A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

AMOR Y ODIO [Mi poema]
Yanina Magrini [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Quisiera ser un pájaro que vuela
rondando en torno a ti dando bandazos,
haciéndote feliz con mis abrazos,
pisando a mi zapato con tu suela.

Hacerte el monumento que mereces,
tirarte y deducir que te has caído,
volver de nuevo a ti sin hacer ruido,
pudiendo disfrutar sin timideces.

Mirando con ternura cuando duermes
volviéndote a querer dejando huella,
soñar que solo tu eres una estrella
pidiendo a la maldad por fin que enfermes.

Que amor, eres mi amor y te he querido
y a veces también dudo si te quiero.
No dejo de sufrir de desespero
ni sé donde ahora estoy. Que estoy perdido.
©donaciano bueno

#A esto se llama amor con mayúsculas? Share on X

MI POETA SUGERIDO: Yanina Magrini

DESEO DE OTRO

Lo hacemos despacio
para que no vuelque,
no salpique
toda excitación
el abuso de la lengua.

Cuando no hay nada que decir
hacemos del oído
necesidad
de palabra
en lo ajeno.

(Qué se yo,
algo así vendría a ser el poema.)

XIV
Cada uno recibe imagen. Y carencia.
Damos lo que no queremos amontonar,
lo que nos deja la mismísma convivencia de la soledad.
Deberíamos haber vivido detrás de esa criatura;
de su tajoy su centro.
Deberíamos hacer del silencio la página dónde dejar una voz como palabra oculta.
Como forma de callar.

De guardar el quejido.
Quiero decir; tragar ese lenguaje
como saliva.

HABÍA UNA VEZ UN HOMBRE

Ayer estaba leyendo un libro de cuentos, esos
en donde la princesa besa al sapo
y se convierte en calabaza.

No, no era así.

Donde el sapo besa a la calabaza
y se convierte en princesa.

No, no creo que el sapo haya querido
el lado femenino,

más bien, el sapo, podría ser casi justo
y llamarse a sí mismo hombre verde.

Pero esa es otra historia. Sí.

Esa es la historia del Increíble Hulk:

– “Había una vez, un hombre nervioso que se ponía verde cada vez que
le hacían notar que una transición no se rebuzna,
se concibe…”

ENVÍO A DOMICILIO

Comprame un perro y no saques a pasear mi instinto animal.
Comprame un perro y un mantecol de esos bañados en chocolate;
sabés que el amor me deprime y el estómago reclama su consuelo.
Fijate si conseguís también el suplemento de cultura del día sábado
donde sale una nota a Boccanera que me pierde.
Bueno,
también me pierde Diego Rivera, Gardel y… Victor Sueiro.

Mandame todo con un cadete.

Sucede que perfecciono bestias en un hotel de paso,

canastos con flores
y vírgenes en las esquinas.

QUEREMOS SER.

Saco las hojas amarillas del geranio y saco una sombra, una escritura.
Ese espacio brota, abrirá destinos.
Me dejo escribir y callo.
Me dejo escuchar.
Hurga la mano en la tierra porque es propio del alma buscar un sacrificio oscuro,
una sed de raíces nuevas.
Nosotros…. generamos el trazo fino,
la apertura que dejamos en el ciego
y en la controversia de su resplandor.

De todos esos equívocos seguiremos naciendo.

NOTICIA DE ÚLTIMO MOMENTO:

Otra vez un poeta
manifiesta en primera persona
el instante fantástico
de su lirismo.

Quiere morir. Matarse
con una rebanada de pan
o una hoja de lechuga.

Cree que puede irse
y dejar
su pequeño monstruo
afuera.

XIII
Será la ausencia una vereda para dormir en ella.
Mientras miles de pasos hacen lentitud de los días

y la muerte.

Cada nueva presencia es algo brutal.
Aviso de lo que vamos a perder.
Necesidad de no intuición. De camino, de palabra en la pisada.

Qué haremos con la huella que queda.

Qué, con la hendidura.

XV

En el reflejo se destruye lo profundo de sí;
la naturaleza, los sueños.
Niño hecho de niño. Niño de sombra escarcha.
Susurro de melodía. Arrullo.
Bajo el agua de la noche, el hombre pierde a ese niño,
lo fisura
lo traiciona.

Lo que salva el deseo de amar, es la sed de ese sueño.
Repetir lo que nunca dijimos. Callar, digo.
Abrir la palabra en lo escrito. Sacar la venda
al aire

la herida.

Y dejar que sane, como pueda, por ese silencio.

XXIII

Casi que nunca amanece. Como equívoco cierto
nada se desprende de hoy.
Cambiemos noche por diluvio y dejemos el exceso
de lo humano sobre el manifiesto de su luz.

(Le sugiero a tu imbecilidad el instante de un relámpago
el intersticio de su voz).

A veces, un mínimo detalle
suele sanar toda intemperie del mundo.

se hace

Escribió el parabrisa de mi auto:
“el corazón de buitre espera su tiempo, baléame y sangraré”.

Después vino a casa
de madrugada
a patear la puerta
(y no era joda)
los vecinos saben
del abuso

fuego de bestia

el insano
acabará
mansamente

en uno
diez minutos
se detiene
y llora

(se hace
el adiestrado).

en adjunto

Te mandé un mail
con fotos de mis vacaciones
observá cómo delineaba
su brazo lastimado
por debajo de la piel
sobre una piedra negra
se sentaba
como alambre
a la orilla del río
el puentecito
le hacía soñar que volaba
de hecho voló
hasta la arena
y cavó una fosa para mí
con un tramontina de plata
la cavó y puso una bandera
sobre mi tumba
fijate bien que en una foto
hay destellos
entre cuerdas de guitarra
como si lo llamaran mis ojos
desde una burbuja
baladas hacíamos por la noche
y rompían lo cotidiano
lo agresivo siempre era la luz.

SMS

Hace frío en el micro.
Tengo cosas chiquititas
inútiles por llevar.
Tengo las veintidós
del miedo
y monosílabos tiritando
detrás del vidrio.

Para:
Enviado:

Tu noche es nada
corazón de autista
y los únicos
que prestamos atención
al mundo
somos ladrones.

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CUBA, LA ISLA BONITA [Mi poema]
Daniel Ramírez [Poeta sugerido]New

MI POEMA …de medio pelo

Hoy Cuba, tan bonita,
no tiene quien le escriba, no tiene quien le quiera,
que está ella abotargada en una madriguera,
tan linda y orgullosa, tan bella, tan chiquita,
en su jardín marchita igual que una cualquiera

por todos olvidada
en ese paraíso que hoy sufre y sobrevive,
sin nada que le anime ni a espera la motive,
mirando lo que pasa fingiendo no ver nada,
sumida en una ruina tendiendo hacia el declive.

Así fuera ella antaño
la rosa más preciada, la perla más lucida
por todos admirada, por tantos tan querida,
en tanto que unos pocos vinieron a hacer daño
dejándola sin fuerzas y un tanto deprimida,

sujeta a maldiciones
pues Cuba tiene duende, Cuba tiene salero,
y humor y fantasía lo sabe el mundo entero,
de cántico y de ritos, de música y canciones
le espera un buen futuro, saldrá el atolladero.
©donaciano bueno

La isla bonita tan pobre y tan anquilosada en el pasado Share on X

MI POETA SUGERIDO: Daniel Ramírez

Ena-mirar

A veces aparece una chica,
que aparca la noche y su música
cuando te elige entre la multitud.
En el silencio del ruido
mecido por sus ojos negros,
te arroja esa mirada.

Tres segundos de calma
para violentar a la eternidad.
Y tus amigos, al lado,
entre copas,
no se han dado cuenta.

Vaya desorden

La vida
es como meter cosas
en un armario a rebosar.
Por cada una que encajas
se caen todas las demás.
Un trabajo,
una carrera,
un amor,
un amigo,
un proyecto…
No hay manera
de que entre todo.
O sí.
Poniéndolo en un lugar
que no habías previsto.

Copenhague

Volábamos en bici
muy lejos de casa.
Ya era de noche.

La luz de las farolas
se perdía en aquel río
que moría en el norte.

Soltaste los pedales,
gritaste de felicidad.
En aquel instante,
en tus pies colgando,
supe que estaba la mía.

Normandía

A mis padres

Tengo mucha suerte.
La vida se me escapa sin dolor,
como el autobús del lunes.

El alcohol para limpiar heridas
es hoy de sábado y con hielo.
La muerte perdió mis señas
y las de los seres que amo.
Para que sólo conociera el algodón
otros se levantaron tras las bombas.

Con su vida en pedazos
construyeron la mía.
Eso, que tengo mucha suerte,
mis paracaidistas de Normandía.

La generación encontrada

Empuñemos la vida aunque vayamos a perderla.
Desde el callejón oscuro de la edad silenciada,
contra el muro infame de «las cosas no cambian».
Es la hora del grito ingenuo y poderoso,
el momento de que los cuerpos en primavera
fabriquen verdades honestas
para la gran revolución.

Viajemos miles de kilómetros
hasta encontrar unos labios que amar.
Huyamos de la oficina segura,
que el pan no amordace nuestra esperanza.
Azotemos las aceras durmientes,
desnudemos a mordiscos la rutina.
Protejamos las amistades vertiginosas,
abrazando los defectos, mimando el imprevisto.

Decidamos armados de honradez
porque no hay peor engaño
que el que se hace uno mismo.
Removamos pueblos y ciudades
en busca de políticos limpios.
¡Demos un paso al frente cuando suene esa maldita música!
La de «esto funciona así», la de «este es el mundo real».
Protejamos el instante que es nuestro.
Caminemos millonarios de diferencias
porque serán invencibles puestas en común.
Demostremos al jefe que lo nuevo puede ser bueno,
que el entusiasmo debutante no se paga con dinero.

Adiós a las banderas del odio, a las patrias inflamadas.
Adiós a las sonrisas condescendientes que nos disparan.
Basta de diluir la fuerza en opio y anestesia,
basta de quejas sin sudor,
¡basta de autocomplacencia!
A las trincheras, que el tiempo se acaba.
Conspiremos desde nuestros parlamentos,
que son los bares con servilletas de papel.

Ese lugar más justo está en alguna parte.
Empujemos cuando nos digan que no,
lleguemos exhaustos al atardecer de la decepción.
Porque entonces, y sólo entonces,
nos suplicará la eternidad:
Quédate,
quiero saber de tu pasado.

Unos cuantos porqués

A Jorge, mi ahijado

Ahora que acabas de llegar,
disfruta de tus ojos grises
porque cuando se aclaren,
lo más limpio de ahí fuera
será tu mirada de niño.

Fíjate bien en las sombras,
en los besos y abrazos sin rostro,
porque el amor libre de prejuicios
se te olvidará en cuanto crezcas.
Honra a papá y a mamá
aunque te hayan traído sin preguntar,
porque esta vida de luz intermitente
quizá no esconda nada detrás.

Protege el fuego familiar,
ese afecto huracanado,
porque cuando viajes al fin de la noche
siempre podrás regresar.

Juega tirado en el suelo,
no mires demasiado hacia arriba.
Abre el paraguas de la infancia,
¡líbrate del realismo!,
porque cuando aprendas que los dinosaurios no existen
se te habrá olvidado volar.

Calma, no todo está perdido.
Devora los libros, resucitarán tus alas.
Besa en los labios, descubrirás el deseo.
Haz amigos, vencerás a la rutina.
Porque esas tres cosas
—amor, libros y amigos—
fundarán la patria que te hará feliz.

¡Adelante, pirata!
Guarda un hueco a la inocencia,
pero conoce pronto la maldad.
¡Siéntelo dentro de ti!
Envidia, ira, vanidad…
Ellas te dirán quién eres.

¡Adelante, periodista!
Oblígate a preguntar,
ve un poco más allá
porque el interrogante,
¡recuérdalo!,
te salvará de las fanáticas certezas.

¡Adelante, viajero!
Evita las ruedas y los motores,
camina siempre que puedas
porque la velocidad de nuestros andares
fue concebida para aprender a mirar.

¡Adelante, creador!
Imagina otro mundo posible,
llámalo poesía, novela o canción,
pero no renuncies,
porque inventar significa abrazar
a los dioses que existan.

¡Adelante, alfarero!
Celebra a los que trabajan con las manos,
mira cómo transforman la tierra en pan,
cómo encienden las farolas de la ciudad,
cómo asfaltan las calles de los pueblos,
porque el mundo que viene
se empeñará en dejarlos de lado.

¡Adelante, loco!
Limita tu cordura a la oficina…
No, mejor no, ni siquiera eso.
Arma tus planes de fiebre,
afila tus ideas con imposibles,
porque todo parte siempre
de un abandona, déjalo.

Une tus pasos a la persona que amas,
sin importar su raza, sexo o religión.
Dile adiós si no puedes hacerla feliz,
aunque tú lo seas con inusitada claridad.
Pero, ay, amigo, si todo encaja…
si todo encaja, ponte el cuchillo entre los dientes
y enciende ese fuego cada día.

Ya casi hemos llegado.
Sube a la montaña, mira hacia abajo.
Comprueba que no hay cadáveres ni decepciones,
busca otra cima honesta que escalar,
porque no hay nadie más poderoso
que un jubilado satisfecho.

Calma, querido, calma,
reúne a los tuyos junto a la chimenea
y dales razones para volver.
Ponte una copa, ha sido suficiente,
disfruta viendo cómo se destruye
un tiempo que ya no es tuyo.
Habrás cumplido si eres capaz
de admirar a la inexperta juventud.

Quema mis porqués antes de irte,
hace mucho que encontraste los tuyos.
Escríbelos, déjalos en herencia
aunque vayan a consolar tan poco
como los míos hicieron contigo.
Editorial Aguilar

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MI POETA INVITADO:  Humberto Arenal

El Gigante

El Gigante está herido
no morirá
es un raro ejemplar
es inmortal.

El gigante duerme, reposa, piensa
Lo rondan inquietos vaticinios.

¿Qué será el mundo sin él?

El Gigante medita, se informa
crueles son los augurios
la muerte se esparce por el mundo
¿qué hacer?, se pregunta.

El Gigante está herido
no morirá
su mandato es otro.

El Gigante vigila, discurre, opina
desde su trono de honor.

El Gigante está herido
pero no morirá
es inmortal.

NO TOQUEN A MI PERRO [Mi poema]
Germán List Arzubide [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Juguemos a ser buenos. Yo me apunto,
que a mí a ser generoso nadie gana,
me doy golpes de pecho en la mañana,
lamento cuando tocan a difunto
los toques de campana.

¿Un bicho en la cuneta? me entristece,
lo mismo es si una rata o fuera un gato,
quien quiera que es objeto de un maltrato,
incluso si es que el cielo languidece
yo paso allí un mal rato.

No quiero presumir, soy muy sensible,
que a mí un niño me puede, me enternece,
contemplo si una flor de sed perece,
la luna si al morir se hace invisible
y el hambre a mi me escuece.

Pues yo me considero buena gente
lo malo que percibo, lo lamento,
le invade una congoja al sentimiento
que obliga a que la rabia se acreciente,
y mando a tomar viento.

No en vano considero soy humano
y en eso a mis costumbres yo me aferro,
e incluso lo deploro cuando yerro
mas juro, no respondo de mi mano,
si tocan a mi perro.
©donaciano bueno

Los #perros son más #humanos que los llamados seres humanos? Share on X

MI POETA SUGERIDO: Germán List Arzubide

EL VIAJERO EN EL VÉRTICE

tus adioses

solo rigen

en el eclipse de los panoramas
nos hundiremos en las riberas
de la perspectiva

y nadie
hojeará mañana
nuestro nombre

está en la vía
nuestro único destino
Y DETRÁS
se ahoga en la violencia
el suelto itinerario
del amor

la ciudad

falsificada

por el amanecer de su pañuelo
se derramó en la noche mecánica

del túnel

desdoblé el diario de mi indiferencia
y leí la catástrofe
de
su nombre

Artículo lo.

hay que tocar el piano
en la balsa de los andenes.

Mientras las locomotoras bufan su impaciencia
las arañas tejen
sus telas con hilos de música
para apresar la mariposa eléctrica.

La mecedora
sube por los peldaños de las notas
y un pájaro se deshila
en una overtura fascista
me perdí en la noche lamida de sus medias.
¡Cómo pesa este techo!
Allá fuera una rosa está pidiendo auxilio
y pensar que los postes se mueren de fastidio.

Einstein no ha descubierto
quién inventó las moscas.

Era tan jugosa
de imposibles su boca.

Al fin sus manos se hicieron pedazos.
Pero a pesar de todo
un grillo da su conferencia
interceptando
el mensaje
crispado
de las estrellas.

Así, surgen las

Ciudades que inaugura mi paso
mientras los ojos de ella
secuestran el paisaje /…/
los hilos del telégrafo
van colando la noche

y en las últimas cartas regresó la distancia
y con la boca abierta
el crepúsculo espera
que se resbale la primera estrella /…/

El balcón
de su adiós
se entrega entero en una conversión
en las esquinas
las muchachas inéditas
han encendido los voltaicos
y el paisaje metido en los eléctricos
va diciendo los nombres retrasados

Un vals en el exilio
remendado de notas de colegio
Y
cruzado de brazos
el HOTEL
lacrado con el grito de todos los países
y un pobre tiempo viejo
Esta ciudad es mía
y mañana
la arrojaré a puñados
al camino de hierro.

ESQUINA

Un discurso de Wagner
es bajo la batuta del
ALTO—Y—ADELANTE
La, calle se ha venido toda tras de nosotros
y la sonrisa aquella, se voló de mis manos
El sol te ha desnudado.

La ciencia se perfuma de malas intenciones
y al margen de la moda
se ha musicado el tráfico.
10.000 para mañana con la última quiebra
han bajado las lágrimas.

Lazaró—Lazaró
el viaje a Marte al fin se liará en camión.

Contra los Académicos la mañana
se ha levantado en armas
y reparte protestas en los programas.

Ahora los relojes adivinan la suerte
mientras las hojas secas usan ventilador
y sobre la sonrisa final de los retratos
se ha detenido un sueño 1902.

El cielo está agotado en los últimos discos
los escaparates hablan del amor libre
su nombre es un relámpago de tarjeta
postal Si no estuviera triste….

Se vende y se canta por 5 centavos
A Villa lo inventaron
los que odiaban al gringo

Me han robado los ojos que traía en el chaleco
¿sabe usted para dónde se ha mudado el correo?

Para hablar en inglés es necesario
cortarse la mitad de la lengua

Los teléfonos sordomudos
han aprendido a hablar por señas.

Quién halará los cables
que arrastran los eléctricos?

Los periódicos pagados
callan el asesinato de los perros.

La oratoria es el arte de saquear los bolsillos
y el recuerdo se vende de papel recortado
el trabajo es un grito amarillo
¿será un juego de bolsa lo del tiempo barato?

En todas las ventanas ya se venden cigarros

Sobre la incubadora
asoleada
están piando las horas.

Aquel amor lejano
era de la Secreta

todas las pantorrillas
viven de exhibición
y mientras los eléctricos
murmuran de mi pena
con sus banderas rojas
van pasando mis novias
en manifestación.

SILABARIO

Mutt y Jeff no sabían
que ella se extravió en mis brazos
por esto la Academia
no la puso en su diccionario.

El otoño imprudente
nos espió por el ojo de la chapa
y el silencio iba en zancos.

Será el muerto el que chifla
la Adelita
en la esquina?

Esto de las traiciones
son chismes de la luna.

GRAN CONCURSO

junte los trozos de humo de su cigarro
y le daremos un premio
la noche se ha caído de mis manos.

Si la vida hablara!!!!

Se gratificará sin averiguación
a quien devuelva
una lista de nombres extraviada
entre Chapultepec y el cine UFA.

¿En 1950 las mujeres llevarán anclas?

Hay que tirarse de 40 pisos
para reflexionar en el camino.

En esta hora de calcomanía
desilvanada las manos de la risa
están sembrando alas.

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PRIMERA PARTE DE UNA HISTORIA [Mi poema]
Serafín Estébanez Calderón [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Es la primera parte de esta historia,
de un hecho que ocurrió en una mañana,
que apenas se refleja en la memoria
de una aldea del norte algo lejana.

Surgió cual surge el toro en una plaza
en medio del fragor de los vitores,
sin pan debajo el brazo, ni una hogaza,
dispuesto a resistir a los sudores.

Abarca lo que abarca un buen suspiro,
dos rosarios, no más, y un padrenuestro,
por mucho que lo intente no lo estiro
algunos hay dirán que fue un secuestro.

Termina cuando el sueño se termina
y dejas de creer pasando a ver,
descorres de un plumazo la cortina
y entiendes que te debes de esconder.
©donaciano bueno

#Sin exagerar! Tan breve como eso...? Share on X

MI POETA SUGERIDOSerafín Estébanez Calderón

LETRILLA I

El cantor aldeano
Los trinos
suaves
de los ruiseñores
que amantes requiebran
a la fiel consorte;
el blando susurro
que forma en el bosque
el aire meciendo
los pobos y robles;
El grato murmurio
que al lejos se oye
del terso arroyuelo
que entre juncos corre,
Y el dulce abandono
que infunde en el orbe
la argentada luna
en la media noche,
faustos me inspiraron
las tiernas canciones
que agora repito
al son del albogue.

LETRILLA II

La declaración
En vano, zagala,
podrete ocultar
el fuego en que siento
mi seno abrasar;
que amor en mis ojos
su llama fatal
con trémulas luces
publicando está;
y si a mi despecho
por todo el lugar
se sabe que reinas
en mi voluntad,
Mi labio declare
ante tu beldad
la fe que te he dado,
tu triunfo y mi mal;
Que a no ser tu pecho
duro pedernal,
moverate acaso
mi llanto a piedad.

LETRILLA III

El árbol
Ayer mi Pastora
subió a este manzano
a coger la fruta
de sus verdes ramos;
Mas yo que la huía
celoso y picado,
oculto en la yerba
la estaba mirando:
llenó de las pomas
el lindo canasto,
y quiso contenta
bajarse del árbol;
mas como medrosa
(da risa el contarlo),
inquieta temía1
el dar tan gran salto;
entonces mostreme,
brindele mis brazos,
y bajó entre ellos
mi dueño adorado.

LETRILLA IV

El vaticinio
Desvalido y pobre
el tiempo vendrá
de ser en la aldea
rico mayoral;
un pingüe rebaño
llegaré a juntar,
con mis dos corderas
y mi recental:
Luego entre los chopos
que baña el raudal
una rica choza
haré levantar;
entonces Fileno,
viendo mi caudal,
negarme a su hija1
¡ay Dios!, no podrá;
llegando a su colmo
mi felicidad,
cuando por esposa
la adore en mi hogar.

LETRILLA V

La astucia
En el valle opuesto
por do sale el sol,
tiene al pie de un sauce
su choza mi amor.
La fábrica humilde
con grande primor
de retama y caña
levantela yo;
mas para premiarse
mi tierna pasión,
una ventanilla
oculta dejó.
Allí por las noches
su fuego y mi ardor
con dulces suspiros
contamos los dos:
mas yo lograría
más tierno favor,
si mi bien pudiera
abrir su prisión.

LETRILLA VI

¡Qué travesura!
Riyéndose aleve
Dafne prometió
abrirme su choza
anoche a las dos.
Saltando de gozo
mas no sin pavor,
ansioso aguardaba
gustar tal favor.
Al fin mi amadilla
con turbada voz
me dice que llegue
llena de pudor:
al umbral entonces
acudo veloz,
tropiezo y me caigo
con ronco fragor:
el padre despierta,
clama por su honor,
me fugo medroso…
¡Qué susto me dio!

LETRILLA VII

Los juegos
En la noche clara
del señor san Juan,
las rojas candelas
me puse a saltar.
En vano las llamas
del fuego voraz
me envuelven, pues nunca
causáronme mal.
Así atrevidillo
quise despreciar
la hoguera del joven
de flecha y carcax.
Mas pronto en castigo
de mi vanidad
tornome mi pecho
el dios en volcán,
haciendo que Dafne,
niña celestial,
se hiciera la dueña
de mi voluntad.

LETRILLA VIII

El requiebro
La rosa que al alba
ofreciendo está
sus gratas esencias,
su tez virginal;
la fruta sabrosa
que empieza a pintar
con vivos matices
el fresco peral;
la concha que engendra
en el verde mar,
envuelta entre nácar
la perla oriental;
la gloria del prado
de olor sin igual,
perfume del aire
la flor de azahar,
a ti feudo humilde
deben tributar,
pues todo lo vences
en gracia y beldad.

LETRILLA IX

La fantasma pastoril
Por burla me cubro
la frente con hojas,
y la rubia cara
me pinto con moras:
el talle me afeo
con una corcova,
y me lanzo al prado
en pos de mi novia:
me acerco callando,
y miro reposa,
soñando en el día
feliz de la boda:
la llamo, y al verme
afligida llora,
y yo más me río
de mi traza loca:
la máscara tiro,
mi bien se alboroza,
se enlaza a mis brazos
y acaba la historia.

LETRILLA X

El baño
En el claro estanque
del fresco vergel,
a mi adoradilla
bañándose hallé.
Entre enredaderas
y tras de un ciprés,
contemplarla quise
a todo placer.
Sus formas de nieve,
del agua al través,
en tibios celajes
dejábanse ver.
Por su alba garganta
y rosada tez
mil hilos de perlas
se vían descender…
Pero su belleza
más no pintaré,
no sepa un profano
lo que callo y sé.

LETRILLA XI

La corderilla
La blanca cordera
que mi pastorcilla
me dio por regalo
al cumplir su día,
miradla cual viene
sonando la esquila,
triscando en la yerba
con loca alegría;
su vellón parece
seda la más fina,
do prenden en moños
coloradas cintas:
las otras ovejas
se comen de envidia
al verla tan blanca,
sin mancha y tan linda:
sin duda es la Reina
del hato en que trisca,
así cual su ama
dueña es de mi vida.

LETRILLA XII

El pañuelo
¡Oh don de mi amada,
regalo sin precio,
prenda de mi vida,
oh fino pañuelo!
En tu hermosa orla
imprimo mil besos,
y adoro la mano
que bordó tu asiento.
Enjugas piadoso
el llanto que vierto,
y oyes de mis labios
mi amor indiscreto.
Cuando con sus ojos
mis ojos encuentro
cubres con tu holanda
mi rostro bermejo…
Si acaso entre rosas
¡oh cándido lienzo!,
a mi amante vuelves,
dila mi secreto.

LETRILLA XIII

El ramillete
¡Oh blanca azucena
honor de vergeles,
del amor más puro
emblema inocente!
¡Oh rosa encarnada
gloria de Citeres,
que con tus colores
ser firme prometes!
¡Oh lirio morado,
cifra de donceles,
que en pasión rendida
tímidos fallecen!
¡Oh azules jacintos!
¡Oh verdes laureles
que esperanza o celos
pedís elocuentes!
Formad un variado
lindo ramillete,
con cuyos matices
mis cuitas exprese.

LETRILLA XIV

El columpio
Entre un alto roble
y un verde nogal
un columpio hermoso
solemos colgar;
aquí las pastoras
de todo el lugar
vienen a mecerse
en grato solaz.
A la que más quiera
la impelo fugaz
y va hendiendo el aire
como una deidad;
y en graciosa risa
quiere sujetar
la fina arandela
del rico sayal:
se rompe el columpio,
ella una voz da,
y al salto, en mis brazos
logrela estrechar.

LETRILLA XV

La ilusión del retrato
Como un inocente
estaba mirando
la corriente tersa
del arroyo manso;
y sin que la viese,
mi Pastora en tanto
me echaba en los hombros
lirios deshojados.
Al punto diviso
su hermoso retrato
pintarse en las aguas
con fúlgidos rayos;
perdido y sin seso
quiero despechado
la celeste imagen
besar con mis labios;
sin tino en el agua
me deslizo y caigo,
y mi aleve aplaude
tan súbito baño.

LETRILLA XVI

Las paces
Si de hacer las paces
que es tiempo ya juzgo,
al soto desciendo
y a un árbol me subo.
Mi Dafne me sigue
con celo y disgusto,
relato me haciendo
de azares y sustos;
mas yo de sus cuentos
rapaz no me curo,
y alcanzo más frutas
y más nidos busco.
Allá en lo mas alto
finjo que me turbo,
y troncho las ramas
con gran disimulo:
se asusta, y me ruega
que baje en el punto,
y al obedecerla
las paces concluyo.

LETRILLA XVII

El juego
Vendados los ojos
de un blanco cendal,
con las pastorcillas
me salgo a jugar;
de la mano asidas,
al ver el disfraz,
en torno del ciego
pónense a danzar:
y alegres en rueda
se vienen y van,
sin que a las aleves
yo pueda atrapar;
ya alcanzo, mas huye,
un fino sayal,
ya prendo un pellico,
mas vuelve a escapar:
y al fin de la burla,
por feliz azar,
logré a mi adorada
absorto abrazar.

LETRILLA XVIII

El baile
Ayer en el baile
me encontré a Damón,
alegre triscando
con Dafne mi amor.
Picome de celos
tan cruel sinrazón,
y este mal al punto
mi bien conoció.
Y por más herirme,
con ardid traidor
prendada se hacía
del tierno amador.
Mas luego en despique,
sin pensarlo yo,
la rueda deshizo
y al galán dejó.
Se vino a mí ufana,
bailamos los dos,
quedando yo alegre
y triste el pastor.

LETRILLA XIX

La infidelidad
En pos de mi amada
salí al manantial,
y hallé otra pastora
¡ay Dios!, por mi mal.
Gracia tan cumplida
no la vi jamás,
ni tanta apostura,
ni tanta beldad.
Sus mejillas rosas,
el seno azahar,
los ojos dos soles,
la boca coral.
Infiel con mis labios
quísela besar,
rindiéndose ella
cual cera a mi afán…
Mas tú, fuente clara,
testigo fatal,
por Dios no reveles
mi infidelidad.

LETRILLA XX

La lección
Por ver en la aldea
mi ingenio lucir,
quiso mi bien darme
lección de escribir:
en la ancha corteza
de una haya gentil,
las letras y rasgos
me hacía distinguir;
después tales cifras
mi amante buril
remedaba atento
con gracia feliz;
y en pocos ensayos
llegué a conseguir
grabar este mote
en álamos mil:
«Discreción e ingenio
te lo debo a ti,
pero a tierno amante
yo solo aprendí.»

LETRILLA XXI

El encarecimiento
Los silbos agudos
del furioso viento,
que indómito arranca
los robles y cedros;
el río caudaloso
que hinchado en hibierno
las vegas arrasa
y anega los huertos;
la horrible tormenta
que en el crudo enero
destruye el sembrado
con granizo y hielo;
y el feroz rugido
de espantoso trueno
que ahuyenta al rebaño
del fiel ganadero,
no me dan, bien mío,
más pena por cierto,
como si me miran
tus ojos con celo.

LETRILLA XXII

La fiesta en el río
Ir suele en la siesta
mi dueño querido
a perder las horas
jugando en el río.
En tan claro espejo
su rostro divino
se adorna la esquiva
con rico atavío;
y a veces ufana
prende de sus rizos
las flores que coge
del margen florido:
mas yo por ajarle
tocado tan lindo,
dos guijas le arrojo
desde el verde aliso;
en el agua caen
con grato sonido,
salpicando a Dafne
de humor cristalino.

LETRILLA XXIII

La turbación
Id, mansas ovejas,
a templar la sed
al abrevadero
del fresco vergel:
las yerbas del margen
golosas paced,
mientras que a la cita
parece mi bien;
y a Dafne ultrajada
¡ay Dios! ¿Qué diré
si sabe que he sido
a su amor infiel?
Sin duda más vale
negar con doblez,
quejándome luego
de tanto desdén.
Mas ¡ah!, que ya llega,
cesó mi altivez,
y ni aun disculparme
conturbado sé.

LETRILLA XXIV

El arroyo
Arroyuelo manso,
raudal cristalino,
¡oh cuánto me agrada
tu inquieto bullicio!
Tú riegas las flores
del borde florido,
que en cambio te ofrecen
perfume el más rico;
el prado paseas
con sutiles giros,
derramando en torno
tu influjo benigno…
Mas yo de tus dichas
sólo triste envidio
el ver sin cadenas
tu libre albedrío,
y el que entre mil juegos,
el dulce bien mío,
imprime en tus aguas
sus labios divinos.

Lunavitque genu
sinuosum fortiter arcum:
Quodque canas, Vates, accipe, dixit, opus.
P. OVID.

A LA EXCMA. SEÑORA MARQUESA DE LAMBRANO

Mis tímidos versos
concede, Señora,
que a tu fausto amparo
rendidos se acojan:
que la flor humilde
sin matiz ni pompa,
cuya gala es solo
vaporoso aroma,
dos veces ufana
parece y hermosa
si al búcaro rico
pagar feudo logra:
y el fúlgido llanto
de la clara Aurora,
descendiendo en copos
cual líquido aljófar,
del vergel desdeña
pimpollos y hojas,
Por bordar el cáliz
de la blanca rosa.
De alegres zagales
el festivo idioma
oirás, cuando juegan
en la edad dichosa:
también los cantares
de la gente mora,
que de Alhambra dicen
las tristes historias:
o ya los cuidados
y dulces zozobras,
del rapaz que hiere,
e hiriendo se mofa;
y en sus alas de oro
de infiel mariposa,
por bálsamo lleva
la más cruel ponzoña
y al mar cristalino
verás en sus ondas
mecer verdes listas
entre azules zonas:
o en la blanca espuma
sulcar alias proas,
y flámulas leves
que el Céfiro azota:
marinos palacios
se pintan, do moran
los locos Tritones,
las Ninfas y diosas;
que en urnas de nácar,
con ámbar de Etiopía,
te dan en ofrenda
corales y conchas
que si el don acoges
triscarán gozosas,
mas que si en sus sienes
ciñeran coronas;
cual yo, si mis cantos
te halagan, Señora,
no ansiaré mas nunca,
mayor prez ni gloria.

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UNA MAÑANA DE NOVIEMBRE [Mi poema]
José Lamarque de Novoa [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Era una mañana de noviembre silenciosa y fría,
al sol del oriente abrí mi ventana,
el viento traía
perfume de rosa temprana,
-salvia, espliego, mejorana-
en soplos de melancolía.

Bullicio, canciones y risas,
doblar de campanas que llaman a misa.
¡Que es fiesta muy grande! me dice un vecino
que va hacia la iglesia con traje de pana,
yo no le hago caso y sigo mi camino,
¡que yo vaya a misa, no me da la gana!

Y a orillas del río,
-la mañana suave, el cielo sombrío-
medito en silencio, pregunto a mi mente,
¿qué tendrá esta gente
que ríe, que canta y que reza?
¿será que bosteza?

Sopla un suave viento
fresco de relente
lleno de tristeza,
desde hace un momento
¡qué mustia ha quedado la naturaleza!

Calle la lluvia, la tarde triste,
tras los cristales de mi ventana
veo la calle toda desierta,
sin alegría como sin alma.
Y en su silencio de tumba muerta
se oye el susurro de una guitarra.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  José Lamarque de Novoa

Poesías líricas

A la memoria de mi buena y querida madre la señora doña María del
Carmen de Novoa y Campos de Lamarque
A Dios en el augusto sacramento de la eucaristía

Ego sum panis vivus,
qui de caelo descendi.
(S. Joan. cap. 6. v. 51.)

Mi humilde lira dadme, que en cántico sonoro
de Dios la omnipotencia mi labio ensalzará;
y el pensamiento en bello, feliz sueño de oro
cual vagarosa nube al cielo se alzará.

¡Oh, quien del rey profeta el arpa melodiosa
tuviera, y la fecunda, sublime inspiración!
mi trova fuera entonces más grata y armoniosa
que la que entona el ave, dulcísima canción.

Ya lejos del revuelto, inmenso mar del mundo
embriágase mi alma de místico placer;
y ardiendo en viva llama de santo amor profundo,
de la materia el lazo intenta audaz romper.

¡Jehová, tú eres la vida!… El alto firmamento
y la anchurosa tierra se alzaron a tu voz;
y en el inmenso espacio más rápidos que el viento,
mil mundos se agitaron de tu mirada en pos.

¡Jehová, tú eres la vida!… El puro sol brillante
que alumbra de cien orbes la ignota inmensidad,
es sólo de tu gloria destello rutilante,
sujeto a tu sagrada y eterna voluntad.

Yo admiro, Dios supremo, tu inmenso poderío
en el sulfúreo rayo, del trueno en el fragor;
en los hirvientes mares, en el sonante río,
en el tremendo empuje del noto bramador.

Y en la callada noche, cuando las auras leves
los cedros seculares agitan al pasar,
parece que tu planta en los espacios mueves,
y el eco de tus pasos figúrome escuchar.

Mas ¡ay! que en vano espero que a mí llegues radiante
como bajar te viera Moisés al Sinaí:
Conozco no soy digno de ver tu almo semblante…
Mi pensamiento solo volar puede hacia ti.

¡Oh Dios tres veces santo! Y ¿quién tu omnipotencia
y tu bondad sublime podrá desconocer?
Yo admiro los destellos de tu divina ciencia,
y humildemente adoro tu incomprensible Ser.

Un tiempo fue que el hombre tus leyes olvidando
mil crímenes y horrores terribles cometió;
y audaz, y torpe y ciego, de tu poder dudando,
a impuros, falsos dioses sacrílego adoró.

Mas pronto de tu ira los rayos tremebundos
lanzaste, y convertidos no más que en polvo vil,
se vieron los altares, los ídolos inmundos
que torpe objeto fueran de adoración servil.

