A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

UN RÍO EN LA MEMORIA [Mi poema]
Jaime Labastida [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Llevo un río clavado en mi memoria,
que es un hito pintado de mi historia,
con su casa de adobe en una orilla,
y un rastrojo. Les hablo de Castilla.

Mi terruño se encuentra hoy tan lejano
que la alargo y no alcanzo con la mano,
y aunque llamo y que vuelva yo quisiera.
sé que nunca estará más a mi vera.

Que he vagado a la busca de otros ríos
mas ninguno yo hallé que fueran míos,
ni sus chopos fisgando en la ribera
cual pacientes amantes a la espera,

ni sus sauces que obsequian el frondaje
dando sombra al sendero para el viaje,
con su enorme explosión de fantasía
embargada de paz y de armonía.

Y es que el agua transita dulcemente
mientras, suave, le arrastra la corriente.
Reflexiones que hoy hago a vuela pluma
desde el mustio recuerdo que me abruma.

Añoranza de un tiempo en que inocente
quise ser como el Príncipe Valiente,
y hoy repaso mi estancia en aquel Duero,
llega el río a su fin. Ya nada espero.
©donaciano bueno.

Es el río un #amigo de la #infancia, o no? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Jaime Labastida

Amanece

Hablo en plurales giros
porque plural o universal me siento.
Y luego reparto mi alegría,
tal vez sin alma,
lo cierto es que sin cuerpo,
pero conmigo adentro.
Es la crisis total de mi sistema.

Desarticulo puertas,
me desgozno,
me desplomo
como una casa del Virreinato,
y te nombro
y te nombro,
y es que quiero desgajar,
morder, día dije,
la naranja cercana de tu vientre.

Amanezco. Amanecemos.
Somos ya multitud
abierta a las preguntas.

-Como dura puerta

(Para Valentina)

Aprieto mis espuelas
en el ijar de consonantes,
me simplifico de este modo longitudes.
Sé lo que digo.
Me brotan letras unidas en un signo:
el de tu nombre.
Y estoy como mareado
de tanta resonancia total.
Maduré para ti horas enteras
y llegué a tu camino por derecho.

Y sin lóbrega luz me voy ahora
hasta tus pasos.
Sosténme, te sostengo.
Apóyate, me apoyas.
Caminemos ya juntos,
pueblo, mujer míos.

Diálogo y migraciones

Fue entonces cuando aprendiste a dialogar,
quizá de noche, con voz de migración y cataclismo.
Entonces aprendiste a hablar con un rumor de pozo.
Volcada, salías de ti y en ti permanecías.
Descubriste en tu vientre un objeto vecino
en el que concentraste un trabajo paciente,
un amor de minutos sostenidos. No hubo dolor.
Desgarramiento acaso, que mujer te hacía.
En ti edificabas un motivo de riesgo,
una elección posible ante una encrucijada.
Escribo estas palabras frente a tu gravidez.
Y luego vienes a leerlas.
Tu mirada de amante trastorna los poemas.

-El júbilo se enciende

La memoria es una piel que tu recuerdo llaga,
una herida de torpe geometría,
es una carne, un nervio vivos.
Lacerada memoria donde el fuego
es la violenta agua apaciguada.
Miro así tu jadeo,
en ese mar, en esas olas me hundo.
Qué hermosa sed que nunca más se sacia,
qué agua: no apagas sino incendias.
Tu cuerpo resplandece con mi yesca;
tallo tu imagen de carbón
y es fósforo, sol, óxido el que brota
de esta chispa de luz.
Rescoldo quedan nuestros cuerpos y aluzamos
todo cuanto habita la pieza.
El júbilo se enciende.
De los cuerpos que se besan
viene este parto de la brasa.
Los objetos adquieren sus perfiles de gracia
y desdeñan la sombra.

Relámpago de obsidiana

Siento resorte ser,
siento agonía.
Siento mi cierta humanidad
junto a tus meses.
Y repito tu nombre o yo descolorido.
O yo me simbolizo entre metales.
O yo soy ese cuerpo que te embriaga.

Sucede que hallo apenas
no cosas qué decirte,
sino cómo decirte que te espero,
que de mis piedras eres veta,
quede mi pie junto a tu huella.
Pero cómo decirte es que no encuentro.
Pero cómo decirte así, sin más:
tuércete en mí como bejuco.
Siento dejarte.
Siento que te dejo.
Y al despedirme,
algo de mí se va,
algo de mí se queda
adentro de mis huesos.
Siento tu danza.
Siento tu guerra así con el espacio.
Y desvanezco sueños.
Y piso realidades.
Y trémula tú,
tremolo vientos aurorales.
¡Ve mi relámpago fijo de obsidiana:
he de venir a hincarlo hasta tu suelo!

-Sobre el invierno

Bajo mi torso sonreías,
bajo mi abrazo.
Bajo mis ascendentes escaleras,
bajo las nupcias que a tu lecho llevan.
No es sombra ya mi corazón hecho badajo
que golpea la campana de mi tórax.

Mis huesos quieren descoyuntarse,
salirme enfurecidos hacia arriba,
abandonarme.
Mis huesos quieren danzar
en ritmos de alegría.

Y es que tengo con tu pasión queveres.
Tengo a tu cintura aprisionada.

Y un cielo azul muy duro
anuncia a nuestros vientos el invierno.

En el centro del año

El sol es nuevo cada día.
Heráclito

Hoy he tocado tu corazón, sombra desnuda
o vorágine o sola nota de dolor obstinado.
Hoy he tocado tu corazón en las yemas
de los dedos y he oído el mismo agudo acento
que llevó a los amantes al amor
desgarrado y a los pactos suicidas.

El año está en su centro y se desploma
lo mismo el sol ya derretido que el agua
musical y clara. Detrás del sol yo veo
una armonía destruida por las sombras tercas.
Nada nuevo se yergue bajo él: Cleopatra
mordida por el áspid o la muchacha
que después de abortar se ahorca con su media,
rayo, avión o nube combatida. ¿Todo es igual,
desde hace siglos? ¿Ballesta o bala trazadora,
tú o Casandra, la de nombre arrasado? Lo húmedo
se seca, asciende y se contrae. Lo seco
se humedece, avanza y retrocede. La arcilla
se hace águila; el buey lame el salitre
con su lengua de trapo. Pero todo es distinto.
El amor de Alejandro no es el mío y tus labios,
con ser labios como los labios de cualquier
mujer, son solamente, indescriptiblemente
tuyos. Todo es nuevo bajo este sol, agua,
deleite o muerte compartidas.
¿Para qué atormentarnos y roer
nuestros sueños como si fueran fósiles
por arena y cristal conservados? Me levanto
y deliro. El sol, el mismo sol entonces,
es nuevo cada día, su violencia se altera
de minuto en minuto. La alegría de tu rostro
sube ya, vegetal, desde la sábana
y recobra en los ojos la luz de la ventana
(aquella luz, empero, corroída por distintos
cristales). Hoy he tocado tu corazón
como una gota de ámbar o milagro obstinado.
Hoy he tocado tu corazón en las fronteras
de tus ojos y lo he oído latir tranquilamente,
con la mansedumbre del agua que bulle dormida.
Tu cabello negro, que absorbe luz a borbotones,
me arrastra a donde el mes de agosto
se dilata. Somos remeros sordos en las aguas
contrarias: tu barca va en mi sangre,
mi remo ya perfora tus nostalgias profundas.

Invocación a una alta imagen

A Ruth

Mujer de viento,
permite que la playa de tu oído
recoja el mar de mis palabras.

He de enseñarte a amar lo que yo amo
y has de aprender a amarte toda tú:
He de romper lo unido a la costumbre
para que tu sed conquiste calma.

Ya te hundiste en el agua
y vives, como océano,
ciñendo el continente de mi torso.
¿Ves el reflejo de la sal en los esteros?
He aquí que tu mirada dulcifica.

Estela es tu nombre.
En mí la dejas como un vasto ámbito de espuma
o una turbia primavera aflorando hasta la piel.
¡Ah, la tierna región que ahora me señalas!

Recoge de mi antorcha el fuego suficiente
para quemar la casa de tus padres.

Corazón de designios amables,
acaricia mi esperanza arrodillada.
Te invoco, mujer:
siente la savia de mi voz;
te imploro, imagen alta abierta a mi resguardo.

Abanico del aire, tócame.
Cabellera del fuego, incéndiame.
Ánfora de la alegría, sáciame.
Señora de la luz, concédeme la sombra.

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MI REFUGIO [Mi poema]
Bernardo López García [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Mi refugio es escribir
¿poesía?
o algo para mi que se le parezca,
consciente
que cada día lo hago peor,
que he perdido la motivación,
la ilusión,
las ganas.
Lo mismo me aplico y leo a María Emilia Cornejo,
la ignota y desgraciada poeta peruana
que echó el telón a su corta estancia a los veintitrés años,
sintiéndose incomprendida
¡qué triste!
por los mismos escritores, los hombres, de su época,
la misma que parió esa frase de:
‘soy la muchacha mala de la historia’.
Y me deprimo.
Que escucho atento el relato,
la otra aventura  de superación imposible de una mujer,
Marta Fernández,
minusválida,
adoptada,
que hoy hace ostentación de padres
y adora a los cuatro,
campeona de natación,
escritora, actriz, cantante,
la reina de la vitalidad
que me viene a recordar cuando yo era yo
y no lo que ahora lamentablemente soy,
e intento subirme por las paredes,
consciente
que ya no me quedan fuerzas
para seguir…
viviendo…
más.

Que hacen falta #fuerzas para vivir...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Bernardo López García

El amor divino

SONETO
La esclavitud en el amor adora,
y la miseria en los altares clama;
la pena llega a Dios, cuando le llama;
el hombre llega a Dios, cuando le implora.

Ya la estatua del mundo vencedora
no es el guerrero que postró a la fama;
es el martirio que a Nerón infama;
es el pecado que en el templo llora.

Los que lloráis… ¡amad…! grande y fecundo
rompe el amor los lazos con que oprimen
el vicio infame y el dolor profundo;

ante su altar esperan los que gimen;
una explosión de amor, dio vida al mundo,
otra después, lo redimió del crimen.

Ruinas

Arcos, templos, columnas seculares
ceniza son no más; en polvo vano,
Sidó reflejo del poder humano,
ve rodar sus sepulcros y sus lares,

de Roma la pagana, los altares
se hacinan sobre el mundo grano a grano;
Venus sin tronco, sin cabeza Jano
coronan sin pudor los muladares.

Los gimnasios, el circo, el ateneo
cayendo van; su túnica divina
cede el genio a la muerte por trofeo;

y el tiempo canta cuando así camina,
al Gran Poder, que puede a su deseo
hacer de la creación una ruina.

Oda al Dos de Mayo

Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes pendones,
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte las canciones.

Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron
¡a ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!

Doquiera la mente mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
contando tu valentía.
Desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África, que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!

Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones.
Nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo,
ni en los ámbitos del mundo,
ni en el libro de la historia.

Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros;
porque, indómitos y fieros,
saben hacer sus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.

Y aún hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto.
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia abriré la historia;
¡presta luz a mi memoria!
y el mundo y la patria, a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo,
cantando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir;
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser,
pueblo que sabe morir.

¡Guerra! clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra! repitió la lira
con indómito cantar:
¡guerra! gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron,
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡Venganza y guerra!

La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho;
el niño bebe en su pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor,
y, cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
¡Pues que la patria lo quiere,
lánzate al combate, y muere:
tu madre te vengará!

Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes;
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba
y el rudo cañón retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!

¡Mártires de la lealtad,
que del honor al arrullo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad,
¡en la tumba descansad!
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero!

Libertad

ODA
Sagrada libertad; a tus altares
llega el cantor; su fatigada frente
tímida no ambiciona
el sagrado laurel resplandeciente
que del genio feliz la sien corona:
a ti van mis cantares
siguiendo su destino
como rueda el torrente hacia los mares:
pues fiel a ti, sin que el poder me asombre,
bendigo a Dios al bendecir tu nombre.
Sagrada libertad, tuyo es mi canto;
feliz mi pensamiento, te adoraba
aun antes de nacer; que el alma mía
libre ya se llamaba
cuando del cielo al mundo descendía:
llegué a la tierra, al borde de mi cuna
tronó el cañón; la sangre de tus hijos
desde la guerra salpicó mi frente;
y al despotismo fiero
levantarse hacia ti, como la nube
se levanta hacia Dios, y arrebatado
lloré, porque aprendí trémulo al verte
en medio de la guerra,
que tu amor en la tierra
se paga con sepulcros a la muerte.
Hombre después, los anhelantes ojos
volví al pasado, y te miré dormida
de la nada en el seno,
esperando el momento de la vida.
Te vi elevarte al SEA,
padre de la creación; te vi con brío
revolverte en la idea
que llenaba de mundos el vacío;
te vi con raudo vuelo
cruzar los montes, agitar los mares,
cabalgar en los soles,
que rodaban hirvientes por el cielo;
te vi sobre la ola
levantarte y flotar, besar la nube,
y en raudo torbellino
cruzar por el espacio,
do la creación al tiempo aparecía,
dejando con amor santo y fecundo,
un beso en cada mundo
que del aliento del Creador nacía.
Después abrí la historia; vi a los siglos
cuan inmensos gigantes,
dejar sus tumbas, agitar sus mantos
y volver a la vida; ante mis ojos
libres aparecieron
las mil generaciones
que las olas del tiempo sumergieron;
vi razas y ciudades
aparecer, pasar; miré al pecado
sobre el trono del mundo, y a los hombres
sin conciencia de Dios, y escuché el grito
del ángel que lloraba,
al ver con duelo eterno
fija en la frente de la raza esclava
la sombra del infierno.
Volví a mirar, y con dolor y espanto
vi a la nube crecer, rugir el viento
al soplo de la cólera divina;
miré alzarse la ola en son de guerra
sobre el borde del mar; la vi lanzarse
con la muerte en el seno
rugiendo de furor sobre la tierra:
vi la última figura
sobre el último monte maldiciendo;
y el agua se elevaba
en remolinos rápidos hirviendo,
y al fin llegó; con cántico profundo
se extendió en el vacío;
a los ojos del sol se borró el mundo,
y aún la muerte buscaba,
y aún el terrible mar, ronco y bravío
por cima de los montes se empujaba.
Y vi después en el espacio errante
al silencio vagar; miré a las sombras
irse extendiendo en pabellón flotante;
vi la luna cual lámpara sombría,
dejar vagos reflejos
sobre los velos de la noche umbría,
y a su rayo de luz descolorido
miré al ángel llorando,
y al supremo Jehová triste mirando
el cadáver del mundo sumergido.
Después la luz del día
trémula apareció; nave valiente
agitaba su vela
sobre el Ponto magnífico y rugiente;
el árbol de la vida
volaba allí llevando la esperanza
sobre el mástil tendida;
y allí te vi flotar sobre las olas,
como una aparición de dulce nombre
que llevaba en su vuelo
la bendición del cielo
al nuevo mundo que esperaba al hombre.
Volvió a nacer la historia; vi a los pueblos
sin conciencia de sí; razas feroces
sobre la faz del mundo se empujaban;
el grito de la guerra
ocupaba el espacio; un mar de sangre
levantaba su faz sobre la tierra;
la barca funeral del despotismo,
agobiada de crímenes, flotaba
sobre el sangriento mar; el sacerdote
con la frente sombría,
en la sangre inocente
empapaba su manto; torpe y fría,
la plebe ante sus pies se prosternaba
sin comprender en su delirio ciego
aquella religión hija del fuego
que en sangre como el tigre se bañaba.
Vi al esclavo infeliz dejar la cuna,
y con frente serena
tender al viento las impuras manos
buscando una cadena;
lo vi sin pensamiento
agitarse y temblar al pie del trono
del iracundo déspota al aliento,
y comprendí sin calma
ante aquel cuadro de dolor y guerra,
que el esclavo es la tumba de su alma,
y el negro despotismo
la maldición de Dios sobre la tierra.
Y percibí tu acento
¡Hijos!… diciendo con amor doliente…
y vi al mundo agitado
seguir en su cadena indiferente
al duro pie del despotismo atado:
y la guerra seguía;
y las razas impuras atizaban
el fuego vil que sobre el ara ardía;
y pueblos y naciones
rodaban entre lágrimas y llanto:
las tumbas se apiñaban;
la muerte y el espanto
sobre el mundo sangriento cabalgaban;
y nadie a tus acentos respondía,
ni escuchaba la voz de tu cariño,
porque era el mundo niño,
y a su madre infeliz no conocía…
Y vinieron más siglos; en las tumbas
en ceniza quedaron
las míseras naciones; de tu lumbre
los rayos reflejaron
en la frente del hombre; alzó los ojos,
y con ardiente anhelo
al fin te divisó radiante y pura,
brindando al mundo con tu amor un cielo.
Y rodaron coronas
de libertad al sacrosanto grito;
y el déspota iracundo
por el Señor maldito
alzó sobre tu altar su brazo fiero,
sin comprender en su brutal violencia
que para herir tu nombre
es necesario arrebatar al hombre
en pedazos del alma la conciencia.
Mas tu nombre brilló; Grecia gigante,
lo fijó en su bandera; al Ganges frío
y al Nilo turbulento
llegó tu luz sagrada; el sacerdote
dejó el hacha terrible
sobre el impuro altar, y oyó espantado
los ayes que brotaban
al herirse los mundos que chocaban.
Y se alzaron los déspotas sombríos
otra vez contra ti; tu aliento puro
se refugió llorando
en el mundo del arte
que en las alas del genio se iba alzando,
y hasta allí el despotismo
llegó con el puñal; pero fue en vano;
que el brazo de Dios mismo
se lo arrancó sangriento de la mano.
Aquel tu mundo fue; tu lumbre pura
dio brillo a las creaciones
del artista inmortal; bañó los muros
del alto Partenón; tiñó en su lumbre
la frente del poeta
que cantaba los cielos y los mares,
osando arrebatar con mano inquieta
el fuego criminal de los altares.
A tu divino aliento
la roca endurecida
calló sobre los pórticos de Atenas,
guardando un pensamiento;
el genio alzó sus alas:
Píndaro hirió el laúd; agitó Apeles
su mágico pincel; Fidias divino
envolvió sus creaciones
en montes de laureles,
y Homero arrebatado
por el hirviente carro de la gloria
a tu carro magnífico enlazado,
cantó libre y profundo
con el arpa de Dios trovas al mundo.
Después Grecia cayó; blanca paloma,
tu genio peregrino
llevó el arma del arte
a los muros magníficos de Roma;
tu nombre se fijó en el estandarte
del pueblo Rey; al rayo de tu frente
dilató sus banderas,
imponiendo su ley a las esferas.
Y vinieron más reyes;
y la guerra extendió su brazo impío
por montes y por mares;
creció en el trono el despotismo frío
arrancando las hojas de tus leyes;
vi grupos de tiranos
estremecer(21) la tierra
al ronco son de guerra;
vi al pueblo rey crecer sobre las tumbas
de los pueblos vencidos; lo vi grande
soñar tras sus victorias,
más esclavos, más tronos y más glorias;
y en vano te busqué: despedazada
por las ruedas veloces
del carro de los déspotas, apenas
respondiste a mis voces
con el doliente son de tus cadenas.
……….
¡Cuántos, sagrada libertad, murieron
víctimas de tu amor; cuántos sepulcros
a tus plantas se abrieron!…
Por ti el héroe espartano
asombra al persa al levantar su tumba
por muro entre la patria y el tirano.
Por ti con arrogancia
en ceniza y en humo se convierten
los hijos de Numancia.
Por ti eleva Sagunto sus hogueras
hasta el trono del sol, dando en su gloria
orgullo a las esferas,
mártires al Señor, luz a la historia.
Por ti trémulo Bruto
levanta sobre el trono del guerrero
la muerte en el puñal; por ti valiente
el indómito ibero,
en el cántabro mar sepulta impío
de Roma la gigante el poderío.
Por ti el mártir cristiano
del circo en la ancha arena
bendice a Dios, entre el rumor salvaje
del tigre y de la hiena.
Por ti ruedan los Gracos
al pie del Capitolio; por ti nacen
para eterno blasón de las naciones,
Pompeyos y Espartacos,
Pelayos, Viriatos y Catones:
y por ti con amor cuan grande fuerte
Jesús desciende, se transforma en hombre,
y con sangre divina escribe un nombre
en el libro terrible de la muerte.
……….
¿Y ha de ser siempre así? ¿Será el martirio
la corona del libre? ¿Acaso el mundo
es el hacha terrible de la idea?
¿No es bastante la cruz, para que el río
que entre espumas de sangre va profundo
al insondable mar, ceda en su brío?
¿Será acaso la negra tiranía
el fruto de la tierra? ¿Será en vano
ese rojo Océano
que devora un sepulcro cada día?
No: lo dice Jesús; de polo a polo,
la humanidad entera
debe ser sobre el mundo un hombre solo.
¿Lo escuchasteis, tiranos?…
Lo manda Dios; el cetro de la tierra
por momentos se escapa a vuestras manos.
En vano las cadenas
apretáis con furor; el pensamiento
rebosa en el espacio; él está escrito
en el seno profundo de los mares;
en el sol, en el viento,
en la cruz, en la tumba, en los altares.
Él ocupa la gloria
bajo el manto del mártir; reverbera
en el libro gigante de la historia:
él flota en la bandera
del libre porvenir; llena el vacío,
y se dilata con pujante vuelo,
desde el hombre hasta Dios, del mundo al cielo.
Es la nube gigante
que recibió en sus alas
el llanto funeral de las naciones,
y que al romper su seno
levantará las olas poderosas
de cien y de otras cien revoluciones;
es la luz, es el aura, es el ambiente,
es el eco de Dios, que doquier zumba,
levantando clemente,
nuevo Lázaro, el mundo de su tumba.
…………
Pasad, pasad; en vano
lucháis sobre el sepulcro; de la arena
en breve rodará el último grano,
y llegará ese día,
que el bueno espera, y que os arranca asombros,
en que todos los libres a porfía
al levantarse a Dios, del mundo en hombros,
dirán llorando: «A ti te lo debemos;
bendito siempre tu poder profundo;
libre, sin guerra ni ambición el mundo,
por pedestal, Señor, te lo ofrecemos.»

