A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

CONSTRUIR, MÁS DIFÍCIL QUE DESTRUIR [Mi poema]
Luis García Montero [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Destruir es más fácil. Construir
precisa habilidad y de talento,
esfuerzo y no morir en el intento
tratando más de dar que en recibir,
del ánimo el sustento.

Crear exige ingenio, inteligencia,
trabajo, lucha, esfuerzo y sacrificio
y objetivo a lograr. Sin un resquicio.
Y si encuentras pedruscos, persistencia.
Lo más cercano al vicio.

Los nuevos que hoy se quejan desconocen
los tiempos de penurias que pasamos.
Que tanto nos costó y lo conquistamos.
Y así que vengan ahora y nos destrocen
aquello que avanzamos.

Que fuimos herederos de una guerra
de padres pobres, ricos en sofocos,
de niños que absorbíamos los mocos
para así alimentar. Sin una perra.
Y haciéndonos los locos.

Y que hoy llegó hasta aquí, sin darse cuenta,
en un plis-plas, sin más, lo firmo y juro,
cual fuera yo el objeto de un conjuro
que mira al calcetín va y da la vuelta,
se sienta y fuma un puro.
©donaciano bueno

Aquello que a nosotros tanto esfuerzo nos costó conquistar, vienen ahora unos imberbes a destruirlo. Ver para creer.

MI POETA SUGERIDO:  Luis García Montero

Bajo la luz quemada…

Bajo la luz quemada,
tienen frío los ojos con que buscas
estas horas de octubre
y su jardín manchado de ginebra,
hojas secas, silencios
que de nosotros hablan al caerse.

Porque si ya no existe,
aunque nadie se ocupe de sus solemnidades,
hay noches en que llega la verdad,
ese huésped incómodo,
para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco,
como en un restaurante de sillas boca arriba
ya punto de cerrar.
-Nos están esperando.

Nada sé contestarte,
sólo que soy consciente de mi propia ironía,
porque el hombre es un lobo también consigo mismo
-Nos están esperando.

Negras y en alto, buitres silenciosos,
nos esperan las nubes en la calle.

Cabo Sounion

Al pasar de los años,
¿qué sentiré leyendo estos poemas
de amor que ahora te escribo?
Me lo pregunto porque está desnuda
la historia de mi vida frente a mí,
en este amanecer de intimidad,
cuando la luz es inmediata y roja
y yo soy el que soy
y las palabras
conservan el calor del cuerpo que las dice.

Serán memoria y piel de mi presente
o sólo humillación, herida intacta.
Pero al correr del tiempo,
cuando dolor y dicha se agoten con nosotros,
quisiera que estos versos derrotados
tuviesen la emoción
y la tranquilidad de las ruinas clásicas.
Que la palabra siempre, sumergida en la hierba,
despunte con el cuerpo medio roto,
que el amor, como un friso desgastado,
conserve dignidad contra el azul del cielo
y que en el mármol frío de una pasión antigua
los viajeros románticos afirmen
el homenaje de su nombre,
al comprender la suerte tan frágil de vivir,
los ojos que acertaron a cruzarse
en la infinita soledad del tiempo.

Canción 19 horas

¿Quién habla del amor? Yo tengo frío
y quiero ser diciembre.

Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Yo quiero ser diciembre.

Dormir
en la noche sin vida,
en la vida sin sueños,
en los tranquilizados sueños que desembocan
al río del olvido.

Hay ciudades que son fotografías
nocturnas de ciudades.
Yo quiero ser diciembre.

Para vivir al norte de un amor sucedido,
bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo,
yo quiero ser diciembre.

Como el cadáver blanco de los ríos,
como los minerales del invierno,
yo quiero ser diciembre.

Canción amarga

En la cara lleva
tres años perdidos
y el frío de las seis de la mañana.

Van a partirte el corazón.
De pronto
la luz apagada,
los pasillos turbios,
la puerta que clava su ruido en la espalda.

Van a partirle el corazón.
Y arrastra
una cadena oscura
de pasiones heladas,
ese frío que cabe solamente
detrás de una palabra.

Y yo la veo caminar,
despacio,
perderse en lo que anda,
fugitiva tristeza que va y viene
de la sombra a la puerta de mi casa.

La luz artificial deja en la calle
el temblor silencioso
de tres barcas ancladas.

cuando ella cruza por mi lado siento
como un golpe de remos
y un murmullo de agua.

Canción de aniversario

«…incómodos
de no sentir el peso de los años».
J. Gil de Biedma

Son
extrañamente hermosos todavía,
estos labios de hace ahora tres años
y me parece inédito
el gesto de tu beso,
este llegar aquí cada vez más tranquilo,
con la serenidad
del que tiene por cómplice la vida
y su rutina.

Hoy sabemos que entonces,
cuando tus veinte años y mi primer abrazo,
empezamos por ser
sobre todo indecisos: la tímida torpeza
de la primera noche
y la dificultad
con que dejar las manos
en el hábito infiel de nuestros vicios.

Ahora
extrañamente hermoso estar aquí,
demasiado a menudo y decididos,
incómodo
de no sentir el peso de los años
aprendiendo contigo la premeditación
y escribiendo en tu piel mi alevosía.

Porque suele haber bancos donde se espera siempre,
aceras que prefieres por costumbre
o líneas de autobús al mediodía.

Y sin embargo tú
reapareces inédita en tu gesto
para decirme hoy
que le conteste al tiempo y sus preguntas
el práctico saber que tienes de mi cuerpo.

Canción de brujería

Señor compañero, Señor de la noche,
haz que vuelva su rostro
quien no quiso mirarme.

Que sus ojos me busquen
sostenidos y azules
por detrás de la barra.

Que pregunte mi nombre
y se acerque despacio
a pedirme tabaco.

Si prefiere quedarse,
haz que todos se vayan
y este bar se despueble
para dejarnos solos
con la canción más lenta.

Si decide marcharse,
que la luna disponga
su luz en nuestro beso
y que las calles sepan
también dejarnos solos.

Señor compañero, Señor de la noche,
haz que no cante el gallo
sobre los edificios,
que se retrase el día

y que duren tus sombras
el tiempo necesario.

El tiempo que ella tarde en decidirse.
De «Habitaciones separadas»

Como cada mañana

Ahora sé
que estas calles nos han hecho solitarios
y nuestro corazón
tiene el pulso amarillo
de las maderas lentas de un tranvía.

Sobre su cuerpo viejo
andábamos despacio, de forma irregular,
con una simetría parecida a los árboles.

Era hermoso acudir
cada mañana
y respetar la cita con la hiedra
del muro,
los ropajes cansados de las casas estrechas
y de las calles sucias. Agradable
cruzar sobre algún puente,
detenerse lo exacto
para ver cómo el agua discute en las orillas.

En su jardín olimos
los primeros inviernos, su curso indefinido
por entre las palmeras.
Casi nadie pasaba,
sólo había
cuarenta sillas rojas
de los bares cerrados y alguna soledad
definitiva.

Durante muchos años,
durante tantos días que pasaron
el uno tras el otro,
el deber era un cierto paseo solitario,
la cita con un rumbo que sólo desviamos
para pisar las horas que caían,
los sueños que faltaban,
la superficie helada de los charcos,
para saltar los setos
o besamos las uñas moradas por el frío.
Y llegando a la puerta solíamos comprar
pequeños caramelos de nata o de violetas.

Entrábamos por fin para mezclamos
como cada mañana de la vida
con el paso cansado, los azulejos fríos
de un mundo hecho en latín
y números romanos.

Ahora sé
que en aquella ciudad deshabitada
la gente andaba triste,
con una soledad definitiva
llena de abrigos largos y paraguas.

Como el primer cigarro…

Como el primer cigarro,
los primeros abrazos. Tú tenías
una pequeña estrella de papel
brillante sobre el pómulo
y ocupabas la escena marginal
donde las fiestas juntan la soledad, la música
o el deseo apacible de un regreso en común,
casi siempre más tarde.

Y no la oscuridad, sino esas horas
que convierten las calles en decorados públicos
para el privado amor,
atravesaron juntas
nuestras posibles sombras fugitivas,
con los cuellos alzados y fumando.
Siluetas con voz,
sombras en las que fue tomando cuerpo
esa historia que hoy somos de verdad,
una vez apostada la paz del corazón.

Aunque también se hicieron
los muebles a nosotros.
Frente a aquella ventana -que no cerraba bien-
en una habitación parecida a la nuestra,
con libros y con cuerpos parecidos,
estuvimos amándonos
bajo el primer bostezo de la ciudad, su aviso,
su arrogante protesta. Yo tenía
una pequeña estrella de papel
brillando sobre el labio.

Conversaciones

Como el primer cigarro,
los primeros abrazos. Tú tenías
una pequeña estrella de papel
brillando sobre el pómulo
y ocupabas la escena marginal
donde las fiestas juntan la soledad, la música
o el deseo apacible de un regreso en común,
casi siempre más tarde.

Y no la oscuridad, sino esas horas
que convierten las calles en decorados públicos
para el privado amor,
atravesaron juntas
nuestras posibles sombras fugitivas
con los cuellos alzados y fumando.
Siluetas con voz,
sombras en las que fue tomando cuerpo
esa historia que hoy somos de verdad,
una vez apostada la paz del corazón.

Aunque también los muebles
se hicieron a nosotros.
Frente a aquella ventana -que no cerraba bien-,
en una habitación parecida a l a nuestra,
con libros y con cuerpos parecidas,
estuvimos amándonos
en el primer bostezo de la ciudad, su aviso,
su arrogante protesta. Yo tenía
una pequeña estrella de papel
brillando sobre el labio.

Si te gusta #Luis_García_Montero... Share on X

LA PALABRA PRISIONERA [Mi poema]
Pedro Gandía [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Dios piensa que pensar es de mal gusto
¡cuidado que en la boca no entren moscas!
que hablar de lo que ignoras es injusto
ni sirve si a palabras las emboscas.

Demuestran que las toscas
sólo sirven al mundo pa dar vueltas
uniendo incertidumbre y confusión.
Las ideas se cogen de un cajón
donde están expectantes y revueltas.

Mas ellas, desenvueltas,
esperan que hagas tú la selección,
desechando las hueras al instante,
obviando a las objeto de traición
que son como soflamas de un pasante.

Y vuelan de su estante,
cual sueños de una brújula viajera,
y avanzan desdeñando a la cultura
con trazos parecieran de madera
para darles al fin la sepultura.

La historia de un herida sin sutura,
el fin de la palabra prisionera.
©donaciano bueno

Y tú, qué #piensas de las #palabras? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Pedro Gandía

Poema de amor

a W.H.

Dioses antiguos, ruinas
contra un aire invernal.
Mas tú has de ser modelo
de lo humano inmutable.

El tiempo, de infinitos
y turbulentos crímenes,
lejos de tus mejillas,
tu cintura, tus muslos,
tus cabellos, tus pies.

Mi rojo amor eleva
contra el glacial olvido
un obelisco en llamas,
memoria de tu imagen.

No he de temer mi muerte
pues en ti viviré…

(Así cantaba el Cisne
de Avon, mientras se hundía
en tierno y dulce niño.)
De «Tríptico del Tiempo, la Belleza y la Muerte 1974- 1976
Cuenca, El Toro de Barro, 1983

Poema de la falsa belleza

balanceo e n t r e lenguas /
de turba verdemar /

lluviosa lumbre arriba /
c o n t r a
un secreto cáliz /

ssssssssale sssssssilbante ssssssuerte /
del arco
de
Diana /
sorprendiendo una brisa /
que mas-
turba
a
la
hierb-
a
De «Cacería» 1973 Madrid, Playor, 1983

Poema de la mañana que raya

el palafrén del astro
sobre
un blanco / caballo
revestido de gualdrapas /
deshoja por la niebla –arco suave / de agua alada–
murmullos
risas
rosas /
empuña
esgrime el rayo de la luz / primera
ya gardenia
dalia
ya /
santuario de las llamas
descendiendo / la estrella
strelitzia
crisantemo /
en la bruma del véspero
tocando / el horizonte que
confunde flores / de mirto
lunas con
narcisos negros /
o los pies del heraldo de la muerte
De «Cacería» 1973
Madrid, Playor, 1983

Poeta tebano hacia el 422 a.c.

He sido báculo de las musas, dulce
recipiente sonoro de himnos a los hombres
que, al son de flautas lidias, devenían
estatuas de dioses por mis versos.
Ahora, aquí, en Argos,
en el año noventa y seis de mi existencia,
solo abro ya la boca para cantar a Zeus
que, magnánimo, aún regala a mis ojos
la frescura y la gracia
de las brillantes formas adolescentes.
De «Acrópolis» 1984-1995
Barcelona, DVD, 2011

Sandro Boticelli (1444-1510)

I
Un azul de cobalto transmuta la distancia
en santuario nocturno de cuyo laberinto
salva el hilo de luz del laúd de un arcángel.

Lírica línea, tu alma, miniada de lejanos
y misteriosos soles, cielos, lunas, avernos,
invoca en la pintura un jardín sideral
donde los dedos gustan arquitecturas frías
y deshojan los blancos jazmines de la carne.

Sangre en gemas, carbunclos; vocerío de hierbas,
la cabellera al aire de la Idea; hibisco
de fuego que introduce su enloquecido estambre
en la curva perfecta de un daimon imposible.

Yo no busco tu cuerpo traspasado de saetas
en el dulce y amargo combate del amor
que cuanto más fulgura más hiere, ni tu ser
de Centauro y Minerva, tierra y aire a mitad,
sino el pulso instintivo de tu daga o pincel
que eterniza un suspiro sacrificando su oro.

Luz-iris de Eros suave, sobre silentes labios.
Mancebo de marfil palidece el paisaje.
La materia hecha nube aproxima los mundos.

Al sentir en su torso el apremio de Céfiro,
fastuosa y virginal Flora enciende el vacío.
En los ojos de Venus, Amor azul. Mercurio
calza sus alas puras para beberse el éter.
La Belleza en tres voces aquilata manzanas.

II
A muerte, en el retablo, seduce el níveo virgen.
El pincel insistiendo en cabellera intonsa,
barnizando muy lento la azucena del sexo,
labrando los diamantes de la esperma primera.

Inocente verdugo de los idólatras
poseídos del filtro del color y la línea,
sueñas en la aparente laxitud de tu lucha
bajo el hermoso pie de la Victoria-Idea.

Si una granada cede su rubor a un dios niño,
no es su pulpa edén, sino la tierra entera.
El Carro de las Hora arrasará los labios,
pero el sabor del beso late infinitamente.

El tirso es lo fugaz; la columna, lo eterno.
Liturgia de los sueños para vencer la Sierpe.

Indefensas beldades por el tiempo cuarteadas
espejean el futuro. En él, ver reflejado
las muletas que arrastran la vejez de su artífice.

Ya no miras el mundo, que es falso. Haces que nazca
en el postrer instante un dios del lienzo. Todo
se ha cumplido. Y asciendes en un abrazo de ángeles.
De «Columnata» 1973-1974
Valencia, Ediciones Ojuebuey, 1990

Tumba de Ícaro

Aquí, junto a las alas deshechas de las olas,
reposa fría sombra de juvenil desnudo,
ya tránsito sin nombre más allá de los astros,
para nunca volver a ser su ser.

Perpetua
resuena una perdiz en el azul radiante.
De «Acrópolis» 1984-1995
Barcelona, DVD, 2011

When forthy winters shall besiege thy brow

te impones que su antorcha joven prenda en tus versos
la materia danzando su designio de gracia
y lo tomen por faro náufragos de la vida
aunque ya no responda ni su sombra a su sombra
y aun sabiendo que nunca podrán imaginar
la enigmática luz tan rubia de su cuerpo
porque nunca regresa
ni siquiera en un dios
De «El Perfume de la Pantera» 1982-1983
Valencia, Instituto de Estudios Modernistas, 1999

Zwiefalt

Por la noche, cansado de aprender
tantas cosas inútiles, te pierdes
en cualquier paraíso artificial.
Alguien te pide fuego con los ojos.
Lo fijo y lo volátil de la carne.
Apura de su ser la negritud.
No has de temer que lleguen esas noches
en que nada merece ser vivido.
Para tenerlo nuevamente, escribe
de un ser entre Ganímedes y Venus.
Y, en tus versos, corónalo de rosas
y de violetas, porque es ella y él.
De «El Perfume de la Pantera» 1982-1983
Valencia, Instituto de Estudios Modernistas, 1999

Si te gusta #Pedro_Gandía... Share on X

Mario Benedetti

Las palabras 

No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si usted habla de progreso
nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrás

si está contra la violencia
pero nos apunta bien
si la violencia va y vuelve
no se me queje después

si usted pide garantías
sólo para su corral
mire que el pueblo conoce
lo que hay que garantizar

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si habla de paz pero tiene
costumbre de torturar
mire que hay para ese vicio
una cura radical

si escribe reforma agraria
pero sólo en el papel
mire que si el pueblo avanza
la tierra viene con él

si está entregando el país
y habla de soberanía
quién va a dudar que usted es
soberana porquería

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.

SANDRA, LA PUÑETERA… [Mi poema]
Mía Gallegos [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Cada día al subir por la escalera
se me cruza bajando una muchacha,
yo la observo al pasar por si se agacha
¡qué preciosa que está la puñetera!
Del perfume que deja se intuyera
se comiera los hombres a bocados
con sus ojos tan bellos que, drogados,
inducen a pensar que se vendiera,
siempre al mejor postor, que lo pidiera
si al cielo confesara sus pecados.

Sandra tiene los ojos aniñados,
-aquí lo de la edad sí viene a cuenta-,
la salsa, picardía y la pimienta
de quien sabe es de otros iris observados.
No soy yo, que mis ojos tan osados,
esperando, la han visto por la noche
subirse de la acera en algún coche
cual si fuera vulgar, una ramera.
Mas no esperen que le haga, ni así fuera,
a esa diosa, mi musa, ni un reproche.
©donaciano bueno

También a ti te gusta #Sandra...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Mía Gallegos

Vuelvo a la noche

De pronto vuelvo
a la noche
con mis zapatos de agua.

Me desnudo
en el lento
ejercicio de mis manos
y busco
solamente
un objeto mío,
un pequeño barco,
un cometa,
un circo de inventadas cosas,
figuras cotidianas,
tuyas y mías,
que amo.

Pero sé
que de pronto
me vuelvo inaccesible
y vuelvo a ser silencio
y llama oscura,
donde mi barco
se escapa de tu orilla.

Mía de nadie

Mía Gallegos.
Mía de nadie. Mía de mí.
Sin una biografía.
Tierna. Casi ácida.
Con un destino trazado
en una cruz.

Mía Gallegos. Mía de nadie,
de nadie, nadie, nadie, nadie.
Aferrada a la ternura
como único pan que no consuela.
Mía de nadie. Mía de mí.
Sin aire. Umbría.
Deja que el tiempo pase.
Deja que la vida pase.
Deja que el amor pase.
Deja que la muerte pase.

Mía sin biografía y sin abuelo.
Sin un sitio.
Ni siquiera santa.
Ni siquiera puta.
Mía de mí.

Jaguar de agua

Yo canto porque no puedo eludir la muerte,
porque le tengo miedo, porque el dolor me mata.
La quiero ya como se quiere el amor mismo.
Su terror necesito, su hueso mondo y su misterio.
Lleno del fervor de la manzana y su corrosiva fragancia,
lujurioso como un hombre que sólo una idea tiene,
angustiadamente carnal con la misma muerte devorante,
yo me consumo aullando la traición de los dioses.

Soledad mía, oh muerte del amor, oh amor de la muerte,
que nunca hay vida, nunca, ¡nunca! sino sólo agonía.
En mis manos de fango gime una paloma resplandeciente
porque el amor y el sueño son las alas de la vida.

Me duele el aire… Me oprimen tus manos absolutas,
rojas de besos y relámpagos, de nubes y escorpiones.
Soledad de soledades, yo sé que si es triste todo olvido,
más triste es aún todo recuerdo, y más triste aún toda esperanza.

Porque el amor y la muerte son las alas de mi vida,
que es como un ángel expulsado perpetuamente.

El ojo de la aguja

Al amor llegué con un grito de seda
y puse las dos mejillas,
el cuerpo y la conciencia.

Nada quedó de mí,
ni siquiera una carta,
ni siquiera un espejo en donde reconocerme.
Mas aprendí a pasar
por el ojo de la aguja,
es decir a perdonar sinceramente.
A dejar la piel en el alambre,
a dolerme desde los pies
a la cabeza.

Lo perdí todo.
Y cuando entendí que no sabía defenderme de la gente,
respondí con una bofetada de ternura,
porque yo sé
que sólo los dulces heredarán la tierra.

En mi habitación tejo el viento

En mi habitación tejo el viento.
Ignoro si son remotas mis lágrimas
o si están guardadas al lado de amarillas
fotografías,
junto a dedales y agujas que sollozaron.

Cavilo uniendo las puntas de la aguja
con la lana.
Desatiendo la espera.
Tejo y olvido.

De pronto pierdo el punto
y un agujero se deshace sobre el sillón
y mis manos.
Quedo entrelazada toda
en un ovillo de amor y lumbre.

No sé
si tejo para esperarte
o si trazo en círculos
el viento
y mi mortaja.

Hay dos caminos en mi vida…

II
Hay dos caminos en mi vida. Siempre
los hubo. En cada uno hallé un ánfora
con el agua hasta los bordes. De las dos
aguas he bebido hasta saciarme. Mas
ahora, he llegado al final de cada trecho
y las aguas han sido consumidas.
Me coloco el peplo y te escojo a ti, vida,
como tercer camino.

Hija de la tierra soy

III
Hija la tierra soy. Amante de la muerte.
A menudo en mis sueños la verdad se revela por
completo.
Crecen mis manos y mis pies hasta enroscarse
en un enorme tronco.

Deja que sea yo quien te penetre. Aunque
sea por una sola vez.

Soy dueña tan solo de mis lágrimas.
No sé llorar por dentro.

Mía de nadie

Mía Gallegos.
Mía de nadie. Mía de mí.
Sin una biografía.
Tierna. Casi ácida.
Con un destino trazado
en una cruz.

Mía Gallegos. Mía de nadie,
de nadie, nadie, nadie, nadie.
Aferrada a la ternura
como único pan que no consuela.
Mía de nadie. Mía de mí.
Sin aire. Umbría.
Deja que el tiempo pase.
Deja que la vida pase.
Deja que el amor pase.
Deja que la muerte pase.

Mía sin biografía y sin abuelo.
Sin un sitio.
Ni siquiera santa.
Ni siquiera puta.
Mía de mí.

Narciso

Narciso no era bello ni hermoso.
Lo embriagó su propia pequeñez,
su rostro en el otro rostro.
No halló la paradoja,
la secreta lámpara,
los jaspes,
el centro de luz entre sus cejas.

No tuvo por dentro un auriga,
ni la espada para vencer al tigre,
ni bebió de la tórrida, altiva respiración de los dragones.

Lo hallé muerto,
como las flores remotas que desconocen su origen
y su aroma

El eco no lo pudo salvar
de la muerte
de la embriaguez,
de su oscura bastardía.
De «El claustro elegido»

Si te gusta #Mía_Gallegos... Share on X

MI POETA INVITADO:  Manuel Acuña

La ramera –

(A mi querido amigo Manuel Roa.)

Humanidad pigmea,
tú que proclamas la verdad y el Cristo,
mintiendo caridad en cada idea:
tú que, de orgullo el corazón beodo,
por mirar a la altura 
te olvidas de que marchas sobre lodo:
tú que diciendo hermano,
escupes al gitano y al mendigo
porque son un mendigo y un gitano:
Ahí está esa mujer que gime y sufre
con el dolor inmenso con que gimen
los que cruzan sin fe por la existencia;
escúpela tambien… ¡anda!… ¡no importa
que tú hayas sido quien la hundió en el crimen
que tú hayas sido quien mató su creencia!

¡Pobre mujer! que abandonada y sola
sobre el oscuro y negro precipicio,
en lugar de una mano que la salve
siente una mano que la impele al vicio;
y que al bajar en su redor los ojos
y a través de las sombras que la ocultan
no encuentra mas que seres que la miran
y que burlando su dolor la insultan…

Antes era una flor… una azucena
rica de galas y de esencias rica,
llena de aromas y de encantos llena;
era una flor hermosa
que envidiaban las aves y las flores,
y tan bella y tan pura
como es pura la nieve del armiño,
como es pura la flor de los amores,
como es puro el corazón del niño.

Las brisas le brindaban con sus besos,
y con sus tibias perlas el rocío,
y el bosque con sus álamos espesos,
y con su arena y su corriente el río;
y amada por las sombras en la noche,
y amada por la luz en la mañana,
vegetaba magnífica y lozana,
tendiendo al aire su purpúreo broche;
pero una vez el soplo del invierno
en su furia maldita,
pasó sobre ella y le arrancó sus hojas,
pasó sobre ella y la dejó marchita;
y al contemplar sin galas
su cálice antes de perfumes lleno,
la arrebató impaciente entre sus alas
y fue a hundirla cadáver en el cieno.

¡Filósofo mentido!…
¡Apóstol miserable de una idea
que tu cerebro vil no ha comprendido!
Tú que la ves que gime y que solloza,
y burlas su sollozo y su gemido…
¿Qué hiciste de aquel ángel
que amoroso y sonriente
formó de tu niñez el dulce encanto!
¿Qué hiciste de aquel ángel de otros días,
que lloraba contigo si llorabas
y gozaba contigo si reías…?
¡Te acuerdas!… Lo arrancaste de la nube
donde flotaba vaporoso y bello,
y arrojándola al hambre,
sin ver su angustia ni su amor siquiera,
le convertiste de camelia en lodo:
le transformaste de ángel en ramera!

