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Juan María Oliver

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QUASIMODOS [Mi poema]
Juan María Oliver [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Ansias de sed. Los pájaros hambrientos
arrastran sus pezuñas sobre el lodo
que pasan junto a mi. Van codo a codo.
posible sean mas de mil. Quinientos

seguro que yo he visto que, beodos,
me muestran sus pelajes cenicientos
y van como si tal. Sus aspavientos
pudieran demostrar ser Quasimodos.

No son de aquí, de allá, que nadie sabe
si son vino clarete o vino tinto,
de pelaje y de aspecto muy distinto,
fallebas que al abrir no encuentran llave.

Ni encuentran nadie digno que desclave,
nadie que les redima el inodoro,
que incluya a su penar algo de cloro
o inyecte en su pensar algún jarabe.

Son seres que andan muertos. Mas, qué digo,
zapatillas andantes. De un planeta
una especie de sombra. Silueta
de un duende desprendido de un ombligo.
©donaciano bueno

Quasimodo era un niño jorobado que fue abandonado al nacer cerca de la catedral de Nuestra Señora de París, y habitaba en la catedral de Notre Dame, tocando las campanas. Hay una ceguera y sordera física que han sido suficientemente estudiadas y diagnosticadas por los especialistas. Existe, sin embargo, otro tipo de ceguera y sordera mental a la que nadie le ha hincado el diente. Son los zombis.

MI POETA SUGERIDO:  Juan María Oliver

EL ENSUEÑO

Sueña más, sueña mucho, y siempre…
Oye: el ensueño tiene sublimes armonías.
El ensueño es un pájaro de plumaje de seda
Que solloza en las tardes dolorosas y dulces
Las baladas extrañas del país de la niebla!

Él se abisma en las noches melodiosas, y llora,
—Bardo triste y enfermo,— su nostalgia suprema
De la luz; y en la tarde apacible del huerto
A la sombra le rima su divina tristeza…

Él es el artífice magno que enciende en la arista
De las claras y vividas gemas,
El iris que evoca las cortes lejanas de Oriente,
Los cuentos radiantes y antiguos, las pálidas reinas
Y los magos que exploran en torres sombrías
El eterno desfile de astros y azules estrellas…

¡El ensueño es un pájaro azul que comprende
El secreto del bien y del mal de la pena!
Él vuelve á tus manos sus ojos tranquilos
Y al mirar el blancor de tus manos recuerda
El marfil de los Cristos dolientes, amargos y tristes,
Que guardaban las viejas abuelas
Con los largos rosarios benditos, y antiguas
Estampas de santos y mártires de rostros de cera.

El vuelve á tus ojos sus ojos tranquilos y puros,
Y al ver en tus ojos esa luz que estremece y apena,
Recuerda las claras pupilas mojadas de llanto
De las pobres hermanas mendigas y enfermas
Brillando indecisas en la honda penumbra
De las grandes y azules ojeras.

¡El ensueño es un sabio que conserva en los labios
El sabor agridulce de la fruta suprema!

¡Oh extraña sombra taciturna y doliente
Que mi verso protejes, que mi huerto atraviesas
En la desolación de la tarde, — como una
Divina encarnación de mi fe y de mi pena;—•
Bajo las alas del Ensueño juntemos
Nuestras cabezas ebrias
Del vino de la vida, — y en la tarde que muere,
Melancólicamente, con honda tristeza,
Deshojemos las rosas purpúreas de los besos,
De los besos que sangran y al morirse se quejan
Como divinos pájaros que en la paz del crepúsculo
Riman una sonata a la primera estrella!

A su Alteza el Odio

Ave César!… Mi alma, cortesana
Del Ensueño, se inclina y te saluda…
¡Oh Príncipe que cubres tus miserias
Y tus llagas augustas
Con el velo de las hipocresías
Y los rencores!..—Príncipe que aguzas
Tus puñales terribles, bajo el arco
De tu dulce reír, entre tus púrpuras
Manchadas en el vicio y las blasfemias
De las plebes lejanas y fecundas!..
¡Oh César, que las razas dolorosas
Que no saben ser fuertes, te columbran
Como un Mesías salvador que llevas
Al solemne pavor de las llanuras
Donde la sangre, bajo el sol tranquilo,
Entre los anchos tajos, se coagula!
—¡Oh hermano de las rabias impotentes
Padre de las tragedias de amargura
Y de las negras manos criminales;

Dios, que en los labios trémulos de Judas
Hiciste florecer el beso innoble
De la traición oscura
Que dio muerte a Jesús! —¡Oh sacerdote
Que pontificas siempre en las impuras
Sombras de los tugurios, encendiendo
El furor de las cóleras injustas
Que hasta en la carne blanca de las vírgenes
Vienen a hincar su negra dentadura!
¡Oh Príncipe escarlata de los credos
Del deshonor y de la infamia impúdica,
A quien condecorara el Egoísmo
Con la Gran Cruz de Honor de la Locura!..
—El Anatema de mi alma sea
Sobre tu frente vil, como una culpa!

