A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

LAS BOTAS PUESTAS [Mi poema]
Ángel Crespo [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

He mandado a paseo a mi pasado
liberando lo oscuro de ese lastre.
No quiero recordar que fue un desastre.
Me trae a mal traer. Que el muy pesado,

así que le provoque aun más insiste,
surgiendo cuando estoy más relajado,
cuando sueño te encuentras a mi lado
y empiezo a disfrutar. Y es que él resiste.

Le increpo que no es nadie, que no existe,
no sé cómo decir que le aborrezco.
En tanto él me recuerda que envejezco
haciendo mi semblante torne triste.

Cada cual su pasado lleva a cuestas
aunque quieras pensar, no te ha olvidado.
Debieras ya de haberse acostumbrado.
que aunque finjan tendrán las botas puestas.
©donaciano bueno

Por mucho que lo intentes, el #pasado siempre te #perseguirá, o no? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Ángel Crespo

Bajo un cielo sin pájaros…

Bajo un cielo sin pájaros
¿qué redención podemos
esperar -o qué canto
suspendernos sabría?

Va el sol cayendo, y su cadáver frío
no cruza un ala -y todas las auroras
gritan desde su ayer que no está muerta
la hoja postrera.
¿Pero en qué paisaje
tiñe de verde, en qué país, al viento?

Con la siniestra mano

Concededme, dioses, que escriba
con la siniestra mano, pero no
le concedáis destreza. Que ella sola
se afane en enseñarme, que las líneas

que trace sean,
como las rimas, tortuosas;
que una letra pueda leerse,
indiferentemente,
como una alabanza, un vituperio
a vuestros gestos inmortales
de dioses o de diosas;
que los versos inhábil- se entrecrucen

como vuestras miradas y silencios;
y, así, tan lentamente

como vuestras auroras y ocasos,
vaya sumando mundo
esa torpe escritura:
recobrando azul para el cielo
(que no era luz),
y el temblor de las aguas
(del pozo de los pozos), y
en todo, y lo demás, la sed perdida
(en sus cauces nacientes);
y cuando ya mis líneas quiera
enderezarse -ya adiestrada
mi torpe adrede mano-,
volváis los ojos displicentes
para que yo quiera deciros
no sabré con qué mano.

Cuando te quedas solo, eres espejo…

Cuando te quedas solo, eres espejo
de lo que fuiste:
una mañana
contemplada desde el balcón
entornado; unos pasos
armoniosos que no has seguido
para no derramar tu gozo;
unas cuantas palabras
que te cambiaron más que el tiempo;
una mirada que se ahogó
como luz en tus venas;
un viaje que nunca querías
terminar; tu alma ausente
de lo que te esperaba
al quedarte tan solo.

El muro

El peregrino llega junto al muro,
ya sin aliento, apoya el él las manos
y la frente, buscando refrigerio:

mas pronto las aparta, que unas manos
y una encendida frente
lo sostienen del otro lado.

El viento se ha quedado quieto…

El viento se ha quedado quieto
cabe las ramas, y me acecha
con ojos encendidos.
¿Qué me recuerda -o me recuerdas-? No
sabría adivinarlo.
Y caen las hojas
que consume la hoguera.

El pedregal

¿Son alas deshojadas, huesos, tristes
restos de algún naufragio,
trances sin nombre,
tiempo derrumbado
-o no son más que piedras?
Detrás de ellas habrá un paisaje abierto
o soledad tan sólo;
habrá un vuelo, un tumulto acre de plumas,
un fragor de olas contra el casco vivo,
o una muralla, por la que pasean
centinelas y brumas
y el mediodía se alzará lo mismo
que una rama que crece.

O tal vez no.

Me paro junto a este
pedregal: no me atrevo
a dar un paso más
hacia lo que me engaña revelándose.

El tedio

El tedio a veces es como el amor;
mana de las cavernas
del pecho, se dilata,
atraviesa la estancia y los cristales
y se difunde hasta perderse
de vista.
Y, barnizado
con su color distinto,
es más íntimo el mundo.

El tiempo se ha posado como un pájaro…

El tiempo se ha posado como un pájaro
peregrino y cansado
a la sombra que doy. Ave de alas
abiertas y caídas
ahora, la cabeza inclina, y abre
el curvo pico, ya ciega a la luz
que ahora no mueve rayos.
Igual que un agua que se remansara
cuando, al formar cascada, está cayendo,
o como llama que de arder dejase
al unirse a otra llama, o como aire
que cesa de moverse a medio viento,
así el tiempo, a mitad
de sí mismo, pretende que yo aprenda
a eternizarme -y que me pare un punto
a la sombra que da bajo mi sombra.

En esta lluvia

Os palpé en esta lluvia,
no en el aire,
sino en la tierra, tras haber caído
-entre la hierba fría
y caliente, como una boca
grande y verde que no devora tiempos:
mis manos ahora huelen
a aceite de podrido
y lujuriante azahar (mis dedos,
ya planetas del árbol)
y también a una axila rosa
y al escozor de un vientre
no virgen, tras la lluvia.

Estabais allí tras el agua
-o sea, allí en la lluvia-
como jugando a ser espejos
más que su fibra ambigua,

pero era vuestro el aire.

Iban mirándome al pasar

En una cueva de un monte lejano
me refugié. Y era de día
y cantaba el agua en el agua
y el aire soñaba en el aire.

Me refugié para no huirme
y no encontrarme. Era de noche
y el monte aquel era de luz.

Nunca supe de procesiones
como aquéllas: vestían clámides
transparentes, sin fibras, iban
mirándome al pasar.

Lo que no tiene fin no se posee
ni nos posee: las miradas,
suyas y mías, eran formas
de otra forma de amor.

No hay dioses muertos si son dioses,
ni aquella cueva, ni aquel monte,
ni aquella luz, ni clámides
sin fimbrias, pues abrí
los ojos, y hasta el pecho
surgió el río del río.

Ignorancia de otoño

Para ignorar, hay que vivir.
Las manos ya se niegan
al testimonio de los días
y las noches paradas.

Maduras
pero todavía no asoman,
amargos, los gajos abiertos
que oculta tu temor.
Aún no ignoras bastante.
Temes el vuelo de ese pájaro
obstinado.
¿Transcurren, pues, las estaciones
o eres tú, tan absorto, el tiempo?

Sabes ya que la lluvia
no importa, que nada vale el plazo
de la espera.
Lo sabes
e ignorar es el alimento
del hombre -el de esta brisa
que no se sabe aire.

Jardín de Turena

La joven se sentó en la hierba,
se desnudó los pies
y amaneció más allá de la aurora.

Las sombras van cayendo como un regalo de los dioses…

Las sombras van cayendo como un regalo de los dioses,
el más generoso, pues son
de sus incorruptibles cuerpos y de sus almas
inmortales imagen; y no
nos piden nada a cambio de este espejo
en el que todo encuentra su unidad
de nuevo, es otra vez, y cada vez,
como un latido hecho de movimiento y de quietud,
el puro pensamiento que se esconde
de sí mismo, acosado por la luz.

Los árboles crecen deprisa

Mientras iban creciendo
estos árboles, yo
daba vueltas al mapa
diario de mis sueños.-
Y cada rama era
el nombre de un país, y cada hoja
una ciudad con torres o mezquitas
y siempre con un alma
en pena.
Y en otoño
me querían llevar al otro mundo
las hojas amarillas
y una calle sin nombre y sin ventanas.

Los ojos de la corza

Viajo desde los ojos de la corza
a su interior. Un mundo de cristales
ternísimos y velos ligerísimos
acoge al primer paso de mis ojos.
Avanzo sin temor; sobrecogido,
no obstante, por lo fácil del camino
que, de ojos adelante, ya discurre
por pasadizos y pasillos suaves
al tacto de los pies que me imagino,
y porque a su través se transparentan
leves arquitecturas sinuosas,
edificios de flor carnal y ramas
que, aunque no mueve el viento, se cimbrean
al borde de arroyuelos escarlatas,
y suaves y pulidas piedras puestas
en orden de descanso y sobresalto.
Lejos quedan los ojos de la corza
en tan corto trayecto transcendidos
y, cuando vuelvo hacia ellos la mirada
-ya huésped familiar de lo aludido-,
no encuentro su salida luminosa
y me pierdo en un prado de mil prados,
hechos de tiempos idos y presentes,
vigilados por vuelos agresivos
y por olfatos que el marfil afilan.
Sigo los vericuetos de la corza,
que se han hecho mi propio laberinto,
y hallo en su centro de lucientes ojos
los suyos y los míos junto a un pozo
del que desborda el agua suya y mía.

Madrigal a Afrodita

Merced a ti la flor del aire es oro,
oro es la flor del trigo;
y la amapola roja,
rubia flor, pariente del oro.

Enloqueciendo al aire
y a lo escondido de la tierra,
haciendo caer lluvias amarillas
sobre las matrices del agua,
atas al monte con un nudo de oro.

Sube el polen los escalones
arriesgados del aire
con alas músicas, con trinos
más libres que de pájaros,
como el oro le trina al oro.

Y la cabellera te sueltas,
rubia y casta, diosa desnuda,
que acaricia al caer tu sexo:
y un espasmo corre en la espalda
bajo las olas locas de oro.

Una bandada de palomas,
grajas o ciervos, amarillos,
he visto en sueños: sus pupilas,
que me miraban fijamente,
despedían chispas de oro.

No te asomes a ese jardín…

No te asomes a ese jardín
ni quieras descubrir sus rosas.
Mueren tras ese idéntico
perfume, igual color,
y la sed llena el vaso.

No te acerques a ese jardín
si quieres que aún existas
y que tu amor de siglos no se apague,
y si amas la esperanza.

Déjalas bajo el sol: búscate dentro
esa otra cosa que renace y muere,
esa flor que sospechas que hay en ti,
esa rosa que fue, pasó, nunca hubo rosas.

Ofrendas

En cada mano, el mundo deja
aquello que no tiene su medida:
lo que pesa demás, lo que es ardiente
en exceso -pues nadie
que tenga un alma puede
impasible aguardar como la estrella.

No es que no tenga luz, pero sus rayos
deben llegar a donde no ilumina
el fuego general -al subterráneo
de cada vida, al breve paraíso
que brota de su sed como un relámpago.

Paloma de Helsinki

Por miedo de que ardiese una paloma
que eclipsaba al sol con sus plumas
volando hacia las llamas
que apagaba el crepúsculo,
ya no pude escribir aquel poema
que temblando empecé
por miedo de que ardiese una paloma.

Paseata del destronado

¿En qué jardín sembrar una rosa
de Francia? ¿A que follajes
confiar una estatua de Ceres la rubia,
un bronce del Verrocchio, una matita de verbena?

¿Puede ascender sobre estos pastos
un quinteto de oboes,
o bien una gentil perdiz
que podríamos llevar al lienzo?

¡Ah! ¿Dónde crece el laurel oloroso,
dónde canta al oído el agua,
dónde unas columnas caídas
que sonrían sin una mueca?

La distancia se me convierte
en un reino redondo y cristalino,
a través del cual una mano
ofrece a mi cansancio sus sortijas.

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NADIE DEBE MORIR [Mi poema]
Luis Felipe Comendador [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Nadie debe morir. El mar tampoco.
Morir es destruir lo que antes se hizo.
Es hacer que este mundo sea postizo.
Morir, matar, morir es estar loco.

La ruina del que sufre, es un destrozo.
Ni dios hay que merezca el sacrificio.
Dejar es a la vida sin resquicio.
Tirar a la esperanza al fondo un pozo.

Morir, matar, morir. Contrasentido.
¿Nacer para morir?, no hay quien lo entienda.
Estar ya condenado en la contienda
sabiendo has de llegar y ya te has ido.

Pensar que eres muñeco, marioneta.
Clamar al cielo y ver que no te ha oído
sintiendo que eres pobre y desvalido
pues ves que tu existencia ya se agrieta.

Si, muerte, hoy tú no tienes quien defienda
¿por qué es que te hizo dios si él es eterno?
Debieras de penar en el infierno,
no encuentro esa ganancia que se arrienda.
©donaciano bueno

Podría haberse hecho un #mundo sin #muertes? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Luis Felipe Comendador

Amante fiel

Si fueras el pecado y su tragedia,
quien aplica tortura
o simplemente firma los papeles,
si te fueras con otro
o compartieras cama
conmigo y otros hombres,
si fueras de una secta,
monjita de clausura o esclava del Diablo,
si huyeras de mis ojos
y arropases los tuyos
con una causa injusta,
si asesinases a tus padres
o incluso a nuestros hijos,
si mintieses en todo
o fueses tan sincera
que tu palabra hiriese
como daga o venablo.

Si levantases cada minuto
un falso testimonio
sobre mí…

te seguiría amando.

Ce monde est bien plat – Qué vulgar es este mundo

¿Y de la vanidad…
qué me dices de la vanidad?
Tiembla la mano como tañida por un ángel terrible
y la vejez oculta la belleza aquella
que fue deseo de otros

y los rostros de pétalos caídos
sólo saben en los ojos que ya no hay esquinas
que doblar,
tan sólo el alarido,
el pulso de un final tan ordinario
como otros.

No hay nada particular en la vejez,
¿por que no morir, entonces,
cuando la savia no precisa el decorado,
cuando el flou es una resta,
cuando apenas puede imaginarse
otro luto que no sea el que recogen los ojos?

Desnúdate para mí,
quítate los afeites
y que sean tus axilas
las que llenen mis manos.
Quede la vanidad para otras pieles
y déjame abrazar tu cuerpo último
herido por el tiempo
hasta expirarlo.
Fuimos… que ya es bastante.

Ce soir, J’ai le coeur mal – Esta tarde tengo el corazón mal

Hace tiempo que sólo hablo en pasado,
que apenas soy capaz de atisbar un ahora
triste,
tristísimo…
y, solo, me refugio en los recuerdos
como queriendo encontrarme
en un calor de antes
que ya es frío.

Lloro a veces
y no sé por qué lloro,
quizás para intentar
buscarme en la humedad de mis mejillas.

La soledad es dura compañera
en tardes como ésta,
tardes en que la muerte
sería el mejor láudano.

Siento latir mi piel
de cartón piedra.

Défaire et refaire ses tresses – Deshacer y rehacer sus trenzas

Existo en tu cabello
y me deshago en él como incendiado.

Tiene entonces sentido la batalla,
tiene sentido el vivo azul Chagall
que cruza el ojo,
las doce en el reloj,
la música, el ocaso…

¡El ocaso!

Quiero hablarte de todo el tiempo,
de las horas anudado a tu nuca
con las manos trenzadas,
del terror que los días
supuraban en mis ojos de espejo.
Quiero hablarte del vello
que erizabas mirándolo,
de los hijos perdidos
ahogados en las sábanas
que no sabían nadar.
Quiero hablarte del raro sinsentido
que es amarte hasta desamarte.

También te odié,
y eso es amor.

La sonde t’entre par le nez – Que la sonda te entre por la nariz

Ahora que ya no sientes
la furia del ridículo encendiéndote
y me miras llorando,
suplicando mi mano para salir
de donde yo jamás podré sacarte…

Ahora que la certeza del final
se te ha clavado justo en las pupilas
y la vida penetra regalada
por esta sonda fría,
umbilical…

Ahora entiendes mi prisa,
mis ganas de tenerte
antes del dormitorio,
mi insaciable ansiedad
encarnada de piel y de saliva…

Ahora que te penetra el plástico
y no quieres mirarte en el espejo…

Ahora me pides, leve,
sin palabras,
que recupere el tiempo con mis manos.

Y yo tan sólo sé
seguir amándote.

Los alemanes iban vestidos de gris, tú ibas vestida de azul

Vivo mirando tus fotografías,
las del último agosto, cuando estabas
en una proa ajena y no pensabas
más que en tu soledad de ramas frías.

Presiento en tu figura otro paisaje,
otros amores rojos y paganos,
y siento que te rozan otras manos
como un puñal de fiebre, y un coraje

de celo y desazón me ahoga y vuelven
a morderme por dentro las entrañas.
Engáñame y no digas que me engañas,

di que me amas igual que se revuelven
las playas en sus olas. ¡Miénteme!
Di que no hay otro él. ¡Engáñame!

On n’aime qu’une fois – Sólo se ama una vez

Si yo supiera hablar
con las justas palabras,
si pudiera poner los nombres a las cosas
y hacer que así existieran,
si consiguiera hablarte
con la palabra exacta…

sabrías que ni antes
ni después de saberte
puede haber sentimiento
más intenso.

Si tu savais! – ¡Si supieras!

Hoy me he sorprendido
escribiendo de ti en pasado…

Era tan delicadamente cándida,
tan blanca era su piel
y tan suave,
tan hermosa su voz
y su mirada…

Luego he llorado
para hacerte presente
hasta que he comprendido
que te he querido tanto
que no te reconozco así,
desmadejada.

Soigne-toi Je t’en conjure! – ¡Cuídate, te lo ruego!

Siento cómo te vas,
cómo se apaga tu voz
mientras me preguntas
que qué he comido,
que si he hecho la cama,
que y los niños, cómo están.

Te pido con mi mano que calles,
que me mires y calles
mientras me dices todo con los ojos.

De vuelta a casa
me siento como un banco mojado
que no quiere la gente
y susurro tu nombre despacito

¡Cuídate, te lo ruego!…

Ya sin ti yo soy nada.

Sogneur – Soñador

Siempre me gustó todo lo que no tuve,
por eso me gustas más ahora
que ya no eres mía.
Y quisiera comerte
desde el vientre a la boca
en el centro del parque
para que nos llamaran indecentes.

Sublime – Sublime

Porque debe olvidarse el amor
para que exista
me deshago el camino
y abandono las lágrimas
en la oscura escalera
mientras un corazón de napa
me crece entre los dientes.

Nacimos para morir,
y sin embargo…

Tout est frais – Todo es nuevo

Mujer,
hoy,
decaída,
me lloras en el hombro
y son tus ojos achinados
bellas postales
después de la tormenta.

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ALZAR LA VOZ [Mi poema]
Antonio Cisneros [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

La gente sufre. Es hora que la gente
levante ya su voz, que clame al cielo,
que lance al ancho mar su desconsuelo
y deje de mostrar tan indigente,
no pique en el anzuelo.

Es hora de dejar ya la platea,
obviando de que existan los balcones,
se olvide de creer en las naciones
y acaso en la que vive no más crea,
y atienda a las razones.

Que deje de seguir a los felones,
creyendo solamente en uno mismo.
Que esa excusa, la pila del bautismo,
es un hecho al azar. Y sus pasiones
les llevan al abismo.

Amigo mío, es hora de pensar,
ni tú ni yo ni aquel, no somos nada,
evita ser borrego en la manada,
que algunos hoy te quieren engañar
para sacar tajada.
©donaciano bueno

En esta sociedad hay que #luchar por no ser un #borrego? Share on X

Comentario: Duda de aquellas personas que a sí mismos se autoproclaman elegidos, predicadores, fanáticos… y que precisan de un rebaño que les siga para corroborarlo. No son nada más que una mera fachada y tú su excusa.

MI POETA SUGERIDO:  Antonio Cisneros

De «Monólogos de la casta Susana y otros poemas» 1986

«Una mujer llamada Susana Hija de Helcías,
hermosa en extremo y temerosa de Dios».
(Daniel 13, 2)

«Prorrumpió Susana en gemidos,
y dijo: Estrechada me hallo por todos los lados;
porque si hiciese eso que queréis,
sería una muerte para mí, y si no lo hago,
no me libraré de vuestras manos».
(Daniel 13, 22)

1. Nunca tuve el menor entusiasmo

Nunca tuve el menor entusiasmo
por una vida breve aunque gloriosa.
Frecuentar ansío mis potajes
(agridulces y fuertes) todo el tiempo
posible. Amar también
sin mucho esfuerzo). Ser amada
como si fuese el único animal
deseable en el planeta. Aburrirme.
Maldecir. Desesperarme
hasta pedir la muerte / conociendo
que el infarto no acude por llamado
(¿o sí?). Entonces te detesto
chiquilla coronada con laurel
o varas de apio fresco, lloriqueada
en tierno funeral
antes de los mareos y el bochorno
del primer embarazo.
Gloriosa tú. Yo en cambio
llevaré esta belleza inevitable
(¿cuánto más todavía?) que me ocupa
como el relleno a un pavo.
Huiré (sin excesos)
del trato con la parca. Deseo
(con fervor) un par de nietos
sanos y presentables. Poco importa
que los lustros me vuelvan
triste o necia. Una carga
(así suelen decir) para mis hijos.
Poco importa.
Es tarde de tormenta. El jardín
luce bajo la lluvia como los pelos
de una rata mojada. Hoy cumplí
los treinta años de edad.
He ganado (supongo) en experiencia
y hasta en sabiduría. Mas la madre
del llamado cordero (mala madre)
está en estos pellejos
que me sobran. las lonjas de jamón
no comestible creciendo
aún con disimulo. menos mal)
entre mis muslos, mis caderas.
mi vientre (la barriga)
plegándose en mi pubis.
Nunca tuve el menor entusiasmo
por nosotras. Ni por ti.
Ni por mí.

2. Sé que hablan de mí, sé que me espían

Sé que hablan de mí, sé que me espían
entre un macizo de altísimos papayos.
El viento (despreciable) acumula las nubes
contra el sol que calienta
las aguas de mi baño. Reclinada
en los bordes de la loza,
rígido el cuello (la cervical nerviosa),
lejos de la veranda junto a los chopos
(¿qué es un chopo?) o los chanchos de tierra.
Y las aguas que pierden su tibieza
(mi carne de gallina). Incómoda
con mi propio destino. Ya no quiero
saber todas las cosas que sabía
(las mejores recetas de pescado
y el grito de las aves). Es mejor
yacer cual un adobe en los escombros
(que ninguno codicia bien o mal).
Sé que hablan de mí, sé que me espían.
En este vaso verde como un prado
(laberinto sin fondo)
apachurro yo misma mi limón.
Prefiero ajarme con ron y cola-cola
que en la mano del viejo repelente.
No es que ignore mi páncreas
ni que cante (perro lobo a la luna)
las sombras de la muerte. Amo la Vida
y me gusta tocarla como tocan
las sábanas de Holanda .
mi vientre en los veranos y apretarla
como aprietan en invierno
las pieles de los osos. Ese viento
(siempre despreciable) revuelve las mamparas,
los toldos del jardín.
Rescato la botella de ron, me bamboleo
con las últimas noticias. Al nuevo día
no me quiero hecha polvo en el espejo,
no me quiero hecha polvo en el espejo,
no me quiero hecha polvo en el espejo.

3. Y de pronto un olor suizo, malo

Y de pronto un olor suizo, malo.
Un cuerpo breve, verde, mantecoso
y sin tratos mayores con el agua potable.
Allá en los altos de San Juan Bautista,
frente al gran pisonay. Sólo curiosa,
sin pizca de humedad en mis estambres
seguí el rancio ritual.
Había luna llena (muy amarilla)
y los comerciantes de ganado
ebrios se despedían, tambaleantes
en sus caballos peludos de Cangallo.
Siete vacas, un buey, doce carneros
fueron negociados con provecho
durante la jornada. Yo no sé
por qué demonios (o deidades)
he terminado sobre esta cubierta
de lana roja y marrón, con animales
azules en los bordes y migajas
y emplastos de caldos antiguos. Aterrada
(aunque fingiendo mundo) ante las olas
de su hambre repelente de cantón
(suizo). sus rodillas heladas.
Por curiosa. Mi amor desperdiciado
me duele en el altillo de San Juan.
Mañana he de lavarme con jabón
de cristal y piedra pómez. Evitaré
que vean mis miserias bajo el sol.