Y entonces tu Hijo amado bajó al mísero suelo
para salvar al hombre del yugo de Luzbel;
y diole nueva vida, y diole el pan del cielo
y de salud el cáliz; eterna unión con Él.

¡Oh Dios! Yo reconozco tu gran misericordia
en este sacramento que nos libró del mal:
Él es el lazo fuerte de la feliz concordia
que existe entre el humano y el Ser que es inmortal.

Y aun cuando no soy digno que a mí llegues radiante
como bajar te viera Moisés al Sinaí,
a ti raudo se alza mi espíritu anhelante,
y al ver la sacra Hostia mi fe te adora allí.

¡Señor, por ti fue el mundo!… Mas ¡ay! llegará un día
en que en la nada horrenda a hundirse volverá.
Así la aterradora, sublime profecía
cual de Daniel los sueños cumplida se verá.

¡Señor, todo lo puedes!… En esa hora de espanto,
cuando en los aires ruja la ronca tempestad…
¡Oh! cúbrenos piadoso con tu divino manto,
y sálvese, Dios mío, la triste humanidad.

A la Sma. Virgen María en Montserrat

[Nota]
Repleatur os meum laude, ut
cantem gloriam tuam: tota die
magnitudinem tuam.
(Psalmo LXX. v. 8.)

No en las ardientes alas
de bélico entusiasmo el alma mía
hoy afanosa elevará su vuelo;
ni absorta al ver las deslumbrantes galas
de grandezas y pompas mundanales
las vanas glorias cantará del suelo:
No, que en más puro anhelo
mi enajenado corazón se inflama,
y ante tu altar, inmaculada Virgen,
ardiendo en viva llama
de sacrosanta fe, mi pensamiento
a la etérea región raudo se eleva,
y humilde y venturoso,
férvidos himnos a tus plantas lleva.

Acéptalos, Señora; que mi labio
pueda cantar tu célica hermosura;
pintar el amoroso
semblante, de bondad y gracia lleno,
con que al mundo te muestras, ya humillando
del soberbio Luzbel la altiva frente;
ya apacible calmando
las crespas ondas de la mar hirviente
en desatada tempestad bravía;
o bien cuando a tu influjo en las batallas,
sedientas del laurel de la victoria,
conquistaban, con bélica oadía,
fúlgidos timbres de perpetua gloria
las nobles huestes de la patria mía.

¡Oh España, ilustre, España!…
¿Qué pueblo consiguiera
lauro más bello presentar al mundo
que el digno lauro que tu sien decora?
Esclava de María
orgullosa mostrabas por do quiera
los altos templos que en tu amor profundo
a la Madre del Verbo levantabas,
y con santa piedad, nunca extinguida,
insigne ejemplo a las naciones dabas.
¡Ah! ¿Cómo al recorrer las populosas
ciudades que se admiran en tu seno,
tu campiña feraz de mirto y rosas
y de frutos dulcísimos vestida,
fúlgidas galas que le presta el Cielo,
de la Fe no sentir el puro anhelo
y la esperanza de la eterna vida?
¡Santuarios do quier! ¡Do quier el signo
de nuestra santa Religión sublime!
Parece que su vista
perenne dicha al corazón imprime;
y al contemplar en silencioso templo,
de la Madre de Dios el busto santo,
feliz al Cielo se remonta el alma
bajo la sombra de su níveo manto.

Mas, como perla entre coral luciente,
cual la cándida estrella de la aurora
del grato abril al despuntar el día,
aparece en su trono refulgente
una entre todas peregrina imagen
que célicos encantos atesora.
Contémplase grandiosa su morada
del elevado Montserrat umbrío
en la peña escarpada,
y a la sombra de fértil enramada
corre a sus plantas apacible río.
Allí donde las águilas caudales,
vencedoras del viento,
entre las fuertes rocas desiguales
tienen su firme asiento;
allí en medio de rústica belleza
se alza la mente a la sublime altura,
y, olvidando feliz la tierra impura,
sueña de Dios con la eternal grandeza.

¡Ah! ¿Quién al penetrar en el tranquilo
y solitario albergue,
en otro tiempo venerable asilo
de justos, sapientísimos varones,
no se siente un instante arrebatado
a más dichosa edad?… Nuestra memoria
de aquel templo sagrado
en los gratos recuerdos se enajena,
y de la Imagen la piadosa historia
evoca el alma de entusiasmo llena.
Recordadla, cristianos:
En brazos de un Apóstol conducida
de Barcino en las playas aparece
la multitud, de gozo estremecida,
vítores mil y cánticos le ofrece;
y al contemplar en ella
el fiel traslado de la Virgen bella,
que es del que sufre celestial amparo,
«Llega, le dice, matutina estrella,
ven y serás el luminoso faro
que a las virtudes servirá de guía;
augusto santuario te alzaremos,
y humildes a tus plantas rendiremos
homenajes y ofrendas a María.»

Y alzose el templo, y a los pies del ara
santos, reyes y pueblos se humillaron,
y siete siglos de ventura y gloria
tus hijos, noble Iberia, contemplaron

Empero ya el momento
de la expiación tremenda se acercaba
para el Monarca indigno, que olvidado
de religión y patria, descuidado
a lascivos placeres se entregaba.
Presto las puertas de la fiel Tarifa,
de un vil traidor, por la maldad guiado,
se abrieron a la intriga miserable;
raudas las tribus de Ismael osadas
la Bética invadieron,
y tras ruda batalla formidable
el cetro godo y su poder se hundieron.

¡Ay, que ya el Guadalete enrojecido
ya publicando la victoria cierta
del Árabe temido,
y del triste Cristiano los dolores!…
¡Ay, que ya los sangrientos invasores
de Barcino a las puertas se adelantan,
y al escuchar del pueblo los clamores
su fácil triunfo con orgullo cantan!
¿Será la santa Imagen peregrina
triste despojo de sus torpes manos?…
No, jamás: ya un ilustre
prelado se encamina
al escarpado, silencioso monte
que humilde besa el Llobregat sonoro:
Sobre sus hombros venerable carga
con paso incierto y tembloroso lleva,
y por un noble godo conducido
la deposita en solitaria cueva.
Y al alejarse acaso para siempre
de aquel monte y del Busto sacrosanto,
así exclama, con eco dolorido,
de sus ojos vertiendo acerbo llanto:
«Guarda, guarda en tu seno,
fuerte risco, tan célico tesoro;
no en tus cumbres jamás el Agareno
ose imprimir su destructora huella;
que en ti dejamos, con dolor profundo,
la imagen sacratísima de aquella
que en las penas del mundo
es fuente de esperanza y de consuelo:
Concha serás de perla misteriosa
que por nosotros te confía el Cielo.
Y tú, Madre amorosa,
por las lágrimas tristes que derraman,
por las fervientes súplicas que elevan
los fieles hijos que tu nombre aclaman
y hoy hondo cáliz de amargura prueban,
ahuyenta la ansiedad que les oprime,
tiende, Señora, tu benigna mano,
y a tu pueblo redime
del ominoso yugo mahometano.
Haz que llegue la hora
en que, fúlgido sol de esta montaña,
torne a lucir tu imagen bienhechora;
que de tus hijos el amparo sea,
y, protectora de la madre España,
el orbe todo tu grandeza vea.»

Dijo; y cual si presente
tuviera lo futuro ante sus ojos,
el grato anuncio se miró cumplido.
Tras largos años de sangrienta lucha
del Musulmán los bélicos laureles
trocáronse en abrojos,
y ante el bravo Español gimió vencido.
Barcino se entregaba a la alegría
del bárbaro opresor al fin salvada,
que ya en sus muros tremolar veía
la sacrosanta enseña que debía
brillar más tarde en la oriental Granada.

Empero bien más alto y permanente
quiso otorgarle en su bondad inmensa
el supremo Hacedor omnipotente.
Era una noche plácida y suave
del floreciente Mayo;
tímida luna, en lánguido desmayo,
en el mar de occidente se ocultaba,
y con acento grave
el viento en la floresta murmuraba.
En esplendor bañado
el Monserrat de súbito aparece,
óyese el canto de celeste coro,
y vaga nube de amaranto y oro
en elevada cima resplandece.
A contemplar tan singular prodigio
el pueblo presuroso se adelanta,
y, salvando del monte la aspereza,
oculta cueva mira entre maleza
a do penetra con segura planta.
Empero ¿qué grandiosa maravilla
viene de todos a embargar la mente?
De improviso descúbrense la frente,
doblan enajenados la rodilla…
La imagen de la Virgen sin mancilla,
del antro oscuro en escondida estancia,
con Jesús en los brazos
a sus ojos atónitos se muestra:
Suavísima fragancia
difunde en derredor, vivo destello
de luz fulgente y pura
circunda en torno su semblante bello…
¿Qué más alta hermosura
el fervoroso espíritu cristiano
en éxtasis divino soñaría?
Así, cercado de radiante lumbre,
Jesús a sus discípulos amados
en la elevada cumbre
del sagrado Thabor se mostraría.

Ya eminentes varones, rodeados
de la entusiasta multitud que llena
con vítores el viento,
conduciendo la Imagen sacrosanta
a la ciudad cercana se encaminan:
Mas, ah, ¡nuevo portento!
¿qué poderosa mano
sus plantas a las rocas encadena?
¿Quién del cristiano pueblo de María
la generosa voluntad enfrena?
¡Oh! dejadla, dejadla; es que no quiere
abandonar su albergue misterioso:
Otro templo le alzad en ese monte
do en apacible calma
nueva vida parece.
Del alto Cielo recibir el alma,
y un aire respirar menos impuro…
Ella en su excelso trono
será la blanca nube que se mece
de la esperanza en el oriente puro,
la escala santa de Jacob que ofrece
fácil camino al inmortal seguro.

¡Ah! ¿Quién narrar pudiera los blasones
los altos timbres de su nueva historia?
Subid al Montserrat, y vuestros ojos
atónitos contemplen los despojos
de extranjeras naciones
que príncipes y reyes
a los pies ofrecieron de María…
Contad, contad sus triunfos… Ah, que en vano
la mente con afán lo intentaría
Ved allí las banderas
que en Lepanto se alzaban arrogantes
del potente Selim en las galeras;
ved de Túnez los ínclitos laureles,
digna alfombra a su planta,
de España gloria, encanto de sus fieles.
Y si buscáis de paz dulces ofrendas,
la vista dirigid a la alta cimbria,
de lámparas ornada;
el camarín suntuoso, la estimada
corona de brillante pedrería,
de sacrosanta fe fúlgidas prendas,
un instante admirad, y absorta el alma
en la atmósfera pura y trasparente
de tiempo más dichoso
se agitará con entusiasmo ardiente;
o del órgano grave y sonoroso
al escuchar la grata melodía,
de los antiguos, fieles peregrinos
se fingirá los férvidos cantares,
que el manso Llobregat entre sus olas
raudo llevaba a los tendidos mares.

Mas ¡ay! ¿por qué cercada
de ingrata soledad y honda tristeza
hoy se contempla tu mansión, Señora?
¿Es que la duda y la impiedad ahora
arrogantes se alzan? ¿Extinguida
la fe pudo quedar en nuestro pecho,
y nuestra mente al seductor halago
del mundano placer adormecida?
¡Deplorable verdad!… ¡Época infausta!…
¿Qué importa que en el vago
círculo del saber, de fama ansiosa,
oh desdichada humanidad, despliegues
el mapa de tus triunfos, y orgullosa
a contemplarlo con afán te entregues?
¿Qué importa, sí, que de tu seno broten
mil inventos y mil, si en sed de oro
te abrasas, cual la Roma degradada
del pérfido Nerón y de Vitelio,
y en el falaz tesoro
de tu mezquina ciencia
se mira despreciada
la sublime verdad del Evangelio?
Oro y aplausos prestas al impío
que niega de Jesús la omnipotencia,
en tanto que la Iglesia en hondo duelo
persecuciones llora,
y el Padre de los fieles, sin consuelo,
tu ciego error y tu ambición deplora.

¡Oh inmaculada Virgen!
¿Será que ya en la tierra
no brille la justicia? ¿Tu mirada
del suelo apartas, con desdén profundo,
al ver de lodo inmundo
la miserable humanidad manchada?
¡Piedad, piedad, Señora!
Aún queda un noble pueblo
que extraños cultos de su seno aleja,
y sólo al Dios omnipotente adora.
Contémplalo a tus plantas, oh María,
y concédele pía
la salvación que para el mundo implora.
Que su llanto copioso, del Eterno
pueda alcanzar, por tu benigna mano,
el perdón a los míseros errores
en que se abisma el pensamiento humano,
y llevar dulce alivio al triste anciano,
al sucesor de Pedro en sus dolores.

¡Oh! dame, Madre mía,
que contemple la plácida alborada
de tan risueño y venturoso día…
Que por siempre humillada
se mire la impiedad, hoy arrogante,
y la prole de Adán, por ti salvada,
hosanna eterno a su Hacedor levante.
Sí; logre yo un momento
disfrutar de tan célica ventura,
y a tus plantas después, oh Virgen pura,
tranquilo exhale mi postrer aliento.

A la muerte de Jesús

Aut Deus naturae patitur;
aut machina mundi evertitur.
(Sanct. Dionis. Areopag.)

¿Por qué del almo cielo palidecen
los vivos resplandores?
¿Por qué las sombras crecen
y en triste noche umbría
vese trocado de improviso el día?
¿Por qué brama iracundo
inquieto el mar, y en inflamada nube
el trueno estalla con fragor profundo?

¡Ay! que del alto Gólgota en la cumbre
fatídico se alza
tosco madero, do en cruel suplicio
el Hijo del Eterno
cual víctima se entrega al sacrificio.
Y bárbaros sayones
martirizan al Justo,
e inicua multitud, que horror inspira,
por la injusticia y la maldad guiada
escarnece a su Dios, ardiendo en ira.
¡Ah! nada templa su furor creciente,
ni de Jesús la sangre derramada,
ni de su triste Madre el llanto ardiente:
Llanto amoroso que al correr fecundo
la tierra purifica, presagiando
consuelo y paz y salvación al mundo.

Y tú, pueblo deicida,
¿no eres el mismo que la voz alzando
ante el Verbo divino,
hosanna al hijo de David decías,
y amante en su camino,
oliva y verdes palmas le ofrecías?
¡Y hora le niegas! ¡Ay! ¿Qué infausta mano
te impulsa al crimen, que iracundo y ciego
desconoces su origen soberano,
y sordo estás de la clemencia al ruego?
¿Es que se acerca la terrible hora
¡Oh mísera Sión! en que perdidos
los celestiales dones
que bondadoso te envió el Inmenso,
no sólo te contemplen las naciones
vil juguete de bárbaras legiones,
del Cielo por castigo,
sino que errantes por el ancho mundo
tus hijos vayan, sin tener ni un pueblo,
ni un pueblo solo que les preste abrigo?

¡Oh! si, se acerca: con tu propia mano
en tu seno has abierto la honda herida;
que no Isaías lo anunciara en vano,
ni fuera de Ezequiel la voz perdida.
Si, ya espira Jesús… El eco airado
resuena de Jehová, triste la lumbre
desfallece del sol; tiembla la tierra
del uno al otro polo,
y las cenizas que la tumba encierra
se reaniman, causando al hombre espanto:
Chocan las piedras, y del templo santo
se rasga el sacro velo…
Ruge Satán en su infernal morada,
que el alma fiel, de su poder salvada,
feliz ya puede remontarse al Cielo.

A Jerusalem

Dabo domum istam sicut
Silo, et urbem hanc dabo in malecditionem
cunctis gentibus terrae.
(Jerem., cap. XXVI, v. 6)

Triste Sión, tu manto
rasga en señal de perdurable duelo;
alivio sea a tu dolor el llanto,
que eterno es tu quebranto,
y a la vez lo publican tierra y cielo.

Por la maldad guiados
tus hijos a su Dios desconocieron;
diéronle dura muerte despiadados,
y en su furor, osados,
su nombre y su poder escarnecieron.

¡Ay! llora: el sacrificio
ya consumado está… La turba ciega
huye aterrada del fatal suplicio,
que, de su culpa indicio,
tiembla el orbe y su luz el sol le niega.

Y el trueno ruge airado,
desátase la mar embravecida,
el hirviente volcán brama irritado,
y el mundo ve asombrado
en los sepulcros renacer la vida.

¡Tiembla, Sión!… Llegada
es para ti la hora… Infausta guerra
dejará tu campiña desolada;
tu prole desdichada
amparo no hallará sobre la tierra.

Del Gólgota en la cumbre
aún yace Dios, pendiente del madero:
Cércale en torno misteriosa lumbre;
amor y mansedumbre
muestra la faz del celestial Cordero.

Amor, amor profundo
que eterno bien y salvación ofrece:
La esperanza por él reina en el mundo,
y Luzbel iracundo,
vencido en sus cavernas se estremece.

Mas ¡ah! que designado
el Verbo fue, cual víctima expiatoria,
para lavar la mancha del pecado,
y su sangre ha regado
la palma celestial de esta victoria.

La existencia debía
costar de un Dios, y de su Madre tierna
el ardoroso llanto, que sería
ofrenda dulce y pía
de paz y amor y de ventura eterna.

Ella siguió anhelante
los pasos de Jesús: de pena herida
tinto en sangre miró su albo semblante,
y muda, palpitante,
hora ¡ay triste! en la cruz lo ve sin vida.

¡Oh, Madre! Sin consuelo
vuelves los ojos hacia el Hijo amado:
Él era sólo tu constante anhelo…
¿Quién ya podrá en el suelo
dar alivio a tu pecho acongojado?

El mundo nada encierra
que lenitivo a tu aflicción señale:
De la muerte el silencio tu alma aterra,
sola estás en la tierra…
¡Ay! no hay dolor que a tu dolor iguale.

¿Cómo al ver tu tristura
no se conmueve el pecho del impío?
¡Oh! déjame un momento, Virgen pura,
unir en tu amargura
a tu llanto de amor el llanto mío.

Y tú, ciudad deicida,
si de Jesús la suma omnipotencia
adivinas de horror estremecida,
llega a sus pies rendida,
que es fuente inagotable de clemencia.

Mas ¡ah! que el orbe entero
de tu impiedad, ob pueblo, es ya testigo:
No hay perdón para ti… Grande y severo
se alza el Dios justiciero…
¡Su eterna maldición irá contigo!

A Nuestra Señora de Castellanos en el solemne acto de su traslación
a la iglesia de Chamberi

Estrella celestial, cándida y pura,
bella, dulce María,
que del querub acoges en la altura
la grata melodía;

dame que el alma por la Fe inspirada,
con desusado vuelo,
en tu amor sacratísimo abrasada,
se eleve al almo cielo.

Dame que al son de mi inacorde lira
a ti mi voz levante,
y que al fuego cediendo que me inspira
tu nombre y gloria cante.

¿Quién al Hispano que gimió vencido
del Lete en la ribera,
quién sino tú contra el Muzlim temido
de nuevo enardeciera?

«España y libertad» el gran Pelayo
gritó ante tus altares,
y el santo grito resonó en Moncayo
y se extendió en los mares.

De patria y libertad al noble acento
mil fuertes campeones,
tremolaron, intrépidos, al viento
de guerra los pendones.

¿Quién contrastar pudiera su osadía
si por la Fe lidiaban,
y el nombre sacrosanto de María
en la lucha invocaban?

Tú sufriste, Castilla, el yugo impío
del bárbaro Agareno;
mas te lanzaste al fin con fuerte brío
y corazón sereno.

Y Europa entonces admiró tu arrojo,
en ti los ojos fijos;
¡ay, que se vio tu suelo en sangre rojo
con sangre de tus hijos!

Pero venciste; y do se alzó arrogante
del error la morada,
de la Madre de Dios brilló triunfante
la imagen venerada.

Un templo erige el pueblo do la bella
efigie de María
fúlgida luce, como blanca estrella
tras la tormenta impía.

El ínclito Fernán su gracia implora
doblada la rodilla;
la inmensa muchedumbre, protectora
la aclama de Castilla.

¡Oh sacrosanto amor! ¡Oh eterno día
anuncio de ventura!
Antorcha fue tu sol, de España guía
contra la hueste impura.

Que a la luz de la Fe se alzó esplendente
el ángel de la gloria,
y férvida corrió la hispana gente
de victoria en victoria.

Y al soberano esfuerzo, al poderío
de las armas cristianas,
vencido contemplaron al impío
las costas africanas.

Por ti, oh Virgen, España triunfadora
mirose en su camino:
Fue brillar de dos mundos cual señora
su espléndido destino.

¡Gloria, gloria a tu nombre! Eterna brille
tu protección divina:
A la horrenda impiedad por siempre humille
tu enseña peregrina.

Y hoy que Mantua te aclama, venturosa,
con férvidos loores,
vierta, oh Madre, tu mano poderosa
en ella sus favores.

Viértalos, sí; que vivirá en tus fieles
por siempre su memoria,
y acrecerás con ellos los laureles
que ciñe España para eterna gloria.

En la restauración del templo de Nuestra Señora de la Soledad, en la
villa de Santa María

– I –
En la florida Mallorca
existe una antigua villa,
risueña como sus campos,
su nombre es Santa María.
En ella un templo se alza
donde la imagen bendita
de la Reina de los Cielos
cual astro fulgente brilla.
Allí de los fieles todos
recibe oblación cumplida,
y por contemplarla vienen
desde apartadas orillas.
El pueblo con fe profunda
invócala en sus desdichas,
y al punto la estrella luce
de su esperanza perdida.
Ha siglos dulce consuelo
es de las almas sencillas,
que en ella miran la escala
que segura al Cielo guía.
¡Oh, feliz el que por ella
del mundo la pompa olvida!
¡Feliz el que siente y llora
la soledad de María.

– II –
¿Por qué en los semblantes ho
profunda ansiedad se pinta?
Grata ventura cual antes
¿por qué no reina en la villa?
¿Tal vez bramadores vientos
asolaron sus campiñas,
y perdida su fortuna
los tristes labriegos miran?
¡Ah! no; que florido el campo
propicio siempre les brinda
los tesoros de su seno,
justo premio a sus fatigas.
Todo a la vista sonríe,
tristeza tan sólo inspira
el sacro templo, trocado
en solitarias ruinas.
En él implacable el tiempo
posó su planta atrevida,
y a completar su obra acaso
vinieron manos impías.
Por eso con pena amarga
el pueblo la frente inclina:
Llorar no puede en su templo
la soledad de María.

– III –
Mas ¡oh placer! cesa el duelo
y torna a brillar la dicha,
cual luce cándida aurora
tras lluviosa noche umbría.
Ya el pueblo corre anhelante,
y en sus cantares publica,
el gozo que su alma siente
y el noble afán que lo guía.
Su arruinado santuario
de nuevo alzado se mira,
al impulso generoso
de la reina de Castilla.
Y al ver en su solio antiguo
la santa imagen bendita,
por la piadosa Isabela
votos al Eterno envía.
¡Oh, venturosas mil veces,
almas nobles y sencillas,
que realizada miráis
vuestra esperanza querida!
Llegad al templo, que al Cielo
conduce la Fe divina
a los que en la tierra lloran
la soledad de María.

A Ntro. Sto. Padre el Papa Pío IX, con motivo de su alocución
pronunciada en el consistorio secreto de 30 de setiembre de 1861

Locuti sunt adversum me
lingua dolosa et sermonibus odii circumdederunt me; et
expugnaverunt me gratis.
Pro eo ut me diligerent, detrahebant mihi: ego autem
orabam.
Et posuerunt adversum me mala pro bonis: et odium pro
dilectione mea.
(Psalmo CVIII.)

¿Qué acento poderoso
hoy se levanta y los espacios hiende,
y en misterioso vuelo
desde el sonoro Tíber al undoso
Índico mar se extiende,
y luego sube a la región del cielo?

¿No la oís? Es su voz; la voz divina
del sucesor de Pedro, a quien sañuda
con torvo ceño la maldad combate:
Al resistir el impetuoso embate
de la impiedad, que furibunda brama,
desde el altivo y fuerte Vaticano
noble y severa la verdad proclama.

En vano, en vano la falange impía
que la bandera alzó de injusta guerr
ahogarla intenta en su furor, y en vano
con ronca vocería
quiere imponer sus leyes a la tierra:
Ella vibra sonora como el trueno
en la inmensa extensión del Océano;
ella, venciendo la traición y el dolo,
cruza el mundo veloz de polo a polo
al impulso de un genio soberano.

Mas ¡ay! que al escucharla
se alzan de nuevo, con furor creciente,
los que mintiendo libertad aspiran
la Italia a dominar con sus legiones,
y odio y venganza en su ambición respiran.
Ellos cual fiero, asolador torrente,
que troncos y peñascos arrebata,
van derrocando tronos y extendiendo
su imperio por las míseras naciones,
y la justicia y el poder vendiendo
al hórrido tronar de sus cañones.

¡Vedlos, cristianos! Con rencor profundo
al desigual combate ya se aprestan;
y en libelo infernal, con torpe mano,
viles calumnias sin piedad asestan,
ante la Europa inerte y asombrada,
contra el piadoso, venerable anciano
firme sostén de nuestra Fe sagrada.

Hubo un tiempo en que unida y venturosa
levantábase Italia prepotente,
con noble ardor corriendo presurosa
su independencia a defender y el trono
del sagrado Pastor… Él la guiaba
por la senda del bien: y entusiasmado
y libre el pueblo de traidor encono,
desde los Alpes hasta el mar gritaba:
¡Que viva el sabio, el inmortal Pío Nono!

¡Cuán presto, oh Dios, el tenebroso velo
de lamentable error, la clara estrella
vino a ocultar que pura fulguraba
de la esperanza en el radiante cielo!
Alzose la maldad, y tras la huella
de su temible planta destructora
la discordia siguió; se alzó potente
la funesta impiedad, y triunfadora
su estandarte clavó en el Capitolio,
alentando insolente
del Pontífice augusto al alto solio.

¡Ay! desde entonces en tremenda lucha
se agita el Occidente,
y sólo el grito de ansiedad se escucha
de la madre infeliz, que en duelo insano,
al hijo de su amor mira espirante,
o en la lid derramando, delirante,
tal vez la sangre de su propio hermano.
¡Mísera madre! En su dolor profundo
del mundo en vano protección implora,
que a los tiranos ¡ay! escucha el mundo
no al que agobiado por las penas llora.

¿Y hemos de ver tranquilos, impasibles,
la virtud humillada, perseguida,
y por boca de fieros impostores
la santa Religión escarnecida,
la fe de nuestros ínclitos mayores,
dulce consuelo en nuestra triste vida?
No, no, jamás: alcemos con firmeza
nuestra voz en defensa de la hollada
Religión, oh católicos, y dando
al orbe digno ejemplo de entereza,
cercad, nobles guerreros, la morada
del Padre de los fieles, perseguido
por el inicuo, detestable bando…
Que el mundo todo en su redor os vea
formando un fuerte, inexpugnable muro,
y antes que vil apóstata o perjuro
allí cada cristiano un mártir sea.

Y tú, santo Pontífice, que miras
combatir tu poder; que los errores
lamentas de tu pueblo y los dolores
porque del mundo al bien tan sólo aspiras;
sigue, sigue con firme confianza
defendiendo los fueros sacrosantos
de la Iglesia de Dios; no la esperanza
muera en tu pecho, no; que aún la Fe vive
pura en el noble corazón cristiano,
y nuevo aliento con tu voz recibe.
No tu constante esfuerzo será vano
por alcanzar la palma de victoria:
Triunfarás del Averno,
y el orbe entero al admirar tu gloria
gracias sin fin tributará al Eterno.

A S. .M la Reina D.ª Isabel Segunda, en su llegada a Sevilla

Ven, oh lira, a mis manos, y un momento
al rumor de los ecos de alegría
con que la patria mía
demuestra su lealtad, con firme acento
daré lleno de férvido entusiasmo
un nombre augusto al vagaroso viento.

No al opresor que pueblos avasalla
y en fratricida guerra asoladora
traspasa de la ley la justa valla,
ni al que llevado de ambición innoble
guiando va su hueste triunfadora
por extrañas naciones abatidas,
ensalzaré en mi canto:
Es del poeta la misión más noble.
El mercenario sólo
cantar puede las glorias
del déspota feroz que en cien victorias
lleva do quier desolación y llanto:
Él su deseo ardiente
de esclavizar el mundo
halagará tal vez, que el oro enfrena
su labio, y torpemente
se humilla al peso de su vil cadena.
Mas el que mira con horror profundo
el imperio del mal, y firme adora
la viva luz de la virtud divina,
feliz la altiva frente
ante ella solo con respeto inclina.

¿Y quién, oh Reina amada,
de la santa virtud en tu mirada
no adivina los mágicos destellos?
Al desvalido, al huérfano, al anciano
grato consuelo prestas compasiva;
tu acento les devuelve la esperanza,
y les brinda la dulce bienandanza
de que la suerte con furor los priva.
Entonces venturosos
vuelven a ti la vista enternecidos
y ven tus ojos, que piedad revelan:
Lágrimas hay en ellos,
lágrimas puras que su lumbre velan;
mas, ah, que así velados son más bellos.

Barcino, Augusta, la ciudad que baña
el Turia cristalino
y el pueblo que aún recuerda en Covadonga
la de Pelayo memorable hazaña,
escucharon tu acento peregrino.
Do quiera que tu planta dirigiste,
magnánima Isabel, galanas flores
brotaron llenas de fragancia y vida:
A tu presencia huyeron los dolores,
que a ti fue siempre la esperanza unida.
Y al par que alivio diste a la indigencia
digno sostén el arte y la alta ciencia
en tu mano benéfica encontraron,
y Reina cual ninguna generosa
artistas y poetas te aclamaron.

No de otra suerte tras la noche oscura
brilla en oriente la rosada aurora,
y con su lumbre pura
da vida al campo y los espacios dora.
Los bosques sacudiendo
su agreste cabellera la saludan,
bullen las auras con rumor sonoro,
y a recibirla, en temeroso vuelo,
de mil aves se apresta alado coro
himnos alzando a la región del cielo.

Hora tus pasos bondadosa guías
a la perla del Betis, y anhelante,
sientes la viva, misteriosa llama
del noble y puro ardor en que se inflama
tu corazón benéfico, y amante.
Dar esplendor y vida a las naciones
es de un monarca la mejor victoria,
y así al verter con generosa mano
bienes sin cuento sobre el pueblo hispano,
timbres alcanzas de perpetua gloria.
Do quiera la entusiasta muchedumbre
a contemplarte, oh Reina, se adelanta,
y regando de flores tu camino
tus nobles triunfos, tus virtudes canta.

Ya la ciudad insigne que en su templo
los restos guarda del tercer Fernando,
tu llegada triunfal ansiosa espera.
¡Oh júbilo! ¡Oh ventura! Ya tronando
anuncia el ronco bronce que ligera
se acerca la veloz locomotora,
al viento adelantando en su carrera.
En la elevada torre
aparece la enseña anunciadora
de tan feliz y suspirado instante:
Ya desalada corre
la inquieta multitud, de gozo llena,
y en el profundo afán que la enajena
contempla de su dicha el sol brillante
sin que lo empañe pasajera nube:
Llegas al fin, y al verte
más tu belleza su entusiasmo aviva,
«¡es ella!» exclama, y estruendoso VIVA
del viento en alas al empíreo sube.

¡Oh plácido momento!
¿Quién podría tu magia arrobadora
dignamente cantar?… Llega, Señora,
y que el Príncipe egregio que algún día
ha de regir a la nación hispana,
se goce de su pueblo en la alegría.
Híspalis, siempre fiel a tus mayores,
hoy a sus Reyes con amor profundo
saluda de placer arrebatada,
renovando, con férvidos loores,
sus votos de lealtad acrisolada.
¡Que en tan pura ovación absorto el mundo
el patrio amor de nuestras almas vea,
y su recuerdo, en gloria asaz fecundo,
presagio eterno de ventura sea!

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LA VIDA EN DOS MITADES [Mi poema]
Gabriel Impaglione [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Mi vida se divide en dos mitades,
primera es reflexión, lo que presiento,
las cosas que me ocurren, que lamento
en torno a las bondades y maldades,
por ellas me atormento.

Que buscan dar respuesta a mis preguntas,
y sirven de pretexto a mi intelecto,
las dudas que me agobian, que proyecto
y rugen como enormes marabuntas
constante en mi trayecto.

Y la otra es el humor. Con él me abrigo
y sirve al anterior de contrapeso.
Me sirve para hacer algún receso
y ver que en el dudar no ande cautivo
y así salir ileso.

Pensar. solo pensar, una putada,
lo mismo es que cantarse la cuarenta.
Reírse y sonreír, no trae a cuenta
al ver como se pierde una jugada
y el alma se revienta.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Gabriel Impaglione

PREGUNTO: ¿DÓNDE ESTÁN LOS NIÑOS?

He visto las mismas bombas que astillaron Bagdad
como una antigua magnífica cerámica
caer con su bramido de roja singladura
sobre Beirut.
¿Es verdad que el miedo se espesa
hasta hacer coraza de la piel ardida?

¿Cuánta muerte, Andrés, amigo mío,
significa Israel partida por la rabia?
¿Se puede medir la gravedad del miedo,
la profundidad de la sangre?
¿Cómo se dice: ¡Basta! para que se entienda?

¡Cuántos muertos sin muerte en los refugios
donde también se apilan desmemorias!

¿Es verdad que en Beirut las calles
conducen sólo a una gran tumba abierta?

¿Dónde están los niños?
¿Han sobrevivido las muchachas que resplandecían
detrás de los inmensos ojos negros?
¿Va de cadáver en cadáver la poesía
que abrió las ventanas del Líbano
a paisajes de andamios y de pájaros?

¿Dónde esta los niños?
¡Dónde!
¡Dónde están los niños!

Generales, mercaderes de armas, traficantes
de banderas, secuaces del imperio:
¡dónde están los niños!

Si es verdad que las heridas
lloran gotas de respuestas rotas, el aire
es espada que destroza la mano que la empuña.

¿Porqué Joumana los verdugos
cuando todo pedía por el canto?

¡Dónde están los niños!
¿Junto a los huesos de sus padres en las cárceles
y los centros de tortura?
¿Bajo la lluvia de plomo a mansalva?
¿En las orillas de las ciudades sitiadas por el odio?

Las mismas bombas que una vez y otra
se repiten imbéciles, ciegamente imbéciles
sobre plazas, mercados, aulas y cocinas,
sobre los niños del Líbano y Palestina,

sobre todas las conciencias
también caen ahora sobre mi casa.

A LA ESPIRAL DEL RUMBO LOS SENTIDOS

Como abejas laboriosas
y una hora de luz
que viene con su inmensa cuchara azucarada.

La altura desprende espejos sobre la montaña
mientras crece en los cipreses
el murmullo del viento
escurriéndose hacia los confines de la hora.

Ay Sardegna, isla dura y antigua,
cuatro veces nacida de sol azul,
de secretos embates milenarios,
de melancólico horizonte cargado de navíos.

En la vid y el olivo la virtud latente,
la vigilia en la cima de la núraga,
plegarias de sol en un sendero de cabras,
leña ardiendo en el centro del invierno.

He reconocido la esencia del abrazo,
los caprichos de su arquitectura.
Su rito de máscaras en el frío carnaval
de las llameantes risas con campanas.

Voy por sus detalles como un niño.
Todo ante mí inaugura su misterio.
Ahora y ahora encuentro en los instantes
el amor prendido como un canto.

DESANDAR EL DESÁNIMO

Desanimar el desánimo
deshilacharlo
que se desdibuje
grotescamente
y se destierre
y se deseternice
y su deshielo nos descubra
llenos de desimposibles.

ARGENTINA, 1976.

He visto los hombres trepar a la sombra
tensando los arneses aún dormidos
y marchar unidos en el esfuerzo bestial
hasta montar el sol sobre la tierra.

Entonces salían de todas partes los niños y las madres
y luego los mercados llenaban las veredas
de silbos y manzanas.

¡La alegría de las gestas domésticas
coronadas por la dignidad del almuerzo!

He visto largas caravanas de obreros en el alba
marchar hacia el metal de la sirena.
Ágiles bicicletas con la vianda,
la radio colgando del manubrio.

Hasta que el estrépito de ráfaga
de cañón maldito
de horrorosa muerte
abrió un boquete en cada casa y entró la niebla negra.

Todo se retorció como un pez en la arena,
hasta ser tragado por el miedo.

Desapareció la
fábrica.
También el hombre.
Y los hijos, y los mercados con silbo, y las radios
que no fueron sino un espejo del infierno roto a veces.
La universidad de Luján fue clausurada.
Encadenaron la luz en los sangrientos sótanos,
persiguieron los brotes del canto asesinado.

El abrazo fue un código secreto
la patria un dolor ahogado bajo la tortura.
Y el sol deseo apenas musitado
entre los nombres de los
que ya no estaban.