Van hacia ti los salmos del desprecio.
Tuyas son las estrofas que la angustia
Dicta a todas las almas dolorosas
Que visten los andrajos de tus púrpuras,
—Oh maestro de las solemnidades
En que triunfa el puñal ó la cicuta!
Tuyas son las grandezas del Pecado
Que pasa hollando flores y blancuras
Y las glorias de todos los Caínes,
Oh Gran Emperador también son tuyas,—
¡Oh Gran Emperador de la venganza
Que haces doblar las frentes taciturnas!

Tu corona está hecha de dolores
Y de flores monstruosas…
De las urnas
Donde están las cenizas de los mártires
Caídos en tus aras, por tu culpa,
Surge una lumbre pálida que todas
Las muchedumbres, ebrias o sañudas,
Veneran, porque esa luz divina
Que brota de las urnas,
¡Es la gran apoteosis de los mártires
Muertos por el puñal de tus comunas!
¡Oh hermano de las rabias impotentes
Padre de las tragedias de amargura!

En los días aciagos, cuando sienta
Acá en mi corazón tu mordedura,
O cuando suene en medio de las noches
Serenas y profundas,
El rumor de las hojas homicidas
Que en el silencio de la sombra aguzas,—
Yo no me ocultaré… Iré á buscarte
Y en medio de la iras de la lucha,
Despreciando el furor de tus puñales,
Cabalgará mi fe sobre tus furias
Como sobre el horror de los oleajes
La santidad solemne de la espuma!

Ave César! Más grande que tu imperio,
Mi alma noble y fuerte, te saluda!

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MI POETA INVITADO: Justo Alejo

EXECRACIÓN

Río Duero, río Duero,
en tu Soria Azul cobalto
por suspiros de la lira
de Don Antonio Machado
de un preclaro Santo laico.

Río que cruzas castilla,
cual otro Cid a caballo,
noble, leal, arrogante,
docto, justiciero y bravo.

Río de caudal inquieto
y de plácidos remansos.
El de las Vegas ubérrimas
cabe rientes meandros.

Río de umbrías orillas
bajo techumhres de alamos,
emperador de los ríos,
orgullo de tus vasallos.

¿Por qué en Zamora te tornas
cruel, artero v vesánico?
¿ Por qué a los otros los bienes?
¿Por qué a nosotros los daños?

¿ Por qué tu fruncido ceño
con nigromántico trazo
dibuja en tu procer rostro
surcos de horrores macabros?

¿Por qué en desatada furia
la saña de tus redaños
amasadas bienandanzas
ahogas en tétrico llanto?

¿Por qué tu conciencia turbia,
con sus líquidos engaños,
a tanta vida inocente
estrangula en su regazo?

¿Por qué afanosos cultivos
de labriegos esforzados
inmisericorde arrasas
sumiendo anhelos en barro?

¿Por qué a los más tanto odio
y miseria a los menos tanto halago?
¿Por qué miseria al humilde
y riqueza al potentado?

¿Quién envenenó tu alma?
¿qué móvil forzó tu cambio?
¿Fue porque la dinamita
desvertebró tu espinazo?

¡Devuelve a los financieros
las centrales de «sus» saltos!
¡Que las lleven a otra parte
con todos sus kilowatios!

¡Que sus torres y sus cables
befa y mofa de mis campos,
cumplan allá su destino
para gozo de «sus» bancos!

¡Vete, río de mis males!
¡Vete con tus nuevos amos!
¡Quede yo con mi pobreza,
mis tierras y mis ganados!

Para librarme del hambre
basta el temple de mis brazos.
Del cielo caerá la lluvia
que riegue montes y prados.

Las fuentes y los arroyos,
no te sean tributarios.
Felices en los cadozos
brevarán mis rebaños.

Entre la encina y el roble
triscarán, bajo el ciudado
de mis pastorcicas brunas
dulces cordericos albos.

Pausadas yuntas de bueyes
tirarán de los arados,
sin más voltios que la fuerza
de rudos mozos ufanos.

Y en la paz de los hogares,
sudor traducido en grano
brindará pan venturoso
porque Dios sea loado.

¡Río Duero, río Duero,
rio de horribles estragos,
los poetas que te cantan
no conocen tus pecados!

¡Que el atlántico se beba
la turbiedad de tu caldo!
¡Que fieros dinamiteros
te partan en mil pedazos!

¡Que el sol haga hervir tu linfa
con incandescentes rayos
hasta que en vapor te esfumes
por los etéreos estratos!

¡Que las rocas macheteen
implacables tus costados
a! par que tu alegre cauce
se entierre en tumba de fango!

¡Que millones de titanes
te absorban de un solo trago
y en un piélago insondable
te escupan de un salivazo!

¡Que Dios Todopoderoso
opere el social milagro
de enviarte a los infiernos
por tus crímenes nefandos!

¡Vete o muere, río Duero!
¡Vete y no mojes mi flanco!
¡Vete y no digas a nadie
que pasaste por Sayago!

Testamento

Escrito está en el tiempo.

“Cuando me muera
llevadme al campo:
meted mi cuerpo
bajo del árbol
o de la espiga.
Llenaos de fiesta;
Dadme un abrazo.
Jamás campanas
(copio a Machado).
Nunca paredes.
Dejadme abierto,
Bajo los cielos,
Bajo el tejado
De los trigales;
Junto a los troncos
De los regatos.
No digáis nada cuando me muera.
¡Llevadme al campo!”
Revista de Libros