4. Y van a decir que canto

Y van a decir que canto
desde la vanidad (o la ignorancia).
Ya no me importa, ratas,
lo que digan (aunque duela)
ahora que he perdido el respeto
de mis hijos, mi jardín,
mis animales (el perrito y la calandria)
por ocultar mis gracias de la envidia.
Ahora que corté mi cabello, cubrí
mis piernas de cobre con ceniza.
Les voy a recordar que yo medía
diez centímetros más que mis iguales,
y era sabia y bella y bondadosa.
Y a pesar de estos vestidos
baratos y sintéticos
(que casi nunca lavo) les recuerdo
mis bellos camisones
de algodón ovillado, mis sedas
que guardo entre frazadas
repletas de alcanfor, para la pena,
el goce, el desperdicio
(y la envidia otra vez).

5. Y de Dios ¿qué más puedo decir?

Y de Dios ¿qué más puedo decir
que Él no lo sepa? Casta soy
pero no hasta el delirio.
Me preocupé (como muchos)
por los pobres del reino.
Y veo como todos)
el paso de la nave de los muertos.
Y temo. Y bebo valeriana.
Recíbeme con calma, mi Señor.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Cantiga del Grünewald

Agua de ajos tu sangre
una alameda
de tilos florecida
un verdulero turco
un edificio
de piedras en salmón
o lúcuma o melón
donde nadie responde
o bien
de la estación
al lago
a trote por el bosque
Grünewald
ardillas comadrejas
donde nadie otra vez
y siempre igual
el teléfono envuelto
en una manta
al fondo del cajón
encerrado con llave
entre ese closet
( )
te ofrezco un matrimonio
maronita
la bufanda escocesa
o un cerdo de Ceylán.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Las estaciones

1. Primavera

Cuando lleguen los tiempos
de la fiebre del oro, qué felices
seremos los pastores.
Sin tormentas de arena.
prósperos en el comercio del tocino
de fina calidad
y bajo precio.
Inmortales seremos los pastores.
Admirados.
Hasta el fin de los siglos.

2. Verano

El jugo de naranja era tan rojo
como el casco de un barco.
El jugo de naranja que bebiste
en pleno malecón
el mismo día
que el mar se retiró
40 millas
antes de desplomarse.

3. Otoño

Amo la soledad de estos parajes,
los bien cocidos alimentos
que no he de compartir.
Aleluya.
Es la hora
en que el ferry de Dover
se aproxima a Calais
bajo un cielo sin aves.
La hora en que el océano
carece de importancia.

4. Invierno

Es el aire
lila y helado, revuelto
por la proa del avión
que avista el aeropuerto
ya repleto
de luces y animales.
El aire de Ayacucho.
Ningún otro.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Marina

Para Tito Flores Galindo

Un guardacaballo gigantesco reposa sobre el techo de mi casa.
Sombra contra la luz y los cangrejos calientes del cantil. Es la frontera.

Más allá sólo existen la China y el Japón (suelo decir)
aunque en verdad primero están los montes de coral.
Y antes todavía

una recua de islotes en naufragio / blancos y viejos como
esta misma orilla. Finisterre.

Las lizas argentadas y las lomas remontan la corriente de las aguas servidas.
Y los pubis son agrios bajo el peso de las moscas zumbonas.

Banda del mar Pacífico que ninguno codicia. Una casa rosada,
sus florones de yeso y un reloj.

Aquí estoy, en el límite exacto de la tierra. Las ratas del cantil
son como acacias abiertas por la sal.

Finisterre. Los cirros y los cúmulos descienden en tropel de Pacasmayo
y se demoran en el aire del Sur.

La isla del Frontón se bambolea como una vaca muerta a la puesta del sol.
Y nada resta.

Vuela el guardacaballo sobre las olas. Se disuelve el paisaje y los navíos
evitan esta costa imaginaria.
De «Propios como ajenos» Antología personal (pag. 200)
Editorial Inca, Lima, Perú 1989pag 200

Nocturno

Vivo en una casa protegido
por mujeres pequeñas, alegres y benignas.

Fuera de eso, el aire es áspero y azul
(y malo para el asma).

Un abra entre las nubes y la tráquea
atrás del horizonte.

Inmóvil dentro y fuera del pulmón,
compacto y plano.

Las hormigas pululan a la luz de la luna
y sin destino.

Las aguas se retiran y nos privan
de todas las especies comestibles.

No tardes, Nora Elvira, amada y lenta.
Lenta mía y bucólica no tienes

ni siquiera la excusa
de algún verde pasado rural.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Nocturno de Berlín

El polen de los jóvenes alerces navega entre la noche color rojo-ladrillo
(el mismo polen de la fiebre del heno).
Como la nieve viaja en remolinos pero tiene plumajes y se enreda
en la corolas remojadas de los alerces-hembra y pasta a su placer.
Son los llamados modos de la vida y (con poco entusiasmo) del amor.
Delicia de perezas en verano (jamoncito de Parma te recuerdo).
Apago el cigarrillo, carraspeo y abro la ventana / repleta de aire rojo y polen fresco.
Tibia y mansa la brisa, encendido el candil, la sábana revuelta.
Una mosca mayor que una paloma se reposa en mi hombro.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Oración

Qué duro es, Padre mío, escribir del lado de los vientos,
tan presto como estoy a maldecir y ronco por el canto.
Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu Reino,
si habito como un gato en una estaca rodeado por las aguas.
Cómo decirle pelo al pelo
diente al diente
rabo al rabo
y no nombrar la rata.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Requiem (2)

in memoriam Hans Stephan

No el muro lateral ni el cielo blanco,
los gorgojos al fondo
y la ruda tan densa. No al final
de todas la visiones.
No el gajo de limón en los pantanos
o el tufo del carburo.
No el fofo bamboleo del mosquito
donde empieza la selva
y la gran confusión.
Más bien el rostro amado,
esos poros pequeños, piel de playa
y brillos de salmuera en el poniente.
Un aire muy ligero, sin frituras,
la cama bien tendida,
las rodillas holgadas,
la manta leve y fresca.
Las uñas cortas de la mano amada
sobre el lomo en pavor de los rebaños.
Kyrie eleison
Christie eleison
Kyrie eleison.
Un ciervo azul y calmo como el hielo
sea certeza de la resurrección.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Taberna

En las tinieblas los cuerpos envejecen
sin que nadie repare en el escándalo.

Un rostro amable y terso se confunde
con los belfos que van hacia la muerte.

Por eso somos hijos de la noche
a la puerta del templo. Un lamparín

es también el anuncio de reposo
para los cazadores extenuados.

Una taberna, por ejemplo, es en la noche
el frontispicio de las maravillas.

O al menos una luz en las colinas
donde rondan los perros salvajes.

Nadie teme a la muerte adormecido
en su mesa de palo y sin embargo

entre los altos vasos apacibles
se enfría el corazón con la insolencia

(y el encanto tal vez) de un tigre adulto
en la plaza del pueblo a pleno día.

Ninguna confidencia en verdad nos degüella.
Ni la risa recuerda a un jabalí

de pelambre dorada y fino precio.
El páncreas es un campo de ciruelas.
Los diablos apagan la linterna.
Aguardan (como suelen) donde cesa la luz.
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

Una muchacha católica toca la flauta:

Tercer movimiento (Affettuosso)

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no verá el dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.
De «Agua que no has de beber» 1966
De «Propios como ajenos» Antología personal
Editorial Inca, Lima, Perú 1989

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BUSCARSE Y NO ENCONTRARSE [Mi poema]
José Corredor Matheos [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

He venido a buscarme y no me encuentro,
es posible padezca de ceguera.
Siempre anduve mirando para afuera
pensando que del mundo yo era el centro,
creo, como cualquiera.

¡Qué curioso estar lejos y tan cerca
sin que al fondo quisiera ni asomarme!.
Sólo hubiera tenido que palparme
y haber dado la vuelta alguna tuerca,
tan simple, y encontrarme.

Pues he andado sin luz conmigo mismo.
Desde niño hasta hoy que soy anciano,
no he sabido cogerme de la mano
haciendo un ejercicio de cinismo
impropio de un cristiano.

Pues mi calle está a la vuelta de la esquina
-ni dios puede entender tal extravío-
que hoy me causa al pensar escalofrío.
Prefiero descorrer ya esa cortina
a tanto desavío.
©donaciano bueno

#Encontrarse a uno mismo, es posible que se consiga? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  José Corredor Matheos

Cómo resbala el sol…

CÓMO resbala el sol
sobre las hojas.
Sensación de que todo,
ahora, en torno a mí,
ha dejado de ser,
y no hay nada, no hay nada
que se pueda cantar,
si no es el canto mismo.

Contempla en su delirio…

Contempla en su delirio
algo que es tan real
que yo no puedo verlo.
Oigo cómo la lluvia
va cayendo
en las calles que no existen
si no es en la memoria.
¿Por qué los corazones
elegidos
son siempre solitarios?
En el cuarto de al lado,
un hombre está hablando
con sus muertos.
El soplo del delirio,
los presagios
lavados por la lluvia,
son una luz muy pura.

Contemplo el mar, las olas…

CONTEMPLO el mar, las olas.
Saboreo sus aguas,
feliz en esta tarde
que no ha de tener fin.
¿Por qué, por qué esta angustia
que me inunda de pronto
con sus aguas oscuras,
que me arroja desnudo
a la apagada arena
de la playa?
¿Por qué, por qué, si están
las gaviotas
volando tierra adentro
en la tarde tranquila
y las aguas me cubren
hasta saciar mi sed ?

Desde este tren contemplo…

DESDE este tren contemplo
la paz con que los campos
se me entregan,
la montaña que crece
si la miro,
el árbol solitario
que camina
en busca de raíces,
alguna casa aislada
que recuerda
que el hombre aún existe.

¿Es el mar el que brilla…
Ante la tumba de Paul Valéry

¿ES el mar el que brilla
o eres tú, que apareces
disuelto allá en las olas
para gozar de nuevo
lo que cantan tus versos?
Veo el mar con tus ojos,
el cielo con tus ojos,
los pájaros marinos
con tus ojos.
Y tú me estás mirando
con los míos,
despojados de todo
tú y yo,
envueltos en la luz
de un nuevo mediodía.
Lo que queda de ti,
lo que queda de mí,
es tan poco que es nada.
Sólo, sólo tus versos
brillan como las olas
bajo el sol,
baten en mi memoria
con tu voz.
Tu nombre sobre el mármol,
los míseros despojos
que adivino,
se borran con el eco
de tus versos
disueltos en la espuma.

Este campo tan ancho…

Campo de La Mancha

ESTE campo tan ancho
viste la desnudez
que tú anhelabas.
Mirándolo descubres
lo que eres
cuando logras librarte
de todas las montañas,
los ríos y los árboles
que impiden ver en ti
más allá del paisaje,
de todos los paisajes.

Hay que llegar al borde…

HAY que llegar al borde
y apurar esta vida
que duda de sí misma
y que vacila,
y acaso se detiene.
y volver, si es posible,
por haber descubierto
que nada, nada pasa,
porque no hay en ti
más que ocres,
estos grises,
los oscuros azules
del otoño.

…La manera que tiene…

…LA manera que tiene
el infinito
de caber en un cántaro,
horizontes que crecen
con el viento,
cuando la tarde acaba
y la última noche
no ha comenzado aún.

Me gusta caminar…

ME gusta caminar
sin compañía,
descubrir en los árboles
la semilla del fuego,
ver crecer los arbustos
con su ritmo tranquilo
y sentir cómo a todo
lo ilumina
la misma única muerte
que me ilumina a mí.

Mueren todos los hombres…

MUEREN todos los hombres,
los que ignoran,
los que viven pensando
en el mañana
de un tiempo que no existe.
Todos los hombres mueren,
y esta tarde,
luminosas tinieblas
hacen brillar en mí
una fe que no es fe,
sino conciencia
de cegadora luz.

Nada de lo que has sido…

…estando ya mi casa sosegada.
San Juan de la Cruz

NADA de lo que has sido
permanece.
No tienes ni pasado
ni futuro,
y hasta el mismo morir
no es muy seguro.
Nada ni nadie a ti
te pertenece.
Pero respira el campo
si anochece.
Vuelve a ser todo transparente
y puro.
Avanzas confiado
hacia lo oscuro.
El mundo nace en tu interior
y crece.
Qué sencillo morir.
y qué sencillo
poder vivir al fin
como si todo
fuera un ir devanándose
el ovillo,
y nunca hubiera sido
de otro modo.
Todo vuelve a ser tuyo,
siendo nada,
estando ya la noche
iluminada.

No hay nada que me impida…

NO hay nada que me impida
oír la Voz del árbol
cuando sueña,
las plegarias que brotan
de sus hojas.
Ya no me queda nada
por perder,
pero soy tan feliz
que soy feliz tan sólo,
y los ramos floridos
de la infancia
se encienden como lámparas
cuando acaba la noche.

No sé si mis palabras…

NO sé si mis palabras
son de paz y consuelo
o de desolación.
Desolado es mi rostro
si me miro
en algún frío espejo,
desoladas mis manos
que sostienen el mundo,
desolada la mente
que sostiene mi mano.
La mirada se posa
serenamente en todo,
y el mundo se detiene,
el verso se detiene.

Pocas cosas despiertan…

POCAS cosas despiertan
mi alegría
como el brincar gozoso
de algún perro
que me ha salido al paso.
Pocas cosas remueven
algo profundo en mí
como el mirar de un perro
fatigado
de haber vivido tanto.
Todo el amor del mundo
que tu ansías
y la desolación que sientes
asoman a los ojos
de un perro que te mira,
interrogándote.

Qué angustia, en la cumbre…

QUÉ angustia, en la cumbre
de la desolación.
Y qué desolación,
tan lejos de la cumbre.

Qué tarde…

QUÉ tarde
más hermosa.
Qué dulce
es esta brisa
que acaricia
sin prisa
la piel
de cada cosa.
Se ha detenido,
ociosa,
la mirada
indecisa
y asoma
la sonrisa
cuando en la luz
se posa.
Cómo expresar
en prosa
con palabra
precisa
la sensación dichosa
de la tarde
indivisa,
si el verso
lo improvisa
la mano
temblorosa.

Recuerdo aquel paseo…

RECUERDO aquel paseo
solitario
en que sólo el silencio
era lo que alcanzaba
a oír entre las hojas,
y podía sentirme
como un árbol,
sentirme como un pájaro.
y recuerdo también
un único paseo
acompañado,
hace ya mucho tiempo.
No puedo recordar
quién pisaba las hojas
a mi lado.

Todo lo veo en actitud……

TODO lo veo en actitud
de espera.
¿Por qué esa mansedumbre
de las cosas,
la manera que tienen
de parecer que esperan?
Recógete en silencio,
aunque todo se agite
en torno a ti,
igual que si esperaras.

Tú escribes en el fuego…

A Gonzalo Rojas

Crezco y crezco en el árbol.
G.R.

TÚ escribes en el fuego
como otros en el agua.
Endureces la tierra
haciéndola fecunda,
y juegas con el aire
que respira.
Cuando hablas o lees
tus poemas,
uno no sabe nunca
cuándo acaba el poeta
de decirnos sus versos.
Ahora que estás lejos,
yo te escucho y escribo.

Una paloma…

UNA paloma.
Pero tú ¿cómo sabes
que eso es una paloma
y que no es un domingo
o una mañana gris
o esa ave extranjera
que no conoce nadie
y que rompe el espacio
y sorprende a las copas
de los árboles
con cantos no aprendidos?
Sé que es una paloma
y que no es un domingo,
ni una mañana gris,
ni algún astro perdido,
como sé, estoy seguro,
que yo, no siendo nada,
soy un hombre
que ve alzar el vuelo
a una paloma
que va rompiendo el aire
y deja la mañana
vacía para siempre.

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AÑO INTERMINABLE [Mi poema]
Marie Gouiric [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Ese año se me hizo interminable,
pues nunca se acabara pareciera,
ausente de verano y primavera,
debióse de olvidar qué es ser amable
haciéndole a la vida llevadera.

Recuerdo las etapas de esa estancia
de escaso disfrutar y a la deriva
sin nadie que se acuerde o que le escriba
y miedo a perfumar con su fragancia
cernido en el tamiz de aquella criba.

Aquel año pasó, y fue el siguiente
que vino a recordar con sus esquelas
y aun sigue hoy apretando sus espuelas
el eco de ese miedo intermitente
que marcan las campanas y las velas.

Preciso es anotarlo en mi existencia
robada por la gracia del destino
que vino aquí a acortarme mi camino,
forzándome a purgar la penitencia
sin culpa, así exigiera un ser divino.
©donaciano bueno

Año en que la pandemia vino a #jodernos la vida Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Marie Gouiric

HOY EN LA ESCUELA VI ALGO MUY

Triste.
Por eso me gustaría escribir algo hermoso
y suave que suene así
y se lea así
como leen algunas chicas
que escuché leer y me
gustaron.

Como se les caía el flequillo sobre los ojos, me gustaron.
Y como se mojaban los labios
secos
de leer así, tan bajito
como besos
a alguien que ya finge estar dormido
para finalmente dormirse. Me gustaron.

Porque para dormir hay que fingir primero:
acostarse, echarse como un perro.
De lado o boca abajo. Cerrar
los ojos, llenar
la panza de aire
y largarlo en cámara lenta. Llenar la panza
de aire
y largarlo lentamente. Hasta que
sin que lo notemos
nos caiga el sueño encima
y eso que actuábamos estar
-dormidos-
se vuelva verdadero.

Hay espaldas que se curvan hacia adelante
apenas unos centímetros,
cuatro o cinco,
porque hace mucho que nadie
ni nada
las abraza y les dice que
las quiere.

Entre esas jorobas latentes
está la mía y la de otros
renegando en su curva para que las quieran.
Recuperándose
de creer la confianza como una coraza.

Como una coraza
hay chapas autoritarias. Una chapa
al lado de otra chapa, al lado
de otra chapa. Con un policía junto
a otro policía,
a otro policía,
a otro policía
y a otro policía. Policía, chapa, chapa, policía.
Chapa chapa, policía. Todo inútil.

Que sirva, pero que sirva denserio
esto que leo así, medio gualichero
corte consuelo
para no volvernos como una chapa milica
enterrándose en la tierra
a la orden de
enrejar un parque que merece seguir abierto.

Que suene como si sirviera para
dormir juntos
apilados como cucharas
sin que nos toquemos un pelo, ni nos insinuemos nada.
En un colchón pequeño y acaroso
pero que amortigua la dureza del suelo. Pero que sirve. Que
te apoye el cuerpo:
Como un pañuelo la cabeza sobre el pecho. Mi pierna izquierda
acariciando tus piernas, cuando me muevo.

Banquémonosla y pongámonos encima
las ganas molotov de esas chapas bien crucificadas
entre ellas, contra el suelo, en columnas de madera.
Que supieron armarse en forma de rancho
después de ser encontradas en el basural que recibió los escombros
de algún edificio demolido.

Hablo del alivio
que tiene el metal liviano
cuando no lo vuelan las tormentas
y con sana distancia protege
del aire fresco que viene del río
a la pequeña en la familia desmembrada, que mira y adivina
lo que sale del tubo fundido del tele
en su último esfuerzo por entretener.

Mis preferidas

Que vivan las zorras, las negras, las putas,
las rubias teñidas.
Las que invitaron con su desobediencia
a que la violencia les rompa la jeta
y aprendieron a sanar sin dejar de retobarse.
Las que no aguantaron
las que duermen con pastillas.
Las atorrantas, las que no cocinan,
las que se dejaron caer al piso
las que trabajan cama adentro
las que tienen verga
esas, por favor, que vivan.
Las que cuando casi se la estas poniendo
se te ríen, te dicen “no, no quiero”.
A las que putanean tranquilas
vida larga, pero muy larga
qué digo, larguísima
a las que se arrancan los fetos
con pinzas.
Para esas que tuvieron miedo
y se fueron lejos,
a pedirle permiso a la distancia
y a las ciudades grandes
de ser así
tortas, marimachos, camioneras,
bocas sucias, de cloaca,
mal habladas, mal vestidas, mal peinadas,
las que no sirven
aunque hagan.
Esas que vivan,
futboleras que se hermosean bajo el naranja
con que las baña el sol
en un atardecer de campo.
Dulces con el viento suave
entre los yuyos
son espigas.
Para estas
que se besan entre ellas, vida
que se fabricaron una concha, vida
y que desafían “nunca voy a parir”
nono
desafían “siempre voy a ser madre”,
vida.
Las más turras de todas, que vivan.
Las que conocen el peso de un puño de varón
porque usaron el cuerpo de balanza.
Las que se pusieron unas lindas siliconas
que tal vez algún día
salvarán a sus corazones de las balas.
Las que se cuidan entre ellas,
las que lloran la esclavitud de sus madres
saliendo a bailar,
acostándose o de paradas,
las que cobran, las que se regalan
que vivan
las que se contagiaron
las que se masturban
las que envejecen humedecidas.

Sin forma y hermosas,
que vivan
expulsadas de las mesas familiares
mandadas a tapar.

Estas que son las peores,
que vivan aunque las haya atrapado la muerte.

Que vivan con sus manos hermosas
venosas y gruesas como pijas.

Las del resentimiento y la bronca,
las que no tranzaron con el perdón,
esas por favor,
que vivan
por vagas, por gordas, por yeguas, por chorras,
por chantas, por burras atrevidas.

Preciosas
nunca falten,
nunca cedan ante las promesas de la mansedumbre
ni se acobarden ante el cansancio y el costo
de todo esto que son.

Vivan ustedes, por todas las otras
que todavía no se enteraron,
o no les sale
o no se animan.
Y si mueren,
que una procesión de todas nosotras las abrace,
las llene de flores
y las llore y las nombre
tan fuerte y tan alto
hasta resucitarlas.

Por dónde saltar

Los días eran tamariscos en las vías,
mariposas dejadas en libertad al caer la tarde
porque éramos enseñados buenos.
Probar el girasol que caía de los cargueros
que los noventa dejaron
librados a su suerte insalvable
de volverse galpones abandonados,
pueblos grises con un montón de
pedazos de óxidos viejos.

Una mujer la dicen hermosa
cuando luminosa
en su casa sabe cortar telas,
mandar a los hijos a bañar.
Ahorrar dinero.
Hacer cosas de bruja blanca:
curar el dolor de panza
con un algodón mojado en alcohol
sobre la parte doliente.

Pero qué se dice si un día confiesa:
no cocino, ni quiero lavar,
ni sonreír, ni endulzarle el oído a nadie.
Prefiero tirarme al piso.
Cuando me digan: –pará que estoy hablando-
voy a insistir: yo también quiero hablar.
No quiero esperar el turno que otro me da.

Alcira del chalet de a la vuelta,
tan buenita y calladita
nadie se explicaba
que un día de la nada,
se apoyara sobre el pecho
el fierro del marido para cazar.
Abrió esa mañana clara
con el metal forjado
un agujerito en su pecho por donde sangrar
o al menos por donde le entre un poco de aire.
Un pequeño agujero por donde saltar
que se escuchó en toda la manzana,
desparramó los loros de los cables.

Perdón, pero
qué locura hermosa.

Del marido se decía
pobre hombre,
ahora hace todo él solo.
Peina a las hijas
y aunque trata de ser moderno
ellas lloran la vergüenza del peinado.
Él también se desespera, pide:
-cuidemos la limpieza,
que nos va a comer la mugre.

Ojalá siempre seas mi amiga

El trabajo a veces nos quema la cabeza.
Así que llamé a Silvita
y le conté que me sentía mal.
Ella me consoló algo así como que
la culpa no sirve para nada.
Que las cosas tienen que
sumar o sumar.
Que el que mucho abarca poco aprieta.
Pero que hay dos momentos diferentes:
Momentos para abarcar.
Momentos para apretar.

