A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

AMANECE EN MADRID [Mi poema]
Ismael Pérez Pazmiño [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Amanece en Madrid, sueña la luna,
la luces del farol pierden su encanto,
por la calle Mayor se escucha el llanto
de un niño bostezando de su cuna,
del ruido un adelanto.

Despereza Madrid, calles desiertas,
es invierno esta noche y hace frío,
aún bosteza el silencio, desavío,
simulando la calle está sin puertas,
atento está el estío.

Las hojas van rumiando medio muertas
esperando que acuda el barrendero,
les recoja y que lleve al vertedero
y sirva para abono de las huertas,
de algún invernadero.

Los ecos cenicientos ya se apagan,
se van al mismo tiempo que la vida
que empieza a despertar embravecida,
los coches por las calles se propagan
con rabia enfurecida.

La bulla en la ciudad se hace presente
al ritmo que se mezcla con las prisas,
las gente en las tabernas, las sonrisas
saliendo a pasear con su aliciente
y ya sin cortapisas.

Vive el ruido, la juerga y la movida
los trastos de matar y la pasión.
Madrid está en constante excitación,
mas llega ya la noche y desabrida,
de nuevo echa el telón.
©donaciano bueno

Como la vida misma de #Madrid. De la noche al día... Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Ismael Pérez Pazmiño

Juramento

Todo pasa en el mundo, todo dura
lo que dura una flor, un ave, un nido:
todo muere o se pierde entre la obscura
y pavorosa noche del olvido…

Mas, el amor intenso y la ternura
en que por ti, latido tras latido,
arde mi corazón y han convertido
mi vida en una noche de amargura,

no pasarán jamás. Podrán los años
rodar fugaces en veloz carrera
y apagar tus miradas y tus besos

con su soplo mortal… los desengaños
exaltarán mi amor, y cuando muera
¡aún en la tumba te amarán mis huesos!

1

Mi verso es tan sencillo porque de mi alma brota
como brota la sangre de alguna arteria rota
porque mana espontánea de agua cristalina

2

Juramento
(A mi esposa)
Todo pasa en el mundo, todo dura
lo que dura una flor, un ave, un nido;
todo muere o se pierde en la oscura
y pavorosa noche del olvido.

3

Pero el amor inmenso y la ternura
en el que por ti, latido tras latido
arde mi corazón y han convertido
mi vida en una noche de dulzura
no pasarán jamás: podrán los años
rodar fugaces en veloz carrera
y apagar tus miradas y tus besos
Con un soplo mortal; los desengaños
exaltarán mi amor y, cuando muera.
¡aún en la tumba te amarán mis huesos!

4

I II
La muerte es buena y es útil
y llega a veces a tiempo
a poner fin compasiva
al mal que parecía eterno.

Es benigna cuando apaga
con el misterio de un beso
de seda, los ojos mustios
y apagados de un enfermo.

MI VERSO ES TAN SENCILLO

1
Mi verso es tan sencillo porque de mi alma brota
como brota la sangre de alguna arteria rota
porque mana espontánea de agua cristalina

2
Juramento
(A mi esposa)
Todo pasa en el mundo, todo dura
lo que dura una flor, un ave, un nido;
todo muere o se pierde en la oscura
y pavorosa noche del olvido.

3
Pero el amor inmenso y la ternura
en el que por ti, latido tras latido
arde mi corazón y han convertido
mi vida en una noche de dulzura
no pasarán jamás: podrán los años
rodar fugaces en veloz carrera
y apagar tus miradas y tus besos
Con un soplo mortal; los desengaños
exaltarán mi amor y, cuando muera.
¡aún en la tumba te amarán mis huesos!

4
I II
La muerte es buena y es útil
y llega a veces a tiempo
a poner fin compasiva
al mal que parecía eterno.

Es benigna cuando apaga
con el misterio de un beso
de seda, los ojos mustios
y apagados de un enfermo.
(1876-1944, Machala)

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Joaquín Sabina

Pongamos que hablo de Madrid

Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid.

Donde el deseo viaja en ascensores,
un agujero queda para mí,
que me dejo la vida en sus rincones,
pongamos que hablo de Madrid.

Las niñas ya no quieren ser princesas,
y a los niños les da por perseguir
el mar dentro de un vaso de ginebra,
pongamos que hablo de Madrid.

Los pájaros visitan al psiquiatra,
las estrellas se olvidan de salir,
la muerte viaja en ambulancias blancas,
pongamos que hablo de Madrid.

El sol es una estufa de butano,
la vida un metro a punto de partir,
hay una jeringuilla en el lavabo,
pongamos que hablo de Madrid.

Cuando la muerte venga a visitarme,
que me lleven al sur donde nací,
aquí no queda sitio para nadie,
pongamos que hablo de Madrid.

RAÍCES [Mi poema]
Diego Jesús Jiménez [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Raíces tiene el árbol, que es sustento,
y, dicen, yo también tengo raíces,
quizás se hayan fundido con el viento,
-así que haya buscado nunca encuentro-,
o se hayan convertido en meretrices.

Meretriz, lo lamento, es lo que he sido,
vendido a algún postor y sin cimiento,
un pobre desvalido, un esperpento,
el eco resoplando de un silbido
pidiendo siempre a dios su asentimiento.

Que asentir es mejor que disentir
-yo he tenido que ser muy complaciente-
con frecuencia tenerme que mentir
y a opiniones deberme de rendir
dejándome llevar por la corriente.

Corriente. Es lo que soy. Es lo que he sido.
El mismo que nació de una simiente.
Ocurre cuando es uno presumido
pues cree que él vivir se ha merecido
y viene a echar raíces al siguiente.

Y siente que no es cepa ni es vivero
ni es árbol que enriquece y alimenta,
ni es motivo, razón, que su trasero
es aquello que cuida con esmero
lo único al final que trae a cuenta.
©donaciano bueno

#Pero qué nos importan tanto las raíces...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:   Diego Jesús Jiménez

La música serena

La música serena,
más callada, se enciende con la tarde;
sobre la verde vena
del agua, brilla y arde
junto al silencio de armonía plena.

Con ritmo lento huye
por transparentes luces alumbrada.
Oh, claridad que fluye
y en sombras agostada
contempla su pureza y se destruye.

Oficio de verano

A Francisco Fernández

Al borde del estanque se apresura
por derramar un pájaro su idioma;
roza a las flores, sufre con su aroma
la levedad de ser substancia pura.

Inclínase la flor en la amargura
de ser sólo el reflejo al que se asoma;
agua, por fin, que del estanque toma
sólo la soledad de su agua obscura.

En negras transparencias y humedades
por sonidos y sombras dibujadas
brilla fa luz de un pájaro en su vuelo;

luz que en la tarde rompe las verdades
de la flor en el agua reflejadas
al deshacer su imagen y su cielo.
De «Itinerario para naúfragos» 1997

Poética

A Luis García Jambrina

I. Las gotas de rocío…

Las gotas de rocío
caían por los pétalos de la flor del acanto; con ellas resbalaba
la imagen de los cielos. Penetrar el palacio
cerrado de las cosas; contemplarnos a solas
en sus rotos espejos; seguir con la mirada el curso de los astros
en el fondo, infinito, de las aguas de un río.
Vivir el movimiento que habita las palabras,
conocer la apariencia, amar la soledad
de los frutos caídos y que, ahora,
con la luz de la tarde
desvelan el pasado en las ruinas del tiempo.

Las mañanas nevadas congelan con su música el viento del invierno.
Las gotas de rocío
la hierba del jardín. Oyes a tu memoria
las cosas, entregarte palabras encendidas
que la muerte construye. Nunca edificarás
un poema con ellas.
Sólo esperas, vencido,
a que la noche incendie los helados colores de la tarde
con sus llamas de sombra.

II. La niebla que contemplas en los ojos del corzo…

La niebla que contemplas en los ojos del corzo
que acaba de morir; la sangre de la ortiga
que habita los aromas que descienden del monte; la imagen de la alondra,
su trino, blanco y seco, reflejado en la nieve que enciende tu recuerdo;
la fragancia del prado dibujada sin límite.
Has de mezclarlo todo, de tal forma
que cuando el gallo de la amanecida cante
macere con su grito incendiado de luces
tal locura de amor.

Hallarás junto al valle de tu cansado reino
los más frondosos bosques: descabalga y penetra su castillo de sombras.
Junto al foso en que crece el clamor del enebro
se empaña la mirada que presienten tus ojos
y jamás han de ver.
Debes cortar los pétalos, no de la flor
sino de su reflejo, al rubor de la orquídea que habita los arroyos
y obtener la fragancia de la flor de la escarcha
que sueña en el silencio recóndito del bosque.
Has llegado al lugar
donde crecen las flores, mas la flor invisible que en la brisa germina
huirá con tu presencia.
Debes, con todo, construir un altar y encender su perfume; pues su luz es la única
que hará hervir las imágenes que componen el séquito
del filtro que te ofrezco.
Da a respirar sus brumas. Más no sufras si adviertes
que has perdido tu vida; que has cortado
del recinto de sombras que te habitan -sin obtener amor-
sus flores más hermosas. Piensa
que los sueños no ofrecen
mayor utilidad a su belleza efímera.

III. Y le llamas poema…

Y le llamas poema
al placer de la mente de obtener de las cosas
un lenguaje preciso que destruya,
con el fermento de sus signos, las leyes
que edifica la muerte.
Mas al dar forma a tu espíritu, le ofreces
una mayor zozobra a tu existencia.
Y le llamas poema
a cuanto, sin pasión, representa el deseo
sobre los límites de la incertidumbre.

IV. Entornar la mirada…

Entornar la mirada
hasta ver lo impensable, es crear.
De «Itinerario para naúfragos» 1997

Ángel de la oscuridad

Libertad aparente la palabra en el aire;
la espesura del verso,
penumbra iluminada por vocablos oscuros.
Solitarios, los pájaros, recorren
como una sombra más las sombras en el bosque.

La claridad
siempre es distancia; apenas un intento
de llegar a la luz. Ángel perverso
y bello, donde la noche anuncia
su lenguaje habitable.

Nunca hallarás, al otro lado de estas sombras,
vida alguna; luz que te aleje, pájaro de las tinieblas, con sus nombres ambiguos
de las ruinas del tiempo.
De «Itinerario para naúfragos» 1997

Arcángel de ceniza

Homenaje a Federico García Lorca

I.Los lagartos dibujan en el tiempo
su muerte mineral. Hay mastines que sueñan con rocío en los ojos
y que entornan las noches ante el infortunio. No sé por qué
tras las últimas casas de los barrios extremos
imagina uno el mar. La luz es un estanque
que habita la memoria, un estanque con algas y secas humedades
donde los días yacen en sus salas de espera.
Los cementerios de automóviles
atraviesan urgentes madrugadas
de hospitales y de óxidos. Deja la claridad, entre las flores,
un mundo submarino abierto. Sueñan los dormitorios
enfermedades plateadas, y hay un temblor difuso en las paredes
y muñecas sin ojos arrastrando
su universo olvidado. Hay vacíos océanos
y animales pacientes que ahogan el insomnio.
La tortuga invernal, entre la lluvia,
avanza más aprisa que los trenes
que atraviesan los cielos. Nadie
recuerda nada aquí. Todo está aislado en su inseguridad; la luz es un naufragio
de hogueras apagadas. De humo estrellado
son las sombras, y hay navajas que brillan de incertidumbre
como un escalofrío. Hay testigos de espuma en los alrededores
y recodos de horas que no terminan nunca. Hierve la Historia
en una sola página. La ciudad,
a lo lejos, tiene un maduro resplandor
de palacio de invierno.

II. Oigo desde aquí los aljibes, los desagües
desde donde las ratas y los pobres comparten sus negocios
de cartón y de humo; ya los ejecutivos,
con la seguridad de los prestidigitadores,
ascender por el aire; ya los asentadores,
ya los intermediarios de todo cuanto un día en los campos
fue bello; o a los que distribuyen
su mercancía invisible y, poco a poco, adquieren
esa pátina helada de los santos, en los ojos el frío
de los peces que han muerto.
Ved que el robo es defensa
y la piedad mentira; que en estas calles
donde es dolor la Historia y la vida pecado,
por las que se presume
tanto de libertad como de pobreza,
ya no se lucha a muerte. Baja del Guadarrama un viento
de rendición. Entre los árboles
deja la espuma de la noche sus párpados abiertos.

III. La ciudad
brilla como una ola de ceniza sobre la lejanía. Es agosto
y, desde aquí, ves tenderse
el fatigado cuerpo del silencio en las lomas, la quemadura
vegetal de los parques que, a lo lejos, encienden con sus llamas
lentas flores de sombra.

En las afueras
hay un olor portuario
de mercancía muerta; es un muelle la tarde
donde yace la lluvia en apagados trenes; y hay hélices y anclas
de barcos que no existen, y ruidos que se esconden
en las profundidades de las sombras como animales ciegos.
Lo mismo que en los puertos
ves frutos que se pudren como auroras calladas
y restos de periódicos que vuelan, sin razón,
por los aires.

No es el silencio aquí
como el de las murallas o como el de las frondas
de los ríos abiertos. Una edad medieval
discurre en los contornos, sueña en los alrededores de las cosas.
Hay una luz de atardecer entre las fábricas
que dura todo el día. Huele a fatiga ya cartón, a riesgo, a vida peligrosa
en estos barrios donde
no tiene el cielo crédito ni la infancia fortuna.

Abre la calma de la tarde sus puertas
de calor a la noche; y atraviesan
en vuelo errante, como cenizas de la luz, el silencio
los pájaros.

IV. De la noche desciende como un ángel huido de los cielos.
Desciende de sus pétalos grises y de sus manos muertas.
Sueña por los fríos sepulcros de los invernaderos
donde el rocío no existe y está el tiempo callado.

Llega desde la muerte,
desde negros océanos deshabitados, con veloces caballos purísimos y errantes;
sus caballos glaciares cuyo galope eterno pisotea las flores,
las flores que penetran ahogándose en las clínicas, donde
hay un llanto eléctrico por las enfermedades.

Regresa de las lágrimas de los amaneceres, perdida en la marea de sus ojos vacíos
donde eligen los árboles sus insectos dorados y los ricos sus pobres.
Desde sus sienes abrasadas por extraños arcángeles de ceniza y de niebla desciende,
regresa enfurecida a sus más bajos fondos.

¡Oh, altísima ciudad, flor de infortunio, luz disecada entre las páginas
donde llora la Historia arrepentida! ¡Altísimo pecado de cristal y silencio!
Dime que no es verdad la noche, ni la muerte ni el llanto
con los que te disfrazas de papeles y líquidos.

Hay un lóbrego viento de submarinos invisibles y manzanas podridas.
La soledad busca sus cuerpos destrozados por los rincones de los hospitales
donde ascienden heridos por las blancas paredes de sus habitaciones
solitarios difuntos que, de pronto, se nublan
y su duelo consiste en su propio cadáver.

Está en las madrugadas que abandonan los parques,
entre vómitos pálidos y cisternas amargas, donde hay pájaros muertos
y fermenta el sonido de sus viejas heridas
entre algodones y tijeras que han abierto los ojos.
Con su dolor se nutren los poetas; sus versos le traicionan entre las mariposas y las nubes.
¡Ay, dime que no son ciertos tus dioses con gusanos ni tus cuerpos de estiércol!
Dime tú que no existe el pan de cieno que no tiene memoria y has dejado mordido.
Llegas de las afueras y los túneles, de metales cerrados y fábricas en llamas.
Estás en la garganta de las larvas que oxidan a los años.
Dime que no es verdad el día de tus negros espejos
ni tus desheredados con asma interminable, ni el eterno silencio
de los que más humillas: a los que robas cada día, cuando los atardeceres
yacen en los suburbios, y navegan los pobres en barcas naufragadas
tu olvido.
De «Itinerario para naúfragos» 1997

Coro de ánimas

Ved ahí el púlpito
de nuestra gloria, ahí el callado altar, los ciegos
comulgatorios del vicio; la estropeada
sonrisa de los hombres.
Ahí nace
con el humo
y la paz, nuestra humana discordia. Velas
bajo la sombra de un último
cadáver. Un desterrado y solitario coro
de ánimas, baja del techo
o de la cúpula. Se oye su voz aquí, en el sonoro
sepelio de la carne.
Solos,
solos ante el sonido de la muerte; solos
en la alegría, avergonzados
ante la soledad.
¡Padre!, ¡madre!, tú, vosotros,
todos, los inútiles
muertos, los distraídos, que con palabras que nunca
pude entender, me habláis; ¿dónde poneros?; vosotros, los que nunca
me traicionáis, los más amigos, ¿como os conoceré?.

Mi avergonzada soledad
os ama. Así, así, estériles, pálidos, señores
del hastío, sombras lejanas
donde vive el amor, ¡vosotros!, el único deseo
de mi vida, ¿dónde
os puse, qué hice
con tan alto disfraz?, ¿dónde
pude esconderos?
Este
es el oscuro canto
de la elegancia. Os deseo, os deseo, ¡os amo!, seres
de la desgracia y el fracaso;
yo,
que os veo con el duro
silencio de mi vida,
con la fértil caricia
de la esterilidad, ¿cómo
puedo olvidaros?

Oigo las voces, entro
en la clara abadía, piso el refugio
de vuestro convento. Aquí,
sobre las piedras frías de este templo, os hablo. Aquí,
sobre la nieve os beso
con dolor.

¿De qué alta
cartuja, de qué débil
sacristía estáis hechos? Solo,
lo que es cornisa pura
para la sangre, la herencia inútil
de vuestro sosiego, la calma
de vuestra voz, la vacía memoria y el pulso
desgastado. ¿Dónde, dónde
podéis estar?
Si os hice
ver, si os hice
respirar, si estáis tallados
con lo mejor que tuve
y tengo, con lo que nunca
poseí. Si con todo mi amor oscuro
me amáis, decidme: ¡cómo!, ¡cómo
he podido perderos!

De «Coro de ánimas» 1968

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SONETOS ILUSTRADOS [Mi poema]
Carlos Illescas [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Yo he leído SONETOS a montones,
de tipos y pelajes variopintos,
me gustan los que incitan los instintos,
y animan a pecar, a las pasiones.

Que saben despertar las emociones
y crean con sus LETRAS laberintos,
sin pegas, cortapisas ni precintos,
METÁFORAS colgando en sus balcones.

Mejor si se asemejan a ilustrados,
que lleguen al final y que alucinen,
POEMAS muy sensibles y amorosos.

Escritos con primor y adecentados,
que creen ilusiones y germinen
e inviten a dudar si son famosos.
©donaciano bueno

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El reto consistía en incluir en el texto del soneto las palabras que aparecen en mayúsculas.

