A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

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Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

Mi poeta sugerido: Josep Palau i Fabre:
Mi poema: LA VIDA PREGUNTANDO

MI POEMA...de medio pelo

 

Al viento le pedí que me dijera,
al agua le rogué que me escuchara,
al cielo supliqué. Nadie me oyera.
Ninguno, que yo sepa, respondiera,
tampoco de ignorarme se jactara.

La vida me he pasado preguntando,
presiento que hasta hoy nadie me ha oído,
con fuerza y sin cesar y al mazo dando.
No puedo ya ocultar, me estoy cansando
que siento como un niño desvalido.

La sed que yo tuviera no he saciado,
la duda en que he sembrado he recogido,
es falsa la moneda en que he cobrado.
A veces siento haberme equivocado,
si insisten ya me hubieran convencido.

Pues nunca yo pequé de inapetente,
no creo que ande libre de pecado.
Me pasa lo que ocurre a mucha gente
que impide que le lleve la corriente
y ve que con la iglesia hemos topado.

Mas hoy la angustia embarga, me atormenta,
me trae a mal traer. Y es que insistente
repite en que vivir no trae a cuenta.
Hay veces que me canta las cuarenta,
me quiere deslizar por la pendiente.

Ya sé, soy poca cosa, no soy nada,
no debo subrogarme algún derecho
y aun menos el derecho de pernada.
Mas nunca he de admitir que a lo hecho pecho
y aun menos ser borrego en la manada.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Josep Palau i Fabre

Cuello de dama

Un cuello arqueado, terso,
acucia mi deseo
de abrirle una ancha boca
con mi estilete, hendiendo.

* * *

El primer amor

Estoy enamorado de mi primer amor.
Fieles al corazón, los ojos, su imagen ha tatuado.
Las lluvias del invierno a ella me han llevado:
bello abrigo nocturno en pleno resplandor.

* * *

Pierna desnuda

Quisiera destejer
tu epidermis de seda
para hacerme un cobijo
de ensueño, en noche fría.

* * *

Pierna vestida

La seda junto a ti,
araña mis diez dedos,
que se abren, desvelados,
para adorar su dueño.
De «Poemas del alquimista»
Galaxia Gutemberg 2002

2. Dibuja el agua
caricias en la orilla.
El sueño fina,
retrocede a su origen.
La vida es ya la vida.

* * *

4. ¡Cu-cú! ¡Cu-cú!
Solamente dos notas
y todo a punto.

* * *

5. Melancolía
hila una seda fina,
llanto de amiga,
y teje, en mis adentros,
velos de muselina.

* * *

6. Pasa tus dedos
por las sedas del lago.
Es ella, sí,
tan cercana al Ensueño,
Madama Fantasía.

* * *

8. La dulce amiga
mecida está en el sueño
que la dormía.

* * *

9. …Un corazón
lo tengo todavía.
Corazón con su llanto
y su alegría.
Corazón, demasía.

La mujer

Cuántas mujeres duermen
en mis versos, ah,
para siempre…

* * *

Misiva

Te escribo palabras de fuego con lápiz rojo.
Si te hablo del beso es ya besarte un poco.

Barcelona, 1940

* * *

Nocturno

He luchado contra el alba.
El alba me ha repelido
y en ella me he dormido.

* * *

Piedra

A Xavier Zubiri

Dura como agua dura.
Raíz es de sí misma.
En éxtasis perenne
la piedra perpetúa
la piedra, imagen pura,
y la idea de piedra
se nos torna madura.

1942

* * *

Poeta-Narciso

Verso: sé tú mi igual.
Me veo en ti si tú me ves.
¿Somos dos voces a la vez?
¿Pero cuál es de quién? ¿Cuál?

* * *

Retrato

El más fino fango
del paraíso
helo ante mí.

A mí me place
sentirla así,
como un cojín
para mirarla.

Y nada más,
salvo algún beso,
o algún desmán.

7 de diciembre de 1941

Despedida

Ya no sé escribir, ya no sé escribir más.
La tinta me embadurna los dedos, las venas…
-en el papel dejé toda mi sangre.

¿Dónde decir, dónde dejar dicho, dónde inscribir
la pulpa del áureo fruto sino en el fruto,
la tempestad en la sangre sino en la sangre,
el árbol y el viento sino en el viento de un árbol?
¿Dónde podré decir la muerte sino en mi muerte,
muriéndome?
Lo demás son palabras…
Ya no sabré escribir nada mejor.
Demasiado cerca de la vida vivo.
Las palabras se me mueren adentro
y yo vivo en las cosas.

París, 6 de mayo de 1946

El imposible

Si fueses espíritu, amor, yo te amaría.
Abrázame fuerte, que tus brazos son débiles,
no llegan a mi cuerpo, tan recóndito en mí,
y mis brazos son débiles para atraerte allí.

Si pudiera tan sólo amarte, amor, yo te amaría.
Fueses rostro y fuese yo rostro, tan sólo,
podríamos adoramos el uno al otro,
dejar tus labios y besar tu sonrisa,
mirarme en tu mirada para hallar mejor vida.

Fueses reposo y sueño y ensueño que abriga,
serías para siempre, amor, mi única amiga.

Lorelei

La música del agua
como blanca mujer.
¿Por qué mi barca ahora
surca tales parajes?
No existe madrugada
en mí, ni aire bastante
para hacerme liviana
esta canción extraña.

Lullaby

Duérmete, corazón mío, duerme.

Llora, si quieres, un poco,
que yo estoy a tu lado.
No tengas miedo. Olvida.
Cierra los ojos a medida
que yo los cierre. Vente.
Medita, corazón mío, niño,
con aquel meditar de lluvia fina
de las postrimerías.
El sueño te reclama. Vente.

Duérmete, corazón mío, duerme.

Sombra de Ana

A Blanca

Pasa tu mano por mis cabellos, Ana,
pasa tu mano.
Seré un muchacho a tus consejos, Ana,
un anciano.
Mira la nieve teñir mi frente, Ana
-los desengaños.
Vivir me pesa en este mundo, Ana,
tengo mil años.
La llama viva que me consume, Ana,
no me da tregua.
Y nada veo porque soy luz, Ana,
vivo sin cuerpo.
Pasa tu mano por mis cabellos, Ana,
pasa tu mano,
sin decir nada dame consejos, ya,
que estoy cansado.

Soneto intrauterino

Desde tu mal, desde tus entrañas, desde tus lágrimas, quiero ser
una voz -germinal.
Pensarte desde ti, desde tu centro decirte, desde la flor suprema de tus ojos.
Quiero en ti desnacer. Todo hombre quiere desnacer en un amor, una entraña.
Hazme más y más pequeño, hasta que yo sea polvo estremecido, polen de tu vientre.

Triunfo de alta locura

A Joan Perucho

Me yergo en lo más alto de mí mismo
y miro:
y me veo más transparente.
Yo no sabía, no, que el viento
pudiera tener mi cabellera
y gozarse con ello.
Ahora todo instante me enardece
y me lanzo, desde mí,
a cielos, abismos, rutas sin fin.
No tengo tiempo para amar: no tengo el brazo lo bastante largo
-Clara, Bárbara, amigas-
para poderos apresar,
para alcanzar la vida.
Y, para que lo sepáis, aprendo a escribir en prosa
la rosa.

Mi poeta sugerido: Juan Luis Panero:
Mi poema: TUMBADO A VER QUÉ PASA

MI POEMA... de medio pelo

 

(A don Manuel Alcántara)

Permite que te diga don Manuel,
espero mi osadía no te ofenda
que aquí gozar del don nunca es prebenda,
te tengo en un altar. Y en mi anaquel.

Que ocupas un espacio preferente,
allí donde tú estás yo me arrebujo,
pues llevas de tu Málaga el embrujo
unido a ese gracejo reluciente.

Y al pan le llamas pan. Y cada día
mimando vas cual mesa a su mantel,
el niño ensimismado al redondel,
y el alma que es alegre a su alegría.

Te ocurre como a mí, que te has perdido,
pues sales a pasear y no te encuentras,
juntando penas, dudas te descentras
e ignoras y preguntas ¿por qué ha sido?

Nos sigues divirtiendo con tu guasa
así como el que mira y nada espera
poniendo la mirilla en tu visera
tumbado con placer a ver qué pasa.
©donaciano bueno

Manuel Alcántara, leerte es un placer

MI POETA SUGERIDO:  Juan Luis Panero

No hay palabras

Tocas un cuerpo, sientes su repetido temblor
bajo tus dedos, el cálido transcurrir de la sangre.
Recorres la estremecida tibieza,
sus corporales sombras, su desvelado resplandor.
No hay palabras. Tocas un cuerpo; un mundo
llena ahora tus manos, empuja su destino.
A través de tu pecho el tiempo pasa,
golpea como un látigo junto a tus labios.
Las horas, un instante se detienen
y arrancas tu pequeña porción de eternidad.
Fueron antes los nombres y las fechas,
la historia clara, lúcida, de dos rostros distantes.
Después, lo que llamas amor, quizá se torne forzada promesa,
levantado muro pretendiendo encerrar,
aquello que únicamente en libertad puede ganarse.
No importa, ahora no importa.
Tocas un cuerpo, en él te hundes,
palpas la vida, real, común. No estás ya solo.
«A través del tiempo» 1968

Noche de San Juan

Anticuado, interrogo las estrellas,
su desnudo, inapelable misterio,
mientras miro las llamas en la playa,
en esta noche cuando empieza el verano.
Lector de Drieu o Pavese, sé también
lo sencillo que puede ser acabar con la historia,
no preguntar ya nada, olvidar para siempre
esta apariencia de tarjeta postal.
Frente a mí, imperturbables, desveladas,
pasan, en silencio, vida y muerte,
evitando, con un rictus cansado,
este fantasma insomne, este papel en blanco,
esta hoguera apagada que perdura.

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche…

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche,
al filo mismo de la madrugada,
tras el telón caído de la euforia y del vino.

Unos ojos parpadean, se abren,
nos miran con su última transparencia
y un instante a nuestro lado
su doloroso transcurrir, su apretado paisaje de ternura
muestran, como un mendigo o un esclavo,
la humillada quietud de su tristeza.

Entonces, cuando no hay una sola palabra que decir,
con la avidez que lleva en sí lo fugitivo,
besar, unirse en la húmeda tibieza,
en empapada, áspero de arcilla de otra boca,
donde nada al fin y todo nos pertenece.

Después, igual que el viento
agitando fugaz unas cortinas
la claridad de la mañana nos muestra,
desvelar un instante en la memoria
aquello que una noche, una mirada,
la destruida posesión de unos labios, nos dio.