Ahora destapé una y calenté las lentejas.
Y quiero decirle a mis alumnos que me perdonen
por las veces
que en vez de pedirles que me escuchen
les digo que se callen.
Por los porque sí, los porque no.
Mandonearlos. No conocerlos bien.
Tratarlos de usted. Señalarles la vergüenza.
Enojarme con el desgano.
Calentarme con el desamor que tienen por las cosas
que a mí se me viene a ocurrir
que están buenas.

Por ese afán absurdo,
al que obedezco por obrera,
de ordenar las filas –rotas–
parándolos encerrados en baldosas,
separados uno detrás del otro:
—¡La mirada al frente!
¡Está prohibido darse vuelta!
(Casi siempre me doblo y les sonrío bajito
o les acaricio el hombro
cuando le cantamos a la bandera).

No puedo adoptarlos
ni llevarlos a todos de la mano.
En este tiempo se supone que comprendí
que no voy a cambiar la escuela:
sólo soy una maestra.
Hacemos lo que podemos, la piloteamos.
Nunca les voy a regresar al Tata y a Mayra
su madre muerta.
Ni le sacaré las ojeras a Valentín.
Ni volveré a saber nada de Yésica.

Sentir que no se puede cambiar nada
es la que más raspa de las violencias.

No sé cómo explicar algunas cosas
para que se entiendan.
Por eso a veces reparto papel glasé de a montones,
fotocopias con sopas de letras
y lleno los pizarrones de dibujos.
¿Cómo amamantar la hambruna
de los cachorros de otras fieras?

Ojalá pudiera calentarles el agua.
Despiojarlos. Empacharlos.
Llenarles de crema la piel seca.
Invitarlos a pasear.
Tener un regalo para cada cumpleaños
y no esos tontos tirones de orejas.

Una vez hice algo por uno:
le mostré cómo atarse los cordones
con una imagen simple:
un cordón doblado es una orejita de conejo.
El otro cordón doblado,
es como una orejita también.
Después una acción un poco menos sencilla:
apoyás una orejita sobre la otra como una cruz.
Pasás la oreja de arriba por debajo de la otra
y tirás.
Así se fabrica un moño.

Espero que algún día, cuando necesite trabajo,
él pueda decir:
—Sé atarme los cordones.
Y su futuro patrón lo abrace con alegría.

Y que cuando los chicos del barrio le pasen la
bolsa él diga:
—Sé atarme los cordones.
Y los chicos le respondan:
—Perdonanos, ni sabíamos.
Y que cuando su novia dé a luz él diga:
—Sé atarme los cordones.
Y todas sus cosas sean hechas nuevas para siempre.

También sería muy bueno
que cuando su hijo lo haga enojar
él, arrodillándose,
le agarre los cordones y le muestre:
—Primero una orejita de conejo, después la otra.
Las cruzás en cruz. Hacés la parte difícil que es
pasar una oreja por debajo de la otra y tirás.

Ahora nada sabemos,
ni tenemos maneras de saber.
Nadie sabe el poder de un nudo bien hecho
(un moño es un nudo, sólo que hecho con belleza).

Lo que ahora sé
es que con suerte pagaré las cuentas,
ahorraré un poco para el verano

y me tomaré esta cerveza
que, con un poco más de suerte,
me ayudará a dormir.

Un libro muy bonito

Ahí mismo en la librería
no conseguí comprarlo
estaba agotado y reservado
pero si pude leerlo
hasta la mitad.
Estos días descanso
y aprovecho
para hablar así nomás
contarte este pedacito
del libro
que escribe una trava
que se llama Marlene Wayar
¿La conocés?
Marlene
sabe que cuando una levanta
un cacharro de barro
y se rompe
después una lo repara.
Pero que el material tiene memoria
avisa
y que por eso cuando el cacharro
reciba un golpe de frío o de calor
una fricción
va a volver a quebrarse
en ese mismo lugar
donde alguna vez lo reparaste.
Y lo mismo pasa con una
que acumula el daño
aunque este reparadita
a simple vista.
Hasta que un día te dicen
una malapalabra,
tenés un mal momento,
ves una película,
un dibujito animado
y te pega todo ese daño junto
y no podés parar de llorar
y te dicen “Estás loca”.
Marlene dice que es esa memoria
que se vuelve a quebrar
en cada uno de esos rasgones.
Quería contarte esto
que explica ella,
porque lo hace muy bien
mucho mejor
de lo que yo hubiera
podido hacerlo
porque entonces
capaz entiendas algo
y no tengas susto de mí.
A mí me dio claridad, igual
seré más cuidadosa.

LEY 26.485

Se la bate
a todo lo que malogre tu cuerpo,
que vuelva cualquier parte de él
un ojo negro,
un estuche de puntos ciegos.

También lo que apague
como a botellazos
tus ideas luminosas de mezquino consumo
de frágiles watts. Lámparas miedosas
que de tanto entrenamiento duro
tiemblan y bajan su tensión con la vibración
del sonido del motor del auto,
que en la puerta de la casa
amenaza que a minutos está del próximo round.

Sería que se la pone
a todo lo que pelee contra tus ideas y tus
sentimientos
en desventaja.

Para esos sentimientos hay palabras: Para la tristeza
hay la palabra tristeza,
Para el miedo
la palabra miedo,
Para el desamor,
la desamor.

Para la palabra violencia hay
imágenes:
Una cara envejecida antes de tiempo
como si un elástico le cruzara la frente;
el ruido delator de los platos rotos
y un patio que él cubrió con cemento la tierra
donde ella quería poner helechos y malvones,
gajitos que trajo del interior.

Ni cabida a todo lo que
arruine la manera que vos tenés de verte, corte espejo;
Que sea descansero, con lo que hagas. Manipulero.
Que atrevido
te malondeé con si querés terminar el secundario,
cambiar el bar por una tiendita de ropa o
salir a vender pan casero.

Eso que te quiera decir como bailar,
de lo que te rías;
que si te ponés la pollera
corta, el jean
ajustado
o la remera muy
apretadita.

Que te sargentee o te delire
si te cabe ir a la iglesia
de la pastora norma o a la misa.
Tirarte las cartas.
Prenderle una vela
a la estampita del gauchito gil
arriba de la repisa.

Que te haga callar en la mesa.
Que te haga callar en la pieza.
Que te haga callar en la vereda.
Que te haga callar delante de los chicos.
Que te haga callar cuando el partido.
Que te haga callar cuando te haga el ruido el estómago.
Que te haga callar cuando estés a solas con
esa que eras vos.

Tampoco que con la bandera del amor
te tenga chivando contra las cuerdas,
vigilanteandote con quién hablás,
a quién mirás o a dónde van tus piernas
o los mensajes de tu celular.
Permiso y plata se le pide al banco y a los viejos.

Hay cosas que son legales nomás
y más que legales divertidas
en las letras de cumbia, adentro de la boca de Dalila.
Ahí nada más se menean, ahí te excitan.

Rajá, tomátela. Plantate groso.
Parate de manos. Pirátela.
Forcejeá. Escapá. Agitá.
Cuando se te queme
el rancho
abanicá las ventanas.
Sacá el humo quilombero afuera,
disfrutá cuando el fuego infiel agarre el campo
seco desde hace años.

Mientras todo se va a la mierda,
sentate en el cordón cuneta,
como cuando el Cristo hizo sentar a
la multitud que lo seguía sobre el pasto
para organizar la comida de los panes y los pescados.
Lo primero que necesitas es descanso.

Sin culpa mirá como se viene todo abajo:
Se caen las chapas, se derriten los vasos.
El calor explota las copas en la vitrina fuera de moda.
Se incendian los tapizados de las sillas
retapizadas con la misma tela
con las que cosiste las cortinas
con tus propias manos
mientras todos dormian.

Quedate tranqui.
No sos zorra, ni putita. Ni te gusta que te
bajen los dientes. Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.
Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.
Creeme
se puede levantar una
ciudad
en ruinas.

Nadie es sola, ni mucho menos solita.

Lo dice la ley mamita
que no puede hacerte sentir culpable
el limón que olvidaste para las milanesas
que empanaste
con tus propias manos.

No son las que te hacen llorar,
las raíces amargas crecidas
de tu pelo teñido,
ni el esmalte que se saltó
de tus uñas escamadas.

Creeme
se puede levantar una
ciudad en ruinas.
Se puede levantar una
ciudad en ruinas.
Se puede levantar una
ciudad en ruinas.

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SOLO UN HOMBRE QUE NO ES POCO [Mi poema]
Narcís Comadira [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Yo sólo soy un hombre, que no es poco,
-que un hombre en estos tiempos no es cualquiera-,
un perro que se encuentra sin perrera,
hundido por la culpa de un sofoco
que vino a deslizarse en su pernera.

Que no soy pasamanos. ¿Pleitesía?,
-no existe esa palabra en mi anaquel-,
no he sido de Caín ni soy de Abel
y así he de confesar. Mi membresía
es agria, entre la miel y entre la hiel.

Que admiro al ser humano en su conjunto,
a vagos no soporto ni a maleantes,
me joden a rabiar los gobernantes
que nunca en su existencia hicieron punto
mostrando sus jerseys cual vil farsantes.

Pues sólo soy un hombre. Y es bastante.
Asido hoy a la vida. Un tarambana
que mira lo que pasa con desgana.
De leyes y de Dios mero un pasante
que absorto está en su propia barbacana.
©donaciano bueno.

Ser un #hombre. Si alguien #sabe qué es, que lo diga! Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Narcís Comadira

Canción de cuna

Ahora que la noche funde
todas las cosas corpóreas,
y que la sangre se aquieta
con el reclamo nocturno,
lánzate al río del sueño.
Amor, criatura, duerme.

En el firmamento piel
se pone el sol de tus ojos,
la madeja de tus miembros
indolente se deshace.
¿En qué brazos solitarios,
Amor, te abandonas? Duerme.

Libre del peso del cuerpo,
en espíritu atraviesas
oscuros bosques espesos
de la lasitud secreta.
No quiero que hongos ni sapos,
Amor, te me asusten. Duerme.

Que el fluyente subterráneo
al curso de los planetas
se concuerde en transparencias
de música innominada.
De lejos velo tu viaje,
Amor, hasta que regreses. Duerme.

Caracteres

Volver a verte.
Ve, corazón, no pienses.
Que pasen horas.

El amor, tigre
entre bambús, espera
para devorarme.

¿Por qué rendija
te escaparás, belleza,
del cuerpo ágil?

¡Si yo fuese garra,
cuánta sangre no haría
en la piel joven!

Pueril guerrero:
y de mis dos espadas
una esta intacta.

Cinco piezas fáciles

1
Sombra que eres mi sombra.
Bajo el sol del estío,
aún mayor frenesí,
balsa de incertidumbre.
Mi lengua desecada
quiere abrevar en ella.
Teme el rechazo de tu vidrio.

2
Tu cabeza inocente
en mi pecho reposa.
Mis dedos cuentan horas
vagando en tus cabellos.
Toda tu vida, toda
se apoya en mí. Me hundo
en algodón de sueños.

3
Loco amargo, dulce loco,
vagabundo de tinieblas,
hijo de tristeza, huyo
lejos de tus claros márgenes.
Solamente del recuerdo
de una brizna de tu hierba
hago tisanas benignas.

4
Con la punta más fina,
impávido dibujo
junglas de extraña fiebre.
Lodazales, lianas
que devoran los árboles.
Quiero huir del desierto
donde eres espejismo.

5
Cuando muera la llama
de este amor que te tengo,
¿cómo subsistiré?
Yo, por ti autoinmolado,
de ti hice combustible.
Viviré para siempre
entre grandes quemados.

Niebla

Piedra y zarzales
ardientes de mi enojo.
En el paisaje,
ansia de lejanía:
cae, cortina húmeda.

Por teléfono

Vagarea tu voz
y los recuerdos cálidos
la tarde abandonada
y sus aceites sucios
un silencio maligno
se enreda en las amarras
con el té de jazmín
las luciérnagas tristes
y el fuego que no sabes
que se enciende y se apaga.

Septiembre

Luz de septiembre.
Corto un brote de hinojo.
Vuelven deprisa
veranos idos. Brumas
de deseos caducos.

Sombra dorada

A Frederic Amat

Brilla oscuro fulgor
dulce sombra dorada
recóndita insistente
que conmueve de afán
este mundo desierto
viva víscera tierna
juventud todavía.

De «En cuarentena» Versión de Dolors Ollé

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LA VUELTA A LAS CAVERNAS [Mi poema]
Carlota Caulfield [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Tomo la nieve blanca y se derrite,
el humo de una llama y desvanece,
voy buscando la niebla, si amanece,
me lanza con descaro a mi un envite
y allí un poco después desaparece.

Pues siempre anduve atrás saliendo al quite,
evitando al amor que se pudriera,
tornando el que era invierno en primavera
y he llegado hasta aquí sin que marchite
para al fin comprender nunca existiera.

Quizás no fue real, fue una quimera,
sé que no estoy aquí, quizás no existo,
la piel sólo es virtual con la que visto
y el alma siempre anduvo prisionera
en manos de algún cristo o un anticristo.

Mañana será el día cuando al mundo
te acerques hasta allí a estirar las piernas,
presientas se aproximan las galernas
cruzando el Rubicón, que rubicundo
y vuelvas do viniste, a las cavernas.
©donaciano bueno

Hay veces en las que es difícil #distinguir la #realidad? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Carlota Caulfield

A veces me llamo infancia

Y miré hacia atrás contenta
de estar lejos de todo
engrandeciendo los recuerdos
convertida en poeta.
Y estaba allí sola pensando
allí sola me quedaré.

Áureo ojo el origen

Dos amantes caminan por un muro húmedo
y aparece frente a ellos una ciudad.
Suave es el animal que abre su mirar,
disuelve su respiración
y se desnuda entre espacios sin límites.
-Te dejaré pacer en mis mejillas,
mientras una gota de agua fresca trae consigo
un olor a este mismo instante.

Autorretrato en el espejo convexo

En el cuadro hay un niño sonámbulo, pero no se puede
saber si camina o vuela. El movimiento de la retina
no quiere terminar el juego de lo que reposa o se alza.
El hilo de luz crea una transparencia en la mano que hace
ver su anillo. Parmigianino es capaz de refractarse.
En el cuadro hay una niña sonámbula,
pero no se puede saber si camina o vuela.

Convergencias. Fluir desde el riesgo de una mañana
anónima. Los niños entran en la cámara lúcida y se
dan la mano. Un día nos veremos al otro lado del
prisma, abriéndonos caminos en territorios lúdicos.

Habítame en ellos.

Carta de Camilla de Pisa a Francesco del Nero

Traducción libre

¡Que Dios castigue con toda clase de castigos a esa mujer que en este mismo instante posee aquello que me es más querido en este siglo XVI! Maldigo las noches y todos los instantes que pasas en otros brazos que no son los míos. Malditos sean los besos y todos los actos que me causan tanto dolor. Dios mío, dame paciencia.
No hay nada que yo pueda hacer.

Carta de Lucrecia Borgia a su confesor

Padre, si usted fuera mujer
entendería las razones
y no me haría decir tantas avemarías
Padre, ¿no se da cuenta?
mi castigo de ahora
es libertad en el siglo XX.

Carta de una virgen del sol a su amante

Para Abraham

En una tinaja
escondo el quipú
con la historia
y los sonidos
de nuestros besos.
Querido mio,
Guarda bien la cinta de mi talle.
Piensa en mi pelo y en sus adornos.
Yo pienso en ti y te aseguro
que muy prontico sobornaré a mamaogro
para seguir tejiendo de colores tu cuerpo a mi cuerpo.

Con mi rueca

No reconozco mi color.
En Alejandría perdí mi sombra
y toda apariencia de ciudad
ha sido belleza de lo inútil.
Todas mis coartadas sólo
sirvieron para estrechar
los lazos con la muerte.
Mi cuerpo encuadernado de lino
y la operación final
de enrollar mis venas.

Filtri d’amore

miel en todos los panes
miel en todas las bocas
miel en ti, amado mío,
con una pizca de canela,
y una cucharadita de vainilla.

La mano en el aire

Se extiende la escritura desatada
ante los espejos del cuerpo.

Las imágenes son pródigas
y el chispazo delicado del gozo
se cierran sobre la cintura
mientras se declara disidente.

Con fragmentos se construye el ánfora.
El descenso de la rueda termina.
La luz se hace forja
en su reflejo anónimo.

Cuando llegue el día
en que esté terminada
la forma entrará como aire
y un abrazador torrente
será murmullo.

De Giuseppe Arcimboldo
se ha dicho
que inventaba rompecabezas.
De «Polvo de Angel»

Libro de los 39 escalones

1
En los espejos
diez esferas y diez decires
especulan a libro abierto:
la luz del ojo brota de la pupila
de la siempre sorprendida.

2
Pintar el mundo al revés
es recordar:
la risa del rey estalla
sobre la corona y la volatiliza.
El camino lleva a Gerona.

3
Las letras se combinan
con agua, tierra, madera,
piedras, cañas y hierro:
mientras Belleza juega
llegaré al observatorio.

4
En el universo de las notas
la armonía se define
en el peor dibujo del triángulo:
soy Antonello da Messina,
el de las trampas visuales.

5
Baúl abierto de las sustancias.
Viaje en círculos de lo que creo es.
Las pirámides, los rombos y los hexágonos
se divierten con la flor:
trazo lo oscuro y el poema se imagina luz.

6
Emana la sombra de la forma
y de la forma las desapariciones.
Mientras más se mira menos se ve:
la síntesis de todo y su opuesto
es llama propia en el interior del baúl.

7
El tejido de esencias
se hace ave, rombo y espiral.
Los sueños maduran entre los hilos
de la clave de sol hecha semilla:
el libro mudo es reflexión de azar.

8
El tiempo reposa en su apariencia
y las que soy yo viven en las paredes:
el juego de manos se resume
en un teclado que ríe peligros.
Quiero que la silla abra su nido.

9
Sin querer parecerse a nadie,
sin ser nadie,
se llega al silencio
que se parece a todo y es todo:
bordo el manto terrestre.

10
Cuando de apariciones se trata
los ojos y el alma forman el reino.
Cuando se habla de desapariciones
la consonancia se disuelve en el espejo:
dime si es hora de trazarte.

11
La niñez es una caravana sin eje:
en el medio del cero
la semilla de mostaza camina a paso lento.
Mi proceso de iniciación fue
un peregrinaje a la memoria.

12
Para emprender la búsqueda
no vale lanzarse tras el espejo:
abandona tu nave en la humedad del puerto
que el viento es favorable
y la ribera quietud y visión interior.

13
Los profetas ya no están
y los sabios son ausencia:
los sueños son ahora profetas y sabios
bienaventurados en tus santuarios
de 32 pilares matemáticos.

14
Angelo Milfastos en tu barquito pintado
ibas a dejar caer tu cuchillo en el agua:
el mundo se despoja de los ojos
y el microcosmos nos levanta por el aire.
Sin títulos me muevo por el pabellón de los cangrejos.

15
Regresamos a la fuente de los sueños y vemos las voces:
leámosnos hasta la saciedad
(desterremos el color azul y seamos astutos)
despiértenos la música, cantemos el «Lekha Dodi»
en la armonía del telar de las hadas celtas.

16
Si la jornada está hecha de metáforas.
viajemos con el vagabundo, carta del tarot o cuadro:
no hay criatura más preciosa que un gato
para el alma volar tras su memoria.
Dentro de la visita al pasado margino preceptos.

17
El boceto de nuestras caras son dos espejos de mano
con nuestras manos enlazadas en el banquito del mar:
el primer beso anida en el majestuoso gigante pasado.
Amamos las cosas imbuidas de misterio.
El tesoro tiene el prestigio de lo inaccesible.

18
En el encuentro nos vimos y no sabemos quién es quién:
somos dos y una entidad que tras la pared se escurre del cofre.
Tus ojos son mis ojos que escuchan,
tras la lámpara, el poema «Zum Storchen» de Paul Celan
y recuerdan que un día también fuimos Paracelso.

19
El fragmento de arriba está timbrado
por el Splendor Solis :
campanitas, banderas, capillas, ruedas dentadas.
Si seguimos la Vía Seca o la Vía Húmeda
seremos adeptos de la nada.

20
Las planchas del espejo
contienen nuestros signos zodiacales.
Veámonos las caras de león, de cabra,
de cangrejo, de pavo real y de pez:
la magia musical es mi propósito.

21
Volemos con el papalote que nos da Remedios:
ya salimos a la calle en el tandem de huesos de pollo.
En cuanto al simbolismo del texto,
digamos que tiene un valor aproximado
de chorro de leche que cae al mar.

22
Salgo del sicoanalista con mi traje verde
después de recoger las Doce Llaves de Basilio Valentín:
el doctor Jung me ha aconsejado que con la última llave
abra el laboratorio en cuyo centro está mi padre
junto al león que vomita la serpiente.

23
La iconografía del pelo nos permite pasearnos
con la certeza de que el viaje es más seguro.
Llegaremos a tiempo para que la presencia inesperada
nos acaricie la espalda con su lengua:
ignoremos el encuadre y entremos.

24
La mímesis que Hölderlin me confió
está otra vez de verde:
me siento y me vuelvo
el eje de los secretos quiméricos
bajo la mirada de Amach.

25
Nunca antes habíamos salido a cazar estrellas.
Alguien te habló del Uno-Todo y de la constelación no vista:
la piedra blanca muerde a la piedra roja
y vemos con el anteojo cómo el dragón enano
abreva en la fuente.

26
De Zürich a Venecia volamos
en un tren sombrilla:
nuestro prestigio está en el azar y el peligro.
La metáfora del camino nos ofrece
el tejido secreto de los orfebres, y no me olvides.

27
La ruptura del círculo vicioso lleva a la infancia:
mi aro me hace hablar de juegos y de fuegos
en el ojo absoluto de lo súbito.
En el cuadro se yergue un susurro -nazco de nuevo
con la luna enlazada a la copa que mira.

28
Los tratados árabes y sus recetas sobre la coloración del vidrio
son caminos visionarios que alcanzan la salida:
Jan van Eyck descubrió una fórmula de pintura al óleo
y tú llevas el mortero del alquimista al cuello.
Llamarte es la vivacidad de mi pelo enlazado al astro.

29
Dejémos las espirales y recorramos el palacio
que más allá del mundo está sin historia:
Fray Luis de Granada tiene un libro de maravillas
con hilos en la creación de mi destino
en aquellos otros muros.

30
En el viaje circular toda superioridad
se pone en tela de juicio:
da validez a tu lectura y ascendamos al Monte Análogo.
Si rompemos el círculo vicioso inventaremos
la totalidad y el vacío de nuestro itinerario.

31
Llegó la huida y nos confundieron con los emigrantes
en el trasmundo de mi exilio sin reino:
yo, como la malabarista, he hecho prodigios
ante una multitud insensible a mi acto de vuelo y
a mis inscripciones del «centro en el triángulo del centro».

32
De idénticos hilos es mi afán de belleza
desde que se desbordó el festejo del Sechseläuten:
encontrar tu luz en la nota de San Pedro
fue cambiar mi horario gremial, desfilar con los niños
y dejar que mi traje histórico terminara solo el cortejo.

33
De la visita a la catedral he salido
como un esqueleto y su clepsidra y su flecha:
toda mortificación ha sido necesaria para el éxito.
La tríada elemental se imagina pierna entre árboles
mientras soy media luna de plata unida al león verde.

34
Gozo de trajes alusivos y de nueve meses simbólicos
entre el espacio poético y los dibujos interiores.
La escritura es una visita inesperada, hilillo fino:
«Veo prodigios que me maravillan» y confundo la historia
de la catabasis hacia el reino de Hades con la del enano.