MI POETA SUGERIDO:  Carlos Illescas

Futuro

Tener un nombre, lo primero.
La mujer. El fusil de dulce carga.
Estrellas caudalosas.
Después, lo que se adquiere con el aire;
el agua con la sed, la geometría, el hambre.
Antes, haber cavado en la ceniza
la madriguera de la brasa,
tatuado en rostros inconclusos
el infortunio, la miseria:
traición del pan de cada día.
Antes, copa del viento la garganta,
haber destrozado el romanticismo,
sus rosas petulantes,
su copa encanecida
mientras ciega el fusil de la esperanza:
la nostalgia del mundo sumergido
en la gota de sueño.
Porque después, escúchame, vendrán
los efímeros leviatanes
rabiosamente hincados
en el cuello del hombre que agoniza:
comerciantes de doble y triple dentadura
mientras nosotros, pueblos
del mundo, terminamos de crecer.

Fraternidad

Tomaré el lápiz más humano. Lápiz
sin crótalos ni luces invisibles,
sólo el color, la forma sin olvido,
la aljaba de los panes milagrosos,
el agua en llama cuantas veces quiera.

El ojo de una sombra, sus vacíos
fielmente retratados en el vano,
el maxilar y la medida, lápiz
de azules golondrinas, paz del alba,
fruto del fruto y ámbar del trabajo.

Camino y pez en paz, fetal dolencia,
el canto en sorbo, el trazo justo, lápiz,
cernida estrella en la mañana, digo,
vivo diciendo lápiz que tu sombra
dibuje el alto cielo de mi patria.

Midas

La maldición fue ésta:
«lo que toques será en oro convertido».
Ni la doliente dalia,
que sigue al día como un perro,
ni la fastuosa hormiga
en el lecho en que yazgo,
han escapado al sortilegio.

Todos perecen.

Muerte

Reunidas las pupilas para siempre,
banquete es el afán y no la espina;
pero tú, devastado
martirio de hoy,
serás la desposada de mañana.

Mujeres

Tibias y poderosas,
salud en los molinos anhelantes;
aspas son, y luciérnagas,
misa del horno y la manzana.

Yo, cartógrafo en sus laúdes,
el mundo me destina
la forma de sus senos,
particulares, hoscos y gentiles.

Pesadilla

¿Acaso puse en los cielos nocturnos
las estrellas rutilantes,
en las aguas la simiente de los peces
y en los bosques la rabia de los árboles,
para que preguntes cómo he podido
incinerar mi corazón entre las urnas?
Hermanos, calcomanías, esteras, lobos,
pestañas, rojos retratos, vasos, postales,
mercaderes, horticultura, grises de humo,
pasos, nivel del alma, tornillos suspirantes,
quietud, incensarios bajo las lámparas.
¿Cómo puedes preguntar, entonces,
si tu corazón -festín de ratas-
yace incinerado y nadie lo redime?

¿Quién ha muerto?

¿Por qué mi alma vuela aún en pos de ti, oh prodigiosa?
¿Por qué al remover mis aguas emerge un brazo ciego,
armado con las armas del día y la profunda tristeza del mundo?
¿Por qué si nada existe ya fuera del círculo de fuego
mi alma aún te busca como sonda en un mar ilimitado?
¿Quién con mano osada levanta las cometas en el cielo
ignorando tus ojos de inocente transparencia donde yacen
el fin y el principio de la noche alarmada por los astros?
¿Quién busca entre tus vetas la pertinacia de los metales
que aduermen viejos ritos de nuestro amor ya sepultado?
¿Cómo y dónde hallar los recentales de cálido mugido,
unidos a tus pies, al otoño que tus pies dejaban
al segar la yerba del buen año y la respiración el mirlo?
¿Quién, entonces, ha muerto, oh prodigiosa, en las riberas
de lagos lúcidos, palomas propensas a desfallecer de ternura?
¿Acaso nuestra frente ha fallecido viviendo aún la tarde,
esplendiendo la aurora sobre la llama de un fantasma hosco?
¿Nuestras manos? ¿Los pies del tullido? ¿La prisa del jinete
que gana todavía la esperanza, en medio la batalla de los años?
¿Quién ha muerto aquí? ¿El lobo o el pastor? ¿Acaso la vigilia
de jardines episódicos, presos bajo el hierro del desengaño?

Recién casada

Las bestias se bebieron la champaña,
de rodillas, todas, con las copas llenas;
de uñas, todas, con los vasos rebosantes.
Tú, amor,
dulce hasta perderte en la inscripción
de este epitafio,
posabas los ojos en mí y sonreías
llorando cada gesto,
como si previeras mi muerte,
mi desesperación,
el adiós de quien te ha perdido.

Soliloquio

Escucha, amor, esta llama doblemente amarga,
su poblada deferencia de tiniebla.
Amados alacranes en tus hombros.

Mírame dormir en tu corpiño,
imagen, sensación de olvido.
Hoy contemplas la camisa que me diste
rota a mordiscos desesperados.
rodillas y hierba.

¿Quién organiza el funeral y muerde
el sollozo del último invitado?

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CREO EN DIOS [Mi poema]
Belkys Arredondo Olivo [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Pues que dios no es tan bueno como dicen,
-yo hace un tiempo que no me chupo el dedo-.
Ya no sirve de nada metan miedo
pues debieran saber los que bendicen
que nunca anduve ciego.

Mas creo en dios, así que alguien lo niegue,
y creo hasta en las vírgenes y santos
y creo en los humildes camposantos
y allí donde la mente nunca llegue
yo encuentro sus encantos.

Creer o no creer, cuestión de afecto,
pensar o no pensar es el dilema,
vivir sin resolver el teorema,
volver con el semblante circunspecto
frecuente al mismo tema.

Saber que el tiempo pasa, está concluso,
en sombras sin apearte de las dudas,
a ratos comportando como Judas
que siente del temor es un recluso
cambiándose de mudas.

La vida es un repaso que se quema,
queriendo, humo, escaparse en un resquicio
termina por llevarte al precipicio
cual fuera las palabras de un poema
expuesto a un maleficio.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Belkys Arredondo Olivo

Lo Torvo

alguien se lava las manos
y cuenta la historia al revés

los que aspiran a salvarla
los de la espalda rota
una y otra vez
la desmadejan
y quitan nudos
con paciencia de rumiantes

País

las autopistas se arropan
con cuerpos de hermanos

por ejemplo, ahora ellas
tienen rayas blancas
que los dividen en dos
un río que grita
y puentes de lluvia

no sólo duele
si sintieras
este gemir del viento
la calle mojada
los golpeteos y los candiles

supieras
de este dudar y no saber
si ese rostro es el mío
llorando entre sus manos

(No insistas)

si-así-es ques-ques
si-así-es ques-ques
si-así-es ques-ques
si-así-es ques-ques

Plenitud

en mí es deseo
acariciar siempre
lo permanecido
su pátina de oro
la música reverdecida
lo curativo de los pájaros

Taxidermia

disecados pájaros
un picudo arrastra a otro inerte
una tiza también azul
traza hacia dentro el dolor

en las cajas, las aves
nos muestran lo que fueron

y una mano ciega
mueve una naranja
de allá a acá

Agujero

el desarraigo
no tiene recuerdos
es
una caja blanca
por dentro
y por fuera.

Quieta

hay un círculo asolado de pájaros
que me dice que el agua es anterior al río
un arabesco que es el camino de tijeras
una caricia de luz con piel de naranja

no sé qué hacer
con tanta belleza
si quedarme junto al árbol
y dejar que me habite

Soliloquio

si la poesía me abandonara
cual polvo soplado por el viento
sería tierra derrotada
me perdería en los espejos

si no fuera una antorcha el poema
caería el cadáver del amor vencido.

De Editorial Kalathos

NADIE QUIERE A LOS HERIDOS

– ¿Estás solo?
– Sí, estoy solo
Un hombre mira un cervatillo echado en la arena.
Un cervatillo de piernas atadas es mirado
por un hombre es postura sacrificial.
Un hombre disfrazado de Mahatma sabe
que ese peso oculta las ataduras.
La imagen de dos, hombre y cervatillo
a metro y medio de distancia sentados en la arena.
Él con las piernas cruzadas.
El otro con las patas atadas ocultas por el peso de su cuerpo.
El depredador sonríe. El cervatillo tiembla.
Los dos no saben.

DESTILAR

una corriente de la boca a los senos
acepta lo posible
el cielo es el tránsito
la calma lo que antes era
desasosiego

separo lo volátil de lo que no lo es
y condenso este amor que derrama
cada una de sus letras.

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EN SILENCIO [Mi poema]
Beatriz Hernanz [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Quédate en silencio. Cierra los oídos,
Solo, tú estás solo. Lo demás no existe.
Si te sientes muerto, si te sientes triste,
mira a tus adentros, palpa sus latidos.

Oye a quien te quiere, piensa en tus amigos,
es mejor te engañes si es que eso te ayuda,
que ese tiempo triste no siempre perdura
puede se presente de peras a higos.

Y un día más tarde, cuando pase el tiempo
quizás de esa etapa puedas acordarte,
con sorna lo mires pudiendo pararte
y ya de la vida te sientas hambriento.

No olvides no hay males que cien años duren,
y así que te envistan de todos se sale,
nada habrá te hiera, que a ti te acorrale
cura las heridas y haz que se suturen.

Que un tren es la vida, al que te subiste,
sin que lo quisieras un día cualquiera
mas ya que estás dentro mete la primera,
arranca con fuerza, resiste y resiste.
©donaciano bueno

#Resistir, una cuestión sine qua non...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Beatriz Hernanz

Absorto el cielo, con suave y torpe fuga…

Absorto el cielo, con suave y torpe fuga,
duerme la calle su sueño de bodegas.
Ballestero de la luz y del abismo,
la sangre de tus guerras no ha secado
acequias de dolor, tedio de esperas.
Y vienes a mi voz, con verde inercia,
-tan leve es tu amor deshabitado-.

Fue una noche de azahar y nacimientos…

A mi hermana Merche

Fue una noche de azahar y nacimientos,
-presagio de espadas y huracanes-.
Demasiado tiempo pasó.
Cansada de cadenas y cráneos de caballos,
dilatas el destino con silenciosos cantos.
Abismal regocijo. Blancuras incurables.
Olvida el mar, con muerte de bolsillo,
hasta que sean legibles tus entrañas.

Inventa la tarde la fiesta convulsa de las sombras…

Inventa la tarde la fiesta convulsa de las sombras.
En los charcos de luz taconea lascivo el tiempo.
Geometría de sol. La calle, incensario de rumores,
-cómplice piel de granito que flagelan tus pisadas-.

La hora es alta y rayada de serenos eslabones.

Te vistes con la desnudez de todos los espejos,
sin más abrigo que un festín de claridades.

Limpia de ligaduras, me arrojo por la escalera de tus ojos.
En mis párpados madura un motín de encrucijadas.

La tristeza se viste del color de los deseos desterrados…

La tristeza se viste del color de los deseos desterrados.
Es el feroz desnudo de aquella casa,
cargada de inviernos, vacía de muertos,
amueblada de infancia.
-Cruel inventario de derrotas soleadas-.

Un hombre solo, pálido de quemadas cercanías,
acuña penas, como monedas o sorpresas,
naufraga en la espesura violeta del olvido.
Por el pecho de un árbol
va el eco absurdo de cenizas sin horario.

Con rencor de escarcha mordió la noche su intruso amor,
callado y libre,
alto como las sienes fatigadas del silencio.

Me habita el mar, con desorden de estrella…

Me habita el mar, con desorden de estrella,
precipitadamente rubia,
y el aire de sus muertos me golpea,
tiritando callada y sorda espuma.

-En los peldaños violetas del cielo,
la noche va cerrando sus ventanas-.

Nada hará la tierra más amarga:

ni el metal desvanecido en su abrazo de invierno,
ni una vegetal, terrible desnudez de luna y sangre

Olvido en los pliegues transparentes de la astucia…

Hay soledad, y amor, y estoy con vida.
F. Brines

Olvido en los pliegues transparentes de la astucia,
oscuras amapolas de silencios, un sigilo de espadas,
su delgada ausencia como un racimo de gaviotas.

Con una ternura sin leyes, su hambre de pan agranda
los cimientos del mar, el maleficio del viento.

Mañana me perderé, vencida de verde olvido.
-Ataúdes sin sueño, mis zapatos heridos de distancia-.

Bebo mudos pétalos de sombra, soltando,
a flor de muerte,
desolados relámpagos de carne en las bridas de la prudencia.

Paredes de luna detienen todos los relojes…

Paredes de luna detienen todos los relojes.
En los bosques más cansados de tus ojos
anidé mi palabra, con inhóspito sigilo.
Pronuncio espejos con las manos delgadas de tristeza.
Es el limo de los verbos y la espuma de la carne,
un sol de sílabas y claveles de bolsillo.
Con duda maestra navegué en silencio por tu ombligo.

Se deshace el mundo y su trampa de almanaques…

Se deshace el mundo y su trampa de almanaques
en tu frente pálida de heladas profecías.
Alargas los parques con tristeza milenaria,
-te vistes tu traje de navajas-.

Como caravanas de espejos, andando voy a cuatro labios
por las veredas más delgadas de tus ojos.
Secas sílabas se agazapan como escamas luminosas:

Hay palabras afiladas que despueblan
un pecho de niño ahogado en silencios.
Soy un astro demente que se mira en la luna risueña de tu piel.

Toma un cuerpo, prisionero del miedo…

Toma un cuerpo, prisionero del miedo,
y arrebátale la soledad, sin límite de lunas.
Devuélvele la confianza al pulso de sus noches,
entablando batalla contra desengaños y adioses.
En la estación de los besos, no habrá ganador.
Ya no sabrá a insomnio de trenes el rayar del alba.

Unas manos que huelen a crepúsculos…

Unas manos que huelen a crepúsculos,
-de nuevo el verde olvido de la noche-,
la oblicua soledad llena canastos ateridos,
la oscuridad de todo gesto y sus meandros,
grietas en las ásperas flores de la duda.

Con sus manos recorría la lluvia y sus acacias,
las angostas colinas de la luz,
crucigramas sin destino en los rumores de su piel.
Con cintura huérfana de frágiles bellezas
abrazó la herrumbre de todos los silencios.

Salteador de eternidades, tus súbitos volcanes
perfilan camino largo en versos y sortilegios,
hasta llegar al alba en las vísceras de la ternura.

Vendrá, vendrá el amor, -seguro laberinto-…

Vendrá, vendrá el amor, -seguro laberinto-.
Descorriendo sombras, jarcias escarlatas,
como julio mil espejos entreabiertos,
-dulces añicos de luz atrapados por la brisa-.

Huele a sol. La calle, cómplice y ensimismada,
nos conduce por los recodos verdes de la dicha.

Azul, demasiado azul en el lento horizonte,
impulso de mar hacia los estambres de la noche.

La calle, sabia; el paso confiado, sutilísimo,
hacia la ribera irresistible del sueño
-celeste llave de luna y de cometa -.

Con vértigo restaurado, pude leer su voz,
cerrado abanico, cercando al insomnio
en la palidez oculta de unos brazos.

El dolor escoge sus ciudades…

El dolor escoge sus ciudades,
el asedio aplaca sus heridas,
el amor persigue sus batallas.

En el feudo de tus manos,
-crisol de cenizas y llantos-,
perdura el olvido y sus cautelas,
languidecen augurios delicados.

Dilapido ausencias, transijo con la nada.
Pájaros lentos ofrecen su cuidado.
Dreno los aljibes oscuros de la sed,
la oblicua noche del regreso,
las imposturas del tiempo,
la quemazón de los retratos.

Te miraré otra vez, en otra noche
de desamparado rasgo.
Se columpia sin prisa la ternura,
me pruebo otra tristeza con la distancia de un presagio.

Nana de agua

Nana, niña, nana.
La nieve envejecida de la plaza.
Amaina el fiel invierno
en la luz cansada de diciembre.
Se duerme tu nombre, niña,
en una ciudad de silencios de agua.

Nana, niña, nana.
el tiempo se disfraza con tu infancia.
Y con calma trágica,
detiene a aquel gato rubio y solo,
domestica tus sonrisas,
deshila los volcanes más huraños.

Nana, niña, nana.
El mar está elocuente en esta noche.
Con su camisa blanca,
canta, aterida, la sirena,
en la raíz de las sombras,
-camelias de sangre y de relámpagos-.

Nana, niña, pena.
Niña, nana, agua.

Treinta pétalos vacíos para tapar el olvido…

Treinta pétalos vacíos para tapar el olvido.
Nos depara tosca nube el insomnio,
solitario infierno que anticipa la memoria.
Habito
en el suburbio amargo de la nada,
en la intimidad del desamparo,
en el cristal de los signos sin infancia.
Es el sonido que alumbra
la incesante tiniebla,
la agonía del agua,
el hábito inasible del miedo.
En las grietas del verbo
se repite la desidia de la espada.
Con prisa inútil
se desangra en música el intolerable infinito.

Un aroma de sangre oceánica…

Un aroma de sangre oceánica,
cereal de los tiempos sin lunas,
emerge como la ley, como la selva,
como la piedra que crece en un vientre
y despierta el futuro de la carne.
Cómo no sucumbir al deseo que perece
inmóvil en la frente suplicante de los ángeles,
cómo no reconocer el llanto vegetal del miedo,
cómo no derrotar al veneno aterido de la muerte.

Adagio

No me acuerdo de las calles, de los primeros fuegos.
Tú me esperabas silencioso y azul como una ofrenda.
Tu mano me retenía tardes enteras,
con la claridad de los pájaros,
recorrías la monotonía de tejados y alamedas.
He reconocido con sorpresa y piedad
el frío sonámbulo de una tregua.
Reconstruyo con extrañeza
tu delgadez de pequeño elfo.
Tengo tierra y sangre hasta mi tranquilidad más recóndita.
Hace tiempo que he renunciado a vaciar mi buzón,
a recorrer los jardines invisibles de tu sexo,
y me cubro de escalofríos desde el principio de los tiempos.

Andante

La noche del eclipse de luna
bebías el cobrizo reflejo de la bruma en la marisma.
Mil incendios palpitan en la penumbra.
Penitencia oculta en una piel de lirio,
albero y negro de silencio.
Cabalgo al ritmo de mi temor,
ruido seco de tambores,
-el tiempo humilla con laureles-.
En los pantanos suaves el barro
cruje como las sienes sin luz de una muchacha.

Lento

Un bosque de cuchillos ciñe un traje de novia.
Es la patria del fuego y la ignominia
que habita en los suburbios calcáreos de la memoria.
Los pájaros siempre son una despedida,
silente y pálida,
como ciertos atardeceres en el mar.
Crece un muro con la lumbre del abandono,
con las palabras del fango,
-tinta de la sangre o de la piedra-.
Las manos viven dentro del espejo,
desatan sin asombros la crueldad del estigma
negro, de mares de furia estéril.
El velo está roto y en silencio.
Los puentes se extienden como tigres
en el ocaso.
Pálidos musgos y pianos enredan un aire antiguo.
En la selva cantan los muslos tristes de una muchacha.

