A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

JORGE GUILLÉN

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MIS TRAPOS SUCIOS [Mi poema]
Osiris Rodríguez Castillos [Poeta sugerido]

MI POEMA ... de medio pelo

 

Remueve en el estiércol de su mente
cual pobre que rebusca en la basura,
allí en donde su magma es podredura,
no hallando ningún hilo consistente
del que pueda anudarse la cordura.

Escarba con frecuencia en su mollera
cual escarda el labriego en la maleza,
se exculpan los pecados al que reza,
la fiera que se planta ante otra fiera
y aparca hacia otro lado su fiereza.

Que al límite de herir sus sentimientos
se araña hasta sufrir un desengaño,
consciente de que al alma le hace daño,
con balas de dolor a sus cimientos,
afligiéndose tal cual año tras año.

Y tanto esto es así que hoy se presenta
como un loco de atar lleno de harapos,
de melindres, de chinches o de sapos,
desecho que le asusta y lo lamenta,
desnudo sin lavar sucios sus trapos.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Osiris Rodríguez Castillos

Camino de los quileros

Hay un camino en mi tierra
del pobre que va por pan,
camino de los quileros
por la sierra de Aceguá.
Tal vez, sin ser tan baqueano
cualquiera lo ha de encontrar,
pues tiene el pecho de piedra
pero el corazón de pan.

Gurisit’e pierna flaca
Barriguita de melón
Donde hay tanta vaca gorda
No hay ni charque para vos.
Tu bisabuelo hizo patria,
tu abuelo fue servidor,
tu padre carneó una oveja
y está preso por ladrón.

Toma café con fariña
y andá guapeando por ahí.
Mañana mate cocido;
pasado, Dios proveerá.
Mañana busco el camino
del pobre que va por pan
Si no me para una bala
pasando te traigo más.

Yerba, caña, rapadura,
un rollo’e naco, nomás;
los pobres contrabandeamos
a gatas pa’ remediar.
¡Qué gaucho es el tal camino!
Pero duro de pelar.
Camino de los quileros
por la Sierra de Aceguá.

Cantado:

Abajajá, pampa viejo,
hopa, hopa, yaguané.
En los corrales de Algorta
me espera el atardecer
la flor de la sanducera,
criollita bonita de labios de miel.

A los corrales de Algorta
llegué con tropa una vez.
Vamos chorreao no se me abra,
hopa, hopa, hopa, buey.
Abajajá, y ya llegamos, barroso, (1)
y entre el mugir de la hacienda,
la vida, y ya mi alma dentró a padecer.

En los corrales de Algorta
se me hace que alguna vez
me esperarás, sanducera, (2)
pero ya no he de volver.
Por los caminos de tropa,
penando con rondas
de niebla andaré.

Poquito me ha dao el mundo,
poquito le dejaré.
Abajajá, pampa viejo,
hopa, hopa, hopa, buey.
Mi eterno grito tropero, (3)
mi poncho en el aire
de un atardecer.

Versión de Osiris Rodríguez Castillos.

Los Olimareños hacen los siguientes cambios:

(1) «abajajá, ya llegamos, barroso»
(2) «me espera la sanducera»
(3) «ya estamos vistos tropero»

De Corrales a Tranqueras

De Corrales a Tranqueras,
cuántas leguas quedarán,
dicen que son once leguas,
nunca las pude contar.

Las hice con agua y viento,
escarcha de luna y sol,
pero entonces no contaba,
porque iba rumbo al amor.

Entonces todo era canto:*
agua, tierra, viento y sol;
entonces todo cantaba,**
porque iba cantando yo.

Mi flete era parejero,
mis años, de domador,
y los caminos cortitos
pa’l trote del corazón.

Camino de mis recuerdos,
tierra roja y pedregal,
bordea’o de cerros parejos
que se empinan al pasar.***

Vigilante, Miriñaque,
cerros de mi soledad,
repecha’os por mis cantares,
sombras de toro y chilcal.

Hoy, que me duele la vida,
cansa’o de tanto changar,
balda’o por los redomones
ya no las puedo contar.

Y quebra’o por una pena,
pregunto a mi soledad:****
De Corrales a Tranqueras,
¿cuántas leguas quedarán?

