A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Manuel María Flores

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LA VIDA ES BONITA [Mi poema]
Manuel María Flores [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

La vida es muy bonita si la hacemos bonita.
En sí mismo la vida es un mero transitar
del punto “a” hasta el punto “b” de nuestra cita
llenando tú este tramo y así hasta terminar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita
en la que cada instante tú habrás de recordar.
Sacando todo el jugo y que a esa manzanita
con toda intensidad poderla disfrutar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita
si ya desde la infancia tú sabes conjugar,
consciente está imbricada la ciencia manuscrita
mas pero que es preciso soñar, soñar, soñar…

La vida es muy bonita si la hacemos bonita.
que más pronto que tarde conviene valorar.
La vida es cual naranja que luce redondita
compuesta de unos gajos que debes completar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita.
La vida es como un juego que debes de jugar.
Es como si enfrentaras en una partidita
y que con tu destreza te aprestas a ganar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita
mas hay algo que nunca tú debes olvidar,
que siempre en la función tú eres protagonista
y aplausos o abucheos de ti dependerán.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita.
Recuerda tu objetivo, lograr felicidad,
que habrás de conseguir tocando la varita
tan mágica que sólo tú la sabrás tocar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita
que debe acompañar al valor de la amistad.
No olvides que es tan bella la flor de esta joyita
y que con todo esmero la debes de cultivar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita
La vida tiene magia y suspense hasta el final.
La vida es tan coqueta que aquella señorita
a la que galanteas y esperas conquistar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita.
Cual copa ella es de vino que debes degustar
sorbito tras sorbito, como ese sibarita
que aprecia los sabores llegando al paladar.

La vida es muy bonita si la hacemos bonita,
pero es imprescindible salir a navegar.
Abrázate al timón y sube a tu barquita
y raudo y decidido, sin más échate al mar.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Manuel María Flores

Pasión

¡Háblame! Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga…
con tal de oír tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.

¡Mírame!… Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno…
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.

¡Ámame!… Nada soy… pero tu diestra
sobre mi frente pálida un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.
*
Tú pasas… y la tierra voluptuosa
se estremece de amor bajo tus huellas,
se entibia el aire, se perfuma el prado
y se inclinan a verte las estrellas.

Quisiera ser la sombra de la noche
para verte dormir sola y tranquila,
y luego ser la aurora… y despertarte
con un beso de luz en la pupila.

Soy tuyo, me posees… un solo átomo
no hay en mi ser que para ti no sea:
dentro de mi corazón eres latido,
y dentro de mi cerebro eres idea.
*
¡Oh! por mirar tu frente pensativa
y pálido de amores tu semblante;
por sentir el aliento de tu boca
mi labio acariciar un solo instante;

por estrechar tus manos virginales
sobre mi corazón, yo de rodillas,
y devorar con mis tremente besos
lágrimas de pasión en tus mejillas;

yo te diera… no sé… ¡no tengo nada!…
—el poeta es mendigo de la tierra—
¡toda la sangre que en mis venas arde!
¡todo lo grande que mi mente encierra!
*
Mas no soy para ti… ¡Si entre tus brazos
la suerte loca me arrojara un día,
al terrible contacto de tus labios
tal vez mi corazón… se rompería!

Nunca será… para mi negra vida
la inmensa dicha del amor no existe…
sólo nací para llevar en mi alma
todo lo que hay de tempestuoso y triste.

Y quisiera morir… ¡pero en tus brazos,
con la embriaguez de la pasión más loca,
y que mi ardiente vida se apagara
al soplo de los besos de tu boca!

En el baño

Alegre y sola en el recodo blando
que forma entre los árboles el río
al fresco abrigo del ramaje umbrío
se está la niña de mi amor bañando.

Traviesa con las ondas jugueteando
el busto saca del remanso frío,
y ríe y salpica el glacial rocío
el blanco seno, de rubor temblando.

Al verla tan hermosa, entre el follaje
el viento apenas susurrando gira,
salta trinando el pájaro salvaje,

el sol más poco a poco se retira;
todo calla… y Amor, entre el ramaje,
a escondidas mirándola, suspira.

Frío

(Cuento Bohemio)

La tarde era triste,
la nieve caía,
su blanco sudario
los campos cubría;
ni un ave volaba,
ni oíase rumor.

Apenas la nieve
dejando su huella,
pasaba muy triste,
muy pálida y bella,
la niña que ha sido
del valle la flor.

Llevaba en el cinto
su pobre calzado;
su hermano pequeño
que marcha a su lado
le dice: —«No sienten
la nieve tus pies?»

«Mis pies nada sienten»
—responde con calma—
«el frío que yo siento
lo llevo en el alma;
y el frío de la nieve
más duro no es».