¡Maldito tú que pasas
junto a las frescas rosas,
y que sus galas sin piedad les quitas!
¡Maldito tú que sin piedad las hieres,
y luego las insultas por marchitas!
¡Pobre mujer!… ¡Juguete miserable
de su verdugo mismo!…
Víctima condenada
a vegetar sumida en un abismo
mas negro que el abismo de la nada
y a no escuchar mas eco en sus dolores,
que el eco de la horrible carcajada
con que el hombre le paga sus amores.

¡Pobre mujer, a la que el hombre niega
el derecho sublime
de llamar hijo a su hijo!
¡Pobre mujer que de rubor se cubre
cuando escucha que le grita madre!
Y que quiere besarle, y se detiene,
porque sabe que un beso de sus besos
se convierte en borrón donde lo imprime!

Deja ya de llorar, pobre criatura,
que si del mundo en la escabrosa senda,
caminas entre fango y amargura,
sin encontrar un ser que te comprenda,
en el cielo los ángeles te miran,
te compadecen, te aman,
y lloran con el llanto lastimero
que tus ojos bellísimos derraman.

¡Y que se burle el hombre, y que se ría!
¡Y que te llame harapo y te desprecie!
Déjale tú reír, y que te insulte,
Que ha de llegar el día
en que la gota cristalina y pura
se desprenda del lodo
para elevarse nube hasta la altura.

Y entonces en lugar de un anatema,
en lugar de un desprecio,
escucharás al Cristo del Calvario,
que añadiendo tu pena
a tus lágrimas tristes en abono
te dirá como ha tiempo a Magdalena:
Levántate, mujer, yo te perdono.

LA VIDA A DENTELLADAS [Mi poema]
Ángel Ganivet [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Comiendo va la vida a dentelladas
cual fuera una naranja, gajo a gajo,
dejando sin mascar algún colgajo
y al resto que expulsó dando patadas
con fuerza y a destajo.

Este estadio vagando cuesta abajo
esquivando a su lado las pedradas
asustado, escondido en las manadas
como un vulgar comino que al carajo
le va dando palmadas.

Que se ha ido sin apenas darse cuenta
cual soplo que a pavesa le amenaza
a degüello, se tira y va a la caza
de su presa y en actitud cruenta
la coge y despedaza.

Lamenta que termine ya este cuento
que inició colorido en sus viñetas,
se fue animando haciendo cuchufletas
y hoy ya se ha tornado ceniciento
y manda a hacer puñetas.
©donaciano bueno

#¿Comerse la #vida? Bien, pero paso a paso Share on X

MI POEMA de medio pelo: Ángel Ganivet

SONETO

Su fino rostro en luz azul bañado
de sus grandes pupilas luminosas,
se recata en las ondas caprichosas
del mar de sus cabellos encrespados.

Su mirar dulce, suave, está velado
por plácidas visiones amorosas,
y un rumor leve de ansias misteriosas
en su boca entreabierta ha aleteado.

Su talle esbelto, airoso se cimbrea:
ora se yergue altivo, dominante,
ora se mece en lánguido vaivén,

cuando le arrulla la feliz idea
de abrir su pecho a un corazón amante
y decirle: estoy sola y triste, ven.

UN BAUTIZO

Allá va la ronda
de las chicas guapas;
dicen que hay bautizo
en la Plaza Larga.
Cuatro farolillos
a la veneciana
alumbran, bailando,
la puerta de entrada.
Angosta escalera
nos lleva a una sala
de negra techumbre,
de paredes blancas.
Hay cuadros de santos
y escenas de caza
y sobre la cómoda,
herencia sagrada,
un espejo que hace
la cara achatada;
los que en él se miran
se ríen sin ganas.
Llena de confites,
la bandeja pasa,
los vasos de vino,
la sangría helada;
copas de aguardiente
que saltan las lágrimas
y para calmarse
la fresca alcarraza.

TORREONES DE LA ALHAMBRA

¡Qué silenciosos dormís,
torreones de la Alhambra!
Dormís soñando en la muerte,
y la muerte está lejana.
Sale el sol y vuestros muros
tiñe con tintas doradas ;
sale la luna y os besa
con sus rayos de luz blanca,
y vosotros dormís siempre
y la muerte está lejana.
La noche serena os cubre
con su túnica estrellada,
y la noche tenebrosa
os prende en sus negras alas,
y vosotros dormís siempre
y la muerte está lejana.
Puras gotas de rocío
vuestras almenas esmaltan;
la lluvia, cruel, azota,
vuestras macizas murallas,
y vosotros dormís siempre
y la muerte está lejana.
La brisa amorosa os trae
dulces caricias del alba;
sopla el vendaval airado
y a las viejas puertas llama,
y vosotros dormís siempre
y la muerte está lejana.
Un sueño de largos siglos
por vuestros muros resbala ;
cuando llegue a los cimientos
vuestra muerte está cercana.
¡Quién fuera como vosotros,
y largos siglos soñara,
y desde el sueño cayera
en las sombras de la nada!

Aun, si me fueras fiel…

Aun, si me fueras fiel,
me quedas tú en el mundo, sombra amada.
Muere el amor, mas queda su perfume.
Voló el amor mentido,
más tú me lo recuerdas sin cesar…
La veo día y noche.
En mi espíritu alumbra
el encanto inefable
de su mirada de secretos llena.
Arde en mis secos labios
el beso de unos labios que me inflaman,
que me toca invisible,
y cerca de mi cuerpo hay otro cuerpo.
mis manos, amoroso,
extiendo para asirla
y matarla de amor entre mis brazos,
y el cuerpo veloz huye,
¡Y sólo te hallo a ti, mujer de aire!

Vivir

Lleva el placer al dolor
y el dolor lleva al placer;
¡vivir no es más que correr
eternamente alrededor
de la esfinge del amor!

Esfinge de forma rara
que no deja ver la cara…;
más yo la he visto en secreto,
y es la esfinge un esqueleto
y el amor en muerte para.

EN EL NADIR HISTÓRICO DE ESPAÑA

En el nadir histórico de España,
Entre la humillación y el desaliento,
Como un profeta alzó la voz al viento,
Voz salida del fondo de su entraña.
Combate secular en tierra extraña
Malgastó la energía y el talento
Que hubieran impulsado el movimiento
Fecundo y creador de otra campaña.
Replegados detrás de la frontera,
Dibujemos la nueva perspectiva
Con espíritu firme y poderoso.
Un nuevo Siglo de Oro está a la espera,
Mas sólo ha de llegar si el alma activa
Su potencial castizo y luminoso.

EL ESCULTOR DE SU ALMA

(Fragmento de la obra de teatro)

Ya sólo quiero crear
la estatua que estoy creando
y ahora la estoy comenzando
y no la podré acabar
hasta que pueda expirar …
(levantándose imperioso)
¡Porque esta estatua soy yo!
Mi obra está dentro de mí. ..
¡Que sólo el que crea en sí
puede afirmar que creó
y que algo al morir dejó!
Pierde el trabajo que diere
todo artista que quisiere
dar vida a algo inmortal
en papel, lienzo o metal. ..
¡Todo eso es materia y muere!
[ … ] De mis obras que nacieron
sólo mi «Alma» me cautiva!

SUEÑOS

Vida y muerte sueños son,
y todo en el Mundo sueña…
Sueño es la vida del hombre,
sueño es la muerte en la piedra.
En esos ojos cerrados
quedó grabada una idea:
«Más que ver lo que ve el hombre
vale estar ciego en la piedra.»
En esos rígidos labios
quedó una palabra yerta:
«Más que hablar lo que habla el hombre
vale estar mudo en la piedra.»
Y de este pecho en el fondo
hay una esperanza muerta:
«Más que la vida del hombre
vale la muerte en la piedra.»
Si vida y muerte son sueño…
Si todo en el Mundo sueña…
¡Yo doy mi vida de hombre
por soñar muerto en la piedra!

LA VENUS DE NIEVE

Los albos copos que al caer se mecen
en el aire, por fuerzas agitados
de misterioso amor, arrebatados
giran y en torbellino desparecen.
Los ámbitos se cierran y oscurecen
y escuchan los oídos angustiados
en las tinieblas gritos apagados
que, llegando hasta el alma, la estremecen.
La voz de la creación por el caos vuela
y algo divino nace: blanca forma,
fantástico ideal va contorneándose,
que en mujer sobrehumana se transforma…
y mientras yo la invoco, ella, alejándose,
con su mirada el corazón me hiela.

Si te gusta #Ángel_Ganivet... Share on X

DEMOS PASO A LA PALABRA [Mi poema]
Alaíde Foppa [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Hoy demos paso al dios de la palabra,
la única que es voz en la disputa
así sea inocente o disoluta,
la misma que al espíritu le labra
mostrando las vergüenzas de una puta,
la sorna de una cabra.

Que sabe encaramarse al escenario,
-la voz es como el alma variopinta-
que va lanzando al sol ríos de tinta
si es preciso se sale del almario,
se muestra solidaria, hace una finta
o juega al solitario.

Que a veces surge indemne de la quema
así que alguien quisiera asesinarla,
dejarla sin espacio en una charla,
negarla ser meollo de algún lema,
regate al texto hacer para burlarla
o hundirla con su flema.

Que hoy la voz ya escasa anda de verbo,
no puede despertar con tanto ruido,
no existe conexión pues no hay fluido
o ha sido desligada de su acerbo,
no puede pronunciar ya un desmentido,
del mal ahora es su siervo.
©donaciano bueno

La #palabra, ese #dios subestimado? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Alaíde Foppa

Elogio de mi cuerpo

1. Los ojos

Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de mis pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.

2. Las cejas

Las breves alas
tendidas sobre mis párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.

3. La nariz

Casi un apéndice
en la serena geometría
de mi rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que me une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
-desde el anís hasta el jazmín-
aspira trepidante
mi nariz.

4. La boca

Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda
mi boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.

5. Las orejas

Como dos hojas
de un árbol ajeno
nacen a los lados
de mi cabeza.
Por el tallo escondido
se desliza
la opulencia
de los sonidos,
me alcanzan
las vivas voces
que me llaman.

6. El pelo

Dulce enredadera serpentina,
única vegetación
en la tierra tierna de mi cuerpo,
hierba fina
que sigue creciendo
sensible a la primavera,
ala de sombra
contra mi sien,
leve abrigo sobre la nuca.
Para mi nostalgia de ave
mi penacho de plumas.

7. Las manos

Las manos
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero me dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de mis uñas
llega el latido.

8. Los pies

Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan.

9. Los senos

Son dos plácidas colinas
que apenas mece mi aliento,
son dos frutos delicados
de pálidas venaduras,
fueron dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.

10. La cintura

Es el puente cimbreante
que reune
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina mi pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adorno mi cintura
con un lazo de seda.

11. El sexo

Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de mi vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.

12. La piel

Es tan frágil la trama
que la rasga una espina,
tan vulnerable
que la quema el sol,
tan susceptible
que la eriza el frío.
Pero también percibe
mi piel delgada
la dulce gama
de las caricias,
y mi cuerpo sin ella
sería una llaga desnuda.

13. Los huesos

Alabo
el tibio ropaje
la apariencia
el fugitivo semblante.
Y casi olvido
la obediente armazón
que me sostiene,
el maniquí ingenioso,
el ágil esqueleto
que me lleva.

14. El corazón

Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo esto.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.

15. Las venas

La floración azulada
de las venas
dibuja laberintos
misteriosos
bajo la cera de mi piel.
Tenue hidrografía
apenas aparente,
ágiles cauces que conducen
deseos y venenos
y entrañable alimento.

16. La sangre

Secreto corre el torrente
de mi sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de mi vida profunda.
La cálida corriente
que me inunda
en la flor de la herida
se derrama.

17. El sueño

En tan blando nido
mi corazón descansa,
ni lo asombran
los perdidos fantasmas
que se asoman.
Pasa por mi sueño
la ola calma
de mi respiro.
En tanto olvido
el tiempo de mañana
se prepara,
mientras estoy viviendo
efímera muerte.

18. El aliento

No se de donde viene
el viento que me lleva,
el suspiro que me consuela,
el aire que acompasadamente
mueve mi pecho
y alienta
mi invisible vuelo.
Yo soy apenas
la planta que se estremece
por la brisa,
el sumiso instrumento,
la grácil flauta
que resuena
por un soplo de viento.

Ella se siente a veces…

Ella se siente a veces
como cosa olvidada
en el rincón oscuro de la casa
como fruto devorado adentro
por los pájaros rapaces,
como sombra sin rostro y sin peso.
Su presencia es apenas
vibración leve
en el aire inmóvil.
Siente que la traspasan las miradas
y que se vuelve niebla
entre los torpes brazos
que intentan circundarla.
Quisiera ser siquiera
una naranja jugosa
en la mano de un niño
-no corteza vacía-
una imagen que brilla en el espejo
-no sombra que se esfuma-
y una voz clara
-no pesado silencio-
alguna vez escuchada.

Oración

Dame, señor
un silencio profundo
y un denso velo
sobre la mirada.
Así seré un mundo
cerrado:
una isla oscura;
cavaré en mí misma dolorosamente
como en tierra dura
Y cuando me haya desangrado
ágil y clara será mi vida
Entonces, como río sonoro y transparente,
fluirá libremente
el canto encarcelado.

Oscuro canto

Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado nudo
en el lugar del corazón.

Ay, tampoco suena
ni sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.
Es una voz sorda
que se ahoga en la garganta,
es un grito callado.
Y si sube,
no es un vuelo
en la noche muda,
es sólo una nube de humo
que se pierde en la sombra.

Propiciatoria

Lenta y plácida
sea la vida que corre por mis venas,
largos sueños y dulces despertares
me asistan,
escuchen mis oídos voces quedas,
mientras crece en secreto
la criatura.
¡Ay, que el llanto no empañe mi pupila!
Que por furtivo anhelo
no tiemblen mis pestañas,
ni perturbantes fantasmas me llamen,
mientras vive en mi seno
la criatura.
¿Cómo puedo estar triste
si la rama florece?
No empañe su mirada,
antes que se abra,
el velo de mis lágrimas.
El alma no me pertenece.
Mañana,
desprendida de mí
la criatura,
irá libre y ligero
mi imprudente paso,
y sin temores,
podré dejarme lastimar de nuevo.
Pero hoy, Señor,
aparta de mi lado
las cosas que me hieren:
tiende un camino de arena fina
bajo mi pie cansado,
defiende mi soledad tranquila
y pon sobre mi frente
una corona matinal
de pensamientos claros.

Señor, estamos solos…

Señor, estamos solos,
Yo, frente a Ti:
Diálogo imposible
Grave es tu presencia
Para mi solitario amor.
Escucho tu llamada
Y no sé responderte.
Vive sin eco y sin destino
El amor que sembraste:
Sepultada semilla
Que no encuentra el camino
Hacia la luz del día.
En mi pecho encendiste
Una llama sombría
¿Por qué señor,
no me consumes entera,
si no hay para tu amor
otra respuesta
que mi callada espera?

Un día

Este cielo nublado
de tempestad oculta
y lluvia presentida
me pesa;
este aire denso y quieto,
que ni siquiera mueve
la hoja leve
del jazmín florecido,
me ahoga;
esta espera
de algo que no llega
me cansa.
Quisiera estar lejos,
donde nadie
me conociera:
nueva
como la yerba fresca,
ligera,
sin el peso
de los días muertos
y libre
ir por caminos ignorados
hacia un cielo abierto.

Si te gusta #Alaíde_Foppa... Share on X

INCOMPARABLE CONCIERTO [Mi poema]
Vicente Gaos [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Él asiste, impávido, al concierto
en que suele tornar la noche al día.
Siempre a punto en perfecta sintonía
cuando se asoma el sol. El cielo abierto
comienza a despertar. Melancolía.

Y se envuelve en la fina melodía
del runrún que difusa entre la brisa
hace un dúo. Pintando una sonrisa.
Justo es ese el momento en que sentía
la arena deslizando algo remisa.

Después, consigo a solas. Con la calma.
La mirada perdida al horizonte
ha volado con fuerza hacia ese monte
donde espera al final que vuelva el alma
del que fuera un buen día un polizonte.
©donaciano bueno

A qué obedece que el #hombre desee volver a #morir al sitio en que nació? Share on X

Del monte en el que nació a la playa donde ahora pasa los últimos días de su estancia en este mundo.

MI POETA SUGERIDO:  Vicente Gaos

A la cintura de una muchacha

Oh, delgado contorno de la vida.
El fluir de la sangre en él acaba.
Oh, columna de luz y ansia de lava.
Volcán para mi mano estremecida.

Límite de la tarde preferida,
bajo un torso de niebla enajenada.
No hay tránsito a la noche enamorada,
pájaro sometido y sin salida.

Oh, ese cerrado cielo en que se unen
el poderoso mare y el labio suave
de la tierra: horizonte atormentado.

Cómo acecha la muerte ese volumen
hermoso, tan levísimo e ingrave.
Oh, la flecha de Dios en tu costado.

A la luna: preguntas

¿Adónde vas, cruzada por veloces
nubes, celada en vaporoso encaje
de nubes, resbalando entre un celaje
de nubes blancas, por las hondas hoces

de la distante noche? ¿Qué almos roces
de Dios ordenan tu impasible viaje
por el inmenso azul? ¿Tras qué ramaje
de estrellas bogas? ¿Qué silentes voces

altísimas escuchas? ¿Por qué tienes
el rostro virginal tan encendido,
tan dulce y triste, oh sí, tan dulce y triste?

¿Adónde vas? ¿De qué regiones vienes?
¿ Quién da a tu rostro ese celeste olvido?
¿Qué Dios sin fuego con su luz te viste?

A la tristeza

Si no fuera por ti…
si no fuera por ti, que cada tarde
tuyo me haces cuando el sol declina,
cuando todo es tan bello porque es triste,
y hundes más mis raíces
de hombre en la tierra… de hombre inmensamente
solo bajo el poniente en que Dios huye.
¿Qué sería de todo, qué sería
de nosotros? Ah, nunca
nunca hubiéramos visto
el secreto misterio de las cosas.

Oh, tú, tristeza, madre
de toda la hermosura que ha creado
el hombre en el dolor que da tu mano
con su dulce castigo…
No te apartes de mí, ven cada día
a hacerme triste, a hacerme hombre, hijo tuyo…
Visítame.

Amor

¡Qué profundo es mi sueño!
¡Qué profundo y qué claro,
qué transparente es, ahora, el universo!
Si pensando en ti, siempre,
si, soñado contigo, me desvelo,
y te miro por dentro, con mis ojos,
si te miro por dentro…
veo la oscura entrada de mi vida,
tu sorda luz de fuego,
y ya no sé si a ti te estoy mirando,
o si contemplo el cielo:
el último transfondo del poniente,
sin nubes y sin velos,
más arriba de todas las estrellas,
donde está dios, despierto.
O el inicial trasfondo de la noche
donde estás tú, durmiendo.

Y yo sobre la tierra, oscurecido
por tanta luz, yo, ciego,
soñando en dios, soñando en ti, soñando
lo mucho que te quiero.

Cuando el amor no dice la última palabra

La tarde pastoral, de alterno cielo
rayos de tu tormenta desatados,
mas luego azul total, cielo amados,
me llena de pasión o de desvelo.

Asciendo así del tormentoso anhelo
a una paz de reposos entregados,
mas desciendo otra vez a los estados
mismos de que partí para mi vuelo.

Ay, esta indócil pleamar me inunda,
esta tarde frenética y liviana.
Déjame, pues, sí, deja que me hunda

en este frenesí de lluvia vana.
Luego me elevaré hasta ti, profunda.
Luego serás mi primavera humana.

Faut-il s’abétir?

-¿Hacia dónde vamos?
-Vamos hacia el sueño. ..
-¿De dónde venimos?
-Venimos del sueño…

Como las olas,
como los vientos…

(En vida, despiertos.
En vida, serenos
sobre el fuego.)

-¿Hacia dónde vamos?
-Vamos a la noche…
-¿De dónde venimos?
-También de la noche…

(En la vida, brote
la luz,
que el sol nos conforte.)

-¿Hacia dónde vamos?
-No vamos, no vamos…
-¿De dónde venimos?
-¿Por qué preguntamos?

Después lo veremos
si al fin vemos algo.

Hay un reguero dulce y encendido…

Hay un reguero dulce y encendido
de sol sobre los álamos dorados.
Y, a lo lejos, los montes ya nevados
encalman el paisaje atardecido.

Si ahora tuviera el corazón dormido,
los ríos de la sangre no encrespados,
y ojos para mirar enamorados
los chopos dónde aún tiembla el sol huido…

Si ahora como esa luna ser pudiera
que boga virginal, tan lentamente,
tan alma pura en el azul… Si fuera

un álamo, una luna, un dios luciente…
Más sólo soy un hombre en la ladera,
un hombre sólo, apasionadamente.

Hombre total

Ojos verdes de Marta de Nevares.
Ojos -¿negros tal vez?- de Dorotea.
Ojos azules, clara luz febea
de Camila Lucinda. ¡Qué avatares

de amor sin contención! Gozos, pesares,
gozos… Esto es amor. Quien no lo crea,
mírese en unos ojos, que se vea
en unos ojos de mujer. (Cantares:

Esos ojos que vemos no son ojos
porque nosotros los veamos, son
ojos porque nos ven.) Mas la ceguera

de marta, y el olvido, los despojos
de tanta lumbre extinta… Tu canción
se eleva al fin hacia la luz primera.

La voz precisa

Sella tú con tus labios, éstos míos.
Pon tu mano en mi mano.
O deja que acaricie tu cabello,
tus mejillas, tu frente,
mientras hundo mis ojos en tus ojos,
en la insondable luz de tu mirada.
Deja que, así, te exprese,
cuando huyen las palabras
-ay, expresión del tacto,
única voz precisa-,
deja que, así, te exprese mi ternura.

Luzbel

Arcángel derribado, el más hermoso
de todos tú, el más bello, el que quisiste
ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste,
sueño mío rebelde y ambicioso.

Dios eres en tu cielo tenebroso,
señor de la tiniebla en que te hundiste
y de este corazón en que encendiste
un fuego oscuramente luminoso.

Demonio, señor mío, haz que en mi entraña
cante siempre su música el deseo
y el insaciable amor de la hermosura,

te dije un día a ti, ebrio de saña
mortal. Y, luego a Dios también: No creo.
Pero velaba Dios desde la altura.

Mnemosyne

¿De dónde llegas tú, ilusión de un día
porvenir, tú, esperanza de un pasado
nunca cumplido, pero que yo ahora
evoco entre marchitas profecías
o anticipo en nostalgia? De recuerdos
y paciencias me nutro. Los ayeres
y los mañanas dóciles acuden
a congregárseme en el hoy, un punto
que se dilata ilimitado en ondas
concéntricas, amor, amor sin tregua.

Y todo es por tu mágico conjuro,
diosa de pies ligeros, madre mía.
Déjame que te diga apasionado
mi amor por ti, mi luz en la honda noche,
mi amparo, mi sostén en el vacío,
tan adherida a mí como mi carne,
tan enraizada en mí como mis huesos,
yo mismo, pues ¿qué soy yo, que sería
sin ti, a quien debo lo único que tengo,
mi fugitiva eternidad de hombre?

Por tu amorosa previsión ordeno
mis días y mis noches. Yo soy sólo
una memoria y un deseo, un agua
que estremecidamente fluye inmóvil.
Tú conoces mi vida, me recuerdas
fechas: murió en Valencia, veintiuno
marzo, mil novecientos diecinueve.
Nació… Dejemos el espacio en blanco
y Dios lo llenará cuando me llame
para ingresar -completo ya- en su Nada.

Porque otros son, mi amor, nuestros caminos.
Igual que al vagabundo de Manhattan,
a mí que me preocupan tantas cosas,
no me preocupa Dios, no me preocupa
la muerte. Me deslizo de tu brazo
por el tiempo (no un río que termina
en el mar del morir, sino el mar mismo
siempre consigo. ensimismado, libre
en su flujo y reflujo), por el tiempo,
ajeno al gran pecado del olvido.

Mediada está mi vida. Estoy inmerso
en aguas tan profundas que no tienen
fondo o lo desconocen. En el pecho
me late el corazón, una campana
sorda, callada, pero jubilosa
en su entrañado grito de alegría.
Sea la vida sueño, sombra, nube,
viaje, ilusión o luna mortecina.
No me preocupa Dios cuando la sangre
su música musita misteriosa.

La rosa, el chopo grácil de la orilla,
el río rumoroso y solitario,
el monasterio al pie de la montaña
y la cima nevada, aquellos ojos
que un segundo brillaron ofreciendo
amor, las rachas frescas de la lluvia
y el viento en los adioses del verano,
todo conlleva tiempo y acongoja
el corazón con mano delicada,
fábula y mito de los años muertos.

Pero guiado de tu mano avanzo
hacia el futuro, avaro me demoro
en el sueño, potencio a mi albedrío
el instante presente, me hago dueño
de su fugaz y fina consistencia,
vuelvo la vida del revés, aplaco
su curso, llego a un éxtasis tan quieto
y tan seguro que en la noche brilla
llena la luna, y ya no escucho el río
que huye ni sus consejas sibilinas.

Soy tuyo, madre mía, tú me dices
constante lo que soy, lo que no he sido,
lo que he de ser o no he de ser, tú eres
a la vez mi pasado y mi futuro,
mi ya y mi todavía, me preservas
de olvido, en esperanza cada día
me salvas, me das vida a millares,
mundo en relieve -bosques, mares, cielos-,
me das, entre las horas huidizas,
partes de eternidad, vences la muerte.

