A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

AMOR PLATÓNICO [Mi poema]
César Dávila Andrade [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Hay un balcón en la casa de enfrente
donde aparece en las noches sin luna
una figura de niña moruna
que en un instante se muestra ya ausente.

Siempre puntual cuando ya es medianoche
llega desviste y de nuevo se viste,
yo estoy atento con cámara en ristre
y ella se esfuma montada en un coche.

Sólo consigo grabar su figura
pues que su cara yo nunca la he visto
mas me imagino belleza es impura
y aunque pudiera, prefiero y no insisto.

Pues ya conozco su imagen esbelta
lo que me gusta lo pongo en su cara,
ella sonríe y se da media vuelta
y el corazón siento cómo dispara.

Mas hoy la niña a su cita ha faltado,
toda la noche he pasado en desvelo,
pido que vuelva otra vez a mi cielo
que de esa niña yo me he enamorado.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  César Dávila Andrade

LA CASA ABANDONADA

(Entré al atardecer, con sol perdido)

El patio lloraba una estatua vacía.
Profundos caballos de polvo viajaban
hacia los lugares más vagos del moho.

Un hoyo remoto pasaba a la nada.

El vacío entraba con sus muchedumbres
y con sus inmensas campanas ya mudas.

Oí un paso dado en otra centuria
y vi en una cisterna el muñón de mi alma.

Un viento blanquísimo dormía doblado
en un seco lienzo de aves olvidadas.

Un reloj yacía en ácidos profundos
y el peso de un pájaro recorría el muro.

Una niña muerta soñaba en un cuento
dicho desde una alta ventana de niebla.

Hacia atrás viajaba un abecedario,
los días antiguos eran los primeros
por una pequeña compuerta de naipes…

(En un muro blanco, hallé esta leyenda:
«El 7 de marzo murió María Eugenia»).

Arriba en la tarde flotaban obispos
con lámparas llenas de azufre y de trigo.
Arriba en la tarde.

Y no era yo mismo el que había vuelto.
Era un extranjero al que a veces lloro

y en el que ya he muerto

TAREA POÉTICA

Dura como la vida la tarea poética,
y la vida desesperadamente
inclinada, para poder oír
en el gran cántaro vegetativo
una partícula de mármol, por lo menos,
cantando sola como si brillara
y pinchándose en el cielo más oscuro.

Atravesábamos calles repletas de sal
hasta los aleros, y la barba
se nos caía como si solo hubiera estado
escrita a lápiz.
Pero la Poesía, como una bellota aún cálida,
respiraba dentro de la caja de un arpa.

Sin embargo, en ciertos días de miseria,
un arco de violín era capaz de matar una cabra
sobre el reborde mismo de un planeta o una torre.
Todo era cruel,
y la Poesía, el dolor más antiguo,
el que buscaba dioses en las piedras.
Otro fue
aquel terrible sol vasomotor
por entre las costillas de San Sebastián
Nadie podrá mirarte como entonces
sin recibir
un flechazo en los ojos.

INFANCIA MUERTA

Aquellas alas, dentro de aquellos días.
Aquel futuro en que cumplí el Estío.
Aquel pretérito en que seré un niño.

Desierto, tú quemaste la quilla de mi cuna
y detuviste a mi Ángel en su Agraz.

La madre era ascendida al plenilunio encinta,
y en un suceso cóncavo
trasladaba sus hijos a sus nombres
y los dejaba solos,
atados a los postes de los campos.

Arrimada a su paño de llorar,
venía la Nodriza,
tan humilde
que no tenía derredor ni Dios.
Yo le besé en la piel los labios más profundos
de su cuerpo,
y desperté en el fondo de su vientre
al Niño sucesivo que no muere.

ENCUENTROS

Nuestros encuentros no tienen mundo.
Se hacen
de pensamiento a pensamiento
en el éter
o en la vivacidad de los sepulcros,
a mil insectos por centímetro.

Nuestros encuentros se sirven
de microorganismos
y partículas de cobre.

Podemos esperar mil años, y aún más.
Nuestros encuentros se realizan en el Iodo
o entre el rumor de herraduras y lienzos
que precede
a las grandes migraciones:

Nuestros encuentros se hacen
en el ser instantáneo
que pasta y muere,
-como pastor y bestia-
entre surcos y siglos paralelos.

Nuestros encuentros no tienen
número ni punto.

ESPACIO ME HAS VENCIDO

Espacio, me has vencido. Ya sufro tu distancia.
Tu cercanía pesa sobre mi corazón.
Me abres el vago cofre de los astros perdidos
y hallo en ellos el nombre de todo lo que amé.
Espacio, me has vencido. Tus torrentes oscuros
brillan al ser abiertos por la profundidad,
y mientras se desfloran tus capas ilusorias
conozco que estás hecho de futuro sin fin.
Amo tu infinita soledad simultánea,
tu presencia invisible que huye su propio límite,
tu memoria en esferas de gaseosa constancia,
tu vacío colmado por la ausencia de Dios.

Ahora voy hacia ti, sin mi cadáver.
Llevo mi origen de profunda altura
bajo el que, extraño, padeció mi cuerpo.
Dejo en el fondo de los bellos días
mis sienes con sus rosas de delirio,
mi lengua de escorpiones sumergidos,
mis ojos hechos para ver la nada.
Dejo la puerta en que vivió mi ausencia,
mi voz perdida en un abril de estrellas
y una hoja de amor, sobre mi mesa.

Espacio, me has vencido. Muero en tu eterna vida.
En ti mato mi alma para vivir en todos.
Olvidaré la prisa en tu veloz firmeza
y el olvido, en tu abismo que unifica las cosas.

Adiós claras estatuas de blancos ojos tristes.
Navíos en que el cielo, su alto azul infinito
volcaba dulcemente como sobre azucenas.
Adiós canción antigua en la aldea de junio,
tardes en las que todos, con los ojos cerrados
viajaban silenciosos hacia un país de incienso.
Adiós, Luis Van Beethoven, pecho despedazado
por las anclas del fuego de la música eterna.
Muchachas, las mi amigas. Muchachas extranjeras.
Dulces niñas de Francia. Tiernas mujeres de ámbar.
Os dejo. La distancia me entreabre sus cristales.
Desde el fondo de mi alma me llama una carreta
que baja hasta la sombra de mi memoria en calma.
Allí quedará ella con sus frutos extraños
para que un niño ciego pueda encontrar mis pasos…

Espacio, me has vencido. Muero en tu inmensa vida.
En ti muere mi canto, para que en todos cante.
Espacio, me has vencido…

EN QUÉ LUGAR

Quiero que me digas; de cualquier
modo debes decirme,
indicarme. Seguiré tu dedo, o
la piedra que lances
haciendo llamear, en ángulo, tu codo.

Allá, detrás de los hornos de quemar cal,
o más allá aún,
tras las zanjas en donde
se acumulan las coronas alquímicas de Urano
y el aire chilla, como jengibre,
debe de estar Aquello.

Tienes que indicarme el lugar
antes de que este día se coagule.

Aquello debe tener el eco
envuelto en sí mismo,
como una piedra dentro de un durazno.

Tienes que indicarme, tú,
que reposas más allá de la Fe
y de la Matemática.

¿Podré seguirlo en el ruido que pasa
y se detiene
súbitamente
en la oreja de papel?

¿Está, acaso, en ese sitio de tinieblas,
bajo las camas,
en donde se reúnen
todos los zapatos de este mundo?

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YO NO ME AFERRO [Mi poema]
Mahfúd Massis [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Pues yo a las tradiciones no me aferro,
e incluso ni a ese sitio en que nací,
pues fruto del azar yo vine allí,
pudiendo en vez de humano nacer perro
o acaso un jabalí.

Que nadie elige el sitio en que se nace
y todo es un producto del azar,
-el burro dicen ser de donde pace-,
no debe presumir de lo que otro hace
subiéndose a su altar.

Se sabe que hace un tiempo nací yo
y hay otro que está a punto de nacer,
no es propio que se deba agradecer
a aquel, el que al nacer no consultó,
diciendo hasta más ver.

Que gracias solo debes de ofrecer
a aquel que te consuela en tus desgracias,
y nunca al que se apoya en las falacias
que dice lo que mucho ha de querer
e insiste dés las gracias.

Hacer y deshacer nunca contemplo,
no es propio de quien dice que es cristiano
hacer y deshacer no es buen ejemplo,
así que lo proclame el cura en templo
fingiendo dar la mano.
©donaciano bueno

Huir del botafumeiro? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Mahfúd Massis

PENÚLTIMO CARTEL

¡Soy el Miserable que se ahogó en la poesía!
Pude ser capitán, degollador de escualos,
pero sólo fui cabeza de perro
en la necrópolis de la Gran Ciudad.

Observo mi hígado derretido
mis
poemas
en las letrinas,
en cuyo pórtico me espera una mula negra.

Las putas
y los alguaciles de rígida cabeza
me preguntan quién soy.
En las espaldas
cargo un huevo infinito, una
pierna quebrada,
un piano que gime en la inalcanzable profundidad.

Lloro, entonces,
por la tarea perdida,
por la sangre coagulada lentamente,
por este poema que escribo sin rencor, sin tener otra cosa que hacer,
en circunstancias –como dicen los periodistas–
que sólo quisiera tenderme junto al mar,
esperar que suba la marea
y estirar
los dedos
como un tornillo
sin fin.

Testamentos sobre la piedra, 1971.

EPITAFIO AL CONDE DE LAUTRÉAMONT

PASAJERO:
golpea esta cabeza,
este pecho en que se secó el tabaco.
Tuerce mi brazo
que azotó el fosforescente rostro divino.
Exalté la gangrena, al sapo nocturno,
al escudo de anchoas pectorales sobre las rocas

Fui al conde tieso,
oscuro, original como una momia.
Evanescente y cándido, busqué una boca
vieja, un corazón de pescado, cierto paraguas
negro en la noche.
………………………..Todavía
escucho
…………..el tranco quebrado
del demonio:
ISIDORE, ISIDORE, ¿POR QUÉ ME HABEÍS DESAMPARADO?

OTRO TRAJE

ESTE traje de perro que llevo,
traje de malhechor
muerto hace siglos en esta tierrra,
y en que los huvos del tiempo dejan su madra trompa,
quiere erguirse como soldado, ir a la sierra
donde mataron al Comandante.

Pero
!qué piernas cansadas! ! Si llevo
tres mil años metido en esta pirámide, podrido, glacial,
y América, qué América, exigiendo, siempre exigiendo
machos terribles, y no
un animal cansado como yo, angélico, lúbrico, ensimismado,
haciendo versos huevones que nadie lee,
que ni yo mismo leo,
por que aprendí a escribir sin haber leído el libro del mundo.

Madre,
vuélveme
a parir
de nuevo,

Tírame al barro,
quiero ser un soldado saliendo de una casa vacía,
lejos de los poetas,
o de las putas con alas de mariposa,
o
por último
déjame en Bolivia, aunque me corten los dedos
con los que intento escribir
esta canción
de loco
derrotado.

PERRONUESTRO

PERRONUESTRO que estás en los cielos,
petrificado sea tu nombre,
caiga sobre nos el tu reino,
hágase tu voluntad sobre la tierra, debajo del cielo.
El pan negro de cada día arrójanoslo hoy
y perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros asesinamos a nuestros deudores;
húndenos en la tentación, más libranos del animal.
Amén.

INSURRECCION

El Hombre
!qué solo!
y Dios no tiene cojones. !Dios
ya no rompe nada!
Tiene
una papa en la boca: está mudo. Y te puedes
moriri llorando. !Pero
estás solo!
Si no te rascas
con la propia
mano
entumecida,
si no hechas el corazón y dices: «Carajo,
soy un hombre», y entregas
a tu hermano un fémur,
un fusil,
un cuchillo para asaltar juntos el cuartel mas cercano;
si te dejas
llevar de la jeta por los bulevares
como un ángel con los huevos cortados,
no pretendas
ser distinto
a este mono caliente
colgado de su jaula en el invierno de la vida,
y que observa
con el cráneo aplastado,
cómo desciende la lluvia, cómo
cae el maní sobre su rostro de pordiosero,
esperando
que nazca
de él un día
el HOMBRE que tú
miserablemente traicionas.

CARTA A LUKÓ DESDE EL ASERRADERO

AMOR mío, mientras duermes sola, solitaria en puerto Aysén,
fumo este oscuro tabaco a tu memoria,
mordiendo mi pipa, como si fuera el dedo de Dios,
aterido, colgado del charqui de la lengua.

El mundo tiene una joroba lejos de ti,
y todo me miran
como locos estorninos,
como el endemoniado en medio de la tormenta.

Lejos de tí !qué cielo de ratones!
!Que año sin enero, qué ángel sin leña en la edad fría!
Y si pregunto a los transeúntes por tus ojos claros,
escucho solo el trueno de la soledad, el toro negro.

Soy entonces un estropajo que mira la luna,
un ave
que desciende sobre tu rostro
o simplemente
un cuervo arrugado, como este firmamento con cara de viejo,
detenido en el ocaso como una flor podrida
y que mueve su paleta en el garbanzo quemado.
De «testamentos sobre la piedra» del año 1971.

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LA ESPUMA DE TU ORILLA. [Mi poema]
Virginia Marín [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

De tus ojos de estatua y el acento
de tu aroma sutil a musgo y gloria,
me estoy enamorando y, como noria,
me mueve la frescura de tu viento.

No oculto mi deseo, ni lo intento,
y busco una señal premonitoria
de una estrella fugaz, pero amatoria,
que de azul tiña nuestro firmamento.

Al titilar tus besos en los míos
e intercambiar poemas sin vocablo,
me arropo con la espuma de tu orilla.

Estás en mi silencio y mis vacíos;
eres aire soplado por el diablo
que de noche me pone en la mejilla.
©donaciano bueno

Más del mismo autor de similar pelaje:

Amigo John

Aprecio en lo que vale lo que dices
mas no quieras sacar de este sarmiento
un, para tus recetas, condimento
con el que cocinar tus codornices.

Que tú me hablas de cosas de matices
y yo nunca podré aplicarme al cuento,
y sabes como yo lo que lo siento
y aún más cuando eres tú quien lo bendices.

Mas sepas que yo escucho tus consejos
que soy como un gorgojo en la legumbre,
la pavesa que escapa de una lumbre,
una pava que asiste a los cortejos.
***
Yo imaginármelo, puedo imaginarlo
mas te juro que no sé de lo que escribo
que hace tiempo que el árbol está en derribo
y aunque el fuego nunca pude yo apagarlo
si me obligar a jurar, puedo jurarlo,
te prometo pues sé que tú eres mi amigo
que primero yo tendré que fantasearlo
dónde debo introducir yo ese testigo.
Después prometo que he de ir y confesarlo.
***
Quién soy?
Pues ya que me retáis acepto el reto
y acepto y me someto a la porfía
mas nunca he de aceptar ningún decreto,
que a mí me gusta más la fantasía
y a estrictas disciplinas no someto.
Cual halo me comporto en la energía,
matriz de la unidad del ectoplasma,
os digo la verdad, soy un fantasma.
©donaciano bueno
***
Por qué hay tanta gente que
le jode el que hace dinero
y se coloca el primero
criticando aunque no ve.
De primera mano sé
-no defiendo a Mercadona-
que el tal Roig que se menciona
-lo se de primera mano-
trabaja como un enano
y hay gente que no perdona.
***
Un hijo nada es comparado con un nieto,
comprendo han de dudar y a críticas someto
esta opinión. Que aunque va contracorriente
sólo el que nieto tiene verá lo diferente
Para un padre, también abuelo, no ha lugar
pues que al hijo al tener que duro trabajar
ni pudo disfrutar y el nieto está presente
con sus risas y con sus mimos en su hogar
desde que nace el día, el sol es de poniente.
©donaciano bueno
***
Si tú cumplieras setenta
¿qué dirías, qué dirías?
pues llegarán esos días
antes que tú te des cuenta.
Y si no llegan, peor
para tí, querido Julio.
Ya no serás contertulio
y aun menos serás mentor
de aprendices de poetas
¡al diablo ya con tus tretas!
Tú llegarás, ten presente,
como yo a los ciento veinte,
treinta y cinco, esta es mi cuenta,
y a ti te quedan sesenta
¡vete a quejar a otra gente!.
***
El éxito es relativo
pues depende de los gustos.
Nadie se lleve disgustos
porque crea que, lesivo,
no fue muy bien comprendido
su esfuerzo y él esperara
que alguien su poema besara,
que lid es que el diablo ha urdido.
***
Ortografía
Quien escribe «haber» sin hache
o uso no hace del acento,
por más que eche sentimiento
ese texto tiene un bache,
que al mismo le hace un escrache
sin pedir consentimiento,
es como engañar al viento,
haciéndole un cambalache.
©donaciano bueno
***
Lo mejor es ser primero
mas segundo es un honor
siendo el primero un doctor
al que admiro y al que quiero.
***
El hecho de quedar hoy en la cola
no ha de repercutir en mi moral,
pues sepan harto estoy me hagan la ola,
que si hay a quien no le gusto me da igual
pues ya aprendí a capear el temporal
y no pienso agarrarme a una farola.
Fuera ya los brabucones
que naide a mi me ganó
y en cuanto me meta yo
han de huir por los balcones.
Que en los lances soy el rey,
que nunca nadie ha retado,
ni siquiera algún chiflado
como ese Roque ¿es un buey?
Si es así ya se ha dejado
los cuernos o los cojones.
Perdón si he puesto cojón,
de testículo, acepción.
***
(Para sustituir al anterior. )
Para el Lance LA PAVANA

Quiero bailar
Bailar, quiero bailar, hoy, siempre contigo,
soñar, quiero soñar, yo, que estoy soñando,
sentir que eres mi amor, tú, que eres mi amigo,
que a nadie nunca amé y aquí estoy amando..
Y amarrarme a tu corpiño
y a tu pecho, con cariño
tal cual si yo aún fuera un niño.
***
Al escribir estos versos estoy pensando en los que matan en nombre de dios, los que lo hacen por placer, en los sensibles insensibles, en los que se apiadan ante el sufrimiento de un animal y hacen la vista gorda al ser humano, en los fariseos, en los presos de sus obsesiones, en los que se creen predestinados, superiores, en los prepotentes, en los que odian, que desprecian, que van dejando cadáveres por el camino, sátrapas, malajes, pendencieros, de lágrima floja pero de corazón duro, egoístas de salón, y en definitiva, a los que vienen a este mundo a joder a los demás. (Incluyo aquí a políticos de medio pelo, a falsos predicadores que lo hacen a beneficio de inventario)
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Virginia Marín

Queda

El aroma de la hierba recién cortada
la flor del almendro en el mes de febrero
un zumbido de insectos en mi tímpano
el néctar cayendo por mis piernas
tu lengua para recogerlo
nuestros cuerpos como refugio
dos huérfanos en esta deriva de mundo
aferrándose a la piel del otro
el amor puede limpiar los charcos de sangre
reconstruir los hogares en ruinas
enhebrar de nuevo los hilos de la memoria

nos queda el amor
no renunciemos
(Inédito)

Genocidio

g e – n o – c i – d i o
es un término que sobrevuela nuestra lengua
una bala que perfora la conciencia anestesiada
de occidente
qué hacer con el polvo que sepulta niños
con los misiles que hacen temblar la noche

g e – n o – c i – d i o
es la sangre expoliando el cuerpo
las fosas, los huesos apilándose
los cimientos arrancados de su tierra

g e – n o – c i – d i o
es el agujero negro que engulle a un pueblo
mientras el mundo gravita impasible alrededor de la masacre
directo a colisionar, a fundirse, con la maldad del verdugo
(Inédito)

La Historia será una senda de polvo

no quedará nadie para contar este eterno retorno
del Odio
cuando los dientes se pulvericen en cristal
y las lenguas se hayan perforado con el ácido del silencio
¿quedará tal vez la tinta de los libros, las pintadas en los muros?

se olvidarán las canciones protesta
la revolución será un animal disecado de museo
una nueva geografía se alzará sobre las tumbas

II

nadie gritó a tiempo y entonces llegó el Apocalipsis para caer
como un telón de vísceras negras sobre la materia putrefacta
de nuestras conciencias.
(Inédito)

Apocalipsis

creo que se va a acabar el mundo
veo la soga negra de incertidumbre
y solo quiero arder
estamos en la antesala de lo fatal
se escapan nuestras miradas
llenas de futuro

el mundo se hincha de sangre
como una garrapata inmensa
de catástrofes

nosotros somos los parásitos

. y los parasitados

(qué especie más absurda)

hoy se ha declarado una guerra
(otra más)
hay hambre, sed, sangre, dolor
en cada frontera
quiebras económicas y pobreza
hay colapso ecológico
veneno en los ríos
en el aire
y en nuestras arterias
y aún así algunos
seguimos con vida
y aún así el mundo
tiene belleza
y aún sobreviven
océanos y bosques y desiertos

bajo mis pies los muertos
callan acostados en sus osarios
bajo mis pies las raíces de los árboles
y los micelios tienen su propio
idioma
(y nosotros nos creemos importantes)

cualquier día de estos
llegará el apocalipsis

ojalá sea en el preciso
instante en que un orgasmo
nos atraviesa

creo que se va a acabar el mundo
ahora que por fin amo a alguien
y soy amada..
(Apocalipsis y otros fantasmas (2023)

La hoguera: un manifiesto

aquí estamos
de nuevo
frente a la
gran casa
de huesos
llamando
a sus puertas
somos las desterradas
que volvemos
a reclamar
lo que era nuestro

el fuego no ha de ser más
verdugo
el fuego es nuestro
nos habita
ilumina las paredes
de nuestros úteros
como una hoguera
en la oscuridad

el agua no ha de ser más
nuestra condena
hubo tantas de nosotras
quemadas como ahogadas
el agua es fuente de vida
el mar salvaje que nunca
nadie domesticó
y que escapa
incontenible
entre nuestros labios

cuerpo de tierra
de raíces de sustrato
de musgo de hongos
cuerpo que guarda
memorias como las piedras

voz de aire de huracán
de anhelos suspiros
palabras ideas
veloces relámpagos
grito y llanto
sueños

hemos venido a reclamar
lo que siempre fue nuestro
Apocalipsis y otros fantasmas (2023)

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Jsoe Betanzos [Mi poema]
Mis amigos [Poeta sugerido]New

MAR ADENTRO.

Décimas Francesas

La soledad me asiste en mi faena
de pescador, la cesta de lombrices
relatará mi pérfida condena
sobre el añil de insípidos matices.
Cuando el vaivén de la marea acosa,
llega mi paz absurda e impetuosa.
Solo en el Mar mi vértigo descansa
del leviatán que sentenció mi juicio,
bajo este sol que, de alumbrar, se cansa
en el zenit que ensordeció al bullicio.

La voz del pez que tira del anzuelo
pide, en su ardid, que luche por mi vida,
pues si el temor paralizó mi vuelo
no es el Anís la cura de mi herida.
¿Será que Dios me cree prescindible?,
¡Soy capitán de un ánfora invisible!
Un tiburón, sin enseñar sus dientes,
a mi mujer le revolvió la alcoba,
encandiló el albor de estrella nova
y se llevó mi amor y mis simientes.

En el furor de la espumante ola
puedo vivir al margen de mis penas
y pernoctar, sin lumbre ni farola,
solo a la luz de sobrias lunas llenas.
¡Busco en el gris del altoestrato un lirio
para mi fe que destruyó el martirio!
Con su graznar me llama la gavina
y mi ilusión se queda con mi lancha,
la vida cruel emprende su revancha
cuando mi pie a la arena se avecina.

Lágrimas de ixoras

Soneto asonante

¿Qué sienten esas lágrimas de ixoras
podadas del jardín de los recuerdos
perdido entre las cuencas de los huesos
de donde se secaron las alondras?

Burbujas azulinas y una boca
tatuadas en el fétido esqueleto
reclaman al sonido del silencio
el beso reprimido en una alcoba.

La barba de gusanos se revela
y cubre el ataúd de blanco humo,
frisando la pared con tinta gélida.

Ixoras sin alondras del futuro
sabrán que entre las lágrimas bermejas
brilló la arcana luna en plenilunio.

Pan de Yurumas

Solo espuma en la arena indisoluble,
sal de llanto, en la roca inaccesible.
¿Quién le ruega a la mar que no se nuble
con el cirro sombrío impredecible?

Bajo el sol, un crustáceo voluble
titubea en la arena irresistible,
lo despide en la cresta el viejo muble
con un grito doliente e inaudible.

¡Ese mar es mi vida!, sus espumas,
los recuerdos del niño que atrapaba
chipichipis de un surco deleznable.

Hoy soy pan olvidado de yurumas,
el cangrejo atrapado en una jaba,
el bufón que una vez fue el condestable.

»MARIO BENEDETTI [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Benedetti fue un escritor y poeta uruguayo integrante de la Generación del ’45. Es autor de libros como La Tregua y Gracias por el fuego, entre otros. Corazón coraza, Currículum, Defensa de la alegría, El Sur también existe, Hagamos un trato, Los formales y el frío, No te salves, Táctica y estrategia y Viceversa son algunos de sus poemas más famosos. Su lenguaje sencillo, para que sus obras puedan ser accesibles a todo el mundo, además de combinar con su propia personalidad, tiene defensores y detractores.

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LOS POEMAS
 
TODAVÍA

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría

palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo

tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto

nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa

sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía

pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro

y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido

y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

 

A TIENTAS

Se retrocede con seguridad
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas / lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas/ vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba.

AMOR DE TARDE

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme «¿Qué tal?» y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.

ASUNCIÓN DE TÍ

1
Quién hubiera creído que se hallaba
sola en el aire, oculta,
tu mirada.
Quién hubiera creído esa terrible
ocasión de nacer puesta al alcance
de mi suerte y mis ojos,
y que tú y yo iríamos, despojados
de todo bien, de todo mal, de todo,
a aherrojarnos en el mismo silencio,
a inclinarnos sobre la misma fuente
para vernos y vernos
mutuamente espiados en el fondo,
temblando desde el agua,
descubriendo, pretendiendo alcanzar
quién eras tú detrás de esa cortina,
quién era yo detrás de mí.
Y todavía no hemos visto nada.
Espero que alguien venga, inexorable,
siempre temo y espero,
y acabe por nombrarnos en un signo,
por situarnos en alguna estación
por dejarnos allí, como dos gritos
de asombro.
Pero nunca será. Tú no eres ésa,
yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.

Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco de ti.
No demasiado, solamente un toque,
acaso un leve riesgo familiar,
pero que fuerce a todos a abarcarnos
a ti y a mí cuando nos piensen solos.

2
Hemos llegado al crepúsculo neutro
donde el día y la noche se funden y se igualan.
Nadie podrá olvidar este descanso.
Pasa sobre mis párpados el cielo fácil
a dejarme los ojos vacíos de ciudad.
No pienses ahora en el tiempo de agujas,
en el tiempo de pobres desesperaciones.
Ahora sólo existe el anhelo desnudo,
el sol que se desprende de sus nubes de llanto,
tu rostro que se interna noche adentro
hasta sólo ser voz y rumor de sonrisa.

3
Puedes querer el alba
cuando ames.
Puedes
venir a reclamarte como eres.
He conservado intacto tu paisaje.
Lo dejaré en tus manos
cuando éstas lleguen, como siempre,
anunciándote.
Puedes
venir a reclamarte como eras.
Aunque ya no seas tú.
Aunque mi voz te espere
sola en su azar
quemando
y tu sueño sea eso y mucho más.
Puedes amar el alba
cuando quieras.
Mi soledad ha aprendido a ostentarte.
Esta noche, otra noche
tú estarás
y volverá a gemir el tiempo giratorio
y los labios dirán
esta paz ahora, esta paz ahora.
Ahora puede venir a reclamarte,
penetrar en tus sábanas de alegre angustia,
reconocer tu tibio corazón sin excusas,
los cuadros persuadidos,
saberte aquí.
Habrá para vivir cualquier huida
y el momento de la espuma y el sol
que aquí permanecieron.
Habrá para aprender otra piedad
y el momento del sueño y el amor
que aquí permanecieron.
Esta noche, otra noche
tú estarás,
tibia estarás al alcance de mis ojos,
lejos ya de la ausencia que no nos pertenece.
He conservado intacto tu paisaje
pero no sé hasta dónde esté intacto sin ti,
sin que tú le prometas horizontes de niebla,
sin que tú le reclames su ventana de arena.
Puedes querer el alba cuando ames.
Debes venir a reclamarte como eras.
Aunque ya no seas tú,
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros.
Aunque seas otro rostro
de tu cielo hasta mí.

AUSENCIA DE DIOS

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

 

CHAU NÚMERO TRES

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
seguro sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote a solas
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

COMO ÁRBOLES

Quién hubiera dicho
que estos poemas de otros
iban a ser míos

después de todo hay hombres que no fui
y sin embargo quise ser
sino por una vida
al menos por un rato
o por un parpadeo

en cambio hay hombres que fui
y ya no soy ni puedo ser
y esto no siempre es un avance
a veces es una tristeza

hay deseos profundos y nonatos
que prolongué como coordenadas
hay fantasías que me prometí
y desgraciadamente no he cumplido
y otras que me cumplí sin prometérmelas

hay rostros de verdad
que alumbraron mis fábulas
rostros que no vi más pero siguieron
vigilándome desde
la letra en que los puse

hay fantasmas de carne
otros de hueso
también los hay de lumbre y corazón
o sea cuerpos en pena almas en júbilo
que vi o toqué o simplemente puse
a secar
a vivir
a gozar
a morirse

pero además está lo que advertí de lejos
yo también escuché una paloma
que era de otros diluvios
yo también destrocé un paraíso
que era de otras infancias
yo también gemí un sueño
que era de otros amores

así pues
desde este misterioso confín de la existencia
los otros me ampararon como árboles
con nidos o sin nidos
poco importa
no me dieron envidia sino frutos
esos otros están
aquí
sus poemas
son mentiras de a puño
son verdades piadosas
están aquí
rodeándome
juzgándome
con las pobres palabras que les di

hombres que miran tierra y cielo
y a través de la niebla
o sin sus anteojos
también a mí me miran
con la pobre mirada que les di
son otros que están fuera de mi reino
claro
pero además
estoy en ellos

a veces tienen lo que nunca tuve
a veces aman lo que quise amar
a veces odian lo que estoy odiando
de pronto me parecen lejanos
tan remotos
que me dan vértigo y melancolía
y los veo minados por un duelo sin llanto

y otras veces en cambio
los presiento tan cerca
que miro por sus ojos
y toco por sus manos
y cuando odian me agrego a su rencor
y cuando aman me arrimo a su alegría

quién hubiera dicho
que estos poemas míos
iban a ser
de otros.

 

COMO SIEMPRE

Aunque hoy cumplas
trescientos treinta y seis meses
la matusalénica edad no se te nota cuando
en el instante en que vencen los crueles
entrás a averiguar la alegría del mundo
y mucho menos todavía se te nota
cuando volás gaviotamente sobre las fobias
o desarbolás los nudosos rencores

buena edad para cambiar estatutos y horóscopos
para que tu manantial mane amor sin miseria
para que te enfrentes al espejo que exige
y pienses que estás linda
y estés linda

casi no vale la pena desearte júbilos y lealtades
ya que te van a rodear como ángeles o veleros

es obvio y comprensible
que las manzanas y los jazmines
y los cuidadores de autos y los ciclistas
y las hijas de los villeros
y los cachorros extraviados
y los bichitos de san antonio
y las cajas de fósforo
te consideren una de los suyos

de modo que desearte un feliz cumpleaños
podría ser tan injusto con tus felices
cumpledías
acordate de esta ley de tu vida
si hace algún tiempo fuiste desgraciada
eso también ayuda a que hoy se afirme
tu bienaventuranza

de todos modos para vos no es novedad
que el mundo
y yo
te queremos de veras
pero yo siempre un poquito más que el mundo.

CONFIDENCIAL

Fueron jóvenes los viejos
pero la vida se ha ido
desgranando en el espejo
y serán viejos los jóvenes
pero no lo divulguemos
que hasta las paredes oyen

CORAZÓN CORAZA

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

 

CURRICULUM

El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente

usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica

usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros

usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío

entonces
usted muere.

DE ÁRBOL EN ÁRBOL

(a Ambrosio y Silvia)

Los árboles
¿serán acaso solidarios?
¿digamos el castaño de los campos elíseos
con el quebrancho de entre ríos
o los olivos de jaén
con los sauces de tacuarembó?

¿le avisará la encina de westfalia
al flaco alerce de tirol
que administre mejor su trementina?

y el caucho de pará
o el baobab en las márgenes del cuanza
¿provocarán al fin la verde angustia
de aquel ciprés de la mission dolores
que cabeceaba en frisco
california?

¿se sentirá el ombú en su pampa de rocío
casi un hermano de la ceiba antillana?

los de este parque o aquella floresta
¿se dirán de copa a copa que el muérdago
otrora tan sagrado entre los galos
ahora es apenas un parásito
con chupadores corticales?

¿sabrán los cedros del líbano
y los caobos de corinto
que sus voraces enemigos
no son la palma de camagüey
ni el eucalipto de tasmania
sino el hacha tenaz del leñador
la sierra de las grandes madereras
el rayo como látigo en la noche?

DEFENSA DE LA ALEGRÍA

(A Trini)
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegía como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y de la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

 

DESDE EL ALMA

Vals

Hermano cuerpo estás cansado
desde el cerebro a la misericordia
del paladar al valle del deseo
cuando me dices/ alma ayúdame
siento que me conmuevo hasta el agobio
que el mismísimo aire es vulnerable

hermano cuerpo has trabajado
a músculo y a estómago y a nervios
a riñones y a bronquios y a diafragma

cuando me dices/ alma ayúdame
sé que estás condenado/ eres materia
y la materia tiende a desfibrarse

hermano cuerpo te conozco
fui huésped y anfitrión de tus dolores
modesta rampa de tu sexo ávido

cuando me pides/ alma ayúdame
siento que el frío me envilece
que se me van la magia y la dulzura

hermano cuerpo eres fugaz
coyuntural efímero instantáneo
tras un jadeo acabarás inmóvil

y yo que normalmente soy la vida
me quedaré abrazada a tus huesitos
incapaz de ser alma sin tus vísceras

EL AMOR ES UN CENTRO

Una esperanza un huerto un páramo
una migaja entre dos hambres
el amor es campo minado
un jubileo de la sangre
cáliz y musgo/ cruz y sésamo
pobre bisagra entre voraces
el amor es un sueño abierto
un centro con pocas filiales
un todo al borde de la nada
fogata que será ceniza
el amor es una palabra
un pedacito de utopía
es todo eso y mucho menos
y mucho más/ es una isla
una borrasca/ un lago quieto
sintetizando yo diría
que el amor es una alcachofa
que va perdiendo sus enigmas
hasta que queda una zozobra
una esperanza un fantasmita.

ENAMORARSE Y NO

Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo

 

EPIGRAMA CON MURO

Entre tú y yo/mengana mía/ se levantaba
un muro de Berlín hecho de horas desiertas
añoranzas fugaces

tú no podías verme porque montaban guardia
los rencores ajenos
yo no podía verte porque me encandilaba
el sol de tus augurios

y no obstante solía preguntarme
cómo serías en tu espera
si abrirías por ejemplo los brazos
para abrazar mi ausencia

pero el muro cayó
se fue cayendo
nadie supo que hacer con los malentendidos
hubo quien los juntó como reliquias

y de pronto una tarde
te vi emerger por un hueco de niebla
y pasar a mi lado sin llamarme

ni tocarme ni verme
y correr al encuentro de otro rostro
rebosante de calma cotidiana

otro rostro que tal vez ignoraba
que entre tú y yo existía
había existido
un muro de Berlín que al separarnos
desesperadamente nos juntaba
ese muro que ahora es sólo escombros
más escombros y olvido.

ESCONDIDO Y LEJOS

¡Qué te ha dado el pasado?
¿la fuga que te mira en el espejo?
¿aquel fantasma que te desbarata?
¿la sombra de tus nubes? ¿la intemperie?

Rápido como el río ha transcurrido
pero ocurre que el río no envejece
pasa con sus crujientes y sus ramas
sus duendes y su cielo giratorio.

Quedaron armoniosos pero inmóviles
tu mayo de piedad, tus artilugios
todo el prodigio se volvió espesura
y la espesura se llenó de tedio;

ya no llueve en tu olvido, ni siquiera
en tu pobre redoma o en las tapias,
aunque el pasado está escondido y lejos
no tienes más remedio que mirarlo.

ESTE GRAN SIMULACRO

Cada vez que nos dan clases de amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir / arrabales de duelo
pero también candores de mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro

el olvido está lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda
en el fondo el olvido es un gran simulacro
nadie sabe ni puede / aunque quiera / olvidar
un gran simulacro repleto de fantasmas
esos romeros que peregrinan por el olvido
como si fuese el camino de santiago

el día o la noche en que el olvido
estalle
salte en pedazos o crepite /
los recuerdos atroces y de maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido

 

ESPERO

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,
Sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
Pues sé que no vendrás.
Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
Quizás por el resto de nuestras vidas.
Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
Y la Luna oculta ese sol tan radiante.
Me siento sólo, lo sé,
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
y que no estoy allí.
Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así.
Mi aire se acaba como agua en el desierto.
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tu,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
¿Por qué no solo…

ESTA CIUDAD ES DE MENTIRA

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las palmeras se doblen
a acariciar la crin de los caballos
y los ojos de las putas sean tiernos
como los de una Venus de Lucas Cranach
no puede ser que el viento levante las polleras
y que todas las piernas sean lindas
y que los consejales vayan en bicicleta
del otoño al verano y viceversa.
No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que nadie sienta rubor de mi pereza
y los suspiros me entusiasmen tanto como los hurras
y pueda escupir con inocencia y alegría
no ya en el retrato sino en un señor
no puede ser que cada azotea con antenas
encuentre al fin su rayo justiciero y puntual
y los suicidas miren el abismo y se arrojen
como desde un recuerdo a una piscina.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
No puede ser que las brujas sonrían a quemarropa
y que mi insomnio cruja como un hueso
y el subjefe y el jefe de policía lloren
como un sauce y un cocodrilo respectivamente
no puede ser que yo esté corrigiendo las pruebas
de mi propio elogiosísimo obituario
y la ambulancia avance sin hacerse notar
y las campanas suenen sólo como campanas.

No puede ser.
Esta ciudad es de mentira.
O es de verdad
y entonces
está bien
que me encierren.

ESTADOS DE ÁNIMO

A veces me siento como un águila en el aire …
(A propósito de una canción de de Pablo Milanés)

Unas veces me siento
como pobre colina,
y otras como montaña
de cumbres repetidas,
unas veces me siento
como un acantilado,
y en otras como un cielo
azul pero lejano,
a veces uno es
manantial entre rocas,
y otras veces un árbol
con las últimas hojas,
pero hoy me siento apenas
como laguna insomne,
con un embarcadero
ya sin embarcaciones,
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde,
te acerques y te mires..
te mires al mirarme.

 

FUEGO MUDO

A veces el silencio
convoca algarabías
parodias de coraje
espejismos de duende
tangos a contrapelo
desconsoladas rabias
pregones de la muerte
sed y hambre de vos

pero otras veces es
solamente silencio
soledad como un roble
desierto sin oasis
nave desarbolada
tristeza que gotea
alrededor de escombros
fuego mudo

HABLO DE TU SOLEDAD

Hablo de tu infinita soledad
dijo el fulano
quisiera entrar al saco de tu memoria
apoderarme de ella
desmantelarla desmentirla
despojarla de su último reducto.
Tu soledad me abruma/ me alucina
dijo el fulano con dulzura
quisiera que en las noches me añorara
que me echara de menos
me recibiera a solas.
Pero sucede que/
dijo calmosamente la mengana/
si tu bendita soledad
se funde con la mía
ya no sabré si soy en vos
o vos terminás siéndome.
¿Cuál de los dos será
después de todo
mi soledad legítima?.
Mirándose a los ojos
como si perdonaran
perdonarse
adiós
dijo el fulano;
y la mengana
adiós.

HOMBRE QUE MIRA MÁS ALLÁ DE SU NARICES

Hoy me despierto tosco y solitario
no tengo a nadie para dar mis quejas
nadie a quien echar mis culpas de quietud

sé que hoy me van a cerrar todas las puertas
y que no llegará cierta carta que espero
que habrá malas noticias en los diarios
que la que quiero no pensará en mí

y lo que es mucho peor
que pensarán en mi los coroneles
que el mundo será un oscuro
paquete de angustias
que muchos otros aquí o en cualquier parte
se sentirán también toscos y solos
que el cielo se derrumbará
como un techo podrido
y hasta mi sombra
se burlará de mis confianzas

menos mal
que me conozco

menos mal que mañana
o a más tardar pasado
sé que despertaré alegre y solidario
con mi culpita bien lavada y planchada
y no solo se me abrirán las puertas
sino también las ventanas y las vidas
y la carta que espero llegará
y la leeré seis o siete veces
y las malas noticias de los diarios
no alcanzarán a cubrir las buenas nuevas
y la que quiero
pensará en mi hasta conmoverse
y lo que es muchísimo mejor
los coroneles me echarán al olvido
y no solo yo muchos otros también
se sentirán solidarios y alegres
y a nadie le importará
que el cielo se derrumbe
y más de uno dirá que ya era hora
y mi sombra empezará a mirarme con respeto

será buena
tan buena la jornada
que desde ya
mi soledad se espanta.

 

INCITACIÓN

En el muro quedaron los tatuajes del juego,
el tiempo me conmina pero no me doblego,
siento a pesar de todo brutal desasosiego
y el código de agobios lo dejo para luego.

Antes de que el crepúsculo en noche se convierta,
y se duerma la calle y se entorne la puerta
a solas con mi pobre madurez inexperta,
quiero que mi demanda se encuentre con tu oferta.

No es bueno que la astucia me busque a la deriva
como si el amor fuera sólo una tentativa
y ya que ahora asombras a mi alma votiva,
confío en que asombrado tu cuerpo me reciba.

Nos consta que el presente es breve y es impuro,,
pero cuando los torsos celebren su conjuro
y llamen nuestros ojos cual brasas en lo oscuro,
sólo entonces sabremos cómo será el futuro.

Aspiro a que tu suerte de nuevo me rescate
del frío y de la sombra….. del tedio y el combate,
la gloria nos espera sola en su escaparate
mientras tú y yo probamos la sal y el disparate.

Sola en su desafío nos espera la gloria
y con su habilidad veterana y suasoria
entre nosotros borra la línea divisoria
y nuestros pies se buscan para empezar la historia.

INTIMIDAD

Soñamos juntos
juntos despertamos
el tiempo hace o deshace
mientras tanto

no le importan tu sueño
ni mi sueño
somos torpes
o demasiado cautos

pensamos que no cae
esa gaviota
creemos que es eterno
este conjuro
que la batalla es nuestra
o de ninguno

juntos vivimos
sucumbimos juntos
pero esa destrucción
es una broma
un detalle una ráfaga

un vestigio
y un abrirse y cerrarse
el paraíso

ya nuestra intimidad
es tan inmensa
que la muerte la esconde
en su vacío

quiero que me relates
el duelo que te callas

por mi parte te ofrezco
mi última confianza

estás sola
estoy solo
pero a veces
puede la soledad
ser
una llama.

LA CULPA ES DE UNO

Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto,
ah, pero mi tristeza sólo tuvo un sentido,

todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron.

Hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo,
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad,
pero vos encontraste la manera,
una manera tierna
y a la vez implacable,
de deshauciar mi amor.

Con un sólo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible,
lo envolviste en nostalgias,
lo cargaste por cuadras y cuadras,
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera,

ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte que no es mucha.

Creo que tenés razón,
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo.

Hace mucho, muchísimo,
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno.

Ahora estoy solo,
francamente solo,
siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado.

Antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno,
con los ojos bien secos
por si acaso,
miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.

 

LAS PRIMERAS MIRADAS

Nadie sabe en qué noche de octubre solitario,
de fatigados duendes que ya no ocurren,
puede inmolarse la perdida infancia
junto a recuerdos que se están haciendo.

Qué sorpresa sufrirse una vez desolado,
escuchar cómo tiembla el coraje en las sienes,
en el pecho, en los muslos impacientes
sentir cómo los labios se desprenden
de verbos maravillosos y descuidados,
de cifras defendidas en el aire muerto,
y cómo otras palabras, nuevas, endurecidas
y desde ya cansadas se conjuran
para impedirnos el único fantasma de veras.

Cómo encontrar un sitio con los primeros ojos,
un sitio donde asir la larga soledad
con los primeros ojos, sin gastar
las primeras miradas,
y si quedan maltrechas de significados,
de cáscara de ideales, de purezas inmundas,
cómo encontrar un río con los primeros pasos,
un río -para lavarlos- que las lleve.

LO QUE NECESITO DE TÍ

No sabes cómo necesito tu voz;
necesito tus miradas
aquellas palabras que siempre me llenaban,
necesito tu paz interior;
necesito la luz de tus labios
! Ya no puedo… seguir así !
…Ya… No puedo
mi mente no quiere pensar
no puede pensar nada más que en ti.
Necesito la flor de tus manos
aquella paciencia de todos tus actos
con aquella justicia que me inspiras
para lo que siempre fue mi espina
mi fuente de vida se ha secado
con la fuerza del olvido…
me estoy quemando;
aquello que necesito ya lo he encontrado
pero aún !Te sigo extrañando!

LOS FORMALES Y EL FRÍO

Quién iba a prever que el amor ese informal
se dedicara a ellos tan formales

mientras almorzaban por primera vez
ella muy lenta y él no tanto
y hablaban con sospechosa objetividad
de grandes temas en dos volúmenes
su sonrisa la de ella
era como un augurio o una fábula
su mirada la de él tomaba nota
de cómo eran sus ojos los de ella
pero sus palabras las de él
no se enteraban de esa dulce encuesta

como siempre o casi siempre
la política condujo a la cultura
así que por la noche concurrieron al teatro
sin tocarse una uña o un ojal
ni siquiera una hebilla o una manga
y como a la salida hacía bastante frío
y ella no tenía medias
sólo sandalias por las que asomaban
unos dedos muy blancos e indefensos
fue preciso meterse en un boliche

y ya que el mozo demoraba tanto
ellos optaron por la confidencia
extra seca y sin hielo por favor

cuando llegaron a su casa la de ella
ya el frío estaba en sus labios los de él
de modo que ella fábula y augurio
le dio refugio y café instantáneos

una hora apenas de biografía y nostalgias
hasta que al fin sobrevino un silencio
como se sabe en estos casos es bravo
decir algo que realmente no sobre

él probó sólo falta que me quede a dormir
y ella probó por qué no te quedás
y él no me lo digas dos veces
y ella bueno por qué no te quedás

de manera que él se quedó en principio
a besar sin usura sus pies frío los de ella
después ella besó sus labios los de él
que a esa altura ya no estaban tan frío
y sucesivamente así
mientras los grandes temas
dormían el sueño que ellos no durmieron.

 

LOVERS GO HOME

Ahora que empecé el dia
volviendo a tu mirada
y me encontraste bien
y te encontré más linda
ahora que por fin
está bastante claro
dónde estás y dónde
estoy
sé por primera vez
que tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola
que del vecino
territorio del amor
ese desesperado
empezarán a mirarnos
con envidia
y acabarán organizando
excursiones
para venir a preguntarnos
cómo hicimos.

LUNA CONGELADA

Con esta soledad
alevosa
tranquila
con esta soledad
de sagradas goteras
de lejanos aullidos
de monstruos de silencio
de recuerdos al firme
de luna congelada
de noche para otros
de ojos bien abiertos

con esta soledad
inservible
vacía

se puede algunas veces
entender
el amor.

MASS MEDIA

De los medios de comunicación
en este mundo tan codificado
con internet y otras navegaciones
yo sigo prefiriendo
el viejo beso artesanal
que desde siempre comunica tanto

ME SIRVE Y NO ME SIRVE...

Me sirve y no me sirve
La esperanza tan dulce,
tan pulida, tan triste,
la promesa tan leve,
no me sirve.
No me sirve tan mansa la esperanza

La rabia tan sumisa,
tan débil, tan humilde,
el furor tan prudente
no me sirve.
No me sirve
Tan sabia tanta rabia.

El grito tan exacto
si el tiempo lo permite,
alarido tan pulcro
no me sirve.
No me sirve tan bueno
Tanto trueno

El coraje tan dócil
la bravura tan chirle,
la intrepidez tan lenta
no me sirve.
No me sirve
tan fría la osadía.

Si me sirve la vida
que es vida hasta morirse,
y el corazón alerta sí me sirve.
Me sirve cuando avanza
la confianza.

Me sirve tu mirada
que es generosa y firme,
y tu silencio franco sí me sirve.
Me sirve la medida de tu vida.

Me sirve tu futuro
que es un presente libre,
y tu lucha de siempre
sí me sirve.
Me sirve tu batalla
sin medalla.

Me sirve la modestia
de tu orgullo posible,
y tu mano segura
sí me sirve.
Me sirve tu sendero,
compañero.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

No es preciso que sea mensajera
la paloma sencilla en tu ventana
te informa que el dolor
empieza a columpiarse en el olvido

y llego desde mí para decirte
que están el río el girasol la estrella
rodando sin apuro
el futuro se acerca a conocerte

ya lo sabes sin tropos ni bengalas
la traducción mejor es boca a boca
en el beso bilingüe
van circulando dulces noticias.

MENGANA SI TE VAS CON EL ZUTANO

Mengana si te vas con el zutano
yo/tu fulano/ no me mataré
simplemente los seguiré en la noche
por todos los senderos y las dunas
vos gozando tal vez y yo doliéndome
hasta que vos te duelas y yo goce
cuando las huellas a seguir no sean
dos tamañas pisadas y dos breves
sino apenas las de tus pies dulcísimos
y entonces yo aparezca a tu costado
y vos /con esa culpa que te hace
más linda todavía/ te perdones
para llorar como antes en mi hombro.

MUCHO MÁS GRAVE

Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo

sin embargo hay algo que quisiera aclararte
cuando digo todas las parcelas
no me refiero sólo a esto de ahora
a esto de esperarte y aleluya encontrarte
y carajo perderte
y volverte a encontrar
y ojalá nada más

no me refiero sólo a que de pronto digas
voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la garganta
bueno llorá
y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizá por eso salga enseguida el sol

ni me refiero sólo a que día tras día
aumente el stock de nuestras pequeñas
y decisivas complicidades
o que yo pueda o creerme que puedo
convertir mis reveses en victorias
o me hagas el tierno regalo
de tu más reciente desesperación

no
la cosa es muchísimo más grave

cuando digo todas las parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo
también estás reescribiendo mi infancia
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran
y vos en cambio sabés que eso no sirve
quiero decir que estás rearmando mi adolescencia
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo
mi germen de alegría y regarlo mirándolo

quiero decir que estás sacudiendo mi juventud
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos
esa sombra que nadie arrimó a su sombra
y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas
y quede el armazón de mi verdad sin proezas

quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia
este extraño confín de angustia y nieve
esta bujía que ilumina la muerte
este precipicio de la pobre vida

como ves es más grave
muchísimo más grave
porque con estas o con otras palabras
quiero decir que no sos tan sólo
la querida muchacha que sos
sino también las espléndidas
o cautelosas mujeres
que quise o quiero

porque gracias a vos he descubierto
(dirás que ya era hora
y con razón)
que el amor es una bahía linda y generosa
que se ilumina y se oscurece
según venga la vida

una bahía donde los barcos
llegan y se van
llegan con pájaros y augurios
y se van con sirenas y nubarrones
una bahía linda y generosa
donde los barcos llegan
y se van

pero vos
por favor
no te vayas.

NADIE LO SABE
Nadie lo sabe
nadie

ni el río
ni la calle
ni el tiempo

ni el espía
ni el poder
ni el mendigo

ni el juez
ni el labriego
ni el papa

nadie lo sabe
nadie

yo tampoco

NO LO HARÁS EN VANO

Ah no lo harás en vano

se te helarán los dedos
y el corazón y los olores

se te helará la noche
y la arrogancia y las rodillas

se te helará la sangre
y los crepúsculos y el humo

se te helará el bostezo
y el ademán y la lujuria

se te helarán los ojos
la madrugada y el esperma

se te helará el ritual
y las caricias y los signos

se te helará la luna
y el arbolito y la garganta

se te helarán los labios
y los disfrutes y la vida

todo está listo
no lo harás en vano.

 

NO TE RINDAS

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.

NO TE SALVES

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

NOSTALGIA

¿De qué se nutre la nostalgia?
Uno evoca dulzuras
cielos atormentados
tormentas celestiales
escándalos sin ruido
paciencias estiradas
árboles en el viento
oprobios prescindibles
bellezas del mercado
cánticos y alborotos
lloviznas como pena
escopetas de sueño
perdones bien ganados
pero con esos mínimos
no se arma la nostalgia
son meros simulacros
la válida la única
nostalgia es de tu piel

NUEVO CANAL DE INTEROCEÁNICO

Te propongo construir
un nuevo canal
sin esclusas
ni excusas
que comunique por fin
tu mirada
atlántica
con mi natural pacífico.

PAPEL MOJADO

Con ríos
con sangre
con lluvia
o rocío
con semen
con vino
con nieve
con llanto
los poemas
suelen
ser
papel mojado.

PASATIEMPO

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

DESPABÍLATE, AMOR

Bonjour buon giorno guten morgen,
despabílate amor y toma nota,
sólo en el tercer mundo
mueren cuarenta mil niños por día,
en el plácido cielo despejado
flotan los bombarderos y los buitres,
cuatro millones tienen sida
la codicia depila la amazonia.
Buenos días good morning despabílate,
en los ordenadores de la abuela ONU
no caben más cadáveres de Ruanda
los fundamentalistas degüellan a
extranjeros,
predica el papa contra los condones,
Havelange estrangula a Maradona
bonjour monsieur le maire
forza Italia buon giorno
guten morgen ernst junger
opus dei buenos días.

 

PARPADEO

Esa pared me inhibe lentamente
piedra a piedra me agravia

ya que no tengo tiempo de bajar hasta el mar
y escuchar su siniestra horadante alegría
ya que no tengo tiempo de acumular nostalgias
debajo de aquel pino perforador del cielo
ya que no tengo tiempo de dar la cara al viento
y oxigenar de veras el alma y los pulmones

voy a cerrar los ojos y tapiar los oídos
y verter otro mar sobre mis redes
y enderezar un pino imaginario
y desatar un viento que me arrastre
lejos de las intrigas y las máquinas
lejos de los horarios y los pelmas

pero puertas adentro es un fracaso
este mar que me invento no me moja
no tiene aroma el árbol que levanto
y mi huracán suplente ni siquiera
sirve para barrer mis odios secos.

PAUSA

De vez en cuando hay que hacer
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.

PEQUEÑAS MUERTES

Los sueños son pequeñas muertes
tramoyas anticipos simulacros de muerte
el despertar en cambio nos parece
una resurrección y por las dudas
olvidamos cuanto antes lo soñado
a pesar de sus fuegos sus cavernas
sus orgasmos sus glorias sus espantos
los sueños son pequeñas muertes
por eso cuando llega el despertar
y de inmediato el sueño se hace olvido
tal vez quiera decir que lo que ansiamos
es olvidar la muerte
apenas eso.

PIEDRITAS EN LA VENTANA

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que esta ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme la cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
quien sabe donde quedan mis próximas huellas
ni cuando mi historia va a ser computada
quien sabe que consejos voy a inventar aun
y que atajo hallare para no seguirlos
esta bien no jugare al desahucio
no tatuare el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca
esta bien me doy por persuadido
que la alegría no tire mas piedras
abriré la ventana.

¿POR QUÉ CANTAMOS?

Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil

usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza

usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro

usted preguntará por qué cantamos

cantamos porque el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota

cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.

 

POR SIEMPRE

Si la esmeralda se opacara,
si el oro perdiera su color,
entonces, se acabaría
nuestro amor.

Si el sol no calentara,
si la luna no existiera,
entonces, no tendría
sentido vivir en esta tierra
como tampoco tendría sentido
vivir sin mi vida,
la mujer de mis sueños,
la que me da la alegría…

Si el mundo no girara
o el tiempo no existiese,
entonces, jamás moriría
Jamás morirías
tampoco nuestro amor…
pero el tiempo no es necesario
nuestro amor es eterno
no necesitamos del sol
de la luna o los astros
para seguir amándonos…

Si la vida fuera otra
y la muerte llegase
entonces, te amaría
hoy, mañana…
por siempre…
todavía.

PREGUNTAS AL AZAR

¿Cuánto me queda?
¿siete? ¿diez? ¿quince setiembres?
¿le pregunto al azar
acaso porque sé
que el azar no responde?

y así y todo
el azar
¿es realmente un azar?

aún no he movido el rey
y la torre está quieta
o sea que hasta aquí
puedo enrocar mis riesgos

no instruí a mi reloj
para mañana
no hay por lo tanto garantía
de despertar a tiempo

por otra parte
sé proteger el sueño
con mis gastados párpados
de manera que puedo arrimarme soñando
a esa espléndida nada
nada prometedora

la misma nada en que se despeñaron
mis hermanos de siempre
también los bienvenidos
que un día se malfueron

entre otros mi padre con su asfixia
y su postrer mirada
de candoroso pánico

¿qué diferencia podrá haber
ahí en tan hueco enigma
entre las vidas transparentes
y las compactas de asco
entre los tiernos pechos
de la hermosa lujuria
y los verdugos con medallas?
¿habrá acabado la noticia?
¿terminado el pronóstico?
¿borrada la memoria?
¿degollado el futuro?
la sobornable amnesia
del imposible dios
¿será infinita?

¿tal vez la única igualdad posible
entre yo mismo y la inminente
carava de prójimos
será el no ser
el no existir?

¿nadie será ni más ni menos
inexistente que otros?
¿o por ventura o desventura
habrá tal vez un colmo
de oscura inexistencia?
¿una nada más nada
que las otras?

ante tan humillante incertidumbre
¿no sería mejor
confiar tan sólo en nuestras huellas
nuestro jadeo nuestro limo
en el amor que desentrañan
dos vértices de musgo
en los odios y los mitos que inventamos
en las palabras como norias
en las palabras como sueños?

antes que el indecente
rasero igualitario
del no pensar
el no existir
no amar
no disfrutar
no padecer
¿no será preferible
la sideral distancia
que separa
lo justo de lo injusto?

francamente me asquea
la rara vecindad de mi no ser
con el canalla ahora inexistente
mi próximo no prójimo
en el amplio vacío

¿cúanto me queda?
¿siete? ¿diez? ¿quince setiembres?

¿y qué es después de todo
eso que espera?

¿la noche interminable?
¿un sol sin atenuantes ni crepúsculos?
¿la calima tediosa?
¿la noche? ¿alguna noche?
¿la noche como muro?

lo cierto es que no tengo
con respecto a esa noche sin murciélagos
ninguna expectativa o esperanza

¿o será que la muerte
no es realmente mi noche predilecta?

le pregunto al azar
al mudo
sordo
ciego

le pregunto al azar
le pregunto al azar

desalentadamente
le pregunto al azar
que no responde

¿estará mudo sordo ciego?

¿o
para nuestro escarnio
habrá muerto
el azar?

 

ROSTRO DE VOS

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto y por sabor.

Sin un temblor de más,
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna maldición.

Mis huéspedes concurren,
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor.
Yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan a su hambre
miran y miran
y apagan la jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos.

Y es una soledad
tan desolada.

SABERTE AQUÍ

Podés querer el alba
cuando quieras
he conservado intacto
tu paisaje
podés querer el alba
cuando ames
venir a reclamarte
como eras
aunque ya no seas vos
aunque mi amor te espere
quemándose en tu azar
y tu sueño sea eso
y mucho más
esta noche otra noche
aquí estarás
y cuando gima el tiempo
giratorio
en esta paz ahora
dirás
quiero esta paz
ahora podés
venir a reclamarte
penetrar en tu noche
de alegre angustia
reconocer tu tibio
corazón sin excusas
los cuadros
las paredes
saberte aquí
he conservado intacto
tu paisaje
pero no sé hasta dónde
está intacto sin vos
podés querer el alba
cuando quieras
venir a reclamarte
como eras
aunque el pasado sea
despiadado
y hostil
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros
aunque seas otro rostro
de tu cielo hacia mí.

SEÑALES

En las manos te traigo
viejas señales
son mis manos de ahora
no las de antes

doy lo que puedo
y no tengo vergüenza
del sentimiento

si los sueños y ensueños
son como ritos
el primero que vuelve
siempre es el mismo

salvando muros
se elevan en la tarde
tus pies desnudos

el azar nos ofrece
su doble vía
vos con tus soledades
yo con las mías

y eso tampoco
si habito en tu memoria
no estaré solo

tus miradas insomnes
no dan abasto
dónde quedó tu luna
la de ojos claros

mírame pronto
antes que en un descuido
me vuelva otro

no importa que el paisaje
cambie o se rompa
me alcanza con tus valles
y con tu boca

no me deslumbres
me basta con el cielo
de la costumbre

en mis manos te traigo
viejas señales
son mis manos de ahora
no las de antes

doy lo que puedo
y no tengo vergüenza
del sentimiento.

 

SIRENA

Tengo la convicción de que no existes
y sin embargo te oigo cada noche

te invento a veces con mi vanidad
o mi desolación o mi modorra

del infinito mar viene tu asombro
lo escucho como un salmo y pese a todo

tan convencido estoy de que no existes
que te aguardo en mi sueño para luego.

SOLEDADES

Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve
presoledad.

Después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad.

Ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo.

Sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo.

Los datos objetivos son como sigue.

Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola.

Si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se vera un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buena gente.

Después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad.

Conforme
pero
que vendrá después
de la soledad.

A veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad.

SONETO KITSCH A UNA MENGANA

Yo/ fulano de mí/ llevo conmigo
tu rostro en cada suerte de la historia.
Tu cuerpo de mengana es una gloria
y por eso al soñar sueño contigo.

Luego/ si el sueño acaba te persigo
soñándote despierto/ es una noria
que rodea tu eco en mi memoria
y te cuenta esos sueños que te digo.

Así/ sin intenciones misteriosas
sé que voy a elegir de buena gana
de mi viejo jardín sólo tus rosas.

De las altas ventanas tu ventana
de los signos de mar tu mar de cosas
y de todo el amor/ tu amor/ mengana.

TALANTES

Un hombre
alegre
es uno más
en el coro
de hombre
alegres
un hombre
triste
no se parece
a ningún otro
hombre
triste

TE ESPERO

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,
sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
pues sé que no vendrás.
Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
quizás por el resto de nuestras vidas.
Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
y la luna oculta ese sol tan radiante,
me siento sólo, lo sé;
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
Y que no estoy allí.
Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así.
Mi aire se acaba como agua en el desierto,
mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tu,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás…
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí,
porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no sólo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo sólo así?
¿Por qué no sólo…?

 

TE QUIERO

Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro

tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero

y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola

te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

TESTAMENTO DE MIÉRCOLES

Aclaro que éste no es un testamento
de esos que se usan como colofón de vida
es un testamento mucho más sencillo
tan solo para el fin de la jornada

o sea que lego para mañana jueves
las preocupaciones que me legara el martes
levemente alteradas por dos digestiones
las usuales noticias del cono sur
y la nube de mosquitos casi vampiros

lego mis catorce estornudos del mediodía
una carta a mi mujer en la que falta la posdata
el final de una novela que a duras penas leo
las siete sonrisas de cinco muchachas
ya que hubo una que me brindó tres
y el ceño fruncido de un señor
que no conozco ni aspiro a conocer

lego un colorido ajedrez moscovita
una computadora japonesa sin pilas
y la buena radio en que está sonando
el español grisáceo de la bibicí
ah la olivetti y el cepillo de dientes
no los lego porsiaca
lego tropos y metáforas de uso privado
que modestamente acuñe en la tarde
por ejemplo el astillero en que reparo mis sueños
el pájaro aleatorio que surge del crepúsculo
la cortina de lluvia que miro y no descorro
lego un remordimiento porque es aleccionante
y un poco de tristeza por que es inevitable
también mi soledad con la ilusión
de que el jueves resuelva no admitirla
y me sancione con presencias varias

lego los crujidos de mis viejas bisagras
también una tajada de mi sombra
no toda por que un hombre sin su sombra
no merece el respeto de la gente

lego el pescuezo recién lavado
como para un jueves de guillotina
una maceta con hierbabuena
y otra con un bionato que me hastía
ya que esta cargante convolvulácea
me está invadiendo el cuarto con sus hojas

lego los suburbios de una idea
un tríptico de espejos que me agrade
el mar allá al alcance de la mano
mis cóleras por orden alfabético
y un breve y curioso estado de ánimo
que todavía no se si es inocencia
o estupidez malsana
o alegría

sólo ahora lo advierto
en paredes y anaqueles y venas
en glándulas y techos y optimismos
me quedan tantas cosas por legar
que mejor las incluyo
en otro testamento
digamos el del viernes

TODAVÍA

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría

palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo

tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto

nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa

sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía

pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro

y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido

y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

TORTURADOR Y ESPEJO

Mirate
así
qué cangrejo monstruoso atenazó tu infancia
qué paliza paterna te generó cobarde
qué tristes sumisiones te hicieron despiadado

no escapes a tus ojos
mirate
así

dónde están las walkirias que no pudiste
la primera marmita de tus sañas

te metiste en crueldades de once varas
y ahora el odio te sigue como un buitre

no escapes a tus ojos
mirate
así

aunque nadie te mate
sos cadáver

aunque nadie te pudra
estás podrido

dios te ampare
o mejor
dios te reviente.

TRUEQUE

Me das tu cuerpo patria y yo te doy mi río
tú noches de tu aroma / yo mis viejos acechos
tú sangre de tus labios / yo manos de alfarero
tú el césped de tu vértice / yo mi pobre ciprés

me das tu corazón ese verdugo
y yo te doy mi calma esa mentira
tú el vuelo de tus ojos / yo mi raíz al sol
tú la piel de tu tacto / yo mi tacto en tu piel

me das tu amanecida y yo te doy mi ángelus
tú me abres tus enigmas / yo te encierro en mi azar
me expulsas de tu olvido / yo nunca te he olvidado
te vas te vas te vienes / me voy me voy te espero.

