A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

LOPE DE VEGA

LOPE DE VEGA

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Acerca de medio pelo [Mi poema]
Noel Alonso Ginoris [Poeta sugerido]

 

“Ser de medio pelo” no es precisamente un halago, es más bien una manera de categorizar peyorativamente a ciertas personas que quieren parecer lo que no son socialmente. Así se llamó específicamente en Argentina, en un cierto momento histórico, a las personas de clase media  baja que pretendían tener costumbres de una clase social de mayor poder adquisitivo. Por supuesto que lo hacían con grandes sacrificios para “parecerse a”, pero nunca llegaban a serlo, porque quienes realmente pertenecían a la clase aristocrática justamente las despreciaban y dejaban de lado.

Clase: frase popular formada por un infinitivo de un verbo de segunda conjugación (ser); una preposición (de); un adjetivo masculino singular (medio) y un sustantivo masculino singular (pelo).

La definición correspondiente a la frase popular “ser de medio pelo” que se utiliza en Argentina, Chile y Uruguay es toda persona que quiere aparentar más de lo que es socialmente. También se amplía su uso a objetos que no tienen buena calidad.

Así pueden existir personas “de medio pelo” y cosas “de medio pelo” en el sentido de que aparentan ser de calidad cuando en realidad no lo son.

En Argentina, concretamente, esta clase de “medio pelo” apareció con el gobierno de Juan Domingo Perón hacia la década de 1945 como burguesía industrial. Estos burgueses aspiraban llegar a los lugares a donde iba normalmente la oligarquía agrícola ganadera, como la Sociedad Rural, el Teatro Colón, a presenciar deportes tales como el rugby, el hockey o el golf a los que solo accedían los grandes terratenientes. Lo mismo sucedió con la educación de sus hijos, que fueron enviados a los más costosos colegios privados de Buenos Aires. El dinero les dio la posibilidad de acercarse a la clase social aristocrática, de defenderla aún en contra de sí mismos y sin embargo fueron despreciados por ésta.

Quien habló de estos argentinos “de medio pelo” fue Arturo Jauretche (1901-1974) en su libro publicado en 1966 denominado “El medio pelo en la sociedad argentina”.

En Chile, “ser de medio pelo” fue aplicado durante los siglos XVIII y XIX a las personas de clases bajas que llegaron a una educación superior y por eso se desempeñaron en cargos de empleados públicos. Esto les brindó buenos ingresos que les permitieron diferenciarse de las clases inferiores de la sociedad.

En cuanto al origen de esta expresión se remonta a los inicios del 1800 cuando llegaban desde Cádiz, España, a Argentina, y también Chile y Uruguay, sombreros confeccionados con pelo de castor.

Los de mejor calidad y por supuesto más caros, estaban confeccionados con pelos enteros, los más baratos sólo tenían parte del pelo. De ese modo quienes llevaban los de pelo entero demostraban tener más poder adquisitivo que los que lo llevaban de medio pelo. De allí se deducía que estos últimos no eran de clase alta, sino inferior. Más tarde, entonces este “medio pelo” pasó a identificar a la clase media burguesa industrial y posteriormente profesional. Fuente Diccionario actual

No quiero pecar de humilde, pero en el caso del que esto escribe es una forma de contrarrestar esa corriente de definir a cualquier texto como poesía y al que lo escribe con esa palabra tan rimbombante de POETA.

MI POETA SUGERIDO:  Noel Alonso Ginoris

Réquiem

(…) y si me abandona la muerte
¿qué me queda de consuelo?

Patricia González López

Hay que saber morir a tiempo
antes que los árboles sean
residuos melancólicos
de la horca.

Hay que saber morirse
para no llenar los platos
de las espinas que vacilan hambres.

Hay que saber morirse
porque se nos acaban
los infartos
los suspiros
la eutanasia esperada
el desliz
la agonía
el derrumbe
las almas solas
la soledad misma
el consuelo.

Hay que saber morir a tiempo
porque también
se nos acaban
las excusas.

De lo teatral

Es difícil construir un imperio
cuando se anhela toda la inocencia del mundo.

Heberto Padilla

hay que desayunar
los amanecidos gestos
de la conciencia
pensar la noche
guardar las alas toscas
reparar las palabras necesarias

hay que defender
los amanecidos gestos
de la palabra
como la única virtud
que precede a la lengua

hay que ensayar
en tiempo de paz
las ortodoxas manías de la guerra

conciencia
palabra
de guerra

ay, la dramaturgia de la patria
el enemigo inventado
el imperio
y los ojos del público.

nadie sabe
cómo acaban
los aplausos.

I

a este lugar de la mesa

le llamaremos yanoestás

y a este otro

florero

y las sillas

y el mantel viejo

a este lugar de la casa

le llamaremos siemprevuelve

siempreviva

siempre

a estas sábanas de espanto

en una soledad que truena

y si llaman

y la puerta no cede

llama más

siemprellama

porque la puerta es tosca

ese es el único lugar de la casa

que no tiene nombre

todo lo que sale

por ese lugar sin nombre

nunca

regresa

VI

¿qué se ve fuera de la palabra ventana?
monte de hambre
pedregal
agua rompiendo
piedras
siempre en
bar
lo
ven
to
la garganta
de la perra
nostalgia
aspira
a lo inmenso

cierro la ventana

VII

si te digo ventana
keep out
si te digo agua
santa clara
si te digo piedra
pedegral
si te digo yanoestás
es justo
el lugar
de la mesa
donde
estamos
solos.

Ética a Garrotevil

XIII
esto
es un árbol sediento
esto
es un mantra cábala de mis asombros
esto
es una apostasía
y es tu alimento preferido
esto
es la ciudad de agra
ardiendo en peste
in nomine pater…

esto
es un pez
multiplicado
y sediento

garrotevil
te pronuncio
ahora
y al tiempo de los equinoccios
por si apareces
con la substancia
del movimiento de las cosas
o al menos
la función que nos salve del cero

tiende al bien
para siempre
(Mención en el concurso nacional Mangle Rojo 2019)

Humareda

Inédito
IV
espesa
la niebla
para el vuelo
del gorrión

destejan
el enigma
mientras pasan
los humos blancos

una ciudad
puede estar
enteramente dormida
y triste.

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A un mal poeta

¿Qué te hicieron los míseros poetas,
¡oh, pintor de castañas y de nabos
que con tres arandeles y diez clavos
a la vulgar censura los sujetas?

¡Brava colgaste sarta de braguetas!
¡Bravos Apolos, Xenofontes bravos!
Gran tienda; pocas caras, muchos rabos,
Lope con pujo y Alarcón sin tetas.

¡Oh, monja alférez de color de pedo!
¿Quién te matriculó con la cuadrilla
de Góngora satán, Boreas Quevedo?

¡Oh, injusto desacierto, oh, gran mancilla!
Debiéndoles el Nuncio de Toledo
ponerlos en la cárcel de la villa.
Lope de Vega a Antonio Hurtado de Mendoza

UN POEMA, UNA AVENTURA [Mi poema]
Miguel Antonio Jiménez [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Un poema es un trayecto a la aventura
que empieza sin saber si ese camino
va a llenarse de abrojos. Y el destino
ha de hacer muy pesada su andadura.

Escribir un poema, esa locura
de quien siendo consciente que él es cojo
echa a un lado su miedo y su sonrojo
tirando la vergüenza a la basura.