* Alfredo Zitarrosa dice «Entonces todo cantaba».
** Alfredo Zitarrosa dice «entonces todo era canto».
*** Alfredo Zitarrosa dice «que se inclinan al pasar».
**** Alfredo Zitarrosa dice «pregunto en mi soledad».

Décimas a Jacinto Luna

Versión de Alfredo Zitarrosa:

No pregunten de a’nde soy,
vengo del tiempo aparcero,
y ni los mismos senderos
se imaginan p’ande voy;
voy tiempo arriba y estoy
conforme con mi destino,
de andar solo y peregrino,
durmiendo sobre mis garras,
y despertando guitarras
a la orilla del camino.

Sin facón en la carona
ni lazo ata’o a los tientos,
traigo un temblor que los vientos
dejaron en mis bordonas,
y una pena en las lloronas
que no levantan el vuelo,
porque el rigor del pihuelo
la lleva atada a mi huella,
de no, ya serían estrellas
alumbrando desde el cielo.

Ya no tengo ni querencia
y las leguas no me espantan,
porque no hay pa’ los que cantan
más pago que el de la ausencia;
nada me ata a la esistencia,
voy muriendo al tranco lerdo
y, en ocasiones, me pierdo
tras los horizontes rojos,
con un niebla en los ojos
y acosa’o por los ricuerdos.

Me han echa’o en el fogón
ramitas de mataojo,
espinas en el rastrojo,
dolor en el corazón;
y voy con esta canción
en los labios de una herida,
pa’ que al final de mi vida
quede mi canto despierto,
pues todo cocuyo muerto
deja una luz encendida.

La galponera

Dicho:

Un resabio de gauchismo
quedó a la orilla de los fogones;
casi en cualquier parte se ven aún,
una espuela rota, un lazo ramaleado,
una lanza olvidada entre los varejones de una quincha.
Y en toda guitarra: una milonga,
la más humilde, la más peona, «La galponera».

Cantado:

La llaman «La galponera»
y es milonga de fogón,
que lo mismo vive a monte
si le niegan el galpón.

La arrastró la montonera, (1)
cuando el llano corcoveó,
y hubo un ñudo de orientales,
lanza, trabuco y facón.

Fue capataz de sargento,
de comandante, el patrón, (2)
y los peones de melicos…
¡salga de ai, si era un primor!

Ande hubiera una guitarra
y algún pardo trovador, (3)
«La galponera» pa’ tuítos,
General de División.

En la paz como en las guerras (4)
apeligrando vivió,
entre guampas de franqueros
y ahorquetada a un redomón. (5)

El cariño ’e los mensuales
le hizo un sitio en el galpón
con las pilchas domingueras
y el recadito cantor.

En ella mojan mis indios
los ojos de su canción,
ruda pa’ los sacrificios
y curtida pa’l amor.

Versión de Osiris Rodríguez Castillos.

Los Olimareños omiten la introducción recitada y hacen además los siguiente cambios:

(1) la bajó la montonera
(2) de comandante, patrón
(3) o algún pardo trovador
(4) en la paz como en la guerra
(5) y horquetada a un redomón

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Jorge Guillén - Sin lamento - Cántico

Oigo crujir una arena
¿es aquí? nadie la pisa
En el minuto resuena
-'cuánta playa nunca lisa!-
mucho tiempo, va despacio.
¿Por qué fluctúa despacio,
hostil a su movimiento?
Lenta la hora, ya es todo
breve. ¡Bah! por más que el codo
cavile, no, no hay lamento.

LAS IDEAS/LA SANGRE [Mi poema]
Jorge Galán [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Las ideas trozos son de pensamiento
y de imaginación
cortados de raíz a cuchilladas
para después despanzurrar
en un muro de lamentaciones
con sus vísceras saltando hechos trizas por los aires
para uso y disfrute de insaciables vampiros
que desde las múltiples Transilvanias
han de venir a chupar la sangre
y si así fuera
en sus flemas ahogarse de placer.