TU ESPEJO ES UN SAGAZ

Tu espejo es un sagaz
te sabe poro a poro
te desarruga el ceño
te bienquiere
te pule las mejillas
te despeina los años
o te mira a los ojos
te bienquiere

te depura los gestos
te pone la sonrisa
te transmite confianza
te bienquiere

hasta que sin aviso
sin pensarlo dos veces
se descuelga del clavo
te destroza

USTEDES Y NOSOTROS

Ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial

nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual

ustedes cuando aman
calculan interés
y cuando se desaman
calculan otra vez

nosotros cuando amamos
es como renacer
y si nos desamamos
no la pasamos bien

ustedes cuando aman
son de otra magnitud
hay fotos chismes prensa
y el amor es un boom

nosotros cuando amamos
es un amor común
tan simple y tan sabroso
como tener salud

ustedes cuando aman
consultan el reloj
porque el tiempo que pierden
vale medio millón

nosotros cuando amamos
sin prisa y con fervor
gozamos y nos vale
barata la función

ustedes cuando aman
al analista van
él es quien dictamina
si lo hacen bien o mal

nosotros cuando amamos
sin tanta cortedad
el subconsciente piola
se pone a disfrutar

ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial

nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual.

¿Y SI DIOS FUERA MUJER?

¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta juan sin inmutarse
vaya vaya si dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas

tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce
su pubis no de piedra
sus pechos no de mármol
sus labios no de yeso

si dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos sida o pánico
nos contagiaría su inmortalidad

si dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno
con sus brazos no cerrados
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles

ay dios mío dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería
qué venturosa espléndida imposible
prodigiosa blasfemia

PAUSA DE AGOSTO

Madrid quedó vacía
sólo estamos los otros
y por eso
se siente la presencia de las plazas
los jardines y fuentes
los parques y glorietas como siempre en verano
Madrid se ha convertido
en una calma unánime
pero agradece nuestra permanencia
a contrapelo de los más

es un agosto de eclosión privada
sin mercaderes ni paraguas
¿sin comitivas ni mitines?
en ningún otro mes del larguísimo año?
existe enlace tan sutil?
entre la poderosa
¿metrópoli?
y nosotros pecadores afortunadamente?
los árboles han vuelto a ser ¿protagonistas del aire gratuito?
como antes?
cuando los ecologistas
¿no eran todavía imprescindibles

también los pájaros disfrutan?
ala batiente de una urbe?
que inesperadamente se transforma?
en vivible y volable

los madrileños han huido
¿a la montaña y a marbella
¿a ciudadela y benidorm?
a formentor y tenerife
y nos entregan sin malicia
¿a los otros que ahora
¿por fin somos nosotros
¿un madrid sorprendente
¿casi vacante
despejado
¿limpio de hollín y disponible
¿en él andamos como dueños
¿tercermundistas del arrobo?
en solidarias pulcras avenidas?
sudando con unción la gota gorda

el verano no es tiempo de fragor?
sino de verde tregua

empalagados del rencor insomne?
estamos como nunca?
dispuestos a la paz

en el rato estival?
la historia se detiene
¿y todos descubrimos una vida postiza?
pero cuando el asueto se termine?
volverán a sonar
¿las bocinas los gritos
las sirenas los mueras y los vivas?
bombas y zambombazos?
y las dulces metódicas campanas?
durante tres fecundas estaciones?
nadie se acordará?
de pájaros y árboles.

Hombre que mira su país desde el exilio

País verde y herido
comarquita de veras
patria pobre

país ronco y vacío
tumba muchacha
sangre sobre sangre

país lejos y cerca
ocasión del verdugo
los mejores al cepo

país violín en bolsa
o silencio hospital
o pobre artigas

país estremecido
puño y letra
calabozo y praderas

país ya te armarás
pedazo por pedazo
pueblo mi pueblo.

Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizás más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

Te quiero sin mirar atrás

Te quiero mansamente, entre las sombras de las falsas ilusiones.

Te quiero como para leerte cada noche, como mi libro favorito quiero leerte, línea tras línea, letra por letra, espacio por espacio.

Te quiero para tomarte de la mano bajo el firmamento y mostrarte los te amo escondidos entre las estrellas.

Te quiero sobre las hojas de otoño, hablando de nada pero a la vez de todo y, en un arranque
de locura, beber tus lágrimas mientras desfallezco en tus labios.

Te quiero para buscarte entre las frases no dichas, entre los pensamientos enterrados, entre
las maneras complicadas quiero encontrarte y después no dejarte.

Te quiero como para llevarte a mis lugares favoritos y contarte que es ahí donde me siento a
buscarte en la niebla de miradas que no son tuyas, pero aún así te busco.

Te quiero para volvernos locos de risa, ebrios de nada y pasear sin prisa por las calles, eso sí,
tomados de la mano, mejor dicho, del corazón.

Te quiero como para sanarte, y sanarme, y sanemos juntos, para remplazar la heridas por
sonrisas y las lágrimas por miradas, en donde podremos decir más que en las palabras.

Te quiero por las noches en las que faltas, te quiero como para escuchar tu risa toda la noche y
dormir en tu pecho, sin sombras ni fantasmas, te quiero como para no soltarte jamás.

Te quiero como se quiere a ciertos amores, a la antigua, con el alma y sin mirar atrás.

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Los versos de este poeta
sin ti, lector, no son nada,
son como el agua encharcada
que se queda mustia y quieta,
son como una bicicleta
al que le faltan pedales,
lo inútil de unos dedales
si la aguja no está inquieta,
igual que una limonada
a el que le falta el limón,
es como una religión
que no tiene ni un profeta,
o una joya descuidada,
en el fondo de un cajón.


»LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Luis de Góngora nació en Córdoba, España, en el año 1561 y falleció en 1627. Se lo recuerda por haber sido uno de los poetas más trascendentes del siglo XVI; se opuso a las ideas tradicionalistas y a la línea religiosa que regía la vida en sociedad. Durante toda su vida fue asolado por difíciles situaciones económicas, e incluso cuando estaba triunfando a nivel nacional tenía dificultades para cubrir sus gastos. Pocas de sus obras fueron publicadas, pero se pasaron de mano en mano y alcanzaron una gran popularidad.
Algunas de las características más destacables de su escritura son el tinte satírico y humorístico, fue uno de los precursores de la unificación de ambos registros, que hasta ese momento se utilizaban por separado. Entre sus obras pueden destacarse «Soledades» y «Fábula de Polifemo y Galatea». Cabe mencionar que debido a sus ideas contrarias al conservadurismo, sufrió la enemistad e incomprensión de muchos; sin embargo, esa misma forma de encarar la literatura, tan fresca y novedosa, también lo convirtió en uno de los autores más nombrados del Barroco. La Generación del 27, cuyo nombre hace alusión al año en el que falleció, reúne a poetas de la talla de Federico García LorcaLuis Cernuda y Manuel Altolaguirre

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LOS POEMAS
Mientras por competir con tu cabello

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Ande yo caliente y ríase la gente

Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno;
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados
como píldoras dorados,
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
y ríase la gente.

Busque muy en buena hora
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.

Pase a media noche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama;
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente,
y ríase la gente.

Pues Amor es tan cruel
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,
do se junten ella y él,
sea mi Tisbe un pastel
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.

A una rosa

Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida?
Y, ¿para no ser nada estás lozana?

Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.

Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;

dilata tu nacer para la vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.
Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándose a un blanco y liso cuello,

ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas,
ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,

ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,
estaba, oh, claro sol invidïoso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,

mató mi gloria y acabó mi suerte.
Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los suyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.

Al tramontar del sol, la ninfa mía…

Al tramontar del sol, la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.

Ondeábale el viento que corría
el oro fino con error galano,
cual verde hoja del álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;

mas luego que ciñó sus sienes bellas
dé los varios despojos de su falda
(término puesto al oro ya la nieve),

juraré que lució más su guirnalda
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.

Canción

¡Qué de envidiosos montes levantados,
de nieves impedidos,
me contienen tus dulces ojos bellos!
¡Qué de ríos del hielo tan atados,
del agua tan crecidos
me defienden el ya volver a vellos!
Y, cuál, burlando de ellos
el noble pensamiento,
por verte viste plumas, pisa el viento!

Ni a las tinieblas de la noche oscura
ni a los hielos perdona,
y a la mayor dificultad engaña;
no hay guardas hoy de llave tan segura,
que nieguen tu persona,
que no desmienta con discreta mañana,
ni emprenderá hazaña
tu esposo cuando lidie,
que no registre él, y yo no envidie.

Allá vuelas, lisonja de mis penas,
que con igual licencia
penetras el abismo, el cielo escalas;
y mientras yo te aguardo en las cadenas
de esta rabiosa ausencia,
el viento agravian tus ligeras alas.
Ya veo que te calas
donde bordada tela
un lecho abriga y mil dulzores cela.

Tarde batiste la envidiosa pluma,
que en sabrosa fatiga
vieras (muerta la voz, suelto el cabello)
la blanca hija de la blanca espuma,
no sé si en brazos diga
de un fiero Marte, de un Adonis bello,
y anudada a su cuello,
podrás verla dormida,
y a él casi trasladado a nueva vida.

Desnuda el brazo, el pecho descubierta,
entre templada nieve
evaporar contempla un fuego helado,
y al esposo en figura casi muerta,
que el silencio le bebe
del sueño, con sudor solicitado;
dormid, que el dios alado,
de vuestras almas dueño,
con el dedo en la boca os guarda el sueño;

dormid, copia gentil de amantes nobles,
en los dichosos nudos
que a los lazos de amor os dio Himeneo;
mientras yo, desterrado, de estos robles
y peñascos desnudos
la piedad con mis lágrimas granjeo;
coronad el deseo
de gloria, en recordando;
sea el lecho de batalla campo blando.
Canción, di al pensamiento
que corra la cortina,
y vuelva al desdichado que camina.

Descaminado, enfermo, peregrino…

Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino,
distinto, oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto,
piedad halló, si no halló camino.

Salió el Sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.

Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.

En crespa tempestad del oro undoso…

En crespa tempestad del oro undoso
nada golfos de luz ardiente y pura
mi corazón, sediento de hermosura,
si el cabello deslazas generoso.

Leandro en mar de fuego proceloso
su amor ostenta, su vivir apura;
ícaro en senda de oro mal segura
arde sus alas por morir glorioso.

Con pretensión de fénix, encendidas
sus esperanzas, que difuntas lloro,
intenta que su muerte engendre vidas.

Avaro y rico y pobre, en el tesoro,
el castigo y la hambre imita a Midas,
Tántalo en fugitiva fuente de oro.

En el cristal de tu divina mano…

En el cristal de tu divina mano
de Amor bebí el dulcísimo veneno,
néctar ardiente que me abrasa el seno,
y templar con la ausencia pensé en vano.

Tal, claudia bella del rapaz tirano
es arpón de oro tu mirar sereno,
que cuánto más ausente dél, más peno,
de sus golpes el pecho menos sano.

Tus cadenas al pie, lloro al ruido
de un eslabón y otro mi destierro,
más desviado, pero más perdido.

¿Cuándo será aquel día que por yerro,
oh serafín, desates, bien nacido,
con manos de cristal nudos de hierro?

De la brevedad engañosa de la vida

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.

¿Confiésalo Cartago y tu lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas, que limando están los días,
los días, que royendo están los años.

De la jornada de Larache

-¿De dónde bueno, Juan, con pedorreras?
-Señora tía, de Cagalarache.
-Sobrino, ¿y cuántos fuistes a Alfarache?
-Treinta soldados en tres mil galeras.
-¿Tanta gente? -Tomámoslo de veras.
-¿Desembarcastes, Juan? -¡Tarde piache!,
que al dar un Santiago de azabache,
dio la playa más moros que veneras.
-Luego, ¿es de moros? -Sí, señora tía;
mucha algazara, pero poca ropa.
-¿Hicieron os los perros algún daño?
-No, que en ladrando con su artillería,
a todos nos dio cámaras de popa.
-¡Salud serían para todo el año!

De pura honestidad templo sagrado…

De pura honestidad templo sagrado,
cuyo bello cimiento y gentil muro
de blanco nácar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;

pequeña puerta de coral preciado,
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habéis para viriles usurpado;

soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro sol, en cuanto en torno gira,
ornan de luz, coronan de belleza;

ídolo bello, a quien humilde adoro,
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta y tus virtudes reza.

Hermana Marica

Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.

Pondráste el corpiño
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega,

y a mí me pondrán
mi camisa nueva,
sayo de palmilla,
media de estameña;

y si hace bueno
trairé la montera
que medio la Pascua
mi señora abuela,

y el estandal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.

Compraremos de él
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;

y en la tardecica,
en nuestra plazuela,
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas

con las dos hermanas
Juana y Madalena
y las dos primillas
Marica y la tuerta;

y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto d’ello
bailar en la puerta;

y al son del adufe
cantará Andrehuela
«No me aprovecharon,
madre, las hierbas»;

y yo de papel
haré una librea,
teñida con moras
porque bien parezca,

y una caperuza
con muchas almenas;
pondré por penacho
las dos plumas negras

del rabo del gallo,
que acullá en la huerta
anaranjeamos
las Carnestolendas;

y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus trazanderas;

y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos por riendas,

y entraré en la calle
haciendo corvetas.
Yo y otros del barrio
que son más de treinta

jugaremos cañas
junto a la plazuela,
porque Barbolilla
salga acá y nos vea:

Bárbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme
tortas con manteca,

porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta.

1608

Las flores del romero,
niña Isabel,
hoy son flores azules,
mañana serán de miel.

Celosa estás, la niña,
celosa estás de aquél,
dichoso, pues le buscas,
ciego, pues te ve.
Ingrato, pues te enoja,
y confiado, pues
no se disculpa hoy
de lo que hizo ayer.
Enjuguen esperanzas
lo que lloras por él,
que celos entre aquellos
que se han querido bien,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Aurora de ti misma,
que, cuando a amanecer
a tu placer empiezas,
te eclipsan tu placer;
serénense tus ojos,
y más perlas no des,
porque al sol le está mal
lo que a la aurora bien.
Desata como nieblas
todo lo que no ves,
que sospechas de amantes
y querellas después,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Ilustre y hermosísima María…

Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada Aurora,
Febo en tus ojos y en tu frente el día,

y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;

antes que, de la edad Febo eclipsado
y el claro día vuelto en noche obscura,
huya la Aurora del mortal nublado;

antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura:
goza, goza el color, la luz, el oro.

La Aurora, de azahares coronada…

La Aurora, de azahares coronada,
sus lágrimas partió con vuestra bota,
ni de las peregrinaciones rota,
ni de los conductores esquilmada.

De sus risueños ojos desatada,
fragrante perla cada breve gota,
por seráfica abeja fue, devota,
a bota peregrina trasladada.

Uvas os debe Clío, mas ceciales;
mínimas en el hábito, mas pasas,
a pesar del perífrasis absurdo.

Las manos de Alejandro hacéis escasas,
segunda la capilla del de Ales,
Izquierdo Esteban, sí, no Esteban zurdo.

Lloraba la niña…

Lloraba la niña
(y tenía razón)
la prolija ausencia
de su ingrato amor.
Dejóla tan niña,
que apenas, creo yo,
que tenía los años
que há la dejó.
Llorando la ausencia
del galán traidor,
la halla la Luna
y la deja el Sol,
añadiendo siempre
pasión a pasión,
memoria a memoria,
dolor a dolor.
Llorad corazón,
que tenéis razón.

Dícele su madre:
«Hija, por mi amor,
que se acabe el llanto,
o me acabe yo.»
Ella le responde:
«Non podrá ser, no;
las causas son muchas,
los ojos son dos.
Satisfagan, madre,
tanta sinrazón,
y lágrimas lloren
en esta ocasión,
tantas como dellos
un tiempo tiró
flechas amorosas
el arquero Dios.

Ya no canto, madre,
y si canto yo,
muy tristes endechas
mis canciones son:
porque el que se fué
con lo que llevó
se dejó el silencio
y llevó la voz»
Llorad corazón,
que tenéis razón.

Los celos

¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!

¡Oh, entre el néctar de Amor mortal veneno,
que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh, espada sobre mí de un pelo asida,
de la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
vuélvete al lugar triste donde estabas,
o al reino (si allá cabes) del espanto;

mas no cabrás allá, que pues ha tanto
que comes de ti mesmo y no te acabas,
mayor debes de ser que el mismo infierno.

Ya besando unas manos cristalinas…

Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas;

ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,

estaba, oh claro Sol invidïoso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.

Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos más enojos,
rayo, como a tu hijo, te den muerte.

La dulce boca que a gustar convida…

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas, que la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;

¡manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno!

La más bella niña…

La más bella niña
de nuestrto lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dexadme llorar,
orillas del mar…

Pues me diste, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer
tan largo el penar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
Dexadme llorar,
orillas del mar…

En llorar conviertan
mis ojos de hoy más
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar
yéndose a la guerra
quien era mi paz,
Dexadme llorar,
orillas del mar…

No me pongáis freno
Ni queráis culpar;
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fue
morir y callar.
Dexadme llorar,
orillas del mar…

Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dexadme llorar,
orillas del mar..

Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dexadme llorar,
orillas del mar…

A Córdoba

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,

Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

De la brevedad engañosa de la vida

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta,
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada Sol repetido es un cometa.

¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas:
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.

Inscripción para el sepulcro de Dominico Greco

Esta en forma elegante, oh peregrino,
de pórfido luciente dura llave,
el pincel niega al mundo más süave,
que dio espíritu a leño, vida a lino.

Su nombre, aún de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,
el campo ilustra de ese mármol grave:
venéralo y prosigue tu camino.

Yace el Griego. Heredó Naturaleza
Arte; y el Arte, estudio; Iris, colores;
Febo, luces -si no sombras, Morfeo-.

Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba, y cuantos suda olores
corteza funeral de árbol sabeo.

Mientras por competir con tu cabello…

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Por niñear, un picarillo tierno…

Por niñear, un picarillo tierno,
hurón de faltriqueras, sutil caza,
a la cola de un perro ató por maza
con perdón de los clérigos un cuerno.

El triste perrinchón en el gobierno
de una tan gran carroza se embaraza;
grítale el pueblo, haciendo de la plaza
Si allá se alegran un alegre infierno.

Llegó en esto una viuda mesurada,
que entre los signos, ya que no en la gloria,
tiene a su esposo, y dijo: «Es gran bajeza

que un gozque arrastre así una ejecutoria
que ha obedecido tanta gente honrada,
y se la ha puesto sobre su cabeza.»

Suspiros tristes, lágrimas cansadas…

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas a Alcides consagradas;

mal del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me le deja enjuto,

porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.

De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado

Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino,
distinto, oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto,
piedad halló, si no halló camino.

Salió el Sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.

Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.
***
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

CANCIONES

1
Corcilla temerosa,
cuando sacudir siente
al soberbio Aquilón con fuerza fiera
la verde selva umbrosa,
o murmurar corriente
entre la yerba, corre tan ligera,
que al viento desafía
su voladora planta:
con ligereza tanta,
huyendo va de mí la ninfa mía,
encomendando al viento
sus rubias trenzas, mi cansado acento.

El viento delicado
hace de sus cabellos
mil crespos nudos por la blanca espalda,
y habiéndose abrigado
lascivamente en ellos,
a luchar baja un poco con la falda,
donde no sin decoro,
por brújula, aunque breve,
muestra la blanca nieve
entre los lazos del coturno de oro.
Y así, en tantos enojos,
si trabajan los pies, gozan los ojos.

[Con aquel dulce brío
que me da el soplo escaso
del viento al descubrir su planta bella,
sigo, esforzando el mío,
su fugitivo paso,
no más por alcanzalla que por vella;
ella mi intento viendo,
vuelve a mí la serena
süave luz, y enfrena
mi dulce alcance, el mismo efeto haciendo
sus luces soberanas
en mí que en Atalanta las manzanas.]

Yo, pues, ciego y turbado,
viéndola cómo mide
con más ligeros pies el verde llano
que del arco encorvado
la saeta despide
del parto fiero la robusta mano,
y viendo que en mí mengua
lo que a ella le sobra,
pues nuevas fuerzas cobra,
apelo de los pies para la lengua
y en alta voz le digo:
«No huyas, ninfa, pues que no te sigo.

»Enfrena, oh Clori, el vuelo,
pues ves que el rubio Apolo
pone ya fin a su carrera ardiente.
Ten de ti misma duelo;
deponga un rato solo
el honesto sudor tu blanca frente.
Bastante muestra has dado
de cruel y ligera,
pues en tan gran carrera
tu bellísimo pie nunca ha dejado
estampa en el arena,
ni en tu pecho cruel mi grave pena.

»Ejemplos mil al vivo
de ninfas te pondría
(si ya la antigüedad no nos engaña)
por cuyo trato esquivo
nuevos conoce hoy día
troncos el bosque y piedras la montaña;
mas sírvate de aviso
en tu curso el de aquella,
no tan cruda ni bella,
a quien ya sabes que el pastor de Anfriso,
con pie menos ligero,
la siguió ninfa y la alcanzó madero.»

Quédate aquí, canción, y pon silencio
al fugitivo canto,
que razón es parar quien corrió tanto.

2
Donde las altas ruedas
con silencio se mueven,
y a gemir no se atreven
las verdes sonorosas alamedas,
por no hacer ruïdo
al Betis, que entre juncias va dormido;

sobre un peñasco roto,
al tronco recostado
de un fresno levantado,
que escogió entre los árboles del soto
porque su sombra es flores,
su dulce fruto dulces ruiseñores,

Coridón se quejaba
de la ausencia importuna
al rayo de la Luna,
que al perezoso río le hurtaba,
mientras que él no lo siente,
espejos claros de cristal luciente.

«Injusto Amor -decía-,
pues permites que muera
en extraña ribera
(que por extraña tengo ya la mía),
válganme contra ausencia
esperanzas armadas de paciencia.»

3
Vuelas, oh tortolilla,
y al tierno esposo dejas
en soledad y quejas;
vuelves después gimiendo,
recíbete arrullando,
lasciva tú, si él blando.
Dichosa tú mil veces,
que con el pico haces
dulces guerras de Amor y dulces paces.

Testigo fue a tu amante
aquel vestido tronco
de algún arrullo ronco;
testigo también tuyo
fue aquel tronco vestido
de algún dulce gemido;
campo fue de batalla
y tálamo fue luego:
árbol que tanto fue perdone el fuego.

Mi piedad una a una
contó, aves dichosas,
vuestras quejas sabrosas;
mi envidia ciento a ciento
contó, dichosas aves,
vuestros besos süaves.
Quien besos contó y quejas
las flores cuente a Mayo,
y al cielo las estrellas rayo a rayo.

Injuria es de las gentes
que de una tortolilla
Amor tenga mancilla,
y que de un tierno amante
escuche, sordo, el ruego
y mire el daño, ciego.
Al fin es dios alado,
y plumas no son malas
para lisonjear a un dios con alas.

4
De la florida falda
que hoy de perlas bordó la alba luciente,
tejidos en guirnalda
traslado estos jazmines a tu frente,
que piden, con ser flores,
blanco a tus sienes y a tu boca olores.

Guarda de estos jazmines
de abejas era un escuadrón volante,
ronco, sí, de clarines,
mas de puntas armado de diamante;
púselas en huida,
y cada flor me cuesta una herida.

Más, Clori, que he tejido
jazmines al cabello desatado,
y más besos te pido
que abejas tuvo el escuadrón armado;
lisonjas son iguales
servir yo en flores, pagar tú en panales.

5
En el sepulcro de Garcilaso de la Vega

Piadoso hoy celo, culto
cincel hecho de artífice elegante,
de mármol espirante
un generoso anima y otro bulto,
aquí donde entre jaspes y entre oro
tálamo es mudo, túmulo canoro.

Aquí donde coloca
justo afecto en aguja no eminente,
sino en urna decente,
esplendor mucho, si ceniza poca,
bien que, milagros despreciando egipcios,
pira es suya este monte de edificios.

Si tu paso no enfrena
tan bella en mármol copia, oh caminante,
esa es la ya sonante
émula de las trompas, ruda avena,
a quien del Tajo deben hoy las flores
el dulce lamentar de dos pastores;

este el corvo instrumento
que al Albano cantó segundo Marte,
de sublime ya parte
pendiente, cuando no pulsarlo al viento,
solicitarlo oyó silva confusa,
ya a docta sombra, ya a invisible musa.

Vestido, pues, el pecho
túnica Apolo de diamante gruesa,
parte la dura huesa
con la que en dulce lazo el blanco lecho.
Si otra inscripción deseas, vete cedo:
lámina es cualquier piedra de Toledo.

SEGUIDILLAS Y CANCIÓN

Para Doña María Hurtado, en ausencia de Don Gabriel Zapata su marido

Mátanme los celos
de aquel andaluz:
hágame, si muriere,
la mortaja azul.

Perdí la esperanza
de ver mi ausente:
Háganme, si muriere,
la mortaja verde.

Madre, sin ser monja,
soy ya descalza,
pues me tiene la ausencia
sin mi Zapata.

La mitad del alma
me lleva la mar;
volved, galeritas,
por la otra mitad.

Muera yo en tu playa,
Nápoles bella,
y serás sepulcro
de otra sirena.

Pídenme que cante,
canto forzada;
¡quién lo fuera vuestro,
galeras de España!

Mientras hago treguas
con mi dolor,
si descansan los ojos,
llore la voz.

Ausente de mi vida,
tú en agua, yo navego
en lágrimas de fuego
después de tu partida.

Esta mi voz perdida
dulce te seguirá, pues dulce vuela;
suspiros no, que abrasarán tu vela.

No de tu media luna
ha sido, Amor, flechada
saeta más alada
que la ausencia importuna.

Defensa hay sola una
contra su penetrante vuelo, y esa
el duro es mármol de una breve huesa.

MADRIGALES

1
De la purificación de Nuestra Señora

La vidrïera mejor
en sus brazos de cristal
entra al Sol hoy celestial
en la capilla mayor;
a cuyo resplandor,
sin que más luz espere,
Simeón fénix arde y cisne muere.

2
Inscripción para el sepulcro de Doña María de Lira

La bella Lira muda yace ahora
debajo de este mármol, que sin duda
lo ha convocado muda
como solía canora.
Si el Tajo arenas dora,
ilustre piedras: culto monumento
a este de las Musas instrumento.

3
Madrigal para inscripción de la fuente de quien dijo Garcilaso:
«En medio del invierno…», etc.

El líquido cristal que hoy de esta fuente
admiras, caminante,
el mismo es de Helicona;
si pudieres, perdona
al paso un solo instante:
beberás (cultamente)
ondas que del Parnaso
a su Vega tradujo Garcilaso.

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OCTAVAS

1
Octava fúnebre en el sepulcro de la Señora Reina Doña Margarita

En esta que admiráis de piedras graves
labor no egipcia, aunque a la llama imita,
ungüentos privilegian hoy süaves
la muerta humanidad de Margarita,
si de cuantos la pompa de las aves
en su funeral leños solicita
hay quien destile aroma tal, en vano
resistiendo sus troncos al gusano.

2
Tomando ocasión de la muerte del Conde de Villamediana, se burla del Doctor Collado, médico amigo suyo

Mataron al señor Villamediana.
Dúdase con cuál arma fuese muerto:
quién dice que fue media partesana;
quién alfanje, de puro corvo tuerto;
quién el golpe atribuye a Durindana,
y en lo horrible tuviéralo por cierto,
a no haber un alcalde averiguado
que le dieron con un doctor Collado.

TERCETOS

1
¡Mal haya el que en señores idolatra
y en Madrid desperdicia sus dineros,
si ha de hacer al salir una mohatra!

Arroyos de mi huerta lisonjeros
(¿lisonjeros?: mal dije, que sois claros):
Dios me saque de aquí y me deje veros.

Si corréis sordos, no quiero hablaros;
mejor es que corráis murmuradores,
que llevo muchas cosas que contaros.

Tenedme, aunque es otoño, ruiseñores,
ya que llevar no puedo ruicriados,
que entre pámpanos son lo que entre flores.

Si yo tuviera veinte mil ducados,
tiplones convocara de Castilla,
de Portugal bajetes mermelados;

y a fe que a la pajísima capilla
tïorbas de cristal vuestras corrientes
prestaran dulces en su verde orilla.

Pájaros suplan, pues, faltas de gentes,
que en voces, si no métricas, süaves,
consonancias desaten diferentes;

si ya no es que de las simples aves
contiene la república volante
poetas, o burlescos sean o graves,

y cualque madrigal sea elegante,
librándome el lenguaje en el concento,
el que algún culto ruiseñor me cante,

prodigio dulce que corona el viento,
en unas mismas plumas escondido
el músico, la musa, el instrumento.

Mas ¿dónde ya me había divertido,
risueñas aguas, que de vuestro dueño
os habéis con razón siempre reído?

Guardad entre esas guijas lo risueño
a este dómine bobo, que pensaba
escaparse de tal por lo aguileño,

celebrando con tinta, y aun con baba,
las fiestas de la corte, poco menos
que hacérselas a Judas con octava.

Cantar pensé en sus márgenes amenos
cuantas Dianas Manzanares mira,
a no romadizarme sus Sirenos.

La lisonja, con todo, y la mentira
(modernas musas del Aonio coro)
las cuerdas le rozaron a mi lira.

¿Valió por dicha al leño mío canoro
(si puede ser canoro leño mío)
clavijas de marfil o trastes de oro?

Sequedad lo ha tratado como a río;
puente de plata fue que hizo alguno
a mi fuga quizá de su desvío.

No más, no, que aun a mí seré importuno,
y no es mi intento a nadie dar enojos,
sino apelar al pájaro de Juno:

gastar quiero de hoy más plumas con ojos
y mirar lo que escribo. El desengaño
preste clavo y pared a mis despojos.

La adulación se queden y el engaño
mintiendo en el teatro, y la esperanza
dando su verde un año y otro año;

que si en el mundo hay bienaventuranza,
a la sombra de aquel árbol me espera
cuyo verdor no conoció mudanza.

Su flor es pompa de la primavera;
su fruto, o sea lo dulce o sea lo acedo,
en oro engasta, que al romperlo es cera.

Allí el murmurio de las aguas ledo,
ocio sin culpa, sueño sin cuidado
me guardan, si acá en polvos no me quedo

molido del dictamen de un letrado
en la tahona de un relator, donde
siempre hallé para mí el rocín cansado.

Dichoso el que pacífico se esconde
a este civil rüido, y litigante,
o se concierta o por poder responde,

sólo por no ser miembro corteggiante
de sierpe prodigiosa, que camina
la cola, como el gámbaro, delante.

Oh soledad, de la quietud divina
dulce prenda, aunque muda, ciudadana
del campo, y de sus ecos convecina;

sabrosas treguas de la vida urbana,
paz del entendimiento, que lambica
tanto en discursos la ambición humana:

¿quién todos sus sentidos no te aplica?
Ponme sobre la mula, y verás cuánto
más que la espuela esta opinión la pica.

Sea piedras la corona, si oro el manto
del monarca supremo; que el prudente
con tanta obligación no aspira a tanto.

Entre pastor de ovejas y de gente,
un político medio lo conduce
del pueblo a su heredad, de ella a su fuente.

Sobre el aljófar que en las hierbas luce,
o se reclina, o toma residencia
a cada vara de lo que produce.

Tiéndese, y con debida reverencia
responde, alta la gamba, al que le escribe
la expulsión de los moros de Valencia.

Tan ceremonïosamente vive,
sin dársele un cuatrín de que en la corte
le den título a aquél o el otro prive.

No gasta así papel, no paga porte
de la gaceta que escribió las bodas
de doña Calamita con el Norte.

Del estadista y sus razones todas
se burla, visitando sus frutales,
mientras el ambicioso sus vaivodas.

No pisa pretendiente los umbrales
del que trae la memoria en la pretina,
pues de ella penden los memorïales.

El margen de la fuente cristalina,
sobre el verde mantel que da a su mesa,
platos le ofrece de esmeralda fina.

Sírvele el huerto con la pera gruesa
émula en el sabor, y no comprada,
de lo más cordïal de la camuesa.

A la gula se queden la dorada
rica vajilla, el bacanal estruendo…
Mas basta, que la mula es ya llegada.
¡A tus lomos, oh rucia, me encomiendo!

2
A Luis de Cabrera, para la historia del Señor Rey Don Felipe el Segundo

Escribís, oh Cabrera, del segundo
Filipo las acciones y la vida,
con que el cielo aquistó, si admiró el mundo.

Alto asunto, materia esclarecida,
digna, Livio español, de vuestra pluma,
y pluma tal a tanto rey debida.

Léase, pues, de este prudente Numa
el largo cetro, la gloriosa espada
en culto estilo ya con verdad suma.

Sea la felicísima jornada
en sus primeros años florecientes
lisonja de mi oreja fatigada.

Provincias, mares, reinos diferentes
peregrinó gentil, pisó ceñido
de enjambres, no de ejércitos de gentes.

Cual ya el único pollo bien nacido
de crestas vuela de oro coronado,
si bien de plata y rosicler vestido,

que de tropas de aves rodeado,
la variedad matiza del plumaje
el color de los cielos turquesado,

tal el joven procede en su viaje,
Fénix, mas no admirado del dichoso
árabe en nombre, bárbaro en linaje,

ni del egipcio un tiempo religioso,
sino hospedado del fïel lombardo,
temido del helvecio belicoso.

Tantos siguen al Príncipe gallardo,
que el río que vadean cristalino
o al mar no llega, o llega con pie tardo.

Hierve, no de otra suerte que el camino
de próvidas hormigas, o de abejas
el aire al colmenar circunvecino.

Balcones, galerías son, y rejas
del número que ocurre a saludarlo
las altas hayas, las encinas viejas.

A los pies llega al fin del Quinto Carlo,
que en sus brazos lo acoge, y tiernamente
lo abraza y no desiste de abrazarlo.

LETRILLAS LÍRICAS

1
¡Ya no más, ceguezuelo hermano,
ya no más!

Baste lo flechado, Amor,
más munición no se pierda;
afloja al arco la cuerda
y la causa a mi dolor;
que en mi pecho tu rigor
escriben las plumas juntas,
y en las espaldas las puntas
dicen que muerto me has.
¡Ya no más, ceguezuelo hermano,
ya no más!

Para el que a sombras de un roble
sus rústicos años gasta,
el segundo tiro basta,
cuando el primero no sobre;
basta para un zagal pobre
la punta de un alfiler;
para Bras no es menester
lo que para Fierabrás.
¡Ya no más, ceguezuelo hermano,
ya no más!

[Gran vergüenza tuya es
que pongas el mismo afán
en traspasar un gabán
que en enclavar un arnés.
Pues ya rendido a tus pies,
envuelto en mi sangre lloro,
no des al viento más oro
con las flechas que le das.
¡Ya no más, ceguezuelo hermano,
ya no más!]

Tan asaeteado estoy,
que me pueden defender
las que me tiraste ayer
de las que me tiras hoy;
si ya tu aljaba no soy,
bien a mal tus armas echas,
pues a ti te faltan flechas
y a mí donde quepan más.
¡Ya no más, ceguezuelo hermano,
ya no más!

2
No son todos ruiseñores
los que cantan entre las flores,
sino campanitas de plata,
que tocan a la alba,
sino trompeticas de oro,
que hacen la salva
a los soles que adoro.

No todas las voces ledas
son de Sirenas con plumas,
cuyas húmidas espumas
son las verdes alamedas;
si suspendido te quedas
a los süaves clamores,
no son todos ruiseñores, etc.

Lo artificioso que admira,
y lo dulce que consuela,
no es de aquel violín que vuela
ni de esotra inquieta lira;
otro instrumento es quien tira
de los sentidos mejores:
no son todos ruiseñores, etc.
[Las campanitas lucientes,
y los dorados clarines
en coronados jazmines,
los dos hermosos corrientes
no sólo recuerdan gentes
sino convocan amores.
No son todos ruiseñores, etc.]

3
La vaga esperanza mía
se ha quedado en vago, ¡ay triste!
Quien alas de cera viste
¡cuán mal de mi Sol las fía!

Atrevida se dio al viento
mi vaga esperanza, tanto,
que las ondas de mi llanto
infamó su atrevimiento,
bien que todo un elemento
de lágrimas urna es poca.
¿Qué diré a cera tan loca,
o a tan alada osadía?
La vaga esperanza mía, etc.

[Como vaga, fue ligera
a conducir mi esperanza
rayos, que apenas alcanza
la vista en la cuarta esfera.
Mal perdida. la carrera
torciendo, infelice suerte
abrasó para mi muerte
mi generosa porfía.
La vaga esperanza mía, etc.]

4
Ánsares de Menga
al arroyo van:
ellos visten nieve,
él corre cristal.

El arroyo espera
las hermosas aves,
que cisnes süaves
son de su ribera;
cuya Venus era
hija de Pascual.
Ellos visten nieve,
él corre cristal.

Pudiera la pluma
del menos bizarro
conducir el carro
de la que fue espuma.
En beldad, no en suma,
lucido caudal,
ellos visten nieve,
él corre cristal.

Trenzado el cabello
los sigue Minguilla,
y en la verde orilla
desnuda el pie bello,
granjeando en ello
marfil oriental
los que visten nieve,
quien corre cristal.

La agua apenas trata
cuando dirás que
se desata el pie,
y no se desata,
plata dando a plata
con que, liberal,
los viste de nieve,
le presta cristal.

5
[En persona del Marqués de Flores de Ávila, estando enfermo]

Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

La aurora ayer me dio cuna,
la noche ataúd me dio;
sin luz muriera si no
me la prestara la Luna:
pues de vosotras ninguna
deja de acabar así,
aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

Consuelo dulce el clavel
es a la breve edad mía,
pues quien me concedió un día,
dos apenas le dio a él:
efímeras del vergel,
yo cárdena, él carmesí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

Flor es el jazmín, si bella,
no de las más vividoras,
pues dura pocas más horas
que rayos tiene de estrella;
si el ámbar florece, es ella
la flor que él retiene en sí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

El alhelí, aunque grosero
en fragancia y en color,
más días ve que otra flor,
pues ve los de un Mayo entero:
morir maravilla quiero
y no vivir alhelí.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

A ninguna flor mayores
términos concede el Sol
que al sublime girasol,
Matusalén de las flores:
ojos son aduladores
cuantas en él hojas vi.
Aprended, Flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.

LETRILLAS SATÍRICAS

1
Que pida a un galán Minguilla
cinco puntos de jervilla,
bien puede ser;
mas que calzando diez Menga,
quiera que justo le venga,
no puede ser.

2
Que se case un don Pelote
con una dama sin dote,
bien puede ser;
mas que no dé algunos días
por un pan las damerías,
no puede ser.

3
Que la viuda en el sermón
dé mil suspiros sin son,
bien puede ser:
mas que no los dé, a mi cuenta,
porque sepan dó se sienta,
no puede ser.

4
Que esté la bella casada
bien vestida y mal celada,
bien puede ser;
mas que el bueno del marido
no sepa quién dio el vestido,
no puede ser.

5
Que anochezca cano el viejo,
y que amanezca bermejo,
bien puede ser;
mas que a creer nos estreche
que es milagro y no escabeche,
no puede ser.

6
Que se precie un don Pelón
que se comió un perdigón,
bien puede ser;
mas que la biznaga honrada
no diga que fue ensalada,
no puede ser.

7
Que olvide a la hija el padre
de buscalle quien le cuadre,
bien puede ser;
mas que se pase el invierno
sin que ella le busque yerno,
no puede ser.

8
Que la del color quebrado
culpe al barro colorado,
bien puede ser;
mas que no entendamos todos
que aquestos barros son lodos,
no puede ser.

9
Que por parir mil loquillas
enciendan mil candelillas,
bien puede ser;
mas que, público o secreto,
no haga algún cirio efecto,
no puede ser.

10
Que sea el otro Letrado
por Salamanca aprobado,
bien puede ser;
mas que traiga buenos guantes
sin que acudan pleiteantes,
no puede ser.

11
Que sea Médico más grave
quien más aforismos sabe,
bien puede ser;
mas que no sea más experto
el que más hubiere muerto,
no puede ser.

12
Que acuda a tiempo un galán
con un dicho y un refrán,
bien puede ser;
mas que entendamos por eso
que en Floresta no está impreso,
no puede ser.

13
Que oiga Menga una canción
con piedad y atención,
bien puede ser;
mas que no sea más piadosa
a dos escudos en prosa,
no puede ser.

14
Que sea el Padre Presentado
predicador afamado,
bien puede ser;
mas que muchos puntos buenos
no sean estudios ajenos,
no puede ser.

15
Que una guitarrilla pueda
mucho, después de la queda,
bien puede ser;
mas que no sea necedad
despertar la vecindad,
no puede ser.

16
Que el mochilero o soldado
deje su tercio embarcado,
bien puede ser;
mas que le crean de la guerra
porque entró roto en su tierra,
no puede ser.

17
Que se emplee el que es discreto
en hacer un buen soneto,
bien puede ser;
mas que un menguado no sea
el que en hacer dos se emplea,
no puede ser.

18
Que quiera una dama esquiva
lengua muerta y bolsa viva,
bien puede ser;
mas que halle, sin dar puerta,
bolsa viva y lengua muerta,
no puede ser.

19
Que junte un rico avariento
los doblones ciento a ciento,
bien puede ser;
mas que el sucesor gentil
no los gaste mil a mil,
no puede ser.

20
Que se pasee Narciso
con un cuello en paraíso,
bien puede ser;
mas que no sea notorio
que anda el cuerpo en purgatorio,
no puede ser.

ROMANCES

1
Los rayos le cuenta al Sol
con un peine de marfil
la bella Jacinta, un día
que por mi dicha la vi
en la verde orilla
de Guadalquivir.

La mano obscurece al peine
mas ¿qué mucho si el abril
la obscurecen los lilios
que blancos suelen salir
en la verde orilla
de Guadalquivir?

Los pájaros la saludan,
porque piensan (y es así),
que el Sol que sale en Oriente
vuelve otra vez a salir
en la verde orilla
de Guadalquivir.

Por solo un cabello el Sol
de sus rayos diera mil,
solicitando envidioso
el que se quedaba allí
en la verde orilla
de Guadalquivir.

2
La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:

Dejadme llorar
orillas del mar.

Pues me distes, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,

Dejadme llorar
orillas del mar.

En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,

Déjame llorar
orillas del mar.

No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar,

Dejadme llorar
orillas del mar.

Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?

Dejadme llorar
orillas del mar.

Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad,

Dejadme llorar
orillas del mar.

3
Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.

Pondráste el corpiño
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega;

y a mí me podrán
mi camisa nueva,
sayo de palmilla,
media de estameña;

y si hace bueno
traeré la montera
que me dio la Pascua
mi señora abuela,

y el estadal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.

Compraremos de él
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;

y en la tardecica,
en nuestra plazuela,
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas

con las dos hermanas,
Juana y Madalena,
y las dos primillas,
Marica y la tuerta;

y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto dello
bailar en la puerta;

y al son del adufe
cantará Andrehuela:
No me aprovecharon,
madre, las hierbas;

y yo de papel
haré una librea
teñida con moras
porque bien parezca,

y una caperuza
con muchas almenas
pondré por penacho
las dos plumas negras

del rabo del gallo,
que acullá en la huerta
anaranjeamos
las Carnestolendas;

y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus tranzaderas;

y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos, por riendas;

y entraré en la calle
haciendo corvetas,
yo y otros del barrio,
que son más de treinta.

Jugaremos cañas
junto a la plazuela,
porque Barbolilla
salga acá y nos vea;

Barbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme
tortas con manteca,

porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta.

4
En el caudaloso río
donde el muro de mi patria
se mira la gran corona
y el antiguo pie se lava,
desde su barca Alción
suspiros y redes lanza,
los suspiros por el cielo
y las redes por el agua,

y sin tener mancilla
mirábale su Amor desde la orilla.

En un mismo tiempo salen
de las manos y del alma
los suspiros y las redes
hacia el fuego y hacia el agua.
Ambos se van a su centro,
do su natural les llama,
desde el corazón los unos,
las otras desde la barca,

y sin tener mancilla
mirábale su Amor desde la orilla.

El pescador, entre tanto,
viendo tan cerca la causa,
y que tan lejos está
de su libertad pasada,
hacia la orilla se llega,
adonde con igual pausa
hieren el agua los remos
y los ojos de ella el alma,

y sin tener mancilla
mirábale su Amor desde la orilla.

Y aunque el deseo de verla,
para apresurarle, arma
de otros remos la barquilla,
y el corazón de otras alas,
porque la ninfa no huya,
no llega más que a distancia
de donde tan solamente
escuche aquesto que canta:

«Dejadme triste a solas
dar viento al viento y olas a las olas

Volad al viento, suspiros,
y mirad quién os levanta
de un pecho que es tan humilde
a partes que son tan altas.
Y vosotras, redes mías,
calaos en las ondas claras,
adonde os visitaré
con mis lágrimas cansadas,

«Dejadme triste a solas
dar viento al viento y olas a las olas

Dejadme vengar de aquélla
que tomó de mi venganza
de más leales servicios
que arenas tiene esta playa;
dejadme, nudosas redes,
pues que veis que es cosa clara
que más que vosotras nudos
tengo para llorar causas.

«Dejadme triste a solas
dar viento al viento y olas a las olas

5
Érase una vieja
de gloriosa fama,
amiga de niñas,
de niñas que labran.

Para su contento
alquiló una casa
donde sus vecinas
hagan sus coladas.

Con la sed de amor
corren a la balsa
cien mil sabandijas
de natura varia,

a que con sus manos,
pues tiene tal gracia
como el unicornio,
bendiga las aguas.

También acudía
la viuda honrada,
del muerto marido
sintiendo la falta,

con tan grande extremo,
que allí se juntaba
a llorar por él
lágrimas cansadas.

Fábula de Polifemo y Galatea

1
Estas que me dictó, rimas sonoras,
Culta sí aunque bucólica Talía,
Oh excelso Conde, en las purpúreas horas
Que es rosas la alba y rosicler el día,
Ahora que de luz tu niebla doras,
Escucha, al son de la zampoña mía,
Si ya los muros no te ven de Huelva
Peinar el viento, fatigar la selva.

2
Templado pula en la maestra mano
El generoso pájaro su pluma,
O tan mudo en la alcándara, que en vano
Aun desmentir el cascabel presuma;
Tascando haga el freno de oro cano
Del caballo andaluz la ociosa espuma;
Gima el lebrel en el cordón de seda,
Y al cuerno al fin la cítara suceda.

3
Treguas al ejercicio sean robusto,
Ocio atento, silencio dulce, en cuanto
Debajo escuchas de dosel augusto
Del músico jayán el fiero canto.
Alterna con las Musas hoy el gusto,
Que si la mía puede ofrecer tanto
Clarín -y de la Fama no segundo-,
Tu nombre oirán los términos del mundo.

4
Donde espumoso el mar sicilïano
El pie argenta de plata al Lilibeo,
Bóveda o de las fraguas de Vulcano
O tumba de los huesos de Tifeo,
Pálidas señas cenizoso un llano,
Cuando no del sacrílego deseo,
Del duro oficio da. Allí una alta roca
Mordaza es a una gruta de su boca.

5
Guarnición tosca de este escollo duro
Troncos robustos son, a cuya greña
Menos luz debe, menos aire puro
La caverna profunda, que a la peña;
Caliginoso lecho, el seno obscuro
Ser de la negra noche nos lo enseña
Infame turba de nocturnas aves,
Gimiendo tristes y volando graves.

6
De este, pues, formidable de la tierra
Bostezo, el melancólico vacío
A Polifemo, horror de aquella sierra,
Bárbara choza es, albergue umbrío
Y redil espacioso donde encierra
Cuanto las cumbres ásperas cabrío,
De los montes esconde: copia bella
Que un silbo junta y un peñasco sella.

7
Un monte era de miembros eminente
Este que -de Neptuno hijo fiero-
De un ojo ilustra el orbe de su frente,
Émulo casi del mayor lucero;
Cíclope a quien el pino más valiente
Bastón le obedecía tan ligero,
Y al grave peso junco tan delgado,
Que un día era bastón y otro cayado.

8
Negro el cabello, imitador undoso
De las oscuras aguas del Leteo,
Al viento que lo peina proceloso
Vuela sin orden, pende sin aseo;
Un torrente es su barba impetuosa,
Que -adusto hijo de este Pirineo-
Su pecho inunda- o tarde, o mal, o en vano
Surcada aun de los dedos de su mano.

9
No la Trinacria en sus montañas, fiera
Armó de crueldad, calzó de viento,
Que redima feroz, salve ligera
Su piel manchada de colores ciento:
Pellico es ya la que en los bosques era
Mortal horror al que con paso lento
Los bueyes a su albergue reducía,
Pisando la dudosa luz del día.

10
Cercado es, cuando más capaz más lleno,
De la fruta, el zurrón, casi abortada,
Que el tardo otoño deja al blando seno
De la piadosa yerba encomendada:
La serva, a quien le da rugas el heno;
La pera, a quien le da cuna dorada
La rubia paja y -pálida turora-
La niega avara y pródiga la dora.

11
Erizo es, el zurrón, de la castaña;
Y -entre el membrillo o verde o datilado-
De la manzana hipócrita, que engaña,
A lo pálido no, a lo arrebolado,
Y de la encina honor de la montaña,
Que pabellón al siglo fue dorado,
El tributo, alimento, aunque grosero,
Del mejor mundo, del candor primero.

12
Cera y cáñamo unió -que no debiera-
Cien cañas, cuyo bárbaro rüido,
De más ecos que unió cáñamo y cera
Albogues, duramente es repetido.
La selva se confunde, el mar se altera,
Rompe Tritón su caracol torcido,
Sordo huye el bajel a vela y remo:
¡Tal la música es de Polifemo!

13
Ninfa, de Doris hija, la más bella,
Adora, que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre, y dulce en ella
El terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
Lucientes ojos de su blanca pluma:
Si roca de cristal no es de Neptuno,
Pavón de Venus es, cisne de Juno.

14
Purpúreas rosas sobre Galatea
La Alba entre lilios cándidos deshoja:
Duda el Amor cuál más su color sea,
O púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
Émula vana. El ciego dios se enoja,
Y, condenado su esplendor, la deja
Pender en oro al nácar de su oreja.

15
Invidia de las ninfas, y cuidado
De cuantas honra el mar deidades, era;
Pompa del marinero niño alado
Que sin fanal conduce su venera.
Verde el cabello, el pecho no escamado,
Ronco sí, escucha a Glauco la ribera
Inducir a pisar la bella ingrata,
En carro de cristal, campos de plata.

16
Marino joven, las cerúleas sienes,
Del más tierno coral ciñe Palermo,
Rico de cuantos la agua engendra bienes,
Del Faro odioso al promontorio extremo;
Mas en la gracia igual, si en los desdenes
Perdonado algo más que Polifemo,
De la que, aún no le oyó, y, calzada plumas,
Tantas flores pisó como él espumas.

17
Huye la ninfa bella: y el marino
Amante nadador, ser bien quisiera,
Ya que no áspid a su pie divino,
Dorado pomo a su veloz carrera;
Mas, ¿cuál diente mortal, cuál metal fino
La fuga suspender podrá ligera
Que el desdén solicita? ¡Oh cuánto yerra
Delfin que sigue en agua corza en tierra!

18
Sicilia, en cuanto oculta, en cuanto ofrece,
Copa es de Baco, huerto de Pomona:
Tanto de frutas ésta la enriquece,
Cuanto aquél de racimos la corona.
En carro que estival trillo parece,
A sus campañas Ceres no perdona,
De cuyas siempre fértiles espigas
Las provincias de Europa son hormigas.

19
A Pales su viciosa cumbre debe
Lo que a Ceres, y aún más, su vega llana;
Pues si en la una granos de oro llueve,
Copos nieva en la otra mil de lana.
De cuantos siegan oro, esquilan nieve,
O en pipas guardan la exprimida grana,
Bien sea religión, bien amor sea,
Deidad, aunque sin templo, es Galatea.

20
Sin aras, no: que el margen donde para
Del espumoso mar su pie ligero,
Al labrador, de sus primicias ara,
De sus esquilmos es al ganadero;
De la Copia a la tierra poco avara
El cuerno vierte el hortelano, entero,
Sobre la mimbre que tejió prolija,
Si artificiosa no, su honesta hija.

21
Arde la juventud, y los arados
Peinan las tierras que surcaron antes,
Mal conducidos, cuando no arrastrados,
De tardos bueyes cual su dueño errantes;
Sin pastor que los silbe, los ganados
Los crujidos ignoran resonantes
De las hondas, si en vez del pastor pobre
El céfiro no silba, o cruje el robre.

22
Mudo la noche el can, el día dormido
De cerro en cerro y sombra en sombra yace.
Bala el ganado; al mísero balido,
Nocturno el lobo de las sombras nace.
Cébase -y fiero deja humedecido
En sangre de una lo que la otra pace.
¡Revoca, Amor, los silbos, o a su dueño,
El silencio del can siga y el sueño!

23
La fugitiva Ninfa en tanto, donde
Hurta un laurel su tronco al Sol ardiente,
Tantos jazmines cuanta yerba esconde
La nieve de sus miembros da una fuente.
Dulce se queja, dulce le responde
Un ruiseñor a otro, y dulcemente
Al sueño da sus ojos la armonía,
Por no abrasar con tres soles el día.

24
Salamandria del Sol, vestido estrellas,
Latiendo el Can del cielo estaba, cuando
-Polvo el cabello, húmidas centellas,
Si no ardientes aljófares, sudando-
Llegó Acis, y de ambas luces bellas
Dulce Occidente viendo al sueño blando,
Su boca dio, y sus ojos, cuanto pudo,
Al sonoro cristal, al cristal mudo.

25
Era Acis un venablo de Cupido,
De un Fauno -medio hombre, medio fiera-,
En Simetis, hermosa Ninfa, habido;
Gloria del mar, honor de su ribera.
El bello imán, el ídolo dormido,
Que acero sigue, idólatra venera,
Rico de cuanto el huerto ofrece pobre,
Rinden las vacas y fomenta el robre.

26
El celestial humor recién cuajado
Que la almendra guardó, entre verde y seca,
En blanca mimbre se lo puso al lado
Y un copo, en verdes juncos, de manteca;
En breve corcho, pero bien labrado,
Un rubio hijo de una encina hueca,
Dulcísimo panal, a cuya cera
Su néctar vinculó la primavera.

27
Caluroso, al arroyo da las manos,
Y con ellas, las ondas a su frente,
Entre dos mirtos que -de espuma canos-,
Dos verdes garzas son de la corriente.
Vagas cortinas de volantes vanos
Corrió Favonio lisonjeramente,
A la de viento, cuando no sea cama
De frescas sombras, de menuda grama.

28
La Ninfa, pues, la sonora plata
Bullir sintió del arroyuelo apenas,
Cuando -a los verdes márgenes ingrata-
Seguir se hizo de sus azucenas.
Huyera… mas tan frío se desata
Un temor perezoso por sus venas,
Que a la precisa fuga, al presto vuelo
Grillos de nieve fue, plumas de hielo.

29
Fruta en mimbre halló, leche exprimida
En juncos, miel en corcho, mas sin dueño;
Si bien al dueño debe, agradecida,
Su deidad culta, venerado el sueño.
A la ausencia mil veces ofrecida,
Este de cortesía no pequeño
Indicio la dejó -aunque estatua helada-
Más discursiva y menos alterada.

30
No al Cíclope atribuye, no, la ofrenda;
No a Sátiro lascivo, ni a otro feo
Morador de las selvas, cuya rienda
El sueño aflija, que aflojó el deseo.
El niño dios, entonces, de la venda,
Ostentación gloriosa, alto trofeo
Quiere que al árbol de su madre sea
El desdén hasta allí de Galatea.

31
Entre las ramas del que más se lava
En el arroyo, mirto levantado,
Carcaj de cristal hizo, si no aljaba,
Su blanco pecho de un arpón dorado.
El monstruo de rigor, la fiera brava
Mira la ofrenda ya con más cuidado,
Y aun siente que a su dueño sea devoto,
Confuso alcaide más, el verde soto.

32
Llamáralo, aunque muda; mas no sabe
El nombre articular que más querría,
Ni lo ha visto; si bien pincel suave
Lo ha bosquejado ya en su fantasía.
Al pie -no tanto ya, del temor, grave-
Fía su intento; y, tímida, en la umbría
Cama de campo y campo de batalla,
Fingiendo sueño al cauto garzón halla.

33
El bulto vio y, haciéndolo dormido,
Librada en un pie toda sobre él pende
-Urbana al sueño, bárbara al mentido
Retórico silencio que no entiende-:
No el ave reina, así el fragoso nido
Corona inmóvil, mientras no desciende
-Rayo con plumas- al milano pollo,
Que la eminencia abriga de un escollo,

34
Como la Ninfa bella -compitiendo
Con el garzón dormido en cortesía-
No sólo para, mas el dulce estruendo
Del lento arroyo enmudecer querría.
A pesar luego de las ramas, viendo
Colorido el bosquejo que ya había
En su imaginación Cupido hecho
Con el pincel que le clavó su pecho,

35
De sitio mejorada, atenta mira,
En la disposición robusta, aquello
Que. si por lo suave no la admira,
Es fuerza que la admire por lo bello.
Del casi tramontado Sol aspira
A los confusos rayos su cabello;
Flores su bozo es cuyas colores,
Como duerme la luz, niegan las flores.

36
(En la rústica greña yace oculto
El áspid del intonso prado ameno,
Antes que del peinado jardín culto
En el lascivo, regalado seno.)
En lo viril desata de su bulto
Lo más dulce el Amor de su veneno:
Bébelo Galatea, y da otro paso,
Por apurarle la ponzoña al vaso.

37
Acis -aún más, de aquello que dispensa
La brújula del sueño, vigilante-,
Alterada la Ninfa esté o suspensa,
Argos es siempre atento a su semblante,
Lince penetrador de lo que piensa,
Cíñalo bronce o múrelo diamante:
Que en sus Paladiones Amor ciego,
Sin romper muros introduce fuego.

38
El sueño de sus miembros sacudido,
Gallardo el joven la persona ostenta,
Y al marfil luego de sus pies rendido,
El coturno besar dorado intenta.
Menos ofende el rayo prevenido,
Al marinero, menos la tormenta
Prevista le turbó, o pronosticada:
Galatea lo diga, salteada.

39
Más agradable, y menos zahareña,
Al mancebo levanta venturoso,
Dulce ya conociéndole y risueña,
Paces no al sueño, treguas sí al reposo.
Lo cóncavo hacía de una peña
A un fresco sitial dosel umbroso,
Y verdes celosías unas yedras,
Trepando troncos y abrazando piedras.

40
Sobre una alfombra, que imitara en vano
El tiro sus matices -si bien era
De cuantas sedas ya hiló gusano
Y artífice tejió la Primavera-,
Reclinados, al mirto más lozano
Una y otra lasciva, si ligera,
Paloma se caló, cuyos gemidos
-Trompas de Amor- alteran sus oídos.

41
El ronco arrullo al joven solicita;
Mas, con desvíos Galatea suaves,
A su audacia los términos limita,
Y el aplauso al concento de las aves.
Entre las ondas y la fruta, imita
Acis al siempre ayuno en penas graves:
Que, en tanta gloria, infierno son no breve
Fugitivo cristal, pomos de nieve.

42
No a las palomas concedió Cupido
Juntar de sus dos picos los rubíes
Cuando al clavel el joven atrevido
Las dos hojas le chupa carmesíes.
Cuantas produce Pafo, engendra Gnido,
Negras víolas, blancos alhelíes,
Llueven sobre el que Amor quiere que sea
Tálamo de Acis y de Galatea.

43
Su aliento humo, sus relinchos fuego
-Si bien su freno espumas- ilustraba
Las columnas, Etón, que erigió el Griego,
Do el carro de la luz sus ruedas lava,
Cuando de amor el fiero jayán ciego,
La cerviz oprimió a una roca brava,
Que a la playa, de escollos no desnuda,
Linterna es ciega y atalaya muda.

44
Árbitro de montañas y ribera,
Aliento dio, en la cumbre de la roca,
A los albogues que agregó la cera,
El prodigioso fuelle de su boca;
La Ninfa los oyó, y ser más quisiera
Breve flor, yerba humilde y tierra poca,
Que de su nuevo tronco vid lasciva,
Muerta de amor, y de temor no viva.

45
Mas -cristalinos pámpanos sus brazos-
Amor la implica, si el temor la anuda,
Al infelice olmo, que pedazos
La segur de los celos hará, aguda.
Las cavernas en tanto, los ribazos
Que ha prevenido la zampoña ruda,
El trueno de la voz fulminó luego:
Referillo, Piéredes, os ruego.

46
«¡Oh bella Galatea, más süave
Que los claveles que tronchó la aurora;
Blanca más que las plumas de aquel ave
Que dulce muere y en las aguas mora;
Igual en pompa al pájaro que, grave,
Su manto azul de tantos ojos dora
Cuantas el celestial zafiro estrellas!
¡Oh tú, que en dos incluyes las más bellas!

47
»Deja las ondas, deja el rubio coro
De las hijas de Tetis, y el mar vea,
Cuando niega la luz un carro de oro,
Que en dos la restituye Galatea.
Pisa la arena, que en la arena adoro
Cuantas el blanco pie conchas platea,
Cuyo bello contacto puede hacerlas,
Sin concebir rocío, parir perlas.

48
»Sorda hija del mar, cuyas orejas
A mis gemidos son rocas al viento:
O dormida te hurten a mis quejas
Purpúreos troncos de corales ciento,
O al disonante número de almejas
-Marino, si agradable no, instrumento-,
Coros tejiendo estés, escucha un día
Mi voz, por dulce, cuando no por mía.

49
»Pastor soy, mas tan rico de ganados,
Que los valles impido más vacíos,
Los cerros desparezco levantados
Y los caudales seco de los ríos;
No los que, de sus ubres desatados,
O derribados de los ojos míos,
Leche corren y lágrimas; que iguales
En número a mis bienes son mis males.

50
»Sudando néctar, lambicando olores,
Senos que ignora aun la golosa cabra
Corchos me guardan, más que abeja flores
Liba inquïeta, ingenïosa labra;
Troncos me ofrecen árboles mayores,
Cuyos enjambres, o el abril los abra,
O los desate el mayo, ámbar distilan,
Y en ruecas de oro rayos del Sol hilan.

51
»Del Júpiter soy hijo, de las ondas,
Aunque pastor; si tu desdén no espera
A que el monarca de esas grutas hondas
En trono de cristal te abrace nuera,
Polifemo te llama, no te escondas,
Que tanto esposo admira la ribera
Cual otro no vio Febo más robusto,
Del perezoso Volga al Indo adusto.

52
»Sentado, a la alta palma no perdona
Su dulce fruto mi robusta mano;
En pie, sombra capaz es mi persona
De innumerables cabras el verano.
¿Qué mucho, si de nubes se corona
Por igualarme la montaña en vano,
Y en los cielos, desde esta roca, puedo
Escribir mis desdichas con el dedo?

53
»Marítimo Alción, roca eminente
Sobre sus huevos coronaba, el día
Que espejo de zafiro fue luciente
La playa azul de la persona mía;
Miréme, y lucir vi un sol en mi frente,
Cuando en el cielo un ojo se veía:
Neutra el agua dudaba a cuál fe preste:
O al cielo humano o al cíclope celeste.

54
»Registra en otras puertas el venado
Sus años, su cabeza colmilluda
La fiera, cuyo cerro levantado,
De helvecias picas es muralla aguda;
La humana suya el caminante errado
Dio ya a mi cueva, de piedad desnuda,
Albergue hoy por tu causa al peregrino,
Do halló reparo, si perdió camino.

55
»En tablas dividida, rica nave
Besó la playa miserablemente,
De cuantas vomitó riquezas grave,
Por las bocas del Nilo el Oriente.
Yugo aquel día, y yugo bien suave,
Del fiero mar a la sañuda frente
Imponiéndole estaba, si no al viento,
Dulcísimas coyundas mi instrumento,

56
»Cuando, entre globos de agua, entregar veo
A las arenas ligurina haya,
En cajas los aromas del Sabeo,
En cofres las riquezas de Cambaya:
Delicias de aquel mundo, ya trofeo
De Escila, que, ostentado en nuestra playa,
Lastimoso despojo fue dos días
A las que esta montaña engendra Harpías.

57
»Segunda tabla a un ginovés mi gruta
De su persona fue, de su hacienda:
La una reparada, la otra enjuta,
Relación del naufragio hizo horrenda.
Luciente paga de la mejor fruta
Que en yerbas se recline, en hilos penda,
Colmillo fue del animal que el Ganges
Sufrir muros le vio, romper falanges:

58
»Arco, digo, gentil, bruñida aljaba,
Obras ambas de artífice prolijo,
Y de Malaco rey a deidad Java
Alto don, según ya mi huésped dijo,
De aquél la mano, de ésta el hombro agrava;
Convencida la madre, imita al hijo:
Serás a un tiempo, en estos horizontes,
Venus del mar, Cupido de los montes».

59
Su horrenda voz, no su dolor interno
Cabras aquí le interrumpieron, cuantas
-Vagas el pie, sacrílegas el cuerno-
A Baco se atrevieron en sus plantas.
Mas, conculcado el pámpano más tierno
Viendo el fiero pastor, voces él tantas,
Y tantas despidió la honda piedras,
Que el muro penetraron de las yedras.

60
De los nudos, con esto, más suaves,
Los dulces dos amantes desatados,
Por duras guijas, por espinas graves
Solicitan el mar con pies alados:
Tal redimiendo de importunas aves
Incauto meseguero sus sembrados,
De liebres dirimió copia así amiga,
Que vario sexo unió y un surco abriga.

61
Viendo el fiero Jayán con paso mudo
Correr al mar la fugitiva nieve
(Que a tanta vista el Líbico desnudo
Registra el campo de su adarga breve)
Y al garzón viendo, cuantas mover pudo
Celoso trueno, antiguas hayas mueve:
Tal, antes que la opaca nube rompa
Previene rayo fulminante trompa.

