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Fernando Pessoa

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PRINCESAS [Mi poema]
Fernando Pessoa [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Princesas de quirófanos, princesas,
que vais incursionando en vuestros cuerpos
clavando o remendando con ungüentos
tratando de engañar, niñas traviesas.

Muñecas, de natura filigranas,
tan sexys, seductoras y procaces
vosotras, sois de presa, aves rapaces
de ingenuos de ascender a esos nirvanas.

Pues Dios tan bien os hizo a su medida
y todo lo que él hizo está bien hecho
gocemos sin dudar de esa bebida,

brindando a la belleza desmedida
honrando por supuesto ese derecho
y dando a la mujer la bienvenida.

Y si andas con el alma resentida
y piensas que tu vida se ha desecho
si buscas tú hallarás otra salida*.
©donaciano bueno

* La palabra salida tiene varias acepciones en el diccionario: una: es puerta, abertura…etc… y la segunda, libertina, libidinosa, cachonda. La mente es libre. Que cada uno/a lo interprete como quiera.

MI POETA SUGERIDO: Fernando Pessoa

Viven en nosotros innúmeros;

Si pienso o siento, ignoro
Quien es que piensa o siente.
Soy tan sólo el lugar
Donde se siente o piensa.

Tengo más almas que una.
Hay más yos que yo mismo.
No obstante, existo.
Indiferente a todos.
Los hago callar: yo hablo.

Los impulsos cruzados
De cuanto siento o no siento
Disputan en quien soy.
Los ignoro. Nada dictan
A quien me sé: yo escribo.
(Traducción: José Antonio Llardent)

Tu voz habla amorosa…

Tan tierna habla que me olvido
de que es falsa su blanda prosa.
Mi corazón desentristece.

Sí, así como la música sugiere
lo que en la música no está,
mi corazón nada más quiere
que la melodía que en ti hay…

¿Amarme? ¿Quién lo creería? Habla
con la misma voz que nada dice
si eres una música que arrulla.
Yo oigo, ignoro, y soy feliz.

Ni hay felicidad falsa,
mientras dura es verdadera.
¿Qué importa lo que la verdad exalta
si soy feliz de esta manera?
Traducción: Miguel Ángel Sepúlveda Espinoza

Abdicación

Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.
Versión de F. Gutiérrez

Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación…

Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación
De no yacer en mí mismo desnudo
Con ánimo de gritar, sin que sangre el seco corazón
En un último, austero alarido!

Hablo -las palabras que digo son nada más un sonido:
Sufro -Soy yo.
Ah, extraer de la música el secreto, el tono
De su alarido!

Ah, la furia -aflicción que grita en vano
Pues los gritos se tensan
Y alcanzan el silencio traído por el aire
En la noche, nada más allí!
Enero 15 de 1920
Versión de Rafael Díaz Borbón

Amor es lo esencial...

Amor es lo esencial.
Sexo, mero accidente.
Puede ser igual
O diferente.
El hombre no es un animal:
Es carne inteligente,
Aunque algunas veces enferma.
Versión de Rafael Díaz Borbón

Autopsicografía

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.
Versión de Santiago Kovadloff

Como si cada beso…

Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.
Versión de F. Gutiérrez

Coróname de rosas…*

Coróname de rosas,
de verdad coróname
De rosas
Rosas que al quemar
Sobre una frente queman
Demasiado Rápido!
Coróname de rosas
Y con el volátil follaje,
Que así sea.
(*) Ricardo Reis
Versión de Rafael Díaz Borbón

Cosechadora

Pero no, es abstracta, es un pájaro
De sonidos en el aire del encumbrado aire,
Y su alma canta sin molestar
Porque el canto es lo que la hace cantar.
Versión de Rafael Díaz Borbón

Cuando ella pasa

Sentado junto a la ventana,
A través de los cristales, empañados por la nieve,
Veo su adorable imagen, la de ella, mientras
Pasa… pasa… pasa de largo…

Sobre mí, la aflicción ha arrojado su velo:-
Una criatura menos en este mundo
Y un ángel más en el cielo.

Sentado junto a la Ventana,
A través de los cristales, empañados por la nieve,
Pienso que Veo su imagen, la de ella,
Que no pasa ahora… que no pasa de largo…
Versión de Rafael Díaz Borbón

De: el pastor enamorado

Alta en el cielo, va la luna de Primavera,
Pienso en ti y dentro de mí estás entera.
Aquí viene, por las grandes praderas, corriendo hacia mí, la leve brisa.
Pienso en ti, murmuro tu nombre; y no me siento yo: estoy feliz.
Mañana vendrás, irás conmigo a recoger flores en la pradera.
Y yo iré contigo por las praderas para verte recoger las flores.
Te veré mañana recolectando flores conmigo en las praderas,
Pues cuando vengas mañana y caminemos juntos por la pradera,
recogiendo las flores,
Se hará para mi la claridad y la verdad.
Versión de Rafael Díaz Borbón

El guardador de rebaños

Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.

Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.

He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.

¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?

Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.

¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.

Paso y me quedo, como el Universo.
(**) De heterónimo Alberto Caeiro

El viento, el viento alto

El viento, alto en su elemento
Me hace más solo -no me estoy
Lamentando, él se tiene que lamentar.

Es un sonido abstracto, insondable
venido del elusivo fin del mundo.
Profundo es su significado.

Me habla el todo inexistente en él,
Cómo la virtud no es un escudo, y
Cómo la mejor es estar en silencio.
Versión de Rafael Díaz Borbón

En la gran oscilación…

En la gran oscilación
Entre creer y no creer,
El corazón se trastorna
Lleno de nada saber

Y, ajeno a lo que sabía
Por no saber lo que es,
Sólo un instante le cabe
Que es el conocer la fe-

Fe que los astros conocen
Porque es la araña que está
En la tela que ellos tejen,
Y es vida que había ya.

Esto

Dicen que pretendo o miento
En cuanto escribo. No hay tal cosa.
Simplemente
Siento imaginando.
No uso las cuerdas del corazón.

Todo cuanto sueño o pierdo,
Que pronto cae o muere en mí,
Es como una terraza que mira
Hacia otra cosa más allá.
Esa cosa me arrastra.

Y así escribo en medio
De las cosas no junto a mis pies,
Libre de mi propia confusión,
preocupado por cuanto no es.
Sentir? Dejemos al lector sentir!
Versión de Rafael Díaz Borbón

He pasado toda la noche sin dormir, viendo…

He pasado toda la noche sin dormir, viendo,
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.
Versión de Teodoro Llorente

Las rosas del jardín de Adonis…*

Las rosas del jardín de Adonis
Son las que yo amo, Lydia, esas efímeras rosas
Que en el día de su nacimiento,
En ese mismo día, mueren.

La luz es eterna para ellas, pues
Nacen con el sol cuando ya ha salido, y se acaban
Antes que Apolo pudiera incluso iniciar
Su trayectoria visible.

Como ellas, déjanos hacer de nuestras vidas un día,-
Voluntariamente, Lydia, desconociendo
Que existe la noche antes y después
El poquito que perduramos
(*) Ricardo Reis
Versión de Rafael Díaz Borbón

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda…

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego…

Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece…

No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente…
Versión de Ángel Crespo

Navidad

Un Dios ha nacido. Otros mueren. La realidad
Que no ha venido ni se ha ido: un cambio de Error.
Tenemos ahora otra Eternidad,
Y siempre lo pasado fué mejor.
Ciega, la ciencia trabaja en el inútil suelo
Loca, la Fé vive el sueño de su culto.
Un nuevo Dios es una palabra -o un nuevo sonido
No busques ni tampoco creas: todo está oculto.
Versión de Rafael Díaz Borbón

No quiero rosas, con tal que haya rosas…

No quiero rosas, con tal que haya rosas.
Las quiero sólo cuando no las pueda haber.
¿Qué voy a hacer con las cosas
que cualquier mano puede coger?

No quiero la noche sino cuando la aurora
la hizo diluirse en oro y azul.
Lo que mi alma ignora
eso es lo que quiero poseer.

¿Para qué?… Si lo supiese, no haría
versos para decir que aún no lo sé.
Tengo el alma pobre y fría…
Ah, ¿con qué limosna la calentaré?…
Versión de F. Gutiérrez

No la que das, la flor que tú eres quiero…(*)

No la que das, la flor que tú eres quiero.
Por qué me niegas lo que no te pido.
Tiempo habrá de que niegues
después de que hayas dado.
flor, ¡séme flor! Si te cogiese avara
mano de infausta esfinge, tú perenne
sombra errarás absurda
tras lo que nunca diste.
(*) Ricardo Reis
Versión de Ángel Crespo

¡No, no digas nada!

¡No: no digas nada!
Suponer lo que dirá
tu boca velada
es oírlo ya.

Yo oí lo mejor
de lo que dirías.
Lo que eres no viene a la flor
de las frases y los días.

Es mejor de lo que tu.
No digas nada: lo sé!
Gracia del cuerpo desnudo
que invisible se ve.

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A UN DISLATE [Mi poema]
Augusto Fábrega Donado [Poeta sugerido]

MI POEMA… de medio pelo

 

A esa puta viruta disoluta
que ignora que no es puta que es viruta,
preñada va a los topes de aguardiente
y finge cual si fuera un pretendiente
del arma, que no el alma de un recluta
y le obliga a tirarse en parapente,
se mete entre mis ojos de repente
y yo con mi dolor le grito ¡puta!