35
Tejemos con las agujas de nuestras plumas
y brindamos «Au bonheur des dames» con alambiques estelares:
las manipulaciones del pincel satisfacen mis impulsos
de un país de los locos sobre un caballo de cartón.
El Libro de San Cipriano bebe del espejo que escucha.

36
Mi casa tiene una cocina y un laboratorio
y una despedida de varias puertas
y un viaje ansioso de De Chirico
y el paraíso de los gatos:
Belleza busca en la memoria de mi mundo alterno.

37
La tejedora de Verona me ha escrito
una carta en metal bienaventurado de Praga:
los gabinetes de curiosidades de Rodolfo II
aún contienen cabezas compuestas y versos sueltos.
-Ámame poco, pero continúa, dice el tesoro.

38
-¡Cuéntame una mentira que he de contarte
otra más grande!, dice el hada gallega
con su alegría de siempre, y me canta
aquella cantiga que nadie nunca pudo aprender:
el huso y la rueca nos hilan a lo que estaba escrito.

39
Y si mis escalones a cada rato se transmutan
es porque un cierta Tabla de Esmeralda
se ha apoderado de las válvulas de mi corazón:
entre Tuatha de Dannan y aguafuertes de islas:
cada texto es dueño de su propia red, y «todo es uno».

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SENTIMIENTOS ENCONTRADOS [Mi poema]
Luisa Castro [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Yo tuve el corazón hecho unos zorros.
Ocurría en abril. Una mañana.
Subía desde el campo a mi ventana
el olor a frescor de los matorros
de una huerta cercana.

Olvido aquí, pues dudo si hace al caso,
mi aspecto en ese onírico paisaje.
Se me escapó decir que en ese viaje
se habría confirmado en mi un fracaso,
así que me distraje.

Y probé a concentrarme. No quería
matar lo fantasioso del momento
y aunque quise apartar tal sentimiento
no lo pude lograr. Que la alegría
tornábase en lamento.

Y es que ocurre, frecuente, que amanece
a veces con sentires encontrados.
Los hay que te comieras a bocados
mas sufres y el ardor se desvanece
por otros despechados.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Luisa Castro

La caída

Las montañas cristalizan en mil años
y el mar gana un centímetro a la tierra
cada dos milenios,
horada el viento la roca
en cuatro siglos
y la lluvia,
también la lluvia se toma su tiempo para caer.

Se paciente, con mi corazón
que suspira por una obra duradera.
Como el viento,
como la lluvia,
también mi corazón
se toma su tiempo para caer.

Los reyes del anochecer I

De comida del diablo me alimento.

Los reyes del anochecer
se abrigan
un paso atrás del puesto encomendado.

Voy hasta la esquina del moro
y allí pongo mi sonrisa, mi dinero.

Por siempre hombres armados
que saben decir no
y hombres desarmados que carecen de rutina
mezclados me perturban, me apasionan

con sus mesas de playa abiertas
en la noche,
con sus tres o cuatro cosas en venta.

El mismo perfume desde hace dos años,
mi amor hecho de pesas,
una forzosa condición para llegar hasta el final
y mucha gente que sepa
lo infelices que somos
viéndonos como uno más,
eso quisiera, sí.

Y que todo quede atrás, cuando salgo de este bar,
Con el último hueso de aceituna.
De «De mí haré una estatua ecuestre» 1997

Más que en el armador…

Más que en el armador.

Más que en el armador con cara de satisfecho.

Víctima
de tus caprichos.
De «Ballenas» 1988

Más que en las poteras…

Más que en las poteras.

Más que el calamar del color del coñac
que no conoces,
más que en el coñac donde mojo la potera
persiguiendo el calamar,
más que en la potera que me arrojas, que me espera
por las noches,
cuando bebo.
De «Ballenas» 1988

Más que en los anzuelos…

Más que en los anzuelos.

Aún más que en mi dedo gordo
con un anzuelo
en vez de robalizas.

Aún más que en el anzuelo que tengo en el corazón
en vez de robalizas.

Más aún que en la cabeza de robaliza que tengo
en vez de anzuelos.

Más, más que en los anillos que hago para ti
con anzuelos de robalizas.
De «Ballenas» 1988

Mediodía

I
Un almuerzo de averías y lutos instantáneos
detrás de las ventanas.
La soledad es una mentira para acercarte
a los besos con premeditación.
Sólo esta sensación de pan lejano,
de hambre que no es, de transeúntes mojados en un día caliente,
sólo la certidumbre
de masticar el aire, de ver que todos
se han muerto de repente
en este mediodía abierto a los abismos.

Está bien,
todos comprenden que la vida es una cosa de siesta
postergada. Todos
se han marchado a amarse a los vertederos de la ciudad;
como si la vida fuera una cosa de siesta postergada
han cogido sus pertenencias y no han dicho me voy:
el éxodo de los baúles, los libros, las indigencias
y acaso un hombre conocido entre la muchedumbre,
un hombre con el cabello sucio y
en la boca
cierto resabio de siesta postergada.

II
Yo, mientras, cuento con paciencia las arenas que me habitan
y no estoy sola entre tanto caos
y esta fauna irreverente que me crece desde adentro
y me pregunto dónde podrás estar
cuando el naufragio llegue
y
que si vas a volver separando las aguas,
frenando
la lluvia de este día, comiéndote
los charcos tiempo
de mi casa,
instalando sin dolor
tu maldición
de aguacero.

Es pronto para decir que se han precipitado
las aguas.

Y el ángulo recto insostenible del amor,
del amor que comercia con los pasos lentos
de un elefante creciéndote en la boca.
Que si vas a venir con Abraham, con Josué,
habitando la fortuna de los dioses y
sus iras
o
subido sobre la arquitectura apretada de un poema
Con los hijos desheredados de la infancia.

(Querían verte con una sonrisa plana y
ensortijarte
el cabello en los cines de pueblo
y yo,
acercarte un poco más al lugar donde la palabra
es una mujer abierta de piernas, animal
gestante,
infinitamente divisible, una estructura
de miedo
laberíntica e infranqueable).

Es bastante pronto para afirmar
que se han precipitado
las aguas.
En todo caso vendrás, vendrás, amor,
porque el futuro cese.

III
Y debo preguntarme dónde estarás ahora,
entre qué destrucciones, entre qué cadáveres,
recordando qué malditas aventuras de niños,
sólo de niños, pero
temprano
es una palabra no muy bella,
y yo ya no puedo con viejas historias
de novios
que se besan en los puertos y hacen el amor
en los portales,
no puedo ya con las leyendas heroicas de
mi pueblo, no
tengo apenas un miedo que
devaste las canciones
y no sé si es prematuro decir
que casi te amo
cuando la palabra triste deja de pesar sobre
las conciencias.

Imposibilidad
del
amor
turco

sólo hay un pan inútil y trabajoso
y niños que se suicidan gentilmente
debajo de
la escalera, sangre
que desborda
el cuarto de las escobas, y
un muerto fragilísimo cayéndosenos
justamente
cuando una órbita se abre y olvida sus sucesiones,
cuando algo ha
perdido el
ritmo y
desconoce de pronto
sus herencias de engranaje.

IV
Bueno, mi amor, y luego todos los hijos
que no llegaron a tiempo para la celebración
del vino
y el espanto
de las ventanas tapiadas.

V
El sol inventa excusas y entonces tú
tendrías que llegar,
irrumpir en los pasillos,
echar abajo las puertas,
preguntar por algún nombre y besar con amor
todos los maltratados brazos.
Tendrías que despojarte del cuchillo,
de las artes
de la lucha y del polvo del combate
y amar como los hombres grandes
alzados en las estatuas,
amar brutal e impunemente
con altura de grito
que cierra todas las guerras.

Ya ves, en cambio yo admito tristemente
esta ubre soleada
que entra por las terrazas
mientras
espero en silencio
a que se cumplan la mayoría de las profecías
que anunciaban
tu llegada intempestiva
de fiera desconcertada y atroz
en medio de las alcobas.

Yo, la de los pechos más tristes,
la vestal de piedra y espuma
(Penélope no lo habría dicho entonces)
te esperaré, sí, con un poema siempre inmediato
en los ojos
y un cinturón de castidad a rayas,
detrás,
detrás,
aferrada al más hermoso mocharabiyeh.
De «Odisea definitiva» 1984

Mordiendo por las calles a los hombres que se aman

Algunas palabras para perder la vía,
algunas palabras, que no falten palabras,
quiero saber
el lugar
que
ocupa
mi
odio, quiero saber dónde se puede encontrar
una tienda del mejor
de los vinos
del vaso de la palabra.

Atentos al dolor, sí, sí,
atentos al dolor como en los huesos poderosos de mis
piernas,
atentos al regreso de los hombros
o la tierra hacia las ascuas.

Quiero saber cómo se cae a las llamas,
cómo se cae a la hoguera alta
y doble del
dolor mejor de todo dolor. Yo soy
un ángel falto de recursos, no me mires, voy
hecho lentamente
con el corazón pobre de pobreza de ángel,
con la indigencia en el centro
atento
como un noble mensajero del error
al dolor
de los mamíferos.

Cómo se me vierte el fuego en la raíz
de la lengua y la carne
empieza a oler a campana que no cesa. Es terrible,
es terrible
no conocer el mundo de las aves inferiores,
sus migraciones, vuelos,
averías, de las cornejas tan útiles, de las
golondrinas ignorantes y ciegas,
de las gaviotas tristes como
otoños.

Mirad, mirad, es tan terrible esto,
yo creo adivinar la sangre de
los míos, es larga, aguda, cruel, se necesitan
trajes
para verlo. Como mi sangre
que va
mordiendo viñas, que va
mordiendo
cuerpos, que va con dientes y con sangre
mordiendo por las calles a los hombres que se aman
saliendo de los cines.

Yo vivo en una ciudad pétrea y
a veces
somos pasos.

Se pueden ver arrastrando a nadie,
se pueden ver
lustrosas cabelleras,
tres o cuatro pasos solos,
duros,
precisamente amargos golpeando
la tarde y las cenizas
brillantes
como lluvia.

Y las mujeres que cuento en mi cabeza, que recuento,
que olvido,
sus vestidos azules que tendré que colgar, sus
dolorosas manos, vírgenes verdaderas.
Las mujeres que mi madre me abrió para que no empezase
todos los versos con su nombre. Para que no empezase
todos los versos con su vidrio de nombre.
Todas las mujeres que
recuerdo
buscando un duro cuenco donde albergar el vientre.
Todas las mujeres que mi madre me abrió.

Pero perdón, el mundo.

Pero perdón, la noche de los gendarmes
que me araña el pezón
Y me pide consuelo.

Todo eso, perdón, yo soy
un ángel.
Mi odio es infinito.
Mi odio espera el odio con olor a mantel
y derramado vinagre, ese odio
que se mea en el tacón de las bibliotecarias
hasta que nacen lirios
y la tierra empantana los taxis vigilando
una escuela.
Sí que conozco esa lluvia de dolor,
sí que conozco esa muñeca herida por el odio.

Y a veces las alas comienzan
a pesarme
y sobrevuelo el polvo
porque más allá de la muerte, más allá de la muerte
mi odio seguirá repoblando los bosques.

Puedo pensar que no, y entonces
hay un árbol.
Como un número blanco, como una ola de algas
tu cuerpo
largo y libre, algo lejano y mío, mío
hasta el desastre.
Un árbol con su techo delante de mi alma.

Será merced a mi alma que se va
con el primer ingrato de septiembre
o la milicia
que no espera
por una vez, por una sola vez,
para meterme en tu lengua ávida y rota
y perdonar al circo tanto asunto de valor,
tanto temblor,
tanta ruina con leones despeinados.

Mi amor, si digo esto mis ojos
crecen y
sonrío
pero, mi amor, si digo esto tu boca se parece a una tribu
roja que golpea cristales
y es el olor de las amigas que amé
tanto
detrás de un cementerio.
Mi amor, mi amor, y como este cuerpo que toco
alguna vez
una alegría sin centro me despierta en la noche
que no termina aún, que no acaba
y todo se ve azul
hasta morir
y yo habría de tener hierro en las manos
y quedarme. Tener
los pies, los días, las orejas,
los pechos y las alas
con hierro
y quedarme.

Esta es una canción desaparecida
para cantar con los brazos extendidos y los ojos
cerrados
y las rodillas
en el fango tormentoso de la culpa
mientras cae una lluvia de arcos y volutas milenarias.

Es más dulce mi cuerpo;
aquí está con medallas y
caderas, con el verbo del tabaco y la hojarasca.
Es más dulce
así
con huellas diminutas de dientes de ave viva
en mi sexo como una ropa
antigua que devora
la sal, en los pechos enanos como pruebas, retenidos
y aún distantes, enemigos para siempre,
y en la cintura que ardió
con muertos, barricadas, botellas,
armaduras
y un almanaque inútil con la fecha del ocho
y los niños del valle, los perros y las cañas.

Ven, amor, a degollar conejos encima de mis
nalgas.
cuánto tiempo he de esperar, cuánto tiempo
he de esperar.

Además
el silencio de la tierra que
no dice
palabras, que no dice
estertor,
que no dice
colegio ni cita mayo alguno.

Cuánto tiempo he de esperar.
De «Los versos del Eunuco» 1986

Peces de sangre fría…

Peces de sangre fría,
fríos peces de agonía intolerable
y deseos escasos.

Ambición sólo de respirar deslizándose
Con familias enteras que el océano asila
sin preguntar de qué cálido hábitat
vengo.

Siguiendo su rastro con convencionales artes
materiales informes,
mallas nuevas
querría manejar
sin que me impresionase su baile ciego en torno a la almadraba,
su turbia postración,
su fuga turbia.
De «Los hábitos del artillero» 1990

Recuento

Hoy tengo
veinticinco años.
Mi juventud se va
con mis mejores deseos.
La quiero, la veo marchar
sin una rozadura,
sin reproches espero a que esté lejos
para llorar su falta.
Nunca sabrá nada de mí.
Cambiaré de amistades, de lugares,
frecuentaré otros sitios
donde todo sea nuevo
y ella no pueda decirme te quiero nunca más
y yo nunca más pueda dejar de obedecerla.
Me esperan hombres que saben decir no,
mujeres que saben programar sus vacaciones
y soy feliz,
el futuro se descubre ante mí
lleno de hombres que saben decir no,
mujeres que saben decir no
me esperan en sus increíbles fiestas
con sus mejores deseos.
De «De mí haré una estatua ecuestre» 1997

Reflexiones hipnagógicas

I
Imposibilidad del amor turco,
del amor que se arrecia en una estampa de niña desnutrida,
en un candente gesto de impotencia acribillada,
en la necedad y en lo vacío de unas muertes gratuitas
con su odio de vejeces aceleradas bajo la tristeza más simple
que se nos iba perdiendo -otro abandono más para nuestras vidas
sin lirismo.
Porque es lo inaudito
amarse en las basuras de una noche de viento
confundiéndonos del delirio infantil
y perverso de los gatos, contagiando
nuestros cabellos de la perfección y
la morosidad de la piel de las patatas,
embelleciéndonos los trajes con el contacto de la sangre
púber
que derrocha este desorden nocturno de finales de guerra
y destrozos humanos.
Punto. El viento.

II
Para encontrar pronto la Henoc robustecida de tu estrofa
donde también tenga cabida el amor en toda su vastedad
de azules.
Temprano es una palabra no muy bella que exige mujeres
repentinas y constelaciones espontáneas.
Quizá no sea preciso hablar de una truncada estrella
en las alcobas cuando algún crimen corrobora
la lentitud y la paciencia de unas medias desmayadas sobre
el suelo.
Y luego el acento agudo de tu risa tónica
clavándoseme en unas sangres que destila mi tristeza
atareada con las cosas más urgentes
desbaratándome un verso con su imprudencia de pájaro
cosiéndome los labios a pares suicidas
mutilándolos para lo más dulce,
negándoles tus arañas.

III
Sobre ti, sobre todo. Sobre lo que es locura
sobre todo en las mañanas necesarias del deseo,
en los tilos de un amor que se recupera de la desmesura
con un desayuno tardío
y el final de una historia mal mecanografiada de niños de ayer
que aún no sé, no sabes, si se han muerto, si van a
comprar la libertad de su poema
o si tienen que vivir
para una madre enferma de naufragios;
la historia siempre interrumpida por la inminencia
del dolor o del placer oscuro de los cuerpos,
la historia siempre interrumpida,
la historia siempre, siempre. Al final
siempre aquella cosa del término y el cierre,
la clausura,
el final.

IV
Pero ahora vamos cayéndonos en este desagravio de las fuerzas
y una ordenación de paralelas fijas
entreteje nuestros tiempos
señalados, abocados a la causa de las calles más anónimas
y mares y atmósferas tumultuosas y suburbios de palabras,
arrabales de gestos imprecisos, atajos peligrosos de llegar
antes de las diez para atrapar las primeras uvas
que desgaja el día.
Es la guerra, ya.
Atiende, esta es la hora
propicia
para decir cosas como levántate, te amo, es tarde,
mi amor, qué tomas, sólo queda café y leche,
y cómo
nos queremos, decir no quieres más, estás cansado,
mi amor, mi amor, atiende,
son ya las diez
(cómo te maldigo),
la guerra ahí afuera,
y tú, etcétera, márchate.

V
Habremos de volver, en todo caso, a la espesura,
a la concatenación de los días,
purgándonos el alma con dos soles de amianto,
haciéndonos las uñas con una suavidad de oficio
sin quebrantar las reglas de la moral que presiden los retratos
blanquinegros de las casas.

Volveremos siempre,
aunque sea cierto que nunca se retorna,
aunque Nietzsche tenga o no la razón,
y nosotros
(indefensas criaturas de la fonética más ardua)
no sepamos escribirles el nombre a los filósofos, no sepamos
consumir
el goteo milenario y lentísimo de las estalagmitas,
aunque afuera, en el río callejero de los claxons
nos aturda un viento claro de poniente,
una confusión
de abreviaturas y escaparates.

VI
Pero ¿es necesario que te ausentes para el hambre?
No, dime que no como se dicen las canciones, t
dí no como una canción apenas retenida,
duda no para que la canción sea más lírica y
romance.
No vamos a volver al filo estrecho de los meses,
no vamos a ser la estatua de sal,
la mujer de Lot,
la destrucción de un renunciar,
de un abdicar,
de una puerta maltratada.

Y el abandono delante de las ventanas encendidas,
el abandono de un hombre-sombra borrado de la historia,
un hombre que apenas es objeto oscuro, macizo,
recortado, opaco, impenetrable
tras la luz que desbarata y obstruye
los sentidos,
la luz mortificante de ver cosas,
la luz que destruye y minimiza
el horror
de ser un ave bajo tierra.

VII
Es mejor, mi amor, el cuarto oscuro de los juegos
malogrados de la infancia.
dejemos los mediodías abiertos para los últimos
pobladores de la noche,
apenas Se te ve ya entre tanto rayo creador
y tanta renuncia de larvas.

Renunciar es esto.

Un temblor de temores bajando las escaleras,
cayendo hacia los portales barridos
y solitarios,
un agolpamiento de polvo, de tierra fértil y de
frutos dibujados en el movimiento súbito
de tu paso meteórico y fugaz
como Una ausencia de niños pálidos.

Tanto hueco.

Ausentarse es esto.

Así,
es mejor, mi amor, el cuarto oscuro de los juegos
aunque tu recorrido dure lo que duran las abejas.

VIII
Cómo he de decirte que vengo de beber de tus sequías,
cómo voy a contarte mi febril búsqueda de rastros
en tu cuerpo abandonado.
Otra cosa es la lluvia y los morteros patriarcales,
las herencias seculares de comerse una manzana,
las costumbres y atavismos de monedas insectívoras,
tu rostro adaptado a la geografía universal del hombre ameba.

Pero llego y se te borran los ojos,
las crines
de semental confuso se te vuelan
y ya no quedan en la superficie de tu cuerpo
estigmas de raza, edad, sexo o condena a muerte
y sólo eres ya una cosa rosa mate de pesada traslación
e ingente abrazo.
Eres únicamente una carne ciega y útil,
una carne abierta que maneja mis palabras,
carne viva, animal puro, sin timbre humano,
aproximándose al ser-latido, al primer peldaño de tu
génesis
violácea,
recordando el primer árbol, la primera gota,
el primer silencio.
Y entonces es cuando te amo, ciertamente.
No hay un amor suicida para cada minuto de cada catástrofe,
otra cosa es el olor que dejas en los pasillos
cuando es necesario que te vayas a la guerra,
mi amor,
a la guerra callejera del inmueble y la agonía.
Ah, el amor de nunca
retenido en los estantes suntuosos de la tradición amable,
pisado de polvo, arañado, entristecido,
apenas soleado, a una esquina de la muerte,
alguna vez te diré que no me angustia
este amor tártaro,
que solamente preciso de tu cálida carne siberiana.
De «Odisea definitiva» 1984

Sobre ti, sobre todo. Sobre lo que es locura…

Sobre ti, sobre todo. Sobre lo que es locura,
sobre todo en las mañanas necesarias del deseo,
en los tilos de un amor que se recupera de la desmesura
con un desayuno tardío
y el final de una historia mal mecanografiada de niños de ayer
que aún no se, no sabes, si se han muerte, si van a
comprar la libertad de su poema
o si tienen que vivir
para una madre enferma de naufragios;
la historia siempre interrumpida por la inminencia
del dolor o del placer oscuro de los cuerpos,
la historia siempre interrumpida,
la historia siempre, siempre. Al final
siempre aquella cosa del término y el cierre,
la clausura,
El final.
De «Odisea definitiva» 1984

Todo me da vueltas…

Todo me da vueltas.
Irlanda está lejos, como tú,
equidistantes de mi corazón
que no os ama.

En la nevera del barco, entre julias,
olvidado en el palo mayor,
mi corazón se cuenta entre los animales más lentos del bosque.

No es su turno
y está todo tan difícil
como en los vestidos de las mujeres de Belfast.
Botón por botón
me hacen aún más desgraciado
y no debo rasgarlos como si esto fuera mi pasión
y aquello mi cerebro.

De lejos,
ni Irlanda ni tú:
mi estómago no os ama. Amanece con nudos
y eso es todo.

Es rápido, pero cobarde.
De «Ballenas» 1988

Visión de Cibeles

Yo era una bella mujer que pasaba sin mirar
y llegué hasta aquí y debí detenerme,
dormirme,
soñar con hojas y aves.

Otras vidas fugaces como hojas o aves
giran sin detenerse.
No envidio sus viajes.
Quieta,
me quedo aquí de piedra.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que soy de piedra?
¿Cuántas hojas y aves han caído y volado?
Cuantas vuelven
o llegan
como tú,
que me ves como nadie me ve,
que no buscas en mis ojos respuestas
ni haces preguntas,
que pasas y miras sin querer
lo que los otros no ven,
lo que sólo aquí se ve,
los ojos blancos y abiertos de las estatuas
que han llegado caminando de tan lejos
y se paran
y escuchan al vagabundo
mientras los hombres se cruzan
y se hacen preguntas
en estas calles donde un día debí detenerme,
dormirme,
soñar con hojas y aves.

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UNA BARCA A LA DERIVA [Mi poema]
Javier del Granado [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

(soneto melódico puro)

Zafarrancho de barca a la deriva,
sometida a la máquina del viento,
que conduce la mar a barlovento
y aprisiona dejándola cautiva.

Peregrina de sueños, fugitiva,
paquebote de lágrimas sediento,
callejero sin rumbo y sentimiento
de almirante y timón sin perspectiva.