O lo que sería peor,
devuelvan sus esencias a la nada,
sus esfuerzos, a la nada,
su consciencia a la nada,
al vacío, que es la nada
sin retorno,
porque anduvieran estreñidas, secas
y la sangre brillara por su ausencia
y por tanto,
no habría nadie que la chupe
condenándole a vagar
como alma en pena.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Jorge Galán

Toque de queda

A las seis las calles se vaciaban y aún antes de la noche
venía el murmullo de la sombra,
y no sé ya si era verano o invierno, pero el frío
venía desde todos los sitios y se metía en las gargantas
y nos hacía hablar más bajo, con temor,
como lo haríamos solo para nosotros mismos.
En la tarde jugábamos al fútbol o al béisbol.
Por la noche lo único que podíamos hacer era jugar al escondite,
en la penumbra, buscando en el silencio la salvación.
El cerro en esos años era un sitio de cuevas:
alguien o algo se escondía ahí. Cerca de medianoche
me levantaba y caminaba entre los cuerpos que dormían
tirados en el piso, salía hasta la sala, abría la ventana,
y asomaba mi único ojo con valor hacia la oscuridad,
entonces podía ver lo que había bajado desde el cerro,
esa niebla donde habitaban hombres.
El brillo de sus fusiles y sus cuchillos era solo un murmullo.
El sonido de su respiración era el eco del mar que apenas recordaba
y lo que murmuraban los árboles era también una plegaria.
Nadie podía verme, pero no me atrevía a estar de pie.
Arrodillado, miraba mucho tiempo, hasta que volvía una mentira
todo aquello que pasaba ante mí, algo irreal como el recuerdo
de un sueño despiadado sucedido hacía mucho.

Gracia

Viniste como el rayo
un instante de Dios entre dos noches,
por eso no te has ido, por eso no te marchas a pesar de esta hora
de columnas hostiles que rodean mi cuerpo destrozado entre fangos.

Es viento, viento muerto lo que tiembla en los árboles,
son voces, voces muertas, las que hablan en la sombra,
son dedos, dedos largos los que limpian los labios
de ese rastro brioso de amapolas oscuras.

Pero tú permaneces intacta en tu hermosura,
en tu belleza intrínseca que te recoge el pelo con pañuelos de humo.
Viuda de los claveles, gaviota de la noche, luz más alta del día,
vas volando por mares que existirán mañana,
iluminas los puertos que nadie ha construido,
das un brillo dorado a las crines del viento
y recoges el cuerpo donde me hallo tendido
y repites mi nombre…

Yo escucho algo muy lejos
un susurro venido de un cielo más distante,
una oración levísima de palabras enormes
pronunciadas con una dulzura interminable,
con un amor terrible que casi me da miedo.

Nuestros días oscuros nos llevan de la mano,
nos abrigan con sábanas que desollan el pecho más llano de la nieve,
pero no te has marchado, permaneces haciéndote más grande
iluminando el día
desde mi oscuridad.

El holgazán

Acostado en la cama miro por la ventana
el cielo no es celeste ni azul
es verde oscuro. Las hojas no son verdes
las hojas son doradas. Las ramas donde penden están rojas.
No hay nubes esta tarde ni brisa ni esa música
que en el silencio habita sin que nadie la note.
Allá afuera está el mundo que observo sin mirarlo.
Y me pregunto, ingenuo: ¿se asomará a mirarme?
Siempre divide, un hombre, la humanidad en dos mitades,
así como el interminable nuevo instante presente
divide la eternidad en lo que fue y lo que será.

¿Posee olor esta habitación?

Supongo que huele como mi cuerpo, pero no lo distingo.
Si me tendiera sobre un campo de jazmines olería a jazmines
pero estoy tendido sobre la cama y la cama esta tendida a su vez sobre el mundo.
¿Cuál es el aroma del mundo?
¿A qué huele la noche? ¿Es el alba un perfume?
Me siento hijo este instante cuando soy el inicio y el final
de todas las distancias y todos los caminos,
porque un hombre siempre es el inicio y el final
de todos los caminos y todas las distancias:
si cierro mis ojos el cielo tiene el tamaño de unos párpados cerrados,
si los abro, el cielo se extiende hasta volverse oscuro y llenar una inmensidad
que solo es posible si me doy cuenta que es posible.
Si me levanto, no estaré parado sobre el piso de ladrillos sino sobre el mundo
y el mundo me sostendrá aunque no me de cuenta que me sostiene
y girará y se destruirá y restituirá, todo bajo mi pie, bajo mi sombra de esta tarde
y otras tardes iguales que esta, donde nada parece suceder,
donde no quedan pájaros y los rocíos invisibles alimentan pistilos que no veo
y el viento se ha alejado a unos árboles demasiado lejanos,
cuyas siluetas, que no observo tampoco, son solo hombres oscuros de alguna lejanía,
inmóviles e incapaces de producir algo más que temor o sospecha
pero jamás asombro.

