A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

MANUEL ALCÁNTARA

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TUMBADO A VER QUÉ PASA [Mi poema]
Juan Luis Panero [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

(A don Manuel Alcántara)

Permite que te diga don Manuel,
espero mi osadía no te ofenda
que aquí gozar del don nunca es prebenda,
te tengo en un altar. Y en mi anaquel.

Que ocupas un espacio preferente,
allí donde tú estás yo me arrebujo,
pues llevas de tu Málaga el embrujo
unido a ese gracejo reluciente.

Y al pan le llamas pan. Y cada día
mimando vas cual mesa a su mantel,
el niño ensimismado al redondel,
y el alma que es alegre a su alegría.

Te ocurre como a mí, que te has perdido,
pues sales a pasear y no te encuentras,
juntando penas, dudas te descentras
e ignoras y preguntas ¿por qué ha sido?

Nos sigues divirtiendo con tu guasa
así como el que mira y nada espera
poniendo la mirilla en tu visera
tumbado con placer a ver qué pasa.
©donaciano bueno

Manuel Alcántara, leerte es un placer

MI POETA SUGERIDO:  Juan Luis Panero

No hay palabras

Tocas un cuerpo, sientes su repetido temblor
bajo tus dedos, el cálido transcurrir de la sangre.
Recorres la estremecida tibieza,
sus corporales sombras, su desvelado resplandor.
No hay palabras. Tocas un cuerpo; un mundo
llena ahora tus manos, empuja su destino.
A través de tu pecho el tiempo pasa,
golpea como un látigo junto a tus labios.
Las horas, un instante se detienen
y arrancas tu pequeña porción de eternidad.
Fueron antes los nombres y las fechas,
la historia clara, lúcida, de dos rostros distantes.
Después, lo que llamas amor, quizá se torne forzada promesa,
levantado muro pretendiendo encerrar,
aquello que únicamente en libertad puede ganarse.
No importa, ahora no importa.
Tocas un cuerpo, en él te hundes,
palpas la vida, real, común. No estás ya solo.
«A través del tiempo» 1968

Noche de San Juan

Anticuado, interrogo las estrellas,
su desnudo, inapelable misterio,
mientras miro las llamas en la playa,
en esta noche cuando empieza el verano.
Lector de Drieu o Pavese, sé también
lo sencillo que puede ser acabar con la historia,
no preguntar ya nada, olvidar para siempre
esta apariencia de tarjeta postal.
Frente a mí, imperturbables, desveladas,
pasan, en silencio, vida y muerte,
evitando, con un rictus cansado,
este fantasma insomne, este papel en blanco,
esta hoguera apagada que perdura.

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche…

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche,
al filo mismo de la madrugada,
tras el telón caído de la euforia y del vino.

Unos ojos parpadean, se abren,
nos miran con su última transparencia
y un instante a nuestro lado
su doloroso transcurrir, su apretado paisaje de ternura
muestran, como un mendigo o un esclavo,
la humillada quietud de su tristeza.

Entonces, cuando no hay una sola palabra que decir,
con la avidez que lleva en sí lo fugitivo,
besar, unirse en la húmeda tibieza,
en empapada, áspero de arcilla de otra boca,
donde nada al fin y todo nos pertenece.

Después, igual que el viento
agitando fugaz unas cortinas
la claridad de la mañana nos muestra,
desvelar un instante en la memoria
aquello que una noche, una mirada,
la destruida posesión de unos labios, nos dio.

Lo que ahora ciego tropieza, resbala
por la gastada pared del corazón,
aferrándose terco hacia la muerte,
desplomándose sordo hacia el olvido.
«A través del tiempo» 1968

Pierre Drieu la Rochelle divaga frente a su muerte

Al final pienso que tenía razón
-todo el absurdo tinglado del poder,
el cuchillo implacable de la inteligencia,
las sórdidas, políticas palabras,
los arañados proyectos imposibles-,
sí, tenía razón ese día. Me acuerdo bien
cuando pensé, echado junto a ella,
que lo único real era una buena puta,
una piel cálida, unos labios silenciosos, unas manos expertas,
en aquel burdel, cerca de Neuilly, al amanecer.
Por eso, porque creo que tenía razón, soy más culpable
-libros, declaraciones, ideas, lealtades,
el secreto de todo, el revés de la nada-,
cuánto tiempo perdido para llegar a esto,
para recordar, ya sin solución, sus largos muslos,
el sabor espeso de su boca, los rozados pezones.
Llegaba una luz gris sobre la cama,
sobre su culo memorable, inmóvil,
sí, tenía razón, aquella puta
cuyo nombre nunca supe o tal vez he olvidado,
el humo de un cigarrillo, eso es todo, yo tenía razón,
y si no la tenía, ¿qué importa ahora?
De «Los trucos de la muerte«

Poemas de 1966 (Londres)

Frágiles, persistentes, tercas, permanecen las palabras escritas,
quién lo hubiera pensado, con su apariencia momentánea y mínima,
su caprichoso existir tan lejos de la realidad
o de lo que entonces como realidad se imponía.
Libros, apuntes, aburridos exámenes de inglés,
facturas que pagar, incomprensibles voces al teléfono
y la lluvia detrás de las cortinas
en aquella solemne habitación alquilada.
Noches de soledad brumosa y otras de enloquecida euforia,
con jarras de cerveza, verdes botellas de ginebra
y los ojos oscuros, con una brasa al fondo,
de Pauletta Ioannides y el dios abandonando a Antonio.
Sombras esfumadas, borrados gestos,
Strangers in the Night, desafinada música nostálgica.
Éramos jóvenes y estábamos de paso en la ciudad enloquecida,
éramos jóvenes y meses después regresaríamos,
lejos de allí, la vida todavía esperaba.
Lo que ocurrió después es fácil de adivinar
y casi veinte años me separan de aquello,
sin embargo, algunas palabras, su amarga y tierna materia,
el cercado mundo que pretendieron retener,
la desolada afirmación de sus sílabas,
aún permanecen, apenas corrompidas por el papel impreso.
Ahora -parece tan raro-, de todo aquel pasado
sólo queda, casi tangible, el recuerdo
de una mesa, alta y estrecha, con cuadernos amontonados
pesados diccionarios y una silla de respaldo duro
en la que alguien, remotamente parecido a mí,
iluminaba con arañadas letras
la sombra detenida de un fantasma.
Y todavía esas mismas palabras,
tantos años después, me repiten
su desvelado y único secreto,
su valeroso testimonio inútil,
frágiles, persistentes, íntimas y tercas
me recuerdan la magia desesperada de la vida.
«Antes de que llegue la noche» 1985

Qué bien lo hemos pasado cariño mío

Terribles son las palabras de los amantes,
aunque estén bañadas de falsa alegría,
cuando llega la desolada hora de la separación.
Fuera la lluvia galopa tercamente
y su eco retumba tras la ventana.
Los poderosos pájaros de la dicha
un breve instante anidaron en sus brazos
y dorados plumajes cubrieron los cabellos
que ahora sudor y hastío sólo guardan.
La estatua que quiso ser eterna
herida de reproches tiembla y cae.
Ya el combate de anhelo ha terminado
y húmedos restos las sábanas acogen.
Hombre y mujer en traje y documento
ceremoniosamente se despiden.
Sus manos por costumbre se enlazan
y banales sonrisas desfiguran sus labios.
Terribles son las palabras de los amantes
cuando llega la desolada hora de la separación.
Esqueletos de amor buscan nuevo refugio
y un jirón de ternura cuelga del viejo y gris perchero.
«A través del tiempo» 1968

Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte…

Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte,
la memoria que borra y desfigura
y la sombra de la muerte que aguarda.
Sólo fantasmales recuerdos y la nada
se reparten tu herencia sin destino.
Después de sucios tratos y mentiras,
de gestos a destiempo y de palabras
-irreales palabras ilusorias-,
sólo un testamento de ceniza
que el viento mueve, esparce y desordena.

A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno

Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
«Los trucos de la muerte» 1975

Acerca del incesto

(Recordatorio de Georg Trakl)

Buscó los labios de su hermana,
sus dientes, con irritante terquedad,
un ligero temblor, un breve escalofrío,
entrechocaban -quizá fuera la droga-
y su figura fue borrándose, disuelta
en la penumbra familiar del cuarto.
Años después,
golpeaban a lo lejos los cañones,
sobre sus sábanas de loco vio alzarse un cuerpo,
su húmedo olor, la longitud del tacto.
Buscó, sin dedos, la boca deseada,
la carne herida del amor y el delirio,
la claridad oscura de la cocaína,
sus ojos y aquellos ojos y algo más.
Besó sus labios en sus propios labios
y sintió arder la sal de su saliva.
Lejos, muy lejos, terriblemente lejos,
una mujer aullaba en el último espasmo.
Con asombro, la muerte dio constancia
de algo que jamás pudo imaginarse:
un estertor sin ruegos y sin llanto,
la agonía de un muerto, el terror de la vida.
«Los trucos de la muerte» 1975

MÁS SÓLO QUE LA UNA [Mi poema]
Rafael Espejo [Poeta sugerido]

MI POEMA …de medio pelo

 

Nadie a mi me avisó. Nadie me dijo,
debieron suponer que lo sabría,
que si alguien no le riega a la alegría
de nada servirá tenga un botijo.

Me engañaron. No supe a qué venía.
No pude decidir. De haber sabido,
si al menos yo lo hubiera conocido,
es posible que atrás me volvería.

Más sé, volver atrás no trae a cuenta,
no puede revertirse el calendario
¡qué lejano se queda ya el cuarenta!*.

Quisieron inyectarme una vacuna
para así soportar este calvario,
y hoy me siento más sólo que la una.
©donaciano bueno

* 1940. año del nacimiento del autor.

MI POETA SUGERIDO:  Rafael Espejo

Amour Fou

Apaguemos la vela y en silencio
hagamos el amor palpando sombras.
Que crujan de placer nuestros desnudos.

Que las ondas de aliento entrecortado
te rosen el fulgor de los pezones.
Probemos de esta miel la noche toda.

Luego me marcharé sin despertarte:
no dejaré ningún beso dormido
sobre tus labios blandos y entreabiertos.

Y olvidaré las calles que desande,
por si vuelve a surgirnos la ocasión
de querernos como desconocidos.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

Autorretrato

Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pía.

Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.

De perfil me embellecen
un ojo y una oreja, media nariz, dos labios
mitad sobre mitad.

Y duros huesos a los que se enredan
músculos trepadores
regados por la sangre que heredé,
todo cubierto de porosa dermis
mal abrigada por vellosidades.

Pero yo, que habito una región
ignota en el cerebro,
sólo me reconozco íntegramente
en el pene y los testículos:
esos ojos no natos con trompa umbilical,
reliquias ancestrales
de las eras biológicas que confluyen en mí,
pura animalidad que me despierta.

¿Para qué sirvo entonces,
a qué puedo aplicar estos dispositivos,
exactamente qué he venido a hacer?

Vivir, pero además
vivir consciente,
vivir como si solo
fuese real la vida.

Y dar gracias a ciegas
a quienes me engendraron,
gracias al niño que me trajo aquí,
gracias a las muchachas,
al perro que me sigue y a la flor transitoria,
a la llovizna mística, a la luna de agosto,
gracias a los viajes que al llevarme
me hacen creer en casa,
y a las drogas felices, y a las decepciones
que me tienen humilde.