A esa hormiga boñiga con su miga
que arrastrando a la miga no fatiga,
y no cabe en su boca ni en su vientre,
se sabe que ella sólo es asistente
libando del manjar que allí consiga,
se mete por mi cuerpo, por mi frente
con sus patas de cieno repelente
esparciendo sus trazos de boñiga.

A ese tipo faltón que es fanfarrón
que se pasa mil pueblos de fardón,
que mira y que te ignora o te desprecia,
se esconde amilanado cuando arrecia
o empieza a predicar desde el balcón
cual fuera el que presume de vidente
aunque es impresentable, impertinente,
tonto el culo, del haba y un faltón.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Augusto Fábrega Donado

Promesas

Prometo amarte sin límites,
para siempre y por siempre.
Prometo que te querré sin condiciones ni dudas.
Prometo que recordaré cada instante contigo
compartido,
todas las caricias por ti dispensadas.
Prometo que jamás olvidaré
las palabras de amor
por tus dulces labios pronunciadas.

Será hoy

Confío
en que hoy será el día
de tu ansiado retorno.
intuyo que con tu regreso
volverá a mí
la felicidad plena.
sé que con tu vuelta
y tu presencia
vibrará mi ser de amor
y de emociones exquisitamente extasiantes.

El Capricho de las Musas

¡Oh qué pena!
¡qué dolor,
qué tristeza!
se lamentan
los Bardos:
las Musas
son caprichosas,
te visitan cuando
lo desean
y no cuando
las invitas.

Confesión

(Variación de un tema del autor)

Me sorprende admitirlo,
sin embargo reconozco
que es la impactante
y cruda realidad,
el otrora ardiente amor por ti,
se ha convertido hoy
en un ligeramente tibio recuerdo,
y la impronta en mi grabada,
por ese apasionado romance del ayer
es comparable con las huellas imperceptibles
que dejan los nómadas trashumantes
a su paso por los polvorientos caminos
azotados por los vientos
o con los rastros invisibles
de las salamandras cantoras,
sobre las desnudas paredes,
y esto en nombre de las antiguas ternuras,
creo que debes saberlo.

Las Palabras

¡Lo confieso!,
lo admito sin reticencias,
Me gusta
hacer de las palabras
un instrumento
para con ellas
construir sueños
y encantos.
¡Bendito sea
el don de la palabra!

A Ratos Breves

Qué dicha;
¡Oh prodigio!
He atrapado cada instante
a tu lado transcurrido,
la memoria
cual cascada de molino
de agua
retrotrae los fugaces
y felices momentos
que contigo he pasado,
gracias a este
maravilloso mecanismo
revivo repetidamente
la felicidad
disfrutada a ratos breves,
por ello prefiero tenerte a veces,
a no tenerte.

Detente Cronos

(Suplica al Dios del Tiempo)

Por Zeus,
te imploro Cronos, détente:
en nombre de los Dioses del Olimpo,
te conmino a que aminores
la velocidad de tu marcha
y con ello dilates
el fugaz instante
que se me ha concedido
al lado de mi amada.
Permíteme prolongar
cada momento del deleite
que me produce el rico néctar
excelente ambrosía
que de sus labios recibo y
me colma de bienestar y felicidad.

Contando las horas

Desesperado sufro
el transcurrir del tiempo
y tu distante retorno,
contando las horas
espero impaciente
el maravilloso instante de tu regreso,
tremulante anhelo
el momento en que he de escuchar
de tus labios carmesíes:
“Aquí estoy, tu espera terminó”,
desesperado aguardo
la vuelta a tus brazos
y la posibilidad de beber, nuevamente,
el néctar de tu cáliz precioso,
miel extasiante con la que habré de recuperar
la felicidad perdida.

Llamado vehemente a la mujer amada

Escucha mi llamado imperioso
y vuelve para que con tu regreso
restañes las profundas heridas
que me laceran desde tu partida,
vuelve para que con tu retorno
me rescates del mar profundo
de desesperanza en que tu
despedida me ha sumido,
vuelve para que yo recobre
la serenidad que me proporciona
tu presencia.
Vuelve y con tu retorno
tráeme la felicidad que
me produce oir tu dulce
cadenciosa y sensual voz.

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Poema en línea recta - Fernando Pessoa

Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,
un parásito descarado,
un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos.
Yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.

La gente que conozco y con la que hablo
nunca cayó en ridículo, nunca fue insultada,
nunca fue sino príncipe – todos ellos príncipes – en la vida…

¡Ah, quien pudiera oír una voz humana
confesando no un pecado sino una infamia;
contando no una violencia sino una cobardía!
Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.
¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez fue vil?
¡Oh príncipes, mis hermanos!

¡Basta, estoy harto de semidioses!
¿Dónde está la gente de este mundo?
¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?

Admitirán que las mujeres no los amaron,
aceptarán que fueron traicionados – ¡pero ridículos nunca!
Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?
Yo que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.