A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

Mi poeta sugerido: Ricardo Peña Barrenechea
Mi poema: PREGUNTE A MIS ANCESTROS

MI POEMA... de medio pelo

 

Modérese, señora, yo no he dicho
que el mundo en que vivimos sea justo,
no quise a usted causarle algún disgusto,
retire por favor que soy un bicho
y así se quede a gusto.

Lo mío no es el fruto de un capricho
que así es como educaron de pequeño
siguiendo y no muriendo en el empeño,
pensando era correcto. Lo antedicho
señora, perdón, seño,

no impide que podamos dialogar,
si quiere discutir, yo estoy dispuesto,
olvide si descubre algún mal gesto
e intente usted ponerse en mi lugar,
no mee afuera el tiesto.

Que el pan era allí el pan y el vino, vino,
la mona era la mona aunque de seda,
y falsa no admitía la moneda,
perdone que me ponga tan cansino,
cuadrado no es si rueda.

Y digo yo. Pregúntele a mi madre,
mi padre, y a los curas, mis maestros,
culpables por hacer a estos cabestros
tamaños esperpentos, tal descuadre,
¡pregunte a mis ancestros!
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Ricardo Peña Barrenechea

Albor de cielo y mar….

Albor de cielo y mar.

En la campiña
el mar -lebrel de espuma-
se enroscaba en mi pecho
salpicando de angustia
mis cabellos.
Las algas transparentes
bajo el agua arrastraban
sus músicas vivientes.
Oh, campo azul lunar

Mis sueños, qué delirio!
Velados por la niebla estelar?

Oh, míos, míos míos.

Aquella flor de luz inmarcesible…

Aquella flor de luz inmarcesible
recogida en su vuelo de armonía.

Sobre campo de nieve oscurecida
la sangre oculta de su rostro en llamas.

En la cumbre más alta, donde el aire
se prende y se entrega en cada rama.

Más pura que el azar y la agonía
de las absurdas noches que nos llaman.

Bebíamos el mar…

Bebíamos el mar
-licor ansiado
que el aire derramaba
por sus contornos claros
La tierra parecía un niño enamorado.

Se quemaba la luna en un bosque de olvido.

En un árbol
la naranja, ah, tan alta,
de una estrella nevada.

Blanca

Blanca, blanca, blanca la melodía
ardiendo de sus hojas.
Nació la tierra enferma.
Nació la luna con la sal del sueño.
Llovió el asombro de mis ojos.
Con el dolor la vida se filtraba.
Enloquccida ya entre mis manos.
Sola, sola, tán sólo sola.

Corría el aire puro…

Corría el aire puro
por mis cabellos negros.

Mi sueño blaríco era
un pétalo finísimo.

Un ópalo que el aire
besaba con delicia.

Qué bien que olían campo
el mar, la leve brisa.

En el jardín del cielo está tu nombre…

En el jardín del cielo está tu nombre
como el malva de luz de la mañana.
En el jardín del cielo, un ángel niño
jugando está con tu sonrisa, hermana.

Déjame que te llame, que me asombre
de verte aquí con tu delirio grana.
Blanco, como la luna de tu nombre
como el marfil de luz de la mañana.

Oh dulce niña, que del cielo vienes
a escrutar el dolor de tus hermanos,
y te deshojas en rosal y nieves,
en manantial de música divina.
Celeste coro de ángeles enanos
en torno de tu alma matutina.

En malva azul tendida niña…

En malva azul tendida niña,
geranio de ojos de gacela
sobre el cristal de la campiña.

La pierna corre por la arena
lebrel de espuma que despide
la nalga limpia azul morena.

Es negro el pelo que la encinta
desde la nuca hasta el ombligo
azul morena y verde en pinta.

Fulgor de aristas y querubes.
Jugando a solas con el sexo
se van sus ojos por las nubes.

Es un cristal tu cuerpo y su hermosura…

Es un cristal tu cuerpo y su hermosura,
en soledad mi alma la enamora.
Cuando más fría está, vibra más pura,
que si la toca el aire se evapora.

Herida en su tristeza el alma vuela
buscando la apariencia de otra fuente.
El silbo de la luz, la luz que anhela
para la oscura noche en que se miente.

Mas torna a tu presencia, mira el oro
que en sándalo transforma tus cabellos;
la gracia de arpa de tu fino lloro,

la púrpura amorosa que se vierte.
Y disuélvese mi alma en mil destellos
sobre la noche de tu dulce muerte.

La piel azul de tu sonrisa, el fuego…

La piel azul de tu sonrisa, el fuego
de cada estrella, de cada flor dorada.

Emerge el canto de tu cabellera.
Emerge el sueño y la voz perdida.

Pienso que todo lo que tú trajiste
no ha muerto todavía.

Está en la flor del aire. Está en la flor
del fuego.

Golfo de luz apenas perceptible.
Arca de sal apenas entreabierta.

Mas, cómo habría de morir
lo que nevó tu sombra,
lo que calló la angustia de tu Muerte?

Las flores de la noche se entreabren…

Las flores de la noche se entreabren
con sólo aproximarse tu hermosura.
Qué olor a jazmines en tu pecho.
Que de manos abiertas en el aire.

Como tú los despiertas van mis ojos
perfilando montañas, ríos, valles.

Quisiera ser el aire que destruye
tu cabel!era ardiente frente al alba.
El sueño de una noche, un copo de alas,
la transparente música del agua.

Quisiera ser aquello que acaricia
un instante no más tu carne pálida.

Máscara-niña, que se anima cuando…

Máscara-niña, que se anima cuando
la luz despierta la montaña.

No has muerto todavía.

Brillan tus ojos, tu cadáver arde.
Tu cabellera -espada que traspasa el aire.

No has muerto todavía.

Brillan tus ojos, tu cadáver arde.
Traspasan mi cerebro, fuego, grito, aire.

No sé qué dulzura vierte…

No sé qué dulzura vierte
tu soledad. Hay un eco
de rosas que nunca tuve
junto al rumor de tu pecho.

Es como el canto de un pájaro
que se recoge y en su vuelo
va despertando en el aire
lirios, cristales, luceros.

Sigo escuchando en tu pecho
no sé qué voz. Hoy el viento
es como un ángel que pasa
Con los labios entreabiertos.

Oh, blanca flor intacta…

Oh, blanca flor intacta.

Abierta y ya cerrada, Trasplantada
tan sólo por mi sueño.

Cómo, cuando alcanzarte?
Adónde enamorarte?

Qué puedes tú desear
hoy que vives el gozo de aquel cielo lejano?

Hoy que encierras las nieves invisibles
de tus canciones altas?

Qué sombra invisible es esa…

¿Qué sombra invisible es esa
donde tu rostro aparece,
abierta flor que en el aire
inmóvil está y se mueve?

¿Qué nuevo arroyo de sangre
abre sus márgenes breves,
donde tu pie, lirio grande,
hunde sus alas de nieve?

¿Dónde tu imagen se pierde
-niebla dispersa en mi frente-
y las venas de tus pechos
son más augustas que mieles?

Dónde tú y yo, sal de besos,
sorbemos la misma suerte:
tú, cual la sombra que nace,
yo, aquel arroyo que muere.

Sueño morir cada hora…

Sueño morir cada hora
frente al rumor de su frente.
Sueño que muere en mis labios
la luz de aquello que siente.

Mil lenguas cubren de oro
la soledad de su cuerpo.
Niños con alas de nieve
cubren su pecho por dentro.

Ángeles malvas recogen
su cabellera en mis labios.
Mi cuerpo, el suyo, asombrados
cual hilos de oro de un cántico.

Mi cuerpo, el suyo, enlazados
cual vivos troncos en llamas
que un viento azul agitaran,
caliente en mieles y nardos.

Tan sólo sonreíase…

Tan sólo sonreíase
cuando yo la miraba.
No me miraba nunca,
sólo yo la miraba.

Andaba lentamente
por las nacientes albas.
No me besaba nunca.
Sólo yo la besaba.

Hundíase en los bancos
de las nocturnas aguas.
No me inculpaba nunca.
Sólo yo la inculpaba.

Tu rostro, el mío ya desvanecidos…

Tu rostro, el mío ya desvanecidos.
Tu rostro, en mí ya entremezclados.
Tu rostro en cada hora, rostro
en cada olvido.

La perdición del cielo.

Aquella voz tan leve
donde la pena su sonrisa abre,
y es aquí el dolor lo único cierto.

De la isla del fuego pasaba a la del cielo.
De la isla del fuego a la del cielo,
sólo había una lágrima.

A la montaña pálida.
A la luna de agua.

Tu soledad y la mía no viven hoy en el mundo…

Tu soledad y la mía no viven hoy en el mundo
de insospechadas flores, de recónditos cielos?
Tu cuerpo sombra de agua,
no alienta un mundo nuevo?
Tu alto pecho helado, tu cuerpo, abierta planta
de animales nocturnos,
cual resplandor de humo,
cual corazón del alba y que descubre un pecho
dulcísimo de mi sombra?

Se acentúa el silencio y la angustia declina.

Una estela de cánticos se eleva y expresa
cómo es de leve y pálida tu alma matutina.

Yo soy el fuego oscuro que penetra…

Yo soy el fuego oscuro que penetra
tu bosque de alas y esmaltados peces.
Yo soy la clara sombra proyectada
sobre tu sombra de silencio y muerte.

Soy la tierra que abraza tus rodillas,
la exaltación de tu garganta en llamas.

Oigo cantar, por dentro, el agua de oro
que corre entre los árboles; los pétalos
del aire en la espesura; el murmullo
de hogueras en un mar, raudo de miedos.
Oigo cantar las flores, y mis labios
respiran el perfume de sus alas,
enlazadas al silbo de tu muerte.

Mi poeta sugerido: Carlos Pujol
Mi poema: EL HOMBRE DE LA CALLE

MI POEMA...de medio pelo

 

El hombre de la calle se levanta,
se toma el desayuno y se adecenta,
se mira en el espejo y se presenta,
afina con mejunjes su garganta,
se canta las cuarenta.

Revisa en su teléfono los like,
comparte cuando un tema hay que le gusta,
los mails y sus whatsapp, que él no se asusta,
comprende que en la vida es lo que hay
obviando fuera injusta.

Llevando va sus niños al colegio,
les deja y se dirige a su trabajo,
se mete en un atasco ¡qué carajo!
y empieza a despachar ¡qué sacrilegio!
las horas a destajo.

El tiempo que le dejan sus deberes
dedica a descansar y estar ocioso
pues vive en este mundo fantasioso
cansado de luchar con las mujeres
y siempre haciendo el oso.

El hombre de la calle es mi paisano,
que vive rezumando adrenalina,
camina acelerado, que camina,
alguno hay come carne o es vegano
inmerso en la rutina.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Carlos Pujol

Aquí vivió un poeta, no parece…

Aquí vivió un poeta, no parece
que congeniase mucho con la vida.
Debía de soñar con cosas raras
tan fuera de su alcance, y paseó
su andar meditativo, como ausente,
por esta misma plaza que hoy sonríe
bajo el sol de otros siglos
atónitos de luz que él no verá.

Casi se ve cómo madura el día...

Casi se ve cómo madura el día
y la piedra se dora igual que el pan,
paseando se intuye
el punto de sazón que logra el tiempo.
Suenan como gozosos
conjuros las palabras
que no podemos entender, el frío
es un buen compañero de modales
algo ásperos tal vez.
Éste es un universo en miniatura
con fruteros, floristas v tahonas,
amarillo de sol,
que es el último toque
que la plaza esperaba ansiosamente
para su plenitud.
Como si se cumpliese una promesa
que al fin nos hace ser tal como somos.

Conversar con los árboles…

Conversar con los árboles
termina siendo una necesidad
para saber un poco más del hombre.
Cuando murmuran sus palabras rotas
deshechas en el viento,
aunque su lengua vegetal encierre
más secreto que comunicación,
hay que prestar oídos.
Y hablarles quedamente en español,
en el parque cuando la luz se va
con la sobria elegancia
de un lento y desdeñoso atardecer.

De noche en los espejos…

De noche en los espejos
hay como cataclismos de tiniebla,
se desmorona lodo lo soñado
cuando apenas acaba de nacer.
Y salimos al alba
como ciegos que ven por vez primera.
Amanece sin prisa,
aún queda mucho tiempo por delante:
entre dos luces pueden verse aún
jirones de las sombras que llevamos.

Después de muchos años…

Después de muchos años
de tanta agitación,
querer y no querer,
la soledad de las palabras deja
como un frío de invierno.
Con esta compañía
mido mis lentos pasos por las calles
que siempre van a dar a la muralla.

Acordarse de entonces…

Acordarse de entonces,
de heridas que se saben de memoria,
abiertas como labios
que callan porque el tiempo se avergüenza
de su inútil lenguaje.
Pero ésta es la pregunta:
¿con qué antiguo dolor se va a pagar
lo poco que sabemos?

Es como repetir el estribillo…

Es como repetir el estribillo
de una vieja canción tarareada
por la calle al andar;
con la cabeza a pájaros,
y sin saber que indicios prodigiosos
caben en la rutina,
como el amor, que a fuerza de esperarse
llega un día por fin.

Los esbeltos fantasmas de la lluvia…

Los esbeltos fantasmas de la lluvia
van y vienen en gris, y se saludan
ceremoniosos por entre el hayedo.
Todos viven en casas con buhardillas
y jardines que alfombra la hojarasca,
son de frío y nostalgia de otros climas
donde la luz es esplendor del aire
y puede herir lo mismo que un cuchillo.
Pero Suabia es su reino,
su verde paraíso, sombras fieles
al parque, las callejas,
las vírgenes barrocas,
noviembre, el alto cielo
del color de sus almas,
y su ambiguo vagar entre nosotros.

OMI nos mira desde el tiempo azul…

OMI nos mira desde el tiempo azul
estancado en sus ojos.
Va y viene del ayer basta el ahora
como en un largo viaje;
frágil y tierna, hay algo
que se le rompe sin cesar por dentro,
su sonrisa nos llama por el nombre
que acaba de aprender,
y sus labios dibujan las palabras
del más dulce alemán de las abuelas.
Hasta que al fin regresa a su memoria
fatigada y feliz.

Para nombrar el mundo…

Para nombrar el mundo,
que es claro y misterioso como el agua,
busco nuevas canciones que resuenen
como un campanilleo en la memoria.
Y el tiempo vuelve atrás, como si nunca
se le hubiera ocurrido abandonarnos,
y por unos instantes la alegría
parece sernos fiel
y quedarse esta vez va para siempre.

Una luz de cordura…

Una luz de cordura
explica misteriosa años y enigmas
que no se dejan explicar, sucede
como en un buen poema, que en el fondo
solamente ilumina lo sabido
con humildes palabras
a las que se abandona la memoria.
El oro de la tarde se oscurece,
regresamos perdidos a la noche.

Volveremos a ver…

Volveremos a ver
el paisaje de cobre
y los musgos que forman archipiélagos
en un mar de tejados.
A Roldán, bello y grave,
señor de desmesuras,
gótico el corazón, como de hierro,
con voz de piedra antigua;
severo, melancólico y de miel,
apoyado en su espada,
a su manera dice:
El tiempo nos da fuerza, como al vino.

Mi poeta sugerido: Julia Prilutzky Farny
Mi poema: EL COSCORRO DE PAN

MI POEMA…de medio pelo

 

Es bien cierto que fui un niño mimado,
lo mismo que un colgajo en una viña,
el suéter que se evita que destiña,
el oro en el joyero más preciado,
el jugo que destila de una piña.

Así fuera una niña que esperaran
a mi del pan guardaban el coscorro,
recuerdo yo era el centro de su corro
que hacia con frecuencia me miraran
cual madre que relame a su cachorro.

Mimar no es consentir. Yo, consentido
prometo nunca fui. Y hoy lo agradezco.
Y aquí mis bendiciones les ofrezco,
pues ser agradecido es bien nacido,
no sé si yo lo he ganado o lo merezco.

Que anduve bien sujeto a los capones
y algún tirón de orejas de maestros,
que algunos más que en letras eran diestros
en dar con los nudillos sus lecciones
o haciéndote rezar mil padrenuestros.

Mimar no es malcriar. Que el malcriado
su propia penitencia ha de probar.
Después, cuando se apreste a naufragar
sus padres no estarán junto, a su lado.
y no le ha de quedar más que llorar.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Julia Prilutzky Farny

Quiero llevar tu sello…

Quiero llevar tu sello,
estar marcada
como una cosa más entre tus cosas.
Que las gentes murmuren: allá pasa,
allá va feliz, la señalada,
la que lleva en el rostro
esa antigua señal de risa y lágrima,
la cabellera derramada y viva,
toda ella una antorcha y toda llama,
musgo de eternidad sobre sus hombros
resplandeciendo así, como una lámpara.
A mis pies, un rumor de muchedumbre
se irá abriendo en canal, como una calle.
No me importa que digan:
esa mujer que escapa como ráfaga,
que no ve fuera de su sangre, nada,
que ya no escucha fuera de sus voces,
que no despierta sino entre sus brazos,
que camina sonriendo;
esa mujer que va segando el aire,
la boca contra el viento,
le pertenece toda como un libro,
como el reloj, la pipa o el llavero.
Como cualquier objeto imprescindible
que es uno mismo a fuerza de ser nuestro.
Quiero que todos sepan que te quiero:
deja tu mano, amor, sobre mi mano.
Sobre mi corazón, deja tu sello.

Quiero un amor de todos los instantes…

Quiero un amor de todos los instantes,
aunque no sea un amor para la vida;
quiero un amor con la ansiedad del antes
para después del ansia desmedida.

Quiero la fe de todos los amantes
en este solo amor, ver contenida:
tumulto de horizontes trashumantes
y luego, claridad de agua dormida.

Quiero un amor transfigurado en fuente
de todo florecer: fruto y simiente;
a tal único amor, mi amor sentencio:

aquél de la impaciencia y el latido
y la fiebre y el grito y el gemido
y el difícil momento del silencio.

Tal vez no sepas nunca cuándo y cómo…

Tal vez no sepas nunca cuándo y cómo
quise salvar mi amor, tu amor. El nuestro.
Una vez será tarde.
Yo presiento
esa herida que avanza,
ese cierto dolor de no querernos.
Cómo decirte ahora:
mírame aún, así, trata de verme
como soy, duramente.
Con mi ternura. Claro, y mis tormentas.
Cómo decirte: sálvalo, si quieres
y cuídalo. Se te ha ido de las manos,
se me va de la sangre y no regresa.
Cómo decirte que te quiero menos
y que quiero quererte como entonces.
Y que entiendas
y no te encierres más.
Y me dejes creer en ti, de nuevo.
Cómo decirte nada.
Un día será tarde. Tarde y lejos.

Tú duermes, ya lo sé…

Tú duermes, ya lo sé.
Te estoy velando.
No importa que estés lejos,
que no escuche
tu cadencia en la sombra;
no importa que no pueda
pasar mi mano sobre tu cabeza,
tus sienes y tus hombros.

Yo estoy velando, siempre.
No importa que no pueda acurrucarme
para que tú me envuelvas sin saberlo,
para que tú me abraces sin sentirlo,
para que me retengas
mientras yo tiemblo y digo simplemente
palabras que no escuchas.
Yo puedo estar tan lejos
pero sigo velando cuando duermes.

Un día te querré… Un día: ¿cuándo?…

Un día te querré… Un día: ¿cuándo?
No lo sé, ni me importa, todavía.
Tan segura de amarte estoy, un día,
que ni anhelo ni busco, voy andando.

Mi mano que la espera va ahuecando
hoy reposa indolente, blanda y fría.
Un día te querrá… Hoy sólo ansía
encerrarse en la tuya, descansando.

Mi amor sabe aguardar. No es impaciente:
su deseo es arroyo, y no torrente
que hacia ti, con certeza, sigue andando.

Y una tarde cualquiera y diferente
me ha de dar a tu amor, serenamente.
Un día te amaré: ¿qué importa cuándo?

Viaje sin partida

No amarse ahora, pero haber amado.
Y encontrarse otra vez, recuerdo grave
como el de alguna flor de aroma suave
que se mustia en un libro ya olvidado,

Va surgiendo el recuerdo desvelado:
una palabra, un gesto… Es una clave
que nadie descifró, que nadie sabe;
recinto nuestro, cántico inviolado.

Estamos en silencio, frente a frente.
Y sin verte, yo sé que me has mirado
con no sé qué recuerdo transparente

en los ojos lejanos… No has cambiado.
Y es dulce estarse así, indolentemente,
pero no amarse ya. Haberse amado.

Voy hacia ti como una rosa viva…

Voy hacia ti como una rosa viva
deshojada en distancias y en esperas…
No lo sabes aún. Y no aceleras
el encuentro en la hora decisiva.