Esto soy. Gracias,
enormemente gracias.
Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto,
muchas gracias.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Buenos días, noche

De buen amar se vuelve
magullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.

El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.

Agradecido así,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tarareando:

no puedo amarte más, no soy tan físico.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

De amiga

Quien esconde un amor,
quien va celosamente almacenando
entre algodones la semilla nueva,

se desvela hacia adentro,
se desvela
como brilla la luna al mediodía.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

De noche, los domingos

De noche, los domingos son más tristes.
Ayuda la impresión bobalicona
de la distante luna, cuyo velo de flema
irreal se contagia:
las familias se arropan a la lumbre
eléctrica, o apuran
los restos de la cena quedamente,
pensando ya en la paz merecida del catre;
descienden el telón de las persianas
y se rinden al sueño de sí mismas.

«Que nadie nos moleste»
digo entonces,
«vámonos a un rincón».
Me aprietas silenciosa. Tú también tienes frío.
Pero los dos sabemos que quizás
sea mejor así,
caminar solitarios los recodos del pueblo
y a espaldas del convento
-piedras despellejadas con verdín-
nuevamente entregarnos en un culto
feliz porque salvaje:
dos mamíferos
que luchan contra el medio por conservar no más
que su sangre caliente.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

El beso

Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.

Se siente un leve soplo.

Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.

Saborean. Demoran el deseo.

Los amantes quisieran comprobar la emoción
desde el cuerpo del otro,
fingen que fingen.

Quieren hacer un beso
que la lluvia del tiempo no erosione.
Que permanezca mínimo y total.

El beso que han soñado tantas veces.

Y cuando al fin comparten la saliva
les queda la impresión
de haber equivocado algún detalle.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

El milagro

Si me pide Panchita
que desintegre el agua para demostrarle
separaría hidrógeno de oxígeno
con unas pinzas.
No en realidad, pero quizás lo hiciese.
Que me lo pida.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

La rueda

Mientras duermo algún sueño
en la sabana
una presa sucumbe a su depredador.
Aquí es noche. Allí día.

Se despereza el mar a cada ola,
las dunas del desierto no encuentran acomodo.

Si alguien colma su sed,
alguien se desahoga entre memorias tristes.

Huye una nube
(flota,
se invierte en ese charco),
está volviendo.

La flor despunta tersa,
se ruboriza el viejo por seguir siendo mundo.

Todo comienza ahora. Todo acaba.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Madriguera

Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Carlos Martínez Rivas

Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:

huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.

Con hilillo de baba
seca en la comisura de sus labios

y un sudor aceitoso surcándole la piel.
Las greñas enredadas.

(¿No desean lamerla, retozarse con ella
como serpientes entre hierbas altas?)

Así la quiero yo: hedionda,
envuelta en la placenta de los días;
presta para nacer entre mis brazos
con las primeras gotas de una luz
que la persiana filtre
macerando sus ojos.

Así. Pura mujer. Sin trampas.
Pestilente. Fluvial.
Inmaculada.
De «El vino de los amantes» Hiperión 2001

No me lo expliques

Cuando unas aguas se diluyen
en más agua
crece el anonimato del mundo.

También a las hormigas,
mientras portan el grano y lo almacenan,
las atrae esa muda voluntad
integradora.

Si una presa es cazada
la vida toma impulso en el depredador.

Y el viento siempre vuelve,
y la luz nunca acaba,
y las nubes suceden a las nubes…

Algo con insistencia está pidiendo
que me salga de mí si yo contigo.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Nocturno

La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
con la luna; hay también
quietud en lo profundo, donde no ocurre nada,
allí donde podría imaginarse
un vuelo de lechuza que atraviesa el silencio.

Y todo se resume en la palabra
fugaz.

Pero yo me detengo en ese corro
que corteja a la vida, compartiendo
explosiones de júbilo y otra especie de guiños
que luego buscarán intimidad
a la luz de las brasas de la hoguera.
Uno de ellos parece ensimismado:
«mañana… estos momentos…»
se teme,
y no disfruta.

Entre tanto, las chicas,
sensuales con sus nucas descubiertas,
dotadas de misterio por reverberaciones
de llamas que iluminan, de vez en vez, sus rostros;
ajenas al dolor
que acaba de robarle la sonrisa
al joven pensativo.
Se saben triunfadoras del presente.
Y el presente les dura hasta mañana.
De «El círculo vicioso» Universidad de Granada, 1996

Nos han dejado solos

A la orilla del mar,
donde el aire se densa porque viene
rumiando idiomas.

Tiembla el cielo en las aguas,
la tarde mece así sus intuiciones.

Y si me abrazas nos desvanecemos
en el paisaje pardo.

Qué placenta

esta balsa de tiempo suspendido,
qué remanso de paz.

Como el principio.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Nunca del todo

Saber menos aún,
desabrazarle al yo sus anillos de árbol,
confundir mis ideas con luciérnagas
intrascendentes.

Tenerme cada vez, nunca del todo,
como si fuese un niño quien me vive.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Principio y fin de la siesta

Saciados el estómago y el sexo,
¿qué queda?

Mullo el vientre calmado de mi amiga,

que entrecierra los ojos
y apenas corresponde:

un roce, como ondas
erizando sus hebras.

Desnuda, libra
la gravedad

de los acantilados

bajo el plácido vuelo
de los pechos

(el corazón,

poroso y rojo,
serena nuestro canto en su caverna).

Si se ovilla
es un monte que ofende en la sabana

la aridez del ocaso,
Y late

con pulso adormecido

una respiración secreta, vegetal:
oigo el musgo crecer sobre su pelvis.

La calavera rumia el sueño de su vida
como el mar en las conchas deshabitadas:

¿Qué reverso del mundo
he de aceptar por no quedarme solo?

Y este beso, ¿se filtra
como vaho en su hipnosis?

¿Es el aliento dulce del incienso
o acaso niebla baja
que sonrosa los bordes
de mi amiga?

Duerme,

duerme sobre nosotros
un cielo ensimismado

mientras cruza su frente

esa nube que apaga,
un momento, la tarde.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Regresión

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera

Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.

Tú acércate con dudas,
devuélveme el asombro
de aquel breve, infinito primer beso,
el temblor en tus ojos
de niña sorprendida en el pecado.
Deshazte de la ropa.

Tú separa los muslos
e imagina el gemido de unos cauces
con las aguas crecidas,
siente el salitre denso, desbocado
del río al diluirse en el océano.
Tú piensa en tierras húmedas después de una tormenta.

Y acaríciame dulce,
recógeme en tu pecho
la promesa
de que ya no te vas,
susurra que mañana
vamos a amanecer, mi vida, a medias;
pero antes de que el sueño nos aísle
dame otra vez tus labios recién hechos,
ondúlalos como una bienvenida,
enjúgame el sudor
pacientemente, madre.

De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

Silba

Unas hojas
-mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
hueco:
vibran,
revolotean.

Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva…

Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos. 2009

Manuel Alcántara

Vivir -

Vivir se va quedando sin campanas,
la esperanza no tiene que ponerse
ni la muerte un lugar donde caerse…
¿Quién le cerró a la vida las ventanas?

Que me expliquen por qué no tienen ganas
los antiguos caminos de moverse;
ya no queda ninguno en que perderse
y me quedan que estar muchas mañanas.

Por una herida múltiple respira
mi voz y en la baranda estoy de codos
pensando en el final de la tragedia.

Qué le vamos a hacer. Si bien se mira,
con el día y la muerte estamos todos.
Mal camino. Si Dios no lo remedia.

YA NO ERA UN NIÑO… [Mi poema]
Alfredo Silva Estrada [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Yo un día comprendí que no era un niño,
-tanto tiempo hace ya que no recuerdo-,
jugaba a no jugar, a ser ya cuerdo,
dejando y al pasado haciendo un guiño.

Debía de dejar en la estacada
-en esa disyuntiva me entretuve-
a ese tiempo que anduve en una nube,
el niño al que le dan una pedrada.

Fue un tiempo en que yo andaba a la deriva
sin brújula ni luz ni referente,
dudando en navegar contracorriente
sorbiéndome los mocos y saliva.

Y aún dudo si ando allí que ya me pierdo
y en esa alternativa sigo anclado,
si estoy en ese impasse o he superado
que nadie me pregunte, no me acuerdo.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Alfredo Silva Estrada

SENTIDO

Sintiendo en el instante creemos:
no hay arriba ni abajo,
igual cuando nada surge
(pero habitamos con acento)
E igual se afirma
arriba, abajo, en el centro,
el necesario resurgir. Y sentimos
la negación destrozada, acento.
Acentuándose, sintiendo el macizo remoto
¡que vértigo en las manos!
cerradas, abiertas
al estar así sintiendo
lo rugoso, lo liso. Y jamás volver a sentir
esta calma reconocida en el vértigo.
No está en las manos.
Tan simplemente cóncava, está. Y sentimos
aquí, hasta remotamente. Sintiendo
ilímite recreándose nos cerca
más allá y en los párpados. Recreación.
Y se retrae
pues quedamos a nivel desbandado
sosteniendo y sostenidos
por lo que permanece retraído y surgiendo.
Sentir esto sólo
y no dice la lengua su sentir.
Variación saboreada
del saber del sabor en la lengua
sintiendo lo intransferible. A solas
y a nivel desbandado
sintiendo todo siempre extraño.
Y los ojos ¿en qué contacto intransferible?
Casi visión
sentir el aire siempre extraño
hasta el olvido de la asfixia.
Sintiendo, olvidamos. Otro sentido
a nivel desbandado nos atrae. Ni disensión
ni tropos es la sed del sentido por hallarse
instando, acentuándose, conduciéndonos
sin posesión en el sentir.

EN LOS UMBRALES

En los umbrales
Ante puertas erectas
No hay desgaste
apenas plenitud
Ni barniz cuarteado ni leño carcomido
Ni rostro oculto tras el rostro
Serenidad apenas
Nadie insinúa en la noche
Los relieves del día no vivido
Nadie graba en lo oscuro
Borrosos frutos
Estás allí erguido como nunca
Bajo las vetustas arcadas
Y los puentes de un antes que se esfuma
Estás allí
En todos los lugares comunes rezumantes
Los sexos
En recios extravíos y entre los surcos suavizados
¿Quién lo afirma junto al ciprés más hendido y tanta hierba inquebrantable?
Frente a frente posible
Por este día en vislumbres que se arriesga en el júbilo

LA POESÍA

La Poesía desde el amanecer

Abrir esta ventana
Y celebrar el pan
Y nuestro amor con horizonte

Y la cosa aquí no ha aparecido

Una visión de nunca
por instantes
en el ahondado reposo del latido
captando hasta los poros
se arroja a un delirio de piedra.

Y en la continuidad perseguida
de la ráfaga fantasmal tendida al sueño
ábrese el desnivel de la significación desterrante.

El reposar golpe,
golpea sobre la tierra celadora
la develación de la muerte.

Más solo un eco ambiguo responde:
dar paso, asentir, aguardar
en la extinguida conjetura
el muro por siempre habitable
y el azar de par en par al fin
como una puerta amiga.