Miro por la ventana. La cama está mullida. El cielo no es celeste ni azul
es verde oscuro. Las hojas no son verdes, son doradas, no caen, se mantienen asidas
a las ramas de un árbol que en la tierra se hunde como un rayo perenne.

La adivinanza

Mi capa es la tiniebla pero mi sombra es luz.
Se haya en mi mano una moneda dispuesta a la limosna
pero mi voz es lo terrible, cuando así lo desea.
Si dijera esto a un niño le preguntaría ¿Quién soy?
Y sería solo una adivinanza y no un enigma y una proclamación.
Mi espalda es el invierno que oscurece a los árboles
pero mi rostro es la blancura de la nieve más fría.
Si hundo mi pie en el fango es tan solo en la hierba que aparece una huella.
Veo, escalones abajo, los insipientes actos de los magos,
y escucho, por encima de mí, las palabras de Dios
en la lengua monumental de sus profetas.
Veo a los ángeles en un palacio interminable
jugando como ínfimos infantes en interminables jardines
y escucho la confesión del viento en los antiguos árboles
y la profecía del mundo en la boca del mar
y revelo la edad de las estrellas a los hombres
y el corazón del hombre a la desolación de los abismos.
El beso de Dios arde en mi frente.
Soy hijo y no puedo ser otra cosa más que hijo.
Los trigales se inclinan a mi paso
y el rey pide consejo y ejecuta conforme lo que digo.
Mi mano es pesada como el hacha de piedra.
Para mis ojos no hay distancia ni tiempo
ni lugar ni cortina ni pared ni secreto.
Sobre mi cabeza los gorriones y las ramas altísimas
y las antiguas torres y el universo mismo.
Bajo mis pies el mundo
y bajo el mundo, los nombres de los muertos.
Si le hablara a los niños, podría preguntarles, fingiendo ser astuto,
¿Saben los nombres de los muertos?
Mi capa es la tiniebla pero mi sombra es luz
y al revelar aquello que en mí se ha revelado me vuelvo yo el misterio.
Mi destino es la hora más postrera del hombre:
La claridad penúltima…
El último silencio.

que se hundiera en la noche.

EL TESTIGO

Al final, estaba solo. La oscuridad siempre nos halla solos.

Salí del fuego como un profeta sale de la muerte.
Mi espalda fue la última oscuridad que miraron del mundo
los que se quedaron atrás, atrapados
de los talones y las manos por lo definitivo.

Al despertar yacía bajo una sábana como un mar blanco.
A mi alrededor la muerte era un perfume oscuro
y las ventanas atrapaban al día y lo echaban encima de mi´.

No podía olvidar que éramos nueve pero al final estaba solo.

El microbús iba a través de la penumbra.
A ambos lados había grandes árboles y todo parecía apacible.
Luego sonó un disparo, el primero, y su sonido
fue exactamente como el último. Y todo se detuvo. El autobús,
la noche, los otros autos, los días venideros.

Entonces vinieron esas voces ininteligibles y aún así´ humanas.
Maldiciones dichas en lenguajes vulgares.
Y la gasolina rociada como aceite sobre una cabeza,
un acto de fe convertido en terror.

Fue tan difícil comprender que habían sido capaces.

Todos estábamos adentro cuando empezó
Un bautizo de fuego en plena carretera, bajo la sombra
de los árboles, al inicio de una noche que ya no tuvo límites.

Y al final, estaba solo. Y aún no comprendo cómo me levante´
y salí de la selva de luz envilecida,
erguido como un hombre pero siendo menos que un hombre:

un recordatorio, una carta sombría, un vestigio
donde los que se asomen podrán sentir el peso de la luz estos días.

Premio Adonáis de Poesía. Ediciones Rialp. Madrid. España. Año 2006.

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Jorge Guillén

Llegó la sangre al río

Todos los ríos eran una sangre,
Y por las carreteras
De soleado polvo
¿O de luna olivácea?
Corría en río sangre ya fangosa
Y en las alcantarillas invisibles
El sangriento caudal era humillado
Por las heces de todos.