¡Stabat mater!

I
¡Pobre Madre! está llorando
al pie del santo madero;
el pueblo murmura fiero,
por la montaña girando,
y la luz muere en la sombra; y el nublado se agiganta,
y la creación llora y canta
con voz que aturde y asombra.
¡Pobre Madre!… ante los sones
de sus dolientes afanes,
alzan truenos y volcanes
sus más terribles canciones.
Y el ángel llora… y se arredra,
rugen los mares inquietos,
y se alzan los esqueletos
sobre sus tumbas de piedra.
Porque es tan hondo el pesar
de la Madre del amor,
que llora el mismo dolor
al contemplarla llorar!

II
Ella vio al hijo nacer
su esperanza realizando;
ella le durmió cantando
las endechas del placer,
ella, con ansia divina
dejó sus plácidos lares;
cruzó de Judá los mares,
las cumbres de Palestina;
y siempre del Hijo en pos
le siguió amante y serena,
¡como sigue el alma buena
la sombra santa de Dios!…
Hoy… pobre Madre… lo mira
sobre el Gólgota sangriento,
suspiros lanzando al viento
que en torno del árbol gira.
Lo mira triste, llorando
por el pueblo su asesino;
oye su acento divino
¡perdón!… ¡perdón!… murmurando.
Ve sus sienes desgarradas
por las espinas crueles;
ve marcados los cordeles
en sus manos venerandas:
y si oye de su ansia en pos,
del pueblo el acento fijo,
ve… ¡que le matan al Hijo
por el crimen de ser Dios!…

III
Pura… mística azucena
del desierto de la vida;
lámpara siempre encendida
para templar nuestra pena:
¡celeste y eterno lirio
por los ángeles cuidado;
puro clavel perfumado
con la esencia del martirio!…
Yo vengo, Madre, a besar
las estrellas de tu manto:
vengo a regar con mi llanto
los mármoles del altar:
yo padezco a tu dolor;
lloro al mirar tu agonía;
yo tengo por ti, María,
rico manantial de amor.
……………
Del relámpago a la luz
que la tormenta anunciaba,
yo vi a Dios que vacilaba
bajo el peso de la cruz.
Lo vi triste ante el desdén
del pueblo vil y asesino;
lo vi con llanto divino
llorar por Jerusalén.
Vi su cabeza sangrienta
tocar en la dura roca;
vi un insulto en cada boca,
y en cada grupo una afrenta.
Y al verte a su lado ir
dije con llanto de amor:
¡pobre Madre del dolor,
cuánto deberá sufrir…!

IV
Pueblo… con llanto profundo
ve a contemplar su agonía;
hoy es la fecha, es el día
de la redención del mundo.
Do quiera se oye el concierto
de la más honda tristeza;
hasta la naturaleza
parece que toca a muerto.
El templo, todo es dolor;
negra el ara, poca luz;
sobre el sacro altar, la Cruz
sosteniendo al Redentor.
Al pie de la Cruz, María…
cerca, el sacerdote implora;
allá en las tinieblas, llora
el órgano una armonía.
De las campanas el son
no se mezcla en el lamento,
por no turbar en el viento
los ecos de la oración;
y la luz que ante el altar,
mal a la sombra resiste,
está tan triste… tan triste,
que no se atreve a alumbrar…!
Todo es llanto, y es dolor;
mujeres, niños, ancianos,
venid, venid de las manos
a llorar al Redentor…!
Venid ante el que se inmola
por calmar vuestra alegría;
venid a ver a María
que está sollozando, y sola…!
Llegad de vuestros hogares
con ofrenda a sus dolores;
dejad los campos sin flores
para adornar sus altares,
y no deis al corazón
hoy consuelo a su quebranto,
porque será vuestro llanto
la segunda Redención…!

El día de difuntos

CANTO
I
Silencio… las campanas…
¡Ay del hombre mortal! ¡ay del doliente!
de la noche en el seno
sin pena dormirá sueño tirano,
y su entusiasmo ardiente,
como lienzo fecundo
que borra el tiempo con impura mano,
se borrará del mundo…
¡Ah! en el solemne día
en que los muertos abren sus ciudades
vacila la razón: ¡sombras humanas!
¡ilusión del placer! ¡santo delirio
de un amor inmortal…! ¡glorias del arte!
volad lejos de aquí… todo termina
al borde del sepulcro; loco empeño
formará de la vida la quimera,
por dejar una flor, una siquiera,
sobre la leve realidad de un sueño.
Mentira es el placer; mentira el fuerte
alto destino de la gloria humana; 20
mentira la ilusión; ¡verdad la muerte!…
…………..
¡Torpe dolor!… ¡estéril amargura!
¿por qué prensar al corazón que llora
del hombre la continua desventura?
Sorda la tierra al ruego,
mata la forma; despedaza fiera
la belleza del mundo sin sosiego:
agentes de su cólera indomable
son las materias que en tropel inmundo
la cruzan por do quier; su boca impura,
las tumbas nobles, míseras o extrañas,
que amenazando al ánima oprimida,
esperan los escombros de la vida
para nutrir con ellos sus entrañas:
el labio delicado;
la azul pupila inquieta;
el pecho de la hermosa, altar sagrado
donde ofició el amor; la del poeta
libre cabeza que con noble anhelo
sintió latir la inspiración gloriosa,
y se alzó poderosa,
Colón del arte a descubrir el cielo,
todo termina aquí. La madre tierra,
¡ay! es la sola madre
sin entrañas de amor; en vano un día
la cubrirá la primavera ufana
de flores y armonía;
en vano sus verdores
dará a los prados, a las huertas frutos,
purísimos colores
al pálido rosal; en vano, en vano,
dará gentil rumor a la corriente
y aroma y luz al céfiro liviano:
al pie de esa belleza,
vive la destrucción. Sordo usurero,
la tierra mata si a vivir empieza;
asienta en los despojos
su esfuerzo colosal; traga, devora,
y cuando altiva en su poder se engríe,
hipócrita y traidora,
¡con jugo de sus víctimas sonríe!…
Y la muerte también… ¿Quién ha parado
su carrera triunfal? Sobre ruinas
la ve el presente y la miró el pasado,
el inútil dolor no la contiene;
atleta destructor, fiel mensajero
con porte a las orillas del profundo,
continuamente se retira o viene,
secos sus ojos al dolor del mundo…
En lucha con la vida
trabaja sin cesar; el universo
es su circo gigante; espectadores
de sus rudas hazañas,
los que esperan morir: ¡madres! ¡hermanos!
no busquéis la piedad en sus entrañas,
ni tendáis a sus huesos vuestras manos;
esqueleto fatal, forma sin vida,
no escucha vuestra mísera tarea;
y si llora la madre al hijo bueno,
arrancando el cadáver de su seno,
el charco de sus lágrimas vadea…!

II
Mas, ¿por qué ese dolor? En otros días,
cuando el viento oreaba
la sangre de Jesús; cuando el Calvario
recordando divinas agonías
bajo la sombra de la Cruz temblaba,
yo vi al circo romano,
arcada colosal, timbre del arte,
vacilar en su altiva pesadumbre
al peso impuro del furor pagano:
miré a la muchedumbre
ebria de sangre; percibí en la altura
bajo el arco del César, al soberbio
Pontífice y señor, símbolo vivo
de aquel pueblo sin fe; lo vi arrogante
sobre varas de lictores altivo
despreciar a las turbas, y opulento
tender el cetro que aun el orbe doma,
sobre el circo sangriento
de la materia altar, templo de Roma,
patíbulo brutal del pensamiento.
Vi a la señal terrible
la arena retemblar; miré la puerta
moverse, vacilar, girar incierta,
y percibí espantado
la bárbara armonía
que en el espacio ardiente se enlazaba,
del tigre que a las turbas saludaba,
y del pueblo que al tigre respondía.
Y… allí, sola, en el seno
de la plebe romana;
alta la frente, el corazón sereno;
la túnica cristiana
sobre el hombro robusto, y en los brazos
la imagen de Jesús, noble y tranquila,
miré a la Fe: su santa cabellera
flotaba el aire vagorosa y pura
cual si el ala del ángel la moviera;
asidos a su blanca vestidura
los mártires cristianos,
¡Salem! gritaban en pujante coro,
esperando el dulcísimo tesoro
con la oliva de amor entre las manos:
y las turbas hirvientes
cantaban y rugían;
y Nerón, ostentando la corona
de PONTÍFICE y DIOS, la alta cabeza
levantaba en el circo; y vacilaba
la columnata ruda
del vasto coliseo
al continuo aplaudir; y en tanto humilde,
excitando del pueblo el ansia fiera,
la Virgen del Señor se arrodillaba,
se enclavaba en la cruz con alma entera,
y su pecho divino,
que la fiera mordía,
palpitaba de amor, moviendo el lino
que sus formas castísimas cubría…
¡Cuadro consolador! ¡lienzo sublime!
Detén, fantasma impío
de la duda fatal tu voz potente:
ya el espíritu gime
con tranquilo dolor, y el alma inquieta,
rompiendo la terrena vestidura,
se alza a Jesús con incansable vuelo;
desgarra la materia, al dolor doma,
y arrollando a Palmira y a Sodoma,
torna a Jerusalén, remonta el cielo.
La fe vuelve a lucir; su luz me ayuda.
¡Vírgenes del Señor…! ¡santos atletas,
columnas de la Cruz…! ¡dulces cantores…
indómitos profetas
cuyos plectros de oro
templó en sus manos Dios…! ¡legisladores
que disteis vuestras leyes
al pueblo ungido que cruzó el desierto
nutriendo con ilotas y con Reyes
la estirpe de David…! ¡Arpas sonoras
de Daniel e Isaías…!
¡Mártires sobrehumanos
que hicisteis, agitando las enseñas
de destinos fecundos,
rodar los muros, palpitar las peñas,
temblar las aras y oscilar los mundos…!
¡sustentar ya mi fe!… ¡Que yo la mire
romper en las conciencias
de la duda los bárbaros altares,
y asentar en fortísimos pilares
la santa catedral de las creencias!
¡que mi espíritu ciego
en claridad gloriosa se ilumine!
¡Que vacile la sombra al claro fuego,
timbre de la verdad! ¡Que monte y río
deponga su grandeza
del amor al inmenso poderío!
¡Que la luz inmortal deje su rayo
sobre la niebla inerte!
¡Que la divina idea
domine al universo! ¡Que la muerte,
Tabor glorioso de los hombres sea!

III
¿Qué es la materia ya? Con fe y sin pena
la destrucción admiro;
pasto seré de su brutal faena,
¡y por morir suspiro…!
Ni espigas ni colores
nutrirá con mi fe; de mi amor santo,
no brotarán ni líquenes ni flores.
Altivo en mi poder, ya la contemplo
romper la forma con augusta calma;
¡el sepulcro, es el templo
de donde nace el alma…!
¿Y la muerte, qué es ya? ¡Madre amorosa,
arca de libertad; fiel peregrino
de la Canaán dichosa,
donde la vid purísima, cargada
de racimos de amor, mece su tallo
de Dios enamorada;
mensajero del bien; pórtico augusto
de la eterna región; titán sombrío
de atlético poder, que audaz vadea
el piélago insondable
que hay entre Dios y el hombre; dulce aurora
de paz y de alegría;
límite del dolor que nos devora;
mañana del saber; puerta del día!
…………..
Pequeño el mundo, dilatado el cielo,
infinito el amor que tras la tumba
sube al Eterno con potente vuelo,
la muerte no es verdad; en otras horas
sus fúnebres regiones
decoraba el dolor; la negra duda
cruzaba sin piedad los panteones,
y con falaz violencia
las lágrimas del mundo
rebosando sin dique en la conciencia,
ocultaban a Dios. Mas desde el día
en que la cruz triunfal, sobre los hombros
de la colina agreste alzó sus brazos
por montes y por mares,
trasformando en pirámides(22) de escombros [23] los ídolos de Roma y sus altares,
el dolor tiene fin; la tumba es foco
de claridad divina: Dios al yugo
de la muerte cedió; sufrió su imperio,
la aceptó por verdugo;
mas al alzarse del Eterno y Fuerte
sobre el cadáver santo,
para consuelo del amor y el llanto,
¡enclavada en la Cruz murió la muerte…!

IV
Dejad que las campanas
repitan su canción: ¡niños, ancianos,
huérfanos sin hogar, madres dolientes,
que del dolor en las terribles sañas
con lágrimas sin fin lloráis al hijo
que tuvo por altar vuestras entrañas…
¡empezad la oración!… ¡ese sonoro
rumor triste de bronce; esa armonía,
forma sentida del mundano lloro;
ese gemido que el espacio llena
y a Dios el eco que los mundos lanza,
no es acento de duda o de rencores,
que si llora en su voz nuestros dolores,
acompaña también nuestra esperanza…!

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OTOÑO, LA ESTACIÓN DE LA TRISTEZA [Mi poema]
Cristina Peri Rossi [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Otoño, la estación de la tristeza,
otoño, cuando el alma se resiente,
la calma se aposenta en el ambiente
e invita a disfrutar de la pereza,
el sueño hace presente.

Otoño, su cachaza y su desidia,
sus ansias por soñar, su devaneo,
las hojas reposando en el paseo
haciendo el paseante sienta envidia
de un lento balanceo.

Otoño en el que el cielo languidece
al ritmo de inocentes melodías,
que sale a despuntar, melancolías
de un suave despertar que se agradece
e insignes profecías.

El día en que no encuentre quien me aguante,
-prefiero siempre otoño a primavera-,
octubre fuera el mes que yo eligiera,
con eso y con soñar tengo bastante
si hay alguien que me quiera.
©donaciano bueno.

#Octubre, la estación que invita a la #melancolía? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Cristina Peri Rossi

Aquella noche

La noche en que nos conocimos
yo empecé a perder
La cerilla explotó
y me quemó los dedos
manché mi blusa con el vino
Olvidé por completo el nombre
del mes y del día

Tanta turbacióm
sólo podía ser la prueba
de un deseo muy grande

tan grande
que ni tú misma
podías satisfacer.

Erótica

Tu placer es lento y duro
viene de lejos
retumba en las entrañas
como las sordas
sacudidas de un volcán
dormido hace siglos bajo la tierra
y sonámbulo todavía

Como las lentas evoluciones de una esfera
en perpetuo e imperceptible movimiento
Ruge al despertar
despide espuma
arranca a los animales de sus cuevas
arrastra un lodo antiguo
y sacude las raíces

Tu placer
lentamente asciende
envuelto en el vaho del magma primigenio
y hay plumas de pájaros rotos en tu pelo
y muge la garganta de un terrón
extraído del fondo
como una piedra.

Tu placer, animal escaso.

Afrodita

Y está triste
como una silla abandonada
en la mitad del patio azul
Los pájaros la rodean
Cae una aguja
Las hojas resbalan
sin tocarla
Y está triste
en mitad del patio
con la mirada baja
los pechos alicaídos
dos palomas tardas
Y un collar
sin perro
en la mano

Como una silla vacía.
(Diáspora 1976)

Babel desnuda

Babel, desnuda, acaba de nacer.
Babel, desnuda, es como un niño ciego,
no tiene ojos
y mira, horrorizada,
con los ojos del tacto
que descubren superficies
que no siempre es amable tocar.

Babel, desnuda,
palpa, toca, roza, empuja, oprime:
sus manos son las palabras
de un mudo
que en el terror del silencio
sabe que hay un secreto.

Bitácora

No conoce el arte de la navegación
quien no ha bogado en el vientre
de una mujer, remado en ella,
naufragado
y sobrevivido en una de sus playas.
(Linguística general 1979)

Dedicatoria

La literatura nos separó: todo lo que supe de ti
lo aprendí en los libros
y a lo que faltaba,
yo le puse palabras.
(Evohé 1971)

Después

Y ahora se inicia
la pequeña vida
del sobreviviente de la catástrofe del amor:

Hola, perros pequeños,
hola, vagabundos,
hola, autobuses y transeúntes.

Soy una niña de pecho
acabo de nacer
del terrible parto del amor.

Ya no amo.

Ahora puedo ejercer en el mundo
inscribirme en él
soy una pieza más del engranaje.

Ya no estoy loca.
(Otra vez eros 1994)

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EL VIENTO CORRE QUE VUELA [Mi poema]
José Ángel Leyva [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Sel libre como el aire, como el viento,
cual sueño que te invita a navegar,
saltando de un lugar a otro lugar
sintiéndote galán en ese cuento
que empieza y el que nunca va a acabar.

El viento no es de nadie, que es de todos,
ejemplo de solvencia y libertad
siguiendo va su propia voluntad
al margen de las formas y los modos,
que el viento solo es suyo y nada más.

El viento vuela siempre a su albedrío
sin nadie a que atender, que le dirija,
se mete por debajo en la rendija,
encima de las aguas va en el río
y acaba adormilado en la vasija.

Que al viento aunque se quiera nadie lo ata,
si corre nunca nadie ha de alcanzar
se cansa va y se sienta a descansar,
e incluso cuando dicen se le mata
más vuela y no te deja de engañar.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  José Ángel Leyva

Tres cuartas partes

A Juan Gelman

Un puñado de tierra no es un hombre
Tres cuartas partes hacen del sueño la sustancia
el soplo cerebral de un fuego que se olvida
el temblor del ojo ante la carne
Fugaz imprime la gravedad del día
En pausas respira noches cargadas de rocío
iluminadas por antorchas y lámparas de ancestros
que pusieron a secar preguntas y piel tras el naufragio

No se seca –es verdad—la claridad de la experiencia
No hay certeza de ser ni de encontrar respuestas
La incertidumbre abre las válvulas del hambre
del dolor la comezón la tempestad el alba
Cuántas veces la mano suelta una señal de bienvenida y duelo
incapaz de sepultar o de esparcir el polvo de un corazón a otro
de detener las letras que se fugan del cuaderno de notas en la mesa

De la ignorancia a la pregunta los párpados se abren y se cierran
perplejos a esa luz que viaja oculta por la almohada
visible en lágrimas sin sal pendientes de la tierra
No son escombros de ayer sino las ruinas
de un porvenir hecho de olvido
una lengua desierta de confianza y aire
No prescribe la justicia si hay mañana.

Se pueden ver con nitidez las plantas
de imágenes de un yo seguido de los otros
La multitud del sur buscando un norte
sin nada que vender ni recibir a cambio
tan sólo la raíz que pone vertical a la memoria.

Sobra tiempo y sed para esperar la muerte
bajo el árbol sin hojas que da sombra .

La ausencia de dios ahuyenta el miedo
El padre y el hijo activan la sinapsis
que deja ver la mutua soledad bajo los puentes
las tres cuartas partes líquidas del hombre.

Guerra Florida

El mito
En la ventana un colibrí se enciende
chisporrotea
se apaga para siempre
Queda su aroma horizontal
de fuego nuevo
Se erige en mascarón de proa
en rosa náutica
en astrolabio y amuleto
En el vaivén del día
titila el pájaro de asombro
Espina en la palma del silencio
Se deshace en la boca la figura
antes de ser nombre
de tomar la forma del conjuro
El colibrí no existe
es un presentimiento
sordo aleteo
donde nadie es mañana
donde otra vez se nace

El canto

A recoger flores violentas salgo en paz
Dejo semillas en la hendidura del placer
indicios para el fuego
rastros de algún abecedario
para nombrar la novedad
Quién puede reconocerse en lo perdido
abrir las cajas negras
y mostrarse en el horror del triunfo
soltar el nudo ciego
y mirar
mirar a fondo
No hay nada debajo de nosotros
La soledad es otro engaño
No hay nadie distinto en el olvido
Dejo las huellas del deseo
un simple impulso de estar
sin renunciar a ser
en la otra parte

Acerca del Pérsico

El guerrero descansa la voz
sobre la fruta del silencio

Escupe un alma seca
pletórica de sed
Cae rota la oración
la frase coja
Espesa la tierra su saliva
que no sirve para hacer palabras
Después de la batalla se vive
la nostalgia del deseo
Este campo de honor es un desierto
donde plantan los fósiles su cuna
¿Cuál corona puede haber entre cactos y serpientes?
El guerrero acaba de salvar su dignidad
ya viste el uniforme de los siglos
Ha vuelto a combatir para saber más de la muerte
llevado por el miedo
El enemigo feroz aterroriza
aún después
ya sin aliento
El guerrero se mira
entre fierros retorcidos
Guarda el grito y la mueca del combate
Ha vencido a oscuras
ignora contra quién lucharon
sus fuerzas fantasmales

El guerrero descansa en paz
y no lo sabe.