VA LIBRE DE MÍ MISMO

Va libre de mí mismo y de sí mismo
Y me ilumina y canta
Juntos sobrevivimos
Sobre el tropel de la ciudad ahogada en su inmundicia
Entre andrajos el tiempo es aire libre
Descubriendo la inocencia de un rostro
Y el instante
Cuarteado de estampidos
Es la huella continua
La pisada desnuda que se afirma junto a los sumideros de la nada
Los tajos del olvido
Las fracturas de ausencia
En mi insomnio respira su escritura
Desde ruinas de sueños hacia futuros horizontes olvidados
En la erguida constancia de la sangre
Sostenido feliz a flor de horario
Horas hechas de humus
De estrellas que se hunden con la rueda atascada
Y vuelven con el eje el diamante y el ajo
Horno a plena intemperie su latencia de fuego
Vertiente y lactescencia de un ritmo constelado
Cuerpo
Transpiración de la página
El ser en su comienzo sin nombre sin imagen
Y la meditación
Un halo apenas sobre las mieses
Las sienes en las cumbres
Las voces subterráneas.

ACERCAMIENTOS

Por momentos
brechas apenas sobre la indiferencia rocosa
por momentos
en un paso al descuido entre dos piedras silenciosas
por momentos
¿de qué tiempo aún no vivido
como si respirásemos olvido inabarcable?
por momentos
franqueamos la niebla conjetural
y llegamos a ver

como si el origen fuera cosa
como si el destino fuera cosa
llegamos a ver nuestro propio despojo
nuestro despojo inmóvil invadiendo la memoria
nuestra memoria desmembrada
el despojo agrandado en el desvelo de ver

ver
olvidándonos en un vilo sin tensión
olvidados
de la apetencia que levanta su ráfaga continua
su ráfaga continua de espacios habitados
habitamos por momentos
nuestro despojo inmóvil desplazando la memoria
nuestro despojo excedido en el desvelo de ver
nuestro despojo en vilo
en vilo sin tensión entre dos piedras silenciosas
y todo lo que fuimos cae en escoria de niebla
en exaltación traspasada por la suficiencia total
la indiferencia total sin fundamentos
brechas apenas
una visión rocosa traspasa hasta el sin sentido del abismo
y todavía
los huesos que comprenden el movimiento
la respiración que no comprende la respiración
y un ansia de escrutar la evidencia del tiempo

en la desierta conjetura la evidencia del despojo

en un reposo donde la respiración no es reposo
la muerte simplemente
la muerte en bloque de tierra sin promesas
como una cosa sola
como esta niebla de súbito rígida y deshecha
entre dos piedras silenciosas

palpamos
nuestro despojo inmóvil desplazando la memoria
sin pavor ¿con qué manos?
en el rechazo de quimeras la evidencia del despojo
la evidencia del despojo en una niebla rígida

la niebla conduce la visión como una cosa sola
como las brechas ciegas
como si el origen fuera cosa
como si el destino fuera cosa vivida por momentos sin vislumbres
mientras en ráfaga continua
una vislumbre insiste entre dos piedras silenciosas

la niebla empece el desvelo de ver
los sentidos golpean el sin sentido
la aspiración sobre el bloque de tierra sin promesas
sobre las brechas ciegas
el balbuceo de vuelo indescifrable
nos abarca para decir la muerte
mientras la muerte se dice en nuestra aspiración extenuada
en la memoria desmembrada por el desvelo de ver
de ver e interrogar nuestro propio despojo
excedido entre dos piedras silenciosas.

DE UN NAUFRAGIO

Sola en el vado está la proa. Incapaz de rehacer el naufragio,
ya remota extensión sin sosiego.

Emergerán los peces con un girar de llaves recobradas,
defensoras del templo.

(Oh las gradas del órgano.
El ábside expandido como gallo hacia el alba.
El vitral que aventura cometas
por un cielo de hiedras y de arañas)

Mas estarán perdidas las noticias boscosas.

Un niño habría salvado los espectros.
Y el timón carcomido ajustado a la tabla final
nos cantaría su barca,
sabedora de riesgos.

O los restos humanos hinchados en el cejo,
lejos hoy del estertor de sus arranques,
libertarían pupilas de resina
y hondo bullir de insectos,
nacidos del desgaste.

Allá en el vado sola está la proa.
Un pájaro se inmola en su brasa de canto.

DESNIVEL

Tener que encarar esta magia a la inversa
esta magia que no restituye
que solo hurta

Este fasto de un fuego que solo sabe extinguirse
que solo labra el sedimento de las lágrimas
que solo deja imágenes en el desorden de la memoria
y en el desorden de los sueños

Tener que encarar la magia escueta
desde el abrupto
irreductible desnivel
de este telón de fondo que de repente engulle la escena de los cuerpos

Ceder, construir
con el sedimento de las lágrimas
y la indigente provisión de la memoria y de los sueños
la conjetura vacilante, la raída pregunta
el único futuro que a veces nos sostiene

ANTE MI PADRE MUERTO

I
¿Qué decir ante mi padre muerto?

Que lo diga la lejanía que interroga
Cuando canta el pájaro porque sí.
En la rama no importa si a punto de caer
Y brilla el sol
Y lucen los frutos como escarcha de artificio
Y sentimos que no sufrimos bastante frente al espectro abrupto
Frente a esta cosa vuelta abismo
Casi a tono con el dolor tajado de asombro
Ante mi padre muerto

II
¿Cómo decir este despojo bajo el cielo?

Balbuceo sin saber
Sobrecogido de saber y no saber aún
Niño tanteando entre el aire que acompañó el vagido

Pesa el cielo sobre este rostro muerto
Pesa con todo el peso del espectro
Y me pesan sus párpados entre el cielo y la tierra

III
¿Cómo decir cómo pesaban sus manos bajo el cielo denso?

Todo el cúmulo del cielo
Sobre sus manos que sabían hacer la estancia
Las manos recogidas en el tiempo hacedor

Sus manos que hoy gravitan sobre el pecho roto
Mientras llora mi pecho respirando aires vivos

IV
Solamente la lágrima cuajada, detenida
Para mirar de frente
A través de fugaces aristas
La muerte de mi padre

¡Pobre amparo del dolor en la palabra
En la palabra huérfana!

Que escriba esto el silencio
O el cielo balbuciente en la lágrima

DESLUMBRAMIENTOS DEL ORIGEN

Deslumbramiento del origen
En el espacio del balbuceo asombrado

Hoy todavía la voz en el repliegue germinante

Hasta llegar al fondo regresas
Tocas fondo

Se alumbran extensiones fértiles

Padre y madre sonrientes en la piedra angular

Manuel Alcántara

Biografía -

Lo mejor del recuerdo es el olvido…
Málaga naufragaba y emergía…
Manuel, junto a la mar, desentendido;
yo era un niño jugando a la alegría.

Ahora juego a todo lo que obliga
la impuesta profesión de ser humano,
y a veces, al final de la fatiga,
enseño a andar palabras de la mano.

Ser hombre es ir andando hacia el olvido
haciéndose una patria en la esperanza;
cuerpo a cuerpo con Dios se está vendido
y a gritos no se alcanza.

(Dentro de poco se dirá que fuiste,
que alguien llamado así, vivió y amaba…)
Ser hombre es una larga historia triste
y un buen día se acaba.

Desde mis veinticinco historias vengo.
Nada me importó nada.
Pero cualquier capítulo lo tengo
miniado en letra triste y colorada.

Un hombre hecho y deshecho
os habla. Soy distinto cada año.
Tengo un desconocido por el pecho.
Sí. Miradme a los versos. No os engaño.

Tengo el sombrío bosque de la frente
esperando que llueva;
mientras, el alma suena bajo el puente,
y cuando el alma suena es que a Dios lleva.

Vuelvo a andar el camino desandado
y en mi paso resuenan las cadenas.
Recuerda el corazón acostumbrado…,
¡qué buen fisonomista de las penas!

Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor… Siempre me pierdo…
Amor, duda, esperanza… Siempre vienen…
La ilusión, si la he visto no me acuerdo.

Lo mejor del recuerdo es el olvido…
Málaga naufragaba y emergía…
Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.

Y un hombre hay de pie sobre mis huellas,
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas
propaganda de Dios allá en el cielo.

PENSAR O IMAGINAR [Mi poema]
Paola Valverde Alier [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

No tengo nada que hacer. Voy a pensar
¿pensar? ¿mas qué es pensar? ¿en qué ahora pienso?
¿hacerle a ese barullo aun más intenso?
Mejor es que me ponga a imaginar,
pensar deje en suspenso.

Pensar es comenzar a caminar
por un sendero agreste y pedregoso,
es despertar la mente haciendo el oso
sabiendo que al final no has de llegar,
pensar es muy penoso.

En cambio imaginar es agradable,
no precisa carnet, que no hay fronteras,
ni miedo de salir por peteneras,
ni nadie que te impida, inconfesable,
hacer lo que tú quieras.

Pensar, eso es de locos. Que inconsciente
no encuentras quien te sirva de aguafiestas
y puedes sin dinero hacer apuestas
creer que eres del mundo el presidente,
el dueño de las fiestas.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Paola Valverde Alier

LA VENDIMIA DEL POLVO

16 de octubre de 1900, Castrovillari

Un pulso raquítico me atormenta.
He alucinado con alimento para mis hijos,
banquetes en hojas carcomidas
por donde resbala la luz.

Las gotas desatarán la primavera,
convertida en piel
y pequeñas rajaduras de arcilla.

¿De qué me sirven estas manos
si no puedo cultivar la tierra?

Cosecho el polvo sumergido en la feroz enredadera.
Me tumbo a esperar a que caigan las uvas.

Esta patria que parió viñedos frente al lago
hoy me expulsa como un diente de león.

Mis hermanos renacieron en los pechos de una loba.
Su vientre nunca los contuvo.
Veo el hundimiento de mis zapatos.
Caminaré descalzo.
La química de los pasos me pertenece.
Probaré sus colores como en un experimento.

PALABRAS PARA TERESA

01 de enero de 1902, Puerto Limón

El aguacero ataca el tejado.

Persigo las gotas.

¿Cuántas serán suficientes para acortar la distancia?

Quiero improvisar tu aroma.
El aceite esencial de tu corteza en mí.

No me pidas ser paciente.
No vuelvas a escribir esa palabra.

He aprendido a seguir tus instrucciones
para encontrar la lágrima en la manzana
o el esqueleto en la semilla de durazno.

Hazme caso. Si cierro los ojos cae un alud.
Si los abro, la soledad se estanca.
Tienes que vender lo poco que hay en casa
y confiar en esta tierra que germina.

No insistas en un campo que niega sus cosechas.

En este ejercicio de serenidad
que me enseñó la ausencia
ha saltado una idea
que nos hará salir de la pobreza.
Trae el invento de Manzetti.
Trae a mis amados hijos.
Pregunta en el pueblo
cuándo zarpa el próximo vapor.
Date prisa.

HERRAMIENTAS DEL BOLERO

I.
Colocaron el taburete de madera,
el betún y el trapo.
Dieron brillo al cuero
hasta ver sus dientes reflejados en él.

Domenico y Antonio lustraban zapatos
mientras sus padres ideaban la receta
para un nuevo destino.

La clientela creció como levadura.

Todos en la ciudad querían reposar sus pies
en la caja de los limpiabotas italianos.