Voy hacia ti con precisión altiva
y antes que yo -oscuras mensajeras
del porvenir- las grises hilanderas
van tejiendo la trama fugitiva.

Estás en mí. Y no eres el culpable:
algo de tu presencia indescifrable
me dilata en las venas el latido

y se estira en mi piel con grave alarde.
Mis pájaros se alargan en la tarde
y todo es tan perfecto, que ya ha sido.

Yo digo: estoy cansada de la lluvia…

Yo digo: estoy cansada de la lluvia,
de la neblina, de la bruma incierta.
Quiero volver al sol y estar contigo
simplemente, en la arena.
Comienzo a odiar el gris, me estorba el humo
y sé que la ceniza es harapienta.
Quiero mares de añil, y no estos ríos
hechos como de lodo y de miseria.
cansada de llevar el duelo
de todas las penumbras, y las nieblas;
quiero un cielo con nubes en retazos
y una noche de estrellas.
Ah, no sentir temor de ser la llama:
no, ni de arder, ni de quemarse en ella.
Toda la vida fue un interrogante
sin eco ni respuesta,
todas las horas fueron lejanías:
hoy quiero ser por fin, una presencia.

Yo le diría, amor, yo le diría…

Yo le diría, amor, yo le diría
que no esté tan seguro de su abrazo,
tan fuerte de mi pena,
tan firme de mi lágrima.
Yo le diría, amor, que no me duela
con la certeza de tenerme tanto
porque yo sé también cómo te pierdes
sin un reproche, sin una palabra,
a veces, casi, casi con dulzura
y de pronto, no estás. y no está nada.
Yo le diría, amor, yo le diría
que no se sienta fuerte de mi llanto,
que la pasión se hunde
como arena en el agua;
que tenga miedo, amor, como yo tengo
de la noche sin alba,
de las hojas que aún parecen vivas
y ya no tienen savia,
de ese momento cuando se atraviesa
el borde del espanto,
del despertar sin recordar siquiera,
del límite entre el muro y la esperanza.
Yo le diría
que llegará una tarde sin mañana,
la tarde en que la lluvia sólo es
agua:
apenas una cosa entre las cosas.

Y tengo miedo, amor. Y estoy callada.

Yo me pregunto así, de qué manera…

Yo me pregunto así, de qué manera
recomienza aquel cántico olvidado,
surge aquel horizonte
de una distante playa sin reparo.
De qué extraña manera
los labios se entreabren o se pliegan
y las manos adquieren un tremendo
rebrotar de caricias.
Por qué, en alguna hora,
nada es más importante que pensarlo,
como un arroyo terco
sobre la tierra.

No sé de qué manera ha sucedido
pero aquí está otra vez, huésped callado,
nocturno pasajero,
fracturador de vidrios,
escalador de muros,
humilde visitante, sigiloso fantasma,
bandolero magnífico y perverso.
Yo me pregunto entonces, en qué forma
crece otra vez la insólita marea
que embiste contra el pecho
desde adentro,
de qué modo barbota aún la sangre
eterna solfatara
mientras un lento río de tambores
golpea incoercible en las arterias.

Y sin embargo, ahora, todavía,
no ha hecho todo el daño:
su presencia es apenas una máscara.
Pero qué dura imagen es su ausencia.

Yo no sé todavía cómo existe…

Yo no sé todavía cómo existe,
cómo ha venido a mí y está creciendo
la indócil llamarada que no enciendo
y esta emoción que tiembla y que persiste.

No sé si estar alegre o estar triste,
ya no entiendo la voz sino el acento,
ya no busco ni espero ni presiento:
apenas sé que estoy. Que está. Qué existe.

Pero cómo saber si es sólo un juego:
neblina, soledad, engaño, fuego.
¿Es un juego? Pues bien, hay que jugarlo

con una dulce complacencia esquiva
o una total entrega fugitiva.
¿Y si fuera el amor? Hay que aceptarlo.

Mi poeta sugerido: Esdras Parra
Mi poema: DE VUELTA A VALENCIA

MI POEMA…de medio pelo

 

A mis dos nietos madrileños

Pequeños renacuajos, me despido
me llevo vuestra cara y sus retratos,
los ratos de alegría que he vivido,
relatos de emociones que he sentido
y algunos garabatos.

Traviesos gusarapos divertidos
testigos de la infancia, ese milagro,
expertos en gritar y en hacer ruidos,
presiento hoy añorar vuestros latidos
si digo algún palabro.

Muñecos de peluche revoltosos,
con almas decoradas de payaso,
vosotros, tan ingenuos, tan graciosos,
forjáis los sentimientos amorosos
y nadie os hace caso.

De gestos sin malicia viciosillos
traviesos, vivarachos, fantasiosos,
mostrando al personal vuestros pinillos
saltáis al escenario como grillos
a fuer de ser mocosos.

Adios, good bye, me voy pero no olvido
que os llevo en la pupila de mis ojos,
¡benditos sean los hijos que he tenido,
los nietos que a este mundo me han traído,
e incluso sus antojos!
©donaciano bueno

  • En Madrid, de vuelta a Valencia.

MI POETA SUGERIDOEsdras Parra

Aquí no espero nada y es como si dijera…

Aquí no espero nada y es como si dijera
todo
doy un paso sobre esta ceniza
para justificarme, para extender
mi oscuro rumor dentro de mi sangre
y llevar la tierra hacia ningún lugar
con el tiempo intacto y apretado
a mi alrededor
y esta clave, la claridad que encierra
mi caparazón
hecha del mismo hueso.

Bajo qué zumbido rueda la noche…

¿Bajo qué zumbido rueda la noche?
en
ese despertar que sigue golpeando los ojos
en la tierna madurez del durazno, en la
muralla negra de la página en blanco
en pleno cielo ciego
la noche es una tregua del día
destinada a morir
un acontecimiento perdido por la historia
una melodía resonante que hierve despacio
que mueve los labios para hablar
de los oscuros surcos del escarabajo.

Cada dificultad me condiciona…

Cada dificultad me condiciona
pero cómo evitarlo
cómo cerrar los ojos
y que no me importe morir
que el abismo pregunte por mí
y en cada puerto donde toque tierra
y sé que nada me pertenece
comience mi historia
y que ésta sea un regreso al polvo
a través de hilos oscuros.

Cómo encontrar de nuevo esas huellas…

Cómo encontrar de nuevo esas huellas
que me llevaron hacia la resaca
retazos de adornos de los que ya no
puedo desprenderme
signos de otros huesos enterrados en la sal
pero el orgullo se inclina siempre
hacia la izquierda y el fracaso se doblega
ante la dureza de su pulpa

¿tendré que hablar de la intensidad
de un nuevo sol para demostrar que
el abismo se acuesta boca arriba?

Cómo imaginar estas rocas, estas piedras…

Cómo imaginar estas rocas, estas piedras
que llevo sobre mis hombros
desde donde el miedo desciende
y rompe mis costillas
cómo crucificar este día miserable
delgado y con mucha hambre
cuando mi sangre baja hasta los sumideros
y crece el ansia
en mitad de la fatiga.

En esta tierra que llena mis oídos…

En esta tierra que llena mis oídos
donde un pájaro canta
en medio de la luz que florece bajo la brusca nieve
o en el polvo sin origen
veo el pensamiento que se forma en el agua
la huella del oro impresa en el viento
el tiempo que nunca tiene razón
y jamás me revela lo que hace
y derriba mis defensas.

Escribir sobre el silencio…

Escribir sobre el silencio o sobre
sus trozos de vacío, pero volver a
la palabra o hacia su desaparición

volver a la claridad, a la duda,
a una vida sencilla
o a la ardua madurez del hierro

fuera de aquí, anclar en el asombro
esa inocencia del mutismo.

¿He tenido razón en todos mis desordenes?

¿He tenido razón en todos mis desórdenes?
no sabría salir del desconcierto
me ato al corcel que arrastra lo imposible
mientras su barca evade las palmeras y los caminos
de cangrejos

soy el animal lanzado a la aurora
bajo un cielo que arde en purísimas llamas
esas ánforas ya no contienen mi sangre
ese techo sólo corona mi inocencia
y
limpia
mi carrocería marcha sobre ruedas
sobre las flores y las fantasías de este mundo.

Por ese rostro mío tuyo…

a S.

Por ese rostro mío tuyo
que has olvidado
por ese recuerdo me llamas
y ya no es tu boca sino otra boca
y no son tus labios sino el viento
y tocas fondo hasta llegar
al gran problema
aquí bajo este cielo
sin herencia sin alma
aquí sobre esta tierra
sin sueños sin nieve.

Qué violencia la de estas humaredas…

Qué violencia la de estas humaredas
avanzan apretadas
apagadas
descalzas

hay que olvidar la perspectiva del deseo inflamado
la permanencia de la llama compacta
son las herramientas de un recuerdo destruido
empujado hacia el polvo áspero
empujado por el amor al incendio
para complacer a las cenizas
si ese postigo no regresa
así ese calor nos expulsa de la madrugada.

Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza…

Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza
si mi canto emana del torrente de las piedras
si los puños me atan las manos
y ya no puedo reconocer el fuego que cae del cielo
si alimento mi espinazo con carbones
y lo empujo en una sola dirección
si dejo que mis pies pisoteen su sombra
y el polvo llore a lágrima viva
ay si el silencio calla y la noche abre
una herida oscura en mi costado

dedos os he visto soñar.

Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro…

Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro
viajo con los pájaros en mi agonía
y dispongo mis defensas en el alud o en los meses febriles
no estoy de paso y no sé vacilar, aunque escucho
bajo mis pies, como un aire subterráneo
el rumor de mi inocencia

soy la transeúnte sin escolta que prolonga el camino.

Sobre qué muros apoyaré mi cabeza…

¿Sobre qué muros apoyaré mi cabeza?
Mi memoria no retiene aún la imagen de esa
casa cerrada prestada al abismo
un botín arrancado a mi ilusión
ahora me apodero de su gracia
mis brazos no tienen fin

¿qué significa para mí el silencio, la apretada mordaza?

lo imprevisible no es presa fácil
enfrento, como siempre, una nueva máscara.

Tú…


que jamás te sacias
ni sabes quién eres
ni existes para la certidumbre
que puedes ser muchos
soñando que estás en lo cierto
o pensando que debes
conquistar esa nada.

Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo…

Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo
o entra despacio en mi corazón
hay ocasiones en que el mundo pierde sus encantos
entonces tomo el camino que me ha sido vedado
y doy albergue a sus más oscuros secretos.

recibe este cuerpo como si fuera nieve.

Gloria Fuertes...el niño que llevamos dentro

Mi poeta sugerido: Leopoldo Panero
Mi poema: DOLO Y CONSUELO

MI POEMA... de medio pelo

 

Naciste de la nada volviendo hoy a la tierra
tu cuerpo allí se entierra sin que haya un funeral;
por culpa de la guerra que es otro carnaval
y fuiste flor del mal en esta vida perra.

Soldado sin galones, el que a vivir se aferra,
en medio la tormenta para salir triunfal,
fingiendo que estás muerto detrás del matorral
y así evitar te siegue, brutal, la moto-sierra.

Pues aunque tú naciste sin odios ni rencores,
crecieron tus temores, tus fobias y tus filias,
tuviste muchas novias, sufriste desamores.

Y hoy mismo justamente que al más allá te afilias
-recuerda que cien años no duran los horrores-
verás que haces las paces y al fin te reconcilias.
©donaciano bueno

Un paseo por la poesía de José Bergamín

MI POETA SUGERIDO:  Leopoldo Panero

A mis hermanas

Estamos siempre solos. Cae el viento
entre los encinares y la vega.
A nuestro corazón el ruido llega
del campo silencioso y polvoriento.

Alguien cuenta, sin voz, el viejo cuento
de nuestra infancia, y nuestra sombra juega
trágicamente a la gallina ciega;
y una mano nos coge el pensamiento.

Ángel, Ricardo, Juan, abuelo, abuela,
nos tocan levemente, y sin palabras
nos hablan, nos tropiezan, les tocamos.

¡Estamos siempre solo, siempre en vela,
esperando, Señor, a que nos abras
los ojos para ver, mientras jugamos!

A una encina solitaria

La gracia cenicienta de la encina,
hondamente celeste y castellana,
remansa su hermosura cotidiana
en la paz otoñal de la colina.

Como el silencio de la nieve fina,
vuela la abeja y el romero mana,
y empapa el corazón a la mañana
de su secreta soledad divina.

La luz afirma la unidad del cielo
en el agua dorada del remanso
y en la miel franciscana del aroma,

y asida a la esperanza por el vuelo
la verde encina de horizonte manso
siente el toque de Dios en la paloma.

Canción con tu humildad

¡Cómo apagas mi sed
con tu humildad! ¡Tu mano
estremece en mi pecho
la sombra del dolor, igual que un pájaro
entre las ramas verdes, junto al cielo!
¡Cómo traes a mis labios
con tu humildad la luz sobre tu frente
lo mismo que la nieve sobre el campo,
y me apagas la sed de haber llorado
de humildad, al tenerte,
dormida, como un niño, entre mis brazos!

Canción crédula de los ojos

Hoy te miro lentamente
como un camino al andar.
Te miro y pienso: mañana
caerá la noche en el mar.

Lentamente, poco a poco,
como se empaña el cristal,
te miro y pienso en las cosas
que no se acaban jamás
porque Dios las ha mirado
y no las puede olvidar.

Fundiendo sueño y penumbra
mezclando el agua y el pan,
hoy somos fruto en semilla,
que se desprende al azar
de la mano que hace el siempre,
y el mañana, y el quizá.

Una noche cerraremos
nuestros ojos. Lo demás
es del viento y de la espuma.
Pero el amor vivirá.
Como el hombre que camina
y que el rostro vuelve atrás,
al filo de una montaña
contemplando su honda paz,
mi corazón en el tiempo
sabe que va más allá,
contigo, solo y contigo,
tras de la cumbre al mirar.

A través de ti te veo
como un camino que está
siempre en los pies empezando,
hecho por los pies detrás,
con costumbre y lejanía
que es en los ojos piedad.

Limpia en los párpados tienes
la luz de los ojos, cual
si el corazón desde dentro
se alzara en pie, y al marchar,
como el báculo a la mano,
diera apoyo a tu humildad,
y a tu cansancio hermosura
como el sol al descansar.

Y eres así, lentamente,
como un paisaje al quedar
su historia en los ojos, suave,
desvivida, rota ya
del corazón, pero siempre
con propia luz virginal
dando al recuerdo la forma
perpetuamente fugaz
del destino, y al instante
luz de suprema verdad.

Mientras los valles se cubren
de dudosa claridad,
hoy te contemplo, y mis ojos
trémulos de tiempo están,
dorados en tu belleza,
dulces en tu oscuridad
como en la sombra de un templo
sagradamente mortal.

Tú eres mi luz tenebrosa.
Tú que la mano me das
hacia el origen viviente
de mi misma soledad.
Tú y tu recuerdo. Te miro
lejos ya del manantial,
y bajo el puente la oscura
corriente se ve temblar.

Canción de la belleza mejor

¿Tan alegre estás tú que te has quedado,
corazón, sin palabras?
¿Ya no sabes decir? ¿Hablar no sabes
como ayer? ¿Estás mudo
para siempre y en paz? ¿No ves los ojos
más dulces cada día que cantaste;
la frente un poco triste, levantada.
pálidamente hacia el cabello leve
la cabeza de niña…?
¿No es mejor y más honda su belleza?
¿Tan alegre estás tú que te has quedado
ciego como al andar sobre la nieve?
¿No ves ya su hermosura? ¿No la sabes
decir? ¿Estás callado
para mejor soñar lo que has vivido?
¿No queda primavera entre tus huesos?
¡Oh vida retirada en lo más dulce!
¡Oh límite en penumbra, casi el alma!

Cántico

Es verdad tu hermosura. Es verdad. ¡Cómo entra
la luz al corazón! ¡Cómo aspira tu aroma
de tierra en primavera el alma que te encuentra!
Es verdad. Tu piel tiene penumbra de paloma.

Tus ojos tienen toda la dulzura que existe.
Como un ave remota sobre el mar tu alma vuela.
Es más verdad lo diáfano desde que tú naciste.
Es verdad. Tu pie tiene costumbre de gacela.

Es verdad que la tierra es hermosa y que canta
el ruiseñor. La noche es más alta en tu frente.
Tu voz es la encendida mudez de tu garganta.
Tu palabra es tan honda, que apenas si se siente.

Es verdad el milagro. Todo cuanto ha nacido
descifra en tu hermosura su nombre verdadero.
Tu cansancio es espíritu, y un proyecto de olvido
silencioso y viviente como todo sendero.

Tu amor une mis días y mis noches de abeja.
Hace de mi esperanza un clavel gota a gota.
Desvela mis pisadas y en mi sueño se aleja,
mientras la tierra humilde de mi destino brota.

¡Gracias os doy, Dios mío, por el amor que llena
mi soledad de pájaros como una selva mía!
Gracias porque mi vida se siente como ajena,
porque es una promesa continua mi alegría,

porque es de trigo alegre su cabello en mi mano,
porque igual que la orilla de un lago es su hermosura,
porque es como la escarcha del campo castellano
el verde recién hecho de su mirada pura.

No sé la tierra fija de mi ser. no sé dónde
empieza este sonido del alma y de la brisa,
que en mi pecho golpea, y en mi pecho responde,
como el agua en la piedra, como el niño en la risa.

No sé si estoy ya muerto. No lo sé. No sé, cuando
te miro, si es la noche lo que miro sin verte.
No sé si es el silencio del corazón temblando
o si escucho la música íntima de la muerte.

Pero es verdad el tiempo que transcurre conmigo.
Es verdad que los ojos empapan el recuerdo
para siempre al mirarte, ¡para siempre contigo,
en la muerte que alcanzo y en la vida que pierdo!

La esperanza es la sola verdad que el hombre inventa.
Y es verdad la esperanza, y es su límite anhelo
de juventud eterna, que aquí se transparenta
igual que la ceniza de una sombra en el suelo.

Tú eres como una isla desconocida y triste,
mecida por las aguas, que suenan, noche y día,
más lejos y más dulce de todo lo que existe,
en un rincón del alma con nombre de bahía.

Lo más mío que tengo eres tú. Tu palabra
va haciendo débilmente mi soledad más pura.
¡Haz que la tierra antigua del corazón se abra
y que sientan cerca la muerte y la hermosura!

Haz de mi voluntad un vínculo creciente.
Haz melliza del niño la pureza del hombre.
haz la mano que tocas de nieve adolescente
y de espuma mis huesos al pronunciar tu nombre.

El tiempo ya no existe. Sólo el alma respira.
Sólo la muerte tiene presencia y sacramento.
Desnudo y retirado, mi corazón te mira.
Es verdad. Tu hermosura me borra el pensamiento.

Tengo aquí mi ventura. Tengo la muerte sola.
Tengo en paz mi alegría y mi dolor en calma.
A través de mi pecho de varón que se inmola
van corriendo las frescas acequias de tu alma.

La presencia de Dios eres tú. Mi agonía
empieza poco a poco como la sed. ¡Tú eres
la palabra que el Ángel declaraba a María,
anunciando a la muerte la unidad de los seres!

En esta paz del corazón alada…

En esta paz del corazón alada
descansa el horizonte de Castilla,
y el vuelo de la nube sin orilla
azula mansamente la llanada.

Solas quedan la luz y la mirada
desposando la mutua maravilla
de la tierra caliente y amarilla
y el verdor de la encina sosegada.

¡Decir con el lenguaje la ventura
de nuestra doble infancia, hermano mío,
y escuchar el silencio que te nombra!

La oración escuchar del agua pura,
el susurro fragante del estío
y el ala de los chopos en la sombra.

En tu sonrisa

Ya empieza tu sonrisa,
como el son de la lluvia en los cristales.
La tarde vibra al fondo de frescura,
y brota de la tierra un olor suave,
un olor parecido a tu sonrisa,
y a mover tu sonrisa como un sauce
con el aura de abril; la lluvia roza
vagamente el paisaje,
y hacia adentro se pierde tu sonrisa,
y hacia dentro se borra y se deshace,
y hacia el alma me lleva,
desde el alma me trae,
atónito, a tu lado.
Ya tu sonrisa entre mis labios arde,
y oliendo en ella estoy a tierra limpia,
y a luz, y a la frescura de la tarde
donde brilla de nuevo el sol, y el iris,
movido levemente por el aire,
es como tu sonrisa que se acaba
dejando su hermosura entre los árboles…

Escrito a cada momento…

Para inventar a Dios, nuestra palabra
busca, dentro del pecho,
su propia semejanza y no lo encuentra,
como las olas de la mar tranquila,
una tras otra, iguales,
quieren la exactitud de lo infinito
medir, al par que cantan…
Y su nombre sin letras,
escrito a cada instante por la espuma,
se borra a cada instante
mecido por la música del agua;
y un eco queda solo en las orillas.
¿Qué número infinito
nos cuenta el corazón?
Cada latido,
otra vez es más dulce, y otra y otra;
otra vez ciegamente desde dentro
va a pronunciar Su nombre.
Y otra vez se ensombrece el pensamiento,
y la voz no le encuentra.
Dentro del pecho está.
Tus hijos somos,
aunque jamás sepamos
decirte la palabra exacta y tuya,
que repite en el alma el dulce y fijo
girar de las estrellas.