Sangre enemiga

El vencedor
después de combatir suspira
encuentra en la carroña
fracciones de segundo
tumultos
tribus
hordas extraviadas
ejércitos en ruinas
En la sangre enemiga hay bosques
de niebla sin arroyos
Un hálito rapaz
asalta al buitre y a la hiena
polvo de muertos con nombre todavía
De Los versos del guerrero (1998)

De Catulo en el destierro (1993)

Cuando yace en la extensión que dominan
las tranquilas respiraciones de su amada
una exquisita libertad lo apresa
Después el porvenir se niega
Otros ocupan su futuro
metido en ese cuerpo
en esa boca que besó
Que besan ya otros besos

Los goznes de su imaginación no están resecos
Cierra los párpados
aprieta las mandíbulas hasta rechinar los dientes
Abre con ligereza una puerta silenciosa
por donde una mirada lúdica se asoma
pero no logra atravesar los encajes del umbral

Catulo espera fuera
Camina por cimas de hormigón y acero
seguido de su sombra
Percibe esa babeante oscuridad en sus contornos

su mirada turbia de bosquejo
Como mastín acecha impaciente su esqueleto
Asciende las torres más soberbias
La altura concentra una vieja confusión de idiomas
Su lengua natural tremola
como bandera de pirata
hecha girones
con calavera y tibias en desorden
fracturadas por el clamor guerrero
de cosas innombrables
Su ojo de marino atisba
los límites del ojo
la redondez de la nostalgia
Zurce ausencias blancas con azules hebras
como si fueran velas que lo acercan
al horizonte que sólo toca con el nombre
realidad presente
lejana
inalcanzable
línea final
filo sin hoja

Con humeante cansancio se prolonga
un sueño de Babeles
Dos pupilas no bastan para absorber su fatiga-
Las nubes encallan en este sepulcro de nieblas
En los fiordos de asfalto cantan sirenas
al paso de Carontes con luciérnagas sombrías
Se estremecen peces solitarios
Un instante zozobra
la indolencia duele
Icebergs de cemento recargan sus costados
inmunes al calor del cuerpo
sobre la masa derretida en las aceras
Contra las puertas se estruja el desamparo
Cada casa guarda un niño
y cada niño esconde claustrofobias
en el túnel de una almohada
guarda náuseas en las ostra de sus puños
Juega encerrado en cinescopios
con la quietud inanimada de otras almas

Todas las aceras son puertos

para anclar la muerte
en el reloj de un asesino
o para ver una mujer nocturna
erguida como faro bajo el sol
Todos los barrios se desprenden
de la misma plaza
caminan siempre al corazón
de las ciudades
hacia el lugar inamovible
de las ruinas
Todas las piedras son la misma
versión sedentaria
del nómada cansado

EL VÉRTIGO florece en la cumbre erosionada
del ocio y la utopía
Retoñan los primeros versos
como vómito en los labios
Pierde el cuerpo su equilibrio
Al fondo la cuadrícula del valle
es invento sin retorno
colchón que aguarda la caída del poeta

o el descenso de sus pies hechos astillas
Catulo deshoja pájaros de agüero
clarividencias cristalinas
gotas que humedecen el paisaje
Su mirada aletea agónico a lo lejos
Respira el soplo de un gigante
con pulmones carcomidos
desentraña la visión de los volcanes
ocultos por un telón de brumas
cuando el tizón meridiano descubre sus cabezas

Un impulso terrenal sacude
las vértebras del mástil
Desde abajo una fuerza superior atrae
la imagen del vigía
arrastra su débil voluntad
toca su tacto con sublime tentación mundana
La tierra pesa en el hueco de las venas
reclama la unión de las cenizas

CATULO recoge del suelo sus despojos
la perversa inquietud de las hormonas
los miembros desollados del deseo
envueltos en la palidez de algunas páginas
Escucha los gruñidos subterráneos de la muerte
el paso inminente del suicida
los chirridos de una puerta cancelada
el llanto de un cadáver memorioso
o su sombra inmortal entre los ciegos

CATULO es un ángel con alas atrofiadas
un vivo cargando un lado muerto
como todos los hombres traen su espalda
¿Será por no tener cuatro ojos
que no se vuelve atrás pisando el mismo paso?
¿Será por no voltear la frente
hacia el reverso
que el rumbo tiene cara equivocada?
Para mirar hacia el ayer
se pone la espalda hacia el mañana
Para el pasado el revés

queda de frente
cuando el futuro sin ojos ve
nuestras miradas

Entre las grutas de la urbe sueña
como murciélago sediento
beber la realidad del pico de las aves
pero termina por chupar su propia sangre.

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AQUÍ DONDE VIVIMOS [Mi poema]
Octavio Escobar [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Aquí donde vivimos pululan unos seres
que dicen ser humanos,
los hay nacionalistas, los hay republicanos,
algunos son creyentes con dioses diferentes,
mas como sus ancestros los hay que son cristianos,
cada uno con sus ritos, según sus pareceres.

Y tipos que han venido huyendo de otros lares
sin nada de equipaje,
perdidas las miradas en medio del paisaje,
rellenas sus mochilas de ideas y creencias,
los hay desconocidos y de otras procedencias,
del llano y la montaña, de allende de los mares.

Los hay homosexuales que andaban escondidos
aireando hoy sus quereres,
diciendo y repitiendo que no aman a mujeres,
y seres que presumen de aquello que no tienen
con sus ideas fijas que al resto no se avienen,
algunos perseguidos mas todos convencidos.

Y todos sin distingos, que aquí no hay excepciones,
seguros de si mismos
pretenden obligarnos según sus fanatismos
a hacer lo que ellos dicen, lo mismo que ellos piensan,
si ven que no comulgas a ti no te dispensan
no admiten tus razones ni dan sus bendiciones.
©donaciano bueno

Que aquí hay de todo como en #botica? Share on X

Qué hace que los humanos no solo se crean estar en posesión de la verdad sino que además pretendan imponérsela a los demás?.

MI POETA SUGERIDO:  Octavio Escobar Giraldo

Octavio, 58 años

Hace quince días un dolor en el pecho cerró sus ojos.
Todo se hizo precario, sudoroso.
Lo sostuvieron los pinchazos,
la inflexibilidad de la camilla,
el oxígeno en cuya existencia ya no cree,
la voz y las manos que conoce.

Los últimos años han reñido por novios,
horas de llegada y salida,
cigarrillos de mútiples especias;
por una caja de anticonceptivas que según ella compró
para cuadrar el ciclo,
por semestres perdidos o apenas ganados.
Han arruinado fiestas, aniversarios, paseos,
y cavidad por cavidad han dividido el miocardio materno.

No volvieron a fútbol ni a buscar algodón de azúcar los domingos,
ni a ver juntos películas de terror,
ni a amar, en lamentable sostenido,
con Nino Bravo y Sandro de América.

Sin embargo allí están sus manos,
la voz aniñada diciendo que lo quiere,
y los pulmones maman de la mascarilla
con el desespero de un recién nacido,
y vencen la terquedad de las costillas.

Amanda, 30 años

La médica le recuerda que es la tercera vez que tiene
una infección venérea; recalca que debe mandarle
tratamiento a ella y a «su señor marido».

La médica le informa, por tercera vez, que las bacterias
aparecieron en el examen porque «su maridito» tiene
relaciones sexuales con otras mujeres.

Por tercera vez mira a la médica con deseos de explicarle
que la vida es otra en un barrio de invasión
con quince casas que miran temerosas el paso del río.

Alejandro, 5 años

El señor de uniforme
le ordena que no juegue más tirando monedas contra la pared.
Se sienta en el suelo e imagina la habitación
donde están curando a su madre.
Debe ser amplia, bonita,
llena de cosas que él podría quebrar.

El señor de uniforme
le ordena que se levante del piso porque obstruye el paso de la gente.
Camina dos pasos y vislumbra, como si la viera en televisión,
la habitación donde está hospitalizada su madre.
Tiene las paredes muy limpias,
alérgicas a la mugre que siempre ennegrece sus dedos.

El señor de uniforme
le ordena que se haga a un lado y no joda.
Lo mira temeroso, triste porque no podrá conocer
la habitación donde están atendiendo a su madre.
Las enfermeras deben ser luminosas, de piernas infinitas,
y él podría colarse bajo sus faldas.

El señor de uniforme,
a cargo de todos los niños que:
padres/madres, tíos/tías, hermanos/hermanas, vecinos/vecinas
dejan en consignación,
sabe que dentro crece la miseria y cinco
seres humanos que acomodan sus miedos en cada cuarto.

Irene, 43 años

Hacía diez años que no me daba rosas.
Siempre ha sido un hombre preocupado,
el mundo sobre sus hombros.

Y ahora tendrá que cargarme a mí.

Me duele saber que habrá días
en los que tendrá que limpiarme el culo.

Usará guantes,
lo sé.
Toallas húmedas,
lo sé.
Pañitos alcoholados,
lo sé.

Estará limpiando mierda mientras ve los muslos que durante meses
no le permití tocar,
pasará las manos a centímetros de la vagina que no pudo penetrar
hasta que me llevó al altar
y sentirá asco.

Lo que hagan las enfermeras con mi culo no me importa.
Me importa ensuciarlo a él,
que hoy me trajo rosas,
que hoy,
después de todos los eclipses,
recordó que me ama.

LINAJE DE POETA

Desde que a Rimbaud lo dejó
el bus en Abisinia,
los poetas no tienen apellidos ilustres;
Pérez, Giraldo, Ríos, Sánchez,
como la alineación de un equipo de fútbol.
Pero no lucen apodos
-el tren, la flecha, el tigre-,
ni una hinchada que los siga:
Ariadna se quedó en Miami.
Estoy seguro
de que don Ricardo Silva no permitirá que su hijo
José Asunción,
salga a jugar con nosotros.

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MI POETA INVITADO: Gonzalo Escarpa

INOCENTES

Tú, poeta,
escribes quietud
porque te quieres referir a la quietud,
y el poema tiembla.

Tú, poeta,
escribes alma para
pasar con más sigilo aún
cerca
del alma:

escalofrío
del poema.

Tú, poeta,
pulsas lo arcano en el
salón de ese misterio
inabarcable, te
conmueves, claro,
escribes pues arcano, y el poema

tirita

hasta los huesos.

Ah, poetas,
toda la vida en el esfuerzo
titánico, infinito, cruel, insano
de esculpir la materia palpitante
y múltiple del verso,
sintiéndoos necios, pencos, inmediatos
—santos, incluso, a veces—,

y era sencillamente que
los poemas son

frioleros.

LA ORFEBRERÍA DEL FRACASO

Para Sergio Gallego

no imaginan ustedes el trabajo
que conlleva el fracaso. no un fracaso
cualquiera. uno magnífico, tremendo,
insuperable, espeluznante, épico.
estoy hablando de una cumbre, un techo.
les hablo casi, en realidad, de un éxito.
les hablo de las cúspides del fiasco.
la pura orfebrería del fracaso.
la Gioconda del fallo. el Miles del mal
hacer. dolce far brutto. un tremedal
inhóspito que no debiera haber
salido nunca de cerebro humano.
pero salió. salió, una y otra vez.
se repitió. pifió. se volvió a hacer.
una vez más. y otra. y otra más.
no aprende esa lección quien lo hace mal.
no fracases mejor: mejor, fracasa.
o no. yo qué sé ya. quédate en casa.
o mejor ni lo intentes, la verdad.
fracasarás incluso al fracasar.
y al hacerlo, otra vez, lo de fallar,
fallarás. por error, acertarás.
así sucede siempre, humanidad.

las quince letras Editorial

HACIENDO REGATES [Mi poema]
Luis López Anglada [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Regates, yo he aprendido a hacer regates
al tiempo que escribía garabatos,
driblar, eso es muy propio de los vates
que a veces se entretienen con dislates,
y hay otras en que fingen ser cegatos.

¿Acaso sabes tú lo qué es fintar?
Fingir, eso es fintar, lo que uno siente,
llevando al que es contrario la corriente,
buscando una prebenda conquistar,
y hacer creer a todos ser creyente.

Fintar es empezar a caminar
consciente en el camino hay pedregones
y hacer el recorrido sin sanciones,
después ya la andadura terminar
echarse a disfrutar de sus pasiones.

Nadar sabiendo lo ancho que es el mar
riendo por tan grandes dimensiones,
echando a navegar sin dilaciones
buscando al otro lado al fin llegar
y al mundo impresionar con tus lecciones.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  Luis López Anglada

El poeta camino de Francia

Me voy, me voy, me voy. Una barrera,
una muga de piedra y un sendero
y ya para mis pies el mundo entero
poniendo al corazón una frontera.

Y tan lejos estás que no hay siquiera
un pañuelo en el aire ni un «te quiero» .
En otra tierra ya. Soy extranjero.
-¿Cómo se dice amor?- . Nadie me espera.

Y ya ves, sigo andando y sigo andando
y, paso a paso, te me vas quedando
como un lejano sueño desvaído.

Otra luz, otra tierra, otra belleza.
Y el corazón se llena de tristeza.

A una muchacha que se matriculó en la Escuela de artes y oficios

Yo vi al amor comprar papel sellado
para matricularse por novicio
allí donde ni el arte ni el oficio
vieron jamás papel enamorado.

Raro aprendiz, alumno aventajado,
llenó con su esperanza el edificio
humilde y escolar, pero propicio
a jugar con lo vivo y lo pintado.

Cuando le vio llegar, el viejo Apeles,
tras de cambiar las flechas por pinceles
de los ojos de Amor desató el velo.

¿Quién pudo sospechar lo que vería?
Mandi, que estaba allí, sí lo sabía:
mi corazón sirviendo de modelo.

A unas iniciales grabadas en un árbol

Iniciales de amor en la madera
vino a grabar la mano bordadora.
Fue lino el tronco, bastidor la aurora
y testigo la blanca primavera.

Bordado amor quedó y eterno fuera
sin la mano del tiempo, leñadora,
que en seca savia y a cercén ahora,
con filo poderoso lo partiera.

¡Oh, frágil tiempo, tronco, blanca mano!
¿Por qué grabar amor en ramas tiernas,
muerto despojo ya de vendavales?

Aquí tenéis mi corazón humano.
Venídmelo a grabar y tendrá eternas,
con heridas de amor, las iniciales.

Celebra el poeta haber hablado por teléfono con su amada…

Al hilo de tu voz y asida al hilo
tengo el alma, mi amor, para escucharte.
Viento de muchos álamos comparte
tu voz conmigo y la sostiene en vilo.

Asiento para pájaros y asilo
de enamoradas nubes. Por hablarte
hoy, pasando lo azul de parte a parte,
se atraviesan los cielos con su filo.

Un fresco olor a tierra que se labra
y a manantial con luna se improvisa
para inundar tu voz cuando navegue

la quilla dulce y fiel de tu palabra.
Y un silencio de pájaros avisa
mi muerte, amor, cuando el silencio llegue.

Cuenta cómo sucedió lo de enamorarse

Sucedió que aquel año se decía
que los tiempos cambiaban. Cierto era;
aquel año empezó la primavera
cuando apenas enero se moría.

Aquel año la tarde convertía
en campos de pasión la Tierra entera
que, por cazar, el alma fue campera
y la caza le hirió que perseguía.

Sucedió que era invierno, que el destino
preparaba un asombro campesino
de manos blancas y sandalia breve.

Y me encontré en Castilla deslumbrado
con todo el corazón enamorado
como una antorcha en medio de la nieve.

De cómo robó el poeta un racimo en un viñedo

Cuando en algún momento del viaje
viste un viñedo donde el sol cantaba
me pediste un racimo. Todo estaba
coronando a Septiembre en el paisaje.

Corté un racimo para ti y lo traje
tan maduro a tus labios que estallaba
como si el dulce zumo que sangraba
a tus labios rindiera un homenaje.

Nunca a más suavidad llevó el destino
lo que en las uvas iba para vino
y encontró en tu garganta su condena.

Y nunca ya mí corazón amante
volvió a encontrar, como en aquel instante
tan bello el hurto de la viña ajena…

Despertar

Mi niña, al despertar, desaliñada,
casi como las rosas, o más breve,
duda entre niña y pájaro, se atreve
a inaugurar la aurora de la almohada.

Mi niña de la nube o de la nada
debe venir cuando despierta. O debe
de los vientos venir, de los que bebe
mi vida a sus rosales limitada.

Beber vientos, atarse a una camisa
que duda entre las alas y la brisa,
diminuta extensión que el mar quisiera.

¿Qué rey me compra el despertar? ¿Quien sabe
porque es tan breve el mundo y por qué cabe
en una habitación, la primavera?

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ESE DÍA TAN TRISTE [Mi poema]
José Manuel Díez [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

El día, ese tan triste en que me vaya,
que dicen que uno existe y ya no existe,
habría que fingir que se resiste,
mintiendo cual si fueras a la playa
jugando así al despiste.

Que aquí a saber quien soy hoy yo he venido
en busca de mi historia y mis raíces,
he visto en el camino a meretrices
y alguno que pasó muy inadvertido
igual que las lombrices.

Y a un tipo que murió de un arrebato
vertiendo sus lamentos por el suelo,
poetas que lo son de medio pelo,
que escriben como yo, pasando el rato,
a costa de un señuelo.

Tratantes de quimeras y esperanzas
que tocan sin saber, lo hacen de oído,
lo mismo que lo hiciera un presumido
vagando por aquí de uvas a peras
cual ciego empedernido.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  José Manuel Díez

DOS FORMAS

Ya conoces dos formas
de regresar al punto
que has dejado a tu espalda:

Girar sobre ti mismo
la perspectiva ciento ochenta grados
o dar la vuelta al mundo.

La primera es más simple, la segunda es más bella.
La primera es memoria, la segunda es viaje.

Si hubiera una tercera
—si la hubiera—
equidistante a ambas,
la llamarás poesía,
te nombrará temblor.

LOS MOTIVOS POSIBLES

Todo porque la luz entró en los labios.
Y los libros hablaron de paisajes posibles.
Y el juez dictó sentencia contra él mismo.
Y me bebí la poca ginebra que quedaba.

Todo porque mi nombre
será un día el de un muerto.
Y el mes de julio entero pasé en vela.
Y las aves cruzaron las fronteras del frío.
Y me besó los párpados la lluvia.

Todo porque en Plasencia había murallas.
Y rodaron los cuerpos por la nieve de octubre.
Y comenzó la guerra en el poema.
Y yo te pregunté si me querías.

MEMORIA DEL TRÓPICO

Ser el árbol del mango,
el canto y el encanto del pájaro gulungo.
Ser el millo y la papa, la raíz del jengibre,
los sones del candombe, sus danzones.
Ser cocuyos y ranas,
floresta de heliconias y cantutas,
los bochocós, el jaguar, la hicotea,
cochayuyos costeros, guayacanes y mangles.

Ser la palma de tagua, rajatrapos y cóndores,
los babalaos, los humos de la sacerdotisa,
salmodia del turpial cuando amanece.
Ser rito milenario y Pachamama,
plumaje de quetzal y ararajuba,
chapulín de alas rojas, cucarrón de alas verdes.
Ser viejo curandero y plañidera,
los caminos que aceptan el regreso, la huida.

Ser música de chuchos, marimbas y guaruras,
espíritu de ceiba y de mañío,
la aldea entre frondosos cafetales.
Ser tucán y pijije,
tronamentas, celajes, aguaceros, ventiscas.
Ser la luz de la luna
cuando atraviesa el ojo del cenote,
la flor incandescente del hibisco.
Ser pimienta y onoto,
madera de choibá y de calabonga,
transparencia del agua del alto Putumayo.
Ser pámpana de parra,
la exhalación terrígena,
las nieves de la ruda cordillera.
Ser ají y achiote,
los glifos astrológicos del calendario maya,
la nube que se posa en la planicie.

Ser Comala y Macondo, caracola marina
por la que nos susurran los océanos.
Ser la sal de la tierra,
conuco campesino en la llanura,
el águila posada en el nopal.
Ser el niño aturdido
por la visión de un dios, el ojo ciego
del huracán que arrastra un viejo tambo.
Ser trampero en la selva, pescador en los ríos.

Ser yuyal y ajolote, las monarcas viajeras,
quebradas, barrizales y potreros.
Ser los huesos molidos, los tambores del baile,
la princesa zenú, la diosa inca.
Ser tiguales y cactus,
serpiente mitológica emplumada,
los páramos de Rulfo, los cielos de Darío,
la fauna del color del alebrije.

Ser vuelo vertical de guacamayo,
las manos de la anciana chapolera,
la yuca, el coco, el ñame,
la arepa, el patacón, la chicha andina.
Ser el funyi en el tango y el pañuelo en la zamba,
las rutas que prometen el Eldorado,
los bollos de maíz, la madre negra.

