A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
MI CORAZÓN SE APAGA [Mi poema]
Carlos Martínez Rivas [Poeta sugerido]
MI POEMA... de medio pelo |
Dolorido. Mi corazón se apaga, Que débil él se siente y azaroso Y el mar en que se mueve es proceloso, Ni siquiera esta fase de locura
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MI POETA SUGERIDO: Carlos Martínez Rivas
Los perdedores caen en la lona
Ser el ganador es una vulgaridad.
Yo, personalmente, me sentiría abochornado
si me levantaran el brazo ante la multitud
en el cuadrilátero bajo una luz de oprobio.
¿Por qué?
¿Porque derribé a un luchador solitario
que ni siquiera combate conmigo
sino consigo
y a lo mejor era mejor que yo?
¿Por qué no le levantan el brazo también
al que está en la lona caído
si peleó lo mismo?
Gene Tunney era mejor que Dempsey.
No un bruto. Un científico. Un poeta
que escribe en su Autobiografía, ARMS FOR LIVING:
“Allí estás solo.
No hay amigos allí. Te la juegas sin nadie.
No hay partidarios excepto tus brazos”.
El perdedor estudió su técnica en anteriores
combates. La suya y la del adversario.
Las comparó en rollos de películas proyectadas
en el comedor, después de la cena, con sus hijos.
Niños de ardientes pómulos confiados en su fuerza.
Seguros de la victoria del padre.
Pero tal vez el perdedor estaba
perdidamente enamorado de su esposa
y roto por el insomnio. Como Jack Brennan.
—Sí. Como Jack Brennan.
Y durmió mal la víspera del encuentro.
No le respondieron los reflejos.
Se le agarrotaron los tendones del muslo.
Demasiado clinch.
Deficiente trabajo de piernas y juego de cintura
frente al otro: sereno, manteniendo
la guardia ortodoxa sobre la pierna izquierda
hasta el gancho mortífero,
como el gesto del embozado en el cartón de Goya.
El sudor del esfuerzo espaldar.
El tallado torso refulgente como diamante.
Un prisma proyectando un espectro de brazos
como luz en haces.
Pero nadie sabe que uno piensa cuando boxea.
Piensa en una caja de música de niños
y una esposa en trámites de divorcio.
Sentada Dios sabe dónde.
Dos ojos neutros en trámite de divorcio.
Ganar: vergüenza profesional.
Perder: destino sin concesiones.
Si todos somos, nadie es más grande.
Si la victoria de uno es la derrota de otro,
toda victoria es, en algún lugar,
Incluido en Las peras del olmo
Beso para la mujer de Lot
“Y su mujer, habiendo vuelto la vista
atrás, trocose en columna de sal.”
Génesis, XIX, 26
Dime tú algo más.
¿Quién fue ese amante que burló al bueno de Lot
y quedó sepultado bajo el arco
caído y la ceniza? ¿Qué
dardo te traspasó certero, cuando oíste
a los dos ángeles
recitando la preciosa nueva del perdón
para Lot y los suyos?
¿Enmudeciste pálida, suprimida; o fuiste
de aposento en aposento, fingiéndole
un rostro al regocijo de los justos y la prisa
de las sirvientas, sudorosas y limitadas?
Fue después que se hizo más difícil fingir.
Cuando marchabas detrás de todos,
remolona, tardía. Escuchando
a lo lejos el silbido y el trueno, mientras
el aire del castigo
ya rozaba tu suelta cabellera entrecana.
Y te volviste.
Extraño era, en la noche, esa parte
abierta del cielo chisporroteando.
Casi alegre el espanto. Cohetes sobre Sodoma.
Oro y carmesí cayendo
sobre la quilla de la ciudad a pique.
Hacia allá partían como flechas tus miradas,
buscando… Y tal vez lo viste. Porque el ojo
de la mujer reconoce a su rey
aun cuando las naciones tiemblen y los cielos lluevan fuego.
Toda la noche, ante tu cabeza cerrada
de estatua, llovió azufre y fuego sobre Sodoma
y Gomorra. Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Así colmaste la copa de la iniquidad.
Sobrepasando el castigo.
Usurpándolo a fuerza de desborde.
Era preciso hundirse, con el ídolo
estúpido y dorado, con los dátiles,
el decacordio
y el ramito con hojas del cilantro.
¡Para no renacer!