Lo que ahora ciego tropieza, resbala
por la gastada pared del corazón,
aferrándose terco hacia la muerte,
desplomándose sordo hacia el olvido.
«A través del tiempo» 1968

Pierre Drieu la Rochelle divaga frente a su muerte

Al final pienso que tenía razón
-todo el absurdo tinglado del poder,
el cuchillo implacable de la inteligencia,
las sórdidas, políticas palabras,
los arañados proyectos imposibles-,
sí, tenía razón ese día. Me acuerdo bien
cuando pensé, echado junto a ella,
que lo único real era una buena puta,
una piel cálida, unos labios silenciosos, unas manos expertas,
en aquel burdel, cerca de Neuilly, al amanecer.
Por eso, porque creo que tenía razón, soy más culpable
-libros, declaraciones, ideas, lealtades,
el secreto de todo, el revés de la nada-,
cuánto tiempo perdido para llegar a esto,
para recordar, ya sin solución, sus largos muslos,
el sabor espeso de su boca, los rozados pezones.
Llegaba una luz gris sobre la cama,
sobre su culo memorable, inmóvil,
sí, tenía razón, aquella puta
cuyo nombre nunca supe o tal vez he olvidado,
el humo de un cigarrillo, eso es todo, yo tenía razón,
y si no la tenía, ¿qué importa ahora?
De «Los trucos de la muerte«

Poemas de 1966 (Londres)

Frágiles, persistentes, tercas, permanecen las palabras escritas,
quién lo hubiera pensado, con su apariencia momentánea y mínima,
su caprichoso existir tan lejos de la realidad
o de lo que entonces como realidad se imponía.
Libros, apuntes, aburridos exámenes de inglés,
facturas que pagar, incomprensibles voces al teléfono
y la lluvia detrás de las cortinas
en aquella solemne habitación alquilada.
Noches de soledad brumosa y otras de enloquecida euforia,
con jarras de cerveza, verdes botellas de ginebra
y los ojos oscuros, con una brasa al fondo,
de Pauletta Ioannides y el dios abandonando a Antonio.
Sombras esfumadas, borrados gestos,
Strangers in the Night, desafinada música nostálgica.
Éramos jóvenes y estábamos de paso en la ciudad enloquecida,
éramos jóvenes y meses después regresaríamos,
lejos de allí, la vida todavía esperaba.
Lo que ocurrió después es fácil de adivinar
y casi veinte años me separan de aquello,
sin embargo, algunas palabras, su amarga y tierna materia,
el cercado mundo que pretendieron retener,
la desolada afirmación de sus sílabas,
aún permanecen, apenas corrompidas por el papel impreso.
Ahora -parece tan raro-, de todo aquel pasado
sólo queda, casi tangible, el recuerdo
de una mesa, alta y estrecha, con cuadernos amontonados
pesados diccionarios y una silla de respaldo duro
en la que alguien, remotamente parecido a mí,
iluminaba con arañadas letras
la sombra detenida de un fantasma.
Y todavía esas mismas palabras,
tantos años después, me repiten
su desvelado y único secreto,
su valeroso testimonio inútil,
frágiles, persistentes, íntimas y tercas
me recuerdan la magia desesperada de la vida.
«Antes de que llegue la noche» 1985

Qué bien lo hemos pasado cariño mío

Terribles son las palabras de los amantes,
aunque estén bañadas de falsa alegría,
cuando llega la desolada hora de la separación.
Fuera la lluvia galopa tercamente
y su eco retumba tras la ventana.
Los poderosos pájaros de la dicha
un breve instante anidaron en sus brazos
y dorados plumajes cubrieron los cabellos
que ahora sudor y hastío sólo guardan.
La estatua que quiso ser eterna
herida de reproches tiembla y cae.
Ya el combate de anhelo ha terminado
y húmedos restos las sábanas acogen.
Hombre y mujer en traje y documento
ceremoniosamente se despiden.
Sus manos por costumbre se enlazan
y banales sonrisas desfiguran sus labios.
Terribles son las palabras de los amantes
cuando llega la desolada hora de la separación.
Esqueletos de amor buscan nuevo refugio
y un jirón de ternura cuelga del viejo y gris perchero.
«A través del tiempo» 1968

Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte…

Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte,
la memoria que borra y desfigura
y la sombra de la muerte que aguarda.
Sólo fantasmales recuerdos y la nada
se reparten tu herencia sin destino.
Después de sucios tratos y mentiras,
de gestos a destiempo y de palabras
-irreales palabras ilusorias-,
sólo un testamento de ceniza
que el viento mueve, esparce y desordena.

A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno

Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
«Los trucos de la muerte» 1975

Acerca del incesto

(Recordatorio de Georg Trakl)

Buscó los labios de su hermana,
sus dientes, con irritante terquedad,
un ligero temblor, un breve escalofrío,
entrechocaban -quizá fuera la droga-
y su figura fue borrándose, disuelta
en la penumbra familiar del cuarto.
Años después,
golpeaban a lo lejos los cañones,
sobre sus sábanas de loco vio alzarse un cuerpo,
su húmedo olor, la longitud del tacto.
Buscó, sin dedos, la boca deseada,
la carne herida del amor y el delirio,
la claridad oscura de la cocaína,
sus ojos y aquellos ojos y algo más.
Besó sus labios en sus propios labios
y sintió arder la sal de su saliva.
Lejos, muy lejos, terriblemente lejos,
una mujer aullaba en el último espasmo.
Con asombro, la muerte dio constancia
de algo que jamás pudo imaginarse:
un estertor sin ruegos y sin llanto,
la agonía de un muerto, el terror de la vida.
«Los trucos de la muerte» 1975

Mi poeta sugerido: Lorenzo Oliván:
Mi poema: SUFRIR, ESO ES DUDAR

MI POEMA... de medio pelo

 

La duda me corroe, me atosiga,
la duda me convierte en un lamento,
la duda no abandona ni un momento,
no tiene compasión, dice que siga,
la duda es mi tormento.

La duda semejante es al suplicio
te sigue a todas partes con su sombra,
se esconde si ha lugar bajo la alfombra,
y te hace vacilar, saca de quicio,
mejor es ni se nombra.

La duda se refleja en el espejo,
así la misma duda no quisiera
buscando explicación a lo que viera.
No sirve la razón ni algún consejo
que es una puñetera.

Mejor será tal vez no preguntarse,
pensar en que debieras no pensar,
andar entre las nubes, caminar
paciencia y sumisión y no apurarse,
sufrir, eso es dudar.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Lorenzo Oliván

Ausencia

Tu ausencia llena todo
el espacio que tú y yo compartíamos.
Se hace dueña del aire, se introduce
en el último hueco de la casa,
impregna cada prenda.
De repente
fija sus hondos ojos sobre mí,
y tras verter en mi interior el peso
de tanta soledad irremediable,
acabo siendo todo yo tan sólo
ausencia. Sólo ausencia.
Puntos de fuga 1996-2000

Bancos de arena

¿De dónde hemos salido tantos muertos
con este falso aspecto de turistas?
Un reluciente sol,
con un brillo de plástico,
incongruente en medio del invierno implacable,
se ha sumado a la farsa
y prodiga una luz que no calienta.

Todos nos contemplamos
con asombro. ¿Qué diablos ha podido
hacer que los variados cursos de nuestras vidas
confluyan hoy aquí, en un remoto,
perdido, frío y gris embarcadero?

Mientras llega la hora
de partir, ocultamos la creciente
extrañeza, exhibiendo
cierto interés -que es falso-
por las tiendas fantasmas de la orilla
llenas de baratijas: regalos para muertos,
que confirman que todo es espectral
en tan yerto escenario.

Por fin, un hombre, casi sin rostro, extiende
la pasarela y, mecánicamente, vamos subiendo al barco,
que ha de llevarnos río
abajo, hasta su desembocadura.

Una voz oficiante explica en alto
las maravillas -que nadie contempla-
de tan desoladora travesía
entre Iodos y barros.
Corriente arriba, sí, alguien exclama,
mirad, allá a lo lejos, pasa un pájaro.

El motor agoniza
lo mismo que las aguas. Las riberas
muestran sólo hierbajos, pajas, juncos.

A la vuelta del último meandro,
de pronto, el mar,
de frente.
Y esa voz, que nos habla del peligro
de que queden varadas nuestras vidas
en sus bancos de arena.
Puntos de fuga 1996-2000

Centro

Tocar tu mano y no sentir el hueso
frío que desde dentro ahora la mueve,
sólo la piel caliente, el roce leve
de una carne hecha espíritu, sin peso;
morder luego tus labios, y en el beso
quitarle al cráneo que hay detrás relieve,
y a la nuca dureza, y que la breve
vida parezca eterna en el proceso.
Cerrarte en un paréntesis de brazos
donde no cabe el mundo, ver que rota
mi ser alrededor de tus caderas,
romper con lo exterior todos los lazos,
y entrar en una realidad ignota,
que es sólo un centro en donde no hay afueras.
Puntos de fuga 1996-2000

El paisaje interior

La oscuridad te hace
mirar siempre hacia dentro,
hacia un dentro sin fondo
que se abre en uno mismo.

Quizás por eso sueñas
que caes y nunca acabas
de llegar al final
de tan hondo vacío.
Puntos de fuga 1996-2000

El puro discurrir

Córtate con el filo
de un verso que se impone, extiende el brazo
y deja poco a poco que mane así el poema,
sangre que llama a sangre, agua que fluye
desde siempre y que brota ahora en tu piel.
Los pájaros, los pájaros, en círculos
girando por tu frente inmemoriales.
¿No se buscan las llamas entre llamas
con anhelantes gestos de llegar
a mirar por encima de sí mismas?
¿no les basta a los vientos con moverse
para nacerse y ser?
Oh, puro discurrir ensimismado,
oh, plenitud en curso y sin razón,
que sólo en suceder cifra su sino,
y no se ve pasar y así no muere.
Puntos de fuga 1996-2000

Imagen de tus manos

Hay manos que acarician
y casi casi ven.

Ven y acaríciame y haz que yo sea
la imagen que de mí tienen tus manos.
Puntos de fuga 1996-2000

Insomnio

Te has tendido de bruces en la cama deshecha,
y en el mapa impreciso de las sábanas blancas,
en el muro caído que frente a ti tenías
has buscado un camino, has buscado una puerta
que te llevara, al fin, a un descansado sueño.
Pero no había puerta ni camino y has dado
tantas vueltas en vano, que te has sentido dentro
del peor laberinto -del que ya hablara Borges-
y te has visto arrastrándote como por un desierto.
Extraños buitres negros describían sus círculos
en el cielo incendiado de tu agitada mente
bajo el sol obsesivo de un solo pensamiento.
Sudabas y las sábanas se pegaban a ti
igual que arena. Así toda la noche. Y siempre
el sueño -tu espejismo, tu oasis- a lo lejos.
Puntos de fuga 1996-2000

La negra losa de la noche inmensa

La dilatada noche
parece estar clavada,
por temblorosos astros
en el techo del cielo.

Aguzando el oído
interior, uno escucha
chirriar a esas luces
casi casi metálicas.

Ya no resisten más. Imaginando
sin duda su caída,
un vértigo creciente
las tiene justo al borde
o del llanto o del grito.