Entre las sangres todos siempre juntos,
Juntos formaban una red de miedo.
También demacra el miedo al que asesina,
Y el aterrado rostro palidece,
Frente a la cal de la pared postrera,
Como el semblante de quien es tan puro
Que mata.

Encrespándose en viento el crimen sopla.
Lo sienten las espigas de los trigos,
Lo barruntan los pájaros,
No deja respirar al transeúnte
Ni al todavía oculto,
No hay pecho que no ahogue:
Blanco posible de posible bala.

Innúmeros, los muertos,
Crujen triunfantes odios
De los aún, aún supervivientes.
A través de las llamas
Se ven fulgir quimeras,
Y hacia un mortal vacío
Clamando van dolores tras dolores.
Convencidos, solemnes si son jueces
Según terror con cara de justicia,
En baraúnda de misión y crimen
Se arrojan muchos a la gran hoguera
Que aviva con tal saña el mismo viento,
Y arde por fin el viento bajo un humo
Sin sentido quizá para las nubes.
¿Sin sentido? Jamás.

No es absurdo jamás horror tan grave.
Por entre los vaivenes de sucesos
¿Abnegados, sublimes, tenebrosos,
Feroces?
La crisis vocifera su palabra
De mentira o verdad,
Y su ruta va abriéndose la Historia,
Allí mayor, hacia el futuro ignoto,
Que aguardan la esperanza, la conciencia
De tantas, tantas vidas.

»JORGE GUILLÉN

Oriundo de Valladolid. Durante aproximadamente seis años, trabajó como lector de español en una universidad francesa y, ya de regreso en España, trabajó como profesor universitario en Murcia. A lo largo de su vida, ocuparía ese mismo puesto en varias partes del mundo, incluso en Norteamérica.
Guillén llevó una vida íntimamente ligada a las letras y su obra fue reconocida con premios de la talla del Cervantes, el cual recibió en el año 1976. De su producción poética destacamos los libros "Huerto de Melibea", "Las tentaciones de Antonio" y "Homenaje. Reunión de vidas". Además, contamos con algunas de sus poesías a continuación, donde encontramos "Cima de la delicia" y "Fuera del mundo". http://www.fundacionjorgeguillen.com/ 

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VALÉRY

Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.

Alguna vez me angustia una certeza,
Y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
Del arrabal final en que tropieza

La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro
Todavía. Lo urgente es el maduro
Fruto. La mano ya lo descorteza.

...Y un día entre los días el más triste
Será. Tenderse deberá la mano
Sin afán. Y acatando el inminente

Poder diré sin lágrimas: embiste,
Justa fatalidad. El muro cano
Va a imponerme su ley, no su accidente.

ADVENIMIENTO

¡Oh luna, cuánto abril,
qué vasto y dulce el aire!
Todo lo que perdí
volverá con las aves.

Sí, con las avecillas
que en coro de alborada
pían y pían, pían
sin designio de gracia.

La luna está muy cerca,
quieta en el aire nuestro.
El que yo fui me espera
bajo mis pensamientos.

Cantará el mi señor.
En la cima del ansia.
Arrebol, arrebol.
Entre el cielo y las auras.

¿Y se perdió aquel tiempo
que yo perdí?. La mano
dispone, dios ligero,
de esta luna sin año.

AMOR DORMIDO

Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.

ANILLO

Ya es secreto el calor, ya es un retiro
de gozosa penumbra compartida.
Ondea la penumbra. No hay suspiro
flotante. Lo mejor soñado es vida.

El vaivén de un silencio luminoso
frunce entre las persianas una fibra
palpitante. querencia del reposo:
una ilusión en el polvillo vibra.

Desde la sombra inmóvil, la almohada
brinda a los dos, felices, el verano
de una blancura tan afortunada
que se convierte en sumo acorde humano.

Los dos felices, en las soledades
del propio clima, salvo del invierno,
buscan en claroscuros sin edades
la refulgencia de un estío eterno.

Hay tanta plenitud en esta hora,
tranquila entre las palmas de algún hado,
que el curso del instante se demora
lentísimo, cortés, enamorado.

¡Gozo de gozos: el alma en la piel,
ante los dos el jardín inmortal,
el paraíso que es ella con él,
óptimo el árbol sin sombra de mal!

