A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
DAR PASO A OTRA HISTORIA [Mi poema]
Francisco Javier Irazoki [Poeta sugerido]
MI POEMA... de medio pelo |
Cuando sople mal el viento y yo ya sea Cuando el tiempo de prestado haya parado, Cuando muerto ya esté inerte en la mortaja Cuando el cuerpo ya perciba está en la gloria Y vendrá otra #historia , y otra y otra, así hasta cuándo? Share on X |
MI POETA SUGERIDO: Francisco Javier Irazoki
RETRATO DE UN HILO
La zumaya gorjea suavemente
sobre un cadáver y, mientras amanece, eleva
su delgado alfabeto.
Una muchedumbre avanza
con la mirada fija en la cosecha del río,
y ya se percibe a los que prenden fuego al muerto,
y la música que arde
como una leña triste.
Pasan dos hombres sobre una bicicleta ruinosa
cuando el aire, ese adiós que se respira,
riza su seda en el suelo.
Y llegan todos a la orilla:
el que habla entre bancales de almendros,
el de la belleza quemada,
el que lleva el mistral en los ojos,
el vagabundo que despliega
su cuerpo como un vaho,
una muchacha que amó las tormentas
y que ahora aspira a que su hermosura
sea una senda de agua,
un viejo que sueña con caballos
y bebe despacio su vaso de tiempo.
Ven en la existencia un decorado de la travesía
y en el hombre una migración suspensa.
Después miran en el río
el resumen de los que vivieron.
La corriente vuelca las quemaduras,
un mirlo termina el canto
y la luz se incrusta en sus propias pavesas.
Benarés, Ganges, octubre de 1991
(Del libro Retrato de un hilo. Hiperión, 2013)
GUÍA
Esa búsqueda fluye
para que el hombre no sea
sólo una pausa de la muerte.
(Del libro Retrato de un hilo. Hiperión, 2013)
ELOGIO DE LA PLANICIE
Retén estas horas anodinas
con falta de tesoro:
días de azul esquivo
y severidad de llanura.
Todo lo que ahora te inflige tedio
e indolencia para convidarte a la vida
erigirá con los años la añoranza
de dicha que descuidaste
o se posó delicada en tu desdén.
(Del libro Retrato de un hilo. Hiperión, 2013)
CITAS CON EL DICTADOR
Recibo la visita de mi enemigo.
Llevaba algunos años sin verlo
y, con algo de lástima, examino
su aspecto arruinado por la edad,
su traje de olvidada moda,
su valija de oscuridad inocente.
Aunque en lejanas geografías,
hemos envejecido juntos.
Nos saludamos con sorna que calcula
el mutuo hundimiento.
Yo, la víctima, sólo he abandonado
los dones momentáneos de la juventud.
A él, mi verdugo, el tiempo le ha roído
los cimientos de toda fuerza:
el misterio que impone su distancia a los otros.
Dolor, he aprendido tus maquillajes.
Construí un refugio de resistencia
en la penumbra que fuiste
durante las horas de tiranía.
Ahora, dolor, déspota senil,
me observas con inquina endeble
que parece un achaque de tu ocaso,
te contesto sin levantar la voz,
con odio liso.
Casi me apena cuando quiere amenazarme
con esa luz vaciada.
(Del libro Retrato de un hilo. Hiperión, 2013)
CUADERNOS DE JUVENTUD
He recuperado dos cuadernos de mi juventud. Son ahora mis filósofos muertos. De las palabras que escribí han sobrevivido unas pocas convicciones:
No abrazar ningún idealismo compatible con la incoherencia íntima.
Aprender de Voltaire la gracia verbal contra las supersticiones prestigiosas.
No aceptar como guías a los hombres de conciencias tintadas.
Probar el menú de simas de Billie Holiday. Con las notas de una niñez infeliz, las adicciones y los amores fracasados compuso su belleza musical.
Apoyar mi pequeñez en una columna de preguntas.
En los laterales de las disputas, escuchar la colisión entre la fe y el ingenio.
No alimentar con disciplina la amargura.
Que la música de los relojes suene con más intensidad que la de unas monedas.
Sitiar calladamente mi plaza de rencores.
No acomodarse en los sillones con un juguete llamado lágrima.
Que el perdón sea más fuerte que la herida.
(Del libro El contador de gotas. Hiperión, 2019)
AUTORRETRATO
Lo mejor de mi cara es la lechuza. Vive impasible, subida a unas zarzas blancas. A veces noto el roce de su plumaje amarillo en la frente, o de sus uñas negras que dan cuerda al tiempo en mis arrugas. Me desvela las noches en que caza demasiado, y las mujeres me consolaron al oír su graznido lúgubre cuando volaba. Si me pongo delante de un espejo, no puedo sostenerle la mirada.
(Del libro Los hombres intermitentes. Hiperión, 2006)
PALABRA DE ÁRBOL
No conocí al que murió en el vientre de mi madre. La abuela lo recogió, dijo que era grande como un guía y lo puso en el hoyo que el padre había cavado entre las raíces de mi higuera preferida.
Yo pasaba tardes enteras bajo el gris áspero de las hojas del árbol, esperando que naciesen los higos. Cogía al fin el fruto blando y tocaba su piel negra que después deshacía en tiras. Cada hilo era una puerta para adentrarme en mi hermano muerto y lo paladeaba al ritmo lento de un viajero antiguo. Luego rompía con los dientes las semillas menudas del interior. Ellas contenían palabras, voces que subieron por la savia de la higuera.
Los otros niños crecieron descubriendo aventuras. Para mí, crecer fue sentir el paso del tiempo al escuchar los mensajes que un muerto me enviaba desde sus frutos.
Alguien quiso una ceremonia devota en aquel lugar. De la cartera de mi ojo derecho saqué una lágrima inmóvil. Una lágrima petrificada que se transformó en blasfemia de fuego cuando la deposité en la escudilla situada a los pies de los ídolos.
(Del libro Los hombres intermitentes. Hiperión, 2006)