A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
TU CORAZÓN Y EL MÍO [Mi poema]
Pedro Leandro Ipuche [Poeta sugerido]
MI POEMA …de medio pelo |
Que hoy el río sin agua ya no es río No tienen quien les mire, quien les llore, Las hojas de los chopos se han caído |
MI POETA SUGERIDO: Pedro Leandro Ipuche
Pienso tres cosas lindas
Pienso tres cosas lindas y las digo:
Nadie conoce la dulzura
Como la pata de la mariposa.
Una invisible sombra, sutil, ebria …
La sombra de la luna sobre el aire.
Perforemos un pozo,
Y saquemos la luz, quedando el día.
El ojo iluminado verá el pozo,
Porque la luz no es el color del día.
Me gusta
Me gusta el dorso de las barajas nuevas.
Las corbatas flamantes.
Los pañuelos de seda que, en la caja, se miran
Y no se tocan…
El iris seco de los biseles
(¿Y los caireles?)
El olor de los libros escolares.
La eléctrica naranja de la pelota variopinta…
La piel pintada de los lápices.
Las bolitas con íntimos colores
Que en la infancia poníamos
Contra la lámpara casera
Y derramaban, tembloroso, el iris …
¡Feliz el que conserve la cosquilla
Simpática del niño en sus rarezas!
Será la llave de la maravilla
Abriendo el ojo de las sutilezas.
El Guarda puentes
Se jubiló para mudar de vida
Y de lugar y… divertirse el resto.
Más de una cincuentena repetida
Sobre las viejas aguas de su puesto.
-Me voy a una ciudad desconocida
Donde pueda vivir con otro gesto.
Ya tengo el alma dura y desabrida
Y el brazo setentón poco dispuesto.
Lo engañó -como suele- la costumbre:
Creyó muy fácil desprender herrumbre
Y separar el corazón ligero.
Un día los atónitos pasantes
Lo vieron con los ojos vigilantes
Pescando bajo el puente compañero.
El Circo
¡Brava infantilidad del circo!
Vivo en mi casa el circo amoroso.
Soy el acróbata curtido
De los trapecios y pistas del alma.
¡Qué de saltos mortales
Y cambotes fatales!
¡Ah mis cabriolas sentimentales!
A veces muestro la patética
Rigidez del «patrón».
(¡Ese patrón!)
Pero…
Soy para mis dos hijos el payaso
Intimo, solo y sin color.
El cielo líquido
El sol ha vuelto el cielo esta mañana
Tan líquido y corrido
Que mis ojos se tejen en las aguas celestes
No es el agua que salta o resalta:
Es el agua fluida,
Visible y escondida,
Como presencia de esencia.
En el otoño he visto
Un cielo tan marino sobre mí,
Que aquello era el abismo vertido sobre el día.
El abismo asomado que marea de arriba;
Donde se pierde el ojo de anegarse y beber.
Tierra honda
Y yo que he visto el río no puedo ver el lago,
yo que he estado en la selva me río del jardín;
enlacé toros chúcaros en la luz de mi pago,
y me crié con carne, con leche y macachín.
Ya veis que soy un gaucho. Conozco la aspereza
de ¡a sierra más dura, y larga y primitiva.
He sentido mi cuerpo gozoso en la fiereza
de los caballos rápidos de mirada más viva.
No siento la mecánica. Un potro es la energía
caliente de la vida. Y un auto es un cacharro.
Me entusiasman los pájaros alborotando el día
y los cuatro caballos que sacuden un carro.
Son los sagrados vínculos de mi emoción, sencillos:
los árboles, las aguas, el sol, el horizonte
y las estrellas fieles de cósmicos anillos,
y el animal y el pájaro de la tierra y el monte.
La amistad de los hombres es una herida hermosa,
inevitable y húmeda:—lo saben mis amigos!
Por ellos la frescura del corazón retoza,
y en las horas del cáliz, sé la ley de los trigos.
En la Naturaleza me encuentro llanamente:
late en la ramazón de mi cuerpo violento
su fuerza oculta y viva que se achica en mi frente,
y grita en la palabra de mi estremecimiento.
Pude haberme afinado hasta hacerme una onda,
traslúcida y volátil, pero no puede ser:
el oleaje es flotante, y la raíz es honda,
y de la hondura fresca me gusta florecer.
Pero qué delicado es todo lo maduro!
De la entraña se alza la palabra más fuerte;
la emanación lozana del fondo más oscuro.
sale a la luz para vencer la muerte.
Hay artistas que ajustan las gemas afinadas
a los nervios vencidos en una engarzadura;
pero el poeta engasta sus gemas invioladas
en los anillos íntimos de la sangre más pura.
No se puede jugar con la Naturaleza
ni con el santo espíritu que la sien ilumina.
Adentro está la vida y toda fortaleza,
y la armonía ciega de la estrofa divina.
Si me afino me pierdo. El vigor de mi verso
está en la más profunda grieta de mi interior.
Esta grieta es la herida que me une al universo
por un anhelo erguido y un místico temblor!
MI POETA INVITADA: María Luisa Mora Alameda
Hay que salir un poco,
ponerse el poncho grande
que cubre el continente de la pena,
levantar la persiana,
hacer un flan de huevo y de vainilla
y mezclarlo con pasas
y con ron.
Que esté tan bueno
que dé pena dejarlo mucho tiempo
sobre el plato.
Hay que ponerse rimel
en el borde superior de las pestañas,
sombra azul más bien suave
y colorete rosa
en lo más elevado de los pómulos,
perfilar bien esos labios asimétricos
para que no se note
y usar luego carmín que disimule
ese rictus que cae
sobre la comisura de la boca.
No se puede quedar una tan quieta
que llegue el corazón a vernos y se asuste,
y que un jilguero pálido nos cante
al tiempo que se va por donde vino
sin dejar en nosotros
su regalo de alegría.
Así que me levanto.
Me peino un poco. Bebo
mi café con galletas.
Y me pongo los besos
que me da mi marido entre los ojos
como si fuera
una hermosa bufanda.
Me abrigo de esperanza.
Y la ilusión se torna en mi vestido.
Me perfumo con sueños.
Con los versos que escribo
me hago unos pendientes preciosísimos.
Y me torno valiente.
Me torno esperanzada.
Y soy maravillosa.
Como siempre lo he sido.
JUVENTUD
Entonces qué inocencia,
qué mañana
de inmensos olivares,
de luz que enciende
los ríos de la sangre caudalosa.
Con tus manos
ponías caminos anchos
en nuestro corazón,
que conducían
a destinos numerosos,
a cabañas que acogían estudiantes,
a amantes bellos,
a alondras delicadas que no entienden
la sed del conformismo
y vuelan
sobre una tierra preñada de emociones.
Nosotros
sentíamos, por entonces, que llegaban
los verdes rododendros,
esas frescas lagunas
en las que podían dibujarse
las delirantes líneas
de las más sutiles emociones.
Qué hermosa era entonces
la entregada sed sin condiciones,
el cansancio rendido
ante el vitalista reino de la lucha.
No moríamos jamás.
No éramos ninguno
la carne de cañón que se esperaba.
La muerte no solía
atormentar la lenta longitud de la arterias.
Poseíamos la infinita magia
que las reciente manos acumulan:
el poder de la vida,
el poderoso imán de la belleza.
El cielo azul cubría
el infinito techo de la Aurora
y todo
se asemejaba al triunfo.
Todavía
podemos recordar
sutilmente
aquella historia
y parece que todo vuelve a resurgir
para nosotros:
El cielo azul,
la hermosa primavera.