A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Julio Cortázar

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VISTO, NO VISTO [Mi poema]
Julio Cortázar [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

A veces, solo a veces, me desnudo,
me encanta deshacer de la coraza,
atarme la corbata sin el nudo,
del alma el alimento tomar crudo
juzgando las miserias taza a taza.

Que aquí donde me veis de punta en blanco
-no creas, lo que veis son apariencias-
me gusta relucir, que no soy manco,
que guardo mis dineros en el banco
y voy desparramando mis esencias.

No quiero presumir, soy prepotente,
y a veces yo me encuentro acomplejado,
O creo que soy dios. Y de repente
me veo resbalando en la pendiente
tratando de exculparme de pecado.

Pues pienso que soy todo y no soy nada
y hay veces que hasta dudo si es que existo.
Ni sé si soy el amo en la manada
que al poker ha ganado una jugada,
o soy alguien que fue. Visto y no visto.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Julio Cortázar

OBJETOS PERDIDOS

Por veredas de sueño y habitaciones sordas
tus rendidos veranos me aceleran con sus cantos
Una cifra vigilante y sigilosa
va por los arrabales llamándome y llamándome
pero qué falta, dime, en la tarjeta diminuta
donde están tu nombre, tu calle y tu desvelo
si la cifra se mezcla con las letras del sueño,
si solamente estás donde ya no te busco.
(Mendoza, Argentina 1944)

LA MUFA

Vos ves la Cruz del Sur,
respirás el verano con su olor a duraznos,
y caminás de noche
mi pequeño fantasma silencioso
por ese Buenos Aires,
por ese siempre mismo Buenos Aires.
Quizá la más querida

Me diste la intemperie,
la leve sombra de tu mano
pasando por mi cara.
Me diste el frío, la distancia,
el amargo café de medianoche
entre mesas vacías.

Siempre empezó a llover
en la mitad de la película,
la flor que te llevé tenía
una araña esperando entre los pétalos.

Creo que lo sabías
y que favoreciste la desgracia.
Siempre olvidé el paraguas
antes de ir a buscarte,
el restaurante estaba lleno
y voceaban la guerra en las esquinas.

Fui una letra de tango
para tu indiferente melodía.

UNA CARTA DE AMOR

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo

como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,

todo eso es tan poco
yo lo quiero de vos porque te quiero.

Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,

y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.

BOLERO

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.

NOCTURNO

Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.

(esto de los caballos me recuerda a cierto relato)

EL BREVE AMOR

Con qué tersa dulzura
me levanta del lecho en que soñaba
profundas plantaciones perfumadas,
me pasea los dedos por la piel y me dibuja
en le espacio, en vilo, hasta que el beso
se posa curvo y recurrente
para que a fuego lento empiece
la danza cadenciosa de la hoguera
tejiédose en ráfagas, en hélices,
ir y venir de un huracán de humo-
(¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo un anegarse entre las cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos ?)

PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA

Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amàs
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caìda la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazòn
habìa que tirarlos
habìa que llorarlos
habìa que inventarlos otra vez.

HAPPY NEW YEAR

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Asì la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

EL INTERROGADOR

No pregunto por las glorias ni las nieves,
quiero saber dónde se van juntando
las golondrinas muertas,
adónde van las cajas de fósforos usadas.
Por grande que sea el mundo
hay los recortes de uñas, las pelusas,
los sobres fatigados, las pestañas que caen.
¿Adonde van las nieblas, la borra del café,
los almanaques de otro tiempo?
Pregunto por la nada que nos mueve;
en esos cementerios conjeturo que crece
poco a poco el miedo,
y que allí empolla el Roc.

ESTA TERNURA

Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.
Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas que aceptaban
solamente una luna de colmillo, el té
frío de la vela la alba.
Tocamos instrumentos para la ciega cólera
de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
con los presentes ordenados en una mesa inútil,
y fue preciso beber la sidra caliente
en la vergüenza de la medianoche.
Entonces, ¿nadie quiere esto,
nadie?