Sí, deja que te diga apasionado
mi amor por ti, luz mía y madre mía,
memoria mía en mí, puro deseo
de ser memoria en otros. Sea sueño
la vida. ¿No es también sueño la muerte?
Gracias, gracias te doy por endiosarme
mágica, humilde, breve, inmortalmente
en mi unidad dramática de hombre
bajo el cielo estrellado. Nunca cese
mi corazón de dar su sí a la vida.

No, corazón, no te hundas…

No, corazón, no te hundas.
Y vosotros, ojos, no queráis cerraros en llanto.
La vida es mucho más larga, mucho más grande de lo que ahora
supones, mucho más magnánima.
¿Te atreverás a decirle que te debe algo?
Eres tú quien se lo debes todo.
Y aún tendrás que deberle muchas cosas hasta que mueras,
y la muerte misma es un deber que tienes hacia la vida.
Agradece al tiempo que, mucho más sabio que tú, no apresure tus
horas de dolor ni se demore en tus momentos de dicha,
sino que te los mida con la misma igualdad, con la misma ecuanimidad
generosa.
Agradece al sol que siga saliendo puntualmente, ajeno por completo a
ponerse
al compás febril de tu pulso.
Te quejas. Dices que sufres.
Dices que no puedes más.
Aún volverás a sufrir, y a amar, y a sufrir de nuevo,
y a gozar otra vez y otra y otra.
Sólo morirás una vez, eso es lo único que no podrá repetirse,
pero la vida es una continua repetición.
Te ha de dar todavía muchas ocasiones de equivocarte,
y tú has de llegar aún a acertar con el buen momento,
que el mundo te ha de volver a brindar como te lo ha brindado
ya tantas veces.
¿Dices que estás solo?
No es mirándote al espejo como encontrarás compañía.
Coge el primer objeto que esté a tu alcance,
un vaso, una flor o simplemente el periódico.
Acarícialos, acarícialos.
Levanta la vista, tiéndela alrededor tuyo.
Sí, es verdad que no puedes ver los ojos que tú amas tanto.
Por hermosos que sean no podrán compararse nunca con las estrellas
(a pesar de los poetas románticos).
Habla, habla, pero no contigo.
Déjate de soliloquios y silogismos y sentimentales monólogos.
Habla con el cartero, con el conductor del tranvía
(aunque esté prohibido);
habla con el niño que está jugando en la acera,
vete a beber unas copas con el primer borracho de la esquina.
¿Creías que el mundo termina donde tú acabas?
Tú eres ya no fin, pero ni siquiera comienzo de ninguna cosa.
No eres comienzo ni de ti mismo.
¿Recuerdas a tu madre?
No la compadezcas: ya murió, ya vivió, ya sufrió y gozó todo aquello
que le tocó en suerte.
Tú tienes todavía la de vivir, la de seguir vivo.
No tengas ninguna prisa en morirte.
No te esfuerces en buscar lo único que posees seguro.

No sabe qué es amor quien no te ama…

No sabe qué es amor quien no te ama.
No sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira
el son más dulce, la más fiera llama.

¿Qué fue de tanto amor por tanta dama?
Sólo cenizas de la inmensa pira.
Se nubla la mirada, el cuerpo expira,
y el alma quiere asirse a la alta rama

de Dios, que con sus silbos amorosos
te hechiza en la honda calma del verano.
Madrid, a mil seiscientos treinta y cinco.

Pasaron ya los años venturosos
y los amargos. Todo pasó en vano.
Y a Dios te entregas con mortal ahínco.

Noche del amor

Ay, qué podré decirte, dulce amada,
joven virgen feliz que no conoces
en un cielo cerrado, suaves roces,
el peso del amor, noche entregada.

Desde este corazón, isla olvidada,
-oye del mar sus clamorosas voces-,
me elevaré hasta ti que desconoces
la flecha que en lo oscuro está clavada.

Los cuerpos se revuelven tan certeros,
guiados del amor, como esos astros
que, arriba, sólo ven tus ojos puros.

Órbita de pasión y verdaderos,
resplandecientes e infalibles rastros.
Celestes nuestros cuerpos aunque oscuros.

Ojos verdes

Ojos verdes de Marta de Nevares.
Ojos, ¿negros tal vez? de Dorotea.
Ojos azules, clara luz febea
de Camila Lucinda. ¡Qué avatares

de amor sin contención! Gozos, pesares,
gozos… Esto es amor. Quien no lo crea,
mírese en unos ojos, que se vea
en unos ojos de mujer. Cantares:

esos ojos que vemos no son ojos
porque nosotros los veamos, ojos
son porque nos ven. Mas la ceguera

de Marta, y el olvido, los despojos
de tanta lumbre extinta… Y tu canción
se eleva al fin hacia la luz primera.

Pleamar de amor

La tarde pastoral, de alterno cielo
rayos de tu tormenta desatados,
mas luego azul total, cielo amados,
me llena de pasión o de desvelo.

Asciendo así del tormentoso anhelo
a una paz de reposos entregados,
mas desciendo otra vez a los estados
mismos de que partí para mi vuelo.

¡Ay! esta indócil pleamar me inunda,
tarde mi frenética y liviana.
Déjame, pues, si, deja que me hunda

en este frenesí de lluvia vana.
Luego me elevare hasta ti, oh, profunda.
Luego serás mi primavera humana.

Sensación de otoño

Amo el otoño y amo su tristeza,
su cielo gris, sus árboles borrosos
entre la niebla, vagamente hermosos…
¿No amáis también vosotros la belleza

desnuda del otoño? El alma empieza
a hacerse buena y honda. ¡Y qué piadosos
se hacen los viejos sueños ardorosos!
¡Qué humana ahora la naturaleza!

Oh cielo bajo, luz tan tamizada,
luz tan vencida, compasivo empeño
de dar al hombre asilo y sombra amada.

No sé si el mundo es ya triste o risueño.
Dios se ha dormido. El alma está callada.
Se me ha llenado el corazón de sueño.

Sin palabras

Un mundo de armonías me rodea.
Fuera palabras, no turbéis mi paz.
Una vida hecha toda de sonidos,
un pensamiento universal que puede
prescindir de cualquier significado.

EL universo no habla, nada dice,
el viento mueve diáfano la hoja.
Paraíso final sólo de música
musical. Canta el pájaro en lo hondo
del corazón. Palabras, fuera. Ahora
un mundo de silencios me rodea.

Música, solo música, callada
música. Siempre música, esto es Dios.

Sólo tú

Tú, mi razón de vida, mi razón
de amor; mi razón, mi pensamiento,
mi desencadenado sentimiento,
la luz y el fuego de mi corazón.

Vivir en ti es vivir, viva pasión,
y la vida sin ti no es mi tormento,
sino injustificable y vano intento,
imposible, imposible abdicación.

Si tú eres la verdad, si tú la vida,
morir será morir, pero prefiero
tan breve posesión de la verdad

a otra existencia luego concedida.
Vivir será morir, pero te quiero.
Sólo tú, sólo tú mi eternidad.

Te quiero y te lo digo

Toda la luz del cielo ya en la frente
y en el labio un carbón apasionado.
Mi pensamiento, así de iluminado,
mi lenguaje, de amor, así de ardiente.

Así de ardiente, así de vehemente,
diamante en su pasión transfigurado.
Amarte a ti, universo deseado.
Mi luz te piensa apasionadamente.

Mi luz te piensa a ti, luz de mi vida,
pasión mía, luz mía, fuego mío
llama mía inmortal, noche encendida,

cauce feliz de mi profundo río,
arrebatada flecha, alba elegida,
mi dulce otoño, mi abrasado estío.

Tú eres tú

No te merezco, no. Yo canto, canto,
y te quiero, te quiero, sí, te quiero,
y sólo por ti vivo y por ti muero,
y sé que hasta tu cima me levanto.

Pero no es en tu cima en donde canto,
sino en el valle en que me desespero
de no poder vivir siempre señero,
y callar, callar sólo, amarte tanto.

Oh, bajo y pobre mundo, limitado
poder de la expresión, oh lengua mía.
en cambio tu mirada, qué logrado

silencio y poderosa luz del día.
Tú me devuelves más que yo te he dado,
pues tú eres tú, yo sólo mi poesía.

Tus quince años

Sólo tú, sólo tú puedes salvarme
y darme libertad si me encadenas.
Dame la sangre virgen de tus venas,
acude con tu vida a libertarme.

A encadenarme, a desencadenarme,
así mis horas fluirán serenas
por el caudal feliz en que e ordenas.
En tu inocencia pueda yo ampararme.

tu voz, tu voz… ay, oigo que me llamas,
y tus ojos me miran tan profundos,
-ojos que no han mirado aún a la vida-.

Salvado estoy sabiendo que me amas.
Oh, luz divina de no sé qué mundos,
purísima promesa concedida.

Un cristal

Vidrio de una ventana
entreabierta de julio
Hasta mí que tendido
descanso con cansancio
feliz de sucesivos
tiempos y espacios llega
el verano su soplo
vital cálido… Vidrio
en el que ahora contemplo
reflejadas las casas
fronteras unos árboles
los de esta ciudad mía
al regreso de otras
y otras y otros paisajes
fríos yermos ajenos
Unas casas fronteras
unas ventanas sobre
el cristal de ésta abierta
que me devuelve parte
de mi ciudad ¿La mía?
La mía imaginada
recordada resuelta
ahora en blando reflejo
en deseo y en sueño
de lo que pudo ser
de lo que no es de lo que
me absorbe la mirada
la esperanza tan breve
(Gracias memoria mía
de lo malo aún ya trémula.)
Cansancio julio aquí
tendido calor nada
nada más que un reflejo
equívoco un deslumbre
frágil de sol un poco
de ilusión allá enfrente
Sólo un cristal la vida.

Y de repente dije: Esto es la vida…

Y de repente dije: Esto es la vida.
Esto y no más. Palpé su forma cierta.
La adiviné mortal. El alma, alerta,
vibró un instante toda estremecida.

El rojo amor con honda sacudida
-oh vida, oh viento- abrió la última puerta.
Y allá en el fondo de la estancia abierta,
brilló mi muerte entre la luz dormida.

Esto es la vida, dije, esto es la muerte,
ésta la tersa luz, la honda luz suave,
la cósmica pasión, el sueño inerte.

Esto eres sólo, sí. Y con paso grave
me adelanté hacia el fondo para verte,
llegué a la puerta y di vuelta a la llave.

Si te gusta #Vicente_Gaos... Share on X

LA VIDA BIEN MERECE LA PENA [Mi poema]
Vicente Gallego [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

(Al doctor Ignacio Ramirez)

Amigo mío, Ignacio, en esta vida,
hay cosas que merecen bien la pena,
los goces de esas noches de verbena,
los roces de esa mano que, atrevida,
quisiera navegar surcando el Sena.

Ponerse a platicar sin aspavientos,
cada uno allí aportando sus razones
sabiendo repartir las bendiciones
entre esos, los que exponen argumentos
así puedan dañar tus convicciones.

¡Mas qué son nuestras viñas sin sarmientos,
los páramos de tierra sin rastrojos!
Del día en el que abrimos nuestros ojos
los párpados se tornan cenicientos
preñados de legañas y de abrojos.

Mejor que el diapasón lo marque el tiempo,
que el vaivén al azar nunca tropieza
¡qué importa si uno reza o si no reza!,
todos vamos andando a contratiempo
al ritmo que nos marca la torpeza.

Y aunque algunos opinen que es condena,
y no encuentren placer de haber vivido,
aquí dejo constancia, no coincido.
Prometo, para mí valió la pena
el hecho de hoy haberte conocido.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Vicente Gallego

Contemplándote arder

Así quisiera recordarte,
poderosa en tu entrega,
destilando tu miedo -uva negra y pisada
en la barrica añeja de la sabia lujuria-
para lograr tragarlo dulcemente
convertido en el vino que nos ofrece un dios.

Que tu placer solar
me proteja en la noche, que me recuerde siempre
esa imagen del mundo en que dos cuerpos jóvenes
han vencido a la sombra y se sienten brillar
en su luz invencible.

¿Y quién nos acompaña,
si el rodar del camino va rompiendo los ejes
de la frágil tartana del amor?
¿Y quién
nos acompaña,
a no ser la memoria, ese clavo en la herida,
esa sombra sin cuerpo?

Humo frío será la amada carne,
y quedará mi carne sin refugio,
acompañada sólo de la triste memoria,
esa sal en la llaga, esa llaga sin cura.

Y luego la memoria se deshará en el polvo.
A ese polvo sin madre
que el viento ha de barrer y que serán tus huesos,
yo quisiera salvarlo esta mañana.
A ese cuerpo que hoy,
al contemplarlo arder bajo mi llama hambrienta,
un segundo entreví
aventado en el soplo sin medida del tiempo,
yo quisiera salvarlo en la palabra,
para siempre feliz en su fuego de ahora.

Y he sentido un mareo de atropellados siglos,
de lunas y de soles sin nosotros.

Échale a él la culpa

A José María Álvarez y Carmen Marí

Hoy te has ido de fiesta con amigas,
y sin que tú lo sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una noche lejana tuvo el gesto
generoso y extraño de entregarme su amor.
Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo.
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.

Por huir de esa trampa me amenazo
con los nombres que cuadran al que cae en su vacío:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso…
Y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mi sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.

Ahora caigo en la cuenta de que dudas
como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un juego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.

Lo que quiero que sepas es que entiendo
mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
-ese tipo grotesco y marrullero-
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta.

Generación espontánea

Este día nublado invita al odio,
predispone a estar triste sin motivo,
a insistir por capricho en el dolor.
Y sin embargo el viento, y esta lluvia,
suenan hoy en mi alma de una forma
que a mí mismo me asombra, y hallo paz
en las cosas que ayer me perturbaban,
y hasta el negro del cielo me parece
un hermoso color.

Cuando no soportamos la tristeza,
a menudo nos salva una alegría
que nace de sí misma sin motivo,
y esa dicha es tan rara, y es tan pura,
como la flor que crece sobre el agua:
sin raíz ni cuidados que atenúen
nuestro limpio estupor.

La llamada de la selva

Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía
con el que yo he jugado algunas tardes.
Sin apretar los dientes me estiraba del brazo,
paseaba conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos inviernos.
En los días aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente empapada en su aliento doméstico.
Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía,
que hace tiempo ha adoptado
esta fea costumbre de morder a su amo.

La pregunta

En la noche avanzada y repetida,
mientras vuelvo bebido y solitario
de la fiesta del mundo, con los ojos muy tristes
de belleza fugaz, me hago esa pregunta.
Y también en la noche afortunada,
cuando el azar dispone un cuerpo hermoso
para adornar mi vida, esa misma pregunta
me inquieta y me seduce como un viejo veneno.
Y a mitad de una farra, cuando el hombre
reflexiona un instante en los lavabos
de cualquier antro infame al que le obligan
los tributos nocturnos y unas piernas de diosa.
Pero también en casa, en las noches sin juerga,
en las noches que observo desde esta ventana,
compartiendo la sombra
con el cuerpo entrañable que acompaña mis días,
desde esta ventana, en este mismo cuarto
donde ahora estoy solo y me pregunto
durante cuánto tiempo cumpliré mi condena
de buscar en los cuerpos y en la noche
todo eso que sé
que no esconden la noche ni los cuerpos.

Maneras de escuchar un blues

A Eloy Sánchez Rosillo

Es hermosa esta noche de verano,
aunque no más hermosa
que cualquier otra noche de verano.
Es hermosa esta noche en que estoy solo,
y fumo, y he dejado
en penumbra la casa mientras suena
un dulce y triste blues,
un blues tan triste y dulce como otros.
Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,
se diría especial, y sin embargo
existe algo muy hondo en esas cosas
que parecen sencillas:
una extraña grandeza que no acaba
de ser exaltación, tragedia, paz,
pero que es todo eso, y es también
un sentir claramente
que para que esto ocurra ha sido necesario
apurar estos años, acumular recuerdos,
haber ganado
y haber perdido tantas cosas.
Para que este piano suene así,
para temblar así con esta música,
ha sido necesario
ir llenándola poco a poco
de belleza y de daño, ir llenándola
con nuestra propia vida, para que se parezca
a nuestra propia vida, y suene así:
tan insignificante
y tan grande, tan triste, tan hermosa.

Noviembre, 26

Que nuestras manos puedan
protegernos del sol,
que eclipsen su contorno totalmente,
no debiera ocultarnos el tamaño
de ese astro al que quiero llamar padre.
Bajo su luz desnuda
no precisan las cosas de adjetivos:
la mañana del mundo es cuanto tengo,
contra su cielo soy
un cuerpo frente al mar que ahora procura
disfrutar de su instante
en el hueco sin pausa de los siglos.

Austeridad y lujo de lo exacto.

Nuestras extrañas exigencias

Para que tú me ames, para que yo conserve
tu amor más alto y puro, sólo debo
-me dices-
cumplir una mandamiento:
no mentirte jamás, no mentirte siquiera
cuando más necesites que lo haga,
porque tú -me aseguras-
lograrás perdonar cualquier ofensa,
cualquier traición si la confieso.
Y así, con un engaño, mintiéndote y mintiéndome,
demandas mi franqueza más suicida.

Por tu parte,
para que yo te ame, para que tu conserves
mi amor más alto y puro,
sólo debes cumplir un mandamiento:
no dejar de mentirme, porque no lograría
amarte en tu verdad.
Lo que yo amo es tu forma de engañarme.
Por lo que a mí respecta, complaceré tu gusto:
te mentiré jurando que no miento,
y si logro tenerte para siempre engañada,
habrás de agradecerme un amor tan sincero
que no sienta el impulso de decir su verdad,
porque es la verdad la traición más cobarde
y nadie necesita su confidencia cruel
por más que la suplique.

Proyectos de futuro

Esta tarde soy rico porque tengo
todo un cielo de plata para mí,
soy el dueño también de esta emoción
que es nostalgia a la vez de los días pasados
y una dulce alegría por haberlos vivido.
Cuanto ya me dejó me pertenece
transformado en tristeza, y lo que al fin intuyo
que no habré de alcanzar se ha convertido
en un grato caudal de conformismo.
Mi patrimonio aumenta a cada instante
con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde,
y perder significa haber tenido.
Ya no tengo ambiciones, pero tengo
un proyecto ambicioso como nunca lo tuve:
aprender a vivir sin ambición,
en paz al fin conmigo y con el mundo.

Recado de escribir

Para Encarna Oliva

De qué forma explicarte que por ti
lo he hecho ya casi todo: renunciar a las otras,
renunciar a las noches en que ellas
en torno a mí giraban con la música
como giran las noches, como todo giraba
en aquel tiempo hermoso que juré
detener para siempre, como gira el deseo
al que he vuelto la espalda, como también a veces
la mirada se vuelve hacia esos días
que por ti he convertido en mi vieja leyenda.
De qué forma explicarte
que por ti me he desdicho: los amigos de entonces
se sonríen al verme, no me habla
mi soledad de siempre, ni siquiera el alcohol
me sienta como antes, y he perdido
mi destreza en el baile.
De qué modo explicarte, sin que lo entiendas mal,
que hasta mi juventud me va volviendo
la espalda, que por ti
lo he hecho ya casi todo, excepto aquello
que juzgabas tan fácil, que me pediste tanto
sin que nunca supiera atender tu ilusión:
el poema de amor que por fin te dedico
y que tal vez te oculten estos versos
sin halagos, sin rosas, estos versos
que no sabrán en nada parecerse
a los que tú soñaste. Un poema de amor
verdadero, sin trampas, sin palabras hermosas.

Credo

A Vicente Gallego Ibáñez

Tu divina bondad no prueba nada,
fraterno humano amor,
de lo que el hombre busca conocer para amarse:
no das ese consuelo y, sin embargo,
tu favor es el único refugio
donde hallamos clemencia verdadera.
No hablo sólo del beso
que en el sótano oscuro de la lujuria enciende
su fuego contra el frío,
digo cierto también y sobre todo
el brazo en que se apoya nuestro mal vencimiento
cuando el amor ingrato nos derriba.
De un amor necesario os hablo ahora
más noble que el amor,
del más logrado bien que heredó nuestra sangre.

No falte a nuestra cruz tu sincera piedad,
fraterno humano amor
que con tan firme pulso nos sostienes la vida.
Que si huérfana el alma de eternidad se muere,
nuestra madre la carne muera al menos llorada.
De «La plata de los días» 1996

Desvalido orgullo

Pues sabemos del viento,
la aristocracia somos, desvalida,
de lo que el viento lleva.

Somos sólo el cobijo transitorio
del arraigado sueño que en la pasión pervive,
y en la noble tarea de alimentar un sueño
nuestra vigilia apuesta su cumplimiento altiva.

Del desafío antiguo
la victoria se cobra, solamente,
donde lo sabe y canta nuestra fe:
en el nuevo vigor con que afrontamos
el renovado lance desigual.
Y en la noche invidente de los tiempos
que la conciencia alumbra, dolorosa,
nuestros ojos se abren a ese único día
que repite su aurora clausurada.

El destilado somos,
milenario,
de la sangre y del vino,
de una dura progenie esforzada y dichosa
por la que sabe, sorda, de su nombre la rosa.

El sueño verdadero

A César Simón, in memoriam

En el cenit del día
un derrumbe se escucha silencioso:
es el ínfimo estruendo
de la nube que quiebra su lograda figura
para ser de sí misma sólo un eco en lo alto.
Todo está en su solsticio,
en su plena apariencia mientras el sol lo abrasa.
Y a la herida del hombre su latido le presta
el frágil corazón de la que cree su hora
en la burla del tiempo.

Todo vive muriendo y, sin embargo,
qué arraigado saberse cierto y hondo
en la misma raíz del desarraigo,
qué morada a cubierto en la brusca intemperie,
qué verdad este sueño
cristalino de agosto.

Historia del amor

Un nítido recuerdo
del placer que hallé en ti suena sordo en la noche
como una campana.

Sola campana de mi noche sola,
dobla tú por el día
que de mi amor fue entero,
ahora que sólo soy de la irreal memoria
obligado inquilino.

Te dabas en la noche a la voraz y oscura
hambre mía de ti,
y era aquel apetito, no lo supe,
repugnancia de qué
repetido destino,
prevención inconsciente de esta hora.

En la más dura saña peleamos
de quien busca clavar sobre un cuerpo su cuerpo
por imprimir la sombra en otra vida
de lo que va perteneciendo al humo
porque fue de la llama.

Desatendemos hoy la llama juntos,
la que juntos prendimos,
la que nos dio calor, la que juramos juntos
conservar en su frágil crepitar melodioso.

De su música ardiente nos desvela en la noche
frío el eco dolido
de aquel sueño en su luto, de esta rota vigilia.

Un nítido recuerdo
del placer que hallé en ti
se dibuja en el aire contrariado
de mi vivo deseo
todavía.
Y al diablo me ofrezco por tu espalda desnuda.

¿Pero quién eras tú?
¿Y quién fue el que te amó?
¿Y por quiénes redobla, en la noche del otro,
esta sorda campana?

Oda

Tú eres canto de amor
bajo la piel traslúcida del día,
circulación del alma en las vistosas alas
de las formas terrestres,
destello que delata, jubiloso,
la condición solar de la materia.
Tú has sembrado en la noche
tu plateada flor iridiscente,
y es la muerte por ti una perla negra.

Tú eres alta embajada
del subterráneo fruto,
y está arriba tu sitio, en la fugaz
superficie lograda de las cosas:
brillo eterno del mundo,
rocío del mirar enamorado.

Venenos y remedios

Midiendo
con goteros
lo que aún me quedaba
de la sangre tenaz de la alegría,
se me pasó la noche.

Mientras la roja fiebre
trazaba su derrota
de pesados aceites y derivas,
yo me di a la congoja del que espera
ver su barco encallar.

Pasó la noche en pos de un rumbo oscuro,
y en la misma agonía,
en la intemperie alzada como un último techo,
fue buscándome el alba al fin la herida
para ofrecerme fiel su blanca venda
toda limpia de luz samaritana.
De «Santa deriva» 2002

Ahora

De dios es este instante,
y él lo ignora.

Es polvo del cristal de la alegría,
es la rosa que encaña
de la sangre en su entera majestad.

Bien se ve que sabéis de la honda llaga,
de este andar a derechas
sobre la brasa pura.

¿Morir?

Mira ahora estas manos,
mira en ellas el pan
de un tan loco querer,
de una harina tan limpia.

Si te gusta #Vicente_Gallego... Share on X

Antonio Machado

A José María Palacio –

Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!…

¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?

Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas
entre las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?

Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.

Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,

¿tienen ya ruiseñores las riberas?

Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra…

REO Y CONVICTO [Mi poema]
Renée Ferrer de Arréllaga [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

En esta vida, amigo, puedes ser
nacionalista, incluso, si es preciso,
no creas que te quiero convencer,
mas la vida es un tiempo, es un inciso
y pronto ha de llegar su atardecer
así seas sumiso o insumiso.

Las horas que te pasas en tejer
es posible venga otro y las desteja
mucho antes de otro nuevo amanecer.
Es muy simple. La cuenta de la vieja.
Creer en tu existencia o no creer
y ver que ya esa misma se hizo añeja.

Saber, no tienes tiempo que perder,
y andar sin distinción algo remiso,
que debes de correr y en aprender
sólo puedes llegar al primer piso.
Pues dios es muy difícil de entender,
es algo que es oscuro y muy impreciso.