Fluir de España

Voy bebiendo en la luz, y desde dentro
de mi caliente amor, la tierra sola
que se entrega a mis pies como una ola
de cárdena hermosura. En mi alma entro;

hundo mis ojos hasta el vivo centro
de piedad que sin límites se inmola
lo mismo que una madre. Y tornasola
la sombra del planeta nuestro encuentro.

Tras el límpido mar la estepa crece,
y el pardo risco, y la corriente quieta
al fondo del barranco repentino

que para el corazón y lo ensombrece,
como gota del tiempo ya completa
que hacia Dios se desprende en su camino.

Mi poeta sugerido: Esperanza Ortega
Mi poema: LAMENTO DEL ARREPENTIDO

MI POEMA...de medio pelo

 

He cambiado, lo sé que yo he cambiado,
lo percibo palpando en el ambiente,
yo era un tipo tenaz e independiente
y hoy preciso de estar solo a tu lado,
me gusta estés presente.

No me digas por qué, no lo comprendo,
¡cómo fue que no supe darme cuenta!
Hoy cercano que estoy a los setenta
me reprocho y no sigo comprendiendo
a qué vino esta afrenta.

Pues te tuve como una cosa ajena,
cual si hubiera una mota en la pupila
que se incrusta de pronto y te vacila,
en el triste fragor de una condena
y nada te espabila.

Mas hoy quiero decirte vida mía
que yo he sido la estrella de este cuento
que hoy traigo a colación. Y que contento
la vida junto a ti no cambiaría
pues tú eres mi sustento.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDOEsperanza Ortega

Nadie ha vertido…

Nadie ha vertido
sobre su alfombra
las tinajas
ni golpea en su noche
los barrotes del sueño

-ella intenta alcanzarlos-

pero nadie
nadie es el que corre las opacas cortinas
el que esconde las cartas

el que no ve
a esa mujer que cruza

nadie es el que ríe
mientras hurga en la herida de su único ojo

se llama nadie
ha plantada sus tiendas
a ese lado del río

y por nadie responden todas las cosas muertas
que vigilan
De «Lo que va a ser de ti» 1995

Perfume

Perfume
demasiado profundo
el esplandor

todas las luces encendidas

apenas roza
la penumbra en los labios
y desciendes

vas contando las huellas
que resplandecen a tu espalda
te empujan
a la casa vacía

una voz
ilumina la casa sin ventanas

todo espera
menos aquel perfume de las rosas
rendidas a la sombra de tu mano

ahora yace en la cumbre
como un león vencido

De «Lo que va a ser de ti» 1995

Primeras luces

Pero hubo un resplandor
y ella alzó los ojos por encima
de la siesta humeante

de improviso
atravesando el tedio
afirmó su certera
verdad
esa súbita espada

!qué triste era volver
mansamente a la suela
del zapato!

imitar el esmero
con que algunos asearon sus cadenas
no preguntar quién golpeaba los cristales

los otros
los dormidos
ajenos a la aguja que enhebraba el temor
en el enjambre desdichado

De «Lo que va a ser de ti» 1995

Un segundo de luz y paraíso

En la hora desnuda
sólo eso
un segundo de luz y paraíso
de aquellos que la amaron
sabe los rostros mudos y su temblor de ala
todos
juntos
abran el cofre y vea ella
esos diamantes escondidos
libres
al fin del cepo las palabras
que mansamente caigan esos copos
de nieve
sin red
en un segundo blanco
sobre el regazo de su mirada cobijados
de par en par
las dos puertas abiertas
sólo
un paso
decir adiós así
que el saco no se cierre
sin librarle a la voz de sus cadenas
tacto
y aire
encuentre allí esa voz
sus zapatos perdidos
al fin cerrado el círculo del mundo
en la hora desnuda
sólo
eso
un segundo de luz
y paraíso
De «Lo que va a ser de ti» 1995

Veo pasar los hombres los muchachos algunos…

Veo pasar los hombres los muchachos algunos
tan hermosos
con sus sacos de arena

pero son de otra especie aquellos que amo yo

no me importa que oculten su sombra en el armario
ni que olviden mi nombre en el perchero de un café

aquél lleva una caja
de muerto sobre los hombros y está ausente
éstos escarban en las dunas
o sonríen cansados
como príncipes

ellos sí se merecen un saludo

sobre todo el que acude al final del banquete
-nunca había llegado así de bien vestido-
como si viera un gesto que flotaba en el aire
sus ojos se extasían
quisieran ir tras él

luego se ha desplomado
sin revelar una palabra
de la herida que esconde bajo el pecho

los hombres
cuando mueran del todo
asomará un reguero de sangre en sus solapas

ese día serán mis semejantes
De «Hilo solo» 1995

Voces…

Voces
que no dicen su nombre

el mar
absorto
casi moja tus pies

nadie recoge la queja de los pájaros
que mueren en la arena

-ahora no eres tú-

voces
de niños que no encuentran
una mano perdida

les oyes crepitar

¡no abras los ojos!
De «Mudanza» 1994

Y cómo amarnos ya…

¿Y cómo amarnos ya
allí donde el amor
moría tantas veces.

¿cómo resucitar tu aliento
sepultado?

oasis
imaginas

¿en el abrazo es eso
lo que nos une?

saber que estamos solos
y que el alba
que bebemos los dos en nuestras bocas
es el fruto del sueño
coincidente

la frescura tenaz de un espejismo
De «Hilo solo» 1995

Mi poeta sugerido: Arturo Pellerano Castro
Mi poema: A UN ENGREÍDO PRESIDENTE

MI POEMA ...de medio pelo

Ausente de principios, gobernante
sin norma le aconseje o que le obligue,
hará lo que le plazca, si consigue
atar aunque se lleve por delante
lo que a otros les abrigue.

Pues solo piensa en él y en sus poderes,
el resto así moleste, no le importa,
se cree como un Dios y se comporta
cual Eros que es el rey de los placeres
siempre a distancia corta.

Su meta está en lograr perseverar
a costa lo que fuese o lo que fuera.
Consciente que el que espera desespera,
no hay cien años que el mal pueda durar
se salta a la torera.

El pueblo. Los que dicen que le apoyan
lo harán a piñón fijo hasta morir.
Aquel venga detrás lo ha de sufrir,
dispuesto a naufragar sin una boya.
que ayude a resistir.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Arturo Pellerano Castro

Americana

Homenaje a Cuba y a Martí
A Fed. Henríquez y Carvajal

Cántame el viejo canto, el viejo canto,
el de las notas bravas,
el del aliento del pulmón de Hércules,
el del empuje de crecidas aguas.

Cántame el viejo verso, el verso heroico,
el de la musa trágica,
el del canto insurrecto en la manigua,
el verso del clarín y de la diana.

¿No ves teñirse en púrpura los cielos?
No ves la vieja guardia,
de pié, como un titán, en la trinchera,
desceñida del cinto el arma blanca…?

¿No escuchas en el seno de la sombra
la vibración de un harpa;
una voz que departe en las alturas
con el viejo coloso de la fábula…?

¿No ves en el levante un punto de oro,
una chispa que irradia,
una visión de luz adolescente
como la virgen proyección de un alma…?

Esa púrpura roja es el incendio!
la aurora de otra patria!
Esa legión que ciñe la trinchera
es la legión titánica,
la misma de Pichincha y Ayacucho,
la misma del Naranjo y de las Guásimas!

Ese canto en la sombra es la epopeya!
Es Homero que pasa!
La musa de Junín que se despierta
con su perfil de india americana!…

Cántame el viejo canto, el viejo canto,
el de las iras santas…
Esa voz de la altura, es la del genio!
Bolívar que delira en la montaña!

Cántame el viejo verso, el verso heroico,
el himno de la patria,
el del canto insurrecto en la manigua,
el verso del clarín y de la diana!
El punto de oro que en la sombra crece
es el ojo del águila,
la pupila del sol de las Américas:
La Estrella Solitaria!

Las hojas

La mañana está fresca, limpia y pura;
cuajada de racimos la cosecha;
ardiente el Sol… Cuando las hojas caen,
quisiera detenerme a recogerlas,
porque parece que en sus verdes láminas
hallaría escrito el eternal poema
de su nombre de flor… ¡nombre de novia
que canta un madrigal en cada letra!

Con esas hojas verdes que las brisas
saludan, al pasar, en su carrera,
yo formaría un libro de esperanzas
donde encerrar, cuando la noche llega,
las vírgenes de amor que vistió el alma
en la víspera hermosa de la fiesta,
y que perdieron, al bailar, sus calzas
de rubias y de blancas cenicientas.

¡Jamás había pensado en mis vigilias
en esas hojas que el Abril renueva!
Gloriosa y alta como el Sol, su vida;
del fango libres, a la luz reflejan;
bebieron en los vientos sus perfumes,
Aurora les brindó su lumbre nueva;
y el mismo cielo, al complacer sus obras,
cuidó de su tocado y de su vesta.

¿No sabéis lo que son? Son las cortinas
que Céfiro, el travieso de la selva,
agita en los balcones del palacio
que el árbol alza en la región aérea;
el lujoso abanico de las aves;
la hamaca en que se mecen las abejas
a la vez que el resguardo de los nidos
y del fruto maduro las promesas…

¡Qué bien alaban la fecunda savia,
los gérmenes fecundos de la tierra,
cuando asoman sus lenguas diminutas
por la boca entreabierta de las yemas!
Felices en su espléndido palacio,
saludan siempre a la legión viajera,
y le ofrecen, galantes, sombra amiga,
de paz, de amor, y de frescura llena.

Mas ¡ay, cuán triste cuando caen rendidas
del polvo del camino entre las huesas!
Enflaquecidas, pálidas, rugosas,
a merced de los vientos, van en pena,
mendigando del árbol cuya pompa
la antigua pompa de su hogar recuerda,
una limosna de color y vida
para sus rotas y marchitas células.

¡Oh, pobres hojas que marchitó el ábrego!
¡Oh, tristes hojas secas!…
¡Alas sin vuelo de la flor que un día,
como gentil doncella,
tras las cortinas de su oliente alcoba
abrió al insecto su amorosa tienda,
y le dio, en cambio de su amante elogio,
su puro, y rico, y delicado néctar!

¡Mi corazón os llora! mi alma os sigue…
Y si dado me fuera
recoger vuestros cuerpos del camino,
¡oh, pobres hojas secas!,
yo de vosotras formaría mi nido,
mi último albergue, mi ignorada huesa,
donde huir de la injuria de los hombres,
do reposar de la mundana brega.

Criolla

Si te importa saber mis quebrantos,
y te duelen, quizá, mis angustias,
a esos pardos cocuyos que crías
con rajitas de caña de azúcar,
y que a veces, mi bien, en la noche,
como estrellas azules alumbran
en la blanda prisión de tu seno,
mis cuitas pregunta…

En la margen frondosa del río,
en las noches tranquilas y oscuras,
los cacé, para tí, con un hacho
del pinar oloroso que encumbra
por la cuesta empinada del monte
sus ramas agudas.

Como van hacia tí mis miradas
y mi amante querella y mi súplica,
a la lumbre del hacho vinieron
en alegre comparsa nocturna,
con sus alas color de murciélago,
y su vientre, encendido, de luna.

Una vieja mendiga a quien llaman,
por lo bajo, en el pueblo, La Bruja,
y que cuenta unos cuentos muy lindos,
y que todo lo sana y lo cura,
a la gente del barrio le ha dicho
que esos pájaros negros que alumbran,
son las almas en pena de monjas
que el amor arrastrara a la tumba,
y que salen, en ronda, de noche,
a decirnos la buenaventura.

Si es verdad lo que dice esa vieja
-que vive en la altura-
a esos pardos cocuyos que crías
con rajitas de caña de azúcar,
a esas almas que penan de amores,
cuando den sus reflejos de luna
sobre el negro cendal de tu pelo,
que los duendes del campo perfuman
con aceite de flor de romero
y vinagre de frutas maduras,
al decirle mi amor y tu enojo,
mi suerte pregunta.

A tí (Criolla)

Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga,
y llevarte, en mi lomo, a la fuente,
en busca del agua,
con que riega tu madre el conuco,
con que tú, mi trigueña, te bañas.

Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga,
y llevar al mercado tus frutos,
y traer, para tí, dentro del árgana,
el vestido que ciña tu cuerpo,
el pañuelo que cubra tu espalda,
el rosario de cuentas de vidrio
con Cristo de plata,
que cual rojo collar de cerezas
rodee tu garganta…
Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga…

Desde el día que en el cierro del monte,
cogida la falda
el arroyo al cruzar, me dijiste
sonriendo: ¿me pasas?…
y tus brazos ciñeron mi cuello,
y al pasarte sentí muchas ganas,
de que fuera muy ancho el arroyo,
de que fueran muy hondas sus aguas…
desde el día que te cuento, trigueña,
¡yo quisiera ser burro de carga!…

Y llevarte en mi lomo a la fuente,
y contigo cruzar la cañada,
y sentirme arrear por ti misma,
cuando, a vuelta del pueblo, te traiga,
el vestido que ciña tu cuerpo,
el pañuelo que cubra tu espalda,
el rosario de cuentas de vidrio
con Cristo de plata,
que cual rojo collar de cerezas
rodee tu garganta…

¡Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga!

Mi poeta sugerido: Fernando Paz Castillo
Mi poema: ESTE MUNDO TRAIDOR

MI POEMA... de medio pelo

 

En este mundo traidor
el hombre no tiene cura,
se mueve entre la inconsciencia
y el estado de locura.

En este mundo traidor
nada es igual que acontece,
el hombre quiere ser dios
y es morir lo que merece.

En este mundo traidor
el hombre busca un futuro
y a cada paso que da
se tropieza con un muro.

En este mundo traidor
solo queda la esperanza,
sin la esperanza es hedor
lo que el hombre siempre alcanza.

Que vive alabando al cielo
y el cielo a cambio le escupe,
y nunca encuentra consuelo
que al cielo le preocupe.

Se pasa la vida andando
sin saber por qué camina,
soñando que va soñando
creyendo todo adivina.

Tan pronto echa una carrera
como a veces sube y baja
sin saber lo que le espera,
da un traspiés o se relaja.

Estudiando, no comprende
que la vida es de prestado,
va mirando a cada lado
y no ve el hilo en que pende.

Y al fin se acaba tumbando
sin importar qué dirán,
que al resto les vayan dando,
tan pancho ya en su diván.
©donaciano bueno

Una excusa para leer hoy a Campoamor

MI POETA SUGERIDOFernando Paz Castillo

Pero los ojos…

Pero los ojos,
los misteriosos ojos extasiados
son risueño consuelo del espíritu:
suave ternura de contemplar la vida
y contemplar la nada,
de sentir la caricia de la luz
y la llamada audaz de la distancia.

El oído sutil,
gruta del canto azul
del viento y de la espuma,
divino caracol,
rosa imperfecta,
laberinto de músicas ingénitas,
sorprendido por el ritmo de las alas
y las hojas:
delgadas cuerdas de arpas misteriosas
que tañe el viento de las manos largas.

El olfato ¡enigma! ,
dócil al arte por el hombre creado,
penetra por caminos infinitos,
silenciosos,
atento al mensaje de la tierra recóndito
y al perfume de las estrellas ácidas
de las noches de insomnio.

El paladar descubre entre sabores varios
el temor de la muerte… Porque la muerte
es el sabor primero de las cosas
que dan placer al hombre y sus instintos.
Sabor de tierra y sombra amarga
que el hombre ignoto logra superar
con la expresión feliz de la belleza
confundida con Dios
en tres caminos,
Poder, Sabiduría y Dolor.

El tacto
aísla el misterioso ser naturaleza
de las cosas sensibles o inertes
y luego en soledad, lo une a todas
por el gozo y el dolor
inevitables.

Y todos son leticia del espíritu
ante el olvido de la muerte del cuerpo
que no sabe
qué cosa es el morir,
porque la muerte no es sino el reflejo
del sagrado reposo de un Dios ante recuerdos.

Poesía

La calma,
lejana, íntima
que tiene el ímpetu audaz
del monte altivo.
El resplandor dormido,
más rojo que el rojo
y menos rojo
que el rojo,
sobre la inquieta llama
o en la llama agonizante.
El punto
indefinido
de donde regresa la mirada
insegura,
de conquistar la nada
de su origen.
La palabra buena,
la palabra mansa
que al fin de muchas luchas,
y triunfos y derrotas,
encuentra,
que sólo sabe comprender, callada.

Un pensamiento

Un pensamiento fijo
tu rostro modela
y tu vida concentra en torno a él
como la piedra
el agua, toda intacta, de la fuente.

Tu vida no es más que pensamiento
que lentamente se va haciendo fuerte

Tus ojos, deslumbrados ante la belleza,
presienten una forma no encontrada,
y tus manos revelan
algo del pensamiento.

Toda tú te vas haciendo de ti misma,
como la lluvia hace sobre el naranjo con el sol una tela
y como la noche con la sombra
una rosa en torno de la estrella.

Te adelgazas junto a tu pensamiento,
como en la fría plata del candelabro la llama inquieta,
con un afán perpetuo de esconderte a ti misma…

Pero en todo te revelas.

En el día

I
En el día
amo la noche
y en la noche el día.
Pero en la tarde,
entre colores vagos
me amo a mí mismo.
Porque entonces soy
como el recuerdo de algo que hice,
o como el temor de algo
que pude haber hecho.

II
Tarde, hermana!
No eres día ni noche.
No eres más que un paso,
un punto detenido,
entre dos extremos,
como la vida,
como la dulce fuga
indecisa
que en la mañana
va hacia la noche.
Y en la noche
-por entre nostálgicas claridades
vencidas-,
hacia la luz;
o más bien hacia el rumor de luz
que adelanta,
la espiga, casi de oro,
junto al alba.

Es bello el cuerpo…

Es bello
el cuerpo
y su misterio;
íntegramente bello
como el sol entre los astros…

Tierra enaltecida
por el sagrado soplo silencioso;
profundo consuelo del espíritu,
como lo dijo el santo,
ascético y tremendo,
naturaleza triste
anegada en Dios
y en el abismo de su propio arcano.

La mujer que no vimos

Se alejó lentamente
por entre los taciturnos pinos,
de frente hacia el ocaso, como las hojas y como la brisa,
la mujer que no vimos.

Bajo una luz de naranja y de ceniza
era, como la hora, soledad y caminos;
armonía y abstracción como las siluetas;
esplendor de atardecer como los maduros racimos.

De lejos nos volvía en detalles
la belleza ignorada de la mujer que no vimos.

La tarde fue cayendo silenciosa
sobre el paisaje ausente de sí mismo
y floreció en un oro apagado y nuevo
entre el follaje marchito.

Hacia un cielo de plata
pálido y frío;
hacia el camino de los vuelos que huyen,
de las hojas muertas y del sol amarillo,
se alejó lentamente
la mujer que no vimos.

Sus huellas imprecisas las seguía el silencio,
un silencio ya nocturno, suspendido
sobre el recogimiento de la tarde,
huérfana de la prolongación de sus caminos…

Pero su voz, entre la sombra,
hizo vibrar la sombra, y era su voz un trino:
fúlgida voz que hacía pensar
en unos cabellos del color del trigo.

Recuerdos de las formas evocan las siluetas
de los apagados árboles sensitivos;
pero la voz que se aleja entre masas borrosas,
denuncia unos ojos claros como zafiros,
y unas manos que, trémulas, apartan los ramajes
como dos impacientes corderitos mellizos.

Ni pasos furtivos, ni voces familiares:
oquedad y silencio entre los altos pinos,
y en las almas confusas un ansia de belleza.

¿Pasó junto a nosotros la mujer que no vimos?

Las cosas y sus nombres…

Las cosas y sus nombres
son símbolos confusos
que acompañan al hombre en su destierro,
en su andar de adivino
entre alboradas.

Ingenuas compañeras de un recuerdo
que nace en la raíz
de la conciencia,
donde Dios y el hombre se confunden
y se entienden;
y Dios se hace para el hombre humano
y el hombre, ante su amor, crece divino,
trasciende la leve línea
de luz o sombra
que limita su ser:
su estar indefinido
ya que el ser no es perenne forma,
sino que está en la forma limitado,
con ansias de romperla a cada instante,
con nostalgias de muerte y nacimientos
y temores de un nuevo despertar.