62
Con violencia desgajó infinita
La mayor punta de la excelsa roca,
Que al joven, sobre quien la precipita,
Urna es mucha, pirámide no poca.
Con lágrimas la Ninfa solicita
Las deidades del mar, que Acis invoca:
Concurren todas, y el peñasco duro
La sangre que exprimió, cristal fue puro.

63
Sus miembros lastimosamente opresos
Del escollo fatal fueron apenas,
Que los pies de los árboles más gruesos
Calzó el líquido aljófar de sus venas.
Corriente plata al fin sus blancos huesos,
Lamiendo flores y argentando arenas,
A Doris llega que, con llanto pío,
Yerno lo saludó, lo aclamó río.

Ceñida, si asombrada no, la frente…

A Don Antonio de las Infantas, en la muerte
de una señora con quien estaba concertado
de casar en Segura de la Sierra.

Ceñida, si asombrada no, la frente
De una y otra verde rama obscura,
A los pinos dejando de Segura
Su urna lagrimosa, en son doliente,

Llora el Betis, no lejos de su fuente,
En poca tierra ya mucha hermosura:
Tiernos rayos en una piedra dura
De un sol antes caduco que luciente.

¡Cuán triste sobre el pórfido se mira
Casta Venus llorar su cuarta gracia,
Si lágrimas las perlas son que vierte!

¡Oh Antonio, oh tú del músico de Tracia
Prudente imitador! Tu dulce lira
Sus privilegios rompa hoy a la muerte.

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas…

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos,
y vomitar la tierra sus entrañas;

duras puentes romper, cual tiernas cañas,
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
mal vadeados de los pensamientos,
y enfrenados peor de las montañas;

los días de Noé, gentes subidas
en los más altos pinos levantados,
en las robustas hayas más crecidas.

Pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.

De la ambición humana

Mariposa, no sólo no cobarde,
mas temeraria, fatalmente ciega,
lo que la llama el Fénix aún le niega.
quiere obstinada que a sus alas guarde:

pues en su daño arrepentida larde,
del esplendor solicitada, llega
a lo que luce, y ambiciosa entrega
su mal vestida pluma a lo que arde.

¡Yace gloriosa en la que dulcemente
huesa le ha prevenido abeja breve,
suma felicidad a yerro sumo!

No a mi ambición contrario tan luciente,
menos activo, si cuanto más leve,
cenizas la hará, si abrasa el humo

»NICOMEDES SANTA CRUZ [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Nicomedes Santa Cruz fue un poeta oriundo de Perú, nacido en Lima el 4 de junio del año 1925 y fallecido en Madrid el 5 de febrero de 1992. Cabe mencionar que su labor por promover la cultura de su tierra no acabó en las fronteras de Perú, ya que viajó por muchas partes del mundo con este mismo propósito; entre los países que visitó se encuentran Japón, Brasil y España. Entre sus poemarios destacan «Ritmos negros del Perú» y «Cómo has cambiado, pelona».

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LOS POEMAS

 

CÓMO HAS CAMBIADO PELONA

Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.

Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,
y tu cabeza de bruja
la amarraste con peinetas.
Por no engordar sigues dietas
y estás flaca y hocicona.
Imitando a tu patrona
has aprendido a fumar.
Hasta en el modo de andar
cómo has cambiado, pelona.

Usas reloj de pulsera
y no sabes ver la hora.
Cuando un negro te enamora
le tiras con la cartera.
¡Qué…! ¿También usas polvera?
permite que me sonría
¿Qué polvos se pone usía?:
¿ocre? ¿rosado? ¿rachel?
o le pones a tu piel
cisco de carbonería.

Te pintaste hasta el meñique
porque un blanco te miró
«¡Francica, botá frifró
que son comé venarique…!»
Perdona que te critique,
y si me río, perdona.
Antes eras tan pintona
con tu traje de percala
y hoy, por dártela de mala
te has vuelto una negra mona.

Deja ese estilo bellaco,
vuelve a ser la misma de antes.
Menos polvos, menos guantes,
menos humo de tabaco.
Vuelve con tu negro flaco
que te adora todavía
Y si no, la policía
te va a llevar de la jeta
por dártela de coqueta
con tanta huachafería.

A DON PORFIRIO VÁSQUEZ 

¡Criollo, no: ¡Criollazo!
Canta en el tono que rasques.
Le llaman ¿El Amigazo?,
Su nombre: ¡PORFIRIO VÁSQUEZ!

Escúcheme, por favor,
escúcheme aunque no quiera:
cómo canta marinera,
yo lo creo un trovador.
Soy su fiel admirador,
lo oí y le di un abrazo;
donde él fui pasito a paso
por sentir su melodía.
Le digo, desde ese día
¡criollo, no: ¡Criollazo…!

Es el adjetivo justo
que merece un decimista,
zapateador, jaranista,
compositor de buen gusto.
Perdóname si te asusto
pero por Dios, no me atasques,
que aunque la lengua me masques
repetiré que es tan ducho
que sin esforzarse mucho
canta en el tono que rasques.

Riqueza debía tener
mas Dios le dará otro premio,
pues por su alma de bohemio
como si fuera un deber,
gozó más con proteger
al que le tendió su brazo.
Hoy comentan este caso
los que de él han recibido,
y en un geto agradecido
le llaman ?El Amigazo?.

Cuando le llegue el momento…
?y esto no es un mal presagio?,
como póstumo sufragio
le haremos un monumento.
Ruego al que grabe el cemento
que con buen cincel recalque
y en un ángulo le marque,
donde la piedra resista,
para que por siempre exista
su nombre: ¡PORFIRIO VÁSQUEZ!

A LA MUERTE DE DON JUAN BELMONTE

Para coger un pan sobre el morrillo
Dando pecho y axila a los pitones,
Juan, anónimo Juan, Juan Torerillo
No recibiste clásicas lecciones.

Para llevar a casa veinte duros
Entre la chifla de inhumano coro
Bebiste golpes, aspiraste apuros
Y al aire al suelo al aire y siempre al toro.

Del miedo, que es ingénito en el hombre,
Nació el valor, congénito en el hambre;
Así en la tauromaquia, Juan Sin Nombre
Fue antítesis del gran José Raigambre.

José, nieto de Venus y Vulcano
Fue un semidiós con la esbeltez de Apolo
(Frecuencia tuvo aquel Teseo hispano
En liquidar seis Minotauros, solo).

Mas Juan, el pobre Juan de carne y hueso,
El más mortal de todos los mortales
Opuso a sal valor, arrojo al seso
Y ?molinetes? contra ?naturales?.

Tres siglos en la historia del toreo
Se derrumbaron ante dos colosos:
Del morisco e hispánico alanceo
Hasta el futuro en los taurino cosos.

Y Joselito muestra al horizonte
Toda una enciclopedia en su percal.
Y remata sus lances Juan Belmonte
Con su ?media verónica? renal…

La Muerte se disfraza de capricho,
Y en la más increíble paradoja
Subsiste quien vivió a merced del bicho
Y muere quien ?¡no hay toro que lo coja!?…

Quedan atrás los años de la infancia:
Sevilla y su noctámbula capea…
Como un Jasón, Juan, en su rica estancia
Mira en la tauromaquia una Medea.

Porque si en su niñez fue Juan Sin Suerte
Y fue en su adolescencia Juan Sin Pan,
Hoy, ya casi un anciano, es Juan Sin Muerte
Porque la Muerte tuvo miedo a Juan.

Y quien burló a la muerte en tantos ruedos,
Mil veces sentenciado por suicida,
Sólo cuando lo quiso, y con sus dedos
Mató su muerte y se quitó la vida…

A Juan, que no toreó por soleares,
Muerto, no he de llorarlo en seguiriyas.
Sean por martinetes mis cantares,
Cante de yunque y fragua y herrerías:

Cristo de la Expiración
Cachorro de los trianeros,
Bríndale tu absolución
Al mejor de los toreros
Cachorro, si en Viernes Santo
Te faltara un penitente,
Asóciate a nuestro llanto
Que es Juan Belmonte el ausent

AL COMPÁS DEL SOCABÓN

Al compás del socabón
con décimas del Perú,
conserva la tradición
Nicomedes Santa Cruz.

I
Durante el siglo pasado
Y comienzos del presente
Era cosa muy frecuente
Un cantar improvisado:
Décimas de Pie forzado
Le llamaba la afición,
Y sólo en nuestra nación
La Décima o Espinela
Se acompañó con la vihuela
al compás del socabón.

II
Una glosa la interpretan
cuatro décimas o pies,
el verso número diez
es uno de la cuarteta;
y sin ser un gran poeta
ni nacer con tal virtud
con gusto y solicitud
en esas noches de invierno
puede llenarse un cuaderno
con Décimas del Perú.

III
Si rima con mucho esmero
la consonancia hará el resto:
Décimo, Séptimo y Sexto;
Quinto y Cuarto con Primero;
versos de igual terminación;
para mayor perfección
rime Octavo con Noveno
y con cada verso bueno
conserva la tradición.

IV
Octosilábica, hispana,
Fue la décima genuina,
Insuperable, divina
Es la décima peruana.
Si algún día alguien me gana
O si me llevase Jesús,
Que no se extinga la luz
En ese cantar tan nuestro.
Lo pide… un servidor vuestro:
Nicomedes Santa Cruz.

AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Paso a Nuestro Amo y Señor
andas, lienzo y candelabros.
Paso a Nuestro Salvador
el Señor de los Milagros.

La calle es un río humano
por cuyo cauce, la gente
muy acompasadamente
camina desde temprano.
¿Avancen, avancen hermanos,
no estorben al cargador…?
grita el Capataz Mayor
que las cuadrillas comanda.
¿Paso, que vienen las andas,
paso a Nuestro Amo y Señor…?

Por las calles se desborda
aquel torrente morado;
gimen los pies maltratados,
la Fe permanece sorda.
La multitud que lo aborda
da marco al rey de los cuadros:
Caídas y descalabros
en aquella mar mulata,
y cual velero de plata
andas, lienzo y candelabros.

Una señora morena
le ofrece todos sus hijos;
una ciega de ojos fijos
pídele Luz Nazarena;
azota una Magdalena
su vil cuerpo pecador.
Al paso del Redentor
doblan tristes las campanas
¿Avancen, avancen hermanas,
paso a Nuestro Salvador…?

Sobre el lienzo de Jesús
la tarde pinta una sombra.
Sobre las frentes se nombra
señal dela Santa Cruz…
Bajo un cirio ¿santa luz?
A Ti, Señor, me consagro,
y de tus perfiles magros
venga a nos tu Redención
que nunca negó perdón
el Señor de los Milagros.

AMÉRICA LATINA

Mi cuate
Mi socio
Mi hermano

Aparcero
Camarado
Compañero

Mi pata
M´hijito
Paisano…

He aquí mis vecinos.
He aquí mis hermanos.

Las mismas caras latinoamericanas
de cualquier punto de America Latina:

Indoblanquinegros
Blanquinegrindios
Y negrindoblancos

Rubias bembonas
Indios barbudos
Y negros lacios

Todos se quejan:
¿¡Ah, si en mi país
no hubiese tanta política…!
¿¡Ah, si en mi país
no hubiera gente paleolítica…!
¿¡Ah, si en mi país
no hubiese militarismo,
ni oligarquía
ni chauvinismo
ni burocracia
ni hipocresía
ni clerecía
ni antropofagia…
¿¡Ah, si en mi país…

Alguien pregunta de dónde soy
(Yo no respondo lo siguiente):

Nací cerca del Cuzco
admiro a Puebla
me inspira el ron de las Antillas
canto con voz argentina
creo en Santa Rosa de Lima
y en los orishás de Bahía.

Yo no coloreé mi Continente
ni pinté verde a Brasil
amarillo Perú
roja Bolivia.

Yo no tracé líneas territoriales
separando al hermano del hermano.

Poso la frente sobre Río Grande
me afirmo pétreo sobre el Cabo de Hornos
hundo mi brazo izquierdo en el Pacífico
y sumerjo mi diestra en el Atlántico.

Por las costas de oriente y occidente
doscientas millas entro a cada Océano
sumerjo mano y mano
y así me aferro a nuestro Continente
en un abrazo Latinoamericano.

CANTARES CAMPESINOS

El agua la manda el cielo,
la tierra la puso dios.
Viene el amo y me la quita,
¡la p…ita que se partió!

A ver, respóndame, hermano:
si esta fue tierra ´e los incas
¿de donde hay dueños de fincas
con títulos en la mano?
Pa mí que al pobre serrano
le vienen tomando el pelo.
Acequia, puquio, riachuelo
todo en títulos se fragua.
¿De ´onde tiene dueño l´agua?
¡el agua la manda el cielo!

Y por último, los incas
no han sido los más primeros;
antes los huancas ´stuvieron
y antes que ellos los mochicas.
Ora hay haciendas tan ricas
pa sólo un dueño o pa dos
y gritan a toda voz
que heredaron de su padre…
¡Que no me vengan, compadre,
la tierra la puso Dios!

Donde no hay minas de gringos
hay tierras de gamonales,
pagan míseros jornales
y te andan a los respingos.
Se trabaja los domingos
Más pior que en tiempo ´e la mita.
Y hasta si tengo cholita
para mi pobre querer,
por el gusto de …poder
viene el amo y me la quita.

Creo que, ultimadamente,
debiera ser propietario
quien fecunda el suelo agrario
con el sudor de su frente.
Así espera nuestra gente
y así mesmo espero yo.
Y así ha de ser, pues si no
a gringos y gamonales
vamo a recontrasacarle
¡la p… ita que se partió!

CONGO LIBRE

A Patricio Lumumba

Mi madre parió un negrito
al divorciarse de su hombre,
es congo, congo, conguito,
Y Congo tiene por nombre.

Todos piden que camine
y lo parieron ayer.
Otros, que se elimine
sin acabar de nacer…

¡Ay Congo,
Yo sí me opongo!

El mundo te mira absorto
por tu nacimiento obscuro.
Te consideran aborto
por tu gatear inseguro.

¡Ay Congo,
Cuánto rezongo!

Yo he visto blancos nacer
en condiciones iguales,
y sus tropiezos de ayer
se consideran normales.

Mi Congo, congolesito
que Congo tiene por nombre,
hoy día es sólo un negrito
mañana será un gran hombre:
A las Montañas Mitumba
llegará su altiva frente,
Y el caudaloso Luaba
Tendrá en sanguíneo torrente.

¡Sí Congo,
Y no supongo!

África ha sido la madre
que pariera en un camastro
Al niño Congo, sin padre,
Que no desea padastro.

¡África, tierra sin frío,
madre de mi obscuridad;
cada amanecer ansío,
cada amanecer ansío,
cada amanecer ansío
tu completa libertad!

EL CAFÉ

A Hugo Guerrero Marthineitz.

Tengo tu mismo color
Y tu misma procedencia.
Somos aroma y esencia
Y amargo es nuestro sabor.
Tú viajaste a Nueva York
Con visa en Bab-el-Mandeb,
Yo mi Trópico crucé
De Abisinia a las Antillas.
Soy como ustedes semillas.
Son un grano de café.

En los tiempos coloniales
Tú me viste en la espesura
Con mi liana a la cintura
Y mis abóreos timbales.
Compañero de mis males,
Yo mismo te trasplanté.
Surgiste y yo progresé:
En los mejores hoteles
Te dijeron ¡qué bien hueles!
Y yo asentí ?¡uí, mesié!?.

Tú: de porcelana fina,
Cigarro puro y cognac.
Yo de smoking, yo de frac,
Yo recibiendo propina.
Tú a la Bolsa, yo a la ruina;
Tú subiste, yo bajé…
En los muelles te encontré,
Vi que te echaban al mar
Y ni lo pude evitar
Ni a las aguas me arrojé.

Y conocimos al Peón
Con su ¿café carretero?,
Y hablando con el Obrero
Recorrimos la nación.
Se habló de revolución
Entre sorbos de café:
Cogí el machete… dudé,
¡Tú me infundiste valor
Y a sangre y fuego y sudor
Mi libertad conquisté…!

Después vimos al Poeta:
Lejano, meditabundo,
Queriendo arreglar el mundo
Con una sola cuarteta.
Yo, convertido en peseta,
Hasta sus plantas rodé:
¡Qué ojos los que iluminé,
Que trilogía formamos
Los pobres que limosneamos
El Poeta y su café…!

Tengo tu mismo color
Y tu misma procedencia,
Somos aroma y esencia
Y amargo es nuestro sabor…
¡Vamos hermanos, valor,
El café nos pide fe;
Y Changó y Ochún y Agué
Piden un grito que vibre
Por nuestra América Libre,
Libre como su café!

GUITARRA LLAMA A CAJÓN

Guitarra llama a cajón,
Cajón a la voz primera.
Escuchen con atención,
¡aquí está la Marinera…!

La Marinera de Lima
tiene influencia afro-hispana,
la ?primera de jarana?
en copla o cuarteta rima.
Inicia el toque la prima
pero es más lindo un bordón.
Aún no entra la canción
porque, como requisito,
antes que el cantor dé un grito
guitarra llama a cajón.

Los que escuchan hacen palmas
y se cuadran las parejas,
por lo general son viejas
?mejor aún si son zambas?.
Tan sólo mueven las gamas
y un poquito la cadera.
Todo esto mientras se espera
pues nadie baila sin canto.
Sigue llamando entretanto
cajón a la voz primera.

El canto inicia el paseo
con un saludo en el cruce,
media vuelta los conduce
a otro cruce y al careo.
Tras lateral contoneo
vuelta y trocar posición…
Como dicha operación
se da al fin de cada estrofa,
en vez de bailar por mofa
escuchen con atención.

Como quien sudor enjuga
un momento se reposa,
prosigue la Resbalosa
y viene después la Fuga:
El bailarín se apechuga,
ella sube la pollera.
Como peruana bandera
blanco y rojo, dos pañuelos
dicen en airosos vuelos
¡aquí está la Marinera…!

JOHANESBURGO

Al maestro Nicolás Guillén

Una voz ancestral,
un tambor africano
y un verso elemental
peruano.

El negro en el Perú
actualmente no sufre,
ya no hay esclavitud
ni azufre.

Le dieron tibio baño
en tina de jabón
porque en su ama dio el germen
que no tuvo el patrón.

Del seno de mi abuela
a mi madre brindó,
el hijo del amito
mamó, mamó, mamó.

Y mi abuelo con su amo
en la Casa ´e Jarana
cantujaron de alirio,
cantujaron replana.

Y en la casa ´e jarana
-con el Amito Viejo-
bailaron mis hermanas
zamacueca y festejo.

El padre de mi amito
de mi abuela gustó
y mi abuelo a su amita burló.

Yo le dijera ?primo?
a ese blanco travieso
de cabello enrizao
y de labio muy grueso…

El negro en el Perú
actualmente no sufre,
ya no hay esclavitud
ni azufre.

Más ha sufrido el negro
nuestro hermano de Cuba
descendiente directo
nagó, yoruba.

Más ha sufrido el negro
muerto en Santo Domingo
por los diarios abusos del gringo.

Más ha sufrido el negro
cantor de Panamá
que el negro jaranista
de acá.

Más ha sufrido el negro
labrador de Haití
que el zambo guaragüero
de aquí.

Más ha sufrido el negro
del morro y la favela
que mi padre y mi madre
y mi abuela.

En fin, más sufre el negro
de Harlem a Lousiana
que nuestra gente negra
peruana…

Y al ?problema del negro?
?segregación racial?
el mundo permanece
neutral.

Quiero aguda mi rima
como punta de lanza.
Que otra mano la esgrima
si alcanza.

Yo jamás con voz hurgo
perentoria.
Yo ja… ¡Johanesburgo!
¡Pretoria!

Cuando en Johannesburgo
llegue el ?Día de Sangre?
yo quiero estar allí,
compadre.

Cuando en Johannesburgo
llegue el ?Día de Sangre?
debemos estar todos
¡Hijos de negra madre!

Con la voz ancestral
el machete en la mano
y el verso elemental
hermano.

LA ESCUELITA

A cocachos aprendí
mi labor de colegial
en el Colegio Fiscal
del barrio donde nací.

Tener primaria completa
era raro en mi niñez
(nos sentábamos de a tres
en una sola carpeta).
Yo creo que la palmeta
la inventaron para mí,
de la vez que una rompí
me apodaron ¿mano´e fierro?,
y por ser tan mataperro
a cocachos aprendí.

Juguetón de nacimiento,
por dedicarme al recreo
sacaba Diez en Aseo
y Once en Aprovechamiento.
De la Conducta ni cuento
pues, para colmo de mal
era mi voz general
¿¡chócala pa la salida!?
dejando a veces perdida
mi labor de colegial.

¡Campeón en lingo y bolero!
¡Rey del trompo con huaraca!
¡Mago haciéndome ¿la vaca?
y en bolitas, el primero…!
En Aritmética, Cero.
En Geografía, igual.
Doce en examen oral,
Trece en examen escrito.
Si no me ?soplan? repito
en el Colegio Fiscal.

Con esa nota mezquina
terminé mi Quinto al tranco,
tiré el guardapolvo blanco
(de costalitos de harina).
Y hoy, parado en una esquina
lloro el tiempo que perdí:
los otros niños de allí
alcanzaron nombre egregio.
Yo no aproveché el Colegio
del barrio donde nací

LA NOCHE

En esas doce horas que somos la espalda del mundo
en aquel diario eclipse
eclipse de pueblos
eclipse de montes y páramos
eclipse de humanos
eclipse de mar
el negro le tiñe a la Tierra mitad de la cara
por más que se ponga luz artificial
negrura de sombra
sombra de negrura
que a nadie le asombra
y a todo perdura
obscura la España
y claro Japón
obscura Caracas
y claro Cantón
y siempre girando hacia el Este
aquí está tiznando
allá está celeste
esa sombra inmensa
esa sombra eterna
que tuvo comienzo al comienzo del comienzo
rotativo eclipse
eclipse total
pide a los humanos un solemne rito
que es horizontal
y cada doce horas que llega me alegro
porque medio mundo se tiñe de negro
y en ello no cabe distingo racial.

MEME NEGUITO

A Ignacio Villa
(Bola de Nieve)

¡Ay canamas camandonga!
¿qué tiene mi cocotín?
mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga…
Epéese a que le ponga
su chupón y su sonaja.
Meme meme, buenalhaja,
pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡meme meme, há-ha há-ha…!

Su mare no vino ayé,
su mama se fue antianoche;
dicen que subió enun coche…
¡pero tiene que volvé!
Su maire é buena mujé,
-a veces medio marraja-.
Yo no sé si nos ultraja
¡pero si resutta cieito…!
(Mejó tú no etés despieito)
¡meme meme, há-ha há-ha…!

¡Mi cocotín, mi coquito!
si hay frío ¿po qué tu quemas?
Con tu ojo abieito no duemas,
¿Po qué tá quieto, neguito?
¡Míame, nego bonito!
¿Po qué tu cabeza baja…?
¿Quele su leche con miaja?
¿Quele jugá con lo michi?
¿Qué le pasa? ¿quele pichi?
¿meme meme? ¿há-ha há-ha…?

¡Ay canamas camandonga!
¿qué tiene mi cocotín?
Mi neguito chiquitín,
acuricuricandonga…
Epéese que le ponga…
que le ponga su motaja.
Meme meme ahí en su caja
Pepita de tamarindo.
Duéimase mi nego lindo:
¡Meme meme, há-ha… há … ha…

MUERTE EN EL RING

¿Qué hemos de hacer nosotros los negros
que no sabemos ni leer?
Fregar escupideras en los grandes hoteles
encerar y barrer
manejar ascensores
en el Gran Club servirles de beber
o hacer que el cadillac sea más lujoso
vistiendo la librea de chofer.
Tenemos la respuesta siempre lista:
en París ¿oui, monsieur?
y en Georgia, en Lousiana o en Virginia
un eterno ¿yes sir…?

Los negros, pobres negros de este mundo
¿qué cosa hemos de hacer
debiendo de comer todos los días
(y a veces sin comer)?
Bajar la testa reverente
y a lo mismo de ayer.

Hasta que llega un blanco y ?nos descubre?
nos mete al ring
y aquí comienza para mal de males
el principio del fin

Footing, training, sombra;
saco, pera, soga;
upper cuta
hook
cross.
Duchazos, masajes,
fotos, reportajes.
¡Okey, boss…!

El cañaveral de mi lejana tierra
me dio estos fuertes bíceps.
Los buques cargueros de todos los muelles
me dieron envidiable complexión.
Y corriendo, voceando millones de diarios
fortalecí
muslo
pierna
y
pie.

Ahora, en el Madison Square Garden
de New York,
dice mi manager:
¡No whisky!
¡No tobacco!
¡No girls!
(No money)

Negros acomodadores
ubican a los blancos en ring side.
Perder esta pelea
significa volver con ellos:
Con Blackie de Maniatan.
Con Brown de Alabama
Con ?Nando? Rodríguez de Puerto Rico
…y entonces
no whiksy
no tobacco
no girls
no money
and
¡knock-out!

My challenger
es negro, como yo
Si pierde le espera lo mismo
(Aquí los únicos que nunca pierden
son nuestros managers y el promotor).

Comienza el round, voy hacia el centro
?en este plan voy a perder?
este es el round numero trece
¡voy a demostrarle quién es quién!
Me está llevando hacia una esquina,
si caigo aquí me cuentan diez.
¡Virgen del Cobre estoy perdido!
No puedo ver
No… pue.. do… ver…

EPÍLOGO

La gente aplaude al que me mata
El referee no dice ?break?.
Que mi mujer no sepa nada…
Mi nombre es BENNY ?KID? PARET.

SI OTRA MUERTE HUBIERA

Muerte, si otra muerte hubiera
Que de ti me libertara
a esa muerte pagara
porque a ti, muerte te diera.

(Anónimo)

La Señora Silenciosa,
La Veterana Infalible.
La Muerte, cosa terrible,
La Muerte… ¡tremenda cosa!
Qué fuerza tan misteriosa,
implacable, traicionera:
Llegas al que no te espera,
huyes del que te reclama,
ríes del pobre que clama:
¡Muerte, si otra muerte hubiera…!

Quisiera librar al mundo
de tu macabra misión.
Quisiera darte prisión
en un abismo profundo.
Quisiera, por un segundo,
contemplarte cara a cara
y que el Cosmos me dotara
de indestructible poder
conjugando un verbo Ser
que de ti me libertara.

Muerte, yo te desafío,
tu presencia no me extraña,
me burlo de tu guadaña
y de tus huesos me río.
Muerte, no le temo al frío
Que los corazones para.
Muerte, si otra te matara,
al saberte ya destruida,
con la prenda más querida
a esa Muerte pagara.

Muerte que todo lo callas
estás en todo lugar,
en las nubes, en el mar,
en los campos de batalla.
Cada bala de metralla
es tu palabra certera…
Si de otra muerte muriera,
si otra muerte me llevase
a esa Muerte pagase
porque a ti, muerte te diera.

RITMOS NEGROS DEL PERÚ

A don Porfirio Vásquez A.

Ritmos de la esclavitud
Contra amarguras y penas.
Al compás de las cadenas
Ritmos negros del Perú.

De África llegó mi abuela
vestida con caracoles,
la trajeron lo` epañoles
en un barco carabela.
La marcaron con candela,
la carimba fue su cruz.
Y en América del Sur
al golpe de sus dolores
dieron los negros tambores
ritmos de la esclavitud

Por una moneda sola
la revendieron en Lima
y en la Hacienda ?La Molina?
sirvió a la gente española.
Con otros negros de Angola
ganaron por sus faenas
zancudos para sus venas
para dormir duro suelo
y naíta`e consuelo
contra amarguras y penas…

En la plantación de caña
nació el triste socavón,
en el trapiche de ron
el negro cantó la zaña.
El machete y la guadaña
curtió sus manos morenas;
y los indios con sus quenas
y el negro con tamborete
cantaron su triste suerte
al compás de las cadenas.

Murieron los negros viejos
pero entre la caña seca
se escucha su zamacueca
y el panalivio muy lejos.
Y se escuchan los festejos
que cantó en su juventud.
De Cañete a Tombuctú,
De Chancay a Mozambique
llevan sus claros repiques
ritmos negros del Perú.

TALARA

Talara, no digas ?yes?,
Mira al mundo cara a cara;
soporta tu desnudez
… y no digas ?yes?, Talara.

Mi raza, al igual que tú
tiene sus zonas ajenas:
tú por petróleo en tus venas,
yo por ser como Esaú.
A veces no es el Perú
lo que está bajo tus pies.
Yo a veces cojo la mies
para que otro se la coma.
Si sólo es nuestro el idioma
Talara, no digas ¿yes?.

Lo que ganas y te dan
recíbelo sin orgullo:
es un diezmo de lo tuyo,
es migaja de tu pan.
Y si acaso un holgazán
a patriota te retara,
deja que siga la piara
en su cuadrúpeda insidia;
si el mundo entero te envidia
mira al mundo cara a cara.

Pero cuando tus entrañas
ya no tengan más que dar
y no haya qué perforar
en tu mar ni en tus montañas;
cuando lagartos y arañas
a la ?rotaria? hagan prez;
cuando la actual fluidez
se extinga como el ocaso,
contra el viento de ?El Tablazo?
soporta tu desnudez.

Ese día está lejano
y ojalá no llegue nunca,
más como todo se trunca
pensemos en todo, hermano:
Si te dedicas al grano
yo te traeré agüita clara,
y si en el desierto se ara
te serviré de semilla,
… y no dobles la rodilla,
… y no digas ?yes?, Talara.

VOZ

¿Quién es aquel pajarillo
que canta sobre el limón?
Anda y dile que no cante,
Que me duele el corazón…

(Folklore)

Surge mi voz, y el invierno
se convierte en primavera:
florece la enredadera
y brota el narciso tierno.
Baja mi voz al averno
y el fuego se torna frío.
Al Dios del Cielo le envío
unas décimas de amor
y dice Nuestro Señor:
?¿Quién es aquel pajarillo…?

Ilumina el horizonte
el fuego de mi palabra
y piensa el pastor de cabras
que se está incendiando el monte:
Trunca su vuelo el sisonte,
quiebra su nota el gorrión;
enardecido el halcón
grazna con ruido agorero
y queda mudo el jilguero
que canta sobre el limón.

Luego, mi canto sonoro
bajo la tierra se interna
perforando una caverna
que termina en un tesoro:
Queda descubierto el oro,
el platino y el diamante.
Ruge Júpiter tonante,
luchan Neptuno y Eolo
y Orfeo le dice a Apolo:
?¡Anda y dile que no cante…!

Entonces calla mi voz
y hay un silencio profundo
como si no hubiera mundo
o ya no existiera Dios.
Nadie cosecha el arroz,
nadie apaña el algodón.
Y tirado en un rincón
cuando termina mi canto,
derramo tan triste canto
que me duele el corazón.

¡AY MAMA!

¡Ay mama,
si tú me vieras…
Estoy perdido en Brasil
Entre cimbreantes palmeras!

Palmeras de talle largo,
Palmas mulatas
Endulzan mi paso amargo
Y alegran mis caminatas.

¡Ay mama,
si tú me vieras…!

Me muero al verlas venir,
Me mata verlas pasar.
No sé si debo reír
O llorar.

¡Ay mama…!

A la sombra de una palma
Quise librarme del sol,
Quise libarme del sol
Y me estoy quemando el alma…

Estoy perdido en Brasil
Entre cimbreantes palmeras.
¡Ay mama,
si tú me vieras,
si tú me vieras,
si tú me vieras…!
¡Ay mama!

»JORGE LUIS BORGES [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Borges (1899-1986) es uno de los escritores más importantes del siglo XX, no solamente a nivel nacional en Argentina, su país de origen, sino mundialmente. Su obra incluye cuentos, ensayos y poemas. Sus ideas políticas fueron muy polémicas, lo cual se cree que conspiró en contra de que obtuviese el Premio Nobel de Literatura. De todos modos cosechó numerosos premios en el mundo, como el Cervantes en España. Entre sus poemas podemos encontrar Poema de los dones, Los justos, Ausencia, Ajedrez, Los espejos y Los Borges. https://www.borges.pitt.edu/

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LOS POEMAS

 

AJEDREZ 

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

 

UNA ROSA Y MILTON

De las generaciones de las rosas
Que en el fondo del tiempo se han perdido
Quiero que una se salve del olvido,
Una sin marca o signo entre las cosas

Que fueron. El destino me depara
Este don de nombrar por vez primera
Esa flor silenciosa, la postrera
Rosa que Milton acercó a su cara,

Sin verla. Oh tú bermeja o amarilla
O blanca rosa de un jardín borrado,
Deja mágicamente tu pasado

Inmemorial y en este verso brilla,
Oro, sangre o marfil o tenebrosa
Como en sus manos, invisible rosa.

ARTE POÉTICA

Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
Que sueña no soñar y que la muerte
Que teme nuestra carne es esa muerte
De cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
De los días del hombre y de sus años,
Convertir el ultraje de los años
En una música, un rumor y un símbolo,

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
Nos mira desde el fondo de un espejo;
El arte debe ser como ese espejo
Que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
Lloró de amor al divisar su Itaca
Verde y humilde. El arte es esa Itaca
De verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.

A UN POETA MENOR DE LA ANTOLOGÍA

¿Dónde está la memoria de los días
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron
dicha y dolor y fueron para ti el universo?

El río numerable de los años
los ha perdido; eres una palabra en un índice.

Dieron a otros gloria interminable los dioses,
inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores;
de ti sólo sabemos, oscuro amigo,
que oíste al ruiseñor, una tarde.

Entre los asfódelos de la sombra, tu vana sombra
pensará que los dioses han sido avaros.

Pero los días son una red de triviales miserias,
¿y habrá suerte mejor que la ceniza
de que está hecho el olvido?

Sobre otros arrojaron los dioses
la inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumera las grietas,
de la gloria, que acaba por ajar la rosa que venera;
contigo fueron más piadosos, hermano.

En el éxtasis de un atardecer que no será una noche,
oyes la voz del ruiseñor de Teócrito.

POEMA DE LOS DONES

Nadie rebaje a lágrima o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
A unos ojos sin luz, que sólo pueden
Leer en las bibliotecas de los sueños
Los insensatos párrafos que ceden

Las albas a su afán. En vano el día
Les prodiga sus libros infinitos,
Arduos como los arduos manuscritos
Que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
Muere un rey entre fuentes y jardines;
Yo fatigo sin rumbo los confines
De esa alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
Y el Occidente, siglos, dinastías,
Símbolos, cosmos y cosmogonías
Brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
Exploro con el báculo indeciso,
Yo, que me figuraba el Paraíso
Bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
Con la palabra azar, rige estas cosas;
Otro ya recibió en otras borrosas
Tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
Suelo sentir con vago horror sagrado
Que soy el otro, el muerto, que habrá dado
Los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
De un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
Mundo que se deforma y que se apaga
En una pálida ceniza vaga
Que se parece al sueño y al olvido.

 

EL RELOJ DE ARENA

Está bien que se mida con la dura
Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel río
En que Heráclito vio nuestra locura

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos.

Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de los diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento

Del alfil desparejo, de la espada
Inerme, del borroso telescopio,
Del sándalo mordido por el opio
Del polvo, del azar y de la nada.

¿Quién no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?

Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.

El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
Que el rey sajón ofrece al rey noruego,

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.

LOS ESPEJOS

Yo que sentí el horror de los espejos
No sólo ante el cristal impenetrable
Donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

Sino ante el agua especular que imita
El otro azul en su profundo cielo
Que a veces raya el ilusorio vuelo
Del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa
Del ébano sutil cuya tersura
Repite como un sueño la blancura
De un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
Años de errar bajo la varia luna,
Me pregunto qué azar de la fortuna
Hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.

Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio
De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
En toda esa inasible arquitectura
Que edifica la luz con la tersura
Del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
De sueños y las formas del espejo
Para que el hombre sienta que es reflejo
Y vanidad. Por eso nos alarman.

 

LA LUNA (1)

Cuenta la historia que en aquel pasado
Tiempo en que sucedieron tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el desmesurado

Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu infinito
Erigió el alto y arduo manuscrito
Y limó y declamó el último verso.

Gracias iba a rendir a la fortuna
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió, aturdido,
Que se había olvidado de la luna.

La historia que he narrado aunque fingida,
Bien puede figurar el maleficio
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra vida.

Siempre se pierde lo esencial. Es una
Ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
De mi largo comercio con la luna.

No sé dónde la vi por vez primera,
Si en el cielo anterior de la doctrina
Del griego o en la tarde que declina
Sobre el patio del pozo y de la higuera.

Según se sabe, esta mudable vida
Puede, entre tantas cosas, ser muy bella
Y hubo así alguna tarde en que con ella
Te miramos, oh luna compartida.

Más que las lunas de las noches puedo
Recordar las del verso: la hechizada
Dragon moon que da horror a la halada
Y la luna sangrienta de Quevedo.

De otra luna de sangre y de escarlata
Habló Juan en su libro de feroces
Prodigios y de júbilos atroces;
Otras más claras lunas hay de plata.

Pitágoras con sangre (narra una
Tradición) escribía en un espejo
Y los hombres leían el reflejo
En aquel otro espejo que es la luna.

De hierro hay una selva donde mora
El alto lobo cuya extraña suerte
Es derribar la luna y darle muerte
Cuando enrojezca el mar la última aurora.

(Esto el Norte profético lo sabe
Y tan bien que ese día los abiertos
Mares del mundo infestará la nave
Que se hace con las uñas de los muertos.)

Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
Quiso que yo también fuera poeta,
Me impuse. como todos, la secreta
Obligación de definir la luna.

Con una suerte de estudiosa pena
Agotaba modestas variaciones,
Bajo el vivo temor de que Lugones
Ya hubiera usado el ámbar o la arena,

De lejano marfil, de humo, de fría
Nieve fueron las lunas que alumbraron
Versos que ciertamente no lograron
El arduo honor de la tipografía.

Pensaba que el poeta es aquel hombre
Que, como el rojo Adán del Paraíso,
Impone a cada cosa su preciso
Y verdadero y no sabido nombre,

Ariosto me enseñó que en la dudosa
Luna moran los sueños, lo inasible,
El tiempo que se pierde, lo posible
O lo imposible, que es la misma cosa.

De la Diana triforme Apolodoro
Me dejo divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
Y un irlandés, su negra luna trágica.

Y, mientras yo sondeaba aquella mina
De las lunas de la mitología,
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
La luna celestial de cada día

Sé que entre todas las palabras, una
Hay para recordarla o figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
Con humildad. Es la palabra luna.

Ya no me atrevo a macular su pura
Aparición con una imagen vana;
La veo indescifrable y cotidiana
Y más allá de mi literatura.

Sé que la luna o la palabra luna
Es una letra que fue creada para
La compleja escritura de esa rara
Cosa que somos, numerosa y una.

Es uno de los símbolos que al hombre
Da el hado o el azar para que un día
De exaltación gloriosa o de agonía
Pueda escribir su verdadero nombre.

 

LA LUNA

A María Kodama

Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.

LA LLUVIA

Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

EL GOLEM

Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.

La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo
«Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga.»
Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,

Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, que es la cordura?

¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?

En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

 

Elogio de la sombra

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.

La noche cíclica

Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.
En edades futuras oprimirá el centauro
con el casco solípedo el pecho del lapita;
cuando Roma sea polvo, gemirá en la infinita
noche de su palacio fétido el minotauro.
Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.
La mano que esto escribe renacerá del mismo
vientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.
(David Hume de Edimburgo dijo la misma cosa).
No sé si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero sé que una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar del mundo
que es de los arrabales. Una esquina remota
que puede ser del Norte, del Sur o del Oeste,
pero que tiene siempre una tapia celeste,
una higuera sombría y una vereda rota.
Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres
trae el amor o el oro, a mí apenas me deja
esta rosa apagada, esta vana madeja
de calles que repiten los pretéritos nombres

 

Elegía de un parque

Se perdió el laberinto. Se perdieron
todos los eucaliptos ordenados,
los toldos del verano y la vigilia
del incesante espejo, repitiendo
cada expresión de cada rostro humano,
cada fugacidad. El detenido
reloj, la entretejida madreselva,
la glorieta, las frívolas estatuas,
el otro lado de la tarde, el trino,
el mirador y el ocio de la fuente
son cosas del pasado. ¿Del pasado?
Si no hubo un principio ni habrá un término,
si nos aguarda una infinita suma
de blancos días y de negras noches,
ya somos el pasado que seremos.
Somos el tiempo, el río indivisible,
somos Uxmal, Cartago y la borrada
muralla del romano y el perdido
parque que conmemoran estos versos

La moneda de hierro

Aquí está la moneda de hierro. Interroguemos
las dos contrarias caras que serán la respuesta
de la terca demanda que nadie no se ha hecho:
¿Por qué precisa un hombre que una mujer lo quiera?

Miremos. En el orbe superior se entretejan
el firmamento cuádruple que sostiene el diluvio
y las inalterables estrellas planetarias.
Adán, el joven padre, y el joven Paraíso.

La tarde y la mañana. Dios en cada criatura.
En ese laberinto puro está tu reflejo.
Arrojemos de nuevo la moneda de hierro
que es también un espejo magnífico. Su reverso
es nadie y nada y sombra y ceguera. Eso eres.
De hierro las dos caras labran un solo eco.
Tus manos y tu lengua son testigos infieles.
Dios es el inasible centro de la sortija.
No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.
Maculado de infamia ¿por qué no han de quererte?
En la sombra del otro buscamos nuestra sombra;
en el cristal del otro, nuestro cristal recíproco.

 

El enamorado

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.

Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.

Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.

Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.

POEMA CONJETURAL

El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 22 de setiembre de 1829
por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:

Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.

Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí… Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.

LOS ENIGMAS

Yo que soy el que ahora está cantando
seré mañana el misterioso, el muerto,
el morador de un mágico y desierto
orbe sin antes ni después ni cuándo.

Así afirma la mística. Me creo
indigno del Infierno o de la Gloria,
pero nada predigo. Nuestra historia
cambia como las formas de Proteo.

¿Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte,
cuando me entregue el fin de esta aventura

la curiosa experiencia de la muerte?
Quiero beber su cristalino Olvido,
ser para siempre; pero no haber sido.

1964

I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

VERSOS PARA FERNÁN SILVA VALDÉS

Ya le estoy estrechando la mano verdadera
Que sus versos me alargan. ¿Sabe que estoy contento
De me madrugaran con la linda nobleza
Y su amistá, que es mía, sabe la que merezco?

No por los versos chúcaros que pensó mi desgano,
Sino por los ponientes peleadores que he visto,
Y por una muchacha que me tuvo en su abrazo,
Y por unas divisas que conservo en un libro.

Yguálenos el mate parejo y compartido,
El mate que es de muchos como el sol y la luna,
Volcancito que humea caliente como un nido,
Manso reló que mide las horas de la duda.

Dele a su honda guitarra. Mi corazón la escucha.
Y ella, igual que un aljibe, desparrama confianza.
Levánteme la tarde, que en puerteando la luna
Saldré oscuro y callado pero diré una lágrima.

Soy un criollo pueblero. La he perdido y la busco
A mi herencia de auroras y pingos y zorzales.
Sus versos me la encuentran. Ya está dicho el retruco
Que mis tapias rosadas mandan a sus ceibales.

BUENOS AIRES

Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.

Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.

Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana

sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto
será por eso que la quiero tanto.

 

UNA ROSA Y MILTON

De las generaciones de las rosas
que en el fondo del tiempo se han perdido
quiero que una se salve del olvido,
una sin marca o signo entre las cosas

que fueron. El destino me depara
este don de nombrar por vez primera
esa flor silenciosa, la postrera
rosa que Milton acercó a su cara,

sin verla. Oh tú bermeja o amarilla
o blanca rosa de un jardín borrado,
deja mágicamente tu pasado

inmemorial y en este verso brilla,
oro, sangre o marfil o tenebrosa
como en sus manos, invisible rosa.

UNA MAÑANA DE 1649

Carlos avanza entre su pueblo. Mira
a la izquierda y a la derecha. Ha rechazado
los brazos de la escolta. Liberado
de la necesidad de la mentira,

sabe que hoy va a la muerte, no al olvido,
y que es un rey. La ejecución lo espera;
la mañana es atroz y verdadera.
No hay temor en su carne. Siempre ha sido,

a fuer de buen tahúr, indiferente.
Ha apurado la vida hasta las heces;
ahora está solo entre la armada gente.

No lo infama el patíbulo. Los jueces
no son el Juez. Saluda levemente
y sonríe. Lo ha hecho tantas veces.

 

UNA LLAVE EN SALÓNICA

Abarbanel, Farías o Pinedo,
arrojados de España por impía
persecución, conservan todavía
la llave de una casa de Toledo.

Libres ahora de esperanza y miedo,
miran la llave al declinar el día;
en el bronce hay ayeres, lejanía,
cansado brillo y sufrimiento quedo.

Hoy que su puerta es polvo, el instrumento
es cifra de la diáspora y del viento,
afín a esa otra llave del santuario

que alguien lanzó al azul cuando el romano
acometió con fuego temerario,
y que en el cielo recibió una mano.

UNA LLAVE EN EAST LANSING

A Judith Machado

Soy una pieza de limado acero.
Mi borde irregular no es arbitrario.
Duermo mi vago acero en un armario
que no veo, sujeta a mi llavero.

Hay una cerradura que me espera,
una sola. La puerta es de forjado
hierro y firme cristal. Del otro lado
está la casa, oculta y verdadera.

Altos en la penumbra los desiertos
espejos ven las noches y los días
y las fotografías de los muertos

y el tenue ayer de las fotografías.
Alguna vez empujaré la dura
puerta y haré girar la cerradura.

 

FRAGMENTO

Una espada,
una espada de hierro forjado en el frío del alba
una espada con runas
que nadie podrá desoír ni descifrar del todo,
Una espada que los poetas
igualarán al hielo y al fuego,
una espada que un rey dará a otro rey
y este rey a un sueño,
una espada que será leal
hasta una hora que ya sabe el Destino,
una espada que iluminará la batalla.

Una espada para la mano
que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres,
una espada para la mano
que enrojecerá los dientes del lobo
y el despiadado pico del cuervo,
una espada para la mano
que prodigará el oro rojo,
una espada para la mano
que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro,
una espada para la mano
que ganará un reino y perderá un reino,
una espada para la mano
que derribará la selva de lanzas.
Una espada para la mano de Beowulf.

UN SOLDADO DE LEE (1862)

Lo ha alcanzado una bala en la ribera
de una clara corriente cuyo nombre
ignora. Cae de boca. (Es verdadera
la historia y más de un hombre fue aquel hombre).

El aire de oro mueve las ociosas
hojas de los pinares. La paciente
hormiga escala el rostro indiferente.
Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas

y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,

caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.

 

UN PATIO

Con la tarde
se cansaron los dos o tres colores del patio.
Esta noche, la luna, el claro círculo,
no domina su espacio.
Patio, cielo encauzado.
El patio es el declive
por el cual se derrama el cielo en la casa.
Serena,
la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.
Grato es vivir en la amistad oscura
de un zaguán, de una parra y de un aljibe.

UN LOBO

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de Inglaterra.
Odín y Thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en América. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.

UN LECTOR

Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda.
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me di al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Última Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz.

 

ALGUIEN

Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación
de ser un desdichado,
pero humildemente recibe
esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.

UN CIEGO

No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
No sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.

Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.

Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de Milton y es valiente,

pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara.

SNORRI STURLUSON

(1179-1241)

Tú, que legaste una mitología
de hielo y fuego a la filial memoria,
tú, que fijaste la violenta gloria
de tu estirpe de acero y de osadía,

sentiste con asombro en una tarde
de espadas que tu triste carne humana
temblaba. En esa tarde sin mañana
te fue dado saber que eras cobarde.

En la noche de Islandia, la salobre
borrasca mueve el mar. Está cercada
tu casa. Has bebido hasta las heces

el deshonor inolvidable. Sobre
tu pálida cabeza cae la espada
como en tu libro cayó tantas veces.

A UN POETA SAJÓN

Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo,
pesó como la nuestra sobre la tierra,
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
tú que viviste no en el rígido ayer
sino en el incesante presente,
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo,
tú que en tu monasterio fuiste llamado
por la antigua voz de la épica,
tú que tejiste las palabras,
tú que cantaste la victoria de Brunanburh
y no la atribuiste al Señor
sino a la espada de tu rey,
tú que con júbilo feroz cantaste,
la humillación del viking,
el festín del cuervo y del águila,
tú que en la oda militar congregaste
las rituales metáforas de la estirpe,
tú que un tiempo sin historia
viste en el ahora el ayer
y en el sudor y sangre de Brunanburh
un cristal de antiguas auroras,
tú que tanto querías a tu Inglaterra
y no la nombraste,
hoy no eres otra cosa que unas palabras
que los germanistas anotan.
Hoy no eres otra cosa que mi voz
cuando revive tus palabras de hierro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres.

ELEGÍA*

Tres antiguas caras me desvelan:
una el Océano, que habló con Claudio,
otra el Norte de aceros ignorantes
y atroces en la aurora y el ocaso,
la tercera la muerte, ese otro nombre
del insaciado tiempo que nos roe.
La carga secular de los ayeres
de la historia que fue o que fue soñada
me abruma, personal como una culpa.
Pienso en la nave ufana que devuelve
a los mares el cuerpo de Scyld Sceaving
que reinó en Dinamarca bajo el cielo;
pienso en el alto lobo, cuyas riendas
eran sierpes, que dio al barco encendido
la blancura del dios hermoso y muerto;
pienso en piratas cuya carne humana
es dispersión y limo bajo el peso
de los mares errantes que ultrajaron.
Pienso en mi propia, en mi perfecta muerte,
sin la urna, la lápida y la lágrima.

* Scyld es el rey de Dinamarca cuyo destino canta el exordio de la Gesta de Beowulf. El dios hermoso y muerto es Baldr, cuyos sueños premonitorios y cuyo fin están en las Eddas

MILONGA DE DOS HERMANOS

Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la Costa Brava
y el Camino de las Tropas.

Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche—
ya estoy viendo que esta noche
vienen del Sur los recuerdos.

Velay, señores, la historia
de los hermanos Iberra,
hombres de amor y de guerra
y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.

Suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia:
también el coraje envicia
a quien le da noche y día—
el que era menor debía
más muertes a la justicia.

Cuando Juan Iberra vio
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé qué lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la Costa Brava.

Sin demora y sin apuro
lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
El tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.

Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de Caín
que sigue matando a Abel.

 

EWIGKEIT

Torne en mi boca el verso castellano
a decir lo que siempre está diciendo
desde el latín de Séneca: el horrendo
dictamen de que todo es del gusano.

Torne a cantar la pálida ceniza,
los fastos de la muerte y la victoria
de esa reina retórica que pisa
los estandartes de la vanagloria.

No así. Lo que mi barro ha bendecido
no lo voy a negar como un cobarde.
Sé que una cosa no hay. Es el olvido;

sé que en la eternidad perdura y arde
lo mucho y lo precioso que he perdido:
esa fragua, esa luna y esa tarde.

TEXAS

Aquí también. Aquí, como en el otro
confín del continente, el infinito
campo en que muere solitario el grito;
aquí también el indio, el lazo, el potro.

Aquí también el pájaro secreto
que sobre los fragores de la historia
canta para una tarde y su memoria;
aquí también el místico alfabeto

de los astros, que hoy dictan a mi cálamo
nombres que el incesante laberinto
de los días no arrastra: San Jacinto

y esas otras Termópilas, el Álamo.
Aquí también esa desconocida
y ansiosa y breve cosa que es la vida.

 

1972

Temí que el porvenir (que ya declina)
sería un profundo corredor de espejos
indistintos, ociosos y menguantes,
una repetición de vanidades,
y en la penumbra que precede al sueño
rogué a mis dioses, cuyo nombre ignoro,
que enviaran algo o alguien a mis días.
Lo hicieron. Es la Patria. Mis mayores
la sirvieron con largas proscripciones,
con penurias, con hambre, con batallas,
aquí de nuevo está el hermoso riesgo.
No soy aquellas sombras tutelares
que honré con versos que no olvida el tiempo.
Estoy ciego. He cumplido los setenta;
no soy el oriental Francisco Borges
que murió con dos balas en el pecho,
entre las agonías de los hombres,
en el hedor de un hospital de sangre,
pero la Patria, hoy profanada quiere
que con mi oscura pluma de gramático,
docta en las nimiedades académicas
y ajena a los trabajos de la espada,
congregue el gran rumor de la epopeya
y exija mi lugar. Lo estoy haciendo.

LA PESADILLA

Sueño con un antiguo rey. De hierro
es la corona y muerta la mirada.
Ya no hay caras así. La firme espada
lo acatará, leal como su perro.

No sé si es de Nortumbria o de Noruega.
Sé que es del Norte. La cerrada y roja
barba le cubre el pecho. No me arroja
una mirada su mirada ciega.

¿De qué apagado espejo, de qué nave
de los mares que fueron su aventura,
habrá surgido el hombre gris y grave

que me impone su antaño y su amargura?
Sé que me sueña y que me juzga, erguido.
El día entra en la noche. No se ha ido.

 

SPINOZA

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)

Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.

SOY

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.

Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.

Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,

del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

 

SONETO DEL VINO

¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?

Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.

En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto

otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.

SON LOS RÍOS

Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de Heráclito el Oscuro.
Somos el agua, no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.

Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.

Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.

La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.

EL REMORDIMIENTO

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

 

Baltasar Gracián

Laberintos, retruécanos, emblemas,
helada y laboriosa nadería,
fue para este jesuita la poesía,
reducida por él a estratagemas.

No hubo música en su alma; sólo un vano
herbario de metáforas y argucias
y la veneración de las astucias
y el desdén de lo humano y sobrehumano.

No lo movió la antigua voz de Homero
ni esa, de plata y luna, de Virgilio;
no vio al fatal Edipo en el exilio
ni a Cristo que se muere en un madero.

A las claras estrellas orientales
que palidecen en la vasta aurora,
apodó con palabra pecadora
gallinas de los campos celestiales.

Tan ignorante del amor divino
como del otro que en las bocas arde,
lo sorprendió la Pálida una tarde
leyendo las estrofas del Marino.

Su destino ulterior no está en la historia;
librado a las mudanzas de la impura
tumba el polvo que ayer fue su figura,
el alma de Gracián entró en la gloria.

¿Qué habrá sentido al contemplar de frente
los Arquetipos y los Esplendores?
quizá lloró y se dijo: Vanamente
busqué alimento en sombras y en errores.

¿Qué sucedió cuando el inexorable
sol de Dios, La Verdad, mostró su fuego?
Quizá la luz de Dios lo dejó ciego
en mitad de la gloria interminable.

Sé de otra conclusión. Dado a sus temas
minúsculos, Gracián no vio la gloria
y sigue resolviendo en la memoria
laberintos, retruécanos y emblemas.

EL PASADO

Todo era fácil, nos parece ahora,
En el plástico ayer irrevocable:
Sócrates que apurada la cicuta,
Discurre sobre el alma y su camino
Mientras la muerte azul le va subiendo
Desde los pies helados; la implacable
Espada que retumba en la balanza;
Roma, que impone el numeroso hexámetro
Al obstinado mármol de esa lengua
Que manejamos hoy despedazada;
Los piratas de Hengist que atraviesan
A remo el temerario Mar del Norte
Y con las fuertes manos y el coraje
Fundan un reino que será el Imperio;
El rey sajón que ofrece al rey noruego
Los siete pies de tierra y que ejecuta,
Antes que el sol decline, la promesa
En la batalla de hombres; los jinetes
Del desierto, que cubren el Oriente
Y amenazan las cúpulas de Rusia;
Un persa que refiere la primera
De las Mil y Una Noches y no sabe
Que inicia un libro que los largos siglos
De las generaciones ulteriores
No entregarán al silencioso olvido;
Snorri que salva en su perdida Thule,
A la luz de crepúsculos morosos
O en la noche propicia a la memoria,
Las letras y los dioses de Germania;
El joven Schopenhauer, que descubre
El plano general del universo;
Whitman, que en una redacción de Brooklin,
Entre el olor a tinta y a tabaco,
Toma y no dice a nadie la infinita
Resolución de ser todos los hombres
Y de escribir un libro que sea todos;
Arredondo, que mata a Idiarte Borda
En la mañana de Montevideo
Y se da a la justicia declarando
Que ha obrado solo y que no tiene cómplices;
El soldado que muere en Normandía,
El soldado que muere en Galilea.

Esas cosas pudieron no haber sido.
Casi no fueron. Las imaginamos
En un fatal ayer inevitable.
No hay otro tiempo que el ahora, este ápice
Del ya será y del fue, de aquel instante
En que la gota cae en la clepsidra.
El ilusorio ayer es un recinto
De figuras inmóviles de cera
O de reminiscencias literarias
Que el tiempo irá perdiendo en sus espejos.
Erico el Rojo, Carlos Doce, Breno
Y esa tarde inasible que fue tuya
Son en su eternidad, no en la memoria.
«El oro de los tigres», 1972.

 

ESPAÑA

Más allá de los símbolos,
más allá de la pompa y la ceniza de los aniversarios,
más allá de la aberración del gramático
que ve en la historia del hidalgo
que soñaba ser don Quijote y al fin lo fue,
no una amistad y una alegría
sino un herbario de arcaísmos y un refranero,
estás, España silenciosa, en nosotros.
España del bisonte, que moriría
por el hierro o el rifle,
en las praderas del ocaso, en Montana,
España donde Ulises descendió a la Casa de Hades,
España del íbero, del celta, del cartaginés, y de Roma,
España de los duros visigodos,
de estirpe escandinava,
que deletrearon y olvidaron la escritura de Ulfilas,
pastor de pueblos,
España del Islam, de la cábala
y de la Noche Oscura del Alma,
España de los inquisidores,
que padecieron el destino de ser verdugos
y hubieran podido ser mártires,
España de la larga aventura
que descifró los mares y redujo crueles imperios
y que prosigue aquí, en Buenos Aires,
en este atardecer del mes de julio de 1964,
España de la otra guitarra, la desgarrada,
no la humilde, la nuestra,
España de los patios,
España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios,
España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad,
España del inútil coraje,
podemos profesar otros amores,
podemos olvidarte
como olvidamos nuestro propio pasado,
porque inseparablemente estás en nosotros,
en los íntimos hábitos de la sangre,
en los Acevedo y los Suárez de mi linaje,
España,
madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones,
incesante y fatal.

 

Las cosas

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

Cosas

El volumen caído que los otros
ocultan en la hondura del estante
y que los días y las noches cubren
de lento polvo silencioso. El ancla
de Sidón que los mares de Inglaterra
oprimen en su abismo ciego y blando.
El espejo que no repite a nadie
cuando la casa se ha quedado sola.
las limaduras de uña que dejamos
a lo largo del tiempo y del espacio.
El polvo indescifrable que fue Shakespeare.
Las modificaciones de la nube.
La simétrica rosa momentánea
que el azar dio una vez a los ocultos
cristales del pueril calidoscopio.
Los remos de Argos, la primera nave.
las pisadas de arena que la ola
soñolienta y fatal borra en la playa.
Los colores de Turner cuando apagan
las luces en la recta galería
y no resuena un paso en la alta noche.
El revés del prolijo mapamundi.
La tenue telaraña en la pirámide.
La piedra ciega y la curiosa mano.
El sueño que he tenido antes del alba
y que olvidé cuando clareaba el día.
El principio y el fin de la epopeya
de Finnsburh, hoy unos contados versos
de hierro, no gastado por los siglos.
La letra inversa en el papel secante.
La tortuga en el fondo del aljibe.
Lo que no puede ser. El otro cuerno
del unicornio. El Ser que es Tres y es Uno.
El disco triangular. El inasible
instante en que la flecha del eleata,
inmóvil en el aire, da en el blanco.
La flor entre las páginas de Bécquer.
El péndulo que el tiempo ha detenido.
El acero que Odín clavó en el árbol.
El texto de las no cortadas hojas.
El eco de los cascos de la carga
de Junín, que de algún eterno modo
no ha cesado y es parte de la trama.
La sombra de Sarmiento en las aceras.
La voz que oyó el pastor en la montaña.
La osamenta blanqueando en el desierto.
La bala que mató a Francisco Borges.
El otro lado del tapiz. Las cosas
que nadie mira, salvo el Dios de Berkeley.

Lo Perdido

¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el amor, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba y que tal vez me espera.

»FEDERICO GARCÍA LORCA [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 5 de junio de 1898-camino de Víznar a Alfacar, Granada, 19 de agosto de 1936) fue un poeta, dramaturgo y prosista español, también conocido por su destreza en muchas otras artes. Adscrito a la llamada Generación del 27, fue el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo xx. Como dramaturgo se le considera una de las cimas del teatro español del siglo xx, junto con Valle-Inclán y Buero Vallejo. Murió fusilado tras el golpe de Estado que dio origen a la Guerra Civil Española solo un mes después de iniciada esta. Federico García Lorca

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LOS POEMAS
GRANADA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselete escocés
con cintas hasta la cola.

Las que van delante, garzas
la que va detrás, paloma,
abren por las alamedas
muselinas misteriosas.
¡Ay, qué oscura está la Alhambra!
¿Adónde irán las manolas
mientras sufren en la umbría
el surtidor y la rosa?

¿Qué galanes las esperan?
¿Bajo qué mirto reposan?
¿Qué manos roban perfumes
a sus dos flores redondas?

Nadie va con ellas, nadie;
dos garzas y una paloma.
Pero en el mundo hay galanes
que se tapan con las hojas.
La catedral ha dejado
bronces que la brisa toma;
El Genil duerme a sus bueyes
y el Dauro a sus mariposas.

La noche viene cargada
con sus colinas de sombra;
una enseña los zapatos
entre volantes de blonda;
la mayor abre sus ojos
y la menor los entorna.

¿Quién serán aquellas tres
de alto pecho y larga cola?
¿Por qué agitan los pañuelos?
¿Adónde irán a estas horas?
Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.

LLUVIA

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

CANCIÓN OTOÑAL

Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.

ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA

A Melchor Fernández Almagro

Princesa enamorada sin ser correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

Eras una paloma con alma gigantesca
cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

Soñabas que tu amor fuera como el infante
que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
Y en vez de flores, versos y collares de perlas,
te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.

Tenías en el pecho la formidable aurora
de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,
como alondra que mira quebrarse el horizonte,
se torna de repente monótono y amargo.

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
Y oprime la salmodia del coro cartujano.
Y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

Tenías la pasión que da el cielo de España.
La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,
con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
y un eco de trompeta su acento enamorado.

Y, sin embargo, estabas para el amor formada,
hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
para llorar tristeza sobre el pecho querido
deshojando una rosa de olor entre los labios.

Para mirar la luna bordada sobre el río
y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
y mirar los eternos jardines de la sombra,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?
O se enredan serpientes a tus senos exhaustos…
¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
tendrás el corazón partido en mil pedazos.
Y Granada te guarda como santa reliquia,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,
pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
que vino de la tierra dorada de Castilla
a dormir entre nieve y ciprerales castos.

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
los cipreses, tus cirios; la sierra, tu retablo.
Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
la de las torres viejas y del jardín callado,
la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
la de la niebla azul y el arrayán romántico.

Princesa enamorada y mal correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR

Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.

Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.

¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!!

EL CANTO DE LA MIEL

La miel es la palabra de Cristo,
el oro derretido de su amor.
El más allá del néctar,
la momia de la luz del paraíso.

La colmena es una estrella casta,
pozo de ámbar que alimenta el ritmo
de las abejas. Seno de los campos
tembloroso de aromas y zumbidos.

La miel es la epopeya del amor,
la materialidad de lo infinito.
Alma y sangre doliente de las flores
condensada a través de otro espíritu.

(Así la miel del hombre es la poesía
que mana de su pecho dolorido,
de un panal con la cera del recuerdo
formado por la abeja de lo íntimo)

La miel es la bucólica lejana
del pastor, la dulzaina y el olivo,
hermana de la leche y las bellotas,
reinas supremas del dorado siglo.

La miel es como el sol de la mañana,
tiene toda la gracia del estío
y la frescura vieja del otoño.
Es la hoja marchita y es el trigo.

¡Oh divino licor de la humildad,
sereno como un verso primitivo!

La armonía hecha carne tú eres,
el resumen genial de lo lírico.
En ti duerme la melancolía,
el secreto del beso y del grito.

Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo.
Dulce como los vientres de las hembras.
Dulce como los ojos de los niños.
Dulce como las sombras de la noche.
Dulce como una voz. O como un lirio.

Para el que lleva la pena y la lira,
eres sol que ilumina el camino.
Equivales a todas las bellezas,
al color, a la luz, a los sonidos.

¡Oh! Divino licor de la esperanza,
donde a la perfección del equilibrio
llegan alma y materia en unidad
como en la hostia cuerpo y luz de Cristo.

Y el alma superior es de las flores,
¡Oh licor que esas almas has unido!
El que te gusta no sabe que traga
un resumen dorado del lirismo.

ELEGÍA

Como un incensario lleno de deseos,
pasas en la tarde luminosa y clara
con la carne oscura de nardo marchito
y el sexo potente sobre tu mirada.

Llevas en la boca tu melancolía
de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña que teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las vivas rosas
fruto de los besos.

En tus manos blancas
llevas la madeja de tus ilusiones,
muertas para siempre, y sobre tu alma
la pasión hambrienta de besos de fuego
y tu amor de madre que sueña lejanas
visiones de cunas en ambientes quietos,
hilando en los labios lo azul de la nana.

Como Ceres dieras tus espigas de oro
si el amor dormido tu cuerpo tocara,
y como la virgen María pudieras brotar
de tus senos otra vía láctea.

Te marchitarás como la magnolia.
Nadie besará tus muslos de brasa.
Ni a tu cabellera llegarán los dedos
que la pulsen como
las cuerdas de un arpa.

¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!
cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
Venus del mantón de Manila que sabe
del vino de Málaga y de la guitarra.

¡Oh cisne moreno! cuyo lago tiene
lotos de saetas, olas de naranjas
y espumas de rojos claveles que aroman
los niños marchitos que hay bajo sus alas.

Nadie te fecunda. Mártir andaluza,
tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada.

