y disponen de una herramienta que para una empresa sería un riesgo, Especialistas en gastar, si no les cuadran las cuentas pues A SUBIR LOS IMPUESTOS.

MI POETA SUGERIDO: Alejandra Mendez Bujonok

de Tarde Abedul

Caracola

Tenían quietudes azules/sus ojos
cantábrica profundidad/marítima su alma
inaccesa/toda alma todo cielo toda vida/
caracola en movimiento.
Tenían la ductilidad de los vientos/sus vientos.
Me miraba su historia -abuela- como queriendo
salirse de usted.
De niña entendí/solo viéndola mirar/que todo
es un acantilado lejano.

De la manera en que me salvo

No uso reloj en la muñeca
(es triste el mundo de los ajustados)

No uso gafas oscuras de sol
(es triste el mundo de los escondidos)

No uso paraguas de la lluvia
(es triste el mundo de los protegidos)

Me salvo así
(o eso creo)

De pensar el control de los objetos.
De pensar la distancia de los otros.
De pensar que la lluvia es una maldición.

de Charlas con Cuchúa

Y desde el aire pude ver
el lucerío de las favelas,
era tan cierto que parecía cuento.
Tal como lo dijiste:
el mundo es una redondez
con puntitos lumínicos,
algo así como el Isondú
pero en gigante.

Todavía creo estar en una niebla.
A veces pienso que eso es el corazón del hombre,
un espacio húmedo, mecánico, que perdura lo justo.
A cada quien su estela oscilante,
a cada quien su pulsación matinal,
a cada quien su niebla, corazón.

Los nietos corretean poráhi
con un elástico tumulto infantil.
Los tempranos en el mundo
son alegres como los picaflores,
hiperbólicos con su zunzún,
sobre todo en el celo, y esa especie
de U universal.
Pobres bichos, tanta tala,
tanta tonta mano humana.

Te pregunto por la memoria
¡qué extraño gato zigzagueante!
Decime cómo veías vos nuestras cosas,
pequeñas o grandes cosas, eso depende.
¿Recordás la tarde que matamos al bayo
por pura picardía nomás? Me persigue todavía.
Pienso al trote en su caída, su pelaje, su temple,
el porte, el pecho de ancho río.
Ahí su centro, su gravedad, su brillo extremo.
Yo amaba acariciarle el anca.
Dicen que para cinchar un ancla del Titanic
llevaron veinte shire. ¡Qué animalidad
esa fuerza delantera y esa cosa sobre el mar!

Veo las nubes venir hacia mí,
cuelgan de la soga del aire como criaturas de lo eterno,
son chivitos, torres, ojos de víboras, malvones,
espuelas, jirafas, canarios o calles, según se necesite.
Y están lejos, lejos como aquella isla de vacas
que forma casi un cuadro. Paraísos
que bajan a la tierra
con la lluvia que tiene mi corazón. Hacia ahí vuelo.

El ramaje inaugural

Era de Francia
el ramaje inaugural del padre.

Ese adentro quebrar
de voces como
quien traga la tierra.

Las manos fascinadas por el arte
se mecían al sol,
irrisorias.

Hutspot en la mesa servida
Del domingo.

Mudanza de los ríos
en los ojos
que ya no ven.

rara procesión de tormentos
de la guerra.

“Para que vivir en blanco,
cuando la vida es roja” – decías –
olvidando el desparpajo
de la muerte.

Vuela la triada
de san Juan de Luz
inundada de verdor (hayas, brezos, robles,
tejos, castaños, abedules)

Yo encarno los secretos
toscos y huesudos
de los rasgos.

Y aún los veo reunirse
adecuos al temor o a la virtud.

En el patio trasero
del recuerdo – sustraídos –
hablando de sus hijos.

Algesia

Juego
y devastación
de campo enemigo.

Púrpura lágrima
o polvo de almáciga.

(Un viejo rosal).

Mi tropa
que embiste algarrobo
y cae

Como el gigante
que tumbarán mañana.

Con paciencia de alondra
rozas carnoso acíbar
de aloe
por mi carne.

Cárcel gallinero
o lentisco alpiste
para los presos.

Nosotros bebemos té
del alpamato.

Mi soldado más valiente
solloza. Observa el altivar
sobre el ras de la tierra.

Esqueleto sacro (del Eucalyptus)
que cabalgamos
o convertimos en amantes.

Soñamos sobre su cadáver.

Ahora comprendo
el principio de algesia
que bulle en la tarde.

Acracia

Punzan las palabras.
(“Mar/pesan”) los troyanos.

Sólo hasta recorrer caminos
y crepúsculos/ culpamos al destino.

Todo es un secreto desvelado.

Repetir/ manzanas y naufragios.

Acracia del otoño/ el mejor sueño
del hombre.

De la manera en que me salvo:

No uso reloj en la muñeca
(es triste el mundo de los ajustados)

No uso gafas oscuras de sol
(es triste el mundo de los escondidos)

No uso paraguas de la lluvia
(es triste el mundo de los protegidos)

Me salvo así (o eso creo)

de pensar el control de los objetos,
de pensar la distancia de los otros,
de pensar que la lluvia es una maldición.

Lenguaje

No es esto
lo que voy a decir.

Sólo cerillas
tras lo oculto.

Así como el amor
o la poesía.

Apenas escarbas

y aparece.
Alejandra Méndez (San Cristóbal, prov. de Santa Fe, 1979). Reside en Rosario. Poeta, Guionista, Gestora Cultural. Tarde Abedul (editorial La pulga renga, 2014)

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ALEPO, UNA FLOR [Mi poema]
Manuel Ortiz Guerrero [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Alepo. Cuando termine la guerra,
cuando acabe esta guerra, ¡qué osadía!,
se acabará ya al fin tu vida perra,
te cogeré en mis brazos y te haré mía
si es que brazos me quedan todavía
pues no hubieran quedado bajo tierra.

Y si brazos no hubiera, ¡madre mía!
-atrapado en los males del horror-,
para soñar a Dios me aferraría
apretado a tu cuello alrededor
siguiendo así creyendo en el amor
que hoy me impulsa a tener melancolía.

Y si aun solo quedara el resplandor
pues me hubieran segado la cabeza,
(deseo me confieras este honor),
-perdona si me invade la tristeza-,
de que mi alma descubra la grandeza
de la inmensa belleza de tu flor.
©donaciano bueno

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La guerra de Alepo (Siria) es, una vez más, la demostración de la estulticia y el fracaso de los seres humanos siempre sujetos a sus filias, sus fobias, sus egos y sus intereses. En medio, tristes, solos se van quedando los muertos...

MI POETA SUGERIDO:  Manuel Ortiz Guerrero

Loca

¡Paso! ¡Dadle paso!
Es reina y es pobre. No quiere ni el raso
que bese sus formas; es loca la reina.
Dad paso a la reina de honda pupila color de esmeralda,
la loca desnuda que, regia, despeina,
por único manto,
su astral cabellera, como un sueño de oro cubriendo la espalda.

¡Dad paso! que corre la reina, la loca,
llevando un gran beso y un tibio pedazo de canto
en la boca.

En noches de estío se empapa de luna, perfume y penumbra
y corre devota al templo del Arte a hacer su plegaria;
allí no le alumbra
ni lámpara débil, ni pálido cirio de luz funeraria,
sino la belleza, la sacra belleza de la luminaria.

Amigos: en caso que alguna
mujer de rodillas, desnuda en la sombra rezando encontréis,
pasad, no le habléis;
es ella la loca, devota del Arte que reza a la Luna.

Crudeza de invierno no seca y consume
la rosa del canto que lleva en la boca…
Sus llagas lumíneas que sangran perfume,
las besa y bendice mil veces la loca.