Dios y hombre

Pues es indudable que todo espíritu creado
necesita el consuelo del cuerpo.
San Bernardo

Ante el misterio,
lejana realidad,
Dios en silencio,
teme el espíritu encontrarse
libre del cuerpo
tierra que familiarmente lo acompaña,
cárcel oscura y fuga luminosa:
su paz o su inquietud,
su ingénita frescura y su descanso.

Entre formas confusas se desliza el espíritu
dormido o vigilante,
altivo o fatigado de recuerdos,
detenido por ausencias sin contornos
junto a la eternidad
de lo perfecto.
Y sólo el cuerpo atrapa
con los cinco sentidos perspicaces
y sus vagos senderos ignorados
el gozo de la luz y del sonido,
y del mirar confiado a las espigas
y del callar sereno hacia los astros.

El cuerpo, criatura delicada…

El cuerpo, criatura delicada,
tierno como las rosas en el alba,
conserva su frescura primera junto al miedo
que vive de él, y en soledad profunda
lo devora con un afán intenso
de perfección.

El cuerpo es morada pasajera
del espíritu nómada,
su consuelo,
su fiel compañía generosa,
su sombra en la llanura
sin rumores,
su imagen sorprendida,
su grito sin color
y su esperanza.

Mi poeta sugerido: Julio Garmendia
Mi poema: AL VALLE DEL JERTE

MI POEMA ...de medio pelo

Existe una razón, que hoy las cerezas
se sienten por los hombres maltratadas
hiriendo al corazón al ser cortadas,
tan bellas, tan bonitas, sin cortezas,
de rojo tan brillante al sol pintadas.

Hay otras que le hicieran competencia,
ejemplo son las fresas sonrosadas
que suelen adornar con su presencia
mas no gozan de amor, su inconsistencia
expone a estar muy pronto ya arrugadas.

Cereza, quien gozó de tu esplendor
cuando eras flor en marzo aun incipiente,
gala haciendo de encanto y de color,
no puede ya olvidarse de esa flor
en fruta convertida tan turgente.

Que el Jerte es ese valle que Dios hizo
plagado de inocencia y de pureza
queriendo demostrar que la belleza
embriaga al que le observa por su hechizo
e invita a descubrir por qué se reza.

Cerezas, tan redondas, tan bonitas,
quien fuera que a vosotras diseñara
se tuvo que esmerar pues lo bordara.
Cerezo, fundidor de sibaritas,
¡bendito fuera aquel que te preñara!
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Julio Garmendia

A la Sombra de la Ceiba

Fragmento

La vida apenas es un breve momento,
y yo, con ser Ceiba, soy perecedera.
Hago testamento:
el día que muera
¡ le dejo a la tierra toda mi madera
y todas mis flores…

LA CANCIÓN

Oh, grata canción de amores,
ingenua y sentimental,
que viene en alas del aura
de la mañana pascual.

La brisa trae fragancias
de albahacas y verbenas,
y la romanza memorias
de alegrías y de penas.

En la mañana de enero
con frescor de amanecer
por sobre todas las cosas
está una voz de mujer.

«De alegrías y pesares,
de ilusiones y memorias
están llenas las mañanas
de diciembre transitorias…».

EMPRESA

A Jacinto Fombona Pachano

Señor de la Aventura que todavía sueña
otra vida de ensueño, de romance y mentira,
que los lances inspira
y el peligro desdeña.

Exaltarás mis ansias de Andante Caballero
en las encrucijadas, en los caminos largos
y en los trances amargos
que con temple de acero
soportaré ¡oh padre romancero y guerrero!

Tu sombra irá en la sombra de tu cabalgadura
de aquel a quien le diste por nombre Rocinante
y compartió contigo la gloria y la locura
de la aventura errante-.

Silenciosos iremos por sendas y atajos,
y excepto el de la muerte
romperemos los lazos que nos tienda la suerte.
Iremos cabizbajos
cuando en la noche bruna
nuestra sombra alargada
por morrión y celada
prolongará la luna.
Y en las noches de invierno, mientras el viento azore
los penachos de pluma,
seremos un vestigio del antiguo Quijote
perdido entre la bruma.

De pronto en el misterio
que es la lance propicio,
se alzará a nuestros ojos un extraño edificio…
¿Es aquí donde alguna doncella en cautiverio
bajo el hábito lleva tinto en sangre el cilicio?
Tú empuñarás la lanza, yo blandiré la espada.
Mas allí donde vimos la Aventura Soñada,
de cansancio rendidos en la negra llanura
y absortos en el fondo de una gran amargura,
¡no encontraremos nada!

LOS CAMINOS CELESTES

A Josefina Iribarren

Un día venidero
de esos negros caminos yo seré pasajero,
la noche será aurora, la muerte será vida
y en la tierra que piso me sentiré extranjero
porque el alma aterida
tras de su afán viajero
recorrerá el sendero
de la estrella perdida y el remoto lucero…
De Opiniones para después de la muerte (1917-1924) (Monte Ávila Editores- 1984).

José Martí.

Cultivo una rosa blanca

Cultivo una rosa blanca
en Junio como en Enero,
para el amigo sincero,
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo
cultivo una rosa blanca.

Mi poeta sugerido: Francisco Pino
Mi poema: OCUPADOS

MI POEMA...de medio pelo

 

Estamos tan ocupados
mirándonos los ombligos
que apartamos los amigos
y al ego nos abrazamos.

Estamos tan ocupados
escudriñando al espejo
que ya nuestro catalejo
no atisba a ver los tornados .

Estamos tan ocupados
en vivir, que no vivimos,
en sentir, que nos sentimos
con nuestra alma despechados.

Tan ocupados estamos
que apenas nos resistimos
a pensar por qué nacimos
ni saber por qué nos vamos.

Y vamos, de allí venimos
y subimos y bajamos,
y casi siempre lloramos
y escasas veces reímos.

Si galgos son o podencos
tanto tiempo discutiendo,
al mal fario resistiendo
al albur de tantos cuentos.

Y en nuestras trece seguimos
y un buen día con disgusto
viene dios y nos da un susto
y en estas va y nos morimos.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Francisco Pino

Así, prendido de la espesa rama…

Así, prendido de la espesa rama
como a nuevo Absalón me viste atado.
Oh espesa rama que me tiene alzado
a un viento vivo que ternuras brama.

Oh viento! ¡Oh toro! ¡Oh llanto! ¡Oh luna! ¡Oh llama!
que a mi cuerpo con saña has castigado;
ya como vaso, de dolor sobrado,
mi corazón sangrando se derrama.

¿De qué torturas dulces eres río,
árbol crecido en tierras de desvío,
cielo con ramas de sutil locura?

Espero muerte viva, fuego frío,
de tu lanza de fino desvarío;
clavado corazón: dicha insegura.

Ausencia

Solitario campo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi descampado.

Solitario cielo.
Me encuentro conmigo.
Soy mi desanhelo.

Solitario alud.
Me encuentro conmigo.
Soy mi multitud.
De «Versos para distraerme» 1982

El pañuelo

El pañuelo; te hallabas en un fondo
donde el trajín y un ruido de bielas
y corales, delfines, algas y
azucenas, acacias, te incorporaban para…

No, adiós no le decías
a nada; tu pañuelo
dormido reposaba en tus antaños,
sin futuro en su entraña.

Oías los murmullos, los silencios,
los grandes estruendos, explosiones,
tú, pero tu pañuelo que dormía
seguía sin decir adiós a nada.

Oyendo en la penumbra los corales,
oyendo en la penumbra las bielas,
oyendo en la penumbra las penumbras,
oyendo en la penumbra las acacias,

tu pañuelo, un Edipo, un dios y un asa
en el ayer te anclaba,
tan quietísimo.
¡Ay!, con qué adiós de mármol en su lienzo.
De «Claro decir» 2002

El pecho

Aquí cesa el clamor; ya nada canta.
Aquí el silencio su contorno imprime.
Sólo el pecho, nevado y tan sublime,
de pie puede servir a la garganta.

Ya, como con las albas, se levanta,
o, como con las tardes, se deprime;
su femenino día nos encanta;
con su esplendor de oscuridad redime.

El ritmo de lo humano él lo condensa,
cofre es de aquello que la mente piensa,
donde la eternidad se guarda breve.

Si el corazón se ofrece en esa altura,
respire en esa cima la ternura,
mitíguese mi ardor sobre esa nieve.

El soneto es tan ágil como un brinco…

El soneto es tan ágil como un brinco;
brinco de corazón o catarata
despeñada en un tiempo que delata
el deseo del curso hacia un ahínco

de no ser y de estar. En él afinco,
en vuelo, la ilusión más inmediata,
y así, en el mismo olvido, me retrata
desvanecido allí donde me hinco.

Alma de espuma y cuerpo de suspiro,
tomar pretende en mármol el respiro
como lo quiere el río en ese salto

blanquísimo, sonoro, ardiente y frío…
Mas sólo en el pasar mantiene el brío
y habrá de ser su piedra el sobresalto.

El soneto es tan ágil como un brinco…

El soneto es tan ágil como un brinco,
nadadora de noches perfumadas;
aquí, tu voz, tu risa, tus miradas,
esta rama de amor tejen espesa.

Desde el pálido gris a la frambuesa,
del cálido tabaco hojas doradas,
todas tus sombras rinden concentradas
aguas de una corriente que no cesa.

Oh lento surtidor que sombras mana,
tranquilas formas de figura humana,
en líquidos topacios ya resuelto.

Esta tu oscura piel de alga morena
cambia la espesa rama en fuerte vena,
y en yodo creces: surtidor esbelto.

En otro octubre

María, a nuestro lado, ¿qué rugía?
Luz de octubre encendía la mañana.
Mas luz de primavera en ti dormía,
y luz en mí, de primavera humana.

El Parque del Oeste en guerra ardía.
¿Qué importaba la muerte en tu ventana?
Amor era el fusil que pretendía
quitarnos vida con la más lozana.

¿Quién en la primavera, di, se muere?
¿Quién bajo de esta luz se moriría?
La muerte no era nada dentro y fuera.

Decías: Moriré por quien me quiere.
y yo: Por quien me quiere, repetía.
No hay muerte -ni aun muriendo- en primavera.

Esta tierra

No me busques en los montes
por altos que sean,
ni me busques en el mar
por grande que te parezca.
Búscame aquí, en esta tierra
llana, con puente y pinar,
con almena y agua lenta,
donde se escucha volar
aunque el sonido se pierda…

Esta vejez reposa…

Esta vejez reposa
sobre un aire de luna.
mónde huyeron los soles?

Apenas si se ve,
andas, ¿tropezarás?
Bien abiertos los ojos.

Esta vejez mil cimas,
subes, no llegas nunca.
Subir, ramo de rosas.

Esta vejez, mil simas,
bajas, ni te aproximas.
Bajar, un crisantemo.

Cimas, abismos llaman.
Quieres abrirles, mas
nunca encuentras las llaves.

Vejez, el detenerse
en el volar: vilano.
Que no le soplen nunca.
De «Claro decir» 2002

Generosa luz

¿Qué importa cuanto no es azul o rosa,
pequeño violeta o rojo suave?
¡Ay, lo que pasará, tal vuelo de ave,
conmueve la mirada más ansiosa;

lo que no volverá!… Tan nimia cosa
como el rubor de un rostro, que se sabe
que se habrá de olvidar, con la más grave
emoción sella el alma. ¡Oh generosa

luz del olvido y de la muerte: sombra
que da el volumen lírico a la vida,
nimiedad por la que el vivir asombra!

Di, en lo que ya no volverá ¿no anida
el porvenir más grato? ¿No se nombra
con lo que muere toda nuestra vida?

La cintura

Cicatriz de los hálitos; censura
como trémulo párpado; un rocío
del insomnio esculpido, tu cintura
de diminutas flores albedrío.

Es, tu cintura, tálamo de un río
exhausto en un suspiro sin holgura
-un gorjeo, una lágrima y un brío-
de minúsculos besos mordedura.

Su corriente me arrastra arrolladora,
nardo angustiado de sedosidades,
donde el pistilo es sol, dedal la aurora.

Son huellas de jilguero sus edades
y en un copo de nieve arde su flora
compuesta de rubor de eternidades.

La nariz

Aquí, sí, pulcritud de pulcritudes,
perfil al vuelo afin, nivel de ardides,
estás, oh mariposa que divides
cielos de nieve y rosas de laúdes.

Oh cuán lírica maga de altitudes
que fiel de reinas majestades mides,
oh muda augusta, en soledad, que impides
junto a ti, rosa impar, similitudes.

¡Ay, primorosa reina de jazmines
entre dos verdes fuegos encumbrada
a ser espada-atril de serafines,

símbolo de existir, nota encarnada,
la breve humana majestad defines,
dije de orgullo con revés de nada!

Las cejas

¿Quién ha escrito en tu frente esas leales
frases tan misteriosas, tan oscuras?
Fronteras para el nácar, nervaduras
de ónice en unos cielos aurorales.

¿Qué dicen, qué dirán esas geniales
de dos noches curvadas miniaturas?
Palabras bien trazadas, bien seguras
como dos de azabache arcos triunfales.

¿Firmas son o son sombras o son rejas?
Sólo sé que un dios niño entre esas cejas
se debate en prisión, ¡rejas morunas!

¿Qué firman? ¿Qué sombrean? ¿Qué aprisionan?
iQué importa! ¡Para el cielo que coronan,
blanco y verde, ellas son dos negras lunas!

Las huellas

¿Habrá algo más hermoso que quedarse sin huellas?
Sólo el pájaro sabe de esta gracia
y el horizonte aquel que de la luz se arranca
sin dolor, con un leve marcharse ajeno al tiempo,

al calendario triste que siempre deja huella.
Andar, andar, andar esperando que un día
la tierra no nos sienta; querer la lejanía
donde el hombre se evade de los ojos.

¿Así será la muerte? Si es así será dulce.
Diluirse en el aire, ser el después sin rastro
de una nube. Y andando seguir y ver la tierra,
al fin sin nuestras huellas, con nuestros propios ojos.
De «Cuaderno salvaje» 1983

Lenguaje

¿Dónde está la voz del aire?
Tú la escuchas. Es silencio.
Sus palabras son las nubes,
la luz y el viento sus verbos.

Los otros ojos

Mirar, pero no ver,
colocar otros ojos,
quizá los de aquel niño
que viejísimo mira.

Unos ojos perdidos
y hallados a diario
ciegos como ese río
que viejísimo mira.

Mirar es eso mismo,
un dolor, quizá un agua
que no ve y que, reciente,
qué viejísima mira.
De «Cuaderno salvaje» 1983

Los pies

Milagros de cristal, ciegos delirios
en rubios mares de fervor mojados,
rocíos de la aurora coagulados
en párpados de luz, silentes irios.

Broches del cielo, presurosos lirios
donde acaban dos ríos nacarados;
de plumas y de pétalos candados
para cerrar caricias y martirios.

Sellos blancos que firman tu figura,
llaves rosadas, rúbricas de albura:
¡oh dos recuerdos de ala disecados!

Aquí están, versos míos, rosas tuyas,
para siempre tenerte y que no huyas,
por la misma esperanza atenazados.

Metáfora imposible

Viene del paraíso
un pájaro sin cuerpo

llora
vaho vive
cilicio
qué caer ay sin peso
da en la tierra
inconcebible
víspera

esa luz que tú ves tan siempre sola
vestida
(desnudísima)
presente terrenal paradisíaca
ave
real gigante
en qué nido pupila
cabe
duérmese.

No cabe historia

Has de quedar, así, dominadora
del tiempo y muy presente, aunque recuerde;
yo te digo, mujer, que no se pierde,
si fue de hermoso amor, ninguna aurora.

Como ahora has de quedar; no en otra hora;
los mismos años en tus ojos verdes;
las mismas primaveras que ahora muerdes
morderás para siempre como ahora

Porque la gloria de tu edad señala
como un ala en el aire, como un ala
un peligroso azar que no peligra.

No pienses que caerás en la memoria.
En gloria de verdad no cabe historia.
Juventud con amor jamás emigra.

No las oyes…

No las oyes
aunque corren…

(¿Llevan envueltos
sus pies en flores?)

No las oyes
aunque cantan…

(¿Llevas envuelta
su voz en alma?)

No las oyes
aunque gritan…

Callan sus lenguas.
¡Voz infinita!

Perdido

No sé de dónde venía,
ni nada me sostenía.
En sólo huir me entendía.

¿De un orto que no era un orto,
yo
remoto?

¿De una tierra, mas sin tierra,
yo,
una estela?

¿Aguilucho, mas sin nido,
yo,
perdido?

No s é de dónde venía,
ni nada me sostenía.
En sólo huir me entendía.

Perfección

Esa nube fue y se fue.
¡Qué limpio ha dejado el aire
la pureza de ese ser
que existió para negarse!

Ramo de lilas

Me han traído unas lilas…
…son blancas… y dan tan hondo olor…
…me llevan hasta mi mujer ya muerta…
…las plantamos los dos juntos al fondo
…del jardín.

…Sobre mi mesa están ¡Qué camafeo!
{unidas
… {cortadas en un búcaro
{dolidas

…penden, como ella misma, hacia el dolor…
…en mi dolor y el dolor
…del jardín…

…ya sin ellas…, ¡Sí, como ella, sí, este ramo!…
…el amor que la tengo a lilas huele tanto…
…a las lilas que blancas plantamos los dos juntos…
…para el recuerdo de hoy, el pulso
…del jardín…
De «Claro decir» 2002

Sima de amor

Resbalando por esta sima umbrosa,
yendo sin freno el pie tras la mirada,
la mano tanteando en piedra helada,
y presa la mirada en lumbre hermosa,

por esta sima voy. ¿Qué luz undosa
de antorchas te me muestra, mi ignorada?
¡Oh inofensiva unión y peligrosa
la de la llama a la pupila atada!

Todo al revés se ve, y a la deriva,
por esta oscuridad que luz trasciende
donde el misterio del amor estriba.

Y si la muerte siento que en mí prende,
también me gozo al verla ardiendo viva
si los caminos de tu alma enciende.

Símbolo

Te adoro nube porque eres
símbolo mío en la tarde,
púrpura que acaba en nieve,
nieve que acaba en el aire…
¡nada entre tanto combate!
Sangre que afluye a las sienes,
sienes que en sueño se abaten…
-¿Quién te venció sin rehenes?

Tiempo hacia el hombre

1. Tiempo-caricia

El dolor
de una piedra
aún más hondo que un sueño
quejido de unos siglos
bien tocados
bien dormidos
el siempre es su deseo
le tienes en la mano
piensas
crees

2. Tiempo-susurro

Hora
las seis alcoba de la tarde
se desnuda una diosa
¿lo sabían las hojas?
puntillas de ese cielo
piernas abajo líricas
el eco
de un azul que se quita
los oídos gozaban
el reloj sedas íntimas
ruidos
de algunos hilos encajes
las enaguas
sí esas hojas
sabían lo sabían

Recuento

Ay susurros en flor fru-frus de olimpo
unas piernas lascivas feminizan el tiempo

3. Tiempo-intimidad

Suavísimas miríadas
de palabras
moviéndose
sin deslizar ideas
te dijeron su nombre
¿repetirle?
imposible
supiste que latían
el corazón
la casa
los enseres
la muerte
lo supiste
¿su nombre? ¿quién lo oyó?

4. Tiempo-cerco

El laberinto ¿qué?
moríase en estela
mas ¿salidas? ninguna
vagar vagar el mundo
mirar mirar el orbe
el tímpano
el tic tac
insistía la huella
un nido
una amalgama
tierra tiema ese pulso que caía
frenético
frenética

El hombre estaba hecho
evasivo estridente
áncora de sí mismo
en él mismo enterrada pero huía
gimiendo
De «Así que» 1987

Transmutación

Escarcha tuya
brasa
de pronto
siento
que me ha besado
tu muerte
soy
relámpago.

Y la vida

Y la vida, la vida es un instante
mas cual millones de mayos perdura,
cae pronto y se levanta
pronto. No es un olvido.

Quien ve amanecer ve lo bastante;
una luz, el rocío,
ese Dios que ahora calla
dentro. No es un olvido.

Un instante lo es todo si oscurece.
Quien ve oscurecer contempla como
la muerte de una rosa que no muere
nunca. No es un olvido,

es un rostro que ciego ve una flor.

Mi poeta sugerido: Josefa Parra
Mi poema: UNA GOTA, SILENCIO…

MI POEMA... de medio pelo

 

Una gota, silencio, cae otra,
y otra más la que sigue a otro silencio,
la nostalgia que en el pretil se empotra
y otra y otra que escucho o que presencio.