HE VISTO AYER, TAL VEZ DE MAÑANA

He visto ayer, tal vez de mañana,
cerca de una hora precisa de pan caliente
todavía, al hombre que pasaba
con sus hijos en la boca.
Rodaba en su bicicleta sobre un hilo
de regreso urgente.
O volvía a llevar la misma mirada de imposibles rota.
A dejarla en la cocina como una medalla,
un trofeo astillado, un punto de partida.
Cargaba una bolsa redonda, hinchada
de almuerzo y las manos en los brazos
y los brazos en los hombros
y los hombros rematando la ancha espalda
transpirada.
Ay mi amor el hombre que estrenaba
el brillo en los ojos, el aire en los pulmones,
la honda y poderosa esperanza.
¡Lo hubieras visto!
¡No vi guitarra tan llena de auroras!
Caminaba sobre el viento
con breves pasos circulares
y silbaba.
Iba detrás del abrazo, del buen día,
como si lo arrastrara el alma.
Y a sus espaldas flameaba una pared,
un torno, un crisol, una espiga!
Habrá sido un martes de espadas,
o aquel jueves que los diarios callaron,
pero lo vi deambular por el residuo
y me preguntó la hora.
No hay apuro, me dijo y fumamos,
la basura no tiene memoria.
Me llevé su mirada de
granito y cartón,
su rostro desatando los abismos,
y en ese espejo me conté los años.
Ay mi amor, si supieras tanta palabra
inútil que ronda en los periódicos!
Hoy es lunes de mirar distinto.
Silbaba y en su camisa el viento fresco
era remolino de mesa servida,
un come despacio con sol afuera,
fiesta del pan que me ha llenado el alma.

MUJER

Esencia original del pan y la alegría.
Ramo de luz que viene
por el hijo de la sombra,
le otorga palabra y fundamento,
confiere verdadera estatura de hombre
y con un soplo apenas,
brisa de claridad, avenida
de invisibles mariposas,
extiende el sendero del amor en la tierra.

Multiplicadora de nombres y geranios,
sabores, fusiles y banderas
(que es mujer la Patria
y Mujer la dignidad y la rosa.)

Establece primaveras con la boca
y gobierna los ciclos y las cosas.
Núcleo celeste
corazón del tiempo
fortaleza de la ternura.
En sus mareas el sol y la luna
son peces de plata que convocan
los oficios del hombre y de los sueños.

¡Ay cántaro del día!
Puñado de agua, llama
en el silencio de las horas huecas.
Mitad que me desmuere.
Honda plenitud de la maravilla.

POÉTICA

Abrir los pasadizos secretos
de las horas deshojadas,
a tientas intentarlos,
ocupando las manos,
la terca voluntad de taladro,
la inconsciencia empuñando
el oficio de topo abecedario.
En el final de cada túnel
a veces, la poesía.

YO SÉ UN DÍA DE PANES

donde todos los colores
donde todas las guitarras
donde la vida toda.

Yo sé un día de panes
cuando todos los colores
cuando todas las guitarras
cuando la vida toda.

A LOS PESCADORES DE RETA

Fue tarde entonces cuando estrené los brazos.
Cuando recibí barba y bandera
las orillas estiraban
su soliloquio entre los pájaros
y no había sino huecos espumosos
en el lugar donde se multiplicaron las barcazas.
Quién sabe dónde las redes,
en qué graves mareas se hundieron los oficios.
Llegaban cegando la luz horizontal
del crepúsculo
cargados de plata refulgente,
agotados y sonrientes bajo sus sombreros.
Victoriosos burladores de arcanos marinos
llegaban a la costa montando las rompientes,
blandiendo sus puños mordidos por las cuerdas.
Allí latían revelaciones de ultramar,
se narraba la gran ciudad del agua y el salitre,
comenzaba la contabilidad pieza por pieza
de mano en mano, centavo a centavo.
Se le cantaba al cardumen como al sol o al aire.
Llegué tarde al vértigo del oleaje,
al perfume exacto de la rosa de los vientos.
Allí, de pie, en otro siglo de huellas descalzas
tan sólo un roído barco hundido en la arena
y lejos la estela de los pesqueros invisibles
sobre cuya ruta aún trazan su círculo las gaviotas.
De vez en cuando un viejo pescador emerge
vestido de algas, de peces de relámpago,
y desata los nudos marineros de los vientos
mientras un niño, calladamente alegre
rompe el límite del agua con la risa.

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A UNA BELLEZA FURTIVA [Mi poema]
Juan Meléndez Valdéz [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

A veces la belleza me emociona
mas yo del atractivo no alardeo,
pues que al hablar me asfixio si te veo,
diríase que soy otra persona.

Ocurre que aparece un cosquilleo,
las piernas se contagian de temblores,
comienzan a aflorar sendos calores
y empiezo allí a dudar si es el deseo.

Debiera comprender no te conozco,
que ignoro lo que sabes, lo que piensas,
tampoco he descubierto si te inciensas
o gozas al saber que me sofoco.

Que pierdo ya el control, es evidente,
del ritmo tú manejas la batuta,
quizás más que inocente seas astuta,
mas creo es un castigo improcedente.

Cruzaste por mi lado sin mirarme
te vi pasar fugaz mas no te olvido.
En qué galimatías me he metido
preciso que alguien venga a liberarme.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Juan Meléndez Valdéz

SILVA I.

Silvas.
Si te digna manet divini gloria ruris.
Virgilio.

A las musas.

Perdón, amables Musas;
ya rendido
Vuelvo a implorar vuestro favor: el fuego
Gratas me dad con que cantaba un día,
Mis ansias de amor ciego,
O de la ninfa mía
Las dulces burlas, el desdén fingido,
Y aquel huir para rendirse luego.
El entusiasmo ardiente
Dadme, en que ya pintaba
La florida beldad del fresco prado,
La calma ya en que, el ánimo embargaba
El escuadrón fulgente,
Que en la noche serena
El ancho cielo de diamantes llena;
Deslizándose en tanto fugitivas
Las horas, y la cándida mañana
Sembrando el paso de arrebol y grana
A Febo luminoso.
¡Ah Musas! ¡qué gozoso
Las canciones festivas
De las aves siguiera,
Saludando su luz el labio mío!
Hora mirando el plateado río
Sesgar ondisonante en la ladera,
Hora en la siesta ardiente,
Baxo la sombra hojosa
De algún árbol copado,
Al raudal puro de risueña fuente,
Gozando en paz el soplo regalado
Del manso viento en las volubles ramas.
Ni allí loca ambición en peligrosos
Falaces sueños embriagó el deseo,
Ni sus voraces llamas
Sopló en el corazón el odio insano;
O en medio de desvelos congojosos
Insomne se azoró la vil codicia,
Cubriendo su oro con la yerta mano.
Miró el más alto empleo
El alma sin envidia; los umbrales
Del magnate ignoró, y a la malicia
Jamás expuso su veraz franqueza.
De rústicos zagales
La inocente llaneza
Y sus sencillos juegos y alegría,
De cuidados exento
Venturoso gozé, y el alma mía
Entró a la parte en su hermanal contento,
La hermosa juventud me sonreía,
Y de fugaces flores
Ornaba entonces mis tranquilas sienes,
Mientras el ardiente Baco me brindaba
Con sus dulces favores;
Y de natura al maternal acento
El corazón sensible,
En calma bonancible,
Y en común gozo y en comunes bienes
De eterna bienandanza me saciaba.
¡Días alegres, de esperanza henchidos
De ventura inmortal! ¡amables juegos
De la niñez! ¡memoria,
Grata memoria de los dulces fuegos
De amor! ¿dónde sois idos?
¿Decidme, Musas, quién ajó su gloria?
Huyó niñez con ignorado vuelo,
Y en el abismo hundió de lo pasado
El risueño placer. ¡Desventurado!
En ruego inútil importuno al cielo,
Y que torne le imploro
La amable inexperiencia, la alegría,
El ingenuo candor, la paz dichosa.
Que ornaron ¡ay! mi primavera hermosa;
Mas nada alcanzo con mi amargo lloro.
La edad, la triste edad del alma mía
Lanzó tan hechicera
Magia, y a mil cuidados
Me condenó por siempre en faz severa.
Crudo decreto de malignos hados
Dióme de Témis la inflexible vara;
Y que mi blando pecho
Los yerros castigara
Del delinqüente, pero hermano mío,
Astrea me ordenó: mi alegre frente
De torvo ceño obscureció inclemente,
Y de lúgubres ropas me vistiera
Yo mudo, mas deshecho
En llanto triste, su decreto impío
Obedecí temblando;
Y subí al solio, y de la acerba diosa
Las leyes pronuncié con voz medrosa.
¡O! ¡quien entonces el poder tuviera,
Musas, de resistir! ¡quién me volviese
Mi obscura medianía,
El deleyte el reír, el ocio blando,
Que imprudente perdí! ¡quien convirtiese
Mi toga en un pellico, la armonía
Tornando a mi rabel, con que sonaba
En las vegas de OTEA(1)
De mis floridos años los ardores,
Y de Arcadio la voz le acompañaba
Baylando en torno alegres los pastores!
El que insano desea
El encumbrado puesto,
Goze en buen hora su esplendor funesto.
Yo viva humilde, obscuro,
De envidia vil, de adulación seguro,
Entre el pellico y el honroso arado.
Y de fáciles bienes abastado,
En salud firme el cuerpo, sana el alma
De pasiones fatales,
Entre otros mis iguales,
En recíproco amor entre oficiosos
Consuelos feliz muera
En venturosa calma,
Mi honrada probidad dexando al suelo,
Sin que otro nombre en rótulos pomposos
Mi losa al tiempo guarde lisonjera.
Pero ¡ay Musas! que el cielo
Por siempre me cerró la florecida
Senda del bien, y a la cadena dura
De insoportable obligación atando
Mi congojada vida,
Alguna vez llorando
Puedo solo engañar mi desventura
Con vuestra voz y mágicos encantos,
Alguna vez en el silencio amigo
De la noche callada
Puedo en sentidos cantos
Adormir mi dolor, y al crudo cielo
Hago de ellos testigo,
Y en las memorias de mis dichas velo.
Musas, alguna vez; pues luego ayrada
Témis me increpa, y de pavor temblando
Callo, y su imperio irresistible sigo,
Su augusto trono en lágrimas bañando.
Musas, amables Musas, de mis penas
Benignas os doled: vuestra armonía
Temple el son de las bárbaras cadenas,
Que arrastro miserable noche y día.

SILVA II.

Al céfiro

Durmiendo Clóris
Bate las sueltas alas
amorosas,
Cefirillo suave, silencioso;
No de mi Clori el sueño regalado
Ofendas importuno: al fresco prado
Tórnate y a las rosas,
Tórnate, cefirillo bullicioso,
Y de su cáliz goza y sus olores.
A mi Clori perdona, tus favores,
Tu lisonjero aliento le escasea;
Y huye lejos del labio adormecido,
No agravies, no, atrevido
Su reposo felice,
Que Amor quizá en su idea
Me retrata esta vez, quizá le ofrece,
Mi fe pura y le dice:
Duélete, o desdeñosa,
De tan fina pasión, y con su fuego
Su tímida modestia desvanece,
Tornándola sensible y cariñosa.
¡O! ¡mi ventura no interrumpas ciego!
Yo no sé que gozoso
Me anuncia el corazón al contemplarla.
Déxame ser en sueños venturoso,
Y escapa lejos a jugar al prado,
O respetoso pósate a su lado.
Empero ya travieso por besarla
Una rosa doblaste,
Y vivaz en sus hojas te ocultaste.
De nuevo tornas y la rosa inclinas,
Y con vuelo festivo,
Bullicioso y lascivo
La meces, y a su pecho te avecinas.
¡O! ¡que mi ardor provocas
Cada vez que lo tocas!
¡O! ¡que tal vez ese cogollo esconde
Letal punzante espina, que su nieve
Hiera con golpe aleve!
Cesa, y benigno a mi rogar responde:
Cesa, céfiro manso,
Y siga Clori en plácido descanso.
Cesa, y a tu deseo
Corresponda tu ninfa agradecida
En fácil himeneo.
O nuncio del verano deleytoso,
Tú que en móviles alas vagaroso,
De las flores galán, del prado vida,
Vas dulce susurrando,
Con delicado soplo derramando
Mil fragrantes esencias, ¡ay! no toques
Esta vez a mi Clori; no provoques,
Cefirillo atrevido,
Con tu aroma su aliento:
Guarda, que Amor con ella se ha dormido.
Mas ¡ay! con que contento
Parece que se ríe y que me llama.
Su boca se desplega
Y su semblante celestial se inflama,
Como la rosa pura
Que bañada en aljófares florece
Emulando del alba la hermosura.
Llega festivo, llega
A sus párpados bellos,
Y con ala traviesa cariñoso
Asentándote en ellos
Apacible los mece,
Que otra vez ríe y su alegría crece.
¡Ay! agítala, llega y tan dichoso
Momento no perdamos, cefirillo,
Que Amor me llama y su favor me envía:
Acorre, vuela, y tu fugaz soplillo
Ayude al logro de la dicha mía.

SILVA III.

Las flores.

Naced, vistosas flores,
Ornad el suelo, que lloró desnudo
So el cetro helado del invierno rudo,
Con los vivos colores,
En que matiza vuestro fresco seno
Rica naturaleza.
Ya ríe mayo, y céfiro sereno
Con deliciosos besos solicita
Vuestra sin par belleza,
Y el rudo broche a los capullos quita.
Pareced, pareced, o del verano
Hijas y la alma Flora,
Y al nacarado llanto de la aurora
Abrid el cáliz virginal: ya siento,
Ya siento en vuestro aroma soberano,
Divinas flores, empapado el viento;
Y aspira la nariz y el pecho alienta
Los ámbares que el prado les presenta
Do quiera liberal. ¡O! ¡qué infinita
Profusión de colores
La embebecida vista solicita!
¡Qué magia! ¡qué primores
De subido matiz, que anhela en vano
Al lienzo trasladar pincel liviano!
Con el arte natura
A formaros en una concurrieron,
Galanas flores, y a la par os dieron
Sus gracias y hermosura.
Mas ¡ah! que acaso un día
Acaba tan pomposa lozanía,
Imagen cierta de la suerte humana.
Empero más dichosas,
Si os roba, flores, el ferviente estío,
Mayo os levanta del sepulcro umbrío,
Y a brillar otra vez nacéis hermosas.
Así, o jazmín, tu nieve
Ya a lucir torna aunque en espacio breve
Entre el verde agradable de tus ramas,
Y con tu olor subido
Parece que amoroso
A las zagalas que te corten clamas,
Para enlazar sus sienes venturoso.
Mientras el clavel en púrpura teñido
En el flexible vástago se mece,
Y oficioso desvelo a la belleza,
A Flora y al Amor un trono ofrece
En su globo encendido,
Hasta que trasladado
A algún pecho nevado,
Mustio sobre él desmaya la cabeza
Y el cerco encoge de su pompa hojosa.
Y la humilde violeta, vergonzosa
Por los valles perdida
Su modesta beldad cela encogida;
Mas el ámbar fragrante
Que le roba fugaz mil vueltas dando
El aura susurrante,
En él sus vagas alas empapando,
Descubre fiel do esconde su belleza.
Orgullosa levanta la cabeza
Y la vista arrebata
Entre el vulgo de flores olorosas
El tulipán, honor de los vergeles;
y en galas emulando a los claveles,
Con faxas mil vistosas
De su viva escarlata
Recama la riquísima librea.
Pero ¡ah! que en mano avara le escasea
Cruda Flora su encienso delicioso,
Y solo así a la vista luce hermoso.
No tú, azucena virginal, vestida
Del manto de inocencia en nieve pura
Y el cáliz de oro fino recamado;
No tú, que en el aroma más preciado
Bañando tu hermosura,
A par los ojos y el sentido encantas,
De los toques mecida
De mil lindos Amores,
Que vivaces codician tus favores,
¡O como entre sus brazos te levantas!
¡Como brilla del sol al rayo ardiente
Tu corona esplendente!
¡Y qual en torno cariñosas vuelan
Cien mariposas, y en besarte anhelan!
Tuyo, tuyo seria,
O azucena, el imperio sin la rosa,
De Flora honor, delicia del verano,
Que en fugaz plazo de belleza breve
Su cáliz abre al apuntar el día,
Y en púrpura bailada el soberano
Cerco levanta de la frente hermosa.
Su aljófar nacarado el alba llueve
En su seno divino;
Febo la enciende con benigna llama,
Y le dio Citerea
Su sangre celestial, cuando afligida
Del bello Adonis la espirante vida,
Que en débil voz la llama,
Quiso acorrer; y del fatal espino
Ofendida ¡o dolor! la planta bella
De púrpura tiño la infeliz huella.
Codíciala Cupido
Entre las flores por la más preciada,
Y la nupcial guirnalda que ciñera
A su Phiquis amada,
De rosas fue de su pensil de Gnido;
Y el tálamo feliz también de rosa,
Donde triunfó y gozó, cuando abrasado
En su llama dichosa
Tierno exclamó en sus brazos desmayado:
Hoy, bella Phiquis, por la vez primera
Siento que el Dios de las delicias era.
¡O reina de las flores!
¡Gloria del mayo! ¡venturoso fruto
Del llanto de la aurora!
Salve ¡rosa divina!
Salve, y ve, llega a mi gentil pastora
A rendirle el tributo
De tus suaves odores,
Y humilde a su beldad la frente inclina.
Salve ¡divina rosa!
Salve, y dexa que viéndote en su pecho
Morar ufana, y por su nieve pura
Tus frescas hojas derramar segura,
Loco envidie tu suerte venturosa,
Y anhele en ti trocado
Sobre él morir en ámbares deshecho:
Me aspirará su labio regalado.

SILVA IV.

El sueño.

¿Por qué en tanta
alegría
Se inunda mi semblante
Y enagenado el ánimo se goza?
Curiosa me demandas, Fili mía.
Hállote, y al instante
Mi corazón palpita y se alboroza,
Y río si te miro,
Y no de pena, de placer suspiro.
Un sueño, un sueño solo mi contento
Causa, Fili adorada;
Óyelo y goza el júbilo que siento.
En la fresca enramada,
Cual solemos triscando
Y riendo y burlando,
Soñé feliz que estábamos un día.
De liadas flores a tu sien texía
Y amaranto oloroso
Yo una guirnalda bella;
Mas tú, cuando oficioso
Ceñírtela intenté, me la robaste;
Y una cinta con ella
Flexible haciendo, blandamente ataste
Mis dos manos. Estrecha, Fili, estrecha,
Dixe, el nudo primero,
Y otro y otro me echa,
Que a gloria tengo el ser tu prisionero.
Luego viendo una rosa
En medio el valle descollar hermosa
Sobre todas las flores,
De los besos del céfiro halagada,
A cortarla corrí. ¡Flor venturosa,
Le dixe, el lácteo seno de mi amada
De tu frescura goze y tus olores!
Y en él la puse lleno de ternura.
Mi rosa pareció más encendida
Y su nieve más pura
Contrapuesta a la púrpura subida.
Tú al punto la tomaste,
Y no sin vanidad ¡ay! la llegaste
Al carmín vivo de tus labios bellos,
Y besándola de ellos
A los míos riyendo la pasaras.
El alma toda apenas los tocaras,
El alma toda a recoger tu beso
Sobre la rosa se lanzó anhelante,
Y por uno sin seso
Su tierno cáliz te torné abrasado
Con mil y mil en mi pasión amante.
En tales burlas por el fresco prado
Vagando alegres fuimos,
Cantando mil tonadas,
O remedando en voces acordadas
Ya el trino delicado a los xilgueros,
Ya el plácido balar de los corderos.
Cuando a Lícidas vimos
Que a nosotros venía,
Qual suele en torva faz. ose o y zeloso:
Nublóse tu alegría,
Bien como flor cortada
Cuya mustia beldad cae desmayada;
Y con labio medroso,
Huyamos, me dixiste:
¿Zagal tan necio y tan, odioso viste?
Yo te idolatro, y quiere
Que oyga su amor y alivie su cuidado;
Y así me sigue qual si sombra fuera.
¡Ay zagal! aquí estas; en vano espera:
Y fiel mi mano al corazón llevaste.
Sobre él la puse, y fino palpitaba,
Y el mío de placer mil vuelcos daba.
Así en trisca inocente
Sin sentirlo llegamos a la fuente,
Que en torno enrama el álamo pomposo,
Aquí evitemos la abrasada siesta,
Dixiste, pues a plácido reposo
Su sombra brinda y brinda la floresta;
Y te asentaste en la mullida grama.
Yo me senté a tu lado,
Y en torno se derrama
Con el tuyo paciendo mi ganado
Por la fresca pradera.
El albo vellocino a la cordera,
Que en grato don por el rabel me diste,
A rizar oficiosa te pusiste,
Y yo en tanto escribía
Tu nombre venturoso
En la lisa corteza,
Y así apenado al álamo decía:
Crece, tronco dichoso,
Crece, y el nombre de mi Fili amada
Crezca a la par contigo,
Y a par también su amor y su firmeza;
Y se a los cielos de mi testigo.
De hoy más por los pastores
Se escogerá tu sombra regalada,
Quando traten en pláticas de amores,
O al viento envíen sus dolientes quejas.
Sus inocentes danzas
Tendrán en ti las lindas zagalejas
Y anidarán los dulces ruiseñores.
Ni sufrirás del tiempo las mudanzas
De las sonantes hojas despojado,
Ya con su nombre a Fili consagrado,
Tú que fina escuchaste
Mi apasionado ruego,
Cariñosa tomaste
La aguda punta, y escribiste luego
Tras FILI. DE. DAMON., y por adorno
De mirto una lazada
Que los dos nombres estrechaba en torno;
Y tierna me miraste: ¡o que mirada!
De ella alentado mis felices brazos
A tu cuello de nieve
Lanzándose amorosos… Un ruido
Suena a la espalda y la enramada mueve.
Tú esquiva evitas los ardientes lazos;
Yo miro ayrado, y Lícida escondido
Torvo acechaba nuestra dulce llama.
Su odiosa vista en cólera me inflama,
Detiéneme tu brazo cariñoso;
Lícidas huye con fugaz carrera,
Despierto, y en mi sueño venturoso
Fue FILI DE DAMON tu voz postrera.

SILVA V.

Los recuerdos tristes.

¡Ah Clori! se anublaron
Los días del placer: nuestra ventura
Pasó, pasó dexando en la memoria
Recuerdos y amargura.
Sombra fugaz volaron
Las horas fugitivas de mi gloria,
Muy mas que el ave que ni rastro dexa
Quando hasta el cielo rápida se aleja.
Vuelvo atrás, y el deseo
Engañador te finge qual un día
Nos viera Amor, de sus ardientes flechas
Nuestras dos almas para en uno hechas
Gozándose llagadas, retirados
Del comercio importuno,
Y a su imperio feliz abandonados;
Ya en la alameda hojosa en el recreo
De un paseo inocente,
Ya en tu albergue glorioso, do ninguno,
Triste censor de nuestras ansias puras,
Ni tus palabras mágicas oía,
Ni de mi loca lengua las ternuras,
Ni los suspiros de mi amor ferviente,
Sólo el cielo nos viera
Y sus puras antorchas rutilantes,
Y al cielo enagenado yo pedía,
Que en sus claras mansiones
Mis votos y tus votos recibiera;
Y en mis brazos amantes
Mas fino te estrechaba,
Y así testigos mi delirio hacia
De mi inmensa ventura,
Ya la lumbre de amor, ya los triones,
Mientras ardía y gozaba,
Y tornaba a gozar y más ardía.
¿Te acuerdas, adorada, la ternura
Con que anublando ya la imagen triste
De mi ausencia el placer, tú me dixiste:
¡O importuno! olvidemos
Momento tan fatal: hora gozemos,
¿Gozemos otra vez? ¡Ah! ¿qué se hiciera
De aquella noche, en que el desdén rendido
Prorrumpiste llorando: eres querido;
Tuya soy, ¿tuya?, ¡O noche! si olvidarme
De ti puedo, mi pecho al gozo muera;
Clori dexe de amarme.
Divididos apenas
Del blondo estío en los ardientes días,
Si el trance se llegaba
De alejarme de ti,
¡Qual te afligías!
¡Como yo me apartaba! ¡ay horas, llenas,
Horas, llenas de gloria y de ventura!
¡Horas, que en vano detener procura
Mi insano amor! ¿do estáis? ¿o que se ha hecho
De aquel hallarme a su adorable lado
Y a sus plantas postrado,
En ansias mil deshecho?
Ya embriagado el oído.
En su voz celestial que el alma eleva
Y do le agrada extática la lleva;
Ya ciego, sin sentido
A los rayos lumbrosos
De sus ojuelos vivos, cariñosos;
Ya plácido gozando la alegría
De su amable semblante,
Do reynan sencillez y cortesía
Y angélica inocencia; el albo seno
De honestidad y de ternura lleno
Baxo la sutil gasa palpitante,
Mientras furtivo mi mirar seguía
Su movimiento blando,
Mi fiel imagen dentro contemplando.
Clori, esta imagen indeleble sea,
A pesar de la suerte
Que agostará nuestro florido suelo.
Idolatra en tu fe, constante vea
Arder hasta la muerte
La fiel llama que en ti me envidia el cielo.
O si débil acaso… Clori mía,
Sin que dexes de amarme,
En las brazos iluso en mi alegría
Hoy acabe, si un día has de olvidarme.

SILVA VI.

El lecho de Fílis.

¿Do me conduce Amor?
¿do inadvertido
En soñadas venturas embebido
Llegué con planta osada?
Esta es la alcoba de mi Fili amada.
Aquel su lecho, aquel, allí reposa:
Allí su cuerpo delicado hermoso
En blanda paz se entrega
Al sueño más suave: esta dichosa
Olanda la recibe. Llega, llega
Con paso respetoso,
O deseo feliz, llega y suspira
Sobre el lecho de Fili, y silencioso,
Si en él descansa, al punto te retira.
Retírate, no acaso a despertarla
En tu ardor impaciente
Te atrevas por tu mal:
huye prudente,
Huye de riesgo tal, y ni a mirarla
Pararte quieras por estar dormida,
Que aun corre riesgo, si la ves, tu vida.
Pero sólo está el lecho: ¡afortunado
Lecho, salve mil veces,
Pues que gozar mereces
De su esquiva beldad! ¡salve, nevado
Lecho, y consiente que mi fina boca
La olanda estreche, que felice toca
Los miembros bellos de mi Fili amada!
Su huella señalada
En ti, lecho felice,
Aquí posó dormida
La rubia frente, a mi deseo dice;
Allí tendió hacia ti su brazo hermoso
Del delirio de un sueño conmovida,
Y aquí asentó su seno delicioso.
¡O salve veces mil, y el atrevido
Tiempo no te consuma,
Dichoso lecho, del Amor mullido!
Siempre en torno de ti las Gracias velen.
Los sueños lisonjeros,
Quando mi Fili tu suave pluma
Busque, sobre ella cariñosos vuelen:
En sus alas los céfiros ligeros
Todo el ámbar le ofrezcan de las flores,
Y mi forma tomando
El placer, en su sello mil ardores,
Gozos mil mueva, su desdén domando.
¡Salve, lecho feliz, que sólo sabes
Misterios tan suaves!
Tú, si su seno cándido palpita,
Le sientes palpitar; tú, si se queja,
Tú, si el placer la agita
Y embriagada le dexa
Fingirse mil venturas,
Todo lo entiendes, lecho regalado,
Todo lo entiendes con envidia mía.
Sus ansias, sus ternuras,
Sus gozos, sus desvelos,
Su tímida modestia, sus rezelos,
En el silencio de la noche amado
Patentes a ti solo, con el día
Para mí desaparecen,
Y qual la niebla al sol se desvanecen.
¡O lecho, feliz lecho, qual suspiro
Quando tu suerte y mis zozobras miro!
Si en ti el reposo habita,
¿De do, lecho feliz, viene la llama
Que en delicias me inflama?
¿La grata turbación que el pecho agita?
¡Ah lecho afortunado!
Tú de mi bien recibes
El llanto aljofarado,
Si lastimada llora: tú percibes,
Tú solo en sus amores confidente,
Su delicada voz. ¿Mis ansias siente?
¿Se angustia como yo? ¿teme? ¿rezela?
¿Duda, si en verla tardo, y se desvela?
¡Ay! tú lo sabes: dímelo te ruego,
Y templa de una vez mi temor ciego.
Témplalo, dulce lecho,… Así decía
El ardiente Damon, sin que pensase
Que Fílis le atendía
A otra parte del lecho retirada.
La bella zagaleja lastimada
De que tanto penase,
Salió presta de donde se escondía.
Damon se turba, y Fílis cariñosa
Se ríe dulcemente y le asegura,
Madando la serrana desdeñosa
Su rigor desde entonces en blandura.

SILVA VII.

Mi vuelta al campo.

Ya vuelvo a ti,
Pacífico retiro.
Altas colinas, valle silencioso,
Término a mis deseos,
Faustos me recibid: dadme el reposo,
Por que en vano suspiro
Entre el tumulto y tristes devaneos
De la corte engañosa.
Con vuestra sombra amiga
Mí inocencia cubrid, y en paz dichosa
Dadme esperar el golpe doloroso
De la parca enemiga,
Que lento alcanze a mi vejez cansada,
Qual de otoño templado
En deleytosa tarde desmayada
Huye su luz del cárdeno occidente
El rubio sol con paso sosegado.
¡O! ¡como, vegas plácidas, ya siente
Vuestro influxo feliz el alma mía!
Os tengo, os gozaré; con libre planta
Discurriré por vos: veré la aurora,
Bañada en perlas que riendo llora,
Purpúrea abrir la puerta al nuevo día,
Su dudoso esplendor vago esmaltando
Del monte que a las nubes se adelanta,
La opuesta negra cumbre.
Del sol naciente la benigna lumbre
Veré alentar, vivificar el suelo,
Que en nublosos vapores
Adormeciera de la noche el hielo.
Del aura matinal el soplo blando,
De vida henchido y olorosas flores,
Aspiraré gozoso.
El himno de alborada bullicioso
Oiré a las sueltas aves,
Extático en sus cánticos suaves,
Y mi vista encantada,
Libre vagando en inquietud curiosa
Por la inmensa llanada,
Aquí verá los fértiles sembrados
Ceder en ondas fáciles al viento,
De sus plácidas alas regalados:
Sobre la esteva honrada
Allí cantar al arador contento
En la esperanza de la mies futura:
Alegre en su inocencia y su ventura
Más allá un pastorcillo,
Lento guiar sus cándidas corderas
A las frescas praderas,
Tiñendo el concertado caramillo:
Y, el río ondisonante,
Entre copados árboles torciendo,
Engañar en su fuga circulante
Los ojos que sus pasos van siguiendo,
Lento aquí sobre un lecho de verdura,
Allí celando su corriente pura;
Cerrando el horizonte
El bosque impenetrable y arduo monte.
¡O vida! ¡o bienhadada
Situación! ¡o mortales
Desdeñados y obscuros! ¡o ignorada
Felicidad, alivio de mis males!
¡Quando por siempre en vuestro dulce abrigo
Los graves hierros, que aherrojada siente
El alma, romperá! ¡quando el amigo
De la naturaleza
Fixará en medio de ella su morada,
Para admirar contino su belleza,
Y celebrarla en su entusiasmo ardiente!
Otros gustos entonces, otros cuidados
Más gratos llenarán mis faustos días:
De mis rústicas manos cultivados
Los campos que labraron mis abuelos,
Las esperanzas mías
Colmarán y mis próvidos desvelos.
Mi huerta abandonada,
Que apenas hora del colono siente
En su seno la azada,
De hortaliza sabrosa
Verá poblar sus niveladas eras.
Mi mano diligente
Apoyará oficiosa
Ya el vástago a la vid, ya la caída
Rama al frutal, que al paladar convida
Doblada al peso de doradas peras.
Veráme mi ganado
A su salud atento
Solicito contarle, quando lento
Torna al redil de su pacer sabroso.
O en ocio afortunado,
Mientra su ardiente faz el sol inclina,
Solitario filósofo el umbroso
Bosque en la mano un libro discurriendo,
Llenar mi pecho de tu luz divina,
Angélica verdad, las celestiales
Sagradas voces respetoso oyendo,
Que en himnos inmortales,
En medio de las selvas silenciosas,
Do segura reposas,
A sencillo mortal para consuelo
Tal vez dictaste del lloroso suelo,
De las aves el trino melodioso
Allí mi dulce voz despertaría,
Y armónica a las suyas se uniría
Cantando solo el campo y mi ventura,
Allí del campo hablara
Con el pobre colono, y en las penas
De su estado afanoso
Con blandas voces de consuelo llenas
Humano le alentara.
O bien sentado a la corriente pura,
Viva, fresca, esplendente,
Del plácido arroyuelo bullicioso,
Que entre guijuelas huye fugitivo,
Si del vicio tal vez la imagen fiera
Mi memoria afligiera,
El ánimo doliente
Se conhortara en su dolor esquivo;
Y en sus rápidas linfas contemplando
De la vida fugaz el presto vuelo,
Calmara el triste anhelo
De la loca ambición y ciego mando.
Imagen, o arroyuelo,
Del tiempo volador y de la nada
De nuestras alegrías,
Urja de otra apremiada
Tus ondas al nacer se desvanecen,
Y en raudo curso en el vecino río
Tu nombre y tus cristales desaparecen.
Así se abisman nuestros breves días
En la noche del tiempo: así la gloria,
El alto poderío,
La ominosa riqueza
Y lumbre de belleza,
Do ciega corre juventud liviana,
Pasan qual sombra vana,
Solo dolor dexando en la memoria.
¡O! ¡quantas veces mi azorada mente
En tu margen florida,
Contemplando tu rápida corriente,
Lloró el destino de mi frágil vida!
¡Quantas en paz sabrosa
Interrumpí tu plácido ruido
Con mi voz, o arroyuelo, dolorosa,
Y en dulces pensamientos embebido,
A tu corriente pura
Las lágrimas mezclé de mi ternura:
¡Quantas, quantas me viste
Querer de ti apenado separarme,
Y moviendo la planta perezosa,
Cien veces revolver la vista triste
Hacia ti al alejarme,
Oyendo tu murmullo regalado;
Y exclamar conmovido
Con balbuciente acento:
¡Aquí moran la dicha y el contento!
¡O campo! ¡o grato olvido!
¡O libertad feliz! ¡O afortunado
El que por ti de lejos no suspira;
Mas trocando tu plácida llaneza
Por la odiosa grandeza,
Por siempre a tu sagrado se retira!
¡Afortunado, el que en humilde choza
Mora en los campos y en seguir se goza
Los rústicos trabajos, compañeros
De virtud e inocencia,
Y salvar logra con feliz prudencia
Del mar su barca y huracanes fieros!

SONETOS

Al sr. Gaspar de Jovellanos, del consejo de S. M. Oidor en la Real
Audiencia le Sevilla.

Las blandas quejas de mi dulce lira,
Mil lágrimas, suspiros y dolores
Me agrada renovar, pues sus rigores
Piadoso el cielo por mi bien retira.

El dichoso zagal que tierno admira
Su linda zagaleja entre las flores,
Y de su llama goza y sus favores,
Alegre cante lo que Amor le inspira.

Yo llore solo de mi Fili ayrada
El altivo desdén con triste canto,
Que el eco lleve al mayoral Jovino,

Alternando con cítara dorada,
Ya en tierno verso, o dolorido llanto,
Las dulces ansias de un amor divino.

SONETO I.

El despecho.

Los ojos tristes, de llorar cansados,
Alzando al cielo su clemencia imploro;
Mas vuelven luego al encendido lloro,
Que el grave peso no los sufre alzados.

Mil dolorosos ayes desdeñados
Son ¡ay! tras esto de la luz que adoro;
Y ni me alivia el día, ni mejoro
Con la callada noche mis cuidados.

Huyo a la soledad, y va conmigo
Oculto el mal y nada me recrea;
En la ciudad en lágrimas me anego.

Aborrezco mi ser y aunque maldigo
La vida, temo que la muerte aún sea
Remedio débil para tanto fuego.

SONETO II.

El pronóstico.

No en vano, desdeñosa, su luz pura
Ha el cielo a tus ojuelos trasladado,
Y ornó de oro el cabello ensortijado,
Y dio a tu frente gracia. y hermosura.

Esa encendida boca con ternura
Suspirará: tu seno regalado
De blando fuego bullirá agitado,
Y el rostro volverás con más dulzura.

Tirsi, el felice Tirsi tus favores
Cogerá, altiva Clori, su deseo
Coronando en el tálamo dichoso,

Los Cupidillos verterán mil flores,
Llamando en suaves himnos a Himeneo,
Y Amor su beso le dará gozoso.

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UN SALTO A LA PALESTRA [Mi poema]
Juan Martínez Villergas [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

En mi terraza estoy, leo,
el sol va torrando un poco.
A cuestas con mi sofoco
pienso y dudo en lo que creo,
sé que estoy porque me toco.

Me encuentro como un sendero
que a ningún lado conduce.
Solo el sol hay que reluce
sobre mi humilde rasero
al que nada ya seduce.

Tumbado sobre una hamaca,
esta tarde gris de abril,
quisiera ser de aguas mil
y ver si la duda aplaca
o se cura cual pernil.

De esta angustia que persigue
madre, me quiero librar.
No sé si podré acabar
o que siga y me fustigue
y conduzca hasta su altar.

El fin pongo al devaneo
en esta impasse siniestra.
Cierro el libro. Ya no veo.
No preciso de escarceo,
doy un salto a la palestra*.
©donaciano bueno

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*La palestra (en griego παλαίστρα) era la escuela de lucha en la Grecia Antigua. Los eventos que no requerían mucho espacio, tal como la lucha y el boxeo, …. saltar o salir a la palestra: Darse a conocer al público. En sentido figurado podría entenderse como publicar o exponer sus textos en estos nuevos Foros que son las redes sociales.

MI POETA SUGERIDOJuan Martínez Villergas

A los censores

O los sublimes primores
mostrad de vuestro talento,
o punto en boca, censores;
obras, obras son amores,
todo lo demás es cuento.