Vivo

Una luna de alfanje corta el valle de Morna.
La húmeda niebla envuelve
el asiento trasero del destino.
Una hoguera de almendros
esclarecía el desamor.
El viento se acerca,
como una presencia
infinita.
La carretera serpea en la distancia,
como los cuerpos olvidados que van a dar al mar.
El fósforo de la tarde se dilata en los campos,
y el mar hace creer en otra vida.
Suenan, a lo lejos,
los tambores de la playa,
una pavana ausente,
el agua desamparada.
Las palabras comen de tu mano,
como gaviotas de fuego,
como úlceras de la madera.
Tañedor de cuerpos,
tu tez se ilumina en la brisa y en la pena,
aldaba de la lluvia.
Pero la isla se cierra, como un amante,
sobre sí misma.
Recordó la noche en que casi perdió la razón.

Otros poemas:

Del mar brota entonces lo desconocido
familiar, el abandono celeste,
la perseverancia del desorden.
Héctor, sediento de éxtasis,
busca
el apóstrofe de la luz,
el desamparo de la certeza,
la seguridad de los cobardes,
el fulgor en los escombros.
El veneno de un puñal,
amante y esperado,
cañamazo de desdichas.
En el principio Perséfone era un árbol
la mujer fue incluso un bosque,
el estupor y el silencio

Por ti todo lo he olvidado,
mi niñez y mi patria.
Bebí tu vino. A tu mesa
me senté.
Con pies de medianoche
recibí los abrazos del viento.
Intriga, astucia, tiempo.
Una marea infinita del mundo
hacía alto el terror de tu éxito.

Inventaré palabras nuevas
Para hablar con tus silencios.

Un enjambre de verbos incide en la dulce luz
Que robo ilesa de tus ojos.

Una infancia llena de oscuros secretos,
De palabras afrutadas,
De verbos ensimismados en el tiempo.
-El miedo también es un camino,
un corredor de sombras
que apura el opio perfumado del olvido-.

Tus uñas obscenas,
Ácidas de noches lentas,
Descienden por mi cuerpo,
Arañan
La transparencia súbita de enero,
Una carne de luna
Alegre en la derrota,
– nunca es para siempre –
Con la complicidad de las fronteras.

Al norte del futuro hay una palabra
Que espera ser escrita,

Tal vez pueda sobrevivir a tanto olvido hacia dentro.

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José de Espronceda

La desesperación 

Me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar,
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar,
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
e inmóvil en el suelo,
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agita
y rayos mil vomita
y muertos por doquier. 

Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer,
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.

La llama de un incendio
que corra devorando
y muertos apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
y oír como chirrea
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despojada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y sólo se vislumbre
la muerte en derredor.

Allá, en sombrío monte,
solar desmantelado,
me place en sumo grado
la luna al reflejar,
moverse las veletas
con áspero chirrido
igual al alarido
que anuncia el expirar.

Me gusta que al Averno
lleven a los mortales
y allí todos los males
les hagan padecer;
les abran las entrañas,
les rasguen los tendones,
rompan los corazones
sin de ayes caso hacer.

Insólita avenida
que inunda fértil vega,
de cumbre en cumbre llega,
y arrasa por doquier;
se lleva los ganados
y las vides sin pausa,
y estragos miles causa,
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Las voces y las risas,
el juego, las botellas,
en torno de las bellas
alegres apurar;
y en sus lascivas bocas,
con voluptuoso halago,
un beso a cada trago
alegres estampar.

Romper después las copas,
los platos, las barajas,
y abiertas las navajas,
buscando el corazón;
oír luego los brindis
mezclados con quejidos
que lanzan los heridos
en llanto y confusión.

Me alegra oír al uno
pedir a voces vino,
mientras que su vecino
se cae en un rincón;
y que otros ya borrachos,
en trino desusado,
cantan al dios vendado
impúdica canción.

Me agradan las queridas
tendidas en los lechos,
sin chales en los pechos
y flojo el cinturón,
mostrando sus encantos,
sin orden el cabello,
al aire el muslo bello…
¡Qué gozo!, ¡qué ilusión!

REPICANDO [Mi poema]
Francisco Hernández Pérez [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Yo voy como las olas repicando
del mar con su arrogancia embravecido,
que tiene el corazón ya resentido
y sigue sin cesar con mazo dando
y a ratos distraído.

Que está esperando el fin en su avispero,
allí donde el vivir ya es cuesta abajo,
sin un resquicio hallar, sin un atajo
en este deambular que es temporero,
cansado del trabajo.

No creo en los fantasmas. Sé que existen
muñecos disfrazados de fantasmas.
De niño me ponían cataplasmas
para evitarlos ver. Sé que se visten
y gozan que te pasmas.

Aquí me escribo a mi, que es mi secreto,
que nadie pueda oírme ni me lea
plantándole a mi mente un parapeto,
lo ignore o se lo salte por respeto
me crea o no me crea.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Francisco Hernández Pérez

A estas palabras menudas…

-A estas palabras menudas se las va a llevar
la trampa, me aseguras.
Y añades en voz baja:
-Ojo con el hoyo hirviente
de las bellas bailarinas tramposas.

Ahora, rojo es el lenguaje…

Ahora, rojo es el lenguaje,
rojo como mi lengua cuando pasa
sobre la flor labiodental del flamboyán.
Ahora, tu cara es roja,
roja como cuando se enfrenta
a la rubicundez arrugada de mi cara.
Ahora, más que nunca,
rojo antojo de tus grandes ojos.

(Sobre una llave de agua, canta un gallo
blanco a punto de enrojecer.)

Desnuda eres como una calle…

Desnuda eres como una calle
subes, te abres, serpeas, te angostas,
doblas, sigues mis pasos y desembocas.

El amor, rodeado casi siempre por un antojo…

El amor, rodeado casi siempre por un antojo
de olvido, avanza resuelto hacia las trampas
creadas para cazar osos con piel de leopardo
y serpientes con plumaje de cóndor.

Y el amor sobrevive a las heridas y ruge,
voladora, la envidia de los venenosos.

En las trampas de los ojos…

En las trampas de los ojos
el paisaje y su escritura verde,
la tierra y su amor calizo,
la luz y sus remolinos amarillos.

El tránsito hacia los escalofríos,
hacia el vestido recto de la noche,
hacia el agua embriagante de la cercanía.

La plenitud de tu flor abierta
en el espejo, de tu cintura encerrada entre mis manos,
de tus labios en el lugar común
de mi nombre completo.

Extraño tu sexo. Piso flores al caminar y extraño tu sexo…

Extraño tu sexo. Piso flores rosadas al caminar y extraño
tu sexo.
En mis labios tu sexo se abre como fruta viva, como voraz
molusco agonizante.
Piso flores negras al caminar y recuerdo el olor de tu sexo,
sus violentas marejadas de aroma, su coralina humedad
entre los carnosos crepúsculos del estío.
Piso flores translúcidas caídas de árboles sin corteza
y extraño tu sexo ciñéndose a mi lengua.

Fantasma

Amo las líneas nebulosas de tu cara,
tu voz que no recuerdo,
tu racimo de aromas olvidados.
Amo tus pasos que a nadie te conducen
y el sótano que pueblas con mi ausencia.
Amo entrañablemente tu carne de fantasma.

Gota

Una gota de anís
resbala por tus muslos
con la indiferencia
de un barco que se aleja.
Suena el color dorado en las orillas del ojo,
del mar del ojo, del mal de ojo.
Sueña una imagen color naranja
con ser, eternamente,
una perseguidora quintaesencia.

Por eso, a las trampas del ojo
me encomiendo.
Y me inflamo, por si llegan a tiempo
las pesadillas del cristalino.

Habla Scardanelli

I
Cómo cantarte, Diótima, sin vino
y con el piano mudo que a señas me congela.
Cómo describir, en su cadencia, tus lentas ceremonias
si no puedo beberte de mi vaso,
si no te me atragantas rumorosa,
si la botella rota no conserva tu ardor
ni los reflejos.
No hay alcohol, amantísima Griega de voz noble,
comparable a tus claras humedades:
las de tus ojos grandes y en destierro,
las de tus frescas lágrimas fingidas,
las de tu vientre ajeno que humea bajo la lluvia.
Cómo cantarte con la garganta seca,
cómo vivir si no puedo beberte devorándote,
cómo sorber tus músculos tirantes
de alta mujer bandera entre los hombres
si ya no estás emparedada en vidrio,
si resulta imposible pulverizar tus huesos.
Brilla perfecto el sol de los nocturnos.
El veneno en silencio merodea.
La quietud con sus fauces me rodea.

II
Cómo nombrarte, Diótima, sin vino en la mar alta.
Se resecan los vocablos innobles,
se agrieta la faringe bajo esta
sobriedad de hachazos,
no soportan tus lóbulos carnosos
mis huecas oraciones caídas del fermento.
Qué soledad más triste la del sobrio.
De la luz amarilla se desprende un tropel
de gnomos enyesados.
Abro la boca para que mis gritos
se adornen con vómitos o maldiciones
y las encías supuran
una dulce canción por la embriaguez perdida.
Cómo nombrarte, Diótima, si no soy el ahogado
amanecido en el centro de tu calma.

La primera mujer que recorrió mi cuerpo…

La primera mujer que recorrió mi cuerpo
tenía labios de maga: labios verdes y azules,
con sabor a fruto silvestre,
con señales indescifrables como la miel o el aire.
Muchas veces incendió mis cabellos con siete granos y
siete aguas, con ensalmos que sonaban a campanillas
de barro, con nubes de copal que se mezclaban al embrión
que recorría mi frente coronada por ramos de albahaca.
Toda la noche ardía la pócima bajo mi cama.
Al día siguiente, un niño nacido después de mellizos
la arrojaba al río, de espaldas, para no ver el sitio
donde caía ni el vuelo repentino de los zopilotes.
Entre tanto, mi madre me contaba
lo que Colmillo Blanco no sabía de la nieve
y el recuerdo del mar era un espejismo bajo la sábanas.

Las gastadas palabras de siempre

Déjame recordarte las gastadas palabras de siempre,
los armarios que encierran la humedad de los puertos
y el sabor a betel que dejas en mis labios
cuando desapareces en el aire.
Déjame tender tu cabello a la sombra
para que la penumbra madure como el día.
Déjame ser una ciudad inmensa, un bote de cerveza
o el fruto desollado ante la espiga.
Déjame recordarte dónde me ahogué de niño
y por qué hace brillar mi sangre la tristeza.
O déjame tirado en la banqueta, cubierto de periódicos,
mientras la nave de los locos zarpa
hacia las islas griegas.

Mariposa

Tu sexo,
una mariposa negra.
Y no hay metáfora:
entró por la ventana
y fue a posarse
entre tus piernas.

Mayo se hizo presente y las nubes entraron…

Mayo se hizo presente y las nubes entraron
a la casa tomando posesión de los floreros.
Te imagino con la cara lavada en una mecedora, puliendo
monedas de oro. El escaso viento palúdico
me trae un olor a camarones vivos, a tehuanas
con frialdad de cerveza en los aretes.
Un perro iluminado por Toledo trata de morder
tus tobillos. Las monedas de oro caen sobre el
mosaico y dan con el canto en el origen de
los ladridos.
Todo se dispersa. Mayo se deja encadenar por el
pintor, y el artista y el mes se van con sus
resplandores a otra parte.
Junio se hace presente con sus altanerías.
Es decir, con sus fechas de muerte, rabia y nacimiento.

Mis manos en tu espalda…

Mis manos en tu espalda
desconocen la artritis
y las sombras de la deformación.

Mis manos, en tus muslos,
no piensan en un río
ni en la inconsciencia de la navegación.

Mis manos, en tus manos,
no extrañan cuello alguno
ni se avergüenzan
de un antojo de trampa,
de una esperanza de mutilación.

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MÁS QUE AMIGOS [Mi poema]
Andrea López Kosak [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Anoche soñé contigo
y vi que me sonreías,
y aún recuerdo me decías
que querías ser mi amigo.
A Dios pongo por testigo,
que aquí yo no me lo invento,
no repitas que fue un cuento
que eso no es digno de ti,
que es mucho lo que sentí
para que lo lleve el viento.

Si me quieres, no me quieres,
si conmigo quieres algo
has de ver si yo lo valgo
si a los otros me prefieres.
Pues que en esto de quereres
no tiene nada que hacer
el dudar, que es menester,
y no valen medias tintas
ni se ayuda con las fintas,
que el amor pueda crecer.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Andrea López Kosak

LIMA

Siempre había parejas jugando al tenis
en las canchas que veíamos desde arriba
por entre alambres electrificados
cuando bajábamos a la playa sin conocernos
mostrándonos cada vez
todo lo que cabía
en ese trecho, entre la puerta del club
donde un cartel
prohibía la entrada con armas de fuego,
y las olas del Pacífico rompiendo
en hilera
trajes de neoprenne colgados
como piel de foca, ella dijo.

Estamos en la edad en la que ya podemos

imaginarnos viejas, por la avenida Camino Real
en taxi, llegando tarde al teatro
estiro la mano al medio del asiento
siento los dedos de Ana sobre mis dedos,
el auto rodea el monumento del Angel Miguel
a la luz de carteles de cines
y centros comerciales, las caras cambian de color
el taxista mira por el retrovisor las manos
apretadas como las de dos nenas con vértigo.

HUANCHACO

Como Alma y Elizabeth corriendo entre las piedras
de una playa en blanco y negro, frías
y hermosas a la vez nos desconocimos
impactadas en el fondo
de la otra que reía, no de contenta,
haciendo ademanes en espejo
las olas dejaban huevos de tiburón
en la orilla: también nosotras fuimos
lejos de lo respirable
gritando vos tu nombre, yo el mío
secándonos bajo el graznido de un ave guanera
de las que no hay en Suecia, observamos.

Una nena llora sobre su tarea

atrás de la cortina que separa
la cocina en la peluquería Lo de Flor.
Flor depila a una extranjera
después de la cachetada
a la nena del otro lado de la cortina
donde una vieja troza maíz para la chicha
otra rumorea avemarías como en trance.
Se tiene hijos nomás pa’ odiarlos
decía la madre de esa película
haciéndole a la hija
un aborto con una percha.

MEDELLÍN

Esos días tiradas en la cama de un apartamento en el Poblado
metiéndonos todo lo que conseguíamos en el aeropuerto
quemando opio en papel de aluminio
mirando por el balcón lluvia y motos de reparto
desconcertando a los porteros
que nos veían de la mano
las pocas veces que salíamos, volvíamos con bolsas de Éxito
aprovechábamos la voluntad que nos quedaba
encerradas en el sexto
tomando jugos con ron.

BUENOS AIRES

Me quedé ciega en la pista de Amerika.
Bailaba con un mejicano
que había rebotado mi amigo
antes de irse con uno que le hizo la billetera.
Este es el final, pensé, a oscuras
mi destino. En la enfermería
tomé un poco de Sprite.
Las voces alrededor decían crisis
hipoglucémica y mi cerebro revelaba
ante el sonido de la esdrújula
una mancha luminosa.
Lo primero que vi fue a uno de seguridad.
Me filmaba como parte
de la no sé qué reglamentaria,
la enfermera preguntaba
cuánto tiempo había pasado
desde el último sólido ingerido.
Salí sola, en el kiosco de enfrente
compré un Guaymallén de fruta.
Después, viajando en el 129 pensé en vos
por un papel que encontré en el bolsillo:
ahí me di cuenta que había perdido las llaves.
Y que iba a tener que llamarte
de madrugada, como esa vez
que me era imposible sacar el pie de la bota.

Decís que hoy huelo a swetercito de Shetland sin estrenar.

A tienda donde las empleadas
embolsan y desembolsan
sin parar, por orden del dueño judío.
Las tardes atrás del mostrador de Océano
sin saber cómo pararte
mirando a través de la vidriera la vereda de Lavalle,
con la compañera evangélica que dice:
Dios va a perdonarte aunque no creas,
y de fondo ruido de bolsas
para que en el local se vea movimiento,
vos creyendo hay que dejar de gastar el sueldo en merca
venderles ropa a las putas del privado de Junín
donde te enamoraste de Elizabeth, la jujeña
a la que una noche le corregiste la media
con esmalte incoloro.

CATAMARCA

Ayudame con el glande, dice Ana,
es lo que menos me acuerdo.
Está sentada en la cama de la habitación 129
haciendo pijitas de crealina
para portasahumerios.
La ventana da a un patio que lleno de colillas.
La familiaridad de los otros nos excluye.
Es sábado
y anuncian por megáfono
la llegada de un circo a la ciudad.

TAGANGA

Esta es la escena, dijo.
La luz era perfecta.
Como si nos hubiésemos extraído
una a la otra las vértebras
nos transformamos en una masa blanda.
Y había en el fondo verde de la ventana
unas ramas que parecieron graciosas.
Y había de fondo otra cosa.
La implícita caducidad que da la gracia.
Nos incluye al todo en tono de tragedia personal.

CARTAGENA

Una cruz con la uña sobre la picadura.
Práctica que asegura el fin de la picazón.
El loro repite un silbido
en el árbol de un patio a mitad de manzana.
Cuelgan medias negras
de un alambre en la terraza
atrás de los tanques, la bahía
se desgarra entre un avión y un barco.
La chica rubia de la Colombo Alemana
se lleva las medias antes de la tormenta.
Un mosquito zumba alrededor del móvil
que sobre nuestra cama dice Good Luck
y ahora siento como una señal de desastre.

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FAIRE DES CHATEAUX EN ESPAGNE [Mi poema]
Luis Hernández [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Hace un tiempo rompí con mis caprichos,
al cabo y al final no son más que eso,
se insertan sin llamar dentro en tu seso
queriéndote incordiar, vulgares bichos,
y dártela con queso.

Los vicios creadores son de antojos,
que emulan al placer, que no resiste,
obviando el ir de frente, sí al despiste,
haciendo un lado aparte a los congojos
que obligan a estar triste.

Caprichos, sé que existen, que hay caprichos,
mas todos son distintos, desiguales,
presionan al común de los mortales
e invitan a esos tipos susodichos
a miel de sus panales.

Los caprichos nos dicen son pecados
y si estos son pequeños, pecadillos,
cual niños que fumando van pitillos
pues han sido por padres mal criados,
de arena esos castillos.
©donaciano bueno

#La vida sin caprichos no es ná Share on X

Comentario: Faire des châteaux en Espagne (hacer castillos en España) es una expresión frecuentemente utilizada en algunos países de habla francófona para identificar los más ambiciosos antojos.