II.
Quizá por la i que siempre pronunciaban
al hablar en plural,
o la confusión de tantos transeúntes
que se comunicaban con ellos por señas,
los hermanos Musmanno
se convirtieron
en los hermanos Musmanni.

III.
Aunque esta no es una película de Vittorio de Sica,
También soñaron con cabalgar largas distancias.

IV.
Observo la fotografía en que Domenico
le da de comer a unas palomas.

Quiero besar sus manos,
entrar en la imagen para limpiar sus botas,
escribir un poema que prolongue la infancia,
para que nunca más
vuelva a trabajar un niño.

TERESA Y LA BARRERA DEL IDIOMA

No tiene alas
la victoria terrestre:
tiene pan en sus hombros,
y vuela valerosa
liberando la tierra
como una panadera
conducida en el viento.
Pablo Neruda

La palabra entra en el horno
como un rumor que se perdió en el trigo.

Regreso a mi piel.
Traigo en el canasto
un mensaje de primavera con olor a pan.

Estas líneas endurecidas en mi mano son blancas
y desmoronan la ausencia.
Me acuesto entre montañas.
Los troncos colisionan contra el distante paisaje que fui.

Atrás quedaron las muñecas y los pantalones cortos.
Ahora las máquinas dominan el movimiento,
motor con que tejí ajuares para mis hijos.

Voglio imparare questa lingua,
le digo a las palomas que circundan mi delantal.

Para todos ha sido fácil aprender este idioma,
pero a mí no se me adhieren las palabras.

Las palomas me escuchan
y se largan exhaustas
hasta el palomar que ha construido Domingo
en las afueras de su habitación.

Luego comprendo:
solo vinieron a custodiar las migajas.

Voglio imparare questa lingua, repito
mientras se alejan tranquilas.

EL CLAVEL

La mujer que sostiene el clavel
camina sobre la cúspide
de sus zapatos flamencos.

Su blanca espalda está cubierta
por un chal de cachemir.

Abre su bolso,
coloca la flor encima del tablero.
El vendedor roza su mano
cuando le entrega la pasta
y en ese instante dos cometas
comprenden su luz.

Ella se desliza por debajo de las sombras.
Los párpados unen su respiración.

El silencio electrocuta los cimientos.
Ella da media vuelta
y cruza la puerta apresurando el paso.

Cuando llega a casa, descubre que olvidó el clavel.

ARRULLO PARA EL PADRE DORMIDO

Cargo un caballito de coral en los ojos del horizonte.

Levanto los platos de esta mesa, bajo la escalera.

La muerte no repara entre ruiseñores o poetas,
pero ambos se alejan en el mismo barco estelar.

Parece que llueve, la nostalgia son estas gotas
que nos golpean débilmente
y nos deshacen como papel.

Está servido el café y yo no estoy ahí
para balancearme junto a la gaviota de madera.

El tiempo elástico es un pozo donde quiero construir.

Mi padre sale a caminar dos horas a la montaña,
y en la sombra solo encuentra un pino.
La tarde está oscura. Duerme su respiración.

CIERRO UN LIBRO EN LA MESA ANTIGUA

Con cicatrices en los brazos
–por haberlos dejado ir, tantas veces,
a un costado de las máquinas–
los hijos se secaban las lágrimas.

Vino la muerte y tuvo sus ojos.

Teresa despidió a Nicola
con la esperanza de zarpar
en el próximo vapor.

PALOMAS MENSAJERAS

Entreno palomas mensajeras.

En su ojo derecho
la brújula
guía el vuelo de retorno
hacia su palomar.

Sé muy bien dónde se oculta el sol,
unas alas agitan el horizonte
y los pichones viajan
con las miradas abatidas.

Abro las compuertas de sus jaulas.

Pronto romperán la inocencia
y yo refugiaré mi silbido
en la dilatación del tiempo.

Volarán en círculos
hasta convertirse en lluvia.

Son tan distintas a mí,
yo viajé desde otro continente
y aprendí a volar hacia una latitud desconocida.

Por eso
sigo el corazón de las palomas.

Siempre regresan al lugar donde probaron el alpiste
y vieron por primera vez un amanecer.

EL ALTO DE LAS PALOMAS

Sobre esta roca abro los brazos:
aquí quiero mi nido.

La roca está por encima del océano
y yo, sentado en la cumbre,
invento el trayecto.

Los halcones no pudieron arrebatarnos la dignidad.
Volví a instaurar los palomares
en la azotea de la fábrica.
Me gusta ver sus relevos,
la rapidez con que cruzan mi montaña
para llegar a la ciudad.

Soy un hombre que cree en el viento.
He vuelto a enlazar sobres
con el pago de los trabajadores
a sus pechos.

El aire siempre ha sido un territorio seguro.
La mente, otra forma de volar.

ÚLTIMO VUELO

Un camastro de troncos desnudos sostuvo la caída,
el chaleco de lino, la cadena sin tiempo
y el clavel rojo
que nunca marchitó.

En la puerta de la fábrica
un lazo negro marcó en el calendario
que un 17 de enero de 1967
Domingo Musmanni partió a las estrellas.

Zarpó de la agonía hacia una carroza transparente.
Sus caballos escoltaron el desfile
y las mujeres de su familia,
abrigadas con velos,
encarnaron la ópera.

Cuatro pájaros blancos posaron las extremidades
en la tapa de aquel féretro
para elevar su espíritu
a las bergamotas del Sur.

Manuel Alcántara

En busca de una persona

En busca de una persona
he sido por las calles
con perros y con palomas.

La he buscado por el parque,
detrás de cada palmera
y en cada hueco del aire.

Cerca de la catedral
y en el humo de los barcos
que se acaban de marchar.

Cien ojos por la Alameda
—en busca de una persona—
y mil pasos por la acera.

Llego de noche a mi casa.
Los perros y las palomas
me están mirando con lástima.

 

COMO UN BONIATO [Mi poema]
Carlos Bousoño [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Nunca supo vivir. Fue un pordiosero,
uno de esos que están en las esquinas
pidiendo una limosna. Junto al clero
vivió de la emoción. Frases divinas.
Apelando al buen dios, al mundo entero,
intentando, esperando si acoquinas
poniéndote el sombrero.

Un tipo sin igual, zarrapastroso,
despistado al que el traje vino grande,
que anduvo por igual haciendo el oso,
un virus pernicioso que se expande
que deja en cada etapa algo de poso
y se espera al final muera y se ablande
a fuer de ser baboso.

Que anduvo a su pesar de bote en bote
jugando al despistar a cada rato.
Tan sólo fue la sombra de un rebote
que sale reflejado en el retrato
de un ser inexistente, un monigote,
algo deforme, así, como un boniato
con forma de pegote.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Carlos Bousoño

Salvación de la vida

Ven para acá. Qué puedes decir. Reconoces
tácitamente a la aurora.
El aire se ensancha en irradiaciones o en círculos
y todo queda listo para una eternidad que no llega.
Yo y tú y todos los otros sumados,
enumerados, descomponemos el atardecer,
mas la fuerza de nuestro anhelo es una victoria levísima.
Somos los herederos de una memoria sin fin.
Se nos ha entregado un legado de sueño
que nos llega a las manos desde otras manos y otras
que se sucedieron con prisa.

Llevemos
sin parsimonia nuestra comisión delicada.
Pongamos
más allá de nosotros, a salvo de la corrupción de la vida,
nuestro lenguaje, nuestros usos, nuestros vestidos,
la corneta del niño, el delicado juego sonoro,
la muñeca, el trompo, la casa.

Salvación en la palabra

A Jorge Guillén

1
Dejad que la palabra haga su presa lóbrega,
se encarnice en la horrenda miseria
primaveral, hoce del destino, cual negra teología corrupta.
Súbitas, algunas formas mortales,
dentro del soplo de aire
permanente e invicto.
La palabra del hombre, honradamente
pronunciada, es hermosa, aunque oscura,
es clara, aunque aprisione
el terror venidero.
Hagamos entre todos la palabra
grácil y fugitiva que salve el desconsuelo.
…Como burbuja leve la palabra
se alza en la noche, y permanece
cual una estrella fija entre las sombras

2
Y así fue la palabra
ligero soplo de aire
detenido en el viento,
en el espanto,
entre la movediza realidad y el río
de las sombras. Ahí está detenida
la palabra vivaz, salvado este momento único
entre las dos historias.
…De pronto el caminar fue duradero
y el hombre inmortal fue,
y las bocas que juntas estuvieron
juntas están por siempre.
Y el árbol se detuvo en su verdor
extraño, y la queja
ardió en una zarza
misteriosa.

3
Allí estamos nosotros.
Allí dentro del hálito.
Tú que me lees estás allí
con un libro en la mano.
Y yo también estoy.
Tú de niño, cual hombre, como anciano,
estás allí.
Tu corazón está con su amargura,
ennoblecido y muerto.
Y vivo estás.
Y hermoso estás.
Y lúcido.

4
Todo se mueve alrededor de ti.
Cruje el armario de nogal, salpica
el surtidor del jardín.
Un niño corre tras una mariposa.
Adolescente, das tu primer beso
a una muchacha que huye.
Y huyendo así, huye nada,
quieto en el soplo tenue.

5
Y así fue la palabra entre los hombres
silenciosa, en el ruido
miserable
y la pena,
arca donde está el viento detenido
y suelto,
acorde suspendido y desatado,
leve son que se escucha
como más que silencio, en el reposo
de la luz, de la sombra.

Así fue la palabra,
así fue y así sea
donde el hombre respira,
porque respire el hombre.

Sosténme tú

Sosténme tú… Sosténme en esta espuma,
en tan dudosa espuma, en tan extraño
vivir; en este sueño, en este engaño,
en esta incertidumbre, en esta bruma…

Pero me voy. Callada, cierta, suma,
me espera la deidad del rostro huraño,
y lentamente del vivir me extraño.
Hacia otra ley mi cuerpo que se esfuma.

Y tú, campo de amor… Y tú, levanta
tus ojos ciegos. Mírame de frente.
Yo no soy yo. Mi cuerpo ya me espanta.

Mírame bien. No soy aquél. Enfrente
está ya el mar. No soy, no soy… no canta
nada. No soy… Amor, escucha, tente…

Subida del amor

Mira los aires, alma solitaria,
alma triste que sola vas gimiendo.
Asciende, sube. Amor te espera.
Dios te espera en la cima de tu vuelo.

Aleteante, temblorosa y blanca
te veo subir entera entre los vientos.
Te vas dorando. Solar eres.
Clara y solar sobre los cielos.

Alma sola de Dios junto a su rostro,
rostro de luz que cubre el firmamento.
Inmensa estás tocada en luz naciente.
Inmensa estás la luz de Dios bebiendo.

Cara con cara junto a Dios, contemplas.
Cara con cara yo te veo.
Vida con vida, luz con luz,
cielo con cielo.

Luz de amor, luz de vida
lenta en los aires bajar siento.
Fundida luz de Dios con luz del alma.
¡Oh claridad en el silencio!

Tú y yo

Tú y yo, los dos, bajo la luz del día,
bajo la luz que dura en lo inocente,
¡Oh, sí, los dos, bajo la luz riente
queremos ser! Queremos… Yo querría.

Contra la sombra o la melancolía,
contra las injusticias del presente,
quién te tuviera siempre, siempre… ¡Tente
amor pequeño, campo de alegría!