Que así sepa que existe una fisura
que le hace resultar inconsistente
se ríe con frecuencia de la gente
mostrándole al pasar su caradura.

Y comienza sabiendo que el poema
en sí no es mas allá que unos renglones
donde mezcla venganzas con pasiones,
inútil descifrar ese dilema.

Poema es ver la cara de ese tipo
que mira hacia ambos lados pues se quema,
e insiste en resolver ese problema
y no puede evitar. Y le da el hipo.

Un poema es la vida, una pasada,
ir de acá para allá donde le llevan,
sabiendo que bien pronto le relevan
y unirse sin chistar a la manada.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Miguel Antonio Jiménez

CRECE UN ÁRBOL EN MI VOZ

Crece un árbol en mi voz
como un árbol tiembla su raíz
bebo el verdor del sueño de su música
de mis sienes brota limpio un tallo
la sangre es un fluir de tierra y fuente
la rosa que se hace densa tiene mi voz
desnudo el olvido lleva el deseo del mar
como un flor de sed que mueve el alma
tiemblan las hojas los sueños y mi voz
poseyéndome como honda corteza donde la vida escapa
un recuerdo de agua en una luz de carne
semejante al amor es un ala el olvido
en la tierra que sube de mi voz
nutrida con la savia en el hilo de un beso
y madura hacia dentro como un fruto
donde observa invisible la mirada
un latido de flor un sueño de hojas
como una sed nacida en tiempo roto.

TIBIA EL ALMA

Tibia el alma arde en la brisa
afina el viento su breve latir
en tu cintura sueño a flor de agua
donde una luz seduce
el íntimo retozo de tu vuelo.

CONTORNO DE LA LLAMA

A.C.S.

Desnuda va la sangre en su llama
de río su luz traspasa el agua y el lenguaje
así de sueño estiràndose fino como un ala
subiendo en giro luz al aire forman
de viento simas ahondan la madrugada del viento
vino y mar fugan el fuego en su mirada
dios solar en el silencio tierra y agua
donde corre en la arena la demencia del uno
alma quemada en la llama del iris
astro de música en un tacto sin cuerpo
robada claridad su luz de sueño
diluye los colores en la escritura el fuego
semilla enamorada que germina
en la carta de muerte que giran sus vocales.

AMANTE DEL AMOR

Se abre en rueda mi mano y gira el pecho
la elevación del agua sus pezones
en el sonoro vínculo del ser
irse es retornar en el hilo del beso
danza el fuego la cera del deseo
gota amada de instantes capturados
talle el reloj de tu minuto carne
ondas de labios al pie rosas germinan
tacto violeta en el latido mudo de la piel
estirada hasta el punto crecido del orgasmo
fuga la noche el deseo y en sus límites
la llama del lenguaje funde cuerpos.

SER O NO SER

Al aire estás y no es el aire
sino una cosa muda que alguien piensa
y susurra en tu piel como un pensar del aire

Es tu voz y no es tu voz
sino un recuerdo en la garganta
que va espigando sueños
en el aire del día

Estas al sol y no es el sol
sino naranjas húmedas que llenan de amarillo
el nocturno día que en redondo se muestra

Con Dios estás y no es Dios
sino el efecto de alas que produce tu fe
llenando de plumas la metafísica del arte

Siento que me miras y no me miras
es una comunión de sentidos donde finge el ojo
oler el tacto de la luz

Tienes la sed del agua y no es el agua
sino un ardor de vida que transparenta el sueño

Al misterio te muestras y no es misterio
sino un árbol que habla desde el verde
aquello que todos ven presente en sus detalles

Me despiertan tus pasos y no son pasos
sino suspensos del alba
de una angustia que piensa

Sientes amor y no es amor
sino un rumor de sangre que respira tu pecho
hasta absorber la savia
que en tu aliento se capta.

EL ARTE

“Y todo el Nilo en la palabra Nilo”.

Jorge Luis Borges

Sin palabras sin pausas sin silencio
el mar en el azul es un Picasso
dentro del fuego de agua que lamina su forma
un astro tembloroso inventando nostalgias
el gris el blanco el negro en su grito
va latiendo en romance va en angustia
a través del ángel y la espada y los enigmas
un caracol de noche un oído de sombras
un lamido de virgen unos labios de miel
una respiración de párpados y nubes
un anónimo un deseo una letra en el ojo
un niño aleonado en su piel de leopardo
un quiero una amapola muriendo de amarillo
una rotunda flor de transparencia
al agua un hongo dulce
un tiempo levantando la música del tacto
una voz un árbol un pleonasmo ambiguo
un esqueleto de aire fundiéndose en la brisa
una savia de alas que elabora la altura
un inmenso mugido una ola en ansias
una tabla llameante que cabecea el presente
un animal desnudo persiguiendo el destino
un salto de potro en soledad
un mundo germinando de carnes y de hierbas
una jauría de cuerpos un hueso aullando
un hilo de sangre girando los sentidos
una melodía que circula en sílabas
un temblor de sienes y un sentir
una furia de cielo y carne niña
un crujido de seda un remolino
una lentitud de mar que gratifica el goce
inmaterialidad de la palabra que anula distancias
un nacimiento continuo un comienzo sin fin
un boceto de lluvia una ciudad
sin palabras sin pausas sin silencio
una mujer desparramada al fuego
un color inédito vibrando en la mirada
un cómo es posible que nadie
un horizonte de voces un laberinto
una fiebre de muslos un acento de noche
una palabra que fluye sin sueño
un nocturno que muere de afrodisia
una noche dilatada en la seducción de su mito
una fábula insomne dilatando la muerte
una violencia muda un combate interior
una ternura que agujerea el instante
un yo quedando en los declives
una ironía que rechina en los dos
un sexo perdido una avaricia amada
un rumor creciendo en lo invisible
un equilibrio de miedo una luna descalza
unos senos donde expira el viento
una mordida un delirio un menudo de danza
un lenguaje de ser en movimiento del alma
un lenguaje una esencia infinita
una plumilla que retoza el lenguaje
un símbolo de voz donde canta el poeta
sin palabras sin pausas sin silencio
una estatua de luz una esfinge de lava
un pensamiento como escena visible y verdadera
una mitología que cede a la vida
y es mito y es vida y es amor
un arte de tu noche y un Picasso.

EL AMOR

Como ave parte y en señal de fuego llega
de su hueco brotan flores creciendo en brasas
en llama una paloma forma el aire
del sueño mi lengua incendia un astro.

En la flama su raíz conoce el mundo
girando sobre si la llama insiste
en esa música que canción de aire se vuelve.

FÁBULA ROSA

Húmedo el movimiento de la rosa que silba
goteando desde el alba su vacío.

ESTE SUEÑO

Este sueño sin párpados es un rumor herido
y este aire de vida es un redondo sueño
donde tus ojos ruedan y me siento su dueño
en el agua que juega consumiendo el gemido

Eres mi agua mi fuego mi primera noticia
la pregunta que envuelve la palabra que asoma
su voz hiela en el aire que toma
mi agudo fuego mi mirada en caricia

SONETO CON ESTRAMBOTE

Senos peras parecen tus violines
desnudos en mi música los muerdo
como cuerpos en fuga los recuerdo
en la gimiente forma sus delfines

Son la carne redonda de sus curvas
que el sueño toca al aire suspendido
en la música forma del gemido
en el verde sombra de sus curvas

Inclina ya la tarde tus pezones
y a través de la música diluye
el mundo que consiente tus razones

Son formas pero son ondulante caricia
fundiéndose en la página que fluye
como tus dos sentidos de justicia

SI ESTAS MANOS

“El alma es como una mano”.