MI POETA SUGERIDO:  Luis Hernández

Los laureles

Los laureles
Se emplean
En los poetas
Y en los tallarines

Qué es aquella flor

Qué es aquella flor
Que llevas
Pueda ser una flor
De lejanos días

Y te hablará de mí

Y tal vez te dijera

Shelley Alvarez estaba sentimental. Tal raro estado le
sobrevenía tan solo algunas veces. Quizás fuera verdad lo
que dice el valse:

Los afectos son leyes que gobiernan y mandan.

Porque cuando Shelley estaba sentimental llegaba aun a
aquel demoledor llamado recuerdo.

Qué es aquella flor que llevas
Pueda ser una flor,
Ya marchita de lejanos días

Y el afecto lo perturbaba estilísticamente. Una tarde, debido
al sentimiento, olvidó un bemol y recordó alguna tristeza:
pero el Preludio ganó algo: así debió soñarlo Federico
Chopin en Palma de Mallorca: Qué es aquella flor que
llevas.

A un suicida en una piscina

No mueras más
Oye una sinfonía para banda
Volverás a amarte cuando escuches
Diez trombones
Con su añil claridad
Entre la noche
No mueras
Entreteje con su añil claridad
No mueras
Por lo que Dios más ame
Sal de las aguas
Sécate
Contémplate en el espejo
En el cual te ahogabas
Quédate en el tercer planeta
Tan solo conocido
Por tener unos seres bellísimos
Que emiten sonidos en el cuello
Esa unión entre el cuerpo
Y los ensueños
Y con sus máquinas ingenuas
Que se llevan a los labios
O acarician con las manos
Arte purísimo
Llamado música
No mueras más
Con su añil claridad

Soy Luisito Hernández

Soy Luisito Hernández
Ex campeón
De peso welter
Y le dijeron:
Cuántas veces
Hemos de perdonar
Y el contesto
Setenta veces
Siete. Y como
Voy herido
Por la espalda
Sé hacia dónde
Voy. Y mi corazón
Sigue eligiéndote
Y un césped
Suave que crece
Al borde de la mar
Donde el Tiempo
Es fácil y vivir
Es de vidrio
El les contestó
Setenta veces
Siete. Y sobre
Las Colinas
Donde es tan claro
El tiempo
Y breve como
La Estación y
El contestó
Setenta veces
Siete. Hay sobre
El grass
El aire y las praderas
Contenido
Por las Colinas
Y él les contestó
Setenta veces
Siete.

Abel

Abel, Abel, qué hiciste de tu hermano,
Di, qué hiciste,
Con el tallo de tu cuerpo siempre pito
Las sandalias lustradas y tus veintes.

No mirabas las ubres de las vacas
Ni el coloquio escondido de tus perros,
Sólo el humo de tu ofrenda que ascendía
Como ascienden las moscas hacia el cielo.

Sin embargo
Yo he visto a tu hermano y lo conozco
Persiguiendo la cólera entre vainas
Entre campos de trigo
Con los sucios vapores de su llanto
Reposando en la tierra

Como pronos cadáveres sin deudos
Dime entonces qué hiciste
Hoy que yace tu hermano tan al este.
Tú que nunca pensaste que para otro
Era duro de roer el Paraíso

Browning, Robert

Dime Robert
Qué es más propio;
La grama
El césped
El grass
La extensa pradera
De hierba
Sordello; un loco señor
Me habló de Sordello;
Ezra Pound

Y otro de tus jardines;
Jiménez de Moguer

Byron, Lord

«A Jorge Noel Gordon Lord Byron»

Qué te diré; sinvergüenza
Compañero, yo también
Oculté mi tristeza
Y qué, sabemos
Cómo te plagio, Lord,
Como no sea quizá
Que hemos nacido
Para el morir
Eso que llaman muerte
¿La venceremos, Byron?
Yo creo que mejor
Bebemos por la Poesía.

Cantos de Pisac

Canto primero

Digamos que eres un muchacho,
Acaso el que tallara
La sortija del durazno,
Pensemos que ella fue creciendo en tu dedo
Hasta hacerse lejana como un astro.

Digamos que eres un muchacho
Que juega en una nave de piedra
Al abordaje.
Pensemos que atrapaste tu vejez
Con unos garfios,
Inútilmente.

Inútilmente dibujaste sobre tu cuerpo
Al vagabundo cruel
De las islas aladas:
Sin deseo, sin prisa, sin belleza,
Eres solo en la noche del espacio.

Canto segundo

¡Un río. Melodía, dios, un río!
El espacio en el cauce de lo alado,
Sordo monstruo tallado por Estío
Entre un triste frescor
Oh, ignorado,
Tan eterno tu Otoño en la caída!
Como garra rapaz: sí enredadera,
Flama amada del tiempo, desvaída
Por la turbia carcancha, tan certera.

Dios oculto en un vientre de roca:
Destrozado, muda espina lanzada
Por la noche fugaz sobre los cantos.

Agotada en sí misma es honda roca
Cegadora de grutas arrancadas
Por las fieras llameantes de amarantos.

Canto tercero

Astronauta,
A mil millas del mundo que los hombres crearan
Para nunca conducir,
Algo conoces de esta tierra
Y algo olvidas,
Algo conoces de las aguas,
Y relatas solitario a tus espacios:
En Atlántida, cuando se hunde océano
Brillan oxidadas las máscaras de los esclavos.
Piensa ahora que te anudas a las tardes
Con el limo en los ojos.
Piensa, con un niño en el pómulo celeste:
A la vuelta está el viento,
El paisaje deleznable de las nieves.
No temas nunca el mar
Que también tiembla.
No juzgues la carrera del Sol
Coronado por los zorros.
Suelta tus manos en los vuelos ajados del alambre:
En la última esquina del tiempo,
Mendigando en retorno, condenado,
Hallarás las mil fases de lo eterno.

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UNA MOTA INSIGNIFICANTE [Mi poema]
José Luis Quesada [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Dentro de poco se dirá que fuiste,
-el pasado es un algo que se acaba-,
que evita naufragar y no resiste.
Se sabe a ciencia cierta que no huiste
pues viste como el agua ya achicaba.

Y es que todo se esfuma, nada queda,
que el tiempo va arrasando los vestigios
cual hojas arrastrando en la alameda.
Que de aquel deambular por la vereda
sólo quedan los fuegos de artificios.

¿Pues qué le importa al mar falte una gota?
Si ella ha de seguir presente y viva.
Ni se echará de menos si está rota
y aún menos si se seca o es que se agota
o va nadando incierta a la deriva.

Que fuiste nada más, sólo una mota,
del árbol genealógico la foto
que dentro de unos años será ignota.
Una historia, otra más, aun más idiota
la de un tipo que apenas fue un escroto.
donaciano bueno

#Si dicen que digan, no? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  José Luis Quesada

El cuarto

Me gusta este cuarto porque nada contiene
diferente de mí.
Podría ser mejor, pero así lo hice;
durante años lo forjé como un rostro
para mirarme en él.
Amor, no perfección, encontraréis aquí.
Las cosas que lo habitan
poseen la confianza de la naturaleza.
No son muchas o pocas, existen solamente.
Austeridad y paz me ganaron también,
quizás para que no me distraiga
del resplandor de mis sentidos:
los sentidos en selva de objetos
se fruncen y se nublan.
El uso es la humanidad de las cosas.
Por el uso se vuelven una segunda piel.
Lo que se colecciona por vanidad
o se junta en exceso
vida no tiene, yace muerto,
como perla en el puño del avaro.
La mañana del cuarto debe ser clara,
con los objetos necesarios,
a modo de que no se interpongan
entre el sol y nosotros.

La Cofia de Circe

Era tan bella
que no te hubieras atrevido a amarla
Apollinaire

Una muchacha me trajo al mundo
precedida por un vuelo dulzón de abejas
que permitían hacer el amor a la sombra.
Nunca estuve tan lejos de la sed.
La sabiduría del amor reside en esto:
plantar un buen paisaje en la ventana.
Hecha para la dulzura de una cuadro,
la edénica pareja se besaba,
más que amar se besaba.
La serpiente llegó con su dialéctica
y resultó que había contradicción de clase
y que éramos distintos como sabían todos:
libros leídos con los mismos ojos,
poemas escritos con las mismas manos
habían consumado nuestras máscaras.
Fue así como marché por la calle del fondo
con un frío
que más que nunca la necesita.
Y ahora vienen las acusaciones
de los que no conocen la delicia
de ese árbol de pereza.
“Necio”, dirán, “se enamoró
de una mujer a veces deslumbrante
que lucía mejor en un salón de té
repetido hasta el vértigo
que en el apartamento de un poeta
donde a todo olor se mezcla la duda
y el agua es rancia”.
Y dirán todavía: “Vanidoso.
Haces escándalo porque no tienes
a todas las muchachas de tu parte,
o mejor dicho aquellas
que ha dotado la burguesía de una espaciosa esgrima.
Ahora lloras con la herida abierta,
cuando debías desbrozar tus filos”.
Tenéis razón, camaradas. Ya no permitiré
que otra de ésas abuse. Pero dejad que me reserve
algo para mí, una pequeña justificación lírica:
Tenía unas nalgas tan bellas
que no te hubieras atrevido a odiarlas.

El Fuego

La poesía, león azulado,
sale a cazar estrellas.

El cielo duerme, cubierto de cadenas,
cierra los ojos para morir.

Las estrellas no aluzan el lindero,
por donde el leñador regresaba al hogar.

El lago ya no ofrece el alimento de los astros,
la chispeante leche del firmamento.

¿Dónde está aquel antiguo deslumbramiento?
¿No hay fuego ya en el pecho de los hombres?

Homenaje a Paul Eluard

Paul Eluard cómo te recuerdo
dejado de la mano de tu mujer
en un México aterrador para ti
las tormentas los tormentos Paul Eluard
y tú avanzando con la espalda arqueada
en la forma infinita
que tienen los poetas cuando están tristes
bonjour tristesse decía bonjour tristesse
porque todas las mañanas la tristeza estaba junto al lavabo

París se adivinaba tras los vidrios oscuros
como las gafas de la policía
pero había que levantarse y afrontar el espejo
la torpeza del pie ante lo inmediato
los cobardes y las ratas huían despavoridos
para salvarse para salvarse
ah las heridas Paul Eluard
las grandes heridas que dan los besos recordados
y el insomnio el demonio
la traición ensañándose en lo mejor de nuestra fe
y el asco y el amor que se sienten por el amor
y el sufrimiento que nos hace compasivos y ardientes
el poeta conserva la esperanza
cuando otros la abandonan o trafican con ella
es irreal mi soledad decías
pero el milagro es cierto Paul Eluard.

La memoria posible

Esto acaba de un golpe:
te llevarán a un cuarto húmedo
sin retrete
te obligarán a dormir sobre tus excrementos
entonces oirás mi voz
oirás que te llamo
se harán presentes todos tus recuerdos
pero no escuches los lamentos
de los endebles asesinados
que aún ahora no tienen lugar fijo
y extrae del espanto de esos días
toda la cólera posible:
no olvides que desafiaste a la policía
porque no quieres ser guardián del orden público
de eso se trata y ya estuviste preso
en esta y en otras prisiones del país
y en las cuarterías donde se pudrió tu niñez
tu vida ha sido una prisión sin límites
has caminado muchas noches
y no llegaste nunca de una pared a otra
sabes lo que vendrá
la fórmula es sencilla:
te matarán esta misma noche
o te pondrán en libertad tiempo después
conociendo las cosas
hablemos de la broma mortal
que les gastarás al salir
lo otro no necesita comentario.

Preguntas a causa de la poesía

Siento pesar por los que no aman la poesía.
De verdad, ¿no la necesitan?
Si se sientan y ven la noche
y una estrella robusta,
¿no quisieran grita cosas prohibidas,
penadas por la ley como un estupro?
Y si entran ganas de gritar a todos
Si echan de menos algo aquí se queda,
de verdad, ¿no querrían
un lápiz y papel para hacer garabatos?
Yo no sé adónde van los que no la conocen.
Cómo comen su pan cuando está duro,
cómo limpian sus manos y su frente.
En este tiempo duro, este tiempo de guerra,
¿no quieren esta flor, esta hermosa culata de fusil?

Buenos días a todos

La sala es grande, oscura. Mi hermano y yo estamos
Sentados en unas sillitas repintadas de oro.
Los mayores salen a la calle aún bajo relámpagos;
pueden meter el pie en los charcos, aunque lo eviten
con cuidado. Nosotros no: los tigres acechan a los
pequeños para desmenuzar sus huesos de colores; el
viento puede hacer girar el cuerpo de un niño y
arrojarlo sobre los pinchos de una verja de acero.
Quietos, como se hace a nuestra edad, imaginamos a
La lluvia perrear por las callejuelas. Pero aquí hay una
voz apenas distinta de los rumores matinales : es
mamé que navega.
La oscuridad está llena de insectos y hierbas
Susurrantes. Pero ella –que no repara en los objetos
más visibles- avanza con dificultad, como si bajo su
hombro cediera al fin el brazo transcurrido.

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DANDO VOLTERETAS [Mi poema]
Sara de Ibáñez [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Soñé que yo era eterno, que nunca me moría,
-los sueños, ya se sabe, son como las veletas-,
que van a su albedrío, van dado volteretas,
chocaba contra el viento mientras me descosía,
mandando a hacer puñetas.

Un rato imaginando que estaba ya en el cielo
pues todo era bonito, todo resplandeciente,
mas un mal pensamiento me vino de repente
lo que hizo despertara, poner pies en el suelo,
a estar cuerpo presente.

Fue así como pasaba de musas al teatro
casi sin darme cuenta, tamaño laberinto.
Ocurre si estás beodo, harto de vino tinto,
no puedes entender que dos y dos son cuatro
que igual nunca es distinto.

Hay gentes que se pasan la vida en una inopia
y nunca se despiertan del sueño y del letargo,
que brillan sin luz propia, pasando un trago amargo
que lloran y lamentan su escasa cornucopia
sujetos de su embargo.
©donaciano bueno

Ay, qué sería de nosotros sin los #sueños! Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Sara de Ibáñez

Liras

V
Voy a llorar sin prisa.
voy a llorar hasta olvidar el llanto
y lograr la sonrisa
sin cerrazón de espanto
que traspase mis huesos y mi canto.

Por el árbol inerme
que un corazón de pájaro calienta
y sin gemido duerme,
yal gran silencio enfrenta
sin esta altiva lengua cenicienta.
Por el cordero leve
de la pezuña tierna y belfo rosa;
por su vibrante nieve
que la tiniebla acosa
y al final de un relámpago reposa.
Por la hormiga azorada
que un bosque de cien hojas aprisiona;
por su pequeña nada
que al misterio no encona
y que la enorme muerte no perdona.
Por la nube que alcanza
los umbrales de un lirio sin semilla.
Lengua de la mudanza
sin éxtasis ni orilla,
que no sabe morirse de rodillas.
Por la hierba y el astro.
¿C6mo miden tus ojos, Dios oscuro?
Por el más leve rastro
de sombra contra el muro,
mi llanto ha abierto su cristal maduro.

No puedo cerrar mis puertas…

No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas:
he de salir al camino
donde el mundo gira y clama,
he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.

He de salir a mirar
cómo crece y se derrama
sobre el planeta encogido
la desatinada raza
que quiebra su fuente y luego
llora la ausencia del agua.

He de salir a esperar
el turbión de las palabras
que sobre la tierra cruza
y en flor los cantos arrasa,
he de salir a escuchar
el fuego entre nieve y zarza.

No puedo cerrar las puertas
ni clausurar las ventanas,
el laúd en las rodillas
y de esfinges rodeada,
puliendo azules respuestas
a sus preguntas en llamas.

Mucha sangre está corriendo
de las heridas cerradas,
mucha sangre está corriendo
por el ayer y el mañana,
y un gran ruido de torrente
viene a golpear en el alba.

Salgo al camino y escucho,
salgo a ver la luz turbada;
un cruel resuello de ahogado
sobre las bocas estalla,
y contra el cielo impasible
se pierde en nubes de escarcha.

Ni en el fondo de la noche
se detiene la ola amarga,
llena de niños que suben
con la sonrisa cortada,
ni en el fondo de la noche
queda una paloma en calma.

No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas.
A mi diestra mano el sueño
mueve una iracunda espada
y echa rodando a mis pies
una rosa mutilada.

Tengo los brazos caídos
convicta de sombra y nada;
un olvidado perfume
muerde mis manos extrañas,
pero no puedo cerrar
las puertas y las ventanas,
y he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.

Pasión y muerte de la luz

VIII
Mi entraña mereció, panal mestizo,
la incorruptible ley de tu voluta.
En cada nervio de clavel o fruta
un embozado arroyo de granizo.

La abeja por mi sangre se deshizo.
Vi las raíces de tu isla enjuta,
y el atisbo tenaz de la cicuta
mezcló a tu piel su aroma fronterizo.

Tiendo la mano para recogerla
y el lento cáliz de una llaga fría
estanca el iris de tu simple perla.

Me ciño a su enlutada melodía
quemándome sin fin por retenerla
en el doble rumor de mi agonía.

X
El verano se agota en el racimo.
Ni avena, ni cigarra, ni amapola.
Ni el alga haciendo venas en la ola,
ni las tímidas ranas en el limo.

Ni la corteza que hasta el llanto oprimo
entre la tierna muchedumbre, sola,
hecha de sangre y labios la aureola
donde me corroboro y me lastimo.

Ni la centella que la liebre rubia
mueve entre los primores del rocío,
ni la humilde fragancia de la alubia.

Ni el caballo de sal que adiestra el río;
ni la múltiple espada de la lluvia,
dirán tu arisca huella, idioma frío.

Quisiera abrir mis venas bajo los durazneros…

Quisiera abrir mis venas bajo los durazneros,
en aquel distraído verano de mi boca.
Quisiera abrir mis venas para buscar tus rastros,
lenta rueda comida por agrias amapolas.

Yo te ignoraba fina colmena vigilante.
Río de mariposas naciendo en mi cintura.
Y apartaba las yemas, el temblor de los álamos,
y el viento que venía con máscara de uvas.

Yo no quise borrarme cuando no te miraba
pero me sostenías, fresca mano de olivo.
Estrella navegante no pude ver tu borda
pero me atravesaste como a un mar distraído.

Ahora te descubro, tan herido extranjero,
paraíso cortado, esfera de mi sangre.
Una hierba de hierro me atraviesa la cara…
Sólo ahora mis ojos desheredados se abren.

Ahora que no puedo derruir tu frontera
debajo de mi frente, detrás de mis palabras.
Tocar mi vieja sombra poblada de azahares,
mi ciego corazón perdido en la manzana…

Soliloquios del soldado

II
Quisiera abrir mis venas bajos los durazneros,
en aquel distraído verano de mi boca.
Quisiera abrir mis venas para buscar tus rastros,
lenta rueda comida por agrias amapolas.