Oigo el ruido insistente y cadencioso
del tic-tac del reloj lanzando al viento,
las campanas de un ritmo que, vicioso,
avecinan presagio de un lamento.

Truena el cielo de un viernes sacrosanto
las plegarias de un dios al que alguien reza,
con sus pasos marcando el desencanto
y sus almas henchidas de tristeza.

De las olas, la brisa y la marea
insistentes sus idas y venidas,
la nostalgia que al alma le recrea
mientras siga normal sin sus crecidas.

Pareciera del tiempo la cadencia
que se incrusta silente en el espacio,
la antesala que invita a la paciencia
y aconseja a vivir siempre despacio.

Pues la vida precisa de armonía,
de medida, de ritmo y de compás,
no te atores, verás que no hay tu tía,
toma el mando y ve siempre detrás.

Que una pausa has de hacer a la belleza,
si es posible en la misma entusiasmarte,
otro espacio asignando a la pereza,
y al amor siempre harás punto y aparte.

Que la vida, no más, es una gota,
y ¡oh, milagro! que hay veces que se alarga,
que va y viene y a veces que rebota
y le alegra al espíritu o le amarga.

Una gota seguida de una pausa
y otra gota, no más, que se repite
y otro espacio, excuso aquí la causa,
hasta al fin alcanzar su último envite.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Josefa Parra

I -Del tacto

Acércate despacio a mis dominios;
que tus dedos tanteen el espacio
ciegamente, la oscuridad que envuelve
mi cuerpo; que construyan un camino
y lleguen hasta mí a través del velo
espeso y taciturno de las sombras.
Sálvame con la luz que hay en tus dedos
si me tocan, conjura la desidia,
enciéndeme o abrásame en el tacto
esplendoroso y claro de tus manos.
Como las mariposas de la noche,
hacia la llama iré que tú convocas,
que prefiero quemarme a estar a oscuras.

II -Del olfato

La vainilla; el espliego; el verdín; la canela.
A veces un aroma delgado como de agua,
como de nube o lluvia; a veces un violento
perfume que recuerda la piel de una gacela,
el sudor y la sangre de un animal en celo.
Pero siempre, al final, la vainilla, el espliego…

III -De la visita

Para tus ojos.
Para tus ojos fieramente abiertos.
Para tus ojos fijos.
Para tus ojos con caudal de fiebre.
Para tus ojos grandes.
Una orquídea de carne voluptuosa
para tus ojos ávidos
con vocación de abejas.

IV -Del gusto

Hay sal sobre los labios. En la lengua,
un resto de naufragios y sirenas,
tal vez algas, y el gusto de los fondos
espumosos y verdes del océano.
El sexo siempre sabe a mar de invierno,
a galernas en medio de la noche.

V -Del oído

Se levanta tu voz, se enrosca y se estremece,
serpiente y remolino, se enzarza en mis cabellos,
sube aún, se engrandece, se enajena en rugido
y pierde la noción del trino o la palabra.
Eres otro en tu voz. No conozco a ese hombre
que grita en el placer, delicioso extranjero
que habla lenguas angélicas en una cama impura.
De «Alcoba del agua» 2002

Al fin y al cabo, Narciso

Comprendo en ti la soledad sin tacha,
sin fisuras, del cuerpo que está amando a otro cuerpo
cuyas señas ignora, sin más conocimiento
que el de la carne abierta, su resplandor de venas
como pequeños ríos, su belleza impaciente,
su adelanto mortal de algún atlas secreto.
Qué solitariamente te entregas. no te inquietan
preguntas, no te duele la memoria
del ser que frente a ti se desenreda
torpemente de otros pasados cuerpos.
Ni te hieren los nombres que no oíste,
sus sílabas de hielo rompiéndose en tus besos.
Como una isla, tu contorno esquivo,
sin señas ni recuerdo, sin contactos, sin puentes,
se perfecciona a solas. Y contemplo tus playas
como un náufrago; toco la tierra de tu pecho
exiliada de ti antes de habitarte.

La pura soledad y el olvido que eliges te hacen cerco.
De «Tratado de cicatrices»

Alcoba cerrada

Por detrás de la puerta,
guardado por cerrojos de silencio y de agua,
esperando, desnudo, tu cuerpo. Tibiamente,
mansamente desnudo, hermoso hasta el dolor.
No entraré a descubrirte.
No violaré el santuario de tu carne entreabierta.
Demasiado peligro para sólo una vida,
demasiado pecado para tan sólo un alma.
De «Alcoba del agua» 2002

Alter tú

El conjunto de miembros hermosos o la voz
tan dócil que desgarra y hace sangre,
el catálogo ameno de los gestos,
la increíble, la cruel sonrisa, la manera
de deslizar las manos, la deseable rodilla.
Ése que muestras no es el que yo quiero.
Te he recreado, otro, a mi capricho,
más invisible y menos complicado,
y te he inventado casa y nombre propios,
secretísimo mío, para poder hallarte.
Qué bello te despiertas conmigo en la alborada;
si tú pudieras verte…
De «Alcoba del agua» 2002

Buenos días, tristeza

A veces llega la tristeza. Trae
las alas suaves de conformidades,
los ojos bajos y la piel desnuda,
y parece tan fácil entregarse,
despojarse, poner bajo sus plantas
el reino, los poderes y las armas,
el amor sobre todo, y esos últimos
retales que nos quedan de alegría.
A veces gana la tristeza; entonces,
qué lujo de matices su victoria,
qué fasto de sus grises y sus pardos
ocupándolo todo.
Buenos días,
-he de decir-, tristeza, aquí me tienes.
De «Alcoba del agua» 2002

Contagio

He bebido esta tarde la tristeza de un cuerpo,
su peso, su evidencia,
su impotencia de carne que quisiera ser sueño,
esa mortalidad que lo delata
incluso en el recuerdo.
Me ha contagiado un cuerpo de nieve su dolencia
y ando por tanto exceso
agotada, rendida, con apenas las fuerzas
para arrastrar la piel y la mirada
lejos de su influencia.
De «Alcoba del agua» 2002

Cosas que no tendremos

Cosas que no tendremos:

Las mañanas de abril largas de amor y sueño.
Las tardes de noviembre con lluvia interminable.
Las noches del verano tercamente estrelladas.
Todas las madrugadas dulcísimas de otoño.

Cosas que me he perdido:

No sabré del sabor de tu boca dormida.
No acunaré a tus hijos. No beberé tu vino.
No lloraré contigo viendo ningún ocaso.
No me amanecerá tu vientre entre las sábanas.

Tengo todo un tesoro de lagunas y ausencias,
un muestrario completo de páginas en blanco.
De «Alcoba del agua» 2002

De amor cortés

¡Oh Dios, oh Dios, el alba! ¡Qué pronto viene!
Fragmento de un alba del sigloXV

Me has amado otra vez, tan delicadamente
-pueden también las fieras usar de cortesía-,
me has desnudado el cuerpo, aunque estaba desnuda,
abriéndome la piel con la boca y las uñas.

Es hermoso el dolor, doloroso el deseo,
tú más hermoso aún, más hiriente por tanto,
y es hermoso tenerte entre sangre y saliva,
apretado y caliente, hambriento todavía.

Quieran Dios y la Carne firmar una alianza,
que se alargue la noche más allá de la noche,
que se apague el lucero que anuncia la alborada
por que sólo amanezca debajo de las sábanas.
De «Alcoba del agua» 2002

Despacio

Se me apaga tu cuerpo entre las manos
tan despacio.
Pavesa diminuta, luz efímera
tu amor, aunque me empeñe en sustentarlo.
Tan despacio te pierdo.
Y hasta el dolor que aferro con argucias
se vuelve limitado y manejable.
Tan despacio te pierdo,
con tanta exactitud,
irrevocablemente.
De «Alcoba del agua» 2002

El exceso

he de beberte a sorbos muy pequeños,
deletrear las frases, hacer alto
después de cada encuentro,
cerrar los libros de las confidencias,
amarte muy despacio, y distanciando
Los besos como islas.
De «Geografía carnal»

El recuerdo y sus malas jugadas

El recuerdo me impide dejar atrás tu rostro
bellísimo, y tu boca donde el mundo se abre
como un cáliz profano.
Si la memoria no fuese tan terca,
yo te habría vencido.
Pero el recuerdo es áspero enemigo:
es fuerte como fuerte la desdicha,
como fuerte el amor. Y aún en mis manos
la huella de las tuyas se dibuja
con dulzura tenaz,
si por unos momentos el vino o la añoranza
me hacen pensar en ti.
De «Alcoba del agua» 2002

De los sueños

¿Qué dirías si hoy te invitara a mis sueños?
Tus labios de manzana
sobre la piel golosa de mis ingles
toda la noche -di, ¿qué pensarías?-,
tu saliva frutal levemente aromando
el hambriento contorno de mi vientre…
Qué cosecha tan dulce
(semillas y caricias y extravíos)
para un mundo sin sol.
Dime, ¿no acudirías
si también esta noche te convoco a mis sueños?
De «Alcoba del agua» 2002

Un recuerdo a Miguel Hernández en el triste aniversario de su muerte

Mi poeta sugerido: Josep Palau i Fabre
Mi poema: LA VIDA PREGUNTANDO

MI POEMA...de medio pelo

 

Al viento le pedí que me dijera,
al agua le rogué que me escuchara,
al cielo supliqué. Nadie me oyera.
Ninguno, que yo sepa, respondiera,
tampoco de ignorarme se jactara.

La vida me he pasado preguntando,
presiento que hasta hoy nadie me ha oído,
con fuerza y sin cesar y al mazo dando.
No puedo ya ocultar, me estoy cansando
que siento como un niño desvalido.

La sed que yo tuviera no he saciado,
la duda en que he sembrado he recogido,
es falsa la moneda en que he cobrado.
A veces siento haberme equivocado,
si insisten ya me hubieran convencido.

Pues nunca yo pequé de inapetente,
no creo que ande libre de pecado.
Me pasa lo que ocurre a mucha gente
que impide que le lleve la corriente
y ve que con la iglesia hemos topado.

Mas hoy la angustia embarga, me atormenta,
me trae a mal traer. Y es que insistente
repite en que vivir no trae a cuenta.
Hay veces que me canta las cuarenta,
me quiere deslizar por la pendiente.

Ya sé, soy poca cosa, no soy nada,
no debo subrogarme algún derecho
y aun menos el derecho de pernada.
Mas nunca he de admitir que a lo hecho pecho
y aun menos ser borrego en la manada.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Josep Palau i Fabre

Cuello de dama

Un cuello arqueado, terso,
acucia mi deseo
de abrirle una ancha boca
con mi estilete, hendiendo.

* * *

El primer amor

Estoy enamorado de mi primer amor.
Fieles al corazón, los ojos, su imagen ha tatuado.
Las lluvias del invierno a ella me han llevado:
bello abrigo nocturno en pleno resplandor.

* * *

Pierna desnuda

Quisiera destejer
tu epidermis de seda
para hacerme un cobijo
de ensueño, en noche fría.

* * *

Pierna vestida

La seda junto a ti,
araña mis diez dedos,
que se abren, desvelados,
para adorar su dueño.
De «Poemas del alquimista»
Galaxia Gutemberg 2002

2. Dibuja el agua
caricias en la orilla.
El sueño fina,
retrocede a su origen.
La vida es ya la vida.

* * *

4. ¡Cu-cú! ¡Cu-cú!
Solamente dos notas
y todo a punto.

* * *

5. Melancolía
hila una seda fina,
llanto de amiga,
y teje, en mis adentros,
velos de muselina.

* * *

6. Pasa tus dedos
por las sedas del lago.
Es ella, sí,
tan cercana al Ensueño,
Madama Fantasía.

* * *

8. La dulce amiga
mecida está en el sueño
que la dormía.

* * *

9. …Un corazón
lo tengo todavía.
Corazón con su llanto
y su alegría.
Corazón, demasía.

La mujer

Cuántas mujeres duermen
en mis versos, ah,
para siempre…

* * *

Misiva

Te escribo palabras de fuego con lápiz rojo.
Si te hablo del beso es ya besarte un poco.

Barcelona, 1940

* * *

Nocturno

He luchado contra el alba.
El alba me ha repelido
y en ella me he dormido.

* * *

Piedra

A Xavier Zubiri

Dura como agua dura.
Raíz es de sí misma.
En éxtasis perenne
la piedra perpetúa
la piedra, imagen pura,
y la idea de piedra
se nos torna madura.

1942

* * *

Poeta-Narciso

Verso: sé tú mi igual.
Me veo en ti si tú me ves.
¿Somos dos voces a la vez?
¿Pero cuál es de quién? ¿Cuál?

* * *

Retrato

El más fino fango
del paraíso
helo ante mí.

A mí me place
sentirla así,
como un cojín
para mirarla.

Y nada más,
salvo algún beso,
o algún desmán.

7 de diciembre de 1941

Despedida

Ya no sé escribir, ya no sé escribir más.
La tinta me embadurna los dedos, las venas…
-en el papel dejé toda mi sangre.

¿Dónde decir, dónde dejar dicho, dónde inscribir
la pulpa del áureo fruto sino en el fruto,
la tempestad en la sangre sino en la sangre,
el árbol y el viento sino en el viento de un árbol?
¿Dónde podré decir la muerte sino en mi muerte,
muriéndome?
Lo demás son palabras…
Ya no sabré escribir nada mejor.
Demasiado cerca de la vida vivo.
Las palabras se me mueren adentro
y yo vivo en las cosas.

París, 6 de mayo de 1946

El imposible

Si fueses espíritu, amor, yo te amaría.
Abrázame fuerte, que tus brazos son débiles,
no llegan a mi cuerpo, tan recóndito en mí,
y mis brazos son débiles para atraerte allí.

Si pudiera tan sólo amarte, amor, yo te amaría.
Fueses rostro y fuese yo rostro, tan sólo,
podríamos adoramos el uno al otro,
dejar tus labios y besar tu sonrisa,
mirarme en tu mirada para hallar mejor vida.

Fueses reposo y sueño y ensueño que abriga,
serías para siempre, amor, mi única amiga.

Lorelei

La música del agua
como blanca mujer.
¿Por qué mi barca ahora
surca tales parajes?
No existe madrugada
en mí, ni aire bastante
para hacerme liviana
esta canción extraña.

Lullaby

Duérmete, corazón mío, duerme.

Llora, si quieres, un poco,
que yo estoy a tu lado.
No tengas miedo. Olvida.
Cierra los ojos a medida
que yo los cierre. Vente.
Medita, corazón mío, niño,
con aquel meditar de lluvia fina
de las postrimerías.
El sueño te reclama. Vente.

Duérmete, corazón mío, duerme.

Sombra de Ana

A Blanca

Pasa tu mano por mis cabellos, Ana,
pasa tu mano.
Seré un muchacho a tus consejos, Ana,
un anciano.
Mira la nieve teñir mi frente, Ana
-los desengaños.
Vivir me pesa en este mundo, Ana,
tengo mil años.
La llama viva que me consume, Ana,
no me da tregua.
Y nada veo porque soy luz, Ana,
vivo sin cuerpo.
Pasa tu mano por mis cabellos, Ana,
pasa tu mano,
sin decir nada dame consejos, ya,
que estoy cansado.

Soneto intrauterino

Desde tu mal, desde tus entrañas, desde tus lágrimas, quiero ser
una voz -germinal.
Pensarte desde ti, desde tu centro decirte, desde la flor suprema de tus ojos.
Quiero en ti desnacer. Todo hombre quiere desnacer en un amor, una entraña.
Hazme más y más pequeño, hasta que yo sea polvo estremecido, polen de tu vientre.

Triunfo de alta locura

A Joan Perucho

Me yergo en lo más alto de mí mismo
y miro:
y me veo más transparente.
Yo no sabía, no, que el viento
pudiera tener mi cabellera
y gozarse con ello.
Ahora todo instante me enardece
y me lanzo, desde mí,
a cielos, abismos, rutas sin fin.
No tengo tiempo para amar: no tengo el brazo lo bastante largo
-Clara, Bárbara, amigas-
para poderos apresar,
para alcanzar la vida.
Y, para que lo sepáis, aprendo a escribir en prosa
la rosa.

Mi poeta sugerido: Juan Luis Panero
Mi poema: TUMBADO A VER QUÉ PASA

MI POEMA... de medio pelo

 

(A don Manuel Alcántara)

Permite que te diga don Manuel,
espero mi osadía no te ofenda
que aquí gozar del don nunca es prebenda,
te tengo en un altar. Y en mi anaquel.

Que ocupas un espacio preferente,
allí donde tú estás yo me arrebujo,
pues llevas de tu Málaga el embrujo
unido a ese gracejo reluciente.

Y al pan le llamas pan. Y cada día
mimando vas cual mesa a su mantel,
el niño ensimismado al redondel,
y el alma que es alegre a su alegría.

Te ocurre como a mí, que te has perdido,
pues sales a pasear y no te encuentras,
juntando penas, dudas te descentras
e ignoras y preguntas ¿por qué ha sido?

Nos sigues divirtiendo con tu guasa
así como el que mira y nada espera
poniendo la mirilla en tu visera
tumbado con placer a ver qué pasa.
©donaciano bueno

Manuel Alcántara, leerte es un placer

MI POETA SUGERIDO:  Juan Luis Panero

No hay palabras

Tocas un cuerpo, sientes su repetido temblor
bajo tus dedos, el cálido transcurrir de la sangre.
Recorres la estremecida tibieza,
sus corporales sombras, su desvelado resplandor.
No hay palabras. Tocas un cuerpo; un mundo
llena ahora tus manos, empuja su destino.
A través de tu pecho el tiempo pasa,
golpea como un látigo junto a tus labios.
Las horas, un instante se detienen
y arrancas tu pequeña porción de eternidad.
Fueron antes los nombres y las fechas,
la historia clara, lúcida, de dos rostros distantes.
Después, lo que llamas amor, quizá se torne forzada promesa,
levantado muro pretendiendo encerrar,
aquello que únicamente en libertad puede ganarse.
No importa, ahora no importa.
Tocas un cuerpo, en él te hundes,
palpas la vida, real, común. No estás ya solo.
«A través del tiempo» 1968

Noche de San Juan

Anticuado, interrogo las estrellas,
su desnudo, inapelable misterio,
mientras miro las llamas en la playa,
en esta noche cuando empieza el verano.
Lector de Drieu o Pavese, sé también
lo sencillo que puede ser acabar con la historia,
no preguntar ya nada, olvidar para siempre
esta apariencia de tarjeta postal.
Frente a mí, imperturbables, desveladas,
pasan, en silencio, vida y muerte,
evitando, con un rictus cansado,
este fantasma insomne, este papel en blanco,
esta hoguera apagada que perdura.

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche…

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche,
al filo mismo de la madrugada,
tras el telón caído de la euforia y del vino.

Unos ojos parpadean, se abren,
nos miran con su última transparencia
y un instante a nuestro lado
su doloroso transcurrir, su apretado paisaje de ternura
muestran, como un mendigo o un esclavo,
la humillada quietud de su tristeza.

Entonces, cuando no hay una sola palabra que decir,
con la avidez que lleva en sí lo fugitivo,
besar, unirse en la húmeda tibieza,
en empapada, áspero de arcilla de otra boca,
donde nada al fin y todo nos pertenece.

Después, igual que el viento
agitando fugaz unas cortinas
la claridad de la mañana nos muestra,
desvelar un instante en la memoria
aquello que una noche, una mirada,
la destruida posesión de unos labios, nos dio.