Reo y convicto, ya en este acontecer
cual llegaste te irás sin hacer ruido,
igual que a todos les suele suceder,
con el deber cumplido o incumplido
mas siempre sin saber, sin conocer
qué pintas por aquí, a qué has venido.
©donaciano bueno

Pues puestos a ser #reo mejor serlo de uno mismo? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Renée Ferrer de Arréllaga

Abandono

¿De qué remota lengua desasida
proviene este resabio de abandono?
En cavilosa soledad corono
una imagen de niña estremecida.

¿De qué lejano olvido, que se anida
en las letales naves del encono,
desembarca esta queja con su tono
de brisa a la intemperie amanecida?

¿De qué brazos amantes del despego
zarpó el velamen de mi tierna mano,
la brújula extraviada en el abrazo

confinado a la orilla? ¿Qué hay del riego
de besos en que, cándida, me ufano,
si hurté la dirección de su regazo.
Noviembre de 1993

Agua

Nubes, helechos rumorosos, piedras,
mi cuerpo anticipándose a los goces
en la colcha mullida de la hiedra;
la siesta me sazona con sus roces

y un tumulto de pájaros rehúye
el vasto territorio del desvelo;
extrañamente de mis dedos fluye
un manantial que sorbe el desconsuelo.

Mis piernas, los anhelos, mis caderas
en torrentes se fueron escurriendo;
era absurdo que tú los detuvieras
apenas desatados y muriendo.

Yo bien sé que me pierdo en lechos de agua
sin vislumbrar la lumbre de tu fragua.

Ahora me olvidas

Y ahora me olvidas.

Fui anónimo guijarro
tramontando tu arena
pétalo
que se fue desprendiendo de tu cerco
un canto sin acordes resonando
en sordas caracolas.


ahora me olvidas.

Pero cuando entregue
esta envoltura descartable
y
mi identidad se duerma
desbrumaré mis ojos
te miraré con olvido
ahogaré tus palabras
en el silencio.

Andinismo

Los labios suben;
laboriosos, escalan las uñas,
las rodillas
-andinistas de fuego-,
ávidos, se demoran en los pozos de sombra
que conceden la luz.
La exploración se adentra
entre el follaje hirsuto y la fuente pequeña.
Se someten al hueso de un codo guerrillero,
a la remota axila,
a la nuca en declive;
hacen alto en las manos,
manantial de arcanas vibraciones.
La lengua los retiene
en el desfiladero que aísla los pezones,
morados promontorios que erguidamente gimen.
Poderosos ascienden el risco del latido,
la inminencia de amar.
el tembloroso aliento de las cumbres sedientas.
Lentos, suben los labios
hacia el santuario del deseo,
hasta la sonrosada quemazón que los espera.

Bajel del viento

La complicidad de mi cama
se ha vuelto un campo ingrávido y lejano;
ya no tiene largueros ni pies ni cabecera.
Es una interminable llanura incandescente
donde mi ser se calma.
Desprendida del mundo brujulo entre los astros;
deshabito el incógnito territorio del cuerpo,
destrabando mis jarcias,
y parto
desplegando los brazos,
desamarrada y leve:
bajel de viento.

Brindis

Toma la copa de mi corazón
y bebe.

De su cuenco de sombra
paladea
las centellas airosas que me cruzan,
desde el rojo voltaje de sus nervios,
el sabor de mi centro.

Toma mi corazón,
y sorbe
su resentimiento en las rocas,
la espumosa alegría de la mañana,
el dulzor sentencioso de las despedidas,
al atardecer.

Entre tus labios
toma el borde de mi corazón
y saborea
el astringente bouquet de mi secreto.

Si tan siquiera hubiese algo que beber
yo te diría:
toma la copa de mi corazón,
y bebe.

Cifra

Cómo el dolor me abre el deseo.

Tenderme a la vera de tu cuerpo
sospechando las ansias,
los temblores,
ornar con flores robadas
el puente de nuestro aliento
intercambiando besos,
trozos de tiempo.

El sol se nos metió en los dedos
haciendo borbotar
el caldo del encuentro.

Al instante le crece permanencia.

Tu latido dialoga con mi pena
que sin nosotros notarlo
se ha disuelto.

Todo sucumbe al punto, sin embargo,
y vuelvo a ser
una cifra cualquiera en un cuaderno.

Condena

Húmeda y germinada en el deseo,
extraña ante un perfil que desconozco,
cierro puertas,
clausuro el país de la fiebre.

Las personas que amo me ven partir;
se quedan con mi cáscara baldía.

Soy un navío
con el timón varado frente al risco
desde donde despeño la palabra,
prisionera de muros caducos
que asedia un vendaval estéril.

Detrás del empellón del pensamiento
se yerma mi surco de ternura.
Soy un mármol que niega
el beso elemental,
el dulce instante,
prodigando alabanzas
al verbo:
mi verdugo.

Hacia el país de la alegría

Surca el itinerario de la espuma
mi terco corazón desbrujulado;
un esquivo temblor sus velas suma

al luminoso aroma congregado.
Mi acento entre que calla y que te nombra
va alertando al follaje sobre el vado.

Timon el confidente de la sombra,
la luna pensativa me acompaña:
su rojiza preñez mi pulso asombra.

Cambia una nube su perfil, empaña
la túnica radiante de la aurora
y tu caricia con mi sed se ensaña.

En el eco de la musitadora
respiración del monte que nos mira
celebro tu llamada portadora

de un cierto olor en celo que me inspira
a descorrer mis velos, jubilosa.
La garganta de un pájaro delira

despertando el deseo que me acosa;
un jaguar señorea en su guarida,
y late entre sus dientes una rosa.

Cumple la selva el rito de la vida,
acuchillan el agua los reflejos,
y oriunda de la brasa, estremecida,

comparece mi voz ante su espejo.
Recibe arrebatada mi panera
la miga de tus besos. Hay un dejo

de diosa primeriza, de altanera
urgencia de morir en tu debajo,
libertada y, al punto, prisionera.

Abdiqué del silencio y del atajo:
una fosforescencia victoriosa
empieza a germinarme desde abajo.

Fallece en la ribera la gloriosa
marejada fugaz entre burbujas:
yo te aguardo en su sábana arenosa.

El rumor de la fronda desdibuja
leves palabras de confesionario
que el mástil de tu ardor vence y estruja.

Hay un doble gemido solitario,
la llamarada que el temblor atiza,
el empuje genésico, lunario,
del instante que clama y se eterniza.

Insomnio

Del vasto territorio del insomnio,
de su ilímite páramo de sombra,
traigo hilachas de ausencia entre los labios,
una huella que me hurta y que te nombra.
¿Qué distancias de fiebre y desvarío
por las estribaciones de la aurora
recorro suplicante, pierdo, ansío
destejiendo la trama de las horas?
Cuando estoy por tocarte es ya un vacío
la llama de tu voz. Como las hojas
de un vendaval atónito y tardío
tu fantasma mi sueño desaloja.
Me sorprende el lucero soberano
creando tu caricia con mis manos.

Itinerario del deseo

Anoche tuve audiencia con mi cuerpo,
tu fantasma, mis señas personales:
indagué en el desánimo, en el cerco
de mis fiebres. Obsesos arenales

me circundan y crecen hacia adentro.
Me someten sus dunas, a las cuales
rehúyo, añoro, niego, miento, encuentro,
ofrendando el temblor de mis portales.

Sin que medie la luna te poseo
siguiendo de la sangre los puntales.
Dichoso itinerario del deseo
cuando abrevo mi sed en tus panales.

Cuando el alba se apresta a desvestirse
se despiden tus sombras, antes de irse.

La silla

Cuando salí al jardín entré en un sueño;
imán sin voz, vacío luminoso;
desde tu cuerpo ausente y de mi gozo
la silla me habla cuanto más me empeño

en acallar tu imagen en mis ojos.
Me cercan sus espaldas rigurosas.
ofrendándome el sitio donde posas
tus manos, tus caricias en manojos.

En las declinaciones del cordaje
busqué ansiosa el perfil de tu figura
y trenzando mi sed a tu cintura
soñé ser un navío en abordaje.

Mi sonrisa detrás de un jazminero
vio sollozando un ángel agorero.

Si te gusta #Renée_Ferrer_de_Arréllaga... Share on X

GOTAS DE LLUVIA [Mi poema]
Francisco de Figperlasueroa [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Se me perdió la esperanza
en una esquina cualquiera.
La fui a buscar. Mi tardanza
la hizo del mar prisionera.

Cuando ya tenga cien años,
si es que un día yo los tengo,
seguirá dios con apaños
y yo sin saber do vengo.

Quise buscar la verdad.
Si un día en ella me adentro
se tornará en crueldad,
nunca más saldrá a mi encuentro.

Fue mi madre quien me dijo:
dios ayuda a quien madruga.
Quien entienda ese acertijo,
me indique como conjuga.

Yo soy ciego y lo sostengo
que aunque dios ojos me ha dado
observando me he pasado
y no sé de donde vengo.

La vida sin la ilusión
no es vida. Es una patada.
Va directo al corazón
con derecho de pernada.

Un día quise saber
y un soplo me dijo: ¡quieto!
no tienes nada que hacer
sólo dios tiene el secreto.

Cogí el mundo con mis manos
y abarcarle no podía.
Desistí, tal osadía
era impropia de gusanos.

Cuando niño era inocente
y ahora que el tiempo ha pasado
me confundo con la gente,
creo me he contaminado.

Si la vida es una farsa
yo de ella soy un farsante,
un payaso en la comparsa
poco más que un figurante.

Quise buscar la verdad
y me acerqué al cementerio
allí me encontré a la paz,
¿la verdad…?, sigue el misterio.
©donaciano bueno

Todo es un #maldito_misterio, o no? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Francisco de Figueroa

Blanco marfil, en ébano tallado…

Blanco marfil, en ébano tallado;
suve voz indignamente oída;
dulce mirar -por quien tan larga herida
traigo en el corazón- mal ocupado.

Blanco pie por ajeno pie guiado,
oreja sorda a remediar mi vida,
y atenta al son de la razón perdida,
lado -no sé por qué- junto a tal lado;

raras, altas fortunas, ¿no me diera
la Fortuna cortés durar un hora
de alto bien desde vos reparte

o el sol, que cuanto mira, orna y colora
no me faltara aquí, porque no viera
un sol más claro en tan oscura parte?

Esta niña se lleva la flor…

Esta niña se lleva la flor,
¡que las otras no!
Esta niña hermosa
cuyos rizos son
la cuna en que el día
se recuesta al sol,
cuya blanca frente
la aurora nevó
con bruñidos copos
de su blanco humor.
Pues en cuerpo y manos
tal mano le dio
de carmín nevado
cual nunca se vio.
Esta niña se lleva la flor,
¡que las otras no!

Arcos son sus cejas
con que hiere Amor,
con tan linda vista
que a ninguno erró.
Canela y azúcar
sus mejillas son,
y quien las divide,
de leche y arroz.
No es nada la boca,
pero allí encontró
sus perlas la aurora,
su coral el sol.
Esta niña se lleva la flor,
¡que las otras no!

No lava la cara
con el alcanfor
porque avergonzado
de verla quedó.
Y en sus descuidillos
siempre confió
como en los cuidados
de mi tierno amor.
Pues si canto, canta,
llora cuando yo,
ríe cuando río
y baila a mi son.
Esta niña se lleva la flor,
¡que las otras no!

Partiendo de la luz, donde solía…

Partiendo de la luz, donde solía
venir su luz, mis ojos me han cegado;
perdió también el corazón cuitado
el precioso manjar de que vivía.

El alma desechó la compañía
del cuerpo, y fuese tras el rostro amado;
así en mi triste ausencia he siempre estado
ciego y con hambre y sin el alma mía.

Agora que al lugar, que el pensamiento
nunca dejó, mis pasos presurosos
después de mil trabajos me han traído,

cobraron luz mis ojos tenebrosos
y su pastura el corazón hambriento,
pero no tornará el alma a su nido.

Perdido ando, señora, entre la gente…

Perdido ando, señora, entre la gente,
sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida:
sin vos, porque no sois de mí servida;
sin mí, porque no estoy con vos presente;

sin ser, porque de vos estando ausente
no hay cosa que del ser no me despida;
sin dios, porque mi alma a dios olvida
por contemplar en vos continuamente;

sin vida, porque ya que haya vivido,
cien mil veces mejor morir me fuera
que no un dolor tan grave y tan extraño.

¡Que preso yo por vos, por vos herido,
y muerto yo por vos d’esta manera,
estéis tan descuidada de mi daño!

Si te gusta #Francisco_de_Figueroa... Share on X

LO QUE ME PASA A MI [Mi poema]
Eugenio Florit [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Lo que me pasa a mi les pasa a todos,
lo que ocurra el tres mil no importa nada,
que antepasados somos. La manada
enfangada estará en los mismos lodos
sacando su tajada.

La vida seguirá, según parece.
La gente como hace hoy yendo a por uvas
tumbado al sol que toca. Que a las cubas
es posible quizá nadie las rece,
suture por sus bubas.

La historia seguirán tergiversando,
cada cual arrimando a su sardina.
Ni existirá del hombre la autoestima,
quien llegue por detrás venga arreando
así que se deprima.

Las calles, sí, las calles serán puestas,
a solas, pues no habrá ya paseantes,
lo que no cambiará son los farsantes
las penurias, las dudas y las cuestas
tan llenas de desplantes.

No habrá curas ni iglesias, las estampas
pasado habrán de dios a mejor gloria,
ni esperanza ni sueños, que la escoria
campara por las calles a su anchas
en esa moratoria.

Seguirán presumiendo de arrogancias
para al fin terminar requetemuertos
en una escueta horizontal. Los huertos
no tendrán quien arriende las ganancias
o arreglen los entuertos.

Aspirando a ser ellos que a la luna,
-mientras tienen su casa sin barrer-,
los primeros que puedan ascender
adorando a su diosa, la fortuna,
soplando y absorber.

Ni el baile ya tendrá que alguien le baile.
que excusó se al saber se iba al garete,
las guerras seguirán con su membrete,
conventos penarán sin ningún fraile
cual frase sin corchete.

El mundo seguirá siendo de paso,
los hombres enfrascados en carreras,
soñando con ganar, partiendo peras,
haciendo del triunfar su gran fracaso
yendo por peteneras.
©donaciano bueno

Menudo #panorama más #halagüeño? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Eugenio Florit

A la mariposa muerta

Tu júbilo, en el vuelo;
tu inquietud, en el aire;
tu vida, al sol, al aire, al vuelo.

Qué pequeña tu muerte
bajo la luz de fuego vivo.
Qué serena la gracia de tus alas
ya para siempre abiertas en el libro.

Y en ti, tan suave, en tu morir callado,
en tu sueño sin sueños,
cuánta ilusión perdida al aire,
cuánto desesperado pensamiento.

Canciones para la soledad

Tú no sabes, no sabes
cómo duele mirarla.

Es un dolor pequeño
de caricias de plata.

Un dolor como un árbol
seco por la mañana.

Un dolor sin orilla
para dormir el agua.

Un dolor como el rastro
de la nube que pasa.

Tú no sabes, no sabes
cómo duele mirarla.

Del silencio

Ahora ya está la brisa por el aire dispersa,
con las manos hundidas en los árboles;
pero en aquel momento se había ido tan lejos,
que era como si no existiese memoria de su nombre.
Todo el silencio estaba caído por el mundo;
la tierra misma no era sino una gota de silencio.
Los segundos del sol bajaron a beber aguas muertas
donde nacía la inquietud de unas horas futuras,
prontas a alzar el vuelo con las palomas de la tarde.
Aquel minuto se extendía sobre las ramas inmóviles,
abriendo una luz sin ecos, ni cantos, ni nada.
El silencio perfecto de lo que va a surgir y aun se detiene.
Ancha campana de cristal para la luz del mediodía,
que viene limpia desde su nido alto
a florecer en una exacta rosa de doce pétalos.

Desde la nieve convertida en agua…

Desde la nieve convertida en agua,
desde el sucio periódico sin dueño,
desde la niebla, desde el tren hundido
con sus cientos de manos que buscan asidero;
desde la fantasía de los anuncios luminosos
y el ruido sin piedad de las bombas de incendio;
desde la noche que nos cae encima
-losa de cielo sin estrellas-;
desde cada momento perdido entre las calles
donde todos los solos del mundo pasan desconocidos;
desde el árbol sin hojas y el camino sin gente,
otra vez, como ayer, como mañana,
acaso ya como todos los días que vendrán, si es que vienen,
entro al silencio.

Destino

Mejor ámbito aquí, dentro de casa,
para escribir lo ancho
y lo pequeño de este mundo.
Apenas diferente
conocer la distancia de una estrella
o el alado camino
de la hoja caída de su árbol.
Preciso es dar al aire
este amargo sabor que muerde dentro,
que pide luz de fuera, la que arde
de su estar siempre fiel a su destino
que es el lucir en las palabras
y saltarse los mundos que conoce
y los que aún no han sido revelados.
Un ámbito que esconde
en sí el oculto pensamiento
brillante piedra que en su día
nos pidió rescatarla,
a ella, la escondida de los siglos,
humilde aún, que espera
el roce misterioso de unos dedos…
Ahora, despertada
de su soñar antiguo,
nacida a luz y sol,
hecha ya una palabra.
Milagro al fin que vive
al amor de su dueño:
de quien soñó con ella
en la forma final de su destino.

El alto gris

Que está más alto Dios lo sabes
tú por el fervoroso pensamiento,
aquí, vacío de palabras
y casi ya vado de recuerdos.

Alma de paz que al cielo de la tarde
subes en brazos del silencio
cuando se asoma débil entre nubes
un sol amarillento.

Más alto Dios en ti. Más firme,
más verdadero
que tú mismo, hilo de humo
con el amor dormido dentro.

Que bien lo sabes. Porque está la noche
en la Ciudad cayendo
y todo en ti se pone gris
con el opaco gris del cielo.

Y con el gris de la callada altura
se van iluminando los ensueños
-gotas de luz que se abrirán más tarde
en unas flores de brillantes pétalos.

Tu lo sabes. Que Dios
abre su rosa de invisible fuego
ahora cuando, reina de la altura,
sube tu alma en brazos del silencio.

El deseo

Quisiera haber escrito más, pero no pude.
Lo escrito escrito está. No me arrepiento.
Hubiera Dios querido, lo que siento
dentro de mí, como una espina, al viento
pudo salir, fuerte de luz, de verso lleno.
Pero no pudo ser. Y aquí me quedo
sin gloria ni valer, que no apetezco.
Tan sólo un poquitín de pensamiento
cuando no sea yo más que otro muerto.
Otro muerto cualquiera. Un gran deseo…
Y este amor a la tierra en que estoy dentro.
(¿Los árboles, las flores, el mar? Pues todo ello
aquí, muriendo como yo, en mi cuerpo.)

El mar de siempre

No volver a soñar más que en lo mismo
para tejer el hilo de los tiempos
que tal vez fueron milagrosos.
O acaso no existieron,
sino en la mente de quien los pensó.

Ese arrullo que escuchas
no es el del mar de entonces;
aquel calló con las ausencias,
o bien se hundió lejano
y se perdió en la espuma de otros mares.

No son los mismos, nunca.
Cada uno se acerca a sus orillas,
diversos todos, todos únicos
en el rozar del agua con su tierra;
y cada tierra con su mar se duerme
o al levantar el sol con él se alza.
Pero distintas, diferentes,
las tierras lejos, las de cerca,
tienen su propio mar que las arrulla
y con diverso pálpito respiran.

Como es otra la música
que en su bajar nos llega
del infinito mar de las constelaciones.

Y así vamos de mares y de orillas
al límite final que nos espera.

El poema

Sí, se te pone un nudo en la garganta
y no sabés que hacer para soltarlo.
Tal vez llorar es bueno,
pero tal vez eso no basta.
Porque si lloras te saldrán los llantos
con un gusto de amargo sentimiento.
Y, además, que llorando no te calmas.
No se te calma el nudo ni la angustia,
que es como si todo un cielo se te hundiera
o como si nadando por el agua
con las flores del agua te enredaras.
Como soñar que vas cayendo,
yendo cayendo que caerás sin prisa
y que nadie te espera al fin de la caída.
Es como que te ahoga un pensamiento
que quiere hablar, salir, saltar, volar,
y cada vez da con la jaula.
Miras el libro abierto
y ni te fijas en la página,
miras el cielo por alzar los ojos
pero no ves ni la nube que pasa,
miras la flor, no te enamora,
miras el árbol, no te espanta
oyes el ruiseñor entre la noche
y no comprendes lo que canta.
Has de volver a ti las soledades
con que vas habitando tus moradas,
y pensar poco apoco el pensamiento
y decir poco a poco las palabras,
y formar el poema con la angustia
que te mordía la garganta.

(después de todo bienvenido
si como mariposa te me quedaste fijo
clavado por las alas).

La compañera

A Cintio Vitier

A veces se la encuentra
en mitad del camino de la vida
y ya todo está bien. No importa nada.
No importa el ruido, ni la ciudad, ni la máquina.
No te importa. La llevas de la mano,
compañera tan fiel como la muerte,
y así va con el tren como el paisaje,
en el aire de abril como la primavera,
como la mar junto a los pinos,
junto a la loma como está la palma,
o el chopo junto al río,
o aquellos arrayanes junto al agua.
No importa. Como todo lo que une
y completa. Junto a la sed el agua,
y al dolor el olvido. El fuego con la fragua,
la flor y la hoja verde,
y el mar azul y la espuma blanca.
La niña pequeñita
con el brazo de amor que la llevaba,
y el ciego con su perro lazarillo,
y el Tormes junto a Salamanca.
Lo uno con lo otro tan cerrado
que se completa la mitad que falta.
Y el cielo con la tierra.
Y el cuerpo con el alma.
Y tú, por fin, para decirlo pronto,
mi soledad, en Dios transfigurada.

Los pobres en amor, qué pobres somos…

Los pobres en amor, qué pobres somos.
Ya ni la tierra nos parece hermosa,
ya ni la noche, ni la tarde clara,
ni el árbol, ni la flor nos enriquecen.
¿Qué nos da de calor la mano abierta,
de compañía la callada estancia,
del piano la voz desvanecida,
de la luz el brillar, de la presencia
el hálito fugaz que se evapora?

Pobres de amor, pasamos de camino
con la desilusión por compañera
y un preguntar que nadie nos responde
queda vibrando al aire del silencio;
y al aire van las voces y la pena
y todo el aire es un lugar de olvido.

¿Quieres amor? Más quiero la riqueza
de este seguro estar en mi pobreza.

Si te gusta #Eugenio_Florit... Share on X

TRES EN RAYA [Mi poema]
Jorge Gaitán Durán [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

No sé si tu sabrás que el tiempo pasa,
que a veces va en silencio, de puntillas,
mas siempre el muy tunante haciendo astillas,
se va matando él mismo con su guasa
en guerra de guerrillas.

No sé si tú sabrás, quizás no sepas
que así que tú te pares él no para,
que no es considerado, no repara,
y va siempre a su bola. Que es un trepas,
que tiene mucha cara.

No sé si tu sabrás, yo nunca quise
-que al tiempo no le debo mis respetos-
saber si el viento pone parapetos
si tiene alguna alarma que me avise
sacándome de aprietos.

Que he llegado hasta aquí, y aquí me siento
me encuentro tan a gusto en mi atalaya
en esta gran ciudad donde no hay playa
a solas con mi sombra y con mi aliento
haciendo un tres en raya.
©donaciano bueno

Por mucho que se #corra nunca se le alcanzará? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Jorge Gaitán Durán

Amantes

Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
desconocidos que se estrechan a tientas,
cicatrices con que el rencoroso deseo
señala a los que sin descanso se aman:
el tedio, la sospecha que invencible nos ata
en su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
dos astros sanguinarios, dos dinastías
que hambrientas se disputan un reino,
queremos ser justicia, nos acechamos feroces,
nos engañamos, nos inferimos las viles injurias
con que el cielo afrenta a los que se aman.
Sólo para que mil veces nos incendie
el abrazo que en el mundo son los que se aman
mil veces morimos cada día.

Amantes II

Desnudos afrentamos el cuerpo
como dos ángeles equivocados,
como dos soles rojos en un bosque oscuro,
como dos vampiros al alzarse el día,
labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
boca que busca la boca, estatuas erguidas
que en la piedra inventan el beso
sólo para que un relámpago de sangres juntas
cruce la invencible muerte que nos llama.
De pie como perezosos árboles en el estío,
sentados como dioses ebrios
para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,
en tu cuerpo soy el incendio del ser.

Canícula

El sol abrasa toda
vida. No mueve el viento
un árbol. Fuera del tiempo
está el fasto del día.
La canícula absorbe
las horas, los colores,
el silencio.

De repente óyese una gota
de agua, y otra,
y otra más, en la tarde.
Es la música.

Canto XIII

La dulce tolvanera del silencioso otoño
va anegando tu imagen en su vaga humareda,
encendiendo en el tiempo la hoguera del olvido
para borrar la última ceniza de la ausencia.

Nadie sabrá que vivo para ti, que defiendo
contra las llamas trémulas tu desnudo recuerdo,
que lucho en el otoño de vientos desolados
y en sus ondas sombrías te reclaman mis sueños.

Nadie sabrá que fuiste mía bajo el otoño
de estrellas delirantes y crepúsculos vagos,
que llenaste mis labios con tu fuego de siempre,
que cayó mi tristeza sobre ti como un canto.

Porque nada resiste la invasión del olvido
cuando llega a mi alma su humareda de otoño.
Todo se va de mí, se fuga de mi vida,
tú también te me vas y permanezco solo.

De repente la música

La pura luz que pasa
por la calle desierta.
Nada humano
bajo el cielo abolido.
La blancura absoluta
de la ciudad confunde
la muerte y el sigilo.