Pero también los odios ancestrales,
la alambrada de púas, los venenos del chongo.
Pero también abrazo de anaconda,
dentellada de puma, picazón de tarántula.
Pero también las ruinas y el expolio,
la ciudad de chacales con codicia de hombres.
Pero también guerrilla y dictadura,
las manos en dos puños, los rifles clandestinos,
la plaga del dañoso comején.

Pero también la tribu y la matanza,
la errabunda comuna,
la venganza, el secuestro, los sangrientos afiches.
Pero también la fiera acorralada,
los guaicos que sotierran favelas y cambuches.
Pero también los cárteles, los combos,
la fe ciega y fanática, los héroes baleados.
Pero también la paz, la resistencia,
la casa del amigo,
la rebelión sonora, la utopía.

Ser uno entre vosotros. Y ser todo entre todos.
Y ser igual que el mundo: distinto en cada hombre.
La sombra inmemorial de mis antepasados,
aquí en la latitud de los asombros.
Los seres que cohabitan al poeta.
Los poetas que callan en mi idioma.

LA LLANURA

Mi memoria de niño
cegada por un cuento de Jack London.

El olor de los búfalos
ha sacado a los lobos de las sombras del bosque.
Un graznido de urraca resquebraja el silencio.
La nieve es más espesa en la llanura,
donde apenas resisten la intemperie del clima
los peces bajo el lago congelado
y las zarzas sin fruto.
Las patas de una búfala se hunden.
Tres lobos acorralan a su presa.
Los colmillos confirman
el rito milenario de la muerte.
La manada prospera.

Mi memoria de niño
—su conciencia de hombre—
cegada por un cuento de Jack London.

Aquí, en el blanco inmenso,
un reguero de sangre.

UNA ODA

Las tienduchas —tú sabes
de las tiendas que hablo—, ultramarinos
que huelen a perfumes innombrables,
a conservas y a quesos, a licores baratos.

Las tienduchas de barrio que no tienen ni nombre,
y que todos conocen por el mote del dueño,
un viejo taciturno y apacible
que ve pasar la vida al otro lado
de un mostrador a cuadros blanquiazules.

Las tienduchas, tú sabes.
Con su decoración inmarcesible
de ristras de pimientos y laureles y ajos,
y latas de conserva en la alacena,
y pizarras de ofertas rubricadas a tiza,
y un peso de balanza de otro siglo.

Las tienduchas de barrio, cada vez más escasas.
Esos tristes negocios familiares,
con su olor a chacina
y el trato confiado que dan a sus clientes
dejándoles fiados los pedidos;
esos lugares aptos al abastecimiento
de lo más necesario; esas tienduchas
humildes, anacrónicas y bellas.
Esas simples tienduchas, por sí solas,
consiguen que me sienta de este mundo.

IMAGINA UN CABALLO

Un caballo
que se va agrandando
a medida que se aleja.
VICENTE HUIDOBRO

Imagina un caballo.
Un caballo muy blanco desbocado en la noche.
Pero no en los lugares ni contextos comunes,
sino sobre el asfalto de las céntricas calles
de una ciudad cualquiera.
Una ciudad de tantas,
con luces de neón y gente que camina,
donde jamás ocurre nada extraño,
nada tan asombroso ni tan inexplicable
como nuestro caballo imaginario.

Imagina un caballo.
Un caballo muy blanco desbocado en la noche.
Imagina a la gente que se aparta a su paso,
y grita sorprendida, cautivada
por la visión anómala y sublime.
Y después argumentan, se emocionan, discrepan
y no saben ponerse de acuerdo en lo que han visto,
y no saben ponerse de acuerdo en lo que otros
les han dicho que han visto.
Y la noticia vuela, de boca en boca, insólita.

Imagina un caballo.
Un caballo muy blanco desbocado en la noche.
Algunos lo señalan como a un ser de otro mundo,
pero el caballo solo es un caballo.
Es fuerte. Corre y bufa.
Y no lleva montura ni riendas, solo crines
y músculos y ojos. Y relincha.
Y sus cascos avanzan
resonando en lo muerto del cemento, en lo ajeno
de esta ciudad que nunca vio un caballo
corriendo por sus calles,
tan libre, tan sin hombre, tan desnudo;
esta ciudad absorta, concebida
para el orden cabal de peatones y coches,
jamás para caballos desbocados.

Imagina un caballo.
Imagina las formas de un caballo que escapa,
nadie sabe de dónde ni hacia dónde,
nadie sabe por qué. Todos ignoran.
Quisieran detenerlo en su carrera
y alcanzar a montarlo,
sucumbir un instante para siempre a su fuga
solitaria y heroica. Pero nadie se atreve.
Hay que ser, para hacerlo, solitario y heroico.

Imagina un caballo desbocado en la noche.
Un caballo que corre como corre el delirio,
como cruza el deseo.
Y piensa en la ciudad, al día siguiente,
recordando la escena singular del caballo.
Y piensa en la ciudad, al día siguiente,
consternada y eufórica,
inventando un idioma para hablar del caballo.

Así es un buen poema:
belleza desbocada donde nadie la espera.

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ESTE MUNDO TAN BONITO [Mi poema]
Yolanda Pantín [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

El mundo es muy bonito ¿quién lo dijo?
depende cada cual como lo mire,
algunos lo verán como un botijo
cuyo agua fue el buen dios quien lo bendijo
o flema que produce un retortijo
y un día ha de acabar aunque se estire.

El mundo ¿qué es el mundo, los planetas?
Algunos te dirán pronto se acaba.
Los hombres no harán uso de más tretas
que habrán de hacer muy pronto las maletas
incluso los que escriben, los poetas,
que aquí ya se acabó lo que se daba.

Ignoro si habrá sitio para tantos,
si tales contingencias se han previsto,
podría haber lugar en camposantos,
vivir en el parnaso tantos santos,
los mares desbordarse con sus llantos
sabiendo que ha de ser lo nunca visto.

¿A qué viene dar vueltas a esa noria?
Que el mundo cuando acabe pues se acaba.
A fin y a cabo el mundo es una escoria
pabilo de una vela en palmatoria,
los posos desgarbados de achicoria
y yo vine hasta aquí a pelar la pava.
©donaciano bueno

Y tú, #¿cómo_lo_ves...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Yolanda Pantín

ALENTEJO

Los barcos se desplazan
en una inmensidad sin tiempo.

No duele este paisaje
que he soñado,

y fluye,

según mi pensamiento,
lejos, muy lejos.

OCASO

En la casa el aire se había vaciado.

Clara me propuso subir a la terraza
abierta a la ciudad y al Ávila al fondo.

Recuerdo que miré la montaña
como si nunca la hubiese visto:

Todo me asombraba en ella,
las formas que la luz había suavizado,

el color, la calma indiferencia que nacía, pensaba,
en aquella hora cercana a la noche,

cuando todo parecía, al mismo tiempo,
estar vivo y estar muerto.

Mi amiga se apoyó de la baranda
y allí estuvo un largo rato, sin hablar.

Yo me senté en el suelo, distante,
protegida como estaba

por el muro de concreto

(había heredado de la niñez
el miedo a las alturas

y a las grandes mariposas nocturnas).

Desde la terraza parecía inocente aquello,
e indefenso, aun cuando las luces

en las autopistas semejaban
ríos de sangre, arterias en un cuerpo de vidrio,

frágil al tacto.

La muchacha se acercó y se sentó a mi lado.
conversamos en voz baja, sin mirarnos.

-Para ti amar es una pérdida.

Clara insistía en mostrarme
lo que creía era mayor que la cárcel del pensamiento,

pequeños infiernos cotidianos
a los que todos los días agregamos

una piedra, una palabra,
un minuto del tiempo precioso.

-Hemos vivido para ver ésto, decía.

Agradecí la pureza de su rostro,
el perfil recortado al igual que las montañas,

contra el cielo.

Y el hecho de que fuéramos
dos mujeres en el silencio,

ajenas a lo que habría de suceder luego

-torpeza, ensimismamiento.

Pero nada de aquello sabíamos en la quietud de la tarde.

GACELA

(no por su belleza)

Nada le asegura
a la gacela permanencia
sino, al contrario, le confirma
tal es el estrépito de hojas
o pisadas de elefantes

a lo lejos

su fragilidad
que finalmente es pánico

El CIERVO

Iba yo con mi hermano por el bosque,
cuando lo vi entre las ramas asomarse.

Pude verlo como era,
y él, mirarme:

Macho, de alta cornamenta.

Aunque de noche,
los ojos clarearon en su estupor al verme.

Volvió la grupa,
temeroso.

Yo alcé el arma que llevaba
y apunté entre los cuernos.

Disparé. Y con ello la cabeza
se deshizo en el aire que había respirado.

Donde hubo belleza
quedó el cuerpo tendido sobre la hierba.

Tomé el arma
y se la di a mi hermano.

‘Ten -le dije: el rifle
con el que he matado sin deseo’.

Volví la espalda
y caminé hacia el auto

que había dejado
en el umbral del bosque.

CAPILLAS IMPERFECTAS

(Monasterio de Batalha)
Duarte y Eleonora de Aragón

Descansen estos reyes
para la eternidad descubiertos,
bajo el cielo, sin haber sido
su deseo,
dormir bajo el sereno, clima inclemente,
invierno y fuego, cuando no alcanzó
el tiempo
para concluir, quién sabe, los dineros,
capillas que encomendaron a sus siervos,
y que hubiesen sido, túmulos funerarios,
de haberse terminado,
la perfección hecha forma.

Ya lo dice el nombre que llevan: guiño
para leer lo opuesto
suponiendo
que sea la perfección completitud, término;
Y siendo que son
capillas imperfectas,
La perfección, es posible,
como la belleza, no sólo de dios,
feudo,
sino de la mano que la pretenda.

Pero cabe suponer:
Rendición, falta de aliento,
para la Eternidad expuestas
cabezas humilladas éstas, también de reyes.

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DE CUANDO LOS NIÑOS VENÍAN DE PARÍS [Mi poema]
Pedro Serrano [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Decían, mas ignoro si era cierto,
los niños, que venían de París,
llorando, haciendo caca, haciendo pis
y el sexo sin pudor, al descubierto.

A bordo no de aviones, de cigüeñas,
que entonces no existía el aeropuerto,
-aún dudo la verdad sobre este aserto-,
las cuales se mostraban muy risueñas.

Llegaban entre gentes expectantes
en medio de alharacas y ovaciones,
con risas, con rituales y canciones,
cuidando hacer feliz a las gestantes.

Recuerdo, entonces yo era un monigote,
las veces la cigüeña allí llegaba,
hacer el viaje así cuánto costaba,
la imagen bautizando al sacerdote.

Mi duda me atormenta al comprobar
que así haya mejorado hoy el transporte
e incluso ya no exista el pasaporte
los niños han dejado de llegar.

Si habremos de empezar a procrear
en sitios que resulten más cercanos,
haciendo espabilar a los paisanos.
y aquello de París ya lo olvidar.
©donaciano bueno.

Es verdad eso de que los #niños venían de #París...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:   Pedro Serrano

Peregrinaje

Ya no estamos esos cuatro que viajamos
en busca de la claridad y la salvación.
La vida apegándose a sus muros de cal, a su paso.
Mi padre no tenía aún mi edad, mi madre era muy joven.
Como una burbuja de esperanzas íbamos
en peregrinaciones hacia el norte.
Houston, Nueva York, Montreal, trenes, aviones,
hoteles metafísicos con vacas alzadas a la entrada
albercas en los pies de la cama
cuerpos negros brillantes y sedosos,
y todo novedad.
Ana Luisa en su jirafa con ruedas, pequeñita,
persiguiendo un mundo que ya no alcanzaría
y en el que nos conduce.
Ibamos cruzando el cañon hacia el Empire,
arreando un sol por los desfiladeros de Nueva York,
hasta caer dormidos entre cabezales oscuros.
Y en el envés mis padres
relucientes en vida adulta
hacia el amanecer juntos de nuevo.
Agua de infancia.
Todo el itinerario en mi regazo.
Como el tren a Montreal,
en un último vagón por bosques aprehendidos,
abrazados,
viendo cómo se iba el paisaje
desde la barandilla
y venia siempre.

Plan de Tlalcapatla

Un jacal en que entráramos,
techado de niños,
carbón al viento o basurillas
en los pajares del maizal.
En medio las vacas,
a la partida de los peones,
sin hibernación ni guarida,
olisqueando huellas humanas,
ruido sólo nosotros.
En los escombros,
un camioncito sin ruedas,
mechas de palma,
un bule roto y tres piedras tiznadas
en señal del hogar.
Sobras de trashumancia,
después de la siembra,
al cabo de la pizca.
El Plan ahora un mar dorado
en que nos calentamos
como mazorcas al sol
cuaresmal.

Sa Tuna

Hacia sí misma la cala se recoge,
lanza luces desde la coda del invierno,
varas en inquieto abandono.
Entre la madera turbia y las barcas
gira un aire de aceite crudo,
de luz desmantelada.
Sonreímos y nos abrazamos.
Caminamos entre mesas y gente
en el hervidero y el pescado.
Eso que fuimos.
Hoy la terraza es un garaje abierto
sin nada más que nosotros
y una bicicleta roja recargada en el muro.

El año que llega

Como una plancha de plata bulle el día,
un pescado en la sartén del amanecer,
crepitando entre el frío y el calor,
con la marea naranja del sol
inundando los mástiles de árboles
blanqueando el horno del paisaje.
Un aceite de niebla lame las varas de romero,
los aros de cebolla chisporroteando,
la hojarasquería que ruge
hacia su consumación.
No es hambre lo que bulle en las tripas
de esta olla de invierno,
sino la proyección de caldos continuos,
la carne blanca y las espinas y huesos,
el halo plateado de las hojas,
el paisaje en que estamos.
No es hambre lo que nos trae aquí,
sino el vaho común que se concentra,
su producción en todo.

El año que viene

Ha caído una nevisca, no la esperaba.
Todavía oscuro, creí que llovía, que
lo que golpeaba en el techo translúcido
era la lluvia,
y pensé en el día gris que venía.
De repente vi la pureza blanca,
el asomo a una paz, lo quieto del jardín
cubierto por una pelusa,
una gasa de blancura entredejando manchones verdes,
desde la cocina,
en pendiente hacia arriba, hacia la calle
entre las ramas ahora peladas,
desde el oscuridero.
En el césped queda el trazo fino del venado,
que hace cuna en la película de nieve,
su huella al descubierto.
Lo blanco es una ligereza.
Atrás, una capa de cuentas desparramadas
en la terraza de cristal. Me asomo.
No se puede pisar sin que suene.

HABER IDO DEJANDO ciudades, puertos,

vestigios esparcidos como ruina espantada,
como una piel a medio curtir,
como resto de vida,
adustos olivos a punto del ahogo y empolvados.
¿Qué lleva a no poder abrir los brazos
hasta crecer en una arbolada formación entrañable?
¿Qué lleva a esta inadecuación calcinada?
Como si abrir las manos fuera tocar a dios, y recogerse,
Como si se pudiera.

CONTRA SÍ MISMO el cuerpo se revuelve,

cumple sus mil milímetros de pan,
migajas esparcidas, mendrugos,
se cuece en cada axila, huele,
cae ruminoso por el vientre, bocas,
pan mojado del sexo, tinto de olores, rancio.
Crece hacia dios el cuerpo, se eleva,
moja la cama y el amor, el pan y el vino.
Andan alisios por el pecho, nadan azules en las manos, andan.
En la impiedad de la cintura vuelve a instaurarse el miedo,
hay que tornar al punto del dolor, hacerlo sueño,
dar en el acto de la huida, descontraer.
Ante mis ojos crece como un pasto su aliento,
la negra majestad dulce del sexo, su pubis atestado y sudoroso,
la esparcida presencia en que penetro.
Desde mi centro rompen los cristales errados, se aquietan.
Una disolución inmaterial hace a la carne carne,
la piedra se machaca y se areniza.
Entrar es acudir al propio centro, una sabiduría que se desliza.
Allí se enciende, se pierden telas y lunares.
Pan, pan, carne del vino los cuerpos sudan,
jur, jur, jarrón rimado de la especie.

COMO SI FUERA LUZ la luz se ajusta,

la claridad se extiende hacia sus límites.
En la playa la arena se acomoda,
hace grumos, se enrosca, precipita.
La claridad del día la convoca,
toca los granos y las sombras, vierte
un acomodo y un calor, habita.
Sol de septiembre encomendero,
frasco de luz humana.
Como si fuera luz la luz me habita,
ribera de colores, lluvia rosa,
agua de pedregal redonda y alta,
farisea la luz, jarra de lunas,
estancamiento y claridad de brisa.
Aire de luz, la calma intenta y vibra,
abre unas alas ateridas, grita.

ABRES LA PIEL a la necesidad y la sombra.

Las manos velan el dolor,
sudan su miedo,
acercan la superficie del alma.
El tiempo grita ya maduro.
Toc, toc, uno por uno, paso a paso.
Recupera el espasmo su vocación de grito,
su vociferación, su línea quieta.
Cae una a una cada cosa en su nombre,
en la certeza viva la multiplicación de los peces.
Pasan los pies, la seda virtual, los ángeles,
la incontestable verdad del firmamento corporal,
la grupa majestuosa.
Van por ti en cada vena,
hablan las voces de tu cuerpo,
dan cintura contra cintura hasta ocupar el mundo,
hacerlo tuyo.
Con la piel en los labios llamas a Dios,
sigues el paso eterno de la infancia,
la soledad constitutiva, la huerta herida del dolor.
Pasa también atravesando todo,
la flor atenazada , su majestad,
su portentosa realidad a ciegas,
el brillo fiel de la navaja, su filo exacto.
Pasa el cuchillo como espejo humano,
caes estrujado entre la culpa,
sales en soledad hacia los otros,
rompes las reglas rígidas,
la autoridad que te contiene,
el castigo que arañas y recibes.
Hoy sólo estás atado a la verdad alterna de tu voz,
a tu expresión violenta y a tus sueños,
a la última voluntad, al ser y ser, humanos.
Llevarme a mí conmigo en esos trazos.

SE DESHACE LA NIEVE, la solidez, la amalgama en las uñas, el decoro;

se deshace del frío la calle blanca, el albor,
se deshacen los fríos, su paz helada,
su luminosidad recogida, su especie blanda.
Se deshace la nieve y las calles tiemblan,
charcos de sal y lodo, pasos resbaladizos, empapados.
Se deshace la nieve en la mano fría, el olor a cerveza,
el candor de los brezos, recogimiento.
Se deshace la nieve y los verdes surgen, intempestivos.
Todo retorna grave asu pulpa abierta,
todo sigue la huella de las reconversiones.
Se deshace la nieve, lámina pura.
Se deshace la nieve y el mundo torna.
Su desfiguro muere, su tensa siembra,
se deshace la nieve y las calles vuelven a ser polícromas.
Todo vuelve a su sitio luego del lujo.
Regresa grave el pasto, la bicicleta,
la banqueta conforme con ser banqueta,
el paladar mordido con seguir siendo.
Se deshace la nieve y uno se mira,
brazos, rizos, colores, sueños, tormentas.
Los pies calientan la menta, las amistades,
todo bajo la manta los calcetines.
De nuevo el mundo vuelve a ser este mundo.
También el cuerpo tiene límites ciertos.
Aproximado a la luz, aproximado.
Alzo el muñón blanco del sol.

El día amanece, desvalido y entero.
Suelto, como un esparadrapo o una cinta de seda.
Suave se deja ir como una centelleante mariposa,
piel de azafrán, amanecer del día.
Se va extendiendo su luz por la madera.
Va poco a poco orillando las cosas,
la frágil entereza de sillas y ventanas,
resbalando el azoro y el dolor
por flores y alhelíes desolados.
El día se toca por azar,
avanza un poco neutro, un poco tonto,
cabeza abajo se cuela, se sonríe.
¿De qué sonríe el día en su dolor?
Yo no sabría contestarlo.
Pero lo sigo sigilosamente.
Hecho de mí está el día,
hecho de su calor y de su fiebre,
iluminado y sometido,
fuerte, furioso, desbordando acaso.

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LA ESPERANZA [Mi poema]
Eva Vaz [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

La tarde está muriendo, en una esquina,
sentada en una silla la esperanza
se empieza a impacientar por la tardanza
llegando a incrementarse por la inquina
que afecta a su añoranza.

Recuerda que un buen día fue paciente
mas hoy todo sucede a trompicones
culpando al albedrío y las pasiones
creando van un ruido persistente
plagado de emociones.

Comienza a descubrir que en el pasado
ella era más feliz y se deprime.
Seguro a compartir nadie se arrime
intenta descubrir si ella ha pecado
pues nadie hay que la mime.