Arquetipo del halo emocionado
embarcado sin rumbo a la aventura
que en sus flemas se ahoga. Que el ocaso

arreciando le tiene acorralado,
y ameriza en su magma de locura.
Es el triste destino de un fracaso.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:   Javier del Granado

LA MONTAÑA

Flagela el rayo la erizada cumbre,
el huracán en sus aristas choca,
y arranca airado con la mano loca
su helada barba de encrespado alumbre.

Rueda irisado de bermeja lumbre
el turbión que en cascada se disloca,
y hunde a combazos la ventruda roca,
para que el oro en su oquedad relumbre.

Bate el cóndor tajantes cimitarras
y arremetiendo al viento de la puna,
estruja al rayo en sus sangrientas garras.

Reverberan de nieve las pucaras,
y soplando el pututo de la luna
se yerguen en la cima los aimaras.

EL LAGO

Sobre el terso cristal de malaquita
que aprisiona el soberbio panorama,
el carcaj de la aurora se derrama
y el bridón de los Andes se encabrita.

Su ala de nieve la leyenda agita,
muerde las islas una roja llama,
y de la ola el sonoro pentagrama
el hachazo del viento decapita.

Sofrena el sol su cuadriga en el Lago,
salpicando de lumbre los neveros,
y en el lomo de fuego del endriago.

Emergen de la bruma del pasado,
la sombra de los Incas y guerreros,
bajo el palio de un cielo constelado.

LA VICUÑA

Esbelta y ágil la gentil vicuña
rauda atraviesa por la hirsuta loma,
y en su nervioso remo de paloma,
las graníticas rocas apezuña.

El sol de gemas, en su disco acuña,
la testa erguida que al abismo asoma,
y en sus pupilas de obsidiana doma
la catarata que el alfanje empuña.

Su grácil cuello como un signo alarga,
interrogando ansiosa a la llanura,
y envuelta en el fragor de una descarga,
huye veloz por el abrupto monte
y se pierde rumiando su amargura,
como un dardo a través del horizonte.

EL VALLE

Embozado en su poncho de alborada,
la lluvia de oro el sembrador apura,
y el cielo escarcha la pupila oscura
del buey que yergue su cerviz lunada.

Bajo el radiante luminar caldeada,
de agua clara, la tierra se satura,
y la mano del viento en la llanura,
riza de sol la glauca marejada.

Cuaja el otoño las espigas de oro,
y las mocitas en alada ronda
vuelcan su risa en manantial sonoro.

Se curva el indio y en su mano acuna
de un haz de mieses la cabeza blonda,
que siega la guadaña de la luna.

LA CASA SOLARIEGA

Mordiendo la granítica quebrada
se yergue la casona solariega,
alba de sol, con la pupila ciega,
y su techumbre de ala ensangrentada.

Con rumores de espuma la cascada
sus vetustas murallas enjalbega,
y en luminoso tornasol despliega
su cola el pavo real de la cañada.

Su arquitectura colonial evoca
la altiva estampa de un hidalgo huraño,
que vivió preso en su cabeza loca.

Un Gran Danés en el portal bravea,
y se desborda el mugidor rebaño,
atropellando la silente aldea.

EL HORNO

Combando el cielo en olorosa tierra
alza su nido el laborioso hornero,
que convierte las pajas en lucero,
y en miel, el barro que su pico aferra.

Por eso el hombre que en su ser encierra
todo el saber del universo entero,
con gran acierto lo imitó al hornero,
y horneó en el horno, el trigo de la sierra.

Bendice Dios, la casa en que se amasa,
y en el hogar hay un calor de nido,
si a cada niño se le da su hogaza.

Y si Natalio brinda a su familia
pascual cordero y pan recién cocido,
¡canta el horno en campanas de vigilia!

EL RÍO

Rastreando emerge del cristal de cromo,
un yacaré con ojos de esmeralda,
y serpentea entre la hierba gualda,
bajo el fogoso luminar de plomo.

Relampaguea en su quebrado lomo
el polvo de oro que la orilla escalda,
y un chiriguano de tostada espalda,
asecha al saurio, con feroz aplomo.

Rasga el ramaje su mirada oscura,
y estrangulando el pomo de su daga
hiere a la bestia con sin par bravura.

Resuella el monstruo y de venganza hambriento,
la hirviente sangre con su lengua halaga,
y con su cola decapita al viento.

LA SELVA

Con salvaje lujuria de pantera
se enardece la selva en el estío,
y el huracán con ímpetu bravío
destrenza su olorosa cabellera.

Blonda cascada de hojas reverbera
sobre el ramaje trémulo y sombrío,
que troncha el rayo en rudo desafío,
incendiando el plumón de su cimera.

Se retuerce la jungla acribillada
por dos pupilas de rubí llameante
que desgarran su carne alucinada.

Viborea un relámpago en las huellas,
el temible jaguar huye jadeante,
y en su lomo chispean las estrellas.

LA LEYENDA DE EL DORADO

Bajo el ardiente luminar del trópico,
como el hidalgo Caballero Andante,
jinete en ilusorio rocinante,
sueña don Ñuflo con un país utópico.

En la pupila azul de un lago hipnótico,
ve una ciudad de mármol relumbrante,
almenas de ónix, fuentes de brillante,
y aves canoras de plumaje exótico.

Ve al augusto Paitití en su palacio,
y a caimanes con ojos de esmeralda,
custodiando sus puertas de topacio.

Turba su mente el colosal tesoro.
y en los oleajes de la fronda gualda,
el sol incendia la Leyenda de Oro.

EL MÉDICO DE LA ALDEA

Como el dulce Rabí de Galilea,
con la sonrisa iluminó la infancia,
y derramó de su alma la fragancia
sobre la humilde gente de la aldea.

Su espíritu en el Héspero aletea,
su corazón palpita en nuestra estancia,
y su mano a través de la distancia
la plata de la luna espolvorea.

San Vicente de Paúl y San Francisco
transmigraron a su alma consagrada
a cosechar espinas en el risco.

Junto a la cuna meditar lo he visto.
Se cuajaba de estrellas su mirada
cuando pedía lo imposible a Cristo.

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UN DESATINO [Mi poema]
Fernando Charry Lara [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Y un día dije adiós, lo juraría
que un día dije adiós, no importa cuando.
En aguas movedizas naufragando.
Si no fuera verdad no lo diría.

Mas pude resistir. Que seguiría,
-nadie puede oponerse a su destino-,
achicando allí el agua al desatino
y en este divagar, vi que emergía.

Ser hombre es tropezar, es un tropiezo
tras otro, es levantar y otra caída,
es constante dudar, es una huida
que va y que viene y va del llanto al rezo.

Andar y desandar ¿desentendido?
dejando que le arrastre la corriente.
Y seguir sin pensar constantemente
sabiendo no saber a qué ha venido.

A ratos muy valiente o desvalido,
haciendo de la estancia un alegato,
honrando a un dios ingrato. Un desacato.
Un cosido que zurce a un descosido.

Esperanza y amor, que hoy ya me pierdo,
¿esperanza y amor? ¡qué desatino!
Jamás yo he descubierto ese camino.
De la ilusión, ¡qué hablar! Ya ni me acuerdo.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Fernando Charry Lara

Al ausente

Recuerdo de Jorge Gaitán Durán

Si tu desnudo gesto inmóvil
si tu rostro que estalló de pronto ante un espejo
Si tu voz mutilada por el árbol por la nube
Si tu paso callado por un sótano
Una obstinada selva carnicera
Piedras y hojas de inútil rocío
y sigo sigo despierto pensando
Silencio ahora duermes
Ahora eres
Un puñado de estrellas y de madrugadas

La lenta noche del mar vaga por la memoria
La alucinación de cuerpos y fiestas lejanas
El herido cansancio del oleaje a la espalda
La víspera de Colombia en el entresueño
El amor y el hastío el deseo indolente
La respiración el perfume de un pecho a oscuras
El labio adolescente que miras entre lunas
La palidez de los objetos a tu alrededor
El golpe del trueno en olas en espumas en rocas
No escuchas callas es más sordo el silencio
Está más cerca el silencio
Ya adviertes la tormenta los relámpagos
Entresacas otro huracán de tus recuerdos
Ronco de sombras y vientos yagonías

Si nunca aquella errante ráfaga huyendo
Salida del cielo morado a borbotones
Con un ruido de corazón destartalado
Riega el espacio de lágrimas y desperdicios
Es el inasible aullido del insomnio
Es un largo funeral por una calle a solas
Es un sollozo que silba perdido en las esquinas
Como el eco de un grito en una
Imprevista ciudad que sonámbulo:
Vislumbras ves desierta entre pesadillas

Porque inhumano el mundo se niega a ser eterno
Vuelas irrescatable de cenizas
En la medianoche de un bar te despides
Te rodean mutilaciones y senos y maderas
y ya no quieres escuchar
Mas es verdad que ya no me oyes
Y el traje con que andabas por la tarde
Y mujeres encinta llenas de besos
Caen también con precipitación
Desplomándose en estrechos invisibles corredores

Quedan la lluvia la conversación los recuerdos
Si no hubiese sido montaña sino mar sino llanura
Aquel que en mitad del camino de la noche
Buscando palabras el infinito tiempo medía
Sin olvidar la muerte al lado
Repentinamente entrado a su muerte
En el vértigo el asombro instantáneo del vacío
Palpando en el espacio tanta inmovilidad
Ahora te sé de aire y noche y nada

Eres tú el mismo que vivía
El mismo que regresaba
O era yo o era otro
O éramos me repito nuestros amigos
Estuvimos uno a uno al amanecer en Pointe a Pitre
O pudo no haber sido nadie sino
El sueño de algún huésped de mi memoria

Apenas los cabellos apenas el alba caída
En el vestido
Entre escombros inerte sin luz deshabitado
¿Qué raíces qué miradas lentamente
Despiertan junto a un cuerpo
Silenciosas y frías para reconocerlo?
De «Los adioses» 1963

Blanca taciturna

Qué día de silencio enamorado
vive en mi gesto vago y en mi frente.
Qué día de nostalgia suavemente
solloza amor al corazón cansado.

Alta, dulce, distante, se ha callado
tu nombre en mi voz fiel, pero presente
su turbia luz mi soledad lo siente
en todo lo que existe y ha soñado.

En la tarde vagando, voluptuoso
de horizontes sin fin, la lejanía
me envuelve en tu recuerdo silencioso.

Claros cabellos, cuerpo, ojos lejanos,
pálidos hombros. Oh, si en este día
tuviera yo tu mano entre mis manos.

Ciudad

Por el aire se escucha el alarido, el eco, la distancia.

Alguien con el viento cruza por las esquinas y es un
instante
su mirada como puñal que arañara la sombra.
Desde el desvelo se oyen sus pisadas alejarse en secreto
por la calle desierta tras un grito.

Una mujer o nave o nube por la noche desliza como río.
Junto al agua taciturna de los pasos
nadie le observa el rostro, su perfil helado
frente al silencio blanco del muro.

(Por el mar bajo la luna su navegación no sería
tan lenta y pálida,
como por los andenes, ondulante,
su clara forma en olas
avanza y retrocede.

Esos pasos, rozando el aire, se niegan a la tierra:
no es el repetido cuerpo que en hoteles de media hora
entre repentinos amantes y porteros
su desnudo deslumbra bajo manos y manos
y despierta soñoliento en un
apagado movimiento
mientras a la memoria
acuden en desorden lamentos.

En la oscuridad son relámpagos
la humedad en llamas de esos ojos
de oculta fiera sorprendida,
y algo instantáneo brilla,
la rebeldía del ángel súbito
y su desaparición en la tiniebla).

La noche, la plaza, la desolación
de la columna esbelta contra el tiempo.
Entonces, un ruido agudo y subterráneo
desgarra el silencio
de rieles por donde coches pesados de sueño
viajan hacia las estaciones del Infierno.

Duermevela el reloj, su campanada el aire rasga claro.
En el desierto de las oficinas, en patios,
en pabellones de enronquecida luz sombría,
el silencio con la luna crece
y, no por jardines, se estaciona en bocinas,
en talleres, en bares,
en cansados salones de mujeres solas,
hasta cuando, como con fatiga,
la sombra se desvanece en sombra más espesa.

Desde la fiebre en círculos de cielos rasos,
oh triste vagabundo entre nubes de piedra,
el sonámbulo arrastra su delirio por las aceras.
El viento corre tras devastaciones y vacíos,
resbala oculto tal navaja que unos dedos acarician,
retrocede ante el sueño erguido de las torres,
inunda desordenadamente calles como un mar en derrota.
Siguen por avenidas sus alas, su vuelo lúgubre por
suburbios:
se ahonda la eternidad de un solo instante
y por el aire resuena el alarido, el eco, la distancia.

Muerte y vida avanzan
por entre aquella oscura invasión de fantasmas.
Los cuerpos son uniformemente silenciosos y caídos.
Un cuerpo muere, más otro dulce y tibio cuerpo apenas
duerme
y la respiración ardiente de su piel
estremece en el lecho al solitario,
llegándole en aromas desde lejos, desde un bosque
de jóvenes y nocturnas vegetaciones.
De «Los adioses» 1963

Como la ola

Con llegada de espuma hasta la playa triste,
oscura ola de esplendor lunar extendido,
tú cruzas, tú cruzas
con remoto ardor despertando mi beso
en el mar delirante de la noche.

En fuga siempre, llena de reflejos,
reconstruyendo a solas lo amargo y lo distante,
o recostada un poco a la luz de los crepúsculos,
así mejor dibujo la melancolía de su retrato:
junto al piano, a la ventana
de irrespirables sueños, a la música de súbito callada,
esperando una voz que llega como el eco a las zonas
desiertas.

Nocturna entonces,
como la piel,
como lo profundo de los besos,
como la noche de los árboles,
como el amor sería junto a su cabellera.

Luego, sin sonido,
espuma silenciosa tras la sombra,
entre el rumor apagado de los pasos,
desnuda huyes, pálida ola,
no se te reconoce.

El exilio

El hombre entristecido mira
caer vehemente la luz a su ventana:
distraído contempla la distancia
de espumas como olas, lejanías.

Leves despiertan a su nostalgia
los reflejos de otros días,
y es ocio y congoja de una tarde
por gracia de este cielo,
que a su imagen
es mar azul, playas doradas, islas,
regresar desde la claridad de unas nubes
en el desmayo ávido del instante
hacia la antigua soledad remota.

Mas no puede la frente melancólica
soñar con esperanza sus recuerdos.
Volver a la tierra perdida
sería también deslumbramiento amargo:
un sol ajeno se levanta
como espada en mano enemiga.
Y su deseo es apenas
la pasión lánguida de la adolescencia en olvido,
un indolente jardín o una calle,
su deseo es apenas un aire,
si nocturno, de borrosas estrellas,
si de fulgor o nieve,
si de sol sangriento en el ocaso.

Sin testigo,
la obscuridad del rostro en los cristales,
bajo la luz que anochece punzante a la ventana
sus miradas entonces se obstinan,
frías, tenaces de silencio,
más allá,
entre vagas nubes o mares.

Puñal siempre en el pecho es la memoria.
Callar consuelo ha sido.
Mejor será
morir secretamente a solas.
De «Los adioses» 1963

El lago

By the waters of Leman I sat down and wept
T. S. Eliot

Érase entre la luz de la mañana
Alta y desierta nube de otro tiempo
Me mirabas llegar desconocido
Aire írio cristal pálido día
Llovía luego un agua verde entre el paisaje
Un agua azul y plata por el lago
Un agua ronca con sollozo a mares
Despedazándose rota en ventanales
Me veías llegar desconocido me veías
Amante que perdió su memoria el rostro amado
Me veías ráfaga de huracanadas
Olas de luz y viento y tempestades

Dejabas penetrado de relámpagos
Al extranjero corazón a oscuras
La ciudad que rodea de verdor el lago
Cuando a la hora última la tarde
Dejabas tu desolación en las esquinas
Cuerpo insinuándose al recuerdo
Dejabas tus sedosas violetas esparcidas

El mundo extraño apenas prodigando
Leves fulgores perlas por el aire
Frágil contra la sombra el muro el árbol
La viuda cabellera de las luces
De noche tiernas lunas
Sobre los pavimentos y las lluvias

Cuando eres tú y a tu lado impalpable
Una joven cintura entredormida
O femenino cráter insospechado ardiendo
Ebrio de tristes pasos cuando el eco
Por soledades vagas como espejos
Como calles por nadie nunca recorridas
Que hace más años tú ya presentías
Ser el desconocido
De súbito al encuentro

El rugido del viento en las orillas
Ecos de ahogados flotan sordamente en insomnio
La oscuridad el cielo inmóvil
Las aguas que noche y día son tu pensamiento
Lago tal corazón desbordado
Bajo la madrugada sollozando
A solas su imagen tan desierta
Un momento le creíste
palpitación o llamarada
Como tú
De amor y luz y tiempo ausentes
Contemplar aún su claro pecho irisado
Mientras la vastedad del agua amaneciendo
Lago era entonces sin furor
Invisible al deseo
Cuello jazmín apenas
Solitario de silenciosa blancura
Muslos apenas grises de nácares helados

Alejándose entonces la presencia y el sueño
Borrando al alba en cansancio su latir obstinado
Llegar por fin a ti la vida en secreto
La vida ahora que asoma entre tus labios
Tus mudos labios volviendo a tu vida
Aquel desconocido
De siempre a tu encuentro
El cuerpo del pensamiento de ti mismo
Aquel
Amante que perdió su memoria el rostro amado
Huésped del laberinto y la nada.

El verso llega de noche

En la ciudad de bruma la fiesta
de las noches es un bosque
de cabelleras oscuras y de estrellas.

Turbándome con sus pálidos dedos de rocío
como entre los amantes sorpresivas palabras,
su silencio enloquece las plazas solitarias,
las calles, los ámbitos callados
por donde pasa el aire misterioso de siempre.

Es el rumor, las alas
como ala anochecer la sombra
de una cabellera en las manos.
Es el rumor vagando entre vientos,
entre lúgubres vientos
en que sollozan luces
y espejos de la ciudad nocturna.

Es el rumor, las sílabas
que nacen y llevan una canción
al corazón que sueña,
una canción, las sílabas
creciendo en medio de la niebla
o tal flor desnuda bajo la lluvia,
(nunca hemos amado tanto, nadie
sabrá decir que hemos amado tanto
en una noche.
En nuestro corazón resuenan los horizontes
y resuena también la vecindad de la tierra.)

El verso silencioso fue en la noche,
el verso claro fue el instinto
bajo ruda corteza o piel amarga.
El verso, palabras ceñían los cuerpos
delgados de las mujeres,
sus claros cuerpos bajo la luna
suspendidos en la música,
sílabas ceñían sus cuerpos
como voces ardientes, como llamas.

En un árbol de lluvia que gime al viento
sus canciones,
sube la sangre en río sollozando ligera
y soporto encendida la tristeza de un grito
largamente tendido en medio de la noche.

De la noche sedienta, de la innúmera noche,
de la noche que guarda
los deseos como sombras,
de las dolorosas, mudas sombras amadas,
sombras de los deseos
sombras de un antiguo amargo silencio.
Amargo, sí, errante silencio en que no queda
sino el poema en la noche,
como recuerdo herido por el filo de un beso.

Fantasma

Esbelta sombra dulce, sombra con ademán de entrega,
cuerpo en forma de cielo y sueño, reposas en el aire,
rompes el silencio con el corazón a borbotones,
pero me dejas en suspenso, extraña.
sólo palpitación, sólo deseo,
hallazgo imprevisto de mi destino ignorado.

Como distancia enlunada y desierta,
así de soledad y palidez te imagino, así
te construye mi pensamiento, me llegas, te amo.
Lo impenetrable de mi ser creas a tu imagen misma,
mas sólo existes
en el temblor y fascinación ante tu llamarada oscura,
en esta nube en desvelo o cárcel solitaria de mi frente,
y en el recuerdo también
de aquel salón con alas en que duerme el hermano muerto
y un vuelo repentino esas alas, esa ráfaga fría.

Yo no sé descender sino a ti misma, viva,
sin hallar jamás la huella bajo tus pies de otra música
sino solamente el trote,
la desesperación de desencadenados caballos nocturnos.

¿Es sólo un lamento que huye
ese cuerpo tuyo por el que sueño y muero?
¿La luz que te ciñe y persigue
en esa sombra por la que vaga desierta mi caricia?
Sin embargo tu desnuda sombra es dulce,
fantasma, como yo, ¡de polvo y nostalgia!
y si aparte de esta avidez en llamas
fueras leve criatura al lado,
junto a ti el aire a tu paso como ángeles serían blancas, blandas espadas,
un diluvio, a lo lejos, un caer de invisibles, inmóviles relámpagos.

Yo no sé, yo no sé por qué mi mano anhelante,
por qué la obstinación de mi mano como un mar de noche y sin reposo,
no te encuentra finalmente, o mi beso, al rozar esta sombra,
al contemplarte a solas, oh tú creada de pensamiento mío,
si no en el atardecer de un desdeñoso juego de espejos,
rodeada por la música del día y soles y avenidas,
pero de pronto la evidencia
de no ser ni haber sido,
de no ser silencio,
solamente vacío.
De «Los adioses» 1963

Jardín nocturno

La mancha del cielo azul, sombras de árboles, sombras de nubes,
y alrededor muros, ruinas, piedras que en el silencio
son frío, si la mano, si el pensamiento las roza.
De noche, retraído y apasionado,
contemplar desde allí lo lejano.
Olvidado de sí, hambriento del mundo,
vagar entre luces, ciudades, veranos. Mas luego como
cuando uno, sin saberlo,
extiende por mares su corazón
y regresa al solo sitio en que sueña:
ha pasado
el tiempo, y sin embargo
está el fulgor lunar sobre la vida. Así ilumina,
así entristece viril
al hombre la soledad de su delirio.
De «Los adioses» 1963

Llanura de Tuluá

Al borde del camino, los dos cuerpos
uno junto del otro,
desde lejos parecen amarse.
Un hombre y una muchacha, delgadas
formas cálidas
tendidas en la hierba, devorándose.
Estrechamente enlazando sus cinturas
aquellos brazos jóvenes,
se piensa:
soñarán entregadas sus dos bocas,
sus silencios, sus manos, sus miradas.
Mas no hay beso, sino el viento
sino el aire
seco del verano sin movimiento.
Uno junto del otro están caídos,
muertos,
al borde del camino, los dos cuerpos.
Debieron ser esbeltas sus dos sombras
de languidez
adorándose en la tarde.
Y debieron ser terribles sus dos rostros
frente a las
amenazas y relámpagos.
Son cuerpos que son piedra, que son nada,
son cuerpos de mentira, mutilados,
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados,
ocasión de voraces negras aves.
De «Los adioses» 1963

Llegar en silencio

Despierto en la noche lleno de palabras
como envuelta entre las llamas de la música
se levanta una casa en la distancia.
Un perfume hay, un valle de silencio,
un lento roce o beso se aproximan, callando,
si llega el delirio, el fulgor solitario del insomnio.

Quiero entonces una silenciosa figura humana,
quiero un rostro hasta mí llegar, quedarse lento,
quiero unas manos, un pecho, unos devoradores labios,
todo lo que un nocturno cuerpo nos entrega.

Hasta mi habitación podría llegar
con un paso de ola o lenta nave,
prolongado el deseo, espina de las noches.

Extendería entre los terciopelos húmedos de los besos
sus cálidos brazos,
hasta no ser sino un cuerpo
abandonado calladamente sobre otro.

Hasta morir así, hasta juntar los labios, los pasos
que con los pasos míos
recorren, como también el viento de la noche,
desiertos corredores donde se oye
llorar el escondido amor entre las sombras.

Madrugada

Ciudad de los adioses, invernal, cilo gris
donde la hora impalpable amanece
con un monótono color ya repetido.
Hay quien intenta, junto a los muros
de sus turbias esquinas silenciosas,
descubrir la hermosura secreta por el aire
ante la madrugada en el recuerdo
de un día que no ha sido.