TALA

Llévese estos ojos, piedritas de colores,
esta nariz de tótem, estos labios que saben
todas la tablas de multiplicar y las poesías más selectas.
Le doy la cara entera, con la lengua y el pelo,
me quito las uñas y dientes y le completo el peso.
No sirve
esa manera de sentir. Qué ojos ni qué dedos.
Ni esa comida recalentada, la memoria,
ni la atención, como una cotorrita perniciosa.
Tome las inducciones y las perchas
donde cuelgan las palabras lavadas y planchadas.
Arree con la casa, fuera de todo,
déjeme como un hueco, o una estaca.
Tal vez entonces, cuando no me valga
la generosidad de Dios, eso boy.scout,
y esté igual que la alfombra que ha aguantado
su lenta lluvia de zapatos ochenta años
y es urdimbre nomás, claro esqueleto donde
se borraron los ricos pavorreales de plata,
puede ser que sin vos diga tu nombre cierto
puede ocurrir que alcance sin manos tu cintura.

HABLEN, TIENEN TRES MINUTOS

Hablen, tiene tres minutos
De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo
donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel
y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.
Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja.
Máxime sabiendo
que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina,
como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre
el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura.
Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntases
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos, que nos demos
un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.

AFTER SUCH PLEASURES

Esta noche, buscando tu boca en otra boca,
casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados,
qué tristeza nadar al fin hacia la orilla del sopor
sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas ni
esperanza.
Solo en mi casa abierta sobre el puerto
otra vez empezar a quererte,
otra vez encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa irrenunciable
hubiera sucedido.
Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.

EL NIÑO BUENO

No sabré desatarme los zapatos y dejar que la ciudad me muerda los pies
no me emborracharé bajo los puentes, no cometeré faltas de estilo.
Acepto este destino de camisas planchadas,
llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.
El largo desarreglo de los sentidos me va mal. Opto
por el dentífrico y las toallas. Me vacuno.
Mira qué pobre amante, incapaz de meterse en una fuente
para traerte un pescadito rojo
bajo la rabia de gendarmes y niñeras.

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DISPUTA PERMANENTE [Mi poema]
Daisy Zamora [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Verás amigo mío, yo conjugo,
a solas con mi mismo las virtudes,
y así fuera me surjan mil aludes
no creas que antes ellos hoy me arrugo.

Que cojo a todas ellas de la mano
con mimo, mi cariño y mi respeto,
me ajusto diligente a su libreto
mas sepan que a ninguna me amilano.

Confieso que, en honor a la verdad,
me cuesta conjugar fe y la razón,
y así quiera tratar con distinción
no paran de pelear, no hacen la paz.

Con ambas yo mantengo una disputa
que acaba ante el albur, sin solución,
si atiendo aquí a la fe, se arma un follón
pues salta la razón y la refuta.

No paran de crearme confusión
cuanto más quiero ver más me mareo,
prometo que al final mando a paseo
y es que ambas he enviado al paredón.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Daisy Zamora

Premio Casa de América de poesía

Amigas/Hermanas

A Marta Zamora Llanes

Nada sucedió como lo habíamos previsto.

Pero estábamos recién llegadas a la vida
como a una gran ciudad.
Aturdidas por el bullicio de la multitud.

(Éramos como garzas a la vera de un río.
Heliotropos radiantes en la primera lluvia.
Un campo de algodón bañado por la luna.)

¿Cuándo fue que la Muerte empezó a visitarnos?

¿En qué momento, a cada una
por fin, nos alcanzó el desastre?

¿Cómo sobrevivimos a la devastación?

No lo sabemos. Cada quién hizo lo que pudo.
En la tierra arrasada quedaron los escombros
que hemos dejado atrás.

Pero a veces, sin quererlo, de pronto recordamos
que alguna vez las ruinas fueron antiguos reinos.

—Espejismos de reinos para el alma desierta.

Granizo

A mis hijos

Si ya no los tengo, si ahora
sólo sombras abrazo,
y en mi tímpano aún vibra
el rumor de sus risas
y el bullicio de sus voces
y carreras
lanzándose los pedruscos
congelados
como si fueran motas
de algodón,

¿a qué vienes, granizo,
desde el cielo?

¿a desgranar más hielo
sobre el hielo?

Definición del amor

Laberintos
poblados de fantasmas
Y estancias
por donde a veces
entra el sol.

Promenade

Christina ofrece flores tan mustias como ella.

Jóvenes arrogantes, muchachas insolentes y bellas,
parejas que pasean con sus hijos, damas distinguidas,
hombres de negocios y ejecutivos mirando constantemente
sus relojes, pasan indiferentes.

Christina fue actriz, cantó en musicales de Hollywood,
actuó en Londres un tiempo, viajó por Inglaterra,
conoció a Ghandi, fue su discípula,
regresó a California…

Le has comprado el ajado crisantemo que me diste.