Bien sé cuando voy a hablar
que os debo ser antipático;
mas ya me tiene a matar
tanto inexperto escolar
con humos de catedrático.

Ya que la tizona vibre,
súfranla los que la quieran;
pero a mí, dejadme libre;
porque eso no lo toleran
los hombres de mi calibre.

El que se meta en lo ajeno
con aire de profesor
pueda decir sin rubor,
eso es malo o eso es bueno;
pero yo lo hago mejor.

Pues son por muchas razones,
visto de cerca o de lejos,
extrañas aberraciones
que quiera darnos lecciones
quien debe tomar consejos.

Es raro que tanto maula
muestre tesoro tan pingüe,
cuando debiera ir al aula.
Perdonadme el lapsus linguae,
iba a decir que a una jaula.

Yo comprendo cuando adverso
refunfuño, rezo y rifo,
que para hacerle perverso,
no basta medir un verso
con el compás de Rengifo.

Y nunca dudé, señores,
que si tales cuchufletas
produjeran trovadores,
dejarais de ser censores
con tal de haceros poetas.

Aquí está todo el resumen;
que bien ese afán se entiende
de ostentar estro y cacumen:
por vuestra desgracia el numen
ni se compra ni se aprende.

Pero ya que vuestra mente
del genio que ofusca y vuela
seguir no puede el torrente;
a hincarle se atreve el diente,
y esto, a lo menos, consuela.

Cuando escucharos me toca,
de frío sudo. ¡Dios mío!
Mas ¿qué dije? Punto en boca,
que esto de sudar de frío
es una antítesis loca.

Mis propios ojos con pasmo
contemplan vuestros antojos;
pero… ceda el entusiasmo,
que esto de mis propios ojos
es un atroz pleonasmo.

Aunque los crudos rigores
menospreciéis de mis befas,
me choca veros, censores,
con ojos exploradores,
a caza de sinalefas.

¿Y no será tontería
que siendo un cuadro completo
de belleza y bizarría,
pierda su gracia un soneto
por una cacofonía?

Al ripio asaltáis cual lobos
y al robo os hacéis los bobos;
no convengo en el principio,
porque entre ripios y robos
lo menos malo es el ripio.

Pensáis de modo diverso;
mas ya entiendo el logogrifo.
Para vosotros un verso
ni es robusto ni perverso,
si no lo dice Rengifo.

Murmuráis dale que dale
de cada libro que sale,
y yo diré por respuesta
que apreciarais lo que vale
si supierais lo que cuesta.

Y pues vuestras plumas son
tan crudamente sanguíneas,
ahí las doy buena ración
en esta improvisación
con más defectos que líneas.

Pero merece la pena
de oírse lo que os anuncio:
si alguien sin razón me truena,
no hay remedio, me pronuncio
y anda la marimorena.

Y una vez y veinte y ciento,
queridísimos censores,
os diré como lo siento:
obras, obras son amores,
todo lo demás es cuento.

Epigramas

A una cátedra Simón
hace oposición, y creo
que colmará su ambición;
pues no es el primer empleo
que pesca la oposición.

Un confesor que Pilar
llena de entusiasmo ensalza,
a la virgen del Henar
mandó que fuera descalza.

Y en efecto allá se fue
por cumplir su penitencia
descalza de pierna y pie;
pero fue en la diligencia.

Romance histórico

(Leído en el Instituto Español en la noche del 25 de
junio de 1811).

En un lugar, a tres horas
del papamoscas de Burgos,
había un padre muy bestia
que tuvo un hijo muy bruto.

Pero los dos tan zopencos
que muchas veces el vulgo,
sin reparar las edades,
tomó el otro por el uno.

Tales padres tales hijos,
dijo el papá al ver su fruto,
que a no nacer tan mostrenco
dudara que fuera suyo.

Y en pensarlo fue dichoso;
mas yo no le alabo el gusto,
porque una oveja muy clara
pare un cordero muy turbio.

A ser aspiraba el mozo
un abogado profundo,
y cumplió los veinticinco
sin dedicarse al estudio.

Por fin al cabo de un año
de meditación y ayunos,
y reprensiones del dómine
que rayaban en insultos;

aprendió mi buen manzámpulas
con admiración del mundo,
del catecismo de Astete
hasta las comas y puntos.

En las cuentas quedó siempre
tan atrasado el cazurro,
que apuntaba seis, sumando
tres hombres con dos besugos.

Pero calculando el padre
por la estatura el discurso,
mandó a su nene a la corte
a proseguir sus estudios.

Entró en la corte el mancebo
luciendo su cuerpo curro,
con el gabán abrochado
el veinticinco de julio.

Cada vez que de su pueblo
venía a Madrid alguno,
tenía carta del padre,
lo cual apreciaba mucho.

Y aunque en perversos palotes,
con letras como almendrucos,
la contestación firmaba
toda de su letra y puño.

Pero pasaron seis meses
sin que paisano ninguno,
como un tiempo visitara
de esta capital los muros.

Y así la correspondencia
tuvo que cambiar de rumbo,
y fiaron al correo
ambos los secretos mutuos.

Sin duda nuevas vinieron
a Madrid de mucho bulto,
cierto día que en correos
todo era gresca y barullo.

Mas no fue que de la España,
se pronunciara algún punto
por república aristócrata,
o popular estatuto.

Fue que una carta venía,
de la que fue patria un día
de las babuchas del Cid,
y cuyo sobre decía:
«Para mi hijo, en Madrid.»

Esto sólo era la causa
del destemplado murmullo:
unos decían «¡Qué estólido!»;
otros decían «¡Qué estúpido!»

Cuando a la ventana dieron
dos golpes morrocotudos
y volvió, mal que pesara,
la gravedad a su punto.

Abrieron la ventanilla
y vieron un mozo esdrújulo,
que tenía siete cuartas
desde la cabeza al muslo.

El cual, con perdón de ustedes,
iba comiendo un mendrugo,
vestido de cortesano,
muy elegante y muy pulcro.

Quedó encarado en la gente,
cerca de cinco minutos,
y dijo con mucha calma
después de hacer un saludo:

«¿Tengo carta de mi padre?»
-Y sin pararse un segundo
le dio el oficial la carta;
diciendo con ceño adusto:

«No soy ducho en acertijos;
pero aquí no cabe plagio;
tenga usted, que hay datos fijos;
pues como dice el adagio,
tales padres, tales hijos.»

Tomó la carta el mancebo
muy contento de su triunfo,
y leyó lo que yo a ustedes
copiaré punto por punto.

«Cuatro cartas te he escribido
con esta, querido Andrés;
y esta la pongo aburrido
de no haber aún recibido
contestación más que a tres.

Quizá no llegue a ese centro;
mas yo que soy viejo verde
y a todo remedio encuentro,
por si acaso esta se pierde
te incluyo una copia dentro.

Que estés gordo no me asusta,
aunque tal vez no te sacias
de Pepas y Bonifacias;
mas dime si eso te gusta:
mi salud buena, a Dios gracias.

Este papel borroneo
por saber con amplitud,
si estás en ese recreo,
con la completa salud
que yo para mí deseo.

Aquí estamos mal, amigo;
pero por más que me incites
de patria nada te digo,
pues no quiero que visites
la casa de poco trigo.

A mí nada me contrista;
siempre del que manda soy,
que acá el que tiene no chista,
y yo me hallo el día de hoy
más rico que un contratista.

No temo rayos ni truenos
como los temí otras veces;
pues veo auspicios tan buenos,
que pienso coger lo menos
dos celemines de nueces.

Si de una heredad sembrada,
en terreno de Betanzos,
no cojo esta temporada
tres fanegas de garbanzos,
creo que no cojo nada.

Ya ves si puedo andar mal;
y no presumas que es todo
riqueza territorial:
yo me alegro en cierto modo
de que algo sea industrial.

Tu mamá, que es en el mundo
el imán de mis hechizos,
el día de San Facundo
me dio a luz cuatro mellizos,
ya ves si el año es fecundo.

Víctima la vi segura
de los médicos bolonios;
pues tal fue su calentura,
que si no lo impide el cura
se la llevan los demonios.

Y me echo al pescuezo el nudo
si deja su cuerpo yerto
de la muerte el golpe crudo:
no porque ella hubiera muerto,
sino por no verme viudo.

Pues ¿dónde el hombre halla goce
sino en la mujer querida?
La mujer es nuestra vida;
ninguno la reconoce
hasta que la ve perdida.

La dio en el parto un temblor,
y dijo, arrugando el gesto,
que no volverá su amor
a sufrir tanto dolor…
hasta otra vez, por supuesto.

Adiós y vive en tus glorias;
yo entiendo que allá y aquí
nadie sabrá mis historias;
pero da a todos memorias
los que pregunten por mí.

Por inútil no diré
que está a tu disposición
este que desea, a fe,
verte pronto el corazón,
tu padre querido… A. P.»

Posdata.

«Y firmo con iniciales
no abran esta carta mía,
y me echen a los canales;
pues sabes que hay en el día
cosas muy originales.

No es tu talento tan largo
que entienda de aes ni pes.
Te lo diré, sin embargo,
para tu gobierno, Andrés;
pero… el secreto te encargo.

¿Yes la A donde firmé,
que es la del lugar primero?
Pues Antón decirte quiero
y Perulero en la P;
total, Antón Perulero.

Chico, tu silencio me harta;
escribe aunque no te cuadre:
mas si algo tu pluma ensarta
para guiar bien la carta,
pon solamente ‘A mi padre’.»

Y aquí se acabó la carta
y aquí el romance concluyo,
que bien habrá molestado
por eterno y por insulso.

Mas si he cansado, aprovecho
el buen asonante en uo,
para pedir mil perdones
al salón del Instituto.

El espíritu de contradicción

LETRILLA

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

Tiene el buen hombre
caprichos raros,
como los viejos
y los muchachos.

Gasta brasero
todo el verano,
y usa en diciembre
calzones blancos.

Porque es un genio
tan condenado,
que le enamora
todo lo extraño

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

Compra en la tienda
lo malo y caro;
pues nada quiere
bueno y barato.

Si le saludan
le lleva el diablo,
y da las gracias
por un sopapo.

Piensa con hielos
tomar los baños,
aunque reviente
de un constipado.

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

¿Ve una tragedia?,
ríe el zanguango.
¿Viene el sainete?,
ya está llorando.

Cuando hay un baile
va cabizbajo
y está en la muerte
sólo pensando.

Pero le llevan
al campo santo
y allí deshecho
baila el fandango.

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

Ya de opiniones
con él no trato,
porque de fijo
somos contrarios.

¿Del despotismo
murmuro y charlo?
Pues él le llama
gobierno santo;

mas si a sus filas
luego me paso;
se hace un furioso
republicano.

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

Hasta en su casa,
¡qué estrafalario!
Todos los chismes
tiene trocados.

Bebe en cazuela,
come en un vaso,
en una alcuza
sorbe el tabaco;

en la cocina
tiene el piano,
y en una alcoba
cuece el guisado.

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

Sabe que chicas
guapas buscamos;
que a un tiempo tengan
belleza y garbo.

¿Qué hace el maldito?
Se ha enamorado
de una chubasca
de tres al cuarto.

Ancha de arriba
como de abajo;
tuerta de un ojo,
belfa de un labio.

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

Ya no le sufro,
ya no le aguanto,
que con su genio
me va cargando.

Me da dos coces
cuando le halago;
calla si chillo,
chilla si callo.

Si digo bueno
dice que malo;
si digo berzas
dice que nabos.

Busca Don Rufo
tres pies al gato,
tres pies le busca
y él tiene cuatro.

El tambor

Llenos de vino los cueros
y harto el ombligo de pan,
vamos al campo guerreros:
¡Ra-cataplam-param-plam!!!

Ganemos en guerra cruda
de victoria la guirnalda,
y demos al que no acuda
cuatro almendras por la espalda.

El que cobarde se asombre
de mi redoble al compás,
tendrá pantalones de hombre
y de mujer lo demás.

¿Quién al ruido del tambor
de entusiasmo no se inflama?
¿A quién no punza el honor
cuando la patria le llama?

Ya en patrio fuego abrasados
los corazones están.
¡Cataplán!
y sus atroces pecados
los contrarios purgarán
¡ra-cataplán!!
¡Al combate, batallón,
marchen, arma a discreción…!!
¡Ra-cataplam-parram-plam!!!

La sangre en las venas arde,
paso de camino y largo;
y haga el que llegue más tarde
veinte guardias de recargo.

¡Ay! Ya el enemigo avisa
que no le habéis de alcanzar
porque tiene mucha prisa
y no nos quiere esperar.

¿Quién de canguelo suspira?
¡Viva España! ¡Una canción!
-Tran larán-lán lará-lirá,
tran larán-lán larán-lón.

¡A la lid soldados fieros
y cúmplase nuestro afán!
¡Cataplán!
¡Al campo bravos guerreros
y arda troya, voto a san!
¡Ra-cataplán!!
Himnos entonad a España,
que ya el tambor acompaña.
¡Ra-cataplam-parram-plán!!!

¡Vive Dios! ¡Con qué donaire
huye el enemigo perro;
como águilas por el aire,
como liebres por el cerro!

Corramos nosotros más,
y ande la lanza y cañón.
¡Tente canalla! ¡zis! ¡zas!
¡Pam! ¡pim! ¡pum! ¡Pomporrompom!!!!

Que ni uno solo se vaya
del monte por la espesura.
¡Leñazo y corra en Vizcaya
un Ebro de sangre impura!

¡Ah! De la vida reniego
si de mis garras se van.
¡Cataplán!!
¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego!
¡Qué lástima de alquitrán!
¡Ra-cataplán!!
Dan de rendición la seña,
no haya cuartel: ¡Leña! ¡Leña!
¡Ra-cataplam-parram-plam!!!!

Aquí expira un ciudadano.
¡Soldados! Saña y valor.
Los lamentos del hermano
den al hermano rencor.

Ya el ruin enemigo cede,
quiere perdón el pipiolo.
¡Duro en ellos y no quede
para contarlo uno solo!

Cantemos que ya respira
de alegría el corazón.
Tran larán-lán lará-lirá,
tran larán-lán larán-lón.

Vamos, bravos de contino
a descansar de este afán.
¡Cataplán!
Con diez leguas de camino
según dice el capitán:
¡Ra-cataplán!!
A Dios cerros y escarpadas;
hasta otra vez, camaradas.
¡Ra-cataplam-parram-plam!!!!

Hoy no hay prisión ni recargo.
¡Sus! ¡A dormir batallón!
Paso de camino y largo.
¡Marchen! ¡Arma a discreción!

Ya la aldea se alborota,
ya la patrona nos llama
para compartir, patriota,
sus manjares y su cama.

No tendremos desafío
por eso niña de Dios.
Bien está; lo mío mío,
y lo tuyo de los dos.

Ya piden vino los cueros,
ya quiere el ombligo pan.
¡Al rancho! ¡Al rancho guerreros!
¡Ra-cataplam-parram-plán!!!

El pobre Lázaro

Andaba Lázaro en Móstoles
a puros ayunos lánguido,
y quiso llenar su estómago
del indispensable fárrago.

Pidió la mano de Mónica
por afición al metálico,
y donde pensó ver águilas
halló solamente pájaros.

¿Por qué de su suerte pícara
reniega el pobre gaznápiro,
si ya en la pila pusiéronle
Lázaro, Lázaro, Lázaro?

Dame de comer, estúpida,
decía armando un escándalo.
Mira que soy de hombres célebres,
vástago, vástago, vástago.

Y no pudiendo paupérrima
corresponder a este cántico,
la daba con mano pródiga
látigo, látigo, látigo.

Acostábase colérico,
la paz firmaba en el tálamo,
y se levantaba el mísero
pálido, pálido, pálido.

Porque era su temple frígido
y helado como un carámbano,
y era de Mónica el ímpetu
cáustico, cáustico, cáustico.

Y si él decía pacífico:
tácito, tácito, tácito,
ella contestaba impávida:
rápido, rápido, rápido.

Y como tras de las réplicas
venían momentos plácidos,
echaba a pares la zángana
zánganos, zánganos, zánganos.

Mil veces el antropófago
lloraba como un Heráclito,
por no haber carne ni líquido
báquico, báquico, báquico.

Si para el domingo próximo
fundaba esperanzas cándido,
se le frustraban el último
sábado, sábado, sábado.

Bien para lucir gastrónomo
quisiera ser archipámpano,
o tan siquiera en lo clérigo,
diácono, diácono, diácono.

Mas Dios con el lazo cónyuge
le dio un enjambre satánico,
sin dar para sus mandíbulas,
rábanos, rábanos, rábanos.

Siendo cero en lo científico,
siendo en las letras un bárbaro,
sin ser en el arte bélica
táctico, táctico, táctico;

tomó su trabuco intrépido,
y fue en los incultos páramos
el más atroz y carnívoro
vándalo, vándalo, vándalo.

A cuantos halló malévolo
dijo con aire magnánimo:
«Si tienes oro magnífico,
dámelo, dámelo, dámelo.»

Ellos lo daban con lágrimas
entre sí diciendo estáticos.
¡Así te picara un pérfido
tábano, tábano, tábano!

Hasta que el anzuelo rígido
le prendió de un juez seráfico,
que le dijo: ¿Tienes débitos?
Págalos, págalos, págalos.

Y en recompensa a sus crímenes
le puso el verdugo impávido,
para apretarle las vértebras,
cáñamo, cáñamo, cáñamo.

Mucho sufrió luego su ánima
que os dijera ¡voto a chápiro!
Mas por no cansar al prójimo,
cállolo, cállolo, cállolo.

Respuesta a una carta

De mis amigos D. Eduardo Asquerino y D. Mariano
Urrabieta. Medina del Campo 14 de abril de 1844.

En la primera cuarteta
Villergas saluda fino
a Urrabieta y Asquerino,
a Asquerino y a Urrabieta.

Y no os disputéis jamás5
la preferencia del puesto,
pues ya sabéis que «atrás esto»
es lo mismo que «esto atrás.»

Más alegre que hombre chispo,
y esto en mí no es maravilla,
me tenéis en esta villa
pasando vida de obispo.

Soy de mis caprichos dueño
y sin pensar en mañana,
cómo, cuando tengo gana,
duermo, cuando tengo sueño.

Disimuladme si apático
respondo a vuestro papel,
pues cosas decís en él
que me dejaron estático.

Mas tanto de acá, sin mónita,
diré si me da la gana,
que a la gente cortesana
la puedo dejar atónita.

Es la gente de esta tierra
tan pertinaz y tenaz,
que cuando quiere la paz
es porque no quiere guerra.

De estos buenos habitantes
quien más trabaja más suda:
al que suda Dios le ayuda
y también sus semejantes.

Que aunque hay vagos estafermos
he visto ayudar y aprisa,
los monaguillos a misa
y el doctor a los enfermos.

Se olvidan las etiquetas,
se olvida cualquiera enojo;
pero casi a ningún cojo
se le olvidan las muletas.

Abundan locos sin tasa
y bobos hay otros tantos,
mas ninguno tira cantos
al tejado de su casa.

En esta tierra es de fe,
no lo tengáis por mentira,
si ve menos quien más mira,
quien más mira menos ve,

desde el noble al pisaverde
que a jugar al monte acierta,
si halla la contraria en puerta
cuanto más pone más pierde.

Aquí el que no grita clama,
y el que no clama vocea,
y el que no brinca patea,
y el que no llora no mama.

Los malos y los peores
quieren que ande el diablo suelto,
y es porque a río revuelto…
ganancia de pescadores.

¡Qué encontrados pareceres!
En fin, ¿qué tal andará
cuando los hombres acá
se casan con las mujeres!

No son cuestiones de nombres
las rarezas que aquí pasan;
ya veis, en Madrid se casan
las mujeres con los hombres.

Cuando se toca a pagar
la contribución nefanda
nadie sabe por donde anda
para sumar y restar.

Pero si les dan dinero
todos saben dividir,
y en vez de medio partir
quieren partir por entero.

Cuando alguno con ahínco
a echar cuentas me importuna,
con decir «cuatro más una»
le digo cuantas son cinco.

Y tened por cosa cierta
que siempre que hablar me toca
los que no cierran la boca
me oyen con la boca abierta.

A imitación de Marica,
la del refrán castellano,
aquí todo ciudadano
se rasca donde le pica.

Limpian las gentes magnánimas
el polvo con el cepillo,
menos el ruin monaguillo
que éste limpia el de las ánimas.

Y todos a troches moches
dan con muchas cortesías
de día los buenos días,
de noche las buenas noches.

Los jardines tienen plantas
y dan peras los perales,
nueces hay en los nogales
y también en las gargantas.

Abur, que me canso ya,
si Dios quiere nos veremos,
y si acaso no nos vemos…
hasta el valle Josafá.

Y sin gastar mas saliva
mil memorias os encajo
a Carabanchel de abajo
y a Carabanchel de arriba.

Mientras Dueros y Pisuergas
corre como un azacán,
Villergas Martínez Juan
o Juan Martínez Villergas.

Epigramas

Jura Blas por San Miguel
no llevar coche jamás,
pero es porque quiere Blas
que el coche le lleve a él.

Juega a las damas constante
mi vecino don José.
Ayer le dije «¡Ah tunante!
Con qué ganas come usted»
y él respondió… «Soy cesante.»

Guapas y feas

Ninguna al nacer bonita
supo su gracia quizás,
y ninguna nace fea
por su propia voluntad.

Y unas y otras, sin saberlo,
por su cara nada más,
vienen al injusto mundo
a padecer o gozar.

La mujer que nace fea,
Dios la dé su santidad,
que aun con esto la diremos
imagen de Satanás.

La mujer que nace hermosa,
aunque de genio infernal,
no hay quien no la haga, rendido,
suprema divinidad.

¿Y ella qué méritos tiene
para diferencia tal?
¿Y qué delitos la fea
que tanta pena la dan?

Yo bien sé que al elegir
cuando venimos acá,
pudiendo ser Serafín
ninguno fuera Caifás.

¿Qué culpa tenemos todos
de que el papá o la mamá
pensaran al construirnos
en algún orangután?

Y eso que yo no soy fea,
si he de decir la verdad;
seré feo y no es lo mismo
feo con o que con a.

Pero volviendo, señores,
al asunto principal
que es tratar en las mujeres
de hermosura y fealdad.

Si una fea viste bien
dicen que la sienta mal.
Mona vestida de seda
la llaman por donde va.

Y una bella de trapillo
a todos nos da que hablar,
y hallamos más elegante
la indiana que el tafetán.

Cuando una hermosa sonríe
nos figuramos mirar
una tan alta sonrisa
que es sonrisa celestial.

Y si una fea se ríe
decimos sin caridad:
«¡Jesús qué boca tan grande!
¡Cabe dentro medio pan!»

Si una bella vierte lágrimas,
¡oh corazón singular!,
¡oh virgen de Rafael!,
¡oh ternura angelical!

Una lágrima que rueda
por sus mejillas no más,
aun tiene más poesía
que un libro de Chateaubriand.

Y cuando llora una fea
no se la puede mirar,
y acaso nos causa risa
su desventura fatal.

A una fea nadie llega
o pasa sin saludar;
una bonita no sale
sin un enjambre detrás.

Así son todos los hombres
y es lo más original,
que yo también soy así
sin poderlo remediar.

Si te gusta #Juan Martínez Villergas... Share on X

UN VERSO DE CHOCOLATE [Mi poema]
Luis Palés Matos [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Yo, que un día tu amigo fui de letras,
subidos en idéntico escenario,
aupados por las musas al calvario,
del templo de Caliope y sus profetas.

Jugando con los versos como niños,
haciendo algunas veces el payaso,
creyéndonos Machado o Garcilaso,
buscando impresionar haciendo guiños.

Tú, con quien yo jugaba al escondite
e, infantil, me enzarzaba en mil peleas,
hoy quiero aquí afirmar y que me creas
lo mucho que me sirve aquel envite.

Pues que escribir no es más que hacer regates,
a palabras sumando los conceptos,
persiguiendo a una serie de preceptos
para al fin acabar haciendo mates.

Un verso hoy quiero hacer de chocolate
tan dulce como antaño el pirulí
y aunque puedas tacharlo de dislate
que sepas que hoy lo escribo y pienso en ti.
©donaciano bueno

Para un #amigo de la #infancia Share on X

MI POETA SUGERIDO:   Luis Palés Matos

FRONTIS

Lector, vas a beber en una fuente,
donde al bajar el labio y la mirada,
encontrarás tu imagen retratada
en la seda de su onda transparente;

vas a beber el agua de un torrente
hecha de Todo y en resumen Nada,
que sabe de la estrella inmaculada
y de la sima negra y atrayente…

Ese es mi verso; profundiza un poco.
No compadezcas mi dolor, si loco
te lanza entre la sombra su saeta;

sigue, a tientas quizás: Jasón perdido,
y toparás al cabo sorprendido,
el vellocino de oro del poeta.

CANCIONES DE LA VIDA MEDIA

Ahora vamos de nuevo a cantar alma mía;
a cantar sin palabras.
Desnúdate de imágenes y poda extensamente
tus viñas de hojarasca.

No adulteres el mosto que hierve en tus lagares
con esencias extrañas,
y así, te dará un vino sencillo pero puro,
porque es vino de casa.

Anda el viejo camino para que se te vea
la intención noble y clara,
y huye de las retóricas travesuras ingenuas
que inquietaron tu infancia.

Ya eres vieja, alma mía. Árbol que entra en la zona
de la vida mediada.
Como fruta madura te cuelga el sentimiento
de la rama más alta.

Rama de bella fronda que perfumó al canto,
ahora se ve pelada…
Para cuajar el fruto tuvieron que caerse
las hojas de la rama.

Así estás, alma mía, en tu grave hora nueva,
toda desnuda y blanca,
erguida hacia el silencio milenario y profundo
de la estrella lejana.

EL RELOJ

Con una incontrastable isocronía
canta el reloj las horas que transcurren,
y cual gnomos, por su armazonería,
como suspiros, rápidas, se escurren.

Quizá el tedio lo mata, y a porfía
las dos agujas del reloj, se aburren,
de estar marca que marca todo el día,
arcano idioma que ellas no discurren.

Mirado desde lejos, tiene aspecto
extraño y mitológico, de insecto
que ye correr la vida, indiferente;

y el péndulo, una lengua centelleante,
hiperbólicamente jadeante
que se mofa del tiempo eternamente.

MATINAL

(Para Carmelo Obén)

El letargo padece despertamientos;
palpita entre las frondas rumor de oleaje,
y una llovizna sueña desgreñamientos
de cristales sutiles, sobre el ramaje.

Como un orientalismo de ensoñamientos
la neblina recoge su tul de encaje.
¿Qué efervescencia pone sacudimientos
en la pereza rústica del paisaje?

Un trino cristalino lejano suena,
y Polimnia desflora su cantilena
en el glú-glú risueño de la fontana:

Febo guiña indeciso detrás del monte,
y explota en llamaradas el horizonte
al ósculo candente de la mañana.

GUAYAMESA

Suave como los tallos del papiro,
con una vaga irradiación de fresa
es tu talle de egipcia, en el que admiro
toda la majestad de una princesa.

El ensueño y el mar, en el zafiro
de tus ojos, se tiñen Guayamesa;
y como turquesino es el suspiro,
en tus ojos se baña de turquesa.

Cabellera auroral y frente blanca
donde el pudor alguna vez se estanca…
cuando tu cabellera rizos llueve.

Al caer en tu frente ese tesoro,
urde un desborde de flamante oro
sobre un albino témpano de nieve.

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EL FÚTBOL, EL ARTE DE ENGAÑAR [Mi poema]
Arístides Pongilíoni [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

El fútbol es el arte de engañar,
se trata de driblar al que primero,
defensa, medio-centro o delantero,
intenta con sus botas evitar
llegar hasta el portero.

Hacer que no se aprecie ni en el VAR
pegando un chupinazo pinturero.
No importa si alguien grita ¡marrullero!
¡tu madre, me las tienes que pagar!
que ¡gol, cómo te quiero!

Que un partido sin goles no es partido,
lo mismo es que ensalada sin aceite,
el agua que le arrastra la corriente,
la bala que en el aire se ha perdido,
el bar sin un cliente.

¿Y el fútbol sin forofos, qué sería?
a tipos persiguiendo a una pelota
mirándola hasta ver como rebota,
con suerte, si llegó a la portería
y vuelta a ver si trota.

Me gusta el fútbol ver, es evidente,
inmerso estoy del mismo en la maraña,
espero de los nuestros una hazaña,
que quiero, aunque resulte improcedente,
ver hoy ganar a España.
©donaciano bueno

#Una herejía...? Share on X

Hoy, domingo, 1 de julio, a las 16, hora española, se juega la selección española de fútbol contra la anfitriona, Rusia, su pase a la siguiente ronda en el mundial 2018. Habremos de esperar a ver si se cumplen nuestros deseos. Entretanto, nuestras Felicitaciones a Francia y a Uruguay por sus victorias pero, y ésta es la parte cruel, no hay vencedores sin vencidos, lamentar que Argentina y Portugal hayan sido apeadas. Una vez más habremos de recurrir a la filosofía: después de todo, el fútbol no es nada más que un deporte ¿o no?

El sistema de videoarbitraje VAR (video assistant referee, árbitro asistente de vídeo) se estrenó con polémica en diciembre en el Mundialito de clubes y ha aparecido de nuevo en el radar de los espectadores, jugadores, técnicos y dirigentes del fútbol mundial.

MI POETA SUGERIDO:  Arístides Pongilíoni

Dedicatoria

Yo escucho en el espacio torrentes de armonía;
naturaleza me habla con su gigante voz;
aliéntame potente y agita el alma mía
el celestial impulso que nos acerca a Dios.

No hay en los vagos vientos murmullo ni gemido,
ni acentos pavorosos en el hinchado mar,
no hay trinos de las aves, ni misterioso ruido
de arroyo entre las piedras quebrando su cristal;

No tiene el firmamento matices ni colores,
ni sombra el bosque umbrío, ni las estrellas luz,
ni aroma fugitivo las matizadas flores,
ni las lejanas cumbres resplandeciente azul:

No vibra en torno mío, no vaga en el ambiente
perfume, luz, colores, ni sombra ni rumor,
que no eleve a otro espacio mi enardecida mente,
que no abrase mi alma con fuego creador.

Tal vez, cuando, agitado del numen que me inspira,
mi pensamiento en himnos pretendo derramar,
exhala sones flébiles mi descorde lira,
y pobre, humilde y triste se arrastra mi cantar.

¿Mas qué importa? Yo siento que su divina esencia
el alma poesía dentro mi ser vertió:
si pobre es y sin galas la torpe inteligencia,
¿sera menos poeta por eso el corazón?

¿Ese inefable encanto, las vagas sensaciones
que al contemplar el mundo, me inundan en tropel,
no son tal vez poesía, no son emanaciones
de espíritu divino que agítase en mi ser?

¡Oh madre! ¡cuántas veces, en el pesar sumido,
el soplo del aura leve mis ojos enjugó!
¿Por qué al son de sus alas prestaba atento oído?…
No sé:-vagaba en ella consoladora voz.

Inmóvil, escuchando rugir el océano,
mi vista al firmamento se eleva con afán.
¿Qué busca tras el velo sutil del aire vano?
¡No sé:-las roncas olas me nombran a Jehová!

¡Ah! la creación entera, con mágica armonía
me habló, y, desde la cuna, yo comprendí su voz,
y germinó en mi pecho la flor de la poesía,
de tu cariño, madre, al celestial calor.

Él dio a mi pensamiento su plácida ternura,
las alas de mi espíritu al cielo encaminó:
de Dios me hablabas, madre, y, a tu enseñanza pura,
tan armonioso nombre mi boca murmuró.

Un aura de cariño mi frente acariciaba
y ensueños deliciosos en ella hacía brotar;
si en pos de idea indecisa mi espíritu vagaba,
sentía a su lado, madre, tu espíritu flotar.

Y así mi mente alzaba por el espacio el vuelo,
y sus primeros sones mi lira moduló;
si de entusiasmo en alas me desprendía del suelo,
el cielo era mi norte, mi inspiración tu amor.

¡Ah! ¡si me fuera dado poblar de ecos sonoros
el aura que tu frente se acerca a acariciar,
pagando en armonías los célicos tesoros
de amor, que en mí vertiera tu seno maternal!

Si al soberano aliento que llena el pecho mío
las cuerdas de mi lira pudieran responder,
mis cánticos se alzaran, con noble poderío,
y el mundo dominando vivieran lo que él.

Jamás los igualaran murmuradora fuente,
ni céfiro ligero, ni amante ruiseñor,
y altivos dominaran el trueno del torrente,
del ponto los rugidos, la voz del aquilón.

¡Y cuando las naciones, mis cánticos premiando,
corona de poeta ciñeran a mi sien,
con qué orgullo tan noble, sus hojas arrancando,
cubriera tu camino de triunfador laurel!

¡Delirios! ¡Sueños vanos! Sin galas, sin aliño,
con estas tristes flores un ramo entretejí;
mas, ¿si lo ofrezco en prenda de mi filial cariño,
no es cierto, dí, que tienen gran precio para ti?

Extiende con orgullo sus ramas altanero
el árbol, si de flores cubiertas ya las ve,
y, al agitarse al soplo del céfiro ligero,
las ramas por alfombra las tienden a su pie.

Inspiración

EL POETA
¿Quién eres tú, que del
tendido cielo bajas,
envuelta en nube trasparente,
y a mí llegando con callado vuelo,
portes la diestra en mi abrazada frente?

Las orlas de tu blanca vestidura
mueve gimiendo la nocturna brisa;
sobre tu frente, cual la nieve pura,
el laurel de los genios se divisa.

Y es lánguida y es triste tu mirada,
como, en las tibias noches del estío,
los rayos de una estrella reflejada
en la corriente de sereno río.

Leve sonrisa por tus labios vaga
y embellece tu faz encantadora.
¿Eres quizá la solitaria maga
de esta orilla gentil habitadora?

¿O tal vez mi invisible compañera
la hermosa y celestial melancolía?

EL GENIO
La vida soy de la anchurosa esfera;
soy el genio feliz de la armonía.

Yo enciendo de los vates
en la elevada frente,
la llama creadora
del alma inspiración.
Por mí, por mí tan solo,
sonaron dulcemente
las melodiosas liras
de Dante y Calderón.

Por mí los campos bellos
de Grecia se animaron
con los cantares nobles
del épico inmortal.
Por mí la accion del tiempo
gloriosos dominaron,
y se oyen todavía
do quiera resonar.

Yo di robusto acento
al inspirado Herrera
para cantar los triunfos
de su inmortal nación;
y templé y de Rioja
el arpa lastimera,
que alzaba en las ruinas
tristísima canción.

Mi alcázar es la gloria,
mi reino el ancho mundo,
y nada hay que resista
mi influjo y mi poder;
mas sólo algunos seres
el celestial, profundo
misterio de mi ciencia
consiguen comprender.

Tú anhelas un renombre;
los lauros de la gloria
son el dorado sueño
de tu alma juvenil;
y tu exaltada mente
en pos de la victoria
se lanza, arrebatada
por su ambición febril.

Mas tu impotente esfuerzo
a conseguir no alcanza
el lauro generoso
tras que perdido vas;
y cae hoja tras hoja
la flor de tu esperanza,
y temes que no vuelva
a renacer jamás.

¡No temas! yo te presto
mi ayuda omnipotente
en la elevada empresa
que vas a acometer.
Canta, y tu voz sonora
se eleve en vuelo ardiente,
y el mundo conmovido
la escuche con placer.

Yo le daré la grata,
suavísima armonía
de las pintadas aves
al despuntar el sol;
o el temeroso estruendo
con que la mar bravía
se agita, al rudo impulso
del rápido aquilón.

Y ceñiré tus sienes
del lauro deseado,
tras el que osado corres
en tu ambición febril;
y tu famoso nombre,
de gloria circundado,
esculpiré en mi alcázar
de pórfido y marfil.

EL POETA
¡Oh! ¡sí, yo, cantaré! yo de mi lira
haré brotar dulcísimos acentos,
que en alas vayan de los raudos vientos
publicando mi gloria por do quier.
¡Oh! ¡sí, yo cantaré!… Mas, ¿será acaso
sueño de mi exaltada fantasía
esa voz que estremece el alma mía,
llenándola de júbilo y placer?

¡No importa! ante mis ojos el camino
aparecer contemplo de la gloria;
quiero volar en pos de la victoria
y salir de mi triste oscuridad.
Y si me aguarda acerbo desengaño,
si huye de ante mis ojos la corona
y mi talento a mi ambición no abona,
antes de sucumbir, sabré luchar.

Y a la sombra del álamo frondoso,
del alto monte en la tendida falda,
sobre la verde alfombra de esmeralda
que viste el suelo en el florido Abril;
o del invierno en las heladas noches,
al son del agita y al silbar del viento,
se elevará dulcísimo mi acento,
como la voz del ruiseñor gentil.

Evocaré del seno de las tumbas,
donde yacen hundidas y olvidadas,
de los héroes las sombras veneradas,
de Europa asombro, de la España honor;
o lanzaré al espacio conmovido,
coronando mi lira gayas flores,
historias de los tiempos que ya han sido,
cánticos dulces de encendido amor.

Toca mi frente, tú, genio divino,
arcángel del amor y la poesía,
y raudales de férvida armonía
de mi ignorada lira brotarán.
Enciende en mi la inspiradora llama
que los sentidos y la mente eleva,
y, como en alas de los vientos, lleva
al centro de tu alcázar inmortal.