Así, un momento, ligera, alada
te vi en embeleso cruzar.
Déja que la memoria reviva en llamas.
Ahora, mientras mi mano escribe,
o entonces, cuando
el amanecer sobre tu imagen era
no si de realidad o beso, sino de luz, sino de sueño.

Si en otra lívida alborada atravesaras
un nuevo escalofrío,
si regresaras en otra claridad desierta,
tú misma, cuerpo o ráfaga desnuda
de otro espacio no mío, cálido y solar.
Borrosas calles y llovizna oscura.
Nada sino mi sed, mi desvelo,
nadie sino la voz del entresueño,
nada, final, sino
un eterno encantamiento frío:
terror que lentamente
se entreabre, gesto, belleza cruel
que pasa apenas, fugitiva, sólo al lado un instante,
por entre los adioses,
oh tánta luz en nubes de otro invisible mundo.
De «Los adioses» 1963

Olvido

Los días que uno tras otro son la vida…
Aurelio Arturo

La trémula sombra ya te cubre.
Sólo existe el olvido,
Desnudo,
Frío corazón deshabitado.
Y ya nada son en ti las horas
Las taciturnas horas que son tu vida.
Ni siquiera como ceniza
Oculta que trajeran
Los transparentes
Silencios de un recuerdo.
Nada. Ni el crepúsculo te envuelve,
Ni la tarde te llena de viajes,
Ni la noche conmueve tu obstinada
Nostalgia del amor, cuando
Una tácita doncella surge de la sombra.
Oh corazón, cielo deshabitado de los sueños.

Pensamientos del amante

Ya que la intimidad la noche la criatura
El hombre que la sueña y al sol con sangre de
la tarde
Cuando por corredores de azulada piedra
Los pasos que ahora esperas
En vasto espacio enardeciendo callan

(Es más hondo el amor que nadie nombra
Más amarga la desdicha de un espejo
Cuando de pronto lo empaña el lento vaho
De una tristeza a lo lejos de alguien
Que ignorado cruza errante el vacío)

El arco de las cejas encendiéndose
La multitud del oro los hombros en reposo
Un río subterráneo entre su pecho
Los muslos firmemente dueños de la tierra
La mirada que en un duelo trémula estallaba

Vencida por el tiempo la esperanza
Un caminar perpetuo entre la lluvia
Una ciudad de nubes y agonías
Contra todo y sin fin seguirte siempre
Oh roce frío de invisible llama

(¿Por qué retrocedías y callabas
Te pensabas temblando como un niño
Lamento entrecortado en tu garganta
Devorado en la red de una tiniebla
Entristecido por tu propio sueño?)

Luego por yertas calles la alborada
Trajo al azar indescifrable un rostro
Rubio fulgor y el frágil embeleso
De en otro paraíso hallarte vivo
Lejos del sol occidental ensangrentado

Mas te persiguen la sed y el pensamiento
La ausencia te la invade sólo un cuerpo
Ese convulso perfil del deseo volando
Hacia nubes donde son verdes los ojos
Donde implacables son verdes aún y sombríos

Confusos giran grises en sucesión los días
Pálidos de lloviznas e incertidumbres
Cuando junto al anochecer existes
Con penumbra de seres a tu alrededor
Su desdeñosa sordera impenetrable

Enrojece delira Bogotá como un incendio
La multiplicidad de luces gentes bullicios
Luego el aire nocturno abriendo lunas
Y escondido en lo oculto de un afán
Oh tú que ignorada rodeas y estrechas y amas.

(Sólo dentro de tu corazón pasan las cosas
Solamente oyes una ronca bocina por tu sangre
El tiempo acumulándose en cenizas
Vuelves a mirar las luces en el atardecer
en la noche te adormecen otra vez mudos labios)

Cuerpo que no camina sino
Por constelaciones de incandescente destierro
Trae tus pies acostumbrados a la aurora
A pisar esta isla de nadie esta puerta
Donde el amor golpea con fantasmas.

(No es el sueño sino somos nosotros
Como el destino es áspero y contrario
La desierta esperanza sin sustento
En duermevela fluyen días y pensamientos
Cadáveres de sol y lluvia en la memoria)

Tras sigilosos pasos voces ecos
Eterna eterna ven
Gestos callando sombra que sospecha el aire
Pero al desvanecerse de nuevo tus huellas
Como al final el cuerpo será noche
Otra vez insondable tu luz fuera del tiempo.

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HABLEMOS SIN TAPUJOS [Mi poema]
Marina Casas [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Sentémonos a hablar. Sin cortapisas.
Hagamos, como el resto de la gente
que intenta conciliar cuando disiente,
sin miedos, sin rencores y sin prisas.

Si reo se ha de ser, sea de consenso,
cediendo en nuestras propias convicciones,
incluso con dolor de concesiones,
si así fuera preciso, echando incienso.

Hagamos del disenso un ejercicio
que venga a conciliar las divergencias,
obviando que ha lugar desavenencias,
cayendo así evitando al precipicio.

Echemos los pelillos a la mar
salvando a nuestro amor que es nuestro vicio
e impida que podamos naufragar.
©donaciano bueno

Al fin y al cabo nadie posee la #verdad? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Marina Casas

Un verano sola es un verano perdido.

¿Por qué los días de calor
deberían tener más sentido
que los de invierno?

¿Quién dijo
que reír con conocidos
en un bar es mejor que llorar
un viernes con una serie de Netflix?

¿Por qué la felicidad se mide
en la cantidad de cuerpos
que pudiste tocar?

Me encierro en el autismo
de mis fantasías
porque nada
de lo que espera afuera
alcanza
las expectativas
de mi irrefrenable
imaginación.

¿Y qué pasa si ahora me voy?

Después de tantos años
pensando que era tarde.
Siempre hay tiempo
para que sea más tarde.

Hablar mi lengua,
pisar mi tierra,
no me adueña de certezas.

Lo conocido
me derrumba.
Los conocidos
me retumban,
sus palabras
en mi cabeza.

¿Y qué pasa si ahora me voy?
Del espacio
sin voz,
el tiempo
sin amor,
un viaje
en un cajón.

A veces me detengo

en el pasillo yendo
del living a la habitación
ida y vuelta, me detengo
me miro en el espejo que asoma desde el baño
para no olvidarme quien soy.
Para seducirme con mi propio cuerpo
con la astucia de mi piel que me resta
la mitad de los años que cargo a mis espaldas.
Quiero todavía sostenerme
poner dos broches en mis hombros
mantenerme erguida
como la ropa nueva en mi balcón
que a pesar de los vientos que la mueven
no se deja caer.

En la adultez enamorarse
se parece más
a una decisión
que a una mariposa
una pastilla
o el borde de una piel
para no enloquecer
la piel
que me haga borde
y sostenga
una espalda contra la mía
advertida
que si uno empuja de más
nos caemos dos.
De Los animales no saben contar.

1.

Yo no hablo con las plantas.
Las riego casi con violencia.
Las cuido descuidándolas.
¿Por qué amar las plantas
debería hacerme buena,
más humana, natural o espiritual,
conectada con algo verdadero?
Me gustan demasiadas cosas
pero las plantas no
que no me hablan,
no se mueven,
son casi como muerte,
que no me tocan
ni me miran.
Si no me das nada
no te voy a querer.

2.

A veces me detengo
en el pasillo yendo
del living a la habitación
ida y vuelta, me detengo
me miro en el espejo que asoma desde el baño
para no olvidarme quien soy.
Para seducirme con mi propio cuerpo
con la astucia de mi piel que me resta
la mitad de los años que cargo a mis espaldas.
Quiero todavía sostenerme
poner dos broches en mis hombros
mantenerme erguida
como la ropa nueva en mi balcón
que a pesar de los vientos que la mueven
no se deja caer.

3.

I.
Un pedazo extirpado,
bola de restos enquistados
de uñas, dientes y pelos.
Instrumentos que tienen impacto
en manos de hombres.
Tengo el ovario izquierdo
cargado de resentimiento.

II.
Hoy incomoda el cuerpo,
siento que mi piel se expande,
que me brota un deseo:
cuidar a un otro,
sólo puedo pensar
en un nacimiento.

III.
Corre sangre,
este no es el momento.
Me mancho de preguntas.
¿Cómo saber si habrá un tiempo?
La ausencia es una herida
sin cicatriz.

4.

Hikikomori
dicen que es un trastorno japonés
como si acá no supiéramos
encerrarnos para hacer
de la soledad un lugar seguro.

Wikipedia describe
que es un fenómeno social
con síntomas de ansiedad, fobia y timidez.
Pero yo no encuentro la palabra
que diagnostique lo que siento
cuando cualquier estímulo externo
se me inyecta como el dolor de una jeringa.

Suele afectar a hombres
pero acá son hombres
los que la mayoría de las veces
me dan miedo.
Dejo de tomar taxis,
dejo lo fallido de las citas,
dejo las amistades
para no hablar otra vez
de los fracasos.
La repetición de lo mismo
me robotiza aún más que encerrarme
con la televisión o la internet.

5.

En la adultez enamorarse
se parece más
a una decisión
que a una mariposa

una pastilla
o el borde de una piel
para no enloquecer

la piel
que me haga borde
y sostenga
una espalda contra la mía
advertida
que si uno empuja de más
nos caemos dos.

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DESPUÉS DE LA TEMPESTAD… [Mi poema]
Juana Castro Muñoz [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

No crean que me invento, que hubo un día
en que el cielo tornóse violento
inundando la tierra de excremento,
el sol entre las nubes se escondía
rugía fuerte el viento.

Ese día en el que todo oscureció
y el mismo dios murió sin darse cuenta,
al tiempo que anunciaba una tormenta.
Ocurre que ese día estaba yo
poniendo mi alma en venta.

Consciente que la vida siempre enreda
y a menudo es cobarde y se amilana,
un envite lancé. Respuesta vana.
¡Pues no quede por mí!, dicho aquí queda,
que fue una filigrana.

Anduve sin saber. Algo expectante.
No puedo recordar lo que sentía.
Pronto me desperté. La lotería
me quiso sorprender de buen talante
Y el cielo al fin se abría.
©donaciano bueno

Siempre que #llueve, #escampa, o no? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Juana Castro Muñoz

Disyuntiva

La tentación se llama amor
o chocolate.
Es mala la adicción.
Sin paliativos.
Si algún médico, demonio o alquimista
supiera de mi mal
cosa sería
de andar toda la vida por curarme.
Pues tan sólo una droga,
con su cárcel
del olvido me salva de la otra.
Y así, una vez más, es el conflicto:
O me come el amor,
o me muero esta noche de bombones.
De Alada mía, Córdoba 1996

El potro blanco

Tiene razón ella, y el espejo
que me enseñó esta tarde.

-Mírate, tú no eres un hombre.

Los hombres nunca tienen
esa fiebre en los ojos, ni los muslos
les florecen redondos, ni en los pechos
les crecen dos botones
erguidos como islas detrás de la camisa.

-Mírate.
Y me miro,
y me voy desnudando
de mis tristes aperos.

Y entonces aparece, sin que yo lo convoque,
mi cuerpo como el lirio
de sol y la radiante manzana de la carne,
igual que en el milagro
del primer potro blanco saliendo de su madre.

Inanna

Como la flor madura del magnolio
era alta y feliz. En el principio
sólo Ella existía. Húmeda y dulce, blanca,
se amaba en la sombría
saliva de las algas,
en los senos vallados de las trufas,
en los pubis suaves de los mirlos.
Dormía en las avenas
sobre lechos de estambres
y sus labios de abeja
entreabrían las vulvas
doradas de los lotos.
Acariciaba toda
la luz de las adelfas
y en los saurios azules
se bebía la savia
gloriosa de la luna.
Se abarcaba en los muslos
fragantes de los cedros
y pulsaba sus poros con el polen
indemne de las larvas.
¡Gloria y loor a Ella,
a su útero vivo de pistilos,
a su orquídea feraz y a su cintura!
Reverbere su gozo
en uvas y en estrellas,
en palomas y espigas,
porque es hermosa y grande,
oh la magnolia blanca. Sola!
(De Narcisia, Taifa Poesía, Barcelona 1986)

Jabón de sosa

Hervía en la caldera de bronce sobre el fuego.
La sosa devoraba el saín de la vida
y ella sola sabía la entraña del milagro.
Inmensa, se enfriaba la tarta
del color de los ríos,
para luego cortarla
en cuadrados pedazos aromados de limpio.

Hoy que ella se muere como se ha muerto el rito,
una niña recoge del cauce de un arroyo
el fruto de una piedra: arena y tosca y ocre,
cómo sabe su frío a la orfandad del labio.

La cuna

Estoy encinta, y vivo. Me preñó
igual que a las ovejas.
Ahora hace la cama
con madera de olivo,
y canta, y por primera vez
me llama por mi nombre.

Porque va a ser un niño
como su abuelo, dice,
“un hombre de verdad
que trabaje conmigo”.

Pero de noche, carga
sobre mí su balumba
y se olvida del hijo.

Será para cantar, me digo, mientras abro
las piernas y me escoro
hacia un lado eludiendo
su peso porque duele.

¿Qué será lo que siente?

La era

Mi padre y yo dormimos
en la era, y la paja
nos es lecho de estrellas. Se sienten
las culebras cruzar toda la noche
los haces de cebada, y ratas como gatos
nos roban en el trigo. Me estremezco
y no grito, porque mi padre ronca
bebiéndose la luna, y en el aire
cantan grillos de arena.

Lotófagos

A mediodía, por el aire, pasa
el ángel mudo de los inmigrantes. Todo
se alza y es un vaho
de pan recién cocido con aroma
de flores. En los barrios, los tranvías,
las ventanas y el metro, cada inmigrante compra
su flor de cada día y una
ración de pan. Pan moreno, pan alto,
pan blanco, pan rubio, de centeno o del sur.
Cada inmigrante huele
su pan de cada día mientras muerde, una a una
las irisadas migas
de su ración de flor.

Pañuelos

En un golpe de aire los papeles
han salido volando, y esparcen por el suelo
su forma de blancura.
Campo seco, sembrado
de rectángulos tersos,
limpias lenguas de sombra.

-Mis pañuelos son otros. De batista y de lino,
descansan sobre el pasto -sus vainicas aladas-
y a mis manos reciben
su perfección de agua.

Escritura caída.
Pañuelos
y pañuelos,
vida mía, palabra.
Del color de los ríos, Esquío, El Ferrol 2000

Penélope

Kabul

Pajarillo enjaulado, me han quitado los ojos
y tengo una cuadrícula
calcada sobre el mundo.
Ni mi propio sudor me pertenece.
Espera en la antesala, me dicen, y entrelazo
mis manos mientras cubro de envidia
las cabras que en el monte ramonean.
Ciega de historia y lino
me pierdo entre las sombras
y a tientas voy contando
la luz del mediodía.
Noche mía del fardo
que sin luces me arroja
la esperanza del tiempo
engastado en la letra. Noche mía, mi luz
cuadriculada en negro, cómo pesa
mi manto y su bordado, cuánto tarda
la paz negra del cielo, cuánto tarda.
De El extranjero, Rialp, Madrid 2000

Profecía

Algún día vendrás, sabes que miento,
que no puedo ya más tender la seda
lunar de la esperanza. Algún día
vendrás como una horca, el fiero
corazón guardando la armadura
y los labios en flor como limones
sangrados para el beso.
Peregrino lo sé, sé que algún día
recabarás aquí tu singladura
y yo te aguardaré, aguardaré
tu oído del vacío, sé que miento,
que no oiré nunca más
tu caracola niña. Puede ser
que vengas algún día
de otoño o una noche
de fuego en las ventanas, algún día
puede ser, pero sabes
que miento, yo no sé
si algún día.

Sentir el peso cálido…

Sentir el peso cálido.
Girar
previsora la vista, y saber
que no hay nadie.
Agacharse. Enrollar
el vestido, dejar en las rodillas
la mínima blancura
de la tela, su felpa
y el fruncido que abraza
la cintura y las ingles.

Mojar
con el chorro dorado,
tibio y dulce la tierra
tan reseca de agosto, el desamparo
sutil de las hormigas en la hollada
palidez de los henos.

Mezclar
su fragancia espumosa con el verde
vapor denso de mayo, sus alados
murmullos, la espantada
carrera de los grillos.

Y en invierno, elevar
un aliento de nube
caldeada, aspirando el helor
de hoja fría del aire.

Orinar
era un rito pequeño
de dulzura
en el campo.
(De Fisterra, Libertarias, Madrid 1992)

Toda la piel del mundo

Tú los ves ahí colgados, tirados, y dices,
vaya cosa, son cosa de mujeres, tonterías,
lo llevan para meter el pintalabios,
el móvil, quizás una compresa. Y te olvidas.

Pero ellas no olvidan, lo llevan como a un gato,
como al fiel compañero, como su santo y seña,
como su claro ex-libris.

Te equivocas si crees, en tu inocencia,
que esa cosa de rafia o de piel beige
sirve para tener a mano el colorete, las llaves, el perfume.

Yo la he visto de noche,
esa cosa respira, es una megalópolis,
no está quieta por dentro, es multiforme y crece.
A la hora del pan huele a cerveza,
y cuando está nublado
te puedes encontrar con que ahí dentro
hay una hija, un sol, unas tijeras
de robar rosas rojas.

Ahí, a tres de julio, he visto amanecer los pájaros cantando
y había un abanico para un novio
y una estrella de miel para la madre.
En el rincón azul, las gafas de coser,
las recetas del padre a la fecha de hoy,
la muestra de la tela -preciosa- que le dio el tapicero.
Al fondo la novela, la última, de Doris Lessing
y el bono de 10 horas del gimnasio.

Por ahí pasa un río,
pasa el día, la música, la niebla…

Esa cosa. Mi bolso.

Que va a dar al mar.
De «Cartas de Enero» Ed. Fundación José Manuel Lara 2010

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JUGANDO A SER ALGO [Mi poema]
María Jesús Jabato [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

De niño yo quería ser bombero
deseando los fuegos apagar,
después pensé, con fuego hay que jugar
¡cuidado no le afecte a mi sombrero!
y puédase quemar.

Cambié las pretensiones por torero
oyendo el pasodoble Manolete.
Me veía retándole en un brete
a ese toro tan bravo y pinturero
yo, un simple mozalbete.

Después, ya adolescente, futbolista
-empezando a adorar al dios dinero-
y he tenido que hacer lo que no quiero
fingiendo ser vulgar malabarista
e incluso un pordiosero.

Y hoy que ya no sé ni lo que he sido,
quisiera aún soñar con algo ser
aunque iluso pudiera parecer.
Nada ser de esta vida he conseguido
que deba agradecer.
©donaciano bueno

A eso le dicen #proyecto de #vida? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  María Jesús Jabato

La bailarina

Círculos de aire y rosas,
la bailarina
es seda cuando mueve
sus zapatillas,
luz y palomas
que levantan el vuelo
desde las sombras.

Vestida de mar

Érase una niña
vestida de mar,
las ropas azules,
collar de coral,
volantes de olas
que vienen y van,
cabello aromado
se sol y de sal,
negros los zapatos
-tinta y calamar-
y verdes los ojos
de tanto mirar
las olas que vienen,
las olas que van,
érase una niña
azul como el mar.

¡Qué grande es ser pequeño!

¿Estás loco?
¿Y tú quieres ser mayor,
tener espeso mostacho,
papeles en el despacho,
deudas y un despertador?
¿Estás loco? Es un error.
Pues yo prefiero ser chico,
que entre pitos y sonajas,
le veo muchas ventajas
a medir un palmo y pico.
Atiende, que te lo explico.

…Con los ojos tan azules

que de mar parecen llenos
y las manos desgastadas
de tanto acariciar nietos.

Lo visto con traje gris,
le pongo un sombrero negro,
le pinto una gran sonrisa
y… !voilà!
Este es mi abuelo.

… !Al rico barquillo!, niña.
!Al barquillito crujiente!

De la mano de mi abuelo
soy la Princesa de Oriente.

… un caballo de madera

mil soldaditos de plomo,
un fajín de general
y sus medallas de corcho,
una carta sin palabras,
un sable que mata poco,
un suspiro de vainilla,
un fantasma casi roto,
una lágrima de seda,
un arco iris sin rojo.

En el desván del abuelo
cada cosa es un tesoro.

YES, YES

Según Don Maxi, el doctor,

la abuelita está peor,
pero está tan divertida…
Todo, todo, se le olvida:
Guarda el peine en el zapato,
le pone el collar al gato,

busca la tele en el frigo,
saca en verano el abrigo,

echa flores en la sopa,
pone carmín en su ropa,

coge el libro del revés
y dice que está en inglés,
yes,
yes.

VEO, VEO

Veo…
veo…
¿ Qué ves, abuela ? ¿ Qué ves ?
Una cosita…
¿ Con qué letrita ?
Y yo que sé.
¿ Será con té ?

Será.
¿ Será con ce ?
Será.
! Camafeo !
!Quiá!
En la punta de la lengua
tengo lo que veo,
es…
es…
! Pues saca la lengua, abuela,
y yo lo leo !

El ratón raro

Tengo un ratón en casa
que está muy quieto,
que no le gusta al gato
ni come queso.
Con su ayuda navego
por Internet.
Adivina, adivina:
¿qué ratón es?

Pito Pitillo

Cuando cumplió los doce
Pito Pitillo,
lo celebró fumando
un cigarrillo.
¡Ya soy mayor!, se dijo.
¡Adiós chiquillo!
Hoy nace un tipo duro
con bigotillo.
Negro, rubio, colillas,
o canutillo.
Todo sirve al convento.
¡Qué gusanillo!
A los quince era el humo
batiburrillo,
neblina de sus días,
fiel borroncillo,
vuelo gris de paloma,
nube en anillo,
espiral y voluta,
caracolillo.
Pero, ¡ay!, la nicotina
es un diablillo
que inyecta su veneno
sin cuartelillo.
Se ha quedado delgado
como un palillo
y tiene los pulmones
al carboncillo.

Para no ser ceniza,
polvo y soplillo,
ha tirado el tabaco
al Oroncillo
y escribe en las paredes
este estribillo:
¿Un cigarro? No, gracias.
Menta y tomillo.

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MEMECES [Mi poema]
Carlos Castro Saavedra [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

-¿Has visto? No, di ¿qué? ¿a quién? la muerte.
Estaba bostezando panza arriba,
tenía un agujero en la barriga
donde van los que tienen mala suerte.

-Sabes muy bien que a mi no me interesa.
Que esté subida allí, no es mi problema.
-Nadie puede salvarse de su quema
que es experta en domar a cualquier presa.

-Muy bien. Pues paso de pensar. No quiero
descubrir si me pisa los talones,
que gozo del placer a borbotones
y en nada yo hoy me siento prisionero.

-Y tú, ¿quién eres tú para advertirme,
quién te ha dado tal vela en este entierro?
-Soy libre así. Soy libre y cuando yerro,
con permiso, de aquí no quiero irme.

Mas sé que el tiempo pasa. Lo que queda
no tiene precio, es plata, oro molido.
Que no importa ya nada lo vivido
mas sigo hacia adelante en la vereda.

¿A qué sirve sufrir, a qué agobiarse
y hacerse cada vez más resentido?
¿dudar entre ir desnudo, andar vestido?
que andar es lo importante y no pararse.

¿Mirar para atrás? ¡A qué! Lo olvido.
¿Pensar? Mejor no hacerlo en este instante.
Seguir como hiciera un navegante
echándose a la mar sin hacer ruido.

¿Volar? Pues bien. Si es justo. Cuando llegue.
Así que considere que no es justo.
No pienses vas a darme algún disgusto
a fuer que a tus deseos no me pliegue.