Aristóteles

Si estas manos creativas
pirámides que crecen desde el frío
atrajeran tu forma
con su fuerza hacia si
y si la lluvia fuera
una fina fábula
que reconstruye el sueño
y los dedos miraran
coserse el horizonte
en mis yemas rosadas
y se inflamara en el meñique
la tristeza pausa que dora mi ejercicio
aquí la vida
sensación de mis manos
olfateara el suspiro
de tu memoria insípida

COSAS

«Y navegué toda la noche desde Homero hasta Joseph Conrad”.

Jorge Luis Borges

Otra vez esta vez
con lluvia en los cristales
con miradas y con nubes
cantando al interior de estas cosas que rompen
en la luz de la vida el sentir que las vence
y dejan de ser silla
y dejan de ser mesa
y agarran nuestra voz
y chillan con nosotros y escapan de su forma
como forma de unirse
a lo que escapa
y un silencio de agua
se va quemando en el aire
y hacen agua del verbo
y un barco de papel
tiembla de cosas
y en la corriente besan
el cristal que la lluvia
como cosa consciente
les brinda en la humedad
que habla su nombre.

UN DIA LLUVIOSO

Trae la guitarra el día lluvioso
gimiendo hacia adentro en el alcohol
enferma el tiempo su flor
y su barro de sueño enuncia el aire
en un decir de muerte espesos ríos
persiguen sus orillas como una selva hollada
cuando Dios estaba aún azul dentro del hombre

DUARTE

Si pudiera crecer en el ángel de tu ira
como una lengua muda que se le escapa al sueño
la ausencia lograría al borde de tu herida
el argumento de lo no creado
si pudiera verte por dentro desnudo de palabras
una luz granizada imantaría distancias
y grabaría la página que se alza en tus latidos
como un número espeso que circula en la sed.

LEON FELIPE

Este hueco
iba cavando en mí
como con manos
cava el tiempo el lenguaje
escuchándose sin voz
nadando en el eco
de una idea que fluye
palmo bajando
gimiente palabra
del origen.

MECIÉNDOSE EN EL AGUA

A mi madre Juanita Alcántara

Meciéndose en agua su mirada
roba una estrella carne de su luz
y el corazón desnudo en la palabra
al imán de la forma define su pureza
cuajando en la raíz del mediodía
su llama de costumbre en los demás
curva el sol sobre el tiempo sus labores
circula en el olvido la memoria del alma
toda la sombra es mundo y el mundo su mirada
y una forma sin mundo es la inocencia
derramado en latidos el viento de tu agua
derritiéndose en vida se desvanece el aire
en el pulso de luz de tu ternura.

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Lope de Vega

Un soneto me manda hacer Violante

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

»LOPE DE VEGA [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]

Lope de Vega fue un gran escritor nacido en Madrid en el año 1562 y fallecido en esa misma ciudad en 1635. Era hijo de una pareja de humildes campesinos y, por cuestiones económicas, no llegó a terminar el bachillerato. Fue un autor sumamente prolífico que cultivó diversos géneros, entre los que se encontraron la narrativa, el teatro y la lírica. Algunas de sus creaciones más destacadas fueron "La Arcadia", "Los pastores de Belén", "Fuente Ovejuna" y "El perro del Hortelano"; estas últimas representan seguramente los mayores logros obtenidos por este autor, ya que lo convirtieron en un icono innegable para la literatura española del siglo XIV.

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LOS POEMAS
Un soneto me manda hacer Violante

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.

A MIS SOLEDADES VOY

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

¡No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos!

Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.

El dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento,
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo,
su locura en su arrogancia,
mi humildad en su desprecio.

O sabe naturaleza
más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.

Sólo sé que no sé nada,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.

Señales son del jüicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más
otros por cartas de menos.

Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres
que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?

Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
con el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,

y algunos inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.

Virtud y filosofía
peregrina como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento;
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo,
porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños!

Fea pintan a la envidia,
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones, ni pleitos.

Ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, afirmaron
parabién, ni pascua dieron.

Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.

POBRE BARQUILLA MÍA

¡Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvela,
y entre las olas sola!

¿Adónde vas perdida?
¿Adónde, di, te engolfas?
Que no hay deseos cuerdos
con esperanzas locas.

Como las altas naves,
te apartas animosa
de la vecina tierra,
y al fiero mar te arrojas.

Igual en las fortunas,
mayor en las congojas,
pequeña en la defensas,
incitas a las ondas.

Advierte que te llevan
a dar entre las rocas
de la soberbia envidia,
naufragio de las honras.

Cuando por las riberas
andabas costa a costa,
nunca del mar temiste
las ira procelosas.

Segura navegabas,
que por la tierra propia
nunca el peligro es mucho
adonde el agua es poca.

Verdad es que en la patria
no es la virtud dichosa,
ni se estima la perla
hasta dejar la concha.

Dirás que muchas barcas
con el favor en popa,
saliendo desdichadas,
volvieron venturosas.

No mires los ejemplos
de las que van y tornan,
que a muchas ha perdido
la dicha de las otras.

Para los altos mares
no llevas, cautelosa,
ni velas de mentiras,
ni remos de lisonjas.

¿Quién te engañó, barquilla?
Vuelve, vuelve la proa:
que presumir de nave
fortunas ocasiona.

¿Qué jarcias te entretejen?
¿Qué ricas banderolas
azote son del viento
y de las aguas sombra?

¿ en qué gavia descubres,
del árbol alta copa,
la tierra en perspectiva,
del mar incultas orlas?

¿En qué celajes fundas
que es bien echar la sonda,
cuando, perdido el rumbo,
erraste la derrota?

Si te sepulta arena,
¿qué sirve fama heroica?
Que nunca desdichados
sus pensamientos logran.

¿Qué importa que te ciñan
ramas verde o rojas,
que en selvas de corales
salados césped brota?

Laureles de la orilla
solamente coronan
navíos de alto bordo
que jarcias de oro adornan.

No quieras que yo sea,
por tu soberbia pompa,
Faetonte de barqueros
que los laureles lloran.

Pasaron ya los tiempos
cuando, lamiendo rosas,
el céfiro bullía
y suspiraba aromas.

Ya fieros huracanes
tan arrogantes soplan
que, salpicando estrellas,
del sol la frente mojan.

Ya los valientes rayos
de la vulcana forja,
en vez de torres altas,
abrasan pobres chozas.

Contenta con tus redes,
a la playa arenosa
mojado me sacabas;
pero vivo,¿qué importa?

Cuando de rojo nácar
se afeitaba la aurora,
más peces te llenaban
que ella lloraba aljófar.

Al bello sol que adoro
enjuta ya la ropa,
nos daba una cabaña
la cama de sus hojas.

Esposo me llamaba,
yo la llamaba esposa,
parándose de envidia
la celestial antorcha.

Sin pleito, sin disgusto,
la muerte nos divorcia;
¡ay de la pobre barca
que en lágrima se ahoga!

Quedad sobre la arena,
inútiles escotas,
que no ha menester velas
quien a su bien torna.