Admite ya al final que está gafada
o acaso que sufriera un maleficio.
Mas nadie va a lograr sacar de quicio
pues sabe forma parte en la manada,
son gajes del oficio.
©donaciano bueno

Ésta, dicen, es lo último que se pierde? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Eva Vaz

HOTEL VIVIR

A Ismael Cabezas

Ya no necesito agendas.
Llevo un libro de poesía en el bolso
con papeles donde anoto
las citas del psicólogo
o algún esquema sobre la terapia.
Papeles como un ojo abierto.
En ellos anoto lo anónimo.
Lo insignificante cargado de significado.
Metáforas de Szymborska
o de los yonkis de Isla,
como heroicos autómatas
de la supervivencia crónica.
Papeles que hablan más de las esquinas
que del centro:
esa forma mía de leer
la vida ajena en los tendederos
o en los gestos de la gente cuando ríen
o cuando comen sin dirigirse la mirada ni la palabra.
La vida en minúsculas,
la que no se ve o se olvida.
Vidas sin fotos ni voz.
Vidas que no brillan.
Gente demasiado doméstica
que se llaman “cari” o “gordi” o cosas peores.
Gente corriente que se sienta
a tu lado en el médico
o delante de ti en el supermercado.
En un libro de poesía:
en mi bolso,
la vida,
todos los días.

CATALONIA PLACE

A Carles Mercader Fulquet

Estoy en la habitación del hotel,
junto a la ventana abierta. Llueve.
Los turistas arrastran sus maletas y el paraguas
con los dos brazos.
La ridiculez los salva de ser nadie.
La habitación ya parece una casa.
Le falta la cocina, la radio,
el teclado salvífico de J.L.
En la habitación han ocurrido cosas.
Silencios a gritos.
La cama parece el mundo entero.
Manchas de semen, tabaco y cerveza.
Una caja MUY FRÁGIL con 400 carretes b/n,
bolsas, toallas, libros, pastillas, bombones intactos.
Dos botellas de vino para Judith.
Unos enormes cojines negros, como paladas de tierra
sobre las camas, ya tumbas de un pasado.
Silencios a gritos.
Ayer fue muy bien el recital,
quise llamar a mi padre. Siempre pienso en él cuando
estoy feliz.
J.L. se ha vuelto a dejar los filtros y el tabaco.
Hemos estado jugando a lo de siempre,
pero siempre es nuevo, el juego.
¿Dónde estará Nana?
La tarde de ayer fue bien roja y la noche
fue blanca y hermosa.
Hablaban de Lizano y sus cucarachas.
Yo lo besé un día,
ahora no lo haría pero ya está muerto
y mira que hablábamos de dialéctica.
En el recital, Nacho me cogió la mano,
fue un gesto íntimo y bonito
mientras J.L. recitaba sobre Alicia
y Carles hacía las fotos.
Silencios a gritos.
Me llaman Carles y Paula. Me esperan abajo.
Cuando regrese, la habitación
se habrá comido a sí misma
en un orden de asepsia
y entraré siendo otra,
nueva como un alzheimer.
Pero todavía puede romperse el mundo.
El martes naceremos otra vez solos,
otra vez uno,
en la tercera planta
y la cocina y la radio y el teclado
y Nana
y las maletas, como un corazón abierto,
sin deshacer.
Y el mundo no se ha roto.

LEYENDO A MAR 20 AÑOS DESPUÉS

Entonces no estábamos heridas de mundo,
sólo heridas superficiales
y todo el mundo por hacer,
tan grande y tan bonito.

Pero ahora estamos tan rotas
como muñecas muertas:
ya no podemos llorar,
y por eso escribimos;
es gratuito y necesario.

Tu camino y mi camino
se han cruzado en una alianza
infecciosa. Mal caldo éste.
Y me hiere verme en tus ojos,
porque el fracaso no es bonito ni joven.

Pero aquí estamos, con tantos años malhechos
y estos poemas de sangre,
como una ruina que encuentra otra ruina
en un vertedero.

Has sufrido: lo veo cuando te ríes.
Yo también.
Sólo soy una perra de tres patas
con cicatrices de tiempo.
Pero antes no, no estábamos
rotas de fracaso,
y hoy competimos por ser las más
golpeadas:
¿Dónde aprendimos esta competencia?
¿De qué sirve ser la que más sufre?

Y las expectativas… No viajamos.
Tuvimos hijos,
trabajamos tanto que se nos olvidó
la vida, esa con tantas promesas.
Ahora vivimos pero se nos olvidó
ser felices.

Y éramos tan buenas chicas…
Ahora no lo sé, dime, Mar,
¿seguimos siendo buenas chicas?

¿Podremos seguir siendo amigas?

AMITRIPTILINA

Ya sé que no soy yo,
que son mis venas de pájaro,
que son los veinte años de anestesia,
pero hoy me eché a llorar
en medio de la calle.

Qué vergüenza,
esta mirada sin lugar,
como una plañidera sin sueldo
ni paz con su llanto.
No es una exhibición,
es que tengo el fuelle del lagrimal
inútil
y no sé contener esta bulimia
de tristeza.
Por eso voy rodando
como una vulgar lloradora
contratada por el mundo.

Tenía un estante de pastillas
como un surtido de galletas
que me dejaban como un trozo de carne
y me las quieren quitar
para vivir a pelo.

Ustedes deberían saber
que es verdad, que sí,
que estoy rota,
que soy una heroína para nadie,
pero ando llorando y gritando,
con un orgasmo brutal
de tristeza.

Concédanme un armisticio:
ser triste moderadamente,
drogarme lo que necesito.

Y que se haga de noche.
Que por fin llegue el sueño.
Por fin.
Soñar.
Hoy.

SECUELAS

El hambre por adelgazar
es más intensa
que el hambre por existir.

No soy más que un tubo de ensayo
y el hueco entre mis piernas
es un triunfo.

Sobreviví al osario de mi cuerpo
en un infierno de manzanas negras.

El vértigo de las formas
me cambió la vida.
E insiste.

Sigo comiendo
en los mismos platos pequeños
y con la misma cuchara,
aunque ahora no esté vacía.

El tiempo me devuelve
un rostro que no conozco
y me sorprendo en los espejos.

Todavía
“me toco los huesos
buscando la calma
de su vehemencia”.

Yo soy mi prisión.

BRUXISMO

Vivir apretando y rechinando
los dientes,
es como cargar con 90 kgs. de peso
sobre mis mandíbulas.

Mi dientes son pequeñas astillas,
gastadas como piedras de arena.
Menudos y devastados.

Tengo que llevar una férula dental,
una brida,
un bozal,
un trozo de plástico
que te escupiría ahora mismo
como un reproche inaudito.

Trituraría tus palabras
como bolas de cristal
rompiendo mis dientes planos
como lijas de carne.

Te escupiría con los maxilares de piedra
porque no tengo dientes
pero sí veneno y calcio.

Me duelen las encías
por no sangrar de pasado:
cada diente es una miseria,
una piedra más en la maleta,
dentro de mi boca.

Bruxismo: parafunción mandibular
del comportamiento bruxópata.

El recuerdo y el asco
de tus dientes perfectos.
Mi forma de sacarle los dientes
al mundo, así,
como un potaje cálcico.

Sé que me estoy quedando sin dientes,
pero nunca, oídme, nunca,
me quedaré
sin voz.

CRÍA CUERVO

“Esos hijos que ahora
devuelven la mirada, pero no la sonrisa”
Fernando Beltrán

Creo que tenemos pendiente
una conversación inédita.
De mi infancia o del resto de mi vida,
ahora que mamá es vieja
y tú te comes el mundo
con un simple gesto de melena
negándome tu rostro.

Ahora que tú eres la protagonista
absoluta de tu vida.
Y yo soy una comparsa innecesaria
y molesta,
un zumbido viejo sin atractivo.
Sólo soy una madre,
hay muchas en el mundo.
Antes también era una madre,
pero entonces era exótico.
Ahora es ser una piedra
que pesa más que yo misma
y mi fracaso es la sombra
que ves proyectada en tus espejos.

Será por eso que ya no regresas:
la casa está llena de telarañas
y una humedad que descompone
la paciencia.
Huele a viejo y a puchero rancio de madre.

No más. Ya no soy de tu gusto
ni del gusto de muchos.
Pero escucha: estoy aprendiendo a ser
de mi propio gusto.
Y eso es el alimento
de mi resurrección cotidiana.

Cuando regreses,
vas a asustarte de lo mucho
que he crecido en estos meses.

Ya soy más alta que tú.

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ANSIADA LIBERTAD! [Mi poema]
Armando Rojas Guardia [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Sagrada Libertad, sueño canoro,
desnuda al despuntar de la mañana,
pintada al clarear de verde grana,
bendita sensación, lindo tesoro.

Ansiada Libertad, ¡cuánto te añoro!
las horas que me puede la galbana,
que salgo a disfrutar de buena gana,
sin cuentas que rendir, ¡cómo te adoro!

Naciste para ser agradecida
consciente que el que quiera conquistarte
será por el Olimpo bendecida.

Te quise cual esteta quiere al arte,
atado a esa cadena que se oxida,
y muere ya cansado de esperarte.
©donaciano bueno

Es cierto eso de que la #Libertad existe...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Armando Rojas Guardia

Fondo negro

Limpia y fría, la noche de diciembre
es la imagen perfecta de mi alma:
Caracas arde afuera, indiferente,
mientras yo soy un hueco
l i v i a n í s i m o
donde caen flotando los minutos.
En nada pienso ahora. Y nada añoro.
Ninguna obligación. Ninguna agenda.
Apenas esta ingrávida quietud
para llenar de música (Satie, acaso)
y lentos cigarros y silencio
y el negro sueño de la paz, vacío.

Aves

Me pregunto
qué ron dulce las embriaga.
Quizá la luz
cuando enronquece
y empapa de quejas el límite del día.
Acaso el viento mismo
quien como ola de cansada espuma
las impulsa a partir hacia el intenso Oeste
donde muestra el día sus llagas
tumefactas.

Estalla su plumaje en oro caliente
y derramado.
Y el cielo ha quedado entre sus alas
como una mancha viva.
Mira cómo se enredan entre los suaves hilos
del aire que se enciende.
Deja su vuelo un sabor tropical de fruta roja.

¿Las veremos, de nuevo, como ahora?
Tal vez alguna de estas tibias tardes
en silencio.
O entre las grandes amapolas
que trae la Alegría.

Agua lustral

Purifícame con el hisopo
SALMOS: 50,9

Salgo por fin del tedio
que es el hábito de huir de Tu presencia.
Había elegido el mal
como quien muerde el aire
y castiga al sol tapándose los ojos.
Había elegido el mal. Y lo sabía.

Hoy salgo al aire en paz de lo invisible
diciéndote que sí por estas calles
con el viejo saxofón de mi poema.
Se abre el día
tal un hueco silvestre
-rosada ubre de la luz, goteando.
¿Qué puedo decir que me retrate
así, recién nacido:
los dedos obstinados de la hierba,
la respiración de todos al dormir?
Sí, letra a letra reconstruyo
la inocencia del ser, que ahora levanto
como una fronda erguida, resonante.

Aquí, en esta casa

Aquí, en esta casa,
donde cada palabra, cada gesto
son sólo los dóciles ecos de la luz
inmaculada,
vertical,
inapelablemente última,
añoro para ella
(la chachara mujeril de la poesía
con sus técnicos chismes de ocasión
tan fotogénicos —whisky en mano—
sobre la página social
de algún Suplemento Literario),
le añoro, digo, algo de la casta
doncellez de la madera
recibiendo
la frugalidad silenciosa de una cena,
de la última cena.

Sin uso

Pero hoy tengo confianza en la tarea
de decirte precisamente esto,
sin una sola causa

que motive la cita intrascendente
de los ojos y las letras:

apenas teclearte siete líneas
como quien pide el aire o la alegría.

Sospecha

( a Pedro Trigo)

Habría que decir
que dicho todo
aún está todo por ser dicho.

Ni una sola
palabra
ha roto el círculo.

Si el tiempo
a sí mismo se busca
y no
a lo que pasa vivo
entre las horas,
no hay futuro,
otra vez el circuito recomienza,
sólo brillan
espejos,
la nada poblada de imágenes
iguales,

el ciclo
y sus etapas:
yo solo
repetido
desde el génesis.

EL DIOS DE LA INTEMPERIE (1985)

XV
Me digo que es inútil, que no puedo
escribirlo imposible, la secuencia
del poema innombrable, la mentira
de apalabrar la ausencia del deseo
deletreando la nada entre mis sienes,
su oquedad tan carente de palabras.
Sé que el cuerpo me queda, ésta mi carne
indecible también pero moviéndose
al proyectar imágenes, figuras
en el vacío mental, en la pantalla
de la escritura terca, indeseante.
Sólo alcanzo a aludir, casi a tocar
al poema cadáver enjoyado
por el histriónico decir: la vanidad
de no sorber el silencio ni apurarlo,
de escapar de este yermo a mi medida
que, si yo fuera otro, comparara
a aquel nítido y virgen de los santos
ardiendo, sí, incómodo en la voz
llagando la gárrula garganta
pero dejándola seca de otra sed
que no sacian las formas, el lenguaje.

YO AGUARDO AL ANIMAL DORMIDO…

Yo aguardo al animal dormido.
Mientras los otros trabajan lo discierno
moviendo sus patas livianísimas
contra mis sienes ahuecadas.
Se alimenta del ocio que me atonta.
Sus ojos son relámpagos lejanos
ardiéndome en la punta de los dedos.
Su piel es mi voz centuplicada.
Y causa sangre su pezuña fría
helándome el esfuerzo. Lo vigilo.
Mientras los otros yacen o copulan
cebo la trampa del papel
bajo la lámpara neutra, distraída.
Estudio la forma de amansarlo
con un golpe de luz sobre mi frente,
una imagen capaz de sostener
la inocencia cabal de su estatura.
Remuevo símbolos sagrados
para atraerlo al centro de esta hoja
blanca de esperarlo. Mitos sonoros
fraseados por el ritmo del lenguaje
intentan acunarlo levemente…
Pero el animal desaparece
justo en el instante de apuntarlo
con la palabra artera y su veneno.
El olor perseguido se anonada
cuando flota ese pálpito que extingue
la escritura en su límite preciso.
La idea es ya una horma para nadie.
Mi voz retrocede en la garganta.
La trampa está rota para siempre.
En la distancia frágil de la página
el animal es rastro, sólo fuga:
cuaja entonces inútil el poema.
De La nada vigilante, 1994.

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DENUNCIAS FALSAS/ False Allegations [Mi poema]
José Palma [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Que limpies bien la suela del zapato
cuidando al caminar no dejen huella,
pudieran delatarte en la querella
que tanto le deforma a ese retrato.

Que hay veces que el relato no es relato,
no guarda relación como es la historia,
te mata o te convierte en la achicoria
del día en que tú hiciste un garabato.

Ser lelo o confiado o precavido,
si un día ha de llegar, que dios no quiera,
no pueda a ti robarte la cartera
penando por andar desprevenido.

Que quieran demostrar que amén de puta
debieras tú también poner la cama,
haciéndote pasar por la soflama
culpable de inocencia en tal disputa.
©donaciano bueno

Existe la #pena del #telediario...? Share on X

Como ocurre con la noticias, las denuncias falsas están hoy a la orden del día. Por motivos diversos, afán de notoriedad, de medrar, sacar tajada o el simple hecho de hacer daño. Basta airear unas sospechas para que puedan arruinarte la vida. Ser precavido implica tener una buena coartada.

MI POETA SUGERIDO:  José Palma y Velásquez

MI REGALO

¿Sabes cuál es…? ¡Escúchame un momento!
con voz muy queda lo diré a tu oído,
que no lo pueda oir el mismo viento
que, al refrescar tu frente con su aliento,
palpita de placer estremecido.

Es muy pobre, muy pobre… casi nada,
es más bien la fineza de un mendigo:
una joya sin brillo, desgastada,
que, por cobrar su luz en tu mirada,
te la ofrece el afecto de un amigo.

¡Aquí lo tienes, toma!… te lo entrego:
es este corazón ya moribundo,
que se agita entre océanos de fuego,
y que latiendo temeroso y ciego,
te vió y te amó con un amor profundo…

Es este corazón de fibras rotas,
anémico y enfermo, siempre triste…
donde circulan de la hiel las gotas
y vibran melancólicas las notas
de un mal tenaz que en maltratar insiste.

Es este corazón, que va sangrando
con la herida brutal de su delirio,
mi pobre corazón, agonizando,
mientras va sollozando… sollozando…
al rudo golpear de su martirio.

Este martirio he siempre comprimido
por inquieto temor a tu repulsa,
hondo martirio que, a mi ser asido,
parece cual mi vida confundido
y siempre al lloro y al sufrir me impulsa.

¡Cuántas veces sentí su horrible clavo
golpearme con áspera sevicia,
y sentí a su furor cómo temblaba
el cielo de las dichas que soñaba,
como un mundo de luz que se desquicia!

¡Cuántas veces también alzó en mi pecho,
la indómita borrasca de la angustia,
y por las noches le encontré en acecho
para robar mi sueño, sobre el lecho
en que gemía por mi vida mustia!

¡Ay, no es verdad que brote la alborada
tras la noche caótica y severa!…
Donde la pena labra su morada,
allí estará cual víbora enroscada,
siempre más pertinaz, siempre más fiera.

En vano, muchas veces, temerario,
intenté refrenar con valla ruda
el cauce de mis penas tumultuario:
no he logrado desviarme del calvario
donde sucumbo sin piedad ni ayuda.

Ya han hollado mis pies muchas espinas,
y aunque avanzo llorando en mi camino,
sólo encuentro doquier sombras y ruinas,
tristes, como las tintas vespertinas,
y obscuras, cual la voz de mi destino.

¿Qué me resta sufrir?… En mi amargura,
¿Dónde tender la vista lacrimosa
sin que encuentre mi propia desventura?
¡oh!… ¿Como descansar de esta tortura
el alma que no vive ni reposa?

Sólo tú, sólo tú, virgen del cielo,
puedes reverdecer mi vida muerta;
tú regalarme puedes el consuelo,
y puedes alegrar mi triste duelo
y restañar mi herida siempre abierta.

¡Oh! en tí está mi esperanza; no la mates;
déjame acariciar mis ilusiones,
y no me arranques ¡ay! no me arrebates
la dicha que me anima en los combates
y rompe de mi mal los eslabones.

¡Es tan triste sufrir!… Es tan sombrío
batallar con el propio sentimiento,
que, si no escuchas el acento mío,
tal vez con la punzada del estío
no me dure la vida ni un momento.

¡Oh! escúchame… ¡Aquí estoy! Solo, perdido
en mitad de mi obscuro derrotero…
Y aunque procuro, loco, dolorido,
desterrar mi pesar con el olvido,
ya no puedo luchar… ¡Amame o muero!

EN LA ULTIMA PAGINA DEL «NOLI ME TANGERE»

Eres el grito del derecho herido,
la encarnación de las candentes lágrimas
que en la noche sin luz de su pasado,
de mi país los ojos escaldaban.

Yo te leí cien veces. Noble amigo,
hallé siempre flotando en cada página,
un paño para el llanto del esclavo,
para el tirano vengadora tralla.

¡Cómo sentía, al recortar tus hojas,
lástima por mi patria esclavizada!
¡Cuál lloraba contigo en mis insomnios,
y ansiaba, como tú, la luz del alba!

Más un día… sonaron los fusiles,
ahogó los suspiros la metralla,
y fulminando muertes, al derecho
pronto abriéronle paso las espadas.

Y tembló la opresión. Himno de muerte
parecía el rugido de sus armas,
y en su mismo estertor… ¡ay! frente a ella
irguióse su conciencia: ¡cuán manchada!

Entonces, al clangor estrepitoso
que producían, al herir, las balas,
veía al pueblo defender sin miedo
la idea que tus párrafos inflama.

Veíale surgir grande, potente,
dispuesto a perecer en la demanda,
a recabar con sangre de sus venas
su libertad y su honra conculcadas.

Y fué obra tuya, tuya solamente;
que, sin tí, aún no viera nuestra patria
roto el dogal que le estrujaba el cuello
y en sus cielos brillando la alborada.

¡Ah!–Mucho hiciste. Verbo del opreso,
anatema al poder, tus hojas santas,
al irradiar en los cerebros muertos,
de la opresión libraron una raza.
……..
Te cierro ya. En la noche de su sueño,
¡paz al patriota que escribió tus páginas!
dile que sus hermanos no le olvidan,
que en cada pecho se le erige un ara.
Octubre, 1898.

DE MI JARDIN

Me pides sampaguitas… No te envío,
porque, al ir a cortarlas de la rama,
sentí temblar mis manos y mi pecho
prensado por la lástima.

No quiero que padezcan esas flores,
como padece, lejos de tí, mi alma,
no quiero que al contacto de mis manos
perezcan marchitadas.

¡Qué caigan ellas solas! Yo, que siento
más que nunca mortíferas nostalgias,
no quiero que por mí tengan las flores
nostalgia de las ramas.

Es crueldad separarlas de sus tallos
antes que lo haga el soplo de las áuras
¡quién sabe si en las horas más de vida
que se irán al troncharlas,

ellas esparcirán en el ambiente
la esencia más sabrosa y delicada
que formada con mieles de rocío
en sus corolas guardan!

Deja que vivan. A nosotros mismos,
a pesar de seguir nuestra jornada,
marchando sobre espinas y entre sombras
la vida nos es grata.