-¿Volar? Eso es mentira. Es muy manido
¿volar y sin saber donde está el nido?.

Confieso mi pesar, sólo en las noches
me asustas cuando ves que yo abro un ojo,
lo veo todo negro y de reojo
presiento estás haciéndome reproches.

Mas no creas me impones un respeto,
por más que con arengas me amilanes.
No importa que en el juego tú me ganes
y es que yo en tus deberes no me meto.

Desprecio tu amenaza y tu osadía
de jugar este juego con ventaja
al verme amortajado en una caja
donde no existe luz, la noche es día.

Cobarde, haciendo honor de gallardía
con mi ansia de vencer aniquilado,
sabiendo que ando muerto ya tu lado
y no puedo retarte o que me ría.

Mas quiero sincerarme. No te odio
pues sé que eres mandao y que obedeces,
te pido no me canses con tus preces,
tampoco que en mi honor pongas un podio.
Recuerda: no me gustan tus memeces.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Carlos Castro Saavedra

Amistad

Amistad es lo mismo que una mano
que en otra mano apoya su fatiga
y siente que el cansancio se mitiga
y el camino se vuelve más humano.

El amigo sincero es el hermano
claro y elemental como la espiga,
como el pan, como el sol, como la hormiga
que confunde la miel con el verano.

Grande riqueza, dulce compañía
es la del ser que llega con el día
y aclara nuestras noches interiores.

Fuente de convivencia, de ternura,
es la amistad que crece y se madura
en medio de alegrías y dolores.

Amor

Un deseo constante de alegría;
una urgencia perenne de lamento
y el corazón, campana sobre el viento
estrenando badajas de elegía.

Morir mil veces en un solo día
y otras tantas quemar el pensamiento
en la resurrección, que es el tormento
de pensar en la próxima agonía.

Ver en pupilas de mujer un llanto
y sorprenderlo convertido en canto
al soñar en un niño que lo vierte.

Esto es amor, candela estremecida
empujando la noche de la vida
hacia la madrugada de la muerte.

Angustia

Yo me lleno de angustia mirándote la frente
porque estás más lejana cuando estás más presente.

Para que yo no pueda llegar hasta tu alma
tú me miras a veces con esa misma calma

con que miran los lagos una noche estrellada:
la miran hasta el alba y no le dicen nada.

Espadas de silencio guardan tu pensamiento
y yo me estoy muriendo de sentir lo que siento:

angustia de no verte los labios apretados
cuando nombro la historia de los besos robados,

angustia de mirarte las pestañas caídas
indiferentemente, como flores vencidas,

cuando me entrego y hablo de la virtud del trigo
y te pido amoroso que te vengas conmigo.

Nada te transparenta, hasta tu misma risa
relieva tus perfiles de mujer imprecisa.

Todos tus actos tienen profundidad de arcano,
hasta el acto sencillo de levantar la mano.

Me nombras y te salen despacio los sonidos,
como si no quisieran llegar a mis oídos.

En ti misma te escondes, yo te busco y el llanto
muchas veces me inunda y es de buscarte tanto.

Te fugas hacia adentro de ti misma obstinada
y yo sufro mirándote con la boca cerrada.

Tus dos labios sin música de palabras ardidas
se me antojan dos flautas por ti misma vencidas.

Vives en mi tan honda, desde hace tantos meses,
que si ahora muriera moriría dos veces.

Angustia de mis manos buscando en el vacío
tu corazón que ignora la soledad del mío.

Angustia de tus trenzas, que recortaste un día
y que tenían la forma de la tristeza mía.

Canción del amor herido

Tengo las manos muy tristes
y no sé qué hacer con ellas,
porque anoche me corté
los dedos en las estrellas.

Estaba pensando en ti,
en tus ojos estrellados,
y me pasé por la frente
los dedos enamorados.

Fue allí donde me corté,
en mi frente, con tus ojos,
y se me pusieron grandes
los pensamientos y rojos.

Hoy no he podido sembrar
mi tierra, mi agricultura,
y la comida me sabe
a tierra de sepultura.

Tengo las manos deshechas
por tus pupilas, mi amor,
por pensar en tus pupilas
y tocar su resplandor.

Cualquier hombre canta a su hijo presentido

Para la vida de mis hijos
bella medida es tu cintura,
y bello el ritmo de tu pulso
para la sangre de mis hijos.
En tu nostalgia atardecida
cabe el sollozo de mi niño,
y cabe el llanto de sus ojos
entre la red de tus pestañas.
Red que se llena de luceros
cuando la tiras en el agua.

Guarda el reposo de tus párpados
que allí está el sueño de mi infante,
y no te canses de mirarme
que mi pequeño está mirando
con esa luz de tu mirada.
Enhebra el hilo de tu canto
para sentir que está cantando
la voz del hijo entre tu voz,
como burbuja de los peces
entre los círculos del agua.

Cuando caminas me parece
que el hijo avanza con tus pasos,
y si te quedas detenida,
entonces pienso que es el hijo
el que se para con tus plantas.
Si vas en busca de los soles
del mediodía delirante,
pienso que el hijo de mi alma
se está acercando lentamente
a la candela de una lámpara.

Tú eres la rama que sostiene
el alto fruto de mi carne,
y eres la vena que da música
al corazón de mi pequeño
que está perdido en la distancia.
Las golondrinas que tú sueñas
rayan el cielo de mi infante,
y vas cantando por la tierra
mientras el hijo va cantando
por los caminos de tu sangre.

Destino

Por mi culpa , mujer, por mis inviernos,
muchas veces tu cara se humedece de lágrimas.
Pero también por culpa de Dios, frecuentemente,
el rostro de la tarde se humedece de lluvia.

El buque de los enamorados

Era un buque en el mar,
era el amor en medio de las olas inmensas,
y era mi soledad de navegante
y los peces oscuros de tus trenzas.

Pensaba en ti, soñaba
que iba contigo a perfumar los puertos,
y a sembrar anclas y constelaciones
en las frentes dormidas de los muertos.

Pero soñaba apenas, amor mío,
y las aguas furiosas me sacaban del sueño,
y a ti te separaban de mi costa
como una barca triste o como un leño.

El buque, el buque entero,
sin ti era un ataúd sobre las olas,
un herido flotando tristemente
sobre una muchedumbre de amapolas.

Me tambaleaba en medio de gaviotas,
me inclinaba hacia ti salobremente,
y las islas brillaban como lunas
sobre toda la noche de mi frente.

(Mar adentro no hay más que los recuerdos
y sal sobre mi piel, sobre la vida,
y el amor que pregunta por la sangre
y le responde el labio de una herida.).

A veces era lunes,
decían que era lunes mis hermanos,
y te veía venir sobre las olas
con toda la semana entre las manos.

El tiempo era tu ausencia,
el mar era la sombra de la tristeza mía,
y el buque era un naufragio
que se inclinaba y no se decidía.

Por la noche volaban las estrellas,
como peces dorados, por el cielo,
y yo pensaba que en la tierra firme
tú también contemplabas este vuelo.

El buque del amor, de los enamorados,
todavía navega por mis venas,
y levanta la espuma de mi sangre
y la pescadería de mis penas.

Un rumor de marea que no cesa
a pesar de los días y los pasos,
acomete la costa de mis besos
y los acantilados de mis brazos.

Escucha el buque, esposa,
acerca tus oídos a mi piel como flores,
y escucha el buque, el buque,
navegar por mis mares interiores.

El mundo por dentro

Siento correr los ríos por mis venas
y crecer las estrellas en mi frente.
Siento que soy el mundo y que la gente,
habita mis pulmones y colmenas.

De flores tengo las entrañas llenas
y de peces la sangre, la corriente
que caudalosa y permanentemente
inunda mis canciones y mis penas.

Llevo por dentro el fuego que por fuera
dora los panes, seca la madera
y produce el incendio del verano.

Las aves hacen nidos en mi pelo,
crece hierba en mi piel, como en el suelo,
y galopan caballos en mi mano.

Esposa América

Te pienso desde Europa, esposa mía,
te pienso a grandes pasos, como loco,
y persigo por todas las patrias y los mapas
tu pecho montañoso, tus rebaños de leche,
y la desesperada tierra de tus volcanes
y la cicatrizada corteza de tu vientre.

Entre nosotros dos está el mar con sus barcos
y los campos están con sus caballos,
pero no alcanza el agua a separarnos,
no alcanza el agua ni la tierra alcanza,
porque yo soy el hijo que tienes en los brazos
y tú eres el incendio que yo tengo en el alma.

Con besos y con labios desentierro tu frente
de puros resplandores vegetales,
hambrientamente muerdo hoteles y países,
muerdo casas, aldeas, cementerios,
y los pueblos me saben a tu cara
y las calles me saben a tu cuerpo.

Tu olor de tierra joven me golpea,
tu perfume salvaje me penetra
y me perfuma tanto y tan adentro,
que mi piel huele a tu vestido verde
y huelen mis poemas a tu vida
y mis desgracias huelen a tu muerte.

Con barro de mi barro, con arcilla de América,
con fuego de tus manos y tu aliento
estás haciendo un hijo americano.
yo escucho tu trabajo desde Europa,
escucho el crecimiento de tu vientre
y escucho el crecimiento de tu ropa.

Me desvelo en Berlín, en Praga me desvelo,
siento correr tu sangre por mis puentes,
siento que tus cosechas se propagan
por las paredes duras, por mi lecho,
y que todas las hojas de América y los ríos
y las revoluciones estallan en tu pecho.

Sigue creciendo, esposa, mientras vuelvo,
esposa mía, esposa de los montes,
madre de los arados y los vientos.
Inés, tu corazón es como un surco
y yo soy un labriego turbulento
que te siembro, te siembro por el mundo
y por el mundo te amo y te recuerdo.

Fecunda compañera

En el espejo de tu cuerpo, esposa,
recogiste mi rostro, tan fielmente,
que la línea más honda de mi frente
quedó presa en tu sangre temblorosa.

Me copiaste, mujer, mujer hermosa,
en tu río de amor, en tu corriente,
y devolviste generosamente
mi cara de montaña silenciosa.

El hijo es tierra de mi propia tierra,
resplandor de mis ojos y mi guerra,
poderosa presencia de mí mismo.

Gracias a ti, fecunda compañera,
fui como una semilla en tu pradera
y retorné más joven de tu abismo.

Guárdame de los vientos

No me dejes partir, no me abandones,
átame a tu cintura con tus brazos,
y aléjame los buques de la cara
con tus suspiros y tus aletazos.

Rodéame de ti, de tu ternura,
de tus palomas y de tus espinos,
para que no me llamen los países,
para que no me escriban los caminos.

Tengo toda la noche de tu pelo
para embarcarme en ella, tristemente,
y alejarme un momento, con las manos,
de las orillas de tu continente.

Puedo andar por mi frente, por la tuya,
con gestos numerosos y mundiales,
y me siento más hondo en tus entrañas
que en los naufragios y en los funerales.

Quiero quedarme en ti, quiero que me ames
y que me arrojes besos como escalas,
siempre que me desprenda de tus labios
y me crezcan los viajes y las alas.

Hembra de tierra y tierra

No te digo paloma, ni princesa , ni reina,
sino mujer de tierra, hembra de tierra y tierra,
compañera de besos, compañera
de mi revolución y de mi guerra.

Te llamo barro de mi alfarería,
surco de mis labranzas coloradas,
pradera en que galopan mis caballos
con las crines heridas y quemadas.

Mujer tendida en medio de la tierra
te llamo y te rodeo con mis brazos,
como si fueras trigo de mis eras
y raíz de mis besos y mis pasos.

No doy contigo pensativamente
sino luchando con tu cabellera,
y golpeando mi vida leñadora
contra tu corazón y tu madera.

Inés

Inés digo y mi boca se convierte en azúcar
de manzana partida por la luz del verano.
Decir esta palabra es como adivinar
que está cantando un pájaro en un árbol lejano.

Inés digo y mi labio se convierte en abierta
flor de pétalos dulces contra la madrugada.
Decir esta palabra es soñar que está muerta
la tarde en el abismo de la noche estrellada.

Inés digo y parece que mi voz se quedara
temblando entre las redes impalpables de un beso.
Decir esta palabra es como si lograra
detener en el aire la música de un rezo.

Cuando yo digo Inés olvido los agravios
y de claros panales y canciones me acuerdo.
Decir esta palabra es apretar los labios
para intentar el acto de besar un recuerdo.

Alzar las manos puras para decir Inés
es caer en la sombra de un árbol florecido.
Decir Inés, siquiera por una sola vez,
es sentir en la rama del corazón un nido.

Ínsula

Como un nocturno vino tu mirada,
amotina mi sangre enardecida
y la noche en mis hombros detenida,
ignora su presencia desolada.

Ya no puede mi voz contra la espada
de silencio que tengo entre la herida,
de saber tu caricia estremecida
pero en oscura cárcel encerrada.

Estoy solo en la costa de tu risa,
y aunque la ofrenda tuya se divisa
mi temor de alcanzarla lo confieso:

Mi corazón – grumete sorprendido –
no se atreve en un mar desconocido
para ganar la isla de tu beso.

Las trenzas lejanas

Yo amé desde un principio tu sencillez de dalia,
tu pudor de semilla que se viste hasta el fondo,
y el amor con que hacías tus trenzas bajo el cielo
y escuchabas mis versos como un ave en el hombro.

Tu andar de sementera, de parcela espigada,
tu lengua constelada de honorables silencios,
y tus manos en guerra, sobre tu falda verde,
con las ganaderías que apacientan los vientos.

Amé tu timidez, tu cima de arreboles,
tu cabeza inclinada sobre tu pecho doble,
y tu color de espiga cuando el sol te besaba
y cerrabas los ojos bajo el beso de cobre.

Tu casa entre los árboles, tu nido de hojas duras,
tu domingo poblado de cúpulas remotas,
y el pueblo donde oías la misa y las abejas
rezando en los panales humanos de las bocas.

Pensabas azahares, naranjas y costuras,
te ponías en el pelo flores de enredadera,
y a solas contemplabas la niñez de los pájaros
meciéndose en la cuna de toda la arboleda.

De cerca te seguía mi amor con su corona,
tu corazón brillaba por sus rojas orillas,
y de la agricultura salían resplandores
de racimos maduros y de doradas piñas.

Cuando llovía en los montes lejanos te nublabas,
te ibas poniendo triste como toda la niebla,
y era que comenzabas a quererme, paloma,
y a sentirte campana de mis torres de piedra.

Los días me acercaban a tu piel y a tu ropa,
me candidatizaban labriego de tu vientre,
y tú escuchabas pasos de bueyes y de arados
encima de tu vida y encima de tu muerte.

Cuánto sudor después, cuánta faena honrada,
cuánto golpe de pala y de herradura ciega,
hasta llegar los dos, vestidos de semillas,
a iluminar las fiestas más hondas de la tierra!

Mujer sin nombre

Yo no digo tu nombre. Yo digo mi locura.
Mírame cómo tengo los labios: como ríos
que atraviesan cantando tu hermosura.

Digo mi gran fervor, mi desespero.
Digo lo que me quema cuando llegas
y cuando ya te has ido lo que espero.

Escribo mi apetencia de ser dueño
de toda la candela de tus brazos,
para quemarme en ella como un leño.

Mujer sin nombre, si, pero nombrada
por mil voces ocultas: por mi instinto
que te tiene de gritos coronada.

Mi sangre hinca su alarido ardiente
en mi carne, socava mi estatura
y en mi mismo te busca ciegamente.

Y por buscarte así, como a una herida,
es mi sangre de tu alma y de tu imagen
la desenterradora enfurecida.

Mujer casi imposible, yo te evoco.
Para acercarte más cierro los ojos
y por cerrarlos casi que te toco.

Te veo saltar del fondo de mis versos
y caer junto a mi alma, con tu pecho
dividido en dos tibios universos.

Te oigo hablar y siento que me quema
esa llama de música que vive
dormida en las palabras del poema.

Te miro andar y siento que tus pasos,
siempre que en el crepúsculo se alejan,
más se acercan al sitio de mis brazos.

Pienso en tu cuerpo cálido y moreno,
y el cóncavo brasero de mis manos
de tu cuerpo se siente casi lleno.

Cuando miro tu talle me pregunto
si en una habitación deshabitada
por estar solo lo tendré más junto.

Cuando miro tus muslos yo me digo
que quizás en el tiempo de la siega
serán de mis trigales dulce trigo.

Y cuando veo tu pelo anochecido,
pienso que va a temblar como una estrella
cuando mi beso arranque tu gemido.

Te espero, si, con tanto desespero,
que la cal de mis huesos ya no puede
con la muerte profunda con que muero.

Ahora solo falta que te atrevas
y que congregues todas tus pasiones
con la pasión recóndita que llevas.

Mientras tanto yo soy el infinito,
y tú el surco de estrellas asediado
por la semilla amarga de mi grito.

Niña mudable

Unas trenzas oscuras y una flor.
Y una boca que ignora su pasado.
Y un corazón pequeño y un callado
deseo de saber lo que es amor.

Yo -plenitud del hombre soñador-
la ungí con el perfume deseado;
le regalé una rosa y un pecado
y un beso apasionado y un temor.

La aprisioné en amor tan dulcemente
que ni un nardo en el viento transparente
puede encerrar así su propia albura.

Y cansada tal vez, niña mudable,
de mi labio en el beso perdurable,
cambió su libertad por mi amargura.

Petición entrañable

Acércate a mi pecho más caudalosamente,
húndete en mi camisa,
atraviesa mi piel, mis guarniciones,
y arrásame por dentro con tus labios
y tus inundaciones.

Trasvásate a mis venas,
a mi sangre furiosa,
y auméntame los ríos arteriales
y la espuma que pasa por mi frente
cuando pienso hospitales.

Vuélvete mi sustancia,
mi saliva, mi llanto,
y déjate arrastrar por estas aguas
y por el contrapeso de las chispas
que saltan de mis fraguas.

Más todavía súmate a mi sino,
a mi cabalgadura temblorosa,
y estréchame los pies en los estribos,
con los tuyos calzados de palomas
y de cuchillos vivos.

Que una sola persona, un solo gesto,
sean nuestros dos cuerpos enlazados,
y que si yo te beso o tú me besas,
sintamos ambos gustos de amapolas
y cornada de fresas.

De tal manera unidos compañera,
que ni la muerte pueda separarnos,
y que de espaldas, en la sepultura,
tú recuerdes completa mi presencia
y yo inmodificable tu figura.

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EL SEXO Y LA DUDA NO TIENEN CURA [Mi poema]
José Belmonte Serrano [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Que yo vine hasta aquí cuando la vida
me hiciera una trastada y me dijera
que poco si era más que una quimera,
a veces dolorosa o divertida,

pues sepa que el que espera, desespera
y pobre del que intente hacer camino
creyendo ser el dueño del destino
que siempre aquí será lo que dios quiera.

Buscar, se ha de buscar, que en la campiña
las flores se han de hallar entre rastrojos,
lo mismo que en el pelo andan los piojos
o el vino no encontrarse entre las viñas.

¿Saber? Quiero saber. Es necesario.
¿Saber de mi? Pregunten al siguiente.
Olviden del que puso la simiente.
Propongo se redacte un cuestionario.

Me busco por aquí, genio y figura.
O en hojas del ayer del calendario.
Me busco y no me encuentro. Visionario.
Que el sexo y el dudar no tienen cura.
©donaciano bueno

Los dos son iguales...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  José Belmonte Serrano

NADIE NOS AGUARDA

“… el ruido de los trenes es bueno para el alma humana”.
Manuel Vilas, Los besos

Pasan lentas las horas de la tarde,
cálidas como los trenes que mueren
en las estaciones de viejos lugares
donde hace tiempo se apagaron las voces
de todos sus viajeros.

Cerca de allí, en un patio olvidado,
una acacia ofrece su generosa
sombra, refugio de sueños y de aves.
Unos cuantos árboles polvorientos,
sin frutos, casi sin hojas.
Y una golondrina que rasga el cielo,
azul e inmenso como un océano,
con sus alas oscuras y ligeras.

El cansado viento, con voz secreta,
conduce las nubes de seda blanca
hacia su arrogante y extraño destino,
como un pastor dirige su ganado
a la quietud y al sueño.

Pasan lentas las horas.
Todo se desvanece con la noche,
ahogada en su temeroso silencio,
como una bella forma de vida.

Nadie nos aguarda. Nadie sale
al encuentro a alumbrarnos el camino.
Sólo una luz, y recuerdos hermosos,
la sutil belleza que tanto amamos.
Un libro descansa sobre la mesa:
oscuro paraíso que resplandece.

LOS BÁRBAROS

“Es difícil creer en algo cuando uno está solo y no puede hablar de ello con nadie”.
Dino Buzzati, El desierto de los tártaros

Hace unos cuantos años que camino
por en medio del desierto, perdido,
al frente de un ejército de sombras
al que conduzco
hacia una muerte segura. Y, aun así,
los bárbaros nos pisan los talones.

EN RECUERDO DE FRANCIS SCOTT (1896-1940) Y ZELDA FITZGERALD (1900-1948)

Eran encantadores y felices,
bellos como una soleada mañana.
Y lo fugaz les añadía encanto
a sus locas vidas.
Pronto aprendieron a beber champán
en copa larga de cristal purísimo.
Las fiestas se convirtieron en material
para su literatura. Y sus novelas
se poblaron de ricos, de gente alegre
como ellos mismos, que conducían
lujosos coches a velocidades insólitas.

Sin saberlo acaso, retrataron
su propio drama, su final infausto,
con una precisión que dejaron plasmada
en la lápida de sus propias tumbas.

EL POZO

Nunca llegué a pensar que un día
todo aquello sería para mí.
Ni mi padre, que era callado, parco
en palabras, me dijo: hijo mío,
todo cuanto ves será tuyo,
como en las películas de los cines
a los que nunca acudíamos.

La casa sólo tenía una cuadra vieja
y deshabitada en donde había
un cerdo que sacrificábamos a final
de cada otoño,
un gallinero roto y sucio que nos abastecía
de carne para el asado de los domingos,
y un pozo oscuro, profundo y estrecho
en el que, a veces, durante el silencio
de la noche se podía escuchar
el rumor de las olas
y el largo lamento de los ahogados.

TARDES DE DOMINGO

A Juan Marsé

“Por ciertos ruidos de la calle, que oía, adivinaba la suavidad de la tarde”
A. Camus, El extranjero

Era domingo. El dominó, la cerveza.
Conversaciones en la barra del bar.
Una mañana tranquila,
sin nada que hacer.
Por la tarde, el fútbol. Casi la felicidad
embellecida por el ocio. Ciertas
muchachas con su cola de caballo,
con ese ritmo de princesas de barrio,
y el sabor dulzón del carmín en sus labios.
Un aire provinciano, reposado,
y una hermosa sonrisa dirigida
siempre a los otros.
De regreso a casa, las calles mal iluminadas,
aceras destripadas y solitarias.
Solares abandonados.
El eco lento y fugaz de unos pasos.

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HISTORIA DE UN APRENDIZ DE POETA [Mi poema]
Pureza Canelo [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Esta es la historia de un viejo que empezó a escribir poemas
sin saber que de escribir el buen hombre no sabía,
cogió un lápiz y un papel y en la mesa que allí había
se preparó a cavilar sobre diferentes temas.

¿Por dónde debo empezar? el hombre se preguntaba
y entre tanto divagar su cerebro se obstruía,
no sé…, quizás…, por si acaso…a sí mismo se decía,
y cuanto más perseguía más su mente se atascaba.

Y un buen día al despertar se levantó decidido
que, así no hubiera sabido, se iba a tirar a la mar
donde no pudiera hundirse pues no sabía nadar
y este poema escribió de un tirón, todo y seguido.