Y aquí los dos mirándonos. sin vernos.
Aquí los dos hablando. Sin oírnos.
Buscándonos a tientas. Sin tenernos.

Y el tiempo ya empujándonos a un irnos
inacabable. No podemos sernos
jamás. Entrando siempre en el morirnos.

Vale la pena

Vale la pena, vale la condena
contemplar en la tarde que se inclina
a poniente la paz de esta colina,
dulce en la hora de la luz serena.

Vale la pena contemplar tu pena,
aunque me duele como aguda espina,
vale la pena noche que avecina
su rostro duro y su tenaz cadena.

Vale la pena el alentar, la vida,
vale la pena el río con tu llanto,
vale la pena la amistad mentida,

la luz mentida, el verdadero espanto,
la noche negra de la atroz partida,
y tu amargura que me importa tanto…

Ven hacia mí…

Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.

Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.
Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.

Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.

Verdad, mentira

Con tu verdad, con tu mentira a solas,
con tu increíble realidad vivida,
tu inventada razón, tu consumida
fe inagotable, en luz que tú enarbolas;

con la tristeza en que tal vez te enrolas
hacia una rada nunca apetecida,
con la enorme esperanza destruida,
reconstruida como el mar sus olas;

con tu sueño de amor que nunca se hace
tan verdadero como el mar suspira,
con tu cargado corazón que nace,

muere y renace, asciende y muere, mira
la realidad, inmensa, porque ahí yace
la verdad toda y toda tu mentira.

Y tu amargura que me importa tanto…

Y tu amargura que me importa tanto
vale la pena. Vale el mundo todo:
vale la piedra oscura, el sucio lodo,
y la pureza con su turbio manto.

Aquí estamos los dos. Vale el quebranto
en el que tantas veces yo me acodo;
vale la pena el ir codo con codo
en el huir de un carcelero espanto.

Vale la pena negra desbandada
por la llanura que no tiene ocaso.
Vale la pena, vale la jornada.

Vale la pena ese final, acaso,
de una noche infinita, abandonada
en el hondón de un sideral fracaso.

Y tú que tanto amas, tanto ríes…

Y tú que tanto amas, tanto ríes,
tanto adivinas y conoces tanto,
¿dónde el escudo para que te fíes,
dónde el pañuelo de enjugar tu llanto?

¿Dónde el camino que no veo ahora?
Dímelo o llora y el mirar suprime.
¿Es ya la noche que no tiene aurora?
Dímelo, dime.

Y sin embargo tu vivir empaña
mi vivir con un vaho que es ternura,
que es caliente rumor que me acompaña
la noche oscura.

Y sin embargo con tu mano guías
y a tientas toco lo que apenas veo
y digo acaso para que sonrías
lo que no creo.

Y toco apenas y tu bulto aprendo
y torpe sigo lo que tú me indicas.
Lo que no miro, lo que no comprendo,
tú multiplicas.

Tú multiplicas, o quizás es tu invento
porque lo vea aunque quizá no exista.
Entre la noche de mi pensamiento
dulce es tu vista.

Dulce es tu vista, tu mirar risueño
que mira un llano donde estaba un monte
y que a mi alma de temblor pequeño
llamó horizonte.

Dulce es tu vista que miró aquel lago
y lo llamaba alegre mar bravío.
Tu generoso corazón es mago.
¡Lo fuese el mío!

Y yo te quise más

Yo iba contigo. Tú, con tristes ojos
parecías la tarde en la mañana.
Mi amor, al verte triste, atardecía.
Atardecía, pero alboreaba.

Pues yo te quise más. Para alegrarte,
la luz del mundo celebré más ancha.
Y mi alma entonces exhaló el perfume
agreste y fresco que madruga y canta.

Como el jilguero su garganta oprime
en donde suena una experiencia humana,
se escuchaban arrullos, liras, voces,
y tambores, venturas, violas, arpas.

Y el mundo era el sonido no vivido
que en mi interior vivía y resonaba.

Canción 4 - Alcántara

Cuando termine la muerte,
si dicen a levantarse,
a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense,
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.

No se incorpore la sangre
ni se mueva la ceniza
si dicen a levantarse.

Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.

»MANUEL ALCÁNTARA

Manuel Alcántara nació en Málaga el 10 de enero de 1928 y es un importante escritor que ha cultivado la poesía, la narrativa y el periodismo. Siendo niño se mudo con su familia a Madrid; allí vivió hasta los 18 años.
Se volcó en una época temprana a la creación poética; cuando tenía 23 años comenzó a moverse en un ambiente en el que se realizaban lecturas de poesía y tertulias literarias, lo que le brindó muchísimas oportunidades para divulgar su arte.
Entre sus obras más destacadas podemos mencionar "Manera de silencio", "La Mitad del tiempo" y "Ciudad de entonces"; cabe mencionar que con esta última consiguió en 1962 el Premio Nacional de Literatura. En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "En aquel tiempo", "Este jueves" y "Amanecer".
En una entrevista, Alcántara expresó que la vida se le había pasado demasiado deprisa pero que por suerte tenía la palabra, una buena forma de apresar al tiempo, no para intentar dejar algo, sino para explicarse a sí mismo la existencia, algo ininteligible. Fundación Manuel Alcántara

LOS POEMAS
Me busco por el tiempo

Me busco por el tiempo que he perdido
y en las hojas de ayer del calendario,
pero no encuentro al alma por mi almario
ni rastro de aquel viejo conocido.

El que yo fui, ¿por dónde se habrá ido?
Quiero saber de mí. Es necesario
conocer a quien trato en este diario
escribir las memorias de mi olvido.

La aventura pequeña de ese barco
que hace su travesía por un charco
sabiendo que a babor nadie contesta.

Bebiendo estoy mi vino y mi pregunta.
Penas y dudas. Todo se me junta.
Y Dios da la callada por respuesta.

Arcángel de pereza

Un arcángel me ronda indiferente,
oigo sus alas cerca de mi aliento;
un arcángel me ronda, yo lo siento
con el peso del aire por mi frente.

Él me enseñó a decir «inútilmente»
y a darle los propósitos al viento;
su espada, del metal del desaliento
se hundió en mi voluntad desobediente.

Arcángel rondador de la desgana,
que se lleva el dolor que no me tomo
para traerlo el día de mañana…

Sujetas van las penas por las bridas,
enjaezadas, dolientes, nobles como
las mulas al final de las corridas.

Por la mar chica del puerto

Por la mar chica del puerto
andan buscando los buzos
la llave de mis recuerdos.

Se le ha borrado a la arena
la huella del pie descalzo
pero le queda la pena
y eso no puede borrarlo.

Por la mar chica del puerto
el agua que era antes clara
se está cansando de serlo.

A la sombra de una barca
me quiero tumbar un día;
echarme todo a la espalda
y soñar con la alegría.

Por la mar chica del puerto
el agua se pone triste
con mi naufragio por dentro.

En aquel tiempo.

Yo tuve el corazón capaz de lluvia.
Ocurría febrero con sus alas
y el tiempo digital nos puso juntas
las manos y los ojos y los cuerpos:
toda la tierra que el amor excusa.

Igual que el viento en las banderas altas
se comportó en nosotros esta música.

Me fui quedando acompañado y cierto,
entendido en los bosques de mi jungla,
leñador orgulloso de raíces
que no debieron nunca estar ocultas.
Lo de siempre se puso a ser distinto:
el mar entero cupo en una urna,
el hielo de los vasos provenía
de una lejana nieve, nuestra y única,
mis manos migratorias se quedaron
a vivir en tu tierra más profunda
y en mi boca, de siempre descontenta,
dimitían de pronto las preguntas.

Presenciadas por dos cambian las torres,
la muerte aplaza sus gestiones últimas
y estar vivo se agita y condecora.
La muerte debe ser como un espejo
donde uno mira y mira sin ver nunca.
Ven cerca. Más. Que entre los dos no quepa
ninguna muerte ni ninguna duda.
Te hablo desde febrero y desde siempre:
sabemos del amor por lo que alumbra,
por lo que tuerce y acrecienta y rige,
por su forma de andar en la penumbra...
Y así, sobre semanas perseguidas
izamos con esfuerzo nuestra alma.

Niño del 40

Una luz por el parque y el pitido
de un barco que se fue, que se está yendo.
Una luz que conozco y que comprendo
y un barco que partió y que no se ha ido.

Palomas. Y biznagas que han querido
serlo para volar. También lo entiendo:
ser otro y ser lo que estuvimos siendo.
Acaso alguna lo haya conseguido.

Un tranvía de sol con jardinera
y en los Baños del Carmen gran carrera,
concurso entre sirenas y delfines.

No se estaba ya en guerra aquel verano,
mi padre me llevaba de la mano,
yo estudiaba segundo de jazmines.

No sabe el mar que es domingo

No sabe el mar que es domingo
No sabe el mar que es domingo.
Se revelan, inmortales,
las olas a cuerpo limpio.
Cada vez que muere alguna
la misma ocupa su sitio.
No sabe el mar que es un náufrago.
Sin reloj y sin amigos,
el mar flota sobre el mar,
ni cómplice ni testigo,
ensimismado en su azul
y ajeno, como Dios mismo.
Mientras va y viene en la orilla
no sabe el mar que lo miro.

Le gustaban pocas cosas

Le gustaban pocas cosas:
el alcohol y las ventanas,
el mar desde una colina,
el mar dentro de la playa,
el olor de los jazmines,
los libros de madrugada,
el sol, el pan de los pueblos,
Quevedo, recordar África,
las noches y los amigos,
el verano y tus pestañas.

La paloma de Picasso

Suelo primero del parque,
ramas de brazos cruzados,
estaba el puerto tan cerca
que soltó amarras al campo.
Disfrazada de gaviota,
la paloma de Picasso
se bajó de su palmera
y se fue a vivir a un barco.

Navegaron los almendros.
Se hizo a la mar Gibralfaro.

Soles rendidos del parque,
agua de brazos cansados,
todo el que vuelve a su sitio
encuentra por fin su rastro.

Plomo de tiempo en el ala,
la paloma de Picasso
disfrazada de gaviota
deja la mar y los barcos.

Por el mar y por el puerto
confunde el mástil y el árbol.

Luces últimas del muelle,
agua de brazos cruzados,
estaba el tiempo tan cerca
que soltó amarras al llanto.

Donde da la vuelta el puerto
alguna vez me fue dado
mirar al niño que fui
y llevarme de la mano.

La Plaza de la Merced
se llenaba de balandros.

DE MI, GUITARRA

Cuando yo me haya ido
-qué triste que me vaya-
de esta madera mía
que me hagan una guitarra.

Cuando termine la muerte,
si dicen: "¡A levantarse!",
a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense,
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.

Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.

Para encontrarme conmigo
vuelvo a salir a la calle,
calle del tiempo perdido.

Para encontrarme contigo
estoy buscando en el suelo
las huellas de su sonido.

Para encontrarme con nadie
me pongo a mirar arriba,
¡Auxilio, que Dios me ampare!

Mis cuentas no están cabales:
me falta una golondrina
y me sobran tres cristales.

Mira qué cosa tan rara:
pasé la noche contigo
estando solo en mi cama.

En este día cualquiera
párate a ver cómo canta,
antes que me vaya fuera,

mi corazón en tu mano
y tu boca en mi garganta
por la mañana temprano.