Nada tememos más sino la muerte…
¿Y si tuvieran esas flores alma?
¡Quién sabe si sintieran asimismo
temor de verse lacias!

No; déjalas vivir. Que vivan siempre
en su palacio de hojas y de ramas;
que las encuentre allí la mariposa,
su eterna enamorada;

que saluden los ocres de la tarde,
que explendan con las púrpuras del alba,
que beban del rocío de las noches
y halaguen las miradas.

Las pobres sampaguitas se resienten
cuando alguien de su tallo las separa;
al hallarse en el pecho o en las trenzas,
sufren; se tornan pálidas.

Y cuando están así ¿qué hombre puede
contener de los ojos una lágrima?
¿Quién no se acuerda de los tristes seres
que mueren de nostalgia?
1900.

EN LA HAMACA

¿Qué se perdió en el seno del vacío?
¿que inquieren sus miradas?
¿mira, acaso, a las aves que se esconden
del calor en las ramas?

¿Por la escala de luz de un rayo de oro
retorna quizás su alma
al paraíso reluciente y bello,
su prístina morada?

La siesta asfixia. El son de los cañales
preludia a la tagala
esa canción de miel que ha desprendido
la ilusión del pentágrama.

Los insectos rebullen en las hojas
sobre el tapiz de grama,
y se duermen rendidos a los hálitos
de un ambiente de lavas.

El sopor se difunde, derramado
por estivales áuras,
y en el lejano término simulan
dorarse las montañas.

Hay vida y poesía en esas horas
en que el calor abrasa;
pera la vírgen tiene en el espacio
inmóvil la mirada.

Hija gentil de una región de fuego,
acaso vuela su alma
por el país de rosas del idilio
cuyo perfume embriaga.

Tal vez sueña en las dulces sampaguitas
cogidas de las ramas,
para ser el collar lleno de aromas
en la linda garganta.

La alegre sonatina de los besos
que da el viento a las palmas,
tal vez rima a sus oidos el kundiman
trovado en noche plácida.

Mas ¡quién sabe…! Deshácese la tromba
en aquellas montañas
y alguien atrae allí el corazón virgen
de la virgen tagala.

En el album rosado de la vida
también hay negras páginas,
donde se ocultan los ensueños místicos
bajo un velo de lágrimas.

Y mientras sueña en cuerpos que se caen,
se hieren, se desgarran,
en un campo sembrado de cadáveres
y de sangrientas charcas,

vibra la llama estuosa de la siesta,
pasa la brisa cálida,
y murmura en sus notas el prefacio
de algún idilio convertido en drama.
1900.

RIZAL EN CAPILLA

En la pequeña estancia, la luz pálida
alumbra al reo; fuera,
la dormida ciudad con su pesado
silencio de necrópolis desierta…
Quedan horas no más… Ya es el instante
en que todo refluye a la conciencia;
en que, a través de todos los recuerdos,
y todos los amores y quimeras,
el alma quiere mucho más la vida,
porque la muerte más y más se acerca…
¡Hora sombría en que sudó con sangre
el mismo Cristo en la sagrada huerta…!

Quedan horas no más para el martirio.
El alma que ya acecha,
es el alma que quiere nubes rojas,
pero rojas con sangre de las venas.
Cada minuto ya la va acercando,
fatal inevitable… El reo espera,
vibrante el corazón, opresa el alma,
pero tranquilo el rostro y la conciencia.
Allí quedan «sus padres; sus hermanos,
en el perdido hogar»; más allá deja
«a la dulce extranjera, su alegría»,
y sobre todo amor, su «amada» tierra.

¡Oh, la tierra de todos sus encantos,
la idolatrada tierra,
«dolor de sus dolores» de patriota
y sueños de sus sueños de poeta!
Rápidos, en tropel, sólo a su nombre,
como nubes compactas de tormenta,
luchas, melancolías, desalientos,
acuden, se avalanzan, se atropellan
y llenan el espíritu del reo,
resanando ecos de perdidas épocas
con la dulce quimera de una patria
que resurge triunfante de la ciénaga.

Era la patria que llenó su vida.
Como santa promesa,
allá, en la proscripción, brilló animando
su corazón de bronce a la pelea.
Lo recordaba: desolado, loco,
la vió llorar, se estremeció a sus quejas,
y sintióse morir con sus angustias,
y sintióse ahogarse con sus penas…
Nadie estaba en redor; ¡nadie…! tan sólo
unas sombras muy lúgubres, muy densas,
unas sombras que todo lo envolvían,
porque la podre horrible no se viera.

Y fué entonces. Cual vívido relámpago
horadó las tinieblas
el rayo de su noble pensamiento,
despertando a las masas. Tronó recia
su voz de apóstol, y el enjambre mudo
de ilotas escuchó:–«¡La patria es esta!»
¡Sólo entonces cayeron de rodillas!
¡sólo entonces supieron conocerla…!
Corrió en la multitud hervor de fuego,
eléctrica explosión de vida nueva,
un ansia de elevar aquella patria
al bello Sinaí de las grandezas.

Y estalló fragorosa la borrasca…
Hoy, desde aquella celda,
parece percibir rumor de lucha
encarnizada, pertinaz, violenta.
¡Son los cruzados de Simoun que acuden
y se lanzan pujantes a la arena,
son los nobles ilusos que pretenden
ascender hasta el triunfo de su idea
con el vuelo del águila gloriosa,
sin otras alas que su fé sin mengua…!
¡No caerán como Icaro!–está escrito–:
¡Los que van con la patria siempre llegan!

El llegaba también. La noche huía,
y con palidez tétrica
la luz temblaba sus fulgores últimos
envueltos en la agónica tristeza.
Oye el reo anhelante… ¡Ya es el alba!
¡Son los soldados que a llevarle llegan!
¡Es la hora tenebrosa de la muerte…!
¡La muerte misma que fatal se acerca!
Todo se pierde en el horrible caos
del cerebro estallante, y sólo encuentra
–¡luz única!—la patria por quién muere,
triunfadora, sublime, resurrexa.

La Purificación de María

Sobre las cimas quo la luz bordea
Con bellos rizos de flotante llama,
El sol arroja su cendal de obispas
Deshecho en flecos que semejan ascuas;
Y al recorrer el piélago incendiado,
Muestra en su rostro plácida amalgama
De sonrisas que bullen resplandores,
De reflejos que en haces se dilatan.

El ave grácil, al mirar sus rayos,
Alisa y bate las plumosas alas,
Y derramando fúlgidos alegro»
Que entre sus ondas repercute el aura,
El vuelo tiende y los espacios rasga,
De rumores insólitos se enlazan.
Para buscar el nutridor sustento
De los polluelos que en el nido aguardan.

Adorno de los pétalos sedosos
El rocío las flores abrillanta,
Y es cada gota lágrima que late
Colores en que el iris se delata:
Brisa graciosa al retozar recoge
La esencia entre las hojas condensada,
Y con brotes de aromas su homenaje
De amor ofrece a la gentil mañana.

¡Todo se anima! En las desiertas callea
Salem cristiana al despertar se lanza,
Y los pechos barbotan oraciones,
Y los templos de gentes se cuajan.
Al Dios de Sabaoth tres veces santo
Elevan el fervor do sus plegarias,
Tímidas cual el canto del esclavo,
Ardientes como el gozo do sus almas.

Y allá formando encantador conjunto.
Imponiendo respeto a quien repara,
Por una de las calles, tardo el paso,
Una mujer con un anciano avanza:
Ella en sus brazos un infante oprime
Y al suelo incierto la mirada baja;
El apoyado en báculo florido
Tórtolas bellas en la mano carga.

Al templo santo con unción dirige
El tardo rumbo en placentera calma;
Cada frase c» un ritmo de caricias.
Y es música de amor cada palabra:
Los ángeles padecen mil desmayos
Y suspenden las notas de sus arpas,
Oyendo aquellos íntimos coloquios
Que incendios vivos de querer delatan.

Al templo entran. Con místicos chispeos
Ven florecer las luces en miriadas,
Y aspiran el olor do los inciensos.

Y auscultan las tímidas plegarias:
Nada profano aquel misterio turba,
Présago fiel de inspiraciones sacras,
Todo respira prometido goce
Que allá en el fondo resplandece el ara.

Hacia el grupo, con pasos vacilantes,
Encorvada la noble añosa espalda,
Majestuoso, cual cedro, el-continente,
Radiante la cabeza con las canas,
Un anciano que lucha con la muerte
Y vence aherrojándola sus garras,
De la devota multitud se sale,
Y, jubilante el pecho, se adelanta.

Toma al infante en los temblosos brazos
Que no sostienen la ligera carga
Y un beso deja en la pequeña frente
Mientras sus labios con amor exclaman:
— Señor, Señor, tu poderosa diestra
Abrir ya puedo la postrera página
Del libro do la vida de tu siervo
Que al niño vio quo a los mortales salva.

Tú, madre sin ventura, cubre el pecho
De diamantes con cuádruple coraza:
Puñal impío te herirá la carne,
Te labrarán mil penas la mortaja.
Este niño que aduermen tus cantares
Doquier avivará bandas contrarias,
Que defiendan sus épicos laureles,

Que desgarren sus máximas sagradas.

De rodillas la Madre sobre el suelo
En actitud cíe arrobo ora y ensalza
Al Dios que cede en túrgidos derroches
Vida a los hombres, a las plantas savia,
Y al sentir en sus venas infiltrarse
El hálito de penas que la amagan,
Al Niño ofrece que nutrió con sangre
De sus nobles castisimas entrañas.

Tú, Señor, recibiste el homenaje
Que de la Madre el corazón quebranta,
Has pagaste el valor del sacrificio
Con tu piedad deshecha en mar de gracias.
Del alba de tu gloria destrenzaste
Los consuelos en fúlgidas cascadas
Que bañaron con pródigos desbordo
Los corazones y las tiernas almas.

Hoy desata, Señor, también tus dones,
Al conjuro de amor de mis plegarias
Sobre el varón ilustre que sus votos
Conmovido juró delante el ara;
Despliega ante sus ojos las riquezas
Que tu amoroso Corazón derrama,
Y cayendo en raudales de virtudes

Vayan de amor a completar sus ansias.
1895

En la trinchera

Arma al brazo, siempre alerta,
Pronto a matar o morir,
Madre, mi madre del alma,
¡Cuan dulce es pensar en ti!

No basta el plomo mortífero,
Que espigando vidas va,
A envolver con su humareda
Loa recuerdos del hogar.

La chispa que brota eléctrica
Del fusil o del cañón,
Son para mi de tus ojos
La amorosa irradiación.

Los tronidos de las balas
Que las auras van a herir,
Son el crepitar ruidoso
De tus besos para mí.

¡Ay!… madre, mi dulce madre,
Madre de mi corazón,
En este ambiente de sangre
¡Cómo te recuerdo yo!

Quisiera estar a tu lado,
Quisiera volverte a ver:
De tus caricias de cielo
Siento, como nunca, sed.

Pero… madre, si la Patria
No logra libre surgir
De entre el montón de cadáveres
Y las ruinas de esta lid;

Si la noche se hace eterna,
Si no alborea la luz,
¡Muera yo con mis nostalgias’.
¡Muere, con tus penas, tú!
1900.

Himno nacional filipino

Tierra adorada,
hija del sol de Oriente,
su fuego ardiente
en ti latiendo está.
Tierra de amores,
del heroísmo cuna,
los invasores
no te hollarán jamás.

En tu azul cielo, en tus auras,
on tus montes y en tu mar
esplende y late el poema
de tu amada libertad.

Tu pabellón que en las lides
la victoria iluminó,
no verá nunca apagados
sus estrellas ni su sol.

Tierra de dichas, do sol y de amores
en tu regazo dulce es vivir;
es una gloria para tus hijos,
cuando te ofenden, por ti morir.
1900.

Dos pensamientos

I
En esta noche sombría.
Oh Patria de mis amores!,
Yo lloro con tus dolores
Y sufro con tu agonia.
Podrá la borrasca impía
En sus ondas sepultarte,
Pero yo nunca olvidarte
Porque mis delirios son:
Tenerte en mí corazón
Y vivir para adorarte.

II
Hoy brotan mustias del cielo
Nuestras dulces alboradas,
Porque están ensangrentadas
Las pampas de nuestro suelo.
Cuando en su versátil vuelo
El aura llegue al ramaje,
En su trémulo cordaje
Suspira insólitas penas,
Y ¡ay! que es ruido do cadenas
Ese ruido de follaje.
1900,

Dos pensamientos

Para mis versos, la pagina postrera;
Es honra bastante el último rincón:
Gemas cloróticas cíe enfermo corazón,
No tienen iris ni olor de primavera.
¿Cómo ponerlas entre esos cuadros bellos
Donde sonríe la magia de Luzón,
Entre esas rimas que fermentan pasión.
Miel, luz, aromas, sonrisas y destellos?
No van guijarros entre preciosas piedras,
Nunca se juntan la pena y la ilusión:

El astro arriba, en la azulea extensión,
Siempre en el suelo arrastrándose las yedras.
¿Qué contarte? ¿Que eres buena? ¿Hermosa o inteligente?
Jamás lie aprendido cómo se dice una flor.
Soy joven; mas todavía no be puesto mis plantas
En los tapices de seda do ningún salón.
Si fuera poeta… acaso trovas te regale
Que sepa mover placeres en tu corazón;
Pero no lo fui nunca: para mi alivio, sólo
Rimo cantos a mi Patria, mi madre o mi amor.
¿Mi madre?… ¿Qué te importa ella?—¿Mi amor?-Sueño y fiebre
¿La Patria?… ¡Oh!, la Patria? ¿Puede bramando el ciclón
Entre ruinas y tinieblas inspirar canciones
Que no sean penas, muerte y llantos de dolor?
No es eso lo que me pules.— Quieres algo alegre
Que lleve de nuestras auras el vago rumor.—
No sé si podré… Mas tomo entre mis rimas viejas
La menos flébil y anémica y marchita canción.

Minuit

Es Terrnidor. La sangre burbujea,
Y hay fuego de cénit en las entrañas…
Nadie detiene esa erupción que ansia
Acabar con los pueblos y las razas.
¡Exterminio, exterminio! — Es lo que pide
La nueva humanidad bestializada,
Que prosigue el camino de los tiempos
Vibrando loa espasmos de la rabia.
Hay que sembrar escombros por doquiera,
Muerto, devastación, incendios, talas,
Los frutos ponzoñosos de la fiebre
Que genera la noche de las almas.
¿Quién osa contener tanto tumulto
Y apaciguar el salto de las lavas?
Espíritus’sin fe quieren la muerte,
Espíritus sin fe quieren la nada.
La lucha es sin cuartel. Ni árbol ni hombre
Debo quedar al fin do la batalla;
Quiere el gusano la podrida carne
Y el muérdago, festín de inculta savia.

Ya cuando borre el cuadro apocalíptico
El rojo negro horrible de sus manchas
Y cuando venga el sol con sus colores
Para el macabro saturnal del alba,
Entre las ruinas so hallarán sin duda
Nuevas flores surgiendo ensangrentadas…
¡Es el Amor que se ocultó en el cieno!
¡La Calidad que se quedó en las charcas!
1900.

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NO SÉ LO QUE ES PARIR [Mi poema]
Magdalena Camargo Lemieszek [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Parir no sé, que nunca yo he parido,
parir cuando hago un texto es otra cosa,
no sé si eso es parir pero es hermosa
si sale sin dolor como he querido
ya sea en verso, en prosa.

Sufrir, no es comparable el sufrimiento,
que aquí el sufrir no sirve de atenuante.
Se debe de escribir con buen talante
haciendo apelación al sentimiento,
lector echando el guante.

Amar a lo que es fruto de tu esfuerzo
brindar y disfrutar que has engendrado,
mejor si los demás lo han alabado,
si luego has de alumbrar ya hallas refuerzo
y así seguir dopado.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Magdalena Camargo Lemieszek

Cosmogonía de la Lluvia

Recuerdo aquel día en el que me sorprendiste
por primera vez mirándome en el espejo
luego de andar bajo la lluvia.
Desde entonces he tomado por costumbre
visitar los cementerios por las tardes,
contemplar las estrías de maleza hinchándose sobre las lápidas,
el cráneo de porcelana resplandeciendo
tras la grieta de una tumba que ya no tiene familiares
y esos árboles enfermos de flores amarillas.
Memorizo las fechas de los que murieron demasiado pronto.
Escojo por año una estatua favorita,
aquella que se quedó sin manos luego del invierno,
o la que sigue mirando hacia el este
como si alguien estuviese cerca de volver.
Contemplo los nombres aferrados a la piedra,
tallados con la certidumbre
de que es posible cegar al olvido
pero, ¿qué serán esos nombres dentro de cien años,
si no el alfabeto de los que no tienen rostro?

Por ello me fue dado conocer la verdad
y vi aquel ciervo blanco
pastando junto al muro del norte,
donde entierran a los recién llegados.
Sobre sus cuernos crecía una hiedra púrpura
y sus ojos eran dos guijarros de obsidiana en el fondo de un arroyo,
labrados mucho antes de que un hombre sostuviese una piedra
y la piedra conociese la ofrenda de la sangre.

El ciervo escoge a unos pocos.
Para que despierten lame sus párpados con ternura
y les conduce hasta el centro del bosque.
Les enseña a alimentarse de bayas venenosas,
el lenguaje preciso con el que las estaciones
se comunican con las cosas
y el orden con el que las semillas se dejan caer
lo suficientemente lejos.

Entonces los deja solos.
El miedo comienza
a acechar en los arbustos,
en la cúpula de los pinos la soledad es un buitre
y la sombra de sus alas extendidas es demasiado grande,
demasiado terrible.
De sus lenguas duras como el frío brota un balbuceo
que en la medida de las noches va adquiriendo forma
y antes que palabra alguna se forja una cadencia,
el primer atisbo de un llamado,
la conformación de la plegaria,
y es de esa melodía
de donde la lluvia
se desprende.

De El espejo sin imagen (2012)

Fábula del Caballo y el Río

Hay un punto en la cima
donde la tierra deja de ser tierra
y empieza a ser aire.
En las ramas las hojas son pequeños sables blancos
que se deshacen o se elevan con la brisa
y los pastizales, tan altos como un hombre,
se inclinan de tal modo
que se esfuma la línea de las cañas
y un misterioso vapor asciende congregándose en la altura.
Dóciles al orden de los círculos
los cúmulos también descienden,
su resina se endurece, bronceada por el cenit,
y una isla de cipreses se conforma.
He aquí el vértice de la cordillera.
En esa cumbre de índigo un caballo tiene su primera visión del mar.
Vislumbra el borde líquido del mundo,
combado por el peso de todo dolor posible
y toda belleza posible.

Alucinado por la imagen,
el caballo alberga en su corazón la carga salobre de mil anclas.
Corre con una violencia que crece,
alimentada monstruosamente por los días.
Sin detenerse galopa hacia la costa.
Ni por un instante concibe el aliento de la pausa,
el oleaje del mar es una nueva gravedad
que en la distancia conjura todavía más poderoso su llamado.
Hasta que en la  mitad de la séptima jornada,
la luna creciente arroja de su mano la lanza del cansancio,
el filo penetra en el flanco,
cruza la angosta hendidura de la jaula
y atraviesa con precisión el centro de corinto.

El caballo, herido, se desploma.
Primero es el estruendo de los hinojos contra el polvo
luego los cascos y los dientes ruedan
y se esculpen hasta la perfección de los guijarros.
De las órbitas brota un torrente de agua
donde la crin ondula, sembrando el curso en la corriente y su brioso influjo.
La curvatura de la grupa define los contornos del cauce,
la profundidad, el sinuoso recorrido.
Las entrañas caen y al contacto con la superficie
en peces se convierten.
Es el río que avanza ajeno a toda rienda,
su longitud trepida cuando presiente la cercanía de la vera
y con el vigor que en su pecho ha sido renovado
rasga la arena de la orilla.
En un brindis aguardado durante demasiado tiempo
las aguas se encuentran la una con la otra
y el río arrobado por el ímpetu
se une de golpe
con el mar.

De El espejo sin imagen (2012)

Retrato de mujer en la colina

La muerte está, siempre espera.
No necesita de viajes o búsquedas.
Ella vive en la cima de la colina,
teje suéteres con destreza, lee libros,
escucha el tocadiscos por la tarde.
Incluso, si la noche anterior las lechuzas han cazado en su jardín,
les prepara el té a las visitas.

Todos los caminos llevan a aquella colina.
Podrías detenerte, estar de pie toda tu vida,
y una mañana encontrarás que la colina está frente a ti,
magníficamente umbría y verde al mismo tiempo.
Estamos vinculados a ella desde antes que la memoria
comenzara a recolectar racimos de cristal
para construir sus nidos dentro de nosotros,
antes de que incubara sus huevecillos luminosos
y alimentara a sus hijos
y que esos hijos aprendiesen a volar
y nos atreviésemos a decir por primera vez
que somos capaces de recordar las cosas.

No tenemos otro gemelo que ella,
si fuimos separados de alguien
era ella quien estaba unida a nosotros
y era su rostro la otra cara del nuestro.
Por eso al verla reconoceremos un poco de ella en nosotros.
Y por eso, es cierto también,
algunos le temen.