Luz nada más. He ahí los amantes.
Una armonía de montes y ríos,
amaneciendo en lejanos levantes,
vuelve inocentes los dos albedríos.

¿Dónde estará la apariencia sabida?
¿Quién es quien surge? Salud, inmediato
siempre, palpable misterio: presida
forma tan clara a un candor de arrebato.

¿Es la hermosura quien tanto arrebata,
o en la terrible alegría se anega
todo el impulso estival? (¡Oh beata
furia del mar, esa ola no es ciega!)

Aun retozando se afanan las bocas,
inexorables a fuerza de ruego.
(Risas de Junio, por entre unas rocas,
turban el límpido azul con su juego.)

¿Yace en los brazos un ansia agresiva ?
Calladamente resiste el acorde.
(¡Cuánto silencio de mar allá arriba!
Nunca hay fragor que el cantil no me asorde.)

Y se encarnizan los dos violentos
en la ternura que los encadena.
(El regocijo de los elementos
torna y retorna a la última arena.)

Ya las rodillas, humildes aposta,
saben de un sol que al espíritu asalta.
(El horizonte en alturas de costa
llega a la sal de una brisa más alta.)

¡Felicidad! El alud de un favor
corre hasta el pie, que retuerce su celo.
(Cruje el azul. Sinuoso calor
va alabeando la curva del cielo.)

Gozo de ser: el amante se pasma.
¡Oh derrochado presente inaudito,
Oh realidad en raudal sin fantasma!
Todo es potencia de atónito grito.

Alrededor se consuma el verano.
Es un anillo la tarde amarilla.
Sin una nube desciende el cercano
cielo a este ardor. ¡Sobrehumana, la arcilla!

CIMA DE LA DELICIA

¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
en el espacio airoso,
henchido de presencia!

El mundo tiene cándida
profundidad de espejo.
Las más claras distancias
sueñan lo verdadero.

¡Dulzura de los años
irreparables! ¡Bodas
tardías con la historia
que desamé a diario!

Mas, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
la plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!

DESNUDO

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!

DOMINIO DEL RECUERDO

Un recuerdo -pasado deleitoso-
me ataca y se apodera
tanto de mí que interna primavera
me somete a su acoso.

Aquel amor aun vibra
bajo el impulso de una imagen, mero
fantasma. Pido, quiero.
un imán se me impone fibra a fibra.

El espíritu invade mi existencia
con poder soberano.
Espíritu ya es cuerpo. ¿Quién presencia
tal fusión, tal arcano?

Amor, que fue tan fuerte
durante aquel minuto fenecido,
saliendo de su nido
mental en sensación se me convierte.

Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? Mi ser.

DUERMES. MI MANO TOCA SUEÑO. DUERMES...

Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

EL HONDO SUEÑO

Este soñar a solas... ¡Si tu vida
de pronto amaneciese ante mi espera!
¿Por dónde voy cayendo? Primavera,
mientras, en tomo mío dilapida

su olor y se me escapa en la caída.
¡Tan solitariamente se acelera
-y está la noche ahí, variando fuera-
la gravedad de un ansia desvalida!

Pero tanto sofoco en el vacío
cesará. Gozaré de apariciones
que atajarán el vergonzante empeño

de henchir tu ausencia con mi desvarío.
¡Realidad, realidad, no me abandones
para soñar mejor el hondo sueño!

EL MAR ES UN OLVIDO...

El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.

Es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías estrellas.

Sus caricias son sueños,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta.

Sobre espaldas oscuras
las olas van gozando.

HACIA EL FINAL

Llegamos al final,
A la etapa final de una existencia.

¿Habrá un fin a mi amor, a mis afectos?
Sólo concluirán
Bajo el tajante golpe decisivo.

¿Habrá un fin al saber?
Nunca, nunca. Se está siempre al principio
De una curiosidad inextinguible
Frente a infinita vida.

¿Habrá un fin a la obra?
Por supuesto.
Y si aspira a unidad,
Por la propia exigencia del conjunto.
¿Destino?
No, mejor: la vocación
Más íntima.

LA CARICIA ADORMECE..

La caricia adormece,
y a una región conduce
más cercana a la tierra,
a su silencio y sueño,
bien tendidos, dichosos.