El mundo a punto está de ser tan sólo
la fosa de unos astros agotados,
que ha de sellar, rotunda y para siempre,
la negra losa de la noche inmensa.
Puntos de fuga 1996-2000

La trama

Hay días en que abro
los ojos y pareces
la simple proyección
de la luz que da en ti.
Eres esa película
de misterio en que haces
el papel de otra tú
que me tiene intrigado.
Y no hay mejor actriz
metida en otra piel
ni mejor argumento
que verte así, dormida.
Apenas si te mueves,
o no te mueves nada,
pero todo sucede
con un fatal designio.
Qué vértigo de imágenes
vagamente intuidas
temblorosas refulgen
un instante en tu piel.
¿Quién es aquella huyendo
por detrás de tus párpados?
¿a qué da esa ventana?
¿qué objeto allí destella?
Tenso, expectante, absorto,
ato cabos y pistas
intrigado en saber
el final de la trama.
Te despiertas, entonces,
perezosa y preguntas
con perfecta inocencia
un sencillo: «¿Qué miras?»

Se ha cometido un crimen
y tú eres, a la vez,
el escenario, el cuerpo
y quien esconde el arma.
Puntos de fuga 1996-2000

Manos

Miras la palma abierta de tus manos.
¿Qué te dicen? ¿Realmente son tuyas?
¿No te interrogan al interrogarlas?
¿No te miran, extrañas, si las miras?
Mueves, mueven, un poco, tus, sus dedos
haciéndote no sabes qué señales,
como si pretendieran desvelar
sobre ti mismo algún oscuro enigma.
Hay en sus huellas más signos escritos
que en los libros del mundo. Te dan vértigo
sus trazos superpuestos, ese afán
por dar perfil a cosas imprecisas.
Qué tormentas calladas, qué relámpagos
quietos, qué seca lluvia, qué raíces
sin flor, qué blandas piedras, qué mirar
sin hondos ojos, qué simas sin simas.
¿Dónde te llevan? ¿Hacia qué lejano
tiempo de qué principio va tu mente?
¿A quién heriste, asesinaste, amaste
en qué otra piel? ¿De quién sois, manos mías?
Puntos de fuga 1996-2000

Nudo

Cuando duermes, tu aliento
es el único signo
que te queda de vida.

Con qué fuerza te ata
al mundo un soplo de aire.
Puntos de fuga 1996-2000

Paisaje tras la piedra

Tú levanta la piedra por si acaso,
por más que sea gris, opaca, plana,
y se aferre a un pedazo
limitado de tierra.
Por si acaso, levántala.
Los días
remotos en que el mundo
se te ofrecía igual que una naranja
te enseñaron que a veces hay detrás
un paisaje imprevisto.
Ciudades diminutas en relieve,
laberintos de calles,
casas de extraños seres de tinieblas,
de la lombriz, del grillo, de la araña…
Si hay suerte, en blanco y negro, la película
vertiginosa de algún hormiguero,
siempre la misma y siempre diferente.
Puntos de fuga 1996-2000

Piedra

La piedra, quieta,
callada, ocupa siempre
con violencia un espacio.

Con la fija obsesión
de no dejarlo.
Puntos de fuga 1996-2000

Presa fácil

Tu sueño forma un quieto remolino
que absorbe lo que cae en su constante
girar sobre sí mismo y lo conduce al centro
de su propia espiral vertiginosa.
Sobre la superficie de tu cuerpo
dormido, hay un abismo a flor de piel.
Eres materia, forma resaltada,
pero, a la vez, lejos de ti te ahondas.
Así te quiero, intensa cifra oscura
de ese misterio que te sobrepasa,
imagen fiel de la contradicción,
aire y plomada, horizonte y roca.
Detrás, detrás del indefenso aspecto
de tu belleza hay el mayor peligro
al que unos ojos pueden asomarse:
pareces presa fácil, cazadora.
Ya he caído en tu trampa, sobre el borde
del mirador que eres, sólo veo
tu vértigo, los círculos que trazas
en tomo a mí, tus envolventes órbitas.
Puntos de fuga 1996-2000

Saber morir

El sol se va
olvidando, olvidando
de sí mismo y, de pronto,
anochece.
Qué bien saben morir
algunas cosas que ya estaban muertas.
Puntos de fuga 1996-2000

Teseo en el laberinto

Dentro del aparente
sinsentido de calles
que enmarañan mis pasos indecisos,
permanezco ligado
todavía a la externa realidad
por un fino, invisible, leve hilo.

¿O he de decir, mejor,
que la oscura, huidiza irrealidad
me conduce a su antojo en su guarida,
y envuelve mi destino
con su tela de araña más sutil?

Ariadna, no me obligues
a matar el misterio. Si lo hago
y regreso a tu lado, victorioso,
¿qué quedará de ti?
¿qué quedará de mí?
Puntos de fuga 1996-2000

Tren en la mitad de la noche

A Eva y Rodolfo

Tendido en la litera
estrecha de este tren, como en un nicho,
atraviesas la noche ignorada de Francia.

Del paisaje de fuera nada sabes.
No sabes si te adentras en bosques que te acosan
con sus ramas o en playas que se entregan,
si cruzas por pantano o tierra fértil.
Y apenas si conoces un cúmulo de datos imprecisos
de la extraña ciudad inabarcable
a la que te diriges.

Temeroso ante tanta realidad
desconocida, el sueño
es meta que no alcanzas.

Sin embargo, tu sangre
va asimilando poco
a poco la andadura
del tren: sus balanceos
repentinos te muestran
con qué decisión pasa, atropellándolos,
sobre todos los miedos, dudas e incertidumbres
que en mitad de la noche
cruzan su corazón.

Pasa así tú también sobre tu angustia,
que tu latir sea el latir del tren,
a su ritmo resbala
en el limo del sueño,
y que mañana el alba
te sorprenda en París.
Con todos tus sentidos bien despiertos,
que te sorprenda el alba de París.

Mi poeta sugerido: Carlos Edmundo de Ory:
Mi poema: HABLEMOS CON FRANQUEZA

MI POEMA... de medio pelo

 

Hablemos con franqueza, ¿qué es la vida?
Pongamos que hay alguno que lo sabe,
que sale a discernir en la partida
y a dar su explicación antes que acabe.

Pongamos que hay un tipo inteligente
que sepa lo que a mi se me ha negado
y que hace a mi existencia inconsistente
pues dios a mi esas luces no me ha dado.

Quisiera todos sepan que he buscado
el arte de la vida con ahínco,
haciendo un malabar, pegando un brinco
y debo de admitir que he fracasado.

Y sigo discutiendo y en mis trece
a cuestas con mis memes y mis dudas,
a ratos comportando como un Judas
que intenta comprender lo que acontece.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Carlos Edmundo de Ory

A ti la que me inspira obedezco y deseo…

A ti la que me inspira obedezco y deseo
a tu invisible huir y tu errante venir
hacia la honda cuna del ritmo tú me llamas
trayéndome la concha de la profundidad.

Son sin fin son sin fin los diluvios caídos
corazones que a tiempo probaron su fragancia
aquí están todavía las palabras perdidas
y yo compongo un verso de saber y perdón.

Amo a una mujer de larga cabellera…

Amo a una mujer de larga cabellera
como en un lago me hundo en su rostro suave
en su vientre mi frente boga con lentitud
palpo muerdo acaricio volúmenes sedosos
Registro cavidades me esponjo de su zumo
mujer pantano mío araña tenebrosa
laberinto infinito tambor palacio extraño
eres mi hermana única de olvido y abandono
tus pechos y tus nalgas de dobles montes gemelos
me brindan la blancura de paloma gigante
el amor que nos damos es de noche en la noche
en rotundas crudezas la cama nos reúne
se levantan columnas de olor y de respiros

Trituro masco sorbo me despeño
el deseo florece entre tumbas abiertas
tumbas de besos bocas o moluscos
estoy volando enfermo de venenos
reinando en tus membranas errante y enviciado
nada termina nada empieza todo es triunfo
de la ternura custodiada de silencio
El pensamiento ha huido de nosotros
Se juntan nuestras manos como piedras felices
Está la mente quieta como inmóvil palmípedo
las horas se derriten los minutos se agotan
no existe nada más que agonía y placer

Placer tu cara no habla sino que va a caballo
sobre un mundo de nubes en la cueva del ser
Somos mudos no estamos en la vida ridícula
Hemos llegado a ser terribles y divinos
Fabricantes secretos de miel en abundancia
Se oyen los gemidos de la carne incansable
En un instante oí la mitad de mi nombre
saliendo repentino e tus dientes unidos
En la luz puede ver la expresión de tu faz
que parecías otra mujer en aquel éxtasis

La oscuridad me pone furioso no te veo
No encuentro tu cabeza y no sé lo que toco
Cuatro manos se van con sus dueño dormidos
y lejos de ellas vagan también los cuatro pies
Ya no hay dueños no hay más que suspenso y vacío
El barco del placer encalla en alta mar
¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Quién eres?

Para siempre abandono este interrogatorio
Ebrio hechizado loco a las puertas del morbo
grandiosa la pasión espero el turno fálico

De nuevo en una habitación estamos juntos
Desnudos estupendos cómplices de la Muerte.

Cuadro de mi alma

Ata siempre que puedas la gran oscuridad
a esta pequeña luz de acuario. Y si resbala
moja tus labios de muriente oro
que un vasto astro cansa. ¿Qué más quieres
¡oh asomado! si medras entre manchas
hacia las gemas de los muertos?

¡Valgo más que en el limbo! Ladina luna,
sin excepción tu lumbre arde en mi espalda.
¿Qué otra mentira urde un fuego enhiesto
desde mis pies que lisonjea el mundo?
¿Y hasta dónde ese fuego amarillento?

Siga, siga la arena cansándome este vicio
de huir del instrumento de la mente.
No se detiene este sabor de antro.
¿Qué se han hecho los altos abuelos de la dicha?
Eternamente irradia un son de vida.

Me abandonan los hechos sobre el desierto pico
de una roca no exenta de materia. Felices
los sabios peces cerca de nosotros.

Sienta bien a mi alma el mar eterno.
¡Y tú no ves la actividad creciente de estas nube!
Entúrbianme los ojos las tristes lejanías.
Aquí estoy. Un vigoroso espíritu me invita.
La zozobra me impulsa a la quietud
y el orbe oscuro rehabilita mi ánimo.

¡Pasión, cruza los brazos! Está trtanquilo.
Los eminentes coros me rodean.
Un eje invicto mi presencia guía.
¡No te mueva ni aun la salvación!

Dame

Dame algo más que silencio o dulzura
Algo que tengas y no sepas
No quiero regalos exquisitos
Dame una piedra

No te quedes quieto mirándome
como si quisieras decirme
que hay demasiadas cosas mudas
debajo de lo que se dice

Dame algo lento y delgado
como un cuchillo por la espalda
Y si no tienes nada que darme
¡dame todo lo que te falta!

Denise

Cuando pongo mis manos de metal
mis manos primitivas sin destreza
en tu pelo abundante donde empieza
tu cuerpo que respira amor mortal.

Cuando tocan mis dedos tu total
altura de los pies a la cabeza
sin que me tiemble el pulso, amo la pieza
maravillosa de tu ser camal.