Si con eternas plantas
las fijas luces doras,
¡oh dueño de mi barca!,
y en dulce paz reposas.

Merezca que le pidas
al bien que eterno gozas
que adonde estás me lleve,
más pura y más hermosa.

Mi honesto amor te obligue,
que no es digna victoria
para quejas humanas
ser las deidades sordas.

Mas, ¡ay!, que no me escuchas.
pero la vida es corta:
viviendo, todo falta;
muriendo, todo sobra.

CANCIÓN

¡Oh libertad preciosa,
no comparada al oro,
ni al bien mayor de la espaciosa tierra,
más rica y más gozosa
que el precioso tesoro
que el mar del sur entre su nácar cierra;
con armas, sangre y guerra,
con las vidas y famas,
conquistado en el mundo;
paz dulce, amor profundo
que el mar aparta y a tu bien nos llamas;
en ti sola se anida
oro, tesoro, paz, bien, gloria y vida!

Cuando de las humanas
tinieblas vi el cielo
la luz, principio de mis dulces días,
aquellas tres hermanas
que nuestro humano velo
tejiendo, llevan por inciertas vías,
las duras penas mías
trocaron en la gloria
que en libertad poseo,
con siempre igual deseo,
donde verá por mi dichosa historia
quien más leyere en ella
que es dulce libertad lo menos della.

Yo, pues, señor exento
desta montaña y prado,
gozo la gloria y libertad que tengo.
Soberbio pensamiento
jamás ha derribado
la vida humilde y pobre que sostengo.
Cuando a las manos vengo
con el muchacho ciego,
haciendo rostro embisto,
venzo, triunfo y resisto
la flecha, el arco, la ponzoña, el fuego,
y con libre albedrío
lloro el ajeno mal y canto el mío.

Cuando la aurora baña
con el rocío
de aljófar celestial el monte y prado,
salgo de mi cabaña,
riberas de este río,
a dar el nuevo pasto a mi ganado,
y cuando el sol dorado
muestra sus fuerzas graves,
al sueño el pecho inclino
debajo un sauce o pino,
oyendo el son de las parleras aves
o ya gozando el aura
donde el perdido aliento se restaura.

Cuando la noche oscura
con su estrellado manto
el claro día en su tiniebla encierra,
y suena en la espesura
el tenebroso canto
de los nocturnos hijos de la tierra,
al pie de aquesta sierra
con rústicas palabras
mi ganadillo cuento
y el corazón contento
del gobierno de ovejas y de cabras,
la temerosa cuenta
del cuidadoso rey me representa.

Aquí la verde pera
con la manzana fermosa,
de gualda y roja sangre matizada,
y de color rosa
la cermeña olorosa
tengo, y la endrina de color morada;
aquí de la enramada
parra que el olmo enlaza,
melosas uvas cojo;
y en cantidad recojo,
al tiempo que las ramas desenlaza
el caluroso estío,
membrillos que coronan este río.

No me da descontento
el hábito costoso
que de lascivo el pecho noble infama;
es mi dulce sustento
del campo generoso
estas silvestres frutas que derrama;
mi regalada cama,
de blanda pieles y hojas,
que algún rey la envidiara,
y de ti, fuente clara,
que, bullendo, el arena y agua arrojas,
estos cristales puros,
sustentos pobres, pero bien seguros.

Estése el cortesano
procurando a su gusto
la blanda cama y el mejor sustento;
bese la ingrata mano
del poderoso injusto,
formando torres de esperanza al viento;
viva y muera sediento
por el honroso oficio,
y goce yo del suelo,
al aire, al sol y al hielo,
ocupado en mi rústico ejercicio;
que más vale pobreza
en paz que en guerra mísera riqueza.

Ni temo al poderoso
ni al rico lisonjero,
ni soy camaleón del que gobierna,
ni me tiene envidioso
la ambición y el deseo
de ajena gloria ni de fama eterna;
carne sabrosa y tierna,
vino aromatizado,
pan blanco de aquel día,
en prado, en fuente fría,
halla un pastor con hambre fatigado,
que el grande y el pequeño
somos iguales lo que dura el sueño.

VILLANCICOS

1
Nace el alba clara,
la noche pisa,
del cielo la risa
su paz declara;
el tiempo se para
por sólo vella,
desterrando la noche
de nuestras penas.

Para ser señora
del cielo, levanta
esta niña santa
su luz aurora;
él canta, ella llora
divinas perlas,
desterrando la noche
de nuestras penas.

Aquella luz pura
del Sol procede,
porque cuanto puede
le da hermosura;
el alba segura
que viene cerca,
desterrando la noche
de nuestras penas.

2
Las pajas del pesebre,
niño de Belén,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Lloráis entre las pajas
de frío que tenéis,
hermoso niño mío,
y de calor también.

Dormid, cordero santo,
mi vida, no lloréis,
que si os escucha el lobo,
vendrá por vos, mi bien.

Dormid entre las pajas,
que aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven
serán mañana espinas
en corona cruel.

Mas no quiero deciros,
aunque vos lo sabéis,
palabras de pesar
en días de placer.

Que aunque tan grandes deudas
en paja cobréis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Dejad el tierno llanto,
divino Emanüel,
que perlas entre pajas
se pierden sin por qué.

No piense vuestra madre
que ya Jerusalén
previene sus dolores,
y llore con Joseph.

Que aunque pajas no sean
corona para Rey,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

3
De una Virgen hermosa
celos tiene el sol,
porque vio en sus brazos
otro sol mayor.

Cuando del Oriente
salió el sol dorado,
y otro sol helado
miró tan ardiente,
quitó de la frente
la corona bella,
y a los pies de la estrella
su lumbre adoró,
porque vio en sus brazos
otro sol mayor.

«Hermosa María,
dice el sol vencido,
de vos ha nacido
el sol que podía
dar al mundo el día
que ha deseado».
Esto dijo humillado
a María el sol,
porque vio en sus brazos
otro sol mayor.

4
Zagalejo de perlas,
hijo del Alba,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?

Como sois lucero
del alma mía,
al traer el día
nacéis primero;
pastor y cordero
sin choza y lana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?

Perlas en los ojos,
risa en la boca,
las almas provoca
a placer y enojos;
cabellitos rojos,
boca de grana,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?

Que tenéis que hacer,
pastorcito santo,
madrugando tanto
lo dais a entender;
aunque vais a ver
disfrazado el alma,
¿dónde vais que hace frío
tan de mañana?

5
La Niña a quien dijo el Ángel
que estaba de gracia llena,
cuando de ser de Dios madre
le trujo tan altas nuevas,

ya le mira en un pesebre,
llorando lágrimas tiernas,
que obligándose a ser hombre,
también se obliga a sus penas.

¿Qué tenéis, dulce Jesús?,
le dice la Niña bella;
¿tan presto sentís mis ojos
el dolor de mi pobreza?

Yo no tengo otros palacios
en que recibiros pueda,
sino mis brazos y pechos,
que os regalan y sustentan.

No puedo más, amor mío,
porque si yo más pudiera,
vos sabéis que vuestros cielos
envidiaran mi riqueza.

El niño recién nacido
no mueve la pura lengua,
aunque es la sabiduría
de su eterno Padre inmensa.

Mas revelándole al alma
de la Virgen la respuesta,
cubrió de sueño en sus brazos
blandamente sus estrellas.