De El espejo sin imagen (2012)

Aparición de Nix en el bosque

Un musgo bermejo ha cubierto la silueta del bosque.
El romero reverdece
y sus hojas se afilan como agujas de esmeralda.
En la rama del sauco la noche es un mirlo
y de su trino algo se derrama,
desciende como una gota
y luego de la gota surge la serpiente,
que se arrastra en el temblor de su plumaje
y sobre el corazón que late como una granada brevísima y madura.
Sigue descendiendo, hiedra transparente,
el sereno va esmerilando sus contornos
y justo en el momento previo a la caída
es una perla de canto que se hace fruto,
un péndulo de sangre
que crece
y se hace más dulce con la niebla.

De La doncella sin manos (2015)

Biala

Pronto hubo para mí una soledad abierta
—como una jaula—
y el rugir de un mar plateado.
No hubo, entonces, más silencio.
Sábanas blandiéndose en el patio.
Un caballo de nieve, tranquilo,
de todos el más manso
y vienes tú, niña mía,
vestida de blanco:
hija de la rama,
de la hoja,
hija de todos mis llantos.
Vienes a que escriba en tu pecho
lo que tenía callado:
líneas, círculos, figuras,
mis cuentos
sobre tu seno de mármol.
Guardas cada una de mis voces
como un tesoro en tu mano.
Niña mía, niña de blanco,
abismo perfecto
¿Qué sería de mí sin tu bosque encantado?

Lalka

a ti, a tu voz de muchacho

Es cierto, amor mío, que no estoy al norte.
No hay flores de sílice en mis jardines.
Me habitan zorros transparentes,
la escarcha tatuada en el rostro de las ramas,
y un piélago sin islas,
abierto frente a ti como una mano.

No soy la vera de tu viaje
ni la aurora agitándose como un pañuelo en la noche interminable,
por meses arrojada contra los relojes,
por meses, de pie, entre nosotros.
Ahora sabemos que el frío también es un lenguaje,
y que la vastedad de la tundra aguarda como otro paraíso.

No olvides, amor, la turbia porcelana de mi cuerpo,
el almidón de mis trajes cambiado por polillas,
el pelo derramado, revuelto por la sombra,
hoy que el siete es la premonición de nuestro abismo,
el sombrío perfil de nuestra cuerda,
el ángulo triste
y la caída.

Espejos

“Días en los que una palabra ajena
se apodera de mí,
voy por esos días sonámbula y transparente”
Alejandra Pizarnik

El espejo ilumina los contornos de cada una de mis máscaras
y vierte sobre mí este temor de encontrar todos los espacios invadidos
por un aire ajeno, incendiario.
Frente al círculo premonitorio de los ojos,
el tiempo es un animal que acurrucado a mis pies se bebe las horas.
Su lengua teje los hilos de los que colgaré mañana.
Del balanceo lúdico de su cola se desprenden las voces que se desdoblarán en mi garganta,
es él quien afila el arsenal que los días lanzarán en mi contra,
los que me harán dejar olvidados, tras de mí, un manojo de cabellos,
un brazo, un resquicio del muslo,
en el cine de cuarta, en el chirriar de un ascensor de los ochenta,
o en un café bullicioso frente a la bahía hinchada de venenos…
hasta que la ciudad se haya tragado todo
y no me quede más que un humor a sombra
y otredad.

Insomnio

A veces, luego de una larga noche de insomnio, descubro que he soñado.
Recuerdo entonces una línea.
La línea podría ser una cuerda
que está sostenida en sus dos extremos por la nada,
y por eso tensa, casi hasta la ruptura.
Bien podría ser un dedo que señala el horizonte,
un dedo delgado y blanquísimo, porque no podría ser de otro modo,
y señala en la mitad del todo un lugar preciso.
Ahí, lo sé, una flor cerrada como un puño diminuto
se yergue lentamente apartando los oscuros minerales de la tierra.
Su tallo y sus raíces son un fuego verde
y no posee espinas ni hojas que alguna vez tengan que caer.
La brisa ha descendido únicamente para tocarle,
y porque hay cosas que están dadas solo para el frío
la flor se abre y de sus pétalos se derrama el agua,
hasta que los pétalos se vuelven agua
y en torno a la flor hay un mar recién creado,
un océano vacío de toda criatura
que en su extensión yace ajeno al límite trazado por las costas.
Solo entonces comprendo que llevo mucho tiempo
recorriendo aquella línea.

Tras de mí se enciende una constelación de jaspe,
y descalza, símbolo inequívoco de toda travesía,
ando en medio de la noche
sobre un cuchillo infinito.

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LA MAR ES UN POEMA [Mi poema]
Elías Nandino [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Vertiendo voy mis versos por la playa
cubriendo alguna estrofa con la arena,
-el agua si ve un hueco va y lo llena-,
o trata de fingir que se desmaya
o incita a una condena.

La brisa colabora en mi trabajo
haciendo un lado aparte a la marea
que dribla, me despista y se recrea,
en tanto que yo miro y me relajo
inmerso en la pelea.

De paso en paso observo las gaviotas
y un barco que aparece allí a lo lejos,
la niña a que quisiera echar los tejos,
y a niños con sus cubos y pelotas
riendo de los viejos.

Que así paso los días, las mañanas
soñando en esta playa frente al mar,
y echando mi sombrero a navegar.
Las olas con sus tretas y artimañas
me invitan a soñar.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Elías Nandino

Aventura

No sé cómo viniste hasta mis manos
a llenar las tinieblas de mi lecho,
y a juntar tus encantos con mi pecho
realizando las horas que gozamos.

Aventura perfecta que libamos
en un secreto, bajo el mismo lecho,
hasta llegar al goce satisfecho
y sin saber por qué nos encontramos.

Vibración de contacto sin historia;
un recuenrdo grabado en la memoria
ignorando con quién fue compartido;

porque llegaste al beso de la noche
calmaste mi pasión con tu derroche
y te fuiste dejándome dormido.

Silencio en poema

Para poder decirte lo que ansío
busco lo más sutil, lo más celeste,
lo que apenas se acerque al alba pura
de iniciar su existencia,
sin haber sido herido
ni por una mirada
ni tampoco por nadie imaginado.

El aroma del sueño,
la estela sin color que va quedando
cuando la nube avanza,
la oración que se eleva de la espuma
al nacer y morir,
la queja que pronuncia la corola
cuando vuela el rocío
o el íntimo gorjeo
del agua que abandona su venero:
no pueden ayudarme
porque ya están violados sus secretos
y opacan la avidez
del solo intento de querer pensar
lo que anhelo decirte.

No hay palabra, ni canto de paloma,
ni roce, ni suspiro, ni silencio,
que puedan expresar la frase virgen
con que yo quiero hablarte.
Es idioma que traigo sumergido
en estado naciente, inmaculado,
que lucha atravesando mis tinieblas
como la luz de estrellas ignoradas
que viene, desde siglos, descendiendo
para tocar la tierra…
Así es la profunda voz sedienta
que llevo atesorada
como raíz de antigua resonancia
en mi marino caracol de entraña,
y que vive conmigo, desde siempre,
brotando del amor inapagado
del amor primitivo de otros seres
que amaron antes, con el mismo amor,
y prosiguen en mí
fundidos en espera
enamorando aún lo inalcanzable.

Para poder decirte lo que anhelo
me falta lo inasible, lo perfecto,
y al no poder tenerlo:
con sombras duras, con dolor desnudo,
con el creciente caos de mi delirio
y el humo intacto del callar que oprimo,
escarbo el pozo donde entierro a solas
la forma del intento,
el inmóvil temblor
de quererte expresar los inexpresable.

Nocturno a tientas

A oscuras, yacentes
en el mismo lecho,
somos brasas despiertas
que vigilan
el pulso de sus lumbres.
Me animo y aventuro
mi mano por su cuerpo:
voy encontrando
laderas y llanuras,
asomo de pezones
y un par de lomas redondas
que en un precipicio
aparta,
haciendo entre las dos
una cañada.
A tientas
en su fondo palpo
un inasible vello
casi sueño…
Parece que ando cerca
de las puertas del cielo.
El merodeo prosigue
y después
de subidas y bajadas,
bajadas y subidas,
doy con algo
inédito y matrero.
– ¡Hallazgo afortunado
que al fin me queda
como anillo al dedo!-

Amor sin muerte

Polvo serán, mas polvo enamorado.
Quevedo

Amo y al amar yo siento
que existo, que tengo vida
y soy mi fuga encendida
en constante nacimiento.

Amo y en cada momento
amar, es mi muerte urgida,
por un amor sin medida
en incesante ardimiento.

Mas cuando amar ya no intente
porque mi cuerpo apagado
vuelva a la tierra absorbente:

todo será devorado,
pero no el amor ardiente
de mi polvo enamorado.

Décimas al corazón

I
Corazón: no te atormentes
porque traicionen tu amor,
espera un tiempo mejor
y jamás te desalientes.
Soporta el dolor que sientes
hasta que tu vida obtenga
la rebelión que te abstenga
de añorar lo que se fue,
y a solas medita que
no hay mal que por bien no venga .

II
Corazón: no estoy cansado
de tanto querer amar
y de amar para buscar
el amor que no ha llegado.
Sigue conmigo enraizado
en un pacto que persista
mientras la esperanza exista,
que aunque Suframos engaños
no hay mal que dure cien años
ni cuerpo que lo resista.

III
Corazón: ¡cómo has sufrido
por mi culpa! , yo lo sé;
pero no pierdas la fe
ni ya te des por vencido.
El amor que no ha venido
pronto vendrá, ten confianza,
y sin medir la tardanza
que en mí tu vigor perdure:
que mientras la vida dure
lugar tiene la esperanza.

IV
Antes, al verte sufrir,
corazón, yo no entendía,
y aunque tus penas veía
nunca las pude asumir.
En cambio, hoy sé compartir
el suplicio que te enciende,
porque ya mi vida entiende
que existen, en conclusión:
razones del corazón
que la razón no comprende.

Atmósfera de ausencia

Vivir la tempestad de los silencios
de tu ausencia inmortal,
palpar tu imagen cóncava, sitiando
mi enardecida espera
con el temblor constante
de no ser y de ser al mismo tiempo.

Delgada sepultura de zozobra
que se ajusta a mi cuerpo
como traje de pulso,
piel a piel confundida;
que camina conmigo a todas partes
sin estorbar mis pasos,
y forma con su tacto de vacío
el idioma del roce
que con mi muda soledad conversa.

Transparencia desnuda
de tu semblante en viento derramado,
que con muros de aroma
encarcela mi cuerpo
y me obliga a vivir, hombro con hombro,
del molde palpitante
de tu ternura muerta,
que de cerca me mira
con sus ojos de helada lejanía…

Latidos invisibles de tu fuga
acosando mi angustia
que, desolada, aspira
el zumo virgen de un llegar a solas
que toma forma, se define en brisa,
me toca, me conmueve, me abandona,
y no deja de estar, huyendo siempre,
pero abrazado de mi pensamiento.

En el vaso febril de mi delirio
la vida exacta de tu ausencia cae
como gota de luz que no se agota
y, de tanto caer, forma una línea
que hiere mi tiniebla
y enciende la obsesión
de sentir que respiro tu presencia.

El aire te pronuncia
con sílabas de asedio,
y estoy seguro que a mi lado vive,
incorpórea y precisa,
la huella misteriosa de tu forma
alumbrando la noche
del profundo universo de mi sangre.

Vivo y me desvivo

¡Longevidad maldita!
¿por qué si soy ceniza
mi cerebro está en brama
y mi lujuria cunde
hasta las marchitas zonas
de mi carne aniquilada?

¡Longevidad maldita!
llamarada helada,
tantálico averno
de concupiscencia rezagada.

Toda belleza humana
aún me despierta la esperanza
de gozarla
y vivo y me desvivo
eyaculando,
sólo orgasmos de lágrimas.

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OTRO AÑO SIN GOBIERNO [Mi poema]
Jacqueline Goldberg [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Un año y otro más, y aun sin gobierno,
y otro y otro vagando a la deriva,
-verano, primavera, otoño, invierno-,
¡cuidado que a la espera está el averno!
no hay nada que a este mundo sobreviva.

Aquellos que presumen de agoreros,
y algunos más que fingen de adivinos,
los unos y los otros, temporeros,
okupas de este mundo, prisioneros,
cada uno, cada cual con sus destinos.

Que el tiempo pasará, y en los frutales,
la flor renacerá y otra cosecha,
vendrá para curar todos los males,
y vuelta a rebrotar, primaverales,
y así hasta que se acabe ya la mecha.

Y lloros seguirán con sus lamentos,
sollozos para hacernos comulgar,
vendrán para contarnos nuevos cuentos
a costa del gobierno y sus inventos
mas siempre quedará el echarse al mar.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  Jacqueline Goldberg

LIMONES EN ALMIBAR (2014)

1.
digamos que me hago adicta a ciertas aves
que la carroña aminora mis quebrantos
que toda labranza culmina
en relamer un halcón
un buitre
un gavilán
rapaces nocturnas
menos carnosas y desahuciadas
también consuelan de presagios
el pájaro ha de resucitarse con sal marina
luego amparado por sana lumbre
entiéndase hervido
en pepitoria
hecho picadillo
provincial salpicón
importa el arrasamiento
el crudo pico que desdice la indulgencia

2.
ambiciono un brebaje definitivo
elixir de soledumbres
que acople iguales medidas de brandy y alcanfor
vodka y azul de metileno
que muestre prodigios
como ciertos verdosos vinos
licores macerados en ataúdes pobres
nada imperioso ni zumbador
categórico o antediluviano
algo como un trago hirviente
que lave tanta defraudada vigilia

3.
el hambre está donde la olvidamos
medida en falsas longitudes
en la luz diferente de las arcillas
quieta no aquieta
abreva en caldos de lagarto
su calumnia
su deshielo
salmodian con ahumadas virtudes

6.
la familia ha sido convocada
en torno a un estofado de codornices
cubrimos las descabezadas avecillas
con caramelo y laurel
discutimos sobre manglares
de pronto
guiada por la ventisca
una serpiente emerge del lavaplatos
la tomamos por la cabeza
mi hermano le da un hachazo
cocinamos filetes
en el azúcar quemante
volvemos a la mesa
hablamos de parientes alados y enfermos

51.
quien come ojos
termina entrando a ciegas
son digeribles
ojos de vaca
buey
pescado
rana
erizo
calamar
humanas pupilas han de ser agrias
han visto demasiado

NOSOTROS LOS SALVADOS (2013)

Sobrevivientes de la Shoá
junto a Jacqueline Goldberg
POESÍA DOCUMENTAL

Es la escritura del desastre…
Claude Lanzann en Shoa

ANIA FUCHS DE HORSZOWSKI

En la espera, a mi lado, en el piso,
había un bebé,
un bebé envuelto en sábanas.

No lloraba.
Vivía pero no lloraba.

Me mandaron a recogerlo,
se sabía que iba a morir.

Las madres jóvenes dejaban a los bebés
pensando que quizás otros los recogerían.
O pensando salvar su vida.
¿Pensaban?

Tuve a ese bebé en mis brazos
por algunos minutos, no muchos.
No lloraba, no vi su rostro.
O quizá lo vi, no recuerdo.

Luego llegó un Gestapo,
dijo que devolviera el bebé al piso.
No sé cómo pude.

ABRAHAM SPIEGEL

En aquellas caminatas entre campo y campo,
al que no podía andar lo mataban.

Mi amigo cayó.
Yo lo cargaba.
Lo cargaba y caminaba.
Caminaba mientras lo cargaba.
Se caía y lo levantaba.

Sabía que no debía abandonarlo.

Pero ni él ni yo pudimos más.

Se cayó,
no lo cargué,
no caminamos.
No pude más.

Seguro lo mataron.

TRUDY MANGEL DE SPIRA

Tenía los dedos del pie congelados.
Para evitar más infección
—o para torturarme—
me los cortaron sin anestesia.
Grité.
Me taparon la boca para que no gritara más.

La herida pasó mucho tiempo abierta.

El dolor constante
se ha convertido en parte de mi vida.
Hay noches en las que la sábana
me pesa sobre los muñones.

El dolor es tan parte de mí,
que no imagino cómo puede alguien
andar por el mundo sin dolor.

POSTALES NEGRAS (2011)

En mitad de la vida sucede que llega la muerte
a tomarle medidas a la persona. Esta visita
se olvida y la vida continúa. Pero el traje
se va cosiendo en el silencio

Tomas Traströmer

EL AGUA, SU ANTELACIÓN

Después de las postales nada habrá.
Si acaso la huella de una desaparición.
Oleaje acorralado.

Quiero hablar del agua.
Su antelación.

Se trata aquí de agua entrampada.
Ajena a los océanos, los estuarios, los canales bifurcados.
Agua que no susurra, púrpura.

Agua represada en la maraña de unas postales.

Agua que no mana, no recorre, no se mezcla.
Sangre de un sacrificio del que no nazco ni muero.
Suspendida, carcomida por líquidos todavía innombrados.

Agua que no es.

EL AGUA O EL LIBRO

Escribir sobre las postales es escribir sobre una desesperación.

Mi deseo es muy antiguo.
Viene de cuando me indignaban los caudales.
También de mis recientes horas de enferma.

La escritura reordena el cuerpo,
lo corrige, lo borra.

Las postales padecerán mis dolores.
Los que tendré cuando me saquen de mí.
Se acostumbrarán a su nueva infertilidad.
Pero dirán. Por fin dirán.
En ellas remendaré una amatoria sin fugas.
Dedicada al inicio, al devenir de las preguntas.

Habrá un libro. El anhelado.
El de las postales y los artilugios de la claridad.
El que mienta sobre las razones que lo limitan.
Libro último, tan mío y tan de otros. Negro.

Vuelve.
¿El libro?
Su silencio.
¿El libro de las postales?
Nunca el mismo.
El desleído, el incauto, aún no merecedor.

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EN BUSCA DE LA VIDA [Mi poema]
Olga Orozco [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Yo un día salí en busca de la vida
creyendo que la vida me esperaba,
al ver que la parada no encontraba
me tuve que volver a la partida.

Después pensé si acaso era miope,
despierta, pues la vida es el amor,
y tuve que observar alrededor
debiendo retornar raudo al galope.

Y un día vi que el cielo me miraba
lo mismo que se mira a un inocente,
me dije para mí, da un paso al frente,
y vi que ya la vida se acababa.

Ocurre cuando empiezas un ramal
y pasas el trayecto haciendo eses,
decides recoger todas las mieses
y en esto te ha llegado ya al final.
©donaciano bueno.

Y tú, #¿encontraste ya tu vida...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Olga Orozco

Entre perro y lobo

Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.

No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.

Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?

Aquí están tus recuerdos

Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra.

Todo siempre es igual.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.

-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
tan deslumbrante y claro.

¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
por algún paisaje que he querido?
¿Recuerdas todavía la nevada?

¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
tu morada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.

Espera, espera, corazón mío:
no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
Otra vez, otra vez, corazón mío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la misma soledad, la no mentida,
y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.

El retoque final

Es este aquel que amabas.
A este rostro falaz que burla su modelo en la leyenda,
a estos ojos innobles que miden la ventaja de haber volcado a ciegas tu destino,
a estas manos mezquinas que apuestan a pura tierra su ganancia,
consagraste los años del pesar y de la espera.
Ésta es la imagen real que provocó los bellos espejismos de la ausencia:
corredores sedosos encandilados por la repetición del eco,
por las sucesivas efigies del error;
desvanes hasta el cielo, subsuelos hacia el recuperado paraíso,
cuartos a la deriva, cuartos como de plumas y diamante
en los que te probabas cada noche los soles y las lluvias de tu siempre jamás,
mientras él sonreía, extrañamente inmóvil, absorto en el abrazo de la perduración.
Él estaba en lo alto de cualquier escalera,
él salía por todas las ventanas para el vuelo nupcial,
él te llamaba por tu verdadero nombre.
Construcciones en vilo,
sostenidas apenas por el temblor de un beso en la memoria,
por esas vibraciones con que vuelve un adiós;
cárceles de la dicha, cárceles insensatas que el mismo Piranesi envidiaría.
Basta un soplo de arena, un encuentro de lazos desatados,
una palabra fría como la lija y la sospecha,
y esa urdimbre de lámpara y vapor se desmorona con un crujido de alas,
se disuelve como templo de miel, como pirámide de nieve.
Dulzuras para moscas, ruinas para el enjambre de la profanación.
Querrías incendiar los fantasiosos depósitos de ayer,
romper las maquinarias con que fraguó el recuerdo las trampas para hoy,
el inútil y pérfido disfraz para mañana.
O querrías más bien no haber mirado nunca el alevoso rostro,
no haber visto jamás al que no fue.
Porque sabes que al final de los últimos fulgores, de las últimas nieblas,
habrá de desplegarse, voraz como una plaga, otra vez todavía,
la inevitable cinta de toda tu existencia.
Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días migratorios;
él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.