Y entonces de quietud y roce puro
tu mirada me vence, llena de aguas
y tu silencio femenino me arde.

De repente de acción me transfiguro
desciendo mi contacto a tus enaguas
y te desnudo y te amo y se hace tarde.

Descripción de mi esposa

Ella es mi escarabajo sagrado
Ella es mi cripta de amatista
Ella es mi ciudadela lacustre
Ella es mi palomar de silencio
Ella es mi tapia de jazmines
Ella es mi langosta de oro
Ella es mi kiosko de música
Ella es mi lecho de malaquita
Ella es mi medusa dorada
Ella es mi caracol de seda
Ella es mi cuarto de ranúnculos
Ella es mi topacio amarillo
ella es mi Anadiómena marina
Ella es mi Ageronia atlantis
Ella es mi puerta de oricalco
Ella es mi palanquín de hojas
Ella es mi postre de ciruelas
Ella es mi pentagrama de sangre
Ella es mi oráculo de besos
Ella es mi estrella boreal.

Dulzura colosal

Dulce mi miel de besos siemprevivos
Alma de almíbar y manosusurros
Te amoro terriblesco de gozo fugitivo
Todo se acaba y somos melarquía
Nos amamos nos manos nos imamos
Másmás en la lactancia ambrosíaca
drogadictos de mostos suculentos
Seres labiales ningún otro opio
no nos satisfará la boca calda
De «Miserable ternura»

El mundo es viejo danza vieja…

El mundo es viejo danza vieja
y el fiero pecador de alma y cabellos
puro entiende la noche
Todas las aves cantan
secretas en la antigua lejanía

Flores blancas y rojas
Separado del hombre el amor
Las celestes columnas
como un sublime aroma
como un tesoro purifica
la enconada mejilla

La rama oscila solitaria
Remos áureos magníficos
furtivos frutos son las nubes

Desde años hace no conozco nada
fuera del mundo huellas deposito
sin dejar rastro nuevas
embisten las guadañas

Y me limito herido por el ocio
hundir mis miembros
en el espacio y en la llama.

En un café

He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste más triste que un tintero
Triste no soy o si lo soy no sé
la maldita razón porque no quiero

He vuelto ahora sin saber por qué
a estar triste en las calles de mi raza
He vuelto a estar más triste que un quinqué
más triste que una taza

Estoy sentado ahora en un café
y mi alma late late
de sed de no sé qué
tal vez de chocolate

No quiero esta tristeza medular
que nos da un golpe traidor en una tarde
Pide cerveza y basta de pensar
El cerebro está oscuro cuando arde.

Ensedada en mis besos lagartijas…

Ensedada en mis besos lagartijas
te oigo mugir mujer
Acostados estamos en la cama
del hospital de la dulzura
Gangrenado de amor
chupo tu joya.

Eros tremendum

En la noche del sexo busco luz
y encuentro más y más oscuridad
mi cuerpo es sacro y sacrifica edad
sin tiempo sobre el tuyo cruz con cruz.

Subo y bajo y gravito mi testuz
cae sobre el muro de tu atroz ciudad
sin puertas donde al fin me da mitad
de entrada a la tiniebla un tragaluz.

Mantel mi espalda cubre los manjares
mis brazos y mis piernas son a pares
con los tuyos en forma de escorpión.

Las dos manzanas mi contacto deja
y duerme como un vaso en la bandeja
de tu vientre mi enorme corazón.

Escribir con una espada

Acariciar sin tener manos.
Encontrar pedazos de luna en los bolsillos.
Comprar una playa con gritos.
Ir al infierno a ver un amigo.
Enviar una mano a su amada.

Estar contigo es un vocablo insólito…

Estar contigo es un vocablo insólito
y el día que se rompa en pedacitos
el enorme silencio del olvido
será un eco anacrónico en mis noches

Alejanado de tu hechura a tientas
repitiendo sintigo en mi destierro
ya no cultivaré la corteza uniforme
de una estrella en la punta de mis dedos

Eres tan espantosamente joven
que estar contigo es un regalo loco
De «Miserable ternura»

Hipérbole del amoroso

Te amo tanto que duermo con los ojos abiertos.
Te amo tanto que hablo con los árboles.
Te amo tanto que como ruiseñores.
Te amo tanto que lloro joyas de oro.
Te amo tanto que mi alma tiene trenzas.
Te amo tanto que me olvido del mar.
Te amo tanto que las arañas me sonríen.
Te amo tanto que soy una jirafa.
Te amo tanto que a Dios telefoneo.
Te amo tanto que acabo de nacer.

Hypocite lecteur

Abre hermano la puerta de este libro
alza la tapa de este baúl
que tienes cerca de tu mano morfinómana.

Suspira con educación
quita la mano de la oreja
lee despacio mi alud de cuentos de hadas
que has abierto un baúl de hechicería.

Respira en la pocilga de mi música
los violines en polvo
llora conmigo al recitar mis penas
mis cadenas mis venas mis antenas

mis pañuelos planchados con mis pies
y sabrás por qué soy el poeta sin sueldo
dejado en la frontera con una lavativa.

Invierno

Sólo se oye la lluvia
Cómo besa
Con sus bocas sedientas
Los ojos de la tierra

¡Sólo se oye la lluvia
Como una extraña queja!

Silencio tú te mojas

Las cinco vocales de la recién nacida

A E(va) i/o u(va)
nacida como perla de una concha de mar
y/o in cellam vinariam del amor
hija de dos hijos hoja de cuatro ojos
la tercera viviente de empinada terraza
cerca del aire y cerca del calor
entre noches de estrellas y días de batallas
en medio de un binomio de ternuras nativas
durmiente terrenal acunada por ritmos
de versos y temblores y roces fraternales
has entrado en las palmas cálidas de unas manos
manantiales ¡te estoy viendo mamar!

Mi poeta sugerido: Vicente Núñez Casado:
Mi poema: ¡SIN COMPASIÓN!

MI POEMA… de medio pelo

 

Es mala, es muy constante, me persigue,
no tiene compasión, no le da pena,
me tiene sometido a su condena
y agobia al insistirme que me cuide.

Y así que me descuide me machaca,
me trata cual si fuera una cualquiera,
soy reo prisionero en una hoguera,
borracho de un temor y su resaca.

Por mucho que le grite no abandona,
a veces con bajar va y me amenaza,
no puedo penetrar en su coraza,
si tengo algún despiste me sanciona.

No puedo comprender nunca me escuche
entiendo que yo soy muy poca cosa,
¡maldita siempre sea la glucosa!
se niega a abandonarme aunque me duche.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Vicente Núñez Casado

Carta de una dama

He pensado a menudo en un verso de Eliot;
aquel en que una dama persuasiva y ajada
sirve el té a sus amigos entre efímeras lilas.

Yo la hubiese querido porque, igual que la suya,
mi vida es una inútil e inacabable espera.
Pero he aquí que es tarde, y ella murió hace tiempo,
y de una vieja carta banalmente perfecta
su recuerdo difunde perenne y raro aroma.

«Londres, mil novecientos siete. Querido amigo:
Siempre estuve segura, lo sabes, de que un día…
Mas trata de excusarme si divago; es invierno
y no ignoras cuán poco me ocupo de mí misma.
Te espero. Los enebros han crecido y las tardes
culminan hacia el río y los rojos islotes.
Soy triste y, si no llegas, un tema de suspiros
hundirá al gabinete, de un raso ajedrezado,
en el inmundo estiércol del tedio y la derrota.
Para ti habrá una torre, un jardín afligido
y unas campanas graves húmedas de armonía;
y no habrá té ni libros ni amigos ni advertencias,
pues yo no seré joven ni querré que te vayas…»

Y esta dama de Eliot, tan dúctil y serena,
se habrá desvanecido también entre las lilas,
y el banderín siniestro del suicidio ardería
un instante en la estancia con su opaco alarido.

La Despedida

Al volver de las rocas, donde sopla la brisa
y estrella el mar el agrio navío de su aroma,
la prolongada queja de un tren lejano abate
mi corazón rendido de pañuelos y adioses.
Y si amo el instante que de ti me separa
y cedo a la delicia de su ingrata hermosura,
que expirará mañana entre humo y abrazos;
si de nuevo renuncio a quedarme contigo
en la vida que oprimen con su broche los días
y convierte al amor en una estatuilla
de sal que se derrumba en un jardín estéril;
si elijo el gallardete de la pena, y el mundo
continúa lo mismo de bello porque es triste
con sus nubes sombrías y sus húmedos bosques,
es sólo porque debo perderme totalmente
y arrojar la amargura tan dentro de mí mismo
que por ella, algún día, sepa al fin que he vivido.

Otoño

¿Y cómo te diré, amor, que ya es otoño
desde esta lejanía que hace bello al deseo,
si la lluvia que moja mis hombros es lo mismo
que todos los recuerdos dulces y las promesas,
y las nubes tan grises no son como tus ojos?

¿Qué tristeza que sabe a una antigua alegría
tiene el parque alfombrado de crujientes serojas,
si tú vives lejísimos y mi vida no tiene,
cual las oblicuas tubas de los talados árboles.
otro destino ahora que la desnuda espera?

¿Es algo quizás nuevo o es solamente el tiempo
que otra vez de improviso vierte sus caravanas
de humedades y olores de papeles y tierras,
de viejos palomares y de tejas oscuras,
el tiempo que regresa como un joven desnudo,
mojado y casi ebrio de un viaje larguísimo?

Pero yo sólo sé, amor, que ya es otoño,
que tu recuerdo este día triste me empuja
al final de los parques donde estuvimos juntos,
los parques de otras tardes claras en que el perfume
de los tilos en flor era igual que un abrazo,
y una caja de música morada las Descalzas,
cuando los barrenderos lentamente volvían.

Y también sé, amor mío, que desde mi tristeza
vanas serán las rosas que prepara la tierra,
que nunca la melisa silvestre volveremos
a coger por las lomas leves de los ejidos,
que indiferente a este pecho que se me muere
sus flores el ciclamen volverá a dar tan bellas.

Y por eso, quisiera expirar junto a esas
húmedas avenidas de alerces solitarios,
porque una vez jugamos donde una fuente ahora
con la ilusión de mayo contentísima gime.

Aria triste

Homenaje a J. R. J.
Meeting at night

Antes de que se cierre la cancela y el faro
rasgue con su guadaña el estor de la tarde,
hay un jazmín sombrío que aguarda unas pisadas
entre la celosía otoñal de una cita.

Los muchachos que vuelven de la playa, la ronda
última de los novios que atenúa la niebla,
la red de los silencios y su copo doliente
rozan por un instante esa amarga clausura.

Pasan como vencidos del rigor de los besos,
tú que esperaste en vano de una noche a otra noche,
y dejan en la agreste baranda de la arena
el áspero geranio de un sollozo votivo.

La barca en que un arráez se pierde entre las rocas
es sólo un vago indicio, bajo la luna llena.
Tras el balcón abierto hay un libro, unas flores…
Un timbre casi anuncia la ausencia de sus manos.