Ella entonces desatando
la voz regalada y tierna,
así tuvo a su armonía
la de los cielos suspensa.

Pues andáis en las palmas,
Ángeles santos,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.

Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto.

No le hagáis ruido,
corred más paso,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.

El niño divino,
que está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso,

sosegar quiere un poco
del tierno llanto,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.

Rigurosos yelos
le están cercando,
ya veis que no tengo
con qué guardarlo.

Ángeles divinos
que vais volando,
que se duerme mi niño,
tened los ramos.

SERRANA

Serrana hermosa, que de nieve helada
fueras como en color en el efecto,
si amor no hallara en tu rigor posada;

del sol y de mi vista claro objeto,
centro del alma, que a tu gloria aspira,
y de mi verso altísimo sujeto;

alba dichosa, en que mi noche espira,
divino basilisco, lince hermoso,
nube de amor, por quien sus rayos tira;

salteadora gentil, monstruo amoroso,
salamandra de nieve y no de fuego,
para que viva con mayor reposo.

Hoy, que a estos montes y a la muerte llego,
donde vine sin ti, sin alma y vida,
te escribo, de llorar cansado y ciego.

Pero dirás que es pena merecida
de quien pudo sufrir mirar tus ojos
con lágrimas de amor en la partida.

Advierte que eres alma en los despojos
desta parte mortal, que a ser la mía,
faltara en tantas lágrimas y enojos;

que no viviera quien de ti partía,
ni ausente ahora, a no esforzarle tanto
las esperanzas de un alegría día.

Aquella noche en su mayor espanto
consideré la pena del perderte,
la duda soledad creciendo el llanto,

y llamando mil veces a la muerte,
otras tantas miré que me quitaba
la dulce gloria de volver a verte.

A la ciudad famosa que dejaba,
la cabeza volvía, que desde lejos
sus muros con sus fuegos me enseñaba,

y dándome en los ojos los reflejos,
gran tiempo hacia la parte en que vivías
los tuvo amor suspensos y perplejos.

Y como imaginaba que tendrías
de lágrimas los bellos ojos llenos,
pensándolas juntar crecí las mías.

Mas como los amigos, desde ajenos,
reparasen en ver que me paraba
en el mayor dolor, fue el llanto menos.

Ya, pues, que el alma y la ciudad dejaba,
y no se oía del famoso río
el claro son que con sus muros lava,

«Adiós, dije mil veces, dueño mío,
hasta que a verme en tu ribera vuelva,
de quien tan tiernamente me desvío».

No suele el ruiseñor en verde selva
llorar el nido de uno en otro ramo
de florido arrayán y madreselva,

con más doliente voz que yo te llamo,
ausente de mis dulces pajarillos,
por quien en llanto el corazón derramo,

ni brama, si le quitan sus novillos,
con más dolor la vaca, atravesando
los campos de agostados amarillos;

ni con arrullo más lloroso y blando
la tórtola se queja, prenda mía,
que yo me estoy de mi dolor quejando.

Lucinda, sin tu dulce compañía,
y sin las prendas de tu hermoso pecho,
todo es llorar desde la noche al día,

que con sólo pensar que está deshecho
mi nido ausente, me atraviesa el alma,
dando mil nudos a mi cuello estrecho;

que con dolor de que le dejo en calma,
y el fruto de mi amor goza otro dueño,
parece que he sembrado ingrata palma».

Llegué, Lucinda, al fin, sin verme el sueño,
en tres veces que el sol me vio tan triste,
a la aspereza de un lugar pequeño,

a quien de murtas y peñascos viste
Sierra Morena, que se pone en medio
del dichoso lugar en que naciste.

Allí me pareció que sin remedio
llegaba el fin de mi mortal camino,
habiendo apenas caminado el medio,

y cuando ya mi pensamiento vino,
dejando atrás la Sierra, a imaginarte,
creció con el dolor el desatino;

que con pensar que estás de la otra parte,
me pareció que me quitó la Sierra
la dulce gloria de poder mirarte.

Bajé a los llanos de esta humilde tierra,
adonde me prendiste y cautivaste,
y yo fui esclavo de tu dulce guerra.

No estaba el Tajo con el verde engaste
de su florida margen cual solía,
cuando con esos pies su orilla honraste;

ni el agua clara a su pesar subía
por las sonoras ruedas ni bajaba,
y en pedazos de plata se rompía;

ni Filomena su dolor cantaba,
ni se enlazaba parra con espino,
ni yedra por los árboles trepaba;

ni pastor extranjero ni vecino
se coronaba del laurel ingrato,
que algunos tienen por laurel divino.

Era su valle imagen y retrato
del lugar que la corte desampara,
del alma de su espléndido aparato.

Yo, como aquel que a contemplar se para
rüinas tristes de pasadas glorias,
en agua de dolor bañé mi cara.

De tropel acudieron las memorias,
los asientos, los gustos, los favores,
que a veces los lugares son historias,

y en más de dos que yo te dije amores,
parece que escuchaba tus respuestas,
y que estaban allí las mismas flores.

Mas como en desventuras manifiestas
suele ser tan costoso el desengaño
y sus veloces alas son tan prestas,

vencido de la fuerza de mi daño,
caí desde mí mismo medio muerto
y conmigo también mi dulce engaño.

Teniendo, pues, mi duro fin por cierto,
las ninfas de las aguas, los pastores
del soto y los vaqueros del desierto,

cubriéndome de yerbas y de flores,
me lloraban, diciendo: «Aquí fenece
el hombre que mejor trató de amores,

y puesto que Lucinda le merece,
que su vida consista en su presencia,
él también con su muerte la engrandece».

Entonces yo, que haciendo resistencia
estaba con tu luz al dolor mío,
abrí los ojos, que cerró tu ausencia.

Luego desamparando el valle frío
las ninfas bellas con sus rubias frentes
rompieron el cristal del manso río,

y en círculos de vidrio transparentes
las divididas aguas resonaron,
y en las peñas los ecos diferentes.

Los pastores también desampararon
el muerto vivo, y en la tibia arena
por sombra de quien era me dejaron.

Yo solo, acompañado de mi pena,
volviste al alma, del dolor quejoso,
que de pensar en ti la tuvo ajena.

Así ha llegado aquel pastor dichoso,
Lucinda, que llamaban dueño tuyo,
del Betis rico al Tajo caudaloso:

éste que miras es retraso suyo,
que así el esclavo que llorando pierdes
a tus divinos ojos restituyo.

O ya me olvides o de mí te acuerdes,
si te olvidares mientras tengo vida,
marchite amor mis esperanzas verdes.

Cosa que al cielo por mi bien le pida
jamás me cumpla, si otra cosa fuere
de aquestos ojos, donde estás, querida.

En tanto que mi espíritu rigiere
el cuerpo que tus brazos estimaron,
nadie los míos ocupar espere;

la memoria que en ellos me dejaron
es alcalde de aquella fortaleza
que tus hermosos ojos conquistaron.

Tú conoces, Lucinda, mi firmeza,
y que es de acero el pensamiento mío
con las pastoras de mayor belleza.

Ya sabes el rigor de mi desvío
con Flora, que te tuvo tan celosa,
a cuyo fuego respondí tan frío;

pues bien conoces tú que es Flora hermosa,
y que con serlo, sin remedio vive,
envidiosa de ti, de mí quejosa.