De repente la música,
la sombra de los amantes en el agua.

El instante

Ardió el día como una rosa.
Y el pájaro de la luna huyó
cantando. Nos miramos desnudos.
Y el sol levantó su árbol rojo
en el valle. Junto al río,
dos cuerpos bellos, siempre
jóvenes. Nos reconocimos.
Habíamos muerto y despertábamos
del tiempo. Nos miramos de nuevo,
con reparo. Y volvió la noche
a cubrir los memoriosos.

El regreso

El regreso para morir es grande.
(Lo dijo con su aventura el rey de Itaca.)
Mas amo el sol de mi patria,
el venado rojo que corre por los cerro,
y las nobles voces de la tarde que fueron
mi familia.
Mejor morir sin que nadie
lamente glorias matinales, lejos
del verano querido donde conocí dioses.
Todo para que mi imagen pasada
sea la última fábula de la casa.

Envío

No he podido olvidarte. He conseguido
que este inútil desorden de mis días
solitarios, concluya en las porfías
de un corazón que da cada latido

a tu memoria. En tu mundo abolido,
he luchado por ti contra las pías
obras de Dios. Cuanto ayer le exigías
será invención del hombre que ha nacido.

Tantas razones tuve para amarte
que en el rigor oscuro de perderte
quise que le sirviera todo el arte

a tu solo esplendor y así envolverte
en fábulas y hallarte y recobrarte
en la larga paciencia de la muerte.

Hecha polvo

Tanto te amé ese día que la muerte
voló por la ciudad como mil soles,
abeja de mi duelo
en el definitivo verano que te llama.
Fui descubriendo un astro en tu desnudo
tras de mis pasos ciegos por tu sombra,
presente, ocio feroz, donde toda la sangre
al hombre exige lo que para el cielo es imposible.
El mundo, espejo de mi mano iba
como una joya opaca por tus ojos,
te miraba mirar rostros, reinos, memoria
súbita, nube que como una desdicha
pasa por la carne de donde me retiro
desterrado a la ajena imagen que te asalta.
Te fui quitando abrazos, conquistas, el peso
de una dinastía que ahora habita la noche.
Yo te hice habitar en las estrellas.
A ti, arrogancia, cuerpo impenetrable,
la pena de todos vencedora te ha penetrado.

La tierra que era mía

Únicamente por reunirse con Sofía Kühn,
amante de trece años, Novalis creyó en el otro mundo;
mas yo creo en soles, nieves, árboles,
en la mariposa blanca sobre una rosa roja,
en la hierba que ondula y en el día que muere,
porque solo aquí como un don fugaz puedo abrazarte,
al fin como un dios crearme en tus pupilas,
porque te pierdo, con la tierra que era mía.

Momentos nocturnos

Miré el tiempo y conocí la noche.
Mi mente puso incendios en la nada.
Fueron soles, miríadas, que llenaban
el cielo. Todo era cielo.
Tuve todo, menos dioses en impasible
felicidad. Viví con embeleso
en el radiante concierto de los mundos.

De astro en astro, hasta el infinito
pudieron ojos mortales
medir al fin la pequeñez humana.
De galaxia en galaxia, iba el alma
tras la vista, hacia firmamentos
en donde nada medra ni concluye.

Cantó en el cielo el azul de la noche
y el ruiseñor huyó al umbral del tiempo.
Los cerros llamaron con música de vuelo
a las estrellas. Pasó un ciervo blanco
por el sigilo húmedo del bosque,
y en la sombra despertó tu desnudo.
la tierra fue de nuevo mi deseo.

No pudo la muerte vencerme…

No pudo la muerte vencerme.
Batallé y viví. El cuerpo
infatigable contra el alma,
al blanco vuelo del día.

En las ruinas de Troya escribí:
«Todo es muerte o amor»,
y desde entonces no tuve
descanso. Dije en Roma:

«No hay dioses, sólo tiempo»,
y desde entonces no tuve
redención. Callé en España,
pues la voz de la ira desafiaba
al olvido con mis tuétanos,
mis humores, mi sangre; y
desde entonces no ha cesado
el incendio.

De reposo
le sirva tierra extranjera
al héroe. Cante fresca hierba
como abeja del polvo por sus
párpados. Yo no me rindo:
quiero vivir cada día en
guerra, como si fuera el último.

Mi corazón batalla contra el mar.

Quiero

Quiero vivir los nombres
Que el incendio del mundo ha dado
Al cuerpo que los mortales se disputan:
Roca, joya del ser, memoria, fasto.
Quiero tocar las palabras
Con que en vano intenté hurtarte
Al duelo de cada día,
Estela donde habitaban los dioses,
Hoy lisa, espacio para el gesto imposible
Que en el mármol fije el alma que nos falta.
No quiero morir sin antes
Haberte impuesto como una ciudad entre los hombres,
Quiero que seas ante la muerte
El único poema que se escriba en la tierra.

Quiero apenas

Presto cesó la nieve, como música.
Pájaros y verdes cruzan por el frío.
Vas a morir, me dicen. Tu enfermedad
es incurable. Sólo puede salvarte
el milagro que niegas.
Mas quiero apenas
arder como un sol rojo en tu cuerpo blanco.

Se juntan desnudos

Dos cuerpos que se juntan desnudos
solos en la ciudad donde habitan los astros
inventan sin reposo el deseo.
No se ven cuando se aman, bellos
o atroces arden como dos mundos
que una vez cada mil años se cruzan en el cielo.
Sólo en la palabra, luna inútil, miramos
cómo nuestros cuerpos son cuando se abrazan,
se penetran, escupen, sangran, rocas que se destrozan,
estrellas enemigas, imperios que se afrentan.
Se acarician efímeros entre mil soles
que se despedazan, se besan hasta el fondo,
saltan como dos delfines blancos en el día,
pasan como un solo incendio por la noche.

Sé que estoy vivo en este bello día…

Sé que estoy vivo en este bello día
acostado contigo. Es el verano.
Acaloradas frutas en tu mano
vierten su espeso olor al mediodía.

Antes de aquí tendernos, no existía
este mundo radiante. ¡Nunca en vano
al deseo arrancamos el humano
amor que a las estrellas desafía!

Hacia el azul del mar corro desnudo.
Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo,
nazco en el esplendor de conocerte.

Siento el sudor ligero de la siesta.
Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
en que más recordamos a la muerte.

Si te gusta #Jorge_Gaitán_Durán... Share on X

Jorge Luis Borges

Reloj de arena

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.

RESUMiENDO, MI EXISTENCIA [Mi poema]
Juan Pablo Forner [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Resumo en estos versos mi existencia,
no sé si existe Dios, pido clemencia.

Andando ensimismado hago el camino
a solas con mi mismo y mi destino.

Un día me gustaba mi trabajo
y hoy mismo ya se me hace cuesta abajo.

La vida es como un campo de amapolas,
que puedes disfrutar tu sueño a solas.

El cielo siempre encima está viviendo
y a veces ya no está, que está lloviendo.

Los ojos que hoy yo tengo no son míos,
no pueden soportar mis desvaríos.

Dando tumbos he andado cual fantasma
exactamente igual que un citoplasma.

Por mucho me cobije en la esperanza
mi brazo no es tan largo, ya no alcanza.

¿Qué son las ilusiones? Ilusiones.
Las llamo y ahora ya me dicen nones.

Yo sólo soy un hombre, que no es poco,
dispuesto a fenecer por un sofoco.

Resumo en estos versos mi existencia
que aquí sigo de pié con mi demencia.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Juan Pablo Forner

Definición de una niña de moda

Yo soy de poca edad, rica y bonita;
tengo lo que suelen llamar salero,
y toco, y canto, y bailo hasta el bolero,
y ando que vuelo con la ropa altita;

si entro en ella, revuelvo una visita,
y más si hay militar o hay extranjero;
voy a tertulia, y hallo peladero;
a paseo, y me llevo la palmita;

soy marcial: hablo y trato con despejo;
a los lindos los traigo en ejercicio,
y dejo y tomo a mi placer cortejo;

visto y peino con gracia y artificio…
Pues ¿qué me falta?… Oyola un tío viejo,
y le dijo gruñendo: «Loca, el juicio.»

A Filis, enferma de la garganta…

Amor, Filis mía,
que enojado vio
la dureza ingrata
de tu corazón,
vibrando la flecha
con nuevo rigor,
herirte dispuso,
mas, ¡ay!, no acertó.
Al pecho asestaba,
y el vibrado arpón
tocó tu garganta,
y en mi pecho dio.
Tú libre quedaste;
yo, herido de amor;
¡Oh, qué dulce hierro,
si hiriera a los dos!

Tu garganta airosa,
donde de tu sol
ondean las hebras
que el oro envidió,
lastimada apenas
del golpe veloz,
del robusto niño
percibió el ardor;
percibióle sólo;
padézcole yo,
herido, abrasado
de impía pasión.
Tú de Amor te burlas,
yo sufro su error;
¡Oh, qué dulce hierro,
si hiriera a los dos!

Tímidos deseos,
que, afable, animó
de tus ojos gratos
el vivo esplendor,
de estar a tu lado
diéronme ocasión;
¡momento dichoso,
si acertara Amor!
De su arco invencible
yo el juguete soy,
pudiendo su tiro
doblar el traidor.
Retiró la mano,
sin ver dónde hirió.
¡Oh, qué dulce hierro,
si hiriera a los dos!

Ay, niña adorable,
no te enojes, no,
si en ruegos exhalo
mi amarga aflicción:
que en esta venganza
que Amor meditó,
a mí fué la herida,
y a ti la intención.
Amar tu debieras
como amando estoy,
y ya me contento
con tu compasión.
Por mí de Cupido
burlas el rigor.
¡Oh, qué dulce hierro,
si hiriera a los dos!

A Lucinda, en el fin de año

¡Qué importa que ligera
la edad, huyendo en presuroso paso,
mi vida abrevie en la callada huida,
si cobro nueva vida
cuando en las llamas de tu amor me abraso,
y logro renacer entre su hoguera,
como el ave del sol, que vida espera?

Amor nunca fue escaso,
¡oh, Lucinda amorosa!
y aumenta gustos en los pechos tiernos.
Si el año tuvo fin, serán eternos
los que goce dichosa
mi dulce suerte entre tus dulces brazos,
¡oh mi Lucinda hermosa!,
brazos con tal blandura, que los lazos
vencerán de la Venus peregrina,
cuando, suelto el cabello,
a Marte desafía
y al victorioso dios vence en batalla;
en ellos mi amor halla
la vida, que en sus vueltas a porfía
el sol fúlgido y bello
me lleva en su carrera presurosa,
¡oh Lucinda amorosa!,
y en la estación helada,
cuando su margen despojada enfría
el yerto Manzanares,
al año despidiendo con su hielo,
la lumbre de tu cielo
dará calor a la esperanza mía,
ajena de pesares,
no perdida mi edad, mas renovada,
por más que el año huya,
con el calor de la esperanza tuya.

¡Oh! siempre acompañada
te goces del deseo que me anima,
más años que agradable
flores esparce en la húmeda ribera
la alegre primavera;
y nunca el cielo oprima
la dulce risa de tu rostro hermoso
con disgusto enojoso,
permitiendo que goce yo las flores
(como fiel mariposa
o cual dorada abeja, que su aliento
chupa, y en ellas forma su alimento)
de tus dulces amores,
¡oh mi Lucinda hermosa!
Y vuele el tiempo, pues su paso lento
detiene mi contento,
detiene torpe su estación tardía,
que tú me llames tuyo, y yo a ti mía;
vuele, vuele en buen hora,
y este año tenga fin, y juntamente
le tengan otros y otros; y el violento
curso de Febo, que la tierra dora
con su madeja ardiente,
su carrera apresure,
y tanto, en tanto mi ventura dure,
cuanto en tu pecho vea
reinar la llama que mi amor desea.

Vuelen, vuelen las horas,
y llévense los días y los años
en sus vueltas traidoras,
y llegue el tiempo en que mi amor posea
tu pecho unido al amoroso mío,
y la suerte gozosa
dé fin dichoso al ruego que la envío,
oh Lucinda amorosa;
y en tanto los engaños
de amor tengan tu pecho entretenido
con deseo, esperanza,
manjares que alimentan a Cupido.
¡Oh tardos días de presentes daños!

Por vosotros alcanza
su fin cuanto en el mundo es comprendido.
Pues huid, y dad fin al encendido
fuego en que mis deseos se alimentan;
mas, lográndolos luego,
el paso diligente
que detengáis os ruego;
dejad que entonces, pues que ahora cuentan
siglos los años, yo, mi bien gozando,
haga siglos los días,
y tanto dure en las venturas mías,
cuanto el alegre tiempo dar pudiera
estación venturosa
de tu edad a la hermosa primavera,
oh mi Lucinda hermosa.

Desordenado en desaliño airoso…

Desordenado en desaliño airoso
al bullicioso céfiro permite
Nisa el cabello, porque no limite
su nativo esplendor lazo industrioso.

Velo sutil sobre su pecho hermoso
al gusto esconde lo que al gusto incite;
ni tanto que el tesoro facilite,
ni tanto que de él dude el ojo ansioso.

Así en traje sucinto reclinada
en alcatifa generosa yace
su gentileza y gala peregrina;

así la halla Cendón y la taimada
del necio que su pompa satisface
cobra el oro, y a Alexi lo destina.

Epitafio

Aquí yace Jazmín, gozque mezquino,
que sólo al mundo vino
para abrigarse en la caliente falda
de madama Crisalda,
tomar chocolatito,
bizcochos y confites,
el pobre animalito,
desazonar visitas y convites,
alzando la patita
para orinar las capas y las medias
con audacia maldita,
ladrar rabiosamente
al yente y al viniente,
ir en coche a paseos y comedias
y ser martirio eterno de criados,
por él o despedidos o injuriados
con furor infernal y grito horrendo.

Si inútil fue y aborrecible bicho,
y petulante y puerco y disoluto,
culpas no fueron suyas, era bruto;
educóle el capricho
de delicia soez con estupendo
horror de la razón; naturaleza
no le inspiró tan bárbara torpeza.
Los que en la tierra al Hacedor retratan,
sus hechuras divinas desbaratan,
corrompen y adulteran.
Los vicios de Jazmín, de su ama eran.

Madrid

Esta es la villa, Coridón, famosa
que bañada del leve Manzanares
leyes impone a los soberbios mares
y en otro mundo impera poderosa.

Aquí la religión, zagal, reposa
rica en ofrendas, fértil en altares;
en las calles los hallas a millares;
no hay portal sin imagen milagrosa.

Y por que más la devoción entiendas
de este piadoso pueblo, a cada mano
ves presidir los santos en las tiendas.

Y dime, Coridón, ¿es buen cristiano
pueblo que al cielo da tantas ofrendas?
Eso yo no lo sé, cabrero hermano.

Pequeñez de la grandeza humana

Salgo del Betis a la ondosa orilla
cuando traslada el sol su nácar puro
al polo opuesto, y en el cielo oscuro
la luna ya majestüosa brilla.
Entre la opaca luz su honor humilla
la soberbia ciudad y el roto muro
que, al rigor de los siglos mal seguro,
reliquia funeral, ciñe a Sevilla.
Pierde la sombra su grandeza ufana;
la altiva población y sus destrozos
lúgubres se divisan y espantables.
Fía, Licino, en la grandeza humana;
contémplala en la noche de sus gozos,
y los verás medrosos, miserables.

Ya silba el viento

Ya silba el viento en la nevada cumbre,
y al soplo impetuoso la cabaña,
vacila del zagal, que en frágil caña
con paja entretejió flaca techumbre;

y Bato el mayoral sin pesadumbre,
aunque su grey del aquilón la saña
siente y perece, con paciencia extraña
huelga al calor de regalada lumbre.

El mísero zagal humedecido
de helada nieve, por salvar se afana
la grey no suya en le pelado ejido.

Zagal, reposa; tu fatiga es vana;
su hacienda el mayoral tiene en olvido,
y ni a acordarse de tu afán se humana.

Epitafio burlesco

Esta breve pizarra en hoyo poco
albo esqueleto encierra,
no de varón que armado de diamante
en mortífera guerra
apresuró el imperio de la muerte
del Tajo al Orinoco,
porque supo matar, nombre triunfante
del tiempo y del olvido.

Ni yace aquí, a basura reducido,
el encanto de amor, la rosa, el oro
que en lascivo cabello
almas aprisionó con lazo fuerte,
y a quien rindieron el cautivo cuello,
por antojo de fácil hermosura,
la verdad y justicia,
avasallando su ínclito decoro
de una ramera al imperioso ceño.

Ni aquí la sombra obscura
ennegrece los huesos formidables
de un animado lodo,
para cuya codicia,
según ansiaba su insaciable dueño,
se creó el universo todo, todo,
y quiso Dios que fuesen miserables
los animales que se llaman hombres.

Ni sella (no te asombres)
esta losa a un devoto, que cantando
himnos al Hacedor en compungido
tono y clamor doliente,
pálido, cabizbajo y penitente
dejaba el templo, y sus dineros sacros
derramaba en profanos simulacros,
mientra el mendigo mísero y transido
recibía a sus puertas,
a la ambición y al aparato abiertas,
vil ochavillo o tísica piltrafa;
en fin, no aquí la estafa
yace disuelta en polvo y podredumbre,
ni la ambición impía,
congoja y pesadumbre
la linajuda vanidad de un necio
que en la ajena virtud puso su precio,
y siendo abominable
de todo vicio escandalosa presa,
se juzgó ente sublime y adorable
porque serie de vulvas conocidas
al mundo le arrojaron;
no locos devaneos que llenaron
las regiones del orbe divididas
de terror con el oro o con el hierro.

Aquí descansa, oh caminante, un perro
de quien jamás el mundo tuvo quejas.
Defendió de los lobos las ovejas
con robusto vigor y ágiles zancas.
Sus dientes y carlancas
fueron defensa al tímido rebaño,
y atronando los vagos horizontes
con fiel ladrido en las nocturnas horas,
ahuyentó de los montes
las bestias carniceras,
y los hombres, más fieros que las fieras.

Hizo bien a su grey, a nadie daño
con intento maligno.
Agradeció leal parco sustento,
y vigilante, a su deber atento,
no a ambición, no a interés, no a gloria vana,
no a delicia liviana
le ajustó, mas a sola la obediencia
de obrar cual le dictó la Providencia.

Bien tan gran perro de epitafio es digno;
y si no lo confiesas, caminante,
búscale entre los héroes semejante.

Si te gusta #Juan_Pablo_Forner... Share on X

SENTADO FRENTE AL MAR [Mi poema]
Gabriel Ferrater [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Contemplando la tarde que se apaga
y el cenit de un final que se aproxima,
que la brisa ya suelta su calima
y el ocaso se acerca y se rezaga.

Que la herida está infecta ya en la llaga
apostando no hay nadie la redima;
intentando lograr no se deprima
y se enfrente a noticia tan aciaga.

Extenuado de tanto caminar
observando lo exiguo de su estancia
se ha sentido tan frágil como un grito.

Y hoy contempla el paisaje junto al mar
retornando la vista hacia la infancia
fijamente mirando al infinito.
©donaciano bueno

#Proyectar la vista sobre el mar ayuda a imaginar el #infinito? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Gabriel Ferrater

A media mañana

El sol, el viejo sabio, va disipando
minúsculas dudas de oscuridad, dejadas
hasta ahora por resolver. Le tiemblan
un poco las manos, y temblamos
los árboles y nosotros cuando oímos
que todo minuto que pasa ha de arrancar,
brusco, una venda de sombra, y ahora el justo
caso de la luz será bien recto, y ahora
chillará la delgada desazón de la flauta
de Iblis, y lo veremos todo, y repleto
de espacios de claridad, impenetrables
como el cristal. Manifestado todo, diremos:
tú lo has querido, te lo has buscado tú, de noche,
cuando dormías sólo para despertarte
y no querías creer que la vida
se te volvería más ignorada que el sueño.
Versión de M. Ãngels Cabré

Amanecer

Noche que se me va, otra noche, y el ala
de un inmenso avión se ha interpuesto
entre el azul espeso y la ventana, y dudo
si es un verde tenuísimo o si es plata, fría
cual finura insistente del bisturí que rasga
el útero, o también la luz misma, cuando agrieta
la mano del chiquillo cansado de hacer fuerza
para irritar a sus hermanos, simulando que oculta
quién sabe qué tesoro, y va aflojando
la presa, y sé que nada ha de salir que ayer
no estuviera ya en mí desconsoladamente, y me da
frío mirarme un día más, chupado
hueso frutal, sin pulpa, a la intemperie.
Versión de José Agustín Goytisolo

Amistad del brazo

El metro iba muy lleno. Me agarraba
al lado de la puerta, de un barrote
niquelado. Tenía el brazo tenso
y toleraba aquella persistencia
de un peso tibio sobre el antebrazo.
Había poca gente cuando al fin me volví.
Era muy joven. Fea y pobre, descarnada
como una enjuta cabra mogrebina,
obstinada la frente, ojos cerrados,
abalanzada por toda carencia,
un brazo aún sin dueño, libre y promiscuo,
y no veía que alguien se movía
y se aislaba ante ella. Yo, también
muy joven, demasiado, aún no sabía
reconocerme, más que en la elección,
en aceptar. Así, abandoné el brazo,
como si ya no fuera mío, hasta
la estación, cuando se rompió de pronto
la última cuerda del violoncello.
Versión de Pere Gimferrer

Bosque

Recuerda. Cinco niveles.
Tierra y vida oscura.
Una hiedra profusa.
Y ella. Sobre ella
la araña oscilante,
la avispa estremecida
y tú. El espino
a tu lado, infecta
herrumbre. Cinco niveles
de un sedimento espeso
de instintos soñados.
Y todo en torno,
proyecto de luz
cansado o inexperto,
veíais alinearse
los troncos de los robles.
Nada confiaba en ello,
pero te diste vuelta
furtivo, ojos bebidos.
Un instante de observación
y, excitadas de pronto
como nervios, las ramas
rezumaron azufres
de sol invernal.
Versión de José María Valverde

Cifra

Amor, llevabas en el mundo
siete mil setecientos sesenta y cinco
días, al cerrarse la noche
en que me llamaste desde tu rincón,
voz que se había compadecido
y me recibías, cuerpo bondadoso.
Qué juego perdido, qué rodar
hasta romper un oscuro ramaje,
siete mil setecientos sesenta y cinco
días, antes de que encontrara
dónde te me habías acurrucado,
amor, para crecer lejos de mí.
Versión de José María Valverde

Como Fausto

¿Quién no lo habrá invocado? Una salida.
y aunque no era la única, sí era
la más rentable, la mejor salida.
Nos lo iba a vender todo, infinidad de cosas
pagando al por mayor, en este mundo
donde él nunca responde.
Mas, si un día
compareciese, ¿no sería el alma
más rica, negociable al por menor?
Versión de Pere Gimferrer

Dedos

Ligera, se iniciaba
la lluvia de una noche.
Ligeros, se confiaban
tus dedos entre mis dedos.
Instante breve de adiós.
Oh, sólo por dos días.
Me sonreías a través
de las lágrimas que llovían
sobre tu abrigo de cuero.
Temblor de los bruscos túneles
por donde te me vas: confuso el corazón,
desmenuzo esta noche
la maña de recuerdo
que tengo en los dedos. Vacíos dos días,
oprimieron la sombra del tacto
de tus dedos, cuando te me ibas.
Versión de José Agustín Goytisolo

El mutilado

Ya sé que no le quieres.
No lo digas a nadie
Los tres, si tú me ayudas,
guardamos el secreto.
Nadie más ha de ver
lo que tú y yo hemos visto.
Se esconderá de todas
las personas y cosas
que antes eran amigas.
Vendrán días de invierno,
muy lejos de las mesas
donde os servían antes
ostras y vino blanco.
En los días lluviosos
no mirará el asfalto
donde os habíais visto
cuando ibais a pie
porque no había taxis.
No abrirá más los libros
que le hablaron de ti:
ignorará qué dicen
cuando no hablan de ti.
Y sobre todo, puedes
estar segura, nunca
sabremos dónde está.