Yo te ignoraba fina colmena vigilante.
Río de mariposas naciendo en mi cintura.
Y apartaba las yemas, el temblor de los álamos,
y el viento que venía con máscara de uvas.

Yo no quise borrarme cuando no te miraba
pero me sostenías, fresca mano de olivo.
Estrella navegante no pude ver tu borda
pero me atravesaste como a un mar distraído.

Ahora te descubro, tan herido extranjero,
paraíso cortado, esfera de mi sangre.
Una hierba de hierro me atraviesa la cara…
Sólo ahora mis ojos desheredados se abren.

Ahora que no puedo derruir tu frontera
debajo de mi frente, detrás de mis palabras.
Tocar mi vieja sombra poblada de azahares,
mi ciego corazón perdido en la manzana.

Ahora estoy despierto. Nacen al fin mis ojos
pisados por el humo, agujereando arañas,
duros estratos de algas con muertos veladores
que sin cesar devoran sus raicillas heladas.

Y te cruzo despierto, fiero túnel de ortigas,
remolino de espadas, vómito de la muerte.
Voy asido a las crines de un caballo espinoso
que vuela con ciudades quemadas en el vientre.

Voy despierto, despierto y obediente a mis manos,
con un río de pólvora cuajado en el aliento,
ahora que estoy solo y enemigo del aire,
seco, desarraigado, desnudo, combatiendo.

Trino y uno

II
Después de tantos mares donde se deshojaron
en otoños de espuma los leves rostros muertos
y fueron como sombras de incendiados marfiles
a plegarse en el fondo de dormidos espejos,
aquel sol de violetas y oro decapitado
que invadió sordamente la raíz de tu pecho
y trepó hasta tus ojos con moradas espinas,
y hasta tu voz con ácidos aguijones de hielo.

Y aquel canto bruñido por las lluvias del polen
se llenó de nocturnas mariposas sin sueño,
y el viento que jugaba por los altos vitrales
y entre los mirtos tuvo su casa de gorjeos,
resquebrajó el crestado recinto de tu audacia
y fue huracán golpeando tus árboles desiertos.

Mientras se despeñaban los altivos jardines
en un rescoldo amargo de melodiosos ecos,
en las duras florestas las tórtolas morían
ahogadas por un aire de serafines negros,
y cerraban sus párpados los olorosos claves
sellados para siempre por ruiseñores ciegos,
a orillas de la fiesta en que el centauro abría
como un rosario vivo su galope en tu verso,
entre escorias de cisnes y escrituras del frío,
sobre las tenebrosas arenas del desvelo
tú solo, tú en la isla, con las manos desnudas,
sitiada por la noche tu garganta de fuego.

Tú, esperando mi sombra

Ahora que oyes tu sangre
me has oído.
Ahora que te has quedado dueño del universo,
la más desamparada criatura del tiempo.

Ahora que te has quedado
solo y solo.
En este instante puro para mirar la muerte
puede mi sombra amiga reconquistar tu frente.

¿Has buscado en el agua
mi sonrisa?
¿Te has inclinado a veces para tocar la tierra
donde el musgo defiende las flores más pequeñas?

¿Has mirado la nube
sin descanso ?
¿Has tomado del viento las semillas secretas?
¿Has tocado las locas manos de la tormenta?

¿No me has reconocido?
Óyeme ahora:
mira en tu soledad una abeja dormida,
que elabora en el sueño su miel sin alegría.

Tú, has vuelto

Dame la mano ángel
sin heridas.
Piedra, dame tu esquivo corazón sin arrugas.
Nube, dame tu rostro de repentina fruta.

Hermanos, sostenedme
la alegría.
Temo que la ceniza me invada de repente.
Voy a caer sin sangre, van a volar mis sienes.

Pasas una larga rosa
por mis hombros.
Un mar adolescente me riza los cabellos.
Mis pies tocan apenas las cúpulas del viento.

Hermanos, rodeadme
porque temo
que mis ojos se alejen como trompos de niebla
o que sobre mi pecho se derrame la tierra.

Ángel sin duelo, dame
tu sonrisa.
Corroboradme hermanos para que yo no encuentre
sino andando a través de sus ojos a la muerte.

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ME DICEN LOS QUE SABEN [Mi poema]
Goya Gutiérrez [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

 

Me dicen los que saben de la vida
que a veces es tan corta, que no es serio
fingir que la llegada al cementerio
pudiera retrasarse en la partida.

Que el tiempo en este mundo es tan escaso
que nadie en divagar perder debiera,
haciendo en cada instante una quimera
así que al fin la misma sea un fracaso.

Me dicen los que saben, que murieron,
no crean que volvieron, no estoy loco,
y aun menos soy adicto, me coloco,
lo sé porque he leído, lo escribieron.

Pues todos en esencia coinciden
y nadie que esto escucha le hace caso
presumo se precisa de un repaso
haciendo las ideas no se oxiden.

Mas sé que aunque se insista, estoy seguro,
por más que el ser humano persistiera,
no habrá nadie que eleve esa barrera
o que haga a su cerebro más maduro.

Que en tanto haya deseos y obsesiones
no habrá un dios que nos saque de este engaño.
Somos mansos borregos de un rebaño,
viviendo en este parque de atracciones.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Goya Gutiérrez

Tiempo cero

a Mercè

Un pájaro metálico
Devora la distancia,
Pero sabes que estás lejos
Cuando miras las sonrisas
Blancas, sin ironía
De su noche.

Allí, donde la bruma
Desdibuja los perfiles,
Y la montaña se alza
Amamantando el cielo.
Allí, en la raíces inalterables
Del baobab
Reflejado en sus ojos
Encuentran su refugio:
Máscaras danzarinas
Que espantan
La carrera de otros tiempos.

Allí quizás regresas tú
Disfrazada de viajera,
De incansable consumidor
De instantes.
Del libro «De mares y espumas» Barcelona 2001

El cantar de los amantes:

Homenaje a la poeta y al
poeta suicidas.

«Y ahora soy
espuma de trigo, resplandor de mares»
Sylvia Plath

Espuma espuma

Tragarse el mar respirar agua azul
limpiar con su sal los pulmones enfermos
de ese alquitrán del tedio que atrapa a algunos
seres que se escriben y pactan con la muerte
y has de estar en el mismo saliente
de piedra en la misma grieta
del cristal para comprenderlo

pero dejan su estela enrojecida
sólo para los otros
para muchas de ellas de ellos no hay tragedia
sólo hay ese deseo de cortar la última
hebra
salir de la jaula del mundo
sólo el pulso final el instante febril
de desenmascararla de mirarle a los ojos

sólo querer ser un mar silente
las olas
cercenando las púas de la angustia
entregando la raíz de la voz
a la gruta de las palabras
sólo ser píldora enrocada del reposo
disolver la conciencia
inundar la memoria ser nada

espuma espuma
Del libro «El cantar de las amantes» Barcelona, 2006

La flor del hibisco

IV. Ahora que la luz permite reencontrar
Los silencios que en el grito hibernaban,
Ahora que la lluvia crece irreversible
Bajo el resplandor del trigo y sus espigas
No quiero
Que el tiempo en que dudé de mí
Y de tu existencia
Trace sus redes de telaraña inhóspita

V. Pero, sin el certificado de amar,
Sin bendición ni hipoteca que obligue,
He mezclado mi sangre con tu sangre.
Mi saliva a través de tus labios
Se entrega como espuma
De ola a las arenas. Tierra y carne
Preñadas del olor a magnolia
Y del color del ámbar. Las lenguas,
En aquel hechizarse, olvidan
Los recuerdos de sombras de aves negras
Que traspasan el aire y llegan
Hasta el rayo fatal,
Con cuya claridad abrasa
El espectro más ínfimo.

VIII. En la habitación contigua
Ella escucha a la muerte.
El sonido del agua que baja
Desde el cuarto de baño
Hacia la alcantarilla
Es su helado mensaje:

Disuélvete en la nada,
Acabará la lucha,
Ellos quieren que arranques
La baldosa que guarda tu secreto,
Y despeñada desde el acantilado
Te absorberán las olas.

Pero la vida que aún la estira
En buen agrimensor la ha convertido,
E inspecciona el terreno
Y no halla en sí la kulpa, ni el kastillo,
Y mide, con mano temblorosa
La frialdad del agua…
De pronto

El timbre alborotado del teléfono,
El trajinar cotidiano de unos pasos
Y aquella voz amada
Regalo diario: flor de hibisco,
Que le recuerda el nombre enrojecido
De ese medicamento
Y juntos

La reintegran al mundo de los vivos.

X. Como flor de heliotropo
Queriendo absorber toda la luz,
Me siento yo de ti avariciosa,
Y tengo a veces miedo
Si no de dividirnos,
Sí, de que un azar ingrato
O un accidente absurdo,
-Aquél a quien llaman el destino-
Imponga la tiranía ciega,
Y sus celdas oscuras
De aislamiento.

Por eso enciendo velas
En toda nuestra casa,
Acaricio el color de las maderas
Y viajo a través de nuestros cuadros
Esperando a que llegues,
Sentada en un viejo balancín,
Y lleno todos los huecos y rincones
De blanca sal marina.

XIII. No hay amor sin su sombra y su dolor…

Eros siempre es un niño
Que se nutre de amnesia.

No hay amor sin su sombra y su dolor
Lo sé.
Y también sé que el mar borra las huellas
De las horas clavándose en la arena
Y los ojos llenándose de azul,
Que a veces miran glaucos y poblados
De niebla
Las espumas, desde otoñales playas.

Por eso,
Cuando desvanecidas las estrellas
Que alumbraron estos primeros pasos
Del amor,
Quedemos solitarios una noche
De Octubre
Bajo débiles luces de neón….

Aun sabiendo
Que el tiempo seguirá con sus estragos
¡Cómo quisiera envejecer contigo
Y en los rescoldos del invierno amarnos!

XIV. Y cuando hagan acopio las cenizas
Y amanezcan los primeros fríos:

Juntos indagaremos otras fuentes,
Nuevas formas de amar y de ternura,
Juntos rescribiremos estos versos
Con la sabia mesura de quien llega
De ese viaje del tiempo y la memoria.

Juntos avivaremos con caricias
Los recuerdos
De aquellos días que en ciernes entramos
En la selva por explorar de nuestras
Vidas.

XV. Y cuando de los ojos de la memoria
Se aleje la flor de los almendros
Y las ramas colmadas de los cerezos:

Sin ninguna inocencia
Quisiera que la bondad triunfara,
Poder reconocerla en la mirada
De las fotografías que guardemos,
Y una pequeña sombra de misterio,
Como cuando la abuela me contaba
Historias
De endiabladas y hechiceras al calor
Del fuego,
En los tiempos que las flores sucumben
Tras el rocío, a las fuertes heladas
De un invierno.
Del libro «El cantar de las amantes» Barcelona, 2006

Dar vida cantar su muerte

Tú sabes que no es fácil
que vuelvan a brotar esos gladiolos
Decir que en otro orden la luna el mar existen
Que grullas cenicientas transporten en su pico
la tormenta que sus sílabas puedan
relampaguear en tu poema

No es fácil que no te tiemble el pulso
ante el recuerdo de tantos amasijos de hierro
enmudecidos o de quien rehaciéndolos
quiso darles su voz sobre los campos
de pétalos cruzados en tallos de agonía

Que después de la noche cavada
ya ninguna palabra pueda ser pronunciada
ni escrita con su traje indigente
Y el peso de su color raído
Ha minado las capas muchos de sus tejidos:
belleza vaciada
en un negro agujero de polilla
¿Pero acaso no es ésta
la artífice de esa perforación?

Las palabras son panes que se amasan de nuevo
con esa levadura del día
Para mostrar las cosas los seres sus carencias
de mí a tu otro tacto
Transformándolas al calor que las dore
Y las haga olvidar en su corteza formada
los rumores los gestos todas las manos
que tú sabes en su interior habitan
Para poder vivir:

Dar vida cantar su muerte

De parada y destino imprevisible

Hay trenes como flechas traspasando mi ensueño
Oigo en la lejanía su aullido dilatado en el aire
en medio de la noche
Y todos sus vagones semejan componentes
de esa vieja manada de los antiguos lobos
Atravesando el furor de los hombres
Viajando así en su huida
hacia estepas que quieran albergarlos

Son trenes que no paran ni detienen su curso
en nuestras estaciones de paso cotidianas
Temen perder el rumbo y la velocidad
de su galope al ritmo de una brújula
dirigiendo sus pies fijando su destino
Veo el rumor de su despedida expandirse
Alejarse de la inmediatez de este silencio
de sonido vacío
como el foso que vela ésa tu otra existencia

Hay trenes alados que circundan mi calle
Aves de vuelo gris amaneciendo
que esperan arrancar como ayer
la noche de tus ojos
Su graznido ya no parece huir
Ves cómo se detiene y se aposenta
en raíles de un hierro
que si escuchas en él oirás aún las grietas
y el sabor residual de viajes oxidados

Sobre ellos ha crecido este ofidio
de nuestras cercanías
que pretende engullir tantas manos y pies
ovillados aún bajo su manta en sus asientos:
Hacia el aire expoliado de alas de la gran urbe
Hacia el nido gigante donde reina
un grito más duro y compacto que la roca:
cemento armado gris llenando la calvicie del día
al olvidar la oscuridad que acoge resonancias

De voces y de espacios
O raíles uniendo los fragmentos de túneles
que en mi insomnio estacionan
para que te alces al vagón de otro vuelo

De parada y destino imprevisibles

En el regreso

XVII
Un día quisiera fondear mi nave
y acercarme a nado
como el ladrón que ha olvidado su oficio
Cuando los párpados apretados
retienen las imágenes de los ensueños
Cuando la noche abre sus oscuros brazos
de un silencio apacible

No desearía desviar
los hilos invisibles que el destino
pueda haber trazado sobre el aire
de mi región de origen

Un día quisiera pintar de destiempo
mi barca su obra muerta-viva
Llegar antes de amanecer para escalar
hasta la torre-mirador-buhardilla
Ahondar en las raíces que han crecido
detrás de tu mirada
hasta hacer brotar lo que hay oculto:

En el paisaje de yemas anuladas por las grúas
En la roja traición del tumor en cadena
En el hedor prensil que sirve de alimento
a los dedos que también nos señalan y expulsan
En los rostros carcomidos por el ácido
En la necia posesión que tiraniza
una belleza que hubiera sido
Como una gran compañía redonda
Como las uvas jugosas del tiempo
que aun vacías retienen su dulzura

Y qué daría yo por hallar ese prodigio
que apresar no se deja
Su lecho ilimitado de cristal
sin que nada de ella huya
No temer ya al viento desabrido del invierno
Y tendiéndome en la delicia de la hierba
o sobre las crestas alisadas de alta mar
reconocer lo permanente en esos ojos:

Su duda al elevarse
Como otra forma de saber otro orden
que es seda y es metal y vidrio opalescente
Configurados
por el múltiple rostro de las palabras:
Las mismas que te piensan y alimentan tu pulso
Las que atraviesan cada noche mis sueños
Las que interrogan a quien habita en ellos
Las que rescatan de zonas abisales fósiles
como perlas no ajenas al cuerpo que las forja
Las que dibujan bordados de la idea
de mi pensamiento
en hebras sobre la piel de tu poema
Las que me enseñan los secretos de sus metales
en tu mano junto al fuego en su fragua

Con ellas me he atrevido a jugar esta partida
Azarosa escalera de figuras
con poder de arcanos
Guardianas de una llave antiquísima
capaz de abrir el muro de todo lo certero
que lleva en sí la muerte

Sin ellas qué mineral qué ruinas qué arrecifes
En qué grietas de espejos confundirse
En qué bordes de mil acantilados
abismarse hacia qué esferas penetrar
Su música y cómo renunciar
a pronunciar sus nombres como espadas
de gladiolos de fuego floreciendo
del cristal de las aguas

La nada sin su canto sin su collar de perlas
sin su estela de piélago sin su sal en tu lengua
Llovedme de palabras inundad mis cabellos
Dejadla de alfarera junto a su vidrio hacer
de esta ambigua existencia de lo ebrio: ánforas
que prensen en su vientre los espacios
de otras páginas su respirar
de ojos y de labios
licuados en tu esencia como una creación
de lo que aún desconozco
Como un néctar un silencio nutrido
de rosas-calcinadas y de cenizas-bálsamo
Estremeciendo curando de la fiebre
que exhala su sudor en los espejos
vacíos del poema

Quiero palabras poliédricas de antídoto
inmunizando al alma
de esa vasta anorexia que crece en sus fisuras
Del exceso que se encostra en las máscaras
acumulando el tedio

Dejadla hacer palabras que transformen
en distintas verdades la mentira
Antes que la luz hiera mi incertidumbre
y vele su materia
Antes que emerja su inapelable imagen
y quede desvelada
Antes de regresar de este rincón opaco
de tu laboratorio
Antes que la fugacidad abra su puerta

Antes que nos invada su niebla inexorable

Escribiendo lo que huye

Tengo un rostro lacerado por arrugas secas.
Margarite Duras

El amante de rasgos afilados
y manos de marfil
tiene una cueva en el pecho
atravesada por hielos milenarios

El amante de la China del Norte
sostiene siglos en los hombros
a cambio de un oro viejo
que hunde también sus manos
en lo obsceno
Semejante a la miseria
de los que nada poseen

Leo los brazos de los tilos abriéndose
Cubriendo el verdepálido
de la noche Indochina
Reconozco a la niña de piel blanca
resucitada de millares de muertes
Dolor de desterrada
más anciana que el tiempo
Sabia como el oído y el ojo
que hacia dentro atesoran
filtrando un elixir:

(latido universal)
Con que una mano pueda los metales fundidos
al calor desnombrar

Escribiendo lo que huye

De «Hacia lo abierto» Barcelona, 2011

Con todos sus ojos ve la criatura lo abierto.
Porque cerca de la muerte uno ya no ve la muerte
y mira hacia fuera fijamente, tal vez con amplia mirada de animal.
Rainier Maria Rilke

Tierra o existencia 1ª parte

De su revelación (Fragmento)

I
Ojalá sabiéndome vivir pudiera
Abrir mi corazón como granada
Reintegrar a la tierra al agua al aire al fuego
esa semilla que a ti y a mí nos fue otorgada
y al espacio del continuo fluir pertenece

No temer a la muerte sí a los dioses
impuestos y palpables
Pensar que de nosotros se alzará una energía
consecuencia final de todo lo vivido
que podrá o no enlazar sus manos:

al finito eslabón
sin principio ni fin del Universo

II
¿Por qué sufres entonces
tiñendo de veneno tus latidos?