Bien sabes que habla bien, que bien escribe
y que me solicita y me regala,
por más desprecios que de mí recibe.

Mas yo, que de tu pie, donaire y gala
estimo más la cinta que desecha
que todo el oro con que a Creso iguala,

sólo estimo tenerte sin sospecha,
que no ha nacido ahora quien desate
de tanto amor lazada tan estrecha.

Cuando de yerbas de Tesalia trate,
y discurriendo el monte de la luna
los espíritus ínfimos maltrate,

no hay fuerza en yerba ni en palabra alguna
contra mi voluntad, que hizo el cielo
libre en adversa y próspera fortuna.

Tú sola mereciste mi desvelo,
y yo también después de larga historia
con mi fuego de amor vencer tu hielo.

Viva con esto alegre tu memoria,
que como amar con celos es infierno,
amar sin ellos es descanso y gloria,

que yo, sin atender a mi gobierno,
no he de apartarme de adorarte ausente,
si de ti lo estuviese un siglo eterno.

El sol mil veces discurriendo cuente
del cielo los dorados paralelos,
y de su blanca hermana el rostro aumente,

que los diamantes de sus puros velos,
que viven fijos en su octava esfera,
no han de igualarme aunque me maten celos.

No habrá cosa jamás en la ribera
en que no te contemplen estos ojos,
mientras ausente de los tuyos muera;

en el jazmín tus cándidos despojos;
en la rosa encarnada tus mejillas,
tu bella boca en los claveles rojos;

tu olor en las retamas amarillas,
y en maravillas que mis cabras pacen
contemplaré también tus maravillas.

Y cuando aquellos arroyuelos que hacen
templados, a mis quejas consonancia
desde la sierra, donde juntos nacen,

dejando el sol la furia y arrogancia
de dos tan encendidos animales,
volviere el año a su primera estancia,

a pesar de sus fuentes naturales,
del yelo arrebatadas sus corrientes,
cuelguen por estas peñas sus cristales,

contemplaré tus concertados dientes,
y a veces en carámbanos mayores
los dedos de tus manos transparentes.

Tu voz me acordarán los ruiseñores,
y de estas yedras y olmos los abrazos
nuestros hermafrodíticos amores.

Aquestos nidos de diversos lazos,
donde ahora se besan dos palomas,
por ver mis prendas burlarán mis brazos,

Tú, si mejor tus pensamientos domas,
en tanto que yo quedo sin sentido,
dime el remedio de vivir que tomas,

que aunque todas las aguas del olvido
bebiese yo, por imposible tengo
que me escapase de tu lazo asido,

donde la vida a más dolor prevengo:
¡triste de aquel que por estrellas ama,
si no soy yo, porque a tus manos vengo!

Donde si espero de mis versos fama,
a ti lo debo, que tú sola puedes
dar a mi frente de laurel la rama,
donde muriendo vencedora quedes.

RIMAS HUMANAS

1
Era la alegre víspera del día
que la que sin igual nació en la tierra,
de la cárcel mortal y humana guerra
para la patria celestial salía;

y era la edad en que más viva ardía
la nueva sangre que mi pecho encierra,
cuando el consejo y la razón destierra
la vanidad que el apetito guía,

cuando Amor me enseñó la vez primera
de Lucinda en su sol los ojos bellos,
y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión y dulce arder por ellos;
sin duda que su fuego fue mi esfera,
que con verme morir descanso en ellos.

2
De hoy más las crespas sienes de olorosa
verbena y mirto coronarte puedes,
juncoso Manzanares, pues excedes
del Tajo la corriente caudalosa.

Lucinda en ti bañó su planta hermosa;
bien es que su dorado nombre heredes,
y que con perlas por arenas quedes,
mereciendo besar su nieve y rosa.

Y yo envidiar pudiera tu fortuna,
mas he llorado en ti lágrimas tantas,
(tú, buen testigo de mi amargo lloro),

que mezclada en tus aguas pudo alguna
de Lucinda tocar las tiernas plantas,
y convertirse en tus arenas de oro.

3
Vierte racimos la gloriosa palma,
y sin amor se pone estéril luto;
Dafnes se queja en su laurel sin fruto,
Narciso en blancas hojas se desalma.

Está la tierra sin la lluvia en calma,
viles hierbas produce el campo enjuto,
porque nunca el Amor pagó tributo,
gime en su piedra de Anaxarte el alma.

Oro engendra al amor de agua y de arenas,
porque las conchas aman el rocío,
quedan de perlas orientales llenas.

No desprecies, Lucinda hermosa, el mío,
que al trasponer del sol, las azucenas
pierden el lustre, y nuestra edad el brío.

4
Si culpa el concebir, nacer tormento,
guerra vivir, la muerte fin humano;
si después de hombre, tierra y vil gusano,
y después de gusano, polvo y viento;

si viento nada, y nada el fundamento,
flor la hermosura, la ambición tirano,
la fama y gloria, pensamiento vano,
y vano en cuanto piensa el pensamiento,

¿quién anda en este mar para anegarse?
¿De qué sirve en quimeras consumirse,
ni pensar otra cosa que salvarse?

¿De qué sirve estimarse y preferirse,
buscar memoria habiendo de olvidarse,
y edificar habiendo de partirse?

5
Céfiro blando que mis quejas tristes
tantas veces llevaste, claras fuentes
que con mis tiernas lágrimas ardientes
vuestro dulce licor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcistes,
ásperos montes a mi mal presentes,
ríos que de mis ojos siempre ausentes,
veneno al mar, como a tirano distes;

pues la aspereza de rigor tan fiero
no me permite voz articulada,
decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada
en el laurel que por dureza espero,
della veréis mi frente coronada.

6
Que otras veces amé negar no puedo,
pero entonces amor tomó conmigo
la espada negra, como diestro amigo,
señalando los golpes en el miedo.

Mas esta vez que batallando quedo,
blanca la espada y cierto el enemigo,
no os espantéis que llore su castigo,
pues al pasado amor amando excedo.

Cuando con armas falsas esgrimía,
de las heridas truje en el vestido
(sin tocarme en el pecho) las señales;

mas en el alma ya, Lucinda mía,
donde mortales en dolor han sido,
y en el remedio heridas inmortales.

7
El pastor que en el monte anduvo al hielo,
al pie del mismo, derribando un pino,
en saliendo el lucero vespertino
enciende lumbre y duerme sin recelo.

Dejan las aves con la noche el vuelo,
el campo el buey, la senda el peregrino,
la hoz el trigo, la guadaña el lino,
que al fin descansa cuando cubre el cielo.

Yo solo, aunque la noche con su manto
esparza sueño y cuanto vive aduerma,
tengo mis ojos de descanso faltos.

Argos los vuelve la ocasión y el llanto,
sin vara de Mercurio que los duerma,
que los ojos del alma están muy altos.

8
Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.

9
Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,
hallé en cabello a mi Lucinda un día,
tan hermosa, que al cielo parecía
en la risa del alba, abriendo el polo.

Vino un aire sutil, y desatólo
con blando golpe por la frente mía,
y dije a amor que para qué tejía
mil cuerdas juntas para un arco solo.

Pero él responde: «Fugitivo mío,
que burlaste mis brazos, hoy aguardo
de nuevo echar prisión a tu albedrío».

Yo triste, que por ella muero y ardo,
la red quise romper, ¡qué desvarío!,
pues más me enredo mientras más me guardo.