Él se irá confinando
en muy lejanas tierras.
Caminará por bosques
oscuros. No verá
la azagaya de luz
de la memoria súbita.
Y cuando esté tan lejos
que ya parezca muerto
podremos recordarle,
decir que no le amabas.
Ya no nos dolerá
ver que te necesita.
Será como un espectro
sin dolor y sin vida.
Tal la foto macabra
de una Gueule Cassie,
que orna un escaparate
y no nos sobresalta.
Pero ahora, silencio:
no alarmemos a nadie,
que no vean la herida
sangrante y purulenta.
Demos tiempo al olvido.
Callemos, y que nadie
-ni siquiera yo mismo-
recuerde que soy yo.
Versión de Pere Gimferrer

El secreto

Llegará el día más largo de algún larguísimo
verano. Muy de mañana, antes que el teléfono
llame a la playa o al bosque, nos iremos.
Entre el vaho de las calles recién regadas
atravesaremos la ciudad, hasta tomar
el tren más lento que salga. Bajaremos
en la tercera estación, en un pueblo
de tierra sin verdes. El disco rojo
de una taberna nos dará la señal.
Creeremos. Nos sentaremos, y todo el día,
sin mirar mientras nos miran, beberemos
la tibia cerveza del silencio.
Volveremos bien seguros de que ningún recuerdo
ha entrado en nosotros. Cuando encontremos
al primer amigo y, dentro de un bar encendido
de voces y manos, comprendamos que ese día
ha sido el del prodigio, que se han dicho
la palabra sencilla de los justos, y que los unos
han sabido creer a los otros cuando negaban
las horas de tantos años, y todos ríen,
reiremos también, y guardaremos el secreto.
Y más que nunca, cuando les llegue el tormento
del desgarrón del puro anochecer (cuando pisaran
caretas, y la piel al descubierto
les dijera todo el asco de cómo eran
antes: tal como habrán vuelto a ser)
y se hermanen todos dentro del odio mutuo,
callaremos. Que no sepa nadie
que no dijimos ni sentimos nada. Que puedan
odiarnos también, fraternalmente.
Versión de José María Valverde

Engaño

«Di, ¿por qué me hiciste
confiar en mí?»
¿Te he podido engañar,
corazón tan perplejo?
«Me has querido sobornar,
cauto, sin orgullo.»
Sin espera, con orgullo,
te me entregaste.
«¡Y era para hacerme daño
cuando viniera hoy!»
Oh, ¿cómo te me has creído
que me serías fiel?
Versión de José María Valverde

Estancia de otoño

La persiana, sin cerrar del todo, como
un sobresalto que se contiene para no caer al suelo,
no nos separa del aire. Mira, se abren
treinta y siete horizontes rectos y delgados,
pero el corazón los olvida. Sin nostalgia
se nos va muriendo la luz, que era de color
de miel, y que ahora es de color de olor a manzana.
Qué lento, el mundo; qué lento, el mundo; qué lenta,
la pena por las horas que se van
tan aprisa. Di, ¿recuerdas esta
estancia, verdad?
«Le tengo mucho cariño.
Esas voces de obreros -¿Quiénes son?»
Albañiles:
falta una casa en la manzana.
«Cantan,
y hoy no los oigo. Gritan, ríen,
y hoy, que callan, los echo a faltar.»
Qué lentas,
las hojas rojas de las voces, qué inciertas
cuando vienen a cubrirnos. Dormidas,
las hojas de mis besos van cubriendo
los refugios de tu cuerpo, y mientras olvidas
las hojas altas del verano, los días
abiertos y sin besos, el cuerpo,
en lo hondo, recuerda: todavía
tienes la piel hecha de sol y luna.
Versión de José Corredor-Matheos

Exeunt personae

Tú, hija clara del silencio, me dices
que si no sé callar, te puedo decir las cosas
que se han dicho siempre, y te escuchas
como la mano que sopesa el sol de invierno
y recibe la luz global y vaga, sin
reventarla en figuras y colores.
Tú, madre de los olvidos, no me solicitas
a soñar que podrás quererme
y a reunir trozos de mí para ponértelos
en el regazo, y ensalzarte la finura
del jarro que quizá tendremos entero
cuando me serenes el pulso que tiembla.
Tú, hermana indulgente, no ves en mí
cosas que te molesten para no verme,
y me tomas como una costumbre, abierto y vacío,
y vas por mí sin retirar nada,
con un instinto de mucho antes, sencillo
como lo es la sangre de los hombres y las mujeres.
Versión de José María Valverde

Fe

La tienes en tus brazos.
Duermes, y la sueñas,
y sabes que es un sueño
todo lo que ves de ella.
Y el corazón se te arranca,
tiembla de fe.
Solamente una cosa
que le propones
te da prenda
de que te querrá despierto.
Conoce que es un sueño
lo que le dices de ella,
pero que por debajo
del sueño, es ella
la que tienes en tus brazos.
Versión de José María Valverde

Helena

Cumples veinte años, Helena.
Vienes de donde no recuerdas,
miras adelante,
y quieres hacer una sola
limpia transparencia
de los millares de vidrios
(uno tras otro)
que son días tuyos
por donde mirarás
cómo se te abre el tiempo.
¡Tan fina, la curva
del cuervo que se aleja
al sesgo por el cielo,
y decanta los árboles
haciendo un orden nuevo
con el campo y la tarde!
Corta tú como él
azul y tiempo y mundo,
siguiéndolo con la vista
por muchos años, Helena,
muchacha de largo cuello,
tú que ríes alto
y siempre te decantas
un poco, a la derecha,
a la izquierda, y ahora
(tienes veinte años) dispones
para tu balance
las líneas del mundo
con todo lo que es viejo
(como quien dice yo).
Versión de José María Valverde

Ídolos

Entonces, cuando yacíamos
abrazados frente a la ventana
abierta al desmonte de olivos (do
semillas desnudas dentro de un fruto que el verano
ha abierto violento, y que se llena
de aire) no teníamos recuerdos. Éramos
el recuerdo que tenemos ahora. Éramos
esta imagen. Ídolos de nosotros
para la fe sumisa de después.

Versión de José Agustín Goytisolo

Juego

Puedes jugar con su cuerpo,
que es joven y ríe, y quiere
el juego, y no se ha saciado de él.
¿Crees todavía que en ti hay vicio?
Muestra tu vicio. Date
entero. Si lo amas,
no ahogues ese temblor:
la curiosidad del cuerpo, que tú
hace demasiado tiempo que llamas deseo.
Versión de José María Valverde

Kensington

La luz de estío nórdico es inmensa
-y aquellas tardes que no mueren nunca.
Tal la paz de después. Cuando ellas dicen
casi el viejo secreto que buscamos siempre
por sendas nuevas.
Y ella habla, y me cuenta
las imágenes que con ella recorren su camino:
su camino, tan lento, por donde la conduzco
hasta la cima.
«Siempre creo que me transformo.
Nunca sabrás las cosas que me haces creer,
cuerpo mío. Una vez yo fui Kensington,
esa extensión de calles tortuosas,
llenas de luz sin sol. Y hace un momento
te digo que me he vuelto una flor amarilla.»
Imágenes florales me son fáciles.
Du bist wie eine Blume, y en la mano
tengo aún el recuerdo de una flor carnívora,
la cosa que se abre hasta una flor
de húmeda carne, la corola abierta
vasta increíblemente, para que yo, insecto,
me entregue. Digo:
«Te conviertes en flor,
y hacia aquí todo el cuerpo te sube».
Me equivoqué. Luz pura. Todos los dibujos
que sé calcar, no sirven. Y corrige:
«No, no cuenta esa flor. Era del todo
amarilla. Te me he vuelto una flor amarilla».

Versión de José Agustín Goytisolo

Kore

Sonríe, cada vez
que otra cosa de ella
merece un amor tuyo.
Sonríe, al salir de ella,
que se te cierra intacta.
Sonríe con ternura,
que no os suplicará
(tú, con tu mundo ávido)
que la llaméis bondad,
y apenas adivinas
cómo se absorbe. Aún
ha de sumarse. Aún
va naciendo su cuerpo.
Versión de José Agustín Goytisolo

La confidencia

Todas las luces de la noche están dentro de los trozos
de hielo, que nos repartimos y no bebemos.
Nos lo hará saber. En todos los detalles
lo hemos de saber: cómo la violaron,
y el pasillo del colegio se volvía
un vado de piedras secas, y los buitres
explotaban en el aire como las gotas
de gasolina en los pistones. Hay quien
sabe sufrir más que los demás. Todos querríamos
sentirnos delgados y juntos, hacernos un haz
de juncos y abrigar las blancas médulas
con frescores de musgo. Hay uno
que sufre más, hasta que levanta el perrito
y se lo tira a la cara, y ella se derrama
por el suelo, blandamente. Un charco redondo
de baba y piedad de ella misma.
Y no podemos hacer nada. Debemos esperar
a que alguien proponga que nos marchemos.
Versión de M. Àngels Cabré

La playa

El sol se la ha tragado. Andaba sola,
descalza como el mar, vestida como
el mar, con blusa blanca y slacks verdes,
y luminosa y rubia como el aire,
como el león de la furia total.
Se la ha tragado. En jauría, furiosos,
Cortaremos el viento de hojalata
con la cizalla de los aullidos.
Arañemos la arena. Ladremos
al mar, al disfrazado.
Versión de Pere Gimferrer

Lorelei

Sé muy bien todo lo que quiere decir
que me encuentre tan contento.
Un instante de un pasado verano
no se me va del pensamiento.
Las piedras, tibias de luna,
y en la hierba se impacienta el viento de mar.
Por una escalera que se arruina
suben ella y un borracho.
La muchacha en blue-jeans se propone
ser buena con el hombre incierto.
No rehúye verse en el ojo de niebla
ni burla el paso que se pierde.
Ahora la lleva un sentido de ofrenda:
le han dicho siempre que lo ahogase.
Y eso, ella solita,
mi chica lo ha hecho.
Versión de José María Valverde

Los espejos

¿Y si una mujer es demasiado fina
como para escoger y escoger: pasar
de puesto en puesto, con un vigor
de verdulera, toquetear las peras
y ver engaño en la frescura de los huevos?
¿Empezar el día escogiendo?
Correr todo el mercado, a publicar
su pasión vestal, a echar el pregón
del tributo de buen orden y cualidades
que ella quiere obtener de cada día…
Mejor la que es leal y oculta.
Hace tiempo que escogió, y tiene confianza.
Las agencias suaves y discretas
por ahora no han fallado. Su puerta
va abriéndose, y todo acude puntualmente.
¿Y qué, si tiene horas de duda?
(Quizá va pagando mucho por lo que vale menos,
quizá las demás encuentran por la calle
cosas que saben apreciar, y no hablan de eso
cuando están con ella, dentro de sus cuartos.)
Que no la rodeen cosas turbias.
Que en todos nosotros, espejos donde se mira
cuando sopesa la prueba del acierto
con que ella ha escogido a los suyos para siempre,
vuelva a hallar, siempre nítida, una imagen.
Mostrémosle, nuestro y asumido,
lo que escogió: el alto honor de los suyos.
Versión de José María Valverde

Ocio

Ella duerme. Es la hora en que los hombres
ya despertaron, y una escasa luz
entra todavía a herirlos.
Con muy poco nos basta. Solamente
el sentimiento de dos cosas:
la tierra gira y las mujeres duermen.
Reconciliados, nos apresuramos
hacia el fin del mundo. No nos es preciso
hacer nada para ayudarle.
Versión de José Agustín Goytisolo

Perdón

Amor, te he pedido perdón
demasiadas veces, hasta que has visto
la argucia del corazón tramposo:
de tu perdón, él hace permiso.
«Perdón de habértelo pedido.»
Otra chispa se te enciende
y zigzaguea por cien espejos
de suplicado consentimiento.
Una baja magia quiere
deslumbrarte, y ha levantado
(almagres y verdes) una barraca
de una feria suburbana.
Amor, no entres ahí. Infiel
ayudante del mal histrión,
el corazón, te entrego descubierto
su truco de implorar perdón.
Amor, perdón. Perdón por mí.
Un último perdón sin encanto,
no un proyecto de los vidrios viles,
el fraude que por ti montamos.
Y aún más. Perdón, perdón
por ahora, por este momento
en que el relampagueo desasosegador
me ha hecho temer que te engañara.
Yo que no sé dejar el servicio,
demasiado fácil, del corazón absurdo,
he olvidado (¿verdad que lo comprendes?)
qué real eres, cómo vives en ti.
Versión de José María Valverde

Reír

Tu beso dentro de mi beso,
ágil amor, como el viejo
de la mar que desespera
la llave confusa con que le aprietan
los brazos interrogantes.
Miel o tabaco, .ginebra o sal,
áspero limón limpio,
o la última fruta interna
de carne, dentro del jardín cerrado
donde se entra sin renombre
(empresa toda furtiva:
delicia no quiere proclamarse).
¿Cuál es el gusto de tu beso?
Y ahora, amor, este tu beso
(otra leyenda) se me muda
hasta la raíz de la naturaleza.
Tiembla, me olvida, el dulce
tacto se me escurre impaciente
y una risa, gozo inquieto,
brota profuso y rebrota.
y me echa ramas dentro de la boca:
fresco amargor de laurel,
verde rumor aéreo.
Déjame reír a mí, amor.
Cuento en toda partida
y me sé la ganancia, ¿y qué haría
de una juventud mía?
La tuya es la que me vale.
Compadecido de sí mismo,
hace de mal mudar mi beso.
Cambia, que ruedo contigo
y es mía toda tirada de tu dado.
Versión de José María Valverde

Signo

¿Qué pincel de Oriente
obedecéis, que os dibuja
un signo de caricia?
Líneas de un cuerpo y otro
no se separan. Dejad
que os avenga el abrazo
estupefacto. La mano
se te dobla lejos. U n pie
te oprime la cara.
¿Ves
que ella no lo leerá
como tú, el ideograma
del instante, el trazo impulsivo
que os aprieta este nudo?
Ella calca un fantasma.
Tú complicas recuerdos.
Ríe de haberlo osado.
Ríes de que quiera, flexible,
ir siguiéndolos contigo.
Versión de José María Valverde

Societas Pandari

«Tanto como ríen las chicas. En la duda,
ríen: no saben cómo les puede tocar
pagar la deuda que nunca han prometido,
pero conocen que esperamos cobrarla
de ellas sólo. ¿De ésta, tú? Si quieres
cobrarte la deuda que no cobré
y hacer trozos una culebrita de risa,
yo te dejaré la llave de mi estudio,
donde no habrá nadie. «
«Diez años más joven
que yo. Diez años todavía no pasados
midiendo uno con otro los bastoncitos:
las decencias (suya y de las demás),
los afectos y los pactos. Yo te diré
cómo puedes persuadirla a que te acepte,
que comience a aceptar. Tú la harás
sufrir, y aprenderás mucho. Después, cuando sepas
cómo se vuelve una mujer hacia ser feliz,
un día que hablemos, quizá seré
yo quien te escuche. «
«Aquí tienes dinero
para que pises bien fuerte, y te olvides
de que no has visto nada claro. Si en ella observas,
llanuras allá, cómo trota tu orgullo,
entra ahí, atraviesa, y ata el asno arisco.
Corta caminos por este cuerpo, y bebe,
fresca para ti, la súplica de los ojos.
Cuando vuelvas, entrarás en tu reino:
hombre hecho hombre, vendrás con los hombres.»
Isis de plata, ¿oyes lo que te pido?
La cara de León para los que han hablado.
Versión de José María Valverde

Tiempo atrás

Deja que vuelva atrás, hacia tu tiempo.
Otra vez nos citamos donde siempre.
Veo la negra pasarela -hierros
delgados-, cielo blanco, hierba humilde
en tierra de carbón, y oigo el silbido
del expreso. A nuestro lado -hemos de hablarnos
a gritos- pasa. Desistimos, y yo río
al ver que ríes tú y que no te oigo.
Tu blusa gris, color de cielo; azul
marino, cortas y anchas, son tus faldas,
y hay en tu cuello un amplio foulard rojo.
La bandera de tu país, te dije.
Todo como aquel día. Van volviendo
las palabras que nos dijimos. ¿Ves?
Vuelve aquel mal momento. Sin razón,
callamos. Tu mano sufre, y, como
entonces, tiene un vuelo vacilante,
y el abandono, y juega con el ruido
triste del timbre de la bicicleta.
Suerte que ahora, como entonces, llegan
aquellos pasos férreos, la excesiva
canción de hombres de verde, con sus cascos
de acero, nos rodea, y ahora un grito
se nos dirige, autoritario, como
oro maligno de una sierpe, y hemos
de ocultar la cabeza en el regazo
acogedor del miedo, hasta que al fin
se alejan. Ya nos hemos olvidado
de nosotros, y porque se alejan
somos felices otra vez. Nos lleva
a reencontarnos este movimiento
sin recuerdo, y por estar aquí
los dos somos felices, y no importa
que callemos. Podemos besarnos.
Somos jóvenes, y no sentimos
piedad por los silencios que han pasado;
tenemos miedos de otros, miedos que
podrían distraernos de los nuestros.
Bajamos la avenida. A cada árbol
sentimos frío, entre la sombra espesa.
Vamos de frío en frío, sin pensarlo.
Versión de Pere Gimferrer

Tro vos mi siatz renduda

Tantas paredes entre tú y yo. La nostalgia,
exhausta, no llega hasta ti. No ve cómo se te va haciendo
vida, en lugares y en momentos que son verdad aguda,
no deshechos como su desesperación. Perro
pródigo de desconcierto brutal, se lanza a revolcarse
por el polvo de un verano sin remedio.
Oh, para la sed demasiado confusa, un solo
hielo de agua, un solo recuerdo tuyo a cada instante,
hasta que me seas devuelta.
Versión de José María Valverde

Útero

Hace ya algunas horas que está aquí.
Partes de su cuerpo, no las más íntimas,
pero partes de su cuerpo, se han diseminado
y esparcido en las cuatro o veinte esquinas
de esta habitación: Y ahora yo vivo
metido dentro de la cosa que amo.
Un movimiento que hago, y que me estira
fuera de mi cubil, toca una media,
un zapato, una falda o un jersey:
los cotos de una tierra que es la mía.
Versión de José Agustín Goytisolo

Voces bajas

Una de aquellas voces que jamás quisiéramos
escuchar en nosotros, va diciendo
que gasté demasiado a causa de ella.
Es verdad, y por eso me da miedo
y la odio un poco. Soy injusto
y me pesa. Pero aún más interior,
me asegura otra voz que este gran yerro
sólo yo me lo acuso. Si ella lo conociera
nada le costaría perdonarme.
Versión de José Agustín Goytisolo

Si te gusta #Gabriel_Ferrater... Share on X

MÁS SÓLO QUE LA UNA [Mi poema]
Rafael Espejo [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Nadie a mi me avisó. Nadie me dijo,
debieron suponer que lo sabría,
que si alguien no le riega a la alegría
de nada servirá tenga un botijo.

Me engañaron. No supe a qué venía.
No pude decidir. De haber sabido,
si al menos yo lo hubiera conocido,
es posible que atrás me volvería.

Más sé, volver atrás no trae a cuenta,
no puede revertirse el calendario
¡qué lejano se queda ya el cuarenta!*.

Quisieron inyectarme una vacuna
para así soportar este calvario,
y hoy me siento más sólo que la una.
©donaciano bueno

* 1940. año del nacimiento del autor.

Acaso no es esto #abuso de poder? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Rafael Espejo

Amour Fou

Apaguemos la vela y en silencio
hagamos el amor palpando sombras.
Que crujan de placer nuestros desnudos.

Que las ondas de aliento entrecortado
te rosen el fulgor de los pezones.
Probemos de esta miel la noche toda.

Luego me marcharé sin despertarte:
no dejaré ningún beso dormido
sobre tus labios blandos y entreabiertos.

Y olvidaré las calles que desande,
por si vuelve a surgirnos la ocasión
de querernos como desconocidos.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

Autorretrato

Al final de estos brazos unas manos
para tocar por gusto
o acercarle sustento
a la boca que pía.

Igualmente dos piernas acopladas
al tronco: lo pasean
con sus lagares dentro,
con sus filtros y bombas,
sus engranajes sordos.

De perfil me embellecen
un ojo y una oreja, media nariz, dos labios
mitad sobre mitad.

Y duros huesos a los que se enredan
músculos trepadores
regados por la sangre que heredé,
todo cubierto de porosa dermis
mal abrigada por vellosidades.

Pero yo, que habito una región
ignota en el cerebro,
sólo me reconozco íntegramente
en el pene y los testículos:
esos ojos no natos con trompa umbilical,
reliquias ancestrales
de las eras biológicas que confluyen en mí,
pura animalidad que me despierta.

¿Para qué sirvo entonces,
a qué puedo aplicar estos dispositivos,
exactamente qué he venido a hacer?

Vivir, pero además
vivir consciente,
vivir como si solo
fuese real la vida.

Y dar gracias a ciegas
a quienes me engendraron,
gracias al niño que me trajo aquí,
gracias a las muchachas,
al perro que me sigue y a la flor transitoria,
a la llovizna mística, a la luna de agosto,
gracias a los viajes que al llevarme
me hacen creer en casa,
y a las drogas felices, y a las decepciones
que me tienen humilde.

Esto soy. Gracias,
enormemente gracias.
Aunque, en verdad, no era necesario nada de esto,
muchas gracias.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Buenos días, noche

De buen amar se vuelve
magullado y hambriento,
con sabor en la lengua a carne cruda.

El suelo se amortigua,
los caminos convergen, silba el aire.

Agradecido así,
con sonrisa imantada
por el impulso mismo que iza al árbol
al sol,
tarareando:

no puedo amarte más, no soy tan físico.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

De amiga

Quien esconde un amor,
quien va celosamente almacenando
entre algodones la semilla nueva,

se desvela hacia adentro,
se desvela
como brilla la luna al mediodía.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

De noche, los domingos

De noche, los domingos son más tristes.
Ayuda la impresión bobalicona
de la distante luna, cuyo velo de flema
irreal se contagia:
las familias se arropan a la lumbre
eléctrica, o apuran
los restos de la cena quedamente,
pensando ya en la paz merecida del catre;
descienden el telón de las persianas
y se rinden al sueño de sí mismas.

«Que nadie nos moleste»
digo entonces,
«vámonos a un rincón».
Me aprietas silenciosa. Tú también tienes frío.
Pero los dos sabemos que quizás
sea mejor así,
caminar solitarios los recodos del pueblo
y a espaldas del convento
-piedras despellejadas con verdín-
nuevamente entregarnos en un culto
feliz porque salvaje:
dos mamíferos
que luchan contra el medio por conservar no más
que su sangre caliente.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

El beso

Un dedo masculino y corazón
surca las languideces de esos labios
débilmente entreabiertos.

Se siente un leve soplo.

Tras los ojos cerrados
cada cual imagina el lento beso
que comienza a brotar.

Saborean. Demoran el deseo.

Los amantes quisieran comprobar la emoción
desde el cuerpo del otro,
fingen que fingen.

Quieren hacer un beso
que la lluvia del tiempo no erosione.
Que permanezca mínimo y total.

El beso que han soñado tantas veces.

Y cuando al fin comparten la saliva
les queda la impresión
de haber equivocado algún detalle.
De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

El milagro

Si me pide Panchita
que desintegre el agua para demostrarle
separaría hidrógeno de oxígeno
con unas pinzas.
No en realidad, pero quizás lo hiciese.
Que me lo pida.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

La rueda

Mientras duermo algún sueño
en la sabana
una presa sucumbe a su depredador.
Aquí es noche. Allí día.

Se despereza el mar a cada ola,
las dunas del desierto no encuentran acomodo.

Si alguien colma su sed,
alguien se desahoga entre memorias tristes.

Huye una nube
(flota,
se invierte en ese charco),
está volviendo.

La flor despunta tersa,
se ruboriza el viejo por seguir siendo mundo.

Todo comienza ahora. Todo acaba.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Madriguera

Al alba, con el sol, la humareda
subía de la tierra como el vaho de un horno.
Carlos Martínez Rivas

Desde las mantas,
como el vaho de un horno,
sube su aliento rancio en la mañana:

huele a barro
el regusto lechoso y fermentado
de su sueño en la boca.

Con hilillo de baba
seca en la comisura de sus labios

y un sudor aceitoso surcándole la piel.
Las greñas enredadas.

(¿No desean lamerla, retozarse con ella
como serpientes entre hierbas altas?)

Así la quiero yo: hedionda,
envuelta en la placenta de los días;
presta para nacer entre mis brazos
con las primeras gotas de una luz
que la persiana filtre
macerando sus ojos.

Así. Pura mujer. Sin trampas.
Pestilente. Fluvial.
Inmaculada.
De «El vino de los amantes» Hiperión 2001

No me lo expliques

Cuando unas aguas se diluyen
en más agua
crece el anonimato del mundo.

También a las hormigas,
mientras portan el grano y lo almacenan,
las atrae esa muda voluntad
integradora.

Si una presa es cazada
la vida toma impulso en el depredador.

Y el viento siempre vuelve,
y la luz nunca acaba,
y las nubes suceden a las nubes…

Algo con insistencia está pidiendo
que me salga de mí si yo contigo.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Nocturno

La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
con la luna; hay también
quietud en lo profundo, donde no ocurre nada,
allí donde podría imaginarse
un vuelo de lechuza que atraviesa el silencio.

Y todo se resume en la palabra
fugaz.

Pero yo me detengo en ese corro
que corteja a la vida, compartiendo
explosiones de júbilo y otra especie de guiños
que luego buscarán intimidad
a la luz de las brasas de la hoguera.
Uno de ellos parece ensimismado:
«mañana… estos momentos…»
se teme,
y no disfruta.

Entre tanto, las chicas,
sensuales con sus nucas descubiertas,
dotadas de misterio por reverberaciones
de llamas que iluminan, de vez en vez, sus rostros;
ajenas al dolor
que acaba de robarle la sonrisa
al joven pensativo.
Se saben triunfadoras del presente.
Y el presente les dura hasta mañana.
De «El círculo vicioso» Universidad de Granada, 1996

Nos han dejado solos

A la orilla del mar,
donde el aire se densa porque viene
rumiando idiomas.

Tiembla el cielo en las aguas,
la tarde mece así sus intuiciones.

Y si me abrazas nos desvanecemos
en el paisaje pardo.

Qué placenta

esta balsa de tiempo suspendido,
qué remanso de paz.

Como el principio.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Nunca del todo

Saber menos aún,
desabrazarle al yo sus anillos de árbol,
confundir mis ideas con luciérnagas
intrascendentes.

Tenerme cada vez, nunca del todo,
como si fuese un niño quien me vive.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Principio y fin de la siesta

Saciados el estómago y el sexo,
¿qué queda?

Mullo el vientre calmado de mi amiga,

que entrecierra los ojos
y apenas corresponde:

un roce, como ondas
erizando sus hebras.

Desnuda, libra
la gravedad

de los acantilados

bajo el plácido vuelo
de los pechos

(el corazón,

poroso y rojo,
serena nuestro canto en su caverna).