Ponte a vivir como loco:
ama, ríe, bebe, olvida.
Puesto a vivir todo es poco
por más que dure la vida.

El mar no puede morir,
se quedará navegando
aunque no haya nadie aquí.

Si otros no buscan a Dios
yo no tengo más remedio:
me debe una explicación.

No digo que sí o que no.
Digo que si Dios existe
no tiene perdón de Dios.

No digo que no o que sí.
Digo que me gustaría
que Él también creyera en mí.

Yo no le guardo rencor.
Si le encuentro alguna vez
nos perdonamos los dos.

Mi pobre tierra no puede
darme lo que estoy buscando.
Nadie da lo que no tiene.

Yo no culpo a Andalucía,
sé muy bien que a su esperanza
le pasó lo que a la mía.

Averigua quién te dio
esas ganas de morirte.
Ha tenido que ser Dios.

Ha tenido que ser Dios
un día que estaba triste.
No tiene otra explicación.

El poeta

Alzo la voz. El aire es su destino.
(También se quedará la voz en nada.)
Recuerdos del tamaño del rocío…
Olvidadas memorias de mañana…
Buceo en el instante removido
y mis manos se llenan de palabras.

Dios

Creer en Dios es nieve y se derrite
sobre el hombro cansado de la espera.
Creer en Dios, ¡ay Dios!, qué fácil era,
pero el eco de Dios no se repite.
Dando traspiés el alma, caes y te
levantas, ¡qué remedio!, y ni siquiera
duele. ¿Dónde anda Dios? Si lo supiera…
Y Dios sigue jugando al escondite.
Esperemos. Silencio de Dios suena
en la oquedad del hombre. Siegan hoces
de frío el frágil vuelo de aquel ave
que distraía el paso a la cadena.
Tengo miedo y escucho. Suenan voces.
Serán de Dios. No sé. Cualquiera sabe.

El poeta pide por su voz

La voz es la esperanza que se amasa
con sangre de silencios y de ruido,
miedo sonoro, porvenir de olvido,
perro ciego en la puerta de mi casa.
La voz es una llama que fracasa
con su rojo propósito aterido;
en los labios estaba y se ha perdido,
que venga Dios a ver lo que le pasa.
¿A dónde irá mi voz con su estatura
mínima y luminosa de vilano?,
¿quién le presta las alas para el vuelo?
Procure yo en su frágil andadura
que el aire me la lleve de la mano
y Dios no quiera que se caiga al suelo.

El embarcadero

Baja está la marea —solo queda
agua para un naufragio—.
Tiene frío
el mar atardeciendo.
Sopla un viento muy poco decidido.
En la lista de embarque
me miro.
¿Quién escribió mi nombre?
¿Por qué lo hizo?
(Cualquiera sabe,
a lo mejor estaba escrito.)
Debe haber mar de fondo: todos llegan
y se van a otro sitio.
De esta orilla se parte.
Esto es solo el principio.
«Se prohíbe varar embarcaciones…»
No hace falta decirlo.

Alta mar de otro tiempo

Entrar en ti como en un parque solo
o como entra un cuchillo por el agua
quedándose doblado.
Pensarte
es un niño que juega siempre a oscuras,
una nieve cumpliendo su lento cometido.
Recuerdo que en tu boca sucedían palabras
y que a veces tus manos recogían
un fragmento de sol escrito en las aceras
o señalaban esa gota trémula
que el aguacero olvida en la hoja verde.
No es fácil recordar y sin embargo
recuerdo que podía entrar en ti
igual que entra un cuchillo por el agua,
lo mismo que en un parque si está solo.

Aviso a todo aquel que esté en la vida
y sienta tentaciones de guardarla:
la muerte es una vela bien henchida,
¡nadie puede vivir para contarla!
Sé el cuaderno del mar hoja por hoja;
quiero avisar a aquel barco pesquero:
la rosa de los vientos se deshoja
en las manos saladas de un torrero.
Un torrero de luces indecisas
que vive por la altura de su faro
mirando entre las barcas y las brisas
eso que nunca puede verse claro.

Aviso urgente a los navegantes

La mar es un esfuerzo hereditario,
una viña varada por el puerto.
Un arrepentimiento azul, diario,
por tanto y tanto marinero muerto.
La colecta del llanto se establece
en estos territorios removidos
mientras el mar sin nadie se adormece
contando pasajeros sumergidos.
¿Dónde empieza la mar?, ¿dónde termina?
Uva sin fin, pradera emocionada,
campamento de Dios, estambre y mina
para la flor y el cobre de la nada.
Que nadie esté seguro si navega,
que ya no existen ángeles barqueros.
Grumete: mira bien a ver si llega
una nueva flotilla de pesqueros
y avísale a la gente de la brea.
Grumete: si están vivos todavía,
cuéntales de la mar y la marea
por si pueden cambiar de travesía.
La esperanza del mar ha naufragado
dentro del hondo azul de su paisaje:
aviso a todo aquel que esté embarcado
y a la navegación de cabotaje.

Canción 1

Por la mar chica del puerto
andan buscando los buzos
la llave de mis recuerdos.
(Se le ha borrado a la arena
la huella del pie descalzo
pero le queda la pena.
Y eso no puede borrarlo.)
Por la mar chica del puerto
el agua que era antes clara
se está cansando de serlo.
(A la sombra de una barca
me quiero tumbar un día;
echarme todo a la espalda
y soñar con la alegría.)
Por la mar chica del puerto
el agua se pone triste
con mi naufragio por dentro.

Canción 2

Risa, mujeres, agua…
cuando yo me haya ido,
de eso tendré nostalgia.
Yo no tengo madera
de santo ni de barca,
(Cuando yo me haya ido
—qué triste que me vaya—
de esta madera mía
que hagan una guitarra.)

Canción 3

El poeta
Ponerle puertas al llanto;
eso era lo que quería,
ponerle puertas al llanto.
De tanto nombrar las cosas
se iba quedando sin nada,
de tanto nombrar las cosas.
Darle palabras al viento
era lo único que hacía,
darle palabras al viento.
Hablaba de la esperanza,
nunca hablaba de la pena,
que hablaba de la esperanza.
Por más vueltas que le daba
nunca supo a qué venía,
por más vueltas que le daba.

Canción 4

El poeta habla por soleares, de
la resurrección de la carne.
Cuando termine la muerte,
si dicen a levantarse,
a mí que no me despierten.
Que por mucho que lo piense,
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.
No se incorpore la sangre
ni se mueva la ceniza
si dicen a levantarse.
Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.

Canción 6

Bajamar de la desgana:
las olas cerca de mí,
yo lejos del agua clara.
Bajamar de la desgana.
Limito al norte con nadie
y al sur con Málaga.
Amante del agua clara,
de tanto pensarte tengo
la sangre de las estatuas.
Bajamar de la desgana:
las olas cerca de mí,
yo lejos del agua clara.

Canción 11

El horizonte
Si un día se incorporara,
cansado de estar tendido,
¡qué asombro en el agua clara!
Si un día se incorporara.
Hasta puede que llegara
cerca de Dios aburrido
si un día se incorporara.

Soneto para pedir tiempo al tiempo

El tiempo es un camino para andarme.
(No te engañes. Morir, ay, para ver. Te
quedarás solo, a solas con tu suerte).
Yo me he echado a dormir para vengarme.
Porque sé que no debo entusiasmarme
con cosas que se acaban en la muerte,
estoy soñando. Cuando me despierte,
no sé si habré hecho bien en despertarme.
El tiempo, con su escaso presupuesto,
se nos va a cada paso, mientras arde
como una rama seca todo esto.
Siempre un reloj aprieta, nos ahoga,
nos coge por el cuello un día y tarde
o temprano nos cuelga de una soga.

Soneto para pedir por mis manos

Andan cerca de mí; solo un momento
antes que el corazón, casi a mi lado.
Han nacido conmigo, a mi cuidado;
se mueven al sudeste de mi aliento.
Cada vez que hablo os digo que las siento
hablar en mi favor. Acostumbrado
me tienen a su peso, a su cansado
modo de repartirse por el viento.
Yo las quiero. Me sirven bien. Y os juro
que han querido tocar hasta el misterio
y el techo del amor, a todo trance.
Un día llorarán. Estoy seguro.
Cuando se pongan a pensar, en serio,
en las cosas que estaban a su alcance.

Soneto para pedir por los hombres de España

Los que le dan al mar la arboladura
de sus sueños, su brújula viajera.
Los que cuentan las cruces de madera
mientras cavan su lenta sepultura.
Los que aprietan el hambre a la cintura
y en el ruedo pequeño de la era
lidian una pobreza de bandera,
más brava cada día y más oscura.
Gentes de la ciudad y del camino,
paciencia y barajar. España es grande.
Yo pido con los brazos bien abiertos
por el pan, por la lluvia, por el vino,
por que el toro de Iberia se desmande,
por que se encuentren cómodos los muertos.

Soneto para pedir por los amigos muertos

Yo los llevaba dentro. Los tenía
sobre mi corazón, como un emblema.
Cojo el recuerdo aquí, por donde quema,
por donde la esperanza más se enfría.
Estoy más agujero cada día,
más desierto y más loco con mi tema;
ellos me dan su luz como un sistema
apagado que alumbra todavía.
Se me ha quedado huérfana la mano,
por la mitad el vaso de mi vino,
sin lluvia mi terreno de secano.
Dan ganas de dejar todo por irse
a buscarlos. Conozco ya el camino:
se va por el atajo de morirse.

Las palabras

Donde más me conozco empiezan mis palabras.
Quiero escribirme
como se escribe el silencio en las piedras
o la lluvia en las frentes;
igual que el miedo al agua
en el embarcadero.
Quiero ponerle nombre a lo que va conmigo
y quedarme a vivir en ese nombre,
como se queda
en el barro cocido de una jarra
el resumen de un muerto.
Las palabras me llevan a la tristeza siempre.
Las amo porque guardan cosas mías:
antigüedad, amor, aroma..., incluso
los recibos del cuerpo que habitaron.
Ellas me obligan al recuerdo,
como un cigarro a solas.
Cuando las miro acaban por dolerme.
Pero ya digo que las amo.
Por ellas tengo días colgados por el pecho,
pájaros en la noche, amigos que ya no,
aniversarios cada tres minutos.

Desde el principio supe
que son iguales que el silencio,
a su manera.
Ahora están viniendo de puntillas
para que no les oiga la tristeza,
para que no se alarme el hombre al que delatan.
Llegan como un calor entre la sombra,
como un color en medio de la niebla.
Siempre son tristes las palabras
si están escritas.
Aunque suenen canciones por el puerto,
cantes del sur junto a la mar pequeña,
o abiertamente pidan
cosas que necesito más que el aire.
Pero vuelvo a decir que yo las amo.
Y sé que no resuelven nada y son inútiles
como ese número de teléfono
que se ha quedado en la memoria
y que no sirve
ni volverá a servir ya nunca
porque aquella persona a quien llamábamos...