10
Quiero escribir, y el llanto no me deja,
pruebo a llorar, y no descanso tanto,
vuelvo a tomar la pluma, y vuelve el llanto,
todo me impide el bien, todo me aqueja.

Si el llanto dura, el alma se me queja,
si el escribir, mis ojos, y si en tanto
por muerte o por consuelo me levanto,
de entrambos la esperanza se me aleja.

Ve blanco al fin, papel, y a quien penetra
el centro deste pecho que enciende
le di (si en tanto bien pudieres verte),

que haga de mis lágrimas la letra,
pues ya que no lo siente, bien entiende,
que cuanto escribo y lloro, todo es muerte.

11
Lucinda, yo me siento arder, y sigo
el sol que deste incendio causa el daño,
que porque no me encuentre el desengaño
tengo al engaño por eterno amigo.

Siento el error, no siento lo que digo,
a mí yo propio me parezco extraño;
pasan mis años, sin que llegue un año
que esté seguro yo de mí conmigo.

¡Oh dura ley de amor, que todos huyen
la causa de su mal, y yo la espero
siempre en mi margen, como humilde río!

Pero si las estrellas daño influyen,
y con las de tus ojos nací y muero,
¿cómo las venceré sin albedrío?

12
Cayó la torre que en el viento hacían
mis altos pensamientos castigados,
que yacen por el suelo derribados
cuando con sus extremos competían.

Atrevidos al sol llegar querían,
y morir en sus rayos abrasados,
de cuya luz contentos y engañados,
como la ciega mariposa ardían.

¡Oh, siempre aborrecido desengaño,
amado al procurarte, odioso al verte,
que en lugar de sanar abres la herida!

¡Pluguiera a Dios duraras, dulce engaño,
que si ha de dar un desengaño muerte,
mejor es un engaño que da vida!

13
Desde que viene la rosada Aurora
hasta que el viejo Atlante esconde el día,
lloran mis ojos con igual porfía
su claro sol que otras montañas dora;

y desde que del caos adonde mora
sale la noche perezosa y fría,
hasta que a Venus otra vez envía,
vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.

Así que ni la noche me socorre,
ni el día me sosiega y entretiene,
ni hallo medio en extremos tan extraños.

Mi vida va volando, el tiempo corre,
y mientras mi esperanza con vos viene,
callando pasan los ligeros años.

14
Rota barquilla mía, que arrojada
de tanta envidia y amistad fingida,
de mi paciencia por el mar regida
con remos de mi pluma y de mi espada,

una sin corte y otra mal cortada,
conservaste las fuerzas de la vida,
entre los puertos del favor rompida,
y entre las esperanzas quebrantada;

sigue tu estrella en tantos desengaños,
que quien no los creyó sin duda es loco,
ni hay enemigo vil ni amigo cierto.

Pues has pasado los mejores años,
ya para lo que queda, pues es poco,
ni tema a la mar, ni esperes puerto.

15
Esto de imaginar si está en su casa,
si salió, si la hablaron, si fue vista;
temer que se componga, adorne y vista,
andar siempre mirando lo que pasa;

temblar del otro que de amor se abrasa,
y con hacienda y alma la conquista;
querer que al oro y al amor resista,
morirme si se ausenta o si se casa;

celar todo galán rico y mancebo,
pensar que piensa en otro si en mí piensa
rondar la noche y contemplar el día,

obliga, Marcio, a enamorar de nuevo;
pero saber cómo pasó la ofensa,
no sólo desobliga, mas enfría.

16
Daba sustento a un pajarillo un día
Lucinda, y por los hierros del portillo
fuésele de la jaula el pajarillo
al libre viento en que vivir solía.

Con un suspiro a la ocasión tardía
tendió la mano, y no pudiendo asillo,
dijo (y de las mejillas amarillo
volvió el clavel que entre su nieve ardía):

¿Adónde vas por despreciar el nido,
al peligro de ligas y de balas,
y el dueño huyes que tu pico adora?».

Oyóla el pajarillo enternecido,
y a la antigua prisión volvió las alas,
que tanto puede una mujer que llora.

17
Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos, cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo,
por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata:
es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer al fin como sangría,
que a veces da salud, y a veces mata.

18
Esparcido el cabello por la espalda
que fue del sol desprecio y maravilla,
Silvia cogía por la verde orilla
del mar de Cádiz conchas en su falda.

El agua entre el hinojo de esmeralda,
para que entrase más, su curso humilla;
tejió de mimbre una alta canastilla,
y púsola en su frente por guirnalda.

Mas cuando ya desamparó la playa,
«Mal haya, dijo, el agua, que tan poca
con su sal me abrasó pies y vestidos».

Yo estaba cerca y respondí: «Mal haya
la sal que tiene tu graciosa boca,
que así tiene abrasados mis sentidos».

19
Serrana celestial de esta montaña,
por quien el sol, que sus peñascos dora,
sale más presto a ver la blanca Aurora
que a la noche venció, que el mundo engaña,

a quien aquel Pastor santo acompaña,
que en el cayado de su cruz adora
cuanto ganado en estas sierras mora
y con su marca de su sangre baña.

¿Cómo tenéis, si os llama electro y rosa
el Espejo, a quien dais tiernos abrazos,
color morena, aunque de gracia llena?

Pero aunque sois morena, sois hermosa,
y ¿qué mucho si a Dios tenéis en brazos,
que dándoos tanto sol, estéis morena?

20
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

RIMAS SAGRADAS

1
Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;

mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.

2
Pasos de mi primera edad que fuistes
por el camino fácil de la muerte,
hasta llegarme al tránsito más fuerte
que por la senda de mi error pudistes;

¿qué basilisco entre las flores vistes
que de su engaño a la razón advierte?
Volved atrás, porque el temor concierte
las breves horas de mis años tristes.

¡Oh pasos esparcidos vanamente!
¿qué furia os incitó, que habéis seguido
la senda vil de la ignorante gente?

Mas ya que es hecho, que volváis os pido,
que quien de lo perdido se arrepiente
aun no puede decir que lo ha perdido.

3
Entro en mí mismo para verme, y dentro
hallo, ¡ay de mí!, con la razón postrada,
una loca república alterada,
tanto que apenas los umbrales entro.

Al apetito sensitivo encuentro,
de quien la voluntad mal respetada
se queja al cielo, y de su fuerza armada
conduce el alma al verdadero centro.

La virtud, como el arte, hallarse suele
cerca de lo difícil, y así pienso
que el cuerpo en el castigo se desvele.

Muera el ardor del apetito intenso,
porque la voluntad al centro vuele,
capaz potencia de su bien inmenso.

4
¿Qué ceguedaz me trujo a tantos daños?
¿Por dónde me llevaron desvaríos,
que no traté mis años como míos,
y traté como propios sus engaños?

¡Oh puerto de mis blancos desengaños,
por donde ya mis juveniles bríos
pasaron como el curso de los ríos,
que no los vuelve atrás el de los años!

Hicieron fin mis locos pensamientos,
acomodóse al tiempo la edad mía,
por ventura en ajenos escarmientos.

Que no temer el fin no es valentía,
donde acaban los gustos en tormentos,
y el curso de los años en un día.

5
Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?

6
¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño
hierran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendréisme seguro con tres clavos.

7
Muere la vida, y vivo yo sin vida,
ofendiendo la vida de mi muerte,
sangre divina de las venas vierte,
y mi diamante su dureza olvida.