Lo que ahora ciego tropieza, resbala
por la gastada pared del corazón,
aferrándose terco hacia la muerte,
desplomándose sordo hacia el olvido.
«A través del tiempo» 1968

Pierre Drieu la Rochelle divaga frente a su muerte

Al final pienso que tenía razón
-todo el absurdo tinglado del poder,
el cuchillo implacable de la inteligencia,
las sórdidas, políticas palabras,
los arañados proyectos imposibles-,
sí, tenía razón ese día. Me acuerdo bien
cuando pensé, echado junto a ella,
que lo único real era una buena puta,
una piel cálida, unos labios silenciosos, unas manos expertas,
en aquel burdel, cerca de Neuilly, al amanecer.
Por eso, porque creo que tenía razón, soy más culpable
-libros, declaraciones, ideas, lealtades,
el secreto de todo, el revés de la nada-,
cuánto tiempo perdido para llegar a esto,
para recordar, ya sin solución, sus largos muslos,
el sabor espeso de su boca, los rozados pezones.
Llegaba una luz gris sobre la cama,
sobre su culo memorable, inmóvil,
sí, tenía razón, aquella puta
cuyo nombre nunca supe o tal vez he olvidado,
el humo de un cigarrillo, eso es todo, yo tenía razón,
y si no la tenía, ¿qué importa ahora?
De «Los trucos de la muerte«

Poemas de 1966 (Londres)

Frágiles, persistentes, tercas, permanecen las palabras escritas,
quién lo hubiera pensado, con su apariencia momentánea y mínima,
su caprichoso existir tan lejos de la realidad
o de lo que entonces como realidad se imponía.
Libros, apuntes, aburridos exámenes de inglés,
facturas que pagar, incomprensibles voces al teléfono
y la lluvia detrás de las cortinas
en aquella solemne habitación alquilada.
Noches de soledad brumosa y otras de enloquecida euforia,
con jarras de cerveza, verdes botellas de ginebra
y los ojos oscuros, con una brasa al fondo,
de Pauletta Ioannides y el dios abandonando a Antonio.
Sombras esfumadas, borrados gestos,
Strangers in the Night, desafinada música nostálgica.
Éramos jóvenes y estábamos de paso en la ciudad enloquecida,
éramos jóvenes y meses después regresaríamos,
lejos de allí, la vida todavía esperaba.
Lo que ocurrió después es fácil de adivinar
y casi veinte años me separan de aquello,
sin embargo, algunas palabras, su amarga y tierna materia,
el cercado mundo que pretendieron retener,
la desolada afirmación de sus sílabas,
aún permanecen, apenas corrompidas por el papel impreso.
Ahora -parece tan raro-, de todo aquel pasado
sólo queda, casi tangible, el recuerdo
de una mesa, alta y estrecha, con cuadernos amontonados
pesados diccionarios y una silla de respaldo duro
en la que alguien, remotamente parecido a mí,
iluminaba con arañadas letras
la sombra detenida de un fantasma.
Y todavía esas mismas palabras,
tantos años después, me repiten
su desvelado y único secreto,
su valeroso testimonio inútil,
frágiles, persistentes, íntimas y tercas
me recuerdan la magia desesperada de la vida.
«Antes de que llegue la noche» 1985

Qué bien lo hemos pasado cariño mío

Terribles son las palabras de los amantes,
aunque estén bañadas de falsa alegría,
cuando llega la desolada hora de la separación.
Fuera la lluvia galopa tercamente
y su eco retumba tras la ventana.
Los poderosos pájaros de la dicha
un breve instante anidaron en sus brazos
y dorados plumajes cubrieron los cabellos
que ahora sudor y hastío sólo guardan.
La estatua que quiso ser eterna
herida de reproches tiembla y cae.
Ya el combate de anhelo ha terminado
y húmedos restos las sábanas acogen.
Hombre y mujer en traje y documento
ceremoniosamente se despiden.
Sus manos por costumbre se enlazan
y banales sonrisas desfiguran sus labios.
Terribles son las palabras de los amantes
cuando llega la desolada hora de la separación.
Esqueletos de amor buscan nuevo refugio
y un jirón de ternura cuelga del viejo y gris perchero.
«A través del tiempo» 1968

Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte…

Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte,
la memoria que borra y desfigura
y la sombra de la muerte que aguarda.
Sólo fantasmales recuerdos y la nada
se reparten tu herencia sin destino.
Después de sucios tratos y mentiras,
de gestos a destiempo y de palabras
-irreales palabras ilusorias-,
sólo un testamento de ceniza
que el viento mueve, esparce y desordena.

A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno

Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
«Los trucos de la muerte» 1975

Acerca del incesto

(Recordatorio de Georg Trakl)

Buscó los labios de su hermana,
sus dientes, con irritante terquedad,
un ligero temblor, un breve escalofrío,
entrechocaban -quizá fuera la droga-
y su figura fue borrándose, disuelta
en la penumbra familiar del cuarto.
Años después,
golpeaban a lo lejos los cañones,
sobre sus sábanas de loco vio alzarse un cuerpo,
su húmedo olor, la longitud del tacto.
Buscó, sin dedos, la boca deseada,
la carne herida del amor y el delirio,
la claridad oscura de la cocaína,
sus ojos y aquellos ojos y algo más.
Besó sus labios en sus propios labios
y sintió arder la sal de su saliva.
Lejos, muy lejos, terriblemente lejos,
una mujer aullaba en el último espasmo.
Con asombro, la muerte dio constancia
de algo que jamás pudo imaginarse:
un estertor sin ruegos y sin llanto,
la agonía de un muerto, el terror de la vida.
«Los trucos de la muerte» 1975

Mi poeta sugerido: Lorenzo Oliván
Mi poema: SUFRIR, ESO ES DUDAR

MI POEMA... de medio pelo

 

La duda me corroe, me atosiga,
la duda me convierte en un lamento,
la duda no abandona ni un momento,
no tiene compasión, dice que siga,
la duda es mi tormento.

La duda semejante es al suplicio
te sigue a todas partes con su sombra,
se esconde si ha lugar bajo la alfombra,
y te hace vacilar, saca de quicio,
mejor es ni se nombra.

La duda se refleja en el espejo,
así la misma duda no quisiera
buscando explicación a lo que viera.
No sirve la razón ni algún consejo
que es una puñetera.

Mejor será tal vez no preguntarse,
pensar en que debieras no pensar,
andar entre las nubes, caminar
paciencia y sumisión y no apurarse,
sufrir, eso es dudar.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Lorenzo Oliván

Ausencia

Tu ausencia llena todo
el espacio que tú y yo compartíamos.
Se hace dueña del aire, se introduce
en el último hueco de la casa,
impregna cada prenda.
De repente
fija sus hondos ojos sobre mí,
y tras verter en mi interior el peso
de tanta soledad irremediable,
acabo siendo todo yo tan sólo
ausencia. Sólo ausencia.
Puntos de fuga 1996-2000

Bancos de arena

¿De dónde hemos salido tantos muertos
con este falso aspecto de turistas?
Un reluciente sol,
con un brillo de plástico,
incongruente en medio del invierno implacable,
se ha sumado a la farsa
y prodiga una luz que no calienta.

Todos nos contemplamos
con asombro. ¿Qué diablos ha podido
hacer que los variados cursos de nuestras vidas
confluyan hoy aquí, en un remoto,
perdido, frío y gris embarcadero?

Mientras llega la hora
de partir, ocultamos la creciente
extrañeza, exhibiendo
cierto interés -que es falso-
por las tiendas fantasmas de la orilla
llenas de baratijas: regalos para muertos,
que confirman que todo es espectral
en tan yerto escenario.

Por fin, un hombre, casi sin rostro, extiende
la pasarela y, mecánicamente, vamos subiendo al barco,
que ha de llevarnos río
abajo, hasta su desembocadura.

Una voz oficiante explica en alto
las maravillas -que nadie contempla-
de tan desoladora travesía
entre Iodos y barros.
Corriente arriba, sí, alguien exclama,
mirad, allá a lo lejos, pasa un pájaro.

El motor agoniza
lo mismo que las aguas. Las riberas
muestran sólo hierbajos, pajas, juncos.

A la vuelta del último meandro,
de pronto, el mar,
de frente.
Y esa voz, que nos habla del peligro
de que queden varadas nuestras vidas
en sus bancos de arena.
Puntos de fuga 1996-2000

Centro

Tocar tu mano y no sentir el hueso
frío que desde dentro ahora la mueve,
sólo la piel caliente, el roce leve
de una carne hecha espíritu, sin peso;
morder luego tus labios, y en el beso
quitarle al cráneo que hay detrás relieve,
y a la nuca dureza, y que la breve
vida parezca eterna en el proceso.
Cerrarte en un paréntesis de brazos
donde no cabe el mundo, ver que rota
mi ser alrededor de tus caderas,
romper con lo exterior todos los lazos,
y entrar en una realidad ignota,
que es sólo un centro en donde no hay afueras.
Puntos de fuga 1996-2000

El paisaje interior

La oscuridad te hace
mirar siempre hacia dentro,
hacia un dentro sin fondo
que se abre en uno mismo.

Quizás por eso sueñas
que caes y nunca acabas
de llegar al final
de tan hondo vacío.
Puntos de fuga 1996-2000

El puro discurrir

Córtate con el filo
de un verso que se impone, extiende el brazo
y deja poco a poco que mane así el poema,
sangre que llama a sangre, agua que fluye
desde siempre y que brota ahora en tu piel.
Los pájaros, los pájaros, en círculos
girando por tu frente inmemoriales.
¿No se buscan las llamas entre llamas
con anhelantes gestos de llegar
a mirar por encima de sí mismas?
¿no les basta a los vientos con moverse
para nacerse y ser?
Oh, puro discurrir ensimismado,
oh, plenitud en curso y sin razón,
que sólo en suceder cifra su sino,
y no se ve pasar y así no muere.
Puntos de fuga 1996-2000

Imagen de tus manos

Hay manos que acarician
y casi casi ven.

Ven y acaríciame y haz que yo sea
la imagen que de mí tienen tus manos.
Puntos de fuga 1996-2000

Insomnio

Te has tendido de bruces en la cama deshecha,
y en el mapa impreciso de las sábanas blancas,
en el muro caído que frente a ti tenías
has buscado un camino, has buscado una puerta
que te llevara, al fin, a un descansado sueño.
Pero no había puerta ni camino y has dado
tantas vueltas en vano, que te has sentido dentro
del peor laberinto -del que ya hablara Borges-
y te has visto arrastrándote como por un desierto.
Extraños buitres negros describían sus círculos
en el cielo incendiado de tu agitada mente
bajo el sol obsesivo de un solo pensamiento.
Sudabas y las sábanas se pegaban a ti
igual que arena. Así toda la noche. Y siempre
el sueño -tu espejismo, tu oasis- a lo lejos.
Puntos de fuga 1996-2000

La negra losa de la noche inmensa

La dilatada noche
parece estar clavada,
por temblorosos astros
en el techo del cielo.

Aguzando el oído
interior, uno escucha
chirriar a esas luces
casi casi metálicas.

Ya no resisten más. Imaginando
sin duda su caída,
un vértigo creciente
las tiene justo al borde
o del llanto o del grito.

El mundo a punto está de ser tan sólo
la fosa de unos astros agotados,
que ha de sellar, rotunda y para siempre,
la negra losa de la noche inmensa.
Puntos de fuga 1996-2000

La trama

Hay días en que abro
los ojos y pareces
la simple proyección
de la luz que da en ti.
Eres esa película
de misterio en que haces
el papel de otra tú
que me tiene intrigado.
Y no hay mejor actriz
metida en otra piel
ni mejor argumento
que verte así, dormida.
Apenas si te mueves,
o no te mueves nada,
pero todo sucede
con un fatal designio.
Qué vértigo de imágenes
vagamente intuidas
temblorosas refulgen
un instante en tu piel.
¿Quién es aquella huyendo
por detrás de tus párpados?
¿a qué da esa ventana?
¿qué objeto allí destella?
Tenso, expectante, absorto,
ato cabos y pistas
intrigado en saber
el final de la trama.
Te despiertas, entonces,
perezosa y preguntas
con perfecta inocencia
un sencillo: «¿Qué miras?»

Se ha cometido un crimen
y tú eres, a la vez,
el escenario, el cuerpo
y quien esconde el arma.
Puntos de fuga 1996-2000

Manos

Miras la palma abierta de tus manos.
¿Qué te dicen? ¿Realmente son tuyas?
¿No te interrogan al interrogarlas?
¿No te miran, extrañas, si las miras?
Mueves, mueven, un poco, tus, sus dedos
haciéndote no sabes qué señales,
como si pretendieran desvelar
sobre ti mismo algún oscuro enigma.
Hay en sus huellas más signos escritos
que en los libros del mundo. Te dan vértigo
sus trazos superpuestos, ese afán
por dar perfil a cosas imprecisas.
Qué tormentas calladas, qué relámpagos
quietos, qué seca lluvia, qué raíces
sin flor, qué blandas piedras, qué mirar
sin hondos ojos, qué simas sin simas.
¿Dónde te llevan? ¿Hacia qué lejano
tiempo de qué principio va tu mente?
¿A quién heriste, asesinaste, amaste
en qué otra piel? ¿De quién sois, manos mías?
Puntos de fuga 1996-2000

Nudo

Cuando duermes, tu aliento
es el único signo
que te queda de vida.

Con qué fuerza te ata
al mundo un soplo de aire.
Puntos de fuga 1996-2000

Paisaje tras la piedra

Tú levanta la piedra por si acaso,
por más que sea gris, opaca, plana,
y se aferre a un pedazo
limitado de tierra.
Por si acaso, levántala.
Los días
remotos en que el mundo
se te ofrecía igual que una naranja
te enseñaron que a veces hay detrás
un paisaje imprevisto.
Ciudades diminutas en relieve,
laberintos de calles,
casas de extraños seres de tinieblas,
de la lombriz, del grillo, de la araña…
Si hay suerte, en blanco y negro, la película
vertiginosa de algún hormiguero,
siempre la misma y siempre diferente.
Puntos de fuga 1996-2000

Piedra

La piedra, quieta,
callada, ocupa siempre
con violencia un espacio.

Con la fija obsesión
de no dejarlo.
Puntos de fuga 1996-2000

Presa fácil

Tu sueño forma un quieto remolino
que absorbe lo que cae en su constante
girar sobre sí mismo y lo conduce al centro
de su propia espiral vertiginosa.
Sobre la superficie de tu cuerpo
dormido, hay un abismo a flor de piel.
Eres materia, forma resaltada,
pero, a la vez, lejos de ti te ahondas.
Así te quiero, intensa cifra oscura
de ese misterio que te sobrepasa,
imagen fiel de la contradicción,
aire y plomada, horizonte y roca.
Detrás, detrás del indefenso aspecto
de tu belleza hay el mayor peligro
al que unos ojos pueden asomarse:
pareces presa fácil, cazadora.
Ya he caído en tu trampa, sobre el borde
del mirador que eres, sólo veo
tu vértigo, los círculos que trazas
en tomo a mí, tus envolventes órbitas.
Puntos de fuga 1996-2000

Saber morir

El sol se va
olvidando, olvidando
de sí mismo y, de pronto,
anochece.
Qué bien saben morir
algunas cosas que ya estaban muertas.
Puntos de fuga 1996-2000

Teseo en el laberinto

Dentro del aparente
sinsentido de calles
que enmarañan mis pasos indecisos,
permanezco ligado
todavía a la externa realidad
por un fino, invisible, leve hilo.

¿O he de decir, mejor,
que la oscura, huidiza irrealidad
me conduce a su antojo en su guarida,
y envuelve mi destino
con su tela de araña más sutil?

Ariadna, no me obligues
a matar el misterio. Si lo hago
y regreso a tu lado, victorioso,
¿qué quedará de ti?
¿qué quedará de mí?
Puntos de fuga 1996-2000

Tren en la mitad de la noche

A Eva y Rodolfo

Tendido en la litera
estrecha de este tren, como en un nicho,
atraviesas la noche ignorada de Francia.

Del paisaje de fuera nada sabes.
No sabes si te adentras en bosques que te acosan
con sus ramas o en playas que se entregan,
si cruzas por pantano o tierra fértil.
Y apenas si conoces un cúmulo de datos imprecisos
de la extraña ciudad inabarcable
a la que te diriges.

Temeroso ante tanta realidad
desconocida, el sueño
es meta que no alcanzas.

Sin embargo, tu sangre
va asimilando poco
a poco la andadura
del tren: sus balanceos
repentinos te muestran
con qué decisión pasa, atropellándolos,
sobre todos los miedos, dudas e incertidumbres
que en mitad de la noche
cruzan su corazón.

Pasa así tú también sobre tu angustia,
que tu latir sea el latir del tren,
a su ritmo resbala
en el limo del sueño,
y que mañana el alba
te sorprenda en París.
Con todos tus sentidos bien despiertos,
que te sorprenda el alba de París.

Mi poeta sugerido: Carlos Edmundo de Ory
Mi poema: HABLEMOS CON FRANQUEZA

MI POEMA... de medio pelo

 

Hablemos con franqueza, ¿qué es la vida?
Pongamos que hay alguno que lo sabe,
que sale a discernir en la partida
y a dar su explicación antes que acabe.

Pongamos que hay un tipo inteligente
que sepa lo que a mi se me ha negado
y que hace a mi existencia inconsistente
pues dios a mi esas luces no me ha dado.

Quisiera todos sepan que he buscado
el arte de la vida con ahínco,
haciendo un malabar, pegando un brinco
y debo de admitir que he fracasado.

Y sigo discutiendo y en mis trece
a cuestas con mis memes y mis dudas,
a ratos comportando como un Judas
que intenta comprender lo que acontece.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Carlos Edmundo de Ory

A ti la que me inspira obedezco y deseo…

A ti la que me inspira obedezco y deseo
a tu invisible huir y tu errante venir
hacia la honda cuna del ritmo tú me llamas
trayéndome la concha de la profundidad.

Son sin fin son sin fin los diluvios caídos
corazones que a tiempo probaron su fragancia
aquí están todavía las palabras perdidas
y yo compongo un verso de saber y perdón.

Amo a una mujer de larga cabellera…

Amo a una mujer de larga cabellera
como en un lago me hundo en su rostro suave
en su vientre mi frente boga con lentitud
palpo muerdo acaricio volúmenes sedosos
Registro cavidades me esponjo de su zumo
mujer pantano mío araña tenebrosa
laberinto infinito tambor palacio extraño
eres mi hermana única de olvido y abandono
tus pechos y tus nalgas de dobles montes gemelos
me brindan la blancura de paloma gigante
el amor que nos damos es de noche en la noche
en rotundas crudezas la cama nos reúne
se levantan columnas de olor y de respiros

Trituro masco sorbo me despeño
el deseo florece entre tumbas abiertas
tumbas de besos bocas o moluscos
estoy volando enfermo de venenos
reinando en tus membranas errante y enviciado
nada termina nada empieza todo es triunfo
de la ternura custodiada de silencio
El pensamiento ha huido de nosotros
Se juntan nuestras manos como piedras felices
Está la mente quieta como inmóvil palmípedo
las horas se derriten los minutos se agotan
no existe nada más que agonía y placer

Placer tu cara no habla sino que va a caballo
sobre un mundo de nubes en la cueva del ser
Somos mudos no estamos en la vida ridícula
Hemos llegado a ser terribles y divinos
Fabricantes secretos de miel en abundancia
Se oyen los gemidos de la carne incansable
En un instante oí la mitad de mi nombre
saliendo repentino e tus dientes unidos
En la luz puede ver la expresión de tu faz
que parecías otra mujer en aquel éxtasis

La oscuridad me pone furioso no te veo
No encuentro tu cabeza y no sé lo que toco
Cuatro manos se van con sus dueño dormidos
y lejos de ellas vagan también los cuatro pies
Ya no hay dueños no hay más que suspenso y vacío
El barco del placer encalla en alta mar
¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Quién eres?

Para siempre abandono este interrogatorio
Ebrio hechizado loco a las puertas del morbo
grandiosa la pasión espero el turno fálico

De nuevo en una habitación estamos juntos
Desnudos estupendos cómplices de la Muerte.

Cuadro de mi alma

Ata siempre que puedas la gran oscuridad
a esta pequeña luz de acuario. Y si resbala
moja tus labios de muriente oro
que un vasto astro cansa. ¿Qué más quieres
¡oh asomado! si medras entre manchas
hacia las gemas de los muertos?

¡Valgo más que en el limbo! Ladina luna,
sin excepción tu lumbre arde en mi espalda.
¿Qué otra mentira urde un fuego enhiesto
desde mis pies que lisonjea el mundo?
¿Y hasta dónde ese fuego amarillento?

Siga, siga la arena cansándome este vicio
de huir del instrumento de la mente.
No se detiene este sabor de antro.
¿Qué se han hecho los altos abuelos de la dicha?
Eternamente irradia un son de vida.

Me abandonan los hechos sobre el desierto pico
de una roca no exenta de materia. Felices
los sabios peces cerca de nosotros.

Sienta bien a mi alma el mar eterno.
¡Y tú no ves la actividad creciente de estas nube!
Entúrbianme los ojos las tristes lejanías.
Aquí estoy. Un vigoroso espíritu me invita.
La zozobra me impulsa a la quietud
y el orbe oscuro rehabilita mi ánimo.

¡Pasión, cruza los brazos! Está trtanquilo.
Los eminentes coros me rodean.
Un eje invicto mi presencia guía.
¡No te mueva ni aun la salvación!

Dame

Dame algo más que silencio o dulzura
Algo que tengas y no sepas
No quiero regalos exquisitos
Dame una piedra

No te quedes quieto mirándome
como si quisieras decirme
que hay demasiadas cosas mudas
debajo de lo que se dice

Dame algo lento y delgado
como un cuchillo por la espalda
Y si no tienes nada que darme
¡dame todo lo que te falta!

