A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Manuel Benavente

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A LA MUERTE DE UN SOLDADO [Mi poema]
Manuel Benavente [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Triste, eres consecuencia del sueño que tuviste
y un buen día dejaste que alguno lo adornara,
que el alma te robara y te dejara un quiste
Y tú nunca quisiste que nadie lo extirpara.

Pues aunque tú naciste sin odios ni rencores,
crecieron tus temores, tus fobias y tus filias,
tuviste muchas novias, sufriste desamores
y hoy yacen tus dolores y el sueño no concilias.

Naciste de la nada, y hoy vuelves a la tierra
tu cuerpo allí se entierra sin que haya un funeral,
fuiste la flor del mal en esta vida perra
por culpa de la guerra que es otro carnaval.

Soldado sin galones forjado en tierra extraña
donde todo se amaña, de luchas y traiciones,
torciste tus renglones para que la guadaña
cortara con gran saña la gloria y sus pasiones.

Si pudieras hacerlo quizás te preguntaras
de qué sirvió tu estancia, el tiempo en qué gastaste,
si fuiste un inconsciente que lo desperdiciaras
pugnando contra el fuego, el mismo en que quemaste.
©donaciano bueno

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Escucha Dios... Yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte, ¿cómo estás?
Tú sabes... me decían que no existes,
y yo, tonto de mí, creí que era verdad.
(de un poeta desconocido muerto en campaña)

MI POETA SUGERIDO:  Manuel Benavente

La carreta

Allá lejos, como una
sombra, por la carretera,
cargada de áurea mies, gimiendo viene
la pesada carreta.

El carrero, que siente,
sin saberlo, ternuras de poeta,
al lento paso de los bueyes, canta
un lánguido cielito de la tierra.

¿Quién, al verla pasar, no habrá pensado
que la vida es también una carreta
que con su carga de ilusiones gime
recorriendo la senda,
mientras nosotros, los carreros, damos
al viento una canción que nos consuela?

Don Fulano de Tal

Don Fulano de Tal es ídolo del pueblo
las cabezas descúbrense al mirarlo pasar
camina lentamente, con paso de hombre grave
y pocos le disputan su honorabilidad.

Cuantiosas son sus rentas, sin inquietudes vive,
alguna que otra vez baja a la capital.
No faltan enemigos, mas su prestigio es grande
y le unge con sus óleos la popularidad.

Presidente perpetuo de cuatro comisiones,
es en todos los actos orador oficial.
Ha sido diputado, juega a la carambola,
al solo, a las carreras… y quién sabe a qué más.

¿Talento? Todo el mundo que lo tiene asegura.
Por más que sus discursos… su manera de hablar.
Después de todo, ¿para qué precisa talento?
¡Un hombre de su talla! ¡¿Don Fulano de Tal?!

Habladurías

Luna: muestra más temprano
tu dulce faz luminosa,
para que se pueda andar
por estas calles fangosas
y mal alumbradas,
Luna,
cuida que nadie nos oiga:
En aquel zaguán obscuro
está con su novio Rosa,
la de los rubios cabellos,
la de los labios de aurora.
Tiene ella catorce abriles
y él veinte ¡La sangre moza!
(Tú sabes Luna, como es
de traicionera la sombra…)
Las malas lenguas de enfrente,
-dos vecinas solteronas,
que no ven con buenos ojos
la ventura de las otras-
han dado en decir escándalos
del galán y de la novia.
(Y no sería extraño que
la obscuridad tentadora…)
Ven más temprano. No dejes
el campo a las envidiosas,
que son castas… porque no
pueden ya ser otra cosa.
¡Con una lluvia de luz,
tápales, luna, la boca!

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MI POETA INVITADO:  Mª Carmen Ruiz Guerrero

APRENDÍ DE LAS VÍRGENES

que las lágrimas pueden elegir un rostro
y habitarlo como gotas de cera.
No recuerdo la piel sin mácula.
La comisura de los labios, que fue dulce
cereza del huerto, es desde hace mucho
salada humedad. Ocupo mi peana y
como los santos dejo la mirada extática.
Mirada, y lágrimas, y manos
sedientas, exvotos de materia estremecida
bajo el barniz polícromo de la madera.

EMBADURNARME

con el barro frío de la tierra
recién llovida.
La cara,
el cuello,
el pecho,
el vientre.
Mis manos y el barro.
Dejarme secar tumbada
al sol sobre las hojas húmedas.
Tirante hasta ser piedra
como la piedra. Hasta ser ojos.
Ser horizonte inmóvil.

EN EL CABELLO SUELTO DE LAS ANCIANAS

se despliegan aquellas sábanas blancas
tendidas al amor de la brisa, la mirada
soñadora de las muchachas que fueron.
Mis bisabuelas, las tres a las que conocí,
con sus moños que las ataban a lo cotidiano,
a los quehaceres y los hijos, a la casa,
cada noche se quitaban las horquillas
y la melena larga del color de la inocencia
hacía brillar sus ojos
y abrirse los míos de nieta testigo
ante la luz que desprendía el instante.
He dejado que me crezca el pelo,
como de niña; ya las canas van ocupando
el lugar que les corresponde. Enrosco
el moño de mis bisabuelas sobre la cabeza
y observo la imagen. ¿Pareceré yo tan libre
al dejarlo caer?
Brocal y Voráz La Garúa