Y el amor, que salvaba la verja y los rosales,
lejos de la corola de su ser se evadía;
y en los acantilados su sangre decoraba
la ruda y pavorosa soledad de las olas.

Y una noche, a las doce… La terraza era un friso
de espaldas y organdíes que agitaba la música.
Y el mar siguió vacío, y la playa desierta,
y no se oyeron pasos, y no vino a la cita.

Puesta del sol

En tanto que de rosas
hacemos una piña…
San Juan de la Cruz

La cueva sin nadie que conocía el agua
y las espátulas de pizarra del mar contra las rocas
no eran una música más arriba,
o que provocasen siquiera frente a barcas de palo.
El frío del Altísimo,
tras la solar hoguera de los montes,
un silbido espeso derramó y palpitábamos.
«Ángeles son, y no contadas naves».
Y cuando lo decías,
sin ese esfuerzo que inutiliza el recuerdo,
un pecho tierno me brotó de repente:
ángeles son, dejados a su avío;
en tanto que de gozo se me apiñó la dicha.

Tres poemas

Homenaje a Pablo García Baena

I
Cuan largas, tortuosas, miserables e inútiles
son siempre las congojas del amante obstinado.
Su pensamiento yerra aunque acierte su instinto,
su corazón se aprieta de agresivos venablos
sin objeto, a no serlo de su propio veneno.
Pero es tanta su cómplice alianza con todo,
es tan fuerte su abrazo solitario al hastío
que se inmolan ligeros en fragmentos de gloria,
desnudos, en la hoguera de una pasión sin nombre.
Oh, qué yerta corona de pavesas altivas,
qué confín tan oscuro de heroicas cintas mustias.
Todo se prometía tan risueño, tan dulce…
Fueron tantos aquellos vehementes deseos…
Como raros y ajados estandartes de escarnio
flamean. Son beodos de elegantes maneras,
sordos a la ternura que ya no reconocen.

II
Cuando ayer me pediste que escribiera unos versos
de amor, para regal0 de quien tú tanto amas,
sentí que no debía negarme a tu deseo,
pues con él me brindabas la ocasión, tal vez única
de revelarte todo el que por ti yo escondo.
Y así, cuando en el pecho de tu dulce criatura
mis palabras estallen como encendidas rosas,
yo no estaré del todo ausente a ese perfume.
Yo vibraré un instante tan cerca de vosotros
como de ti lo está, mientras viva, mi alma.

III
Esta hermosa sortija, cuyas piedras un día
fueron entre tus dedos mortecinos jacintos,
hoy me ciñe del vago recuerdo de tu carne,
del intenso y oscuro aroma de tu alma.
Quién, entonces, podía imaginarlo, amor mío:
alma y cuerpo en un solo y unísono destello.

Amarte

Amarte no fue un ramo de rosas en la tarde.
¿Dejarte cualquier día para siempre y no verte…?
Todavía me queda otro infierno más grande.
Esperar a que vuelvas más allá de la muerte.

Antinomia

¡Si a víctima me alzaras
en la cruz de tus brazos…!
Pero yerras y aún vivo
y execro esa victoria

Cántico

El que pasa ignorado por los arcos del mundo.
El que extiende en el suelo su clámide de oro.
El que aspira en el bosque el rumor de la lluvia
y olvida su cuidado debajo de los sauces.
El que besa tus brazos y tiembla y se transforma
a pesar del embate de todo y de sí mismo.
El que a tu sombra gime como trémula gema.
El que pasa, el que extiende, el que aspira y olvida.
El que besa, el que tiembla y se transforma. El que gime.

De la vida

I
Más palabras no engendres en mí, torvas criaturas
que envilecen y editan su métrica satánica.
Yo te amaba y por eso te inventaba besándote.
La vida no era un verso. ¡Y la encontré contigo!

II
Te amaba con locura. De la vida. ¿qué tuve?
Sólo una inmensa pira que ardía inextinguible.
Pero ni la traspuse ni me abrasé con ella.
¿Más allá de nosotros? Fama de la ceniza.

III
Oh límpido y amado don de tus ojos de oro
qie se atribuló mi vida de martirios dulcísimos.
De aquel trance, dos lágrimas hoy sangran resbalando
y doliendo, acosándonos de ternura y de dicha.

Del amor

¡El amor le resbalaba!
Hoy vendo heridas de ayer…
¿Quién es quien amaba, quién?

La limosna

Una noche de invierno, de tantas en la vida,
sintiéndome el más pobre de los pobres del mundo,
me arrojé por las calles en busca de sustento
mientras la lluvia hería mi rostro como un látigo.
Como pude, arrastrándome en aquel torbellino
de vértigo y de frío, logré alcanzar su casa.
Llamé con la ternura que precede a la muerte;
besé, con el helor que en mis labios traía,
aquellos aldabones que yo soñé imposibles.
Salieron a la puerta tus hijos, como rosas
en el trono encendido del hogar que vibraba.
Yo no sé qué limosna pedí ni con qué harapos
quise ocultar mi fiebre, mi amor y mi miseria.
Del fondo de la casa, del fondo de la vida,
sentí su voz decirme, mientras agonizaba
mi corazón: perdone. Por Dios, perdone, hermano.

Libros

En el gabinete de Walter Wartburg

En el frío papiro de turbios editores
volqué yo aquellas ansias de una pasión sin límite.
¿Era eso mi vida? Asco me dio de ella.
Con qué clarividencia sentí que estaba muerto.

Nocturno

¿No fue mía la noche? No era mía. Sus lágrimas
¿no fueron en mi vida murallas como llantos?
¿Qué hacía la hermosura, la burda; allí, qué hacía?
¿No eran mías las lóbregas noches suyas? Ah, nunca
fueron mías. ¿Y aquellos ojos rojos que ardieron
como extáticas lámparas de amor, en la apacible
e infinita tersura de una noche de estío?
Pavesas para tiempo de miseria y memoria.

Ocaso en Poley

Si la tarde no altera la divina hermosura
de tus oscuros ojos fijos en el declive
de la luz que sucumbe. Si no empaña mi alma
la secreta delicia de tus rocas hundidas.
Si nadie nos advierte. Si en nosotros se apaga
toda estéril memoria que amengüe o que diluya
este amor que nos salva más allá de los astros,
no hablemos ya, bien mío. Y arrástrame hacia el hondo
corazón de tus brazos latiendo bajo el cielo.

Razón de amor

Lo que de amor yo supe
lo aprendí desamándote.
Por eso te idolatro
mejor que si te amara.

Somnia

Decías que querías llevarme entre tus manos
-yo besé esa locura, yo la lloré y la quise-,
como a un frágil lucero de amor alucinado;
casta palma y abierta que irradiase en tu noche.
Y vi cómo la alzabas, cómo su luz se erguía
frente a los farallones férreos del mundo, contra
las turbias embestidas de lo oscuro y lo incierto,
ante esa furia cárdena que rugía en tu ergástula…
Pero el mal fue más hondo. No dimos la batalla
por falta de enemigo. Todo está consumado.

Todo en tu amor dolíame

Todo en tu amor dolíame
como un puñal ardiendo;
un revólver sonoro,
una tortura de instrumentos.
Las rosas, el champán…,
-¿te duele?-, el gesto
tuyo, como de alondra
que me abrasaba de tu aliento.
Dispara ya, y abrázame,
que estoy dispuesto
a todo, y se hace tarde
para morir. Soy lento.

Tu sortija

Tu sortija me da mucho frío
amor mío, amor mío, amor mío.
Tu sortija no me da calor;
mío amor, mío amor, mío amor.

Mi poeta sugerido: Serafina Núñez:
Mi poema: EL VIEJO CEMENTERIO

MI POEMA...de medio pelo

 

El viejo cementerio castellano
se muere poco a poco sin remedio,
no tiene quien le llore. Que hoy el tedio
le agarra con tristeza de la mano.

Ya nadie le acompaña, ni el fulano
que hiciera del suicidio un intermedio;
ni el cura le somete ya a su asedio
rezando un buen responso a algún hermano.

Si un día yo me muero, es muy posible,
que cuando vaya a verle ya no exista
o piense es un objeto ya inservible.

No quiero aquí pecar de pesimista
así que alguno insista no es horrible,
prefiero otro lugar como turista.
©donaciano bueno

Comentario: Poco más de trescientos metros son los que separan al viejo cementerio o mejor, camposanto, de la pequeña población. Anclado en la falda de una colina, solo son cuatro paredes de adobe y cuatro cipreses, uno en cada esquina, a los que se accede por un camino de tierra de unos trescientos metros que en invierno y en los días de lluvia se convierte en un barrizal. Una puerta de hierro de la que pende un humilde candado oxidado, da paso al recinto . Pareciera que allí todo duerme el sueño de los justos. A medida que la población ha ido desapareciendo, ley de vida, los yerbajos se han adueñado de las lápidas . Que ahora ya ni los jóvenes le visitan incluso el día de los Santos. Requiescat in pace (R.I.P.) Descanse en paz.

MI POETA SUGERIDO: Serafina Núñez

A un ruiseñor amaneciendo

Dulce señor del reino que enamora
inventando la estatua del desvelo
por el agua sin fin donde ya es vuelo
la partida granada de su aurora.

¿Para la alcoba de qué dios implora
el herido diamante de ese cielo
goteando en tu garganta?…¿Qué alto
tu canto muda en brasa, y fluye y dora,

alba perfecta en música inaudita,
y sostiene las ideas del rocío
y detiene la muerte a su albedrío?

Un ángel en tu voz alza su coro
y en las serenas márgenes habita,
en pura nieve derramado oro.

Canción del tenaz alborozo

Si, bien lo sé,
el tiempo de mi llanto es tan antiguo:
pero los ojos resisten como gemas el fuego
consumiendo la vasta llanura de la tristeza.
Islas de la esperanza se niegan al ardiente conjuro
sin embargo, a veces
ellas parecen aletear en mi sangre.
Sube desde las venas el alborozo de sus seguras selvas,
me inunda el verde de la palabra por nacer,
el tacto de las terrestres cosas
rinde entonces sus frutos de cielo sosegado,
y la orilla del olvido se me entrega
como un rostro distante que retornara dulcemente
a la sorda música de mis miradas.
Torbellino, vorágine,
tumulto de otoños y promesas
devorando los límites del alma.
Puedo en ese instante murmurar: Dios me entiende.
El amor abre sus cien puertas cada mañana
a los huracanes y a los testigos videntes;
el hombre es una ventana
que cada alba encuentra en el alféizar
su sonrisa y su gemido.
Entonces, humildemente ruego;
islas de la esperanza, sed sordas al sollozo
yo soy ahora la de enfrente,
la que pasea por aquella esquina
de pañuelos alegres.
Desde lejos me miran las viejas tinieblas,
mis labios, mis manos, presagios, palabras,
mis temores, las voraces mentiras…
Me miran desde lejos,
se insinúan, me llaman, y yo vuelvo la espalda.
(La de enfrente se pliega en su cifra remota.)
Islas de la esperanza… Las veletas sostienen
las ciudades del mundo,
y claros hombres encienden sus hogueras
en las fronteras de la noche
recuperando el territorio virginal de la canción.
El aire es un tatuaje de luces en mi frente
y el acordado rumor del arroyo y la yerba fina
humedece recónditas gargantas.
Elabora secreta lámpara tu llama para siempre,
apegada a mi pecho siento crecer la vida.