Por qué nunca aprendemos
a no sentir el peso de nuestra exigüidad
Quizás es que en el fondo nos sabemos
tan leves como plumas
subyugadas a la fuerza del viento

Y cubriendo con guantes nuestras manos
vamos echando lastre
de todo lo celeste y lo terreno
que atrae al interior del horno inmenso
nuestro cuerpo y espíritu imanados
Hacia el mundo candente y mineral:

licuar transformador universal
de los metales

IX
Y tú poeta intentando avanzar
por las espesas arenas del desierto
nómada develándote en éxodo continuo
hacia la sed de hacerse fuente y de brotar
mujer hombre persona

Árbol diseminado por algún espejismo:
silente observador que a nuestro errar asiste

Él como tú permanece
mientras una retina los absorba
y aquel pliegue de las ramas internas guarde
esa leve hendidura de alguno de ambos pasos
o un fulgor entreabriendo una palabra tuya

Ni él ni tú pueden salvar a nadie
ni esperar salvación:

aunque las manos de sus brazos secos
parece que quisieran rasgar el firmamento

Agua o sueño 2ª parte

Invitación al viaje (Fragmento)

III
Se ha levantado el día con su sol
Su luz es la muralla el límite
de algo paradisíaco surgido y eclipsado
por los lomos antiguos sin ninguna inscripción
En esos anaqueles de la gran Biblioteca
de ensueños de la noche

La luz nos ha expulsado y nos regresa
a ambos rostros de carne
Un reflejo ha encendido el fulgor
de un relámpago en alguna caverna
de nuestro delicado corazón
Y al instante se ha ahogado
en un inmenso mar de claridad
Nuestra contemplación comprometida
amable hace anodinos nuestros rasgos
Quizás jamás volveremos a estar
tan cerca frente a frente
Nos cubrimos con el habitual velo de lo extraño
sin saber lo que fue
Sabiendo lo que podría haber llegado a ser
El ritmo se aminora se agudiza el silbato
Te apearás después de que nuestras miradas
quisieran con sus pequeños rayos develar
y hacer suya
esa sustancia ambigua fugitiva inabarcable
que alguien nos dio a beber desde lo oculto

Aire o despertar 3ª parte

Que nadie intenta poseer (Fragmento)

V
El éxito consiste en ese sigiloso oteo
zafándose acechando
El éxito es la destreza del guepardo
La articulada esbeltez de los rayos sus músculos
La certeza del salto que cree en su valía
por fin sobre la presa

Pero tampoco la justicia existe
en la Naturaleza
Y como en el mundo de los humanos
en la cima más alta
los cien ojos observan
el diligente trabajo silenciado
por un vuelo de negros alerones

Ocupación del aire hacia la tierra
a favor de otra pluma de otro estómago
Majestuosas alas guardianas de la esfera
de nuevo han descendido
hasta las mismas vísceras

VI
Nunca antes había visto un azul
jaspeado de blancas y grises gaviotas
como aquél asomado al Atlántico

Un azul como un ancho silencio
Atracado en el puerto
Encarnado en los rostros marcados
cuyas miradas dicen que nada han de esperar
viendo llegar las barcas
Ahora todos convergen en el sabor intenso
de la sal en el aire
– el viejo deseo de un pasado-
Flota libre el frescor de la sangre
como savia y ceniza en lento vuelo
la vejez de la sabiduría

La ganancia quizás de estar
desaprendiendo ya la muerte
esa quietud abandonada
perdurable
en la memoria de la palabra
a la que todo arriba
que nadie intenta poseer

Fuego e inicio 4ª parte

Quizá nuestro adentro esté ya afuera (Fragmento)

I
Quizá en su principio fue la oscuridad
en el silencio de un color
sin nombre

La oquedad absorbiendo
Un gran vientre pletórico
que al quebrar sus confines
dilatando se abrió

Y fue un gran estallido
el que hizo surgir
del último estertor: la llama
Un grito desgarrado: la vida

Desde dentro hacia afuera
Desde fuera hacia adentro
De «Hacia lo abierto» Barcelona, 2011

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RUIDOS Y MÁS RUIDOS [Mi poema]
Ida Vitale [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Me levanto, preparo el desayuno,
mientras me hago el café pongo la radio,
arranco una hoja nueva al calendario,
de nuevo un escenario inoportuno,
otro hecho funerario.

Desgrano las noticias como vienen,
a muchas las desecho, no asimilo,
me niego ya a tirar aún más del hilo,
las más a la bondad nunca se avienen
y quedo muy intranquilo.

Se dice y se comenta, cataclismos,
miseria, muertes, destrucción y guerras
políticos nefastos, vidas perras,
actos de latrocinios y cinismos,
malditas estas tierras.

Quisiera una vez más no levantarme
o ser ciego y quedarme sin oídos,
estar al margen ya de esos maullidos,
cogerme con mis mantas y arroparme,
huir de tantos ruidos.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Ida Vitale

SE ELIGE

Diezmada, desangrada,
cortada en tantas partes
como sueños,
quiero,
no obstante,
ésta y no otra manera
de estar viva;
ésta y no otra manera de morir;
este sobresalto
y no más la habitual
duermevela.
Como una sombra de uno mismo
o como incendiado fósforo violento.
No hay otra alternativa,
ni más signo de identificación.
No otra muerte.
No mayor vida.

Aclimatación

Primero te retraes,
te agostas,
pierdes alma en lo seco,
en lo que no comprendes,
intentas llegar al agua de la vida,
alumbrar una membrana mínima,
una hoja pequeña.
No soñar flores.
El aire te sofoca.
Sientes la arena
reinar en la mañana,
morir lo verde,
subir árido oro.

Pero, aún sin ella saberlo,
desde algún borde
una voz compadece, te moja
breve, dichosamente,
como cuando rozas
una rama de pino baja
ya concluida la lluvia.
De «Parvo Reino» 1984

Agosto, Santa Rosa

Una lluvia de un día puede no acabar nunca,
puede en gotas,
en hojas de amarilla tristeza
irnos cambiando el cielo todo, el aire,
en torva inundación la luz,
triste, en silencio y negra,
como un mirlo mojado.
Deshecha piel, deshecho cuerpo de agua
destrozándose en torre y pararrayos,
me sobreviene, se me viene sobre
mi altura tantas veces,
mojándome, mugiendo, compartiendo
mi ropa y mis zapatos,
también mi sola lágrima tan salida de madre.
Miro la tarde de hora en hora,
miro de buscarle la cara
con tierna proposición de acento,
miro de perderle pavor,
pero me da la espalda puesta ya a anochecer.
Miro todo tan malo, tan acérrimo y hosco.
¡Qué fácil desalmarse,
ser con muy buenos modos de piedra,
quedar sola, gritando como un árbol,
por cada rama temporal,
muriéndome de agosto!

Cultura del palimpsesto

Todo aquí es palimpsesto,
pasión del palimpsesto:

a la deriva,
borrar lo poco hecho,
empezar de la nada,
afirmar la deriva,
mirarse entre la nada acrecentada,
velar lo venenoso,
matar lo saludable,
escribir delirantes historias para náufragos.

Cuidado:
no se pierde sin castigo el pasado,
no se pisa en el aire.
De «Nuevas arenas I» 2002

De un fulgor a otro

Quizás no se deba ir más lejos.
Aventurarse quizás apenas sea
desventurarse más,
alejarse un atroz infinito
del sueño al que accedemos
para irisar la vida,
como el juego de luces que encendía,
en la infancia,
el prisma de cristal,
el lago de tristeza, ciertas islas.
Sí, entre biseles citados los colores,
un fulgor anidaba sobre otro
-seda y deslumbramiento
el margen del espejo-
y aquello también era un espectro,
sabido, exacto. Centelleos ajenos
en un mundo apagado.
Como un canto sin un cuerpo visible,
un reflejo del sol creaba
una cascada un río una floresta
entre paredes áridas.
Sí, no vayamos más lejos,
quedemos junto al pájaro humilde
que tiene nido entre la buganvilia
y de cerca vigila.
Más allá sé que empieza lo sórdido,
la codicia, el estrago.
De «Nuevas arenas II» 2002

Estar solo

Un desventurado estar solo,
un venturoso al borde de uno mismo.
¿Qué menos? ¿Qué más sufres?
¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,
sólo tacto sutil, color y rosa,
sin ardua espina?
De «Palabra dada» 1953

Exilios

...tras tanto acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.

Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los Vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.

La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.

Se disuelve, tan solo.
De «De procura de lo imposible» 1998

Gatos

Como tras los mullidos ves tres gatos
a su trisagio erótico ceñidos,
saltar por los tejados, aguerridos
como otros d ‘ Artagnan, Porthos y Athos,

pasas a depender, no de insensatos
pensamientos ajenos repetidos
ni de tu larga deuda de descuidos
sino del paso de estos gatos gratos.

El primero te quita de lo humano
sin llevarte por eso a lo divino;
el segundo te anima la sonrisa;

con el tercero, piensas, de la mano,
más cabal, de la cola del felino:
¿a qué, no siendo humanos, tanta prisa?
De «Reducción del infinito» 2002

Gotas

¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
De «Reducción del infinito» 2002

Justicia

Duerme el aldeano en un colchón de heno.
El pescador de esponjas descansa
sobre su mullidísima cosecha.
¿dormirás tú, en lenta flotación,
sobre pael escrito?
De «Parvo Reino» 1984

La palabra infinito

La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo.

¿Es más que su sabor el gusto de la vida ?
De «De procura de lo imposible» 1998

Llamada viva

Ponerse al margen
asistir a un pan
cantar un himno

menoscabarse en vano
abrogar voluntades
refrendar cataclismos

acompañar la soledad
no negarse a las quimeras
remansarse en el tomado

ir de lo ceñido a lo vasto
desde lo opaco a la centella
de comisión al sueño libre

ofrecerse a lo parco del día
si morir una hora tras otra
volver a comenzar cada noche

volar de lo distinto a lo idéntico
admirar miradores y sótanos
infligirse penarse concernirse

estar en busca de alma diferida
preparar un milagro entre la sombra
y llamar vida a lo que sabe a muerte.
De «Reducción del infinito» 2002

Los compases heredados

A Adolfo Nigro

No te amargues el mar,
acompásate con la hora que,
involuntario y cruel, nadie trasmuta;
ríete de los antológicos traspiés
del mínimo común nominador,
de todo el trafalgar
en que un traidor se anega.
Prémiate con recordar que siempre
huiste de él como de un eufonium.
De «Reducción del infinito» 2002

Mariposa, poema

En el aire estaba
impreciso, tenue, el poema.
Imprecisa también
llegó la mariposa nocturna,
ni hermosa ni agorera,
a perderse entre biombos de papeles.
La deshilada, débil cinta de palabras
se disipó con ella.
¿Volverán ambas?
Quizás, en un momento de la noche,
cuando ya no quiera escribir
algo más agorero acaso
que esa escondida mariposa
que evita la luz,
como las Dichas.
De «De procura de lo imposible» 1998

Mes de mayo

Escribo, escribo, escribo
y no conduzco a nada, a nadie.
Las palabras se espantan de mí
como palomas, sordamente crepitan,
arraigan en su terrón oscuro,
se prevalecen con escrúpulo fino
del innegable escándalo:
por sobre la imprecisa escrita sombra
me importa mas amarte.
De «Oidor andante» 1972

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JUGANDO A SER POETA [Mi poema]
Margarita Hickey [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

De niño yo jugaba a ser poeta
haciendo con palabras malabares,
después ya comprendí, lloviendo a mares,
anduve entre la mar en bicicleta
de sueños a millares.

Sentí que el desencuentro de las prisas
te lleva con frecuencia al precipicio,
haciendo a la razón un maleficio,
torciéndole el cimiento a las premisas
y así perdiendo el juicio.

Y así comienza el fin, vienen las dudas,
y fui saliendo a flote de algún foso,
a veces simulando ser mimoso,
palabras fluorescentes y otras mudas,
o haciéndome el gracioso.

Y aun hoy que ando perdido entre las grietas
de aquella que entendí que era mi casa,
lo poco que me ocurre desengrasa
y mando hasta el averno a hacer puñetas,
pues finjo y no me abrasa.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Margarita Hickey

Al oído

Déjame penetrar por este oído,
camino de mi bien el más derecho,
y, en el rincón más hondo de tu pecho,
deja que labre mi amoroso nido.

Feliz eternamente y escondido,
viviré de ocuparlo, y satisfecho…
¡De tantos mundos como Dios ha hecho,
este espacio no más a Dios le pido!

Ya no codicio fama dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de tantos codiciada…

Quiero cifrar mi fama en tu memoria;
quiero encontrar mi aplauso en tu mirada;
y en tus brazos de amor toda mi gloria.

De bienes destituidas…

De bienes destituidas,
víctimas del pundonor,
censuradas con amor,
y sin él desatendidas;
sin cariño pretendidas,
por apetito buscadas,
conseguidas, ultrajadas;
sin aplausos la virtud,
sin lauros la juventud,
y en la vejez despreciadas.

Definiendo el amor y sus contrariedades

Borrasca disfrazada en la bonanza,
engañoso deleite de un sentido,
dulzura amarga, daño apetecido,
alterada quietud, vana esperanza.

Desapacible paz, desconfianza,
desazonado gozo, mal sufrido,
esclava libertad, triunfo abatido,
simulada traición, fácil mudanza.

Perenne manantial de sentimientos;
efímera aprehensión que experimenta
dolorosas delicias y escarmientos.

Azarosa fortuna; cruel, violenta
zozobra; sinsabor, desabrimientos,
risa en la playa y en el mar tormenta.

Que el verdadero sabio, donde quiera…

Que el verdadero sabio, donde quiera
que la verdad y la razón encuentre,
allí sabe tomarla, y la aprovecha
sin nimio detenerse en quién la ofrece.

Porque ignorar no puede, si es que sae,
que el alma, como espíritu, carece de sexo.
Pues cada día, instantes y momentos,
vemos aventajarse las mujeres
en las artes y ciencias a los hombres,
si con aplicación su estudio emprenden.

Romance

Aprended, flores, de mí,
lo que va de ayer a hoy…;
de amor extremo ayer fui,
leve afecto hoy aún no soy.
Ayer, de amor poseída
y de su aliento inflamada,
en los ardores vivía:
del fuego me alimentaba.
Y, a pesar de la violencia
con que sus voraces lamas
cuanto se opone a su furia
arden, consumen y abrasan,
como pábilo encendido,
cual cantada salamandra,
solamente hallaba vida
entre sus ardientes ascuas,
y hoy, en tan tibios ardores
yace o desfallece el alma,
que el frío carbón apenas
da señas de que fue brasa.
Ayer, los fieros volcanes
de amor no solo halagaban
el pecho, sino que amante
fuera de ellos no se hallaba;
y, sin ellos, decadente
y exánime, desmayaba
y moría, y parecía
como el pez fuera del agua.
Y hoy, no solo, temeroso
y pavoroso, se espanta
de la más leve centella
que en el aire corre, vaga,
sino que el horror y miedo
que a la luz la fiera brava
tiene imitando, a cualquiera
resplandor vuelve la cara.
Ayer, por poco, el incendio
en que amante me abrasaba
vuelve en pavesas el mundo
todo, y en humo le exhala;
y en una hoguera la hermosa
máquina del transformada,
por poco vuela en cenizas
de mi ardor comunicadas.
Y hoy, apenas de que ha habido
lumbre dan señas escasas
tibios rescoldos: ¡tan muertas
yacen ya, y tan apagadas!

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Manuel Altolaguirre

ABANDONO –

¡Qué dulce dolor de ancla
en el corazón sentías!
Tu corazón reteniendo,
duro coral, mi partida.

Ahogada en amor, tu amor
como un mar me sostenía.
Altos vientos me empujaron
solitario a la deriva.

Si mi nave se fue lejos
más profunda quedó hundida
tu dura rama de sangre,
rota el ancla de mi vida.

Solo, entre las grises nubes
que mis sienes acarician,
sin ti voy por entre nieblas
recordando tu agonía.

¿DE QUÉ SIRVE EL RECUERDO? [Mi poema]
Óscar Hahn [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

¿De qué sirve el recuerdo a la memoria
si no puede cambiarse y no se vende?
¿Qué importa hacer inciso en una historia
a lomos de una soga en la que pende?

Tumbarme y observar, eso es lo mío
mirando al huracán que todo arrasa
en este panorama arduo y sombrío
ardiendo achicharrado en una brasa.

Seguir acomodado junto al río
mirando ensimismado la corriente
con ojos de una nébula inocente.

Poniéndome a soñar a mi albedrío
tomando con humor la vida a guasa
ausente en cuanto a mí me sobrepasa.
©donaciano bueno

#Mejor sería que pudiéramos olvidar todo, no? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Óscar Hahn

Cafiche de la muerte

Cómo carne de cóndores hirvientes
o de tordos quemados como cresta
del rojo al negro se cambió la fiesta
y en silencio se fueron los clientes.
Se nos vació no más todo el prostíbulo
se vaciaron las camas y los bares
y todas las que estábamos de a pares
sollozamos de a una en el vestíbulo.
Por el pasillo viene la señora
siempre tan maternal siempre a la hora
con su taza de té y un trago fuerte.
Para qué te moriste desgraciado.
Mira mi pobre cuarto desolado
tipo traidor: cafiche de la muerte.

Canis familiaris

Llegará. Siempre llega. Siempre llega puntual
el sin cesar ladrido del perro funerario.

Entra por la ventana y repleta tu cuerpo
con puntiagudos ruidos.

Es una larga máquina de escribir, con cabezas
de perro como teclas. No te deja dormir

el tecleo canino de ese perro canalla.
El sin cesar ladrido del perro funerario

llegará. Siempre llega. Siempre llega puntual.

Ciudad en llamas

Entrando en la ciudad por alta mar
la grande bestia vi: su rojo ser
Entré por alta luz por alto amor
entréme y encontréme padecer
Un sol al rojo blanco en mi interior
crecía y no crecía sin cesar
y el alma con las hordas del calor
templóse y contemplóse crepitar
Ardiendo el más secreto alrededor
mi cuerpo en llamas vivas vi flotar
y en medio del silencio y del dolor
hundióse y confundióse con la sal:
entrando en la ciudad por alto amor
entrando en la ciudad por alta mar.

De cirios y de lirios

El lirio azul el lirio fucsia el lirio
de color colorado el lirio triste
con pétalos de cera se reviste
y va a la fiesta convertido en cirio

En cirio gris en cirio negro en cirio
de las aguas sin luz en cirio triste
que al llegar de la fiesta se desviste
y vuelve a ser en el jardín un lirio

O este espejo se está poniendo viejo
o lo que estoy mirando es un delirio
dice la flor hablándole al espejo

Adentro del azogue brota un cirio
y al tiempo que se enciende su reflejo
al fondo del jardín se apaga un lirio.

El hombre

Emergió de aguas tibias
y maternales
para viajar a heladas
aguas finales.

A las aguas finales
de oscuros puertos
donde otra vez son niños
todos los muertos.