Recuerdos

Bellos los campos son que tus orillas
adornan, claro Betis, y en tus aguas
retratan su magnífica grandeza.
La rubia mies, opimo don de Flora,
que de las auras al amante beso
resonante se inclina; los copudos
árboles que hasta el cielo se levantan,
o al peso de su fruto regalado
doblan sus verdes ramas; los arroyos
que entre las cañas plácidos serpean,
lamiendo las arenas de su lecho
con sonoro rumor, los ruiseñores
que anidan en tus verdes espesuras
y llenan el espacio de armonías;
las flores del Abril… todo les presta
esa magia y encanto inexplicables
que los sentidos y la mente halagan.

Mas yo suspiro por la estéril roca
donde Cádiz se eleva, como blanca
gaviota posada en una peña
para secar sus alas; yo suspiro
por escuchar del férvido Océano
que la aprisiona entre sus verdes olas
el eterno rumor… Y es porque en ella
las dulces prendas de mi amor habitan…
¡Madre, hermanos, amigos!… y es que acaso
también, ¡oh mar! tus olas, que en ligeros
copos de espuma en las arenas mueren,
cautivan las miradas de mi Elvira,
o hacen latir en corazón de virgen
a impulsos del terror, si impetuosas,
azotadas del Abrego y del Noto,
elevanse rugientes, y amenazan
romper los muros, e inundar la altiva
ciudad que se levanta en tus riberas.

Y cuando el sol se oculta en Occidente
entre brillantes y encendidas nubes,
y miro la ligera gaviota
cruzar alegre el anchuroso espacio
al Océano dirigiendo el vuelo,
torno hacia Cádiz los llorosos ojos
con afán melancólico, lanzando
del triste pecho abrasador suspiro,
que raudo lleva el vespertino viento
que canta en los tendidos olivares.

«Vuela, avecilla, dígole; ligera
vuela a mi Elvira; entre las bellas ninfas,
ornato de las playas gaditanas,
como entre flores a la fresca rosa
conocerla podrás; pura es su frente
como los rayos de la casta luna;
brilla en sus ojos con celeste lumbre
suavísima ternura; su sonrisa
es el nacer de la rosada aurora
en el fecundo Abril; guarda en su alma
la inocencia del niño y el tesoro
de amor de la mujer… pura y divina
emanación de Dios, ángel que al suelo
desciende para bien de los mortales.»

«Vuela y díle el afán que me atormenta,
canta mi oscuro nombre a sus oídos,
y cuando vuelvas a la hermosa orilla
donde su frente eleva hasta las nubes
Híspalis orgullosa, trae en tus alas
el que exhalan suavísimo perfume
las trenzas de sus nítidos cabellos,
el suspiro que acaso lanza triste
su pecho virginal, el eco suave
de su voz argentina, más sonora
que el murmullo del aura en la enramada.»

¡Oh! vuelvan pronto del ardiente estío
las perezosas horas, vuelvan pronto
las tibias brisas de sus tardes, cuando,
a la luz melancólica de Febo,
que pausado a su ocaso se avecina,
o a los rayos suavísimos que lanza
la blanca luna, mírola extasiado
vagar del mar por la arenosa margen,
pura como un ensueño de poeta,
radiante de belleza y de ventura.

El oriente

Existe uña región de clima ardiente,
suelo fecundo, atmósfera serena,
de altos recuerdos caudalosa fuente,
de inspiración inagotable vena.
Es la región magnífica de Oriente,
madre del sol, de luz, de vida llena,
maravillosa, espléndida, galana,
gigante cuna de la raza humana.

Allí levanta el Líbano sus crestas,
que las nubes detienen arrogantes,
donde con majestad se alzan enhiestas
de los cedros las copas resonantes;
donde, siguiendo las torcidas cuestas,
anchos, férvidos, roncos, espumantes,
torrentes caudalosos se derrumban
y en el espacio, sin cesar, retumban.

Allí vibró el acento melodioso
del arpa de David y de Isaías;
allí repite el eco sonoroso
los ayes de dolor de Jeremías:
del lúgubre Ezequiel, en son medroso,
se alzaron las tremendas profecías,
y resonó el Cantar de los cantares,
y Job lloró su suerte y sus pesares.

Allí, sola y sentada en la colina,
a la orilla del mar que dominara,
Tiro entre escombros su cabeza inclina,
cual la voz de Ezequiel profetizara;
que a la orgullosa y colosal marina,
que el nombre de soberbia le prestara,
con brazo omnipotente, Dios airado
la hundió en el hondo mar alborotado.

Allí la gran Jerusalén levanta
sus altos alminares y mezquitas;
allí de Cristo la divina planta
huellas dejó, por nuestra fe benditas;
allí vivió su Madre pura y santa,
allí sus frases de consuelo escritas
dejó el que por salvar al mundo entero
espiró de la Cruz en el madero.

El sol brilla más puro y refulgente
en su zafíreo, esplendoroso cielo,
y audaz se eleva la mezquina mente
al contemplar tan bendecido suelo;
exalta al vate inspiración ardiente,
y, de la duda disipando el velo,
el alma del incrédulo ilumina
viva llama de fe, santa y divina.

¡Tierra de bendición! si yo pudiera
ahora abandonar mis patrios lares,
a tu recinto encantador corriera
atravesando procelosos mares.
Quizá entonces mi lira lastimera
entonase magníficos cantares,
que hicieran dignos de inmortal renombre
mi pobre numen y mi oscuro nombre.

Quisiera en un caballo del desierto,
al aire sueltas las flotantes crines,
volar por las orillas del mar Muerto,
o traspasar los líbicos confines.
Y ver de Smirna el celebrado puerto,
sus riberas bordadas de jazmines,
o las altas laderas del Sanino
hollar con mi bordón de peregrino.

Y admirar la fantástica belleza
de las orillas del sagrado río,
y reclinar mi lánguida cabeza
de la palmera so el ramaje umbrío;
ver de Balbek la mágica grandeza,
do se elevara el pensamiento mío,
y, bajo móvil tienda, en la mañana,
descansar con la errante caravana.

Y de la luna al resplandor sereno,
del Bósforo cruzando la corriente,
ver a Estambul, del irritado seno
del mar alzando la orgullosa frente.
Y cuando el astro-rey, de pompa lleno,
lanza a raudales su esplendor ardiente,
ver brillar en las cúpulas, ufano,
el pendón del imperio mahometano.

¡Oh! ¡sí! ¡Volemos! que el rumor del viento,
que entre las cañas del Jordán murmura,
con misterioso y lánguido lamento
temple del alma la mortal tristura:
y eleve el corazón y el pensamiento
de Cristo en la divina sepultura,
donde el héroe, que Tasso enalteciera,
también detuvo su triunfal carrera.

En un álbum

Como, tal vez, en los
ruinosos muros
de antiguo monumento,
recuerdo del poder, de la hermosura,
de la virtud o el genio,
su cifra graba, con ardiente mano,
atónito el viajero,
para que, más allá de su sepulcro,
halle en la tierra un eco;

¡Así en tu libro, donde tantos otros,
mi oscuro nombre dejo,
para que eterno brille entre sus hojas
y oculto su recuerdo
y plegue a Dios que siempre, cuando fijes
en él tus ojos bellos,
sonrían tus labios, evocando pura
memoria de amistad tu pensamiento!
********
Mi pecho enciende en misterioso fuego
plácida imagen, que en mi mente vaga;
nombre, más dulce que la miel hiblea,
vibra en mi alma.

Do quiera tiendo la mirada ansiosa,
do quiera leve murmullo se levanta,
sueño de amor, la imagen me aparece,
y escucho esa palabra.

¿Nunca en sus alas la llevó a tu oído
la brisa el penetrar por tu ventana?
Es que en mis labios sin sonido flota,
y espira en mi garganta.

Pero si un punto de tus negros ojos
brilla en los míos celestial mirada,
ellos dirán en su lenguaje mudo
lo que mis labios callan.

¡Mírame! busca en mi semblante triste
ese secreto que mi pecho guarda,
y dime, ¡ah! ¡dime que alentar me es dado
siquiera una esperanza!

Tiñe el rubor con sonrosadas tintas
tus mejillas de nácar,
como los tibios rayos de la aurora
las nubecillas blancas.

Tiembla en el fondo de tus negros ojos
húmeda tu mirada,
como en el seno de las aguas tiembla
estrella solitaria.

Alza y deprime tu nevado seno
agitación extraña,
cual de la blanca tórtola en el nido
miro agitarse el ala.

Y, al peso de ignorado pensamiento,
doblas la frente cándida,
como el lirio, que inclina su corola
al beso de las auras.

Y de las flores con inquieta mano,
hoja tras hoja arrancas,
y alzas a mí los ojos un instante,
quieres hablar… ¡y callas!

¡Ah! si al poeta concedió el Eterno
la inspiración, que a descifrar alcanza
ese confuso y vago y misterioso
lenguaje de las almas;

Si veo tu rostro, que el rubor colora,
si veo tu frente, que en silencio bajas,
¿a qué, luz de mis ojos, alma mía,
pregunto si me amas?

A nuestra señora del Carmen

I
Su frente, coronada de encinas, el Carmelo
levanta poderoso, con noble majestad,
rompiendo de los aires el trasparente velo,
buscando las regiones de ardiente tempestad.

Con tenebroso manto las nubes lo rodean,
sobre sus rojas peñas sus rayos quiebra el sol,
los vientos del desierto lo queman, y lo orean
las fugitivas brisas del Ponto bramador.

Si el rayo lo ilumina con su sulfúrea lumbre,
si roncos huracanes lo azotan por do quier,
la verde cabellera, que flota en su alta cumbre,
se agita con rugidos, mostrando su poder.

Parece que en su altura se aspira en el ambiente,
en inflamados átomos, espíritu de Dios.
Preñada de anatemas, enérgica, imponente,
en su empinada cumbre la voz de Elías tronó.

Tronó llamando al rayo de cólera divina
sobre la torpe frente de la impureza audaz,
y, a su terrible acento, cayeron en ruina
los ídolos infames, del alto pedestal.

Y adelantando el curso del tiempo venidero,
rompiendo el sello augusto que guarda el porvenir,
profético su espíritu ver hízolo el primero
el astro refulgente de Redención lucir.

Los campos se agostaban con pertinaz sequía,
al fuego calcinados de sol abrasador,
en hondas y anchas grietas su exhausto seno abría
la tierra, demandando raudal consolador.

No erraban por el aire los pájaros ligeros,
ni en las tendidas ramas vibraba su cantar;
detuvo el río su curso, los céfiros parleros
callaron, era todo silencio y soledad.

Y el cauce del arroyo, que férvido humeaba,
en ondas ligerísimas de cálido vapor,
cubrían las secas hojas, que el viento arrebataba,
con plañidero y triste y desigual rumor.

Elías, sobre la cumbre riscosa del Carmelo,
propiciatoria ofrenda al cielo presentó,
y llama abrasadora bajó del alto cielo,
y, allí fugaz posándose, la ofrenda consumió.

Fijó en el horizonte sus ojos el profeta,
buscando el cumplimiento de la promesa fiel,
y blanquecina nube miró mecerse inquieta,
y rápida extenderse, del mundo por dosel.

Los suplicantes brazos tendió hacia el firmamento,
sus ojos se inundaron de desusada luz;
¿qué ha visto en esa nube, que extiende raudo el viento,
cubriendo con sus pliegues el firmamento azul?

¡Ah! ¡no saluda en ella el Iris de bonanza,
vertiendo sobre el mundo su lumbre celestial!
¡ah! ¡no saluda en ella tan solo la esperanza,
para los mustios campos, de bienhechor raudal!

Hirió su mente un rayo de inspiración divina,
y nuevo sentimiento brotó en su corazón;
que ha visto en esa nube la imagen peregrina
de la que Santa Madre será del Redentor:

La Virgen escogida, la bienhechora fuente,
la Reina de los ángeles y de los tristes luz,
la que de estrellas ciñe la soberana frente,
el arca de alianza, ¡la Madre de JESÚS!

¡Oh celestial, Señora! ¡el miserable mundo
aun no santificaba la huella de tu pie,
y ya el alma de Elías sintió brotar fecundo
tu amor, al santo fuego de inspiradora fe!

¡Cantó tus alabanzas el eco del Carmelo,
la tierra oyó gozosa su plácido rumor,
y palpitó de júbilo al ver el alto Cielo,
en pechos escogidos, arder tu santo amor!

II
Y apenas
del cristianismo
la doctrina germinaba,
humilde templo se alzaba
del Carmelo en la región;
y a la Reina de los ángeles,
sobre el viento silencioso,
subió puro y amoroso
perfume de adoración.

Y, al soplo de Dios, los siglos
fueron rápidos corriendo,
de la eternidad cayendo
en el abismo sin fin;
¡y siempre, Madre amorosa,
de la cumbre del Carmelo
alzó su ferviente vuelo
una oración hacia ti!

¡Feliz quien, por vez primera
mirando la luz del día,
oyó tan santa armonía
junto a su cuna vibrar;
y en una atmósfera pura,
que la impiedad no sofoca,
vio tu nombre en cada boca
y en cada pecho tu altar!

Cuando, cual ave cansada
que busca afanosa el nido,
un buque vaga perdido
del Ponto por la región;
si a las playas de Occidente
dirige la rauda quilla,
en la gaditana orilla
buscando su salvación;

Ve destacarse el marino,
en el horizonte claro,
a un lado luciente faro,
emblema de caridad;
y al otro sagrado templo,
donde la imagen se adora
de la santa protectora
de los hijos de la mar.

¿Veis por las tendidas calles
ese grupo penitente,
y vario tropel de gente
que en silencio marcha en pos?
Descalzos van: rudo mástil
llevan en hombros cansados,
y en sus rostros atezados
brilla cristiano fervor.

Fue un día que roncamente
la tempestad rebramaba,
y, al soplo del viento, alzaba
gigantes olas el mar.
Con un velo tenebroso
se enlutaba el firmamento;
si el rayo lo hendía violento,
lo cerraba el vendaval.

Lejos del puerto tranquilo,
juguete del viento insano,
enmedio del Océano
flotaba frágil bajel.
Bajo su quilla, rugiente
inmenso abismo se abría;
sus negras alas cernía
la tempestad sobre él.

Como pálidos fantasmas,
emanación de un conjuro,
sombras se ven en lo oscuro
por el buque discurrir;
sombras de míseros seres,
que con la muerte luchando,
al viento y al mar, temblando,
su sepulcro ven abrir.

Cayeron los recios mástiles
sobre el puente; en son violento,
rasgó las velas el viento,
lamió la cubierta el mar;
y, erizados los cabellos,
junto al gobernalle roto,
lívida llama el piloto
vio sobre el buque flotar.

Entonces, puestos de hinojos,
perdida toda esperanza,
pusieron su confianza,
Virgen del Carmen, en Ti;
en Ti, estrella de los mares,
a cuyos suaves fulgores,
el mar calma sus furores
y alienta brisa feliz.

Y cuentan que, hendiendo el ábrego
los espesos nubarrones,
entre sus rotos girones
brilló el firmamento azul,
y te vieron, Santa Madre,
con los ojos de su alma,
nuncio de vida y de calma,
vestida de inmensa luz.

A tu mirada, las olas,
ya contenidas, rugieron,
más sumisas se tendieron
con suave ondulación,
como enjaulada pantera,
del hombre a la voz pujante,
arrástrase suplicante,
mas rugiendo, en su prisión.

Pasó la tormenta ruda,
barrió las nubes el viento,
y en el claro firmamento
tornó el sol a aparecer;
y en la destrozada nave
oró el náufrago de hinojos,
con lágrimas en los ojos
bendiciendo tu poder.

¡Oh llama santa! ¡fe pura!
¡fuente de eterno consuelo!
¿qué fuera en el triste suelo
la vida humana sin ti?
Si tu fuego el pecho enciende,
¿qué bien el hombre no alcanza?
¡ah! ¿quién pierde la esperanza,
aunque se sienta morir?

Marchad al templo sagrado:
marchad, náufragos dolientes,
y allí, humilladas las frentes,
himnos de gracias alzad;
y al trono de Dios asciendan,
en eco solemne, inmenso,
como las nubes de incienso,
que perfuman el altar.

Y, aunque con mofa os contemple
la incredulidad impía,
¡ah! levantad a MARÍA
la fervorosa oración;
que si de la vida el aura
goza vuestro pecho ahora,
¡de esa divina Señora
lo alcanzó la intercesión!

III
¡MARÍA, Reina del
cielo, dulcísima Señora,
consuelo del que sufre, tesoro de bondad,
mi voz también te ensalza, mi voz también te implora!
Escucha, Santa Madre, de un alma que te adora
el férvido cantar!

Grabado está en mi pecho tu nombre melodioso,
que alienta mi esperanzas suena mi aflicción.
¡Ah! ¡yo espero invocando tu auxilio poderoso,
que al entregarme al verso del eternal reposo,
y tu nombre abra a mi espíritu la celestial mansión!

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UNA VENTANA INDISCRETA [Mi poema]
Antonio García Gutierrez [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

Pasé frente a tu casa una mañana,
no sé si fue real o era soñando,
te vi como te estabas despertando,
dejastes entreabierta esa ventana
que aun hoy sigo besando.

Seguí observando allí tu desperezo,
no sé cuánto pasó, quizás fue un año,
no quise al corazón hacerle daño
mas puedo asegurar que aquel atrezzo
guardo hoy como oro en paño.

Recuerdo a esa figura en mi pupila
cual fuera el cuerpo esbelto de una diosa,
la estatua del artista más hermosa;
mirando estuve allí en primera fila
gozando de una rosa.

Y es hoy, que tanto tiempo ya ha pasado,
me aflora ese recuerdo a la memoria
tan lindo ese episodio de mi historia
que sigo a cada rato levitando
contigo hasta la gloria.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Antonio García Gutierrez

A CÁDIZ

Apartad el laúd; muy mal sonara
entre el lloro mi canto, ni pudiera
sino con torpe y degradado acento
al tirano adular… ¡ah! nunca, nunca…
Antes morir… de su venganza el rayo
sobre mi frente despiadado vibre:
libre nací y a su pesar soy libre.

¿Mas qué cantar sino de llanto y sangre
patria infelice? Si entonar al cielo
himnos de gloria y libertad procuro,
la ensangrentada vista del cadalso
de mi alma hiela el entusiasmo puro.

Yo vi la triste luz, cuando la tierra
al peso de un tirano estremecida
que al fin al cielo domellar le plugo
luchaba en cruda guerra
rehuyendo airada el ominoso yugo.
Cuando el genio del mal nos ofrecía
ponzoña horrible en funesta copa,
que tímida apuraba
con yerto labio la afligida Europa.

Entonces, ¡ay! entonces,
el clarín belicoso me arrullara
y en eco horrible el cavernoso bronce:
la sangre hispana salpicó en mi cuna
y la del galo que en sangrientas lides
llevó feliz la espada vencedora
del raudo Nieper hasta el mar de Alcides.

¡O Cádiz, patria mía!
Tú sola prepotente
doblarse viste ante tus altos muros
del fiero galo la orgullosa frente.
Cuando la Europa tímida cubría
la desdorada sien de oprobio y luto
tú denodada y fuerte
el grito diste que asombró la tierra,
a los tiranos precursor de guerra
y a sus legiones precursor de muerte.

¡Cuánto de lloro y de aflicción el hado
guardaba a tu afanar! libre y potente
cual la roca en los mares resistías
de la lucha el furor; tus torreones
con eternal barrera contuvieron
de Jena y Austerliz los campeones.
Mas luego ¡ay! luego desdorada y mustia
sin libertad lloraste
bajo el pie de tiranos prosternada.
Y pálida, expirante,
llorando al mundo tu funesta suerte,
aun en tus labios con amargo acento
clamar se escucha: ¡libertad o muerte!

Yo te vi, yo te vi, Cádiz hermosa,
de murta y luto la tu sien velada,
sobre tu almena siempre victoriosa
llorar tu gloria y libertad pasada.
¡Mísera! ¿qué se hicieron
mis triunfos celebrados,
mis ínclitos laureles
con sangre de mis hijos ¡ay! comprados?

Otro tiempo feliz mi blanda orilla
tocó preñada de opulencia y oro
de cien bajeles la sonante quilla,
y púrpura y aromas
me tributaba tímido el Oriente,
y prosternado el orbe apercibía
laurel y rosas para ornar mi frente.
Todo ya es nada; con funesto yugo
mi frente dolorosa
tirano aflige el opresor ingrato
que yo salvé de esclavitud odiosa.

¡Y este es el premio de mi afán y el pago
de mi sangre vertida en los combates!
No, ¡mis hijos esclavos! no… primero
un patíbulo y mil y hondos sepulcros.
Antes que sin virtud torpes esclavas
mis hijas tiernas la virgínea frente
dobleguen al poder, antes que humille
mi noble juventud; su cuello altivo
de un déspota feroz a la coyunda,
ronco se agite el férvido Océano
traspasando sus límites, y ufano
mis almenas altísimas confunda.

Yo la oí, su lamento
sonoro como el viento
que entre rosas y arroyos juguetea
de la noche el silencio interrumpía,
y en alas de los céfiros llevado
allá en los mares suspirar se oía.

¿No llegará el momento en que tronando
de tu almena el cañón, al orbe diga
soy libre y libre para siempre? ¡ay! ¿cuándo,
cuándo será que tu incesante lloro
trocado miré al fin, y tu agonía
en lloro de placer, y hermosa y libre
te envidie el sol desde su trono de oro?
¿Cuándo?… mi pecho palpitando gime…
Pronto, sí, pronto sacudiendo el yugo
que infame inmundo, tu garganta oprime.
¡Ya no hay esclavos! gritarás sublime
temblar haciendo a tu feroz verdugo.

ERA UN SUEÑO

Hay una hermosa edad llena de flores,
en que late sin pena el corazón:
mágica edad de ensueños y de amores
en abismos perdida de ilusión.

Hay otra edad en que la tez plegada,
cansado el corazón de padecer,
solo se agita el alma lastimada
con los recuerdos pálidos de ayer.

¡Así pasó por mi gastada vida
aquella edad de venturoso afán!…
Vida de calma por mi mal perdida,
¿dónde tus glorias y tu amor están?

No soy ya el niño que feliz se agita
con vértigos de tímida pasión;
mi frente se arrugó y está marchita,
y marchito también mi corazón.

Ya no es la flor garrida, que se mece
fresca y lozana en plácido pensil:
es el vástago seco que perece
pasadas ya las auras del abril.

¿Qué os habéis hecho cándidas ficciones
de aquella hermosa y peregrina edad?
Más valen vuestras blancas ilusiones
que esta helada y funesta realidad.

¡Bellezas ideales, mal veladas
en tenue gasa y transparente tul,
blancas cual las espumas agitadas
sobre las olas de la mar azul!

Castas visiones de divina esencia
que alimentabais mi infantil error
volved con vuestra cándida inocencia
con vuestros sueños de tranquilo amor.

Volved, ¡ay! como entonces seductoras
a calmar de mi pecho la inquietud,
y no os llevéis las apacibles horas
de tanta pura y celestial virtud.

Aquello no era amor y no era calma,
dulce esperanza mi fatal temor:
era un vago deseo que en mi alma
flotaba como trémulo vapor.

Mas luego ¡ay triste! condensado y frío
de su atmósfera pura descendió,
y trocado en maléfico rocío
en el lodo del mundo se impregnó.

Era un sueño no más: se hinchó mi pecho
respirando una atmósfera letal,
y en humo al despertar hallé desecho
mi transparente alcázar de cristal.

LA FUENTE

Blanda murmura entre las gayas flores:
sus tallos riega con menudo aljófar:
plácida alegra la enramada verde,
fuente sonora.

Rauda serpea, en trémulos cambiantes
reflejando del sol la luz dudosa
que de la oscura noche aún no vencida
hiende las sombras.

En revuelto espiral rueda en la arena
salpicando tu lecho de amapolas:
salta sonando y con tocar suave
mece las rosas.

Y ríe como ríe la mañana
que de rayos y nubes se corona…
Y al manso arrullo de las auras ledas
bulle y retoza.

EL CENTINELA

Clara luna iluminaba
con rayo luciente y puro
de Maestu el débil muro
envuelto en niebla sutil.

Todo yace en quieta calma;
todo calla, solo vela
cuidadoso un centinela
al brazo puesto el fusil.

Al rumor de viento leve
torna el rostro receloso,
que un enemigo alevoso
le acecha oculto tal vez.

Hora la frente inclinando,
alguna lágrima ardiente
le arrancan ¡ay! tristemente
recuerdos de su niñez.

Hora con dolor profundo
deja escapar un gemido
que repite dolorido
blando céfiro fugaz.

Y tornando al fin los ojos
con dolor al Mediodía
triste exclama: ¡Andalucía!
¡Suelo de gloria y de paz!

¡Suelo, ay Dios! donde corriera
mi juventud deliciosa,
de una madre cariñosa
en el seno bienhechor!

De una madre ¡cual aflige
su memoria el alma mía,
y el recuerdo de aquel día
tan fatal para su amor!

Tú llorabas… no, mi madre,
no me llores por favor,
noble es lidiar por la patria,
y a lidiar por ella voy.

Así yo te consolaba
exclamando con dolor,
por la vida de tu hijo
no llores, mi madre, no.

Oyóse entonces el eco
de la trompeta y tambor,
y en tus brazos me estrechaste
con frenética pasión:

Yo partí: ya en cien combates
he lidiado con valor…
Por la vida de tu hijo
no llores, mi madre, no.

No temas nunca que un día
infiel mancillé mi honor:
no, madre, que está más puro
que el primer rayo del sol.

Mas si al fin ordena el cielo
que sucumba en tanto horror,
por la vida de tu hijo
no llores, mi madre, no.

Así cantaba el soldado
cuando al sol del nuevo día
cerca el muro descubría
faccioso enjambre infernal.

Ronco tambor, al combate
llama: doscientos guerreros
las armas empuñan fieros
y empieza la lid fatal.

A DELISA

No celebro en mis cantares
la luz de plácida aurora
ni su risa,

ni las orillas de Almendares,
donde habita encantadora
mi Delisa.

No a ti, Cádiz opulenta,
ni tus hijas tan hermosas
que yo amé:

no tu orilla turbulenta,
ni tus olas ruidosas
cantaré.

En triste endecha tan solo
dejadme, musas, que diga
mi pasión.

Dadme la lira de Apolo
con que cante mi fatiga
y aflicción.

Y lleve plácido el viento
dulce y sonoro mi acento
por do quiera,

y que sonando entre rosas
y entre fuentes ruidosas,
blando muera.

¡Ay mi lira, la mi lira
de las musas olvidada
tantos años!

Tierna conmigo suspira
cantando de mi adorada,
los engaños.

Tú que alegras mis pesares
y mis cuitas adormeces
con tu canto,

hora alivia mis azares,
con tu son que tantas veces
fue mi encanto.

Mas… no sepa que la adoro,
que por ella gimo y lloro
mi Delisa.

No más gemir: si lo advierte
burlará mi triste suerte,
con su risa.

A. C. M.

Era C*** un tiempo en que mi vida
con penoso cansancio se arrastró,
y por su misma inercia entumecida
en tenebrosa obscuridad vivió.

El yerto pecho de pasión vació
seco del llanto el hondo manantial,
pasé mi vida de indolente hastío
en esa calma al corazón fatal.

Mil veces de este sueño perezoso
avergonzada el alma despertó,
mas ahogada en su centro tenebroso
sin luz ni ambiente a dormitar volvió.

Faltábale la luz del sentimiento,
faltábale el ambiente del amor,
y en la dura prisión de su tormento,
la paz del sueño prefirió al dolor.

Así pasaron los hermosos días
que ornaron mi primera juventud,
llena la mente de ilusiones frías
negando el sentimiento y la virtud.

Y así maldije el sol que iluminaba
de otros hombres felices el placer,
y maldije la luna que alumbraba,
la indolente vergüenza de mi ser.

Y en mis delirios, insensato, impío
del Dios de los destinos blasfemé;
pero tu amor calmó mi desvarío
y tú fuistes el ángel de mi fe.

Ya no maldigo el sol: ya de la luna
me agrada ver el lívido fulgor,
sin que acose mis sueños, importuna,
sombra fatal de ceño aterrador.

Me siento renacer y en otra vida
sembrada de ilusiones de placer,
ya se dilata el alma adormecida,
fresca y gozosa con su nuevo ser.

Y fuiste tú la que a mi pecho triste
hizo el contento por mi bien tornar
y un alma desgarrada redimiste
que iba la muerte en su tormento a hallar.

¡Esperanzas!¡amor! ¡flores del alma!
Volved con vuestra cándida ilusión;
y otra vez inundad de vida y calma
mi agitado y marchito corazón.

A los defensores de Bilbao
Vuelva a mis manos el laúd sonoro,
vuelva a mis manos y el cantar sublime
blando acompaña con sus cuerdas de oro…
Venga, venga, el laúd.

Que ya cesó el dolor, y el alma mía
del fuego de los libres inspirada,
cobra otra vez la bélica energía
por mágica virtud.

Mal apagada la celeste llama
por continuos pesares en mi pecho,
en entusiasmo ardiente, hora se inflama
mi yerto corazón.

¿Y quién, y quién no canta enajenado
Bilbao hermosa tu valor sublime?
¿Quién no celebra tu ánimo esforzado
en bélica canción?

¡Ay! ¡quién me diera al genio de la gloria
arrebatar la cítara sonante
con sus cuerdas de bronce, y tu memoria
en ella eternizar!

¡Bilbao sublime! ¡de amargura, y llanto
cubrió tu frente la falange esclava!
¿Cómo sufrir pudiste dolor tanto
y tanto pelear?

Deja a mi voz que tu victoria cuente
en canto melancólico, y perdona
sino es cual tú mereces, sacra ardiente
mi pobre inspiración.

Deja que el pecho de entusiasmo henchido
con destemplado acento te tribute
el homenaje que te debo, herido
de amor, de admiración.

Tú salvaste la España: allí en tu muro
la muerte halló otra vez el bando fiero,
y en vano ya otra vez trance duro,
te vieras estrechar.

Que firme siempre, en ademán bizarro,
y de laurel sangriento coronada;
la indómita soberbia del navarro
supiste domellar.

Ellos huyeron y tu frente pura
salpicada con sangre de las lides,
despojada se vio de su amargura
y otra vez sonrió.

Y sonrió también la triste España
que en ti clavados los hermosos ojos,
al creerte presa de enemiga saña
libre por fin te vio.

TRADUCCIÓN DE VÍCTOR HUGO

Ya brilla la aurora, fantástica, incierta,
velada en su manto de rico tisú.
¿Por qué, niña hermosa, no se abre tu puerta?
¿Por qué, cuando el alba las flores despierta,
durmiendo estás tú?

Llamando a tu puerta, diciendo está el día
«¡yo soy la esperanza que ahuyenta el dolor
El ave te dice, «¡yo soy la armonía!»
Y yo, suspirando, te digo, ¡alma mía!
«¡yo soy el amor

PARA EL ÁLBUM DE UNA SEÑORITA

Los cielos te hicieron donosa, hechicera,
de rostro amoroso, de risa gentil.
Esbelto es tu talle cual palma altanera
que al soplo se mece del aura sutil.

Son fuego tus ojos que abrasan el alma:
tu gala y donaire no tienen igual.
Tranquila en tu frente se ostenta la calma:
la risa en tu boca de nieve y coral.

Es dulce tu acento si blando suspira
vagando en tus labios con tímido ardor,
cual mágica trova que al son de la lira
entona a su amada, de noche, el cantor.

Feliz el que goce tu blanda sonrisa:
el que haga tu pecho de amor palpitar,
y beba tu aliento sutil cual la brisa
que besa ligera la espuma del mar.

Todos te cantan amores
porque eres niña y hermosa,
mas con acervos dolores,
que diz que tienes rigores
cual tiene espinas la rosa.

Bien haces, porque la vida
es esa blanca ilusión
en que vives engreída,
escuchando adormecida
tanta amorosa canción.

Así, vivirás dichosa;
pero si el alma enajenas
a una pasión amorosa,
gemirás triste y llorosa
presa en tus mismas cadenas.

Empero, si alguna vez
de esta breve juventud
lamentas la rapidez,
o del amor la inquietud
se imprime en tu blanca tez.

Vuelve a mí tus bellos ojos
que ahora se cubren de enojos
si amor te quiero cantar,
y un sí de tus labios rojos
ponga fin a mi penar.

¡Rosa bella! hermosa flor
que entre las flores asoma
en los pensiles de amor,
rica de fragante aroma
rica de vida y color!

A tus gracias peregrinas
alma y corazón rendí.
Ámame, flor, siendo así,
para todos con espinas…
Sin espinas para mí.

LA NOCHE DE VERANO

Hermosa noche, como el alma mía
oscura y melancólica… salud…
Tu balsámico ambiente de ambrosía
dulcifica piadoso mi inquietud.

¡Ay! que del sol la llama abrasadora
mis ojos irritados deslumbró…
Bien hagas tú que blanda y bienhechora
callando duermes cuando gimo yo.

Esa serena luz basta a mis ojos:
ese triste rumor basta a mi afán:
silencio y sombras buscan mis enojos
silencio y sombras anhelando están.

Y busco en mi ansiedad, de tu aura fría
el fantástico arrullo vibrador
de inefable y dulcísima armonía,
grato al placer, benéfico al dolor.

¡Ahora puedo llorar! de mis querellas
el eco, en tu silencio morirá,
y la tímida luz de tus estrellas
mi llanto solamente alumbrará.

Lloremos ¡ay! ¡como mujer inerme
de tibia lana al trémulo arrebol!
Lloremos, sí, mientras el mundo duerme,
antes que alumbre mi vergüenza el sol.

Venid y suspirando mansamente
céfiros de la noche susurrad
y por el vago y silencioso ambiente
los ecos de mis quejas derramad.

Venid… pero en silencio voluptuoso,
trémulos, sin murmullos y sin voz,
mientras dormita el mundo perezoso
en breves sueños de ilusión veloz.

Y llevad a mi bien con mi suspiro
estos cantares de doliente son,
y llevadla el amor en que deliro
y el fuego de mi ardiente corazón.

Y oreando su negra cabellera
y el seno que arde en amorosa lid,
con perezosa calma lisonjera
en su oloroso lecho os adormid.

Soplad lascivos, céfiros de amores,
con dulce y misterioso susurrar,
y en jardines bebed blandos olores
perfumando el ambiente de azahar.

¡Hermosa noche! en tu dormir tranquila
no escuchas, ¡ay! ¡mi lúgubre clamor!
Despierta, ¡oh noche! y a mi hermosa dila
que estoy velando con mortal dolor.

Mas si los ojos de mi hermoso dueño
tal vez dormidos en la calma están,
haz que me mire en su apacible sueño
víctima triste de continuo afán.

Y en ilusión de lánguido embeleso
blanda sonría y se estremezca a par,
y suspirando, regalado beso
piense en mis labios con ardor clavar.

Que acaso a la ilusión de los placeres
suele también el corazón latir,
y es blando el corazón de las mujeres
a esa ilusión de celestial mentir.

RESPETO

Niña de los negros ojos,
guarte que no digan ellos
tus amorosos enojos,
que habrás de pisar abrojos
si llegan a comprendellos.

Y habrá algún vil seductor
que pise la tierna flor
por más que la encuentre bella,
que no basta a defendella
donde hay pasión, el pudor.

Guarte niña de mostrar
que un sentimiento hay guardado
en ese tierno mirar…
Mira que te han de burlar
aunque yo te he respetado.

No pienses, no, que es desvío
lo que es tan solo piedad,
que aunque ya gastado y frío,
no es tanto mi desvarío
que ultraje tu castidad.

¡No es para mí tal belleza,
yo, que mi existencia loca
manché con ciega torpeza!
Basta un beso de mi boca
para manchar tu pureza.

LA AMBICIÓN

Huye, ambición, al ostentoso lecho
donde reposa el feble cortesano:
donde divierte su cuidado en vano
bajo la pompa del dorado techo.

Airada oprime tu agitado pecho,
en él aborta tu veneno insano,
y resentido al toque de tu mano
el mundo juzgue a su anhelar estrecho.

Mas, nunca imprimas en el alma mía
el hidrópico anhelo de grandeza…
Dame la paz en que vivir solía.

En mi estado infeliz, en mi pobreza,
no desear tan solo apetecía,
que es para el hombre la mayor riqueza.

LA DÁDIVA DEL POETA

Mil esperanzas que en tu amor se abrieron
aquí guardadas en el alma están.
Dime, ¿tal vez para morir nacieron?
Dime, ¿infelices como yo serán?

¡Oh! no desdeñes por humilde, el ruego
del que vive y respira para ti,
que no hallarás quien con tan puro fuego
te dé un amor como el que alimenta en mí.

Puede otro amante en homenaje darte
riquezas mil y joyas de valor
y con rico tocado engalanarte
con perlas orientales brillador.

Yo, pobre trovador y sin fortuna
un corazón de fuego te daré,
y tu frente, modesta cual la luna,
con joya de gran precio adornaré.

Doble corona de laurel y rosa
arrebatando al genio creador,
yo la pondré sobre tu frente hermosa,
sobre tu frente pálida de amor.

EL SUEÑO

Fugaz alivio de mi amarga pena;
dulce esperanza en el tormento mío,
ven, y adormece mis eternos males,
¡Plácido sueño!

Toca apacible con tus blandas alas
la sien marchita del mortal lloroso,
que enajenado, en dolorido acento
¡Ay! te demanda.