Le da primavera sus salvas de olores,
las ondas del río su perpetuo y suave rumor de oraciones;
la noche morena le da su silencio, sus sidéreas flores…
Y aun tiene hambre de más sensaciones.

En noches augustas de inútil martirio,
la loca pretende, con sed de grandeza,
tomar una estrella volviéndola lirio.
-Oh loca divina, que canta y que llora, que ríe y que reza;
atrévete siempre, es ese un gran culto que pocos profesan.

¡Loca!: soporta, la tortura sacra y luminosa
de todas tus ansias y tus padeceres
y sigue cantando canción olorosa;
tú eres la bendita loca mujer entre todas las mujeres.

Amigos: en caso que alguna
mujer de rodillas, desnuda, en la sombra rezando encontréis,
pasad, no le habléis;
es ella la loca, devota del Arte que reza a la Luna;
¡es ella mi Alma! reina que está loca,
alma luminosa, de bohemio y de artista, que va entre vosotros
llevando un gran beso y un tibio pedazo de canto en la boca.

NOSTALGIA

Purísimo lirio, blanco lirio mío
hecho de sonrisa de amor y de luz:
en la noche suave mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.

Y no sé ni dónde te abrirás, fragante
lirio que perfumas mi imaginación,
pero soy tu extático devoto y amante,
tú haces de mi vida, arte y religión.

Por ti esta nostalgia de dulzura antigua
que en versos rosados me hace suspirar,
por ti siento a veces la ansiedad ambigua
de llorar a mares y… beber el mar.

Eres flor de un alma que está triste y sola,
por quien sufre mi alma, loca de ansiedad:
tus pétalos tienen pálida aureola
que hasta mí difunde tenue claridad.

Hace veinte años, salió una mañana
llena de perfumes y de tornasol,
mi reina sabina, con su caravana,
rumbo hacia tu oasis de vida y de sol,

portando en la giba de sus dromedarios
oro de mis versos, miel de mi canción,
sueño y esperanza de mis incensarios
y las piedras rosas de mi adoración.

Hace veinte años que mi sueño, errante
caravana blanca de mi devoción,
te busca, mi lirio remoto y fragante,
blanco lirio, lirio de mi corazón.

Ignoro qué clima, qué región remota
tu perfume aspira, purísima flor;
a mi alma llega tu fragancia ignota
y a tu nombre digo mi oración de amor.

¿Es tu principado la Groenlandia, fría?
¿En tu savia llevas sangre de mujer?
Soñador perpetuo, ¿te hallaré algún día,
lirio inmaculado que adoro sin ver?

En mi misma vida tu raíz se esconde,
flor insigne y rara, lirio del amor,
y tú, lirio mío, te abres no sé dónde
para que de hinojos te ame un pecador.

¿Abres tu corola de luz y sonrisa
al sol de la India o Suecia de tul?
¿Eres de la España sonora y castiza,
o vives a orillas del Danubio azul?

¿Cuándo he de besarte, blanco lirio mío,
con sed infinita de fragancia y luz? …
Yo no sé si existes: mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.

TARDE GLAUCA

Dejan la torre con melancolía
vibrantes pájaros que van de viaje…
Pasan, aleteando su armonía
la oración sobre el alma del paisaje.

Por los flecos purpúreos del celaje
sangrantes rosas de oro, se diría,
en el combo de un cielo hecho de encaje
y no sé qué divina orfebrería.

A lo lejos, nevada garza en vuelo
parece la blancura de un pañuelo
que agitase su adiós desesperante,
y entre el césped, laguna musicante
semeja, sobre un verde terciopelo
olvidado en la tarde, un gran diamante.

RAÍDA PÖTÍ

Rumbo a la espesura, donde la fontana
late en el silencio como un alma humana
que padece a solas inconfeso mal;
donde la insinuante voz de la torcaza
la húmeda tristeza de la tarde pasa
cual si fuera un largo lírico puñal.

-La fuente es la fresca sangre de la tierra
que baja del áurea vena de la sierra
y llora escondida detrás de un zarzal;
es la fuente limpia, sonora hemorragia
de música y sueños, de perlas y magia
que sangra con una paciencia eternal.-

Sobre el raso verde de fragantes pastos,
propio para blancos corderitos castos
que fueran de viejos magos guaraní,
como una escapada ninfa tentadora,
con sus pies de lirio húmedo de aurora,
corre hacia la fuente la «raída pötí».

En campos de lunas dos negros anfibios:
flagelan sus hombros de mármoles tibios
dos trenzas, más negras que antenas del mal,
y hay en su peineta piedras incrustadas,
como parpadeantes pupilas aguadas
de estrellas enfermas, en noche otoñal.

Sus dedos de rosa, que oprimen anillos
que fueran de Persia, cuajados de brillo,
destilan doradas gotas de «eireté»;
sus pies, transparentes como alas de sueño,
podrán, sobre el hilo de un verso guaireño,
llegar a la luna, viajeros de fe.

Dos conos de nieve, de jazmín y lino,
cúpulas labradas de témpano andino,
colinas de armiño, luceros «reñói»,
semejan sus senos de suave opulencia,
que van titilando como con cadencia
bajo los encajes del níveo «typói».

Azucena humana, más blanca que plumas
de paloma blanca: con temblor de espumas,
su cuerpo prestigia tenue ñandutí;
rival de la noche por sus negros ojos,
del clavel de España por sus labios rojos…
pasa y queda el viento «jhy-acuá vú-reí».

¿Dónde va la ninfa? Temo que la roben
los gnomos del bosque; ¿no estará algún joven
sátiro emboscado tras del matorral?
¿Será que la virgen no tiene sospecha
que haya una serpiente que espera y asecha
dentro del secreto del tembladeral?

Bajo sus guayabos de suave fragancia
^no vendrán a amarla los grandes de Francia?
¿Qué manos labriegas han de destrenzar
esa cabellera negra cual la envidia?
Y si el amor mata de sutil perfidia
¿también esos ojos tendrán que llorar?

¿Cuál paje obediente pagado en sonrisas,
le tiende la hamaca movida por brisas
bajo de los frescos naranjos en flor?
Junto a su ventana, ¿qué amante guitarra
el alma sonora de un canto desgarra,
en manos de un dulce trovero de amor?

¿Un artista joven no vendrá algún día,
tejedor de aromas, trinos y armonía,
para ver la criolla reina sin rival
habladora en lengua de esparcido ungüento,
con rumor al suave secreto del viento
que va suspirando bajo del rosal?

Va con el nervioso ritmar de la ola,
al viento la rauda mantilla española
que cubre su espalda de limpio marfil;
rumbo a la fontana que en la tarde llora,
con sus pies de lirio húmedo de aurora,
pasa… sobre el césped de la «raída pötí».

COMUNIÓN

Bien amada sedeña: ven conmigo; la siesta
está con sus colores como un rosal en fiesta.
Ven, amada: desnuda tus pies como de aurora
y… vamos a la sombra de la selva sonora.
Vamos junto a la peña donde ha tomado asiento
el indio pensativo que murió de tormento.

Tengo hambre de los dulces milagrosos beleños
que la miel aromada de tu lengua me enseña;
deja que sobre tu hombro, como un fardo de sueños,
incline mi cabeza, bien amada sedeña.

Ambularemos juntos como dioses perdidos,
bajo los naranjales y las lianas en flor,
rondaránnos por guardia las pintorescas fieras,
y esponjarán la cola, y rugirán de amor.

Eres nota y perfume de mis grandes tristezas,
de la luz de tus ojos son mis ojos avaros…
Siéntate en esta peña, te diré mil bellezas
que en el siglo no han dicho los poetas más raros.