Para este día

Reconozco esta hora.
Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;
la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
haciendo retroceder mis bosques encantados,
mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,
con sólo trazar un signo en el silencio,
con sólo cortar el aire con su mano.
Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales,
que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas,
y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
Hora desencarnada,
color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido.
¿Y era su propio heraldo,
el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,
la anunciación de dar a luz las sombras?
No supe descifrar su profecía,
ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;
aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento,
en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas, pálidas, transparentes,
y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas,
que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla en otro espejo,
que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos.
Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.

En el final era el verbo

Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo
para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.
Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.

Con esta boca, en este mundo

No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.

Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado del silencio,
lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo con la lengua cortada.

¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?

Se descolgó el silencio…

Se descolgó el silencio,
sus atroces membranas desplegadas como las de un murciélago anterior al diluvio,
su canto como el cuervo de la negación.
Tu boca ya no acierta su alimento.
Se te desencajaron las mandíbulas
igual que las mitades de una cápsula inepta para encerrar la almendra del destino.
Tu lengua es el Sahara retraído en penumbra.
Tus ojos no interrogan las vanas ecuaciones de cosas y de rostros.
Dejaron de copiar con lentejuelas amarillas los fugaces modelos de este mundo.
Son apenas dos pozos de opalina hasta el fin donde se ahoga el tiempo.
Tu cuerpo es una rígida armadura sin nadie,
sin más peso que la luz que lo borra y lo amortaja en lágrimas.
Tus uñas desasidas de la inasible salvación
recorren desgarradoramente el reverso impensable,
el cordaje de un éxodo infinito en su acorde final.
Tu piel es una mancha de carbón sofocado que atraviesa la estera de los días.
Tu muerte fue tan sólo un pequeño rumor de mata que se arranca
y después ya no estabas.
Te desertó la tarde;
te arrojó como escoria a la otra orilla,
debajo de una mesa innominada, muda, extrañamente impenetrable,
allí, junto a los desamparados desperdicios,
los torpes inventarios de una casa que rueda hacia el poniente,
que oscila, que se cae,
que se convierte en nube.

Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino…

Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
alguna vez podremos interrogar con causa a esas escoltas de genealogías
que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilio
y cerraron de golpe las bocas del azar.
Cambiaremos panteras de diamante por abuelas de trébol,
dioses egipcios por profetas ciegos, garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas secretas del ovillo que devanamos juntas
y fue nuestro pequeño sol de cada día.
Con errores o trampas, por esta vez hemos ganado la partida.

Un rostro en el otoño

La mujer del otoño llegaba a mi ventana
sumergiendo su rostro entre las vides,
reclinando sus hombros, sus vegetales hombros, en las nieblas,
buscando inútilmente su pecho resignado a nacer y morir entre dos sueños.

Desde un lejano cielo la aguardaban las lluvias,
aquellas que golpeaban duramente su dulce piel labrada por el duelo de una vieja estación,
sus ojos que nacían desde el llanto
o su pálida boca perdida para siempre, como en una plegaria que inconmovibles dioses acallaran.

Luego estaban los vientos adormeciendo el mundo entre sus manos,
repitiendo en sus mustios cabellos enlazados
la inacabable endecha de las hojas que caen;
y allá, bajo las frías coronas del invierno,
el cálido refugio de la tierra para su soledad, semejante a un presagio,
retornada a su estela como un ala.

Oh, vosotros, los inclementes ángeles del tiempo,
los que habitáis aún la lejanía
-ese olvido demasiado rebelde-;
vosotros, que lleváis a la sombra,
a sus marchitos ídolos, eternos todavía,
mi corazón hostil, abandonado:
no me podréis quitar esta pequeña vida entre dos sueños,
este cuerpo de lianas y de hojas que cae blandamente,
que se muere hacia adentro, como mueren las hierbas.

Vuelve cuando la lluvia

Hermanas de aire y frío, hermanas mías:
¿cuál es esa canción que se prolonga por las ramas y rueda contra el vidrio?
¿Cuál es esa canción que yo he perdido y que gira en el viento y vuelve todavía?
Era lejos, muy lejos, en las primeras albas de un jardín custodiado por ángeles y ortigas.
Cantábamos para siempre la canción.
Cantábamos nuestra alianza hasta después del mundo.
Era hace mucho tiempo, hermana de silencios y de luna.
Era en tu adolescencia y en mi niñez más tierna,
cuando apenas te habías asomado a las sinuosas aguas del amor, que te apresaron pronto,
y aún te vestías contra nuestro candor con el muestrario de las apariciones:
la novia fantasmal, el alma en pena o la mendiga loca;
pero al día siguiente eras la paz y el roce de la hierba.
Cuando te fuiste, faltó el cristal azul en la canción.
Era hace mucho tiempo, hermana de aventuras y de sol.
Yo era la más pequeña y seguía tus pasos por sitios encantados
donde había tesoros escondidos en tres granos de sal,
un ojo de cerradura enmohecida para mirar el porvenir más
bello y un espejo enterrado en el que estaba escrita la palabra del supremo poder.
Tú inventabas los juegos, las tentaciones, las desobediencias.
Fueron tantos los años compartidos en fiestas y en adioses
que se trizó en pedazos la canción cuando tu mano abandonó la mía.
Hermanas de ráfaga y temblor, hermanas mías,
las escucho cantar desde las espesuras de mi noche desierta.
Sé que vuelven ahora para contradecir mi soledad,
para cumplir el pacto que firmó nuestra sangre hasta después del mundo,
hasta que completemos de nuevo la canción.

Olga Orozco

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
Unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
La humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
Y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
Aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.

Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como un rayo,
no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia:
«Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento».

Para este día

Reconozco esta hora.
Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;
la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
haciendo retroceder mis bosques encantados,
mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,
con sólo trazar un signo en el silencio,
con sólo cortar el aire con su mano.
Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales,
que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas,
y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
Hora desencarnada,
color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido.
¿Y era su propio heraldo,
el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,
la anunciación de dar a luz las sombras?
No supe descifrar su profecía,
ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;
aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento,
en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas, pálidas, transparentes,
y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas,
que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla en otro espejo,
que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos.
Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.

Para hacer un talismán

Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo, antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley, más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra; puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!

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EL HOMBRE, ESE CRETINO [Mi poema]
Gioconda Belli [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

No acabo de entender por qué el humano
se piensa que su estancia es trascendente,
dedica los esfuerzos de su mente
a herir o zaherir al que es su hermano
de modo persistente.

Que algunos hay que creen que el futuro
así sean mortales, será eterno,
y siguen desde el vientre ya materno
sembrando de maldad con su cianuro,
del mundo haciendo infierno.

Dedican sus esfuerzos, sus potencias,
luchando y apropiando de su suerte,
llevando ese luchar hasta la muerte,
haciendo plasmación de incongruencias
que todo lo pervierte.

Y un día, cuando menos se lo espera,
lo siento son los hados del destino,
verá que ya se acaba su camino
debiendo de volar sin que quisiera
desnudo el muy cretino.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  Gioconda Belli

Claro que no somos una pompa fúnebre

Claro que no somos una pompa fúnebre,
a pesar de todas las lágrimas tragadas
estamos con la alegría de construir lo nuevo
y gozamos del día, de la noche
y hasta del cansancio
y recogemos risa en el viento alto.

Usamos el derecho a la alegría,
a encontrar el amor
en la tierra lejana
y sentirnos dichosos
por haber hallado compañero
y compartir el pan, el dolor y la cama.

Aunque nacimos para ser felices
nos vemos rodeado de tristeza y vainas,
de muertes y escondites forzados.

Huyendo como prófugos
vemos como nos nacen arrugas en la frente
y nos volvemos serios,
pero siempre por siempre
nos persigue la risa
amarrada también a los talones
y sabemos tirarnos una buena carcajada
y ser felices en la noche más honda y más cerrada

porque estamos construidos de una gran esperanza,
de un gran optimismo que nos lleva alcanzados
y andamos la victoria colgándonos del cuello,
sonando su cencerro cada vez más sonoro
y sabemos que nada puede pasar que nos detenga
porque somos semillas
y habitación de una sonrisa íntima
que explotará
ya pronto
en las caras
de todos.

Como gata boca arriba

Te quiero como gata boca arriba,
panza arriba te quiero,
maullando a través de tu mirada,
de este amor-jaula
violento,
lleno de zarpazos
como una noche de luna
y dos gatos enamorados
discutiendo su amor en los tejados,
amándose a gritos y llantos,
a maldiciones, lagrimas y sonrisas
(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)

Te quiero como gata panza arriba
y me defiendo de huir,
de dejar esta pelea
de callejones y noches sin hablarnos,
este amor que me marea,
que me llena de polen,
de fertilidad
y me anda en el día por la espalda
haciéndome cosquillas.

No me voy, no quiero irme, dejarte,
te busco agazapada
ronroneando,
te busco saliendo detrás del sofá,
brincando sobre tu cama,
pasándote la cola por los ojos,
te busco desperezándome en la alfombra,
poniéndome los anteojos para leer
libros de educación del hogar
y no andar chiflada y saber manejar la casa,
poner la comida,
asear los cuartos,
amarte sin polvo y sin desorden,
amarte organizadamente,
poniéndole orden a este alboroto
de revolución y trabajo y amor
a tiempo y destiempo,
de noche, de madrugada,
en el baño,
riéndonos como gatos mansos,
lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
a los pies del sofá de leer el periódico.

Te quiero como gata agradecida,
gorda de estar mimada,
te quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata, Gioconda,
como mujer,
te quiero.

Amor en dos tiempos

I
Mi pedazo de dulce de alfajor de almendra
mi pájaro carpintero serpiente emplumada
colibrí picoteando mi flor bebiendo mi miel
sorbiendo mi azúcar tocándome la tierra
el anturio la cueva la mansión de los atardeceres
el trueno de los mares barco de vela
legión de pájaros gaviota rasante níspero dulce
palmera naciéndome playas en las piernas
alto cocotero tembloroso obelisco de mi perdición
tótem de mis tabúes laurel sauce llorón
espuma contra mi piel lluvia manantial
cascada en mi cauce celo de mis andares
luz de tus ojos brisa sobre mis pechos
venado juguetón de mi selva de madreselva y musgo
centinela de mi risa guardián de los latidos
castañuela cencerro gozo de mi cielo rosado
de carne de mujer mi hombre vos único talismán
embrujo de mis pétalos desérticos vení otra vez
llename pegame contra tu puerto de olas roncas
llename de tu blanca ternura silenciame los gritos
dejame desparramada mujer.

II
Campanas sonidos ulular de sirenas
suelto las riendas galopo carcajadas
pongo fuera de juego las murallas
los diques caen hechos pedazos salto verde
la esperanza el cielo azul sonoros horizontes
que abren vientos para dejarme pasar:
«Abran paso a la mujer que no temió las mareas del amor
ni los huracanes del desprecio»

Venció el vino añejo el tinto el blanco
salieron brotaron las uvas con su piel suave
redondez de tus dedos llovés sobre mí
lavás tristeza reconstruís faros bibliotecas
de viejos libros con hermosas imágenes
me devolvés el gato risón Alicia el conejo
el sombrero loco los enanos de Blancanieves
el lodo entre los dedos el hálito de infancia
estás en la centella en la ventana desde donde
nace el árbol trompo tacitas te quiero te toco
te descubro caballo gato luciérnaga pipilacha
hombre desnudo diáfano tambor trompeta
hago música
bailo taconeo me desnudo te envuelvo
me envuelves
besos besos besos besos besos besos besos besos
silencio sueño.

Abandonados

Tocamos la noche con las manos
escurriéndonos la oscuridad entre los dedos,
sobándola como la piel de una oveja negra.

Nos hemos abandonado al desamor,
al desgano de vivir colectando horas en el vacío,
en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir,
intrascendentes,
sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.

Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad,
sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas,
el hueco de un sacabocados en el pecho,
el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol
que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad
y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.

¿Cómo volver a recapturar el tiempo?

¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia,
hacerlo retroceder acobardado
por nuestra inquebrantable decisión?

Pero… quién sabe si podremos recapturar el momento
que perdimos.

Nadie puede predecir el pasado
cuando ya quizás no somos los mismos,
cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle
donde
alguna vez
pudimos
encontrarnos.

Amor de frutas

Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.

Te veo como un temblor…

Te veo como un temblor
en el agua.
Te vas,
te venís,
y dejás anillos en mi imaginación.

Cuando estoy con vos
quisiera tener varios yo,
invadir el aire que respiras,
transformarme en un amor caliente
para que me sudés
y poder entrar y salir de vos.

Acariciarte cerebralmente
o meterme en tu corazón y explotar
con cada uno de tus latidos.

Sembrarte como un gran árbol en mi cuerpo
y cuidar de tus hojas y tu tronco,
darte mi sangre de savia
y convertirme en tierra para vos.

Siento un aliento cosquilloso
cuando estamos juntos,
quisiera convertirme en risa,
llena de gozo,
retozar en playas de ternuras
recién descubiertas,
pero que siempre presentí,
amarte, amarte
hasta que todo se nos olvide
y no sepamos quién es quién.

Textura de sueño

No he visto el día
más que a través de tu ausencia
de tu ausencia redonda que envuelve mi paso agitado,
mi respiración de mujer sola.

Hay que están hechos para morirse o para llorar,
días poblados de fantasmas y ecos
en los que ando sobresaltada,
pareciéndome que el pasado va a abrir la puerta
y que hoy será ayer,
tus manos, tus ojos, tu estar conmigo,
lo que hace tan poco era tan real
y ahora tiene la misma
textura del sueño.

Todo sea por el amor

Tantas cosas he hecho por vos
que tengo que cuidar
que su recuento no te suene a reclamo;
porque todo ha sido hecho en virtud del amor
y los relámpagos y ciclones que solté
de la caja de Pandora
que un día me pusiste en las manos
sí es verdad que han dolido,
que muchas veces me han arrancado piel de la raíz
y me han hecho buscarme el corazón
con miedo a no encontrar su pasito de soldado
han sido mi propia, soberana decisión,
mi perdición, mi gozo,
por los que me he conocido más mujer
capaz de escaladas, acrobacias,
tenacidad de burra rentada,
por los que he recorrido sendas ignotas,
mareada por el olor tan cercano de la felicidad
y te he buscado detrás de gestos y puertas
y hasta de la manera de abandonar tu ropa
y cuando te he encontrado
me he abierto de par en par
como jaula repleta de ruiseñores
y he sabido también cómo se siente
tener un astro deslumbrante en las entrañas.
No quiero, pues, equivocarme con reclamos;
me hago responsable del sol y de la sombra,
pero, ay amor, cómo me duele
que estando yo en tu espacio
como estrella errabunda
fieramente colgada por vos en tu Universo,
no me hayás descubierto elresplandor;
no me hayás habitado,
tomado posesión de mi luz
y sólo te hayás atrevido
a palparme
-como un ciego-
en la oscuridad.

Y…

Y va naciendo
el pretexto para decir tu nombre
en la noche remojada,
tierna y húmeda
como la flor de grandes ojos abiertos
y pétalos palpitantes
en la que me envolví
en lo más profundo del sueño,
para dibujar tu nombre
en todos los rincones
donde he vivido y viviré
hasta que me lleve el viento,
como semilla,
a dar flor a tierras desconocidas
y me encarne quizás en la niña
que oirá historias
en las tardes iguales de Nicaragua
con el olor a tierra naciendo,
urdiendo en sus entrañas
la vida verde del trópico lujurioso
como yo, como vos,
como las hojas en que nos envolvimos
cuando nos arrojaron del paraíso.

Y Dios me hizo mujer

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos, nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

Yo soy tu indómita gacela…

Yo soy tu indómita gacela,
el trueno que rompe la luz sobre tu pecho
Yo soy el viento desatado en la montaña
y el fulgor concentrado del fuego del ocote.
Yo caliento tus noches,
encendiendo volcanes en mis manos,
mojándote los ojos con el humo de mis cráteres.
Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo,
riendo la risa inmutable de los años.
Yo soy el inexplorado camino,
la claridad que rompe la tiniebla.
Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía
y te recorro entero,
sendero tras sendero,
descalzando mi amor,
desnudando mi miedo.
Yo soy un nombre que canta y te enamora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que crece,
algo que ríe y llora.
Yo,
la que te quiere.

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PERSONAS TRISTES vs TRISTES PERSONAS [Mi poema]
Rosario Castellanos [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Que triste es conocer que haya personas
que jóvenes y bellas ya estén tristes.
No encuentran la razón por la que existes
y solo se destacan por lloronas,
no aguantan los embistes.

Nacieron bendecidas por los dioses
en un lindo lugar, de egregia cuna,
mas ellas no disfrutan de la luna
pues todo se convierte en acaboses,
del llanto, una laguna.

No saben apreciar su buena suerte
y en vez de deslumbrar cual las estrellas,
se pasan por aquí sin dejar huellas,
incluso suspirando hasta la muerte
que al fin se fije en ellas.

En tanto que otras pobres desgraciadas,
los cuales no gozaron tal fortuna,
contentos con vivir junto a su hambruna
sonríen al sentirse afortunadas
buscando su vacuna.

Y luchan y hasta al cielo lo enaltecen
pues pasan por aquí sus acrobacias,
retando al deshonor con sus audacias
mostrando que esa suerte no merecen
y al mundo dando gracias.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  Rosario Castellanos

Destino

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.

El hombre es anima de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.

Ah, pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.

El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo del tigre.

El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
-antes que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.

Damos la vida sólo a lo que odiamos

Soneto del Emigrado

Cataluña hilandera y labradora,
viñedo y olivar, almendra pura,
Patria: rememorada arquitectura,
ciudad junto a la mar historiadora.

Ola de la pasión descubridora,
ola de la sirena y la aventura
-Mediterráneo- hirió tu singladura
la nave del destierro con su proa.

Emigrado, la ceiba de los mayas
te dio su sombra grande y generosa
cuando buscaste arrimo ante sus playas.

Y al llegar a la Mesa del Consejo
nos diste el sabor noble de tu prosa
de sal latina y óleo y vino añejo.

Ser Río sin Peces

Ser de río sin peces, esto he sido.
Y revestida voy de espuma y hielo.
Ahogado y roto llevo todo el cielo
y el árbol se me entrega malherido.

A dos orillas del dolor uncido
va mi caudal a un mar de desconsuelo.
La garza de su estero es alto vuelo
y adiós y breve sol desvanecido.

Para morir sin canto, ciego, avanza
mordido de vacío y de añoranza.
Ay, pero a veces hondo y sosegado
se detiene bajo una sombra pura.
Se detiene y recibe la hermosura
con un leve temblor maravillado.

Parábola de la Inconstante

Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
Si yo soy lo que soy
Y dejo que en mi cuerpo, que en mis años
Suceda ese proceso
Que la semilla le permite al árbol
Y la piedra a la estatua, seré la plenitud.

Y acaso era verdad. Una verdad.

Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra
A asirme a una pared como el enamorado
Se ase del otro con sus juramentos.

Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida
En solidez de roble,
La rumorosa soledad, la sombra
Hospitalaria y daba al caminante
– a su cuchillo agudo de memoria –
el testimonio fiel de mi corteza.

Mi actitud era a veces el reposo
Y otras el arrebato,
La gracia o el furor, siempre los dos contrarios
Prontos a aniquilarse
Y a emerger de las ruinas del vencido.

Cada hora suplantaba a alguno; cada hora
Me iba de algún mesón desmantelado
En el que no encontré ni una mala bujía
Y en el que no me fue posible dejar nada.

Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos
Para arrojar después, lejos de mi, el despojo.

Heme aquí, ya al final, y todavía
No sé qué cara le daré a la muerte.

Dos Meditaciones

Considera, alma mía, esta textura
Áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
Y en el color, sombrío pero noble,
Firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
Para recomenzar
Una tarea siempre inacabada.

Y odia después, si puedes.

II

Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿Castrar al potro Dios?
Pero Dios rompe el freno y continua engendrando
Magníficas criaturas,
Seres salvajes cuyos alaridos
Rompen esta campana de cristal.

Falsa Elegía

Compartimos sólo un desastre lento
Me veo morir en ti, en otro, en todo
Y todavía bostezo o me distraigo
Como ante el espectáculo aburrido.

Se destejen los días,
Las noches se consumen antes de darnos cuenta;

Así nos acabamos.

Nada es. Nada está.
Entre el alzarse y el caer del párpado.

Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
La posibilidad de su inminencia
Y su peso de sílaba en el aire),
Trastorna lo existente,
Puede más que lo real
Y desaloja el cuerpo de los vivos.

La Velada del Sapo

Sentadito en la sombra
-solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(en apariencia, al menos, debido a la hinchazón
de los párpados); frío,
frío de repulsiva sangre fría.

Sentadito en la sombra miras arder la lámpara

En torno de la luz hablamos y quizá
Uno dice tu nombre.

(En septiembre. Ha llovido)

Como por el resorte de la sorpresa, saltas
Y aquí estás ya, en medio de la conversación,
En el centro del grito.

¡Con qué miedo sentimos palpitar
el corazón desnudo
de la noche en el campo!

Los adioses

Quisimos aprender la despedida
y rompimos la alianza
que juntaba al amigo con la amiga.
Y alzamos la distancia
entre las amistades divididas.

Para aprender a irnos, caminamos.
Fuimos dejando atrás las colinas, los valles,
los verdeantes prados.
miramos su hermosura
pero no nos quedamos.

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