Y dice el pequeño
que helado tirita:
—«¡Más frío que el de nieve!…
¿Cuál es, hermanita?
¡No hay otro que pueda
decirse mayor!…»

—«Aquel que de muerte
las almas taladre;
aquel que en el alma
me puso mi madre
el día que a mi esposo
me unió sin amor».

AMÉMONOS

Buscaba mi alma con afán tu alma,
buscaba yo la virgen que mi frente
tocaba con su labio dulcemente
en el febril insomnio del amor.

Buscaba la mujer pálida y bella
que en sueño me visita desde niño,
para partir con ella mi cariño,
para partir con ella mi dolor.

Como en la sacra soledad del templo
sin ver a Dios se siente su presencia,
yo presentí en el mundo tu existencia,
y, como a Dios, sin verte, te adoré.

Y demandando sin cesar al cielo
la dulce compañera de mi suerte,
muy lejos yo de ti, sin conocerte
en la ara de mi amor te levanté.

No preguntaba ni sabía tu nombre,
¿en dónde iba a encontrarte? lo ignoraba;
pero tu imagen dentro el alma estaba,
más bien presentimiento que ilusión.

Y apenas te miré… tú eras ángel
compañero ideal de mi desvelo,
la casta virgen de mirar de cielo
y de la frente pálida de amor.

Y a la primera vez que nuestros ojos
sus miradas magnéticas cruzaron,
sin buscarse, las manos se encontraron
y nos dijimos «te amo» sin hablar

Un sonrojo purísimo en tu frente,
algo de palidez sobre la mía,
y una sonrisa que hasta Dios subía…
así nos comprendimos… nada más.

¡Amémonos, mi bien! En este mundo
donde lágrimas tantas se derraman,
las que vierten quizá los que se aman
tienen yo no sé que de bendición,

dos corazones en dichoso vuelo;
¡Amémonos, mi bien! Tiendan sus alas
amar es ver el entreabierto cielo
y levantar el alma en asunción.

Amar es empapar el pensamiento
en la fragancia del Edén perdido;
amar es… amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón.

Es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, escuchar tu acento,
en el alma sentir el firmamento
y morir a tus pies de adoración.

SOÑABA

(Heine)

Soñaba yo: mis párpados henchidos
de lágrimas sentía;
soñé que estabas en la tumba, muerta,
y muerta te veía…
Era un sueño no más , pero despierto
lloraba todavía.

Estaba yo soñando, y por la cara,
el llanto me corría;
soñé que te arrancaba de mi lado
alguno, vida mía…
Era un sueño no más, pero despierto
lloraba todavía.

Soñaba yo… Me ahogaban los sollozos,
el llanto me bebía…
Estaba yo soñando que me amabas,
¡soñando que eras mía!
¡Era un sueño no más, no más que un sueño,
y lloro, más que nunca, todavía!

FRANCESCA

—La tierra en donde vi la luz primera
es vecina del golfo en que suspende
el Po, ya fatigado, su carrera.

Amor, que sin sentir el alma prende,
a éste prendó del don, que arrebatado
me fue de modo que aun aquí me ofende.

Amor, que obliga a amar al que es amado,
juntónos a los dos con red tan fuerte
que para siempre ya nos ha ligado.

Amor hiriónos con terrible suerte;
y está Caín de entonces esperando
aquí al perverso que nos dio la muerte.

Palabras tan dolientes escuchando,
incliné sobre el pecho la cabeza,
«¿en qué —dijo el Poeta— estás pensando?»

Y respondí, movido de tristeza
—«¡Ay de mí! ¡Cuánto bello pensamiento,
cuánto sueño de amor y de terneza

»los condujeron al fatal momento!».
Y vuelto a ellos «¡oh, Francesca! —dije—,
al corazón me llega tu lamento;

»y de tal modo tu dolor me aflige,
que las lágrimas bañan mi semblante.
Pero tu triste voz a mí dirige,

»y dime de qué modo, en cuál instante,
cuando tan dulcemente suspirabais,
y en el fondo del alma, vacilante,

»tímido aún vuestro deseo guardabais.
¿Dime de qué manera inesperada
os reveló el Amor que os adorabais?»

Ella me respondió: «¡Desventurada!
¡No hay pena más aguda, más impía,
que recordar la dicha ya pasada

»en medio de la bárbara agonía
de un presente dolor!… Y esa tortura
la conoce muy bien el que te guía.

»Mas ya que tu piedad saber procura
el cómo aquel amor rasgó su velo,
llorando te diré mi desventura».

Leíamos con quietud y grato anhelo
de Lancelote el libro cierto día,
solos los dos y sin ningún recelo.

Leíamos… y en tanto sucedía
que dulces las miradas se encontraban
y el color del rostro se perdía.

Un solo punto nos venció. Pintaban
cómo de la ventura en el exceso,
en los labios amados apagaban

los labios del amante, con un beso,
la dulce risa que a gozar provoca.
Y entonces éste, que a mi lado preso

para siempre estará, con ansia loca
hizo en su frenesí lo que leía…
temblando de pasión besó mi boca…
y no leímos más en aquel día.

HABLANDO AL VIENTO [Mi poema]
Manuel María Flores [Poeta sugerido]

MI POEMA...de medio pelo

 

Yo hablo al viento y el viento me responde,
escucho que él me grita que estoy loco,
me pone en un aprieto, en un sofoco,
que el viento no se oculta ni se esconde,
mas miro y no le veo y no le toco.

Presiento que es que él juega al escondite,
disfruta cuando finge hacer regates,
me opongo a comprender sus disparates
si acaso desafía con su envite
igual que en poesía hacen los vates.

Que el viento ya se sabe es muy variable
te basta con mirar a la veleta,
por mucho que lo quieras no está quieta
que a veces su corriente es más amable
o ruge sin parar cual metralleta.

Por eso yo le miro y me rebelo
y pienso que él no es quien para juzgarme.
Mañana cuando venga a saludarme
que olvide he de decir tomarme el pelo
o busque a quien juzgar, deje de hablarme.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Manuel María Flores

AUSENCIA

¡Quién me diera tomar tus manos blancas
para apretarme el corazón con ellas,
y besarlas… besarlas, escuchando
de tu amor las dulcísimas querellas!

¡Quién me diera sentir sobre mi pecho
reclinada tu lánguida cabeza,
y escuchar, como enantes, tus suspiros,
tus suspiros de amor y de tristeza!

¡Quién me diera posar casto y suave
mi cariñoso labio en tus cabellos,
y que sintieras sollozar mi alma
en cada beso que dejara en ellos!

¡Quién me diera robar un solo rayo
de aquella luz de tu mirar en calma,
para tener al separarnos luego
con qué alumbrar la soledad del alma!

Oh! quién me diera ser tu misma sombra
el mismo ambiente que tu rostro baña,
y, por besar tus ojos celestiales,
la lágrima que tiembla en tu pestaña.

Y ser un corazón todo alegría,
nido de luz y de divinas flores,
en que durmiese tu alma de paloma
el sueño virginal de sus amores.

Pero en su triste soledad el alma
es sombra y nada mas, sombra y enojos…
¿cuándo esta noche de la negra ausencia
disipará la aurora de tus ojos?…

MATER DOLOROSA

Plegaria
A mi Hermana Marina

Virgen del infortunio, doliente Madre mía,
en busca del consuelo me postro ante tu altar.
Mi espíritu está triste, mi vida está sombría,
pasaron sobre mi alma las olas del pesar.

Estoy en desamparo, no tengo quien me acoja;
hay horas en mi vida de bárbara aflicción,
y solo… siempre solo,, no tengo quien recoja
las lágrimas secretas que llora el corazón.

Es cierto que del mundo en la corriente impura
cayeron deshojadas las rosas de mi fe,
que en pos de mis fantasmas de juvenil locura
corriendo delirante, Señora, te olvidé.

Que me cegó el orgullo satánico del hombre,
y en mi ánima turbada la duda pentró;
y se olvidó mi labio de pronunciar tu nombre,
y de mi mente loca tu imagen se borró.

Es cierto… ¡pero escucha!… de niño te adoraba,
al pie de tus altares mi madre me llevó…
Llorando, arrodillada, la historia me cantaba,
del Gólgota tremendo cuando Jesús murió.

Y vi sobre su rostro la angustia y el quebranto,
caía sobre tu frente la sombra de una cruz,
tus lágrimas rodaban y negro era tu manto…
todo de un cirio pálido a la siniestra luz.

Entonces era niño, no comprendí tu duelo;
pero te amé, Señora, ¡tú sabes que te amé!
que dulce inmaculado, alzábase hasta el cielo
el infantil acento de mi sencilla fe.

Por esa fe de niño, por el ardiente ruego
que al lado de mi madre con ella repetí,
¡virgen del infortunio, cuando a tus plantas llego,
virgen del infortunio, apiádate de mí!

Tú miras, reina augusta, la senda que cruzamos;
con llanto la regaron generaciones cien,
a nuestra vez nosotros con llanto la regamos,
y las que vienen luego la regarán también.

A nuestro paso vamos dejando en sus abrojos
pedazos palpitantes del roto corazón;
y andamos… y andamos… y no hallan nuestros ojos
ni tregua a la jornada, ni tregua a la aflicción.

Mas tú eres la esperanza, la luz y el consuelo,
tus ojos levantados suplican al Señor,
tus manos están juntas en dirección al cielo…
tú ruegas por nosotros, ¡oh, madre del dolor!

En busca de consuelo yo vengo a tus altares
con alma entristecida y amargo corazón;
y pongo ante tus ojos, Señora, mis pesares,
y en lágrimas se baña la voz de mi oración.

No mires que olvidando tu imagen y tu nombre
al viento de este mundo mis creencias arrojé.
Acuérdate del niño y olvídate del hombre…
mi frente está en el polvo… perdóname… pequé.

¡Oh! por mi fe de niño, por el ferviente ruego,
que al lado de mi madre con ella repetí,
Virgen de los Dolores, cuando a tus plantas llego,
Virgen de los Dolores, ¡apiádate de mí!

LA FORTUNA

A Rosario P.

En su curso voluble la Fortuna
todo cuanto me diera me quitó;
Y la Miseria pálida y hambrienta
el umbral de mi puerta se sentó.

Y llegó la Amistad la que en un día
el festín de mis dichas presidió-
y aunque le dije ven, ella, espantada
al ver aquel espectro, se alejó.

Amor llegó también… Sellé mi labio,
porque temí que se alejara Amor;
pero él sin vacilar, bañado en lágrimas,
vino a mi presuroso… y me abrazó.

Y la Miseria pálida y hambrienta
que al umbral de mi puerta se sentó
a la luz de aquel ángel que lloraba,
ella… ¡la horible harpía!… se embelleció.

PASIÓN

¡Hablame! Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga…
con tal de oir tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.

¡Mírame!… Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno…
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.

¡Amame!… Nada soy… pero tu diestra
sobre mi frente pálida un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.
*
Tú pasas… y la tierra voluptuosa
se estremece de amor bajo tus huellas,
se entibia el aire, se perfuma el prado
y se inclinan a verte las estrellas.

Quisiera ser la sombra de la noche
para verte dormir sola y tranquila,
y luego ser la aurora… y despertarte
con un beso de luz en la pupila.

Soy tuyo, me posees… un solo átomo
no hay en mi ser que para ti no sea:
dentro de mi corazón eres latido,
y dentro de mi cerebro eres idea.
*
¡Oh! por mirar tu frente pensativa
y pálido de amores tu semblante;
por sentir el aliento de tu boca
mi labio acariciar un solo instante;

por estrechar tus manos virginales
sobre mi corazón, yo de rodillas,
y devorar con mis tremente besos
lágrimas de pasión en tus mejillas;

yo te diera… no sé… ¡no tengo nada!…
-el poeta es mendigo de la tierra-
¡toda la sangre que en mis venas arde!
¡todo lo grande que mi mente encierra!
*
Mas no soy para ti… ¡Si entre tus brazos
la suerte loca me arrojara un día,
al terrible contacto de tus labios
tal vez mi corazón… se rompería!

Nunca será… Para mi negra vida
la inmensa dicha del amor no existe…
sólo nací para llevar en mi alma
todo lo que hay de tempestuoso y triste.

Y quisiera morir… ¡pero en tus brazos,
con la embriaguez de la pasión más loca,
y que mi ardiente vida se apagara
al soplo de los besos de tu boca

AMÉMONOS

Buscaba mi alma con afán tu alma,
buscaba yo la virgen que mi frente
tocaba con su labio dulcemente
en el febril insomnio del amor.

Buscaba la mujer pálida y bella
que en sueño me visita desde niño,
para partir con ella mi cariño,
para partir con ella mi dolor.

Como en la sacra soledad del templo
sin var a Dios se siente su presencia,
yo presentí en el mundo tu existencia,
y, como a Dios, sin verte, te adoré.

Y demandando sin cesar al cielo
la dulce compañera de mi suerte,
muy lejos yo de ti, sin conocerte
en la ara de mi amor te levanté.

No preguntaba ni sabía tu nombre,
¿En dónde iba a encontrarte? lo ignoraba;
pero tu imagen dentro el alma estaba,
más bien presentimiento que ilusión.

Y apenas te miré… tú eras ángel
compañero ideal de mi desvelo,
la casta virgen de mirar de cielo
y de la frente pálida de amor.

Y a la primera vez que nuestros ojos
sus miradas magnéticas cruzaron,
sin buscarse, las manos se encontraron
y nos dijimos «te amo» sin hablar

Un sonrojo purísimo en tu frente,
algo de palidez sobre la mía,
y una sonrisa que hasta Dios subía…
asi nos comprendimos… nada más.

¡Amémonos, mi bien! En este mundo
donde lágrimas tantas se derraman,
las que vierten quizá los que se aman
tienen yo no sé que de bendición.
dos corazones en dichoso vuelo;
¡Amémonos, mi bien! Tiendan sus alas
amar es ver el entreabierto cielo
y levantar el alma en asunción.

Amar es empapar el pensamiento
en la fragancia del Edén perdido;
amar es… amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón.
Es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, escuchar tu acento,
en el alma sentir el firmamento
y morir a tus pies de adoración.