Ambula, amada mía, bajo la oliente fronda
la sombra pesarosa de un Mariscal vencido,
y como si sintieran veneración tan honda,
a su paso se inclinan los laureles, sin ruido.

Guaraní melancólico de la fama perenne,
se arrodilló a la Luna junto a la misma peña…
Y acarició la raza bajo el tayî solemne,
no sé qué sueños de oro, bien amada sedeña.

Sobre esta verde grama y estos dorados yuyos,
inconsolable un día se arrojó Urutaú
llorando; la de los ojos negros como los tuyos
y muslos armoniosos; única, como tú.
****
Vamos a la caverna do las estalactitas
son lágrimas serenas con que las rocas lloran
su gran dolor de siglos, y donde tus benditas
hermanas invioladas, las hadas blancas, moran.

Y oficiemos la misa, que ha callado hasta el viento
para darnos oído. Que tu boca hecha flor
sea el cáliz divino, perfumado y sangriento,
y por mí y por el indio que murió de tormento
dame, amada, tu pura hostia pura de amor.

Al «animal político», que deja
Al poeta
Bajo de tus pestañas florecidas
Bajo el lóbrego puente de tus cejas
Callamos. Sobre un arrebol distante
Canción de ensueño
Cuando niño, me han dicho que tenía…
Cuando todos preguntan «¿y por dónde?»
De bajar al jardín, guardar te toca
Delante los señuelos han de ir
Delirio de pizzicatos
Dulce veneno
El corazón es himno y flor de goce
El piano
El verso puro de fragancia suave…
El voto obligatorio es sabia ley
En el remanso azul de tu merced
En jornadas de gloria o del amor
En una caja enorme, de un ébano pulido…
Eterna Esperanza todopoderosa…
Florece corazón cada minuto
Ofrendaria
Hacia el oeste el viento un hilo lleva
Hartar es la primera obligación
Hombre líquido es hombre de partido
Jamás
La guitarra del desengaño
La ilusión, el amor, luz de bengala
Loca
Los «círculos» al «centro» dan razón
Moscatel en racimo que encontró mi apetencia…
No magnifiques más tu mal destino
Nunca alabes el oro que tú labras
Princesa de ojos negros con un fulgor de acero…
Raída Potï
Rogación
Rumbo a la espesura, donde la fontana…
Sé justo con la vida. ¿Hoy padeces?
Serenata grata…
Si me miras, me miras con furor
Solloza la prima…
Su boca
Susana
Tu recuerdo, cometa hoy ya distante
Tus ojos me enseñaron ser gandul.

AL ANIMAL POLÍTICO

Al «animal político», que deja
Al poeta
Bajo de tus pestañas florecidas
Bajo el lóbrego puente de tus cejas
Callamos. Sobre un arrebol distante
Canción de ensueño
Cuando niño, me han dicho que tenía…
Cuando todos preguntan «¿y por dónde?»
De bajar al jardín, guardar te toca
Delante los señuelos han de ir
Delirio de pizzicatos
Dulce veneno
El corazón es himno y flor de goce
El piano
El verso puro de fragancia suave…
El voto obligatorio es sabia ley
En el remanso azul de tu merced
En jornadas de gloria o del amor
En una caja enorme, de un ébano pulido…
Eterna Esperanza todopoderosa…
Florece corazón cada minuto
Ofrendaria
Hacia el oeste el viento un hilo lleva
Hartar es la primera obligación
Hombre líquido es hombre de partido
Jamás
La guitarra del desengaño
La ilusión, el amor, luz de bengala
Loca
Los «círculos» al «centro» dan razón
Moscatel en racimo que encontró mi apetencia…
No magnifiques más tu mal destino
Nunca alabes el oro que tú labras
Princesa de ojos negros con un fulgor de acero…
Raída Potï
Rogación
Rumbo a la espesura, donde la fontana…
Sé justo con la vida. ¿Hoy padeces?
Serenata grata…
Si me miras, me miras con furor
Solloza la prima…
Su boca
Susana
Tu recuerdo, cometa hoy ya distante
Tus ojos me enseñaron ser gandul.

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Sentado sobre los muertos - Miguel Hernández

Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo mantiene.
Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.

ESCRIBIR EN LIBERTAD [Mi poema]
Elizardo Martínez Vilas [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

A eso de escribir versos yo me aplico,
no sé si lo hago bien o lo hago mal,
es lo mismo que a dios cuando suplico
desconozco si existe o me es igual.

De vez en cuando hay algo que publico
esperando alguien me lea hasta el final,
si alguno me replica, rectifico,
que exista a quien no guste es natural.

Que escribir por que sí lo hace cualquiera
tanto si es ilustrado como lerdo,
incluso que agradarle te dijera
quedar contigo bien, no como un cerdo.

Otra cuestión será que alguien te lea
la duda del que escribe. Sempiterno
debate en que se fragua la pelea
que viene desde antaño. del averno.

Que escribir es tirar un pez al mar
cada uno donde guste, donde quiera,
a la espera de que alguien al pescar
con gran suerte a ti mismo te leyera.

Pues que siempre fue ansiado el más vendido,
a que ahora nadie compra, es la verdad,
las redes han llegado y confundido.
que el arte debe ser bien compartido,
y escribir sin atadura es libertad.
©donaciano bueno

Escribir sin libertad, eso es posible? Share on X

El arte es libertad para crear y percibir. Cuando el arte se convierte en mercadería al alcance de unos pocos pierde su impronta.

MI POETA SUGERIDO:  Elizardo Martínez Vilas

Corbatita Voladora

Yo tengo cosas de genio,
Se me ve que soy bohemio
Y me gusta trasnochar.
Pero hay algo que me inquieta,
No me quiere por poeta,
Y yo no voy a cambiar…
No le gustan las auroras,
Corbatitas voladoras,
Ni mi forma de pensar.
Y me dice abandonado,
Porque soy desalineado,
Porque escribo y sé soñar…

Yo soy un poquito altivo,
Será por eso que vivo
Con orgullo mi humildad,
Y a pesar de que la quiero
Y que por ella me muero,
Yo no voy a claudicar.

Me lo dice el corazón,
Si me quiere que me quiera,
Así mismo como soy…

En el barrio la critican,
Y le dicen ¡pobre chica!,
En quien se ha ido a fijar.
Y no saben que en mis letras
Vive el alma de un poeta
Que a empezado a palpitar…
Sé que el padre no me quiere,
Pues opina que prefiere
A un obrero de verdad.
Su viejita me interpreta,
Pues se acuerda del poeta
Que la hiciera suspirar.

Me lo dice el corazón,
Si me quiere que me quiera
Así mismo como soy…

EN TUS BRAZOS

Yo me cegué en tus ojazos
Y fui a caer en tus brazos.
Y entre tus brazos yo fui feliz,
Porque te amé con delirio.
Yo fui a caer en tus brazos
Y así llegué hasta el martirio;
Te juro que enloquecí,
Cuando por dentro me vi,
Y comprendí lo que hacía.
Quiero mirar hacia dios,
Aunque me muerda el dolor,
Aunque me cueste morir.

Por quererte llegué hasta el martirio,
Cuando vi que mi casa dejaba
Y, aunque mi alma en tus brazos quedaba,
Te dejé, que es igual que morir.
¡cómo duele en la carne el zarpazo!
¡así duele escapar de tus brazos!
De tu brazos, que a mí se aferraban,
Gritando: ¡mi vida se irá si te vas!

Hoy, con el alma en pedazos,
Temblé al pensar en tus brazos
Y cada noche de horror grité,
Grité tu nombre querido.
Quise volver a tus brazos
Y al ver los pibes dormidos,
Te juro que enloquecí
Cuando por dentro me vi
Y comprendí lo que hacía.
Quiero mirar hacia dios
Aunque me muerda el dolor,
Aunque me cueste morir.