Denise

Cuando pongo mis manos de metal
mis manos primitivas sin destreza
en tu pelo abundante donde empieza
tu cuerpo que respira amor mortal.

Cuando tocan mis dedos tu total
altura de los pies a la cabeza
sin que me tiemble el pulso, amo la pieza
maravillosa de tu ser camal.

Y entonces de quietud y roce puro
tu mirada me vence, llena de aguas
y tu silencio femenino me arde.

De repente de acción me transfiguro
desciendo mi contacto a tus enaguas
y te desnudo y te amo y se hace tarde.

Descripción de mi esposa

Ella es mi escarabajo sagrado
Ella es mi cripta de amatista
Ella es mi ciudadela lacustre
Ella es mi palomar de silencio
Ella es mi tapia de jazmines
Ella es mi langosta de oro
Ella es mi kiosko de música
Ella es mi lecho de malaquita
Ella es mi medusa dorada
Ella es mi caracol de seda
Ella es mi cuarto de ranúnculos
Ella es mi topacio amarillo
ella es mi Anadiómena marina
Ella es mi Ageronia atlantis
Ella es mi puerta de oricalco
Ella es mi palanquín de hojas
Ella es mi postre de ciruelas
Ella es mi pentagrama de sangre
Ella es mi oráculo de besos
Ella es mi estrella boreal.

Dulzura colosal

Dulce mi miel de besos siemprevivos
Alma de almíbar y manosusurros
Te amoro terriblesco de gozo fugitivo
Todo se acaba y somos melarquía
Nos amamos nos manos nos imamos
Másmás en la lactancia ambrosíaca
drogadictos de mostos suculentos
Seres labiales ningún otro opio
no nos satisfará la boca calda
De «Miserable ternura»

El mundo es viejo danza vieja…

El mundo es viejo danza vieja
y el fiero pecador de alma y cabellos
puro entiende la noche
Todas las aves cantan
secretas en la antigua lejanía

Flores blancas y rojas
Separado del hombre el amor
Las celestes columnas
como un sublime aroma
como un tesoro purifica
la enconada mejilla

La rama oscila solitaria
Remos áureos magníficos
furtivos frutos son las nubes

Desde años hace no conozco nada
fuera del mundo huellas deposito
sin dejar rastro nuevas
embisten las guadañas

Y me limito herido por el ocio
hundir mis miembros
en el espacio y en la llama.

En un café

He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste más triste que un tintero
Triste no soy o si lo soy no sé
la maldita razón porque no quiero

He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste en las calles de mi raza
He vuelto a estar más triste que un quinqué
más triste que una taza

Estoy sentado ahora en un café
y mi alma late late
de sed de no sé qué
tal vez de chocolate

No quiero esta tristeza medular
que nos da un golpe traidor en una tarde
Pide cerveza y basta de pensar
El cerebro está oscuro cuando arde.

Ensedada en mis besos lagartijas…

Ensedada en mis besos lagartijas
te oigo mugir mujer
Acostados estamos en la cama
del hospital de la dulzura
Gangrenado de amor
chupo tu joya.

Eros tremendum

En la noche del sexo busco luz
y encuentro más y más oscuridad
mi cuerpo es sacro y sacrifica edad
sin tiempo sobre el tuyo cruz con cruz.

Subo y bajo y gravito mi testuz
cae sobre el muro de tu atroz ciudad
sin puertas donde al fin me da mitad
de entrada a la tiniebla un tragaluz.

Mantel mi espalda cubre los manjares
mis brazos y mis piernas son a pares
con los tuyos en forma de escorpión.

Las dos manzanas mi contacto deja
y duerme como un vaso en la bandeja
de tu vientre mi enorme corazón.

Escribir con una espada

Acariciar sin tener manos.
Encontrar pedazos de luna en los bolsillos.
Comprar una playa con gritos.
Ir al infierno a ver un amigo.
Enviar una mano a su amada.

Estar contigo es un vocablo insólito…

Estar contigo es un vocablo insólito
y el día que se rompa en pedacitos
el enorme silencio del olvido
será un eco anacrónico en mis noches

Alejanado de tu hechura a tientas
repitiendo sintigo en mi destierro
ya no cultivaré la corteza uniforme
de una estrella en la punta de mis dedos

Eres tan espantosamente joven
que estar contigo es un regalo loco
De «Miserable ternura»

Hipérbole del amoroso

Te amo tanto que duermo con los ojos abiertos.
Te amo tanto que hablo con los árboles.
Te amo tanto que como ruiseñores.
Te amo tanto que lloro joyas de oro.
Te amo tanto que mi alma tiene trenzas.
Te amo tanto que me olvido del mar.
Te amo tanto que las arañas me sonríen.
Te amo tanto que soy una jirafa.
Te amo tanto que a Dios telefoneo.
Te amo tanto que acabo de nacer.

Hypocite lecteur

Abre hermano la puerta de este libro
alza la tapa de este baúl
que tienes cerca de tu mano morfinómana.

Suspira con educación
quita la mano de la oreja
lee despacio mi alud de cuentos de hadas
que has abierto un baúl de hechicería.

Respira en la pocilga de mi música
los violines en polvo
llora conmigo al recitar mis penas
mis cadenas mis venas mis antenas

mis pañuelos planchados con mis pies
y sabrás por qué soy el poeta sin sueldo
dejado en la frontera con una lavativa.

Invierno

Sólo se oye la lluvia
Cómo besa
Con sus bocas sedientas
Los ojos de la tierra

¡Sólo se oye la lluvia
Como una extraña queja!

Silencio tú te mojas

Las cinco vocales de la recién nacida

A E(va) i/o u(va)
nacida como perla de una concha de mar
y/o in cellam vinariam del amor
hija de dos hijos hoja de cuatro ojos
la tercera viviente de empinada terraza
cerca del aire y cerca del calor
entre noches de estrellas y días de batallas
en medio de un binomio de ternuras nativas
durmiente terrenal acunada por ritmos
de versos y temblores y roces fraternales
has entrado en las palmas cálidas de unas manos
manantiales ¡te estoy viendo mamar!

Mi poeta sugerido: Vicente Núñez Casado
Mi poema: ¡SIN COMPASIÓN!

MI POEMA… de medio pelo

 

Es mala, es muy constante, me persigue,
no tiene compasión, no le da pena,
me tiene sometido a su condena
y agobia al insistirme que me cuide.

Y así que me descuide me machaca,
me trata cual si fuera una cualquiera,
soy reo prisionero en una hoguera,
borracho de un temor y su resaca.

Por mucho que le grite no abandona,
a veces con bajar va y me amenaza,
no puedo penetrar en su coraza,
si tengo algún despiste me sanciona.

No puedo comprender nunca me escuche
entiendo que yo soy muy poca cosa,
¡maldita siempre sea la glucosa!
se niega a abandonarme aunque me duche.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Vicente Núñez Casado

Carta de una dama

He pensado a menudo en un verso de Eliot;
aquel en que una dama persuasiva y ajada
sirve el té a sus amigos entre efímeras lilas.

Yo la hubiese querido porque, igual que la suya,
mi vida es una inútil e inacabable espera.
Pero he aquí que es tarde, y ella murió hace tiempo,
y de una vieja carta banalmente perfecta
su recuerdo difunde perenne y raro aroma.

«Londres, mil novecientos siete. Querido amigo:
Siempre estuve segura, lo sabes, de que un día…
Mas trata de excusarme si divago; es invierno
y no ignoras cuán poco me ocupo de mí misma.
Te espero. Los enebros han crecido y las tardes
culminan hacia el río y los rojos islotes.
Soy triste y, si no llegas, un tema de suspiros
hundirá al gabinete, de un raso ajedrezado,
en el inmundo estiércol del tedio y la derrota.
Para ti habrá una torre, un jardín afligido
y unas campanas graves húmedas de armonía;
y no habrá té ni libros ni amigos ni advertencias,
pues yo no seré joven ni querré que te vayas…»

Y esta dama de Eliot, tan dúctil y serena,
se habrá desvanecido también entre las lilas,
y el banderín siniestro del suicidio ardería
un instante en la estancia con su opaco alarido.

La Despedida

Al volver de las rocas, donde sopla la brisa
y estrella el mar el agrio navío de su aroma,
la prolongada queja de un tren lejano abate
mi corazón rendido de pañuelos y adioses.
Y si amo el instante que de ti me separa
y cedo a la delicia de su ingrata hermosura,
que expirará mañana entre humo y abrazos;
si de nuevo renuncio a quedarme contigo
en la vida que oprimen con su broche los días
y convierte al amor en una estatuilla
de sal que se derrumba en un jardín estéril;
si elijo el gallardete de la pena, y el mundo
continúa lo mismo de bello porque es triste
con sus nubes sombrías y sus húmedos bosques,
es sólo porque debo perderme totalmente
y arrojar la amargura tan dentro de mí mismo
que por ella, algún día, sepa al fin que he vivido.

Otoño

¿Y cómo te diré, amor, que ya es otoño
desde esta lejanía que hace bello al deseo,
si la lluvia que moja mis hombros es lo mismo
que todos los recuerdos dulces y las promesas,
y las nubes tan grises no son como tus ojos?

¿Qué tristeza que sabe a una antigua alegría
tiene el parque alfombrado de crujientes serojas,
si tú vives lejísimos y mi vida no tiene,
cual las oblicuas tubas de los talados árboles.
otro destino ahora que la desnuda espera?

¿Es algo quizás nuevo o es solamente el tiempo
que otra vez de improviso vierte sus caravanas
de humedades y olores de papeles y tierras,
de viejos palomares y de tejas oscuras,
el tiempo que regresa como un joven desnudo,
mojado y casi ebrio de un viaje larguísimo?

Pero yo sólo sé, amor, que ya es otoño,
que tu recuerdo este día triste me empuja
al final de los parques donde estuvimos juntos,
los parques de otras tardes claras en que el perfume
de los tilos en flor era igual que un abrazo,
y una caja de música morada las Descalzas,
cuando los barrenderos lentamente volvían.

Y también sé, amor mío, que desde mi tristeza
vanas serán las rosas que prepara la tierra,
que nunca la melisa silvestre volveremos
a coger por las lomas leves de los ejidos,
que indiferente a este pecho que se me muere
sus flores el ciclamen volverá a dar tan bellas.

Y por eso, quisiera expirar junto a esas
húmedas avenidas de alerces solitarios,
porque una vez jugamos donde una fuente ahora
con la ilusión de mayo contentísima gime.

Aria triste

Homenaje a J. R. J.
Meeting at night

Antes de que se cierre la cancela y el faro
rasgue con su guadaña el estor de la tarde,
hay un jazmín sombrío que aguarda unas pisadas
entre la celosía otoñal de una cita.

Los muchachos que vuelven de la playa, la ronda
última de los novios que atenúa la niebla,
la red de los silencios y su copo doliente
rozan por un instante esa amarga clausura.

Pasan como vencidos del rigor de los besos,
tú que esperaste en vano de una noche a otra noche,
y dejan en la agreste baranda de la arena
el áspero geranio de un sollozo votivo.

La barca en que un arráez se pierde entre las rocas
es sólo un vago indicio, bajo la luna llena.
Tras el balcón abierto hay un libro, unas flores…
Un timbre casi anuncia la ausencia de sus manos.

Y el amor, que salvaba la verja y los rosales,
lejos de la corola de su ser se evadía;
y en los acantilados su sangre decoraba
la ruda y pavorosa soledad de las olas.

Y una noche, a las doce… La terraza era un friso
de espaldas y organdíes que agitaba la música.
Y el mar siguió vacío, y la playa desierta,
y no se oyeron pasos, y no vino a la cita.

Puesta del sol

En tanto que de rosas
hacemos una piña…
San Juan de la Cruz

La cueva sin nadie que conocía el agua
y las espátulas de pizarra del mar contra las rocas
no eran una música más arriba,
o que provocasen siquiera frente a barcas de palo.
El frío del Altísimo,
tras la solar hoguera de los montes,
un silbido espeso derramó y palpitábamos.
«Ángeles son, y no contadas naves».
Y cuando lo decías,
sin ese esfuerzo que inutiliza el recuerdo,
un pecho tierno me brotó de repente:
ángeles son, dejados a su avío;
en tanto que de gozo se me apiñó la dicha.

Tres poemas

Homenaje a Pablo García Baena

I
Cuan largas, tortuosas, miserables e inútiles
son siempre las congojas del amante obstinado.
Su pensamiento yerra aunque acierte su instinto,
su corazón se aprieta de agresivos venablos
sin objeto, a no serlo de su propio veneno.
Pero es tanta su cómplice alianza con todo,
es tan fuerte su abrazo solitario al hastío
que se inmolan ligeros en fragmentos de gloria,
desnudos, en la hoguera de una pasión sin nombre.
Oh, qué yerta corona de pavesas altivas,
qué confín tan oscuro de heroicas cintas mustias.
Todo se prometía tan risueño, tan dulce…
Fueron tantos aquellos vehementes deseos…
Como raros y ajados estandartes de escarnio
flamean. Son beodos de elegantes maneras,
sordos a la ternura que ya no reconocen.

II
Cuando ayer me pediste que escribiera unos versos
de amor, para regal0 de quien tú tanto amas,
sentí que no debía negarme a tu deseo,
pues con él me brindabas la ocasión, tal vez única
de revelarte todo el que por ti yo escondo.
Y así, cuando en el pecho de tu dulce criatura
mis palabras estallen como encendidas rosas,
yo no estaré del todo ausente a ese perfume.
Yo vibraré un instante tan cerca de vosotros
como de ti lo está, mientras viva, mi alma.

III
Esta hermosa sortija, cuyas piedras un día
fueron entre tus dedos mortecinos jacintos,
hoy me ciñe del vago recuerdo de tu carne,
del intenso y oscuro aroma de tu alma.
Quién, entonces, podía imaginarlo, amor mío:
alma y cuerpo en un solo y unísono destello.

Amarte

Amarte no fue un ramo de rosas en la tarde.
¿Dejarte cualquier día para siempre y no verte…?
Todavía me queda otro infierno más grande.
Esperar a que vuelvas más allá de la muerte.

Antinomia

¡Si a víctima me alzaras
en la cruz de tus brazos…!
Pero yerras y aún vivo
y execro esa victoria

Cántico

El que pasa ignorado por los arcos del mundo.
El que extiende en el suelo su clámide de oro.
El que aspira en el bosque el rumor de la lluvia
y olvida su cuidado debajo de los sauces.
El que besa tus brazos y tiembla y se transforma
a pesar del embate de todo y de sí mismo.
El que a tu sombra gime como trémula gema.
El que pasa, el que extiende, el que aspira y olvida.
El que besa, el que tiembla y se transforma. El que gime.

De la vida

I
Más palabras no engendres en mí, torvas criaturas
que envilecen y editan su métrica satánica.
Yo te amaba y por eso te inventaba besándote.
La vida no era un verso. ¡Y la encontré contigo!

II
Te amaba con locura. De la vida. ¿qué tuve?
Sólo una inmensa pira que ardía inextinguible.
Pero ni la traspuse ni me abrasé con ella.
¿Más allá de nosotros? Fama de la ceniza.

III
Oh límpido y amado don de tus ojos de oro
qie se atribuló mi vida de martirios dulcísimos.
De aquel trance, dos lágrimas hoy sangran resbalando
y doliendo, acosándonos de ternura y de dicha.

Del amor

¡El amor le resbalaba!
Hoy vendo heridas de ayer…
¿Quién es quien amaba, quién?

La limosna

Una noche de invierno, de tantas en la vida,
sintiéndome el más pobre de los pobres del mundo,
me arrojé por las calles en busca de sustento
mientras la lluvia hería mi rostro como un látigo.
Como pude, arrastrándome en aquel torbellino
de vértigo y de frío, logré alcanzar su casa.
Llamé con la ternura que precede a la muerte;
besé, con el helor que en mis labios traía,
aquellos aldabones que yo soñé imposibles.
Salieron a la puerta tus hijos, como rosas
en el trono encendido del hogar que vibraba.
Yo no sé qué limosna pedí ni con qué harapos
quise ocultar mi fiebre, mi amor y mi miseria.
Del fondo de la casa, del fondo de la vida,
sentí su voz decirme, mientras agonizaba
mi corazón: perdone. Por Dios, perdone, hermano.

Libros

En el gabinete de Walter Wartburg

En el frío papiro de turbios editores
volqué yo aquellas ansias de una pasión sin límite.
¿Era eso mi vida? Asco me dio de ella.
Con qué clarividencia sentí que estaba muerto.

Nocturno

¿No fue mía la noche? No era mía. Sus lágrimas
¿no fueron en mi vida murallas como llantos?
¿Qué hacía la hermosura, la burda; allí, qué hacía?
¿No eran mías las lóbregas noches suyas? Ah, nunca
fueron mías. ¿Y aquellos ojos rojos que ardieron
como extáticas lámparas de amor, en la apacible
e infinita tersura de una noche de estío?
Pavesas para tiempo de miseria y memoria.

Ocaso en Poley

Si la tarde no altera la divina hermosura
de tus oscuros ojos fijos en el declive
de la luz que sucumbe. Si no empaña mi alma
la secreta delicia de tus rocas hundidas.
Si nadie nos advierte. Si en nosotros se apaga
toda estéril memoria que amengüe o que diluya
este amor que nos salva más allá de los astros,
no hablemos ya, bien mío. Y arrástrame hacia el hondo
corazón de tus brazos latiendo bajo el cielo.

Razón de amor

Lo que de amor yo supe
lo aprendí desamándote.
Por eso te idolatro
mejor que si te amara.

Somnia

Decías que querías llevarme entre tus manos
-yo besé esa locura, yo la lloré y la quise-,
como a un frágil lucero de amor alucinado;
casta palma y abierta que irradiase en tu noche.
Y vi cómo la alzabas, cómo su luz se erguía
frente a los farallones férreos del mundo, contra
las turbias embestidas de lo oscuro y lo incierto,
ante esa furia cárdena que rugía en tu ergástula…
Pero el mal fue más hondo. No dimos la batalla
por falta de enemigo. Todo está consumado.

Todo en tu amor dolíame

Todo en tu amor dolíame
como un puñal ardiendo;
un revólver sonoro,
una tortura de instrumentos.
Las rosas, el champán…,
-¿te duele?-, el gesto
tuyo, como de alondra
que me abrasaba de tu aliento.
Dispara ya, y abrázame,
que estoy dispuesto
a todo, y se hace tarde
para morir. Soy lento.

Tu sortija

Tu sortija me da mucho frío
amor mío, amor mío, amor mío.
Tu sortija no me da calor;
mío amor, mío amor, mío amor.

Mi poeta sugerido: Serafina Núñez
Mi poema: EL VIEJO CEMENTERIO

MI POEMA...de medio pelo

 

El viejo cementerio castellano
se muere poco a poco sin remedio,
no tiene quien le llore. Que hoy el tedio
le agarra con tristeza de la mano.

Ya nadie le acompaña, ni el fulano
que hiciera del suicidio un intermedio;
ni el cura le somete ya a su asedio
rezando un buen responso a algún hermano.

Si un día yo me muero, es muy posible,
que cuando vaya a verle ya no exista
o piense es un objeto ya inservible.

No quiero aquí pecar de pesimista
así que alguno insista no es horrible,
prefiero otro lugar como turista.
©donaciano bueno

Comentario: Poco más de trescientos metros son los que separan al viejo cementerio o mejor, camposanto, de la pequeña población. Anclado en la falda de una colina, solo son cuatro paredes de adobe y cuatro cipreses, uno en cada esquina, a los que se accede por un camino de tierra de unos trescientos metros que en invierno y en los días de lluvia se convierte en un barrizal. Una puerta de hierro de la que pende un humilde candado oxidado, da paso al recinto . Pareciera que allí todo duerme el sueño de los justos. A medida que la población ha ido desapareciendo, ley de vida, los yerbajos se han adueñado de las lápidas . Que ahora ya ni los jóvenes le visitan incluso el día de los Santos. Requiescat in pace (R.I.P.) Descanse en paz.

MI POETA SUGERIDO: Serafina Núñez

A un ruiseñor amaneciendo

Dulce señor del reino que enamora
inventando la estatua del desvelo
por el agua sin fin donde ya es vuelo
la partida granada de su aurora.

¿Para la alcoba de qué dios implora
el herido diamante de ese cielo
goteando en tu garganta?…¿Qué alto
tu canto muda en brasa, y fluye y dora,

alba perfecta en música inaudita,
y sostiene las ideas del rocío
y detiene la muerte a su albedrío?

Un ángel en tu voz alza su coro
y en las serenas márgenes habita,
en pura nieve derramado oro.