En una estación del metro

Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro

y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud

Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones

y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles

Y quizás el amor no es más que eso:

una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro

y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.

Escrito con tiza

Uno le dice a Cero que la nada existe
Cero replica que uno tampoco existe
porque el amor nos da la misma naturaleza

Cero mas Unos somos Dos le dice
y se van por el pizarrón tomados de la mano

Dos se besan debajo de los pupitres
Dos son Uno cerca del borrador agazapado
y Uno es Cero mi vida

Detrás de todo gran amor la nada acecha.

Estrellas fijas en un cielo blanco…

Estrellas fijas en un cielo blanco,
son los bellos sonetos pues no giran
en torno de orbe alguno
ni han rotado sus densas masas de catorce cifras

No reflejan la luz del sol tampoco
pero irradian su propia luz de adentro
Y en el albor parecen en reposo
o muertos cuyas tumbas son sus cuerpos

Y sin embargo las estrellas fijas
a veces bienhechoras o malignas
siempre de harta energía están cargadas

Y aunque hace miles de años extinguidas
su fulgor todavía nos alcanza
sea por vista o por astrología.

Gladiolos junto al mar

Gladiolos rojos de sangrantes plumas
lenguas del campo llamas olorosas:
de las olas azules amorosas
cartas os llegan: pálidas espumas

Flotan sobre las alas de las brumas
epístolas de polen numerosas
donde a las aguas piden por esposas
gladiolos rojos de sangrantes plumas

Movidas son las olas por el viento
y el pie de los gladiolos van besando
al son de un suave y blando movimiento

y en cada dulce flor de sangre inerte
la muerte va con piel de sal entrando
y entrando van las flores en la muerte.

Hipótesis celeste

I
Las catedrales azules del cielo esplenden en la noche
sin fin
y sus vitrales de colores dejan pasar la luz de otros
mundos

Tu locura mi cielo brilla en la noche estelar

De tu frente sin orden
se alza un arco iris que acaba en mi frente

Mi doncella de singular hermosura
duerme a la orilla de un arroyo celeste

Recostado en la hierba espacial
yace un joven de risueñas formas y colores

Su figura de ojos instantáneos
se eleva sin mancha a plena luz

Y convertido en lluvia de oro
dora el cuerpo de la hermosa doncella

II
Tu cuerpo parecía moverse hacia cualquier lugar del
espacio

En medio de lo perecedero navega este astro sin luz

El cuerpo dio una vuelta completa alrededor de sus
polos

Diste un gran círculo alrededor del sol
según el orden de los signos

Las estrellas fijas parecían mecernos
pero se mantenían inmóviles

La tierra giraba contigo junto al aire circundante

Es preciso que el Cielo permanezca inmutable mi cielo
Es absolutamente necesario que no te muevas
ni un segundo-luz

El Sol real y el Sol irreal son uno y el mismo
me dijiste al oído

Retornan los astros a sus antiguas posiciones
y vuelven a alejarse querida

Repugna al orden del mundo que las cosas
estén fuera de su lugar natural
replicaste arreglándote el pelo

A los cuerpos simples
conviene un movimiento simple
murmuré penetrándote

En esto las esferas empezaron a rotar
en el aire vestido de hermosura y luz primera

Hace mucho tiempo que la tierra
saltó en pedazos mi amor

III
Ahora somos la luz
que se difunde en todas direcciones
y atraviesa los cuerpos opacos

Va fluyendo hacia el centro del universo
porque es la perfección de nuestros cuerpos

Cuando tu luz se multiplica un número infinito de
veces
mi materia se extiende en dimensiones infinitas

Nuestro cuerpo es llamado firmamento mi amor

Así procedió la luz en el principio
A extender la materia arrastrándola con ella

Nuestro amor infinito
es más largo que otros infinitos.

Hotel de las nostalgias

Música de Elvis Presley

Nosotros
los adolescentes de los años 50
los del jopo en la frente
y el pucho en la comisura

los bailatines de rock and roll
al compás del reloj

los jóvenes coléricos
maníacos discomaníacos

dónde estamos ahora
que la vida es de minutos nada más

asilados en qué Embajada
en qué país desterrados

enterrados
en qué cementerio clandestino

Porque no somos nada
sino perros sabuesos

Nada
sino perros.

Invocación al lenguaje

Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.
Ya me tienes cansado
de tanta esquividad y apartamiento,
con tus significantes y tus significados
y tu látigo húmedo
para tiranizar mi pensamiento.
Ahora te quiero ver, hijo de la grandísima,
porque me marcho al tiro al país de los mudos
y de los sordos y de los sordomudos.
Allí van a arrancarme la lengua de cuajo:
y sus rojas raíces colgantes
serán expuestas adobadas en sal
al azote furibundo del sol.
Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.

Lee, Señor mis versos defectuosos…

Lee, Señor mis versos defectuosos
que quisieran salir pero no salen:
ya ves que poco valen mis esfuerzos
y mis desdichas ay qué poco valen

Con tu ayuda saldrían universos
de palabras preñadas pero salen
débiles moribundos estos versos:
deja que el último suspiro exhalen

Ayúdame, Señor: que no zozobre
en la mitad de este terceto pobre
mira estas ruinas: palpa su estructura

dónales lo que tengas que donarles:
y la vida que yo no supe darles
dásela tú, Señor, con tu lectura.

Mal de amor

No seas vanidosa amor mío
porque para serte franco
tu belleza no es del otro mundo
Pero tampoco de este.

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EL ÚLTIMO SUSPIRO [Mi poema]
Fidel Torcida Fernández-Baldor [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Mañana, un día, un mes, un año más,
al alba ha de llegar o por la tarde
el día en el que estás y ya no estás,
que nunca con agrado acogerás
y aun menos del que hacer debas alarde.

Segundo que no dura ni un sollozo
sin tiempo para haberse despedido
diciéndoles adiós como un cumplido
e incluso, sin desprecio ni alborozo,
ni gracias por sentirse agradecido.

Segundo en el que se pierden los modales
después de tantos años resistiendo
mostrando de una vez no estás mintiendo
dudando ya si estás en tus cabales
pues saben de verdad te estás muriendo.

CATAPLASMAS
Mañana lo veréis que volveré
a lomos de un jamelgo de hojalata,
tendiendo a este escritor puente de plata,
y a todos las cuarenta cantaré
de nuevo predispuesto a dar la lata.
©donaciano bueno

Como las #cataplasmas que me ponía mi madre? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Fidel Torcida Fernández-Baldor

Perla Negra

En mi boca quedó una perla negra
después de besarte.
Dime, amor,
qué secreto marino guarda tu infancia.

La lluvia en tu vestido

Aún espero
que las nubes confundan al bosque
y las hojas desprendan el cielo.
Anhelo el liquen
o el roce que inflama el recuerdo,
su trato limpio que anuncia y acecha.

Me enredo
en el poso lánguido de los lamentos
para pronunciar tu perfil y su vuelo,
que la voz líquida se derrame
en mi herida
y el olvido reinvente tu pecho.

Reclamo
que las olas perduren mañana
tras la noche y tu claro silencio,
y que ya nada
sea azul o perfecto.

Yo espero tus lágrimas
como mirada y escritura marinas,
tijeras de la tormenta,
espero
(y espero)
que tus labios reclamen el verso,
y anhelo la lluvia
que huele a martes en tu vestido.

Melancolía

Estos últimos días
de mayo
me dedico,
febril,
a ignorar señuelos y nombrar la vida.

Deshojar,
como
pájaro
ingenuo,
el vasto fulgor de la melancolía.

Anestesia

El funambulista
escruta y recorre
el delicado recuerdo del aire,
mientras engaña al vacío
con una muerte simulada.

Despierto desprovisto de sueños,
y es otra vida la que ocupo.

Mañana

Todos estos indicios, estas promesas imaginadas,
todos los astros remotos persiguiendo nuestra imagen,
las manos de los árboles,
la tierra desafiante y plácida,
la multitud abarrotada de esperanza.

Toda esta gloria,
los abrazos que se enfrían en la hojarasca,
las amapolas que traen la sangre de las montañas,
todo este nacer emotivo de besos y de espadañas,
la noche que nos ofrecen sin las maletas del alba.

Todo el miedo olvidado,
todo el dulzor de las lágrimas,
todo este vaivén compulsivo de una vida inabarcable,
de ruinas y de objetos memoriosos,
un delicado paisaje
que tal vez veamos mañana,
o tal vez se pierda en los sueños
y quizás nada sea, solo palabras.

De Manuales de Ausencia

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LOS NIÑOS, SU MUNDO, NUESTRO MUNDO [Mi poema]
Enrique Gracia [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Cuando veo a algún niño me emociono,
no sé por qué será, mi alma se llena
al tiempo, de alegría y de una pena,
y siento que es culpable y le perdono
y vuelvo así a pensar en su condena.

Pues dudo que el nacer sea privilegio
pensando en el futuro que le espera,
después miro de nuevo, es la repera,
y pienso que sería un sacrilegio
que un niño tan bonito no naciera.

Y vuelvo a remirarlo y me reprendo,
hiciera aquí al dudar un lado aparte,
al verle sonreír, que ese es un arte
que debo de aprender y que no aprendo
y el niño siempre tiene y lo reparte.

Será que hoy no recuerdo que fui un niño
y observo ya vacía la botella,
y he puesto hasta al futuro una querella.
Quisiera ser un ser barbilampiño
que endulza al corazón, dejando huella.
©donaciano bueno

Acaso hay algo más #emocionante que la sonrisa de un niño? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Enrique Gracia

Restos de almanaque

A Ana Fernández Mallo

La mitad de los días es resto de almanaque,
y el tiempo está cansado
de jugar con nosotros, con tu pelo de alcázar
que mis manos asedian,
con tus ojos de alquimia,
con el fuego robado
que se agita en la bolsa del ladrón
y reconforta el crimen, el amor o la vida.
Un fuego que la noche pretende sofocar
sin conseguirlo.

El tiempo está aburrido
de que no comprendamos su perfil de manzana,
de ver como enloquece nuestra sangre
en la cinta sin fin que recorremos,
en este laberinto de frutal resistencia
que gobierna la piel,
que hace al dolor ausencia de miradas o besos.

Pero llueve,
aunque la lluvia no lo borra todo
siempre llueve,
y se almacena un resto de cordura y palabras
en el penúltimo suburbio,
por las alcantarillas más profundas,
detrás de cada tarde con aceras o parques del oeste,
con paraguas oscuros
y luminosos ojos de autobús circular e infatigable.

Ya cerradas las páginas del libro
donde siempre se anotan los milagros,
escribimos en rojo
sobre la miserable cuadrícula del sueño:

La mitad de los días es resto de almanaque,
la otra mitad, amor que se quedó dormido.
De «Restos de almanaque» 1993
(Premio Blas de Otero, 1993)

Te quiero

«Es una locura amar, a menos que se ame locamente»
Jean Ythier

Cuando alguien pronuncia esas palabras
todo se paraliza.
Los asuntos más graves adelgazan, las noticias se duermen
en los ordenadores,
las solemnes estatuas
bajan del pedestal, juegan al mus
y pierden compostura.
Algo queda en suspenso,
quizás la vida o cualquier cosa de mayor importancia.
Cuando alguien las pronuncia,
todo comienza a ser igual.
Y da lo mismo
que la Luna se olvide de mirarnos, que la cena esté fría,
que Dios no esté en su sitio y esto acabe
como el rosario de la aurora.
Da igual, para entendernos, que la lluvia de abril
ponga muecas de octubre,
que tengan más de un ojo el huracán,
el cíclope,
la perdiz de los trajes o el pirata del cuento.

Da igual que tú después te calles
y que yo no conteste.
De «Restos de almanaque» 1993
(Premio Blas de Otero, 1993)

Tercera crónica del guardián

(El Hechicero)

«…Ma se senza ingiuria vostra io potessi fruirlo, rendetevi certo
che saria in me quella letizia ch’essere in alcun uomo sia possibile.» (1)
(Ludovico Ariosto, Il Negromante)

El hechicero acaba su tarea,
acaricia su barba satisfecho
y sus labios se curvan en lánguida sonrisa
-la que debe tener todo alquimista que aprecie su trabajo-.
La luna se despide como un guiño
de los últimos juegos de la noche.
La lechuza es un bus que aún lleva luces
y susurra un final, como Louis Armstrong, de Jazz expresionista.

Recoge los papeles, guarda todas las fórmulas en verso
tras el aparador de palisandro
mientras un gato insomne y circunspecto,
con el lomo de azúcar y de miel, afirma silencioso
que él ya lo sabe todo
Va tapando los frasco uno a uno,
los matraces de esencia,
las redomas con uña de lagarto y ese polvo amarillo de mandrágora
que hace azules los sueños.

El horizonte empieza a recitar
una canción de cuna para la espalda de la noche.
Es hora de acabar los sortilegios,
que descanse el mercurio en su probeta y el ala de murciélago en el aire.
Los Rollings sustituyen al Cármina Burana.

El hechicero cuelga el mandilón,
se cambia de zapatos, deja su gorro frigio en un estante,
anuda su corbata de seda milanesa,
y se va a la oficina como todos los días.

(1) «…Pero si yo pudiera disfrutarlo sin ofenderos, estad seguros de
que sería dueño de la mayor alegría que hombre alguno pueda poseer.»
(Ludovico Ariosto, Il Negromante)
De «Crónicas del laberinto» 1991
(Premio Feria del Libro de Madrid, 1991)

Tratado de los gestos

A Soledad Serrano
que creyó en este poema antes que yo.

Algunos gestos son arrojadizos, están llenos de furia, listos para que el aire se ilumine y sepa la distancia,
la infinita distancia miserable que separa a los hombres de la vida.

Otros son aún más rápidos, una ráfaga, un brillo, un chasquido de luz. Son para confianza de la piel, para que
no se nos olvide la caricia más tenue.

Muchos parecen sin sentido pero tienen misterios en la manga, secretos incurables, decididas nostalgias,
horror a la distancia que los niegue o devore.
La mayoría de los gestos no son más que sustancia de abandono, impecable blancura, milagro inusitado,
carne sola, manera de existir.

Tened a mano siempre vuestro gesto, que lleve nombre o contraseña. No lo perdáis de vista por si os es necesario
para pensar, amar, decir quién sois; para reconoceros, entregaros, ocupar vuestro puesto en la escena del mundo.

Así reposa el índice en los labios, artesa de los besos y el silencio, así damos la espalda no entregada, la espalda
en que nos vamos, dócil gesto de adiós o sígueme.
Así se tiran dados por la mesa, con un leve desorden de las uñas, tras haberlos mimado entre los dedos: «¡Allí, allí!»
cantan luego los dados. Y el gesto se hace ajeno aunque fue nuestro.

Así se arroja el guante o la toalla, soberbio desafío o rendición, campo de hierba y sangre, cuadrilátero hermético
de cuerdas, de pasión y de gritos, lugar de amor o espacio de locura.
Así nos despedimos frotando la distancia con la mano, desafiamos al espejo con los dientes o entornamos los ojos
para ver más hondo.

Encogerse de hombros es todo un recital de ergonomía.

Así son tantos gestos que hacen alta la vida.
Llevar la mano al pelo y retirarlo para que no sofoque la tristeza ni
oculte los deseos, mirar sin ver la hora del reloj, que puede ser la nuestra algunas veces, acurrucar los dedos sudorosos
ocultos en el alma del bolsillo, mirar al fondo de metal o vidrio, cuando en el ascensor gime el silencio.

Unos gestos ayudan, otros duelen, aquéllos dejan ácida la boca, éstos los ojos tristes, la memoria tensa.
Los hay que alegran y los hay terribles. A veces todo al mismo tiempo, como un beso tirado en el vacío, o un dedo que se agita reclamando, riñendo, dueño de aviso siempre, amenazante o protector.

Tender la mano a un niño, «ten cuidado», para que logre cruzar la vida
o la calzada con nuestra palma en vilo y nuestro miedo.

Humedecer los labios, ¡oh, esa alquimia que siempre alimentó el deseo! Girar el cuello a la sartén que nos reclama
mientras se bate un huevo en la cocina.

Ir pasando las páginas de un libro, sin leer, sin saber cómo; suspirar levemente cuando empieza la turbia carretera su canción, madrugado sopor, tedio, noticias.
Puño o mano tendida, caricia o bofetada, movimiento o quietud, insinuación u olvido.
Los gestos son lo que sujeta el mundo.

Toser antes de hablar, quitarse un hilo de la ropa y hacer con él planetas, frotar donde las gafas estuvieron,
teclear con los dedos el volante, la mesa, la rodilla impaciente.
Comprobar el botón agonizante, devolver la mirada de reojo con oficio aprendido en antiguas películas.
Todo mientras se afloja la corbata o devolvemos al lugar perfecto la hombrera de un vestido.

Los gestos son sin duda lo que sujeta el mundo.
De «Todo es papel» 2002
Accésit del Premio Ciudad de Torrevieja, 2002

Una niña de azul con un plumier de pino

Ha muerto en Conde Duque
una niña de azul con un plumier de pino.
Es una vieja estúpida la noche de Madrid, una mueca sin dientes que recuesta su rictus de sonrisa en las aceras.
A lo lejos,
detrás de tanta fiebre de tejados,
hay un jardín con úlceras, con hambre, que golpea el perfume de café,
la tos de una muñeca
que se perdió en el fondo de la tarde. Jeringuilla de plástico y mentiras.

Me subo el cuello del abrigo,
no hay nada que decir, poco que hacer. Fatiga.
Pasa un ruido descalzo de autobuses
que dibuja la sangre para fotografías de turismo.
Cerca quizás, para qué buscar lejos, hay alguien que se gana la piel tostada y limpia
con el pálido labio
de esta niña sin horas que cambiaba sus sueños por un grito en el brazo.