Pero tus ojeras se van agrandando
y tu pelo negro va siendo de plata;
tus senos resbalan escanciando aromas
y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

¡Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!
Virgen dolorosa que tiene clavadas
todas las estrellas del cielo profundo
en su corazón ya sin esperanza.

Eres el espejo de una Andalucía
que sufre pasiones gigantes y calla,
pasiones mecidas por los abanicos
y por las mantillas sobre las gargantas
que tienen temblores de sangre, de nieve,
y arañazos rojos hechos por miradas.

Te vas por la niebla del otoño, virgen
como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
siendo una bacante que hubiera danzado
de pámpanos verdes y vid coronada.

La tristeza inmensa que flota en tus ojos
nos dice tu vida rota y fracasada,
la monotonía de tu ambiente pobre
viendo pasar gente desde tu ventana,
oyendo la lluvia sobre la amargura
que tiene la vieja calle provinciana,
mientras que a lo lejos suenan los clamores
turbios y confusos de unas campanadas.

Mas en vano escuchaste los acentos del aire.
Nunca llegó a tus oídos la dulce serenata.
Detrás de tus cristales aún miras anhelante.
¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
la pasión de una niña recién enamorada!

Tu cuerpo irá a la tumba
intacto de emociones.
Sobre la oscura tierra
brotará una alborada.
De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos
y de tus senos, rosas como la nieve blancas.
Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,
como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.

ALBA

Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.

INVOCACION AL LAUREL

A Pepe Cienfuegos

Por el horizonte confuso y doliente
venía la noche preñada de estrellas.
Yo, como el barbudo mago de los cuentos,
sabía el lenguaje de flores y piedras.

Aprendí secretos de melancolía,
dichos por cipreses, ortigas y yedras;
supe del ensueño por boca del nardo,
canté con los lirios canciones serenas.

En el bosque antiguo, lleno de negrura,
todos me mostraban sus almas cual eran:
el pinar, borracho de aroma y sonido;
los olivos viejos, cargados de ciencia;
los álamos muertos, nidales de hormigas;
el musgo, nevado de blancas violetas.

Todo hablaba dulce a mi corazón
temblando en los hilos de sonora seda
con que el agua envuelve las cosas paradas
como telaraña de armonía eterna.

Las rosas estaban soñando en la lira,
tejen las encinas oros de leyendas,
y entre la tristeza viril de los robles
dicen los enebros temores de aldea.

Yo comprendo toda la pasión del bosque:
ritmo de la hoja, ritmo de la estrella.
Mas decidme, ¡oh cedros!, si mi corazón
dormirá en los brazos de la luz perfecta.

Conozco la lira que presientes, rosa:
formé su cordaje con mi vida muerta.
¡Dime en qué remanso podré abandonarla
como se abandonan las pasiones viejas!

¡Conozco el misterio que cantas, ciprés;
soy hermano tuyo en noche y en pena;
tenemos la entraña cuajada de nidos,
tú de ruiseñores y yo de tristezas!

¡Conozco tu encanto sin fin, padre olivo,
al darnos la sangre que extraes de la Tierra,
como tú, yo extraigo con mi sentimiento
el óleo bendito que tiene la idea!

Todos me abrumáis con vuestras canciones;
yo sólo os pregunto por la mía incierta;
ninguno queréis sofocar las ansias
de este fuego casto que el pecho me quema.

¡Oh laurel divino, de alma inaccesible,
siempre silencioso, lleno de nobleza!
¡Vierte en mis oídos tu historia divina,
tu sabiduría profunda y sincera!

¡Árbol que produces frutos de silencio,
maestro de besos y mago de orquestas,
formado del cuerpo rosado de Dafne
con savia potente de Apolo en tus venas!

¡Oh gran sacerdote del saber antiguo!
¡Oh mudo solemne cerrado a las quejas!
Todos tus hermanos del bosque me hablan;
¡sólo tú, severo, mi canción desprecias!

Acaso, ¡oh maestro del ritmo!, medites
lo inútil del triste llorar del poeta.
Acaso tus hojas, manchadas de luna,
pierdan la ilusión de la primavera.

La dulzura tenue del anochecer,
cual negro rocío, tapizó la senda,
teniendo de inmenso dosel a la noche,
que venía grave, preñada de estrellas.

NOCTURNO DEL HUECO

Para ver que todo se ha ido,
para ver los huecos y los vestidos,
¡dame tu guante de luna,
tu otro guante perdido en la hierba,
amor mío!

Puede el aire arrancar los caracoles
muertos sobre el pulmón del elefante
y soplar los gusanos ateridos
de las yemas de luz o las manzanas.

Los rostros bogan impasibles
bajo el diminuto griterío de las yerbas
y en el rincón está el pechito de la rana
turbio de corazón y mandolina.

En la gran plaza desierta
mugía la bovina cabeza recién cortada
y eran duro cristal definitivo
las formas que buscaban el giro de la sierpe.

Para ver que todo se ha ido
dame tu mudo hueco, ¡amor mío!
Nostalgia de academia y cielo triste.
¡Para ver que todo se ha ido!

Dentro de ti, amor mío, por tu carne,
¡qué silencio de trenes bocarriba!
¡cuánto brazo de momia florecido!
¡qué cielo sin salida, amor, qué cielo!

Es la piedra en el agua y es la voz en la brisa
bordes de amor que escapan de su tronco sangrante.
Basta tocar el pulso de nuestro amor presente
para que broten flores sobre los otros niños.

Para ver que todo se ha ido.
Para ver los huecos de nubes y ríos.
Dame tus manos de laurel, amor.
¡Para ver que todo se ha ido!

Ruedan los huecos puros, por mí, por ti, en el alba
conservando las huellas de las ramas de sangre
y algún perfil de yeso tranquilo que dibuja
instantáneo dolor de luna apuntillada.

Mira formas concretas que buscan su vacío.
Perros equivocados y manzanas mordidas.
Mira el ansia, la angustia de un triste mundo fósil
que no encuentra el acento de su primer sollozo.

Cuando busco en la cama los rumores del hilo
has venido, amor mío, a cubrir mi tejado.
El hueco de una hormiga puede llenar el aire,
pero tú vas gimiendo sin norte por mis ojos.

No, por mis ojos no, que ahora me enseñas
cuatro ríos ceñidos en tu brazo,
en la dura barraca donde la luna prisionera
devora a un marinero delante de los niños.

Para ver que todo se ha ido
¡amor inexpugnable, amor huido!
No, no me des tu hueco,
¡que ya va por el aire el mío!
¡Ay de ti, ay de mí, de la brisa!
Para ver que todo se ha ido.

II
Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo,
crines de ceniza. Plaza pura y doblada.

Yo.
Mi hueco traspasado con las axilas rotas.
Piel seca de uva neutra y amianto de madrugada.

Toda la luz del mundo cabe dentro de un ojo.
Canta el gallo y su canto dura más que sus alas.

Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo. Rodeado
de espectadores que tienen hormigas en las palabras.

En el circo del frío sin perfil mutilado.
Por los capiteles rotos de las mejillas desangradas.

Yo.
Mi hueco sin ti, ciudad, sin tus muertos que comen.
Ecuestre por mi vida definitivamente anclada.

Yo.
No hay siglo nuevo ni luz reciente.
Sólo un caballo azul y una madrugada.

CUERPO PRESENTE

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas,
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llénarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el rasgo negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque to has muerto para siempre.

Porque, to has muerto para siempre
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los ollvos.

BALADILLA E LOS TRES RIOS

A Salvador Quintero

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!

Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!

¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!

LA CASADA INFIEL

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

Mi niña se fue a la mar…

Mi niña se fue a la mar,
a contar olas y chinas,
pero se encontró, de pronto,
con el río de Sevilla.

Entre adelfas y campanas
cinco barcos se mecían,
con los remos en el agua
y las velas en la brisa.

¿Quién mira dentro la torre
enjaezada, de Sevilla?
Cinco voces contestaban
redondas como sortijas.

El cielo monta gallardo
al río, de orilla a orilla.
En el aire sonrosado.

Soneto de la dulce queja

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Largo espectro de plata conmovida…

Largo espectro de plata conmovida
el viento de la noche suspirando,
abrió con mano gris mi vieja herida
y se alejó: yo estaba deseando.
Llaga de amor que me dará la vida
perpetua sangre y pura luz brotando.
Grieta en que Filomela enmudecida
tendrá bosque, dolor y nido blando.
¡Ay qué dulce rumor en mi cabeza!
Me tenderé junto a la flor sencilla
donde flota sin alma tu belleza.
Y el agua errante se pondrá amarilla,
mientras corre mi sangre en la maleza
mojada y olorosa de la orilla.

Romance de la luna, luna

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

A mi querida amiga Encarnación López Júlvez

1
La cogida y la muerte

A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

2
La sangre derramada

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué gran serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!

3
Cuerpo presente

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

4
Alma ausente

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Pequeño vals vienés
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
 
Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
 
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
 
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
 
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del «Te quiero siempre».
 
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.
El amor duerme en el pecho del poeta

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!

»BLAS DE OTERO [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Blas de Otero fue una de las voces más destacadas de la poesía social española de los años cincuenta; nació en Bilbao el 15 de marzo de 1916 y falleció en Madrid el 29 de junio de 1979. Pese a que “A la inmensa mayoría” aparece en el poemario Pido la paz y la palabra de 1955, debemos retroceder unos cuantos años para poder entender el significado de sus versos: Tras ese gran paréntesis que supuso culturalmente la Guerra Civil aparecen dos grandes vertientes poéticas, en palabras de Dámaso Alonso, la poesía arraigada y la poesía desarraigada. http://www.blasdeotero.org/

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LOS POEMAS

 

A LA INMENSA MAYORÍA

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.

AIRE LIBRE

Si algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
Hablar contigo como un camarada,
Mirar escaparates
Y, sobre todo, sonreír de lejos
A los árboles…

También me gustan los camiones grises
Y muchísimo más los elefantes.
Besar tus pechos,
Echarme en tu regazo y despeinarte,
Tragar agua de mar como cerveza
Amarga, espumeante.

Todo lo que sea salir
De casa, estornudar de tarde en tarde,
Escupir contra el cielo de los tundras
Y las medallas de los similares,
Salir
De esta espaciosa y triste cárcel,
Aligerar los ríos y los soles,
Salir, salir al aire libre, al aire.

ANCHAS SÍLABAS

Que mi pie te despierte, sombra a sombra
He bajado hasta el fondo de la patria.
Hoja a hoja, hasta dar con la raíz
Amarga de mi patria.

Que mi fe te levante, sima a sima
He salido a la luz de la esperanza.
Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie
De paz, izando un alba.

Que mi voz brille libre, letra a letra
Restregué contra el aire las palabras.
Ah, las palabras. Alguien heló
Los labios -bajo el sol- de España.

BASTA

Imaginé mi horror por un momento
Que Dios, el solo vivo, no existiera,
O que, existiendo, sólo consistiera
En tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.

Y que la muerte, oh estremecimiento,
Fuese el hueco sin luz de una escalera,
Un colosal vacío que se hundiera
En un silencio desolado, liento.

Entonces ¿para qué vivir, oh hijos
De madre, a qué vidrieras, crucifijos
Y todo lo demás? Basta la muerte.

Basta. Termina, oh Dios, de maltratarnos.
O si no, déjanos precipitarnos
Sobre Ti —ronco río que revierte.

CANCIÓN CINCO

Por los puentes de Zamora,
Sola y lenta, iba mi alma.

No por el puente de hierro,
El de piedra es el que amaba.

A ratos miraba al cielo,
A ratos miraba al agua.

Por los puentes de Zamora,
Sola y lenta, iba mi alma.

CIEGAMENTE

Porque quiero tu cuerpo ciegamente.
Porque deseo tu belleza plena.
Porque busco ese horror, esa cadena
Mortal, que arrastra inconsolablemente.

Inconsolablemente. diente a diente,
Vos bebiendo tu amor, tu noche llena.
Diente a diente, Señor, y vena a vena
Vas sorbiendo mi muerte. Lentamente.

Porque quiero tu cuerpo y lo persigo
A través de la sangre y de la nada.
Porque busco tu noche toda entera.

Porque quiero morir, morir contigo
Esta horrible tristeza enamorada
Que abrazarás, oh, Dios, cuando yo muera.

CUERPO DE MUJER

Tántalo en fugitiva fuente de oro.
Quevedo

Cuerpo de la mujer, río de oro
Donde, hundidos los brazos, recibimos
Un relámpago azul, unos racimos
De luz rasgada en un frondor de oro.

Cuerpo de la mujer o mar de oro
Donde, amando las manos, no sabemos,
Si los senos son olas, si son remos
Los brazos, si son alas solas de oro…

Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
Donde, después de tanta luz, de tanto
Tacto sutil, de Tántalo es la pena.

Suena la soledad de Dios. Sentimos
La soledad de dos. Y una cadena
Que no suena, ancla en Dios almas y limos.

CUERPO TUYO

Esa tierra con luz es cielo mío.
Alba de Dios, estremecidamente
Subirá por mi sangre. Y un relente
De llama, me dará tu escalofrío.

Puente de dos columnas, y yo río.
Tú, río derrumbado, y yo su puente
Abrazando, cercando su corriente
De luz, de amor, de sangre en desvarío.

Ahora, brisa en la brisa. Seda suave.
Ahora, puerta plegada, frágil llave.
Muro de luz. Leve, sellado, ileso.

Luego, fronda de Dios y sima mía.
Ahora. Luego. Por tanto. Sí, por eso
Deseada y sin sombra todavía.

DESAMOR

Cuando tu cuerpo es nieve
Perdida en un olvido deshelado,
Y el aire no se atreve
A moverse por miedo a lo olvidado;
Y el mar, cuando se mueve
E inventa otra postura,
Es sólo por sentirse de este lado
Más ágil de recuerdos y amargura.

Cuando es ya nieve pura,
Y tu alma señal de haber llorado,
Y entre cartas y besos
Amarillos suspiras porque, al verlas,
No te serán ya ésos
Más que -pendientes de los ojos- perlas;
Y las rosas ilesos,
Y los blancos sin roce,
Entre cintas desnudas, enterradas,
Reavivan el goce
Triste de ver ya frías, desamadas,
Las prendas y el amor que aún las conoce.

Entonces a mí puedes
Venir, llegar, oh, pluma que deriva
Por los aires más solos:
Yo tenderé y tiraré hacia arriba,
Altos sueños, mis redes,
Para que eterna, si antes fugitiva,
Entre mis alas, no en mis brazos, quedes.

DIGO VIVIR

Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.
(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)
Digo vivir, vivir como si nada
Hubiese de quedar de lo que escribo.

Porque escribir es viento fugitivo,
Y publicar, columna arrinconada.
Digo vivir, vivir a pulso, airada-
Mente morir, citar desde el estribo.

Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,
Abominando cuanto he escrito: escombro
Del hombre aquel que fui cuando callaba.

Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra
Más inmortal: aquella fiesta brava
Del vivir y el morir. Lo demás sobra.

EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
Lo que tiré, como un anillo, al agua,
Si he perdido la voz en la maleza,
Me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
Lo que era mío y resultó ser nada,
Si he segado las sombras en silencio,
Me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
Puro y terrible de mi patria,
Si abrí los labios hasta desgarrármelos,
Me queda la palabra.

EN NOMBRE DE MUCHOS

Para el hombre hambreante y sepultado
En sed —salobre son de sombra fría—,
En nombre de la fe que he conquistado:
Alegría.

Para el mundo inundado
De sangre, engangrenado a sangre fría,
En nombre de la paz que he voceado:
Alegría.

Para ti, patria, árbol arrastrado
Sobre los ríos, ardua España mía,
En nombre de la luz que ha alboreado:
Alegría.

EN CASTELLANO

Aquí tenéis mi voz
Alzada contra el cielo de los dioses absurdos,
Mi voz apedreando las puertas de la muerte
Con cantos que son duras verdades como puños.

Él ha muerto hace tiempo, antes de ayer. Ya hiede.
Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro.
Adelantando el paso a través de las ruinas,
Hermosa como un viaje alrededor del mundo.

Mucho he sufrido: en este tiempo, todos
Hemos sufrido mucho.
Yo levanto una copa de alegría en las manos,
En pie contra el crepúsculo.

Borradlo. Labraremos la paz, la paz, la paz,
A fuerza de caricias, a puñetazos puros.
Aquí os dejo mi voz escrita en castellano.
España, no te olvides que hemos sufrido juntos.

EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
Lo que tiré, como un anillo, al agua,
Si he perdido la voz en la maleza,
Me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
Lo que era mío y resultó ser nada,
Si he segado las sombras en silencio,
Me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
Puro y terrible de mi patria,
Si abrí los labios hasta desgarrármelos,
Me queda la palabra.

EN UN CHARCO

No vengas ahora. (No vengas ahora,
Aunque es de noche.)
Huye.
Hay días malos, días que crecen
En un charco de lágrimas.

Escóndete en tu cuarto y cierra la puerta y haz un nudo
En la llave,
Y mírate desnuda en el espejo, como
En un charco de lágrimas.

Me acuerdo que una vez me mordiste los ojos.
Se te llenó la boca de pus y hiel; pisabas
En un charco de lágrimas.

Despréciame. Imagíname convertido en una ruta gris,
Sucia, babeante, con las tripas esparcidas
En un charco de lágrimas.

ENTONCES Y ADEMÁS

Cuando el llanto, partido en dos mitades,
Cuelga, sombríamente, de las manos,
Y el viento, vengador, viene y va, estira
El corazón, ensancha el desamparo.

Cuando el llanto, tendido como un llanto
Silencioso, se arrastra por las calles
Solitarias, se enreda entre los pies,
Y luego suavemente se deshace.

Cuando morir es ir donde no hay nadie,
Nadie, nadie; caer, no llegar nunca,
Nunca, nunca; morirse y no poder
Hablar, gritar, hacer la gran pregunta.

Cuando besar una mujer desnuda
Sabe a ceniza, a bajamar, a broza,
Y el abrazo final es esa franja
Sucia que deja, en bajamar, la ola.

Entonces, y también cuando se toca
Las dos manos el vacío, el hueco,
Y no hay donde apoyarse, no hay columnas
Que no sean de sombra y de silencio.

Entonces, y además cuando da miedo
Ser hombre, y estar solo es estar solo,
Nada más que estar solo, sorprenderse
De ser hombre, ajenarse: ahogarse sólo.

ES INÚTIL

Con hambre quedará si en esto queda…
Juan Boscán

Cada beso que doy, como un zarpazo
En el vacío, es carne olfateada
De Dios, hambre de dios, sed abrasada
En la trenzada hoguera de un abrazo.

Me pego a ti, me tiendo en tu regazo
Como un náufrago atroz que gime y nada,
Trago trozos de mar y agua rosada:
Senos las olas son, suave el bandazo.

Se te quiebran los ojos y la vida.
Lloras sangre de Dios por una herida
Que hace nacer, para el amor, la muerte.

¡Y es inútil pensar que nos unimos!
¡Es locura creer que pueda verte,
Oh dios, abriendo, entre la sombra, limos!

EPAÑAHOGÁNDOSE

Cuando pienso
En el mar es decir
La vida que uno ha envuelto desenvuelto
Como
Olas
Sonoras
Y sucedió que abril abrió sus árboles
Y yo callejeaba iba venía
Bajo la torre de san Miguel
O más lejos
Bajaba
Las descarnadas calles de Toledo
Pero es el mar
Quien me lleva y des lleva en sus manos
El mar desmemoriado
Donde estoy son las márgenes
Del Esla los esbeltos álamos
Amarillos que menea el aire
No sé oigo las olas
De Orio Guetaria
Elanchove las anchas
Olas rabiosas
Es decir la vida que uno hace
Y deshace
Cielos
Hundidos días como diamante
Una
Guitarra en el Perchel de noche
La playa rayada de fusiles
Frente a Torrijos y sus compañeros.

HIJA DE YAGO

Aquí, proa de Europa preñadamente en punta;
Aquí, talón sangrante del bárbaro Occidente;
Áspid en piedra viva, que el mar dispersa y junta;
Pánica Iberia, silo del sol, haza crujiente.

Tremor de muerte, eterno tremor escarnecido,
Ávidamente orzaba la proa hacia otra vida,
En tanto que el talón, en tierra entrometido,
Pisaba, horrible, el rostro de América adormida.

¡Santiago y cierra España! Derrostran con las uñas
Y con los dientes rezan a un Dios de infierno en ristre,
Encielan a sus muertos, entierran las pezuñas
En la más ardua historia que la Historia registre.

Alángeles y arcángeles se juntan contra el hombre.
Y el hambre hace su presa, los túmulos su agosto.
Tres años y cien caños de sangre Abel, sin nombre…
(Insoportablemente terrible es su arregosto.)

Madre y maestra mía, triste, espaciosa España,
He aquí a tu hijo. Úngenos, madre. Haz
Habitable tu ámbito. Respirable tu extraña
Paz. Para el hombre, Paz. Para el aire, madre, paz.

HOMBRE

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
Al borde del abismo, estoy clamando
A Dios. Y su silencio, retumbando,
Ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
Despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
Oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
Solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

ÍMPETU

Mas no todo ha de ser ruina y vacío.
No todo desescombro ni deshielo.
Encima de este hombro llevo el cielo,
Y encima de este otro, un ancho río

De entusiasmo. Y, en medio, el cuerpo mío,
Árbol de luz gritando desde el suelo.
Y, entre raíz mortal, fronda de anhelo,
Mi corazón en pie, rayo sombrío.

Sólo el ansia me vence. Pero avanzo
Sin dudar, sobre abismos infinitos,
Con la mano tendida: si no alcanzo

Con la mano, ¡ya alcanzaré con gritos!
Y sigo, siempre, en pie, y así, me lanzo
Al mar, desde una fronda de apetitos.

JUICIO FINAL

Yo, pecador, artista del pecado,
Comido por el ansia hasta los tuétanos,
Yo, tropel de esperanza y de fracasos,
Estatua del dolor, firma del viento.

Yo, pecador, en fin, desesperado
De sombras y de sueños: me confieso
Que soy un hombre en situación de hablaros
De la vida. Pequé. No me arrepiento.

Nací para narrar con estos labios
Que barrerá la muerte un día de éstos,
Espléndidas caídas en picado
Del bello avión aquel de carne y hueso.

Alas arriba disparó los brazos,
Alardeando de tan alto invento;
Plumas de níquel. Escribid despacio.
Helas aquí, hincadas en el suelo.

Este es mi sitio. Mi terreno. Campo
De aterrizaje de mis ansias. Cielo
Al revés. Es mi sitio y no lo cambio
Por ninguno. Caí. No me arrepiento.

Ímpetus nuevos nacerán, más altos.
Llegaré por mis pies -¿para qué os quiero?-
A la patria del hombre: al cielo raso
De sombras ésas y de sueños ésos.

LA TIERRA

De tierra y mar, de fuego y sombra pura,
Esta rosa redonda, reclinada
En el espacio, rosa volteada
Por las manos de Dios, ¡cómo procura

Sostenemos en pie y en hermosura
De cielo abierto, oh inmortalizada
Luz de la muerte hiriendo nuestra nada!
La Tierra: girasol; poma madura.

Pero viene un mal viento, un golpe frío
De las manos de Dios, y nos derriba.
Y el hombre, que era un árbol, ya es un río.

Un río echado, sin rumor, vacío,
Mientras la tierra sigue a la deriva,
¡Oh Capitán, oh Capitán, Dios mío!

LO FATAL

Entre enfermedades y catástrofes
Entre torres turbias y sangre entre los labios
Así te veo así te encuentro
Mi pequeña paloma desguarnecida
Entre embarcaciones con los párpados entornados
Entre nieve y relámpago
Con tus brazos de muñeca y tus muslos de maleza
Entre diputaciones y farmacias
Irradiando besos de la frente
Con tu pequeña voz envuelta en un pañuelo
Con tu vientre de hostia transparente
Entre esquinas y anuncios depresivos
Entre obispos
Con tus rodillas de amapola pálida
Así te encuentro y te reconozco
Entre todas las catástrofes y escuelas
Asiéndome el borde del alma con tus dedos de humo
Acompañando mis desastres incorruptibles
Paloma desguarnecida
Juventud cabalgando entre las ramas
Entre embarcaciones y muelles desolados
Última juventud del mundo
Telegrama planchado por la aurora
Por los siglos de los siglos
Así te veo así te encuentro
Y pierdo cada noche caída entre alambradas
Irradiando aviones en el radar de tu corazón
Campana azul del cielo
Desolación del atardecer
Así cedes el paso a las muchedumbres
Única como una estrella entre cristales
Entre enfermedades y catástrofes
Así te encuentro en mitad de la muerte
Vestida de violeta y pájaro entrevisto
Con tu distraído pie
Descendiendo las gradas de mis versos.

LUEGO

Cuando te vi, oh cuerpo en flor desnudo.
Creí ya verle a Dios en carne viva.
No sé qué luz, de dentro, de quién, iba
Naciendo, iba envolviendo tu desnudo

Amoroso, oh aire, oh mar desnudo.
Una brisa vibrante, fugitiva,
Ibas fluyendo, un agua compasiva,
Tierna, tomada entre un frondor desnudo.

Te veía, sentía y te bebía,
Solo, sediento, con palpar de ciego,
Hambriento, sí, ¿de quién?, de Dios sería.

Hambre mortal de Dios, hambriento hasta
La saciedad, bebiendo sed, y, luego,
Sintiendo, ¡por qué, oh Dios!, que eso no basta.

MADEMOISELLE ISABEL, RUBIA Y FRANCESA

Mademoiselle Isabel, rubia y francesa,
Con un mirlo debajo de la piel,
No sé si aquél o ésta, oh mademoiselle
Isabel, canta en él o si él en esa.

Princesa de mi infancia; tú, princesa
Promesa, con dos senos de clavel;
yo, le livre, le crayon, le… le… oh Isabel,
Isabel… tu jardín tiembla en la mesa.

De noche, te alisabas los cabellos,
Yo me dormía, meditando en ellos
Y en tu cuerpo de rosa: mariposa

Rosa y blanca, velada con un velo.
Volada para siempre de mi rosa
-Mademoiselle Isabel- y de mi cielo.

MÚSICA TUYA

¿Es verdad que te gusta verte hundida
En el mar de la música; dejarte
Llevar por esas alas; abismarte
En esa luz tan honda y escondida?

Si es así, no ames más; dame tu vida,
Que ella es la esencia y el clamor del arte;
Herida estás de Dios de parte a parte,
Y yo quiero escuchar sólo esa herida.

Mares, alas, intensas luces libres,
Sonarán en mi alma cuando vibres,
Ciega de amor, tañida entre mis brazos.

Y yo sabré la música ardorosa
De unas alas de Dios, de una luz rosa,
De un mar total con olas como abrazos.

PIDO LA PAZ Y LA PALABRA

Pido la paz y la palabra
Escribo
En defensa del reino
Del hombre y su justicia. Pido
La paz
Y la palabra. He dicho
«Silencio»,
«sombra»,
«vacío»
Etcétera.
Digo
«Del hombre y su justicia»,
«Océano pacífico»,
Lo que me dejan.
Pido
La paz y la palabra.

POR CARIDAD

Por caridad
Laura,
Paloma amedrentada,
Hija del campo, qué existencia ésta,
Dices, con el hijo a cuestas
Desde tus veinte años,
Tres años en la Maternidad
Fregando los suelos,
Por caridad
(Por caridad, te dejan fregar el suelo),
Ahora en la calle
Y entre mis brazos,
Laura,
Te amo directamente,
No
Por caridad,
Estás cansada
De todo,
De sufrir frío,
De tu pequeño acordeón
Entre las piernas,
Del desamor,
Pero no olvides
(Nunca),
Yo te amo directamente,
Y no
Por caridad.

RELATO

Recuerdo. No recuerdo. El viento. El mar.
Un hombre al borde del cantil. El viento.
El mar desamarrando olas horribles.
Un hombre al borde de un cantil. Recuerdo.
No recuerdo. Los brazos
Alzados hacia un cielo ceniciento.
El viento. El golpe de las olas
Contra las rocas.
Un hombre al borde
De la muerte.
El mar.
El cielo, mudo. Ceniciento. El cielo.
Recuerdo. Oigo las olas.
El viento. Entre las sienes. No recuerdo.
Un hombre
Al borde de un cantil, gritando. Abriendo
Y cerrando los brazos.
Un hombre ciego.
Recuerdo. Alzó la frente. Un viento frío
Le azotó el alma. No recuerdo. Veo
El mar.
Nado por dentro.
Avanzo
Hacia una luz, hacia una luz. No veo.
Escucho
Un silencio de yelo.
Y braceo, braceo hacia la luz,
Y tropiezo,
Y braceo, y emerjo bajo el sol
¡Oh júbilo!, y avanzo… y no recuerdo
Más. Esto es todo cuanto sé. Sabedlo.

SERENIDAD

Serenidad, seamos siempre buenos
Amigos. Caminemos reposada-
Mente. La frente siempre sosegada
Y siempre sosegada el alma. Menos

Mal que bebí de tus venenos,
Inquietud, y no me supiste a nada.
El aire se serena, remansada
Música suena de acordes serenos.

No moverán la hoja sostenida
Con mis dedos, a contra firmamento
En medio del camino de mi vida.

Vísteme de hermosura el pensamiento,
Serenidad, perennemente unida
Al árbol de mi vida a contra viento.

TÚ, QUE HIERES

Serenidad, seamos siempre buenos
Amigos. Caminemos reposada-
Mente. La frente siempre sosegada
Y siempre sosegada el alma. Menos

Mal que bebí de tus venenos,
Inquietud, y no me supiste a nada.
El aire se serena, remansada
Música suena de acordes serenos.

No moverán la hoja sostenida
Con mis dedos, a contra firmamento
En medio del camino de mi vida.

Vísteme de hermosura el pensamiento,
Serenidad, perennemente unida
Al árbol de mi vida a contra viento.

TU VIENTRE Y OTROS RESABIOS

La juventud
Su paso acelerado ojos de acero manos más de dos
Alegría
Escuchar un disco cuadrado hacer el amor con la mujer
Del prójimo (¿no somos todos prójimos?)
El aturdimiento del atardecer
El microcosmos de la física moderna
-Después de muerto me basta ser electrón-
Mi juventud tirada por la ventana
Tu piel papel de seda
Tus senos uno al sol el otro en la sombra
Mi deambular por los barrios galdosianos
El electroshock de súbito
Alegría
Dios es bueno en tanto la mujer responda
Quédate esta noche a desayunar
Me permito exclamar oh tu entrepierna en voz baja
Quiero vivir en América
Qué coño en América del Sur,
He visto demasiadas tierras
Todas caben en tu axila
Salgamos de la habitación por la puerta de urgencia
Compremos un buen periódico clara utopía
Y saludemos a la juventud desde los cincuenta y siete años
Como diecisiete como veintiuno como tu vientre de malvavisco.

UN RELÁMPAGO APENAS

Besas como si fueses a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
Nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,

Me declaro vencido, si vencerme
Es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
Bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,

Tiras de mi raíz, subes mi muerte
A flor de labio. Y luego, mimadora,
La brisas y la rozas con tu beso.

Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
Bastara un beso, un beso que se llora
Después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.

VI QUE ESTABAS

Volví la frente: Estabas. Estuviste
Esperándome siempre.
Detrás de una palabra
Maravillosa, siempre.

Abres y cierras, suave, el cielo.
Como esperándote, amanece.
Cedes la luz, mueves la brisa
De los atardeceres.

Volví a la vida; vi que estabas
Tejiendo, destejiendo siempre.
Silenciosa, tejiendo
(Tarde es, amor, ya tarde y peligroso.)
Y destejiendo nieve…

CRECIDA

Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
Con la sangre hasta el borde de la boca,
Voy
Avanzando
Lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios
Algunas veces,
Voy
Avanzando sobre este viejo suelo, sobre
La tierra hundida en sangre,
Voy
Avanzando lentamente, hundiendo los brazos
En sangre,
Algunas
Veces tragando sangre,
Voy sobre Europa
Como en la proa de un barco desmantelado
Que hace sangre,
Voy
Mirando, algunas veces,
Al cielo
Bajo,
Que refleja
La luz de la sangre roja derramada,
Avanzo
Muy
Penosamente, hundidos los brazos en espesa
Sangre,
Es
Como una esperma roja represada,
Mis pies
Pisan sangre de hombres vivos
Muertos,
Cortados de repente, heridos súbitos,
Niños
Con el pequeño corazón volcado, voy
Sumido en sangre
Salida,
Algunas veces
Sube hasta los ojos y no me deja ver,
No
Veo más que sangre,
Siempre
Sangre,
Sobre Europa no hay más que
Sangre.

Traigo una rosa en sangre entre las manos
Ensangrentadas. Porque es que no hay más
Que sangre,

Y una horrorosa sed
Dando gritos en medio de la sangre.

«… el hombre pasa, el tiempo vuela
y España sigue entre el Atlántico
y el Mediterráneo, decorando su cueva
de Altamira con decorados falsos…»
BO

«Doble llave»

Por tierras de Aragón,
oigo sonar las viejas hojas secas
del árbol de unos libros
abierto entre las sombras que aún perduran.

«España llega tarde a todas partes…,
en su concepto histórico, único que queda de ella,
no es una nación autónoma, dueña de sí.»

Así sonaron las hojas,
sentenciaron después a contra viento.

«Dime lo que el pueblo come
y te diré el papel que desempeña en la historia.»

Transformemos este río seco
en río vivo y corriente
«que apague la sed de agua que abrasa los campos
y la sed de saber y de luz que padecen los cerebros,
y la sed de ideal que sienten las almas,
y la sed de justicia y de libertad que padece el pueblo.»
Nuestro destino está
«en las manos de los que aran la tierra,
de los que cavan la viña,
de los que plantan el naranjo,
de los que pastorean la cabaña,
de los que arrancan el mineral,
de los que forjan el hierro,
de los que equipan la nave,
de los que tejen el algodón,
de los que conducen el tren,
de los que represan la lluvia,
de los que construyen los puentes,
de los que estampan los libros,
de los que acaudalan la ciencia,
de los que hacen los hombres y los ciudadanos educando a la niñez.

La revolución no es aquí meramente un derecho:
es ante todo y por encima de todo un deber.
Hemos faltado a él y lo estamos expiando.»

Doble llave al sepulcro del Cid
y a la insolidaridad de don Quijote.

Necesitamos otras llaves:
escuela y despensa,
despensa y escuela.

… Así sonaron las hojas
en el aire sombrío de mi patria.

»MIGUEL HERNÁNDEZ [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Miguel Hernández nació el 30 de octubre de 1910 en Orihuela (España) y falleció el 28 de marzo de 1942. Es uno de los poetas de referencia de la Generación del 27. Entre sus obras podemos destacar «Perito en lunas», «La nana de la cebolla» y «Cancionero y romancero de ausencias». En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como «El niño de la noche», «Elegía primera» y «Rusia». ¿Qué mensaje encierran los dos últimos versos de la composición? (O, dicho de otro modo: ¿por qué quiere Hernández que su hijo no sepa «lo que pasa / ni lo que ocurre» en España?). http://www.miguelhernandezvirtual.es/

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LOS POEMAS
Aceituneros

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma ¿quién
quién amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.

NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan lato,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni
lo que ocurre.

LAS ABARCAS DESIERTAS

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

No quiso ser

No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.
El amoroso vello
no pudo florecer.

Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.

Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.

No quiso ser.

LLAMO A LA JUVENTUD

Los quince y los dieciocho,
los dieciocho y los veinte…
Me voy a cumplir los años
al fuego que me requiere,
y si resuena mi hora
antes de los doce meses,
los cumpliré bajo tierra.
Yo trato que de mí queden
una memoria de sol
y un sonido de valiente.

Si cada boca de España,
de su juventud, pusiese
estas palabras, mordiéndolas,
en lo mejor de sus dientes:
si la juventud de España,
de un impulso solo y verde,
alzara su gallardía,
sus músculos extendiese
contra los desenfrenados
que apropiarse España quieren,
sería el mar arrojando
a la arena muda siempre
varios caballos de estiércol
de sus pueblos transparentes,
con un brazo inacabable
de perpetua espuma fuerte.

Si el Cid volviera a clavar
aquellos huesos que aún hieren
el polvo y el pensamiento,
aquel cerro de su frente,
aquel trueno de su alma
y aquella espada indeleble,
sin rival, sobre su sombra
de entrelazados laureles:
al mirar lo que de España
los alemanes pretenden,
los italianos procuran,
los moros, los portugueses,
que han grabado en nuestro cielo
constelaciones crueles
de crímenes empapados
en una sangre inocente,
subiera en su airado potro
y en su cólera celeste
a derribar trimotores
como quien derriba mieses.

Bajo una zarpa de lluvia,
y un racimo de relente,
y un ejército de sol,
campan los cuerpos rebeldes
de los españoles dignos
que al yugo no se someten,
y la claridad los sigue,
y los robles los refieren.
Entre graves camilleros
hay heridos que se mueren
con el rostro rodeado
de tan diáfanos ponientes,
que son auroras sembradas
alrededor de sus sienes.
Parecen plata dormida
y oro en reposo parecen.

Llegaron a las trincheras
y dijeron firmemente:
¡Aquí echaremos raíces
antes que nadie nos eche!
Y la muerte se sintió
orgullosa de tenerles.

Pero en los negros rincones,
en los más negros, se tienden
a llorar por los caídos
madres que les dieron leche,
hermanas que los lavaron,
novias que han sido de nieve
y que se han vuelto de luto
y que se han vuelto de fiebre;
desconcertadas viudas,
desparramadas mujeres,
cartas y fotografías
que los expresan fielmente,
donde los ojos se rompen
de tanto ver y no verles,
de tanta lágrima muda,
de tanta hermosura ausente.

Juventud solar de España:
que pase el tiempo y se quede
con un murmullo de huesos
heroicos en su corriente.
Echa tus huesos al campo,
echar las fuerzas que tienes
a las cordilleras foscas
y al olivo del aceite.
Reluce por los collados,
y apaga la mala gente,
y atrévete con el plomo,
y el hombro y la pierna extiende.

Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.

La juventud siempre empuja
la juventud siempre vence,
y la salvación de España
de su juventud depende.

La muerte junto al fusil,
antes que se nos destierre,
antes que se nos escupa,
antes que se nos afrente
y antes que entre las cenizas
que de nuestro pueblo queden,
arrastrados sin remedio
gritemos amargamente:
¡Ay España de mi vida,
ay España de mi muerte!

LAS MANOS

Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.

La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.

Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.

Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.

Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.

Estas sonoras manos oscuras y lucientes
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.

Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.

Feroces y reunidas en un bando sangriento
avanzan al hundirse los cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido y avariento,
paisaje de asesinos.

No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.

Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
que a nadie corresponden sino a quien los labora,
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
caudales de la aurora.

Orgullo de puñales, arma de bombardeos
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los negros deseos
que la avaricia empuña.

¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
y en el amor se apagan.

Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas.

  EL SOLDADO Y LA NIEVE

Diciembre ha congelado su aliento de dos filos,
y lo resopla desde los cielos congelados,
como una llama seca desarrollada en hilos,
como una larga ruina que ataca a los soldados.

Nieve donde el caballo que impone sus pisadas
es una soledad de galopante luto.
Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,
de celeste maldad, de desprecio absoluto.

Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,
con un hacha de mármol encarnizado y leve.
Desciende, se derrama como un deshecho abrazo
de precipicios y alas, de soledad y nieve.

Esta agresión que parte del centro del invierno,
hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,
amenaza al desnudo con un rencor eterno,
blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.

Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,
quiere cegar los mares, sepultar los amores:
y se va elevando lentas y diáfanas barreras,
estatuas silenciosas y vidrios agresores.

Que se derrame a chorros el corazón de lana
de tantos almacenes y talleres textiles,
para cubrir los cuerpos que queman la mañana
con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.

Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos,
que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos:
de piedra enjuta contra los picotazos rudos,
las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.

Ropa para los cuerpos que rechazan callados
los ataques más blancos con los huesos más rojos.
Porque tienen el hueso solar estos soldados,
y porque son hogueras con pisadas, con ojos.

La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,
el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.
Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja
hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.

Tan decididamente son el cristal de roca
que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,
que atacan con el pómulo nevado, con la boca,
y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.

EL VUELO DE LOS HOMBRES

Sobre la piel del cielo, sobre sus precipicios
se remontan los hombres. ¿Quién ha impulsado el vuelo?
Sonoros, derramados en aéreos ejercicios,
raptan la piel del cielo.

Más que el cálido aceite, sí, más que los motores,
el ímpetu mecánico del aparato alado,
cóleras entusiastas, geológicos rencores,
iras les han llevado.

Les han llevado al aire, como un aire rotundo
que desde el corazón resoplara un plumaje.
Y ascienden y descienden sobre la piel del mundo
alados de coraje.

En un avance cósmico de llamas y zumbidos
que aeródromos de pueblos emocionados lanzan,
los soldados del aire, veloces, esculpidos,
acerados avanzan.

El azul se enardece y adquiere una alegría,
un movimiento, una juventud libre y clara,
lo mismo que si mayo, la claridad del día
corriera, resonara.

Los estremecimientos del valor y la altura,
los enardecimientos del azul y el vacío:
el cielo retrocede sintiendo la hermosura
como un escalofrío.

Impulsado, asombrado, perseguido, regresa
al aire al torbellino nativo y absorbente,
mientras evolucionan los héroes en su empresa
inverosímilmente.

Es el mundo tan breve para un ala atrevida,
para una juventud con la audacia por pluma;
reducido es el cielo, poderosa la vida,
domada y con espuma.

El vuelo significa la alegría más alta,
la agilidad más viva, la juventud más firme.
En la pasión del vuelo truena la luz, y exalta
alas con que batirme.

Hombres que son capaces de volar bajo el suelo,
para quienes no hay ámbitos ni grandes ni imposibles,
con la mirada tensa, prorrumpen en el vuelo
gladiadores, temibles.

Arrebatados, tensos, peligrosos, tajantes,
igual que una colmena de soles extendidos,
de astros motorizados, de cigarras tremantes,
cruzan con sus bramidos.

Ni un paso de planetas, ni un tránsito de toros
batiéndose, volcándose por un desfiladero,
darán al universo ni acentos más sonoros
ni resplandor más fiero.

Todos los aviadores tenéis este trabajo:
echar abajo el pájaro fraguador de cadenas,
las ciudades podridas abajo, y más abajo
las cárceles, las penas.

En vuestra mano está la libertad del ala,
la libertad del mundo, soldados voladores:
y arrancaréis del cielo la codiciosa y mala
hierba de otros motores.

El aire no os ofrece ni escudos ni barreras:
el esfuerzo ha de ser todo de vuestro impulso.
Y al polvo entregaréis el vuelo de las fieras
abatido, convulso.

Si ardéis, si eso es posible, poseedores del fuego,
no dejaréis ceniza ni rastro, sino gloria.
Espejos sobrehumanos, iluminaréis luego
la creación, la historia.

EUZKADI

Italia y Alemania dilataron sus velas
de lodo carcomido,
agruparon, sembraron sus luctuosas telas,
lanzaron las arañas más negras de su nido.

Contra España cayeron y España no ha caído.

España no es un grano,
ni una ciudad, ni dos, ni tres ciudades.
España no se abarca con la mano
que arroja en su terreno puñados de crueldades.

Al mar no se lo tragan los barcos invasores,
mientras existe un árbol el bosque no se pierde,
una pared perdura sobre un solo ladrillo.
España se defiende de reveses traidores,
y avanza, y lucha, y muerde
mientras le quede un hombre de pie como un cuchillo.

Si no se pierde todo no se ha perdido nada.

En tanto aliente un español con ira
fulgurante de espada,
¿se perderá? ¡Mentira!

Mirad, no lo contrario que sucede,
sino lo favorable que promete el futuro,
los anchos porvenires que allá se bambolean.
El acero no cede,
el bronce sigue en su color y duro,
la piedra no se ablanda por más que la golpean.

No nos queda un varón, sino millones,
ni un corazón que canta: ¡soy un muro!,
que es una inmensidad de corazones.

En Euzkadi han caído no sé cuántos leones
y una ciudad por la invasión deshechos.
Su soplo de silencio nos anima,
y su valor redobla en nuestros pechos
atravesando España por debajo y encima.

No se debe llorar, que no es la hora,
hombres en cuya piel se transparenta
la libertad del mar trabajadora.

Quien se para a llorar, quien se lamenta
contra la piedra hostil del desaliento,
quien se pone a otra cosa que no sea el combate,
no será un vencedor, será un vencido lento.

Español, al rescate
de todo lo perdido.
¡Venceré! has de gritar sobre cada momento
para no ser vencido.

Si fuera un grano lo que nos quedara,
España salvaremos con un grano.
La victoria es un fuego que alumbra nuestra cara
desde un remoto monte cada vez más cercano.

LA BOCA

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!

Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.

  LOS COBARDES

Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para vuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes, ni nada.
Huís y huís, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.

EL ÚLTIMO RINCÓN

El último y el primero:
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle,
se sume por los rincones
donde se sumen los árboles.

Se ahonda y hace más honda
la intensidad de mi sangre.

Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes.

Carne de mi movimiento,
huesos de ritmos mortales:
me muero por respirar
sobre vuestros ademanes.

Corazón que entre dos piedras
ansiosas de machacarte,
de tanto querer te ahogas
como un mar entre dos mares.
De tanto querer me ahogo,
y no me es posible ahogarme.

Beso que viene rodando
desde el principio del mundo
a mi boca por tus labios.
Beso que va a un porvenir,
boca como un doble astro
que entre los astros palpita
por tantos besos parados,
por tantas bocas cerradas
sin un beso solitario.

¿Qué hice para que pusieran
a mi vida tanta cárcel?

Tu pelo donde lo negro
ha sufrido las edades
de la negrura más firme,
y la más emocionante:
tu secular pelo negro
recorro hasta remontarme
a la negrura primera
de tus ojos y tus padres,
al rincón de pelo denso
donde relampagueaste.

Como un rincón solitario
allí el hombre brota y arde.

Ay, el rincón de tu vientre;
el callejón de tu carne:
el callejón sin salida
donde agonicé una tarde.

La pólvora y el amor
marchan sobre las ciudades
deslumbrando, removiendo
la población de la sangre.

El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe.
Y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten.

El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces.

Siesta que ha entenebrecido
el sol de las humedades.

Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie.

A MI HIJO

Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
su color coronado de junios, ya es rocío
alejándose a ciertas regiones matutinas.

Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como bajo la tierra quiero haberte enterrado.

Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado octubre contra nuestras ventanas,
diste paso al otoño y anocheció los mares.

Te ha devorado el sol, rival único y hondo
y la remota sombra que te lanzó encendido;
te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote; y es como si no hubieras nacido.

Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció tu carne con el alba en un lado.

El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne naciente al alba y al júbilo precisa;
niño que sólo supo reir, tan largamente,
que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.

Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.

Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
de llegar al más leve signo de la fiereza.
Vida como una hoja de labios incipientes,
hoja que se desliza cuando a sonar empieza.

Los consejos del mar de nada te han valido…
Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de echar sobre unos ojos un puñado de nada.

Verde, rojo, moreno: verde, azul y dorado;
los latentes colores de la vida, los huertos,
el centro de las flores a tus pies destinado,
de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.

Mujer arrinconada: mira que ya es de día.
(¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mía,
la noche continúa cayendo desolada.

TODO ERA AZUL

Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.

YO NO QUIERO MÁS LUZ QUE TU CUERPO ANTE EL MÍO

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.

ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

MUERTE NUPCIAL

El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.

Pasar por unos ojos como por un desierto:
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen.

Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.

Cuanto más se miraban más se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, y más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos.

Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia,
proyectamos los cuerpos más allá de la vida.

Espiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados!

Peron no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.

VUELO

Sólo quien ama vuela. Pero, ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar … Pero, ¿quién ama? Volar … Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otro como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir; apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de debatirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. EL cielo se eleva. El aire mueve.

SENTADO SOBRE LOS MUERTOS

Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo mantiene.

Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.

Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.

Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.

Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué ponerse,
hambriento y sin qué comer,
el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
En su mano los fusiles
leones quieren volverse
para acabar con las fieras
que lo han sido tantas veces.

Aunque le falten las armas,
pueblo de cien mil poderes,
no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere
mientras que te queden puños,
uñas, saliva, y te queden
corazón, entrañas, tripas,
cosas de varón y dientes.
Bravo como el viento bravo,
leve como el aire leve,
asesina al que asesina,
aborrece al que aborrece
la paz de tu corazón
y el vientre de tus mujeres.
No te hieran por la espalda,
vive cara a cara y muere
con el pecho ante las balas,
ancho como las paredes.

Canto con la voz de luto,
pueblo de mí, por tus héroes:
tus ansias como las mías,
tus desventuras que tienen
del mismo metal el llanto,
las penas del mismo temple,
y de la misma madera
tu pensamiento y mi frente,
tu corazón y mi sangre,
tu dolor y mis laureles.
Antemuro de la nada
esta vida me parece.

Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

TERUEL

Líster, la vida, la cantera, el frío:
tú, la vida, tus fuerzas como llamas,
Teruel como un cadáver sobre un río.

La efusión de las piedras y las ramas,
la vida derramando un vino rudo
cerca de aquel cadáver con escamas.

Aquel cadáver defendió su escudo,
su muladar, su herrumbre, su leyenda:
pero la vida prevalece y pudo.

Por mucho que un cadáver se defienda,
la muerte está sitiada, acorralada,
cercada por la vida más tremenda.

Ni con la condición de la nevada
el círculo de hogueras se deshace,
se rompe el cerco de la llamarada.

No hay quien lo enfríe, quien lo despedace.
Retrocede la helada en las orejas
de este fuego vital que sopla y hace.

Contra la muerte, contra sus ovejas,
quemando de bravura el armamento,
disparas las pasiones y las cejas.

Líster, la vida, piedra del portento,
necesita una forma victoriosa,
y habrás de trabajarla con tu aliento.

Cantero de la piedra en cada cosa,
exiges la materia de tu hispano
granito, que es la piedra más hermosa.

En el granito se probó tu mano,
como en la harina, el yeso y la madera
se prueba tanto puño de artesano.

Eso es hacer la mano duradera,
y eso es vivir a prueba de peñones,
y eso es ahondar la sangre y la cantera.

Sobre el cadáver de Teruel te impones,
y el alma en los disparos se te escapa
frente a la nieve y a sus municiones.

Impulsos con el aire de tu capa
das a tu potro, puesto en cada instante
a recobrar las pérdidas del mapa.

Yo me encontré con este comandante,
bajo la luz de los dinamiteros,
en el camino de Teruel, delante.

Han cogido a la muerte los canteros
la primera ciudad, y en esta historia
se han derramado varios compañeros.

En su sangre se envuelva la victoria.

Menos tu vientre

Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.

Canción última

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

LLAMO AL TORO DE ESPAÑA

Alza, toro de España: levántate, despierta.
Despiértate del todo, toro de negra espuma,
que respiras la luz y rezumas la sombra,
y concentras los mares bajo tu piel cerrada.

Despiértate.

Despiértate del todo, que te veo dormido,
un pedazo del pecho y otro de la cabeza:
que aún no te has despertado como despierta un toro
cuando se le acomete con traiciones lobunas.

Levántate.

Resopla tu poder, despliega tu esqueleto,
enarbola tu frente con las rotundas hachas,
con las dos herramientas de asustar a los astros,
de amenazar al cielo con astas de tragedia.

Esgrímete.

Toro en la primavera más toro que otras veces,
en España más toro, toro, que en otras partes.
Más cálido que nunca, más volcánico, toro,
que irradias, que iluminas al fuego, yérguete.

Desencadénate.

Desencadena el raudo corazón que te orienta
por las plazas de España, sobre su astral arena.
A desollarte vivo vienen lobos y águilas
que han envidiado siempre tu hermosura de pueblo.

Yérguete.

No te van a castrar: no dejarás que llegue
hasta tus atributos de varón abundante
esa mano felina que pretende arrancártelos
de cuajo, impunemente: pataléalos, toro.

Víbrate.

No te van a absorber la sangre de riqueza,
no te arrebatarán los ojos minerales.
La piel donde recoge resplandor el lucero
no arrancarán del toro de torrencial mercurio.

Revuélvete.

Es como si quisieran arrancar la piel al sol,
al torrente la espuma con uña y picotazo.
No te van a castrar, poder tan masculino
que fecundas la piedra; no te van a castrar.

Truénate.

No retrocede el toro: no da un paso hacia atrás
si no es para escarbar sangre y furia en la arena,
unir todas sus fuerzas, y desde las pezuñas
abalanzarse luego con decisión de rayo.

Abalánzate.

Gran toro que en el bronce y en la piedra has mamado,
y en el granito fiero paciste la fiereza:
revuélvete en el alma de todos los que han visto
la luz primera en esta península ultrajada.

Revuélvete.

Partido en dos pedazos, este toro de siglos,
este toro que dentro de nosotros habita:
partido en dos mitades, con una mataría
y con la otra mitad moriría luchando.

Atorbellínate.

De la airada cabeza que fortalece el mundo,
del cuello como un bloque de titanes en marcha,
brotará la victoria como un ancho bramido
que hará sangrar al mármol y sonar a la arena.

Sálvate.

Despierta, toro: esgrime, desencadena, víbrate.
Levanta, toro: truena, toro, abalánzate.
Atorbellínate, toro: revuélvete.
Sálvate, denso toro de emoción y de España.

Sálvate.

CANCIÓN PRIMERA

Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!

El animal que canta:
el animal que puede
llorar y echar raíces,
rememoró sus garras.

Garras que revestía
de suavidad y flores,
pero que, al fin, desnuda
en toda su crueldad.

Crepitan en mis manos.
Aparta de ellas, hijo.
Estoy dispuesto a hundirlas,
dispuesto a proyectarlas
sobre tu carne leve.

He regresado al tigre.
Aparta, o te destrozo.

Hoy el amor es muerte,
y el hombre acecha al hombre.

Después de haber cavado este barbecho

Después de haber cavado este barbecho
me tomaré un descanso por la grama
y beberé del agua que en la rama
su esclava nieve aumenta en mi provecho.

Todo el cuerpo me huele a recién hecho
por el jugoso fuego que lo inflama
y la creación que adoro se derrama
a mi mucha fatiga como un lecho.

Se tomará un descanso el hortelano
y entretendrá sus penas combatiendo
por el salubre sol y el tiempo manso.

Y otra vez, inclinado cuerpo y mano,
seguirá ante la tierra perseguido
por la sombra del último descanso.

FUERZA DEL MANZANARES

La voz de bronce no hay quien la estrangule:
mi voz de bronce no hay quien la corrompa.
No puede ser ni que el silencio anule
su soplo ejecutivo de pasión y de trompa.

Con esta voz templada al fuego vivo,
amasada en un bronce de pesares,
salgo a la puerta eterna del olivo,
y dejo dicho entre los olivares…

El río Manzanares,
un traje inexpugnable de soldado
tejido por la bala y la ribera,
sobre su adolescencia de juncos ha colgado.

Hoy es un río y antes no lo era:
era una gota de metal mezquino,
un arenal apenas transitado,
sin gloria y sin destino.

Hoy es un trinchera
de agua que no reduce nadie, nada,
tan relampagueante que parece
en la carne del mismo sol cavada.

El leve Manzanares se merece
ser mar entre los mares.

Al mar, al tiempo, al sol, a este río que crece,
jamás podrás herirlos por más que les dispares.

Tus aguas de pequeña muchedumbre,
ay río de Madrid, yo he defendido,
y la ciudad que al lado es una cumbre
de diamante agresor y esclarecido.

Cansado acaso, pero no vencido,
sale de sus jornadas el soldado.
En la boca le canta una cigarra
y otra heroica cigarra en el costado.

¿Adónde fue el colmillo con la garra?

La hiena no ha pasado
a donde más quería.

Madrid sigue en su puesto ante la hiena,
con su altura de día.

Una torre de arena
ante Madrid y el río se derrumba.

En todas las paredes está escrito:
Madrid será tu tumba.

Y alguien cavó ya el hoyo de este grito.

Al río Manzanares lo hace crecer la vena
que no se agota nunca y enriquece.

A fuerza de batallas y embestidas,
crece el río que crece
bajo los afluentes que forman las heridas.

Camino de ser mar va el Manzanares:
rojo y cálido avanza
a regar, además del Tajo y de los mares,
donde late un obrero de esperanza.

Madrid, por él regado, se abalanza
detrás de sus balcones y congojas,
grabado en un rubí de lontananza
con las paredes cada vez más rojas.

Chopos que a los soldados
levanta monumentos vegetales,
un resplandor de huesos liberados
lanzan alegremente sobre los hospitales.

El alma de Madrid inunda las naciones,
el Manzanares llega triunfante al infinito,
pasa como la historia sonando sus renglones,
y en el sabor del tiempo queda escrito.

LA FÁBRICA-CIUDAD

(En una ciudad de la U.R.S.S. —Jarko— he asistido
al nacimiento multiplicado, numeroso, rápido del tractor).

Son al principio un leve proyecto sobre planos,
propósitos, palabras, papel, la nada apenas,
esos graves tractores que parten de las manos
como ganaderías sólidas con cadenas.

Se congregan metales de zonas diferentes,
prueban su calidad los finos probadores,
la fundición, la forja, los metálicos dientes.
Y empieza el nacimiento veloz de los tractores.

Id conmigo a la fábrica-ciudad: venid, que quiero
contemplar con los pueblos las creaciones violentas,
la gestación del aire y el parto del acero,
el hijo de las manos y de las herramientas.

La fábrica se halla guardada por las flores,
los niños, los cristales, en dirección al día.
Dentro de ella son leves trabajos y sudores,
porque la libertad puso allí la alegría.

Fragor de acero herido, resoplidos brutales,
hierro latente, hierro candente, torturado,
trepidando, piafando, rodando en espirales,
en ruedas, en motores, caballo huracanado.

Una visión de hierro, de fortaleza innata,
un clamor de metales probados, perseguidos,
mientras de nave en nave se encabrita y desata
con dólmenes de espuma, chispazos y rugidos.

Es como una extensión de furias que contienen
su casco apasionado sobre desfiladeros,
contra muros en donde se gastan, van y vienen,
con llamas de sudor y grasa los obreros.

Chimeneas de humo largo, sordo, grasiento,
acosan con penumbras a la creadora masa,
a la generadora masa que obra el portento,
el tractor con los dientes sepultados en grasa.

Hornos de fogonazos: perspectivas de lumbre.
Irradian los carbones como el sol, las calderas,
los lavaderos donde llega la muchedumbre
del metal que retiene sus escorias primeras.

Laten motores como del agua poseídos,
hélices submarinas, martillos, campanarios,
correas, ejes, chapas. Y se oyen estallidos,
choques de terremotos, rumores planetarios.

Leones de azabache, por estas naves grises,
selvas civilizadas, calenturientas moles,
relucen los obreros de todos los países
como si trabajaran en la creación de soles.

En la sección de fraguas y sonidos más puros,
se hacen más consistentes las domadas fierezas.
Y el tornillo penetra como un sexo seguro,
tenaz, uniendo partes, desarrollando piezas.

Veloz de mano en mano, crece el tractor y pasa
a ser un movimiento de titán laborioso,
un colosal anhelo de hacer la espiga rasa,
fértiles los baldíos, dilatado el reposo.

Ya va a llegar el día feliz sobre la frente
de los trabajadores: aquel día profundo
en que sea el minuto jornada suficiente
para hacer un tractor capaz de arar el mundo.

Ya despliega el vigor su piel generadora,
su central de energías, sus titánicos rastros.
Y los hombres se entregan a la función creadora
con la seguridad suprema de los astros.

La fábrica-ciudad estalla en su armonía
mecánica de brazos y aceros impulsores.
Y a un grito de sirenas, arroja sobre el día,
en un grandioso parto, raudales de tractores.

La muerte, toda llena de agujeros

La muerte, toda llena de agujeros
y cuernos de su mismo desenlace,
bajo una piel de toro pisa y pace
un luminoso prado de toreros.

Volcánicos bramidos, humos fieros
de general amor por cuanto nace,
a llamaradas echa mientras hace
morir a tranquilos ganaderos.

Ya puedes, amorosa fiera hambrienta,
pastar mi corazón, trágica grama,
si te gusta lo amargo de su asunto.

Un amor hacia todo me atormenta
como a ti, y hacia todo se derrama
mi corazón vestido de difunto.

ELEGÍA SEGUNDA

A Pablo de la Torriente, comisario político

«Me quedaré en España compañero»,
me dijiste con gesto enamorado.
Y al fin sin tu edificio trotante de guerrero
en la hierba de España te has quedado.

Nadie llora a tu lado:
desde el soldado al duro comandante,
todos te ven, te cercan y te atienden
con ojos de granito amenazante,
con cejas incendiadas que todo el cielo encienden.

Valentín el volcán, que si llora algún día
será con unas lágrimas de hierro,
se viste emocionado de alegría
para robustecer el río de tu entierro.

Como el yunque que pierde su martillo,
Manuel Moral se calla
colérico y sencillo.

Y hay muchos capitanes y muchos comisarios
quitándote pedazos de metralla,
poniéndote trofeos funerarios.

Ya no hablarás de vivos y de muertos,
ya disfrutas la muerte del héroe, ya la vida
que no te verá en las calles ni en los puertos
pasar como una ráfaga garrida.

Pablo de la Torriente,
has quedado en España
y en mi alma caído:
nunca se pondrá el sol sobre tu frente,
heredará tu altura la montaña
y tu valor el toro del bramido.

De una forma vestida de preclara
has perdido las plumas y los besos,
con el sol español puesto en la cara
y el de Cuba en los huesos.

Pasad ante el cubano generoso,
hombres de su Brigada,
con el fusil furioso,
las botas iracundas y la mano crispada.

Miradlo sonriendo a los terrones
y exigiendo venganza bajo sus dientes mudos
a nuestros más floridos batallones
y a sus varones como rayos rudos.

Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan.
No temáis que se extinga su sangre sin objeto,
porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan
aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto.

»RAFAEL ALBERTI [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Rafael Alberti fue un importante escritor español perteneciente a la Generación del 27; nació en Cádiz el 16 de diciembre de 1902 y falleció en la misma ciudad el 28 de octubre de 1999. Su etapa de estudiante lo vio atrapado en un entorno sofocante, opuesto a su inquieta personalidad artística, y esto repercutió en una conducta que lo llevó a la expulsión. Incursionó en la pintura, llegando incluso a exponer algunos de sus cuadros en Madrid, ciudad en la que vivió a partir de los 15 años. La muerte de su padre en 1920 marcó un hito en la vida de Rafael: fue ése el momento en que escribió sus primeros versos. Mientras se descubría a sí mismo como poeta, conoció a Federico García Lorca, Pedro Salinas y Vicente Aleixandre, entre otros brillantes jóvenesSobre el significado de este famoso poema de Alberti se ha escrito mucho y desde muy diferentes perspectivas: desde la clave política hasta la amorosa. http://www.rafaelalberti.es/

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LOS POEMAS

 

LA PALOMA

Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)

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ÁNGEL DE LAS BODEGAS

Fue cuando la flor del vino se moría en penumbra
y dijeron que el mar la salvaría del sueño.
Aquel día bajé a tientas a tu alma encalada y húmeda,
y comprobé que un alma oculta frío y escaleras
y que más de una ventana puede abrir con su eco otra voz, si es buena.
Te vi flotar a ti, flor de agonía, flotar sobre tu mismo espíritu.
(Alguien había jurado que el mar te salvaría del sueño.)
Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros
y que hay puertas al mar que se abren con palabras.

ASOMBRO DE LA ESTRELLA ANTE EL DESTELLO

Asombro de la estrella ante el destello
de su cardada lumbre en alborozo.
Sueña el melocotón en que su bozo
Al aire pueda amanecer cabello.

Atónito el limón y agriado el cuello,
Sufre en la greña del membrillo mozo,
Y no hay para la rosa mayor gozo
Que ver sus piernas de espinado vello.

Ensombrecida entre las lajas, triste
De sufrirlas tan duras y tan solas,
Lisas para el desnudo de sus manos,

Ante el crinado mar que las embiste,
Mira la adolescente por las olas
Poblársele las ingles de vilanos.

EL ÁNGEL ÁNGEL

Y el mar fue y le dio un nombre
y un apellido el viento
y las nubes un cuerpo
y un alma el fuego.
La tierra, nada.
Ese reino movible,
colgado de las águilas,
no la conoce.
Nunca escribió su sombra
la figura de un hombre.

EL ÁNGEL BUENO

Un año, ya dormido,
alguien que no esperaba
se paró en mi ventana.

¡Levántate! Y mis ojos
vieron plumas y espadas.

Atrás montes y mares,
nubes, picos y alas,
los ocasos, las albas.

‹¡Mírala ahí! Su sueño,
pendiente de la nada.

¡Oh anhelo, fijo mármol,
fija luz, fijas aguas
movibles de mi alma!

Alguien dijo: ¡Levántate!
Y me encontré en tu estancia.

EL ÁNGEL BUENO 2

Dentro del pecho se abren
corredores anchos, largos,
que sorben todas las mares.

Vidrieras,
que alumbran todas las calles.

Miradores,
que acercan todas las torres.
Ciudades deshabitadas
se pueblan, de pronto. Trenes
descarrilados, unidos
marchan.

Naufragios antiguos flotan.
La luz moja el pie en el agua.

¡Campanas!

Gira más de prisa el aire.
El mundo, con ser el mundo,
en la mano de un niña cabe.

¡Campanas!

Una carta del cielo bajó un ángel.

EL ÁNGEL BUENO 3

Vino el que yo quería,
el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas,
luceros sin cabañas,
lunas sin patria,
nieves.
Nieves de esas caídas de una mano,
un nombre,
un sueño,
una frente.

No aquel que a sus cabellos
ató la muerte.

El que yo quería.
Sin arañar los aires,
sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos
ató el silencio.

Para, sin lastimarme,
cavar una ribera de luz, dulce en mi pecho,
y hacerme el alma navegable.