Sólo nosotros, George, pudimos verla.
Ella es invisible. Un espectro que esculca
entre los basureros de Los Ángeles.

Día de las Madres

A mi hija e hijos

No dudo que les hubiera gustado tener
una linda mamá de anuncio comercial:
con marido adorable y niños felices.

Siempre aparece risueña —y si algún día llora—
lo hace una vez apagados reflectores y cámaras
y con el rostro limpio de maquillaje.

Pero ya que nacieron de mí, debo decirles:
Desde que era pequeña como ustedes
ansiaba ser yo misma —y para una mujer eso es difícil—
(Hasta mi Ángel Guardián renunció a cuidarme
cuando lo supo).

No puedo asegurarles que conozco bien el rumbo.
Muchas veces me equivoco,
y mi vida más bien ha sido como una dolorosa travesía
vadeando escollos, sorteando tempestades,
desoyendo fantasmales sirenas que me invitan al pasado,
sin brújula ni bitácora adecuadas
que me indiquen la ruta.

Pero avanzo. Avanzo aferrada a la esperanza
de algún puerto lejano
al que ustedes, hijos míos —estoy segura—
arribarán una mañana
—después de consumado
mi naufragio.

Old Book Binders Restaurant, Filadelfia

A Alexander Taylor

I
Observo la animación
en el comedor atestado:
Todos conversan, ríen, ordenan
platos y postres exquisitos
mostrados como gardenias salvajes, heliotropos
y orquídeas carnívoras, en bandejas de plata.

Los meseros retiran los platos
con abundantes sobras,
postres apenas tocados por la cucharita
y apartados de la boca.
Eso es natural aquí.

En mi mesa solitaria
bebo cerveza
y devoro ostras frescas de New Jersey
sin entender nada.

II
Cuatro ancianas comparten una mesa
y brindan con voces apagadas
levantando sus copas temblorosas.

Después de la tercera ronda de martinis,
son cuatro muchachas bromistas y parlanchinas
que se yerguen airosas sobre sus propios cadáveres.

III
En Filadelfia está Old Book Binders.
Y en Old Book Binders estoy yo,
contemplando
el despilfarro.

Celebración del cuerpo

Amo este cuerpo mío que ha vivido la vida,
su contorno de ánfora, su suavidad de agua,
el borbotón de cabellos que corona mi cráneo,
la copa de cristal del rostro, su delicada base
que asciende pulcra desde hombros y clavículas.

Amo mi espalda pringada de luceros apagados,
mis colinas translúcidas, manantiales del pecho
que dan el primer sustento de la especie.
Salientes del costillar, móvil cintura,
vasija colmada y tibia de mi vientre.

Amo la curva lunar de mis caderas
modeladas por alternas gestaciones,
la vasta redondez de ola de mis glúteos
y mis piernas y pies, cimiento y sostén del templo.

Amo el puñado de pétalos oscuros, el oculto vellón
que guarda el misterioso umbral del paraíso,
la húmeda oquedad donde la sangre fluye
y brota el agua viva.

Este cuerpo mío doliente que se enferma,
que supura, que tose, que transpira,
secreta humores y heces y saliva,
y se fatiga, se agota, se marchita.

Cuerpo vivo, eslabón que asegura
la cadena infinita de cuerpos sucesivos.
Amo este cuerpo hecho con el lodo más puro:
semilla, raíz, savia, flor y fruto.

Senior Special en el Tennessee Grill

Aquí recalan
como cargueros sarrosos
en esta cafetería, comidería,
último puerto.

Bajo una luz de morgue
(los tubos fluorescentes)
se cruzan por las esquinas de las conversaciones
palabras checas, rusas, polacas,
con los nombres de unas calles,
las señas de una ciudad,
de una aldea, una plaza, una iglesita,
una casa perdida en un trigal.

Quién estaba en el muelle cuando el barco zarpó,
cómo era aquella novia que se cansó de esperar,
qué pasó con la madre, el padre, los hermanos
que hace tanto dejaron,
que ya ni se acuerdan
hasta que vuelven al frío de la calle,
al tranvía que traquetea en la parada,
a sus departamentos de jubilados,
a sus pensiones,
a sus cuartos alquilados,
a la niebla
que a un paso de la muerte los espera
no saben cuándo ni dónde.