Si se ovilla
es un monte que ofende en la sabana

la aridez del ocaso,
Y late

con pulso adormecido

una respiración secreta, vegetal:
oigo el musgo crecer sobre su pelvis.

La calavera rumia el sueño de su vida
como el mar en las conchas deshabitadas:

¿Qué reverso del mundo
he de aceptar por no quedarme solo?

Y este beso, ¿se filtra
como vaho en su hipnosis?

¿Es el aliento dulce del incienso
o acaso niebla baja
que sonrosa los bordes
de mi amiga?

Duerme,

duerme sobre nosotros
un cielo ensimismado

mientras cruza su frente

esa nube que apaga,
un momento, la tarde.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos, 2009

Regresión

Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera

Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.

Tú acércate con dudas,
devuélveme el asombro
de aquel breve, infinito primer beso,
el temblor en tus ojos
de niña sorprendida en el pecado.
Deshazte de la ropa.

Tú separa los muslos
e imagina el gemido de unos cauces
con las aguas crecidas,
siente el salitre denso, desbocado
del río al diluirse en el océano.
Tú piensa en tierras húmedas después de una tormenta.

Y acaríciame dulce,
recógeme en tu pecho
la promesa
de que ya no te vas,
susurra que mañana
vamos a amanecer, mi vida, a medias;
pero antes de que el sueño nos aísle
dame otra vez tus labios recién hechos,
ondúlalos como una bienvenida,
enjúgame el sudor
pacientemente, madre.

De «El vino de los amantes» Hiperión, 2001

Silba

Unas hojas
-mustias, ocres-
fingen ser mariposas
mecidas por un viento
hueco:
vibran,
revolotean.

Me lleva esa deriva,
la frágil suspensión pero serena,
su absorto devaneo
me lleva…

Será que a mí también me basta un soplo suyo
para soltar al vuelo un peso muerto.
De «Nos han dejado solos» Pre-textos. 2009

Si te gusta #Rafael_Espejo... Share on X

Manuel Alcántara

Vivir –

Vivir se va quedando sin campanas,
la esperanza no tiene que ponerse
ni la muerte un lugar donde caerse…
¿Quién le cerró a la vida las ventanas?

Que me expliquen por qué no tienen ganas
los antiguos caminos de moverse;
ya no queda ninguno en que perderse
y me quedan que estar muchas mañanas.

Por una herida múltiple respira
mi voz y en la baranda estoy de codos
pensando en el final de la tragedia.

Qué le vamos a hacer. Si bien se mira,
con el día y la muerte estamos todos.
Mal camino. Si Dios no lo remedia.

DE QUÉ SIRVE MIRAR [Mi poema]
Hasier Larretxea [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

De qué sirve mirar al horizonte
si sabes que la vista no te alcanza,
comprendes no te queda ya esperanza,
que apenas si los pinos ves del monte
allá en la lontananza.

De qué sirve soñar si eres consciente
que el tiempo para ti ya se ha acabado,
no espera que te sientes a su lado,
si acaso que te lleve la corriente
de un viento despiadado.

De qué sirve mirar hacia el pasado
buscando el añorar lo que has vivido
que un día pudo ser y nunca ha sido,
y triste en el camino se ha quedado
perdido en el olvido.

De qué sirve mentirte una vez más
tratando de llevarte hasta buen puerto,
sabiendo que no hay agua en ese huerto
y pronto las estrellas besarás
momento en que habrás muerto.
©donaciano bueno

A qué viene tanto #insistir? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Hasier Larretxea

Construyamos un pueblo

haciendo explotar tres o cuatro bombas diarias
en cascos históricos.

Construyamos un pueblo
embelleciendo con pintura roja y amarilla
y con escritos amenazantes
las sedes de los partidos políticos.

Construyamos un pueblo,
pero quememos antes
sus cajeros automáticos.
Sus autobuses.

Construyamos un pueblo,
aunque para ello
tengamos que destruirlo todo.

Aunque ya no nos quede
sobre qué construir.

Si no hubieras hecho

lo que hiciste…
No tendría que recorrer cada semana
tantos kilómetros..

No sentiría tanto miedo
cuando en casa tu padre
me da un guantazo.
No lloraría tanto por ti.
No me aguijonaría
tan profundo el dolor.
Tomaríamos juntos un chocolate
esas lluviosas tardes de domingo.
Me acompañarías a comprar ropa.
Te enseñaría a cocinar,
para encandilar con una cena a Amalur.
Si no hubieras hecho
lo que hiciste…
Estarías con tu hijo Ihart
jugando cada día,
podrías acariciar cada día a Amalur, tu mujer.
estarías con tu padre Juankar, conmigo,
con tus tíos, abuelos y amigos.
Próximo.
Más cerca.
Si no hubieras hecho,
lo que hiciste…
Tendrías todo lo que quisieras.

Insúltame

Golpéame.
Escúpeme.
Grítame.
Hazme
lo que tan bien sabes hacer.
Porque es lo único
que sabes hacer.
Meterme miedo.

Hoy mi esternón está abierto a pares,

dividendo del caótico desenlace
de la vida en moteles.

Hoy mis piernas están más abiertas
que las tuyas
por la práctica de la necesidad
de dormir bajo un techo.

Hoy, mi cuerpo despellejado
lo he troceado
en bolsitas de 250g.

Para que te quedes con lo que quieras.

Yo también

me enfrenté a la policía.
Yo también
grité “policía asesina”.
Yo también
sentí la misma rabia.
Yo también me sulfuré.
Yo también
luché hasta el final.

Tuve claro cuál podía ser el final.

Por eso,
antes que fuese demasiado tarde, lo dejé.

A Vik Muniz

Niños

sin nombre de niños.
Sin ser
niños.

Niños,
escombro de miércoles, niños
de ceniza.

Niños de luz regulada
en las mejillas de niños
deshechos,
niños de desperdicios
del carnaval barrido
por niños;
huesos de niños
que ni son
ni están
niños.

Niños de hueso necesitando
tocar carne de niños,
favelas de niños,
atravesar tendones de niños,
perforar cráneos de niños,
que yacen niños,
que se erigen niños,
sin una partida de nacimiento,
ni niñez.

Niños muertos,
niños fusil.

Para León Ferrari y Mira Schendel

El tiempo,

acotado
es sangre de hilo
a plena luz del día.

Para Ana Gorría, mentora

La sinceridad es la manera
de guiñar a este mundo.

Condicionamos la ceguera
con el desarraigo.

Arrojados al misticismo
de lo oculto, relamimos sin predestinaciones
la palma de la mano: cuarentena
del solsticio.

Opacidad. Ráfaga,
vendaval, tifón.

Parches descosidos
en el cristal pixelado.

Orfandad del hito contemporáneo.

Donde los objetos más comunes

adquieren significado mano a mano,
generación tras generación.

Donde los gestos más sutiles

son soterrados a la mugre de la despensa,
claroscuro de la imposición moral en lo familiar.

Donde las palabras más recónditas,
masticadas a trompicones, monosílabos de dicción
discutible, son la muestra indirecta de afecto.

Donde la cotidianidad se vuelve irrespirable.

Abre los ojos.

Que sangre la realidad.
Que supure la vida,
coral de pupilas.

Darle una conducta de escape

a la hipersensibilidad.

Ventilar
el contacto visual.

Desorientación
de la percepción integrada:
trastorno histérico
de la personalidad.

Orientación temporal
supeditada
a la sobreingesta
de estímulos.

La violencia se viste de camuflaje:

precariedad de la sórdida impotencia de los
encuadres
fusilados.

Agujero en el hielo.

Flasback turbio,
espasmo equívoco
del apocalipsis.

La memoria descuartiza

al odio
cuando deja de querer recordar
con ese furor por asesinar.

Pero,
¿y qué haremos con las sobras?

Como si se iluminara

cualquier día perezoso
desde
tu ojo izquierdo, chispeante,
de gato pardo
tras las sábanas de colores.

Como si se ordenara la mañana,
silenciosa
mientras nos dedicamos
a cubrir nuestros cuerpos
delicados, tiernos
con post-its
de dudosa caligrafía. ?

Como si se alistaran
en fila india
los indicios que homogeneizaban
los surcos
de los recorridos puntuales,
en el traqueteo,
del taconeo
de los dedos.

Como si cada poro,
despunte de piel,
cúmulo de vello,
estría,
cicatriz,
pata de gallo,
grano,
cana,
señal de nacimiento,
vena,
rastro,
huella,
herpes,
peca,
hinchazón,
se entendiera
con una simple mirada.

Con una simple sonrisa.
Sin la necesidad
de ninguna interferencia vocal
más allá
de los decibelios establecidos
por el recorrido de cada caricia.

100 metros

Precisión
de la zancada.

Ser más veloz
que el recorrido
perpendicular
de la bala.

Aprender a correr
antes que a caminar.

Esquivar
la amenaza volátil
de la pólvora.

El primer juego
de la infancia. ?

A quienes ya no están

Decidimos postrar el dedo pulgar en los labios de escarcha
que palidecían al postrarse en la neblina ante la visión reveladora
de nuestros bolsillos de chándal como pliegues
timbre de voz que corretea, que se esconde, que se agacha,
miente y se sonroja, cuchichea con el sobresalto
de un nuevo descubrimiento que altera el sistema emocional
de la raya de pelo a un lado, y la cruz de plata con las iniciales
de la persona que lo concibió pero no pudo amarlo
con el simple gesto del beso nocturno antes de apagar la luz,
o santiguarse cuando la mochila que pesaba más que el pequeño
dejaba de estar arrinconada durante las vacaciones escolares.

Correteábamos para no llegar los últimos después del recreo
de las clases, del ejercicio encomendado.

Una habitación de Hospital nos ha vuelto a encontrar.

Suplicamos con el mismo ímpetu de esos delantales
donde se postraban los dedos de harina y gotas de suspiros
tras la puerta cerrada con llave.

No llevamos chándal, ni la raya de pelo a un lado.

Arrancamos todas las cadenas.
El dedo pulgar en los labios de helecho
que languidece por el goteo de los hierros ante la visión invernal
de nuestros reversos aquejados por el poso humedecedor
del tiempo y la distancia
sobre la misma mirada cristalina que compartíamos
se hizo cruz.

Si te gusta #Hasier_Larretxea.. Share on X

ME AVERGÜENZO [Mi poema]
David Escobar Galindo [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Me avergüenzo de haberme conocido,
y ser, como me dicen, un humano,
de haber tocado el cielo con la mano
para poco después haberme hundido
sin agua en un pantano.

Me avergüenzo de ser un descreído
exigiéndole a dios se haga presente,
a sabiendas que soy un indigente,
un inútil, un ser tan desvalido,
tan poco consistente.

Me avergüenzo de mí y de mis afines,
sus guerras y sus luchas fratricidas,
su triste sumisión ante el Rey Midas
ansiosos por gozar de sus festines
así que sean suicidas.

Me avergüenzo y les pido aquí perdón
por mostrarme en la vida prepotente,
con los pobres no ser más indulgente
llevando, con desprecio, al paredón
al resto de la gente.

Les juro que hoy por todo me avergüenzo,
pues nunca fui ni soy lo que he creído.
Es posible que sea un mal nacido
que quiso sabio ser, siendo un mastuerzo,
y me haya confundido.
©donaciano bueno

Todos tenemos de qué #avergorzarnos? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  David Escobar Galindo

Ars dinámica

Usted es la sombra que amanece desnuda,
con un temblor de miedo en las espaldas.

Pero hay que estar despierto: a mediodía
sonará la trompeta.
Doy fe de la esperanza» 1985 – 1992

Ars poética

¡Belleza, flor de sueño, al fin alientas
después de tanto espanto y tanto llanto!
Porque también tu gracia puede tanto,
tanto más que el crujir de las afrentas.

Después de la dolencia del espanto,
cómo surgen tus músicas sedientas:
surtidores que ayer fueron tormentas
murmullos que mañana serán canto.

Se escondió tu vigilia donde pudo,
durmió entre los escombros hecha un nudo,
se ocultó en un rincón de la cornisa.

Pero ha venido el tiempo del sosiego.
¡Y tú, belleza, manantial de fuego,
renaces otra vez de la ceniza!
«Doy fe de la esperanza» 1985 – 1992

Como los dioses en su audaz vigilia…

Como los dioses en su audaz vigilia,
me asombro de estar vivo y de estar muerto.
La palabra revienta en el silencio
y el silencio se nutre de palabras.
¿Cuál es la diferencia entre estar vivo
y estar muerto? -Los dioses son balanzas.

Deja que el aire libre se libere…

Deja que el aire libre se libere
más aún, oh Dolor, deja que afine
su transparente fuego Mnemosine
para cantar lo que viviendo muere.

Que así, en lo oscuro, mi estupor inquiere
y en mano abierta el eco se define
ante la espina que la mano hiere.

Deja pues, oh Dolor, que me encamine
hacia la lumbre que mi lumbre quiere,
lenta unidad de noche que termine.

Y así en el blanco oficio que me espere
la vida clara y corporal germine
como si el día sin fronteras fuere.
«El libro de Lillian» 1975

Devocionario

I
La paz no necesita de los héroes.
el heroísmo de la paz es otro.
Es un sereno paso sin angustia
por aquel campo en que acechaban minas.
Y es sobre todo ese convivio afable
de la diversidad de los anónimos.

II
La paz cierra la cripta de los mártires
y los deja dormir, para que olviden
que la tierra es el sitio pavoroso
donde todos los miedos son posibles
Bien se merecen su corona de oro,
bajo la condición de que se duerman.

III
La paz no la hace nadie. Se hace sola.
Lo importante es sembrar una semilla.
La gente piensa que la guerra es fuerte:
!Qué va! La guerra es sólo un aneurisma.
Alguien la pincha, y se desangra toda.
La paz en cambio es la verdad de un árbol.

IV
No me pregunten por qué soy pacífico.
Es algo natural, quizás congénito.
Esto es lo que tal vez muchos no entienden
que no todo poeta es un revólver.
Por mí, que los revólveres se esfumen.
Eso sí: No me toquen a la rosa.
«Doy fe de la esperanza» 1985 – 1992

Diálogo en la tiniebla

No busco la verdad, pero persigo
su estela cautivante, su aleteo
que es la réplica infiel de lo que creo
y el huidizo fulgor de lo que digo.

La verdad absoluta es un castigo
que quizás no merezca mi deseo.
Y su ausencia es el último trofeo
que desvela mi angustia de testigo.

Me quedo con la flor de la pregunta,
aspirando el aroma sin respuesta,
dejando que el silencio apenas hable.

Y al sentir que la lágrima despunta,
la verdad, como un grillo, me contesta
desde el jardín del vértigo insondable.

El arraigado

¡Yo no me iré de esta casa
aunque el huracán arrecie!

Seguiré aspirando el moho
de sus ancianas paredes,
oyendo crujir maderas
en noches de viento fértil,
y contando entre las vigas
los murciélagos de siempre.

Yo no me iré de esta casa,
de sus tres tiempos clementes,
de su patio con begonias,
de su estrellita en la frente,
de su Virgen del Rosario
y de su Arcángel prudente.

Aunque el huracán desboque
sus espumosos jinetes,
esta casa es mi universo,
con abrigos e intemperies,
y su pequeña nostalgia
guardada en cofres que huelen.

Porque esta casa es tan triste
como un difunto en diciembre,
porque tiene tantas grietas
que el aire en ella es un duende,
porque en alambres nerviosos
sus viejas ropas se tienden,
porque en la noche hay un eco
de bisabuelas ausentes,
porque en un cuarto cerrado
alguien llama y nadie viene,
porque vivieron en ella
muertos que aún son vivientes,
porque hay un gran jazminero
a la par de un pozo verde,
porque es pobre como un niño
y como un anciano, inerme.

Por eso yo estoy aquí,
dibujándola en mi frente
con un lápiz de obsidiana
que no hay siglo que lo quiebre;
y aquí oigo pasos y pasos
-¡cómo trajina la gente!-,
con la vigilia remota
y con el sueño presente,
haciendo ruido a la vida
porque si no se nos duerme
y entonces baja el tigrillo
-que ya es fantasma- y la muerde…

¡Porque esta casa es tan triste
que les da miedo a los huéspedes,
y todos lloran al verla,
con llanto que el sol disuelve!
Sus ventanas, arrancadas;
sus puertas, crujir de dientes;
sus pisos, barro desnudo;
sus cielos, cielos que llueven…

Y es tan triste, pero tanto,
que a ratos parece alegre,
con alegrón de guitarras
que ilumina el aguardiente,
sacado en el alambique
que nunca hallan los agentes…

Yo no me iré de esta casa,
porque el invierno no quiere,

Porque el verano me llama,
porque los dos bien se entienden,
y ambos juegan con mi voz
hasta dejarla tan tenue
que ya es una telaraña
de cariñosas mercedes…

Y al fondo dice un espejo
la fantasía de siempre:
que es la casa una metáfora
erizada de alfileres
alborotada de encajes,
arrinconada de ayeres.
¡Pues si esta casa es la Patria,
tan firme que acaso tiemble,
tan dulce que acaso ahogue,
tan honda que acaso vuele!

Y yo nunca me iré de ella,
aunque el huracán arrecie…
«Doy fe de la esperanza» 1985 – 1992

El episodio terrorista 2

Ando entre luz quebrada, oscurecida,
con una abeja dentro del cerebro,
pulso de amor abriéndose, cerrándose;
y las palabras cotidianas gimen
como puertas antiguas, sin retorno,
una taza de leche cumple el celo
de la época, pasan los ejércitos
mientras por la ventana ven mis ojos
una pequeña calle transversal
con suaves casas que no se imaginan
la vecindad del hombre desvelado
por la violencia -polvo irrestañable,
remolino de polvo que aparece
por un segundo, igual que los relámpagos.
Tiempo de meditar- silla furiosa.
¿Seré el cautivo o el apasionado?

Ambos -doble rumor de la estructura:
el sonido del arma en pie de vuelo,
la razón que estrujada se alimenta
de sus propias sustancias ofendidas;
y hoy levantarse con el santo y seña
desde la construcción ebria de clavos
hasta la densidad del sentimiento,
fértil como canela masticada,
es una soledad de doble filo,
un tener la remota valentía
de caminar con húmedos plumajes
entre las horas de crucial encuentro.

Después de todo el aire es una dádiva
llena de pasionales abundancias,
¿y qué enseña este tiempo sino el eco
de la conturbación racionalista,
bella en inútiles declaraciones,
la organizada sombra de las piedras
que en su esplendor de muros y de tumbas
tapia a muertos y a vivos, a opresores
y a oprimidos, a limpios y a envidiosos?

El sol entre los árboles ardiendo
me quema la mirada, me enternece,
porque respiro un fuego respirado
y amo este reino de respiraciones,
hoy más que nunca, ante el clamor secreto.

Y de esta funeral demografía,
de este ecológico derrumbamiento,
de esta presión impúdica, inodora,
de esta anillada criminalidad,
¿hacia qué callejones embocamos,
enardecidos entre dos cegueras?
Quizás nunca se extingue al fe última,
la luna clara al fondo de la sangre,
así como los ojos siempre vuelven
hacia un desnudo de mujer deseada.

Mi corazón olvida entre las sombras
sus tijeras sagradas: los recuerdos.
«Discurso secreto» 1974

El episodio terrorista 3

Amor, pleno misterio,
sonido de algún bosque, pánica agua,
llavero del armario con papeles sagrados,
cabello de mujer mientras el día remonta sus chatarras,
podría así seguir, pulsando el laberinto fantasioso,
todo esto tiene una fugaz explicación mesiánica,
como en una asamblea de ídolos inocentes,
mitos de iridiscencia compulsiva,
también amores de sabor plural,
palmas de mitológica palmera,
collar iluminado de los mares del sur,
espejismo de aurora entre los chupamieles,
y callados remedios del zodíaco,
¿por qué digo estas sordas palabras entre el humo
que todo lo gobierna con su acre desatino?

Se acerca a pasos vivos la hora señalada,
la sombra de mi cuerpo es juez y parte;
por el barro, animales domésticos destrozan
una piltrafa -amor, pleno misterio-,
y el vendedor de diarios ya va de espaldas en su bicicleta
con el gran cargamento de odios universales,
de consumibles sueños -sonido de algún bosque,
dócil revelación-, mientras me acerco
a la ventana la rutina suena, cascabel de culebra escondida,
las señoras se asoman a las puertas moviendo sus escobas,
en una transparencia de pudor -agua pánica-,
qué espacio dulce borra el abandono,
se disipa un segundo el remolino de lo inexpugnable
-peligro de morir en luz de día-,
y es que en el riesgo adquiere cada cosa,
cada gesto, un color intenso, amable,
quisiera uno besar viejas paredes,
recordar cada uno de los jazmines ya vividos,
esto es un reto vivo a la intemperie,
un silencio de amor hacia cosas ajenas y sencillas,
quizás ya demasiado mentadas por escrito,
una luna encendiéndose sobre un techo oxidado,
risas de servidumbres en las casas vecinas,
agua de chorro para rostro en fiebre,
y ese olor a aserrín que recuerda
un suave amor total por lo cercano,
san Salvador espejo, rayo virgen,
ámbito desvelado con sólo que mis ojos ardan en la penumbra,
camino de palabras desde la piedra pómez
hasta el tubo de azul desodorante;
y de repente hay un fulgor inédito
por donde la ciudad tiene otra cara,
un amarillo que hace aparecer en las esquinas seres sospechosos,
un mirto en la tiniebla se destiñe,
siento quebrarse el pulso de la luna,
amor, pleno misterio, sonido de algún bosque,
valor frugal que envuelve lo viviente,
la flor ensimismada amanece con garras,
¿dónde está el almanaque con sus dulces mareas,
la eficiencia del aire que acaricia las malvas esas joyas antiguas?

Por las paredes cruzan las sombras a caballo,
¿qué realidad transita por mis sienes?

Como en una película, los niños
preguntan por la magia del recuerdo,
y la respuesta es una roja máscara
que sonríe sin fin, oigo y me callo,
late el polvo al cruzar las francas puertas,
olor a queso rancio despiden los papeles,
y alguna majestad de vigilante
mueve las secas brasas de la ira:

¡Cuidado, la verdad es un destello!

Sin embargo este día está apagándose,
queda un rescoldo verde debajo de mi lengua,
una licuada sal expectativa
que es la hermana menor del musgo mismo;
ahí, junto a la llama del revólver,
la almohada abre sus ojos transparentes,
y el grave amor al ámbito visible
pasa alzando pañuelos por los cuartos vacíos.

Contraste fervoroso, huella en ascuas.

De esa región perlada de alas vividas
se filtran estas públicas palabras.

«Discurso secreto» 1974

El reencuentro

No te encontraba, Dios, desde hace tanto.
Es cierto: te rezaba, te pedía;
pero eso es sólo la ansiedad que envía
sondas de luz desde el vital quebranto.

Hallarte es otra cosa. Es otro encanto,
otra necesidad. Y hasta diría
que es la más entrañable fantasía:
gozar de tu memoria el adelanto.

Y eso es lo que hago ahora: te disfruto,
sin la intimidación del absoluto;
ya puro corazón que te consume.

Sorbo tu voz y tu silencio, a una.
Y, sin pedirlo, tengo la fortuna
de respirar a ciegas tu perfume.
«Doy fe de la esperanza» 1985 – 1992

El viejo grito

Sorpresa. Barro. Espíritu.
Llegas cayendo en mí, lluvia del tiempo,
con tus augustas sombras de fría limpidez,
y de repente estoy en otras épocas,
entre las piedras de otros horizontes,
libre de la conciencia que me amarra a una imagen voluble
como el polvo,
concluyendo en un ancho silencio de memorias.

¿Este -aquí- es mi dolor o en el pulso inventado?
Tú no calles, nostalgia de la esfinge.
Vuelvo de las tormentas, de los rostros,
de la miradas húmedas en alcohol o belleza,
de los niños que un día salieron de mis ojos,
de la remota luz que temblaba en las flores de una
música ajena,
y al recorrer mis pasos conocidos
ya no soy el primer habitante que gime,
el sol es como un ojo vacío a mis espaldas.
¡Tú no calles, nostalgia de la esfinge!
Algún día se llega de regreso a la sombra
y entonces es preciso llevar siquiera un rayo de certeza.

En las bodas del sol y de la tierra,
la edad perdió sus laberintos
al conjuro del tiempo destrozado…

En las bodas del sol y de la tierra,
fue el principio del rostro.
Fue la ferodidad un lirio de ternura.
El hallazgo vacío. El crecimiento
para poblar de llamas el recuerdo…

Bodas,
relucientes bodas que en verdad fueron bellas…

Si te gusta #David_Escobar_Galindo... Share on X

Gabriela Mistral

VERGUENZA –

Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.

Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
en la tremolación que hay en mi mano…

Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
lo que besaste llevará hermosura!

HUGO EN CIERNES [Mi poema]
Dolores Etchecopar [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

A mi nieto Hugo

Que bebe de la fuente que amamanta
a todo gas tirando de la manta,
y expulsando se aviene a lo que sobra
y a su madre trasmite una zozobra
y un nudo la garganta.

Y aunque ignora, diría no se entera,
este niño en verdad que es la repera,
así sea no tiene el primer diente
es seguro que a ratos ya presiente
al gato y la gatera.

Que aunque todo les suene a chirigota
se arrasca la cabeza ya y se frota
y se muestra sagaz e inteligente
y es capaz de mofarse de la gente
si piensan que es idiota.
©donaciano bueno

Un #hombre en ciernes...? Share on X

Este es, en clave de humor, Hugo, ese nuevo ser que ha aterrizado en este mundo sin haberlo pedido merced al deseo de sus padres, en esta etapa inicial, que es el limbo, a ojos de su abuelo.