Contemplación

Desde el balcón donde anochezco miro,
devorado por oros y por llamas
de suaves rojos, al poniente esclavo
del exacto vivir, que le sentencia
en preludio de vuelos fatigados,
al eterno escapar en lumbre y lumbre,
abriendo la mansión de la lechuza
de socrático elixir poseída,
cortejado de pinos y responsos.
Hacia donde la noche alza su trono
de profecía y rosas extasiadas
en perenne rocío, sombra en la sombra
de sus soledades.
Tomando cuerpo y liberando el alma.

Estancia de lo eterno

Amor de ti mi alma desdoblada
jadeando tu presencia a hez de hombres,
angustia de tu rostro la ganaba
en rara geometría y rudos cobres.

Polvo cansado por mi sien pasaba
-fechas, palomas, universos, nombres-
y el terrestre cuidado iluminaba
clima a tu reino en soledades pobres.

Amor de ti era sollozo ardiente
mordiendo el fruto de mi triste tarde.
Ahora te sello: ¡Oh huésped diferente!

Tu lluvia me desciende olor temprano,
tierno misterio entre mis venas arde
y es ya tu sombra el único verano.

Hombre y tiempo

El tiempo te vigila, te sorprende, te encarcela, te anula.
Ardemos en su llama como un frágil pabilo intrascendente;
altivo crees vencerlo. Él siempre posee el as de oro;
el reya de la corona nada facilita la derrota.
¡Ay, precarios pueblos de la nieve!
Son la única riqueza de lo eterno, hombre,
eres el fantasma de ti mismo en el instante
y apenas puedes descifrar el preámbulo
donde nacen las aguas de tu existencia.
Estás a tiempo -oyes decir a las comadres.
¿A tiempo para qué, señoras lívidas?
Ni siquiera tiempo para morir por ti dispuesto.
«Él» es el tañedor de los variados
y el de los mágicos y sublimes salmos,
el señor de paroxismos, sorpresas deslumbrantes
o funestas y de tu voluntad,
el poderoso señor de la memoria,
y tú, una gota cayendo, espléndida sonrisa acaso
del inocente sin realeza, que vendió sus juegos de existir
y se refugia en las caídas hojas de su ala
donde lo apresan las redes de lo inerte.

Jazmín de la presencia

Qué dulcísimo asombro de nube o de gacela
encendiendo, apagando, persiguiendo, ondulando,
marea gris-azul, azul-gris, rosa-tibio
clava en el aire ausente el ángel de tu ruego
y destrenza la gracia y dona olas ilesas de asustado misterio
para remos y velas.

¿En qué soplada tierra de huracanes seráficos,
por qué nieves tatuadas en el azul errante,
la inocencia del hombre, su llama imperturbable,
obedientes prodigios, y bestias y relámpagos
transparentes respiran en tu seno abrigado?

Esa comarca del rocío
que algunas veces siento pesar sobre mis párpados.
Novia del coral de ultra-cielo,
Espuma de Dios sonriente,
paloma de mis venas poseída.
Tu frente de girasol en éxtasis
llueve la deslumbrante atmósfera de una playa amorosa
donde todos podemos recoger un consuelo
como tesoros, conchas o astros por la arena.

Tu frente, que avanza provincias
donde el caballo del viento rinde sus azares.
Tu hombro reposado de arpas
para que cada criatura le tome el color a su llanto
y te lo entregue.

Tu piel centelleando de amanecidos misterios.
Tu pecho acantilado del suspiro,
tu celada mejilla donde el ámbar
nutre su cambiante raza fina.
Tus ojos fluyen entre las voces,
resbalan por las plegarias, por los gemidos
como cabellera peinada tiernamente.
Y aquí yo; te pulso alabanzas, convoco:
vengan algas, sirenas, extasiados corales,
tierras de los náufragos entreguen sus tragedias
y la paz desgarrada en húmedos remolinos,
de vacíos crepúsculos.

Vengan risueños elfos y rostros de los dioses
y su haz de tormentas;
miremos a sus manos devolviéndole al oro
la cálida vivencia,
la minúscula rosa que aletea en su cuello
y esa paloma fiel vigilándole el paso.

¡Ay temeroso cristal de mi sosiego!
Avecillas del otoño indeciso
que muere en el confín de la tarde,
sombras de mi sangre y de mi rezo,
flautas vistiendo de dulzura el aire;
vengan a este alborozo.

Yo le miro la espuma, la impalpable azucena,
el talle columpiado de musicales universos
y un hemisferio puro me invade silencioso.

Madrigal de una antigua voz

A Ramón Gainza, amigo

Cuando tu voz se pierda en las veloces
veleidades del aire,
y forme torbellinos de crepúsculos o de quemantes oros,
si todavía escucho,
si todavía al alma le impresionan los sonidos,
recordaré tus tiernas servidumbres,
tus estériles soledades
y el destino de las palabras pronunciadas.
Como si mirara un relicario
donde viviera escondido tu retrato.

Meditación

En la cierta penumbra mi tiempo se diluye
las olas de la vida con su ir y venir
fingen tumultos de espuma;
criaturas opacas me destruyen
el espejo feliz de la esperanza.
Lo más triste encarcela los presagios del tiempo
que arde como un cirio al compás de la sangre.

Nocturno

En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua,
mientras que toda la vida
gira en esferas calladas.

En el sueño de la noche
el sueño toca sus arpas.

En el pozo de la noche
la piel se vuelve de agua:
nadie escucha, nadie entiende,
sólo la vida
como piedra muy lavada.

Poema

Te converso en el claustro de mi sangre,
tú respondes, eres el eco de mi propio ser,
el inaudito, el de las verdes costas infinitas,
el que no anota el tiempo de los otros.
Dibujas parabanes y leyendas,
te mueres por la paz de mis recintos
cuando la noche abre sus penumbras,
sus delicados reinos de fragancia
al destino tenaz de mis asombros.
Yo soy esa mujer que pasa incierta
entre nieblas, palomas y memorias.

Poema de vigilia

Escribo en la noche susurrante y ajena,
en esta calle mía agresiva y ruidosa
como plaza de Roma colmada de peregrinos espectaculares
y comerciantes pregoneros.
-El sueño es un ciervo que huye en lentos espirales-
Escribo en esta noche incitante y extraña;
a mi lado el color feliz de la quimera,
besa mis párpados,
araña las paredes,
penetra los poros,
se pierde en altos cielos…

Escribo en esta noche de inesperados laberintos:
en su penumbra,
como ascuas, espejos vigilándonos,
los rostros de los amados muertos,
los rostros de los vivos,
los innumerables rostros de la vida
y sus variados universos.
Escribo en esta noche lenta, envolvente como una profecía,
en la infinita vigilia de sus astros…
Mis palabras habitan la soledad.

Soneto

Estoy sobre tu sol y tu sonrisa.
Para mi dalia busco luz y canto
en la guitarra tierna de tu brisa
desatada en el pecho con quebranto.

Funda a mi cielo bajo tu divisa
de playa abierta y mariposa, en tanto,
fluye el rumor caliente que agoniza
en mi frente, sus alas en espanto.

Deja tu flor fluyente y veladora
en la ribera dulce que te implora
mi pez soñando por tu madrugada.

A mis palomas dale norte y flecha,
ata mis pulsos, grábame tu fecha,
y siémbrame en tu tierra desvelada.

Soneto diferente

Verano para qué, si ya las sienes
altiva sombra ciñe fatigada
y el alma su soñar entregó en bienes
por el gran pordiosero reclamada.

Verano para qué, si sólo vienes
con tu fragua de oros y alborada
al holocausto que en mi pecho tienes
de rosa y hombre, lumbres y algarada…

No quiero el manantial, sino huidiza
agua que corre ahondando sus caudales;
criatura de espejos y fanales,

su cielo en mi paloma se eterniza.
Crece en mis ojos, gasta mi ternura.
Mi vida su alimento le procura.

Mi poeta sugerido: Eunice Odio:
Mi poema: SI ACASO FUERA UN NIÑO

MI POEMA...de medio pelo

 

Si acaso un niño fuera
-recuerdo hasta hace poco yo era un niño-
le haría una bandera
al ser barbilampiño
que juega y al futuro le hace un guiño.

Sería la inocencia
de un crío al que le faltan dos hervores,
le sobra la decencia,
que sueña con colores
y adora la fragancia de las flores.

Un peque sin malicia
que dice lo que siente y lo que sabe,
sin ira ni codicia,
jugando con la llave
de un sueño del que espera nunca acabe.

Si un día yo volviera
-recuerdo era feliz sin tener nada-
Pondría esa quimera
debajo de mi almohada
y allí siempre estaría bien guardada.

Y es que hoy cuando me miro
descubro con nostalgia y con tristeza
la vida fue un suspiro,
y agacho la cabeza
al ver a ese chaval que ahora bosteza.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Eunice Odio

Poema séptimo (Germinación)

Introducción

I
Oh don,
oh don de sí, tu pelo,
albo discurso,
designio azul,
futuro de jacinto.

Yo podría cantar una canción
para que me sospechen de humo, en aire,
y de animal tallado entre la espuma,
en larga, leve, carcajada de arpa

Yo podría traer al corazón recuerdos
como uñas cayéndose del alma.

Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,

Pero está al pie del surco tu desnudo
en traje de profundidad;

Piensa en tu edad el mar y palidecen
delfines ciegos cielo arriba, en rama,
pesando más el cielo menos aire
mar con sólo las olas y sin agua.

Y tú a la orilla del paisaje tiemblas
ah, intramarino pescador de espumas
cuya cadera crece entre corales,

Crepúsculo manchado de violines,
compañero fugaz de mi costado.

II
Alguien pasa rozándome las venas
y se abre el surco entre la flor y el labio.

Es que llega la noche
en columna de amor y ruiseñores;
su casco azul, lacustre, enjuga el alba,
baja la niebla por su piel y huyen
roces de pluma herida y madrugada.

Y antes de ser,
para futuro arribo de planeta
tiniebla inaugural,
cristal esquivo,
quietud de sumergidos resplandores,
la noche es de aire y tallo oscurecido.

Poema octavo (Mi Amado)

I
Pregunté a las mujeres del campo
por el Hombre;

Pregunté a la mujer
cuya insepulta frente deteníase
al cabo de su niño infecundo
y sollozaba.

-Mujer
has visto tú a mi Amado,

Has visto al huésped mío,
al camarada hermoso?

Su carne que el verano
golpea de amapolas,

Su nariz de poniente,

Y el pecho de oro náufrago
como los litorales.

¿Lo conoces?