Hay una mujer en el sur

Para escribir el nombre.
Para escribir, tan solo, el nombre,
me he puesto a recordarla, paso a paso.
Parece que la estoy viendo.
Recorro la extensión de su mirada,
toco su voz, sus manos,
miro sus pies, su piel, su pelo…
Sus ojos escuchando mucho humo en las iglesias,
su voz especialmente construida
para reprender niños con dulzura,
sus manos (llenas de indulgencias)
temblorosas y rojas como llamas,
su pelo como alberca cuando luna,
y sus pies hacia misa, muy temprano.
Tendría que ponerme sobre el pecho
un emblema de trapo, y ser humilde,
para poder hablar de su paciencia.
Para escribir el nombre la recuerdo.
Hay en el Sur una mujer muy buena
que honradamente espera, honradamente habla,
y cree, honradamente,
que el párroco es un hombre que sabe muchas cosas
y que tiene muchísimo talento.

Una mujer que vive todavía
y que se ha ido haciendo, poco a poco,
agua para geranios si no llueve,
y balcón de geranios para el que está en la calle,
y pan de su pobreza.
Acaso a nadie importe el nombre.

Plaza Mayor

Por los caminos últimos del agua,
por cada carretera polvorienta,
gentes de España.
Leñadores del viento,
tratantes de los campos de la patria;
todos los que crecieron en la aldea
mirando lluvia en la ventana.
Terratenientes de la luna,
jornaleros sin fin de la esperanza,
esperan que se crucen los caminos
y han puesto en las paredes la ancha espalda.
Por cada carretera polvorienta,
por cada acequia turbia de mañana,
por todas partes te he encontrado…
Plaza Mayor de España

Salamanca

Cambiaría la luz, la vid, la sombra…
cambiaría la escarcha
de los campos dormidos,
el techo de las águilas…
Cambiaría la mano
con la que escribo estas palabras,
por una sola
piedra dorada
—tuya, mía, de todos—
de Salamanca.

Corto piropo a todo el Cantábrico

En esta orilla
se acaba España
¡Qué bien termina!
Algas marinas,
flotando, copan
sus cuatro esquinas.
En toda línea,
el horizonte
se difumina.
Y una llovizna
compensa al mar
su agua perdida.
En esta orilla
España deja
sus tierras íntegras.
No es infinita
la pobre España
y aquí termina.
¡Qué bien termina!

Caminos vecinales

Caminos.
Hondos caminos
de cualquier parte.
De cualquier parte de la patria vienen
hondos caminos.
Caminos vecinales.
Andando, andando…
todo seguido
llego a tus heredades.
Por el Guadalquivir o por el Esla,
por el Ebro valiente,
circula sangre.
Sangre de cien caminos
y caminantes
de la patria de polen y de pana,
por los hondos caminos vecinales.

Vuelta a la mar de Málaga

(Rincón de la Victoria)

Vine a la mar dudando si estaría
donde yo la dejé: junto a la raya
donde la espuma eventual acalla
su antigua discusión con la bahía.
Llegué a la mar. Estaba todavía.
Ella lo mismo y yo distinto. Vaya
una cosa por otra y, por la playa,
vayan las dos en busca de aquel día.
Vine a la mar y me encontré en la arena
—niño llevando cubos a la pena
y palas a la orilla del verano—.
Me hice a la mar, estando hecho al recuerdo,
por perderme otra vez como me pierdo
junto al que fui, cogidos de la mano.

Frente a frente

A Fernando Suárez

Es cosa de mirarse frente a frente
en tu terrestre espejo cada día.
Es cosa de decir: yo te querría
si te fueras haciendo diferente.
Faltan brazos y pueblo. Sobra gente.
Dicen que no hay manera. Pero habría.
Ruedo ibérico. Sangre en romería.
La piel de un toro de cuerpo presente.
Te estoy diciendo, España, que te cuides.
Nadadora de tanto y tanto río,
a ver si aprendes a guardar tu ropa.
Por lo que quieras más, no te suicides.
Yo digo: ¡qué país!, y luego: ¡el mío,
dejado de la mano de su Europa!

Carnet de identidad

Nadie avisó. Más tarde o más temprano
se supusieron que lo aprendería.
Nadie me dijo: riega a la alegría,
los muertos son terreno de secano.
Todo lo que me importa está lejano.
Si yo hubiera sabido a qué venía
os juro que vivir —yo que sabía—
no me hubiera ganado por la mano.
Me dijeron vivir a quemarropa:
siglo XX —acordaron—, en Europa,
en Málaga, en enero y en Manolo.
Todo lo dispusieron: hambre y guerra,
España dura, noche y día, tierra
y mares… luego me dejaron solo.

Amanece

La claridad del día es compatible
con todos mis errores.
Al fin y al cabo, a mí lo que me pasa
—oscuridad, errores, sed de entonces—
se debe únicamente
al hecho involuntario de ser hombre.
¿Por qué se pone pálido este día?
¿Sabe que ha de morirse por la noche?
Sale el sol para todos los tejados.
Amanece otra vez para las torres
y los balcones, para las iglesias
tranquilas donde animan a los pobres,
para la acera malgastada y viva
que casi no recuerda lo de anoche...
Hoy es siempre otro día
y el corazón lo reconoce.

Muchacha en una bolera

La vertical, dispuesta cetrería
se inicia por impulso de su mano;
inmóvil caza en el jardín cercano
solicita al final su puntería.
Todo se echa a rodar con su alegría
si rueda un mundo que es por ella humano.
Diez arbustos florecen en el llano,
pero viene a talar la geometría.
Anima su portada el «Vogue» cuando
se derrumban los bolos sollozando,
elástica criatura siglo XX.
Y ríe Cristian Dior cuando se inclina,
morena de «bayón» y de piscina,
femenino discóbolo viviente.

El ring

A Ignacio Aldecoa

Doce cuerdas limitan el coraje.
Los mineros del «crochet», la valiente
población del gimnasio, sangra y siente
bajo el fuego sagrado del voltaje.
Cuatro onzas en los guantes y vendaje
duro. Alta tensión. Aire caliente
de K.O. y cigarrillos… De repente
ha cuadrado la furia su paisaje.
Perfiles de moneda desgastada
cita el gong con su aguda campanada.
La luz del cuadrilátero ilumina
jóvenes gladiadores golpeando,
el esfuerzo y los músculos poblando
el país del sudor y la resina.

Como una oración

A Paula

Creo en Dios Padre, Todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra,
inventor de los hombres;
que hizo los pájaros azules,
la nube, la nevada, el río y toda
la familia del agua.
Creo en su única herencia
enterrada en el barro con la ayuda del viento.
Creo en un cielo grande
—Van Gogh lo está pintando de amarillo—
donde puedan mezclarse suicidas y alfareros.
Creo en la abolición de la pobreza,
en la reunión del mar y en el milagro
del tiempo y de los peces.
Creo en la resurrección de las espigas,
en el reparto de la lluvia
y en la felicidad del niño aquel
que se ahogó en la alberca.
Creo en la vida perdurable,
en la unión de los llantos,
en el perdón de lo soñado
y en que después de nuestra muerte
empezará la Edad de las Respuestas.

En busca de una persona

En busca de una persona
he sido por las calles
con perros y con palomas.
La he buscado por el parque,
detrás de cada palmera
y en cada hueco del aire.
Cerca de la catedral
y en el humo de los barcos
que se acaban de marchar.
Cien ojos por la Alameda
—en busca de una persona—
y mil pasos por la acera.
Llego de noche a mi casa.
Los perros y las palomas
me están mirando con lástima.

He venido a buscarme

He venido a buscarme

He venido a buscarme.
Hay un niño extraviado
en medio de la calle. (Calle de la Victoria,
Plaza de la Merced.
La mitad de mi historia
ni yo mismo la sé).
Su cintura de corcho
en los Baños del
Carmen
y el mar de aquel entonces
nadando en las postales.
Por mucho que me cueste
yo tengo que encontrarme.
Al viento que era mío
no se lo lleve el aire,
quisiera respirarlo
antes que fuese tarde.
Hay un niño extraviado
y he venido a buscarle.
No puede andar muy lejos
porque esta era su calle. (Calle de la Victoria,
Plaza de la Merced.
La mitad de mi historia
ni yo mismo la sé).

Lo que tenga que pasar

Lo que tenga que pasar
hace mucho que ha pasado.
El tiempo se ha vuelto atrás.
El tiempo se ha vuelto atrás
y ya no hace lo que hacía
cuando era menor de edad.
Cuando era menor de edad
el tiempo se parecía
a la lluvia sobre el mar.

Este verano en Málaga

Este verano en Málaga
recorrí mucho mundo
a la vera del agua.
Que a mí no me hace falta
para andar los caminos
moverme de mi casa.
Este verano en Málaga
lo he visto todo claro
a fuerza de distancia.
De la mano del agua
recorrí mucho mundo
este verano en Málaga.
Sentado en la terraza
se agranda el horizonte
y se achican las barcas.
Que este verano en Málaga
recorrí mucho mundo.

El mar no puede morir

El mar no puede morir.
Se quedará navegando
aunque no haya nadie aquí.
Que no, que el mar no se muere,
que no se puede morir.
Seguirá que va y que viene,
yendo y volviendo a venir
cualquiera sabe hasta cuándo.
Hasta que encuentre por fin
la playa que está buscando.
Él no se puede morir.
Se quedará navegando
cuando no haya nadie aquí.

Donde da la vuelta el puerto
alguna vez me fue dado
mirar al niño que fui
y llevarme de la mano.
La Plaza de la Merced
se llenaba de balandros.

Suelo primero del parque

Suelo primero del parque,
ramas de brazos cruzados,
estaba el puerto tan cerca
que soltó amarras el campo.
Disfrazada de gaviota,
la paloma de Picasso
se bajó de su palmera
y se fue a vivir a un barco.
Navegaron los almendros.
Se hizo a la mar Gibralfaro.
Soles rendidos del parque,
agua de brazos cansados,
todo el que vuelve a su sitio
encuentra por fin su rastro.
Plomo de tiempo en el ala,
la paloma de Picasso
disfrazada de gaviota
deja la mar y los barcos.
Por el mar y por el puerto
confunde el mástil y el árbol.
Luces últimas del muelle,
agua de brazos cruzados,
estaba el tiempo tan cerca
que soltó amarras el llanto.

Si otros no buscan a Dios

A Alejo García

Si otros no buscan a Dios
yo no tengo más remedio:
me debe una explicación.

No digo que sí o que no

No digo que sí o que no.
Digo que si Dios existe
no tiene perdón de Dios.
No digo que no o que sí.
Digo que me gustaría
que Él también creyera en mí.
Yo no le guardo rencor.
Si lo encuentro alguna vez
nos perdonamos los dos.

Con el campo entre dos luces

Con el campo entre dos luces
se puso a soñar un día
que era de los andaluces
la tierra de Andalucía.
(Su bandera blanca y verde:
la luna en el olivar
que verá cuando despierte).
Soñaba a la luz del día
y cuando se iba la luz
su sueño ya lo sabía
el pobre pueblo andaluz.
(Un hombre de tantos sueños
tiene derecho a mirar
cómo despierta su pueblo).

No pensar nunca en la muerte

No pensar nunca en la muerte
y dejar irse las tardes
mirando cómo atardece.
Ver toda la mar enfrente
y no estar triste por nada
mientras el sol se arrepiente.
Y morirme de repente
el día menos pensado.
Ese en el que pienso siempre.

Ponte una mano en el hombro

Ponte una mano en el hombro,
olvida todo lo antiguo
y perdónate tú solo.
Mírate fijo a los ojos,
sostén tu propia mirada
y perdónatelo todo.