Y comprendió que empezar un reto que no conoces
de nada sirve dudar, que esa es mala consejera,
hay que lanzarse a matar con arrojo a esa quimera
expuesto cual animal a que te suelten mil coces.

Que escribir es un oficio que se aprende poco a poco
cada día practicando y a los que saben leyendo,
si le pones todo empeño tú sólo iras construyendo
aquel sueño que tuviste y acercarte a tu Orinoco
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Pureza Canelo

Laberinto

Empedrar
el fondo de los lagos.

Volver al aula
de la que huiste.

Irse, otra vez desnuda,
a la vereda de confesión.

Comprender ahora
antiguos pecados de avaricia
robustos pecados de palabras.

A la poesía que sirvo es vivir.
Vivir primero, después la mano
que fabular pueda y sepa hacerlo
cuanto más mejor.
Decirlo amablemente
y que mi laberinto de algas
agrande lo que llevo escrito,
abel revuelto con caín,
qué más da.

No escribir

Digo No escribir
y conspiro con la ausencia real
donde algunos años se plegaron
a otro origen de la melancolía:
darme pereza seguir buscando
el gemido de la creación, darme rubor
volver a sembrarme el cereal
que después la mano, dicen,
podría cortar bajo los cielos.

Preferí olvidar palabra, instinto
de palabra, su oración por las sienes,
cauce que iba a devorarme
si no olvidaba bien la carne blanca
sobre la que ahora vuelvo.

Pero escribía en la calle.
Dictaba todo lo posible
entre el aire, sin sabiduría
y encontré una suerte de vivir
de andamio puro, solitario,
hasta hacerme con el torreón
de otro conocimiento.

Si viene ahora un poema
es porque nunca ha sido difícil obtenerlo,
entonces nunca, me digo, tracé poesía
y el oro de la escritura
nacerá de lo insignificante
y más humano aire a punto siempre
de olvidarse y perderse.

Extractar el paraíso
ya no es aventura para mí
en la creación de las sombras
bien sangradas.
Sólo me interesa un puente
de inocencia, de salvación dormida,
el humo que no nacerá humo,

la velocidad silente en el alma
de los días que no pueden
conquistar un verso.
En la llanura del cielo
preferido ya, vivir sin ambición
de más paisaje que el interior
y su conjunto, numérico también,
como este viento circular de hiedra
en el altar de una soledad perfecta.

Quebrarla pertenece a la poesía.
Ese fue el gran error de la inteligencia.
El error de los muebles que ocupan
su sitio, el madrugar de los pájaros
y dejar colocadas sus estrellas para mañana,
el agua, el agua atrevida de los mortales
que alargan la mano para construir un verso.

Extractar el paraíso, aunque no me creáis,
ya no es aventura para mí
en la creación de las sombras
bien sangradas.
Pues en el solar de ellas está el mundo
y nadie más.

Como un volar distingue

Un fluir de orgullo
ha estado negando la escritura
en este libro
igual que el tordo vil negara
comer frutos y simientes
que regala el suelo vivo.
Un fluir de no inocencia
ha querido contar
hasta el último peldaño
entre las zarzas de esta casa.
Mi claroscuro ser
con el afán de un sentimiento
que devora y miente.
Pero un fluir de la vida es, al fin, la vida.
Haber preferido negar antes la escritura
que olvidarla, rozarla en vez de abrirla
y escapar ya del olivo en fruto
como un volar distingue.

Orgullo, no inocencia, cuerpo:
me he enredado en ellos y he perdido
del amor la vereda
que se entrega imperfecta.
Miedo, apaño, esta poesía,
han hecho de mí
destino donde ahora me borro.

El alma que respira
escapa y corre por los campos
que se despiden, me sueltan, contrariados
por el menú sobre mantel precioso
en el que posabas tus ojos
para llevarte el manjar de esa materia.
Así, liberada y confundida,
solitaria en la reunión general
de estos poemas,
debo abandonar la vid, el huerto,
para volver a la rueca de la vida
con silencio por fuera y locomoción tan dentro
porque es el hacer viandante quien me espera.
Todo lo demás son historias de artistas.

EL VERSO

Es un coloquio
que me bebe;
no me orienta, me adentra,
responde a mi ceguera
y acaba perdonándome en su rostro.
Me trae fortunas heredadas,
otros abrazos de otros, leyendas visibles,
invisibles, rectas de la muerte,
volutas del momento,
tormento, cántico rodado de hace mucho:
el verso.

Me resbala del pelo a la garganta,
me hace tropezar de veras,
me guiña su ojo,
me tiende el mar
y yo me tiento.

El verso es un ojo
pensado para ciegos,
para mí,
para un caballo al fondo,
para volver a casa
y encender la lámpara del miedo,
del miedo o la pregunta.

Tanto amor
me estrecha la cintura,
se escapa de mis brazos,
me adentra en la campana del llanto,
de oros con llantos, del din don,
en la plegaria.
Y me coge la mano recién hecha
al vacío,
y no me deja en paz
y no me deja en paz
aunque lo mate.

El verso
puede con mi vida
sin pedirme permiso para la muerte.
Celda verde, 1971.

A CONTRA MODA

No lo olvidéis
a contra moda escribo.

Siempre
a contra moda
peino, calzo, vivo.

Y si una sola vez no lo pareciera
castigadme definitivamente.

En el lugar de los hechos
el espacio es humilde
pero mi ambición sagrada
materia que es el alma
libertad en los versos.

No lo olvidéis
a contra moda vivo
y a contra moda escribo
desde que en este océano
eché los primeros dientes.

Atreveos ahora
a pisarme las alas
tan granadas y fijas
mi cuerpo en los cielos
de la palabra a solas.
Pasión inédita, 1990.

COMO OCTUBRE DISPONGA

No más refugio
que la faz de mis brazos
si nos entra el otoño
desgajando
lo que al viento apetece
en su alfombra de bosque
y cuerpo a tierra.

Mírame.
Otoño aún no somos en años
pero cuando él se nos acerca
hay que extender la batalla real
de los buenos amantes
en el recuento las hojas
de infinitos sabores ocres.

Mírame, y
hagamos la abundancia
a ras de nuestro suelo.
La variedad de un amor
es sepultar la inteligencia
entre los cuerpos.
No conozco otro refugio
ni mejor temperatura.

Sólo que estoy adivinando
cómo será el Otoño
nuestras vidas
de verdad calzadas en su estación
y otra vez
el nacimiento de amarse
la pasión inédita
que alumbrará mis versos.

Debo callar.
Ahora vámonos
a lo único
que del lento mudar
es ocre, ocres
como la alfombra disponga
tú y yo
obligando a trabajar
un viento revelación
lo más humano
para empujar las lumbres
bien cernida la noche.
(De Pasión inédita).

ÉL ES UN TRONCO SOBRE EL RÍO

Él es un tronco sobre el río.
Ahí va esa roca dulce que al correr de las aguas
organiza su blandura y soledad. Ese lugar soy mirando
próxima arpillera del mundo con exquisitez
del instante que sufre miedo en la jaula hinchada.
A las doce del mediodía rozo las comas y los verbos
a salto de naturaleza verdeante bajo el sol.
No importa entonces el color del valle,
ni la travesía a despertar sedienta, que ahí
me prenderá la legitimidad del acto
que ya organiza salvación.
Más adelante vendrá el insecto no caído, a verme,
que el número no mata a nadie: si viene,
y transparenta.
Puede que os esté ocultando ahí el bien y el mal
de la temperatura, la vibración no pensada,
el vaso líquido de la materia al Cuerpo, pues del vocablo voy
a la rosa, de la mismísima suerte al adjetivo simplón,
de lo invertebrado a la insistencia de un poema
que dice de pronto: pronto a originar velocidad
de día, pronto el artículo tendrá que entenderse
con el amor y la cabeza hechos flotadores de paso…
(No oigo ruidos fláccidos en el horizonte,
pero algunas ramas quieren localizar a esta sombra
poniéndole un alto en el camino.)
Cuidado con la palabra competidora entonces,
cuidado con el arrastre y el destino de la boca
que se llena de agua dulce abierta de aquello
tan bien tronchado.
Por si acaso no deseo tomar el verso que brille,
ni el salvajismo, ni los duendes al por mayor, y parche.
Triunfo de un desasosiego es mejor, abundancia
del pensamiento y alabarderos no comparativos,
ese martillo que trotador se agranda a unas credibilidades
que en cada momento tuvieron su sustancia.
Y luego, en el castillo que se es inferior,
y aún lo que seguirá faltando, irá el lagarto antiguo
a la cruz y a la sandalia.
(Ah, tuve un día otro ritmo vertical más hermoso
que también fue socorro y desobediencia.)
Pero será mejor que brote ahora otra pasión, Amistad,
contigo, testigo de la plenitud, de la calentura
en zarza, amoratada y fija, en mis debilidades.
Así procuro que una molécula dormida silbe,
se haga cordura sufriendo suelta de brazos,
amiga de la reflexión, por terca que me apriete
en su pecho alcoholizada la reflexión misma.
Duplex, sacadme a flote de estas lagunas animales.
La poética es un nombre (vuelta a empezar) y baste.
Nada creo, pero estos campos quieren revivir
el sábado de frutas que trabajan por atender
a sus carnes.
(De Habitable).

MIRA SI ES VERDAD MI HOMBRO

La soledad es, como siempre,
quien más me hace recordar tu nombre.
Pero cuidado, también el mediodía, y el gazpacho,
y la zapatilla mal atada en el segundo botón,
y las gotas de agua bajo la ducha,
y la fiebre que no invento en la siesta
y las ganas de no dormir para leer
y el beso que te doy a las siete de la tarde,
y el volcán en Italia que no vuelve a sonar,
y las cabras que pasan ahora por mi casa
como novios buenos y otra vez la lucha de ángeles,
y la noche otra vez,
y la mañana idéntica por su triunfo,
y el salto del langosto ahora mismo,
y la hierba mal regada bajo mi bañador,
y el higo trasnochado en la nevera,
y el perro lamiéndome los pies cuando salgo del río
y yo le huelo más que él a mí,
y el amor, y tu nombre,
y el vestido que me pongo,
y mi cuerpo interior como yo misma,
y el recuento de tu voz,
y otra vez el río,
y la cerveza y el panchito que te dejo,
y el verde tristón de este verano que es rojo,
y éste y único para tu nombre,
para decir que tengo tu frasco de ahora mismo,
y tu sentido, y tu olfato,
y el garabato que sale de tu lengua.
Yo soy todo lo que tú eres en este julio del demonio,
frita como los pájaros al mediodía
y cansada como un perro a las cuatro de la tarde.
Escribirte esta carta es escribirla,
y así lo hago;
letras que me salen de esta forma aparatosa y santa
y sólo para tu armario donde me guardas el surco.
El balcón se ha abierto para mí, estoy en mi casa.
Me entra la luz, lo que dura la tarde,
lo que quiero atar de corazón y simiente
si no vacío mi rincón y la sal.

Un periódico se ha hecho amigo del aire
y viaja, y viene, sin descanso.
¿Dónde está la cigüeña de que me hablaban?
¿Quién comunica el calor al rostro?
Ceras al lado del altar,
bellotas en la encina para la tarde,
viaja todo, no baja el avión,
mi blusa abierta como una ventana,
rezo por el olvido, por el olvido no rezo,
una nube en vez de ese trozo azul,
mi vestido, mi recuerdo,
esta compasión para seguir mi calle.
Qué bien, ya el carro que regresa por Moraleja,
el ovillo de los hilos está guardando porque rodó;
la vocación de cubrir, de adorar lo que se escapa,
Moraleja abierta, dormida en su sal poco astuta,
porque ella no se ve, no monta tanto,
el tiempo está en una hora más que su alianza.

Así va julio.
Nombre de hombre cerca de mi ternura tuya, no me estoy equivocando.
Cabecea la campana a las ocho,
oración para cuatro, para mí y somos cinco;
la caja rodando,
mi balcón abierto, mi blusa, mi ventana;
cuando me toque ir a dormir lo haré
abriéndome de nuevo nuestro rostro que comparto;
los lazos, yo no tengo lazos,
y bebo el agua desde mi puente,
arriba un quiosco nuevo, legiones de cerezas perdidas,
mi lágrima que no se pierde.
Rezo por el olvido,
por el olvido no rezo,
la higuera es de verdad, verde, hojas desde abajo
para dorar las fuentes,
abuelo de su casa a la mía
y se recogen los besos
en cualquier mirada.
Tu nombre, me he olvidado de tu nombre,
te sigo escribiendo, perdona el lapsus,
sigo en tu baúl, amor escondido aquí
y en la otra tierra donde tú vives.

Y tu nombre
no lo digo.
(De Lugar común).

POEMA ANTES DE CERRAR LOS OJOS

¿Quién me rondará esta noche,
si vivo como siempre he vivido
en este pueblo de ventanas y puertas
que se abren al perro, a los haces cortados,
y al rostro interior que lleva el hombre?
Nadie. Yo soy menos, mucho menos
que lo acontecido en la calle
cuando desde mi balcón admiro
las posibilidades hondas de las sombras
como si el reloj de la torre
fuera el espacio mejor movido de lo humano.
Nadie ronda mi casa ni tira la luz
de la linterna a por los pájaros que duermen
en mi hiedra.
Nadie, pero yo sí rondo y caigo
en la palabra silbando el insomnio de los versos pobres,
de los versos malos si no hay dique
que contenga el hermano sentir
en este trozo de la Extremadura presente,
con categoría de flotación sobre los demás mundos.

Me levanto y ando hasta el dormitorio
de nuevas sombras. Entro a por descanso,
ya seguir esta ronda ondulada
en la cercanía del abismo antes de cerrar los ojos.
Así espero morir un día, con esta música sin aire,
bajo el esplendor agotado de la teirra mirando
el firmamento de la mejor huida.
(De El habitable).

QUE NO SE ESTUDIE A UN ESPÍRITU VIVO

¿Qué lana, qué madeja suave
entre dedos quieres?
¿Qué lana, qué madeja,
qué rincón de sal,
qué hilo, qué hoyo de mí a tu ser
se parezca tanto a lo presente?

Y estoy llenando espacios
gota a gota de agua en la cuchara,
y fijo mis oídos atravesándote
sin cambiar dos telas,
la pieza de costal con el marfil:
madeja y lana despacísimo.

Brazos fuertes, amor,
que se repite la palabra, amor,
que yo he sentido la era de tu madre,
y la cama cerebral del mundo;
que mi humanidad lo es con el cartón
ese poquito mejor de alma ciega,
que yo aguanto tu castillo cerrado
si estás dentro,
que no estudies a un espíritu vivo,
que seas conmigo y te lo lleves, que llueve,
que esta lengua no vale para crear,
que creas
y sólo la vida ahí tendrá su alivio
para su envidia.
(De El barco de agua).

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UN HOMBRE SOLO [Mi poema]
Fernando Fonseca [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Un hombre soy, no sé, posiblemente,
un hombre con su vida despechado,
que un día se echó al hombro su pasado
haciendo que el futuro sea el presente.

El mismo que se muestra inapetente
blandiendo con su enseña en el evento
la espada de papel del desaliento
y sale a disputar desobediente.

Que va cortando el viento gajo a gajo
al tiempo que en el tiempo se recrea
saliendo a flote, hundido en la pelea
comiéndose la yerbas a destajo.

Que dice ante el vivir pare y me bajo,
no quiere que le lleve la corriente.
Si todo ha de llegar sea de repente
o dulce que ello sea y me relajo.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Fernando Fonseca

“EL CAMINO”

Nunca quise ser igual en un día
empiezo corriendo la mañana
soñando todavía en un amor que se fue
y me distraigo con placer vigilando
hijuelos de plátanos que no contengan gusanos
y se enciende mi carne
entre un río callado de agua roja
así es mi camino donde estoy
modestamente viviendo
hay tantas cosas que a veces se me pasan
pero, juró más, quiero estar tranquilo
para pensar en el vano esfuerzo
que hace el inocente
en arrancar la raíz corrupta
de los hombres
buscar entre la niebla a Dios,
el hombre es estrella luz
alumbra cuando arden su alma amor puro
en pocas palabras
vivir en el caudal de una germinación resucitada
en una tarde amarillenta
donde no se marchita la hierba
pero esto no es duradero.
La tranquilidad dura una jornada
mitad alegría
mitad dolor
y de algún modo el espíritu
de las cosas bellas vibran
dejando un pétalo de razones
en el alma rastrillada
y pluralmente las últimas aromas
persisten quedarse
en una tierra de mortales de pasos apurados
y lo veo, toce una máquina por falta de gasolina
entre un domingo que se llevó la campana
muchos ruidos
y toda esperanza del hombre que está fijada en su
Libertad
¡Libertad! Que renace en el hombre que cree
y en la azul lejanía
crecen estrellas lejanas
relumbran en los ojos abiertos
y la sonoridad de un canto entre
un tímpano infantil
y la nueva sangre Amazónica
florece el mes soleado
la siembra que abultará el mercado de frutos
y todavía el biólogo injerta en la vida
una yema adormecida.

Me miras.

Me miras
y me rimas
en esos anagramas
de papel
que dispersan mi nombre.
El que fue.

Cuando fingíamos bajo la fina lluvia
un aquelarre de extrarradio
únicos habitantes de un mundo
que dábamos por omitido
acabamos por creernos los dos
supervivientes de la hecatombe.

Por eso me dijiste entonces
que harías de mí un educado acróbata
y que me acompañarías
el resto de nuestros siglos
con fidelidad apabullante.

Estábamos solos en la marquesina
a altas horas de la noche
y nos dio por cantar
aderezando la llovizna
que era nuestra mejor aureola.

Nunca llegó aquel autobús
y vencidos por la extenuación
tú me preguntaste:
«¿A dónde vamos.»

Y yo te respondí
con mi sonrisa de los domingos:
«Al fin del mundo.»

Vendrá el viejo tren
cargado de suicidas

en medio de la noche
—ese tedio interminable de los domingos de invierno.

Su recorrido viene siendo el tiempo
y su humana carga
la desesperación.

En lontananza
la anciana Marlene
tararea con fatiga una triste canción húngara.

Gloomy Sunday.
Gloomy Sunday.

(Y en el andén
una mujer con la boca abierta
aguarda en vano
el húmedo beso del suicida)

Goomy Sunday.
Gloomy Sunday.

Por la noche

el somier
se eleva
sobre los vapores
de tu ausencia.

¿Dónde nace esa oscuridad
dónde se cobija
cuál es su causa?…

La otra noche
conocí una muñeca de porcelana china
en un café de la Calle Oscura.

Me dijo de inmediato:
«Tienes mala cara.»

Y yo le confesé:
«Me duele el alma.»

En ese instante descubrí
dónde nace la oscuridad
que un mal día se cobijó en mí
porque al parecer
yo era su causa.

«¿Qué hora es hoy?»
me preguntó más tarde la muñeca de porcelana china.

Y yo le respondí:
«Hoy es nunca a las cinco menos siempre.»

1.

Me miras.

Me miras
y me rimas
en esos anagramas
de papel
que dispersan mi nombre.
El que fue.

2.

Cuando fingíamos bajo la fina lluvia
un aquelarre de extrarradio
únicos habitantes de un mundo
que dábamos por omitido
acabamos por creernos los dos
supervivientes de la hecatombe.

Por eso me dijiste entonces
que harías de mí un educado acróbata
y que me acompañarías
el resto de nuestros siglos
con fidelidad apabullante.

Estábamos solos en la marquesina
a altas horas de la noche
y nos dio por cantar
aderezando la llovizna
que era nuestra mejor aureola.

Nunca llegó aquel autobús
y vencidos por la extenuación
tú me preguntaste:
«¿A dónde vamos.»

Y yo te respondí
con mi sonrisa de los domingos:
«Al fin del mundo.»

3.

Vendrá el viejo tren
cargado de suicidas

en medio de la noche
—ese tedio interminable de los domingos de invierno.

Su recorrido viene siendo el tiempo
y su humana carga
la desesperación.

En lontananza
la anciana Marlene
tararea con fatiga una triste canción húngara.

Gloomy Sunday.
Gloomy Sunday.

(Y en el andén
una mujer con la boca abierta
aguarda en vano
el húmedo beso del suicida)

Goomy Sunday.
Gloomy Sunday.

4.

Por la noche

el somier
se eleva
sobre los vapores
de tu ausencia.

5.

¿Dónde nace esa oscuridad
dónde se cobija
cuál es su causa?…

La otra noche
conocí una muñeca de porcelana china
en un café de la Calle Oscura.

Me dijo de inmediato:
«Tienes mala cara.»

Y yo le confesé:
«Me duele el alma.»

En ese instante descubrí
dónde nace la oscuridad
que un mal día se cobijó en mí
porque al parecer
yo era su causa.

«¿Qué hora es hoy?»
me preguntó más tarde la muñeca de porcelana china.

Y yo le respondí:
«Hoy es nunca a las cinco menos siempre.»
De Años de vida, Edit. Más Madera

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DEL MÓVIL Y LA BONDAD [Mi poema]
Margarita Otero Álvarez [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Yo creo en la bondad del ser humano,
mas ¿qué digo creer? mejor, creía,
la culpa es de un sujeto, de un rumano
que el móvil me ha arrancado de la mano
en tanto que noticias yo leía.

Relato como fue. Cafetería.
Media mañana, la hora del almuerzo.
Era un tipo al que yo no conocía
que acercóse y pensando abrazaría
birlóme mi alegría sin esfuerzo.

Fue un segundo, no más. Grité indignado
-tuvo que ver mi cara de mastuerzo-
¡a ese tipo, al ladrón, que me ha robado!
mas nadie allí se dio por enterado,
que hubiera precisado algún refuerzo.

Le quise perseguir. Salí a la calle.
Pedí la ayuda a dios. Avemaría.
Traté de no perderme ni un detalle.
El viento que tocaba un pasacalle
me dijo que de risa se moría.

El nombre de la calle era una santa*
-las ratas no respetan ni a la iglesia-,
así que ella se apode sacrosanta.
Triste queja de un nudo en la garganta,
suplicando le apliquen anestesia.
©donaciano bueno

*Sor Ángela de la Cruz. Del día en que me robaron el móvil.

Comentario: Madrid se ha convertido en un lugar en el que proliferan personas dedicadas a la mendicidad, cada cien metros hay uno/una, y de rateros, generalmente de origen rumano.

MI POETA SUGERIDO:  Margarita Otero Álvarez

BIsiones (I)

Hay sombras detrás de las cortinas
y se han parado los relojes.
Fuera, los panfletos deshechos
cubren el suelo y huele a pólvora.
Hay que tomar una decisión
arrastrarse o

volar.

BIsiones (II)

Han liberado el mariposario.
Ya no se celebran metamorfosis en las jaulas
apenas unas cuantas alas de ceniza
cuelgan suspendidas de los alambres.
Hay que dar la bienvenida a nuestras bestias sin redención
o buscar un acantilado.

Moriré hoy

Moriré hoy
lo susurran las costras de sal
en el cuerpo de esta embarcación
y lo dibuja el vuelo de las gaviotas
con cara de buitre.
Moriré
y quizá, pueda agarrar una mano
antes de hacer volar los pies
y pueda mirar unos ojos que hablen
antes de llenarme con el plástico
que deshechan.
Mi número no será importante
como no los son los restos de naufragio
que atrás quedan y que un día fueron
como tú.

AULLADA

IV
La encontraron en medio del estanque
sin ropa
y todos aquellos abecedarios.
Coches atravesados sobre las marcas blancas
que un día pintaron unas manos
de un siglo incomprensible.
Ya nadie hace sonar su infierno.
Ya todos miran a la loca del estanque de patos
que no paraba de decir
una por una
las plegarias perdidas
en los huecos de los árboles
a la espera de aire.

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