A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Gabriel Alfonso Pérez Reyes

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LA NOCHE FRÍA [Mi poema]
Gabriel Alfonso Pérez Reyes [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

La puerta al fin se abrió en la noche fría,
la sombra de la luna amilanada
al verse allí tan triste y desgraciada
se quiso suicidar. Y se moría

dejando la esperanza en una esquina
abriendo por si acaso algún resquicio.
El alma al deslizarse al precipicio
se puso a discutir. Y es que la inquina

al ver difuminada en su reflejo
gritó a su mala suerte maldiciendo.
La noche que ya andaba feneciendo
clavó el puñal cerril a aquel espejo.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Gabriel Alfonso Pérez Reyes

Morir

En el más cariñoso lecho
me siento morir,
cuando en la naturaleza,
toda mansa como jardín.

Muelle, el ala del ángel blanco
¡qué piedad, que ternura al fin!—
primera vez roza mis hombros
como el arco roza el violín.

Esta frescura de saber
que también nos vamos de aquí,
¡qué novedad en la conciencia,
qué persuasión blanda y sutil!

¡Qué conformidad, que tersura,
qué dejarse ir!
Sus filos y puntas los actos
redondean al llegar a mí.

Ni la sangría del estoico
que se amenguaba sin sentir,
ni el áspid que penas besaba
el botón de ansioso carmín:

Lento declive, y tan seguro
—hinchado de sí—
que ni da lugar a lamentos
ni a temores, ni

siquiera al vago cosquilleo
de ese minuto por venir
en que se ha de abrir a mis ojos
algo que se tiene que abrir.

¡Qué natural lo que se acaba
cuando ya se acaba por sí!
Voy con la razón satisfecha,
dormido, contento, feliz.

¡Y yo que viví tantos años,
tantos años como perdí,
sin dar oídos a la esfinge
que susurraba junto a mí!

Yo no sabía que la vida
se reclina y se tiene así
en esa gula de la nada
que es su diván, es su cojín.

Sol de Monterrrey

No cabe duda: de niño,
me perseguía el sol.
Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.
(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el Niño Andante,
y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil,
toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuanto pesa el sol!
¡Oh cuanto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!

Yo no me conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.—
Cada ventana era sol,
cada cuarto eran ventanas.

Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.
Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.

Y a mí el sol me desvestía
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Cuando salí de mi casa
con mi bastón y mi hato,
le dije a mi corazón:
—¡Ya llevas sol para rato!—
Es tesoro —y no se acaba:
no se me acaba —y lo gasto.
Traigo tanto sol adentro
que ya tanto sol me cansa.—
Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.

Manzana

Como su padre Adán, Gabriel Alfonso
sintió caer en la mollera el fruto
y logró articular, pese a estar sonso,
ley de gravitación llamada luto,
la que precisa: vivirás responso
eterno tú, animal de anacoluto,
desde que oses andar sobre dos pies,
horror del Dios cuadrúpedo Uno y Tres.

Dionaea muscipula

No enuncio como enuncia mi tocayo
(consanguíneo tal vez, tal vez mi abuelo,
de cuando abuela echó la cana al vuelo)
“morada amapolita” pues no hallo
cómo hacer que florezca sin desmayo
en la maceta de mi desconsuelo;
digo mejor: carnívora amapola
sostengo en la solapa de la estola.

Herencia

A mi abuela, por cuya gran altura
los pies no le acalora la mortaja,
achaco mi obsesión por la baraja
y culpa en casi toda travesura.
Hasta creo que debo mi tonsura
al día en que la abuela, cabizbaja,
cáncer en mano me tiró pavesa
por accidente sobre la cabeza.

Impotencia

Abres Eva tu flor como el mar Rojo
ante el precepto de mi endeble vara
(hace cuarenta noches que no cojo)
quiere ser caduceo, es cuchara
para mala fortuna de tu antojo
comparable en volumen al Sahara;
levántate ¡por Cristo! sé abedul
abracadabra o por pastilla Azul. ~

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