Me detengo a buscar por los bolsillo cualquier cosa,
un poco de tabaco, calor para las uñas,
refugio contra el miedo,
y esas muchachas tímidas pasan corriendo como siempre,
novias tontas que han de llegar a casa sin mirar las paredes don-de todo se vende con rápida sonrisa.
Calle de la Princesa, veloz la luz, el aire, el agua que mañana llegará hasta la plaza.
Pero la niña azul no corre.
De «Crónicas del laberinto» 1991
(Premio Feria del Libro de Madrid, 1991)

Ven, amigo

Ven, amigo,
voy a darte un lugar.
Acércate,
dentro de este cajón están tus huesos,
semilla de un mañana que no te corresponde.
No serán ni tu flor,
ni tu árbol nuevo,
ni siquiera el vacío de tu nombre,
-Dime cómo te llamas
para olvidarlo luego-.
Hoy es fácil sentir lo que no somos,
andar donde no vamos,
decir lo que después vendrán a desmentirnos.
Ya no somos ni un número siquiera,
ni un signo,
somos algún desecho inevitable de lo que un hombre fue
alguna vez
o podrá ser. Tus huesos y los míos están juntos,
todos los huesos del hombre están uncidos
y hay un cordel
inmenso
tejiendo el esqueleto compacto de la sombra.
-Dime cómo te llamas
para olvidarlo luego-.
Yo te diré mi nombre si aún puedo acordarme.
Ven amigo,
hay que buscarse un lugar…
De «Encuentros» 1972
(Accésit del Premio Adonais, 1972)

Viajeros al tren…

Desesperada y gris, un poco loca,
se dispuso a viajar conmigo al fin del mundo.
-Eso está lejos -dije-,
mejor nos vamos hasta el parque,
patatas fritas y cerveza, sol,
para qué más.
Pero ella siguió haciendo el equipaje.
Cientos de cachivaches, zapatos y pañuelos,
una florete de esgrima (me sigo preguntando para qué)
guantes, perfume, rulos, crucigramas;
y tuve que trepar a las maletas para que se cerrasen.
-¡Vámonos! tengo ya los billetes del tren.
Era la dueña del asunto.

Se sentó en el asiento junto a la ventanilla,
apoyó la cabeza,
y vi el reflejo de su rostro:
tenía una sonrisa de las que no dejan salida.
-Voy un momento a por tabaco -dije.
Seguía ensimismada.

Sus ojos se agrandaron a lo lejos,
cuando le dije adiós desde el andén.
Ni ella ni las maletas regresaron jamás.
De «Juego de damas» 2005

De «Sin noticias de Gato de Ursaria» 2004

Proemio

Sobre el incierto origen de Gato de Ursaria.

Gato de Ursaria, como indica su nombre, nació en la casi legendaria
ciudad de Ursaria; antigua «tierra de osos» en la que ya no quedan osos.
Puede que Gato no fuera su auténtico nombre, pero él quiso olvidar los otros que le impusieron y quedarse
con el que eligió. También su tierra natal fue sucesivamente llamada de otros modos.
Procedía de una estirpe indolente y caprichosa, llena de fantasías y mentiras, dada a oficios sin futuro,
de mucho trabajo y poca ganancia, y al uso de amuletos.
Vivió tan insatisfecho de sí mismo como cualquiera y tan aburrido de todo como de sí mismo, así que desde muy joven
se hizo a desayunar asombro cada día, almorzar extrañeza y cenar hastío.
En su árbol genealógico había una lavandera deshonrada por un noble, varios rebeldes perseguidos y hasta un plumífero
insigne pero de lengua larga y venenosa.
De niño le educaron frailes, luego herejes y nuevamente eclesiásticos. Entró en contacto con sectas poderosas,
pero nunca se integró. Pasó, como tantos, su etapa de persecución inquisitorial, pero eso sólo consiguió acrecentar el tedio
y la misantropía que ya mostraba desde niño.

Durante años vagabundeó en un carromato de farsa, disfrazado de cómico ambulante, luego obtuvo efímeras y falaces
sinecuras en la corte, que le hicieron -aún más- ajeno a las gentes y a sí mismo.
Despilfarró su inteligencia porque nunca consiguió otra posesión o herencia que despilfarrar.
Cuentan que fue discreto en el amor y en la guerra; así que unos le tacharon de cobarde y otros de aguerrido:
Ni unos ni otros tendrán razón.
Hace tiempo que no hay noticias suyas fidedignas. Unos dicen que cambió de nombre y volvió a la farándula,
otros que se ocultó en un monasterio; y hasta asegura alguno que le han visto en las calles de su vieja ciudad,
contando historias antiguas a quien quiera escucharle, a cambio de unas monedas.
La mayoría le da por muerto.

De él sólo conservamos estos papeles que aparecieron en una casa abandonada, al fondo de un desvencijado
cajón de la cocina -dicen que le gustaba cocinar-. Están escritos por alguien que le conoció, o quizás por él mismo,
o ambas cosas, aunque nunca lo sabremos con certeza.

De «Sin noticias de Gato de Ursaria» 2004
(Premio Emilio Alarcos de poesía del Principado de Asturias 2004)

1. Gato de Ursaria, el indolente

Hacer, hacer, hacer… Gato de Ursaria
decidió que era tiempo de no hacer.
Mientras sus convecinos se afanaban
en subir o bajar
muebles,
asuntos,
precios,
escaleras;
cambiar todo de sitio sin descanso:
objetos, esperanza, amor o ropa,
agitándose siempre,
nerviosos,
obstinados,
imparables,
Gato de Ursaria, el indolente,
se refugió a la sombra de un tejo centenario
(sabido es que esa oscuridad callada
es dulce y venenosa como un beso
y otorga a algunos hombres la locura
de conocer el nombre de las cosas)

Sintió los mágicos efectos
de aquella sombra única
pero no quiso pronunciar palabra.

De «Sin noticias de Gato de Ursaria» 2004
(Premio Emilio Alarcos de poesía del Principado de Asturias 2004)

2. Gato de Ursaria muestra su desaliento

Quiero dejar constancia de estas horas, cedidas al embrujo de la alquimia, perdidas entre frascos y papeles,
libros, polvo, colores que ya no pueden más, fracasos y silencios buscando una salida razonable.

Pero en el fondo no quisiera dejar constancia ni incitar recuerdo -dura contradicción es mi deseo-.

Si me entregué al conjuro y a la búsqueda, de qué le sirve a nadie.

Si mi existencia se hizo turbia, imprecisa, somnolienta; si rebosó la mesa de papeles, matraces y morteros:
todo sin concluir, todo sin dar sentido, sin hallar respuesta, de qué vale insistir en que se sepa.

Si hasta la luz agonizó en mi estancia, se reclinó en el polvo de los libros, y acusó a los rincones de urdir patrañas
en la sombra, a quién va a interesar que yo lo diga.

¿Dejar memoria o convocar olvido?

Ojalá lo supiera.

De «Sin noticias de Gato de Ursaria» 2004
(Premio Emilio Alarcos de poesía del Principado de Asturias 2004)

3. Carta de Gato a uno de sus amores

Hice añicos la luna del espejo.
Ya no podía resistir más su respuesta miserable.
Cada vez que buscaba en su interior,
yo desaparecía, estabas tú.
Me decías:
“¡Qué viejo estás! ¿no te das cuenta?”

Recogí los cristales diminutos,
teñidos con la sangre de mis manos.
Te los hice llegar envueltos en papel de celofán.
No acusaste recibo, pero
jamás podrás decir que no te regalé la Luna.
De «Sin noticias de Gato de Ursaria» 2004

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GOZAR Y COMPARTIR [Mi poema]
Rogelio Guedea [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

No me gustan los libros de auto-ayuda.
Me gustan los consejos
así que me repitan son de viejos.
Si siento que mi cuerpo está que suda
me apresto a transpirar, cambio de muda
como hacen los vencejos.

No me gusta escuchar a los bocazas.
Me gustan los voceros
que van contando al mundo los primeros
lo que debe escucharse en grandes plazas
marcando sus barajas, con sus bazas,
como hábiles trileros.

Y no estimo escuchar, decir te quiero.
Me gusta más te amo.
Prefiero que no suene esto a reclamo:
te quiero, se asemeja a prisionero,
y amar es limpio, un acto y pinturero,
de flores un buen ramo.

No me gustan, lo siento, no me gustan
oír a los sofistas
que traten de engañarnos cual turistas
y si no me convencen, van, me asustan,
y haciendo uso de tretas, me disgustan,
pues son malabaristas.

Me joden ver a aquellos que presumen
sin logro personal.
Y van de carnaval en carnaval
sin pizca de cerebro ni cacumen.
Así que el personal suba el volumen
son nada sin aval.

Urticaria siento a separatistas.
Me gustan ciudadanos,
los que sin conocer se hacen hermanos
saliendo pasear como ciclistas,
ignorando a los dueños de las pistas,
gozando como enanos.

Y no aprecio a quien sea esté amargado.
Me gusta más vivir
los placeres del alma y compartir
disfrutando el amor, dando un bocado
a ese don que es la vida y dios me ha dado
crecer, gozar, sentir.
©donaciano bueno

#Y a ti, te gustan los libros de autoayuda...? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  Rogelio Guedea

Bucólica

Y anduve tu cuerpo tierno como el retoño
del alba

a caballo lo anduve de un falsete
a otro

de sol a lluvia
de arroyo a tarde a pie

como quien busca un cabrito perdido
como quien come pitayas ensangrentadas
lo anduve

así
en esa noche en que alborotada te elevabas
del maizal
como güilota al tronar de mi escopeta.

Debajo de su altura una gaviota

no sabiendo,
y dado que vuelve con su ortiga arrodillada
en un ojo,
que allá,
tras esto o aquello (oficinas, candelabros,
british english),
lejano pero aquí naciente,
el mar:
y no sabiendo -ni mucho menos,
ahora que escucha
recostado en un hombro:
La traviata,
el son cubano,
su bolero inminente,
que todo va en su tránsito de ser
y recomienza,
pero siempre mismo,
el mar:

todo y mientras tanto,
dado que pájaro o espuma,
dado que cae de cielo en cielo,
de país en país,
convertido, a veces,
en silencio de la piedra,
(y ya es bastante),
o mujer: y suficiente,
el mar:
oído en estas horas sin ventana,
cierto como el pie bajo su escombro.

Del silencio

Mientras el cuerpo nos protege
del desastre

y un turbión hace cauce en nuestras venas
y se nos cubren los ojos de raíces agrias

mi alma sabe que allá del otro lado
en la esquina o tienda o consultorio
también tú te sufres en la oscuridad
con los brazos abiertos
para recibirme.

Ella es yo

Porque te conozco
porque adivino a qué horas
en qué rincón

porque te descubro leyendo las cartas
tristes que te envío
los besos al mayoreo
los regaños que firmas con tu nombre

porque entiendo que no gustas de lavar
un calcetín
y no de salir en las mañanas a comprar
para el almuerzo
el pan de ausencia que habrá de consolarte

porque un botón de la camisa que me pongo
a diario
de la única camisa de hombre bueno
que me queda
te hace llorar hasta el fondo de mí
y me hiere

porque estás conmigo
y sé lo que tú eres
me conozco

Diatriba

Si los otros
los que llegan a deshoras
y se marchan

los que respiran comen
y se acuestan

supieran que te quiero hasta la punta
del mediodía
y que tú también me quieres
y nos queremos

no les dolería vemos tan cansados del amor
tan agobiados
en esas noches en que apagamos la luz
para olvidamos un poco.

La tierra donde crece

Qué alegres las semanas y los días contigo
qué mar en calma eres cuando estoy
cuando acostados uno encima de otro me preguntas
algo que he olvidado

o te recuestas como sabes
y arrancas las costritas de una nostalgia
o de una lluvia triste como todas las lluvias
que hay en mí

qué alegre sabemos en una casa solos
en una ciudad
sin que el vecino se entere de que sufres
o gozas cortándome las uñas

y que tú y yo nos bañamos al amanecer
y hablamos de un cigarro
o de un botón
cuando alguien habla de la mujer
que ha regresado

qué alegre todo esto de no saber quién soy
sino por ti
de no saber si estoy contigo
que ahora me miras
para reconocerte

lighthouse

el poema que escribí ayer,
el escrito a ojos vistos de la noche,
su cuerpo de espaldas a tu cuerpo,
reposa (y ahí está) todavía
esperando andar/

nada anda (desde entonces) si tú no haces o señalas,
si no construyes
o derribas,
en tu altura/

hoy (es decir: jamás) descubrí su caracol en llamas,
su mapa de pájaros y espumas,
su círculo sin calles o vigilias:
herida o no, hay una carta,
por ejemplo/
una mesa intalterable,
otra verdad ligeramente en pie/

todo (y hasta tus manos, que no son) termina,
se hace viento
y recomienza.

Remanso

Tus ojos claros me convencen
y me convences tú que estás en ellos
yo que soy tus ojos
y que miro un rayo de luz que hay en ti
de esa luz que alumbra un rincón
una mesa donde se aman amor y desamor
el punto exacto del encuentro no por azar
sino por cita previa
a tales horas

esa tuya luz está precisa siempre para alumbrar
adioses bienvenidas
para decimos claramente que es ahí ahí donde hay
que poner los ojos
para no perder rumbo y distancias
auras horizontes

por eso yo tus ojos soy
y por ti no pierdo ni un detalle
ni un suceso
ni un encuentro bueno o malo en fin
porque tus ojos claros me convencen
tus ojos que me alumbran para verme desde ti
en qué amor ando
en cuál dolor

Testamento

Debo confesar que la he visto desnuda
dormir con la luz encendida
derrotada al fondo de la cama sucia
entre las colchas manchadas por pleitos anteriores

debo confesar que otras bocas han pronunciado
sus más austeras cicatrices
y se han burlado conmigo de todas las lluvias
que carga tan lloradas
y la han maltratado como a una perra sarnosa

debo confesar que también desnuda se levanta
para ir al baño
y lee las cartas que le escribo cuando no estoy
Cuando de algún modo me ausento

y la he encontrado en otros labios que descubro
por la calle
y la he besado en otros rostros ligeramente fríos

debo confesar que he salido a oscuras de su cuerpo
a cazar otros cuerpos
y en esos cuerpos sin lamentos ella está
más profunda todavía más cercana sin saberlo
como si esas voces que me llaman fueran distintas
amarguras
como si esa carne extraña conociera ya
el rumbo de mis manos.

Un canto sin orillas

poema que va naciendo con la luz del pájaro, esta mañana,
aquí, en el
compás de lo imprevisible/
escritura que no conspira contra nadie
y hasta en ello se equivoca/
¿se equivocan acaso los que aman?
¿también los que no aman se equivocan?
si ha dicho luz, ha dicho pájaro: esta mañana,
aquí/ pero mejor si ha dicho lo imposible: el agua fría del surtidor
que lo moja, el tierno verdor de tus ojos, una camisa de fuerza
lo imborrable,
¿lo ha dicho entonces? ¿se quedó en la mitad del éxtasis, con la mujer
montada en sus palabras, una noche?
si ha dicho pájaro, ha dicho luz:
y está cantando.

Vivirnos

La quiero porque tiene una orquídea
en los ojos tristes
porque se levanta ausente de mí
y me recuerda
y yo me ayunto a su piel y la acaricio

me toco en la guitarra su canción
esa canción que hacía que ella por ella misma
caminara
sin necesitarme
sin pedirme una mano
sin mis ojos

ahora no puede respirar si del aire de mi aire
no le doy
si mis latidos no laten

ella no puede hacerse a la comida ya sin mí
no sale a la calle sin decir gordito ahorita vengo
voy por las tortillas
no me tardo

me espera con la luz encendida debajo de las sábanas
y cuando llego vuela de un aire a otro aire
brilla en la oscuridad como luciérnaga
se adelgaza y se agranda como un resorte vivo

la quiero porque a veces pienso que soy yo mismo
y a veces cuando va de visita con amigas
o la saluda aquel muchacho que la quiere aún
o todavía
lo mismo da
yo me descarno me rasguño me deshueso

y eso que pienso a veces
eso de que yo soy ella y ella yo conmigo
lo confirmo.

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MORIMOS SIN SABERLO [Mi poema]
María Clara González de Urbina [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Morimos sin saber que nos morimos
al día y al minuto, a cada instante,
morimos siempre al tiempo que vivimos
cual libro que está a espera en el estante
nos vea aparecer y que le abrimos
y amén que nos seduce muy galante.

Morimos y el morir lo celebramos
cada etapa que andamos como un hito,
al tiempo que asimismo nos sisamos
haciendo al disfrutar un requisito
de modo que sumamos y restamos
que es nuestro pasatiempo favorito.

Pero hay algo peor, morir de hastío,
que el tedio se aposente en nuestras vidas
o en lágrimas se anegue el desvarío,
esclavo sucumbir ante el rey Midas,
lanzarse sin paraguas al vacío
que todas emociones sean fingidas
©donaciano bueno

#Es eso lo que les ocurre a los #muertos #vivientes? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  María Clara González de Urbina

Encuentro

Si la vida
nos regala otro encuentro
te dejaré ser tú
seré
sencillamente yo

Escucharé
la melodía
de tu música
y la mía
cuando se unan
De «Pasajeros del viento»

Huella

Esta noche visitaré tu sueño
entraré silenciosa
disfrazada de ola o de tormenta
de lluvia o de gaviota
Caminaré tu adentro y arribaré a tu playa

Cuando despiertes
recordarás a aquella
que compartió contigo
tus «Saudades»
De «Pasajeros del viento»

Máscara

Esta mañana fue difícil
colocarme la máscara
No lograba encajarla conmigo
Tal vez llegó el momento
de cambiarla.
De «Pulso interno»

Nosotros

Tu olor a hombre
pasea por mi cuerpo
Tus manos ásperas
calientes
seguras
Mi abandono mi éxtasis

El tuyo
De «Pulso interno»

Olvido

Por fin crucé la puerta
que confunde
recuerdos con cenizas
Tu silueta se yergue
ante mí
estática
vacía

Hoy

ya me fue imposible
recobrar tu sonrisa
De «Pulso interno»

Ovación

Este manantial de caricias
no morirá jamás

Será -después de la partida-
paloma
viento
incienso
arena de desierto
De «Pasajeros del viento»

Pacto

Por si acaso llovizna por tu calle
y quieres secar tu cuerpo
entre mis brazos

Por si el silencio te acomete
y recuerdas el lenguaje extraño
que aprendiste a mi lado

Por si regresas
a humedecer de lunas los recuerdos

Por si el trópico te reclama impaciente
entre sus verdes

O por si acaso es de noche en tu morada
dejaré la puerta abierta
De «Pasajeros del viento»

Poema del desencanto

Una tarde cualquiera
con la brisa
llegó para quedarse

Me tomó de la mano

Buscó abrigo
en mi sangre
se prendó de mi piel
perfumó mi tibieza

Con su soplo de hielo
me consume
De «Pasajeros del viento»

Quédate en mí

Ya no luches contigo
guerrero trashumante
Quédate en mí

Escucha la canción
que susurran mis manos y mis senos

Aprisiona la ternura
Apacigua mi arena
ansiosa de mar
De «Pasajeros del viento»

Súplica

Por hoy
dame la mano
para engañarme

Dame tu cuerpo
para saciar mi sed

Por hoy
sólo por hoy
enséñame a mentir
como te mientes
cuando repites

que únicamente el vuelo
de un ave migratoria
te une a mí
De «Pasajeros del viento»

Trovador

Tu guitarra y tu canto
aceptan su destino

Tu sangre
galopa por el tiempo
en busca de mi vientre

Tu palabra

se aleja
De «Pasajeros del viento»

Unción

Borras cicatrices
y ese dolor antiguo
-casi tormenta-
se refugia azorado
en el olvido
De «Pasajeros del viento»

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