Y tu cuerpo está ahí, remoto y mío,
inmóvil, invisible, descuidado,
y mientras me abandono a su nostalgia,
la oscuridad absorbe en su sosiego
de gran remanso nuestro amor flotante.

LAS DOCE EN EL RELOJ

Dije: ¡Todo ya pleno!
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
el amor era sol.
Entonces, mediodía,
un pájaro sumió
su cantar en el viento
con tal adoración
que se sintió cantada
bajo el viento la flor
crecida entre las mieses,
más altas. Era yo,
centro en aquel instante
de tanto alrededor,
quien lo veía todo
completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!

LOS FIELES AMANTES

Noche mucho más noche: el amor ya es un hecho.
Feliz nivel de paz extiende el sueño
como una perfección todavía amorosa.
Bulto adorable, lejos
ya, se adormece,
y a su candor en la isla se abandona,
animal por ahí, latente.
¡Qué diario Infinito sobre el lecho
de una pasión: costumbre rodeada de arcano.
¡Oh noche, más oscura en nuestros brazos!

MELENAS

¡Oh melenas, ondeadas
a lo príncipe en la augusta
vida triunfante: nos gusta
ver amanecer -¡doradas
surgen!- estas alboradas
de virginidad que apenas
tú, Profusión, desordenas
para que todo a la vez
privilegie la esbeltez
más juvenil, oh melenas!

MIS MANOS Y MIS LABIOS Y MIS OJOS...

Mis manos y mis labios y mis ojos
rehacen
con creciente embeleso
próximo al éxtasis,
activo sin embargo,
un incesante viaje
de reconocimiento que a la vez descubre
tanta comarca donde nunca es tarde:
Aurora permanente
sobre cimas y valles.

Entre las combas y las sombras
de tu hermosura no me pierdo,
y tu nombre claro proyecta
luz muy personal sobre tu cuerpo,
que está en mi amor y fuera de
su mágico radio secreto.
Y a esa tu vida, más allá,
bajo sol y luna me entrego,
toda tú estás conmigo,
nuestro doble futuro yo lo quiero.

PERFECCIÓN

Queda curvo el firmamento,
compacto azul, sobre el día.
Es el redondamiento
del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
central sin querer, la rosa,
a un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
que el pie caminante siente
la integridad del planeta.

PLENO AMOR

¿Amor envuelve en las formas
de un viento? Se transfigura
bajo un viento nuestro abrazo:
concentrándose está en lucha.
Triunfo habrá para los dos,
gocémonos. ¡Oh, no hay burla
contra la fe ya animal
de toda la criatura!
Desaparece la estancia.
Una luz de anhelo y súplica
crea un ámbito al amor
con muros de sombras juntas.
Infinita, sí, trascurre
la noche. Pero se ajusta
-con la precisión de un mundo
soñado por la absoluta
claridad- a este clarísimo
destino: nuestra ventura.
Y la ventura despacio
va confiándose -nunca
más estrellas en el cielo-
a una pesadumbre suya.
Mientras -la carne es también
alma, reina tu blancura-
un ritmo acoge y acrece
la obstinación -¡qué profunda
masa tanta noche en vela!-
de esta casi calentura,
de este buen ardor.
Palpitan,
humildemente nocturnas,
las estrellas como si
regalasen una luna
de paz.
Paz en la verdad.

II
En la verdad.
Y se anuncia
lo más fabuloso. ¿Tumba
para una resurrección,
para llegar a ser pluma
casi indistinta del aire,
aire sobre el mar, espuma
que fuese nube en un cielo
con voz de mar?
No hay más ruta
que este más allá mortal:
vértigo de una dulzura
que de más vida en más vida
se atropella, se derrumba,
-¡llega a tal embriaguez
el ser que desde su altura
conspira al derrumbamiento!-
y va a la noche desnuda
con un ansia de catástrofe,
o de postrer paz, en fuga
final ¿hacia qué reposos,
qué aplanamientos, qué anchuras?
¿O hacia la aniquilación
desesperada?
Concluya,
concluya tanta inminencia.
Todo se confía -nunca
más estrellas en el cielo--
a su pesadumbre muda,
fatal.
¡Sea!
Fatalmente
puede más que yo la angustia
que me entrega a la catástrofe,
-todo conmigo sucumba-
que no será... que no es
una catástrofe -¡brusca
perfección!- por más que abdique,
y se desplome y se hunda
-amor, amor realizado-
el alma en su carne: puras.