Cómo Nos Cambia La Vida

Quítate el rouge de los labios
Que no me marque su sello…
Estoy herido de agravios
Y ese rouge es un veneno…

Vení, sentate a mi lado…
¿por qué te has pintado el pelo?
¿por qué has tiznado tus ojos?,
Si son tus ojos tan negros.

¿no te bastaba un cariño?…
Si me dan ganas de ahogarte,
Pero es tan blanco tu cuello
Que termino por besarte.

¡cómo nos cambia la vida!…
Toma ese espejo y mirá…
Vos sos aquella que un día
Llevé confiado al altar.

Pero… qué estoy diciendo…
Si la culpa es solo mía.
Te arranqué de la pobreza
Para traerte hasta aquí.

Te hicieron mal las alturas,
Toda esa falsa alegría
Que destrozó la pureza
De la flor que recogí.

¿por qué me acerco a tus labios,
Si son dos brasas de fuego?
¿por qué me acerco a tus labios,
Si sé que en ellos me quemo?

Salí, salí de mi lado,
Mirá el color de tu pelo,
Mirá el dolor de tus ojos
Que eran más puros que un cielo.

Vos destrozaste mi vida
Y, ya ves, por no matarte,
Cierro los ojos y sueño
Y te veo como antes…

¡cómo nos cambia la vida!…
Toma ese espejo y mirá…
Vos sos aquella que un día
Llevé confiado al altar.

Anselmo Laguna

Me llamo Anselmo Laguna
y voy en pos de mi sueño,
si me acompaña la luna
por esas cortadas
de tantos recuerdos.
Me llamo Anselmo Laguna
y llevo en el corazón
un ansia que se desata,
me espera mi ñata
juntito al portón.

Si ya no salgo ni juego,
ni fumo, ni bebo,
por ella y su amor.
Ni sé lo qué es un domingo
de sol y de pingos,
ni sé donde voy.
Si hasta la gente me mira
con cara de asombro, ni puede creer,
que aquel muchacho alocado
esté tan cambiado por una mujer.

Me llamo Anselmo Laguna,
ella está en mi corazón.

Descorazonado

Cuántas veces en la vida nos sentimos amargados,
sin más fuerzas que el aliento que te ayuda a no morir.
Cuando todo se nos niega y hasta el ser que más amamos
se nos va con el consuelo de tener con quien sufrir.
Una noche de mi vida cuanto más había soñado
me gritó que había muerto su cariño para mí.
Golpeé con rabia su puerta, la llamé desesperado,
porque allí quedaba toda mi razón para vivir.

Descorazonado…
Vi rodar el mundo deshecho a mis pies.
Y en esa angustia de desesperado,
¿quién piensa en la dicha de otro querer?
Descorazonado…
Rodé por las calles pensando morir.
Y ahora que todo el mal rato ha pasado,
te digo que vale la pena vivir.

Cuando ya, ni de la gente ni del mundo me confiaba,
cuando todo era tan triste, tan oscuro para mí.
Cuando este dolor tan mío como garra se clavaba,
otro amor llegó a mi vida, hoy he vuelto a sonreír.
Es por eso, si algún día te sentís desengañado,
y al pensar que estás deshecho, el dolor te hace reír;
no te olvides que una noche yo también desesperado
no encontraba más consuelo que un rincón para morir.

Corazón Cobarde

Corazón cobarde… corazón que no quiere
Dicen las mujeres al verme pasar.
Corazón cobarde… corazón que no quiere,
Que nunca en la vida ha sabido soñar.
Corazón cobarde… pero ellas qué saben
Del enorme tormento que hay dentro de mí.
De este grito de angustia, que no brota y se muere
De los labios sellados, porque la perdí.

Mi alma está seca,
Cual cáliz vacío,
De tanto llorar.
Mi vida está llena
De ausencia y de frío
Y no lo sabrán.
Mas, si acaso una noche,
Oyera sus pasos
Saldría a gritar.
Porque tengo mi vida
Y mi alma en pedazos
Y los ojos ya secos
De tanto llorar.

Corazón cobarde… corazón que no quiere,
Oyen mis oídos y debo callar.
Corazón cobarde… y mi amor se muere
Con los brazos vacíos de tanto esperar.
Corazón cobarde… pero ellas qué saben
Del enorme tormento que hay dentro de mí,
De este grito de angustia, que no brota y se muere,
De los labios sellados, porque la perdí.

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Miguel Hernández

Para la Libertad

EL HERIDO

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

MADRID, UN SUEÑO [Mi poema]
Pilar de Valderrama [Poeta sugerido]

MI POEMA… de medio pelo

 

Sueños he visto, muchos, más. Que en sueños
proclamo mi destreza. Soy experto.
He visto con frecuencia el cielo abierto
y a él subido en Madrid. (Los madrileños
tienen paso expedito hacia ese puerto).

No quiero presumir mas si quisiera
podría describir como es la luna,
que he tenido la suerte, la fortuna
de estar acurrucándome a su vera
gozando el privilegio de su cuna.

Me tienen que creer, es lo que siento,
que un día, atardecer, me fui, subí
y hoy para complacer de nuevo he vuelto
y en esa nebulosa sigo envuelto
pensando en ti, Madrid, soñando en ti.

Tantas veces yo anduve ese camino
tantos días nervioso yo he esperado,
tantas horas mirando hacia el tejado
embriagado de anhelos y de vino
que mi vida fue un sueño que he soñado.

Y es que Madrid, confieso, en sí es un sueño,
la gracia hecha ciudad, la fantasía,
de aquel que sabe amar y hacerse el dueño
y en sólo disfrutar pone su empeño,
que allí es donde vivir siempre querría.
©donaciano bueno

Desconozco quien fue el autor de la famosa frase "De Madrid al cielo y un agujerito para verlo" Pero sea quien fuere, yo me identifico con ella y así lo manifiesto.

MI POETA SUGERIDO:  Pilar de Valderrama

Evocación

Aquel café de barrio, destartalado y frío,
testigo silencioso de nuestras confidencias,
extremo de rigores, conjunto de inclemencias,
que sólo caldeaban tu corazón y el mío.

Viejo café de barrio, adonde yo acudía,
donde tú me esperabas con el alma impaciente,
y cada vez, al verme, coronaba tu frente
con un halo de luz la fugaz alegría.

Con nostálgico afán en vano te he buscado
queriendo en tus vestigios revivir un pasado
que inexorablemente para mí se ha perdido.

Nadie de ti sabía, todo estaba cambiado:
tus muros, tu recinto, la sombra de Machado
como un girón de niebla han desaparecido.

Glosa

Acaso a ti mi ausencia
acompaña. A mi memoria
tu recuerdo…

Me acompañó tu ausencia día a día
en todas mis angustias interiores;
en medio de amarguras y dolores
llenó de tu nostalgia el alma mía.

Al irte para siempre, no sabía
tu corazón los arduos sinsabores
que me acechaban, como negras flores
de muerte, olvido y soledad sombría.

En aquel “tu dolor” de mi recuerdo
estaba yo; tú estabas en la “ausencia”
en que “de mar a mar” nos obligaron.

En laberintos de un ayer me pierdo;
y veo en esta luz de tu presencia
que ni guerra ni mar nos separaron.

Mujeres de carne y verso.
Antología poética femenina
en lengua española del siglo XX.
Edición de Manuel Francisco Reina.
La esfera literaria. 2002

Tejiendo estoy. Mi estancia conmovida

da forma a un corazón, punto por punto.
Ahorcada en mi laurel separo, junto,
se me escapan los hilos de la vida.

Tejiendo estoy. La prenda sostenida
se quiebra ante la pena que barrunto.
Me lastima tu ausencia y su conjunto
en la rabia que crece a mi medida.