EL ÁNGEL CENICIENTO

Precipitadas las luces
por los derrumbos del cielo,
en la barca de las nieblas
bajaste tú, Ceniciento.
Para romper cadenas
y enfrentar a la tierra contra el viento.
Iracundo, ciego.
Para romper cadenas
y enfrentar a los mares contra el fuego.
Dando bandazos el mundo,
por la nada rodó, muerto.
No se enteraron los hombres.
Sólo tú y yo, Ceniciento.

EL ÁNGEL ARENA

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.
Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,
invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.
¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,
invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.
¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

EL ÁNGEL DE LOS NÚMEROS

Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4…

EL ÁNGEL DEL CARBÓN

Feo, de hollín y fango.
¡No verte!

Antes, de nieve, áureo,
en trineo por mi alma.
Cuajados pinos. Pendientes.

Y ahora por las cocheras,
de carbón, sucio.
¡Te lleven!

Por los desvanes de los sueños rotos.
Telarañas. Polillas. Polvo.
¡Te condenen!

Tiznados por tus manos,
mis muebles, mis paredes.

En todo,
tu estampado recuerdo
de tinta negra y barro.
¡Te quemen!

Amor, pulpo de sombra,
malo.

EL ÁNGEL DEL MISTERIO

Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.
Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.
Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo, le dije…
No sé.
Explicádmelo.

EL ÁNGEL DESCONOCIDO

¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era…
Miradme.
Vestido como en el mundo,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe como fui.
No me conocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era…
Miradme.

EL ÁNGEL FALSO

Para que yo anduviera entre los nudos de las raíces
y las viviendas óseas de los gusanos.
Para que yo escuchara los crujidos descompuestos del mundo
y mordiera la luz petrificada de los astros,
al oeste de mi sueño levantaste tu tienda, ángel falso.
Los que unidos por una misma corriente de agua me veis,
los que atados por una traición y la caída de una estrella me escucháis,
acogeos a las voces abandonadas de las ruinas.
Oíd la lentitud de una piedra que se dobla hacia la muerte.
No os soltéis de las manos.
Hay arañas que agonizan sin nido
y yedras que al contacto de un hombro se incendian y llueven sangre.
La luna transparenta el esqueleto de los lagartos.
Si os acordáis del cielo,
la cólera del frío se erguirá aguda en los cardos
o en el disimulo de las zanjas que estrangulan
el único descanso de las auroras: las aves.
Quienes piensen en los vivos verán moldes de arcilla
habitados por ángeles infieles, infatigables:
los ángeles sonámbulos que gradúan las órbitas de la fatiga.
¿Para qué seguir andando?
Las humedades son íntimas de los vidrios en punta
y después de un mal sueño la escarcha despierta clavos
o tijeras capaces de helar el luto de los cuervos.
Todo ha terminado.
Puedes envanecerte, en la caída marchita de los cometas que se hunden,
de que mataste a un muerto,
de que diste a una sombra la longitud desvelada del llanto,
de que asfixiaste el estertor de las capas atmosféricas.

EL ÁNGEL SUPERVIVIENTE

Acordáos.
La nieve traía gotas de lacre, de plomo derretido
y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne.
Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato.
La derrota del cielo, un amigo.
Acordáos de aquel día, acordáos
y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros.
En el frío, murieron dos fantasmas.
Por un ave, tres anillos de oro
fueron hallados y enterrados en la escarcha.
La última voz del hombre ensangrentó el viento.
Todos los ángeles perdieron la vida.
Menos uno, herido, alicortado.

EL ÁNGEL TONTO

Ese ángel,
ése que niega el limbo de su fotografía
y hace pájaro muerto
su mano.
Ese ángel que terne que le pidan las alas,
que le besen el pico,
seriamente,
sin contrato.
Si es del cielo y tan tonto,
¿por qué en la tierra? Dime.
Decidme.
No en las calles, en todo,
indiferente, necio,
me lo encuentro.
¡El ángel tonto!
¡Si será de la tierra!
-Sí, de la tierra sólo.
El ángel del misterio
Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.
Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.
Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo, le dije…
No sé.
Explicádmelo.

EL CUERPO DESHABITADO

Yo te arrojé de mi cuerpo,
yo, con un carbón ardiendo.

-Vete.

Madrugada.
La luz, muerta en las esquinas
y en las casas.
Los hombres y las mujeres
ya no estaban.

-Vete.

Quedó mi cuerpo vacío,
negro saco, a la ventana.

Se fue.

Se fue, doblando las calles.
Mi cuerpo anduvo, sin nadie.

GUERRA A LA GUERRA POR LA GUERRA. VENTE.

Guerra a la guerra por la guerra. Vente.
Vuelve la espalda. El mar. Abre la boca.
Contra una mina una sirena choca
Y un arcángel se hunde, indiferente.

Tiempo de fuego. Adiós. Urgentemente.
Cierra los ojos. Es el monte. Toca.
Saltan las cumbres salpicando roca
Y un arcángel se hunde, indiferente.

¿Dinamita a la luna también? Vamos.
Muerte a la muerte por la muerte: guerra.
En verdad, piensa el toro, el mundo es bello

Encendidos están, amor, los ramos.
Abre la boca. (El mar. El monte.) Cierra
Los ojos y desátate el cabello.

HACE FALTA ESTAR CIEGO

Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.

Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,
sin participación de los himnos futuros,
sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.

Hace falta querer ya en vida ser pasado,
obstáculo sangriento,
cosa muerta,
seco olvido.

LLORABA RECIO, GOLPEANDO, OSCURO.

Lloraba recio, golpeando, oscuro,
las humanas paredes sin salida.
Para marcarlo de una sacudida,
Lo esperaba la luz fuera del muro.

Grito en la entraña que lo hincó, futuro,
Desventuradamente y resistida
Por la misma cerrada, abierta herida
Que ha de exponerlo al primer golpe duro.

¡Qué desconsolación y qué ventura!
Monstruo batido en sangre, descuajado
De la cueva carnal del sufrimiento.

Mama la luz y agótala, criatura,
Tabícala en tu ser iluminado,
Que mamas con la leche el pensamiento.

LO QUE DEJÉ POR TÍ

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

LOS ÁNGELES FEOS

Vosotros habéis sido,
vosotros que dormís en el vaho sin suerte de los pantanos
para que el alba más desgraciada os reanime en una gloria de estiércol,
vosotros habéis sido la causa de ese viaje.
Ni un solo pájaro es capaz de beber en una alma
cuando sin haberlo querido un cielo se entrecruza con otro
y una piedra cualquiera levanta a un astro una calumnia.
Ved.
La luna cae mordida por el ácido nítrico
en las charcas donde el amoníaco aprieta la codicia de los alacranes.
Si os atrevéis a dar un paso,
sabrán los siglos venideros que la bondad de las aguas es aparente
cuantas más hoyas y lodos ocultan los paisajes.
La lluvia me persigue atirantando cordeles.
Será lo más seguro que un hombre se convierta en estopa.
Mirad esto:
ha sido un falso testimonio decir que una soga al cuello no es agradable
y que el excremento de la golondrina exalta al mes de mayo.
Pero yo os digo:
una rosa es más rosa habitada por las orugas
que sobre la nieve marchita de esta luna de quince años.
Mirad esto también, antes que demos sepultura al viaje:
cuando una sombra se entrecoge las uñas en las bisagras de las puertas
o el pie helado de un ángel sufre el insomnio fijo de una piedra,
mi alma sin saberlo se perfecciona.
Al fin ya vamos a hundimos.
Es hora de que me dierais la mano
y me arañarais la poca luz que coge un agujero al cerrarse
y me matarais esta mala palabra que voy a pinchar sobre las tierras que se derriten.

LOS ÁNGELES MOHOSOS

Hubo luz que trajo
por hueso una almendra amarga.
Voz que por sonido,
el fleco de la lluvia,
cortado por un hacha.

Alma que por cuerpo,
la funda de aire
de una doble espada.

Venas que por sangre,
Y el de mirra y de retama
Cuerpo que por alma,
el vacío, nada.

LOS ÁNGELES MUDOS

Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes
y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,
quieren, quisieran, querrían preguntarme.
-¿Cómo tú por aquí y en otra parte?
Querrían hombres y mujeres, mudos, tocarme,
saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma
por otras calles.
Quisieran decirme:
-Si eres tú, párate.
Hombres, mujeres, mudos, querrían ver claro,
asomarse a mi alma,
acercarle una cerilla
por ver si es la misma.
Quieren, quisieran…
-Habla.
Y van a morirse, mudos,
sin saber nada.

LOS ÁNGELES MUERTOS

Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las
neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles
desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se
enfrían en las paredes.

Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un
precipicio.

LOS ÁNGELES SONÁMBULOS

1
Pensad en aquella hora:
cuando se rebelaron contra un rey en tinieblas
los ojos invisibles de las alcobas.
Lo sabéis, lo sabéis. ¡Dejadme!
Si a lo largo de mí se abren grietas de nieve,
tumbas de aguas paradas
nebulosas de sueños oxidados,
echad la llave para siempre a vuestros párpados.
¿Qué queréis?
Ojos invisibles, grandes, atacan.
Púas incandescentes se hunden en los tabiques.
Ruedan pupilas muertas,
sábanas.
Un rey es un erizo de pestañas.

2
También,
también los oídos invisibles de las alcobas,
contra un rey en tinieblas.
Ya sabéis que mi boca es un pozo de nombres
de números y letras difuntos.
Que los ecos se hastían sin mis palabras
y lo que jamás dije desprecia y odia al viento.
Nada tenéis que oír.
¡Dejadme!
Pero oídos se agrandan contra el pecho.
De escayola, fríos,
bajan a la garganta,
a los sótanos lentos de la sangre,
a los tubos de los huesos.
Un rey es un erizo sin secreto.
Como yo, como todos.
Y nadie espera ya la llegada del expreso,
la visita oficial de la luz a los mares necesitados,
la resurrección de las voces en los ecos que se calcinan.

LOS ÁNGELES VENGAYIVOS

No, no te conocieron
las almas conocidas.
Sí la mía.

¿Quién eres tú, dinos, que no te recordamos
ni de la tierra ni del cielo?

Tu sombra, dinos, ¿de qué espacio?
¿Qué luz la prolongó, habla,
hasta nuestro reinado?

¿De dónde vienes, dinos,
sombra sin palabras,
que no te recordamos?
¿Quién te manda?
Sí relámpago fuiste en algún sueño,
relámpagos se olvidan, apagados.

Y por desconocida
las almas conocidas te mataron.
No la mía.

LOS DOS ÁNGELES

Ángel de luz, ardiendo,
¡oh, ven!, y con tu espada
incendia los abismos
donde yace
mi subterráneo ángel de las nieblas.

¡Oh espadazo en las sombras!
Chispas
múltiples,
clavándose en mi cuerpo,
en mis alas sin plumas,
en lo que nadie ve,
vida.

Me estas quemando vivo.
Vuela ya de mí, oscuro
Lucifer
de las canteras sin auroras,
de los pozos sin agua,
de las simas
sin sueño,
ya carbón del espíritu,
sol, luna.

Me duelen los cabellos
y las ansias
¡Oh, quémame!
¡Más, más, sí, sí, más! ¡:Quémame!

¡Quémalo, ángel de luz,
custodio mío,
tú que andabas llorando por las nubes,
tú, sin mí, tú, por mí,
ángel frío de polvo, ya sin gloria,
volcado
en las tinieblas!

¡Quémalo, ángel de luz,
quémame y huye!

MADRIGAL AL BILLETE DEL TRANVÍA

Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.

Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.

Y no arde en ti la rosa ni en ti priva
el finado clavel, sí la violeta
contemporánea, viva,
del libro que viaja en la chaqueta.

NOCTURNO

Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,

las palabras entonces no sirven son palabras.
Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,

qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta

cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar que no puede por imposible, y calla.
Siento esta noche heridas de muerte las palabras.

PAMPLINAS

De lona y níquel, peces de las nubes,
bajan al mar periódicos y cartas.
(Los carteros no creen en las sirenas
ni en el vals de las olas, sí en la muerte.

Y aún hay calvas marchitas a la luna
y llorosos cabellos en los libros.
Un polisón de nieve, blanqueando
las sombras, se suicida en los jardines.

¿Qué será de mi alma, que hace tiempo
bate el récord continuo de la ausencia?
¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca,
picado ante el azar y el accidente?

Exploradme los ojos, y, perdidos,
os herirán las ansias de los náufragos,
la balumba de nortes ya difuntos,
el solo bamboleo de los mares.

Cascos de chispa y pólvora, jinetes
sin alma y sin montura entre los trigos;
basílicas de escombros, levantadas
trombas de fuego, sangre, cal, ceniza.

Pero también, un sol en cada brazo,
el alba aviadora, pez de oro,
sobre la frente un número, una letra,
y en el pico una carta azul, sin sello.

Nuncio -la voz, eléctrica, y la cola-
del aceleramiento de los astros,
del confín del amor, del estampido
de la rosa mecánica del mundo.

Sabed de mí, que dije por teléfono
mi madrigal dinámico a los hombres:
¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo?
-Un relámpago más, la nueva vida.

PARAÍSO PERDIDO( Haikus )

35
Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.

45
¡Oh boquete de sombras!
¡Hervidero del mundo!
¡Qué confusión de siglos!

5
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.

9
Alma en pena:
el resplandor sin vida,
tu derrota.

11
Ángeles buenos o malos,
que no sé,
te arrojaron a mi alma.

16
¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre.

25
A través de los siglos,
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote.

10
Ciudades sin respuesta,
ríos sin habla, cumbres
sin ecos, mares mudos.

RETORNOS DE UNA SOMBRA MALDITA

¿Será difícil, madre, volver a ti? Feroces
somos tus hijos. Sabes
que no te merecemos quizás, que hoy una sombra
maldita nos desune, nos separa
de tu agobiado corazón, cayendo
atroz, dura, mortal, sobre sus telas,
como un oscuro hachazo.
No, no tenemos manos, ¿verdad?, no las tenemos,
que no lo son, ay, ay, porque son garras,
zarpas siempre dispuestas
a romper esas fuentes que coagulan
para ti sola en llanto.
No son dientes tampoco, que son puntas,
fieras crestas limadas incapaces
de comprender tus labios y mejillas.
Han pasado desgracias,
han sucedido, madre, verdaderas
noches sin ojos, albas que no abrían
sino para cerrarse en ciega muerte.
Cosas que no acontecen,
que alguien pensó más lejos,
más allá de las lívidas fronteras del espanto,
madre, han acontecido.
Y todavía por si acaso hubieras,
por si tal vez hubieras soñado en un momento
que en el olvido puede calmar el mar sus olas,
un incesante acoso
un ceñido rodeo
te aprietan hasta hacerte
subir vertida y sin final en sangre.
Júntanos, madre. Acerca
esa preciosa rama
tuya, tan escondida, que anhelamos
asir, estrechar todos, encendiéndonos
en ella como un único fruto
de sabor dulce, igual. Que en ese día,
desnudos de esa amarga corteza, liberados
de ese hueso de hiel que nos consume,
alegres, rebosemos
tu ya tranquilo corazón sin sombra.

RETORNOS DEL AMOR EN UNA AZOTEA

Poblado estoy de muchas azoteas.
Sobre la mar se tienden las más blancas,
dispuestas a zarpar al sol, llevando
como velas las sábanas tendidas.
Otras dan a los campos, pero hay una
que solo da al amor, cara a los montes.
Y es la que siempre vuelve.

Allí el amor peinaba sus geranios,
conducía las rosas y jazmines
por las barandas y en la ardiente noche
se deshacía en una fresca lluvia.

Lejos, las cumbres, soportando el peso
de las grandes estrellas, lo velaban.
¿Cuándo el amor vivió más venturoso
ni cuándo entre las flores
recién regadas fuera
con más alma en la sangre poseído?

Subía el silbo de los trenes. Tiemblos
de farolillos de verbena y músicas
de los quioscos y encendidos árboles
remontaban y súbitos diluvios
de cometas veloces que vertían
en sus ojos fugaces resplandores.

Fue la más bella edad del corazón. Retorna
hoy tan distante en que la estoy soñando
sobre este viejo tronco, en un camino
que no me lleva ya a ninguna parte.

RETORNOS DEL AMOR EN UNA NOCHE DE VERANO

A tientas el amor, a ciegas en lo oscuro
tal vez entre las ramas, madura, alguna estrella,
vuelvo a sentirlo, vuelvo,
mojado de la escarcha caliente de la noche,
contra el hoyo de mentas tronchadas y tomillos.

Es él, único, sólo, lo mismo que mi mano
la piel desparramada de mi cuerpo, la sombra
de mi recién salido corazón, los umbrosos
centros más subterráneos de mi ser lo querían.

Vuelve único, vuelve
como forma tocada nada más, como llena
palpitación tendida cubierta de cabellos,
como sangre enredada en mi sangre, un latido
dentro de otro latido solamente.

Más las palabras, ¿dónde?
Las palabras no llegan. No tuvieron espacio
en aquel agostado nocturno, no tuvieron
ese mínimo aire que media entre dos bocas
antes de reducirse a un clavel silencioso.

Pero un aroma oculto se desliza , resbala,
me quema un desvelado olor a oscura orilla.
Alguien está prendiendo por la yerba un murmullo.
Es que siempre en la noche del amor pasa un río.

RETORNOS DEL OTOÑO

Nos dicen: Sed alegres.
Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos
ni el más leve ruido de una lágrima.
Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,
mas hay horas, hay días, hasta meses y años
en que se carga el alma de una justa tristeza
y por tantos motivos que luchan silenciosos
rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.

Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas
de dobladas umbrías que pronto van a irse.
Me miro a mí, me escucho esta mañana
y perdido ese miedo
que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,
me repito: Confiesa
grita valientemente que quisieras morirte.

Di también: Tienes frío.
Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.
¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?
Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos
que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?

Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.
Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!
¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,
diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!

Perdonadme que hoy sienta pena y la diga.
No me culpéis. Ha sido
la vuelta del otoño.

SI MI VOZ MURIERA EN LA TIERRA.

Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento una vela!

TAL VEZ, OH MAR, MI VOZ YA ESTÉ CANSADA.

Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada
y le empiece a faltar aquella transparencia,
aquel arranque igual al tuyo, aquello
que era tan parecido a tu oleaje.

Han pasado los años por mí, sus duras olas
han mordido la piedra de mi vida,
y al viento de este ocaso playero ya la miro
doblándose en las húmedas arenas.

Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre
y esos ojos azules renovados
que ven hundirse, insomnes, las edades.

TRES RECUERDOS DEL CIELO

Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer

1.Prólogo
No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel.
Todo, anterior al balido y al llanto.
Cuando la luz ignoraba todavía
si el mar nacería niño o niña.
Cuando el viento soñaba melenas que peinar
y claveles el fuego que encender y mejillas
y el agua unos labios parados donde beber.
Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo.
Entonces, yo recuerdo que, una vez, en el cielo…

2.PRIMER RECUERDO

…una azucena tronchada…
G. A. Bécquer

Paseaba con un dejo de azucena que piensa,
casi de pájaro que sabe ha de nacer.
Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el
sueño
y a un silencio de nieve, que le elevaba los pies.
A un silencio asomada.
Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.
No sabía.
Blanca alumna del aire,
temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.
Su tallo, su verde talle.
Con las estrellas mías
que, ignorantes de todo,
por cavar dos lagunas en sus ojos
la ahogaron en dos mares.
Y recuerdo…
Nada más: muerta, alejarse.

3.Segundo recuerdo

...rumor de besos y batir de alas…
G .A. Bécquer

También antes,
mucho antes de la rebelión de las sombras,
de que al mundo cayeran plumas incendiadas
y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.
Antes, antes que tú me preguntaras
el número y el sitio de mi cuerpo.
Mucho antes del cuerpo.
En la época del alma.
Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo,
la primera dinastía del sueño.
Cuando tú, al mirarme en la nada,
inventaste la primera palabra.
Entonces, nuestro encuentro.

Oda a Platko

Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría !
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,

desmayada bandera en hombros por el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Retornos Del Amor En Un Azotea

Poblado estoy de muchas azoteas.
Sobre la mar se tienden las más blancas,
dispuestas a zarpar al sol, llevando
como velas las sábanas tendidas.
Otras dan a los campos, pero hay una
que solo da al amor, cara a los montes.
Y es la que siempre vuelve.
Allí el amor peinaba sus geranios,
conducía las rosas y jazmines
por las barandas y en la ardiente noche
se deshacía en una fresca lluvia.
Lejos, las cumbres, soportando el peso
de las grandes estrellas, lo velaban.
¿Cuándo el amor vivió más venturoso
ni cuándo entre las flores
recién regadas fuera
con más alma en la sangre poseído?
Subía el silbo de los trenes. Tiemblos
de farolillos de verbena y músicas
de los quioscos y encendidos árboles
remontaban y súbitos diluvios
de cometas veloces que vertían
en sus ojos fugaces resplandores.
Fue la más bella edad del corazón. Retorna
hoy tan distante en que la estoy soñando
sobre este viejo tronco, en un camino
que no me lleva ya a ninguna parte.

»GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Gabriel García Márquez fue un escritor colombiano nacido en la región de Aracataca el 6 de marzo de 1927 y fallecido en la ciudad de México D.F el 17 de abril de 2014. Se lo conoce por ser una de las voces más relevantes de una de las corrientes literarias más trascendentes de la literatura latinoamericana, el realismo mágico. Incluso hay quienes le atribuyen a Márquez la creación de este género como tal. Entre sus obras más importantes podemos señalar «Cien años de soledad», «El amor en los tiempos del cólera», «El coronel no tiene quien le escriba», entre muchos otros títulos que han sido traducidos a cientos de idiomas y le han otorgado a Márquez un lugar importantísimo en la literatura universal. A García Márquez se lo conoce fundamentalmente en su faceta de novelista; no obstante, y aunque su poesía es menos popular, también cultivó este género. A continuación pueden leer una selección de sus poemas.

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LOS POEMAS
Soneto matinal a una colegiala ingrávida

Al pasar me saluda y tras el viento
que da al aliento de su voz temprana
en la cuadrada luz de una ventana
se empaña, no el cristal, sino el aliento

Es tempranera como una campana.
Cabe en lo inverosímil, como un cuento
y cuando corta el hilo del momento
vierte su sangre blanca la mañana.

Si se viste de azul y va a la escuela,
no se distingue si camina o vuela
porque es como la brisa, tan liviana

que en la mañana azul no se precisa
cuál de las tres que pasan es la brisa,
cuál es la niña y cuál es la mañana.

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía, y algo en tu sangre

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.

Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

(2a VERSIÓN):

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa,
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa;
y cabe todo abril en una rosa,
y por la rosa se desangra el día.

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas,
y aún crees en el dolor y en la poesía;

si aún la vida es verdad y el verso existe,
si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

El dulce amor de una mujer exquisita

Si aún no ha pasado el bisturí por tu piel,
si no tienes implantes de silicona en alguna parte de tu cuerpo,
si los gorditos no te generan trauma, si nunca has sufrido de anorexia,
si tu estatura no afecta tu desarrollo personal,
si cuando vas a la playa prefieres divertirte en el mar y no estar sobre una toalla durante horas,
si crees que la fidelidad sí es posible y la practicas,
si sabes cómo se prepara un arroz,
si puedes preparar un almuerzo completo,
si tu prioridad no es ser rubia a como de lugar,
si no te levantas a las 4:00 a.m. para poder alcanzar a hacerte el blower,
si puedes salir con saco de sudadera tranquila a la calle un domingo sin una gota de maquillaje en el rostro…
Estás en vía de extinción… ¡Bienvenida!

Una mujer exquisita no es aquella que más hombres tiene a sus pies, si no aquella que tiene uno solo que la hace realmente feliz.
Una mujer hermosa no es la más joven, ni la más flaca, ni la que tiene el cutis más terso o el cabello más llamativo, es aquella que con tan sólo una franca y abierta sonrisa y un buen consejo puede alegrarte la vida.
Una mujer valiosa no es aquella que tiene más títulos, ni más cargos académicos, es aquella que sacrifica su sueño temporalmente por hacer felices a los demás.
Una mujer exquisita no es la más ardiente (aunque si me preguntan a mí, todas las mujeres son muy ardientes…Los que estamos fuera de foco somos los hombres) sino la que vibra al hacer el amor solamente con el hombre que ama.
Una mujer interesante no es aquella que se siente halagada al ser admirada por su belleza y elegancia, es aquella mujer firme de carácter que puede decir NO.

Y un hombre… Un hombre exquisito es aquel que valora a una mujer así…
Que se siente orgulloso de tenerlacomo compañera.
Que sabe tocarla como un músico virtuosísimo toca su amado instrumento.
Que lucha a su lado compartiendo todos sus roles, desde lavar platos y atender tripones, hasta devolverle los masajes y cuidados que ella le prodigó antes.

La verdad, compañeros hombres, es que las mujeres en eso de ser Muy Machas nos llevan gran recorrido…
¡Qué tontos hemos sido -y somos- cuando valoramos el regalo solamente por la vistosidad de su empaque…
¡Tonto y mil veces tonto el hombre que come mierda en la calle,
teniendo un exquisitito manjar en casa!
Nota. No está absolutamente contrastado que le perteneciera a él.

Elegía a la Marisela

(Geografía celeste)

No ha muerto. Ha iniciado
un viaje atardecido.
De azul en azul claro
-de cielo en cielo- ha ido
por la senda del sueño
con su arcángel de lino.
A las tres de la tarde
hallará a San Isidro
con sus dos bueyes mansos
arando el cielo límpido
para sembrar luceros
y estrellas en racimos.
-Señor, ¿cuál es la senda
para ir al paraíso?
-Sube por la Vía Latea,
ruta de leche y lirio,
la menor de las Osas
te enseñará el camino.
Cuando sean las cuatro
la Virgen con el Niño
saldrá a ver los astros
que en su infancia de siglos
juegan la Rueda Rueda
en un bosque de trinos.
Y a las seis de la tarde
el ángel de servicio
saldrá a colgar la luna
de un clavo vespertino.
Será tarde. Si acaso
no te han guardado sitio,
dile a Gabriel Arcángel
que te preste su nido
que está en el más frondoso
árbol de paraíso.
Murió la Marisela,
pero aún queda un lino.

Soneto matinal a una colegiala ingrávida

Al pasar me saluda y tras el viento
que da al aliento de su voz temprana
en la cuadrada luz de una ventana
se empaña, no el cristal, sino el aliento

Es tempranera como una campana.
Cabe en lo inverosímil, como un cuento
y cuando corta el hilo del momento
vierte su sangre blanca la mañana.

Si se viste de azul y va a la escuela,
no se distingue si camina o vuela
porque es como la brisa, tan liviana

que en la mañana azul no se precisa
cuál de las tres que pasan es la brisa,
cuál es la niña y cuál es la mañana.

TERCERA PRESENCIA DEL AMOR

Este amor que ha venido de repente
y sabe la razón de la hermosura.
Este amor, amorosa vestidura,
ceñida al corazón exactamente.

Este amor que es harina
que es infancia de sueños en la frente,
que es líquido de música en la frente
y es lucero nostálgico en la altura.

Este amor que es el verso y es la rosa.
Y es saber que la vida en cada cosa
se nos repite cada vez más fuerte.

Tan eterno este amor tan resistible,
que comparado al tiempo imposible
saber donde limita con la muerte.

Aspirante

Si alguien llama a tu puerta
Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa desangra el día.

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.

Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

La espiga

Hermana de la luz, presagio inerte
de otra vida mejor que la de ahora;
estación donde el hombre se demora
para olvidar su cita con la muerte.

Novia de mi canción, la espiga ignora
que su debilidad es la más fuerte
y que solo el amor tiene la suerte
de inclinarla en el hombro de la aurora.

Camino de la sed, ruta del viento,
la busco en mi canción y la presiento
en el extremo de su sombra fina.

Pero es vano tratar de retenerla
y solo un verso puede sorprenderla
en la primera infancia de la harina.

Te quiero no por quien eres

Te quiero no por quien eres, sino por quien soy cuando estoy contigo.
Ninguna persona merece tus lágrimas, y quien se las merezca no te hará llorar.
Sólo porque alguien no te ame como tú quieres, no significa que no te amé con todo su ser.
Un verdadero amigo es quien te toma de la mano y te toca el corazón.
La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.
Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa.
Puedes ser solamente una persona para el mundo, pero para una persona tú eres el mundo.
No pases el tiempo con alguien que no esté dispuesto a pasarlo contigo.
Quizá Dios quiera que conozcas mucha gente equivocada antes de que conozcas a la persona adecuada, para que cuando al fin la conozcas sepas estar agradecido.
No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió.
Siempre habrá gente que te lastime, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y sólo ser más cuidadoso en quien confías dos veces.
Conviértete en una mejor persona y asegúrate de saber quién eres antes de conocer a alguien más y esperar que esa persona sepa quién eres.
No te esfuerces tanto, las mejores cosas suceden cuando menos te las esperas.

CANCIÓN

A Lolita Porras

Llueve. La tarde es una
hoja de niebla. Llueve.
La tarde está mojada
de tu misma tristeza.

A veces viene el aire
con su canción. A veces…
Siento el alma apretada
contra tu voz ausente.

Llueve. Y estoy pensando
en ti. Y estoy soñando.

Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado.

Nadie. Solo tu ausencia
que me duele en las horas.
Mañana tu presencia regresará en la rosa.

Yo pienso —cae la lluvia—
nunca como las frutas.

Niña como las frutas,
grata como una fiesta
hoy está atardeciendo
tu nombre en mi poema.

A veces viene el agua
a mirar la ventana
Y tú no estás
A veces te presiento cercana.

Humildemente vuelve
tu despedida triste.

Humildemente y todo
humilde: los jazmines
los rosales del huerto

y mi llanto en declive.
Oh, corazón ausente:
qué grande es ser humilde!

SI SUPIERA

Si supiera que esta fuese la última vez
Que te veo salir por esa puerta,
Te daría un abrazo, un beso
Te llamaría de nuevo para darte más…
Si supiera que esta fuera la última vez
Que voy a oír tu voz
Grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas
Una y otra vez indefinidamente…
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo
Diría te quiero
Y no asumiría tontamente
Que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida
Nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien,
Pero por si me equivoco
y hoy es todo lo que nos queda

Me gustaría decirte cuanto te quiero
Que nunca te olvidaré…

Canción

Llueve en este poema
Eduardo Carranza.

Llueve. La tarde es una
hoja de niebla. Llueve.
La tarde está mojada
de tu misma tristeza.
A veces viene el aire
con su canción. A veces
Siento el alma apretada
contra tu voz ausente.

Llueve. Y estoy pensando
en ti. Y estoy soñando.
Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado.
Nadie. Solo tu ausencia
que me duele en las horas.
Mañana tu presencia regresará en la rosa.

Yo pienso cae la lluvia
nunca como las frutas.
Niña como las frutas,
grata como una fiesta
hoy esta atardeciendo
tu nombre en mi poema.

A veces viene el agua
a mirar la ventana
Y tú no estás
A veces te presiento cercana.

Humildemente vuelve
tu despedida triste.
Humildemente y todo
humilde: los jazmines
los rosales del huerto

y mi llanto en declive.
Oh, corazón ausente:
qué grande es ser humilde.

Poema desde un caracol

Yo he visto el mar. Pero no era
el mar retórico con mástiles
y marineros amarrados
a una leyenda de cantares.

Ni el verde mar cosmopolita
-mar de Babel- de las ciudades,
que nunca tuvo unas ventanas
para el lucero de la tarde.

Ni el mar de Ulises que tenía
siete sirenas musicales cual siete islas rodeadas
de música por todas partes.

Ni el mar inútil que regresa
con una carga de paisajes
para que siempre sea octubre
en el sueño de los alcatraces.

Ni el mar bohemio con un puerto
y un marinero delirante
que perdiera su corazón
en una partida de naipes.

Ni el mar que rompe contra el
[muelle
una canción irremediable
que llega al pecho de los días
sin emoción, como un tatuaje.

Ni el mar puntual que siempre tiene
un puerto para cada viaje
donde el amor se vuelve vida
como en el vientre de una madre.

Que era mi mar el mar eterno,
mar de la infancia, inolvidable,
suspendido de nuestro sueño
como una Paloma en el aire.

Era el mar de la geografía,
de los pequeños estudiantes,
que aprendíamos a navegar
en los mapas elementales.

En el mar de los caracoles,
mar prisionero, mar distante,
que llevábamos en el bolsillo
como un juguete a todas partes.

El mar azul que nos miraba,
cuando era nuestra edad tan frágil
que se doblaba bajo el
peso de los castillos en el aire.

Y era el mar del primer amor
en unos ojos otoñales.

Un día quise ver el mar
-mar de la infancia- y ya era tarde.

La muerte de la rosa

Murió de mal aroma.
Rosa idéntica, exacta.
Subsistió a su belleza,
Sucumbió a su fragancia.
No tuvo nombre: acaso
la llamarían Rosaura,
O Rosa-fina, o Rosa
del amor, o Rosalba;
o simplemente Rosa,
como la nombra el agua.
Más le hubiera valido
ser siempreviva, Dalia,
pensamiento con luna
como un ramo de acacia.

Pero ella será eterna:
fue rosa; y eso basta;

Dios la guarde en su reino
a la diestra del alba.

Si alguien llama a tu puerta

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa desangra el día

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía

Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

VIAJAR ES…

Viajar es marcharse de casa,
es dejar los amigos
es intentar volar
volar conociendo otras ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.
Viajar es vestirse de loco
es decir “no me importa”
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.
Viajar es sentirse poeta,
es escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar.
Viajar es volverse mundano
es conocer otra gente
es volver a empezar.
Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.
Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada con una postal,
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.

GEOGRAFÍA CELESTE

No ha muerto.
Ha iniciado un viaje atardecido.
De azul en azul claro
—de cielo en cielo— ha ido
por la senda del sueño
con su arcángel de lino.
A las tres de la tarde
hallará a San Isidro
con sus dos bueyes mansos
arando el cielo límpido
para sembrar luceros
y estrellas en racimos.
—Señor, cuál es la senda para ir al Paraíso?
—Sube por la Vía Láctea,
ruta de leche y lirio,
la menor de las Osas
te enseñará el camino.
Cuando sean las cuatro
la Virgen con el Niño
saldrán a ver los astros
que en su infancia de siglos
juegan la Rueda rueda
en un bosque de trinos.
Y a la seis de la tarde
El ángel de servicio
saldrá a colgar la luna
de un clavo vespertino.
Será tarde. Si acaso
no te han guardado sitio,
dile a Gabriel Arcángel
que te preste su nido
que estás en el más frondoso
árbol del paraíso.
Murió la Marisela,
pero aún queda un lino.

SONETO CASI INSISTENTE EN UNA NOCHE DE SERENATAS

Quisiera una mujer de sangre y plata.
Cualquier mujer. Una mujer cualquiera,
cuando en las noches de la primavera
se oye a lo lejos una serenata.

Esa música es alma. Y aunque no fuera
verdad tanta mentira sería grato
el saber que su voz siempre retrata
el corazón de una mujer cualquiera.

Quiero querer con música. Y quiero
que me quieran con tono verdadero
Casi en azul y casi eternamente.

Será porque ese ritmo me arrebata,
o tal vez porque oyendo serenatas
me duele el Corazón musicalmente.

Drama en tres actos

I
Kornelius, el poeta resfriado,
iba para una fiesta.
Llevaba un sobretodo sobre el brazo
y un sombrero en la testa.
Una camisa blanca y una rosa
en la solapa negra.

II
Y Kornelius el alto
renombrado poeta
al salir a la calle
saludó a su colega
el famoso Francisco de Quevedo Villegas.
Estaba lloviznando
—el ciclo sin estrellas
mostraba a los humanos
una sonrisa negra—
y Kornelius, el alto
renombrado poeta
se resfrió esa noche
sin que se diera cuenta.

III
El salón se alistaba
todo para la fiesta.
Estaba el rey, la reina
y la corte suprema,
el señor secretario,
el conde de Lucrecia.
Ahí llego Konielius,
con su rosa y su ciencia,
se quitó el sobretodo
en la ventana abierta;
y cuando le aplaudía
toda la concurrencia
pidiendo a grandes voces
una canción de guerra,
él sacudió el vestido,
sonrió, bajó la testa,
se aflojó la corbata,
hizo un gesto a la reina…
Dijo… Dijo… (no dijo):

Y estornudó un poema!

»SALVADOR DÍAZ MIRÓN [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Salvador Díaz Mirón nació en Veracruz (México) el 14 de diciembre de 1853. Al igual que su padre, fue periodista y apasionado de las letras. De niño fue influenciado positivamente por su progenitor, un importante autor de su tiempo, a los 14 años comenzó a escribir de forma comprometida y siendo todavía muy joven era un distinguido poeta.
Su labor poética puede dividirse en tres etapas bien diferenciadas entre sí. La primera de raíces románticas en la cual se pueden notar la influencia de importantes autores de éste período y las otras dos sumamente diferentes, vanguardistas y diversas entre sí profundamente.
Colaboró también con importantes periódicos de la época, entre los que se encontraban El orden y El imparcial. Debido a sus ideas revolucionarias tuvo que exiliarse de México. Vivió entonces en diferentes países, residiendo fundamentalmente en Santander (España) y La Habana (Cuba), donde dictó clases de literatura.

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LOS POEMAS
A UN PESCADOR

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

Pero prorrumpes en canturía
que inculta y tosca mueve a llorar;
oigo la ingenua melancolía
¡del que inseguro del pan del día
surca y arrostra pérfido mar!

Tímida y mustia por los recelos
tu mujercita dirá: -Señor,
une las aguas, limpia los cielos;
cuida y conduce, por los chicuelos,
¡la navecilla del pescador!

 

A GLORIA

No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
mi esperanza inmortal no mira el suelo;
no viendo más que sombra en el camino,
sólo contempla el esplendor del cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
es virginal y, por lo mismo, impuro.

A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo
exageres el lance en que me enredo:
yo soy altivo, y el que alienta orgullo
lleva un broquel impenetrable al miedo.

Fiando en el instinto que me empuja,
desprecio los peligros que señalas.
«El ave canta aunque la rama cruja:
como que sabe lo que son sus alas.»

Erguido bajo el golpe en la porfía,
me siento superior a la victoria.
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
quitarme el triunfo, pero no la gloria.

¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro
la virtud, esa trágica, descuella;
es la sibila de palabra de oro,
la sombra que hace resaltar la estrella.

¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido
será el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
y Venus nace de la amarga espuma.

Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan… ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
crece en la orilla que el oleaje azota.
El mérito es el náufrago del alma:
¡vivo, se hunde; pero muerto, flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
¡Dios dijo al agua del torrente: bulle!;
¡y al río de la margen: embalsama!

Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.

 

RIMAS

El día con su manto
de vívidos colores,
inspira cosas dulces:
la risa y la ilusión.
Entonces la mirada
se inclina hacia las flores…
Las flores son los versos
¡que el prado canta al sol!

La noche con su sombra,
que deja ardientes rastros,
inspira cosas graves:
la angustia y la oración.
Entonces la mirada
se eleva hacia los astros…
Los astros son los versos
¡que el cielo canta a Dios!

Qué pliegue su ala de oro
la tarde en el vacío;
que pasen por mi mente
las ondas del Cedrón;
que caiga de la nube
la gota de rocío;
¡que radien las estrellas,
que trine el ruiseñor!

 

MUDANZA

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas…

Y hoy… la sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.

 

ASONANCIAS

Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de lo estricto.

Lo que llamamos caridad y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo
el resultado del deber escrito.

Y la Equidad se sentará en el trono
de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.

 

DESEOS

Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en los labios tienes.

Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte,
para poder, como lo sueño a solas,
¡a un mismo tiempo por doquier besarte!

Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en la sombra, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
¡y morir de placer al comprimirte!

Oh, yo quisiera mucho mas! Quisiera
llevarte en mi como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
¡para estallar y separarse luego!

Yo quisiera en mi mismo confundirte,
confundirte en mi mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
¡convertirte en perfume y aspirarte!

Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
¡y unir a mis sentidos tus sentidos!

 

AVERNUS

El recio astur, que se reputa
Claro y puro y tenaz como un diamante;
Y ella una montañesa, -diminuta
Como todo primor-, suelta y picante.

Y en una quiebra, convertida en huerto,
Habitan, por azares, un casucho,
Con un mozo andaluz, guapo, despierto,
Y en corromper a las labriegas ducho.

El marido es feliz. Tiene por Norte
El propio ensueño en la fortuna extraña:
Conservar el amor de la consorte,
Y con él y un caudal volver a España.

¡Oh ilusión, rica y tenue como un halo!
Eres gracia y piedad y no ironía.
El dios propicio, que sucumbe al malo,
Te insufla, porque brega todavía!

¡Espantoso el temblor, que de improviso
cambia el curso a las linfas, y despeña
la roca y el alud, y agrieta el piso,
y torna el pobre hogar montón de leña!

El campesino acude; y en acento
Que al mismo pedernal abriera estría,
Arroja como un dardo el firmamento
Un nombre de mujer: el de María.

¡Luto y desolación! ¡Ruina y tortura!
-El mísero patán busca y remueve;
y, tras larga faena, se figura
que percibe un albor como de nieve.

Escombra con afán y se aproxima…
¡Y ve dos cuerpos cual de mate y yeso,
desnudos, enlazados, uno encima
del otro, muertos en la flor del beso!

El Poniente descoge su escarlata;
Y, como signos de crudeza y lloro,
Selene muestra su segur de plata
Y Véspero su lágrima de oro.

* * *
¡Desdichado Ginés! Odia la vida,
y arma la diestra con agudo acero…
¿En dónde los despojos del suicida
En sepulcro sin cruz y sin letrero.

En fosa que la grama disimula,
Al pie de un árbol que resulta emblema,
Pues parece un dolor que gesticula
En una contorsión brusca y suprema.

Del zafio, cuya forma ya no existe,
El espíritu aun es; – y con sus celos,
Igualmente inexhaustos, vaga triste
Y colérico y solo por los cielos.

Y con voz de retumbo de caverna
Lanza en la sombra, pavoroso grito:
«¡Maldición para el alma, por eterna,
¡ay! Porque su tormento es infinito!»

 

BEATUS ILLE...

¡Oh paz agreste! ¡Cuánto
a quien se acoge a ti brindas provecho!
¡Con qué divino encanto
llenas de olvido el pecho
¡ay! A torturas y a furores hecho!

De la cándida oveja
Que a sombra trisca en hondonada bruna,
O la cabra bermeja
Que asoma en alta duna
Su hocico rojo de carmín de tuna,

Ubre sana y henchida
Regala el apetito, aquí no escaso,
Con leche que, bebida,
Vale a dormir al raso
Y deja untado y azuloso el vaso.

¡Mesa digna de un justo
¡Oh Gay! La tuya, que de carne y vino
te guarda exento el gusto,
y no a perder el tino
es ocasión, ni a víctimas destino!

Égloga virgiliana
Abre y radica en tu heredad el seno,
Y de tu boca mana
En trasunto sereno
Y con almíbar oloroso a heno.

Antigua prez no humilla
Claro vestigio a torpe muchedumbre:
Él en tu ingenio brilla,
Como postrera lumbre
De occiduo sol, en levantada cumbre.

¡Plácidos los que orean
mi frente, que a baldón opone orgullo,
hálitos que menean
las frondas con murmullo
grato al reposo, cual materno arrullo!

Mas no Favonio engríe
El délfico laurel. Zozobras calma,
Y susurrando ríe
De la ceñida palma,
Con un desprecio que perfuma el alma!

¡Oh paz agreste! ¡Cuánto
a quien se acoge a ti brindas provecho!
¡Con que divino encanto
llenas de olvido el pecho
¡ay! A torturas y a furores hecho!

A la culta o salvaje
Corriente del vivir marcas y ahondas
Recto y seguro encaje,
Que por arenas blondas
Al mar la lleva en sosegadas ondas.

Sobre anónima huesa
Árbol piadoso y tétrico derrumba
«guirnalda que le pesa»,
pompa que treme y zumba
y caricia y plañido es a la tumba.

La madre tierra es leve
Al cadáver que allí se desmorona,
Que sólo a un sauce debe,
En los palmos que abona,
Copioso llanto y liberal corona.

 

A UNA ARAUCARIA

¡Bien hayas, himno verde, que sublimas
en estrelladas y soberbias rimas
triunfante numen, y a cantar animas!

En la punta prolífica y derecha
De tu plumada y elegante flecha,
Mirlo garrulador plañe una endecha

Y abro el ala parnáside, y al crudo
Viento del agrio Cofre la sacudo,
Y con bárbara trova te saludo.

Corvas uñas, que amagan como en rabos
De incógnitos a mí reptiles bravos,
Echas por hojas en alternos cabos.

Y si la llama del rencor me ciñe
Corazón y laúd, la nota riñe
Y el verso es garra que la sangre tiñe.

¡Cuán peregrina con tus frondas nuevas!
Imán y encanto a las miradas pruebas
En las guirnaldas que a las nubes llevas.

Extraño soy también, y más atraigo
Con prez que ostento y con baldón que raigo,
Y de mayor encumbramiento caigo.

A mirífica lumbre te abandonas
E iridiscentes lágrimas temblonas
Adiamantan y emperlan tus coronas.

Y ardo en estro de amor, y no hay rocío
Como el que cubre las que a Dios envío
Ansias de que me cure el ángel mío.

¡En ti mi nombre que grabé se mezca!
¡Tal vez lo guardarás de que perezca!
¡Sólo así podrá ser que dure y crezca!

Xalapa. Septiembre de 1896.

 

UN JORNALERO

Lírica gracia exorna y ennoblece
¡oh proletario! Tu mansión mezquina:
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.

Sospechoso el tugurio no parece,
Cuando hay en él, como señal divina,
El tiesto con la planta que florece,
La jaula con el pájaro que trina.

¡Lúgubre la morada que guarece
miseria que no luce, por mohína,
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.!

¡Siniestro el pobre que de hogar carece,
o a su triste refugio no destina
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.!

 

A LA SEÑORITA SOFIA MARTINEZ

Traigo por la cadena un bello tigre hircano
Que a tu neurosis, harta de júbilos de miel,
Inspira un acre gusto: el de pasar la mano
Por la incitante felpa de la vistosa piel.

Felino que figura el estro a que sonríes,
El numen que me alienta, gallardo y fiero al par
Y que gruñendo lame tus breves borceguíes,
Cual por el flujo a veces en la ribera el mar!

A LA SEÑORITA JULIA ZARATE

En la Venus de Médicis el arte
Previó cuanto hay en ti, menos la túnica.
Irreprochable desnudez imparte
Al mármol gracia vencedora y única.

No te des al acaso. Dios no envía
La suprema beldad a cualquier gusto.
¡La manda para ser en la porfía
botín al fuerte y galardón al justo!

 

ENTRE DOS LENTES

(En un establecimiento fotográfico)

Bruno el sombrero que a lucir campea
Con alto moño y superior plumaje.
Faz que vela su olímpico linaje
Y que de negro el tul raya y puntea.

Azabache tejido el noble traje;
Y al cuello en un listón rica presea:
Adamantino aljófar que chispea
En dos aros que intrincan maridaje.

Al pecho y relumbrando en el ropaje,
Áurica soga. La beldad ladea
El torso; mas no elude mi espionaje.

Y con gesto hermosísimo florea
Faz que vela su olímpico linaje
¡Y que de negro el tul raya y puntea!

ENGARCE

El misterio nocturno era divino.
Eudora estaba como nunca bella,
y tenía en los ojos la centella,
la luz de un gozo conquistado al vino.

De alto balcón apostrofóme a tino;
y rostro al cielo departí con ella
tierno y audaz, como con una estrella…
¡Oh qué timbre de voz trémulo y fino!

¡Y aquel fruto vedado e indiscreto
se puso el manto, se quitó el decoro,
y fue conmigo a responder a un reto!

¡Aventura feliz! -La rememoro
con inútil afán; y en un soneto
monto un suspiro como perla de oro.

Veracruz. Julio de 1900

 

DEA

Recio y amplio edificio, que no brilla
Por la elegancia y el primor del arte.
Fue convento y capilla
Y es hospital. Elévase a la orilla
Del mar, hacia la parte
De Oriente, por la cual hay un baluarte,-
De dos que duran a evocar memoria
De antiguos tiempos de tumulto y gloria.

Junto a ríspida rampa de granito,
Roña de ruinas y despojos muerde
Restos de la muralla de circuito,
Que son postrer vestigio que se pierde;
Y entre la playa bruna y el amparo
De los pacientes míseros, un clavo
Borda en rústico alarde alfombra verde.*

Al Norte, recta y espaciosa vía,
Que a un lado y otro del arroyo cría
Y a despecho del régimen propaga
Mantos de zacatillo y verdolaga;
Y que a un extremo y a cerrar el fondo
Tiene un médano gris, enhiesto y mondo.

Al Sur, y herboso como inculto predio,
Un parquecillo ruin en cuyo medio
Un zócalo mezquino espera en vano,
Con una obstinación que infunde tedio,
La estatua de un grande hombre mexicano.

He ahí mi asilo y el contorno. -Cruda
Flegmasía me atrajo de mazmorra
A celda en que perezco de modorra
Y que, quizás por imitarme, suda.
Compasivo guardián que imparte ayuda;
Y cuando halla ocasión, me da permiso
De visitar un rato el paraíso.
Y a frescos y desnudos corredores,
Que rodean un cuadro un patiezuelo,
Salgo a ver sonreír frondas y flores,
Ya mostrar a la fe de mis dolores
Un pedacito del azul del cielo.
Y de gracia mi espíritu se viste;
Y entonces me pregunto si la suerte
Hará otra miel como la paz del fuerte
Y otro esplendor como el placer del triste.

Holgábame una vez en tal encanto;
Y una moza, con rostro del delirio,
Pasó, blanca y derecha como un cirio,
Lírica y turbadora como un canto,
Odorífera y prócer como un lirio.
Parecía ilusión de la mirada.
Iba con paso cadencioso y lento,
Y alba ropa de lino almidonada,
Y un susurro de risa en enramada,
Y cual fuego la crin volando al viento.
Era de tarde, por abril que adoro,
Y en un silencio perturbado apenas;
Y efluvios de azahares y azucenas
Desleían al sol ámbar en oro.

Quedáme absorto y lúgubre. Sufría
Présaga desazón. – ¡Oh imagen pía!
Ancha y tersa la frente sin pecado,
Helénica nariz, boca de fresa,
Zarco el ojo de antílope asustado,
Elación y decoro de princesa
Y un secreto de angustia en un nublado:
¡asi te llevo en el sensorio impresa!

Costumbre de inquirir, sabia y notoria,
A la que rindo y pagaré tributo,
Movióme a interrogar. Y oí una historia.
¿A quién? A un servidor del instituto,
a un cubano feraz en viles tretas,
a un practicante crapuloso y pigre,
a un mancebo de sórdidas chancletas,
facha de orangután, gesto de tigre.
Pero atended. -Su relación incluye
Un imán de rumor de agua que fluye.

«La doncella gentil se llama Dea.
Su padre, Juan Falot, vino de zuavo;
Y aqui, como en Italia y en Crimea,
Ganó prez en las lides como bravo.
Herido y preso en Camarón, no pudo
Seguir, camino a Francia, el regimiento;
Y ya en salud y en libertad, a rudo
Trabajo demandó noble sustento.
Cansado de labrar, y con su ahorro,
Adquirióse un tenducho y un ventorro.
Y casó con la reina del poblacho,
Una mujer de singular trapío,
Modesta y cauta sin ficción ni empacho,
Y enemiga mortal de todo lío.
Y los meses corrieron; y la esposa
Engordaba, soñando con querubes;
Y una chica nació sana y hermosa,
Con un cutis de pétalos de rosa
Y un olor como de astros y de nubes.»

«Qué suplicio el del parto! ¡Cuál estreno!
Fruto de humano amor cumple lo escrito:
No se desgaja sin romper un seno
Y no respira sin lanzar un grito!
Fausto auroral surgió del horizonte;
Y a la sangrienta luz que despuntaba,
Y en el aroma del cercano monte,
Y en las perlas de un trino de sisonte,
¡ay! La madre infeliz agonizaba.
Por hemorragia sucumbió al puerperio.
El cadáver cayó bajo el imperio
De la Química, numen de las cosas,
Y es en el más humilde cementerio
Polvo siempre fecundo en tuberosas.
Pero alma de valer, limpia y cristiana,
Yergue aliento que nunca se consume;
Y aquélla se fue a Dios, como un perfume,
Disuelta en el carmín de la mañana.»

«El pobre viudo encaneció en un día.
¡Cuán tierno y delicado a la pequeña
el que antes, por su indúctil ardentía,
resultaba feroz bajo la enseña!
Arrapiezo el «bebe», y en la dulzura
Del mismo, y al alcance de la mano,
Campó sin probar gota de amargura.
¡Frágil y bullidor, lindo y ufano
colibrí del vergel de la ventura!
Su aspecto de pictórico angelito,
Su inventiva, su charla, su despejo,
Aliviaban con bálsamo exquisito
El ulcerado corazón del viejo.»

«¡Precoz muchacha! Con presteza suma
se adiestraba en su hogar, según crecía;
y llegó con el medro de la espuma
a la núbil y sacra lozanía.
Y en gusto y dignidad honró penates,
Y en cuidar su conducta puso esmero;
Y escuchando episodios de combates,
Retempló su virtud como un acero.
Jamás anduvo en triscas de festines;
Y sola con sus caras aficiones,
Vivió en intimidad con sus jazmines
Y hablábase de tú con sus gorriones.
Su pensamiento, si salvaba el muro,
Era de fijo en el espacio, allende,
Como el soplo sutil, cimero y puro
Que por alto pinar vibra y trasciende».

Al estro el narrador detuvo el giro,
Y luego continuó, tras un suspiro.
«Al destino la dicha es una injuria
y el oasis un tósigo al desierto.
El anciano «enfermó» de albuminuria
Y con la virgen trasladóse al puerto.
Arriba está. Malísimo, por cierto,
Y de congoja convertido en furia.
La bella y santa joven, – que reside
No lejos, en unión de unas beatas-,
Acude con frecuencia y lo decide
A someterse a pócimas y natas.
Y bebe horrible hiel en vasta copa;
Y con firme palabra y sin misterio,,
Dice que pronto marchará a Europa
A gemir su orfandad a un monasterio.
Musca jerga y nevada muselina
Ofrecen a la mártir hechicera
Disfraz de prodigiosa golondrina,
Palma en inmarcesible primavera».

Veracruz. Hospital de San Sebastián. Mayo
De 1900.

NOX

Noy hay almíbar ni aroma
como tu charla…
¿Qué pastilla olorosa
y azucarada
disolverá en tu boca
su miel y su ámbar,
cuando conmigo a solas
¡oh virgen! ¿hablas?

La fiesta de tu boda
será mañana.

A la nocturna gloria
vuelves la cara,
linda más que las rosas
de la ventana;
y tu guedeja blonda
vuela en el aura
y por azar me toca
la faz turbada…

La fiesta de tu boda
será mañana.

Un cometa en la sombra
prende una cábala.
Es emblema que llora,
signo que canta.
El astro tiene forma
de punto y raya:
representa una nota,
¡pinta una lágrima!

La fiesta de tu boda
será mañana.

En invisible tropa
las grullas pasan,
batiendo en alta zona
potentes alas;
y lúgubres y roncas
gritan y espantan…
¡parece que deploran
una desgracia!

La fiesta de tu boda
será mañana.

Nubecilla que flota,
que asciende o baja,
languidecida y floja,
solemne y blanca,
muestra señal simbólica
de doble traza:
¡finge un velo de novia
y una mortaja!

La fiesta de tu boda
será mañana.

Junto al cendal que toma
figura mágica.
Escorpión interroga,
mientras que su alfa
es carmesí que brota…
nuncio que sangra…
¡Y Amor y Duelo aprontan
distintas armas!

La fiesta de tu boda
será mañana.

¡Ah! Si la Tierra sórdida
que por las vastas
oquedades enrolla
su curva esclava,
diese fin a sus rondas
y resultara
¡desvanecida en borlas
de tenue gasa…!

La fiesta de tu boda
será mañana.

El mar con débil ola
tiembla en la playa,
y no inunda ni ahoga
pueblos, ni nada.
Del fuego de Sodoma
no miro brasa,
y la centella es rota
flecha en aljaba.

La fiesta de tu boda
será mañana.

¡Oh Tirsa! Ya es la hora.
Valor me falta;
y en un trino de alondra
me dejo el alma.
Un comienzo de aurora
tiende su nácar,
y Lucifer asoma
su perla pálida.

A ELLA

Semejas esculpida en el más fino
hielo de cumbre sonrojado al beso
del Sol, y tienes ánimo travieso,
y eres embriagadora como el vino.

Y mientras: no imitaste al peregrino
que cruza un monte de penoso acceso,
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.

Obrando tú como rapaz avieso,
correspondiste con la trampa del trino,
¡por ver mi pluma y torturarme preso!

No así al viandante que se vuelve a un pino
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.

Xalapa  27 de mayo de 1901.

LA GIGANTA

I

Es un monstruo que me turba. Ojo glauco y enemigo,
como el vidrio de una rada con hondura que, por poca,
amenaza los bajeles con las unas de la roca.
La nariz resulta grácil y asemejase a un gran higo.

La guedeja blonda y cruda y sujeta, como el trigo
en el haz. Fresca y brillante y rojísima la boca,
en su trazo enorme y burdo y en su risa eterna y loca.
Una barba con hoyuelo, como un vientre con ombligo.

Tetas vastas, como frutos del mas pródigo papayo:
pero enérgicas y altivas en su mole y en su peso,
aunque inquietas, como gozques escondidos en el sayo.

En la mano, linda en forma, vello rubio y ralo y tieso,
cuyos ápices fulguran como chispas, en el rayo
matinal, que les aplica fuego móvil con un beso.

II

¡Cuales piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas,
que de púas amarillas resplandecen espinosas,
en un pérfido que finge la vergüenza de las rosas,
por estar desnudo a trechos ante lúbricas miradas,

Albos pies, que con eximias apariencias azuladas
tienen corte fino y puro. ¡Merecieran dignas cosas!
En la Hélade soberbia las envidias de las diosas,
¡o a los templos de Afrodita engreír mesas y gradas!

¡Qué primores! Me seducen; y al encéfalo prendidos,
me los llevo en una imagen, con la luz que los proyecta,
y el designio de guardarlos de accidentes y de olvidos.

Y con métrica hipertrofia, no al azar del gusto electa,
marco y fijo en un apunte la impresión de mis sentidos,
a presencia de la torre mujeril que los afecta.

CLAUDIA

Con hermana y cuñado veranea
En quinta señoril, sobre un ribazo,
Asiento y gracia de salubre aldea.
Y no para en el rústico regazo;
Y es como una paloma que aletea
Por eludir o quebrantar un lazo.

¡Un amor doloroso e inconfeso
que le punza la sien como una espina,
y que le sella el labio como un beso;
y que no es como un fruto que se inclina
en débil fibra, por el grave peso,
y cae a la primera ventolina!

Como helénica estatua, por la suma
Corrección de la forma; tez morena;
Negro y lustre de corvina pluma
En la rizada y pródiga melena;
Y ojos que afectan, en su gris de bruma,
Transparencias de linfa sobre arena.

¡Y qué voz! ¡Cómo vibra en cada nota!
Cambia de timbre y tono en un instante.
Emperlada y sutil fluye y borbota,
Cual por lecho de guijas onda errante;
Y en transición violenta rompe y brota
Con aristas que hirieran el diamante.

¡Hermosura infeliz! Arrostra y huella
fiero cráter; y a guisa de aureola,
ciñe y carga en la frente una centella.
A un deber sacrantísimo se inmola;
Y arde con el sigilo de una estrella
En los nublados indistinta y sola.

Prueba coraza en donde sufre injuria;
Halla en su doble ser ímpetu y traba;
Y hervorosa de honor y de lujuria,
Y a un mismo tiempo meritoria y prava,
Muestra el pesar, la humillación, la furia
De una deidad que se sintiera esclava.

Huye del trato y se resiste al brillo;
Y busca en el encierro una quimera:
La paz del corazón puro y sencillo.
¡Como si por milagro consiguiera,
al golpe de la puerta en el pestillo,
burlar sus cuitas y dejarlas fuera!

En pequeño batel hiende la rada,
Rigiendo con primor caña y escota;
Y dice a la tormenta: ¡»camarada»!
Y en el peligro y sin temerlo flota;
¡Y de todo su afán no arroja nada
En su curso y su grito de gaviota!

¡Pobre mujer! Al rayo de la Luna,
pasea su desvelo y su histerismo,
lamentando el rigor de su fortuna.
Conversa con un faro del abismo;
Y a los misterios de la noche aduna
Su secreto, su oprobio, su heroísmo.

¡Admirable amazona la doncella!
Pide un corcel, y en el sillín de planta
nerviosa y ágil, cimbradora y bella;
y parte con un nudo en la garganta;
y compele y fustiga y atropella…
¡y a su cruel torcedor no se adelanta!

 Porta en alto su nombre, como el lirio
Su estambre, la palmera su verdura,
Su airón el casco, su fulgor el cirio,
La fe su emblema y el volcán su albura
Y a veces los antojos de un delirio
Infiernan a la extraña criatura.

Y en el espasmo súbito que al vuelo
De la colgante y columpiada soga
Muere y crispa las carnes del chicuelo-,
Claudia, gime, se increpa, se desfoga,
Y a pezones erguidos mira el cielo,
Y aun osa blasfemar, porque se ahoga.

Y luego ante una efigie se arrodilla;
Y ¡ay! No logra en la espuma del torrente
Aferrarse a la rama de la orilla.
Plañe y ora, confusa y penitente;
¡Dase a Dios, azorada y amarilla;
Y en un vértigo va por la corriente!

¡Ciega y tenaz la religión del triste
que demanda mercedes que no alcanza
y en adorar por obtener insiste!
¡Cándida y portentosa confianza
en una providencia que no existe
en otra inmensidad que la esperanza!

A TIRSA

¡Ah! ¿Qué mucho que al Sol que subía
se plagiara en divino esplendor
alma en quieto remanso la mía,
por abril, entre ramos en flor?

No cayera por brusca pendiente,
y sería, como ante quizá,
linfa pura y festiva el torrente
que frenético y túrbido va.

Envidiosos me culpan con saña
y me niegan al par honra y fe…
¡Estupenda y horrible patraña
triunfa, puesto en mi cólera el pie!

Y un consuelo has escrito a mis penas;
y la tinta consagra el favor,
si es carmín que ha corrido en tus venas
y por mí ha pintado un rubor.

¡Con qué brotes la planta retoña!
la fortuna es infausta y no cruel,
pues que al mísero escancia ponzoña
Y unge al vaso en el borde una miel.

Un misterio me asombra e infatua:
la ternura de un buen corazón,
y que un viento derribe la estatua
y no logre apagar el blandón.

¿Esperanzas? La suerte me abruma.
A rivales mi prez causó mal,
y en mi afrenta redoro mi gloria
y en la herida reclavo el puñal.

Sueño y rimo. La noche adelanta
su prestigio parece de ti.
A lo lejos un pájaro canta
y ¡ay! me dice que lloras por mí.

Una estrella fugaz viene al suelo,
deshilando en la sombra un fulgor…
Una lágrima rueda en el cielo…
es de ángel que acude al dolor!

Cárcel de Veracruz. Noviembre de 1892.

IDILIO

A tres leguas de un puerto bullente
que a desbordes y grescas anima,
y al que a un tiempo la gloria y el clima
adornan de palmas la frente,
hay un agrio breñal, y en la cima
de un alcor un casucho acubado,
que de lejos diviso a menudo,
y rindiéndose apoya un costado
en el tronco de un mango copudo.

Distante, la choza resulta montera
con borla y el sesgo cobre una mollera.

El sitio es ingrato, por fétido y hosco.
El cardón, el nopal y la ortiga
prosperan; y el aire trasciende a boñiga,
a marisco y a cieno; y el mosco
pulula y hostiga.

La flora es enérgica para
que indemne y pujante soporte
la furia del soplo del Norte,
que de octubre a febrero no es rara,
Y la pródiga lumbre febea,
que de marzo a septiembre caldea.

El Oriente se inflama y colora,
como un ópalo inmenso en un lampo,
y difunde sus tintes de aurora
por piélago y campo.
Y en la magia que irisa y corusca,
una perla de plata se ofusca.

Un prestigio rebelde a la letra,
un misterio inviolable al idioma,
un encanto circula y penetra
y en el alma es edénico aroma.
Con el juego cromático gira,
en los pocos instantes que dura;
y hasta el pecho infernado respira
un olor de inocencia y ventura.
¡Al través de la trágica Historia,
un efluvio de antigua bonanza
viene al hombre, como una memoria,
y acaso como una esperanza!

El ponto es de azogue y apenas palpita.
Un pesado alcatraz ejercita
su instinto de caza en la fresca.
Grave y lento, discurre al soslayo,
escudriña con calma grotesca,
se derrumba cual muerto de un rayo,
sumérgese y pesca.

Y al trotar de un rocín flaco y mocho,
un moreno, que ciñe moruna,
transita cantando cadente tontuna
de baile jarocho.

Monótono y acre gangueo,
que un pájaro acalla, soltando un gorjeo.

Cuanto es mudo y selecto en la hora,
en el vasto esplendor matutino,
halla voz en el ave canora,
¡vibra y suena en el chorro del trino!

Y como un monolito pagano,
un buey gris en un yermo altozano
mira fijo, pasmado y absorto,
la pompa del orto.

Y a la puerta del viejo bohío
que oblicuando su ruina en la loma
se recuesta en el árbol sombrío-,
una rústica grácil asoma,
como una paloma.

Infantil por edad y estatura,
sorprende ostentando sazón prematura:
elásticos bultos de tetas opimas;
y a juzgar por la equívoca traza,
¡no semeja sino una rapaza
que reserva en el seno dos limas!

Blondo y grifo e inculto el cabello,
y los labios turgentes y rojos,
y de tórtola el garbo del cuello,
y el azul del zafiro en los ojos.
Dientes albos, parejos, enanos,
que apagado coral prende y liga,
que recuerdan, en curvas de granos,
el maiz cuando tierno en la espiga.
La nariz es impura, y atesta
una carne sensual e impetuosa;
y en la faz, a rigores expuesta,
la nieve da en ámbar, la púrpura en rosa,
y el júbilo es gracia sin velo
y en cada carrillo produce un hoyuelo.