MI POETA SUGERIDO:  Dolores Etchecopar

Destino

la verdad ha sido sacudida una y otra vez
en las telas del universo
ahora mi vida custodiada
por el traslado de los cerdos y los cánticos
empuja la música del sol
ahora la muerte es el velo
que esgarran las corpulentas aguas del amor
De «Notas salvajes» pag. 45
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

El sacrificio

ella murió
pero pudieron salvar
al primer resplandor del océano
que se abría en el iris de sus ojos
De «Notas salvajes» pag. 27
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

El resplandor

tú en la madera
quiero que vivas en la madera del violín del desierto
alguien da órdenes a la luna
pero nada resplandece
si me muevo es de noche
si no me muevo es de noche
en el silencio están cavando un túnel para matar
no me calma la sonrisa ni su fijeza
en los dientes cada vez más blancos
de las Azafatas y de los Ministros
ciudades amarillas negras me arrastran
de un cuerpo a otro de un tren a otro
de un hospital a otro
(las enfermeras traban mi corazón
y me recortan en forma de mano que grita)
no puedo reunir mi alma
carteles luminosos titilan crímenes
se está borrando del suelo
el leve tatuaje de la aurora
esta ciudad tiene muros
y hombres muertos en la niñez de los árboles
yo me hechizo con los agujeros del fin del mundo
pero tú en la madera
quiero que vivas en la madera del violín del desierto
qué sonido furioso mientras hablo
expulsa al narrador de la pradera
qué lanas durmientes abren ese cuento
comido por la nieve

hablo con el motín de los perros del silencio
y las rodillas nucleares de la aurora
hundidas en el agua de los secretos
pero tú quiero que vivas
en la clarividencia del furor de las hierbas
dotado de alegría
y de un habla de emergencia para calmar
el fondo de la noche
ahora que escuchas a una mujer
que cruza con sus medias de fuego
el aire cada vez más oscuro
ahora que incubas por última vez
el llanto de todos los hombres

a la memoria de Andreï Tarkovski
De «Notas salvajes» pag. 21
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Encantamiento

no es ella
pero su pie descalzo
se apoya tan lentamente
bajo la palmera
es su sueño
la buscan en el prado
sus rastros en la hierba indican
que se lleva la parte desconocida de su cuerpo
por el silencio ella puede
arrastrarse hasta el bosque
puede encontrar sus pasos solares
su antiguo cuerpo inclinado
para hechizar el suelo
mucho después ella no habla sabe
las palabras sacrifican el galope
que brilla sobre el abismo
De «Notas salvajes» pag. 53
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Epifanía

cuando parece imposible
un potrillo rapidísimo subleva
mi tambor huérfano
De «Notas salvajes» pag. 51
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Epílogo I

suenan miles de teléfonos. Atiendes. Del otro lado
es siempre ella: su delicada y funesta isla de pétalos
De «Notas salvajes» pag. 91
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Epílogo IV

ella no dijo su nombre
se dejó prender fuego lentamente
con una carta en la mano
De «Notas salvajes» pag. 94
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

La transmisión del agua de los cuentos

había una vez
hubo un día
había una vez
hubo una mano vacía
había una vez
hubo la transmisión del agua de los cuentos
bosque pequeño bajo la nieve
en las cataratas del silencio
(era de madrugada)
y la mano abría una ventana hacia la nieve
(el silencio estaba en esa mano)
había una vez
hubo alegría iba a empezar
la búsqueda de los tesoros
había una vez
yo buscaba el comienzo
y me dieron los sonidos de un antiguo llanto
(tuve que calmar esos sonidos)
había una vez
pero todas las palabras se acostaron para morir
y hubo nubes y dos percherones atados a un carro
había una vez
hubo viento helado
que arrojaban de una altísima montaña
y niños que preguntaban:
¿cómo es del otro lado del viento?
pero bellas nodrizas se llevaban a los niños
al gran parque oscuro
había una vez
hubo un día
hubo un bosque pequeño
bajo la nieve
bajo el silencio
bajo la mano vacía
bajo los hilos
de la muerte o del sol
De «Notas salvajes» pag. 19
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Los cuerpos

Pude haber extraviado tus secretos pero vi
una gran manzana podrida en la cofia del sacerdote.
Mi vientre lleva las cirugías de la luz. Mi hijo
extraviado en mis vidas anteriores, en mis muertes,
en los crujidos del bosque que sangra sobre la nieve.
Luego salen del bosque los hombres que abren las bolsas
y huyen con los furiosos secretos.

* * * * *

Orgía. Hay tantas marcas en tu aliento de un cuerpo que tuve hace mucho.

* * * * *

Entre las reses y las estrellas había tres prostitutas.
La más joven esperaba a la aurora con un revólver entre los pechos.
Pero nadie sabía nada de la aurora. Pero nadie sabía nada de la aurora.

* * * * *

Cobijo a mi madre. Nunca la vi a plena luz. Su vestido de gasa se oscurece en las fotos
y yo la sostengo en el rocío. Corro mi cadáver para que ella pase por el espejo.
Cobijo a mi madre. Quiero ser la esclava de la nieve donde persiste su entornada canción levísima
bajo mis pies. Cobijo a mi madre o su rodilla tabú o su mano tabú o su sonrisa en el borde de otra mujer
que se aleja por los siglos de los siglos. Nodrizas bicéfalas me cuidaron al alba. Levantaron las tazas,
hundieron mi pelo en el agua hasta la orilla del mundo. Cobijo a mi madre por teléfono (del otro lado
ella vuelca mis sonidos en un pozo) . Oh madre mía, oh padre mío, he sido vaciada y he sido colmada.
He sido roída, mimada, tramada, separada, sustituida, succionada, complacida, desalmada, tapiada,
carbonizada. Madre mía, padre mío, he sido vaciada y he sido colmada. Cobijo a mi madre.
Sigo su rastro inmóvil. Ella camina por el bosque adentro de mis pasos. Pero yo no puedo entrar a la casa
de la foto velada. Estoy en el lugar donde algo formula, fabrica, limpia, tritura, ordena, adjudica, requiere,
almacena y desde tan alto lugar me arrojo porque ese lugar esbelto hiere mi cuerpo de abajo, el cuerpo
que se desprende de lo hondo, desfigurado por lo hondo, reverdecido por lo hondo. Cobijo a mi madre.
El aire mueve su rostro en el andén. Alguien vendrá a encontrarla y hará girar en ella el tiempo,
otro tiempo, otro día.
De «Notas salvajes» pag. 47
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Madre

mi madre es suave como un campo de maíz
pero a veces se oscurece
entonces me siento sobre una piedra
para que me trague el sol
De «Notas salvajes» pag. 71
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Notas salvajes

si tu lengua apoya las cacerías del silencio
sobre mi lengua
hablaré
montaña oscura
madre clavada en la nieve
madre clavada en el ángelus de la caverna
en la vidriera en la rueca de los cuentos
en la tonada de mi tonada puesta del revés
que no puedo sacarme sin muerte
palabras lentas de mi cuerpo en otra parte
palabras fuertes mis enemigas
raspan la noche el sol que me embarazó
sumergida campana que cruza
los caminos y los huesos
me pusieron por nombre una raya roja
en la ingle
alegría
antes que el otoño fusile a las mariposas
estaremos en el fondo de las pudriciones
caballo blanco
tubérculo que brilla en el regazo
y arroja el oro de los muertos
sobre el recién nacido
el sol su cadera móvil y simple
pasará frente al lenguaje
y hablaré
alguien corta los hilos del bosque
y deja los ojos de mi madre
en el suelo oscuro
puestera del silencio
yo vi una luciérnaga
y las llaves que sólo cierran
el alba y los ojos
adiós dije adiós a las palabras
voy a dormir sobre el sexo de un color
el agua que yo tuve en la infancia
está dentro de tu boca
la lentitud abre sus muslos de colores
y me separo de la muerte
con algo que la luna mece en mi cadera

muchacha que saltas a la soga
sobre la vereda caliente
o la caída de las hojas
o el miedo
feroces mandíbulas te educan
puestera del silencio
la camisa planchada y doblada
los ojos de mi madre en el suelo oscuro
adiós dije adiós a las palabras
la basura decora mi piel
como un relámpago
De «Notas salvajes» pag. 39
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Precipicio

mi pierna recorre el silencio
donde se forma
tu cuerpo desnudo
ahora todavía
y desde que la muerte introdujo
su intenso vocabulario
nada ha vuelto a suceder
sólo este largo sonido extranjero
sólo la locura ha conectado su jardín
al silencio de la muchacha
que se viste
poco a poco
de hambre
De «Notas salvajes» pag. 35
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Redención

una mesa
el ruido de un tren al irse una ciudad
una mano
no sabe cómo se entra
pero abre tus lágrimas
y vuelve con tu rostro a la tierra
De «Notas salvajes» pag. 73
Editorial Argonauta, Buenos Aires 1989

Si te gusta #Dolores_Etchecopar... Share on X

Gloria Fuertes

Cómo se dibuja a un niño –

Para dibujar un niño hay que hacerlo con cariño.
Pintarle mucho flequillo,
-que esté comiendo un barquillo;
muchas pecas en la cara que se note que es un pillo;
– pillo rima con flequillo y quiere decir travieso -.
Continuemos el dibujo: redonda cara de queso.
Como es un niño de moda, bebe jarabe con soda.
Lleva pantalón vaquero con un hermoso agujero;
camiseta americana y una gorrita de pana.
Las botas de futbolista – porque chutando es artista -.
Se ríe continuamente, porque es muy inteligente.
Debajo del brazo un cuento por eso está tan contento.
Para dibujar un niño hay que hacerlo con cariño.

http://www.gloriafuertes.org/

CAMINO AL CIELO [Mi poema]
León Felipe [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Iba en camino al cielo, esa quimera,
nadie dirá que no, nadie lo ha visto,
armado de un espíritu contristo,
esperando alcanzarlo en primavera.

Iba lento, sin prisa, en la frontera,
que emerge entre un mal sueño y su mazmorra,
a solas con su testa y con su gorra,
sin saber que era él. Que no se entera.

Rondando el viento andaba a su albedrío
dispuesto a refrescarle la memoria
de espurios episodios de su historia,
extraños compañeros del estío.

Se fue quedando acompañado y sólo
inmerso entre los bosques de su jungla
con sólo su candil que ya no alumbra
su rabia y su tristeza y con su dolo.

Iba y así se fue, sin darse cuenta,
sin saber su destino, a la deriva.
a solas con su sombra, depresiva,
después de la vendimia, en la sarmienta.
©donaciano bueno

La #sombra seguirá siempre fiel...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  León Felipe

Somos como un caballo sin memoria…

Somos como un caballo sin memoria,
somos como un caballo
que no se acuerda ya
de la última valla que ha saltado.

Venimos corriendo y corriendo
por una larga pista de siglos y de obstáculos,
De vez en vez, la muerte…
¡el salto!

y nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí, ni cuántas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está sentado
al final de la carrera…
esperándonos.

Lloramos y corremos,
caemos y gritamos,
vamos de tumbo en tumbo
dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.

Vencidos

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…

Y ahora ociosa y abollada
va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero,
sin peto y sin espaldar…
va cargado de amargura…
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar…
va cargado de amargura…
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar…

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…
va cargado de amargura…
va, vencido, el caballero
de retorno a su lugar.

Cuántas veces, Don Quijote,
por esa misma llanura
en horas de desaliento
así te miro pasar…
y cuántas veces te grito:
Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar.
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame
a ser contigo pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…

Versos del caminante

I
Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.

II
Poesía,
tristeza honda y ambición del alma,
cuándo te darás a todos… a todos,
al príncipe y al paria,
a todos…
sin ritmo y sin palabras!

III
Sistema, poeta, sistema.
Empieza por contar las piedras,
luego contarás las estrellas.

IV
Ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento,
ni del horno divino de Vulcano
han salido tus alas.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño…
una pluma de amor en el costado.

V
No andes errante…
y busca tu camino.
-Dejadme-.
Ya vendrá un viento fuerte
que me lleve a mi sitio.

Vieja raposa

Abajo quedas tú, Inglaterra,
vieja raposa avarienta,
que tiene parada la Historia de Occidente hace
más de tres siglos,
y encadenado a Don Quijote.
Cuando acabe tu vida
y vengas ante la Historia grande
donde te aguardo yo,
¿qué vas a decir?
¿Qué astucia nueva vas a inventar entonces para
engañar a Dios?
¡Raposa!
¡Hija de raposos!
Italia es más noble que tú
Y Alemania también.
En su rapiña y en sus crímenes
hay un turbio hálito nietzscheano de heroísmo, en
el que no pueden respirar los mercaderes,
un gesto impetuoso y confuso de jugárselo todo a
la última carta,
que no pueden comprender los hombres pragmáticos.
Cuando abran sus puertas a los vientos del mundo,
cuando las abran de par en par
y pase por ellas la justicia
y la democracia heroica del hombre,
yo pactaré con las dos para echar sobre tu cara
de vieja raposa sin dignidad y sin amor,
toda la saliva y todo el excremento del mundo.
¡Vieja raposa avarienta,
has escondido,
soterrada en el corral,
la llave milagrosa que abre la puerta diamantina
de la Historia….
¡No sabes nada!
¡No entiendes nada y te metes en todas las casas
a cerrar las ventanas
y a cegar la luz de las estrellas!
¡Y los hombres te ven y te dejan!
Te dejan porque creen que se le han acabado los
rayos a Júpiter.
Pero las estrellas no duermen.
Tu imperio es solo una torre artificiosa de
ambiciones encadenadas
que se las llevará el viento como las cuentas
vencidas de un avaro monstruoso.
A la larga, la Historia es mía, porque yo soy el
Hombre
y tú eres sólo un trust de mercaderes.
Vieja raposa avarienta,
has amontonado tu rapiña detrás de la puerta,
y tus hijos ahora no pueden abrirla para que
entren
los primeros rayos de la aurora del mundo…
¡Eres un gran mercader!
¡Eres un gran mercader!
Sabes llevar muy bien
las cuentas de la cocina
y piensas que yo no sé contar.
¡Sí, sé contar!
He contado mis muertos.
Los he contado a todos,
los he contado uno por uno.
Los he contado en Madrid,
los he contado en Oviedo,
los he contado en Málaga,
los he contado en Guernica,
los he contado en Bilbao….
Los he contado en todas las trincheras;
en los hospitales,
en los depósitos de los cementerios,
en las cunetas de las carreteras,
en los escombros de las casas bombardeadas
(resbalando en la sangre,
tanteando en las sombras y en las ruinas).
Contando muertos este otoño, en el Paseo del
Prado,
creí una noche que caminaba sobre barro, y eran
sesos humanos
que llevé por mucho tiempo pegado a las suelas de
mis zapatos.
Los he contado en las plazas y en los parques.
He visto a un niño con la cabeza rota y doblada
sobre un velocípedo,
en una plaza solitaria, cuando todos habían huido
a los refugios.
El 18 de noviembre, solo en un sótano de
cadáveres,
conté trescientos niños muertos.
Los he contado en los carros de las ambulancias,
en los hoteles,
en los tranvías,
en el metro,
en las mañanas lívidas, en las noches negras sin
alumbrado y sin estrellas…..
Y en tu conciencia todos ¡Raposa!….
y todos te los he cargado a tu cuenta…..
¡Ya ves si sé contar!
Eres la vieja portera del mundo de Occidente…
Tienes desde hace mucho tiempo las llaves de
todos los postigos de Europa,
Y puedes dejar entrar y salir por ellos a quien
se te antoje.
Y ahora por cobardía,
Por cobardía y avaricia nada más,
Porque quieres guardar tu despensa hasta el
último día de la Historia,
has dejado meterse en mi solar
a los raposos y a los lobos confabulados del
mundo
para que se sacien en mi sangre
y no pidan enseguida la tuya.
Pero ya la pedirán,
ya la pedirán las estrellas.
La Historia es larga,
el Hombre eterno,
y tu eres sólo la sombra pasajera de la avaricia.
Oye, Raposa:
Yo soy el grito primero, cárdeno y bermejo de las
grandes auroras de Occidente.
Ayer sobre mi sangre mañanera, el mundo burgués
edificó en América
todas sus factorías y mercados.
Sobre mis muertos de hoy, el mundo de mañana
levantará
la Primera casa del Hombre.
Y yo volveré,
volveré porque aún hay lanzas y hiel sobre la
Tierra.
Volveré,
volveré con mi pecho y con la aurora otra vez.

Yo soy el gran blasfemo

El grito suena bien
en el vientre de la cueva,
el salmo bajo el mediodía
de los templos
y la canción en el crepúsculo…
El grito es el primero.

Hay un turno de voces:
yo grito, tú rezas, él canta…
El grito es el primero.

Y hay un turno de bridas:
él las lleva, tú las llevas, yo las llevo.
Y a la hora de las sombras subterráneas
la blasfemia reclama sus derechos.

Los caballos piafan ya enganchados
y la carroza aguarda…
¿Quién la lleva?
Yo: el blasfemo.
Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.
Éste es el poeta,
tú eres el salmista,
ése es el que llora,
tú eres el que grita…
yo soy el blasfemo.
Yo la llevo. Yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.
¡Arriba! ¡Subid todos!
¡Vamos hacia el infierno!

La aijada tiene su ritmo,
y la tralla, y el frito, y el aullido…
y la blasfemia del cochero.
¡Arre!
¡Músicos, poetas y salmistas;
obispos y guerreros!
Voy a cantar.
Vida mía, vida mía,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Vida mía, vida mía,
tengo un ojo pitañoso
y el otro con ictericia.
Vida mía, vida mía,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Esta es mi copla,
la copla de mi carne,
la copla de mi cuerpo.
Mas si mis ojos están sucios
los vuestros están ciegos.
¡Músicos, poetas y salmistas;
obispos y guerreros!
Voy a cantar otra vez.

El viejo rey de Castilla
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
El viejo rey de Castilla
tiene una pierna leprosa
y la otra sifilítica.
El viejo rey de Castilla
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Esta es la copla de mi tierra,
la copla de mi reino.
Mas si mi reino está podrido
su espíritu es eterno.

¡Músicos, poetas y salmistas;
obispos y guerreros!…
Llevadme de nuevo el compás.
En los cuernos de la mitra
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
En los cuernos de la mitra
hay una plegaria verde
y otra plegaria amarilla.
En los cuernos de la mitra
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Ésta es la copla de mi alma,
de mi alma sin templo
porque la bestia negra
apocalíptica,
lo ha llenado de estiércol.

Tres veces cantó el gallo,
tres veces negó Pedro,
tres veces canto yo:
por mi carne,
por mi patria y por mi templo…
Por todo lo que tuve y ya no tengo…

¡Arre! ¡Arre! ¡Arre!
¡Vamos al infierno!
Tú con el laúd, éste con el salterio,
aquel con la bocina, ése con su lamento,
vosotros con la espada,
y yo, como Don Juan y como Job,
maldiciendo, blasfemando…
cada cual con su instrumento.

Vamos bien,
no hemos errado el sendero.
Conjugad otra vez:
éste es el poeta, tú eres el salmista,
ése es el que llora, tú eres el que grita.
Yo soy el blasfemo…
¿Y el sabio? ¿Donde está el sabio?
¡Eh, tu!
Tú que sabes lo que pesan las piedras
y lo que corre el viento…
¿Cuál es la velocidad de las tinieblas
y la dureza del silencio?
¿No contestas?…
Pues las bridas son mías. Yo la llevo,
yo llevo hoy la carroza, yo la llevo.
Músicos, sabios, poetas y salmistas,
obispos y guerreros…
Dejadme todavía preguntar:
¿Quién ha roto la luna del espejo?
¿Quién ha sido?
¿La piedra de la huelga,
la pistola del gángster,
o el tapón del champaña
que disparó el banquero?
¿Quién ha sido?
¿El canto rodado del poeta,
el reculón del sabio,
o el empujón del necio?
¿Quién ha sido,
la vara del juez, el báculo o el cetro?
¿Quien ha sido?
¿Nadie sabe quién ha sido?
Pues las bridas son mías.
;Adelante! ¡Arre! ¡Arre!…
¡Vamos hacia el infierno!
Ya no hay otro camino.
«¿Llegaremos a tiempo?»
«¿Antes de que amanezca?»
«Desde luego.»
Y para hacer más corta la jornada
ahora cantaremos en coro,
y cantaremos las coplas
del Gran Conserje Pedro.
Yo llevaré la voz cantante
y vosotros el estribillo
con lúgubre ritmo de allegreto.

Copla:
Vino la guerra.
Y para hacer obuses y torpedos
los soldados iban recogiendo
todos los hierros viejos de la ciudad.
Y Pedro, el Gran Conserje Pedro,
le dijo a un soldado:
«Tomad esto…»
Y le dio las llaves del templo.

Estribillo:
Pedro, Pedro…
El Gran Conserje Pedro
que ha vendido las llaves del templo.

Copla:
Pedro… Te dijo el Señor de los Olivos
cuando heriste con tu espada al siervo:
«Mete esa espada en la vaina,
que yo sé a lo que vengo.»
Y la metiste…
con las cajas de caudales en el templo.

Estribillo:
Pedro, Pedro, el Gran Conserje Pedro,
amigo de soldados y banqueros.

Copla:
Y ahora tenemos que ir al cielo
dando un gran rodeo
por el camino del infierno,
cavando un largo túnel en el suelo
y preguntando a las raíces y a los topos,
porqué ya no hay campanas
ni espadañas,
Pedro, y los pájaros…
todos tus pájaros se han muerto.

Estribillo:
¡Pedro, Pedro,
todos tus pájaros se han muerto!

Sin embargo, señores,
yo no soy un escéptico
y hay unas cuantas cosas en que creo.
Por ejemplo, creo en el Sol,
en el Diluvio y en el estiércol;
en la blasfemia,
en las lágrimas y en el infierno;
en la guadaña y en el Viento;
en el lagar,
en la piedra redonda del amolador
y en la piedra redonda del viejo molinero;
y en el hacha que derriba los árboles
y descuartiza los salmos y los versos;
en la locura y en el sueño…
y en el gas de la fiebre también creo,
en ese gas ingrávido,
expansivo y etéreo,
antifilosófico,
antidogmático y antidialéctico
que revienta los globos…
los grandes globos,
los globitos y el cerebro.

Y creo que hay luz en el rito,
luz en el culto y luz en el misterio.
Creo que el agua se hace vino,
y sangre el vino,
sangre de Dios y sangre de mi cuerpo.
Creo que el trigo se hace harina
y carne la harina…,
carne de Dios y carne de mi cuerpo.
Creo que un hombre honrado
cuando nos da su pan
tiene el cuerpo de Cristo entre los dedos.
Éste es mi credo.
Éste es mi viejo credo y pronto será el vuestro.
Ya lo iréis aprendiendo.
Con él entraremos por la puerta norte
y saldremos por el postigo del infierno.
El infierno no es un fin, es un medio…
Nos salvaremos por el fuego.
Y no es un fuego eterno.
Pero es, como las lágrimas,
un elevado precio
que hay que pagarle a Dios,
sin bulas ni descuentos,
para entrar en el reino de la luz,
en el reino de los hombre,
en el reino de los héroes,
en el reino que vosotros
habéis llamado siempre
el reino beatífico del cielo.
¡Vamos allá!
¿Estamos todos?
Hagamos el último recuento:
Éste es el salmista,
el que deshizo el salmo
cuando dijo con ira y sin consejo:
«Tú eres el Dios que venga mis agravios
y sujeta debajo de mí, pueblos.»
Y éste es el poeta luciferino,
el que inventó el poema
esterilizado y antiséptico
y guardó en autoclaves la canción,
puritano, orgulloso y fariseo.
¡Oh, puristas y estetas!
Aún no está limpio vuestro verso
y su última escoria ha de dejarla
en los crisoles del infierno.
Aquí van los artistas sodomitas,
los pintores bizcos
y los poetas inversos.

No lloréis.
Pero no digáis tampoco
que la Luz y el Amor se ven mejor
torciendo la mirada o torciendo el sexo.
Ni llanto ni ufanía. Vamos al gran taller,
a la gran fragua
donde se enderezan los entuertos.
Aquel es el que grita,
el hombre de la furia,
y aquel otro el que llora,
el hombre del lamento.
Allá va el rey leproso y sifilítico,
éste es el sabio tímido,
cargado de tarjetas y de miedo.
Aquí van el juez y el gángster
los dos juntos en el mismo verso.
Éste es el Presidente
demócrata y guerrero
que desnudó la espada en el verano
y debió desnudarla en el invierno.
¡Ay del que se armó tan sólo
para defender su granero,
y no se armó
para defender primero el pan de todos!
¡Ay, del que dice todavía:
nos proponemos conservar lo nuestro!
Allí va el demagogo,
aquél es el banquero,
éstos son los cristianos
-que ahora se llaman los «cristeros»-
Y éste es el hombre de la mitra,
la bestia de dos cuernos,
el que vendió las llaves…
el Gran Conserje Pedro…

¡Aquí van todos!
Y aquí voy yo con ellos.
Aquí voy yo también,
yo, el hombre de la tralla,
el de los ojos sucios… el blasfemo.
Sí. Ahora ya sin hogar y sin reino
sin canción y sin salmo,
sin llaves y sin templo…
yo la llevo,
yo llevo hoy la carroza, yo la llevo.

Se va del salmo al llanto,
del llanto al grito, del grito al veneno…
¡Arre! ¡Arre!
¡Y se gana la luz desde el infierno!

Si te gusta #León_Felipe... Share on X