Canción del tenaz alborozo

Si, bien lo sé,
el tiempo de mi llanto es tan antiguo:
pero los ojos resisten como gemas el fuego
consumiendo la vasta llanura de la tristeza.
Islas de la esperanza se niegan al ardiente conjuro
sin embargo, a veces
ellas parecen aletear en mi sangre.
Sube desde las venas el alborozo de sus seguras selvas,
me inunda el verde de la palabra por nacer,
el tacto de las terrestres cosas
rinde entonces sus frutos de cielo sosegado,
y la orilla del olvido se me entrega
como un rostro distante que retornara dulcemente
a la sorda música de mis miradas.
Torbellino, vorágine,
tumulto de otoños y promesas
devorando los límites del alma.
Puedo en ese instante murmurar: Dios me entiende.
El amor abre sus cien puertas cada mañana
a los huracanes y a los testigos videntes;
el hombre es una ventana
que cada alba encuentra en el alféizar
su sonrisa y su gemido.
Entonces, humildemente ruego;
islas de la esperanza, sed sordas al sollozo
yo soy ahora la de enfrente,
la que pasea por aquella esquina
de pañuelos alegres.
Desde lejos me miran las viejas tinieblas,
mis labios, mis manos, presagios, palabras,
mis temores, las voraces mentiras…
Me miran desde lejos,
se insinúan, me llaman, y yo vuelvo la espalda.
(La de enfrente se pliega en su cifra remota.)
Islas de la esperanza… Las veletas sostienen
las ciudades del mundo,
y claros hombres encienden sus hogueras
en las fronteras de la noche
recuperando el territorio virginal de la canción.
El aire es un tatuaje de luces en mi frente
y el acordado rumor del arroyo y la yerba fina
humedece recónditas gargantas.
Elabora secreta lámpara tu llama para siempre,
apegada a mi pecho siento crecer la vida.

Contemplación

Desde el balcón donde anochezco miro,
devorado por oros y por llamas
de suaves rojos, al poniente esclavo
del exacto vivir, que le sentencia
en preludio de vuelos fatigados,
al eterno escapar en lumbre y lumbre,
abriendo la mansión de la lechuza
de socrático elixir poseída,
cortejado de pinos y responsos.
Hacia donde la noche alza su trono
de profecía y rosas extasiadas
en perenne rocío, sombra en la sombra
de sus soledades.
Tomando cuerpo y liberando el alma.

Estancia de lo eterno

Amor de ti mi alma desdoblada
jadeando tu presencia a hez de hombres,
angustia de tu rostro la ganaba
en rara geometría y rudos cobres.

Polvo cansado por mi sien pasaba
-fechas, palomas, universos, nombres-
y el terrestre cuidado iluminaba
clima a tu reino en soledades pobres.

Amor de ti era sollozo ardiente
mordiendo el fruto de mi triste tarde.
Ahora te sello: ¡Oh huésped diferente!

Tu lluvia me desciende olor temprano,
tierno misterio entre mis venas arde
y es ya tu sombra el único verano.

Hombre y tiempo

El tiempo te vigila, te sorprende, te encarcela, te anula.
Ardemos en su llama como un frágil pabilo intrascendente;
altivo crees vencerlo. Él siempre posee el as de oro;
el reya de la corona nada facilita la derrota.
¡Ay, precarios pueblos de la nieve!
Son la única riqueza de lo eterno, hombre,
eres el fantasma de ti mismo en el instante
y apenas puedes descifrar el preámbulo
donde nacen las aguas de tu existencia.
Estás a tiempo -oyes decir a las comadres.
¿A tiempo para qué, señoras lívidas?
Ni siquiera tiempo para morir por ti dispuesto.
«Él» es el tañedor de los variados
y el de los mágicos y sublimes salmos,
el señor de paroxismos, sorpresas deslumbrantes
o funestas y de tu voluntad,
el poderoso señor de la memoria,
y tú, una gota cayendo, espléndida sonrisa acaso
del inocente sin realeza, que vendió sus juegos de existir
y se refugia en las caídas hojas de su ala
donde lo apresan las redes de lo inerte.

Jazmín de la presencia

Qué dulcísimo asombro de nube o de gacela
encendiendo, apagando, persiguiendo, ondulando,
marea gris-azul, azul-gris, rosa-tibio
clava en el aire ausente el ángel de tu ruego
y destrenza la gracia y dona olas ilesas de asustado misterio
para remos y velas.

¿En qué soplada tierra de huracanes seráficos,
por qué nieves tatuadas en el azul errante,
la inocencia del hombre, su llama imperturbable,
obedientes prodigios, y bestias y relámpagos
transparentes respiran en tu seno abrigado?

Esa comarca del rocío
que algunas veces siento pesar sobre mis párpados.
Novia del coral de ultra-cielo,
Espuma de Dios sonriente,
paloma de mis venas poseída.
Tu frente de girasol en éxtasis
llueve la deslumbrante atmósfera de una playa amorosa
donde todos podemos recoger un consuelo
como tesoros, conchas o astros por la arena.

Tu frente, que avanza provincias
donde el caballo del viento rinde sus azares.
Tu hombro reposado de arpas
para que cada criatura le tome el color a su llanto
y te lo entregue.

Tu piel centelleando de amanecidos misterios.
Tu pecho acantilado del suspiro,
tu celada mejilla donde el ámbar
nutre su cambiante raza fina.
Tus ojos fluyen entre las voces,
resbalan por las plegarias, por los gemidos
como cabellera peinada tiernamente.
Y aquí yo; te pulso alabanzas, convoco:
vengan algas, sirenas, extasiados corales,
tierras de los náufragos entreguen sus tragedias
y la paz desgarrada en húmedos remolinos,
de vacíos crepúsculos.

Vengan risueños elfos y rostros de los dioses
y su haz de tormentas;
miremos a sus manos devolviéndole al oro
la cálida vivencia,
la minúscula rosa que aletea en su cuello
y esa paloma fiel vigilándole el paso.

¡Ay temeroso cristal de mi sosiego!
Avecillas del otoño indeciso
que muere en el confín de la tarde,
sombras de mi sangre y de mi rezo,
flautas vistiendo de dulzura el aire;
vengan a este alborozo.

Yo le miro la espuma, la impalpable azucena,
el talle columpiado de musicales universos
y un hemisferio puro me invade silencioso.

Madrigal de una antigua voz

A Ramón Gainza, amigo

Cuando tu voz se pierda en las veloces
veleidades del aire,
y forme torbellinos de crepúsculos o de quemantes oros,
si todavía escucho,
si todavía al alma le impresionan los sonidos,
recordaré tus tiernas servidumbres,
tus estériles soledades
y el destino de las palabras pronunciadas.
Como si mirara un relicario
donde viviera escondido tu retrato.

Meditación

En la cierta penumbra mi tiempo se diluye
las olas de la vida con su ir y venir
fingen tumultos de espuma;
criaturas opacas me destruyen
el espejo feliz de la esperanza.
Lo más triste encarcela los presagios del tiempo
que arde como un cirio al compás de la sangre.

Nocturno

En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua,
mientras que toda la vida
gira en esferas calladas.

En el sueño de la noche
el sueño toca sus arpas.

En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua:
nadie escucha, nadie entiende,
sólo la vida
como piedra muy lavada.

Poema

Te converso en el claustro de mi sangre,
tú respondes, eres el eco de mi propio ser,
el inaudito, el de las verdes costas infinitas,
el que no anota el tiempo de los otros.
Dibujas parabanes y leyendas,
te mueres por la paz de mis recintos
cuando la noche abre sus penumbras,
sus delicados reinos de fragancia
al destino tenaz de mis asombros.
Yo soy esa mujer que pasa incierta
entre nieblas, palomas y memorias.

Poema de vigilia

Escribo en la noche susurrante y ajena,
en esta calle mía agresiva y ruidosa
como plaza de Roma colmada de peregrinos espectaculares
y comerciantes pregoneros.
-El sueño es un ciervo que huye en lentos espirales-
Escribo en esta noche incitante y extraña;
a mi lado el color feliz de la quimera,
besa mis párpados,
araña las paredes,
penetra los poros,
se pierde en altos cielos…

Escribo en esta noche de inesperados laberintos:
en su penumbra,
como ascuas, espejos vigilándonos,
los rostros de los amados muertos,
los rostros de los vivos,
los innumerables rostros de la vida
y sus variados universos.
Escribo en esta noche lenta, envolvente como una profecía,
en la infinita vigilia de sus astros…
Mis palabras habitan la soledad.

Soneto

Estoy sobre tu sol y tu sonrisa.
Para mi dalia busco luz y canto
en la guitarra tierna de tu brisa
desatada en el pecho con quebranto.

Funda a mi cielo bajo tu divisa
de playa abierta y mariposa, en tanto,
fluye el rumor caliente que agoniza
en mi frente, sus alas en espanto.

Deja tu flor fluyente y veladora
en la ribera dulce que te implora
mi pez soñando por tu madrugada.

A mis palomas dale norte y flecha,
ata mis pulsos, grábame tu fecha,
y siémbrame en tu tierra desvelada.

Soneto diferente

Verano para qué, si ya las sienes
altiva sombra ciñe fatigada
y el alma su soñar entregó en bienes
por el gran pordiosero reclamada.

Verano para qué, si sólo vienes
con tu fragua de oros y alborada
al holocausto que en mi pecho tienes
de rosa y hombre, lumbres y algarada…

No quiero el manantial, sino huidiza
agua que corre ahondando sus caudales;
criatura de espejos y fanales,

su cielo en mi paloma se eterniza.
Crece en mis ojos, gasta mi ternura.
Mi vida su alimento le procura.

Mi poeta sugerido: Eunice Odio
Mi poema: SI ACASO FUERA UN NIÑO

MI POEMA...de medio pelo

 

Si acaso un niño fuera
-recuerdo hasta hace poco yo era un niño-
le haría una bandera
al ser barbilampiño
que juega y al futuro le hace un guiño.

Sería la inocencia
de un crío al que le faltan dos hervores,
le sobra la decencia,
que sueña con colores
y adora la fragancia de las flores.

Un peque sin malicia
que dice lo que siente y lo que sabe,
sin ira ni codicia,
jugando con la llave
de un sueño del que espera nunca acabe.

Si un día yo volviera
-recuerdo era feliz sin tener nada-
Pondría esa quimera
debajo de mi almohada
y allí siempre estaría bien guardada.

Y es que hoy cuando me miro
descubro con nostalgia y con tristeza
la vida fue un suspiro,
y agacho la cabeza
al ver a ese chaval que ahora bosteza.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Eunice Odio

Poema séptimo (Germinación)

Introducción

I
Oh don,
oh don de sí, tu pelo,
albo discurso,
designio azul,
futuro de jacinto.

Yo podría cantar una canción
para que me sospechen de humo, en aire,
y de animal tallado entre la espuma,
en larga, leve, carcajada de arpa

Yo podría traer al corazón recuerdos
como uñas cayéndose del alma.

Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,

Pero está al pie del surco tu desnudo
en traje de profundidad;

Piensa en tu edad el mar y palidecen
delfines ciegos cielo arriba, en rama,
pesando más el cielo menos aire
mar con sólo las olas y sin agua.

Y tú a la orilla del paisaje tiemblas
ah, intramarino pescador de espumas
cuya cadera crece entre corales,

Crepúsculo manchado de violines,
compañero fugaz de mi costado.

II
Alguien pasa rozándome las venas
y se abre el surco entre la flor y el labio.

Es que llega la noche
en columna de amor y ruiseñores;
su casco azul, lacustre, enjuga el alba,
baja la niebla por su piel y huyen
roces de pluma herida y madrugada.

Y antes de ser,
para futuro arribo de planeta
tiniebla inaugural,
cristal esquivo,
quietud de sumergidos resplandores,
la noche es de aire y tallo oscurecido.

Poema octavo (Mi Amado)

I
Pregunté a las mujeres del campo
por el Hombre;

Pregunté a la mujer
cuya insepulta frente deteníase
al cabo de su niño infecundo
y sollozaba.

-Mujer
has visto tú a mi Amado,

Has visto al huésped mío,
al camarada hermoso?

Su carne que el verano
golpea de amapolas,

Su nariz de poniente,

Y el pecho de oro náufrago
como los litorales.

¿Lo conoces?

Puede pasar de pronto
con la piel soñolienta
y alegres las axilas retumbantes
y frescas.

Oh,
el camarada hermoso
con los talones ágiles
y pálido el peinado candoroso,

Saturada de clima nocturno
su garganta,

Y la mano en que estalla la angustia
como el mar.

¿Lo reconoces
reposando al borde de mis inmediaciones
como torrente de islas y pájaros cautivos?

II
Yo lo busco.

Él es mi Camarada;

Junto a su mano dejan
su olor las golondrinas

Y una ola de mineral oculto
lo recorre.

Queréis hallarlo conmigo

¡Oh, mujeres de vientre madurado
en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
y se hace honda en la frente
la señal de parir
y sollozar!
¡Oh, doncellas alegres
en cuya boca estalla el primer ruiseñor
y el agua masculina
es recogida en cauce estremecido!

¡Oh, niños de marfil y nácar fugitivo
por cuyo salto de jazmín
resbalan las mañanas escolares!

Busco a mi Camarada
y por su origen inocente
avanzo
sin saberlo;
y me detengo.
Buscadlo cuando el trueno,
cuando las manos de Dios vienen rodando
como suaves árboles enfurecidos,

Por entre los sepulcros invasores,

Entre semanas llenas de ovejas
y enramadas.

Queréis buscarlo conmigo,
y exaltarlo,
A Él, al Hombre,

Al que camina en parte
con mi alma,

Al del muslo entornado
cuya daga sumergida en la noche
ya no tiembla en el aire,
ni secará en su diestra
cortada a pico
y sola con el miedo.

Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su oído
y es señor de arboledas y ciudades.

Al Hombre, al Camarada.

Bendito sea su vientre
que comparto en el seno de mi madre

Queréis buscarlo
y exaltarlo conmigo,

Al Amado del día transitorio
cuya angustia se detiene
en mis pechos como el mar.

Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos
como semilla de éxtasis,

Que le lleve mi cuerpo
reclinado entre palomas,

Y que llene su boca
de sol y mediodía

Oh niños,

Oh doncellas alegres,

Oh mujeres de vientre madurado,

Glorificadlo
y exaltadlo conmigo.

Hasta que nuestras bocas sagradas
se detengan

Así sea.

Preludios

Óyeme esta canción que en mí te nombra
carne para la fruta necesaria.

Cuando la soledad
bajo tu nombre oída y apretada,

Cuando yo era como niño enterrado
a quien llaman por su nombre pasado,
y responde, y no se oye en sí mismo;

Y mi mano en el fondo,
confundida,
tenía ya atisbo, llave, forma mía,

Y se sentía más arriba del pecho y del abrazo
como corona alegre y consumada.

Tú me llamabas a tu nombre,
y vine,
con clara identidad de nacimientos,
con la veraz acostumbrada gracia
con que sueñan su honor las catedrales.

Tú eres ya de día junto a la noche.
Ya soy contigo el día,
y en virtud de la ausencia en que me evoco
miro cómo mi forma me comparte,
cómo respiro en pelo y a mansalva,
por dentro de mi voz y no a lo largo.

Recepción a un amigo

Lo sigo,
lo precedo en la voz
porque tengo,
como el humo en despoblado,
vocación de acuarela.

Cuénteme
cómo son ahí las cosas de consumo:

libros,
rosas,
tintineos de golondrina.

Aparte de todo eso
le pregunto

por los mangos geológicos
bordeándolo de pulpa,

y por un río nuevo,
sin mirarlo,

con pueblos de sonido
y longitud de Arcángel.

Dígame algo también sobre el pequeño litoral
donde recientemente el día,
como un celeste animal bifronte,
acampó en dos acuarios
y se llenó de peces.

O si lo recibieron unánimes los árboles
como cuando eligieron a la primera alondra del año
y el día de florecer.

Resúmame ahora que tiemblo
benignamente
detrás de una golondrina,

ahora que me proponen públicamente
para desnudo de mariposa

y estoy como las rosas
desordenando el aire.

Satchmo Liroforo

¿Te acuerdas, Louis Armstrong,
del día en que viajamos por un corredor de sonidos
que amábamos hasta la muerte?
¿Recuerdas la onomatopeya que no salió al paso
y que nos dio un trono de un solo golpe?
Parece mentira, Louis, amor mío,
que hayamos compartido tantas cosas,
tantas ramas
y tan gran número de espumas.
Parece imposible, Louis,
que entre nosotros se deshagan
las formas del azul que nos acompañaban;
que tú, dardo, arma del ángel vivo,
te lances a donde nadie podrá reconocerte sino por tu alegría,
por tu voz de durazno,
por tu manera de prolongarte en la luz
y crecer en el aire.
No creo que haya desaparecido del mundo
la manada de resplandores que nos seguía.
Más bien creo que se ocultan en el tiempo
y que no será consumidos.

Tú, continuación del fuego,
pedestal de la nube,
desinencia de mariposa,
andas hoy al garete entre harinas
y entre otras materias incorruptibles que te guardan
como guardan a todos los justos,
a todos los hermosos
cuya hermosura viene de lejos y no se va nunca,
y se incendia cada día
igual que la altura.

Satchmo, querido hasta la música,
soñado hasta el arpegio,
las arpas de David y sus graves de cobre
te están tocando el alma
y los clavicémbalos el cabello sin fin.

Ricardo Wagner está de pie, aguardándote en una azotea tetralógica,
lleno de flores que andan y crecen continuamente.
Ricardo Wagner está en sí mismo
viendo que llegas al dominio de los cristales,
armado de la trompeta bastarda y de la baja
tocando un son del viento,
sonando como un trueno
recién nacido, y húmedo y perfecto.

Y yo, sombra sonora del futuro
también estoy allí,
soñada por dos cuerpos transparentes
que se besan y funden y confunden
en la gran azotea tetralógica
donde todo es tan claro como Dios
y el amor
y los árboles.

Si pudiera abrir mi gruesa flor…

Yo no me dejar humillar por las cosas irracionales:
penetrar lo que haya en ellas de sarcasmo hacia mí
haré que las ciudades y civilizaciones se me rindan.
W. Whitman

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre
no quiero acordarme…
Cervantes

Eunice andaba en el sueño
con zapatos de vigilia,
¡ay, Eunice, por tus pies
te van a negar el día!
Eunice Odio

Si pudiera abrir mi gruesa flor
para ver su geografía íntima,

su dulce orografía de gruesa flor:
si pudiera saltar desde los ojos

para verme, abierta al sol,
si no me golpeara de pronto, en la mejilla,

esta reunida sombra,
esta orilla de silencio

que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
un aposento blanco, descubierto.

Si pudiera quedarme abierta al sol
como el sencillo mar

y alta, recién nacida hija del agua,
creciera mi color al pie del agua.

Por qué no he de poder desnudarme los pies
en una casa en que los alfabetos ascienden

por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
sirven té verde y florecida sombra.

Por qué no he de poder
desnudarme los pies en una casa

en que todos los días
un año desviste su estatura melancólica,

y en que la costa azul de un relicario
guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.

Sin embargo

no puedo desnudarme los pies en esta casa
ni poner sobre la mesa el corazón.

Pero puedo abrirme como una flor
y saltar desde los ojos para verme,

abierta al sol.
Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946

Yo quisiera ser niña…

Yo quisiera ser niña
para acoplar las nubes a distancia
(Claudicadoras altas de la forma),

Para ir a la alegría por lo pequeño
y preguntar,
como quien no lo sabe
el color de las hojas
¿Cómo era?

Para ignorar lo verde,
el verde mar,

La respuesta salobre del ocaso en retirada,
el tímido gotear de los luceros
en el muro vecino,

Ser niña
que cayera de pronto
dentro de un tren con ángeles,
que llegaban así, de vacaciones
a correr un poquito por las uvas,
o por nocturnos
fugados de otras noches
de geometrías más altas.

Pero ya, ¿que he de ser?
Si me han nacido estos ojos tan grandes,
y esos rubios quereres de soslayo.

Cómo voy a ser ya
esa que quiero yo
niña de verdes,
niña vencida de contemplaciones,
cayendo de sí misma sonrosada,
… si me dolió muchísimo decir
para alcanzar de nuevo la palabra
que se iba,
escapada saeta de mi carne,

y me ha dolido mucho amar a trechos
impenitente y sola,
y hablar de cosas inacabadas,
tinas cosas de niños,
de candor disimulado,
o de simples abejas,
enyugadas a rosarios tristes.

O estar llena de esos repentes
que me cambian el mundo a gran distancia,

Cómo voy a ser ya,
niña en tumulto,
Forma mudable y pura,
o simplemente, niña a la ligera,
divergente en colores
y apta para el adiós
a toda hora.