La payita se llama Sidonia.
Llegó a México en una barriga:
en el vientre de infecta mendiga
que, del fango sacada en Bolonia,
formó parte de cierta colonia
y acabó de miseria y fatiga.

La huérfana ignara y creyente
busca sólo en los cielos el rastro;
y de noche imagina que siente
besos ¡ay! en los hilos de un astro.
¿Que ilusión es tan dulce y hermosa?
Dios le ha dicho: ¡»Sé plácida y bella;
y en el duelo que marque una fosa
por la fe que contemple una estrella»!
¿Quién no cede al consuelo que olvida?
La piedad es un santo remedio;
y después, el ardor de la vida
urge y clama en la pena y el tedio
y al tumulto y al goce convida.
De la zafia el pesar se distrae-,
desplome de polvo y ascenso de nube.
¡Del tizón la ceniza que cae
y el humo que sube!

La madre reposa con sueño de piedra.
La muchacha medra.

Y por siembras y apriscos divaga
con su padre, que duda de serlo;
y el infame la injuria y estraga
y la triste se obstina en quererlo.
Llena está de pasión y de bruma,
tiene ley en un torpe atavismo,
y es el cierzo del mal una pluma…
¡Oh pobreza! ¡Oh incuria! ¡Oh abismo!

Vestida con sucios jirones de paño,
descalza y un lirio en la greña,
la pastora gentil y risueña
camina detrás del rebaño.

Radioso y jovial firmamento.
Zarcos fondos, con blancos celajes
como espumas y nieves al viento
esparcidas en copos y encajes.

Y en la excelsa y magnífica fiesta,
y cual mácula errante y funesta,
un vil zopilote resbala,
tendida e inmóvil el ala.

El Sol meridiano fulgura,
suspenso en el Toro;
y el paisaje, con varia verdura,
parece artificio de talla y pintura,
según está quieto en el oro.

El fausto del orbe sublime
rutila en urgente sosiego;
y un derribo de paz y de fuego
baja y cunde y escuece y oprime.

Ni céfiro blando que aliente, que rase,
que, corra, que pase.

Entre dunas aurinas que otean-,
tapetes de grama serpean,
cortados a trechos por brazos hostiles,
que muestran espinas y ocultan reptiles.
Y en hojas y tallos un brillo de aceite
simula un afeite.

La luz torna las aguas espejos;
y en el mar sin arrugas ni ruidos
reverbera con tales reflejos,
que ciega, causando vahidos.

El ambiente sofoca y escalda;
y encendida sudando, la chica
se despega y sacude la falda,
y así se abanica.

Los guiñapos revuelan en ondas…
La grey pace y trisca y ahogándose tarda.
Y al amparo de umbráticas frondas
la palurda se acoge y resguarda.

Y un borrego con gran cornamenta
y pardos mechones de lana mugrienta,
y una oveja con bucles de armiño-,
la mejor en figura y aliño-,
se copulan con ansia que tienta.

La zagala se turba y empina…
y alocada en la fiebre del celo,
lanza un grito de gusto y de anhelo…
¡Un cambujo patán se avecina!

Y en la excelsa y magnífica fiesta,
y cual mácula errante y funesta,
un vil zopilote resbala,
tendida e inmóvil el ala.

EPISTOLA JOCO-SERIA

Al Editor

Mientras haya en ciudad y cortijo
gallineros que ostenten su rijo;
y por calles, y en lúbricos tratos,
ardentías de perros o gatos;
y en el aire y el muro y el suelo
moscas tiernas, a pares, en celo;
mi librillo en palacios y chozas
ha de ser inocente a las mozas.

Pero quise pecar de discreto;
y en extraño y heroico soneto
dejo dicho a mis trovas que apiñas:
¡»respetad el pudor de las niñas»!
Por «Idilio» y «Avemus», y acaso
algún otro desliz en el paso,
lo demás, que no funda querellas,
¡sufrirá privación de doncellas!

¿A las chicas ofreces lectura
de un primor: la Sagrada Escritura.
Y Sodoma con fieros priapismos
amagando a los ángeles mismos
que se libran merced a un encanto?
¿y las hijas de Lot? ¿Y el Rey Santo,
Betsabé y el cadáver de Urías?
¿Y Tamar con Amón?  ¡Fruslerías!

¡Ay! Las cosas en sí quedan lejos.
Sólo dan al sensorio reflejos.
En mí el Cosmos intima señales
y es un haz de impresiones mentales.
Pero cunde al través de una lente
comba y tinta y jamás indolente,
que perturba en la imagen virgínea
el matiz, el calor y la línea.

¿Qué cristal el que filtra y altera?
pues mi humor peculiar, mi manera.
para mí, por virtud de objetivo,
todo existe según lo percibo.
Y el tamiz proporciona elemento
propio y lírico al gayo talento,
y es quien pone carácter y timbre,
novedad y valor a la urdimbre.

Pese a ti, lo real no anda fuera,
sino en sellos del alma, y espera
que facundia o cincel, brocha o pluma,
tornen diáfano el cerco de bruma
externarse con metro gallardo
y en fiel copia es el triunfo del bardo.
La mentira es la muerte y la escoria.
La verdad es la vida y la gloria.

Cuando pugno en las bregas del arte
por verter en trasunto una parte
del caudal que atesoro por dentro,
y en las voces hurañas encuentro
la precisa expresión y el buen giro
¡que alborozo y que orgullo respiro!
¡Cuán me alegra y ufana el acierto!
¡Un oasis hallado al desierto!

¿La moral? ¡Es el ara divina!
mas escúchame, piensa y atina.
Una cosa en la práctica es fiemo,
es horror, ese feísimo extremo;
pero exacta en la intensa pintura,
resplandece magnífica y pura,
si allí el vate no insufla malicia,
sino un grito a la eterna justicia!

¿Que la nota poluta y la torva
vibran mucho en el son de mi troba?
en el mundo lo dulce y lo claro
son, por ley de la suerte, lo raro.
¿Cómo hacerlos aquí lo frecuente?
No: la cámara obscura no miente.
Además: la tragedia sublime
¡en piedad y terror, sangra y gime!

Forma es fondo; y el fausto seduce
si no agranda y tampoco reduce.
Que un estilo no huelgue ni falte,
¡por hincar en un yerro un esmalte!
que la veste resulte ceñida
al rigor de la estrecha medida,
aunque muestre, por gala o decoro,
opulencias de raso y de oro.

¿Qué repulsas mi código? Basta.
La bandera, prendida en el asta
y undulando a las rachas supremas,
luce y riza colores y lemas;
y debajo a que nadie los toque,
y blandiendo flamígero estoque,
una musa de fuerza y de gracia
yergue al sol su hermosura y su audacia!

OJOS VERDES

Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!

Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!

Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.

Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas.

MUDANZA

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas…

Y hoy… la sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.

DONES FATÍDICOS

Palma, no te enorgullezcas
de superar en altura
a los laureles y almendros
sobre cuyas copas triunfas.
La tempestad se avecina,
y cuando el rayo fulgura,
las frentes menos enhiestas
son las que están más seguras.

No te ensoberbezcas, rosa,
porque brillas y perfumas,
y en el jardín y en el prado
reinas, excedes y ofuscas.
Esmalte y aroma en flores
son signos de desventura…
Manos vendrán que te arranquen
o insectos que te destruyan.

Dulce planta de la selva,
cantor que esponjas la pluma
y abres el pico y exhalas
chorros de perlas de música.
No te envanezca el gorjeo,
calla: los hombres lo escuchan,
y trinos aprestan redes
al ave que los modula.

Tierra, no envidies al astro
que te calienta y fecunda,
y que surgente o occiduo
prodiga el oro y la púrpura.
Tamaña magnificencia
nace de inmensa tortura…
El resplandor de un incendio
¡te vivifica y alumbra!

Cuán caro pagas, espíritu,
¡el nimbo que te circunda!
Tener ingenio y renombre
es tu verdadera culpa.
De rencores a tu gloria
es cómplice la fortuna,
y pereces lapidado
con montañas de imposturas.

A MARGARITA

Qué radiosa es tu faz blanca y tranquila
¡bajo el dosel de tu melena blonda!
Qué abismo tan profundo tu pupila,
¡pérfida y azulada como la onda!

El fulgor soñoliento que destella
en tus ojos donde hay siempre un reproche
viene cual la mirada de la estrella
de un cielo ennegrecido por la noche.

Tu rojo labio en que la abeja sacia
su sed de miel, de aroma y embeleso,
ha sido modelada por la gracia
más para la oración que para el beso.

Tu voz que ora es aguda y ora grave,
llena de gratitud suena en mi oído
como el saludo arrullador del ave
al sol naciente que despierta el nido.

LA CANCION DEL PAJE

Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro,
Y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

A tu ardor me figuras y subalternas
En la intención del alma que bien exploro,
Y en el roce del cuerpo con el sonoro
Y opulento artefacto que mal gobiernas.

Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
Y refrenado y mudo finjo que ignoro,
Para que si hay ultraje no lo disciernas.

Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro…
Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.

PAQUITO

Cubierto de jiras,
Al ábrego hirsutas
Al par que las mechas
Crecidas y rubias,
El pobre chiquillo
Se postra en la tumba:
Y en voz de sollozos
Revienta y murmura:
«Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras.»

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

«¡Que bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia;
Las velas grandotas
Que olían a curas;
Y tú en aquel catre
Tan tiesa, tan muda,
Tan fría, tan seria,
Así tan rechula!
«Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras.»

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

«Buscando comida,
revuelvo basura.
Si pido limosna,
La gente me insulta,
Me agarra la oreja,
Me dice granuja,
Y escapo con miedo
De que haya denuncia.
«Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras.»

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

«Los otros muchachos
se ríen, se burlan,
se meten conmigo,
y a poco me acusan
de pleito al gendarme
que viene a la bulla;
y todo, porque ando
con tiras y sucias.
«Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras.»

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

«Me acuesto en rincones
solito y a obscuras.
De noche, ya sabes,
Los ruidos me asustan.
Los perros divisan
Espantos y aúllan.
Las ratas me muerden,
Las piedras me punzan…
«Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras.»

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

«Papá no me quiere.
Está donde juzga
Y riñe a los hombres
Que tienen la culpa.
Si voy a buscarlo,
Él bota la pluma,
Se pone muy bravo,
Me ofrece una tunda.
«Mamá, soy Paquito;
No haré travesuras.»

Y un cielo impasible
Despliega su curva.

PINCELADAS

I
Pardas o grises, donde no musgosas,
Tres tapias; y cuadrando el vergelillo,
Reja oculta en verdor florido en rosas,
Que son como de un ámbar amarillo.

Césped. Un pozo con brocal de piedra,
Lirios, Nardos, Jazmines, Heliotropos.
Un copudo laurel que al sesgo medra,
Con telarañas como grandes gropos.

Un firmamento rubio. Vésper brilla,
A manera de lágrima que brota
Y que creciente único se orilla
Para efundir o evaporar su gota.

Bien lejos, y en un arco de horizonte,
Rica y negral vegetación abunda;
Y descediendo los pliegues de tal monte,
Y en símbolo de tierra tan fecunda,

Volcán enhiesto y cónico alardea,
Como en robusta madre teta erguida
Que se vierte de tímida y albea
¡Medio empapada en su licor de vida!

II

Como tenue labor, hecha con vaga
Nieve ideal por manos de chicuelos,
Y que lenta fusión merma y estraga
En la sublime curva de los cielos.

Un trasunto se borra en una nube:
El de un ángel monstruoso por deforme.
Gloria. Silencio. Paz. La Luna sube
Del término del mar, flave y enorme.

Asciende y disminuye y palidece;
Y en el cerco irisado que la enviste
Como de sacra majestad, parece
La cabeza de un dios enfermo y triste.

Y su místico imán turba la calma
Y prende un ala torpe al grave anhelo,
Y suscita en el ponto y en el alma
Ciego y estéril ímpetu de vuelo.

CANCIÓN MEDIOEVAL

¡Oh tú de crin rubia, luenga y rizada,
que caída en torrente barre las losas,
y que volando incita las mariposas,
porque así luce aspecto de llamarada!

¡Linajuda Regina que, por taimada,
finges al viejo duque modelo a esposas,
y de sus canas dices honestas cosas,
más dignas de la espuma de una cascada!

¡Ven y place al que tiene la voz dorada,
y perennes ortigas y eternas rosas,
y en el talón espuela y al cinto espada!

No ignores que los himnos hacen las diosas
¡oh tú la de crin rubia, luenga y rizada,
que caida en torrente barre las losas!

AUDACIA!

Basta de timidez. La gloria esquiva
Al que por miedo elude la pelea
Y con suspiros lánguidos rastrea,
Acogido a la sombra de la oliva.

Sólo una tempestad brusca y altiva
Encumbra la pasión y la marea,
¡Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba!

¡Oh rebelde¡ ¡Conquista la presea;
goza de la hermosura inebriativa
y horror a los demás tu dicha sea!

Arrostra por la gracia la diatriba,
¡Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba!

IN HOC SIGNO…

(Canción para mi hija Rosa.)

Cautivo un gorrión estaba,
Y de un astro se prendó;
Y en su música decía:
«Llegue a ti mi dulce voz.»

Por azar, o por astucia,
El pajarillo escapó;
Y al cielo se fue trinando
«Alas tengo y libre soy.»

Y el ave a la rica estrella
Pudo subir, y cantó:
«Ni cadenas ni distancias
vedan triunfos al amor

ÓPALO

A la vieja necrópolis me arrimo;
y en el tumulto del desborde rimo
la postrera canción,
no conforme a la Lógica y al Arte,
sino según el verso brinca y parte
¡del mismo corazón!

Así surgida de la oculta vena
el agua pura se levanta y suena
en curva de cristal;
y al extremar la iridiscente ojiva,
toca en tierra y se alarga fugitiva,
¡caprichosa y triunfal!

¡Cuál voy! El hombre labra su fortuna,
como el río su cauce; mas la cuna
y el medio siempre son
árbitros ¡Ay! Para las dos corrientes,
pues que dan a las linfas y a las gentes
¡impulso y dirección!

Si resulté raudal turbio de cieno
y espumante de cólera en un trueno,
en un fragor de alud,
la margen verdeció, y un espejismo
puso en mí, como prez, el otro abismo:
¡el de la excelsitud!

Entro. ¡-Hierbas y nichos y pendientes:
ponto con arrecifes rompientes-!
Alzo del polvo un lar:
un caracol cuyo tortuoso hueco
reproduce al oído, como un eco,
¡el murmullo del mar!

Ando en maleza vil donde no hay ruta;
y el temor a una víbora me inmuta,
cuando aventuro el pie.
-Una virtud suprema y exquisita
baja del firmamento y precipita
¡la zozobra en la fe!

Lleno de la esperanza de la gloria,
y arrostrando la inquina, y en la escoria,
fuelvo al éter la faz,
miro esplender la eternidad del cielo,
y reporto a mis lágrimas consuelo
¡y a mis enconos paz!

Mi espíritu de bronce con acíbar
se torna cera que desprende almíbar.
D’Annunzio dice bien:
la sazón lleva plácido atributo,
y dulcifica el alma, como el fruto,
¡aunque mina el sostén!

Con los jaspes del ónix mexicano
la tarde brilla en el inmenso vano,
en la veste de Ormuz;
y el pobre y aflictivo cementerio
refleja en su abandono y su misterio
¡la policroma luz!

Un adiós, hecho turba de colores,
como el de triste madre suelto en flores
a muerto chiquitín,
radia en el dombo, que prepara luto
y luminaria, por el sol hirsuto
¡que cayó en el confín!

Al rincón venerable llego al cabo.
Hurgo la herida con el propio clavo,
memoro trance cruel;
y ante un espectro gemebundo y bronco,
reclino intenso afán en firme tronco
¡de cercano laurel!

Trepadora vivaz orna la tumba,
que el estrago del tiempo se derrumba,
exenta de inscripción;
y en la cruz una ráfaga menea
follaje que parece que chorrea
¡lastimero festón!

Laúd solemne, sensitivo y pulcro,
enmudeció a la orilla del sepulcro
que atesta olvido tal…
a ti mi libro fiel ¡Oh poesía,
honrada solamente por la mía
y la de un vegetal!

Y a vos dama gentil, soberbia y dura,
que guardáis en desdén y en hermosura
¡un cadáver de amor!
planto y riego distinta enredadera
para que gane cumbre más severa
¡ídolo superior!

A TI

Portas al cuello la gentil nobleza
del heráldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
¡y en los ojos abismos de belleza!

Hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

¡Quiero pugnar con el amor; y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano!

Humillas mi elación y mi fiereza;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

Xalapa. El 25 de mayo de 1901.

ECCE HOMO

Se que la humana fibra
a la emoción se libra,
pero que menos vibra
al goce que al dolor.
Y en arte no me ofusco;
y para el himno busco
la estética del brusco
estímulo mayor.

Mas no en aleve audacia
demando a la falacia
la intensa y cruda gracia,
como un juglar sutil.
A la verdad ajusto
el calculado gusto,
bajo el pincel adusto
y el trágico buril.

Y el daño es tema propio
a mí, que bebo en opio
el sueño, y hago acopio
de lágrimas de hiel.
Estudio,  peso y mido;
y al rudo esfuerzo pido
un bálsamo de olvido
y un ramo de laurel.

Fatiga y pena ignotas
soltaron acres gotas,
que son espumas rotas
sl pie del bogador.
¡Sonad en mi «lirismo»,
como en el Ponto mismo,
un vasto y fiero abismo
de llanto y de sudor!

¡Oh fe y piedad radiosas,
qué al polvo de las fosas
ponéis alas hermosas
con que poder volar!
¡Oh dulces manos bellas,
qué al son de las querellas
venís de las estrellas
a ungir y acariciar!

Ni el santo influjo vuestro
suaviza mi siniestro
destino, donde un estro
enrosca y alza luz.
Y a empuje por caída,
avanzo mas la vida,
maltrecha y abatida
como arrastrada cruz,

Mi gloria esta en la nube
que por el cielo sube,
Llevando, no un querube,
Sino una tempestad.
¡Y en el fulgor que anima
la yerma y blanca cima,
la cumbre que sublima
tristeza y soledad!

EL FANTASMA

Blancas y finas, y en el manto apenas
visibles, y con aire de azucenas,
las manos -que no rompen mis cadenas.

Azules y con oro enarenados,
como las noches limpias de nublados,
los ojos – que contemplan mis pecados.

Como albo pecho de paloma el cuello;
y como crin de sol barba y cabello;
y como plata el pie descalzo y bello.

Dulce y triste la faz; la veste zarca…
Asi, del mal sobre la inmensa charca,
Jesús vino a mi unción, como a la barca.

Y abrillantó a mi espíritu la cumbre
con fugaz cuanto rica certidumbre,
como con tintas de refleja lumbre.

Y suele retornar; y me reintegra
la fe que salva y la ilusión que alegra;-
y un relámpago enciende mi alma negra.

Cárcel de Veracruz. El 14 de diciembre de 1893

LANCE

Es un viejo borracho que me provoca,
que me cierra el camino y al diablo evoca,
recio, locuaz, inmundo, descalzo y fiero,
con terribles ojazos de un gris de acero
y con una calvicie de yerma roca.
-La testa perdió greña, razón y toca.

Hasta el pecho la barba se le desliza,
como espuma de arroyo por cana y riza.
La diestra dura y fuerte, como una marra,
enseña entre uñas corvas, como de garra,
pipa roja con aire de cruenta triza.
-La mano es tan aleve como maciza.

Paro el corcel fogoso y alzo la fusta…
-Occiduo el Sol corona cúspide augusta,
y el ebrio tiene al rubro y oblicuo rayo
sangre a linfas rebelde que aun pinta el sayo-.
Y me afirmo en el potro, y él se me asusta,
y el anciano derriba y en lodo incrusta.

DUELO

Llego entre dos esbirros, que no dudan
de que a un monstruo feroz guardan y aquietan.
Gritos desgarradores me saludan
y brazos epilépticos me aprietan.

Suspenso en el umbral callo y vacilo.
Alto y grueso blandón muestra y agrava
con lampo incierto el espantable asilo.
La llama teme al soplo, sesga y flava…
¡Pugna por arrancarse del pabilo
y huir de penas que ilumina esclava!

Sobre mezquino y enlutado lecho,
y en negro traje que semeja extraño,
y las manos unidas en el pecho,
y al vientre hielo y en la faz un paño,
el cuerpo yace inmóvil y derecho.

Y ante la forma en que mi padre ha sido,
lloro, por mas que la razón me advierta
qué un cadáver no es trono demolido,
ni roto altar, sino prisión desierta.

¿Qué amigo que no acuda y me acompañe?
la turba, que penetra sin permiso,
rodea el catre funeral y plañe;
y en el cercano templo el bronce tañe
lento y lúgubre adiós al manumiso.

Al pueblo el bardo es gracia y no carcoma.
Es como el floripondio de la linde
qué cándido y triunfal surge y asoma,
y al polvo de la senda torna y rinde
el noble cáliz y el piadoso aroma.

¡Oh ingenio que subsiste, que arribaste
al eminente y suspirado extremo!
¿Por qué de la fortuna te quejaste
en los acentos del dolor supremo?

¡Ay de mi, que rabioso en un erío
y a mitad de la ruta estoy parado;
que anhelo y lucho por cruzar un río
y no hallo puente, ni batel, ni vado;
y miro allá, por campo labrantío,
la fausta meta en el opuesto lado,
y el sol morir, con victorial decoro,
bajo un dosel de púrpura y de oro!

Oigo decir de mi destino a un chusco:
«Talento seductor; pero perdido
en la sombra del mal y del olvido…
Perla rica en las babas de un molusco
encerrado en su concha y escondido
en el fondo de un mar lóbrego y brusco…»

En sublime absorción hurgo la mente:
medito con asombro en ese paso
de todas las estrellas a un ocaso
que allende una ilusión resulta Oriente…
y me inclino arrobado y reverente.

Veracruz. El 4 de enero de 1895.

A MIS VERSOS

Insensibles a fiestas y grimas
y con alas de luz de centellas,
pero esquivos a cautas doncellas,
difundíos por gentes y climas.

No sois gemas inmunes a limas
y con lampos de fijas estrellas,
sino chispas de golpes y mellas
y ardéis lascas de piedras de simas.

Pero hay siempre valer en las rimas.
Por que duran refranes? Por ellas,
y no suelen llevarlas opimas.

Id, las mías, deformes o bellas:
inspirad repugnancias o estimas,
pero no sin dejar hondas huellas.

EL PREDESTINADO

Bajo el ronco motín que grita muerte,
el sagrado bajel cruje de suerte
que semeja reír – El genio es fuerte;

Y aún ante indicio, de locura o dolo,
no culpa de falaz a Marco Polo,
y se obstina en creer, inmenso y solo.

Su fe suele medrar cuando vacila…
¡Así la llama del hachón oscila
al viento, y es mayor por intranquila!

En el ignoto piélago la nave
sigue al azar el ímpetu de un ave.
¿A dónde va? ¡Ni el Genovés lo sabe!

A la esperanza el mísero se aferra,
como a la tabla el náufrago que yerra
en la furia del mar. La noche cierra.

Bien luego magnífica su corona…
Y es que Dios con su soplo hincha la lona,
¡desde los astros de la nueva zona!

Voz que nace al timón sube a la caña…
¡El Ponto bulle con cadencia extraña
y parece que dice: ¡Viva España!

Colón, en pie sobre la proa mira…
¡Y en el cordaje un hálito respira
Y canta, como un estro en una lira!

Franja de luna por el agua riela…
¡Y al grande hombre simula rica estela,
rastro de victoriosa carabela!

MÚSICA DE SCHUBERT

Crin que al aire te vuela, rizada y bruna
parece a mis ahogos humo en fogata;
y del harpa desprendes la serenata
divinamente triste, como la luna.

Y del celo ardoroso despides una
fragancia de resina; y él te dilata
ojo que resplandece con luz de plata,
como en la sombra el vidrio de la laguna.

Mas tu mirada llega, con su fortuna,
nos dice dos lisonjas, va por su bata,
y al dormido chicuelo besa en la cuna.

Y mientras que te tiñes en escarlata,
crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece a mis ahogos humo en fogata.

EXCÉLSIOR

Conservo de la injuria,
no la ignominia; pero si la marca.
¡Sentíme sin honor, cegué de furia,
y recogilo de sangrienta charca!

Y hórrido amago suena…
Así la racha en el desierto zumba,
¡cuando en crecientes vórtices de arena
corre a ceñir al árabe la bumba!

¡Infames! Os agravia
que un alma superior aliente y vibre;
y en vuestro miedo, trastocado en rabia,
vejáis cautivo al que adularais libre.

Cruel fortuna dispensa
favor al odio de que hacéis alardes.
Estoy preso, caído, sin defensa…
podéis herir y escarnecer, ¡cobardes!

Al mal dolos procuren
fuerza y laurel que la razón no alcanza.
¡Aún se cantar; y en versos que perduren
publicaré a los siglos mi venganza!

Sobre la impura huella
del fraude, la verdad austera y sola
brilla, como el silencio de una estrella
por encima del ruido de una ola.

Cárcel de Veracruz, Julio de 1892.

MÚSICA FUNEBRE

Mi corazón percibe, sueña y presume.
y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.

Y frío de alta zona hiela y entume;
y luz de sol poniente colora y rasa:
y fe de gloria empírea pugna y fracasa,
¡como en ensayos torpes un ala implume!

El sublime concierto llena la casa;
y en medio de la sorda y estulta masa,
mi corazón percibe, suena y presume.

Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.

Diciembre de 1899.

VIGILIA Y SUEÑO

La moza lucha con el mancebo
su prometido y hermoso efebo,
y vence a costa de un traje nuevo.

Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.

Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.

Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrajas, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aun desvestida se quema y suda.

Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.

Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, Y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto,

Sueña que yace sujeta y sola
en un calaje que se arrebola,
¡y que un querube llega y la viola!

EJEMPLO

En la rama el expuesto cadáver se pudría,
como un horrible fruto colgante junto al tallo,
rindiendo testimonio de inverosímil fallo
y con ritmo de péndola oscilando en la vía.

La desnudez impúdica, la lengua que salía
y alto mechón en forma de una cresta de gallo,
dábanle aspecto bufo; y al pie de mi caballo
un grupo de arrapiezos holgábase y reía.

Y el fúnebre despojo, con la cabeza gacha,
escandaloso y tumido en el verde patíbulo
desparramaba hedores en brisa como racha.

Mecido con solemnes compases de Turíbulo.
y el sol iba en ascenso por un azul sin tacha,
y el campo era figura de una canción de Tíbulo.

»MARQUÉS DE SANTILLANA [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Marqués de Santillana nació en 1388 en Carrión de los Condes y falleció en 1458. Su nombre completo fue Íñigo López de Mendoza. Quedó huérfano de padre cuando aún era pequeño y fue criado por su madre y su abuela. Siendo todavía joven se casó con doña Catalina de Figueroa.
Se dice que el Marqués de Santillana contaba con una de las mejores bibliotecas de toda España y era muy dado para la creación poética; de hecho se lo considera como el primer poeta del siglo XV. En su obra se puede encontrar a un poeta absolutamente natural que, utilizando con precisión las palabras, logró plasmar su amor por su tierra y sus desengaños amorosos.
Entre sus obras más importantes se encuentran «La comedieta de ponza», «Proverbios» y «Bías contra fortuna». En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como «Canción» y «Serranilla».

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LOS POEMAS
Canción

Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.

1
Recuérdate que padesco
e padesçí
las penas que non meresco,
desque ví

la respuesta non devida
que me diste;
por lo qual mi despedida
fué tan triste.

2
Pero no cuydes, señora,
que por esto
te fuy ni te sea agora
menos presto;

que de llaga non fingida
me feriste;
así que mi despedida
fué tan triste.

Serranilla I

Serranilla de Moncayo,
Dios vos dé buen año entero,
ca de muy torpe lacayo
faríades cavallero.

Ya se pasava el verano,
al tiempo que onbre se apaña
con la ropa á la tajaña,
encima de Oxmediano
ví serrana sin argayo
andar al pie del otero,
más clara que sale en Mayo,
ell alva, nin su luzero.

Díxele: «Dios nos mantenga,
serrana de buen donayre.»
Respondió como en desgayre:
¡Ay!, que en hora buena venga
aquel que para Sanct Payo
desta yrá mi prisionero.»

E vino a mí como un rayo
diziendo: «Preso, montero.»

Díxele: «Non me matedes,
serrana, sin ser oído,
ca yo non soy del partido,
desos por quien vos lo avedes.

Aunque me vedes tal sayo
en Agreda soy frontero,
e non me llaman Pelayo,
magüer me vedes señero.»

Desque oyó lo que dezía,
dixo: «Perdonad, amigo,
mas folgad ora comigo,
e dexad la montería.

A este çurrón que trayo
quered ser mi parcionero,
pues me fallesçió Mingayo
que era comigo ovejero.

Entre Torellas y el Fayo
pasaremos el Febrero.»

Díxele: «De tal ensayo,
serrana, soy placentero.»

Serranilla III

Después que nací,
no ví tal serrana
como esta mañana.

Allá en la vegüela
a Mata’l Espino,
en ese camino
que va a Loçoyuela,
de guissa la vy
que me fizo gana
la fruta tenprana.

Garnacha traía
de oro, presada
con broncha dorada,
que bien parecía.

A ella volví
diziendo: «Loçana,
¿e soys vos villana?»

«Sí soy, cavallero;
si por mí lo avedes,
decit ¿qué queredes?
fablat verdadero.»

Yo le dixe assí:
«Juro por Santana
que no soys villana.»

Serranilla V

Entre Torres y Canena,
açerca de Salloçar,
fallé mora de Bedmar
sanct Jullán en buen estrena.

Pellote negro vestía,
e lienços blancos tocava,
a fuer dell Andalucía,
e de alcorques se calçava.

Si mi voluntad agena
no fuera en mejor lugar,
no me pudiera escusar
de ser preso en su cadena.

Preguntele dó benía
después que la ove saluado,
o quál camino fazía.

Díxome que d’un ganado
quel guardavan en Razena,
e passava al Olivar,
por coger e varear
las olivas de Ximena.

Dixe: «Non vades señera,
señora, que esta mañana
han corrido la ribera,
aquende de Guadïana,
moros de Valdepurchena
de la guarda de Abdilbar;
ca de vervos mal passar
me sería grave pena.»

Respondióme: «No curedes,
señor, de mi compañía;
pero graçias e merçedes
a vuestra grant cortesía;
ca Miguel de Jamilena
con los de Pegalajar
son pasados atajar:
vos tornad en ora buena.

Serranilla VII

Serrana, tal casamiento
no consiento que fagades,
car de vuestro perdimiento,
maguer non me conoçcades,
muy grant desplazer avría
en vos ver enajenar
en poder de quien mirar
nin tratar non vos sabría.

Serranilla VIII

Madrugando en Robledillo
por yr buscar un venado,
fallé luego al Colladillo
caça, de que fui pagado.

Al pie dessa grant montaña,
la que diçen de Verçossa,
ví guardar muy grant cabaña
de vacas moça fermosa.

Si voluntat no m’engaña,
no ví otra más graçiosa:
si alguna desto s’ensaña,
lóela su namorado.

Serranilla IX

Moçuela de Bores
allá do la Lama
púsom’en amores.

Cuydé que olvidado
Amor me tenía,
como quien s’avía
grand tiempo dexado
de tales dolores,
que más que la llama
queman amadores.

Mas ví la fermosa
de buen continente,
la cara plaçiente,
fresca como rosa,
de tales colores
qual nunca vi dama
nin otra, señores.

Por lo qual: «Señora
(le dixe), en verdat
la vuestra beldat
saldrá desd’agora
dentre estos alcores,
pues meresçe fama
de grandes loores.»

Dixo: «Cavallero,
tiratvos á fuera:
dexat la vaquera
passar al otero;
ca dos labradores
me piden de Frama,
entrambos pastores.»

«Señora, pastor
seré si queredes:
mandarme podedes,
como á servidor:
mayores dulçores
será á mí la brama
que oyr ruyseñores.»

Asy concluymos
el nuestro proçesso
sin facer exçesso,
é nos avenimos.

É fueron las flores
de cabe Espinama
los encobridores.

Serranilla X

De Vytoria me partía
un día desta semana,
por me passar a Alegría,
do ví moça lepuzcana.

Entre Gaona e Salvatierra,
en esse valle arbolado
donde s’aparta la sierra,
la ví guardando ganado,
tal como el alvor del día,
en un hargante de grana,
qual tod’ome la querría,
non vos digo por hermana.

Yo loé las de Moncayo
e sus gestos e colores,
de lo qual non me retrayo,
e la moçuela de Bores;
pero tal fisonomía
en toda la su montaña
çierto non se fallaría,
nin fué tan fermosa Yllana.

De la moça de Bedmar,
a fablarvos çiertamente,
raçón ove de loar
su grand e buen continente;
mas tampoco negaría,
la verdat, que tan loçana,
aprés la señora mía,
non ví doña nin serrana.

Soy garridilla e pierdo sazón

Soy garridilla e pierdo sazón
por malmaridada;
tengo marido en mi corazón
que a mí agrada.

Ha que soy suya bien cinco o seis años,
que nunca de él hube camisa nin paños
azotes, palmadas y muchos susaños
y mal gobernada.

No quiere que quiera ni quiere querer,
ni quiere que vea ni quiere veer;
mas diz el villano que cuando él se aduerme
que esté desvelada.

Estó de su miedo la noche despierta;
de día no oso ponerme a la puerta;
así que, mezquina, viviendo soy muerta
y no soterrada.

Desde el día negro que le conocí,
con cuantos servicios y honras que le fiz,
amarga me vea si nunca le vi
la cara pagada.

Así Dios me preste la vida y salud
que nunca un besillo me dio con virtud
en todos los días de mi juventud
que fui desposada.

Que bien que mal, sufro mis tristes pasiones,
aunque me tienten diez mil tentaciones;
mas ya no les puedo sufrir quemazones
a suegra y cuñada.

Mas si yo quisiere trocar mal por mal,
mancebos muy lindos de muy gran caudal
me darán pellote, mantillo y brial
por enamorada.

Con toda mi cuita, con toda mi hiel,
cuando yo veo mancebo novel,
más peno amarga y hago por él
que Roldán por su espada.

Ya cantan los gallos

Ya cantan los gallos,
buen amor, y vete,
cata que amaneçe,
-Que canten los gallos,
yo, ¿cómo me iría,

pues tengo en mis braços
la que yo más quería?
Antes moriría
que de aquí me fuese,
aunque amaneçiese.

-Dexa tal porfía,
mi dulçe amador,
que viene el albor,
esclareçe el día;
pues el alegría
por poco feneçe,
cata que amaneçe.

-¿Qué mejor vitoria
darme puede amor,
que el bien y la gloria
me llame al albor?
¡Dichoso amador
quien no se partiese
aunque amaneçiese!

-¿Piensas, mi señor,
que so yo contenta?
¡Dios sabe el dolor
que se m’ acrecienta!
Pues la tal afrenta
a mí se m’ofreçe,
vete, c ‘ amaneçe.

Serranilla (Villancico) que hizo el Marqués a tres hijas suyas

Por una gentil floresta
de lindas flores e rosas,
vide tres damas fermosas
que de amores han requesta.

Yo, con voluntad muy presta
me llegué a conoscellas.
Començó la una dellas
esta canción tan honesta:

Aguardan a mí:
nunca tales guardas vi.

Por mirar su fermosura
destas tres gentiles damas,
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.

La otra con gran tristura
començó de sospirar
[e] dezir este cantar
con muy honesta mesura:

La niña que los amores ha
sola, ¿cómo dormirá?

Por no les fazer turbança
non quise yr más adelante
a las que con ordenança
cantaban tan consonante.

La otra con buen semblante
dixo: «Señoras de estado,
pues las dos aveys cantado,
a mí conviene que cante:

Dexadlo al villano pene:
véngueme Dios dele.»

Desque huvieron cantado
estas señoras que digo,
yo salí desconsolado,
como hombre sin abrigo.

Ellas dixeron: «Amigo,
non soys vos el que buscamos,
mas cantad, pues que cantamos.»
Dixe este cantar antiguo:

Sospirando yva la niña
e non por mí,
que yo bien ge lo entendí.

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Canción (Carta) del Marqués a una dama

Gentil dama, cuyo nombre
vos es assí conviniente
como a Jhesu Dios y honbre
e al sol claro e luziente,

mi desseo non consiente
que ya no sepa de vos;
pues consoladme, por Dios,
con letra vuestra plaziente.

Plaziente digo, señora,
do vuestro mote no sea,
el qual, si non se mejora,
¡guay de quien ál non desea!

Proveed que Dios provea
de lo que más desseades
a quien tanto fatigades,
e vuestro aspecto guerrea.

Guerrea con mano armada
e béllico poderío
la mi vida atormentada,
e triste coraçón mío.

Qual sin patrón el navío,
soy, después que no vos veo,
vida mía y mi deseo,
cuyo só más que no mío.

Mío no, mas todo vuestro
soy después que me prendistes,
e si tanto non lo muestro,
es porque lo deffendistes.

Mis días sean más tristes
que de otro enamorado,
si no vivo más penado
que todos quantos o[i]stes.

¿Oisteis jamás, o vistes
onbre d’amor tan ligado,
que no soi escarmentado
de quanto mal me fezistes?

Canción
(Que fizo el Marqués de Santillana a sus fijas loando la su fermosura)

Dos serranas he trovado
a pié de áspera montaña,
segund es su gesto e maña
non vezadas de ganado.

De espinas trahen los velos
e de oro las crespinas,
senbradas de perlas finas,
que le aprietan sus cabellos;
e las trufas bien posadas,
a más, de oro arracadas,
rruvios, largos cabellos
segund doncellas d’estado.

Fruentes claras e luzientes,
las çejas en arco alçadas,
las narizes afiladas,
chica boca e blancos dientes,
ojos prietos e rientes,
las mexillas como rosas,
gargantas maravillosas,
altas, lindas al mi grado.

Carnoso, blanco e liso
cada cual en los sus pechos,
porque Dios todos sus fechos
dexó quando fer las quiso;
dos pumas de paraíso
las sus tetas ygualadas,
en la su çinta delgadas
con aseo adonado.

Blancas manos e pulidas,
e los dedos no espigados,
a las juntas no afeados,
uñas de argent guarnidas,
rrubíes e margaridas,
çafires e diamantes,
axorcas ricas, sonantes,
todas de oro labrado.

Ropas trahen a sus guisas
todas fendidas por rrayas,
do les paresçen sus sayas
forradas en peñas grisas;
sus ropas bien asentadas,
de azeytuní quartonadas,
de filo de oro brocado.

Yo las vi, si Dios me vala,
posadas en sus tapetes,
en sus faldas los blanchetes,
que demuestran mayor gala.

Los finojos he fincado,
segund es acostumbrado
a dueñas de grand altura:
ellas por la su mesura
en los pies m’an levantado.

La niña gritillos dar

La niña gritillos dar
non es de maravillar

Mucho grita la cuitada
con la voz desmesurada,
por se ver asalteada;
non es de maravillar.

Amor puro la venció,
que a muchos engañó;
si por él se descibió
non es de maravillar.

Temprano quiso saber
el trabajo y el placer
que el amor nos haz haber;
non es de maravillar.

A los diez años complidos
fueron della conocidos
todos sus cinco sentidos;
non es de maravillar.

A los quince, ¿que fará?
Esto notar se debrá
por quien la praticará;
non es de maravillar.

Al alba venid, buen amigo

Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.

Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.

Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba,

Venid a la luz del día,
non trayáis compañía.

Venid a la luz del día,
non traigáis gran compañía

Canción

Quien de vos merçet espera,
señora, ni bien atiende,
¡ay que poco se l’entiende!

1
Yo vos serví lealmente
con muy presta voluntat,
e nunca fallé piedad
en vos, nin buen continente:

antes vuestra crueldad
me faze ser padeçiente;
¡guay de quien con vos contiende!

2
Tanta es vuestra beldad,
que partir no me consiente
de servir con lealtad
a vos, señora exçelente.

Sed ya por vuestra bondad
gradeçida e conbiniente,
ca mi vida se despiende.

Canción

Deseando ver a vos,
gentil señora,
non he reposo, pardiós,
punto ni ora.

1
Deseando aquel buen día
que vos vea,
el contrario de alegría
me guerrea.

Del todo muero por vos,
e non mejora
mi mal, jurovos a Dios,
mas empeora.

2
Bien digo a mi coraçón
que non se quexe,
mas sirva toda saçón,
e non se dexe

de amar e servir a vos,
a quien adora;
pues recuérdevos, pardiós,
piedat agora.

Canción

Quanto más vos mirarán,
muy excelente prinçesa,
tanto más vos loarán.

1
Quien vos verá, çiertamente
non dudará si venís
de la real flor de lís,
visto vuestro continente:

y a todos nos bendirán,
por levar tan gentil pressa,
los que nos reçebirán.

2
Yo dubdo poder loar
la vuestra mucha cordura,
onestat, graçia e messura
quanto se deve ensalçar.

Los que verdad fablarán,
tal navarra nin francesa
nunca vieron ni verán.

3
Tanta vida vos dé Dios,
princesa de grand virtud,
tantos bienes y salud
quantos meresçedes vos:

ca çertas por vos dirán
«virtuosa sin represa»
los que vos conosçerán.

Canción

Señora, qual soy venido,
tal me parto;
de cuydados más que farto
e dolorido.

1
¿Quién no se farta de males
e de vida desplaciente,
e las penas desyguales
sufre, callando paçiente,

sinon yo, que sin sentido
me dirán
los que mis males sabrán,
e perdido?

2
Aved ya de mí dolor;
que los dolores de muerte
me çercan en de redor,
e me facen guerra fuerte.

Tomadme en vuestro partido
como quiera,
porque, viviendo, no muera
aborrido.

3
Pero al fin fazed, señora,
como querades; que yo
no seré punto ni ora
sino vuestro, cuyo só.

Sin favor o favorido
me tenedes
muerto, si tal me queredes,
o guarido.

Canción a la Reina

Dios vos faga virtuosa,
Reyna bien aventurada,
quanto vos fizo fermosa.

1
Dios vos fizo sin emienda
de gentil persona y cara,
e sumando sin contienda,
qual Gioto non vos pintara.

Fízovos más generosa,
digna de ser coronada,
e reyna muy poderosa.

2
Siempre la virtud fuyó
a la extrema fealdad,
e creemos se falló
en compaña de beldat;
pues non es quistión dubdosa
ser vos su propia morada,
illustre Reyna fermosa.

3
Pues loen con grand femençia
los reynos, donde nascistes,
la vuestra mucha exçelençia
e grant honor que les distes,

e la tal graçia graçiosa
por Dios a vos otorgada,
gentil Reyna valerosa.

Canción

Si tu deseas a mi
yo non lo sé;
pero yo deseo a tí
en buena fe.

1
Ca non a ninguna más,
así lo ten;
nin es, nin será jamás
otra mi bien.

En tan buen ora te ví
e te fablé,
que del todo te me dí
en buena fé.

2
Yo soy tuyo, non lo dudes
sin fallir;
e non piensses al, nin cudes
sin mentir.

Después que te conoscí
me captivé,
e seso e saber perdí
en buena fé.

3
A tí amo e amaré
toda saçón,
e siempre te serviré
con grand raçón:

pues la mejor escogí
de quantas sé,
e non finjo nin fengí
en buena fé.

Canción

Ha bien errada opinión
quien dice: «quan lexos d’ojos
tan lexos de coraçón.»

1
Ca yo vos juro, señora,
quanto más vos soy absente,
más vos amo ciertamente,
y deseo toda ora.

Esto façe la afición,
sin compañía de los ojos,
mas del leal coraçón.

2
Alexadvos do querades,
ca non vos alexaredes
tanto nin jamás podredes
donde non me poseades

ca so tal costelaçión
vos vieron mis tristes ojos,
que vos dí mi coraçón.

3
Mas non se puede negar,
aunque yo non vos olvido,
que non sienta mi sentido
dolor de vos no mirar.

Pues diré con grand raçón:
-Çedo vos vean mis ojos
de todo buen coraçón.

Canción

1
Señora, muchas merçedes
del favor que me mostrastes:
set cïerta, e non dubdedes
que por siempre me ganastes.

2
Pues de vuestra grand valía
yo fuy tan favoresçido,
muy grand mengua me sería
que fuesse desconosçido.

3
Mas, señora, pues façedes
contra mí más que penssastes,
set cïerta, e non dubdedes
que por siempre me ganastes.

Canción

Yo del todo he ya perdido
saber, sesso e discrepçión:
fuerça, sentido, raçón
ya buscan otro partido.

Plaçer, de quien favorido
era en aquella saçón
que vos ví, con tal canción
ya de mí se ha despedido.

Canción

«Coraçón, adiós te dó,
ca donde mora pessar
non puedo mucho tardar,
pues que su contrario só.

1
En el tiempo que tú vías
la señora que elegiste,
ya sabes que todos los días
te me dí, segunt que viste.

Mas después que se perdió,
pues non te puedo alegrar,
encomiéndote el penssar,
amigo, pues que me vió.

2
Muy atarde de consuno
agua e fuego se convienen:
non pueden turar en uno
aquellos que mal s’avienen.

Pues tristeça perturbó
en ti todo mi logar,
non conviene porfiar
con quien pudo más que yo.»

Canción

Nuevamente se m’a dado
el Amor a conosçer,
e quiérese adolesçer
de mí, del mal que he passado.

1
Conoçiendo que mal faze
en matarme sin por qué,
yo veo por buena fé
que de mi servir le plaçe.

E conoçiendo que yerra,
sabiendo que vo a la guerra,
mucho bien m’a cavalgado.

Canción

Defecto es que bien s’entiende
a los que neçios no son,
que tal disimulación
atarde o nunca se aprende.

Pensando serte más firme
que Ar[qu]iles a Polixena
tengo más daño que suena.

Canción

1
El triste que se despide
de plazer e de folgura
se despide;
pues que su triste ventura
lo despide
de vos, linda creatura.

2
Del que tal licencia pide
havet, señora, amargura,
pues la pide
con desesperación pura,
e non pide
vida, mas muerte segura.

Canción

De vos bien servir
en toda saçón
el mi coraçón
non se sá partir.

1
Linda en paresçer
que tanto obedesco,
queret guareçer
a mí, que padeçco:

que por yo deçir
mi buena razón,
segunt mi entençión,
non devo morir.

Canción

1
Ya del todo desfalleçe
con pesar mi triste vida:
desde la negra partida
mi mal no mengua, mas creçe.

2
Non sé qué diga ventura,
que mal me quiso apartar
de vos, gentil criatura,
a la qual yo he d’amar.

3
Todo mi plazer peresçe
sin mi raçón ser oída;
cruel muerte dolorida
veo que se me basteçe.

Decir
(Otras coplas)

1
Por un valle deleytoso,
do mora gentil compaña,
oí un canto sabroso
de un ave muy estraña:

bien vos digo que en España
non ví otra de tal guisa;
esta trahe en su devisa
mucha gente de cucaña.

2
Vila estar en un ramo,
e pensé que era esparvel,
nonbrando la que más amo.

Díxele: «Señor uxel,
pues çercades el vergel,
por merced, si vos plazería,
de grado saber querría,
vuestro nombre quál es él.»

3
-«Cuco me llaman por nombre
e tal es el mi clamor,
que en el mundo non ay onbre
que ame gentil señor,

que non tome grand pavor
si me oyere rredoblar:
sy te plaze mi cantar,
otro son diré mejor.»

4
-«Señor, dixe, vuestro canto
otro tiempo me ponía
en temor e grand espanto
por una señora mía;

mas agora non querría
oir otro papagayo,
que todo el pesar que trayo
he perdido en este día.»

5
Por ende suplico agora
a la señor bien andante,
pues me fizo una señora
aleve por su talante,

que seades bien andante,
e yo aya en que vos syrva,
que querades ya yo viva
por vuestro de aquí adelante.

6
Muy justa rrazón demandas,
e yo quiérolo fazer,
pues que veo que tu andas
sospiroso y sin plazer;

por ende te do poner
conplido, si Dios me vala,
que tú seas en mi sala
el mayor que pueda ser.

Fin

Él se fué a sus añaghacias
que tenía en derredor;
e dile yo muchas gracias;
finqué por su servidor.

Loor a Doña Juana de Urgel Condesa de Fox

1
No punto se discordaron
el cielo e naturaleza,
señora, quando criaron
vuestra plaziente belleza:

quisieron e demostraron
su magnífica largueza,
segunt vos proporcionaron,
e ornaron de gentileza.

2
Después de la más cercana
a la fama en fermosura,
ques más divina que umana,
visto su gesto e figura,

vos, señora doña Juana,
sois la más gentil criatura
de quantas actor explana,
nin poeta en escriptura.

3
Non se piensen, ni pensedes
que vos fablo por amores,
mas porque vos merescedes
muy más insignes loores;

que amor, gracias e mercedes
tantos tengo de dolores,
que, si saberlo queredes,
plañiredes mis langores.

4
Miren vuestra compañía,
e verán vuestra excellencia,
generosa fidalguía
e gallarda continencia;

honestat e policía
vos aguardan, e prudencia:
certas más vos loaría,
si bastase mi sciencia.

Segunt vuestra loçanía
bien vale la conseqüencia:
perdonat por cortesía
la torpe e ruda eloqüencia.

Decir: El aguilando

1
Sacadme ya de cadenas,
señora, e fazedme libre:
que Nuestro Señor vos libre
de las infernales penas.

Estas sean mis estrenas,
esto solo vos demando,
este sea mi aguilando;
que vos faden fadas buenas.

2
Días ha que me prendistes
e sabedes que soi vuestro,
dias ha que vos demuestro
la llaga que me fezistes.

Desde aquellos dias tristes,
quando primero vos ví,
dias ha que me vos dí,
ya sea que lo encubristes.

3
Por tanto, señora mía,
usad de piadosas leyes
por estos tres sanctos Reyes
e por el su sancto día.

Por bondat o fidalguía
o por sola humanidat,
vos plega mi libertat,
o por gentil cortesía.

Ca vuestra filusumía
deniega ferocidad,
e muestra benignidad
sin ninguna villanía.

Lejos de vos

Lejos de vos y cerca de cuidado,
pobre de gozo y rico de tristeza,
fallido de reposo y abastado
de mortal pena, congoja y braveza,

desnudo de esperanza y abrigado
de inmensa cuita y visto de aspereza,
la mi vida me fuye, mal mi grado,
la muerte me persigue sin pereza.

Ni son bastantes a satisfacer
la sed ardiente de mi gran deseo
Tajo al presente, ni me socorrer

la enferma Guadïana, ni lo creo.
Sólo Guadalquivir tene poder
de me guarir y sólo aquél deseo.

Illiana, la serrana de Lozoyuela

Después que nací,
no ví tal serrana
como esta mañana.
Allá en la vegüela
a Mata’l Espino,
en ese camino
que va a Loçoyuela,
de guissa la vy
que me fizo gana
la fruta tenprana.
Garnacha traía
de oro, presada
con broncha dorada,
que bien parecía.
A ella volví
diziendo: –«Loçana,
¿e soys vos villana?»
–«Sí soy, cavallero;
si por mí lo avedes,
decit ¿qué queredes?,
fablat verdadero.»
Yo le dixe assí:
–«Juro por Santana
que no soys villana.»

Otro decir

1
Cuando la fortuna quiso,
señora, que vos amase,
ordenó que yo acabase
como el triste de Narciso:

non de mí mesmo pagado,
mas de vuestra catadura,
fermosa, neta criatura,
por quien vivo e soy penado.

2
Quando bien he trabajado,
me fallo fondo en el valle:
no sé si fable ni calle…
¡tanto soy desesperado!

Deseo non desear,
e querría non querer:
de mi pesar he plazer,
y de mi gozo pesar.

3
Lloro e río en un momento
e soy contento e quexoso;
ardid me fallo e medroso:
tales disformezas siento

por vos, dona valerosa,
en cuyo aspecto contenplo
casa de Venus, e tenplo,
donde su ymagen reposa.

4
Aurora de gentil mayo,
puerto de la mi salud,
perfección de la virtud
e del sol candor e rayo;

pues que matar me queredes
e tanto lo desseades,
bástevos ya que podades,
si por vengança lo avedes.

5
¿Quién vió tal feroçidat
en angélica figura?
Nin en tanta fermosura
indómita crueldat?

Los contrarios se ayuntaron,
cuytado, por mal de mí.
Tiempo ¿dónde te perdí,
que así me galardonaron?

6
Succesora de Lucina,
mi prisión e libertad,
langor mío e sanidad,
mi dolençia e medicina;

pensad que muriendo bivo,
e biviendo muero e peno:
de la vida soy ageno,
e de muerte non esquivo.

7
¡O, si fuesen oradores
mis sospiros e fablasen,
porque vos notificasen
los infinitos dolores

que mi triste coraçón
padesce por vos amar,
mi folgura, mi pessar,
mi cobro e mi perdición!

8
Cual del cisne es ya mi canto,
e mi carta la de Dido:
coraçón desfavorido,
causa de mi grand quebranto,

pues ya de la triste vida
non avedes conpasión,
honorad la deffunssión
de mi muerte dolorida.

¡Guay de quien así conbida,
e de mi tiempo perdido!
Pues non vos sea en olvido
esta canción por finida.

Decir

Amor, el qual olvidado
cuydava que me tenía,
me façe bevir penado,
sospirando noche e día.

1
En otros tiempos quisiera
que de mí non se menbrara:
que qualquier bien me fiçiera,
pues que gelo soplicara.

Mas después que rebatado
me vió de como solía,
me faze bevir penado
sospirando noche e día.

2
Pero, Amor, pues me feçiste
amador, façme que crea
ser amado de quien viste
que me firió sin pelea:

si no, dome por burlado,
pues dona de tal valía
me faze bevir penado
sospirando noche e día.

3
Si non, sabe çiertamente
que jamás tuyo non sea,
nin me llame tu serviente
nin vista de tu librea,

aunque sep’andar rasgado;
pues tu poca cortesía
me faze bevir penado,
sospirando noche e día.

Decir

¿Quién será que se detenga,
si d’Amor es combatido?,
¿o quál será que non venga
en qualquier grave partido
que le sea cometido?

1
Gran batalla me conquiso
ordenada en tal manera:
Fermossura delantera,
reglada de gentil visso,

con alas de loçanía,
banderas de gran sentido
labradas de cortesía;
así que finqué vençido,
del todo desfavorido.

2
Armada de gentileza
toda esta gente venía:
paramento de destreza,
plumajes de fidalguía

traían con tan buen ayre,
llamando grande apellido,
que me priso su donayre;
e dexóme así ferido,
que tarde seré guarido.

Dezir

1
Yo, mirando una ribera,
ví venir por [u]n grant llano
un hombre, que cortesano
pareçía en su manera:

vestía ropa estrangera,
fecha al modo de Bravante,
bordada, bien roçegante,
pas[s]ante del estribera.

2
Traía al su diestro lado
una muy fermosa dama,
de las que toca la fama
en superlativo grado:

un capirote charpado
a manera bien estraña
a fuer del alta Alimaña
donosamente ligado.

3
De gentil seda amarilla
eran aquestas dos hopas,
tales, que nunca ví ropas
tan lindas a maravilla:

el guarnimento e la silla
d’aquesta linda señora,
çertas después nin agora
non lo vy tal en Castilla.

4
Por música maestría
cantava esta cançión,
que fizo a mi coraçón
perder el pavor que avía:

«Bien debo loar amor
pues toda vía
quiso tornar mi tristor
en alegría.»

La mozuela de Bores

Mozuela de Bores,
allá do la Lama,
pusom’en amores.

Cuidé qu’ olvidado
amor me tenía,
como quien s’havía
grand tiempo dexado
de tales dolores
que más que la llama
queman amadores.

Mas vi la fermosa
de buen continente,
la cara placiente,
fresca como rosa,
de tales colores
cual nunca vi dama,
nin otra, señores.

Por lo cual: «señora’
le dixe, «en verdad
la vuestra beldad
saldrá desd’agora
dentr, estos alcores,
pues meresce fama
de grandes loores’.

Dixo: «Cavallero,
tiradvos afuera:
dexad la vaquera
passar al otero;
ca dos labradores
me piden de Frama,
entrambos pastores’.

Cuando yo veo a la gentil criatura

Cuando yo veo a la gentil criatura
que el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura.
El punto y hora de tanta belleza

me demostraron, y su hermosura,
que sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
y plango y quéjome de su crueza.

Que no fue tanta la del mal Thereo,
ni hizo la de Achila y de Potino,
falsos ministros de ti, Ptholomeo.

Así que lloro mi servicio indigno
y la mi loca fiebre, pues que veo
y me hallo cansado y peregrino.

Deçir de un enamorado

1
Diversas vezes mirando
el vuestro gesto agraciado,
me soy tanto enamorado,
que siempre vivo penando.

Mas quien non vos amará,
contemplando tal belleza,
o todo çiego será,
o en él non habitará
discrepçión nin gentileza.

2
Ca singular, non comuna,
vos ama toda la gente,
en virtudes exçellente,
de verdades la coluna:

pues non de maravillar
es por mucho que vos ame,
nin lo deveis esquivar,
nin se deve de penssar
que en mi vida vos dessame.

3
E esto causa la raçón,
e a mí non me desplaçe,
e todo lo satisfaçe
vuestra mucha perfección:

la qual bien reconosçida,
es mejor por vos morir,
que por las otras la vida
ver en palmas sostenida,
e para siempre vivir.

4
Si non, decit, si goçedes,
¿qual señora fizo Dios
tan perfetta como vos,
e quantas obras fazedes?

E si dezides verdat,
segunt que vos conosçés,
non tan solo de beldat,
mas en toda honestad
monarca os llamarés.

5
Así non es maravilla
que muchos grandes señores
galanes e amadores
sean de vuestra quadrilla:

ca si esto acontesçe,
es porque vuestra persona
tiene por lo que meresçe,
segunt ya claro paresçe,
sobre todas la corona.

6
Por do, si algo presumo
de mi flaco sentimiento,
es porque mi penssamiento
en vuestra virtut consumo:

el qual por vos acatado,
por vos non seer blasmado,
lo fallarés non absente;
que siempre me soys pressente:
tal de vos só enamorado.

7
Mas por non vos ser prolixo,
çessaré, lo qual çessar
es difícil de obrar,
segunt que vos soy afixo;

ca por lexos que me veo,
yo nunca de vos me parto,
nin otra gloria posseo,
sinon, por ver mi desseo,
en loor de vos non farto.

8
Non por aquesto penssés
quiera ser de vos querido;
que si digo lo devido,
non es quanto meresçés:

solo vos gradesçeré
que por vuestro me miredes
con tals ojos, que seré
el más constant que podré,
aunque la muerte me dedes.

Nunca ya me cansaré
d’escrivir lo que valedes,
nin servir vos çessaré,
la qual prueva dexaré
a las obras que veredes.

Menga de Manzanares

Por todos estos pinares
nin en Navalagamella,
no vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.
Desçendiedo yelmo a yuso,
cóntral Bovalo tirando
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando;
saluéla, segund es uso,
e dixe: «Serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares».
Respondióme con ufana:
«Bien vengades, cavallero;
¿quién vos trae de mañana
por este valle señero?,
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.
Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura,
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares».
Desque vi que non podía,
partíme dallí sin daña,
como aquel que non sabía
de luchar arte nin maña;
con muy grand malenconía,
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca de unos tomellares.

Yo me iba, mi madre

Yo me iba, mi madre,
a villa Reale,
errara yo el camino
en fuerte lugare.

Siete días anduve,
que no comí pane,
cebada mi mula,
carne el gavilán.
Entre la Zarzuela
y Darazután,
alzara los ojos
hacia do el sol sale.
Picara mi mula,
fuime para allá;
perros del ganado
sálenme a ladrar;
vide una serrana
del bello donaire.
-Llegaos, caballero,
vergüenza no hayades:
mi padre y mi madre
han ido al lugar;
mi caro Minguillo
es ido por pan,
ni vendrá esta noche
ni mañana a yantar;
comeréis la leche
mientras el queso se hace.
Haremos la cama
junto al retamal;
haremos un hijo,
llamarse ha Pascual,
o será Arzobispo,
Papa o Cardenal,
o será porquerizo
de villa Real.
-¡Bien, por vida mía,
debéis de burlar!

Serranilla II

En toda la su monta[ñ]a
de Trasmoz a Veratón
non ví tan gentil serrana.

Partiendo de Conejares,
allá susso en la montaña,
çerca de la Travessaña,
camino de Trasovares,
encontré moça loçana
poco más acá de Añón
riberas de una fontana.

Traía saya apretada,
muy bien pressa en la cintura;
a guisa d’Estremadura
çinta, e collera labrada.

Dixe: «Dios te salve, hermana;
Aunque vengas de Aragón,
desta serás castellana.»

Respondióme: «Cavallero,
non penseis que me tenedes,
ca primero provaredes
este mi dardo pedrero;
ca después desta semana
fago bodas con Antón,
vaquerizo de Morana.»

Serranilla IV

Por todos estos pinares
nin en el Val de la Gamella,
non ví serrana más bella
que Menga de Mançanares.

Desçendiendol yelmo á yusso,
contral Bovalo tirando
en esse valle de susso,
ví serrana estar cantando:
saluéla, segunt es uso,
é dixe: «Serrana, estando
oyendo, yo non m’excuso
de façer lo que mandáres.»

Respondióme con uffana:
«Bien vengades, cavallero;
¿Quién vos trae de mañana
por este valle señero?
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.

«Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convien en toda figura,
sin ningunt otro partido,
que me dedes la çintura,
ó entremos á braz partido;
ca dentro en esta espessura
vos quiero luchar dos pares.»

Desque ví que non podía
partirme dallí sin daña,
como aquel que non sabía
de luchar arte nin maña,
con muy grand malenconía.

Arméle tal guadamaña
que cayó con su porfía
cerca de unos tomellares.

Comedieta de Ponza

I
Comienza la Comedieta de Ponza

¡Oh vos, dubitantes, creed las historias
e los infortunios de los humanales,
e ved si los triunfos, honores e glorias
e grandes poderes son perpetüales!
¡Mirad los imperios e casas reales
e cómo Fortuna es superïora:
revuelve lo alto en bajo a deshora
e face a los ricos e pobres iguales!

II

Invocación
¡Oh lúcido Jove, la mi mano guía,
despierta el ingenio, aviva la mente,
el rústico modo aparta e desvía,
e torna mi lengua, de ruda, elocuente!
¡E vos, las hermanas, que cabe la fuente
de Elicón facedes continua morada,
sed todas comigo en esta jornada,
porqu’el triste caso denuncie e recuente!

III

Descripción del tiempo
Los campos e mieses ya descoloraban
e los deseados tributos rendían;
los vientos pluviosos las nubes bogaban,
e las verdes frondes el aire temían.
Dejado el stilo de los que fingían
metáforas vanas con dulce locuela,
diré lo que priso mi última cela;
e cómicos oyan si bien los oían.

IV
Al tiempo que salen al pasto o guarida
las fieras silvestres e humanidad
descansa o reposa, e la fembra ardida
libró de Oloferne la sacra cibdad,
forzada del sueño la mi libertad,
diálogo triste e fabla llorosa
firió mis orejas, e tan pavorosa
ca solo en pensarlo me vence piedad.

V
Así recordado, miré do sonaba
el clamoso duelo, e vi cuatro donas
cuyo aspecto e fabla muy bien denotaba
ser cuasi deesas o magnas personas,
vestidas de negro e, a las tres, coronas,
llamando a la muerte con tantas querellas
que dubdo si fueron tan grandes aquellas
que Ovidio toca de las tres Gorgonas.

VI
Blasón de armas

Tenían las manos sinistras firmadas
sobre sendas tarjas de rica valía,
en las cuales eran armas entalladas,
que bien demostraban su grand nombradía;
la una de perla el campo traía
con una lisonja de claro rubí;
de fina estupaza1, así mesmo vi
en ella esculpido con grand maestría,

VII
un fuerte castillo, e su finestraje
e puertas obrado de mazonería,
de zafir de oriente, que a todo visaje,
mirándolo fijo retrocedería;
e cuatro leones en torno diría
de neta matista, fieros e rompientes.
Pues, lector discreto, si d’esto algo sientes,
recordarte debe su genealogía.

VIII
La segunda tarja de un balajo ardiente
era e de amarilla gema pomelada,
cuyo nombre dije non tácitamente;
e cada cual poma con nudos ligada,
de verde carbunclo, al medio esmaltada.
La tercera e cuarta castillo e león
eran a cuarteles; e dejo el blasón,
ca nuestra materia non es comenzada.

IX
Invocación

¡Pues fabla tú, Cirra, e Nisa responda,
en el rudo pecho exhortando a pleno;
disuelva Polimia la cuerda a la sonda,
ca fondo es el lago e bajo el terreno!
Nin sé tal sentido en humano geno
que sin tal subsidio pueda colegir
tan alta materia, nin la describir,
servado el estilo con temprado freno.

X
Micer Joán Bocacio de Certaldo, ilustre poeta florentino

Aprés de las cuales vi más un varón
en hábito honesto, mas bien arreado,
e non se ignoraba la su perfección,
ca de verde lauro era coronado.
Atento escuchaba, cortés, inclinado
a la más antigua, que aquella fablaba;
quien vio las sus quejas e a quien las narraba,
de cómo ya vive soy maravillado.

XI
Fabla la serenísima reina de Aragón doña Leonor

Aquella muy manso fablaba, diciendo:
«¿Eres tú, Bocacio, aquel que tractó
de tantas materias, ca yo non entiendo
que otro poeta a ti se egualó?
¿Eres tú, Bocacio, el que copiló
los casos perversos del curso mundano?
Señor, si tú eres, apresta la mano,
que non fue ninguna semblante que yo.»