Puede pasar de pronto
con la piel soñolienta
y alegres las axilas retumbantes
y frescas.

Oh,
el camarada hermoso
con los talones ágiles
y pálido el peinado candoroso,

Saturada de clima nocturno
su garganta,

Y la mano en que estalla la angustia
como el mar.

¿Lo reconoces
reposando al borde de mis inmediaciones
como torrente de islas y pájaros cautivos?

II
Yo lo busco.

Él es mi Camarada;

Junto a su mano dejan
su olor las golondrinas

Y una ola de mineral oculto
lo recorre.

Queréis hallarlo conmigo

¡Oh, mujeres de vientre madurado
en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
y se hace honda en la frente
la señal de parir
y sollozar!
¡Oh, doncellas alegres
en cuya boca estalla el primer ruiseñor
y el agua masculina
es recogida en cauce estremecido!

¡Oh, niños de marfil y nácar fugitivo
por cuyo salto de jazmín
resbalan las mañanas escolares!

Busco a mi Camarada
y por su origen inocente
avanzo
sin saberlo;
y me detengo.
Buscadlo cuando el trueno,
cuando las manos de Dios vienen rodando
como suaves árboles enfurecidos,

Por entre los sepulcros invasores,

Entre semanas llenas de ovejas
y enramadas.

Queréis buscarlo conmigo,
y exaltarlo,
A Él, al Hombre,

Al que camina en parte
con mi alma,

Al del muslo entornado
cuya daga sumergida en la noche
ya no tiembla en el aire,
ni secará en su diestra
cortada a pico
y sola con el miedo.

Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su oído
y es señor de arboledas y ciudades.

Al Hombre, al Camarada.

Bendito sea su vientre
que comparto en el seno de mi madre

Queréis buscarlo
y exaltarlo conmigo,

Al Amado del día transitorio
cuya angustia se detiene
en mis pechos como el mar.

Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos
como semilla de éxtasis,

Que le lleve mi cuerpo
reclinado entre palomas,

Y que llene su boca
de sol y mediodía

Oh niños,

Oh doncellas alegres,

Oh mujeres de vientre madurado,

Glorificadlo
y exaltadlo conmigo.

Hasta que nuestras bocas sagradas
se detengan

Así sea.

Preludios

Óyeme esta canción que en mí te nombra
carne para la fruta necesaria.

Cuando la soledad
bajo tu nombre oída y apretada,

Cuando yo era como niño enterrado
a quien llaman por su nombre pasado,
y responde, y no se oye en sí mismo;

Y mi mano en el fondo,
confundida,
tenía ya atisbo, llave, forma mía,

Y se sentía más arriba del pecho y del abrazo
como corona alegre y consumada.

Tú me llamabas a tu nombre,
y vine,
con clara identidad de nacimientos,
con la veraz acostumbrada gracia
con que sueñan su honor las catedrales.

Tú eres ya de día junto a la noche.
Ya soy contigo el día,
y en virtud de la ausencia en que me evoco
miro cómo mi forma me comparte,
cómo respiro en pelo y a mansalva,
por dentro de mi voz y no a lo largo.

Recepción a un amigo

Lo sigo,
lo precedo en la voz
porque tengo,
como el humo en despoblado,
vocación de acuarela.

Cuénteme
cómo son ahí las cosas de consumo:

libros,
rosas,
tintineos de golondrina.

Aparte de todo eso
le pregunto

por los mangos geológicos
bordeándolo de pulpa,

y por un río nuevo,
sin mirarlo,

con pueblos de sonido
y longitud de Arcángel.

Dígame algo también sobre el pequeño litoral
donde recientemente el día,
como un celeste animal bifronte,
acampó en dos acuarios
y se llenó de peces.

O si lo recibieron unánimes los árboles
como cuando eligieron a la primera alondra del año
y el día de florecer.

Resúmame ahora que tiemblo
benignamente
detrás de una golondrina,

ahora que me proponen públicamente
para desnudo de mariposa

y estoy como las rosas
desordenando el aire.

Satchmo Liroforo

¿Te acuerdas, Louis Armstrong,
del día en que viajamos por un corredor de sonidos
que amábamos hasta la muerte?
¿Recuerdas la onomatopeya que no salió al paso
y que nos dio un trono de un solo golpe?
Parece mentira, Louis, amor mío,
que hayamos compartido tantas cosas,
tantas ramas
y tan gran número de espumas.
Parece imposible, Louis,
que entre nosotros se deshagan
las formas del azul que nos acompañaban;
que tú, dardo, arma del ángel vivo,
te lances a donde nadie podrá reconocerte sino por tu alegría,
por tu voz de durazno,
por tu manera de prolongarte en la luz
y crecer en el aire.
No creo que haya desaparecido del mundo
la manada de resplandores que nos seguía.
Más bien creo que se ocultan en el tiempo
y que no será consumidos.

Tú, continuación del fuego,
pedestal de la nube,
desinencia de mariposa,
andas hoy al garete entre harinas
y entre otras materias incorruptibles que te guardan
como guardan a todos los justos,
a todos los hermosos
cuya hermosura viene de lejos y no se va nunca,
y se incendia cada día
igual que la altura.

Satchmo, querido hasta la música,
soñado hasta el arpegio,
las arpas de David y sus graves de cobre
te están tocando el alma
y los clavicémbalos el cabello sin fin.

Ricardo Wagner está de pie, aguardándote en una azotea tetralógica,
lleno de flores que andan y crecen continuamente.
Ricardo Wagner está en sí mismo
viendo que llegas al dominio de los cristales,
armado de la trompeta bastarda y de la baja
tocando un son del viento,
sonando como un trueno
recién nacido, y húmedo y perfecto.

Y yo, sombra sonora del futuro
también estoy allí,
soñada por dos cuerpos transparentes
que se besan y funden y confunden
en la gran azotea tetralógica
donde todo es tan claro como Dios
y el amor
y los árboles.

Si pudiera abrir mi gruesa flor…

Yo no me dejar humillar por las cosas irracionales:
penetrar lo que haya en ellas de sarcasmo hacia mí
haré que las ciudades y civilizaciones se me rindan.
W. Whitman

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre
no quiero acordarme…
Cervantes

Eunice andaba en el sueño
con zapatos de vigilia,
¡ay, Eunice, por tus pies
te van a negar el día!
Eunice Odio

Si pudiera abrir mi gruesa flor
para ver su geografía íntima,

su dulce orografía de gruesa flor:
si pudiera saltar desde los ojos

para verme, abierta al sol,
si no me golpeara de pronto, en la mejilla,

esta reunida sombra,
esta orilla de silencio

que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
un aposento blanco, descubierto.

Si pudiera quedarme abierta al sol
como el sencillo mar

y alta, recién nacida hija del agua,
creciera mi color al pie del agua.

Por qué no he de poder desnudarme los pies
en una casa en que los alfabetos ascienden

por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
sirven té verde y florecida sombra.

Por qué no he de poder
desnudarme los pies en una casa

en que todos los días
un año desviste su estatura melancólica,

y en que la costa azul de un relicario
guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.

Sin embargo

no puedo desnudarme los pies en esta casa
ni poner sobre la mesa el corazón.

Pero puedo abrirme como una flor
y saltar desde los ojos para verme,

abierta al sol.
Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946

Yo quisiera ser niña…

Yo quisiera ser niña
para acoplar las nubes a distancia
(Claudicadoras altas de la forma),

Para ir a la alegría por lo pequeño
y preguntar,
como quien no lo sabe
el color de las hojas
¿Cómo era?

Para ignorar lo verde,
el verde mar,

La respuesta salobre del ocaso en retirada,
el tímido gotear de los luceros
en el muro vecino,

Ser niña
que cayera de pronto
dentro de un tren con ángeles,
que llegaban así, de vacaciones
a correr un poquito por las uvas,
o por nocturnos
fugados de otras noches
de geometrías más altas.

Pero ya, ¿que he de ser?
Si me han nacido estos ojos tan grandes,
y esos rubios quereres de soslayo.

Cómo voy a ser ya
esa que quiero yo
niña de verdes,
niña vencida de contemplaciones,
cayendo de sí misma sonrosada,
… si me dolió muchísimo decir
para alcanzar de nuevo la palabra
que se iba,
escapada saeta de mi carne,

y me ha dolido mucho amar a trechos
impenitente y sola,
y hablar de cosas inacabadas,
tinas cosas de niños,
de candor disimulado,
o de simples abejas,
enyugadas a rosarios tristes.

O estar llena de esos repentes
que me cambian el mundo a gran distancia,

Cómo voy a ser ya,
niña en tumulto,
Forma mudable y pura,
o simplemente, niña a la ligera,
divergente en colores
y apta para el adiós
a toda hora.

Mi poeta sugerido: Gaspar María de Nava:
Mi poema: A VUELTAS CON EL HOMBRE

MI POEMA...de medio pelo

 

El hombre, ese es el único que mata
al otro al que le dice que es su hermano,
que tiene compasión, tiende la mano
y cuando está en el suelo le remata
mostrando es inhumano.

El hombre, el que se cree que es muy listo,
y sabe lo que dice cuando piensa,
un alma que hacia el bien siempre es propensa
pues dicen bendecido fue por Cristo
y sale en su defensa.

El hombre tiene cara, tiene culo,
dos brazos, dos orejas y dos piernas,
y un miembro al que guardar con disimulo
que quiere ser el rey de las cavernas
huyendo de ese bulo.

El hombre, dícese no tiene abuela,
así exhiba tendencia a presumir,
el mismo que se suele desdecir
y hacer lo que no siente por si cuela
y vuelta a repetir.

El hombre, por demás muy valorado,
las flores se las echa él a sí mismo,
bendito es en la pila del bautismo
e ignora que su estancia es de arrendado
ni es dueño de sí mismo.

El hombre es ese pobre que daría
su vida erradicando la pobreza,
y cuando se hace rico pide y reza
a Dios que le mantenga su alegría
y no encuentre pereza.

Presume del lugar en que ha nacido
pues lleva en su ADN el presumir,
mejor que se dedique a divertir,
que aquí sin consultar él ha venido
y debe de morir.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Gaspar María de Nava

A Belisa

Belisa, ¡cuán hermoso
es ver de rubias mieses coronado
un terreno espacioso,
de arbustos rodeado
y flores olorosas esmaltado!

¡Cuán dulce el arroyuelo,
que con curso apacible retorcido
riega al ameno suelo,
y halagando el oído
convida al sueño con su lento ruido!

¡Cuán gracioso parece
el pájaro en el árbol ir saltando,
que en la rama se mece,
y que está requebrando
a su amada, canciones entonando!

¡cuán grato es ver hinchadas
las velas de un convoy muy numeroso,
y que las aceradas
proas al mar furioso
dividen con un surco prodigioso!

Pero más lisonjero
que el campo, que el arroyo, más que el ave,
más que el convoy ligero,
y a mi alma más suave,
es gozar de tu pecho, que amar sabe,

y en tus brazos preciosos
hallar todos los gustos reunidos;
esos gustos sabrosos,
y tan apetecidos,
que adormecen al punto los sentidos.