Cubra mis ojos la nocturna sombra,
cual si la parca con airado ceño
ya preparase a mi funesta suerte
lóbrega tumba.

Huyes veloz, cuando en eterno lloro
dejas sumido el corazón cuitado,
y en negro insomnio, por la mente cruzan
¡vértigos fríos!

¡Ay! triste noche, a mis cansados ojos
mas que a otros ojos fúnebre y sombría,
tiende tu velo, y de la tierra espanto
lóbrega reina.

¡Cándida luna! ¡tu fanal lumbroso
pálida oculta tras de opaca nube!
Huye, y la esfera que de nácar bañas
deja entre sombras.

Que no más luz que los celestes ojos
ni más placer que de mi bien la risa,
dulces alejan de la mente triste
negros temores.

¡Id, mis cantares, a la ingrata hermosa
cama funesta de mi amarga cuita!
Id susurrando y que D*** bella
blanda os escuche.

EN UN ÁLBUM

Si el corazón es altar
y el amor adoración,
éntrate en mi corazón
porque te quiero adorar.

LA VIDA

Traducción de Víctor Hugo

Cuando de noche en tus brazos
oigo, pastora, tu voz,
y no sientes, di, cual palpita
inquieto mi corazón?
¡Oh! que tu acento apacible
me recuerda encantador
de mis días más dichosos
la pasajera ilusión.
¡Ay! ¡canta, pastora,
con tu dulce voz!

Cuando ríes, en tu boca
ríe el amor a la par,
y los celos desvanece
con su expresión virginal.
Donde esa risa apacible
no puede el dolo habitar,
o no es cierto que en los ojos
retratada el alma está.
¡Ay! ríe, pastora,
ríe por piedad.

Cuando duermes a mi lado
mientras yo velo por ti,
tu dulce aliento murmura
como el céfiro sutil.
Entonces eres más bella,
sin velar, sin encubrir
con enfadosos cendales
tu leve cuerpo gentil.
¡Ay! duerme, pastora,
que estás bella así.

Cuando dices que me amas,
creo, pastora, en tu fe,
y pienso que el cielo mismo
me abre su inmenso dosel.
Dudar… ¡oh! que no es posible
para el que un instante ve
el fuego de los amores
que en tus ojos brilla fiel.
¡Ay! ámame, y siempre
verásme a tus pies.

¡Ya lo ves! toda la vida,
pastora del corazón,
se encierra en estas palabras
de inapreciable valor.
Sin esto, todo es mentira,
todo es pesar o ilusión,
que el cielo nuestra ventura
en esto solo encerró;
el canto, la risa,
el sueño, el amor.

PROFECÍA DE NAHUN

¡Ay! ciudad delincuente
llena toda de estrago y de mentira,
que con ímpetu ardiente
caerá sobre tu frente
la justicia de Dios brotando en ira!

¡Ay Nínive! que luego
el eco sonará del rudo azote
sin piedad a tu ruego,
y el carro oirás de fuego
y del fiero corcel, relincho y trote.

Espada reluciente
y lanza te herirá de viva lumbre,
y con sangre caliente
salpicará tu frente
de tus muertos la inmensa muchedumbre.

¡Mísera tribu impía
que olvidaste tu fe! no eres por cierto
mejor que Alejandría,
la que su rico puerto
en la margen baño del mar incierto.

Más pecó, y sin ventura
en el negro pecado adormecida,
marchitó su hermosura
en la impiedad hundida
y a los placeres del amor vendida.

Y en pago a su delirio,
cautiva de enemigos fue llevada
a do en negro martirio
gimió desventurada,
en cepos y mazmorras maniatada.

Y vio sus ancianos
que tarde alzaban con dolor al cielo
quebrantadas las manos,
postrados por el suelo
con agudos clamores sin consuelo.

Y en sus males prolijos,
presa también en manos de soldados
miró sus tiernos hijos,
por los pies amarrados
y en las agudas piedras estrellados.

¡Ay de ti, delincuente
ciudad, llena de estrago y de mentira!
¡Que con ímpetu ardiente
caerá sobre tu frente
la justicia de Dios brotando en ira!

¡Ay Nínive! que luego
el eco sonará del rudo azote
sin piedad a tu ruego,
y el carro oirás de fuego
y del fiero corcel, relincho y trote.

Espada reluciente
y lanza te herirá de viva lumbre,
y de sangre caliente
salpicará tu frente
de tus muertos la inmensa muchedumbre.

LA PRIMERA EDAD

¡Eres niña! De la vida
no probaste los engaños,
que para tus verde años
la existencia es el amor.
Tranquila y adormecida,
en tu mundo de ilusiones,
no sabes de las pasiones
el afán devorador.

En esa edad de placeres
dulcemente embriagado,
dichoso y enajenado
niño aun, gocé también.

Y en la esperanza ilusoria
de mis pueriles amores,
perdí mis años mejores
tras aquel soñado Edén.

Ríe y goza descuidada
que en esa edad de ventura,
no hay tormentos ni amargura
que agiten el corazón.
Si hay amor, es dulce y blando
y de sueños se alimenta,
y por sus placeres cuenta
las horas de su pasión.

Mas, luego, cuando a tus ojos
asome de amor el llanto,
vendrá el triste desencanto
de ese mundo engañador;

Y verás que desparece
cual relámpago improviso
el mentido paraíso
con sus jardines en flor.

Ese prisma, que el aliento
de las pasiones empaña,
con imágenes te engaña
cubiertas de gasa y tul.
Así deslumbra tus ojos
con ilusiones distintas,
entre caprichosas tintas
de nácar, oro y azul.

¡Ay! ojalá no murieran
con desventurados fines
las risueñas esperanzas
de tus diez y seis abriles.

Pero es fuerza que troquemos
los encantados jardines
y los sueños de oro y nácar
por realidades terribles.

Es fuerza que el soplo muera
de los céfiros sutiles
porque el nebuloso invierno
la lumbre del sol eclipse.

Esto es preciso; pero antes
que los pesares marchiten
la tersura de tu frente
que de inocencia sonríe:

Antes que sueños impuros
entre deseos febriles
ahuyenten del casto pecho
la pureza que en él vive,

baja al sepulcro, inocente,
inmaculada y sublime,
con tus bellas ilusiones,
con tu corona de virgen.

LA GARZA

Sube veloz por las etéreas salas,
garza fugaz, y al mundo señorea,
y opón al brillo de la luz Febea
la regia pompa de tus blancas galas.

Cuando las nubes en altura igualas,
si estremecido el mundo titubea,
la ruda tempestad tu frente orea
y el tremendo huracán mece tus alas.

Así yo un tiempo mi ligero vuelo
al un sol más puro remontar quería
y alcé mi orgullo a conquistar el cielo.

Pero nublose con sorpresa impía,
y las alas cortadas a mi anhelo,
murió su luz y la esperanza mía.

LA DESPEDIDA DEL CRUZADO

Mira; ya por la cima de aquel monte,
riente con su trémulo arrebol,
ilumina el espléndido horizonte
la blanca aurora que precede al sol.

¡Oh! cuán hermoso y vivo y transparente
ese vago crepúsculo oriental,
quiebra en las nubes su reflejo ardiente
tiñéndolas de gualda y de coral.

Quien lo dijera que tan triste día
puro y tranquilo amaneciera así,
hoy que burlando la esperanza mía
me obliga el hado a separar de ti.

Pero debo partir… fuerza es que rompa
la dulce paz de mi tranquilo amor,
por el ronco gemido de la trompa
por el grito de guerra atronador.

No apartes tu mirar turbio de enojos
para ocultar tus lágrimas. -No a fe,
que yo sé bien que el llanto de tus ojos
bálsamo siempre a mis dolores fue.

A Dios, y si te debe por ventura
algún recuerdo mi constante amor
no olvides que sin ti, sin tu hermosura,
también yo gimo con mortal dolor.

Acaso así, en un punto, en una hora
nuestras lágrimas juntas correrán,
y esta sola ilusión encantadora
será el alivio de mi negro afán.

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HISTORIAS DE UNA GUERRA [Mi poema]
Juan Varela y Alcalá-Galiano [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Historias son terribles de una guerra
plagada de venganzas y traiciones,
viniendo a demostrar los corazones
capaces son de ver su amor se entierra
cavando el propio nicho bajo tierra
a fuerza de explosiones.

Recuerdo como un tío me contaba,
escenas que no hubiera imaginado,
de un tipo al que él a un río había echado
en tanto su fusil le remataba.
Y como el capitán felicitaba
su hazaña al desdichado.

Ocurre aquí que el pobre era el cuñado,
-pues nadie a su mandato rechistaba-,
sabiendo que si no lo ejecutaba
podría ser él mismo el fusilado.
En cambio al demostrar ser buen soldado,
la «causa» le premiaba.

Esta historia es real, no la he inventado,
así me la contó y así os la cuento,
aquel que era mi tío en el momento
que vio que ya su vida se apagaba,
presiento que del hecho renegaba
y fue su testamento.
©donaciano bueno

Pues dicen que el #hombre es el único #animal que tropieza tres veces en la misma piedra? Share on X

La tristemente conocida guerra civil española convirtió a todos los ciudadanos de a pié en meros rehenes de dos bandos de mandamases descerebrados para los que los españoles dejaron de ser seres humanos pasando a convertirse en sujetos al servicio de sus intereses (ideologías vs obsesiones). La historia ocurrió tal cual se cuenta, lo único que cambia es que, debido a un error, su cuñado fue devuelto a casa y sustituido por otro buen hombre al que remataron a la orilla de un río mientras le invitaban a saciar su sed. Como la vida misma. ¿A qué bando pertenecía? ¡Qué importa!

MI POETA SUGERIDO:  Juan Varela y Alcalá-Galiano

Fantasía

Un campo es el corazón,
un campo que tiene flores,
que se engalana con ellas
porque son sus ilusiones,
con cuyo perfume alienta,
cuyo perfume es su goce,
cuyo perfume embalsama
del corazón las regiones;
porque en el aire perdidas
las esperanzas del hombre,
son de la flor la semilla
con la que el campo cubriose.
Pero esta flor se marchita,
que está del sepulcro al borde,
porque tan sólo un momento
nos duran las ilusiones,
y el jardín se cambia en páramo
y en hojas secas las flores,
porque yermo el corazón
para siempre ya quedose.
Porque hay un huracán en la llanura
que el viento del deseo lo formó,
que marchitó del campo la verdura
y la flor gaya de ilusión seco.
Y este huracán, que lo engendró el deseo,
es la pasión que vomitó Luzbel,
y en sus alas marchito y en trofeo
lleva el que fue del corazón vergel.
Y deja un tronco seco y deshojado
de espinas lleno, lleno de dolor,
y éste es el desengaño, que clavado
se nos queda cual dardo matador.

A María

Dulce me eres,
linda morena,
como me es dulce
de primavera
naciente aurora
de luces bellas.
Que son tus ojos
que mi alma queman,
soles nacientes:
y tus guedejas,
que al aire flotan
o en lindas trenzas
caen en tu espalda,
son por lo negras
como azabache,
y por lo luengas
como el cariño
que mi alma encierra
y que consagra
a tu belleza;
porque tu forma
toda es perfecta
toda es divina,
toda es aérea.
Es cual de un ángel
la tu voz tierna,
como un suspiro
que el aire lleva,
como el remate
de dulce endecha,
como el arrullo
de tierna queja
de la paloma
de amores llena.
Es lo que siente
tu alma bella,
que más encanta
que tu belleza,
puro y virgíneo
cual tu alma mesma,
cual el aliento
del Criador fuera
cual son dulcísimo
que exhala tierna
la lira armónica
del rey poeta.
Así, mi niña,
son las tus prendas
cual el perfume
de la flor bella
que el dulce céfiro
en alas lleva.
Por eso el pecho
mío se queja,
por eso siento
que mi alma incendias
en fuego vivo
de amor y penas,
un fuego eterno
que no remedian
mil y mil muertes
si mil me dieran,
que no consume
aunque quisiera
el agua toda
que, bravo, encierra
el mar ruidoso
que el mundo cerca,
ni el río de lágrimas
que lastimera
arroja mi alma
de amor deshecha.
Sólo tu labio,
tu mano bella
mi fuego ardiente
calmar pudieran.

En el álbum de María

En tu virgínea frente,
de olorosos jazmines coronada,
el pudor dulcemente
la mano delicada
puso, y dejola de ilusión colmada.
En tu mirada, pura
más que la luz de la naciente aurora,
la inocencia fulgura,
entre sus llamas mora,
y nítidos ensueños atesora.
El dedo colocado
sobre la dulce boca, adormeciendo
el velador cuidado
del mundanal estruendo,
mientras tu corazón está durmiendo.
Duerme, duerme, ángel mío,
en fresco lecho de encantadas flores;
el ave en el sombrío
te cante sus amores,
el céfiro te arrulle y vierta olores.

A Lucinda

T’ is sweet to be awaken’d by the. &
DON JUAN, C. I.

Dulce es el tierno canto
del ruiseñor amante,
que en la tranquila noche
resuena sin cesar.
Dulce junto a la fuente
límpida y susurrante
adormirse arrullado
del céfiro fugaz.
De la armoniosa música
los melodiosos sones,
que de amor estremecer,
el blando corazón.
La voz de las doncellas
mezclada en las canciones,
el son del arpa de oro
del tierno trovador.] Es dulce de las copas
el alegre estallido,
y dulce del banquete
el placer mundanal;
aspirar el aliento,
en el salón perdido,
de tanta enamorada
voluptuosa beldad.
Es dulce el giro rápido
del baile delicioso
de las cándidas vírgenes
que suspiran de amor;
de sus trémulos pechos
el deleite amoroso,
de sus miradas púdicas
el arrobado ardor.
Es dulce allá en los mares,
en la noche callada,
la canción ardorosa
del triste pescador;
por las tranquilas ondas
oírse modulada,
al compás de los remos
del ardiente amador.
Y es dulce el leve aroma
de las virgíneas flores,
que en su alas conduce
el céfiro gentil;
pero más es tu aliento
cuando me hablas de amores
con tus divinos labios
de nítido carmín.
Más dulces son tus ojos
o tu virgínea frente,
más dulce de tu pecho
el celestial ardor;
más dulce de tus labios
un beso tierno ardiente,
que todo lo más dulce
más dulce, más, tu amor.

A Laureta

¡Ay! Cuán hermosa, cándida y divina
brilla en su frente la inocencia pura,
más alba que la luz que el sol fulgura
al nacer entre mares de carmín.
Qué blondos sus cabellos aromados
que en mil rizos descienden por su espalda,
adornados tal vez de una guirnalda
de azucenas y cándido jazmín.
¡Qué pureza en sus labios sonrosados
y en sus mejillas de tempranas rosas!
¡Qué dulces sus palabras melodiosas!
¡Qué inocentes sus ósculos de amor!
Te alzas al cielo de placer radiante…
¿Qué deleite sus ojos embriaga
y qué secreta inspiración te halaga
que hace latir tu tierno corazón?
Porque esos ojos del azul del cielo,
brillantes cual la luz de la mañana,
sin una chispa de fulgor profana
buscan del cielo la suprema luz;
porque es un ángel desterrado al mundo
la celestial y púdica Laureta,
ángel que hiere el alma del poeta
y hace vibrar las cuerdas del laúd.
Santa inocencia te proteja siempre
cuando cesando tu dichosa infancia,
cual puro cáliz de eternal fragancia,
se abra al amor tu virgen corazón.
Pobre inocente púdica Laureta,
más pura que el amor de los querubes,
¿por qué sobre sus alas no te subes
a la celeste fúlgida mansión?

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SEÑORAS Y SEÑORES, ME CONFIESO [Mi poema]
Rafael Montesinos [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Señoras y señores, me confieso
siguiendo las costumbres de mi infancia,
así la confesión les suene a rancia
pues de la confesión me encuentro preso.

Confieso, como siempre, con mi boca
la misma en la que aprendo las lecciones,
me dictan al hablar conversaciones,
presiento me traiciona o se disloca.

Confieso ante mi dios, la poesía
haciéndome entender con el lenguaje,
tratando que el cerebro en el follaje
no intente convertir en osadía

aquello que le afecta al corazón
que siempre al caminar me ha perseguido.
Y así que yo haya sido pervertido
no vengo aquí a rogarles su perdón.

Que un día quise hablar y me impidieron
diciéndome que yo era irreverente,
y un paso quise dar que, inconsistente,
no sigas adelante, me advirtieron.

Olvídate de hablar, no trae a cuenta,
intenta proveerte de un escudo,
mirar que en la garganta no haga un nudo
pues tiene la laringe flatulenta.

Mas déjate llevar por la corriente
y a todo lo que ocurre di ¡si, bwana!*
Intenta siempre hacer de buena gana,
que tu alma nunca diga lo que siente.
©donaciano bueno

#Me confieso de aquello que pensé y no me dejaron decir Share on X

*Apelativo que se utiliza generalmente en la expresión sí, bwana con el que se indica conformidad y aceptación a quien ha ordenado algo, aunque no se esté de acuerdo.

MI POETA SUGERIDO:  Rafael Montesinos

A una adolescente

Porque en tu sangre había
diecisiete caballos galopando,
en el dulce pecado de la carne
tú y yo nos encontramos,
que el amor vuelve un día de repente,
igual que vuelve el árbol
del estéril invierno a la más verde
mentira del verano.

Porque en tu sangre había
diecisiete caballos galopando,
al corazón quisiste
llegar y te quedaste entre mis manos.
Mi corazón es sitio solamente
de corazón. Me lo dejé olvidado
en una tierra roja de olivares
donde todo es más claro.
Déjalo sollozar. Sólo me sirve
para un amor lejano.

Pero medí tu cuerpo con mis besos,
tus besos con mis labios,
para las altas lunas de tus pechos
fui poeta romántico,
porque en tu sangre había diecisiete
caballos galopando.

Canción a Marisa esperando la maternidad

Dios te salve, amor mío
lleno de gracia…
(Mi sangre por tu sangre
sangabrielaba.)

-¿Dónde está la cintura
que te anillaba?

-Se me cayó el anillo
dentro del alma.

-¿Y dónde, la amargura
que te apenaba ?

-A tristeza que huye,
risa de plata.

En tu seno otra infancia
mi vida aguarda.
Bendito sea el fruto
de mi esperanza.

Canción de mis veintiseis años

Al ganado, ¿y para qué?
Anónimo, final del siglo XV

¡AY!, lo poco que me queda
al final lo perderé.
Y después de todo, ¿qué?
¡Con lo poco que me queda!

Dímelo tú, vida mía,
todo esto ¿para qué?
Mi tristeza, mi alegría,
mi incredulidad, mi fe,
mi pobre melancolía
por la que me salvaré.
Dímelo tú, niña mía,
que después te cambiaré
por otra niña más fría
para cambiarla después.

Me muero por que me quieran,
pero nunca lo diré.
y después de todo, ¿qué?
¿Morir para que me quieran?
¿Que me quieran? ¿Para qué?

Aquel gran amor de un día
volverá y yo no estaré,
sI es que vuelve todavía.
Y después de todo, ¿qué?
¡Aquel pobre amor de un día!

El poeta canta el cambio de color de ojos de su amada
y repite las palabras de Adán

Rodeada de ensueños -¡levedad
de sus años, su voz y su sonrisa!-,
reclinada en su luz, digo en su brisa,
niña soñada y ángel de verdad,

con grácil -no aprendida suavidad
el color de sus ojos me improvisa.
y como ese color, así es precisa-
mente mi vida: clara en su mitad.

Tú si que eres ya huesos de mis huesos
y carne de mi carne y pena mía
y partidaria de mis altos besos,

que alternamos con tu melancolía;
besos que a veces dejo niña, en esos
pómulos donde un sol, rojo, se enfría.

Elegía ante un retrato de mi infancia

¿Por qué tan serio, dime, con mi mano en tu frente,
marinero sin mares que surcar? Como ahora,
el corazón tenía un sueño adolescente
y un hombre -da lo mismo.-. naufragando a deshora.

Tus seis años sabían que Dios me había dado
una luz que no acaba y un mundo que no quiero.
Estabas ya vencido de amor y enamorado.
Morías por las mismas cosas que yo me muero.

Esa mirada triste -mi mirada- me enseña
que presentías todo lo que vino después.
Tú te quedaste en esa cartulina pequeña,
yo me fui por el mundo. Lo demás, ya lo ves.

Fábula del limonero

Debajo del limonero,
la niña a mí me decía:
-Te quiero.

Y yo me puse a pensar
que era mejor la corteza.
Tiré las migas de pan.

Debajo del limonero
la niña me dio su beso
primero.

Y juntos vimos caer
los limones por el suelo,
cerca del amanecer.

Debajo del limonero,
la niña me dijo un día:
-Me muero.

Y ya no sé adónde ir ,
que el limonar me recuerda
la gracia de su perfil.

Fragmento de «Balada del amor primero»

Desde la calle de Rioja al Puente
de Triana, mi amor en ti renuevo.
Con el dolor de lo imposible llevo
tu nombre al corazón desde la frente.

¡La plaza de las citas, de repente!
-vieja es la historia, y el acento, nuevo-.
Al mismo cielo azul el alma elevo
y es la misma canción la de la fuente.

La calle estrecha donde aparecías
cada mañana, amor, frente a mi espera,
siente el temblor de las pisadas mías.

En este muro gris tu sombra ha sido.
junto a mi sombra, cuando yo no era
cauce doliente de tu injusto olvido.

Las demás… ¿cómo fueron?

Las demás… ¿cómo fueron? Tú jugabas
en algún sitio, niña todavía.
Bajo la madrileña luz del día,
entre juegos y penas me esperabas.

Las demás… ¿dónde fueron? Tú cantabas:
«Yo tenía un castillo…», y Dios sabía
que era yo, poco a poco, quien hacía
el castillo que matarileabas.

«Las demás, ¿cómo fueron?», me preguntas
pensativa la boca, el aire triste,
bajos los ojos y las manos juntas.

¡Las demás! … ¿Quiénes fueron? Yo quisiera
que me explicaras cómo te me hiciste
tan niñamente mi pasión primera.

Letrilla

Miénteme tu amor, ahora
que creo en ti. Sobre el lecho,
entre mis brazos estrecho
tu sangre trasnochadora.
¡Pronto, que llega la aurora!
Miénteme, amor, miénteme,
que ya me arrepentiré.

Ay, qué pena me da verte
intentándome asustar
con otro fuego. Pecar
es dejarte y no tenerte.
Mira, niña, que a la Muerte
le he hablado siempre de usté…
Y no me arrepentiré.

Vayan mis labios derechos,
ahora que nadie nos mira,
hacia la dulce mentira
levantada de tus pechos.

Queden mis labios deshechos,
ahora que nadie nos ve,
y ya me arrepentiré.

Quién

¿Quién me dio este país y este momento
transitorio de un siglo a la deriva?
¿Quién me puso en la frente pensativa
esta alegría y este sufrimiento?

¿Quién dejó entre mis labios este acento
de dolor? ¿Quién me tiene en alma viva?
¿Quién decretó a la dicha fugitiva?
¿Quién al dolor -¿por qué?- lo hizo tan lento?

El alma hacia los cielos se dirige,
velocísimamente enamorada,
descarnada del cuerpo que la rige.

Pero el amor, de pronto, da la vuelta,
y el alma da en el pecho alicortada.
yo no sé quién me tiene y quién me suelta.

Sálvame

A eso puedo decir -respondió Don Quijote-
que Dulcinea es hija de sus obras.
(II parte, cap. XXXI!)

Pobladora de todos mis sentidos,
tan castamente tú la pobladora,
sálvame, amor, ahora y en la hora
de la muerte, la tierra y los olvidos.

Ay, niña, sálvame a ratos perdidos
la eternidad que al alma, triste, llora
ya por perdida, oh mi eternizadora,
mi arcángel de los gestos doloridos.

Álcese ya mi voz en tu alabanza,
corazón que en un sólo nombre fija
mi corazón de yentes y vinientes,

oriunda de mi única esperanza,
hija de Dios y de tus obras hija,
que me salvas con besos diferentes.

Yo estoy solo en la tarde. Miro lejos…

Yo estoy solo en la tarde. Miro lejos,
desesperadamente lejos. Quedan
por el aire las últimas palabras
de los enamorados que se alejan.

Las nubes saben dónde van, mi sombra
nunca sabrá dónde el amor la lleva.
¿Oyes pasar las nubes, dime, oyes
resbalar por el césped mi tristeza?

Nadie sabe que amo. Nadie sabe
que si llegó el amor trajo su pena.
Yo estoy sólo en la tarde y miro lejos.
No sé de dónde vienes a mis venas.

Te me vas de las manos, no del alma.
Nos separan montañas, vientos, fechas.
El amor, cuando menos lo pensamos,
se nos viste de ausencia.

Estoy en soledad. Miro a lo lejos
oscurecer la tarde y mi tristeza.
Estoy pensando en ti y estoy pensando
que acaso en soledad también me piensas.

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LOA A UN BUEN PADRE [Mi poema]
Jordi Doce [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Pues yo nací del vientre de mi madre,
después que se pusiera una semilla.
La siembra germinó ¡qué maravilla!
Y a aquel que la sembró, que fue mi padre
dedico esta coplilla.

Ya sabes lo que dicen, no hay más que una,
la madre siempre goza de alabanzas,
e ignoran al pesar, en las balanzas,
la suerte que yo tuve, la fortuna
gozando en tus labranzas.

Por eso quiero sepas, no me olvido
así que poco tiempo conociera
que fuiste, padre mío, la repera,
el padre que yo hubiera preferido
y hoy llevo por bandera.

Permite que hoy te rinda este homenaje
por ser amén de padre un hombre bueno,
tu imagen y semblante tan risueño.
Te llevo en la memoria en un paisaje
de un toro que es pastueño.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Jordi Doce

Díptico

No hay luz sino estupor de luz
en este jardín abrasado
de frío y lenta escarcha donde
alguien cuya sombra te evoca
remueve sin prisa la tierra
y deja en los surcos un hilo
de luz fría donde mis ojos
desde esta página te anuncian
y dicen verte, aunque no estés.

Hago inventario de tu ausencia:
ojos no usados, aire intacto,
las horas como lumbre escasa
que el aire no aventa ni excita.
En todo espío transparencias,
temblor que es tu cuerpo inasible.
Hago inventario de tu ausencia
para que sepas de tu vida
a mi lado, cuando no estás.

El esperado

El tiempo ayuda al mito de lo que no sucede.
Él vendrá o ha venido, no se sabe a fe cierta,
Abundan los rumores mas no hay pruebas,
Pudo ser aquel viejo de la capa raída
O el callado extranjero que no salió del cuarto
Durante días, ¿quién podría asegurarlo?
Mejor no decir nada, mantener la vigilia,
Dar órdenes precisas a guardias y aduaneros,
Dibujar en el sueño el rostro de quien nunca
Dio señales de vida ni declaró su nombre,
En la espera y deseo de que alguna mañana
Se anuncie en una vuelta del camino,
Incorpore su rostro a nuestro asombro
Tan sólo por hallar a sus creadores,
Por saber que fue cierta nuestra imaginación.

El sueño

En aquel sueño eras
un fanal vacilante
en el mar de la noche.

Vine a ti desde el fondo:
rostro abierto en la espuma,
yo también alumbraba.

Luz con luz engendramos.
Blancas fosforescencias
sobre el torso del agua.

En aquel sueño éramos
otro mar entreabierto
en el mar de la noche.

Imán

En el cuarto en penumbra, el cerco de la lámpara
arde sobre la página, en los dedos
que aferran el cuaderno, recogidos,
y trazan nuevos signos con serena mudez.

La calle es la moldura de otro silencio. Nadie
bajo los sauces, bajo la farola
tibiamente alumbrada, en el frescor
de esta noche de junio, de esta noche en que velas.

Deslumbra, más que el foco, el blanco de la página.
Tu mano absorta ha detenido el tiempo.
Y más allá del cuarto está la noche
que imanta cuanto escribes, cuanto vino a escribirte.

Interior con figura

Cae sobre ti la mirada
de las cosas, te busca, te señala,
espía cada uno de tus gestos
con nítida pupila agazapada,
tapiz de ojos
tras el follaje de las sombras,
noche ocelada en cada esquina
con un rumor de pasos a la espera;
como la luz que siluetea el muro
su curiosidad forma
el hueco de tu cuerpo,
el hueco donde yaces con tu cuerpo.
Muralla de quietud son los objetos
mientras bajas al fondo de ti mismo:
¿huyes o eres aún su prisionero?
El sillón es un claro en mitad de la sala.
Tras el cristal relumbra una farola
y su chorro de luz moja la alfombra,
se encharca a los pies de la estantería.
Parados como búhos,
los cuadros enmudecen si los miras.
¿Quién va?
Pasas la noche
anclado en la deriva de tu sangre,
atento al hilo de una mente
que al descubrirse se devora,
y amaneces en otra noche
de embozos y contornos,
de muda opacidad paciente
que no te suelta,
que conoce tus gestos uno a uno
pues acompasó su latido al tuyo.
Centro de un cerco de miradas
que te pretenden fruto de su luz,
cumples, tal vez, con tu más fiel deseo:
tú, que sólo querías no ser tú.

La calma

Vienes a mí de tarde, con las primeras sombras,
tras la espesura líquida del sauce,
cuando el aire se aquieta como el ansia,
cuando el cuerpo se entrega a su latir cansado.

Apenas si conozco tu origen, la manera
que tienes de llegarte. En el temblor,
en la sorda exasperación de agosto,
plantas bajo la piel un brote de alegría.

En la tarde que muere, el cuaderno entreabierto.
Son los fantasmas del calor, me digo.
El aire ardido contra la mirada.
El aleteo súbito del mirlo, en el alféizar.

Pongo el cuaderno a un lado, y entrecierro los ojos.
Es simple esta alegría, caprichosa,
y está en mí: simple aceptación del tiempo,
dejar que el día pase, que nos pase

a otro día, que envuelva al cuerpo en su latido
mientras tú, siempre bienvenida calma,
regresas al amparo de una luz
que confunde mi piel con la piel de la tarde.
(De «Lección de permanencia»
Pre-textos Poesía 2000)

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SALUDOS A TUTIPLÉN [Mi poema]
Juan Eugenio Hartzenbusch [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

El día que yo me muera,
pues que un día he de morirme,
tendrán mis deudos que oírme
que diré lo que yo quiera.

Por fin ya podré explayarme
y decirles lo que pienso,
mas no esperen de mi incienso
ni que acepte a recatarme.

Que diré lo que yo quise
decirles y que no pude,
me escucharán, nadie dude
así que alguno me pise.

Pues ya libre de prejuicios
que me exijan ser correcto
habré de intentar ser recto
sin pensar en los perjuicios.

Diré, queridos, me voy
tal cual, con las botas puestas,
que he jugado en las apuestas
y ya veis lo que ahora soy.

Mas no quiero que lloreis
y tampoco que os riais,
que al paso que todos vais
pronto a mi me seguiréis.

La vida es una falacia
en la que todos caemos
y un día descubriremos
que caemos en desgracia.

Posiblemente mañana
cuando nadie ya se acuerde,
alguno me pondrá verde
y me zurre la badana.

Desde aquí digo les den
que hago a mis oídos sordos,
que ellos me cayeron gordos,
saludos a tutiplén*.
©donaciano bueno

#Adios al mundo, sin rencor, te gusta? Share on X

*Palabra que se utiliza en la locución adverbial a tutiplén, que significa ‘mucho, en abundancia’.

MI POETA SUGERIDOJuan Eugenio Hartzenbusch

La rosa amarilla

Amarilla volviose
la rosa blanca,
por envidia que tuvo
de la encarnada.

Teman las niñas
convertirse de blancas
en amarillas.

Los mandamientos de España

Dicen que locos y niños
hablan siempre la verdad:
la lengua de un niño loco
debe ser la más veraz.
Un niño demente había,
que en medio de achaque tal,
iba, sin embargo, dócil
a la escuela del lugar.
El maestro, que observó
que era el loco algo capaz,
quiso que de la doctrina
supiese lo principal.
-¿Cuáles son, le preguntaba
un día para probar,
los mandamientos de Dios
que rigen la cristiandad?
-A los hombres, dijo el chico,
diez impuso en general,
y después a las naciones
otros en particular.
Dios manda que España tenga
trono firme y libertad,
montes, caminos, marina…
y el peñón de Gibraltar.

El uso de la libertad

«¡Viva la libertad!» Así gritaban
juntos con recia voz por largo rato,
al verse libres de su duro encierro,
una marmota, un gato,
un colorín y un perro,
que antes en un cortijo suspiraban,
víctimas del poder y los caprichos
de un labrador aficionado a bichos.
-¿Qué se hace, compañeros?,
preguntó el colorín, pues es costumbre
de bestias a la vez y caballeros
que el promotor de las cuestiones sea
la cabeza más ruin de la asamblea.
Yo, prosiguió diciendo muy ufano,
puesto que terminó la servidumbre,
y en ella me enseñaban vanos sones,
quiero desde hoy con ellos al tirano
silbar, y confundirle a maldiciones.
-Yo, dijo la marmota,
buscaré un agujero
para dormir en él un año entero.
-Aquí, el gato exclamó, según se nota,
por los collados hay y los ejidos
multitud de conejos y de nidos:
ya que se me presenta buena traza,
contrabandista me hago de la caza.
-Yo, prorrumpió sagaz el perdiguero,
como que libre y suelto bien me lamo,
voy libremente a ver si encuentro un amo.

¡De tan indigno modo
Empleó la cuadrilla emancipada
la libertad dulcísima anhelada!
Para las almas nobles ella es todo;
para egoístas, nada.

La vuelta del emigrado

Elegía

Yo os vi desarraigar, olmos lozanos,
Del nativo plantel; yo vi los fosos
Abrir en larga hilera, donde vida
Nueva os dio la común próvida madre;
Yo os vi las ramas extender nacientes,
Y de tierno follaje revestiros.
Niño yo entonces, vuestro liso tronco
Ceñía con la mano; ya ni os puedo
Con ambas abarcar. Ruda corteza
Los caracteres deformó, que un día
En vosotros grabé, cual en mi rostro
La mano de la edad y la desgracia
Trocaron ¡ay! en repugnante ceño
Los dulces rasgos de la infancia hermosa.

En otro tiempo para mí de dicha
Me visteis de la cítara sonante
Pulsar las cuerdas por la vez primera,
Y ufano celebrar el fausto día
En que la patria respiró. Sobre este
Duro peñasco destrocé furioso
La libre lira, cuando hueste inmensa
Descendió de la cumbre de Pirene,
Para arrasar el venerando templo
Que a la alma libertad alzara España.
¿Cuál es el árbol de vosotros, donde
Di reclinado lágrimas ardientes
De la patria infeliz a la ruina
Al deciros adiós? ¡Cielos! ¡qué miro!
¿No era aquél? Sí. ¡De la segur despojo
Fuiste al fin!… ¡Como tantos inocentes
Que bárbara inmoló la tiranía!
Pero tú, más feliz, árbol querido,
Vuelves a renacer en ese bello
Vástago que a tu pie brota pujante,
Y las vidas ¡ay, Dios! que en el sepulcro
La mano sumergió del despotismo,
Para siempre jamás en él se hundieron.

Pero estas melancólicas memorias
Abandonemos ya. La patria vuelve
De nuevo a respirar el aura pura
De libertad; y a saludaros torno,
Árboles, otra vez. No ya, cual antes,
Mancebo, de venturas coronado,
No. Huérfano me veis, sin bienes, seca
Del padecer la fuente de mi vida.
corta será su duración; mas si oye
La Parca ruegos de quien no la teme,
Cuando tendido a vuestra sombra entone
Con falleciente voz, en llanto ahogada
Los números que en días más serenos
Vosotros me inspirasteis, vibre el golpe
Crüel entonces; y la vida mía,
Donde canté la libertad, acabe.
29 de Mayo de 1834

El amante desdeñado

Desierta observo la feliz ventana
Descanso de los brazos de mi esquiva;
Ni su mágica voz se oye lejana,
Ni suena su laúd, ni fugitiva
Su sombra vaga en el opuesto muro,
En cuyo lienzo con la noche obscuro
Vierte la luz que arroja
La estancia refulgente
Su claridad amarillenta y roja,
Mírola yo impaciente;
Y haciéndome traición la fantasía
Se me figura percibir abierta
De un mundo de placer y de alegría
La esplendorosa puerta;
Y espera el corazón a cada instante
Que del hermoso Edén que ve delante
Mensajero aparezca de ventura
Un ángel de bondad y de hermosura.

¡Ay del amante que suspira en vano,
¡Ay del que busca amor y halla desvío!
Naufraga y a un bajel tiende la mano,
Y se la hiere marinero impío;
Y en ciego desvarío,
Mientras vigor alcanza
Sigue la senda cándida espumosa
(Fiel símbolo de frágil esperanza)
Que en la rizada superficie undosa
Tras sí bullendo deja
La quilla envuelta en cobre
De la nave que rápida se aleja.
Lucha el mísero y vence la pujanza
Del piélago salobre,
Que brama de que el hombre le resista;
Lucha hasta que se esconden a su vista
Sobre el hirviente azul la espuma blanca,
Tras el hirviente azul la obscura punta
Del mástil elevado.
Exhala el nadador desesperado
Un ay entonces que el dolor le arranca,
Cierra los ojos y los brazos junta,
Y entrega al mar con despechado arrojo
Su cárdeno cadáver por despojo,
Que se sepulta como piedra inerte;
Porque la acción robándole a la muerte,
Con la esperanza, en su veloz huída,
De aquel hombre que fue salió la vida.