XII
Fabla la señora reina de Navarra

Al modo que cuentan los nuestros actores
que la triste nuera del rey Laumedón
narraba sus casos de acerbos dolores,
fabló la segunda, con grand turbación,
diciendo: «Poeta, non es opinión
de gentes que puedan pensar nin creer
el nuestro infortunio, nin menos saber
las causas de nuestra total perdición.»

XIII
Fabla la señora reina de Aragón reinante

Con tanta inocencia como fue traída
la fermosa virgen, de quien fabla Guido,
al triste holocausto del puerto d’Aolida,
fabló la tercera, tornada al sentido,
el cual con la fabla le era fuído,
diciendo: «Bocacio, la nuestra miseria,
si fablar quisieres, más digna materia
te ofresce de cuantas tú has escribido.»

XIV
Fabla la señora infante doña Catalina quejándose de la Fortuna e loa los oficios bajos e serviles

Non menos fermosa e más dolorida
que la Tirïana, cuando al despedir
de los ilioneos e vio recogida
la gente a las naves en son de partir,
la lengua despierta la cuarta a decir
comenzó: «Poeta, mi mala fortuna
non pienses de agora, mas desde la cuna
jamás ha cesado de me perseguir.

XV
»Humanas son tigres e fieras leonas
con nuevos cadillos, e virgo piadosa
aquella Elenesa que a las amazonas
pensó facer libres por lid sanguinosa;
tractable es Caribdi e non espantosa,
segund me contracta esta adversa rueda,
a quien non sé fuerza nin saber que pueda
foir al su curso e saña rabiosa.

XVI
»¡Benditos aquellos que con el azada
sustentan su vida e viven contentos,
e, de cuando en cuando conocen morada
e sufren pascientes las lluvias e vientos!
Ca estos non temen los sus movimientos,
nin saben las cosas del tiempo pasado,
nin de las presentes se facen cuidado,
nin las venideras do han nascimientos.

XVII
»¡Benditos aquellos que siguen las fieras
con las gruesas redes e canes ardidos,
e saben las trochas e las delanteras
e fieren del arco en tiempos debidos!
Ca estos por saña non son comovidos,
nin vana cobdicia los tiene subjectos;
nin quieren tesoros nin sienten defectos,
nin turban temores sus libres sentidos.

XVIII
»¡Benditos aquellos que cuando las flores
se muestran al mundo deciben las aves,
e fuyen las pompas e vanos honores,
e ledos escuchan sus cantos süaves!
¡Benditos aquellos qu’en pequeñas naves
siguen los pescados con pobres traínas!,
ca estos non temen las lides marinas,
nin cierra sobr’ellos Fortuna sus llaves.»

XIX
Responde Joán Bocacio a las señoras reinas e infante

«Ilustre Regine, de chui el aspecto
dimostra grand sangho e magnificencia,
io vegno d’al loco ou’e lo dilecto
e la eterna gloria e suma potenzia.
Vegno chiamato de vostra excelencia,
cha’l vostro plachire e remaricare
m’a facto si tosto partire e cuytare,
lassato lo celo a vostra obediencia.

XX
»Io vegio li vostri senbianti cotali
che ben demostrate esser molestate
di cuella Regina che fra li mortali
regi e judica, de jure e de facte.
Vejamo li casi e co que narrate,
e vostri infortunii con tanti perversi,
cha presto serano prose, rime e versi
a vostro piachire; e accio comandate.»

XXI
La narración que face la señora reina doña Leonor madre de los reyes a Joán Bocacio

E como varones de noble senado
se honran e ruegan queriendo fablar,
así se miraron de grado en grado,
non poco tardaron en se convidar.
Mas las tres callaron e dieron logar
a la más antigua que aquella fablase
e su fuerte caso por orden contase,
la cual, aceptando, comenzó a narrar:

XXII
«A mí non convienen aquellos favores
de los vanos dioses, nin los invocar,
que vos, los poetas e los oradores
llamades al tiempo de vuestro exhortar;
ca la justa causa me presta logar,
e maternal rabia me fará elocuente,
porque a ti, preclaro e varón scïente,
explique tal fecho que puedas contar.

XXIII
»De gótica sangre fui yo producida
al mundo e de línea bienaventurada,
de reyes e reinas crïada e nudrida,
e de nobles gentes servida e honrada;
e de la Fortuna así contractada
que rey en infancia me dio por marido,
católico, sabio, discreto e sentido,
de quien amadora me fizo e amada.

XXIV
»De nuestra simiente e generación 185
conviene que sepas e sus cualidades,
ca fijos e fijas de grand discreción
hobimos, e amigos de todas bondades.
Dotolos Fortuna en nuevas edades
así de sus dones que por justas leyes
en muy poco tiempo vi los cuatro reyes,
e dos titulados de asaz dignidades.»

XXV
El señor rey de Aragón

«¿Pues qué te diré del fijo primero,
cruel adversario de torpe avaricia?
Ca este se puede rey e caballero
llamar, e lucero de bello e milicia.
En este prudencia, tempranza e justicia
con grand fortaleza habitan e moran;
a este las otras virtudes adoran
bien como a Diana las dueñas de Sicia.

XXVI
»Este desd’el tiempo de su puëricia
amó las virtudes e amaron a él;
venció la pereza con esta cobdicia
e vio los preceptos del Dios Hemanuel.
Sintió las visiones de Ezequïel
con toda la ley de sacra doctrina;
pues, ¿quién sopo tanto de lengua latina?,
ca dubdo si Maro eguala con él.

XXVII
»Las sílabas cuenta e guarda el acento
producto e correpto; pues en geumetría
Euclides non hobo tan grand sentimiento,
nin fizo Atalante en astrología;
oyó los secretos de filosofía
e los fuertes pasos de naturaleza;
obtuvo el intento de la su pureza
e profundamente vio la poesía.

XXVIII
»Las sonantes cuerdas de aquel Anfïón
que fueron de Tebas muralla e arreo,
jamás no hobieron tanta perfección
como los sus cursos melifluos, yo creo.
Pues de los más sabios alguno non leo
nin jamás he visto que así los entienda;
de su grand locuela resciben emienda
los que se coronan del árbol laureo.

XXIX
»Este, deseoso de la duradera
o perpetua fama, non dubdó elegir
el alto ejercicio de vida guerrera,
que a los militantes aun face vivir;
este la su espada ha fecho sentir
al grand Africano con tanta virtud
que los pies equinos le fueron salud,
dejando los litos, fuyendo el morir.

XXX
»¿Por qué me detengo agora en fablar,
e dejo mil otras victorias primeras?
Ca este, forzando las ondas del mar,
obtuvo de Italia muy grandes riberas;
este manifiestas puso sus banderas
por todos los muros de los marsellanos;
este fue cometa de napolitanos
e sobró sus artes e cautas maneras.»

XXXI
El señor rey de Navarra

«En cuanto al primero aquí fago pausa,
non porque me faltan loores que cuente,
mas por cuanto veo prolija la causa
e pro trabajosa a mí, non scïente.
E vengo al segundo: que non tan valiente
en armas fue Ceva, nin fizo Domicio;
si Marco lo viera, dejando a Fabricio,
a él escribiera con pluma elocuente.

XXXII
»Arquiles armado non fue tan ligero,
nin fue Alexandre tal cabalgador,
jamás es fallado sinon verdadero,
egual, amoroso, cauto, sofridor;
más quiere ser dicho que honrado, honrador,
e muy más que fiero, benigno e piadoso;
este de clemencia es silla e reposo,
e de los aflictos muro e defensor.

XXXIII
»Este los selvajes siguió de Diana,
e sabe los colles de Monte Rifeo;
corrió las planezas de toda Espartana,
e los fondos valles del grand Perineo.
La selva nombrada do venció Teseo
el neptunal toro, terror de las gentes,
este la ha follado con pies diligentes,
e sobra en trabajos al muy grand Oeteo.»

XXXIV
El señor infante don Enrique

«Así del segundo me paso al tercero,
en grand fermosura egual a Absalón,
gracioso, placiente, de sentir sincero,
ardid, reposado, subjecto a razón;
non me pienso Orfeo tanta perfección
obtuvo del canto, nin tal sentimiento; 270
este de Dios solo ha fecho cimiento,
e sigue las vías del justo varón.»

XXXV
El señor infante don Pedro

«Vengamos al cuarto, segundo Magón,
estrenuo, valiente, fiero e belicoso,
magnífico, franco, de grand corazón,
gentil de persona, afable, fermoso;
su dulce semblante es tan amoroso
que non es bastante ninguna grand renta
a suplir defectos, segund él contenta
al militar vulgo, pero trabajoso.»

XXXVI
La muy magnífica señora doña María reina de Castilla

«Cuanto a los varones aquí sobreseo
e paso a la insigne mi fija primera,
de los humanales corona e arreo,
e de las Españas claror e lumbrera;
esta se demuestra, como primavera
entre todo el año, cerca las más bellas,
e cual feba lumbre entre las estrellas,
e aprés fontanas fecunda ribera.

XXXVII
»Esta de los dioses paresce engendrada,
e con las celícolas formas contiende
en egual belleza, non punto sobrada,
ca non es fallado que en ella se emiende.
Si la jerarquía en esto se ofende,
a mí non increpen, pues soy inculpable,
ca razón me fuerza e face que fable, 295
e de todo blasmo mi fablar defiende.

XXXVIII
»Esta de Sibilla del su nascimiento
fue jamás nodrida, fasta la sazón
que, como decena, por merescimiento
es ya del colegio del monte Elicón.
Esta, como fija, succede a Catón,
e siente el secreto de sus anforismos;
esta de los cielos fasta los abismos
comprende las cosas e sabe qué son.

XXXIX
»A esta consiguen las siete doncellas
que suso he tocado en otro logar,
e le van en torno bien como centellas
que salen de flama o ríos de mar:
las tres son aquellas que facen bogar
en el paraíso al ánima digna,
e las cuatro aquellas a quien la doctrina

de Cato nos manda por siempre observar.

XL
»Yo non fago dubda que si de Catulo
hobiese la lengua o virgilïana,
e me socorriesen Proporcio e Tibulo,
e Libio, escribiente la gesta romana,
atarde podría, nin Tulio, que explana
e cendra los cursos del gentil fablar,
con pluma abondosa decir e notar
cuánto de virtudes es fija cercana.»

XLI
La señora reina doña Leonor reina de Portogal

«La última fija non pienso la prea
o griega rapina fuese más fermosa,
nin fugitiva e casta Penea
tan lejos de vicios, nin más virtüosa;
la su clara fama es tan glorïosa 325
que bien es difícil en tan nueva edad
vencer las pasiones de humanidad,
e ser en bondades tanto copïosa.

XLII
»Estos, poseyendo las grandes Españas
con muchas regiones que son al poniente,
del fin de la tierra fasta las montañas
que parten los galos de la nuestra gente;
el curso celeste, que de continente
face e desface, abaja e prospera,
bien como adversario, con vuelta ligera,
firió sus poderes con plaga nuciente.»

XLIII
De cómo la señora reina madre de los reyes recuenta a Joán Bocacio algunas señales que hobo del su infortunio

«Non pienses, poeta, que ciertas señales
e sueños diversos non me demostraron
los daños futuros e vinientes males
de la real casa segund que pasaron;
que las tristes voces del búho sonaron
por todas las torres de nuestra morada,
do fue vista Iris, deesa indignada,
de quien terrescieron los que la miraron.

XLIV
»Así fatigada, turbada e cuidosa,
temiendo los fados e su poderío,
a una arboleda de frondes sombrosa,
la cual circundaba un fermoso río,
me fui por deporte, con grand atavío
de muchas señoras e dueñas notables;
e como entre aquellas hobiese de afables,
por dar cualque venia al ánimo mío,

XLV
»fablaban novelas e placientes cuentos,
e non olvidaban las antiguas gestas
do son contenidos los avenimientos
de Mares e Venus, de triunfos e fiestas;
allí las batallas eran manifiestas
de Troya e de Tebas, segund las cantaron
aquellos que Apolo se recomendaron
e dieron sus plumas a fablas honestas.

XLVI
»Allí se fablaba de Proteselao
e cómo tomara el puerto primero;
allí del oprobrio del rey Menelao,
allí de Tideo, el buen caballero,
allí de Medea, allí del Carnero,
allí de Latona, allí de Fitón,
allí de Dïana, allí de Anteón,
allí de Mercurio, sotil mensajero.

XLVII
»Allí se fablaba del monte Pernaso
e de la famosa fuente de Gorgón,
e del alto vuelo que fizo Pegaso,
contando por orden toda su razón;
e todo el engaño que fizo Sinón
allí se decía, como por enjemplo,
e de las serpientes vinientes al templo,
e cómo se priso el grand Ilïón.

XLVIII
»Allí se tocaba del gentil Narciso,
allí de Medusa, allí de Perseo,
allí maltractaban la fija de Niso,
allí memoraban la lucha de Anteo,
allí de la muerte del niño Androgeo,
allí de Pasife el testo e la glosa,
allí recitaban la saña rabiosa
e la comovida ira de Penteo.

XLIX
»Ya de los temores cesaba el combate
al ánimo aflicto, e yo reposaba
segura e quieta; de ningund rebate
nin otro infortunio ya me temoraba.
E como la lumbre febal se acostaba,
levanteme leda con mi compañía,
e por la floresta fecimos la vía
del real palacio donde yo habitaba.

L
»Mostrado se había el carro estrellado,
e la mi compaña, licencia obtenida,
el dulce reposo buscaban de grado;
e yo retraíme facia la manida,
en la cual, sobrada del sueño e vencida,
non sé si la nombre fantasma o visión,
me fue demostrada tal revelación
cual nunca fue vista nin pienso fingida.

LI
Capítulo do se recuenta el sueño de la señora reina madre de los reyes

»Yo vi de Macrobio, de Guido e Valerio
escriptos los sueños que algunos soñaron,
los cuales denotan insigne misterio,
segund los efectos que de sí mostraron;
pues oyan atentos los que se admiraron
e de tales casos ficieron mención,
ca non será menos la mi narración,
mediante las musas, que a ellos guiaron.

LII
»Obscura tiniebra tenía aquedada
la gente, en el tiempo que a mí parescía
qu’en pequeña barca me vía cercada
del lago espantoso que me combatía;
non creo las ondas de ponto Galía
ninguna otra nave así combatieron,
nin egual tormenta los teucros sintieron
al tiempo que Juno más los perseguía.

LIII
»Non vi yo a Neptuno en carro dorado
andar por el agua, como se recuenta,
cuando, de la madre de Amor implorado,
la flota dardania libró de tormenta;
mas Tetis deesa, non punto contenta,
fendida la fusta e sus oquedades,
e juntas con ella las divinidades
del mar, aumentaban la mi sobrevienta.

LIV
»Allí fueron sueltos los fijos de Equina
e de sus entrañas salían irados,
cercaban en torno toda la marina
e la navecilla de entramos los lados;
cubrían las vagas sus bajos tillados,
e Céfiro e Noto con su grand secuela
quebraban el árbol, rompían la vela,
e daban mis carnes a todos pescados.

Comedieta de Ponza

I
Comienza la Comedieta de Ponza

¡Oh vos, dubitantes, creed las historias
e los infortunios de los humanales,
e ved si los triunfos, honores e glorias
e grandes poderes son perpetüales!
¡Mirad los imperios e casas reales 5
e cómo Fortuna es superïora:
revuelve lo alto en bajo a deshora
e face a los ricos e pobres iguales!

II

Invocación
¡Oh lúcido Jove, la mi mano guía,
despierta el ingenio, aviva la mente,
el rústico modo aparta e desvía,
e torna mi lengua, de ruda, elocuente!
¡E vos, las hermanas, que cabe la fuente
de Elicón facedes continua morada,
sed todas comigo en esta jornada,
porqu’el triste caso denuncie e recuente!

III

Descripción del tiempo
Los campos e mieses ya descoloraban
e los deseados tributos rendían;
los vientos pluviosos las nubes bogaban,
e las verdes frondes el aire temían. 20
Dejado el stilo de los que fingían
metáforas vanas con dulce locuela,
diré lo que priso mi última cela;
e cómicos oyan si bien los oían.

IV
Al tiempo que salen al pasto o guarida
las fieras silvestres e humanidad
descansa o reposa, e la fembra ardida
libró de Oloferne la sacra cibdad,
forzada del sueño la mi libertad,
diálogo triste e fabla llorosa
firió mis orejas, e tan pavorosa
ca solo en pensarlo me vence piedad.

V
Así recordado, miré do sonaba
el clamoso duelo, e vi cuatro donas
cuyo aspecto e fabla muy bien denotaba
ser cuasi deesas o magnas personas,
vestidas de negro e, a las tres, coronas,
llamando a la muerte con tantas querellas
que dubdo si fueron tan grandes aquellas
que Ovidio toca de las tres Gorgonas.

VI
Blasón de armas

Tenían las manos sinistras firmadas
sobre sendas tarjas de rica valía,
en las cuales eran armas entalladas,
que bien demostraban su grand nombradía;
la una de perla el campo traía
con una lisonja de claro rubí;
de fina estupaza1, así mesmo vi
en ella esculpido con grand maestría,

VII
un fuerte castillo, e su finestraje
e puertas obrado de mazonería,
de zafir de oriente, que a todo visaje,
mirándolo fijo retrocedería;
e cuatro leones en torno diría
de neta matista, fieros e rompientes.
Pues, lector discreto, si d’esto algo sientes,
recordarte debe su genealogía.

VIII
La segunda tarja de un balajo ardiente
era e de amarilla gema pomelada,
cuyo nombre dije non tácitamente;
e cada cual poma con nudos ligada,
de verde carbunclo, al medio esmaltada.
La tercera e cuarta castillo e león
eran a cuarteles; e dejo el blasón,
ca nuestra materia non es comenzada.

IX
Invocación

¡Pues fabla tú, Cirra, e Nisa responda,
en el rudo pecho exhortando a pleno;
disuelva Polimia la cuerda a la sonda,
ca fondo es el lago e bajo el terreno!
Nin sé tal sentido en humano geno
que sin tal subsidio pueda colegir
tan alta materia, nin la describir,
servado el estilo con temprado freno.

X
Micer Joán Bocacio de Certaldo, ilustre poeta florentino

Aprés de las cuales vi más un varón
en hábito honesto, mas bien arreado,
e non se ignoraba la su perfección,
ca de verde lauro era coronado.
Atento escuchaba, cortés, inclinado
a la más antigua, que aquella fablaba;
quien vio las sus quejas e a quien las narraba,
de cómo ya vive soy maravillado.

XI
Fabla la serenísima reina de Aragón doña Leonor

Aquella muy manso fablaba, diciendo:
«¿Eres tú, Bocacio, aquel que tractó
de tantas materias, ca yo non entiendo
que otro poeta a ti se egualó?
¿Eres tú, Bocacio, el que copiló
los casos perversos del curso mundano?
Señor, si tú eres, apresta la mano,
que non fue ninguna semblante que yo.»

XII
Fabla la señora reina de Navarra

Al modo que cuentan los nuestros actores
que la triste nuera del rey Laumedón 90
narraba sus casos de acerbos dolores,
fabló la segunda, con grand turbación,
diciendo: «Poeta, non es opinión
de gentes que puedan pensar nin creer
el nuestro infortunio, nin menos saber
las causas de nuestra total perdición.»

XIII
Fabla la señora reina de Aragón reinante

Con tanta inocencia como fue traída
la fermosa virgen, de quien fabla Guido,
al triste holocausto del puerto d’Aolida,
fabló la tercera, tornada al sentido,
el cual con la fabla le era fuído,
diciendo: «Bocacio, la nuestra miseria,
si fablar quisieres, más digna materia
te ofresce de cuantas tú has escribido.»

XIV
Fabla la señora infante doña Catalina quejándose de la Fortuna e loa los oficios bajos e serviles

Non menos fermosa e más dolorida
que la Tirïana, cuando al despedir
de los ilioneos e vio recogida
la gente a las naves en son de partir,
la lengua despierta la cuarta a decir
comenzó: «Poeta, mi mala fortuna
non pienses de agora, mas desde la cuna
jamás ha cesado de me perseguir.

XV
»Humanas son tigres e fieras leonas
con nuevos cadillos, e virgo piadosa
aquella Elenesa que a las amazonas
pensó facer libres por lid sanguinosa;
tractable es Caribdi e non espantosa,
segund me contracta esta adversa rueda,
a quien non sé fuerza nin saber que pueda
foir al su curso e saña rabiosa.

XVI
»¡Benditos aquellos que con el azada
sustentan su vida e viven contentos,
e, de cuando en cuando conocen morada
e sufren pascientes las lluvias e vientos!
Ca estos non temen los sus movimientos,
nin saben las cosas del tiempo pasado,
nin de las presentes se facen cuidado,
nin las venideras do han nascimientos.

XVII
»¡Benditos aquellos que siguen las fieras
con las gruesas redes e canes ardidos,
e saben las trochas e las delanteras
e fieren del arco en tiempos debidos!
Ca estos por saña non son comovidos,
nin vana cobdicia los tiene subjectos;
nin quieren tesoros nin sienten defectos,
nin turban temores sus libres sentidos.

XVIII
»¡Benditos aquellos que cuando las flores
se muestran al mundo deciben las aves,
e fuyen las pompas e vanos honores,
e ledos escuchan sus cantos süaves!
¡Benditos aquellos qu’en pequeñas naves
siguen los pescados con pobres traínas!,
ca estos non temen las lides marinas,
nin cierra sobr’ellos Fortuna sus llaves.»

XIX
Responde Joán Bocacio a las señoras reinas e infante

«Ilustre Regine, de chui el aspecto
dimostra grand sangho e magnificencia,
io vegno d’al loco ou’e lo dilecto
e la eterna gloria e suma potenzia.
Vegno chiamato de vostra excelencia,
cha’l vostro plachire e remaricare
m’a facto si tosto partire e cuytare,
lassato lo celo a vostra obediencia.

XX
»Io vegio li vostri senbianti cotali
che ben demostrate esser molestate
di cuella Regina che fra li mortali 155
regi e judica, de jure e de facte.
Vejamo li casi e co que narrate,
e vostri infortunii con tanti perversi,
cha presto serano prose, rime e versi
a vostro piachire; e accio comandate.»

XXI
La narración que face la señora reina doña Leonor madre de los reyes a Joán Bocacio

E como varones de noble senado
se honran e ruegan queriendo fablar,
así se miraron de grado en grado,
non poco tardaron en se convidar.
Mas las tres callaron e dieron logar
a la más antigua que aquella fablase
e su fuerte caso por orden contase,
la cual, aceptando, comenzó a narrar:

XXII
«A mí non convienen aquellos favores
de los vanos dioses, nin los invocar,
que vos, los poetas e los oradores
llamades al tiempo de vuestro exhortar;
ca la justa causa me presta logar,
e maternal rabia me fará elocuente,
porque a ti, preclaro e varón scïente,
explique tal fecho que puedas contar.

XXIII
»De gótica sangre fui yo producida
al mundo e de línea bienaventurada,
de reyes e reinas crïada e nudrida,
e de nobles gentes servida e honrada;
e de la Fortuna así contractada
que rey en infancia me dio por marido,
católico, sabio, discreto e sentido,
de quien amadora me fizo e amada.

XXIV
»De nuestra simiente e generación
conviene que sepas e sus cualidades,
ca fijos e fijas de grand discreción
hobimos, e amigos de todas bondades.
Dotolos Fortuna en nuevas edades
así de sus dones que por justas leyes
en muy poco tiempo vi los cuatro reyes,
e dos titulados de asaz dignidades.»

XXV
El señor rey de Aragón

«¿Pues qué te diré del fijo primero,
cruel adversario de torpe avaricia?
Ca este se puede rey e caballero
llamar, e lucero de bello e milicia.
En este prudencia, tempranza e justicia
con grand fortaleza habitan e moran;
a este las otras virtudes adoran
bien como a Diana las dueñas de Sicia.

XXVI
»Este desd’el tiempo de su puëricia
amó las virtudes e amaron a él;
venció la pereza con esta cobdicia
e vio los preceptos del Dios Hemanuel.
Sintió las visiones de Ezequïel
con toda la ley de sacra doctrina;
pues, ¿quién sopo tanto de lengua latina?,
ca dubdo si Maro eguala con él.

XXVII
»Las sílabas cuenta e guarda el acento
producto e correpto; pues en geumetría
Euclides non hobo tan grand sentimiento,
nin fizo Atalante en astrología;
oyó los secretos de filosofía
e los fuertes pasos de naturaleza;
obtuvo el intento de la su pureza
e profundamente vio la poesía.

XXVIII
»Las sonantes cuerdas de aquel Anfïón
que fueron de Tebas muralla e arreo,
jamás no hobieron tanta perfección
como los sus cursos melifluos, yo creo. 0
Pues de los más sabios alguno non leo
nin jamás he visto que así los entienda;
de su grand locuela resciben emienda
los que se coronan del árbol laureo.

XXIX
»Este, deseoso de la duradera
o perpetua fama, non dubdó elegir
el alto ejercicio de vida guerrera,
que a los militantes aun face vivir;
este la su espada ha fecho sentir
al grand Africano con tanta virtud
que los pies equinos le fueron salud,
dejando los litos, fuyendo el morir.

XXX
»¿Por qué me detengo agora en fablar,
e dejo mil otras victorias primeras?
Ca este, forzando las ondas del mar,
obtuvo de Italia muy grandes riberas;
este manifiestas puso sus banderas
por todos los muros de los marsellanos;
este fue cometa de napolitanos
e sobró sus artes e cautas maneras.»

XXXI
El señor rey de Navarra

«En cuanto al primero aquí fago pausa,
non porque me faltan loores que cuente,
mas por cuanto veo prolija la causa
e pro trabajosa a mí, non scïente.
E vengo al segundo: que non tan valiente
en armas fue Ceva, nin fizo Domicio;
si Marco lo viera, dejando a Fabricio,
a él escribiera con pluma elocuente.

XXXII
»Arquiles armado non fue tan ligero,
nin fue Alexandre tal cabalgador,
jamás es fallado sinon verdadero,
egual, amoroso, cauto, sofridor;
más quiere ser dicho que honrado, honrador,
e muy más que fiero, benigno e piadoso;
este de clemencia es silla e reposo,
e de los aflictos muro e defensor.

XXXIII
»Este los selvajes siguió de Diana,
e sabe los colles de Monte Rifeo;
corrió las planezas de toda Espartana,
e los fondos valles del grand Perineo.
La selva nombrada do venció Teseo
el neptunal toro, terror de las gentes,
este la ha follado con pies diligentes,
e sobra en trabajos al muy grand Oeteo.»

XXXIV
El señor infante don Enrique

«Así del segundo me paso al tercero,
en grand fermosura egual a Absalón,
gracioso, placiente, de sentir sincero,
ardid, reposado, subjecto a razón;
non me pienso Orfeo tanta perfección
obtuvo del canto, nin tal sentimiento;
este de Dios solo ha fecho cimiento,
e sigue las vías del justo varón.»

XXXV
El señor infante don Pedro

«Vengamos al cuarto, segundo Magón,
estrenuo, valiente, fiero e belicoso,
magnífico, franco, de grand corazón,
gentil de persona, afable, fermoso;
su dulce semblante es tan amoroso
que non es bastante ninguna grand renta
a suplir defectos, segund él contenta
al militar vulgo, pero trabajoso.»

XXXVI
La muy magnífica señora doña María reina de Castilla

«Cuanto a los varones aquí sobreseo
e paso a la insigne mi fija primera,
de los humanales corona e arreo,
e de las Españas claror e lumbrera;
esta se demuestra, como primavera
entre todo el año, cerca las más bellas,
e cual feba lumbre entre las estrellas,
e aprés fontanas fecunda ribera.

XXXVII
»Esta de los dioses paresce engendrada,
e con las celícolas formas contiende
en egual belleza, non punto sobrada,
ca non es fallado que en ella se emiende.
Si la jerarquía en esto se ofende,
a mí non increpen, pues soy inculpable,
ca razón me fuerza e face que fable,
e de todo blasmo mi fablar defiende.

XXXVIII
»Esta de Sibilla del su nascimiento
fue jamás nodrida, fasta la sazón
que, como decena, por merescimiento
es ya del colegio del monte Elicón.
Esta, como fija, succede a Catón,
e siente el secreto de sus anforismos;
esta de los cielos fasta los abismos
comprende las cosas e sabe qué son.

XXXIX
»A esta consiguen las siete doncellas
que suso he tocado en otro logar,
e le van en torno bien como centellas
que salen de flama o ríos de mar:
las tres son aquellas que facen bogar
en el paraíso al ánima digna,
e las cuatro aquellas a quien la doctrina
de Cato nos manda por siempre observar.

XL
»Yo non fago dubda que si de Catulo
hobiese la lengua o virgilïana,
e me socorriesen Proporcio e Tibulo,
e Libio, escribiente la gesta romana,
atarde podría, nin Tulio, que explana
e cendra los cursos del gentil fablar,
con pluma abondosa decir e notar
cuánto de virtudes es fija cercana.»

XLI
La señora reina doña Leonor reina de Portogal

«La última fija non pienso la prea
o griega rapina fuese más fermosa,
nin fugitiva e casta Penea
tan lejos de vicios, nin más virtüosa;
la su clara fama es tan glorïosa
que bien es difícil en tan nueva edad
vencer las pasiones de humanidad,
e ser en bondades tanto copïosa.

XLII
»Estos, poseyendo las grandes Españas
con muchas regiones que son al poniente,
del fin de la tierra fasta las montañas
que parten los galos de la nuestra gente;
el curso celeste, que de continente
face e desface, abaja e prospera,
bien como adversario, con vuelta ligera,
firió sus poderes con plaga nuciente.»

XLIII
De cómo la señora reina madre de los reyes recuenta a Joán Bocacio algunas señales que hobo del su infortunio

«Non pienses, poeta, que ciertas señales
e sueños diversos non me demostraron
los daños futuros e vinientes males
de la real casa segund que pasaron;
que las tristes voces del búho sonaron
por todas las torres de nuestra morada,
do fue vista Iris, deesa indignada,
de quien terrescieron los que la miraron.

XLIV
»Así fatigada, turbada e cuidosa,
temiendo los fados e su poderío,
a una arboleda de frondes sombrosa,
la cual circundaba un fermoso río,
me fui por deporte, con grand atavío
de muchas señoras e dueñas notables;
e como entre aquellas hobiese de afables,
por dar cualque venia al ánimo mío,

XLV
»fablaban novelas e placientes cuentos,
e non olvidaban las antiguas gestas
do son contenidos los avenimientos
de Mares e Venus, de triunfos e fiestas;
allí las batallas eran manifiestas
de Troya e de Tebas, segund las cantaron
aquellos que Apolo se recomendaron
e dieron sus plumas a fablas honestas.

XLVI
»Allí se fablaba de Proteselao
e cómo tomara el puerto primero;
allí del oprobrio del rey Menelao,
allí de Tideo, el buen caballero,
allí de Medea, allí del Carnero,
allí de Latona, allí de Fitón,
allí de Dïana, allí de Anteón,
allí de Mercurio, sotil mensajero.

XLVII
»Allí se fablaba del monte Pernaso
e de la famosa fuente de Gorgón,
e del alto vuelo que fizo Pegaso,
contando por orden toda su razón;
e todo el engaño que fizo Sinón
allí se decía, como por enjemplo,
e de las serpientes vinientes al templo,
e cómo se priso el grand Ilïón.

XLVIII
»Allí se tocaba del gentil Narciso,
allí de Medusa, allí de Perseo,
allí maltractaban la fija de Niso,
allí memoraban la lucha de Anteo,
allí de la muerte del niño Androgeo,
allí de Pasife el testo e la glosa,
allí recitaban la saña rabiosa
e la comovida ira de Penteo.

XLIX
»Ya de los temores cesaba el combate
al ánimo aflicto, e yo reposaba
segura e quieta; de ningund rebate
nin otro infortunio ya me temoraba.
E como la lumbre febal se acostaba,
levanteme leda con mi compañía,
e por la floresta fecimos la vía
del real palacio donde yo habitaba.

L
»Mostrado se había el carro estrellado,
e la mi compaña, licencia obtenida,
el dulce reposo buscaban de grado;
e yo retraíme facia la manida,
en la cual, sobrada del sueño e vencida,
non sé si la nombre fantasma o visión,
me fue demostrada tal revelación
cual nunca fue vista nin pienso fingida.

LI
Capítulo do se recuenta el sueño de la señora reina madre de los reyes

»Yo vi de Macrobio, de Guido e Valerio
escriptos los sueños que algunos soñaron,
los cuales denotan insigne misterio,
segund los efectos que de sí mostraron;
pues oyan atentos los que se admiraron
e de tales casos ficieron mención,
ca non será menos la mi narración,
mediante las musas, que a ellos guiaron.

LII
»Obscura tiniebra tenía aquedada
la gente, en el tiempo que a mí parescía
qu’en pequeña barca me vía cercada
del lago espantoso que me combatía;
non creo las ondas de ponto Galía
ninguna otra nave así combatieron,
nin egual tormenta los teucros sintieron
al tiempo que Juno más los perseguía.

LIII
»Non vi yo a Neptuno en carro dorado
andar por el agua, como se recuenta,
cuando, de la madre de Amor implorado,
la flota dardania libró de tormenta;
mas Tetis deesa, non punto contenta,
fendida la fusta e sus oquedades,
e juntas con ella las divinidades
del mar, aumentaban la mi sobrevienta.

LIV
»Allí fueron sueltos los fijos de Equina
e de sus entrañas salían irados,
cercaban en torno toda la marina
e la navecilla de entramos los lados;
cubrían las vagas sus bajos tillados,
e Céfiro e Noto con su grand secuela
quebraban el árbol, rompían la vela,
e daban mis carnes a todos pescados.

»RAFAEL POMBO [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Rafael Pombo fue un escritor nacido en Bogotá, Colombia, el 7 de noviembre del año 1833 y fallecido en la misma ciudad el 5 de mayo de 1912. Perteneció a una familia aristocrática y en su juventud se trasladó a Norteamérica, donde permaneció durante casi dos décadas. Finalmente, regresó a su tierra natal y comenzó a dedicarse a la traducción y al periodismo; asimismo, se conoce que fue fundador de más de un periódico y que compuso libretos de ópera. A lo largo de su trayectoria como hombre de letras recibió numerosos reconocimientos, tales como el título de secretario vitalicio de la Academia de la Lengua de su país.
Con respecto a su obra literaria, que abarca principalmente los géneros de la poesía y la narrativa, es sabido que no estaba en sus deseos publicarla; sin embargo, a pedido de sus seguidores, autorizó la edición de muchas de sus creaciones en diversos tomos inconexos. Entre sus títulos más conocidos se encuentran «El niño y la mariposa», «Las siete vidas de gato» y «Noche de diciembre», y las obras infantiles «El renacuajo paseador» (o «Rin Rin Renacuajo») y «El mosquito feliz». Seguidamente, el poema «Cutufato y su gato» encabeza una completa selección de sus escritos. 

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LOS POEMAS
ORACIÓN DEL NIÑO AL ACOSTARSE

Dame, ¡oh Dios! tu bendición
Antes de entregarme al sueño,
Y de todos los que yo amo
Cuida tú mientras yo duermo.

Por mi madre, por mi padre,
Por mis hermanos te ruego,
Que los guardes largos años
En salud, fuerza y contento.

Dales consuelo a los tristes,
Y remedio a los enfermos,
Y pan al menesteroso,
Y al huérfano amparo y techo.

Que te bendigamos todos
Por tanto que te debemos,
Y que al dormir el sueño último
Despertemos en tu seno.

BELLEZA Y AMOR

¡Oh Padre, cuánto es bello
El mundo que tú hiciste!
No hay templo, no hay palacio.
No hay sueño que su encanto rivalice.

¿Porqué, porqué los hombres,
Como envidiosos tigres.
Viven aborreciéndose
El breve tiempo que en el mundo viven?

Cuando aire, y cielo, y tierra
Murmuran: ¡sed felices!
¡Amaos unos a otros
Y trabajad para llamaros libres!

¡Oh Padre, cuánto es bello
El mundo que tú hiciste!
¡Felices los que sepan
Agradecerte, amarte y bendecirte!

BARCAROLA

Al rayo de la luna,
fanal de mi fortuna,
que boga por el rio
ligero de ola en ola,
te cantaré, bien mío,
mi dulce barcarola.

Al golpe de los remos
durmamos y soñemos
que vamos por el rio
bogando de ola en ola
cantándote, amor mío,
mi dulce barcarola.

¡Que sueño mas precioso
que en este tiempo hermoso
por este mismo río
bogando de ola en ola,
cantándote, bien mío,
tu dulce barcarola!

O escucha: no cantemos,
durmamos o soñemos,
que al verte al lado mío
enamorada y sola…
siguió cantando el rio
mi dulce barcarola.

AMOR Y AUSENCIA

¡Que dulce sabe el amor
tras el dolor de la ausencia
cuando hay fiel correspondencia
entre amada y amador!

Cuando, en su separación,
cual la amante aguja esclava
del Norte, siempre apuntaba,
uno al otro corazón;

Cuando el sol que alumbra el día,
¡día de eterno desearse!
tan sólo para buscarse
al uno y otro servía,

Y la enamorada bella
soñaba sueños de miel
con su amado, y jamás él
soñaba sino con ella.

Cuando sordos los oídos
y los ojos con ceguera,
cuando de su amor no fuera
les hablaba sin sentidos.

Y querrían que hasta el viento,
en todo tiempo y lugar
les hablara sin cesar
de su único pensamiento…

Y la más preciosa estrella
y el más bello ángel de Dios
era feo para los dos,
porque no era ni él ni ella.

Porque fuera de su amor,
no había mundo ni vida
y era hermosura perdida
cuanto más hizo el Señor.

No vuelvas ni a mi memoria
¡o infierno del mal ausente!
Con razón dice el creyente
que ver a Dios es la gloria:

que el infinito consuelo
que siento al volverte a ver,
me dice cual ha de ser
el de ver al Dios del Cielo.

¡Oh Dios! Hasta en tu rigor
reconozco tu clemencia.
Por tu bondad es la ausencia
resurrección del amor.

¡Tu no sabes, vida mía,
cuan bella te encuentro ahora
y como te ama y te adora
el que apenas te quería!

Como el campo al redimido
bajo de un cielo esplendente,
o como al convaleciente
el bocado apetecido.

NOCHE DE DICIEMBRE

Noche como esta, y contemplada a solas
no la puede sufrir mi corazón:
da un dolor de hermosura irresistible,
un miedo profundísimo de Dios.

Ven a partir conmigo lo que siento,
esto que abrumador desborda de mi;
ven a nacerme finito lo infinito
y a encarnar el angélico festín.

¡Mira ese cielo!… es demasiado cielo
para el ojo de insecto de un mortal,
refléjame en tus ojos un fragmento
que yo alcance a medir y a sondear.

Un cielo que responda a mi delirio
sin hacerme sentir mi pequeñez:
un cielo mío que me esté mirando
y que tan sólo a mi mirando esté.

Esas estrellas… ¡Ay, brillan tan lejos!
Con tus pupilas tráemelas aquí
donde yo pueda en mi avidez tocarlas
y apurar su seráfico elixir.

Hay un silencio en esta inmensa noche
que no es silencio, es místico disfraz
de un concierto inmortal. Por escucharlo,
mudo como la muerte el orbe está.

Déjame oírlo, enamorada mía
Al través de tu ardiente corazón:
sólo el amor transporta a nuestro mundo
las notas de la música de Dios.

Él es la clave de la ciencia eterna,
la invisible cadena creatriz
que une al hombre con Dios y con sus obras
y Adán a Cristo, y el principio al fin.

De aquel hervor de luz está manando
el rocío del alma. Ebrio de amor
y de delicia tiembla el firmamento,
inunda el creador la creación.

¡Si, el creador! Cuya grandeza misma
es la que nos impide verlo aquí,
pero que, como atmósfera de gracia
se hace entretanto por doquier sentir…

DE NOCHE

No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!…
Silencio! Unas no son, otras me niegan.

Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.

Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche
son ceguedad. ¡Feliz el que consulta
oráculos más altos que su dueño!

Es la Vejez viajera de la noche;
y al paso que la tierra se le oculta,
ábrese amigo a su mirada el cielo.

A INTACTA

¿No sientes tú que tu exquisita boca
pide otra boca que se estampe en ella,
y un mirar que incendiador destella
la bomba de los ósculos provoca?

¿Que para cárcel de tu pecho es poca
esa malla que mórbido atropella;
y en fin, que cuando Dios te hizo tan bella
no dijo: «Esto se mira y no se toca»?

¿No sientes que tu misma no te sientes
en todo tu sabor mientras no expriman
en ti tu rico jugo extraños dientes?

¿Y que aguardas los brazos que te opriman
tal como inerte y mudo aguarda el piano
de ágil virtuoso la potente mano?

MI TIPO

La belleza en la mujer
no es cuestión del Padre Astete,
y en que el tal molde la mete
muy bobos nos quiere hacer.
Tal vez querrá colocar,
dos o tres hijas tarascas,
o de amorosas borrascas
a un hijo alegrón salvar.
Mas yo entiendo la cuestión
como estrictamente estética,
y no ha de tachar de herética
ni un Santo mi solución:
Que la norma en la belleza
es variable y contingente,
porque cada cual la siente
según su naturaleza.
La insípida el tonto adora,
el sabio la intelectual,
y cada hombre su ideal
halla en donde se enamora.
Yo, por hoy libre y vacante,
diera el voto a una morena,
forma esbelta pero llena,
con faz correcta y picante.
Ingenua expresión de niña
con ojos de horno que quemen,
y labios de esos que tremen
como provocando a riña.
Belleza meridional
de alma y línea decidida:
no esa inerte y desabrida
de corderito pascual.
Acaramelada tez
más bien que batido blanco.
tipo ardiente, activo y franco
no de angélica insulsez.
Candor de cielo en el rostro
con un infierno inconsciente,
algo que encante y que tiente,
querub con visos de monstruo.
De monstruo que me devore
y que a la vez me arrebate,
que adorándome me mate
e insultándome me adore.
Quiero una beldad dramática
no una sílfide de idilio,
una Dido de Virgilio
mas que una Ofelia linfática.
No una lánguida pasiva,
igual, pintada hermosura,
sino agridulce en ternura
y gratamente agresiva.
Y sin jugar del vocablo,
diré que mi musa, en fin,
ha de ser una serafín
salpicadito de diablo.

PRELUDIO DE PRIMAVERA

Ya viene la galana primavera
con su séquito de aves y flores,
anunciando a la lívida pradera
blando engramado y música de amores.

Deja ¡oh amiga! el nido acostumbrado
enfrente de la inútil chimenea;
ve a mirar el sol resucitado
y el milagro de luz que nos rodea.

Deja ese hogar, nuestra invención mezquina:
ven a este cielo, al inmortal brasero;
con el amor de Dios nos ilumina
y abrasa como padre al mundo entero.

Ven a este mirador, ven y presencia
la primera entrevista cariñosa
tras largo tedio y dolorosa ausencia
del rubio sol y su morena esposa;

ella no ha desceñido todavía
su sayal melancólico de duelo,
y en su primer sonrisa de alegría
con llanto de dolor empapa el suelo.

No esperaba tan pronto al tierno amante,
y recelosa en su contento llora,
y parece decirle sollozante:
¿Por qué si te has de ir vienes ahora?

Ya se oye palpitar bajo esa nieve
tu noble pecho maternal, Natura,
y el sol palpita enamorado y bebe
el llanto postrimer de tu amargura.

«¡Oh, que brisa tan dulce! –va diciendo-.
»Yo traeré miel cáliz de las flores;
»y a su rico festín ya irán viniendo
»mis veraneros huéspedes cantores»

¡Que luz tan deliciosa! es cada rayo,
larga mirada intensa de cariño,
sacude el cuerpo su letal desmayo
y el corazón se siente otra vez niño.

Esta es la luz que rompe generosa
sus cadenas de hielo a los torrentes
y devuelve su plática armoniosa
y su alba espuma a las dormidas fuentes.

Esta es la luz que pinta los jardines
y en ricas tintas la creación retoca;
la que devuelve al rostro los carmines
y las francas sonrisas a la boca.

Múdanse el cierzo el ábrego enojosos
y andan auras y céfiros triscando
como enjambre de niños bulliciosos
que salen de su escuela retozando.

Naturaleza entera estremecida
comienza a preludiar la grande orquesta,
y hospitalaria a todos nos convida
a disfrutar su regalada fiesta.

Y todos le responden, toda casa
ábrese al sol bebiéndolo a torrentes,
y cada boca al céfiro que pasa,
y al cielo azul los ojos y las frentes.

Al fin soltó su garra áspera y fría
al concentrado y taciturno invierno
y entran en comunión de simpatía
nuestro mundo interior y el mundo externo.

LA HORA DE LAS TINIEBLAS

I.
¡Oh, que misterio espantoso
es este de la existencia!
¡Revélame algo conciencia!
¡Háblame, Dios poderoso!
Hay no se qué pavoroso
En el ser de nuestro ser.
¿Por qué vine yo a nacer?
¿Quién a padecer me obliga?
¿Quién dio esa ley enemiga
de ser para padecer?

II.
Si en la nada estaba yo,
¿por qué salí de la nada
a execrar la hora menguada
en que mi vida empezó?
Y una vez que se cumplió
ese prodigio funesto,
¿por qué el mismo que lo ha impuesto
de él no me viene a librar?
¿Y he de tener que cargar
un bien contra el cual protesto?

III.
¡Alma! Si vienes del Cielo,
si allá viviste otra vida,
si eres imagen cumplida
del Soberano Modelo,
¿Cómo has perdido en el suelo
la fe de tu original?
¿Cómo en tu lengua inmortal
no explicas al hombre rudo
este fatídico nudo,
entre un Dios y un animal?

IV.
O si es que antes no existe,
y al abrir del mundo al sol
tu divino girasol,
gemela del polvo fuiste,
¿qué crimen obrar pudiste?
¿do, contra quien, cómo y cuándo
que estuviese a Dios clamando
que al hondo valle en que estas
surgieses tu, nada más
que para expiarlo llorando?

V.
Pues cuanto ha sido y será
de Dios reside en la mente
tanto infortunio presente
¿no lo contemplaba ya?
Y ¿por qué, si en él está
del bien la fuente suprema
lanzó esa voz o anatema
que hizo súbito existir
un mundo en que oye gemir
y un hombre que de él blasfema?

VI.
¿Cómo de un bien infinito
surge un infinito mal,
de lo justo, lo fatal,
de lo sabio, lo fortuito?
¿Por qué está de Dios proscrito
el que antes no le ofendió,
y por qué se le formó
para enloquecerlo así
de un alma que dice si
y un cuerpo que dice no?

VII.
¿Por qué estoy en donde estoy
con esta vida que tengo
sin saber de donde vengo
sin saber a donde voy;
con traidora libertad
e inteligencia engañosa,
ciego a merced de horrorosa
desatada tempestad?

El gato bandido

Michín dijo a su mamá:
«Voy a volverme Pateta,
y el que a impedirlo se meta
en el acto morirá.
Ya le he robado a papá
daga y pistolas; ya estoy
armado y listo; y me voy
a robar y matar gente,
y nunca más (¡ten presente!)
verás a Michín desde hoy».
Yéndose al monte, encontró
a un gallo por el camino,
y dijo: «A ver qué tal tino
para matar tengo yo».
Puesto en facha disparó,
retumba el monte al estallo,
Michín maltrátase un callo
y se chamusca el bigote;
pero tronchado el cogote,
cayó de redondo el gallo.
Luego a robar se encarama,
tentado de la gazuza,
al nido de una lechuza
que en furia al verlo se inflama,
mas se le rompe la rama,
vuelan chambergo y puñal,
y al son de silba infernal
que taladra los oídos
cae dando vueltas y aullidos
el prófugo criminal.
Repuesto de su caída
ve otro gato, y da el asalto
«¡Tocayito, haga usted alto!
¡Déme la bolsa o la vida
El otro no se intimida
y antes grita: «¡Alto el ladrón!»
Tira el pillo, hace explosión
el arma por la culata,
y casi se desbarata
Michín de la contusión.
Topando armado otro día
a un perro, gran bandolero,
se le acercó el marrullero
con cariño y cortesía:
«Camarada, le decía,
celebremos nuestra alianza»;
y así fue: diéronse chanza,
baile y brandy, hasta que al fin
cayó rendido Michín
y se rascaba la panza.
«Compañero», dijo el perro,
«debemos juntar caudales
y asegurar los reales
haciéndoles un entierro».
Hubo al contar cierto yerro
y grita y gresca se armó,
hasta que el perro empuñó
a dos manos el garrote:
Zumba, cae, y el amigote
medio muerto se tendió.
Con la fresca matinal
Michín recobró el sentido
y se halló manco, impedido,
tuerto, hambriento y sin un
real.

Y en tanto que su rival
va ladrando a carcajadas,
con orejas agachadas
y con el rabo entre piernas,
Michín llora en voces tiernas
todas sus barrabasadas.
Recoge su sombrerito,
y bajo un sol que lo abrasa,
paso a paso vuelve a casa
con aire humilde y contrito.
«Confieso mi gran delito
y purgarlo es menester»,
dice a la madre; «has de ver
que nunca más seré malo,
¡oh mamita! dame palo
¡pero dame qué comer!»

Simón el bobito

Simón el bobito llamó al pastelero:
¡a ver los pasteles, los quiero probar!
-Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero
ver ese cuartillo con que has de pagar.
Buscó en los bolsillos el buen Simoncito
y dijo: ¡de veras! no tengo ni unito.

A Simón el bobito le gusta el pescado
Y quiere volverse también pescador,
Y pasa las horas sentado, sentado,
Pescando en el balde de mamá Leonor.

Hizo Simoncito un pastel de nieve
Y a asar en las brasas hambriento lo echó,
Pero el pastelito se deshizo en breve,
Y apagó las brasas y nada comió.

Simón vio unos cardos cargando viruelas
Y dijo: -¡qué bueno! las voy a coger.
Pero peor que agujas y puntas de espuelas
Le hicieron brincar y silbar y morder.

Se lavó con negro de embolar zapatos
Porque su mamita no le dio jabón,
Y cuando cazaban ratones los gatos
Espantaba al gato gritando: ¡ratón!

Ordeñando un día la vaca pintada
Le apretó la cola en vez del pezón;
Y ¡aquí de la vaca! le dio tal patada
Que como un trompito bailó don Simón.

Y cayó montado sobre la ternera
Y doña ternera se enojó también
Y ahí va otro brinco y otra pateadera
Y dos revolcadas en un santiamén.

Se montó en un burro que halló en el mercado
Y a cazar venados alegre partió,
Voló por las calles sin ver un venado,
Rodó por las piedras y el asno se huyó.

A comprar un lomo lo envió taita Lucio,
Y él lo trajo a casa con gran precaución
Colgado del rabo de un caballo rucio
Para que llegase limpio y sabrosón.

Empezando apenas a cuajarse el hielo
Simón el bobito se fue a patinar,
Cuando de repente se le rompe el suelo
Y grita: ¡me ahogo! ¡vénganme a sacar!

Trepándose a un árbol a robarse un nido,
La pobre casita de un mirlo cantor,
Desgájase el árbol, Simón da un chillido,
Y cayó en un pozo de pésimo olor

Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco:
Y volviendo a casa le dijo a papá:
Taita yo no puedo matar pajaruco
Porque cuando tiro se espanta y se va.

Viendo una salsera llena de mostaza
Se tomó un buen trago creyéndola miel,
Y estuvo rabiando y echando babaza
Con tamaña lengua y ojos de clavel.

Vio un montón de tierra que estorbaba el paso
Y unos preguntaban ¿qué haremos aquí?
Bobos dijo el niño resolviendo el caso;
Que abran un grande hoyo y la echen allí

Lo enviaron por agua, y él fue volandito
Llevando el cedazo para echarla en él
Así que la traiga el buen Simoncito
Seguirá su historia pintoresca y fiel.

Decíamos ayer

Sobre tema de Ella Wheeler, dedicado a mi amigo C. M. S.

Como Fray Luis tras de su largo encierro
«Decíamos ayer…» también digamos.
¿Han pasado años? En la cuenta hay yerro,
O nosotros con ellos no pasamos.

Donde ayer lo dejamos, dulce dueño.
Recomencemos. Recogiendo amantes.
Los rotos hilos del antiguo sueño.
Sigamos arrullándolo como antes.

Respetuosa apartemos la mirada
de tumbas que haya entre partida y vuelta.
Y si hubiere una lágrima ya helada
ruede al calor del corazón disuelta.

Olvidemos la herrumbre que en el oro
de la rica ilusión depuso el llanto,
y los hielos que pálido, inodoro
dejaron el jardín que amamos tanto.

Olvidemos el hado que hizo injusto
de nuestros corazones su juguete,
y regalemos la orfandad del gusto
con el añejo néctar del banquete.

¡No es tarde, es tiempo! Olvida la ígnea huella
que al arador pesar cruzó en frente.
Para mis ojos tú siempre eres bella
yo para ti soy llama siempre ardiente:

Llama que hoy mismo a mi pupila fría
surge desde el recóndito santuario
pese a la nieve que en mi sien rocía
el invierno precoz del solitario.

Mírame en estos ojos que tu imagen
extáticos copiaron tantas veces.
Allí estas tú, sin lágrimas que te ajen
ni tiempo que interponga sus dobleces.

Búscame sólo allí, que yo entretanto
en los tiernos abismos de tus ojos
torno a encontrar mi disipado encanto,
la juventud que te ofrendé de hinojos.

¡Mi juventud!, espléndida al intenso
reverberar de tu alma ingenua y pura,
con brisas de verano por incienso,
y por palma de triunfo tu hermosura.

¡Mi juventud!, por título divino
espigadora en todo lo creado;
nauta en persecución del vellocino
de cuanto fuese de tu culto agrado.

Islas de luz del cielo, margaritas
de colgantes jardines y hondos mares,
néctar de espirituales sibaritas,
soplos de Dios a humanos luminares:

Las miradas del sabio más profundas
y del tal vez más sabio anacoreta;
las perlas de Arte, hijas de amor fecundas;
la suma voz de todo gran poeta.

Esas trombas de lírica armonía,
infiernos de pasión divinizados,
en que nos arrebatan a porfía
todos los embelesos conjurados:

Auras de aquella cima do confluyen
Hermosura y Verdad, pareja santa,
y las dos una misma constituyen,
y espíritu de amor sus nupcias canta.

Buscar palabra al silencioso drama
de la contemplación, mística guerra
entre Dios, Padre amante que reclama
al eterno extranjero de la tierra;

y esta madre de muerte, inmensa y bella
Venus que al por nos nutre y nos devora,
y presintiendo que escapamos de ella
con tanto hechizo nos abraza y llora.

Leer amor en tanta ruda espina
que escarnece a la fe y angustia al bueno.
Mostrar flores del alma en la ruïna,
luz en la oscuridad, oro en el cieno.

La flor de cuanto existe, oro celeste,
único que halagando tu alma noble
brindara en vago esparcimiento agreste
a nuestro doble ser regalo doble;

tal era mi tributo. Una confianza,
una sonrisa, una palabra tuya,
retorno abrumador, que en mi balanza
Dios, no un mortal, será quien retribuya.

Pero todo en redor, la limpia esfera,
el bosque, el viento, el pajarillo amable
semejaba, en tu obsequio, que quisiera
pagar por mí la dádiva impagable.

Aún veo sobre el carbón de tus pupilas
el arrebol fascinador de ocaso;
veo la vacada, escucho las esquilas:
va entrando en su redil paso entre paso.

Escucha, recelosa de la sombra,
la blanda codorniz que al nido llama
y al sentirnos parece que te nombra
y que por verte se empinó en la rama.

Escúchate a ti misma entre el concento
de aquella fiesta universal de amores,
cuando nos coronaba el firmamento
ciñéndonos de púrpura y de flores.

Esas flores murieron. Pero ¿has muerto
tú, fragancia inmortal del alma mía?
Años y años pasaron. Pero ¿es cierto
o es visión que existimos todavía?

Juntos aquí como esa tarde estamos,
y el mismo cielo es ara suntuosa
de aquel amor que entonces nos juramos
y hoy, en los mismos dos, arde y rebosa.

Ahí está el campo, el mirador collado,
el pasmoso horizonte, el sol propicio;
la cúpula y el templo no han variado.
Vuelva el glorificante sacrificio.

¿Y no ha herido tal vez tu fantasía
que aquella tarde insólita, imponente,
fue sólo misteriosa profecía
de este rnisteriosísimo presente. . . ?

En aquel hinmo universal, un dejo
percibí melancólico; y al fondo
de una lágrima tuya vi el bosquejo
del duelo que hoy en lo pasado escondo.

Pasó… Pero esa tarde en su misterio
citó para otra tarde nuestra vida.
Y hela aquí. El alma recobró su imperio
del sol abrasador a la caída.

¡La tarde!, la hora del perfecto aroma,
la hora de fe, de intimidad perfecta,
cuando Dios sobre el sol que se desploma
el infinito incógnito proyecta.

Cuanto es ya el suelo en fuego y tintes falto,
es de ardiente el espíritu y profundo;
y abiertas las esclusas de lo alto
flotamos como en brisas de otro mundo.

Ve cómo el blanco Véspero fulgura,
pasando intacto el arrebol sangriento.
¡Es la Amistad!, la roca firme y pura
que sirve a nuestro amor de hondo cimiento.

Nadie dejó de amar si amó de veras.
Cuando en árido tronco te encarnices
con la segur, tal vez lo regeneras
si son como las nuestras sus raíces.

Y antes te sonará más dulcemente
templada en el raudal de los gemidos,
la antigua voz que murmuraba ardiente
la música de mi alma en tus oídos.

¿Han pasado años?… Puede ser. ¿Quién halla
que el Tiempo sólo arrumbe o dañe o borre?
¡Cuánta espina embotó! ¡Qué de iras calla!
¡Su olvido a cuántos míseros socorre!

Para los dos el ministerio suyo
fue de ungido de Dios y extremo amigo.
Te veo sagrada, y sacro cuanto es tuyo,
y como de un cristal al casto abrigo.

En torno a ti, y a cuanto es tuyo, encuentro
halo de luz, atmósfera de santo;
como al santuario a visitarte hoy entro
y algo hay solemne en tu adorable encanto.

¡Dulce es sentir que hay almas, y que aman!
Su amor… inerme el tiempo para ellas…
Las vuelve, al Dios que férvidas aclaman,
como Él las hizo… jóvenes y bellas.

Han pasado años, sí… ¡por fin pasaron!
¡Rudo tropel que atravesó el camino!

En el Niágara

Dedicada en prenda de respetuosa admiración y de profundo reconocimiento a la señora María Juana Christie de Serrano

Ahí estás otra vez. . .! El mismo hechizo
Que años ha conocí, monstruo de gracia,
Blanco, fascinador, enorme, augusto,
Sultán de los torrentes,
Muelle y sereno en tu sin par pujanza.
¡Ahí estás siempre el Niágara! Perenne
En tu extático trance, en ese vértigo
De voluntad tremenda, sin cansarte
Nunca de ti, ni el hombre de admirarte.

¡Cómo cansarse! La belleza activa,
La siempre viva, porque siempre pura,
No puede fatigar. Hija perfecta
Sin medio humano, del excelso fiat
Que perpetuaron leyes inviolables
En su incesante acción; mimada hermana
Del firmamento, de la luz, del aire;
Huésped no expulsado del edén perdido;
Esta hermosura es creación constante
Y original, donde trasciende el soplo
De su autor soberano. Algo nos dice
Que allí está Dios: el néctar de embeleso
Y de reparación que a un tiempo mana.
Al contemplarla en nuestro fondo bullen
Los dormitados gérmenes divinos,
Cual hierve al sol el ánima viviente
De la naturaleza; y surge ansioso
El amor de familia, el de la eterna
E indisoluble y como al mar la gota
Emancipada al fin de térreos lazos,
Como del pecho de la madre el niño,
Mudos de íntimo gozo nos prendemos
En comunión de eternidad con ella.

¿Podrá Dios fatigar? ¡Ah! en lo que hastía
Hay encanto letal, triste principio
De inercia, hostil a Dios, germen de muerte,
Gangrena de Las almas secuestradas
De su raudal vivífico…
Mas ¿dónde
Mi mente descendió? Llámala al punto,
¡Oh Niágara! y en ti la imagen vea
De las almas triunfantes; mire al héroe
Sublime en su martirio; al genio mire
Sereno en la conciencia de su fuerza.
Distráeme, diviérteme, museo
De cataratas, fábrica de nubes;
Mar desfondado al peso de tus ondas;
Columnas que un omnipotente Alcides
Descolgó del Olimpo, entre dos vastos
Mediterráneos piélagos de un mundo.

Sigues, gigante excéntrico, gozando
Tu solitaria, inmemorial locura,
Digna de un Dios. Descadenada sueltas
Del valle por la rápida pendiente
Tu oceánica mole, y poseído
Del rapto a que impetuoso te abandonas
Ebrio del regocijo de tu fuerza,
No adviertes que ya el hombre ha sorprendido
Este retozo de titán, violando
La agreste soledad, y que en tus bordes
La hormiga semidiós bulle y se empina
A medirse contigo. .. ¡Ah, qué te importa!
No cabes en la tierra, y de un arranque
Vas a tomar por lecho el océano.

De los más lejos términos del globo
A visitarte viene y a elevarse
Con tu contemplación, reconociéndote
Sin rival hermosura. En tus orillas
Un sentimiento en lenguas mil proclamas
La grandeza de Dios y el inocente
Triunfo de la inmortal naturaleza.
Heredia te tributa entusiasmado
El Niágara de su alma, pavoroso
Muy más que el de tus ondas; el activo
Cíclope anglosajón, probando al mundo
Que es digno amo de ti, con puente aéreo
Salva tu abismo inmenso, y por su mano
Te da su abrazo atlético de hierro
Esto que el hombre (insecto de un instante
Y atolondrado por su instante) llama
La civilización. El cielo mismo
Tiende a tus pies esos divanes de ángeles,
Nácar del firmamento, y oponiendo
A un puente, mil; al arte de los hombres
El del Señor, suspende caprichoso,
Cual la sonrisa de la paz del alma
Entre los estertores del que muere,
Su iris tranquilo en medio a tu desastre.

Basta para tu gloria, insigne muestra
Del manantial de las bellezas; ara
De la perpetua admiración del hombre.
Yo, nada podré darte, aunque aspirara
A unir mi nombre a tu famoso nombre;
Que soy la misma sombra que otro día
A tus umbrales se asomó impasible.
Fantasma evanescente que en silencio
Va arravesando entre tu niebla fría. . .
Si al estruendo volcánico, profundo
De tu derrumbamiento, cimbra en torno
La tierra estremecida, el viento llora
Y aún tu cuenca de piedra conmovida,
Sonora te responde; ¡ay! entretanto
Sordo mi corazón no te percibe
Ni en mi alma hierve el frenesí del canto.

Pero ¿qué a ti, si el mismo de aquel día
Ahí estás, en tu pompa y magno aliento,
Como yo aquí, perenne en mi aislamiento
Y en su tedio infinito el alma mía?
Hoy te recorren otra vez mis ojos,
Mustios y melancólicos como antes.
Divino anfiteatro

Do entre un misterio de borrasca y nieblas
Luchan, cual en eterna pesadilla,
Monstruos de roca y amazonas de agua.
En mí no hay lucha, no; y en tu presencia,
Más que tu alta beldad, me maravilla
Mi absorta postración, mi indiferencia.

Ese lago de leche que dormido
Yace a tus pies; esas tendidas hojas
De cuajada esmeralda, opacas, turbias,
Manto marino que tu cauce vela,
Cuyas inertes, aplanadas olas
Atónitas al golpe, ignoran dónde
Seguir corriendo; ese ancho remolino
Que abajo las aguarda, y retorciéndose
Al empuje del mar que los violenta
Yérguese al centro, y cual pausada boa
En silencio fatal se enrosca, y nunca
Suelta la presa que atrayente arrolla
Allí más bien estoy; ese el mar muerto
De mi existencia, y el designio arcano
Que en giro estéril me aletarga y me hunde.

¿Dónde, oh Heredia, tu terror? Lo anhelo
Y no puedo encontrarlo. ¡Ah! no serías
Tan infeliz cuando esto te aterraba.
Si aquí la dicha palidece y tiembla,
Aquí por fín respira
La desesperación: sobre estos bordes
Alza ella sus altares; de ese abismo
En el tartáreo fondo
A voluptuosidades infernales
Un genio tentador la está llamando. . .
No, nada alcanza a dar pavor en toda
La alma naturaleza; el mal más grave
Que hace, es un bien: servirnos una tumba,
Un lecho al fatigado. Ella es un niño,
Siempre inocente, y candorosa, y dulce,
Nodriza; en fin que la bondad del cielo
Concedió al hombre…
El hombre, ese es el monstruo
(Bien lo supiste, Heredia) ese es el áspid
Cuyo contacto me estremece; el áspid
Que cuerpo y alma pérfido emponzoña.
Sempiterno satán de ajenas vidas
Y aun de la propia; turbador de tanto
Terrenal paraíso que natura
Brinda obsequiosa, y de cualquiera escena
De orden y paz, beldad que a su memoria
Presentará la aborrecida imagen
Del malogrado bienestar celeste.
El hombre, injerto atroz de ángel y diablo,
Enemigo mortal de cuanto asciende
La escala etérea en descollante copia
De la Divinidad. . ¡Aporte, oh monstruo!
¡Aquí Naturaleza! Yo, a la vista
De este rio de truenos.Fulgurante
Cometa de Las aguas.No querría
Si no abrazarme dél, como aquel iris
Que en su columna espléndida serpea.
Y como él, ni sentido, ni sensible
Desaparecer… Eres tan grande, oh Niágara,
Es tan irresistible tu embeleso,
Tu majestad, que el infortunio humano,
A no haber otro Dios, te adoraría;
Dios de la blanda muerte, a quien en vano
Jamás acudiría
A descargar su insoportable peso…

.¿Perdón, oh madre mía,
Mártir idolatrada! Hoy es la fecha
En que allá en nuestro hogar, alegre un tiempo,
Tu nombre festejábamos. ¡Imploro
De hinojos tu perdón! No es culpa tuya
Deberte yo tan miserable vida.
Hoy me salvas de nuevo; hoy, por ti sola,
Por tu ternura infatigable, ardiente,
Tu hijo infeliz se inmola,
Se inmola, sí, viviendo nuevamente…

Aquí, al salir del templo, venir usan
Los desposados. Su segundo templo,
Su ara de amor es ésta; aquí se sienten
Como fuera del mundo, y ya en Los brazos
De ese Dios, todo amor, todo clemencia,
Que los bendijo; y al más bello y puro
Torrente arrojan el jazmín primero
De su fresca guirnalda…
Duérme, duérme.
Casta y dulce visión! duérme al arrullo
Del mismo padre Niágara que un día
Recién nacida te arrulló,(1) y no ha mucho

Recién feliz te prometió arrullarte.
Duérme, y al par que a tus guirnaldas llegue
El perdurable réquiem que él te canta.