SALVACIÓN DE LA PRIMAVERA

Ajustada a la sola
desnudez de tu cuerpo,
entre el aire y la luz
eres puro elemento.

¡Eres! Y tan desnuda,
tan continua, tan simple
que el mundo vuelve a ser
fábula irresistible.

...Mi atención, ampliada,
columbra. Por tu carne
la atmósfera reúne
términos. Hay paisaje.

Esos blancos tan rubios
que sobre tu tersura
la mejor claridad
primaveral sitúan.

Es tuyo el resplandor
de una tarde perpetua.
¡Qué cerrado equilibrio
dorado, qué alameda!...)

SUSANA Y LOS VIEJOS

Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.

A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.

¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.

Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
-Ah, Susana. -¡Qué horror! -Perdóname. ¡Te veo!

TRÉBOLES

Cada vez que me despierto
mi boca vuelve a tu nombre
como el marino a su puerto.
*
Este volver a empezar
cada jornada sin ti,
esta sensación de mar
que navego y ya perdí...
*
Como si mi voz te alcanzase,
murmura: Amour adoré,
¿No puedes oírme? No sé.
*
Vivos estamos en la frase.
¡Qué lejos ayer de hoy!
Hondo ayer: dos fuimos uno.
Hoy no estás y yo no soy.
*
Gentes que me son extrañas:
esas que me creen solo
sin ver que tú me acompañas.
*
Así voy sin ti: perdido
por entre gentes que anulan
nuestro amor bajo su olvido.
*
La Patria, lejos, en el lodo.
Soledades alrededor.
Navidad a pesar de todo:
hijos, su recuerdo, mi amor.
*
La memoria, malla a malla,
me cubre armando su mundo.
Interior, mi noche calla.
En tu recuerdo me hundo.
*
Ya te lo decía yo.
Era imposible el olvido.
Fuimos verdad. Y quedó.
*
Sobre esta misma almohada
me acompañó su cabeza.
Sé ya ahora cómo empieza
la blancura de la nada.
*
Despierto y como no estás,
no me suena el mundo a mundo:
nunca a solas no hay compás.
*
¡Estaba yo tan contento
de ser yo, yo para ti!
¡Qué alegría ser así
dos historias en un cuento!
*
Lo que un día me dijiste
de nuevo suena en mi oído.
La soledad no es tan triste.
Ser es también no haber sido.

TÚ, TÚ, TU, MI INCESANTE...

¡Tú, tú, tú, mi incesante
primavera profunda
mi río de verdor
agudo y aventura!

¡Tú, ventana a lo diáfano:
desenlace de aurora,
modelación del día:
mediodía en su rosa,

tranquilidad de lumbre:
siesta del horizonte,
lumbres en lucha y coro:
poniente contra noche,

constelación del campo,
fabulosa, precisa,
trémula hermosamente,
universal y mía!

¡Tú más aún: tú como
tú, sin palabras toda
singular, desnudez
única, tú, sola!

Y LOS OJOS PROMETEN...

Y los ojos prometen
mientras la boca aguarda.
Favorables, sonríen.
¡Cómo íntima, callada!

Henos aquí. Tan próximos.
¡Qué oscura es nuestra voz!
La carne expresa más.
Somos nuestra expresión.

De una vez paraíso,
con mi ansiedad completo.
La piel reveladora
se tiende al embeleso.

¡Todo en un sólo ardor
se iguala! Simultáneos
apremios me conducen
por círculos de rapto.

Pero más, más ternura
trae la caricia. Lentas,
las manos se demoran,
vuelven, también contemplan.

YA SE ALARGAN LAS TARDES, YA SE DEJA...

Ya se alargan las tardes, ya se deja
despacio acompañar el sol postrero
mientras él, desde el cielo de febrero,
retira al río la ciudad refleja

de la corriente, sin cesar pareja
-más todavía tras algún remero-
a mí, que errante junto al agua quiero
sentirme así fugaz sin una queja,

viendo la lentitud con que se pierde
serenando su fin tanta hermosura,
dichosa de valer cuando más arde

-bajo los arreboles- hasta el verde
tenaz de los abetos y se apura
la retirada lenta de la tarde.