Para que todo duerma, reducido a perpetuo
montón de ceniza. Sin que surja
de allí ningún Fénix aventajado.
Si todo pasó así, Señora, y yo
he acertado contigo, eso no lo sabremos.
Pero una estatua de sal no es una Musa inoportuna.
Una esbelta reunión de minúsculas
entidades de sal corrosiva,
es cristaloides. Acetato. Aristas
de expresión genuina. Y no la riente
colina aderezada por los ángeles.
La sospechosamente siempreverdeante Söar
con el blanco y senil Lot, y las dos chicas
núbiles, delicadas y puercas.
Alba y mi modo
Si se da cuenta de mi modo
Si lo logro
Si le da la vuelta mi modo
Entera y en redondo
Y si mi modo a su manera
Se le presenta como
Se le recomienda solo
Si la despierta con su codo
Si le restriega un ojo
Para que vea con el otro
Y si se le pega su tono
Y ya le suena como propio
Si lo logro
Si de mi modo se da cuenta
Tomo lo todo que la quiera
Porque el modo es el hombre. Ellas
Son sólo darse cuenta.
El pintor español
—Yo pintaré un hombre con una linterna.
—Hazlo. Pero qué le pondrás
alrededor para que se vea?
—Pues, noche dijo, ya iracundo.
Las vírgenes prudentes
¿Quién es esa mujer que canta
en la noche? ¿Quién llama a su hermana?
De país en país, esa rapsoda que vuelva en el viento
por encima del mar tenebroso donde culebrea el cielo?
¡Salidle al encuentro!
Ella, la enamorada.
Ella nada más, y su hermana.
¿Ese viento que canta?
Es la voz del amor. La voz del deseo del amor que se alza
en la noche alta.
Sobre la potencia de la ciudad, esa voz que gira.
Esa aria exquisita!
Sólo esa nota vibra en la noche helada.
Esa arpa sola tañendo en la noche vasta.
Ese único silbo penetrante de la pureza.
Sólo esa serenata encantada.
Y el amor de las hermanas!
De las estrellas protegiendo sus llamas
para el Deseado que tarda.
Nada sino eso: el cañaveral de las desposadas
y la sombra alargada del Ladrón que escala.
Canta la noche y las llanuras solitarias
sometidas al hechizo de la luna. Claras,
vacías súbitamente al paso de las hermanas.
Al paso de la bandada blanca de las vírgenes hermanas.
Las que se entregaron al amor.
A quienes no se les concedió sino el amor.
Las Vírgenes Prudentes cuchicheando en la alcoba
MI POETA INVITADA: Manuela López García
BUSQUÉ TU NOMBRE
Busqué tu nombre entre los nombres
de todos los tiempos.
Recorrí caminos y multitudes
por oír tu acento,
y sentí muy hondo el dolor acerbo
cuando te perdiste
en la encrucijada de mi pensamiento.
Luego te soñé en las noches largas
mirando a los cielos.
Desgrané los astros;
exprimí luceros;
arranqué las sombras
y encontré la nada llenando los huecos.
Ya no sé tu nombre que trepó en el viento.
Se perdió en un orbe
corrupto de hieles,
mientras que mis brazos,
se hacían eternos,
y mecí mi alma
con la resonancia cóncava del eco.
de «Cauce para un latido»
POR LOS CAMINOS
Multitud de caminos
guardan mis pisadas,
caminos con asfalto,
sin asfalto,
caminos empedrados.
Soy un poco camino de mi misma,
de mis pasos.
Me atenazan los verdes
en libertad de campos.
Certidumbre de encuentros
con la briza que pasa
sollozando…
La vida se nos da
en un momento,
¡la vida es un camino muy cansado!
Dejamos en jirones
nuestro tiempo
por los caminos desgarrado.
De «Cauce para un latido»
DOS PALABRAS
La soledad. Este cansancio herido
que se apresura por mi sangre errante,
que penetra en el hueso, palpitante
como un río de lava incontenido.
Cansancio y soledad. He resumido
en sólo dos palabras la constante
de toda mi existencia. Hoy caminante
entre cardos y brumas me he perdido.
Ceñido a mi estatura tengo un fuego
que consume el anhelo con que busco
la eterna longitud de la belleza.
Cansancio y soledad a él entrego,
y rompo, y rompo nieblas, y rebusco
allá en el hueco donde el alma empieza.
Lobo sapiens