Heme al pie de la reja sabedora
Del congojoso afán del pecho mío,
Que una sierpe abrigó que le devora.
Heme aquí, donde pierdo
Los ayes que en liviano desacuerdo
Del triste corazón al aire envío.
Sedientos de gozar mis ojos vagan
Por la región fantástica risueña
Donde ilusiones pérfidas me halagan,
Donde feliz el ánima se sueña;
Y la espalda entre tanto
Vuelvo a la realidad, embebecido
En el goce ideal del bien fingido:
Porque es en este mar de acerbo llanto
Privilegio el mayor de los mortales
Poder entre el delirio y el olvido
Soñar placeres padeciendo males.

Y males son los que la noche anuncia
Lóbrega y temerosa;
Males la voz del huracán pronuncia
Tronando estrepitosa;
Y el rayo serpeando por la esfera,
Escribe en letras de color sangriento
La sentencia fatídica severa.
Fuego despiden que requema el viento
El macizo sillar y la ancha losa,
Cual si volcán sepulto
De Madrid bajo el sólido cimiento
Tenaz abriese con empuje oculto
Paso a la llama que su seno encierra,
Taladrando las capas de la tierra.
De la nube que vela el firmamento
Desprendiéndose rara, el suelo azota
Gruesa, pesada gota,
Cuyo golpe levanta
Del polvo humedecido
Repugnante vapor, hálito ardiente;
Con voz lúgubre canta
El agorero pájaro en su nido;
Del benéfico sueño abandonado,
Con el cuchillo de la fiebre herido,
Lanza infeliz doliente
Sobre potro de pluma
Penetrante gemido prolongado;
Vil pesadilla abruma
La mente de la púdica doncella,
Germen fatal desenvolviendo en ella;
Y de su labio, del coral envidia,
Voz que huye, con afán articulada,
Descubre las quimeras con que lidia,
Y amedrenta a su madre desvelada.
Gime cada morada,
Que bajo cada techo
Sufre en sueños fantástica tortura
Quien no se agita en doloroso lecho:
Y al gemir allegándose el zumbido
Del aire que murmura,
Y la voz del cuidoso centinela,
De las nocturnas aves el graznido,
Y al ronco trueno que la sangre hiela
El son de religiosa campanilla
Y el susurro de rezo misterioso,
Que se oyen y se dobla la rodilla,
Por sí temblando el corazón piadoso,
Naturaleza en confusión tan fuerte
Manda al hombre temer próximo daño;
Y yo en delirio extraño,
Provocando a la suerte
A que con brazo de rigor me oprima,
Quieto en la orilla estoy de la honda sima
Que socava a mis pies el desengaño.
* * *
Sobrado conozco, bellísima ingrata,
Que no hay en tu pecho amor para mí;
Si empero piadosa te hallara mi pena,
Tornárase gozo mi triste gemir.

No aspiro a que empañe tus claros luceros
De llanto amoroso rocío feliz,
Ni pido a tu labio que trémulo se abra,
Y lánguido diga dulcísimo sí.

De insecto pequeño, que es átomo vivo,
La estrecha pupila no alcanza a medir
La curva gigante que ciñe los orbes,
Y caben en ella mil mundos y mil.

Tú numen de amores, tú sol de hermosura
Si quiero a tu esfera la vista subir,
Hundido en el polvo del suelo me miro,
Y tú te me escondes detrás del cenit.

Mas si es tu belleza de estirpe divina,
¿Por qué sus blasones desmientes así?
Con rostro de cielo, con alma de fiera,
Mirarte es amarte, y amarte sufrir.

Al ídolo salta la sangre que arroja
De víctima herida la humilde cerviz;
Y al ídolo en vano su turbia mirada
La res inocente levanta al morir.

Así cada día con frente serena
Los ayes escuchas, que vuelan a ti,
De aquél que postrado te muestra la llaga
Que hicieron tus ojos con dardo sutil.

La queja del triste regala tu oído,
Porque es de tu triunfo bastardo clarín:
También el balido de inerme cordero
Deleita a la tigre que asalta un redil.

De lloro y suspiros al alma impusiste
Acerbo tributo que ya te rendí:
¿No habrá una sonrisa, no habrá una mirada
Que a tantos rigores dé plácido fin?

¡Ah, sí! yo confío; mi amor me asegura.
Perdóname ¡oh bella! si no conocí
Qué máscara adusta de fiero desvío
Sagaz ocultaba legítimo ardid.

Quisiste que en rudo crisol de desdenes,
Mi fe sus quilates hiciera lucir:
Vencida la prueba, la harás de tu seno
Joyel con que adornes su puro marfil.

Quizá de mi gloria ya toco el instante.-
Su voz se ha escuchado, sus pasos oí.
Balsámica el aura me avisa que llega,
Y el alma a los ojos se quiere salir.

¡Oh! ven a esa reja; ven ya, mi señora,
Y dulce tu labio de fino carmín,
Vertiendo en mi pecho raudales de gozo,
Le dé la esperanza de un plácido sí.
* * *
Cortó la voz al desdeñado amante
Otra voz de suavísimo sonido,
Lisonja sospechosa del oído,
Caricia de enemigo mofador.

Palabras de pasión brotando ardientes
Oyó el tímido siervo a su tirana,
Y creyó que al dintel de la ventana
Llegar no la dejaba su rubor.

«Tú eres mi único bien,» ella decía;
«Tuyo es mi pecho que leal te adora;
Cesa de darme nombre de señora,
Que ya de tu querer esclava soy.»
«Premio debido a la constancia firme,
Sabré en halagos desquitar desdenes;
Contigo ya mi pensamiento tienes,
Y en esta mano el corazón te doy.»

Y viéronse dos sombras en el muro,
Frente de la ventana luminosa;
Y asido de la mano de su hermosa,
Un doncel a la reja se asomó.
Un amargo gemido a los amantes
Pudo turbar en tan feliz momento;
Mas le apagó con su zumbido el viento,
Y la noche ocultaba al que gimió.

La muerte

Miradle: sobre púrpura sentado,
La copa del placer bebiendo está.
Oid: -en su cantar regocijado
Ay de dolor discorde sonará.
* * *
«El hombre, del mundo rey,
Siervo de la muerte vive,
Dicta a la tierra la ley,
De la nada la recibe.»

«Gloria y oprobio eslabona,
pero en desigual razón:
Seguros sus hierros son,
Disputada su corona.»

«No halla el hombre criatura
Que a su cetro no resista:
Dios le da la investidura,
Y él el poder se conquista.»

«Osado en su frente a herir
Insecto mísero viene,
Que armas para herirle tiene,
Y alas también para huir;»

«Y ante las aras se ve
De la muerte sin defensa
El ínclito ser que piensa
Con una cadena al pie.»

«Y la segur del destino
Le postra al golpe fatal,
Cual troncha cañas de lino
Granizada o vendaval.»

«Es resistir a la parca
Es huirla insensatez:
Con sola una mano abarca
Del Orbe la redondez.»

«El hombre en tal situación,
Para encubrir su flaqueza,
Con risible sutileza
Forjó la resignación.»

«Y quiso hacerse creer,
Sofista consigo mismo,
Que era virtud y heroísmo
Lo que es falta de poder.»

«¿Por qué ese título falso
De rey, hombre, se te da,
Si eres un reo que va
De la cárcel al cadalso,»

«Cuya muerte a proporción
Se retarda o se acelera
Según dura la carrera,
Según aguija el sayón?»

«¡Ay! para haber de arrastrar
Tan efímera existencia,
Esclavo de una sentencia
Que no se puede evitar,»

«Yo, en el caso de elegir,
Hubiera dicho: «Primero
Quedarme en la nada quiero,
Que nacer para morir.»
* * *
Así el hombre delira y se atormenta
Luchando con idea tan cruel:
Insecto que de flores se alimenta,
Y labra acíbar en lugar de miel.

Tímido caminante en noche obscura,
Se asusta del benéfico pilar
Que próximo descanso le asegura
Tras largo y afanoso caminar.

Cáliz la vida con el fondo abierto
Que al licor deja sin cesar huir,
Y único punto al hombre descubierto
La muerte en el nublado porvenir,

¿Por qué dar a esa copa y a esa meta
Furtivas ojeadas de terror?
Mirarlas sí; mas con la vista quieta,
Y naciera del hábito el valor.

Despavorido huyó la vez primera
Que vio el salvaje el bélico corcel,
Y osado luego a la temida fiera
Clavó el arpón, y se vistió su piel.

Si al término de todos los caminos
Hay un despeñadero que rodar,
¿Por qué en la hondura amontonar espinos?
Plumas donde caer conviene echar.

¿Y qué es morir? ¿Qué es eso que desvela
Tanto al hombre que eterno quiere ser?
Hallar al fin la eternidad que anhela,
y un vestido prestado devolver.

No es el hombre la caja quebradiza,
Forma perecedera si gentil,
Que la mano del tiempo pulveriza
Y restituye a su principio vil;

Allí dentro un espíritu se encierra
Noble, puro, de origen celestial:
Aquello es hombre, lo demás es tierra,
Y aquello no perece, es inmortal.

Sediento el hombre de ventura vive,
Y apenas en la vida la entrevé:
¿Será posible que la mano esquive
Que de los cielos posesión le dé?

Breve es la vida. -¡Brevedad dichosa,
Que los días acorta de ilusión,
Y nos lleva en carrera presurosa
De la verdad a la feliz región!

¿Qué pide la virtud en la bonanza?
¿Qué anhela en la desgracia la virtud?
El piélago cruzar de la esperanza,
Sirviéndole de barca el ataúd.

El malvado que gima y se amedrente
De rendir a la muerte la cerviz,
Huélguese en la miseria de viviente,
Temeroso de ser más infeliz;

Pero es al cabo por decreto eterno
Desastroso el vivir del criminal;
Y si en la muerte asústale el infierno,
Su vida es otro infierno temporal.

Mezcla el hombre de espíritu y de lodo,
Ya excepcionado de la ley común,
¿Por qué, si el alma sobrevive a todo,
Más privilegios pretender aún?

Esos orbes vivíficos de lumbre
Que al mundo animan y le dan color,
Florones de la diáfana techumbre
O joyas del vestido del Señor,

Esta del hombre equívoca morada,
Cementerio con galas de jardín,
Todo al voraz abismo de la nada
Corre, y en él encontrará su fin.

Y en medio del magnífico vacío
Que llenará la eterna majestad,
El hombre girará con señorío,
Satélite de un sol divinidad.

Plazo es la vida que emplear debemos
En adquirir felicidad mayor,
Felicidad que adivinar podemos
En los goces que dan virtud y amor;

Y consumir en quejas vanamente
Los días de este plazo de merced,
Es, en vez de limpiar escasa fuente,
Cegar su vena y perecer de sed.

Muerte, centro de todo, ley temida
Mucho rigiendo, al abolirse más,
Porque el día fatal de tu caída
Contigo al universo arrastrarás;

Ángel eres que al alma aprisionada
Libertas de prolija esclavitud,
Y ya del roce con el cuerpo ajada
La vuelves a su hermosa juventud.

¡Muerte! si tú me guías a los brazos
De los seres que amé, de aquellos dos,
que de mí se llevaron dos pedazos
En el amargo postrimer adiós;

Si al padre caro, si a la esposa amante,
Ya para siempre me uniré por ti;
Si a la madre he de ver que tierno infante
Primero la lloré que conocí;

Ven, que tú eres la dicha, errado el nombre,
Tú haces la vida dulce de dejar,
Y tú puerto seguro das al hombre
Que errante boga por inquieto mar.

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PREGUNTAS SIN RESPUESTA [Mi poema]
José García Obrero [Poeta sugerido]New

MI POEMA…de medio pelo

 

A veces me pregunto. Sin respuesta.
A veces me entretengo. No sé como.
A veces no comprendo. Es una encuesta.
A veces me disgusto. Un ecce homo.
A veces me resisto. Intento vano.
Hay veces que me niego. Incluso a ser.
A veces me da un susto. No estoy sano.
A veces soy un ciego. Hasta más ver.

Hay veces que las cosas del querer
me eligen para dar más de un disgusto
quitando hasta las ganas de comer
e impulsan al pensar a ser injusto.

Pregunto si estoy loco. No estoy loco.
Estoy en las batuecas. No me entero.
No puedo cavilar. Por mi sofoco.
Si me de calibrar. Me pongo un cero.
A veces me levanto. Y no me encuentro.
No sé donde agarrar. No existe un clavo.
Quisiera navegar. No hay mar adentro.
Propugno libertad. Soy un esclavo.

A veces cuando menos me lo espero
me creo que soy dios. Y eso es mentira.
Me trae a mal traer. Soy traicionero.
Pues solo soy la mente. Y que delira.
©donaciano bueno

A veces el #cerebro nos hace ver lo que no existe? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  José García Obrero

MIEDO

Caen las persianas para evitar las manchas de la noche.
¿Oyes ladrar afuera a los perros de Carver?
Los que acercan sus fauces, aunque no muerdan:
dos motosierras que insisten en olfatearnos el temblor.
Noche callada, noche detenida, noche oscura del alma,
noche de la carne oscura, carne reclamándose a sí misma,
mientras el tiempo salta de respiración en respiración;
mientras los cuatro angelitos que velaban los sueños,
ahora francotiradores tensos en sus esquinas,
esperan la adecuada señal para volarnos la cabeza.
Continúa así la ronda del juego de las sillas musicales.
Alguien describió en un poema el calor de las manos;
no era la mano de mantel de la madre de Otero
ni era la mano herida anhelada por Lorca,
quizás la mano firme que no sostuvo a Sexton
o la mano más bella que deseó Cortázar.
En algún momento decía: “dame tu mano”,
entrégame calor para alumbrarme en el mundo,
porque la poesía no es cobijo sino lluvia,
el plancton amarillo que antes fue un socorrista.
La persiana no del todo cerrada anuncia un cielo
idéntico al hedor de un criminal.
¿Dónde podré ocultarme cuando acerquen su hocico
y el único recluso sea yo?
De La piel es periferia-Visor

RAÍZ

Algo nace quebrado.

Lo indica esa montaña cubierta de edificios.
Ni un solo palmo de tierra limpia para la siembra.
Un descampado, a veces, interrumpe el paisaje
vertical de ventanas.
Un descampado es una tierra podrida;
ningún loco pretende ahondar bajo sus piedras
y enterrar la semilla de la fruta del miedo.
Aquí se invierte el mundo:
él cosecha entre hombres, agujas y cristales,
protege de miradas a los cuerpos urgentes.
A veces un cuchillo amenaza los juegos
de los niños que ignoran el temblor
de las venas cansadas de estar rotas.
Y algo nace quebrado si no hay tierra
tan limpia que podría morderse.
Se arrojan las semillas, sin mirar, a la acera,
esperando que el viento las proteja en su marcha.

La respuesta es el tronco que crece sin raíces.
De Un dios enfrente (La Garúa, 2013)

VIOLENCIA GRATUITA

Antes de cada puñalada hay una sonrisa:
cae de la boca y queda colgada en el cuchillo.
Sonrisa y acero se adentran juntas en la carne.
Ahora debería decir que me aparto,
que odio esta violencia gratuita
asaltándome cada tanto en la puerta de casa
vestida como una paloma sucia en un dintel.
Pero ya soy un hueco y nada puede hendirse
entre las luces o en el trasiego del viento,
y este hecho llena de impotencia al asesino.

Unos brazos abiertos pueden ser un buen golpe.
De Un dios enfrente (La Garúa, 2013)

PARTO

Hubo un instante
en que nadie en el mundo
había muerto.
Una línea finísima
de tiempo impreciso
en que todas las cosas
chocaban
suspendidas
en el fluido
caliente
de la casa.
Vino después
un giro brusco:
la luz blanca
y el primer golpe
y un ruido
de engranajes
y esta penumbra.
De La piel es periferia (Visor, 2017)

JARDÍN BOTÁNICO

Deshazte de la idea
de que un jardín botánico es una selva dócil.
¿No te han hablado aún del salvaje rugido de la savia
cuando sacude, firme, los troncos de los árboles?
Brota entonces el viento de las hojas y pétalos
de todas las especies vegetales;
es un soplo de seda que acaricia la herida,
nos sana de la fiebre de la piedra.
¿Notas su tacto? Es pura luz de amor
y nunca muere.
De La piel es periferia (Visor, 2017)

EL VIAJE

Delgado cable blanco que conecta palabras,
se enreda por las ramas que rasgan con las hojas
el corazón de lava de insectos y de pájaros;
hila constelaciones secándose en el cielo;
algunas caen al mar desde su noria helada
y un fulgor repentino titila, giratorio, por los ojos
desnudos del viajero que responde al silencio:
Más Dios.

Más Dios tramando cable de mirada a mirada,
en la lluvia de sílice que cubre las antenas
y en la araña que emite frecuencias de dulzura.
Descienden las ideas envueltas en un huevo
de durísima cáscara: el antiguo porqué, la luz
que cae a tumbos hacia el agua del pozo
grabando en sus paredes el grito más profundo:
Más Amor.

Más Amor, araña cálida. Condúcenos a lomos
de tu blanca sustancia: bramido de los cuerpos
cuando clavan señales sobre otra carne abierta.
La playa nos devuelve, como a cachorros mansos,
a su arena lamida y un batir insistente nos cura
y nos revela el nodo primigenio de la noche total;
materia de palabras, abrazo que diluye
la risa luminosa de los brotes más tiernos
en la sorda ventisca del llanto entre las bóvedas.
De La piel es periferia (Visor, 2017)

LA TRIBU

Este el fuego que la tribu custodia
desde el origen; chispa de la palabra
arrojada sobre el centro de la memoria
que el viento propaga por los campos.
Con este fuego se forja la forma
exacta de la herida; perfora la piedra
y, en esa cavidad, incuba el tiempo
las larvas del gusano de la muerte.

Este el fuego que alumbra con sus llamas
un paisaje que nace al mirar hacia dentro.
De La piel es periferia (Visor, 2017)

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PINTAR NO ES TAN SENCILLO [Mi poema]
Manuel Curros Enríquez [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

Pintar algo en la vida no es sencillo,
pintar con la cabeza, con los brazos,
pintar como el que sueña con abrazos
pintar con el pincel y sacar brillo
no dándose codazos.

Tomar de la paleta el amarillo.
hacer lo que aparece no es lo que era,
vivir siempre soñando es primavera
y hacer de ese dibujo a carboncillo
la que es tu calavera.

Contar como se cuentan los fracasos
sabiendo los fracasos no se airean,
hacer que eres un mago y que te crean
que vas pintando el aire con tus pasos
y en ello se recrean.

Pintar como lo hiciera el gran Picasso,
quien dicen que era un genio en la pintura,
y hacerte revisar si es la locura
quien vino ya a pintarte a ti el ocaso
con tintes de amargura.
©donaciano bueno

#Anda, dime, tan difícil es pintar algo? Share on X

MI POETA SUGERIDOManuel Curros Enríquez

A Rosalía.

Do mar pola orela
mireina pasar,
na frente unha estrela,
no bico un cantar.
E vina tan soia
na noite sin fin,
¡que inda recei pola probe da tola
eu, que non teño quen rece por min!

A musa dos pobos
que vin pasar eu,
comesta dos lobos,
comesta se veu…
Os ósos son dela
que vades gardar.
¡Ai, dos que levan na frente unha estrela!
¡Ai, dos que levan no bico un cantar!

Libro primero

Crimen y expiación

I
En medio de un abrupto promontorio
de acantiladas, vacilantes rocas,
monstruos que arrancan de sus pardas bocas
alaridos de rabia al huracán,
levantábase en tiempos ya lejanos,
cual implacable símbolo de muerte,
la rica y opulenta casa fuerte
del señor de Milmanda y Sanchidrián.

Morada de dolor, sobre sus torres
el murciélago vil revolotea,
mientras el dulce jugo saborea
que a la sagrada lámpara robó;
y el bulto malhadado, pesaroso,
deja escuchar allí su voz sombría,
cuando a la luz espléndida del día
la fatídica noche sucedió.

Dueño de inmensos pueblos y vasallos,
por pecheros y próceres temido,
es en todo Galicia conocido
don Ramiro de Acosta y Santarén;
conocido por cruel y sanguinario,
temido por sagaz y traicionero,
que su fama de innoble caballero
cunde por pueblos y abadías cien.

De espíritu mezquino y rencoroso,
de corazón henchido de veneno,
su palabra de déspota es un trueno
que amaga pavorosa tempestad.
Esposo infiel sacrificó a su esposa
y en dura cárcel atormenta a su hija;
que su pecho de tigre no cobija
sentimientos de amor ni caridad.

Temerario y sacrílego escarnece
los fallos del Señor con insolencia,
y creyendo extinguir en su conciencia
los gritos de sus víctimas de ayer:
-¡sangre!- murmuran sus febriles labios,
y sangre entonces el tirano vierte,
y el pueblo de Milmanda se divierte
en contemplar cadáveres doquier.

Recluso en lo interior de su castillo,
el alma por recuerdos torturada,
se alza de don Ramiro a la mirada
el libro de su vida criminal,
y al fijarse en su página postrera
sus ojos hiere este recuerdo triste:
«¡traidor, traidor!… ¿Por qué a tu rey vendiste,
»tú, el privado del rey de Portugal?…

»Don Alfonso te amaba como a un hijo,
»te colmaba de dichas y favores:
»los más altos magnates y señores
»de su corte, nada eran ante ti;
»te ha señalado cámara en su alcázar,
»diote pajes y gentes de servicio,
»y al fin tanta merced y beneficio,
»¿de qué manera los pagaste? ¡Di!

»¡Ah! Mientras don Alfonso se lanzaba
»al frente de sus tropas valerosas
»a combatir las huestes numerosas
»del leonés intrépido y feroz;
»y mientras a su empuje se rendía
»el pendón castellano hecho jirones,
»trepando sus guerreros escuadrones
»los muros de la invicta Badajoz,

»cobarde, ¿tú qué hacías? Concertabas
»la muerte de tu rey y tus hermanos;
»de una mujer por los hechizos vanos,
»¡miserable!, vendías tu nación…
»¡Y la vendiste al cabo! ¿No te acuerdas?…
»don Fernando el Segundo diote esposa,
»y, precio infame a una traición odiosa,
»regalaste un vencido al de León.

»¡Un vencido! Encontraste un ruin arquero
»que hiriese a tu señor; mas no has logrado
»dar término a tu plan, ni el dedo airado
»esquivaste de Dios, en justa ley.
»La flecha pudo atravesar su muslo…
»Huyó el villano; pero, en duro grito,
»entre estas rocas te mandó proscrito
»la voz severa de uno y otro rey.

»Duerme, si puedes, Santarén malvado,
»duerme, si logras conciliar el sueño…
»¡Mas ah! que inútil ha de ser tu empeño,
»vano tu esfuerzo, sí, vano tu afán.
»¡Mañana acaso a tu castillo acuda
»estrechas cuentas a zanjar contigo
»el bandolero a quien llamaste amigo
»cuando trazaste tan inicuo plan!…»
. . . . . . . . . .
Al cruzar esta idea por su mente,
doloroso recuerdo de otros días,
recorre Santarén las galerías
de su rico palacio señorial
y da aviso a sus gentes que en la almena
se cuelgue a todo aquel que, del rastrillo,
pregunte si el que habita su castillo
fue privado del rey de Portugal.

Y siempre, ora de día, ora de noche,
ya al resplandor del sol, ya al de la luna,
en cada torre hay por lo menos una
víctima de aquel ser sin corazón.
Pobres mendigos que buscando vienen
calor para sus miembros ateridos,
por espías juzgados y tenidos
en horca morirán, sin compasión…

E impaciente, intranquilo, receloso,
al cuarto corre Santarén de su hija
y en ella clava la mirada, fija,
cuando en sus rezos la sorprende allí:
ávido la contempla… y más tranquilo
tórnase de matanza a su faena,
en tanto doña Dulce, el alma llena
de pesadumbre y duelo, oraba así:

-Virgen mía, mi Virgen adorada,
esperanza feliz para el que llora;
¡estoy triste, consuélame, Señora,
consuela a la que siempre te adoró!
¡Da a mi padre un momento de reposo,
un momento de paz, en su tortura,
o llévame a tu reino, Virgen pura,
que entre sangre no puedo vivir yo!

II
Así la pobre niña
de hinojos prosternada,
el alma lacerada
por bárbaro puñal,
oraba ante una gótica
imagen de María,
en tanto que vertía
de perlas un raudal.

¡Lloraba! ¿Y quién no llora
si vive entre cadenas,
sufriendo los tormentos
de dura esclavitud?
¿Quién puede ver, sin lágrimas,
que corran entre penas
los plácidos momentos
de nuestra juventud?

¿Quién vio desde su cárcel
cruzar la golondrina
y rápida hasta el cielo
su vuelo remontar,
que no envidió esas alas
al ave peregrina,
para, en igual anhelo,
tan rápido volar?

Indócil es y triste
de doña Dulce el llanto,
tan triste y dolorido
que mueve a compasión.
su hogar trocado en cárcel,
aumenta su quebranto
su padre, que ha perdido
la paz del corazón.

¡Sí, que sin ella vive
el pobre don Ramiro,
y vive condenado
a guerra tan cruel,
que sólo cuando exhale
el último suspiro,
si muere en buen estado
la paz irá con él!

En tanto, será inútil
que al cielo mire ansioso,
en busca de esa estrella
que le alumbró fugaz:
en vano paz demanda
con grito doloroso,
por ver si encuentra en ella
su espíritu solaz.

Que cuando sus pupilas
tendió sobre la tierra
y cuando allá hasta el cielo
sus ojos levantó,
tan sólo en torno suyo
se alzó un clamor de guerra,
y guerra siempre y duelo
doquiera columbró.

Si en noche silenciosa
cerró sus tristes párpados
y quiso en su despecho
hallar la paz así,
luego sintió su alma
roída por cien víboras,
y salta de su lecho
con rabia y frenesí.

Si aún no desengañado,
con báquica porfía
en néctar y licores
sosiego a buscar fue,
en medio a las imágenes
de amor, que halló en la orgía,
espectros vengadores
que le amenazan ve.

Y en vano, ya el instinto
perdiendo de la vida,
lanzarse va a la muerte
de eterna calma en pos;
que cuando al pecho lleva
el arma del suicida,
se aterra, porque advierte
la maldición de Dios…

¡Ay! Triste del que piensa
con infecundo empeño
que el crimen ya pasado
ni rastro dejará…
En vano paz demanda:
¡la paz sólo es un sueño
de espantos mil poblado,
sin término quizá!

III
De sus valles cinturón,
de su riqueza blasón,
espejos de su atavío,
fertilizan a León
el Bernesga y el Torío.

Ambos sus anchos raudales
llevan hasta las entrañas
de bosques y matorrales
y hasta poblados charcales
de juncos y de espadañas.

Ambos marchan, corredores,
en esguinces invasores
por el bosque y la pradera,
arrastrando en su carrera
espinos, plantas y flores.

Por su curso lento e igual
cierto instinto fraternal
debe haber entre los dos,
y algún misterio fatal
en ellos esconde Dios.

Que a no haber algún misterio
velado a humano criterio
y a deleznable razón,
encontrara explicación
un caso que dan por serio.

Diz que es cosa de admirar
en toda villa y lugar
de estos ríos alredor
el rojo vivo color
que suele el agua llevar.

Y ello podrán ser consejas,
pero, al decir de las viejas
que lo han llegado a saber,
allí no quieren beber
asnos, ni vacas, ni ovejas.

Nadie en aguas tan impuras
se atreve un paño a lavar;
y no hay mozo aventurar
que eternice sus bravuras
tirándose allí a nadar.

Que hay quien dice, preocupado,
que el color ensangrentado
de las aguas de estos ríos,
es señal de que está airado
el Señor con los impíos.

Y hay quien se arriesga a jurar
que una noche -y nada arriesga-
vio sobre el Torío flotar
dos cadáveres al par,
y otros dos sobre el Bernesga.

Tal la gente lo pregona
que de sus verdes riberas
habita en toda la zona;
y cuando el pueblo lo abona,
el asunto va de veras.

Mas el pueblo no logró
sujetar a su criterio
las causas de lo que vio,
y el misterio que encontró
se ha quedado en el misterio.

Y ambos ríos continuaban
en su marcha natural,
y las gentes murmuraban
siempre que turbio miraban
su puro y limpio cristal.

Y era porque no sabían
que sobre un monte escarpado
en cuya falda vivían
y al que estos ríos tenían
en sus giros rodeado,

una legión de bandidos,
todos hombres mal nacidos,
tenían su centro allí,
a un capitán sometidos
que eligieron para sí.
***
Es una noche invernal,
noche tormentosa y negra;
no hay una estrella en el cielo
ni hay una luz en la tierra.
Braman los vientos con furia,
gimen los robles con pena,
cual si una planta satánica,
sobre sus copas sintieran.
Diríase que irritados
los elementos que pueblan
el espacio, sostenían
lid pavorosa y sangrienta,
tomando nuestro horizonte
por campo de la pelea.

Mas, para no entretenernos,
dígase lo que se quiera,
el caso es que roncos gritos
de amenazas y blasfemias,
súplicas y carcajadas,
voces de mando y protestas,
todo en medio de la noche
distintamente resuena
desde la cumbre del monte
que entre sus giros rodean
por una parte el Torío,
por otra parte el Bernesga.

Amarrados fuertemente
por las bridas y las riendas,
al abrigo de un pinar
varios trotones jadean.
En sus arrogantes crines,
que casi la tierra besan,
y en la noble gallardía
con que se alzan sus cabezas,
bien claramente pregonan,
si en su andar no lo dijeran,
que no hay una raza en potros
cual la raza cordobesa.
Por debajo de los flecos
de un caparazón que llevan,
sin duda con miramiento
de que el agua no les hiera,
lujoso jaez de brocado,
ricas monturas ostentan,
y cinchas de cuero fino
bordadas de lentejuelas.

A juzgar por sus relinchos
y por los surcos que dejan
señalados al herir
con sus cascos en la arena,
grandes deben ser sus bríos
y más grande la impaciencia
de ver llegar a sus dueños
y lanzarse a la carrera.
Mas en estas soledades
y a tal hora, ¿a quién esperan
los ricos potros oriundos
de las andaluzas vegas?
¿Por qué miran anhelantes
hacia el lugar donde suenan
súplicas y maldiciones,
carcajadas y anatemas?
¿Qué jornada les aguarda,
que ya sus crines se encrespan
al escuchar, de los ríos
que bajo sus plantas ruedan,
el estruendo pavoroso
en medio de la tormenta?

No es un misterio. -Al confín
del pinar y en la ladera
del monte, se alza una roca
cuya ennegrecida cresta
solamente es visitada
por el buitre y la cigüeña,
que en ella eternos habitan
colgando su nido en ella.
Al pie de esta roca, se abre
mal oculto entre malezas
Un abismo; de él pendiente
cuelga siempre una escalera,
y en su fondo, donde nunca
los rayos del sol penetran,
se divisa el arco rudo
de una gruta obscura y negra,
cuya boca está cegada
por una puerta de piedra
que gira a merced del brazo
del que por dentro la mueva.

Formidable es el terror
que inspira la mansión ésta:
la obscuridad, el silencio,
la fría humedad que hiela,
la estalactita que luce
en medio de las tinieblas
con la fosfórica ráfaga
del ambulón, amedrentan
el ánimo más valiente,
el corazón de más fuerza,
el valor más temerario.
Al umbral de esta caverna
destaca una galería
cóncava, oprimida, estrecha
y torcida, como el rastro
que deja en pos la culebra.
Un paso más, y el pavor
súbitamente se amengua,
muda el alma cautivada
por agradable sorpresa.

Es una estancia espaciosa;
de sus bóvedas de piedra
penden por rojos cordeles
tejidos de fuerte seda
cuatro lámparas, labradas
de figuras arabescas.
A su luz triste y opaca
y en derredor de una mesa,
donde de espléndida orgía
los pobres restos campean,
don Pedro Fuentencalada
sostiene viva polémica
con once sicarios suyos
de faz innoble y aviesa.
Todos visten buenas ropas
de las más vistosas telas
de Oriente, blancos tabardos
de lana fina, monteras
con airón de blanca pluma
y borceguí con espuela.
Todos, pendientes del cinto,
buídos puñales ostentan,
de plata los gavilanes;
que sólo don Pedro lleva,
como el de más jerarquía,
cumplido puñal de a tercia
con cruz de macizo oro
hecha de mano maestra,
y caja de piel de zorra
llena de rubíes y perlas.

Sentada junto a don Pedro
en un sitial de madera,
fijos los rasgados ojos
en el suelo, Magdalena
hace ademán para hablar;
mas no lo consigue apenas,
cuando surca sus mejillas
llanto que ocultar intenta
en vano, con una risa
terriblemente siniestra.
Cesa un momento; dirige
una mirada sedienta
a la metálica luna
en cuyo fondo contempla
su rostro del sol tostado
y exclama la triste:
-¡Vieja!
¡Don Pedro!… ¡Tenéis razón!
Vieja os parezco y debiera
creeros, porque mis lágrimas,
doquier que voy, no me dejan,
y las lágrimas marchitan
la juventud y la afean.
Mas… ¿por qué no me afrentasteis,
don Pedro, de esta manera,
cuando, perseguido, errante
os recogió en su vivienda,
partiendo con vos su pan
y los leños de su hoguera,
aquella pobre gitana
para vos entonces bella?
Sí; ¿por qué no me ultrajasteis
antes de que os conociera,
antes de que en vos fiara,
creyendo vuestras promesas?…
¡Ay de mí!, que si yo entonces
desdeñase vuestras tiernas
caricias, vuestros halagos,
vuestras frases lisonjeras;
si, cuando vos me decíais:
«Yo te amo, gitana pérfida,
ámame tú y a mi lado
serás feliz», yo os dijera:
«Id en mal hora, don Pedro,
que soy libre en mi pobreza
y no quiero vuestro amor,
porque el amor me encadena.
Si, en fin, asiéndoos de un brazo,
de este brazo, en cuya arteria
hay sólo sangre cobarde,
porque hace un instante apenas
se alzó, amenazando osado
con un puñal mi existencia,
os arrojase a los pies
de las huestes portuguesas
que iban a voz de pregón
pidiendo vuestra cabeza,
y les gritare: -¡Ahí tenéis
lo que buscáis; la doncella
que tiembla, que palidece,
que llora en vuestra presencia,
es don Pedro, el arrogante
don Pedro, aquel cuya diestra
mandó con poca fortuna,
mas con intención certera,
al pecho de don Alfonso
de Portugal una flecha!…»
«¡Oh! ¡Entonces no me afrentarais
como hoy lo hacéis: en mi senda
de espinas, abandonada,
pero llevando doquiera!
Por compañía mi llanto
y el rigor de mi anatema,
fuera feliz sin amaros,
sin gozar de estas riquezas,
sin vuestros besos perjuros,
sin vuestras caricias pérfidas!»

Y esto diciendo, fijaba
su mirada Magdalena
en don Pedro, cuya faz,
roja por la ira colérica
que la indignación le imprime,
su alza imponente y severa.

Breve instante de silencio
sucedió, calma siniestra,
cual la que anuncia en el mar
el equinoccio que llega.

Luego, tendiendo don Pedro
su mano, ruda y enérgica,
dijo con la voz del trueno
cuando inflamado revienta:
-Maniatad a esta mujer
y una mordaza ponedla,
mis lebreles: ¡yo lo mando!;
sed prestos a la obediencia.-
Y como si estas palabras
anuncio de muerte fueran,
todos bajan al oírlas
abrumada la cabeza,
cual si el temor y el espanto
ocultar así quisieran
a los ojos de aquel monstruo
cuyos mandatos respetan.
-Obedeced prestamente,
o ¡vive Dios! que con vuestras
cabezas haga escarmiento
de gente traidora y perra.-
Y al reflejo mortecino
de las lámparas que cuelgan,
todos los rostros se cubren
de palidez cadavérica
y sólo el sollozo se oye
de la pobre Magdalena
que de rodillas demanda
a su tirano indulgencia.
-¡Don Pedro, don Pedro mío!
¿Tanto os afrentó mi lengua
que así mandáis que me traten
los que homenaje me prestan?
¡Amordazarme! ¿Y por qué?
¿Por qué, cuando a mi querella
dio margen vuestro desdén
y el rumor de vuestra ausencia?
¡Ved, don Pedro, lo que hacéis!
¡Ved que ya viva, ya muerta,
mi sombra con vos irá
por donde vaya la vuestra!
¡Ved que os adoro, don Pedro;
ved que mi fe no se quiebra
con befos ni con mordazas,
con aceros ni con flechas!
¡Ved que tengo de seguiros
hasta que me falte tierra
en que pisar, y es en vano
que os afanéis porque muera!…
Yo no he de morir, don Pedro;
no he de morir, porque vela
en mis entrañas el hijo
de vuestro amor y mi afrenta,
por el nombre de su padre
y por mi pobre existencia.-

Mas estas tristes palabras
en don Pedro no hacen mella
y sólo consiguen dar
a su coraje más fuerza;
y mientras, montando en cólera,
la mano a su cinto lleva,
muda la turba le mira
y estupefacta contempla
que de aquel drama sombrío
la catástrofe se acerca.