Crece, toma la punta en su llamada,
rompe el tiempo con un chocar de agujas,
dos pinchazos de lleno en la mirada.

Crece, cunde; Mas déjame después
sola, rota, volviéndome al revés,
tiritando en la piel, desmadejada.

ESTE BESO

Este beso que tiembla en tu boca
y en la boca mía,
tiene un dejo de amarga verdad,
de dulce mentira,
es licor de muerte
y es un tiempo venero de vida.
Es infierno por senda de flores
es la Gloria por senda de espinas.
Es risa entre llanto,
es llanto entre risa.
Es abismo muy hondo… muy negro…
que una astral claridad ilumina.
Es el árbol que guarda en sus ramas
la fruta prohibida,
y cuando a ella se alarga la mano
una fuerza interior, la retira.

Es embrujamiento.
Pecado que brinda
en el fondo un aroma muy puro
de incienso y de mirra…
Pecado que enciende
tanto fuego que al fin, purifica.

Este beso que fue condenando
nuestros labios a eterna sequía;
que nos fue, poco a poco, mermando
la sangre y la vida…
Ahora ya en el umbral de la muerte
aún lo siento que vivo palpita,
¡este beso que nunca se dieron
tu boca y la mía!

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Miguel Hernández:

La ciudad de Madrid, en 1936

«De entre las piedras, la encina y el haya,
de entre un follaje de hueso ligero
surte un acero que no se desmaya:
surte un acero.

Una ciudad dedicada a la brisa,
ante las malas pasiones despiertas
abre sus puertas como una sonrisa:
cierra sus puertas.

Un ansia verde y un odio dorado
arde en el seno de aquellas paredes.
Contra la sombra, la luz ha cerrado
todas sus redes.

Esta ciudad no se aplaca con fuego,
este laurel con rencor no se tala.
Este rosal sin ventura, este espliego
júbilo exhala.

Puerta cerrada, taberna encendida:
nadie encarcela sus libres licores.
Atravesada del hambre y la vida,
sigue en sus flores.

Niños igual que agujeros resecos,
hacen vibrar un calor de ira pura
junto a mujeres que son filos y ecos
hacia una hondura.

Lóbregos hombres, radiantes barrancos
con la amenaza de ser más profundos.
Entre sus dientes serenos y blancos
luchan dos mundos.

Una sonrisa que va esperanzada
desde el principio del alma a la boca,
pinta de rojo feliz tu fachada,
gran ciudad loca.

Esa sonrisa jamás anochece:
y es matutina con tanto heroísmo,
que en las tinieblas azulmente crece
como un abismo.

No han de saltarle lo triste y lo blando:
de labio a labio imponente y seguro
salta una loca guitarra clamando
por su futuro.

Desfallecer... Pero el toro es bastante.
Su corazón, sufrimiento, no agotas.
Y retrocede la luna menguante
de las derrotas.

Sólo te nutre tu vívida esencia.
Duermes al borde del hoyo y la espada.
Eres mi casa, Madrid: mi existencia,
¡qué atravesada!»

»MIGUEL HERNÁNDEZ [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]

Miguel Hernández nació el 30 de octubre de 1910 en Orihuela (España) y falleció el 28 de marzo de 1942. Es uno de los poetas de referencia de la Generación del 27. Entre sus obras podemos destacar "Perito en lunas", "La nana de la cebolla" y "Cancionero y romancero de ausencias". En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "El niño de la noche", "Elegía primera" y "Rusia". ¿Qué mensaje encierran los dos últimos versos de la composición? (O, dicho de otro modo: ¿por qué quiere Hernández que su hijo no sepa "lo que pasa / ni lo que ocurre" en España?). http://www.miguelhernandezvirtual.es/

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LOS POEMAS
Aceituneros

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma ¿quién
quién amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.

NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.

LAS ABARCAS DESIERTAS

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

No quiso ser

No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.
El amoroso vello
no pudo florecer.

Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.

Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.

No quiso ser.

LLAMO A LA JUVENTUD

Los quince y los dieciocho,
los dieciocho y los veinte...
Me voy a cumplir los años
al fuego que me requiere,
y si resuena mi hora
antes de los doce meses,
los cumpliré bajo tierra.
Yo trato que de mí queden
una memoria de sol
y un sonido de valiente.

Si cada boca de España,
de su juventud, pusiese
estas palabras, mordiéndolas,
en lo mejor de sus dientes:
si la juventud de España,
de un impulso solo y verde,
alzara su gallardía,
sus músculos extendiese
contra los desenfrenados
que apropiarse España quieren,
sería el mar arrojando
a la arena muda siempre
varios caballos de estiércol
de sus pueblos transparentes,
con un brazo inacabable
de perpetua espuma fuerte.

Si el Cid volviera a clavar
aquellos huesos que aún hieren
el polvo y el pensamiento,
aquel cerro de su frente,
aquel trueno de su alma
y aquella espada indeleble,
sin rival, sobre su sombra
de entrelazados laureles:
al mirar lo que de España
los alemanes pretenden,
los italianos procuran,
los moros, los portugueses,
que han grabado en nuestro cielo
constelaciones crueles
de crímenes empapados
en una sangre inocente,
subiera en su airado potro
y en su cólera celeste
a derribar trimotores
como quien derriba mieses.

Bajo una zarpa de lluvia,
y un racimo de relente,
y un ejército de sol,
campan los cuerpos rebeldes
de los españoles dignos
que al yugo no se someten,
y la claridad los sigue,
y los robles los refieren.
Entre graves camilleros
hay heridos que se mueren
con el rostro rodeado
de tan diáfanos ponientes,
que son auroras sembradas
alrededor de sus sienes.
Parecen plata dormida
y oro en reposo parecen.

Llegaron a las trincheras
y dijeron firmemente:
¡Aquí echaremos raíces
antes que nadie nos eche!
Y la muerte se sintió
orgullosa de tenerles.

Pero en los negros rincones,
en los más negros, se tienden
a llorar por los caídos
madres que les dieron leche,
hermanas que los lavaron,
novias que han sido de nieve
y que se han vuelto de luto
y que se han vuelto de fiebre;
desconcertadas viudas,
desparramadas mujeres,
cartas y fotografías
que los expresan fielmente,
donde los ojos se rompen
de tanto ver y no verles,
de tanta lágrima muda,
de tanta hermosura ausente.

Juventud solar de España:
que pase el tiempo y se quede
con un murmullo de huesos
heroicos en su corriente.
Echa tus huesos al campo,
echar las fuerzas que tienes
a las cordilleras foscas
y al olivo del aceite.
Reluce por los collados,
y apaga la mala gente,
y atrévete con el plomo,
y el hombro y la pierna extiende.

Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.

La juventud siempre empuja
la juventud siempre vence,
y la salvación de España
de su juventud depende.

La muerte junto al fusil,
antes que se nos destierre,
antes que se nos escupa,
antes que se nos afrente
y antes que entre las cenizas
que de nuestro pueblo queden,
arrastrados sin remedio
gritemos amargamente:
¡Ay España de mi vida,
ay España de mi muerte!

LAS MANOS

Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.

La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.

Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.

Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.

Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.

Estas sonoras manos oscuras y lucientes
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.

Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.

Feroces y reunidas en un bando sangriento
avanzan al hundirse los cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido y avariento,
paisaje de asesinos.

No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.

Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
que a nadie corresponden sino a quien los labora,
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
caudales de la aurora.

Orgullo de puñales, arma de bombardeos
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los negros deseos
que la avaricia empuña.

¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
y en el amor se apagan.

Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas.

  EL SOLDADO Y LA NIEVE

Diciembre ha congelado su aliento de dos filos,
y lo resopla desde los cielos congelados,
como una llama seca desarrollada en hilos,
como una larga ruina que ataca a los soldados.

Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
es una soledad de galopante luto.
Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
de celeste maldad, de desprecio absoluto.

Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,
con un hacha de mármol encarnizado y leve.
Desciende, se derrama como un deshecho abrazo
de precipicios y alas, de soledad y nieve.

Esta agresión que parte del centro del invierno,
hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,
amenaza al desnudo con un rencor eterno,
blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.

Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,
quiere cegar los mares, sepultar los amores:
y se va elevando lentas y diáfanas barreras,
estatuas silenciosas y vidrios agresores.

Que se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.

Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos,
que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos:
de piedra enjuta contra los picotazos rudos,
las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.

Ropa para los cuerpos que rechazan callados
los ataques más blancos con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.

La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.

Tan decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la boca,
y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.

EL VUELO DE LOS HOMBRES

Sobre la piel del cielo, sobre sus precipicios
se remontan los hombres. ¿Quién ha impulsado el vuelo?
Sonoros, derramados en aéreos ejercicios,
raptan la piel del cielo.

Más que el cálido aceite, sí, más que los motores,
el ímpetu mecánico del aparato alado,
cóleras entusiastas, geológicos rencores,
iras les han llevado.

Les han llevado al aire, como un aire rotundo
que desde el corazón resoplara un plumaje.
Y ascienden y descienden sobre la piel del mundo
alados de coraje.

En un avance cósmico de llamas y zumbidos
que aeródromos de pueblos emocionados lanzan,
los soldados del aire, veloces, esculpidos,
acerados avanzan.

El azul se enardece y adquiere una alegría,
un movimiento, una juventud libre y clara,
lo mismo que si mayo, la claridad del día
corriera, resonara.

Los estremecimientos del valor y la altura,
los enardecimientos del azul y el vacío:
el cielo retrocede sintiendo la hermosura
como un escalofrío.

Impulsado, asombrado, perseguido, regresa
al aire al torbellino nativo y absorbente,
mientras evolucionan los héroes en su empresa
inverosímilmente.

Es el mundo tan breve para un ala atrevida,
para una juventud con la audacia por pluma;
reducido es el cielo, poderosa la vida,
domada y con espuma.

El vuelo significa la alegría más alta,
la agilidad más viva, la juventud más firme.
En la pasión del vuelo truena la luz, y exalta
alas con que batirme.

Hombres que son capaces de volar bajo el suelo,
para quienes no hay ámbitos ni grandes ni imposibles,
con la mirada tensa, prorrumpen en el vuelo
gladiadores, temibles.

Arrebatados, tensos, peligrosos, tajantes,
igual que una colmena de soles extendidos,
de astros motorizados, de cigarras tremantes,
cruzan con sus bramidos.

Ni un paso de planetas, ni un tránsito de toros
batiéndose, volcándose por un desfiladero,
darán al universo ni acentos más sonoros
ni resplandor más fiero.

Todos los aviadores tenéis este trabajo:
echar abajo el pájaro fraguador de cadenas,
las ciudades podridas abajo, y más abajo
las cárceles, las penas.

En vuestra mano está la libertad del ala,
la libertad del mundo, soldados voladores:
y arrancaréis del cielo la codiciosa y mala
hierba de otros motores.

El aire no os ofrece ni escudos ni barreras:
el esfuerzo ha de ser todo de vuestro impulso.
Y al polvo entregaréis el vuelo de las fieras
abatido, convulso.

Si ardéis, si eso es posible, poseedores del fuego,
no dejaréis ceniza ni rastro, sino gloria.
Espejos sobrehumanos, iluminaréis luego
la creación, la historia.

EUZKADI

Italia y Alemania dilataron sus velas
de lodo carcomido,
agruparon, sembraron sus luctuosas telas,
lanzaron las arañas más negras de su nido.

Contra España cayeron y España no ha caído.

España no es un grano,
ni una ciudad, ni dos, ni tres ciudades.
España no se abarca con la mano
que arroja en su terreno puñados de crueldades.

Al mar no se lo tragan los barcos invasores,
mientras existe un árbol el bosque no se pierde,
una pared perdura sobre un solo ladrillo.
España se defiende de reveses traidores,
y avanza, y lucha, y muerde
mientras le quede un hombre de pie como un cuchillo.

Si no se pierde todo no se ha perdido nada.

En tanto aliente un español con ira
fulgurante de espada,
¿se perderá? ¡Mentira!

Mirad, no lo contrario que sucede,
sino lo favorable que promete el futuro,
los anchos porvenires que allá se bambolean.
El acero no cede,
el bronce sigue en su color y duro,
la piedra no se ablanda por más que la golpean.

No nos queda un varón, sino millones,
ni un corazón que canta: ¡soy un muro!,
que es una inmensidad de corazones.

En Euzkadi han caído no sé cuántos leones
y una ciudad por la invasión deshechos.
Su soplo de silencio nos anima,
y su valor redobla en nuestros pechos
atravesando España por debajo y encima.

No se debe llorar, que no es la hora,
hombres en cuya piel se transparenta
la libertad del mar trabajadora.

Quien se para a llorar, quien se lamenta
contra la piedra hostil del desaliento,
quien se pone a otra cosa que no sea el combate,
no será un vencedor, será un vencido lento.

Español, al rescate
de todo lo perdido.
¡Venceré! has de gritar sobre cada momento
para no ser vencido.

Si fuera un grano lo que nos quedara,
España salvaremos con un grano.
La victoria es un fuego que alumbra nuestra cara
desde un remoto monte cada vez más cercano.

LA BOCA

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!

Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.

  LOS COBARDES

Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para vuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes, ni nada.
Huís y huís, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.

EL ÚLTIMO RINCÓN

El último y el primero:
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle,
se sume por los rincones
donde se sumen los árboles.

Se ahonda y hace más honda
la intensidad de mi sangre.

Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes.

Carne de mi movimiento,
huesos de ritmos mortales:
me muero por respirar
sobre vuestros ademanes.

Corazón que entre dos piedras
ansiosas de machacarte,
de tanto querer te ahogas
como un mar entre dos mares.
De tanto querer me ahogo,
y no me es posible ahogarme.

Beso que viene rodando
desde el principio del mundo
a mi boca por tus labios.
Beso que va a un porvenir,
boca como un doble astro
que entre los astros palpita
por tantos besos parados,
por tantas bocas cerradas
sin un beso solitario.

¿Qué hice para que pusieran
a mi vida tanta cárcel?

Tu pelo donde lo negro
ha sufrido las edades
de la negrura más firme,
y la más emocionante:
tu secular pelo negro
recorro hasta remontarme
a la negrura primera
de tus ojos y tus padres,
al rincón de pelo denso
donde relampagueaste.

Como un rincón solitario
allí el hombre brota y arde.

Ay, el rincón de tu vientre;
el callejón de tu carne:
el callejón sin salida
donde agonicé una tarde.

La pólvora y el amor
marchan sobre las ciudades
deslumbrando, removiendo
la población de la sangre.

El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe.
Y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten.

El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces.

Siesta que ha entenebrecido
el sol de las humedades.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie.

A MI HIJO

Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
su color coronado de junios, ya es rocío
alejándose a ciertas regiones matutinas.

Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como bajo la tierra quiero haberte enterrado.

Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado octubre contra nuestras ventanas,
diste paso al otoño y anocheció los mares.

Te ha devorado el sol, rival único y hondo
y la remota sombra que te lanzó encendido;
te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote; y es como si no hubieras nacido.

Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció tu carne con el alba en un lado.

El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne naciente al alba y al júbilo precisa;
niño que sólo supo reir, tan largamente,
que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.

Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.

Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
de llegar al más leve signo de la fiereza.
Vida como una hoja de labios incipientes,
hoja que se desliza cuando a sonar empieza.

Los consejos del mar de nada te han valido...
Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada.

Verde, rojo, moreno: verde, azul y dorado;
los latentes colores de la vida, los huertos,
el centro de las flores a tus pies destinado,
de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.

Mujer arrinconada: mira que ya es de día.
(¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mía,
la noche continúa cayendo desolada.

TODO ERA AZUL

Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.

YO NO QUIERO MÁS LUZ QUE TU CUERPO ANTE EL MÍO

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.

ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

MUERTE NUPCIAL

El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.

Pasar por unos ojos como por un desierto:
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen.

Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.

Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, y más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos.

Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia,
proyectamos los cuerpos más allá de la vida.

Espiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados!

Peron no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.

VUELO

Sólo quien ama vuela. Pero, ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar ... Pero, ¿quién ama? Volar ... Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otro como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir; apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de debatirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. EL cielo se eleva. El aire mueve.

SENTADO SOBRE LOS MUERTOS

Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo mantiene.

Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.

Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.

Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.

Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
En su mano los fusiles
leones quieren volverse
para acabar con las fieras
que lo han sido tantas veces.

Aunque le falten las armas,
pueblo de cien mil poderes,
no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere
mientras que te queden puños,
uñas, saliva, y te queden
corazón, entrañas, tripas,
cosas de varón y dientes.
Bravo como el viento bravo,
leve como el aire leve,
asesina al que asesina,
aborrece al que aborrece
la paz de tu corazón
y el vientre de tus mujeres.
No te hieran por la espalda,
vive cara a cara y muere
con el pecho ante las balas,
ancho como las paredes.

Canto con la voz de luto,
pueblo de mí, por tus héroes:
tus ansias como las mías,
tus desventuras que tienen
del mismo metal el llanto,
las penas del mismo temple,
y de la misma madera
tu pensamiento y mi frente,
tu corazón y mi sangre,
tu dolor y mis laureles.
Antemuro de la nada
esta vida me parece.

Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

TERUEL

Líster, la vida, la cantera, el frío:
tú, la vida, tus fuerzas como llamas,
Teruel como un cadáver sobre un río.

La efusión de las piedras y las ramas,
la vida derramando un vino rudo
cerca de aquel cadáver con escamas.

Aquel cadáver defendió su escudo,
su muladar, su herrumbre, su leyenda:
pero la vida prevalece y pudo.

Por mucho que un cadáver se defienda,
la muerte está sitiada, acorralada,
cercada por la vida más tremenda.

Ni con la condición de la nevada
el círculo de hogueras se deshace,
se rompe el cerco de la llamarada.

No hay quien lo enfríe, quien lo despedace.
Retrocede la helada en las orejas
de este fuego vital que sopla y hace.

Contra la muerte, contra sus ovejas,
quemando de bravura el armamento,
disparas las pasiones y las cejas.

Líster, la vida, piedra del portento,
necesita una forma victoriosa,
y habrás de trabajarla con tu aliento.

Cantero de la piedra en cada cosa,
exiges la materia de tu hispano
granito, que es la piedra más hermosa.

En el granito se probó tu mano,
como en la harina, el yeso y la madera
se prueba tanto puño de artesano.

Eso es hacer la mano duradera,
y eso es vivir a prueba de peñones,
y eso es ahondar la sangre y la cantera.

Sobre el cadáver de Teruel te impones,
y el alma en los disparos se te escapa
frente a la nieve y a sus municiones.

Impulsos con el aire de tu capa
das a tu potro, puesto en cada instante
a recobrar las pérdidas del mapa.

Yo me encontré con este comandante,
bajo la luz de los dinamiteros,
en el camino de Teruel, delante.

Han cogido a la muerte los canteros
la primera ciudad, y en esta historia
se han derramado varios compañeros.

En su sangre se envuelva la victoria.

Menos tu vientre

Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

Canción última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

LLAMO AL TORO DE ESPAÑA

Alza, toro de España: levántate, despierta.
Despiértate del todo, toro de negra espuma,
que respiras la luz y rezumas la sombra,
y concentras los mares bajo tu piel cerrada.

Despiértate.

Despiértate del todo, que te veo dormido,
un pedazo del pecho y otro de la cabeza:
que aún no te has despertado como despierta un toro
cuando se le acomete con traiciones lobunas.

Levántate.

Resopla tu poder, despliega tu esqueleto,
enarbola tu frente con las rotundas hachas,
con las dos herramientas de asustar a los astros,
de amenazar al cielo con astas de tragedia.

Esgrímete.

Toro en la primavera más toro que otras veces,
en España más toro, toro, que en otras partes.
Más cálido que nunca, más volcánico, toro,
que irradias, que iluminas al fuego, yérguete.

Desencadénate.

Desencadena el raudo corazón que te orienta
por las plazas de España, sobre su astral arena.
A desollarte vivo vienen lobos y águilas
que han envidiado siempre tu hermosura de pueblo.

Yérguete.

No te van a castrar: no dejarás que llegue
hasta tus atributos de varón abundante
esa mano felina que pretende arrancártelos
de cuajo, impunemente: pataléalos, toro.

Víbrate.

No te van a absorber la sangre de riqueza,
no te arrebatarán los ojos minerales.
La piel donde recoge resplandor el lucero
no arrancarán del toro de torrencial mercurio.

Revuélvete.

Es como si quisieran arrancar la piel al sol,
al torrente la espuma con uña y picotazo.
No te van a castrar, poder tan masculino
que fecundas la piedra; no te van a castrar.

Truénate.

No retrocede el toro: no da un paso hacia atrás
si no es para escarbar sangre y furia en la arena,
unir todas sus fuerzas, y desde las pezuñas
abalanzarse luego con decisión de rayo.

Abalánzate.

Gran toro que en el bronce y en la piedra has mamado,
y en el granito fiero paciste la fiereza:
revuélvete en el alma de todos los que han visto
la luz primera en esta península ultrajada.

Revuélvete.

Partido en dos pedazos, este toro de siglos,
este toro que dentro de nosotros habita:
partido en dos mitades, con una mataría
y con la otra mitad moriría luchando.

Atorbellínate.

De la airada cabeza que fortalece el mundo,
del cuello como un bloque de titanes en marcha,
brotará la victoria como un ancho bramido
que hará sangrar al mármol y sonar a la arena.

Sálvate.

Despierta, toro: esgrime, desencadena, víbrate.
Levanta, toro: truena, toro, abalánzate.
Atorbellínate, toro: revuélvete.
Sálvate, denso toro de emoción y de España.

Sálvate.

CANCIÓN PRIMERA

Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!

El animal que canta:
el animal que puede
llorar y echar raíces,
rememoró sus garras.

Garras que revestía
de suavidad y flores,
pero que, al fin, desnuda
en toda su crueldad.

Crepitan en mis manos.
Aparta de ellas, hijo.
Estoy dispuesto a hundirlas,
dispuesto a proyectarlas
sobre tu carne leve.

He regresado al tigre.
Aparta, o te destrozo.

Hoy el amor es muerte,
y el hombre acecha al hombre.

Después de haber cavado este barbecho

Después de haber cavado este barbecho
me tomaré un descanso por la grama
y beberé del agua que en la rama
su esclava nieve aumenta en mi provecho.

Todo el cuerpo me huele a recién hecho
por el jugoso fuego que lo inflama
y la creación que adoro se derrama
a mi mucha fatiga como un lecho.

Se tomará un descanso el hortelano
y entretendrá sus penas combatiendo
por el salubre sol y el tiempo manso.

Y otra vez, inclinado cuerpo y mano,
seguirá ante la tierra perseguido
por la sombra del último descanso.