Streetcar, San Francisco

El negro agita un tarro vacío de potato chips
suplicando monedas,
otro, busca conversación desde su silla de ruedas:
—Patrick, me llamo Patrick.
—Y yo Mary, dice la pobre muchacha gorda y colochona.
La china carga resignada su bolsa de cebollas,
el viejo filósofo ensimismado en Kant,
un gay rapado con aretes y gafas azules,
la secretaria feliz, amapola marchita,
premiada por sus treinta años de servicio al banco
con un anillo barato y unas flores.
La joven ejecutiva que la observa con sorna,
el burócrata cansado que dormita…

Cada quién con su alma a la deriva
en este viaje sin rumbo
que de pronto termina.

Qué manos a través de mis manos

Las anchas manos pecosas y morenas de mi abuelo
con igual destreza vendaban una herida,
cortaban gardenias
o me suspendían en el aire feliz de la infancia.

Las manos de mi abuela paterna
artríticas ya cerca de su muerte,
una vez fueron frágiles manos, filigrana de plata,
argolla de matrimonio en el anular izquierdo;
pitillera y traguito de scotch o de vino jerez
en atardeceres de blancas celosías
y pisos de madera olorosos a cera,
recostada en su chaise-longue leyendo trágicas historias
de heroínas anémicas o tísicas.

Mi padre siempre cuidó la transparencia de sus manos
delicadas como ala de querube
hechas para lucirlas
con violín o batuta.

Mi madre heredó las manos de mi abuelo Arturo,
pequeñas y nudosas, con dedos romos.

De tantas manos que se han venido juntando
saqué estas manos.
¿De quién tengo las uñas, los dedos,
los nudillos, las palmas, las frágiles muñecas?

Cuando acaricio tu espalda,
las óseas salientes de tus pies
tus largas piernas sólidas,
¿Qué manos a través de mis manos
te acarician?

Nerudiana otoñal

Del brazo de su marido
que comparte
no sabe con cuántas más,
pero, en fin, su marido.

Ella lo quiso, a veces
él también la quería.

Procura recordarlo
como ella lo conoció,
antes de que se volviera
el que sería después.

Ya no lo quiere, es cierto,
pero tal vez lo quiere.

¡Si al menos por un instante
pudiera ser la que era
cuando él la enamoró!

Es tan corto el amor,
y es tan largo el olvido.

Pero frena el intento.
Sabe que si se atreviera,
todo lo perdería, todo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

A una dama que lamenta la dureza de mis versos

Sucede que cuando salgo, lo primero que veo
es un vagabundo que hurga en la basura.
A veces, una loca sombrea su miseria
frente a mi casa. Y el vacío de sus ojos insomnes
entenebrece la luz de la mañana.

Esquinas y semáforos invadidos por gentes
que venden cualquier cosa… enjambres de niños
se precipitan a limpiar automóviles
a cambio de un peso, un insulto, un golpe.
Adolescentes ofertan el único bien: sus cuerpos.
Mendigos, limosneros, drogadictos: la ciudad entera
es una mano famélica y suplicante.

Usted vive un mundo hermoso: frondosas arboledas
canchas de tenis, piscinas donde retozan
bellos adolescentes. Por las tardes
niñeras uniformadas pasean en cochecitos
a rubios serafines.
Su marido es funcionario importante.
Usted y su familia vacacionan en Nueva York o París
y en este país están sólo de paso.

Lamenta mis visiones ásperas. Las quisiera suaves,
gratas como los pasteles y bombones que usted come.
Siento no complacerla. Aquí, comemos piedras.

Elegía mínima

Acaba de morir una mujer sencilla.
Su vida de auxiliar de enfermería
fue útil a la especie.

No tuvo supermercados,
ni bancos,
no explotó a nadie.

Es decir, no fue dañina
como los magnates,
los dictadores,
los genios de las finanzas
y los politiqueros.

La noticia de su muerte
no será publicada
en ningún diario.
No hay campos pagados
presentando condolencias
a su familia.

ÁNGELA RAYO,

que esta frágil lápida
fije tu nombre
y guarde tu memoria.

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MI POETA INVITADO:  Julio Cortázar

El cuerpo de la duda

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas que dormían en la lluvia.

No quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.

Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio,
esa sonrisa.

Busco tu suma, el borde de la copa
donde el vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.

Además te quiero, y hace tiempo y frío.