Entre tantos miserables
no se brinda uno siquiera
a ejecutar el mandato
que el capitán los ordena;
que todos, aunque villanos,
no tienen en su conciencia
remordimiento de ultraje
a una mujer indefensa,
y todos, antes de ser
cobardes, páranse y tiemblan.
Páranse, pero ¿qué importa?
Nada a don Pedro le arredra,
y siempre su brazo alcanza
donde su anhelo le lleva.
Don Pedro no se detiene
cuando concibe una idea,
y antes muere en la demanda
que renegar de su empresa.
-¡Cobardes! -dice rabioso
al ver que por vez primera
todos permanecen mudos
a sus órdenes perversas-.
Si sois tan viles que sólo
matáis al que os da su hacienda,
dejando desamparados
sus deudos y parentela,
volved el rostro, mezquinos;
¡que vuestros ojos no vean
morir a un ser que ya nada
puede esperar en la tierra!-
dijo- y alzando el puñal
a lo alto de su cabeza,
dos veces rasgó iracundo
el pecho de Magdalena…
Tenues gemidos de angustia,
entre gritos de sorpresa
y de terror resonaron
por las bóvedas de piedra,
repitiéndose sus ecos,
como un lúgubre anatema
por el dédalo que forma
la tortuosa vereda
obscura, cóncava y húmeda,
de la galería extensa,
hasta perderse en la boca
de aquel abismo, allá fuera.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y mientras tanto, don Pedro
carga su víctima a cuestas;
atraviesa silencioso
la distancia que promedia
desde las negras entrañas
hasta el nivel de la tierra,
y apareciendo un instante
después encima la cresta
de la roca donde anida
la quejumbrosa cigüeña,
dice, mirando con risa
satánica a Magdalena:
-Por Dios que no cumplirás,
gitanilla, tu promesa;
si viva ha sido tu intento
lanzarte en pos de mi huella,
a fe que hacerlo no puedes
cuado te contemplo muerta.-

E irguiendo en brazos el cuerpo
de la egipcia, que chorrea
a borbotones la sangre
de las heridas que lleva,
lanzolo en medio al espacio
y rebotando en las breñas
rodó como una avalancha
hasta hundirse en el Bernesga.
***
-Ya estamos demás aquí-
exclamó Fuentencalada
al penetrar nuevamente
donde sus gentes le aguardan-.
La noche nos favorece
por lo obscura, camaradas;
los caballos nos esperan
y es muy larga la jornada.
En marcha, pues, mis lebreles;
que el plazo cumple mañana
y es fuerza no reposar
hasta llegar a Milmanda.-

Y la legión de bandidos
a quien don Pedro avasalla,
fiel a su voz imperiosa
abandonó aquella estancia.
Oyose a poco un relincho
y el estrépito que causan
doce potros al galope
que por la montaña bajan;
luego el ruido que producen
al atravesar las aguas
del Bernesga; luego un grito
penetrante, y luego nada
más que el son de la tormenta
y el trueno que ronco estalla,
a tiempo que del relámpago
a la luz intensa y cárdena
se mira una sombra que huye
vacilante, incierta y vaga,
por el camino que siguen
don Pedro Fuentencalada
y su gavilla, compuesta
de sus once camaradas.

IV
Silba en tanto en los cristales
del castillo de Milmanda
el viento, que sus almenas
azota con ronco son,
y crece el agua en su foso
hasta lamer la baranda
del puente, cuyas cadenas
penden desde el murallón.

La noche cubre del valle
los horizontes estrechos:
hay en las sombras acechos
felinos, de tigre audaz.
Todo reposa; tan sólo
se escucha cómo desmaya
el clamor del atalaya
que anuncia: ¡Dormid en paz!

¡Dormir! Dichoso el que siente
en lecho de áureo palacio
ese grito en el espacio
lánguidamente morir
sin que, desvelado, insomne
por el dolor, el oído
pueda escuchar repetido
ese eco otra vez gemir.

Dichoso el mortal que en sueños,
sana y libre su conciencia,
de ese acento la cadencia
en otro mundo escuchó,
donde el alma dulcemente
reposa alegre y tranquila,
cuando sobre la pupila
el párpado resbaló…

¡Cuán dulces son y encantadas
las breves horas de sueño!
¡Qué espacio tan halagüeño
llega el espíritu a ver
cuando, inerte la materia
que le atrofia y esclaviza,
fugitivo se desliza
lo infinito a recorrer!

Dueño entonces absoluto
de su imperio detentado,
cual sultán que destronado
regresa al perdido harén,
así feliz el espíritu
hacia su patria se lanza
por regiones de esperanza,
en ansias de amor y bien.

Y allí admira las florestas,
cuyas plantas olorosas
crecen lozanas y hermosas
en un perenne verdor,
y las bullidoras fuentes
de aguas puras, cristalinas,
donde saltan las ondinas
de su corriente al rumor;

y los jardines poblados
de dalias y de azucenas,
de violetas y verbenas,
de fragancia sin igual,
y los nópalos, que crecen
entre los céspedes suaves,
donde preludian las aves
su cántico matinal;

y los palacios, colgados
de fantásticos doseles,
cuyos altos capiteles
piérdense en un cielo azul,
y en sus mágicos salones
bajo bóvedas de oro,
vírgenes cantando a coro,
veladas en blanco tul.

Todo cuanto en su delirio
puede ver la fantasía,
de espléndido en la armonía,
de armonioso en la ilusión,
todo, en su rápido vuelo,
lo mira el alma extasiada,
mientras duerme fatigada
la materia en su abyección.

¡Sí! Dulces son y encantadas
las breves horas del sueño;
mas ¡ay! de mortal beleño
para el que velando está,
la conciencia torturada
por recuerdos de amargura,
crímenes que en guerra dura
tienen al alma quizá.

Tal don Ramiro que, loco,
sobre su lecho se agita,
lleno de angustia infinita
y de cobarde terror;
tal don Ramiro, que clava
sus turbios ojos con ira
en una sombra que gira
de su lecho en derredor.

Sombra, sí, cuya amarilla
mano, flaca y descarnada,
va extendiéndose crispada
poco a poco hasta su faz,
como si en ella quisiera
descifrar oculto enigma
o imprimir algún estigma
de deshonra pertinaz.

Sombra loca, vengativa,
que cual burbuja aparece
y se hincha de pronto y crece
haciéndolo estremecer,
hasta que revienta en risas
de sonido funerario,
como el que del hondo osario
arranca un cuerpo al caer;

que modula a sus oídos
blasfemias y maldiciones,
y entona impías canciones
con sordo acento infernal,
ya postrándose de hinojos
de don Ramiro en el lecho,
ya atormentándole el pecho
bajo su planta brutal;

que se arrastra por las losas
rabiosa y enfurecida,
o levanta removida
ceniza vana su pie,
y difunde por la estancia
claridad amarillenta,
a cuya luz, macilenta,
su angustiada faz se ve.

Faz sin formas ni contornos,
carcomida, esqueletada,
lívida, despestañada,
sin expresión ni color,
y a cuyo mondado cráneo,
como lisa calabaza,
una corona se enlaza
con fatídico primor…

Corona que nada arguye
de su esplendor fenecido,
hierro viejo, enmohecido,
corona que fue de rey,
cuando, en rubíes engastada
y en piedras de gran valía,
un monarca la ceñía
cuya voluntad fue ley.

¡Oh! Y esta sombra es su sombra;
la sombra de aquel guerrero
que al dar su aliento postrero
pidió al Señor, al morir,
la gracia de aparecerse
al que traidor le vendiera,
y hoy viene a su cabecera
la atroz venganza a cumplir.

¡Sí, ésta es la sombra angustiada
del rey que, ingrato privado
vendió herido y maniatado
al de León, Santarén,
a cambio de las caricias
de una esposa noble y bella,
tras cuya rápida huella
queda una sombra también!

Y don Ramiro se espanta;
y en su dolor inhumano,
quiere apartar con la mano
aquel fantasma de sí;
pero, inútil su porfía
y estériles sus antojos,
adonde vuelve los ojos
la sombra se encuentra allí…

Y ya en su lenta agonía,
rabioso, desesperado,
va a gritar desalentado
en demanda de favor,
cuando siente con fiereza
comprimida su garganta
y un acento que le espanta
y le llena de terror.

Súbito entonces sus ojos
miraron desvanecerse
las visiones y perderse
de su lecho en el dosel,
como fugaz pesadilla
de desolada quimera,
tras de la cual nos espera
una verdad más cruel…

Y es que el plazo ha terminado,
y al terminar su jornada,
don Pedro Fuentencalada
en Milmanda se encontró,
y tras una breve lucha
con las gentes del castillo,
tintó en sangre su cuchillo
por sus puertas penetró.

Dejó en los patios su gente
al amor de grata lumbre,
y mandó a la servidumbre
del castillo aprisionar;
y con grave y firme planta
sin que nada le recele,
llegó al fin adonde suele
el de Acosta reposar.

Rápido bajó el embozo
del bien cumplido tabardo;
se adelantó con pie tardo,
y al noble altivo miró.
Guardó silencio un instante
y con voz enronquecida,
así con el regicida
estas palabras cambió:

DON PEDRO ¿Conocéisme, don Ramiro?
DON RAMIRO¡No os conozco!
DON PEDRO ¡Cosa rara!
A mí, en cambio, me bastara
oír vuestra voz fatal,
para teneros al punto
por el ingrato valido
del señor rey fenecido
Alfonso de Portugal.
DON RAMIRO ¡Infierno! ¿Quién sois?
DON PEDRO No es
hora
de revelároslo, acaso;
antes, por ser muy del caso,
una historia os narraré,
para que brote el recuerdo
más presto en vuestra memoria;
es una historia esta historia
que no olvidáis ni olvidé.

Tras cuyas breves palabras
calló don Pedro un momento
y osado tomando asiento,
en un cómodo sitial,
comenzó de esta manera
la narración que anunciara,
mas no sin que antes cuidara
de requerir su puñal.

V
«Corren de mayo los postreros días
y es una tarde de serenas auras;
la fresca primavera en su apogeo
de verde mirto y rosa engalanada,
opulenta en sonrisas los vergeles,
los bosques y las selvas visitaba.

»Iba a cumplir el sol en Occidente
su cotidiano exilio; con él marchan
la luz y la armonía, sobre alfombras
de nubes de carmín y de esmeralda.
Regio proscripto, el paso detenía
al columbrar las últimas montañas,
suspiró con las auras gemidoras,
tendió al espacio la postrer mirada,
y al ver la luna enseñorearse alegre
sobre el cenit, donde moró su alcázar,
agitó sus melenas fulgurantes,
mandó un adiós a su perdida patria,
y con rápido paso huyó iracundo
allá en el mar a sumergir sus lágrimas…

»Iluminan tan sólo el firmamento
tibios rayos de luz amortiguada
entre la débil sombra confundidos
de una noche tranquila que avanzaba,
cuando, por una senda que al viajero
conduce a Badajoz, se destacaban
negros bultos informes, movedizos,
como de muchas gentes que cabalgan,
ronco son de atambores y clarines
que en ecos penetrantes se dilata,
y el acerado brillo que producen
yelmos, escudos, picas, cotas y hachas.

»Eran gentes de guerra, a crudas lides
y en cien y más combates adiestradas,
gente ruda y salvaje cual las rocas
que el padre Tajo con sus ondas, baña;
eran los dignos hijos de Viriato
que cuentan por victorias sus batallas
y entre los que nacisteis, don Ramiro,
como para negar sus prendas altas.
Ávido de conquistas, don Alfonso,
rey de los portugueses, caminaba
sobre un caballo indómito, delante
de sus guerreras huestes y bizarras.
Caminaba sereno, denodado,
esculpido el valor en la mirada,
de ensanchar sus dominios codicioso
tal vez acariciando la esperanza.
Vos erais su valido, y a su lado
don Alfonso un lugar os dispensaba;
que sin vuestro consejo y vuestra venia
no excita al enemigo ni lo ataca.

»Cesó el clarín; al rayo de la luna
destacáronse ya, no muy lejanas,
de Badajoz las torres, cuyos muros
iban a ser testigos de una infamia.
Acamparon las huestes, y entretanto
que las perdidas fuerzas reparaban
con un breve descanso, don Alfonso
trazó, selló y os entregó una carta.

«-Id -os dijo después-, id, don Ramiro,
a saludar al rey de aquesa plaza,
y decidle que un rey tan poderoso
como el rey de León aquí le aguarda;
decidle cómo vengo en son de guerra,
de estos grandes dominios en demanda,
y cómo están dispuestos mis soldados
a morir por el triunfo de mi causa.
En ese pergamino le encomiendo
la razón que me asiste a esta jornada.-

»Vos partisteis ligero como el rayo;
quien viera vuestro gozo, no dudara
que erais vos de este reto el responsable,
trama por vos urdida y preparada.

»Vacilando entre el miedo y la avaricia,
llegasteis presto al castellano alcázar;
hablasteis con el rey que, deferente,
os hizo grande honor, y al leer la carta
quizá su corazón latió violento,
tal vez su hermosa frente se anublaba…

»No es un temor cobarde, no es el miedo
a sostener la lid lo que le espanta:
¡no hubo jamás cobardes en Castilla!
Lo que al rey don Fernando le aterraba,
era pedir al portugués un plazo
para entablar la lucha provocada.

»Mas ¿qué hacer, si sus tropas valerosas,
sus fuertes caballeros y mesnadas
derramaban su sangre en suelo extraño
de la justicia y del honor en aras?

»Y abrumado su reino por contiendas
y discordias civiles, amagada
su corona y a guerra apercibido
por las fuerzas que manda el de Navarra,
¿cómo podrá luchar? ¿de qué manera
probar esfuerzo ni reñir batalla?

»¡Ay! A tales preguntas, don Fernando
sobre el pecho la frente doblegaba
y -¡Rendirme! ¡Oh, jamás!- en sordo acento
sus balbucientes labios murmuraban…
Vos comprendisteis bien cuánto sufría
su noble corazón, y vuestra audacia
nunca pudiera ser tan oportuna
como dándole al triste una esperanza
en medio de inquietudes tan horribles,
tantos crudos temores y asechanzas.
¡Y esa esperanza se la disteis, bella
y halagadora, mas cobarde y falsa!

»¿Vais haciendo memoria, don Ramiro,
cuya es la voz que tan altiva os habla?
Mas dejad que prosiga; queda poco,
y es lo mejor del cuento lo que falta.

»Entre las damas nobles de la corte
de don Fernando de León, llevaba
la palma en donosura y gentileza
su hermana doña Elvira, de bastarda
cuna; mas para vos, sólo que fuese
de progenie de reyes os bastaba.

»Visteis a doña Elvira, y al fijaros
en la lánguida luz de su mirada;
al ver aquellos labios purpurinos,
gloria del caballero que la amaba
(porque la amaba un hombre), vos sentisteis
la codicia infernal dentro del alma,
pasión la más innoble y más funesta
de cuantas tejen la miseria humana.

»Cuando ya la codicia se apodera
de nuestro corazón, como la llama
de un incendio voraz, nada es bastante
a vencerla, extinguirla ni amenguarla,
y en vos esta codicia, de tal suerte,
con tanta rapidez se propagaba,
que aquella misma noche decidisteis
en doña Elvira, la infeliz, saciarla.

»Meditado era el plan sin duda alguna
que ibais a ejecutar para logralla;
de otro modo jamás conseguiríais
del buen rey de León la fiel palabra
de daros por esposa a doña Elvira,
que allí en solemne voto os fue empeñada.

»Mas ¿a qué proseguir? ¡Sólo al recuerdo
de aquella noche, maldecida, estalla
mi corazón de cólera y quisiera
morir, por no penar al recordarla!
Tres horas de secretas confidencias,
llamado a engaño, os dispensó el monarca.
¡Tres horas de traición! ¡Ah, don Ramiro,
que las paredes al traidor delatan!…

»Y aquella misma noche en matrimonio
la pobre doña Elvira os fue entregada;
sus quejas, sus gemidos, sus protestas,
no fueron atendidas ni escuchadas.
Tranquilo quedó el rey; vos complacido
os alejasteis de la regia estancia,
y a merced de las sombras, discurriendo
por calles tortuosas, solitarias,
llegasteis a una casa y penetrasteis.
Iba con vos la sin ventura dama
llagado el corazón, pálido el rostro,
anegados los parpados en lágrimas…

»¡Oh! En aquella mansión aborrecida,
de la que restan hoy cenizas pardas,
pues a cenizas convirtiola luego
de un famoso ladrón la mano airada,
fue vuestra doña Elvira; pero ¡nunca,
nunca su amor fue vuestro! Allí encerrada
algún tiempo quedó, y allí ha sufrido,
¡ah!, sabe Dios cuánto sufrió su alma.
Era alta noche ya cuando salisteis
de aquel negro recinto; caminabais
pálido como un muerto, cabizbajo,
torvo, como una sombra condenada;
un hombre os perseguía silencioso,
y al veros alejar cortó distancia
y de pronto os paró: -¿Quién sois?- dijisteis
al verle frente a vos como una estatua;
pero mudo aquel hombre, sin oíros,
con sonrisa satánica os miraba.

»-Fui noble -os dijo al fin-; fui caballero
de hidalga cuna y condición hidalga;
jamás con sangre de villana gente
regué la tierra ni manché mi espada,
y por eso sin duda en este instante
no la hundo hasta el pomo en tus entrañas.
Fui caballero, sí; mas desde ahora
no puedo serlo ya, porque me falta
mi numen protector, el ángel puro
que por nobles veredas me guiaba.
No puedo serlo ya, porque he perdido
cuanto fuera mi orgullo y mi esperanza,
cuanto diera valor a mis acciones
y altivos pensamientos me inspirara.
¡Tú, lusitano vil, tú eres tan solo
el que en la senda criminal me lanza,
donde el recuerdo de mi bien perdido
no vuelva más a conturbar mi alma!
¡Que el rayo de la cólera divina
al castigar mi bárbara venganza
abra también, inexorable y justo,
en tu conciencia ruin, eterna llaga!-

»Así os habló aquel hombre; sus pupilas
chispas de fuego del infierno exhalan
al girar en la órbita, y su acento
como una tempestad retumba y brama.
Perdón, perdón! -clamasteis al oírle-.
¡Perdón!… -Y en tierra la rodilla hincada,
perdón mil veces con temor cobarde
del hombre aquel, doliente demandabais.

»Movido acaso a compasión, no quiso
con vuestra sangre deshonrar su espada,
y en pedazos quebrándola, arrojola
lejos de sí con iracunda saña.
-Mientras fui noble -dijo- me serviste;
hoy fueras para mí pesada carga;
y pues como hasta hoy no quiere el hado
vayas pendiente de cintura honrada,
quédate a la ventura, espada mía,
que a un bandolero su puñal le basta.-
. . . . . .
»Vos en tanto de hinojos, suplicante,
no cesabais un punto en pedir gracia;
gracia para una vida que iba a seros
con eternos dolores prolongada.
¡Cuánto mejor os fuera, don Ramiro,
morir entonces! ¡Oh, cuántas desgracias,
y cuánta expiación, cuánto martirio,
matándoos aquel hombre os evitara!
Mas no quiso arrancaros la existencia,
que fuera poco cebo a su venganza.
¡Era preciso que llegase un día
en que vuestra conciencia despertara,
y al mirar vuestros crímenes, quisierais
de vos mismo escapar, y no encontrarais
asilo ni en la tierra ni en el cielo,
ni allí ni aquí perdón a vuestras faltas,
ni clemencia ante Dios ni ante los hombres,
ni al pie del confesor ni al pie del ara!
-¡Miserable, no tiembles! Yo no tengo
sed de sangre, traidora; vive, pasa
los días que te restan entregado
en brazos de esa virgen desgraciada
a la que tanto amé. ¡Negra es tu estrella
cuando le inspiras a un bandido lástima!
Mas oye, lusitano: si algún día
esa hermosa mujer que me arrebatas
llega a sentirse madre y no son monstruos
los hijos que te dé, como de raza
lo heredarán por ti, yo, desde ahora,
te exijo donación formal y clara,
dentro del plazo fijo de quince años,
de hembra o varón, el que primero nazca.
Varón, le haré maestro en el pillaje:
matará, robará por las comarcas,
como yo robaré desesperado,
y cuando mire la segur cercana
y próximo mi fin, por toda herencia
le haré depositario de mi fama.
Hembra, con ella partiré hermanado
mis riquezas espléndidas robadas;
presentes de magníficas preseas,
diamantes y oro llevaré a sus plantas.
Por ella, en las ermitas del contorno
desnudaré las Vírgenes sagradas,
y sus fúlgidos mantos y diademas
de rubíes, de amatistas y esmeraldas,
adornarán sus hombros y sus sienes,
para al verla tan célica, adorarla.
No más quiero de ti; jura cumplirme
este postrer anhelo que afianza
la vida que te doy. Y por que tengas
una memoria mía mientras vayas
la existencia arrastrando por la tierra,
escúchame otra vez. Cuando tú hablabas
con el rey don Fernando, yo te oía
a un tiempo mismo con placer y rabia.
Sé que quieres matar a don Alfonso
de Portugal, tu rey, cuya privanza
te concedió en mal hora; sé que luchas,
empero, con temores que te espantan
y te hacen vacilar; mas persevera
en tu proyecto vil, no temas nada.
De todo triunfarás; nadie en la tierra
quedará que conozca tus infamias;
nadie podrá mofarte, ni tu crimen
para eterno baldón echarte en cara.
¡Mi cuchillo abrirá tremenda herida
del que a tanto se atreva en la garganta,
y no hay vereda sobre el haz del mundo
que para perseguirle no trillara!
Ve, pues, junto a tu rey, traidor valido;
dile que Badajoz le espera en armas;
y cuando por sus puertas victorioso
intente penetrar, yo haré que caiga
al suelo con dolor, bañado en sangre.
Corre, corre a su tienda de campaña
antes que el alba luzca, y en su frente
el ósculo de Judas ve y estampa…

»Y el bandido calló; vos le escuchasteis
con agrado tal vez. Cuanto él hablara,
si en el fondo era horrible, por lo menos
vuestros viles instintos halagaba.
Aquella misma noche, don Alfonso
penetró en Badajoz; su estrella aciaga
lo quiso así, para que ejemplo fuera
en su dolor a cándidos monarcas.

»Y cuando sus banderas en los muros
de Badajoz, la invicta, tremolaban;
cuando, ufano, entre músicas y vítores,
al aposento real se encaminaba,
súbito de su potro rodó en tierra.
Una flecha, de lejos disparada,
atravesó su muslo, y muerto acaso
creyéndole sus huestes, aterradas,
¡Traición! ¡Traición!, clamaron. Cunde entonces
por toda la ciudad grito de alarma,
despiertan sus tranquilos habitantes,
y al mirar en peligro sus moradas,
la santa paz en que hasta allí vivieran
por extranjera furia amenazada,
claman también: -¡Traición!- Y a sus acentos
ruedan peñascos por el aire, saltan
aceros por doquier, y suenan quejas
y se abren yelmos y se rompen lanzas…

»Sangrienta fue la lucha, pero al cabo
logró su triunfo el santo amor de patria,
sentimiento divino que engrandece
el alma de los pueblos y les marca
en el eterno libro de la Historia
un premio de inmortales alabanzas

»Prisionero en poder del castellano
don Alfonso quedó. ¡Con cuántas lágrimas
humedeció su lecho de dolores,
al conocer vuestra traición villana!
Su noble vencedor, siempre a su lado,
con palabras de amor le consolaba;
pero ni sus palabras ni consuelos
eran bastantes a curar la llaga
que abrió en su pecho la perfidia horrible
del ingrato valido a quien amara.
No eran bastantes, no; sólo la muerte
por término a sus males esperaba,
porque sólo en la muerte está el remedio
para quien tiene traspasada el alma.

»Mas antes de morir, a don Fernando
rogó con grande afán que os perdonara,
y proscripto os lanzase de su reino,
por única expiación a vuestra infamia.
Ambos reyes en ello convinieron,
y errante, sin reposo, hogar ni patria,
con la desventurada doña Elvira
llegasteis a estas rocas solitarias,
donde os abandonó, por ir en busca
del premio que los mártires alcanzan…

»¡Ay! ¡Pobre doña Elvira! Tú has sufrido
como jamás sufrió criatura humana;
mas si llevaste al cielo la memoria
de tu primer amante, aquellas gratas
horas de dulces besos e inocentes
tiernos halagos y caricias castas;
si no pudo la muerte en el olvido
hundir tantos recuerdos, y a la santa
mansión de los querubes, donde moras,
llega el eco mortal de mi plegaria,
¡perdona, doña Elvira, al que tu nombre
quiso borrar con sangre de su alma;
al que te vio perdida, y en el crimen
creyó encontrar consuelo a su desgracia!
. . . . . . .
»A poco tiempo de esto, don Alfonso
dejaba de existir. Cuando expiraba,
rogó al Señor le concediese un plazo
para venir a veros a Milmanda,
en espíritu o cuerpo, y de este modo
hacer que conocieseis vuestras faltas
y alcanzar para vos misericordia
en la región de la divina gracia.

»En tanto el bandolero, deplorando
la ruindad de las flechas de su aljaba,
fugitivo por ásperas veredas,
ora salvando valles o montañas,
huía de la luz y de las gentes
que a gritos su cabeza pregonaban.

»Cansado estaba ya de esta existencia,
cuando plugo a su suerte que encontrara
una tarde de enero once truhanes
de mala vida y pérfidas entrañas;
trabó con ellos amistad profunda;
si tímido al principio se mostrara,
hizo temerse pronto, y desde entonces
todos a sus mandatos se inclinaban.

»Capitán de gavilla, vio quince años
de su vida pasar, con la esperanza
de visitaros hoy… y hoy, don Ramiro,
que ya aquel plazo de expirar acaba,
viene a exigir de vos, dispuesto a todo,
el cumplimiento fiel de una palabra…
¡Señor de Santarén! Aquel bandido,
de vos tan sólo una respuesta aguarda…»

VI
Dijo don Pedro, y alzando
altivo la osada frente,
su pupila irreverente
en don Ramiro clavó;
y al resplandor que una lámpara
por todo el ámbito vierte,
la palidez de la muerte
en su semblante miró.

Amarillentos los labios,
sarcásticos, contraídos,
los ojos entumecidos
con vidriosa brillantez
como cuévanos las sienes,
la pestaña entrecerrada,
la mejilla descarnada,
descolorida la tez…

Con afán y sobresalto
don Pedro llegó hasta el lecho
y una mano sobre el pecho
de don Ramiro posó;
mas al ver que ya no late
su corazón frío y yerto,
dijo: -¡Desdichado, ha muerto!
¡Su conciencia le mató!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡La Conciencia! ¡Y hay quien duda
de la existencia del alma,
morando ese quid divinum
en nuestro mísero ser!
¿Por qué el criminal entonces
vive sin paz y sin calma
y le atormenta el recuerdo
de sus víctimas de ayer?

¿Por qué ha de sentir el hombre,
si en él, como en una roca,
no deja impresión alguna
la brisa ni el huracán?
¿Qué fuerza del mal le aleja?
¿Qué fuerza al bien le provoca
y a la perfección le impele
con inextinguible afán?

¡Tú sólo, Conciencia, azote
del reo, del justo palma,
estrella polar del alma
que eterna gira hacia ti!
¡Tú sólo! Y cuando te niega
el humano entendimiento,
tú, con un remordimiento
le respondes: ¡Heme aquí!

Confuso quedó don Pedro
junto al lecho mortuorio,
el pensamiento sumido
en honda meditación,
admirando de la vida
lo fugaz y transitorio
y sintiendo en su conciencia
un dulce afán de perdón.

Entonces vio deslizarse
toda su vida pasada
en el crimen malgastada,
carcomida de pesar,
y anhelaba una existencia
para el resto de sus días
de esas santas alegrías
que suele el amor brindar.

Y paraba la memoria
en su doña Elvira amada,
dirigiendo una mirada
al cielo, que a buscar fue;
pero un imán poderoso
que a su pupila se aferra,
lo hace mirar a la tierra
con más ahínco y más fe.

Y es que doña Dulce llora
su orfandad y desconsuelo
sobre el helado cadáver
del que su padre llamó.
-¡Padre, padre mío! -exclama;
¡Me dejas sola en el suelo!
¿Me dejas sola, mi padre,
y no he de morirme yo?-

¡Pobre niña, condenada
antes ya de que nacieras
a vivir sacrificada
de una traición al poder,
de tu pena a la amargura
paz ni alivio en vano esperas!
¡Ni consuelo, ni ventura
ni descanso has de tener!

Llora, doña Dulce bella;
llora, doña Dulce, llora,
porque don Pedro te adora
desde que tu faz miró…
¡Triste herencia de tu madre,
su hermosura fue tu ornato,
y él que vio en ti su retrato
como a tu madre te amó!

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A UN CATALÁN DE PURA CEPA [Mi poema]
Rogelio Echavarría [Poeta sugerido]New

MI POEMA… de medio pelo

 

A usted que es catalán de pura cepa,
-deduzco que sus padres también lo eran-
que igual que a sus hermanos les parieran
en ese lindo lar y no en la estepa
y allí todos lozanos florecieran.

Permitame. señor, que me dirija,
-no crea que le falto aquí al respeto-,
que yo nací, perdón, por ser de un gueto,
la tierra de esta ignota sabandija
que abulta poco más que abulta un seto.

Perdone mi descaro, mi abolengo
se escurre en un cedazo que se cribe,
que humilde yo nací, el que esto escribe,
no pude ni elegir de donde vengo,
la historia sabe bien no se reescribe.

Y puesto a enfatizar le felicito
sabiendo que quizás no le haga gracia.
Creyente es apuntarse a esa acrobacia
que asigna al nacimiento un requisito
subiéndose al furgón de esa falacia.
©donaciano bueno

#Tiene algún mérito personal haber nacido en...? Share on X

Por si aún hay alguien que no se haya enterado, en especial para los que presumen  de ser de…: el nacer aquí, allí o en Sebastopol no es mérito de ningún nacido, antes bien fruto exclusivo del azar. Esto que es tan simple pareciera que hay gentes para las que es difícil llegarlo a entender.

MI POETA SUGERIDORogelio Echavarría

La felicidad

Hay miríadas de seres en el Universo
que son felices —y no te conocen.
Millones de personas en la Tierra
son felices —e ignoran que existes.
Muchos también te han visto
y son felices sin amarte.
Y algunos que te amaron
disfrutan de un feliz olvido.
¿Por qué, pues, soy yo el único hombre
para quien tú eres toda la felicidad en el mundo?

Lugar común

Ya que no todos podemos ser
poetas
comprender lo sublime
o exaltar lo sencillo
hablemos francamente
confesemos nuestro fracaso
de hombres sin alas
de hojas muertas en el estío
nuestros engaños ciegos
sin metáforas vanas
nuestra identificación con todos
o con casi todos
y si alguien nos entiende
y fecunda nuestra impotencia
eso también es poesía
o por lo menos una gota
en la sed del infierno
cotidiano.

El transeúnte

Todas las calles que conozco
son un largo monólogo mío
llenas de gentes como árboles

batidos por oscura batahola.
O si el sol florece en los balcones
y siembra su calor en el polvo movedizo
las gentes que hallo son simples piedras

que no sé por qué viven rodando.
Bajo sus ojos que me miran hostiles
como si yo fuera enemigo de todos
no puedo descubrir una conciencia libre
de criminal o de artista
pero sé que todos luchan solos
por lo que buscan todos juntos
son un largo gemido
todas las calles que conozco.

Polvo

El sol, esta mañana, escancia la humedad de la noche,
las mujeres lavan su cuerpo de la sombra del lecho,
tibieza de los sexos y azúcar del amor.
Las calles amanecen entre rotas ventanas.
Pasan los que recogen la basura
y llevan al olvido cuanto los hombres tocan.
Si las noches fueran más largas
las mujeres se ahorcarían en sus cabellos, llamas oscuras
que multiplican la pesadilla o el espasmo.
Pues esta niña que se asoma al día por el espejo
parece recién salida del paraíso.
Si las noches fueran más largas
el polvo afirmaría su dominio sobre todas las cosas.
Y o siempre duermo con mi única fiel compañera,
que me acaricia el rostro con sus manos de hollín.
El hombre se defiende de la muerte
en la noche, y todas las mañanas
debe luchar contra el puñado de ávida ceniza
que le adelanta a su sepulcro
la vida.

Tránsito

¿Qué importa dónde se nace
ni dónde se muere,
si con la muerte regresamos
a la cuna y con el nacer
aseguramos nuestra muerte?
Mas hemos de guardar de lo pasajero el perfume,
ceñirnos la espinada túnica de la rosa
a los hombros, amando la ignorancia
de las cosas que pasan y quedan sin saberlo.

Debemos mirar a cada hombre y llamarlo y tomarlo
de la mano y preguntarle de dónde viene, desde cuándo,
nunca hasta dónde va, porque lo mismo
sabe que yo, que tú, que nadie.

O si lo sabe es un loco como aquel
que creía que lo sabía.
O si canta viendo que los gusanos lo esperan
entre su cuerpo, dejadlo…

Dejadlo que siga cantando, porque está ebrio.
(Desde mi ventana los veo, a los ebrios, a quienes
les crece la barba de pudor y descuido.
Los veo mientras ellos me ven girar como una luna).

O cuando voy por la avenida —yo también entre ellos y
la que fuera niña mía es mujer de quien yo ignoraba,
y la mujer de quien yo ignoraba es mía sin saber por qué…

O en la ventanilla de trenes
que gritan con su pluma de humo;
en los buses, en los ascensores
—savia ciega de la ciudad—,
entre los que leen los periódicos
orgullosos y cabizbajos
y entre poetas que esconden su oscuro telegrama …

¿Qué soy sino —por fin— el que viaja con otros
que no saben de dónde vienen
más que evacuados de una mujer,
ni a dónde van
si no a ocupar el sitio que su sombra señala?

Declaración de amor

Mírame: yo soy el que ves siempre a la orilla de tu lecho
y con quien habrás de rasgar el velo que cubre los sueños.
Soy el diseminado, que tiene en ti el último centro.
Busco una soledad que prolongue la mía.

Cuando empezaste a soportar el tibio peso de los senos
—el pulso de tu corazón goteaba con mayor presteza
al oír mis pasos y ascendía casta leche a tus labios—;
cuando comprendiste que tu piel posee el don de renovar las lunas
y empezó a sangrar esa herida cuyo bálsamo eficaz poseo;
hoy que confundes la malicia con la sabiduría
y con sus nocturnos secretos te ofende el viento de los parques,
me llego a ti, ciega de no haber visto lo que empaña al mundo,
a modelar tu barro núbil y orearlo al sol de mis sudores.

Mi brazo atiza el fuego de las columnas de humo
que contienen el peligro del cielo sobre la ciudad.
Y mis manos no aman las joyas, ni una onza de oro,
pero el llanto endulzó su ajado pergamino
y su caricia es noble y alta.

Recibe todas las armas de mi agradecimiento
por ahorrarme hasta el día necesario tu cuerpo,
por la justeza de la orla de tu falda,
por la honradez de tus manos y la mina sellada de tus costados:
que las ferias están ebrias de lo que ocultas,
llenas hasta la hartura de belleza gratuita.

Busca en mí el principio de tus goces desconocidos
o la prolongación de los que han sido fuente de esperanza
y borremos de los calendarios los días de huelga
porque nuestra lámpara sin alternativas
desconocerá los cambios del tiempo tras la puerta.

Oh tú mi siempre-viva, mi siempre-amiga,
por quien la salud acepta duras vigilias
como el avaro que nunca regresa de su exilio.

¿No ves que si no fuera por ti
la mujer sería vendida y exportada en grandes barcos,
apenas marcada con una tiza roja
para que los braceros de los puertos
sepan que es frágil?

Aparta, aparta del quicio las grandes letras del periódico
que traen hasta nosotros fechas violentas;
ignora la abierta noche de la ciencia
que hace malditos a los hombres,
la razón del pasado y la gran voz profética:
que en tu casa tendrás mimo para tu más nimia palabra.

Porque ya es hora de alabar la ignorancia voluntaria
que cifra el universo en el tambor de hilo.

Dame tu historia en este mundo para nosotros preparado
en que de pronto nos hallamos con las manos asidas
como si el miedo de las gentes nos unciera uno al otro.
No temas seguir buscándome, ya que sabes
que cuando se me toca no es posible apresarme.

¡Ah, sí! Soy el que verás siempre a la orilla de tu lecho.
Háblame con tu voz que tiene un dejo de feliz tristeza,
paisaje con árboles sobre los cuales ha llovido.

Porque yo soy el más solo entre los solos
y desde hoy tendremos una misma estrella en el plato,
hasta el día en que el fruto necesite nuestro agrio bagazo
para el fuego del aderezo,
como la caña del maíz a finales del año
después de haber pagado el dolor de la herencia.
¡Oh flor de mi más alta confianza!

Paisaje

El viento abre las puertas
y la luz las ventanas
y en el patio, la plaza
principal de la casa,
el breve del arriete
madura brevedades.
La esposa teje flores
contra la mala suerte
y su hilo infinito
me aleja de la muerte.

En mi pueblo de nubes
los cohetes retumban
entreipal de la casa,
el breve del arriete
madura brevedades.
La esposa teje flores
contra la mala suerte
y su hilo infinito
me aleja de la muerte.

En mi pueblo de nubes
los cohetes retumban
entre fríos algodones.
¡Es tan vecino el cielo !

El trueno es el recibo
lento al oído alerta
del incrédulo ciego.

Las ranas piden rey
y sol las aves
y los molinos hacen aspa-vientos.

La noble tierra te devuelve dulces
frutas por el estiércol
que le arrojas
y flores vivas en el pozo
de las aguas muertas.

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