Yo puedo perder el tiempo

No puedo perder el tiempo,
que el tiempo que se me pierde
sabe buscar a su dueño.
Yo puedo perder el tiempo,
que el tiempo que yo he perdido
suele volver con el tiempo.
Donde da la vuelta el viento
quise dejarlo olvidado
y él me siguió como un perro.

Averigua quién te dio

Averigua quién te dio
esas ganas de morirte.
Ha tenido que ser Dios.
Ha tenido que ser Dios
un día que estaba triste.
No tiene otra explicación.

Viendo a la muerte venir

A Jorge Guillén

Viendo a la muerte venir
se me fue pasando el tiempo,
ese principio del fin.
Nunca podré comprender
por qué el lento porvenir
ha sido cosa de ayer.
Que a mí se me pasó el tiempo
que me quedaba de vida
desde su mismo comienzo.
Solo se me ocurre a mí
pasarme toda la vida
viendo a la muerte venir.

Le gustaban pocas cosas

Le gustaban pocas cosas:
el alcohol y las ventanas,
el mar desde una colina,
el mar dentro de la playa,
el olor de los jazmines,
los libros de madrugada,
el sol, el pan de los pueblos,
Quevedo, recordar África,
las noches y los amigos,
el verano y tus pestañas.

Excusas a Lola

Si yo no te dijera todo esto,
andando el tiempo, alguien te lo diría.
No te puedo mentir a ti, hija mía.
Mira mi corazón: lo llevas puesto.
Siempre tuve un pequeño presupuesto
para el amor. En la melancolía
se me fue lo demás. Si todavía
quedaba algo lo eché en vivir. El resto.
Más vale que lo sepas por mí. Era
bueno y malo lo mismo que cualquiera
pero sospeché un aire diferente
y ante ti a veces me sentí culpable
de que vivir no fuera navegable
y te pedí perdón desde mi frente.

Al ruido del agua en un cántaro que fue de mi abuela

En esta jarra escucho la tormenta.
Un siglo sigiloso se incorpora
y por la cóncava oquedad sonora
vacío de semanas se presenta.
Viento de ayer para tenerlo en cuenta,
que al aire le llegó su última hora.
Oigo un antepasado que me llora,
que me llama en el barro que él sustenta.
Tan poco fue este cántaro a la fuente
que nunca pudo ni llorar a mares
ni trasladar un trecho azul de río.
Los años le llevaron la corriente.
Cuando recuerda soles y olivares
le late el corazón de regadío.

Amanecer

Una vez más reaparece
el día de ayer, ya dado
por muerto y por enterrado.
Otra vez desaparece

el silencio y me amanece
otra vez a nuestro lado.
No sé si será pecado.
A mí no me lo parece.

En este día cualquiera
párate a ver cómo canta,
antes que me vaya fuera,
mi corazón en tu mano
y tu boca en mi garganta
por la mañana temprano.

Soneto para acabar un amor

He quemado el pañuelo por si acaso
se pudiera tejer de nuevo el lino.
le sobra la mitad del vaso al vino
y más de media noche al cielo raso.

Tenía que pasar esto. Y el caso
es que estando yo siempre de camino
y estando tú parada, no te vi y no
me ha cogido el amor nunca de paso.

Puede que salga a relucir la historia
porque nunca se acaba lo que acaba,
que se queda a vivir en la memoria.

Echa a andar el amor que te he tenido
y se va no sé dónde. Donde estaba.
De donde no debiera haber salido.

Soneto para esperarte en una cafetería

Resulta que la historia estaba escrita
cuando yo quise hacerla a mi manera.
Cuando yo no quería que volviera
resulta que la historia resucita.

Resulta que en el tiempo de la cita
tendrán que hacer un banco de madera.
Al corazón le viene bien la espera,
quién sabe si además la necesita.

Azafatas de vuelo alicortado
van del café a las piñas tropicales
por aires ciudadanos y ruidosos.

Arriba el tiempo nuevo ha presentado
sus fluorescentes luces credenciales
y enrolla pergaminos luminosos.

Vivir

Vivir se va quedando sin campanas,
la esperanza no tiene que ponerse
ni la muerte un lugar donde caerse…
¿Quién le cerró a la vida las ventanas?

Que me expliquen por qué no tienen ganas
los antiguos caminos de moverse;
ya no queda ninguno en que perderse
y me quedan que estar muchas mañanas.

Por una herida múltiple respira
mi voz y en la baranda estoy de codos
pensando en el final de la tragedia.

Qué le vamos a hacer. Si bien se mira,
con el día y la muerte estamos todos.
Mal camino. Si Dios no lo remedia.

El vino de los muertos

Recuerdo el porvenir. Todo se sabe.
Lo que me espera es una vieja historia;
la muerte empezará por la memoria,
a vivir le echarán tierra y un ave

volará, dicen (mucha duda cabe).
Lo demás nada importa, es trayectoria;
lo demás es dar vueltas en la noria.
Tenerse que morir, es lo grave.

El silencioso vino de los muertos
diariamente me bebo trago a trago
con la incontable sed de los desiertos.

Todo para acabar donde se empieza;
ya no sé si es vivir esto que hago
la muerte se me sube a la cabeza.

Antiguo presente

Tengo un niño olvidado en la memoria
juvenilmente antiguo como un río;
regresa de un remoto tiempo mío
tan lejano y azul como la gloria.

Inconcretas noticias de mi historia
me trae hasta la puerta un viento frío;
volviendo están vilanos de otro estío
y agua pasada muévese en la noria.

El porvenir de ayer es ya recuerdo
y el niño nunca sabe dónde empieza
el día de mañana cada día.

Niño que se perdió como me pierdo,
pensando que no es buena mi tristeza
y no vale la pena mi alegría.

Sólo la ociosidad es mi tarea.

Las morunas naranjas, gajo a gajo,
vierten su antiguo zumo, y en el tajo
se ha vuelto perezosa la pelea.

Si esto es vivir, que venga Dios y vea
cómo ando con la vida cuesta abajo…
Que cuesta estar de pie mucho trabajo
para después marcharse adonde sea.

El naufragio que llevo entre las sienes,
que es verdad que no cabe en cualquier río,
me trae a mal traer… y aquí me tienes

contándole una historia a los desiertos,
machacando la vida en hierro frío,
hablando de la muerte con los muertos.

Lo sabe el corazón. Que no se diga
que el corazón no sabe lo que tiene.
Sobre su propia muerte se sostiene
pero la sangre a veces se fatiga.

Cansado y todo dice Dios que siga
habitando el vacío, que se llene
de noches y de nada… Mientras viene
uno se echa a dormir. Pereza obliga.

Con la genealogía de los trinos
cantando está la antigua voz del arte
a la insegura sombra de la suerte,

la memoria se llena de caminos
pero no llegaré a ninguna parte
con este corazón de mala muerte.

Arcángel de pereza

Un arcángel me ronda indiferente,
oigo sus alas cerca de mi aliento;
un arcángel me ronda, yo lo siento
con el peso del aire por mi frente.

Él me enseñó a decir «inútilmente»
y a darle los propósitos al viento;
su espada, del metal del desaliento
se hundió en mi voluntad desobediente.

Arcángel rondador de la desgana,
que se lleva el dolor que no me tomo
para traerlo el día de mañana…

Sujetas van las penas por las bridas,
enjaezadas, dolientes, nobles como
las mulas al final de las corridas.

Soneto para empezar un amor

Ocurre que el olvido antes de serlo
fue grande amor, dorado cataclismo;
muchacha en el umbral de mi egoísmo,
¿qué va a pasar? Mejor es no saberlo.

Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo?
Amar son cercanías de uno mismo.
Como siempre, rodando en el abismo,
se irá el amor sin verlo ni beberlo.

Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío;
cumpliendo años irás en mi memoria,
viviendo para ayer como una brasa,

porque no llegará la sangre al río,
porque un día seremos sólo historia
y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa.

Este jueves

Este jueves depende de tu boca.
Debes cuidarlo igual que un parque a un niño,
como cuida el otoño cada hoja
y le procura el aire necesario
para que se reúna con las otras.

Mira este jueves. No lo sabe. Míralo
acercarse a nosotros entre sombras.
y ocupar la ciudad como un ejército
que no pensara nunca en su derrota.
Será jueves en todo. Está de paso
pero quiere vivir de luces propias.
Entrará en la oficina de mañana,
a mediodía contará sus horas
y se quedará al norte de las cartas
que desde que se escriben son remotas.
Mira cómo se acerca hasta nosotros:
viste de azul y herencias sigilosas,
establece su número y su luna
¡el tiempo siendo jueves en las cosas!

Cuídalo tú que puedes, no le dejes
que tal día haga un año en la memoria.
Mira cómo se acerca a la ventana
sin saber que depende de tu boca.

Para pasar un día con nosotros
ha salido este jueves de sus sombras.

Manuel

De tela blanca y cabellos,
de espigas llenas de sangre.
Tu recuerdo es de humareda,
de niño oscuro y distante.
De niño que estuvo triste
y nadie supo qué darle.
¿Cómo decías América?
¿cómo Málaga es aparte?
¿cómo decías pantalla
o Cantar de los Cantares?

Tendré ya que figurármelo.

Manuel: yo no sé si sabes
que también somos paisanos
en la muerte infatigable.

Las barcas de dos en dos,
los litorales sin ángel.
Manuel:
Era yo un niño en el parque
y ya estaba tu dolor
en la memoria del aire.

No pensar nunca en la muerte

No pensar nunca en la muerte
y dejar irse las tardes
mirando como atardece.
Ver toda la mar enfrente
y no estar triste por nada
mientras el sol se arrepiente.

Y morirme de repente
el día menos pensado.
Ese en el que pienso siempre.

Excusas a Lola

Si yo no te dijera todo esto,
andando el tiempo, alguien te lo diría.
No te puedo mentir a ti, hija mía.
Mira mi corazón: lo llevas puesto.
Siempre tuve un pequeño presupuesto
para el amor. En la melancolía
se me fue lo demás. Si todavía
quedaba algo lo eché a vivir. El resto

más vale que lo sepas por mí. Era
bueno y malo lo mismo que cualquiera
pero sospeché un aire diferente

y ante ti a veces me sentí culpable
de que vivir no fuera navegable
y te pedí perdón desde mi frente.

Al sur de los limones

El campo esconde manos, las entierra
al sur de los limones, tierra adentro.
Vivir se queda huérfano de manos,
del nativo decálogo del cuerpo.
Tantas utilidades escondidas
residen para siempre en el silencio.
Un haz de manos quietas es la muerte.
Yacimiento de manos es el tiempo.
Debajo de la tierra no hay saludos:
los muertos no conocen a los muertos.

EL TIEMPO

(A José Luis Garci)

Yo no sé qué voy a hacer
cuando se me vaya el tiempo
y no pueda irme con él.

Tengo los días contados
y él ha perdido la cuenta
del futuro y del pasado.

El tiempo siempre es presente
y pasa mientras se queda.
por eso nunca se entiende.

Jamás es pronto o después.
Por más que pasen los años
no pasa el tiempo por él.

Ni lo pierdas ni los ganes,
el tiempo sabe que tiene
todo el tiempo por delante.

No sé qué va a ser de mi
el día que yo me vaya
y él no se quiera venir.