Está la majestad de Dios tendida
en una dura cruz, y yo de suerte
que soy de sus dolores el más fuerte,
y de su cuerpo la mayor herida.

¡Oh duro corazón de mármol frío!,
¿tiene tu Dios abierto el lado izquierdo,
y no te vuelves un copioso río?

Morir por él será divino acuerdo,
mas eres tú mi vida, Cristo mío,
y como no la tengo, no la pierdo.

8
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
"Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía"!

¡Y cuántas, hermosura[s] soberana,
"Mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!

9
Yo me muero de amor, que no sabía,
aunque diestro en amar cosas del suelo,
que no pensaba yo que amor del cielo
con tal rigor las almas encendía.

Si llama la moral filosofía
deseo de hermosura a amor, recelo
que con mayores ansias me desvelo
cuanto es más alta la belleza mía.

Amé en la tierra vil, ¡qué necio amante!
¡Oh luz del alma, habiendo de buscaros,
qué tiempo que perdí como ignorante!

Mas yo os prometo agora de pagaros
con mil siglos de amor cualquiera instante
que por amarme a mí dejé de amaros.

10
¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!

Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.

Bien haya tu divino autor, pues mueves
a su contemplación el pensamiento,
a aun a pensar en nuestros años breves.

Así la verde edad se esparce al viento,
y así las esperanzas son aleves
que tienen en la tierra el fundamento...

11
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.

Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos,
aquí los ojos de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.

Aquí la estimativa en que tenía
el principio de todo el movimiento,
aquí de las potencias la armonía.

¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿dónde tan alta presunción vivía,
desprecian los gusanos aposento?

12
Hombre mortal mis padres me engendraron,
aire común y luz de los cielos dieron,
y mi primera voz lágrimas fueron,
que así los reyes en el mundo entraron.

La tierra y la miseria me abrazaron,
paños, no piel o pluma, me envolvieron,
por huésped de la vida me escribieron,
y las horas y pasos me contaron.

Así voy prosiguiendo la jornada
a la inmortalidad el alma asida,
que el cuerpo es nada, y no pretende nada.

Un principio y un fin tiene la vida,
porque de todos es igual la entrada,
y conforme a la entrada la salida.

13
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh. cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
"Alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía!"

¡Y cuántas, hermosura soberana,
"Mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!

14
Buscaba Madalena pecadora
un hombre, y Dios halló sus pies, y en ellos
perdón, que más la fe que los cabellos
ata sus pies, sus ojos enamora.

De su muerte a su vida se mejora,
efecto en Cristo de sus ojos bellos,
sigue su luz, y al occidente dellos
canta en los cielos y en peñascos llora.

«Si amabas, dijo Cristo, soy tan blando
que con amor a quien amó conquisto,
si amabas, Madalena, vive amando».

Discreta amante, que el peligro visto
súbitamente trasladó llorando
los amores del mundo a los de Cristo.

15
Yo pagaré con lágrimas la risa
que tuve en la verdura de mis años,
pues con tan declarados desengaños
el tiempo, Elisio, de mi error me avisa.

«Hasta la muerte» en la corteza lisa
de un olmo, a quien dio el Tajo eternos baños,
escribí un tiempo, amando los engaños
que mi temor con pies de nieve pisa.

Mas, ¿qué fuera de mí, si me pidiera
esta cédula Dios, y la cobrara,
y el olmo entonces el testigo fuera?

Pero yo con el llanto de mi cara
haré crecer el Tajo de manera
que sólo quede mi vergüenza clara.

A una dama que salió revuelta una mañana

Hermoso desaliño, en quien se fía
cuanto después abrasa y enamora,
cual suele amanecer turbada aurora,
para matar de sol al mediodía.

Solimán natural, que desconfía
el resplandor con que los cielos dora;
dajad la arquilla, no os toquéis, señora,
tóquese la vejez de vuestra tía.

Mejor luce el jazmín, mejor la rosa
por el revuelto pelo en la nevada
columna de marfil, garganta hermosa.

Para la noche estáis mejor tocada;
que no anocheceréis tan aliñosa
como hoy amanecéis desaliñada.

Ir y quedarse, y con quedar partirse

Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.

Dulce desdén, si el daño que me haces

Dulce desdén, si el daño que me haces
de la suerte que sabes te agradezco,
qué haré si un bien de tu rigor merezco,
pues sólo con el mal me satisfaces.

No son mis esperanzas pertinaces
por quien los males de tu bien padezco
sino la gloria de saber que ofrezco
alma y amor de tu rigor capaces.

Dame algún bien, aunque con él me prives
de padecer por ti, pues por ti muero
si a cuenta dél mis lágrimas recibes.

Mas ¿cómo me darás el bien que espero?,
si en darme males tan escaso vives
que ¡apenas tengo cuantos males quiero!

Soneto

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

¿Quién mata con más rigor?

¿Quién mata con más rigor?
Amor.
¿Quién causa tantos desvelos?
Celos.
¿Quién es el mal de mi bien?
Desdén
¿Qué más que todos también
una esperanza perdida,
pues que me quitan la vida
amor, celos y desdén?

¿Qué fin tendrá mi osadía?
Porfía.
¿Y qué remedio mi daño?
Engaño.
¿Quién es contrario a mi amor?
Temor.
Luego es forzoso el rigor,
y locura el porfiar ,
pues mal se pueden juntar
porfía, engaño y temor.

¿Qué es lo que el amor me ha dado?
Cuidado.
¿Y qué es lo que yo le pido?
Olvido.
¿Qué tengo del bien que veo?
Deseo.
Si en tal locura me empleo,
que soy mi propio enemigo,
presto acabarán conmigo
cuidado, olvido y deseo.

Nunca mi pena fue dicha.
Desdicha.
¿Qué guarda mi pretensión?
Ocasión.
¿Quién hace a amor resistencia?
Ausencia.
Pues ¿dónde hallará paciencia,
aunque a la muerte le pida,
si me han de acabar la vida
desdicha, ocasión y ausencia?

LAMÉNTASE MANZANARES DE TENER TAN GRAN PUENTE

HABLA EL RÍO

¡Quítenme aquesta puente que me mata,
señores regidores de la villa,
miren que me ha quebrado una costilla,
que aunque me viene grande me maltrata!

De bola en bola tanto se dilata,
que no la alcanza a ver mi verde orilla;
mejor es que la lleven a Sevilla,
si cabe en el camino de la Plata.

Pereciendo de sed en el estío,
es falsa la causal y el argumento
de que en las tempestades tengo brío.

Pues yo con la mitad estoy contento,
tráiganle sus mercedes otro río
que le sirva de huésped de aposento.

SENTIMIENTOS DE AUSENCIA, A IMITACIÓN DE GARCILASO

Señora mía, si de vos ausente
en esta vida duro y no me muero,
es porque como y duermo, y nada espero,
ni pleiteante soy ni pretendiente.

Esto se entiende en tanto que accidente
no siento de la falta del dinero,
que entonces se me acuerda lo que os quiero,
y estoy perjudicial y impertinente.

Sin ver las armas ni sulcar los mares,
mis pensamientos a las musas fío;
sus liras son mis cajas militares.

Rico en invierno y pobre en el estío,
parezco en mi fortuna a Manzanares,
que con agua o sin ella siempre es río.