Llegue a tu alma mi oración profunda,
Llegue mi bendición a tu memoria.
Bendita porque amaste; más bendita
Por no ser ya mujer, porque moriste,
Y desapareciste, y descansaste,
Y descansó mi espíritu en tu fosa.
Todo acabó, perfectamente todo,
Como el Señor lo quiso… Hoy el ausente
Regresa al fin cerca de ti. Bien cerca
Estamos otra vez: tú en tu sepulcro
Muerta, es verdad. . . Y yo quizá más muerto
Que tú. Sobreviviéndome a mí mismo…

¡Silencio, paz! No turbarán mis voces
A la que fue; más fácil turbarían,
Niágara, tu tremendo arrobamiento.

En ti parece que comienza el mundo
Soltándose de manos del Eterno
Para emprender su curso sempiterno
Por el éter profundo
Eres el cielo que a cubrir la tierra
Desciendes, y velada en blancas nubes
La majestad de Dios baja contigo.

Siempre nuevo, brillante, en movimiento
Siempre fecundo, poderoso y fuerte
Como el vivo raudal de hirviente savia
Que de los pechos deslumbrantes brota
De la madre común naturaleza,
Despliegas tu grandeza en tu caída,
Y alzas de aquel abismo al firmamento
El himno de la fuerza y de la vida.
Mas para mí la vida es un sarcasmo,
Mi mundo ha concluído
Mi alma es hoy incapaz del entusiasmo
Y al quererte cantar, mi canto fuera
Del despecho el rugido,
O un de profundis de cansancio y muerte.

Por variar de tedio únicamente .
A contemplarte, Niágara, he venido;
Y al volverte la espalda indiferente
Limpio de tu vapor mi helada frente
Y te pago tu olvido con olvido.

(1) En la vecina ciudad de Buffalo. Las guirnaldas a que luego se elude, son Las sepulcrales, muy numerosas en Los cementerios norteamericanos.

SÚPLICA

Va entre sombras y luz mi pensamiento,
va entre amor y dolor mi corazón:
verte, es mi bien; no verte, mi tormento;
y el verte es, ¡ay!, par decirte ¡adiós!
¡Ser feliz lo que dura una mirada!
Ser nuestro amor secreto de los dos,
¡y no poder el alma enamorada
ir a ti en alas de mi triste adiós!
¡Ser mío tu corazón, y amando tanto
darme sólo un relámpago de amor!
De ese incesante enamorado canto
¡sólo escuchar la nota del adiós!
Mi bien, si me amas tú, si me adivinas
responde a las tinieblas a mi voz:
ciñe me así de flores o de espinas,
¡pero dame algo mas que un triste adiós!

DE NOCHE

No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!…
Silencio! Unas no son, otras me niegan.

Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.

Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche
son ceguedad. ¡Feliz el que consulta
oráculos más altos que su dueño!

Es la Vejez viajera de la noche;
y al paso que la tierra se le oculta,
abrese amigo a su mirada el cielo.

ÉXTASIS

¡Gran noche!… ¡Tanta majestad me aterra
tanta sublimidad me causa espanto!
Dios cobija el misterio de la tierra
con el misterio augusto de su manto.
Al son de aquella mística armonía
la inmensa tierra estático contemplo
como un cadáver, lívida, sombría,
bajo la santa bóveda del templo.
Esta sublime paz que me estremece
este silencio asombrador, profundo,
mas bien que una hora mundanal, parece
la víspera imponente de otro mundo.
Como una tregua entre la culpa inerme
y el rayo que se apronta a fulminarla,
cuando la pobre humanidad se duerme
Dios desciende en secreto a visitarla.

ESTROFA

Dicen que impreso en las pupilas queda
los ojos del muerto el matador,
estoy muerto, no se,
mas no hay quien pueda los míos borrar.
Que se lo veda corazón
La imagen de mi amor.

VALS

¡Más y más rápida
vuele la música!
¡Más y más ágiles
giren los pies!
En abrazo intimo
locos lancémonos
a la vorágine
de la embriaguez.
Amantes hálitos
pueblan la atmósfera,
y al rico estrépito
cimbra el salón.
Y de cien lámparas
los prismas trémulos
arpas eólicas
vibrando son.
Diamantes príncipes
se eclipsan pálidos
al ojo fébrido
de la beldad.
Y en lunas vénetas
hierve a relámpagos
de oro y de purpura,
su claridad.
Del valse al ímpetu
formas angélicas
despiden ráfagas
de tentación.

EL ÚLTIMO INSTANTE

Si sólo un instante resta
a nuestro amor desgraciado,
y si ese instante ha llegado
para nunca más volver,
¡Deja, por Dios, este instante
que te acaricie y te adore,
que de amor y angustia llore,
y que llore de placer!
Postrer vez tus blandas formas
sobre mi amante regazo,
tu cuello sobre mi brazo
y el otro en torno de ti.
Locos, atónitos, ebrios,
en delicioso desmayo,
pidamos que venga un rayo
a refundirnos así.
¡Al negro umbral de un infierno
de sufrimiento infinito,
den nuestras almas un grito
de inmensa felicidad!
Que nunca nieguen que amaron,
que un paraíso perdieron:
¡Soñaron cuanto quisieron,
y ese sueño fue verdad!
¡Venga un beso! Y sea más dulce
que aquel primer dulce beso,
y el mismo ardiente embeleso
timbre en tu mágica voz.
Gocemos cual dos que ausentes
tornan al fin a abrazarse,
no cual dos que al separase
se dan el último adiós.
¿Último? No, amada mía,
que el corazón con que te amo
fiel a ti como a su amo
el perro del montañés.
Del naufragio de la vida
me rescatará triunfante
para que venga anhelante
a deponerlo a tus pies.
¿Último? No, que a despecho
del envidioso destino,
no ha de faltarme camino
para volver hasta ti;
ave de amor que anidaste,
yo sabré tender el vuelo
tras del ángel hasta el Cielo,
tras de la mujer aquí.
Más mientras llega la hora
del recuerdo y de la ausencia
y unida con tu existencia
veo mi existencia correr;
¡Deja, por Dios, este instante
que te acaricie y te adore,
que de amor y angustia llore,
y que llore de placer!

LA TORMENTA DE VERANO

Al terrado subí buscando en donde
Asistir a la esplendida tormenta,
Fiesta lustral que ansiaba la sedienta
Tierra en la faz mustia y abatida fronde.

Préndese el cielo. Pálida se esconde
La noche. El trueno asordador revienta,
Y en toda la ancha esfera turbulenta,
Estruendo a estruendo y luz a luz responde.

Palestra de titánica porfia
Turbiones y relámpagos destella,
Y ruge y truena en bárbara armonía.

Rasga el rayo honda grieta, clara y bella
En la cuarteada bóveda sombría,
Y vislumbrase a Dios a través della.

El niño y la mariposa

Mariposa,
Vagarosa
Rica en tinte y en donaire
¿qué haces tú de rosa en rosa?
¿de qué vives en el aire?

Yo, de flores
Y de olores,
Y de espumas de la fuente,
Y del sol resplandeciente
Que me viste de colores

¿Me regalas
tus dos alas?
¡son tan lindas! ¡te las pido!
deja que orne mi vestido
con la pompa de tus galas

Tú, niñito
tan bonito,
tú que tienes tanto traje,
¿Por qué quieres un ropaje
que me ha dado Dios bendito?

¿De qué alitas
necesitas
si no vuelas cual yo vuelo?
¿qué me resta bajo el cielo
si mi todo me lo quitas?

Días sin cuento
De contento
El Señor a ti me envía;
Mas mi vida es un solo día,
No me lo hagas de tormento

¿te divierte
dar la muerte
a una pobre mariposa?
¡ay¡ quizás sobre una rosa
Me hallarás muy pronto inerte.

Oyó el niño
Con cariño
Esta queja de amargura,
Y una gota de miel pura
Le ofreció con dulce guiño

Ella, ansiosa,
Vuela y posa
En su palma sonrosada,
Y allí mismo, ya saciada,
Y de gozo temblorosa,
Expiró la mariposa.

ELVIRA TRACY

¡He aquí del año el más hermoso día,
digno del paraíso! ¡Es el temprano
saludo que el otoño nos envía;
son los adioses que nos da el verano!

Ondas de luz purísima abrillantan
la blanca alcoba de la dulce Elvira;
los pajarillos cariñosos cantan,
el perfumado céfiro suspira.

He allí su tocador: aún se estremece
cual de su virgen forma al tacto blando.
He allí a la madre de Jesús: parece
estar sus oraciones escuchando.

¡Un féretro en el centro, un paño, un Cristo!
¡Un cadáver! ¡Gran Dios!… ¡Elvira!… ¡Es ella!
Alegremente linda ayer la he visto.
¿Y hoy?… hela allí… ¡Solamente bella!

¡No ha muerto: duerme! ¡Vedla sonreída!
Ayer, en esta alcoba deliciosa,
feliz soñaba el sueño de la vida;
¡Hoy sueña el de una vida aún más dichosa:

Ya de la rosa el tinte pudibundo
murió en su faz; pero en augusta calma
la ilumina un reflejo de otro mundo
que al morir se entreabrió para su alma.

Ya para los sentidos no se enciende
la efímera beldad de arcilla impura:
mas, tras de ella, el espíritu sorprende
la santa eternidad de otra hermosura.

Cumplió quince años; ¡ay, edad festiva,
mas misterios y rara; edad traidora!
¡Cuando es la niña para el hombre esquiva,
y a los ángeles férvida enamora!

¡Pobre madre! ¡Del hombre la guardaste,
pero esconderla a su ángel no supiste!
¡La vio, se amaron, nada sospechaste
y en el impensado instante la perdiste!

Vio al expirar a su ángel adorado
y abrió los ojos al fulgor del cielo,
y dijo: -El sacrificio ha terminado.
¡Ven vámonos a casa!-, y tendió el vuelo.

¡Por eso luce tan hermoso el día
indiferente al llanto que nos cuesta!
Hoy hay boda en el cielo; él se gloria:
¡La patria de la novia está de fiesta!

MIRRINGA MIRRONGA

Mirringa Mirronga, la gata candonga
va a dar un convite jugando escondite,
y quiere que todos los gatos y gatas
no almuercen ratones ni cenen con ratas.
«A ver mis anteojos, y pluma y tintero,
y vamos poniendo las cartas primero.
Que vengan las Fuñas y las Fanfarriñas,
y Ñoño y Marroño y Tompo y sus niñas.
«Ahora veamos qué tal la alacena.
Hay pollo y pescado, ¡la cosa está buena!
Y hay tortas y pollos y carnes sin grasa.
¡Qué amable señora la dueña de casa!
«Venid mis michitos Mirrín y Mirrón.
Id volando al cuarto de mamá Fogón
por ocho escudillas y cuatro bandejas
que no estén rajadas, ni rotas ni viejas.
«Venid mis michitos Mirrón y Mirrín,
traed la canasta y el dindirindín,
¡y zape, al mercado! que faltan lechugas
y nabos y coles y arroz y tortuga.
«Decid a mi amita que tengo visita,
que no venga a verme, no sea que se enferme
que mañana mismo devuelvo sus platos,
que agradezco mucho y están muy baratos.
«¡Cuidado, patitas, si el suelo me embarran
¡Que quiten el polvo, que frieguen, que barran
¡Las flores, la mesa, la sopa!… ¡Tilín!
Ya llega la gente. ¡Jesús, qué trajín!».
Llegaron en coche ya entrada la noche
señores y damas, con muchas zalemas,
en grande uniforme, de cola y de guante,
con cuellos muy tiesos y frac elegante.
Al cerrar la puerta Mirriña la tuerta
en una cabriola se mordió la cola,
mas olió el tocino y dijo «¡Miaao!
¡Este es un banquete de pipiripao!»
Con muy buenos modos sentáronse todos,
tomaron la sopa y alzaron la copa;
el pescado frito estaba exquisito
y el pavo sin hueso era un embeleso.
De todo les brinda Mirringa Mirronga:
– «¿Le sirvo pechuga?» – «Como usted disponga,
y yo a usted pescado, que está delicado».
– «Pues tanto le peta, no gaste etiqueta:
«Repita sin miedo». Y él dice: – «Concedo».
Mas ¡ay! que una espina se le atasca indina,
y Ñoña la hermosa que es habilidosa
metiéndole el fuelle le dice: «¡Resuelle!»
Mirriña a Cuca le golpeó en la nuca
y pasó al instante la espina del diantre,
sirvieron los postres y luego el café,
y empezó la danza bailando un minué.
Hubo vals, lanceros y polka y mazurca,
y Tompo que estaba con máxima turca,
enreda en las uñas el traje de Ñoña
y ambos van al suelo y ella se desmoña.
Maullaron de risa todos los danzantes
y siguió el jaleo más alegre que antes,
y gritó Mirringa: «¡Ya cerré la puerta!
¡Mientras no amanezca, ninguno deserta!»
Pero ¡qué desgracia! entró doña Engracia
y armó un gatuperio un poquito serio
dándoles chorizo de tío Pegadizo
para que hagan cenas con tortas ajenas.

Cucufato y su gato

Quiso el niño Cutufato
Divertirse con un gato;
Le ató piedras al pescuezo,
Y riéndose el impío
Desde lo alto de un cerezo
Lo echó al río.

Por la noche se acostó;
Todo el mundo se durmió,
Y entró a verlo un visitante
El espectro de un amigo,
Que le dijo: ¡Hola! al instante
¡Ven conmigo!

Perdió el habla; ni un saludo
Cutufato hacerle pudo.
Tiritando y sin resuello
Se ocultó bajo la almohada;
Mas salió, de una tirada
Del cabello

Resistido estaba el chico;
Pero el otro callandico,
Con la cola haciendo un nudo
De una pierna lo amarró,
Y, ¡qué horror! casi desnudo
Lo arrastró.

Y voló con él al río,
Con un tiempo oscuro y frío,
Y colgándolo a manera
De un ramito de cereza
Lo echó al agua horrenda y fiera
De cabeza

¡Oh! ¡qué grande se hizo el gato!
¡qué chiquito el Cutufato!
¡Y qué caro al bribonzuelo
su barbarie le costó!
Más fue un sueño, y en el suelo
Despertó.

Valsando

Casta madonna del siglo trece,
En fondo de oro la blanca luna;
Un cielo inmenso, sin mancha alguna,
que al que lo mira rejuvenece,
Y en su éter puro nos desvanece,
Dando alas de ángel al corazón:
Y en mis oídos vibrando el rápido
Vals embriagante de aquellos días
En que girando loca de júbilo
Entre mis brazos amanecías,
Y negra hallábamos el alba hermosa
Que con sus tintas de perla rosa
Nos daba el toque de dispersión.

En esta noche, bajo este cielo,
A sus compases inflamadores,
Que alegre mi alma levanta el vuelo
Y torna al cielo de sus amores,
ya percibe tu aura de flores,

Y
Y el dulce peso…
De tus amores.

La pobre viejecita

Érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez

Bebía caldo, chocolate,
Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba
Qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía
Ni un ranchito en que vivir
Fuera de una casa grande
Con su huerta y su jardín

Nadie, nadie la cuidaba
Sino Andrés y Juan y Gil
Y ocho criados y dos pajes
De librea y corbatín

Nunca tuvo en qué sentarse
Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines
Y resorte al espaldar

Ni otra cama que una grande
Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma,
Mucha seda y mucho olán.

Y esta pobre viejecita
Cada año, hasta su fin,
Tuvo un año más de vieja
Y uno menos que vivir

Y al mirarse en el espejo
La espantaba siempre allí
Otra vieja de antiparras,
Papalina y peluquín.

Y esta pobre viejecita
No tenía que vestir
Sino trajes de mil cortes
Y de telas mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos,
Chanclas, botas y escarpín,
Descalcita por el suelo
Anduviera la infeliz

Apetito nunca tuvo
Acabando de comer,
Ni gozó salud completa
Cuando no se hallaba bien

Se murió del mal de arrugas,
Ya encorvada como un tres,
Y jamás volvió a quejarse
Ni de hambre ni de sed.

Y esta pobre viejecita
Al morir no dejó más
Que onzas, joyas, tierras, casas,
Ocho gatos y un turpial

Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar
Las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal.

El renacuajo paseador

El hijo de rana, Rinrín renacuajo
Salió esta mañana muy tieso y muy majo
Con pantalón corto, corbata a la moda
Sombrero encintado y chupa de boda.

-¡Muchacho, no salgas!- le grita mamá
pero él hace un gesto y orondo se va.

Halló en el camino, a un ratón vecino
Y le dijo: -¡amigo!- venga usted conmigo,
Visitemos juntos a doña ratona
Y habrá francachela y habrá comilona.

A poco llegaron, y avanza ratón,
Estírase el cuello, coge el aldabón,
Da dos o tres golpes, preguntan: ¿quién es?
-Yo doña ratona, beso a usted los pies

¿Está usted en casa? -Sí señor sí estoy,
y celebro mucho ver a ustedes hoy;
estaba en mi oficio, hilando algodón,
pero eso no importa; bienvenidos son.

Se hicieron la venia, se dieron la mano,
Y dice Ratico, que es más veterano :
Mi amigo el de verde rabia de calor,
Démele cerveza, hágame el favor.

Y en tanto que el pillo consume la jarra
Mandó la señora traer la guitarra
Y a renacuajo le pide que cante
Versitos alegres, tonada elegante.

-¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora,
pero es imposible darle gusto ahora,
que tengo el gaznate más seco que estopa
y me aprieta mucho esta nueva ropa.

-Lo siento infinito, responde tía rata,
aflójese un poco chaleco y corbata,
y yo mientras tanto les voy a cantar
una cancioncita muy particular.

Mas estando en esta brillante función
De baile y cerveza, guitarra y canción,
La gata y sus gatos salvan el umbral,
Y vuélvese aquello el juicio final

Doña gata vieja trinchó por la oreja
Al niño Ratico maullándole: ¡Hola!
Y los niños gatos a la vieja rata
Uno por la pata y otro por la cola

Don Renacuajito mirando este asalto
Tomó su sombrero, dio un tremendo salto
Y abriendo la puerta con mano y narices,
Se fue dando a todos noches muy felices

Y siguió saltando tan alto y aprisa,
Que perdió el sombrero, rasgó la camisa,
se coló en la boca de un pato tragón
y éste se lo embucha de un solo estirón

Y así concluyeron, uno, dos y tres
Ratón y Ratona, y el Rana después;
Los gatos comieron y el pato cenó,
¡y mamá Ranita solita quedó!

PASTORCITA

Pastorcita perdió sus ovejas
¡y quién sabe por dónde andarán!
-No te enfades, que oyeron tus quejas
y ellas mismas bien pronto vendrán.

Y no vendrán solas, que traerán sus colas,
Y ovejas y colas gran fiesta darán.
Pastorcita se queda dormida,
Y soñando las oye balar.

Se despierta y las llama enseguida,
Y engañada se tiende a llorar.
No llores, pastora, que niña que llora
Bien pronto la oímos reír y cantar.

Levantóse contenta, esperando
Que ha de verlas bien presto quizás;
Y las vio; mas dio un grito observando
Que dejaron las colas detrás.

Ay mis ovejitas ¡pobres raboncitas!
¿dónde están mis colas? ¿no las veré más?
Pero andando con todo el rebaño
Otro grito una tarde soltó,
Cuando un gajo de un viejo castaño
Cargadito de colas halló.

Secándose al viento, dos, tres, hasta ciento,
Allí unas tras otra ¡colgadas las vio!
Dio un suspiro y un golpe en la frente,
Y ensayó cuanto pudo inventar,
Miel, costura, variado ingrediente,
Para tanto rabón remendar;
Buscó la colita de cada ovejita
Y al verlas como antes se puso a bailar.

Our life is twofold

Doble es el hombre; ángel y bestia unidos
Disputándose el cetro en lucha ingrata.
Doble es el mundo: -espíritu y sentidos,
Cada cual en su mundo se dilata.
Doble es la vida: a todos los nacidos
El tiempo a un doble fin nos arrebata,
Nudo entre lo visible y lo invisible,
El polvo y Dios, lo eterno y lo finible.

A la poesía

Vicio divino, que a groseros vicios
Me hiciste despreciar,
Y las mil vanidades y artificios
Del tráfico vulgar;
Sacro elixir que al corazón y al alma
Das juventud sin fin,
Y entre abrojos y fango, etérea calma
Y alas de serafín,
Con que volver al aire primitivo,
Al gusto primicial
Y juicio puro, y al entero activo
Ser todo personal.
Libre del yugo de años mil, y de hombres,
Y de hábito y refrán,
Para llamar las cosas por sus nombres
Otra vez, como Adán;
señalar el cauce del derecho,
Y por sobre el saber
Y modo y ley del hombre, siempre estrecho,
Los del Supremo Ser.
Y así del mar ir a su fuente arcana
Y del acto al motor
Y adelantándose a la marcha humana
Servir de gastador.
O revolar por cuantas cosas bellas
Hizo Dios con querer
Y el alma ufana regalando en ellas
Vivir, sentir, creer.
Genio de amor inagotable, ardiente,
Eterno, universal,
Que a pasado y futuro haces presente,
Y real a lo ideal;
Y a un hombre solo, humanidad entera,
Con cuyo corazón
Toda ella lucha, y cree, ama, y espera,
Y llora su aflicción:
Siempre, ¡oh poesía! te adoré en privado
Como a Dios familiar.
Nunca a exponerte me atreví al mercado,
Ni profané tu altar.
Tu néctar mismo, la embriaguez del canto
Fue mi rico laurel,
Y el tierno abrazo, la sonrisa, el llanto
Que arrebaté con él.
Y una, y ciento, y mil veces te bendigo
Por más de un dulce sí,
Y más de un noble corazón amigo
Conquistados por ti,
Ese es mi oro, el único, tú sabes,
A que tengo afición,
Yo que no sueño en poseer más llaves
Que las del corazón.

La memoria

¡Oh perfecto presente del pasado,
Vida de tanto amado ausente y muerto,
Que poblando aquel fúnebre desierto
Burlas del tiempo el hierro despiadado!

En mi hoy, más prosaico y desolado
Que el muerto ayer, me ofreces más de un puerto
Do a buscar vuelvo en mi soñar despierto
Un asilo poético y sagrado:

Un temple a cuya entrada unjo con llanto
El corazón, y en otro mundo, el eco
De inolvidables voces, oro y canto,

¿Será tal fruición juego, embeleso
Y no fiel prenda, misterioso rito,
Aurora boreal de lo infinito?

El coche

¡Triqui!
¡Traque!
¡Juipi!
¡Juape!
¡Arre!
¡Hola!
¡Upa! ¡Vivo!, ¡Carambola!

Así del pescante,
feroz, jadeante,
se explica el cochero
de un coche viajero
que alzando humareda
y atroz polvareda
veloz bamboleante,
más brinca que rueda.

Y el látigo zumba;
y todo retumba
con tal alboroto,
cual de un terremoto
que al orbe derrumba,
y toda la gente
se agolpa imprudente
a ver qué noticia
al mundo desquicia,
o qué personaje
va en urgente viaje
de cántaros de oro,
que siguen ligeros
tal vez bandoleros,
galgos carniceros,
en pos del tesoro.

Al fin paró el coche
ya entrada la noche,
y abriólo el gentío
con gran reverencia;
y (¡extraña ocurrencia!)
lo hallaron… ¡Vacío!

Tal es, en retrato,
más de un mentecato
de muchos que encuentro.
¡Qué afán! ¡Qué aparato!
Y nada por dentro.

La marrana peripuesta

Viénele a un mono la chusca idea
De ornar con flores a una marrana,
Y ella al mirarse ya tan galana,
Envanecida se contonea.

Y a cuantos mira grúñeles: ¡ea!
¡paso a la venus! ¡todos atrás!
¡ah! dijo el zorro: siempre eres fea;
pero adornada: ¡mil veces más!

Lo desconocido

(En el álbum de una bella desconocida)

¿Qué instinto misterioso al hombre inclina
Al despego y frialdad por todo aquello
Que ya conoce, y a vestir de encanto
Y aun perseguir con afanosa industria
Todo lo que le es desconocido?

La cumbre azul de inaccesible monte,
La temblorosa estrella, el pajarillo
Que canta y no se ve, la forma vaga
Que definir las sombras no permiten;
El raudal que velado entre hondo bosque
Estrepitoso se derrumba; el río
Que por arcos de selva entrando vemos
A otro mayor do navegando vamos;
Una frase fugaz de amiga boca
Que a medias, percibimos; un sarao
Desde afuera escuchado; un pie que asoma
La media estrofa de un papel rasgado;
La inscripción rota, la actitud y asunto
Del torso antiguo, el fondo del estanque,
Los remotos orígenes del Nilo;
La ignota mano que escribió un billete
La nave que en la bruma se consume;
El crepúsculo incierto, grato al alma
Muy más que el esplendor del mediodia;
Los cuasi temas, los acordes sueltos
Que de lejana música nos traen
Las ráfagas del viento caprichosas;
El recién muerto, cuyo gesto inmóvil
Calla pertinazmente el gran secreto
Que fascinada el alma le pregunta;
El héroe muerto en flor, que siempre excede
A cuantos su epopeya remataron…
Hay en todo eso el íntimo atractivo
De lo desconocido o lo incompleto
Que a investigar o a completar provoca.

Oigo en todo eso un ¡búscame! irritante;
Imán de lo infinito a lo finito;
O una belleza de ilusión que acaso
La belleza real no alcanza nunca .
Parece que abrigara el alma humana
Tipos de toda perfección , los cuales
En infalible idealidad modelan
Los breves elementos que reciben;
Mientras que, si tentamos coronarlo
Con nuestros meDios materiales, todo
De los sentidos la torpeza acusa.

Pero ese afán perseguidor envuelve
La mejor Iucha de la vida, y llenos
Siglos y tierra están de sus conquistas.
De allí la ciencia, progresiva marcha
De lo noto a lo ignoto, a la cual deben
El cielo estrellas, y la tierra un mundo;
De allí el perdido Edén y de allí el Arte,
Cazador de hermosura, que delira
En volver a encontrar el Paraíso
De allí la Historia, la locuaz curiosa;
De allí el Amor, pues siempre en lo que amamos,
Algo, a nuestro pesar, desconocemos;
Y de allí, el desamor para el ingenio
Que, como un libro de escolar, permite
Que el corazón le aprenda de memoria;
Allí la Fe, visión de lo invisible;
Allí, en fin, el instinto, la conciencia
De un destino inmortal; de algo que abraza
Juntos misterio y solución de todo;
Unidad, perfección de perfecciones;
Causa primera y fin de cuanto existe;
Consciente posesión de lo absoluto
Ardiente vida en éxtasi inefable.

Bogotá, febrero 15 de 1881

»MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]New

Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899 – París, 1974) Poeta, narrador, dramaturgo, periodista y diplomático guatemalteco considerado uno de los protagonistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Precursor de la renovación de las técnicas narrativas y del realismo mágico que cristalizaría en el posterior «Boom» de la literatura hispanoamericana de los años 60, con su personalísimo empleo de la lengua castellana construyó uno de los mundos verbales más densos, sugerentes y dignos de estudio de las letras hispánicas.

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LOS POEMAS
Retrato de abuelos

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.
Abriendo lentamente los cofres de mi abuelo,
me daba a que besara la hoja de su espada.
Guardaba ha muchos años un relojón de plata,
una bandera blanca y azul color de cielo,
la estrella de una espuela y un lazo de corbata.
Conservo esos recuerdos que me legó de un hombre
y tengo en las reliquias de mis antepasados
la historia de mi casa, la gloria de mi nombre,
y guardo en esos cofres que siempre están abiertos
el retrato de bodas de mis abuelos muertos.

Credo

¡Credo en la Libertad, Madre de América,
creadora de mares dulces en la tierra,
y en Bolívar, su hijo, Señor Nuestro
que nació en Venezuela, padeció
bajo el poder español, fue combatido,
sintióse muerto sobre el Chimborazo,
resucitó a la voz de Colombia,
tocó al Eterno con sus manos
y está parado junto a Dios!

¡No nos juzgues, Bolívar, antes del día último,
porque creemos en la comunión de los hombres
que comulgan con el pueblo, sólo el pueblo
hace libres a los hombres, proclamamos
guerra a muerte y sin perdón a los tiranos
creemos en la resurrección de los héroes
y en la vida perdurable de los que como Tú,
Libertador, no mueren, cierran los ojos y se quedan velando.

Es el caso de hablar

Madre, te bendigo porque supiste hacer
de tu hijo un hombre real y enteramente humano.
Él triunfará en la vida. Se marcha y es el caso
de hablar de su regreso. Cuando veas volver,
en un día de fiesta, un viador que en la mano
luzca preciosas joyas y haga notorios paso
y ademán —¿insolencia, dinero o buena suerte?—;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.

Madre, si mirando el camino se acongoja tu alma
y tras la tapia asoma entonces un caminante
que trae gran renombre, espada poderosa,
ceñidas armaduras, en la frente la palma
de la victoria, y gesto de sigamos adelante,
por mucho que eso valga vale muy poca cosa
el poder de la espada, el oro y el renombre;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.

Madre, si aspirando el aroma de una flor
en un día de otoño gris y meditabundo
oyes que alguien te llama y te dice: ¡Señora,
allá por el camino viene un gran señor
del brazo de su amada, conoce todo el mundo,
en la pupila clara trae la mar que añora
y en su copa de mieles un sabor de aventura!;
no salgas a su encuentro, puede no ser tu hijo.

Madre, si en el invierno, después de haber cenado,
estás junto al bracero pensando con desgano,
oídos a la lluvia que cae sobre el techo,
y en eso, puerta y viento… Es alguien que ha
entrado
descubierta la frente y herramienta en la mano,
levántate a su encuentro porque tienes derecho
de abrazar a tu hijo, de quien hiciste un hombre
que vuelve de la vida con el jornal ganado.

Jesús de candelaria

Sombra de corazón de la amargura
a tu rostro que aviva pulso cárdeno
lirio inclinado bajo el viento, pesa
la cruz del viento.

Tu rodilla sin fuerza es como cera
que se derrite al sol, se ve en la túnica,
lirio inclinado bajo el viento, pesa
la cruz del viento.

Del entrecejo, hendido por los juncos
de la tribulación, hasta los pómulos
se afila tu nariz de asfixia, falta
a tu lengua el aire.

Nube de acabamiento da a tus ojos
frío de muerte que reduce a témpano
tu mirar, y no miras te derramas
agua de llanto.

La tortura va desmayando dentro
de ti palomas negras y tus tímpanos
reventados no oyen, te derramas
agua de llanto.

Menguante de tu sien que medra y pugna
bajo el pelo lluvioso, con el pálpito
hundido, te busca y no te encuentra
en tus sentidos.

Flexible y anillada, tu palabra,
cintura en movimiento, como el cálamo
del cetro quedó rota y no te encuentra
en tus sentidos.

¡Gusano de escarlata el astro labio
de Dios y labio de los hombres! ¡Cáñamo
perfumado el que ahora suda gota
de moribundo!

El cáliz del vacío no se aparta
de tus fauces sedientes y el líquido
de tu sangre lo desborda, vino
de moribundo.

La cadena encendida de las dalias
te ciñe en la penumbra de los párpados
a la desolación de la primera
hora de espinas.

El latón fino de tu pie en el suelo,
alianza sin sandalia con lo mínimo,
abre el camino de la cruz que ahora
es salvavidas.

Y la raíz en lucha de tus manos
retuerce como garfios sus diez pálidos
dedos asidos al madero que ahora
es salvavidas.

Ulises

Intimo amigo del ensueño, Ulises
volvía a su destino de neblina,
un como regresar de otros países
a su país. Por ser de sal marina.
Su corazón surcó la mar meñique
y el gran mar del olvido por afán,
calafateando amores en el dique
de la sed que traía. Sed, imán.
Aguja de marear entre quimeras
y Sirenas, la ruta presentida
por la carne y el alma ya extranjeras.
Su esposa lo esperaba y son felices
en la leyenda, pero no en la vida,
porque volvió sin regresar Ulises.

LA LUZ CORRE DESNUDA POR EL RIO

La luz corre desnuda por el río
huyendo sin cesar en lo movible
de la profundidad, del hondo frío
en que empieza la sombra y lo invisible.
La conoció al nacer, era rocío,
no este vano correr tras lo imposible,
imagen del humano desafío
a la divinidad. Sueño apacible
que endulza los saleros de los ojos,
mesa frugal y paz es lo que anhela
navegante, soldado y rey de antojos;
pero ¡ay! del ¡ay! del alma, no se alcanza
a volver con los remos y la vela
al puerto en que dejamos la esperanza.

Venecianas islas

Por menos sed, la corza viene a saltos
y a golpes de resortes, lengua fina,
se lleva en la garganta los cobaltos
de la tarde, en el agua cristalina…

Por menos hambre, la callada en altos
abedules, vuela a la vecina
esponja verde y pica a sobresaltos,
en las frutas, la luna vespertina…

Por menos sueño, la nocturna fuga
de la serpiente, el topo, la tortuga,
alas, pezuñas, cascos, animales

y colores y formas vegetales…
Menos sed, menos hambre y menos sueño
y a nada reducido el vasto empeño…

Andaraiz de la Flor del Aire

Andaraiz de la Flor del Aire,
¿qué es lo que sueñan los Cazadores?

Águila de Fuego,
raíz de raíz de árbol de sangre,
rojas sus huellas en el abanico de huellas
que va rodeando el lago, antes del asalto,
sueña que se incendia el agua (la más terrible
de las pesadillas, como augurio: el agua en llamas),
para quemar a Cuatricielo, el Hombre-de-las-Magias
que transformando en maniquí de paja
huye de los espejos colorados.

Andaraiz de la Flor del Aire,
¿qué es lo que sueñan los Cazadores?

Águila de Sueños,
raíz de raíz de árbol de morro,
negras sus huellas en el abanico de huellas
que va rodeando el lago, antes del asalto,
sueña que hiere de nuevo el ojo magnético,
ligeramente dulce, del animal-espejo
robador de huellas, presa que ya herida
escapa de sus manos y se convierte en un lago.

Andaraiz de la Flor del Aire,
¿qué es lo que sueñan los Cazadores?

Águila de Nubes,
raíz de raíz de árbol de leche,
amarillas sus huellas en el abanico de huellas
que va rodeando el lago, antes del asalto,
sueña que una tempestad de granizo
pone en fuga a Cuatricielo, el Hombre-de-las-Magias,
transformando en muñeco de escarcha,
muñeco de cuatro cabezas, ocho brazos,
ocho piernas, ocho pies…

Andaraiz de la Flor del Aire,
¿qué es lo que sueñan los Cazadores?

Águila de Árboles,
raíz de raíz del país verde,
verdes sus huellas en el abanico de huellas
que va rodeando el lago, antes del asalto,
flecha de mando apuntada hacia mediodía,
sueña que hiere a Cuatricielo,
que hiere y arrebata a Cuatricielo, el ídolo
del envoltorio que esconden sus entrañas,
ídolo de lava transparente,
ojo-dios formado por la lluvia.

Invierno

En rodillas de viento, galgo y huella
fuí tras de ti, mujer en mi presencia
transportado por ágil luz de estrella
de sentido en sentido hasta la ausencia.
Atravesaste, amor, los egoísmos
que en sílice de lágrimas desvelo
yuxtaponiendo abismos sobre abismos
en mi insoluble soledad de hielo.
La gran araña de la lluvia teje
con agua y viento telarañas móviles
¿qué mañana serán cuando despeje?
Superficie de vidrio sin quebranto,
como serán mis ojos cuando inmóviles
hayan llorado ya todo su llanto.

Venecia, la cautiva

Aquí cerca no hay, tampoco hay lejos.
Lo que parece cerca, el agua vieja
lo vuelve eternidad y en los reflejos
se aproxima la imagen que se aleja.

¿De qué es la realidad en los espejos?
Y los palacios entre ceja y ceja
de puentes como acentos circunflejos,
¿de qué son cuando el agua los refleja?…

Aquí todo es ayer, el hoy no existe,
huye en el agua, corre en los canales
y va dejando atrás lo que subsiste,

fuera del tiempo real, en las plurales
Venecias que nos da la perspectiva
de una Venecia sola, aquí cautiva.

Carpaccio

Dejadme en un Carpaccio, todo es pobre
fuera de su pintura, de sus gozos…
¿Cómo aceptar que el alma se recobre
de irrealidad tan real hecha de trozos

del sueño de Orsola al dragón de cobre,
del perrito a los santos religiosos,
que si llueven palacios, llueven sobre
Venecia, Carpaccios luminosos?

¿En qué Venecia estar? ¿En la de fuera
o en la Venecia del Carpaccio, dentro,
toda bañada en luz a la ligera,

milagro de la cruz y las especias?…
¡Dejadme en un Carpaccio, muy adentro,
que así puedo vivir en dos Venecias!

EL LINDO AMANECER

Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.

Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.

Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.

Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.

Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.

Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.

Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.

Marimba tocada por indios

La marimba pone huevos en los astros…

¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos, pues!

La marimba pone huevos en los astros…

El sol la desangra, la monta, es su gallo.
La marimba pone huevos en los astros.

¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos, pues!

¡Serpiente que muda de piel en los ecos!
¡Grito de madera que se bate en jícaras como el chocolate!
¡Sonido de hojas que van sobre hormigas de palo de hormigo!

¡Pereza de razas!
¡Pereza de lluvia!
¡Pereza de teclas que mascan copal!
Se masca la pena del hule.
Se tasca la pena del freno.
Los flecos se suenan mocosos de luna.
Se escupe la pena del guaro, tiñoso de riñas,
y huye el mujerío, pies, tetas y críos.

¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos, pues!

En los tecomates de negro agujero de coco
cubiertos de tela de tripa hay llanto de moscas,
peces—moscas y pájaros—moscas…
Y el gran alboroto del verde perico,
y el chisporroteo de chorchas de fuego,
y el vuelo redondo del cielo azulejo,
y los cuatrocientos sonidos cenzontles.
Trinó pito de agua, voló el azulejo,
la chorcha fue llama y gritó el perico.

¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos, pues!

Tempestad de trinos entre sus costillas,
atada de espalda, de faz a los cielos,
en el sacrificio de los prisioneros.

Danza de raíces y tribus maiceras.
La hieren de sangre picos de aves verdes
que le abren el pecho.
La hieren de leche saetas de plumas.
Flechas picaflores de punta de espina
la hieren de sueño. ¡Es sangre,
y es leche, y es sueño!…
Sangre de madera,
elástica leche de palo de hule
y sueño de cera pegado a las teclas
que cambia de carne al sonido,
que muda de hueso al sonido,
la carne africana
y el hueso de indio
se mezclan en lluvia sonora de varas y lanzas
de piedras de punta afilada,
garras de jaguares que destilan uñas,
peines de colmillos de lagartos sordos,
y belfos de pumas que destilan dientes.
Música entre dientes y miedo dormido.
La tocan varones de piedra de rayo vestidos de blanco.
Desde el sol alargan sus brazos de fuego.
Prolongan sus dedos varillas tostadas que al golpear sus yemas
de cabello de hule, en la faz sonora del teclado apenas sostenido
en hilos
de cuatro colores, van tiñendo el aire de verde, de rojo, azul y
amarillo…
Temblor coloreado de atmósfera y tierra
en que danzan montes, ceibas, caseríos
y quedan las huellas de pies, en los cactos,
huellas de las tunas en el baile verde,
huellas vegetales del gran cataclismo
que dejó las cosas vestidas de espejo,
como se vistieron cuando se creó el mundo,
como se vistieron cuando se creó el son…

¡Sonido de lluvia del telar del cielo!
¡Sonido de lluvia del panal del mundo!
¡Sonido de lluvia del sudor del hombre!
¡Sonido de lluvia de pelo de tigre!
¡Sonido de lluvia de pelo de pluma!
¡Sonido de lluvia de pelo de elote!
¡Sonido de lluvia de pelo de pino!
¡Sonido de lluvia de pelo de danta!

El son de las piedras debajo del agua,
el son del venado debajo del viento,
el son que se baila con pies parpadeantes,
carne en flor de jade, la mujer,
y el hombre,
erizo de chicha,
bajo su sombrero,
sobre sus dos pies.
¡La Juana conmigo!

Caen los refajos. Huyen las mujeres.
Pies, tetas y críos. Plomazos. Caballos.
Asamblea de corvos teñidos de sangre.
Parihuela de hojas teñidas de sangre.
Tierra de por medio teñida de sangre.
Escala de teclas que sirve de puente teñido de sangre.
¿Quién te hizo las teclas con brazos de cruces teñidos de sangre?

¡Torre a mecapal!
¡Algarabia de cotorritas!
¡Almáciga verde de loros que vuelan!
¡Grito de madera que se bate en jícaras como el chocolate!
¡Tejado de ocote sobre las casas de la luna!
¡Carpintero en la carpintería de la selva!
¡Manantial de trinos de guardabarranca!
¡Cenzontle borracho de aguardiente blanco!
¡Marimba tocada por indios!

CANTO DE ESPERANZA

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.

¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios, y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del Cristo.

La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.

Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombras la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.

¡Oh, Señor Jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?

Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.

Ven, Señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.

Y tu caballo blanco, que miró al visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.

¡Salve Guatemala!

¡Salve Guatemala!
¡Salve, Guatemala del anhelo y de las alas rubias
dos veces extraída del amor!
¡Salve, Guatemala del no callado musical silencio!
¡Salve, mano del Bien!
¡Salve mano de Dios!
Puertas son las espaldas. No veas extramuros.
Puertas de hueso y carne a la entrada del mundo,
en la ciudad del grito, donde se lustran las botas
con sangre, militares de muerte.
¡No veas! Las espaldas del hombre encadenado
oculten la visión de las cárceles llenas, los muros
fusilados, los caminos huyendo pavoridos
¡No veas, lo que fue ameno entre campos de flores,
fiesta del poderío del hombre ciudadano,
hoy convertido en yugo, picota y sacristía!
¡Ciégate la ventura de no ver
y deja que nosotos no apartemos los ojos
de ti que eres esposa, madre, hija, doncella,
hoy vendida al extraño! ¡Oh castigo! ¡Castigo!
Nadie mueve los labios y todos ven incrédulos,
ven de día y de noche, lo que, Patria, no veas,
al gran filibustero morder los onomásticos
de tus senos granudos de tierra cariñosa,
huesudo carnicero, y a los que te vendieron
cuidar que no interrumpa ninguno el festín de oro.
Sople el viento la antorcha de colores
que pinta con su luz tu firmamento,
la noche oculte el día para siempre,
el gran filibustero con ojos animales
devora intimidades de la Patria,
la palpa igual que un pelotero
y la aguija para que de vergüenza
se desmaye en sus brazos…
¿Por qué Dios es tan malo que no se apaga el cielo?
Sálgase el mar y barra con la tierra y los lagos,
tanta dulzura, tanta riqueza acumulada,
un terremoto acabe con todo para siempre,
el gran filibustero, baboso de tabaco,
taladra con su idioma trepidante
el oído de aroma de la Patria,
que ya no tiene nombre…
¿Por que Dios es tan malo que no se apaga el cielo?
No hay tiempo en las arenas
de las esclavitudes.
En las hojas, hay tiempo,
en las ramas, los troncos y raíces,
hay ese tiempo vivo que es del que vive el hombre
y el que la Patria un día tenía en sus relojes,
hoy el filibustero le cuenta las jornadas
para que satisfaga su ambición de pirata…
¡Oh, tardanza del fuego, del huracán y el rayo!
¡Patria con su cintura de bisagra quebrada!
¿Que otro atributo el suyo que su esbeltez?
¿Que otro atributo, en alto, que el cántaro con agua?
¿Que borceguí más fino que la piel de su planta?
¡Salid, filudas llamas y degollad cosechas!
¡Hay que incendiar la tierra contra el filibustero!
No es un mito el veneno que adormece y enjuta,
las cadenas del hielo, el vinagre en la esponja…
¡Poblad de muerte el tiempo!
¡Poblad de muerte el mundo!
¡Ni una isla de vida!
¡Ni una isla de sueño!
¡La Patria fue vendida al gran filibustero!
Los árboles se duermen en invierno.
Así la Patria duerma mientras ellos imperen,
el gran filibustero y los mil cancerberos,
así la Patria duerma mientras ellos dominen,
así la Patria duerma en espera del día
en que habrá que decir a las estrellas, brillen,
a las aguas reflejen la alegría sonora
de la cara del cielo y a los muertos despierten
que ha llegado la hora del hogar sin verdugos,
de la vida sin miedo, de la tierra sin amos,
de la siembra y cosecha de los preciosos granos,
del día venturoso de abrir los brazos todos
para echarnos al cuello de la Patria querida
y decirle con lluvia de júbilo en los ojos,
estás entre tus hijos,
y ellos están contigo.

Tecún-Umán,

Tecún-Umán, el de las torres verdes,
el de las altas torres verdes, verdes,
el de las torres verdes, verdes, verdes,
y en fila india indios, indios, indios
incontables como cien mil zompopos:
diez mil de flecha en pie de nube, mil
de honda en pie de chopo, siete mil
cerbateneros y mil filos de hacha
en cada cumbre ala de mariposa
caída en hormiguero de guerreros.
Tecún-Umán, el de las plumas verdes,
el de las largas plumas verdes, verdes,
el de las plumas verdes, verdes, verdes,
verdes, verdes, Quetzal de varios frentes
y movibles alas en la batalla,
en el aporreo de las mazorcas
de hombres de maíz que se desgranan
picoteados por pájaros de fuego,
en red de muerte entre las piedras sueltas.
Quetzalumán, el de las alas verdes
y larga cola verde, verde, verde,
verdes flechas verdes desde las torres
verdes, tatuado de tatuajes verdes.
Tecún-Umán, el de los atabales,
ruido tributario de la tempestad
en seco de los tamborones, cuero
de tamborón medio ternero, cuero
de tamborón que lleva cuero, cuero
adentro, cuero en medio, cuero afuera,
cuero de tamborón, bón, bón, borón, bón,
bón, bón, borón, bón, bón, bón, borón, bón,
bón, borón, bón, bón, bón, borón, bón, bón,
pepitoria de trueno que golpea
con pepitas gigantes en el hueso
del eco que desdobla el teponastle,
teponpón, teponpón, teponastle,
teponpón, teponpón, teponastle,
tepón, teponpón, tepón, teponpón,
teponpón, teponpón, teponpón…
Quetzalumán, el de las tunas verdes,
el de las altas tunas verdes, verdes,
el de las tunas verdes, verdes, verdes.
Las astas de las lanzas con metales
preciosos de victoria de relámpago
y los penachos despenicados
entre los estandartes de las tunas
y el desmoronamiento de la tierra
nublada y los lagos que apedrean
con el tún de sus tumbos sin espuma.
Tún, munición de guerra de Tecún
que llama, clama, junta, saca hombres
de la tierra para guerrear el baile
de la guerra que es el baile del tún.
Tún, tambor de guerra de Tecún,
ciego por dentro como el nido túnel
del colibrí gigante, del Quetzal,
el colibrí gigante de Tecún.
Quetzal, imán del sol, Tecún, imán
del tún, Quetzaltecún, sol y tún, tún-
bo del lago, tún-bo del monte, tún-
bo del verde, tún-bo del cielo, tún,
tún, tún, tún-bo del verde corazón
del tún, palpitación de la primavera,
en la primera primavera tún-bo
de flores que bañó la tierra viva.
¡Abuelo de ambidiestros! ¡Mano grande
para cubrirse el pecho con tlascalas
y españoles, fieras con cara humana!
¡Varón de Galibal y Señorío
de Quetzales en el patrimonio
testicular del cuenco de la honda,
y barba de pájaros goteantes
hasta la última generación
de jefes pintados con achiote rojo
y pelo de frijol enredador
en penachos de águilas cautivas!
¡Jefe de valentías y murallas
de tribus de piedra brava y clanes
de volcanes con brazos! Fuego y lava.
¿Quien se explica los volcanes sin brazos?
¡Raza de tempestad envuelta en plumas
de Quetzal, rojas, verdes, amarillas!
¡Quetzalumán, la serpiente coral
tiñe de miel de guerra el Sequijel
el desangrarse el Arbol del Augurio,
en el augurio de la sangre en lluvia,
a la altura de los cerros quetzales
y frente al Gavilán de Extremadura!
¡Tecún-Umán!
Silencio en rama…
Máscara de la noche agujereada…
Tortilla de ceniza y plumas muertas
en los agarraderos de la sombra,
más alla de la tiniebla, en la tiniebla
y bajo la tiniebla sin curación.
El Gavilán de Extremadura, uñas,
armadura y longinada lanza…
¿A quién llamar sin agua en las pupilas?
En las orejas de los caracoles sin viento
a quién llamar… a quién llamar…
¡Tecún-Umán! ¡Quetzalumán!
No se corta su aliento porque sigue en las llamas
Una ciudad en armas en su sangre
sigue, una ciudad con armadura
de campanas en lugar de tún, dueña
de semilla de libertad en alas
del colibrí gigante, del quetzal,
semilla dulce al perforar la lengua
en que ahora le llaman ¡Capitan!
¡Ya no es el tún! ¡Ya no es Tecún!
¡Ahora es el tán-tán de las campanas,
Capitán!

SU TRISTEZA ERA SUAVE

como el color de un lirio.
Y su dolor había conocido
a los primeros enamorados
que habitaron el planeta.

Por eso ahora
que se habían separado,
comenzaron
a estar
más cerca
que nunca
el uno del otro.

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LOR FATAL

A René Pérez.

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos…!

La luz corre desnuda por el río

La luz corre desnuda por el río
huyendo sin cesar en lo movible
de la profundidad, del hondo frío
en que empieza la sombra y lo invisible.
La conoció al nacer, era rocío,
no este vano correr tras lo imposible,
imagen del humano desafío
a la divinidad. Sueño apacible
que endulza los saleros de los ojos,
mesa frugal y paz es lo que anhela
navegante, soldado y rey de antojos;
pero ¡ay! del ¡ay! del alma, no se alcanza
a volver con los remos y la vela
al puerto en que dejamos la esperanza.

Autoquiromancia

Leo en la palma de mi mano,
Patria, tu dulce geografía.
Sube la línea de mi vida
con trazo igual a tus volcanes
y luego baja como línea
de corazón hasta mis dedos.
Mis manos son tu superficie,
la estampa viva de tu tacto.
Mapa con montes, montes, montes,
los llamaré Cuchumatanes,
como esas cumbres que el zafiro
del Mar del Sur ve de turquesa.
El Tacaná, dedo gigante,
guarde la entrada del asombro
donde el maíz se vuelve grano
ya comestible para el hombre,
cereal humano de tu carne.
El monte claro de la luna
es en tu mano lago abuelo
con doce templos a la orilla.
De allí partió tu pueblo niño
—modela, pinta, esculpe, teje—
a la conquista de la aurora.
Polvo de luz en la tiniebla,
línea del sol en la canora
carne del cuenco de mi mano,
caracol hondo en que palpitan
atlantes ríos acolchados
y otros más rápidos, suicidas.
Oigo pegando mis oídos
al mapa vivo de tu suelo
que llevo aquí, aquí en las manos,
repicar todas tus campanas,
parpadear todas tus estrellas.
Al desposarme con mi tierra
haced, amigos, mi sortija
con la luciérnaga más sola.
La inmensa noche de mi muerte
duerma mi sien sobre mi mano
con la luciérnaga más sola.

Letanías del desterrado

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
contemplar cielos que no son nuestros,
vivir con gente que no es la nuestra,
cantar canciones que no son nuestras,
reír con risa que no es la nuestra,
estrechar manos que no son nuestras,
llorar con llanto que no es el nuestro,
tener amores que no son nuestros,
probar comida que no es la nuestra,
rezar a dioses que no son nuestros,
oír un nombre que no es el nuestro,
pensar en cosas que no son nuestras,
usar moneda que no es la nuestra,
sentir caminos que no son nuestros…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tenerlo todo como prestado,
besar a niños que no son nuestros,
hacerse a fuego que no es el nuestro,
oír campanas que no son nuestras,
poner la cara que no es la nuestra,
llorar por muertos que no son nuestros,
vivir la vida que no es la nuestra,
jugar a juegos que no son nuestros,
dormir en cama que no es la nuestra,
subir a torres que no son nuestras,
leer noticias, menos las nuestras,
sufrir por todos y por lo nuestro,
oír que llueve con otra lluvia
y beber agua que no es la nuestra…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
no tener sombra, sino equipaje,
brindar en fiestas que no son nuestras
compartir lecho que no es el nuestro,
lecho y “pan nuestro” que no es el nuestro,
contar historias que no son nuestras,
cambiar de casas que no son nuestras,
hacer trabajos que no son nuestros,
andar ciudades que no la nuestra
y en hospitales que no son nuestros
cura de males que tienen cura,
alivio al menos, que no del nuestro,
que sólo sana con el regreso…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tal vez mañana, mañana o nunca..
El tiempo falso de los relojes
no cuenta el tiempo, cuenta la ausencia,
envejecerse cumpliendo años
que no son años sino descuentos
del almanaque que no es el nuestro,
morir en tierra que no es la nuestra,
oír que lloran sin ser los nuestros,
que otra bandera, que no es la nuestra,
cubre maderas que no son nuestras,
ataúd nuestro que no es el nuestro,
flores y cruces que no son nuestras,
dormir en tumba que no es la nuestra,
mezclarse a huesos que no son nuestros,
que al fin de cuentas, hombre sin patria
hombre sin nombre, hombre sin hombre…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
tenerlo todo como prestado,
no tener sombra sino equipaje,
tal vez mañana, mañana o nunca…

ELLA LO DIJO EN UN POEMA

Va pasando esta pena,
la pena de la vida,
la pena que no importa,
tú la has sentido larga,
yo la he sentido corta
y aún está distante
la tierra prometida.

A nuestro paso errante
fatal es todo empeño,
toda esperanza es muerta,
toda ilusión fallida …

Yo guardaré tu nombre,
yo velaré tu sueño,
yo esperaré contigo los primeros albores,
yo enjugaré tu llanto cuando conmigo llores,
y cuando ya no quieras que camine contigo
déjame abandonada como un grano de trigo
sobre las sementeras …

¡Déjame para siempre cuando ya no me quieras!

Otras ciudades, pero no Venecia

Otras ciudades, pero no con viento
en los palacios para hacerse al mar.
Anclada apenas en la tierra,
siento que esta ciudad está para zarpar.

Otras ciudades, pero no con tiento
de espejos, y neblinas, y radar
de murciélagos que oyen movimiento
de puentes en que todo es navegar.

Otras ciudades, sin la peripecia
de este ir soñando un viaje sin escalas,
otras ciudades pero no con alas

de piedra blanca y mármoles en vuelo,
reflejo de ciudad entre agua y cielo,
otras ciudades, pero no Venecia.

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.

…Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

…Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!

…Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!

El amor

¡Ah, suave afán, cabal e inútil pena,
clima de una piel tibia como un trino,
en secreto misterio la cadena
forjando está con sólo ser divino!
Astral tonicidad de sus recreos,
preciosa soledad de sus combates,
en linterna de alarma sus deseos
quemando está de campos a penates.
Eternidad de pétalo de rosa,
silencio azúl de álamo que aroma,
manjar de sombra con calor de esposa,
fruto prohibido que en el polen yerra,
tejiendo está con alas de paloma,
el vestido de novia de la Tierra.

ÉL LO DIJO EN UN POEMA

Ya cuando pase el tiempo en que te espero,
cuando la beatitud de tus cariños
vuelvas a darme y nos sintamos niños
ya tal vez no te quiero.

Si tardas mucho, primavera ha huido
y a tu regreso, tras las puertas juntas,
encontrarás sentado a un Viejo Olvido
con los ojos cargados de preguntas.

Los gatos de Venecia

De vidrio veneciano uñas en nieve,
en oro o en penumbra. Blancos gatos
de ojos de Nilo, negros de andar breve
y de ámbar de relámpago en retratos

tomados al magnesio que luz llueve,
los gatos amarillos, arrebatos
da esta ciudad que en góndolas se mueve
entre gatos y gatas que hacen tratos.

En góndolas de máscara gatuna
que erguidas, sin orejas y con dientes
de mandolina, corren tras la luna,

bola de lana que se desovilla
bajo los espinazos de los puentes
enarcados de una a otra orilla.

Venecia iluminada

¿De qué luz están hechos los cocuyos
y las verdes luciérnagas, luz y agua,
y los gusanos luminosos cuyos
besos son luz, y el fuego de la fragua,

y las estrellas, y los ojos tuyos,
aguasoles de sol que se desagua,
y la aurora boreal que ha hecho suyos
el esplendor del cielo que se agua

en el mar, éxtasis y agonía,
y la noche que sube a ser el día
pulverizada en aire de diamante

y el cinturón del cepo rutilante,
de qué luz están hechos, de qué hechizo,
que nos responda Dios el que los hizo.

ITE MISSA EST

A Reynaldo de Rafael

Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa,
virgen como la nieve y honda como la mar;
su espíritu es la hostia de mi amorosa misa,
y alzo al són de una dulce lira crepuscular.

Ojos de evocadora, gesto de profetisa,
en ella hay la sagrada frecuencia del altar:
su risa en la sonrisa suave de Monna Lisa;
sus labios son los únicos labios para besar.

Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;
apoyada en mi brazo como convaleciente
me mirará asombrada con íntimo pavor;

la enamorada esfinge quedará estupefacta;
apagaré la llama de la vestal intacta
¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!

Habla el gran lengua

Ceñimos las diademas del fuego,
las diademas del hombre,
para defender nuestra heredad,
el patrio elemento terrenal
sin tráfago de dueños;
tenemos las llaves del futuro
donde comienza el tiempo
y el cielo que atraviesa
el caminante de las sandalias de oro.

Vestimos nuestro plumaje, orlamos
nuestros pechos de acolchado silencio
con la flor heroica, candente,
y empezamos a batallar en las montañas,
en los campos,
en la ordenación de los telares,
de las palabras conjugadas con rocío,
de las herramientas bañadas de sudor,
de los candelarios de turquesa y jade,
petrificados en las escalinatas de los vertederos
de silencio lunar.
Tuvimos la mañana en el pecho.
Los ojos de las mujeres de senos en yunta
vieron amanecer entre criaturas
y amamantó a los hijos la leche tributaria
del bien y la alegría.
Tuvimos la mañana en las manos.
Tuvimos la mañana en la frente.
Y nadie avanzó allá de las pestañas del mar,
espumosas, salobres,
y nadie alteró el ritmo de su paso.
Las cabezas movíanse en redor de los cuellos,
al inclinarse para la reverencia, alzarse para andar
erguidas o volverse de un lado a otro: ¿Cuántas cabezas?

La selva las contaba. Cuantas cabezas firmes
en los cuellos, en los hombros, el tórax,
las piernas, las pantorrillas, los tobillos
y el lenguaje de los dedos de los pies
de la raza que sosegó caminos.
Una gran asamblea.
Agua nacida de las rocas, los ojos en las caras.
Grandes o pequeñas gotas de agua, las pupilas,
en las caras de piel lisa, fresca,
pulida por el viento, húmedo lunar.
Veían. Hablaban. Inexistentes y existentes.
Su presencia era el hablar y el callar.
Las manos en balanzas de antebrazos con brazaletes
que pesaban el dicho del sabio,
daban alas a la elocuencia del vidente
y se abrían y cerraban, como hojas de adormidera
en los antebrazos dolidos del extático,
quietud que rompió el Gran Lengua,
al que seguían las luciérnagas
entre la luz y el sueño, las joyas, el colibrí,
la pelambre graciosa de la mazorca de maíz verde,
la cárcel de los tatuajes
y las pieles de venadas que lo hacían distante.

ALLÁ LEJOS

Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecunda, plena de la armonía
del trópico; paloma de los bosques sonoros
del viento, de las hachas, de pájaros y toros
salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.

Pesado buey, tú evocas la dulce madrugada
que llamaba a la ordeña de la vaca lechera,
cuando era mi existencia toda blanca y rosada;
y tú, paloma arrulladora y montañera,
significas en mi primavera pasada
todo lo que hay en la divina Primavera.

Cerbatanero

Muchas veces volvió el Cerbatanero
con los ojos más hondos que el desvelo.
—Cerbatanero di ¿dónde está el cielo?
—Ya Dios se lo llevó…

—¿Entero?…
—Entero,

y fue mejor…

—¿Por qué, Cerbatanero?
—Porque después, se llevará el anhelo,
la tierra quedará para el guerrero
y el mar irá detrás llorando el duelo.

—Cuando el hombre se cansa de ser hombre,
(¿de qué flor no hay aroma en tu cansancio?)
Dios se lleva lo bueno de la tierra,
bajan arcones de color de nube
para el aljófar, el rocío, el viento,
y el agua de los ríos, y en estuches
de fuentes irisadas van los sueños,
cabellos de mujer, senos nadando
y caritas de niños sonrosados.

—¿Se llevará a los niños

—Se los lleva:

si los niños no ríen ni sonríen
de qué sirven los niños en la vida.
—Pero, Cerbatanero, ¿habrá cosechas?
—El campesino ya se siente falso,
trabaja humedecido de nostalgia.
Arar, sembrar, vivir para el guerrero.
Es mejor que se acaben las cosechas
que enantes eran fiestas, las vendimias
en que había la luz enamorada
del hombre en la dulzura de las vidas.
Cosechar ¿para qué?, si la matanza,
la ingratitud y la miseria es tanta,
como si fuera el triste resultado
de todas las industrias, tal industria.

La nupcia de los astros esta noche
sobre el dormido espacio de los seres.
Ciega y profunda oscuridad del suelo
sube a los pies. Adiós, Cerbatanero.

Guatemala

(Cantata)

¡Patria de las perfectas luces, tuya
la ingenua, agraria y melodiosa fiesta,
campos que cubren hoy brazos de cruces!

¡Patria de los perfectos lagos, altos
espejos que tu mano acerca al cielo
para que vea Dios tantos estragos!

¡Patria de los perfectos montes, cauda
de verdes curvas imantando auroras,
hoy por cárcel te dan tus horizontes!

¡Patria de los perfectos días, horas
de pájaros, de flores, de silencio
que ahora, ¡oh dolor!, son agonías!

¡Patria de los perfectos cielos, dueña
de tardes de oro y noches de luceros,
alba y poniente que hoy visten tus duelos!

¡Patria de los perfectos valles, tienden
de volcán a volcán verdes hamacas
que escuchan hoy llorar casas y calles!

¡Patria de los perfectos frutos, pulpa
de paraíso en cáscara de luces,
agridulces ahora por tus lutos!

¡Patria del armadillo y la luciérnaga
del pavoazul y el pájaro esmeralda,
por la que llora sin cesar el grillo!

¡Patria del monaguillo de los monos,
el atel colilargo, los venados,
los tapires, el pájaro amarillo

y los cenzontles reales, fuego en plumas
del colibrí ligero, juego en voces
de la protesta de tus animales!

Loros de verde que a tu oído gritan
no ser del oro verde que ambicionan
los que la libertad, Patria, te quitan.

Guacamayas que son tu plusvalía
por el plumaje de oro, cielo y sangre,
proclamándote va su gritería…

¡Patria de las perfectas aves, libre
vive el quetzal y encarcelado muere,
la vida es libertad, Patria, lo sabes!

¡Patria de los perfectos mares, tuyos
de tu profundidad y ricas costas,
más salóbregos hoy por tus pesares!

¡Patria de las perfectas mieses, antes
que tuyas, júbilo del pueblo, gente
con la que ahora en el pesar te creces!

¡Patria de los perfectos goces, hechos
de sonido, color, sabor, aroma,
que ahora para quién no son atroces!

¡Patria de las perfectas mieles, llanto
salado hoy, llanto en copa de amargura,
no la apartes de mí, no me consueles!

¡Patria de las perfectas siembras, calzan
con hambre de maíz sus pies desnudos,
los que huyen hoy, tus machos y tus hembras!

A VOSOTROS….A TODOS VOSOTROS

a vosotros,
los silenciosos seres de la noche
que tomaron mi mano en las tinieblas, a vosotros,
lámparas
de la luz inmortal, líneas de estrella,
pan de las vidas, hermanos secretos,
a todos, a vosotros,
digo: no hay gracias,
nada podrá llenar las copas
de la pureza,
nada puede
contener todo el sol en las banderas
de la primavera invencible,
como vuestras calladas dignidades.
Solamente
pienso
que he sido tal vez digno de tanta
sencillez, de flor tan pura,
que tal vez soy vosotros, eso mismo,
esa miga de tierra, harina y canto,
ese amasijo natural que sabe
de dónde sale y dónde pertenece.
No soy una campana de tan lejos,
ni un cristal enterrado tan profundo
que tú no puedas descifrar, soy sólo
pueblo, puerta escondida, pan oscuro,
y cuando me recibes, te recibes
a ti mismo, a ese huésped
tantas veces golpeado
y tantas veces
renacido.
A todo, a todos,
a cuantos no conozco, a cuantos nunca
oyeron este nombre, a los que viven
a lo largo de nuestros largos ríos,
al pie de los volcanes, a la sombra
sulfúrica del cobre, a pescadores y labriegos,
a indios azules en la orilla
de lagos centelleantes como vidrios,
al zapatero que a esta hora interroga
clavando el cuero con antiguas manos,
a ti, al que sin saberlo me ha esperado,
yo pertenezco y reconozco y canto.