FUERZA DEL MANZANARES

La voz de bronce no hay quien la estrangule:
mi voz de bronce no hay quien la corrompa.
No puede ser ni que el silencio anule
su soplo ejecutivo de pasión y de trompa.

Con esta voz templada al fuego vivo,
amasada en un bronce de pesares,
salgo a la puerta eterna del olivo,
y dejo dicho entre los olivares...

El río Manzanares,
un traje inexpugnable de soldado
tejido por la bala y la ribera,
sobre su adolescencia de juncos ha colgado.

Hoy es un río y antes no lo era:
era una gota de metal mezquino,
un arenal apenas transitado,
sin gloria y sin destino.

Hoy es un trinchera
de agua que no reduce nadie, nada,
tan relampagueante que parece
en la carne del mismo sol cavada.

El leve Manzanares se merece
ser mar entre los mares.

Al mar, al tiempo, al sol, a este río que crece,
jamás podrás herirlos por más que les dispares.

Tus aguas de pequeña muchedumbre,
ay río de Madrid, yo he defendido,
y la ciudad que al lado es una cumbre
de diamante agresor y esclarecido.

Cansado acaso, pero no vencido,
sale de sus jornadas el soldado.
En la boca le canta una cigarra
y otra heroica cigarra en el costado.

¿Adónde fue el colmillo con la garra?

La hiena no ha pasado
a donde más quería.

Madrid sigue en su puesto ante la hiena,
con su altura de día.

Una torre de arena
ante Madrid y el río se derrumba.

En todas las paredes está escrito:
Madrid será tu tumba.

Y alguien cavó ya el hoyo de este grito.

Al río Manzanares lo hace crecer la vena
que no se agota nunca y enriquece.

A fuerza de batallas y embestidas,
crece el río que crece
bajo los afluentes que forman las heridas.

Camino de ser mar va el Manzanares:
rojo y cálido avanza
a regar, además del Tajo y de los mares,
donde late un obrero de esperanza.

Madrid, por él regado, se abalanza
detrás de sus balcones y congojas,
grabado en un rubí de lontananza
con las paredes cada vez más rojas.

Chopos que a los soldados
levanta monumentos vegetales,
un resplandor de huesos liberados
lanzan alegremente sobre los hospitales.

El alma de Madrid inunda las naciones,
el Manzanares llega triunfante al infinito,
pasa como la historia sonando sus renglones,
y en el sabor del tiempo queda escrito.

LA FÁBRICA-CIUDAD

(En una ciudad de la U.R.S.S. —Jarko— he asistido
al nacimiento multiplicado, numeroso, rápido del tractor).

Son al principio un leve proyecto sobre planos,
propósitos, palabras, papel, la nada apenas,
esos graves tractores que parten de las manos
como ganaderías sólidas con cadenas.

Se congregan metales de zonas diferentes,
prueban su calidad los finos probadores,
la fundición, la forja, los metálicos dientes.
Y empieza el nacimiento veloz de los tractores.

Id conmigo a la fábrica-ciudad: venid, que quiero
contemplar con los pueblos las creaciones violentas,
la gestación del aire y el parto del acero,
el hijo de las manos y de las herramientas.

La fábrica se halla guardada por las flores,
los niños, los cristales, en dirección al día.
Dentro de ella son leves trabajos y sudores,
porque la libertad puso allí la alegría.

Fragor de acero herido, resoplidos brutales,
hierro latente, hierro candente, torturado,
trepidando, piafando, rodando en espirales,
en ruedas, en motores, caballo huracanado.

Una visión de hierro, de fortaleza innata,
un clamor de metales probados, perseguidos,
mientras de nave en nave se encabrita y desata
con dólmenes de espuma, chispazos y rugidos.

Es como una extensión de furias que contienen
su casco apasionado sobre desfiladeros,
contra muros en donde se gastan, van y vienen,
con llamas de sudor y grasa los obreros.

Chimeneas de humo largo, sordo, grasiento,
acosan con penumbras a la creadora masa,
a la generadora masa que obra el portento,
el tractor con los dientes sepultados en grasa.

Hornos de fogonazos: perspectivas de lumbre.
Irradian los carbones como el sol, las calderas,
los lavaderos donde llega la muchedumbre
del metal que retiene sus escorias primeras.

Laten motores como del agua poseídos,
hélices submarinas, martillos, campanarios,
correas, ejes, chapas. Y se oyen estallidos,
choques de terremotos, rumores planetarios.

Leones de azabache, por estas naves grises,
selvas civilizadas, calenturientas moles,
relucen los obreros de todos los países
como si trabajaran en la creación de soles.

En la sección de fraguas y sonidos más puros,
se hacen más consistentes las domadas fierezas.
Y el tornillo penetra como un sexo seguro,
tenaz, uniendo partes, desarrollando piezas.

Veloz de mano en mano, crece el tractor y pasa
a ser un movimiento de titán laborioso,
un colosal anhelo de hacer la espiga rasa,
fértiles los baldíos, dilatado el reposo.

Ya va a llegar el día feliz sobre la frente
de los trabajadores: aquel día profundo
en que sea el minuto jornada suficiente
para hacer un tractor capaz de arar el mundo.

Ya despliega el vigor su piel generadora,
su central de energías, sus titánicos rastros.
Y los hombres se entregan a la función creadora
con la seguridad suprema de los astros.

La fábrica-ciudad estalla en su armonía
mecánica de brazos y aceros impulsores.
Y a un grito de sirenas, arroja sobre el día,
en un grandioso parto, raudales de tractores.

La muerte, toda llena de agujeros

La muerte, toda llena de agujeros
y cuernos de su mismo desenlace,
bajo una piel de toro pisa y pace
un luminoso prado de toreros.

Volcánicos bramidos, humos fieros
de general amor por cuanto nace,
a llamaradas echa mientras hace
morir a tranquilos ganaderos.

Ya puedes, amorosa fiera hambrienta,
pastar mi corazón, trágica grama,
si te gusta lo amargo de su asunto.

Un amor hacia todo me atormenta
como a ti, y hacia todo se derrama
mi corazón vestido de difunto.

ELEGÍA SEGUNDA

A Pablo de la Torriente, comisario político

«Me quedaré en España compañero»,
me dijiste con gesto enamorado.
Y al fin sin tu edificio trotante de guerrero
en la hierba de España te has quedado.

Nadie llora a tu lado:
desde el soldado al duro comandante,
todos te ven, te cercan y te atienden
con ojos de granito amenazante,
con cejas incendiadas que todo el cielo encienden.

Valentín el volcán, que si llora algún día
será con unas lágrimas de hierro,
se viste emocionado de alegría
para robustecer el río de tu entierro.

Como el yunque que pierde su martillo,
Manuel Moral se calla
colérico y sencillo.

Y hay muchos capitanes y muchos comisarios
quitándote pedazos de metralla,
poniéndote trofeos funerarios.

Ya no hablarás de vivos y de muertos,
ya disfrutas la muerte del héroe, ya la vida
que no te verá en las calles ni en los puertos
pasar como una ráfaga garrida.

Pablo de la Torriente,
has quedado en España
y en mi alma caído:
nunca se pondrá el sol sobre tu frente,
heredará tu altura la montaña
y tu valor el toro del bramido.

De una forma vestida de preclara
has perdido las plumas y los besos,
con el sol español puesto en la cara
y el de Cuba en los huesos.

Pasad ante el cubano generoso,
hombres de su Brigada,
con el fusil furioso,
las botas iracundas y la mano crispada.

Miradlo sonriendo a los terrones
y exigiendo venganza bajo sus dientes mudos
a nuestros más floridos batallones
y a sus varones como rayos rudos.

Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan.
No temáis que se extinga su sangre sin objeto,
porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan
aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto.