A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
BRAVO MURILLO [Mi poema]
Manuel José Cortes [Poeta sugerido]
MI POEMA... de medio pelo |
Camino por la ciudad Raudo avanzan al pasar Tengo a varios que driblar En este andar tan ligero De pronto un grupo se para Ahora es una bicicleta, Miro a un lado y veo rumanos, Con #Lavapiés, los barrios con mayor inmigración de Madrid Share on X |
Esta calle de Bravo Murillo, en el Barrio de Tetuán, es hoy en día uno de los centros neurálgicos de Madrid donde se ha instalado la inmigración. Aquí, se trata de una ciudad muy cosmopolita, lo difícil es encontrarte con alguno que tenga rasgos que te suenen muy comunes.
MI POETA SUGERIDO: Manuel José Cortes
El justo
Al borde del abismo, el roble erguido,
del huracán resiste al recio embate,
y su lozana copa no se abate
ni aun al golpe del rayo que lo ha herido.
Así, la condición que le ha cabido
sufre el justo, en su vida de combate:
exento de temor su pecho late,
y el dolor no le arranca ni un gemido.
El odio inmerecido no le espanta;
de sus contrarios el ultraje olvida;
el rencor en su pecho nunca impera.
Del deber acatando la ley santa
ve, imperturbable, el drama de la vida,
y el desenlace en otra Vida espera.
El zorro y el perico-ligero (Fábula)
Es necedad de marca
tragarnos el elogio
mentido de algún pillo
que después dice «!tonto!»
y ríe en nuestras barbas:
Vaya al caso un apólogo:
A un perico-ligero
así le dijo un zorro:
«Tu agilidad, perico,
excita grande asombro:
dicen que bien mereces
el epíteto honroso
de LIGERO; que corres
mas que el galgo y el potro;
que saltas mas que el tigre;
que brincas mas que el mono.
Haz que tu ligereza
yo admire, y este arroyo
salva, y en cambio te hago
el mas cumplido encomio».
El pobre animalejo
da un salto, y en el lodo
se mete hasta las cejas.
El pillastrón del zorro
se ríe a carcajadas y le dice «Molondro»,
si ya has vuelto a tu juicio,
sabe que por apodo
se te llama LIGERO:
tu nombre es PEREZOSO.
AL CIPRÉS
¡Oh ciprés! nuestra suerte es parecida.
Tú en el aura al nacer diste un quejido:
Yo al ver la luz primera de la vida
Del punzante dolor lancé un gemido.
De la tormenta al horroroso embate
Abrasado del rayo te has sentido;
Y yo mi corazón siento que late
Por la pasión y el infortunio herido.
Nunca en tu estéril copa se ha mecido
Del céfiro al aliento ni una flor:
Así mi corazón no ha producido
Más que la espina aguda del dolor
Eres tú más feliz, porque tu suerte
Es morir en el suelo do has nacido;
Mas yo ¡infeliz! Tal vez halle la muerte
Lejos del patrio suelo apetecido.
A UN TACAÑO
Yo conozco un tacaño… tan canalla
Que el aire escatimara muy contento:
No piensa por guardar su pensamiento,
O por guarda su voz si piensa calla.
Contra la ciencia misma de Dios falla,
Y en los astros del rico firmamento
Y en las olas del mar que impele el viento,
Ostentación y lujo inútil halla.
El menguado que todo lo cercena
Y pasa días tristes, infelices,
Sufriendo los tormentos del infierno,
¿Cómo a ser mutiladas no condena
Sus narices que son más que narices
Deforme yuca ó retorcido cuerno?
LA CIEGA
I Todo es noche, noche oscura !
Ya no veo la hermosura
De la luna refulgente;
Del astro resplandeciente
Tan sólo siento el calor.
No hay nube que el cielo dora,
Ya no hay alba, no hay aurora
De blanco y rojo color.
Ya no es bello el firmamento,
Ya no tienen lucimiento
Las estrellas en el cielo;
Todo cubre un negro velo;
Ni el dia tiene esplendor;
No hay matices, no hay colores,
Ya no hay plantas, ya no hay flores,
Ni el campo tiene verdor.
Ya no gozo la belleza
Que ofrece naturaleza
Lo que el mundo adorna y viste;
Todo es noche, noche briste
De confusión y pavor !
Do quier miro, do quier piso,
Nada encuentro y no diviso
Sino lobreguez y horror !
Pobre ciega, desgraciada,
Flor en su Abril marchitada,
¿ Qué soy yo sobre la tierra ?
Arca do tristeza encierra
Su más tremendo amargor;
Y mi corazón enjuto,
Cubierto de negro luto,
Es el trono del dolor.
En mitad de su carrera
Y cuando más luciente era
De mi vida el astro hermoso,
En eclipse tenebroso
Por siempre se oscureció.
De mi juventud lozana
La primavera temprana,
En invierno se trocó.
Mil placeres halagüeños,
Bellos dias y risueños
El porvenir me pintaba,
Y seductor me mostraba
Por un prisma encantador.
Las ilusiones volaron,
Y en mi alma sólo quedaron
La amargura y el dolor.
Cual cautivo desgraciado
Que se mira condenado
En su juventud llorida
A pasar toda su vida
En una horrenda prisión,
Tal me veo, de igual suerte:
Sólo espero que la muerte
De mi tendrá compasión.
Agotada mi esperanza,
Ya ningún remedio alcanza;
Ni una sombra de delicia
A mi existencia acaricia;
Mis goces son el sufrir:
Y en medio á tanta desdicha
Sólo me queda una dicha,
Y es la dicha de morir.