Aquí do silencioso …

Aquí do silencioso
corre el blando Guadiana cristalino
sin azotar ruidoso
las piedras de camino,
o encanecen de espuma la ribera.

Tan manso, que creyera
cualquier que lo mirase
que, estancadas sus aguas, no se mueve,
o de su curso leve
la fija dirección equivocase:
aquí que la espesura
de los fresnos y arbustos enlazados
mantiene la frescura,
y ajenos meneados
al dulce soplo del calmoso viento,
nos llaman al contento
del blando meditar, placer süave
que el alma melancólica y sensible
tan sólo encontrar sabe
aquí en la soledad apetecible.

Ven, tierno Ypanco, ven, y tú, mi Anfriso,
fiel Anfriso, venid, venid, sin mora
al lado de Feniso,
que agitado os implora.
Venid aquí y gocemos
la sabrosa amistad tranquilamente
y en su seno clemente
el bullicio dejemos.
La sociedad los hombres olvidemos.

A la furiosa guerra siguió luego
la dura esclavitud. El inclemente
vencedor conservó la triste vida
del mísero vencido,
y juzgando demente
le estaba concedida
facultad para habérsela extinguido.
Sumiólo en servidumbre aborrecible
a que fuera la muerte preferible.
Vergonzosas cadenas
obras de la injusticia más tirana
de vilipendio llenas,
cayeron a agobiar la especie humana.

Así do quiera que la vista tiendo,
sola la humana sociedad me ofrece
un laberinto horrendo
de males que parece
sobrepujan, si bien lo examinamos,
los bienes todos que en aquella hallamos.

Tan sólo el egoísmo
a los hombres ocupa y los dirige,
la virtud, la justicia, el patriotismo,
la santa y celestial beneficiencia,
sólo en muy pocos corazones mora.
Sólo muy pocos la verdad adoran.
Y nadie en la violencia
de la opresora esclavitud se atreve
a querer anunciarla,
y sólo puede en su interior llorarla.
Todo es esclavo, todo.

Las ciencias y las artes
gimen, sin libertad y despreciando
el saber verdadero en todas partes,
es tal vez como un crimen condenado:
todo en cadenas mil está sumido
y aún el raciocinar ya prohibido.

Así de nuestra vida
viéramos sin temor aproximarse
el dulce fin; y cuando la homicida
Parca nos sorprendiera
en plácido deliquio
la muerte apareciera.
Y diéramos los últimos alientos
cual en un sueño blando
a el Amor y Amistad himnos cantando.

Gazela XXI

Nada podrá arrancar del alma mía
de mi joven gentil la imagen grata,
ni la memoria del ciprés pomposo
de mi pecho jamás será borrada.

No lograrán el hado enfurecido
ni la fortuna con rigor voltaria
que la miel de tus rojos labios sea
de mi sediento corazón borrada.

Enredado en tu negra ondosa crencha
está mi corazón desde la infancia;
hasta la muerte unión tan agradable
no será deshecha, ni borrada.

Arrebatarme las pasiones fieras
lo pueden todo con ardientes ansias;
sólo no pueden de mi amante pecho
esta agradable llama ver borrada.

Mi violenta pasión con tal impulso
ha sido impresa en lo interior del alma,
que aunque mi cuello dividido sea
jamás esta impresión será borrada.

Si en sus amores mi alma mostró exceso,
es preciso no obstante disculparla;
está enferma, la fiebre que la agita
quisiera, ¡ay triste!, al punto ver borrada.

El que no quiera como Hafiz mirarse
lleno de frenesí, de angustia amarga,
hasta la idea del hermoso sexo
tenga del débil corazón borrada.

Gazela XXX

Llegó la rosa, amigos;
vengan, vengan los juegos;
esto mismo aconsejan
los venerandos viejos.

No hay tristeza ahora en nadie,
pero, ¡ay!, que vuela el tiempo.
Pues bebamos con ansia
mas que el tapiz manchemos.

Dulce el aura es, da gozo;
mas yo apurar prefiero
el rojo vino al lado
de un semblante halagüeño.

Venga la lira; adversa
es la suerte a los buenos.
¿Para evitar su angustia
por qué no enloquecemos?

¡Cómo brilla la rosa!
Agua y vino, que el fuego
de amor, que me consume
quiero apagar con ellos.

Hafiz, ruiseñor eres.
¿Pues cómo tú al aspecto
de las rosas pudieras
mantenerte en silencio?

Retrato de la tristeza del Doctor Young

Sobre la negra tumba recostado
está el anciano Young; contempla atento
bajo la losa todo su contento,
porque nada la Muerte le ha dejado;

Con lágrimas su rostro está bañado,
y temblando su cuerpo macilento;
sólo consta de un ay su triste acento,
que resuena en el techo embovedado.

¡Supremo Ser -exclama-, que, subido
sobre el cerco de las estrellas prodigioso,
ves con tedio al que gusta de esta vida!,

¿cuándo será mi espíritu impelido
de tu potente diestra, y con reposo
hará junto a tu trono su manida?

Si después de la muerte…

Si después de la muerte, todavía
se encuentran nuestras voces dolorosas
y bajo las heladas duras losas
abrasa al pecho el fuego que solía,

prosiga el eco de la angustia mía;
y las verdes colinas que, envidiosas,
dividen nuestras tumbas silenciosas
lo aumenten y repitan a porfía;

para que sea al punto conducido
a Leyla en alas del piadoso viento
hiriendo con amor sus tierno oído.

Así tendré al morir ese contento,
que aunque me halle ya a polvo reducido,
se goce Leyla con mi triste aliento.

Mi poeta sugerido: Carlos Murciano:
Mi poema: DESCREÍDO

MI POEMA... de medio pelo

 

Sé de gentes que dicen que ellos saben,
sé de amigos que opinan, que han leído,
sé de tipos que dicen que han vivido
y no admiten verdades se socaven
y no los he creído.

Hay quien dice que el mundo ya se acaba
y otros cuentan que todo eso es mentira,
que muy pronto seremos ya una pira
cual espada que al corazón se clava
y siento se delira.

A menudo se escucha en los corrillos
opiniones distintas sobre un tema,
y no hay nada se salve de la quema.
Van gritando sus lemas como grillos,
como verdad suprema.

Es frecuente arrimando a su sardina
que otro humano se acerque para verte
con ideas que trate de venderte
y que alargue su mano sibilina
buscando convencerte.

Yo les digo que no me chupo el dedo,
la inocencia he dejado en la estacada,
ya hace tiempo, que fue una madrugada
en que fui pervertido por un credo
y hoy ya no creo en nada.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Carlos Murciano

Donde el poeta habla a la amada por vez primera de sus dos hijas

Llegaron juntas a la pena mía
como desde tu vientre hasta la cuna.
Te quise mucho en el dolor. Alguna
vez te podré decir lo que sentía.

Llegaron juntas hasta mi alegría
cuando crecía en soledad la luna
y otoño vareaba la aceituna
en los olivos de mi Andalucía.

Hubo una vez en ti tres corazones.
Mas como me los distes, no dispones
más que del mío en sombra y no te vale.

O sí te vale. Mírale la llama.
Bendita sea, Dios, la doble rama
que al tronco del amor más puro sale.

Donde el poeta juega ajedrez con su amada y cuenta cómo pierde la partida

Las blancas para ti -luego tú sales-
y para mí las negras. Lo sabía.
Palabra, amor, palabra que tenía
negras la consonantes y vocales.

Hay un poco de luna en los cristales
y otro poco de luna en mi alegría…
Volveré al juego amor… Me distraía
y no sentí tus tiros verticales.

Alfil que ataca, torre que se entrega.
Caballo blanco… ( ¿Whisky? ) ¡No te digo
que no está mi horno, amor, para el combate!

Reina que avanza, Rey que se doblega…
Y de pronto me miras -dudo, ¿sigo?-
recto hacia el corazón… Y jaque mate.

Donde el poeta pide a la amada que no se ruborice por el motivo de su soneto

Aquí palomas pares y gemelas
una mañana se posaron. Mira
cómo mi mano torpe se retira
cuando con tu desdén las arcangelas.

Dije palomas. Pero no: gacelas
debí decir. ¡Qué bosque de mentira
crece ante mi mirada que delira
viendo que de mi mano ni recelas!

¿Gacelas? Pues acaso no acertara.
Mejor claras colinas donde asomas
la total granazón de tus veranos.

Quemaran y en su fuego me quemara.
Mátame amor, mas vengan tus palomas,
gacelas o colinas a mis manos.

Donde el poeta termina venciéndose a su amada

La soledad, mi mala consejera,
vuelve otra vez a hablarme en el oído:
Para habitar la bruma o el olvido
basta morirse de cualquier manera.

Lo mismo da morirse en primavera
de una corazonada, que mordido
por los perros del hambre, que aterido
en un invierno pálido y cualquiera.

La verdad es que igual me da sentirme
de silencio la voz, el pie de roca,
yerto para escaparme o evadirme.

Máteme a mí la muerte que me toca.
A mí tanto me da de qué morirme.
Pero es mejor morirme de tu boca.

El reloj

Esto de no ser más que tiempo espanta.
La solución bajo el costado izquierdo:
un fiel reloj al que jamás me acuerdo
de darle cuerda y, sin embargo, canta.

Canta con un martillo en la garganta,
mas sé que estoy perdido si lo pierdo.
A martillazos vive su recuerdo.
Sin embargo, ni atrasa ni adelanta.

A veces se le olvida hacer ruido.
A veces hace por salir del nido
y si no lo consigue, humano, llora.

A veces suena a Dios. De todos modos
es un reloj y un día, como todos,
se quedará parado en cualquier hora.

En la casa

Iba abriendo las últimas estancias.
Nada turbaba el polvo gris del suelo.
Triste la luz, sobre los altos muros,
acuchillaba el tiempo.

Nadie pisaba. Nadie turbia. (¿Nadie
pisaba las orillas del silencio?)
En el cristal, sangrando, rebotaba
un pájaro de hielo.

Iba desempolvando los rincones.
«Ahora es verdad. Ahora. Esto fue un beso
dulce, aquello una palabra… ¡Oh, Dios!,
¿y esto? »

Se tocaba las manos. No sabía.
Acariciaba, roto, un pedazo de sueño.
¿Qué es…? ¿Qué es…? Temblaba. Torpe, había
olvidado el recuerdo.

«Aquí hubo alguien. Yo lo sé. Aquí
vivía alguien. ¿Quién, ¡oh Dios! , quién…?» Luego
lloró sobre las losas. ..Se buscaba
él mismo sin saberlo.

Era con sol

Era con sol. Corríamos.
Temblaba el mundo con nosotros.
Era con sol. Hablaban ruiseñores,
hablaban claros álamos;
desnudaba alegría la mañana.

Yo te decía: amor, amiga, escucha:
tú tienes unas manos que vuelan a palomas,
tú tienes en los ojos dos canciones sonándote,
tú tienes de campana la voz, la vida toda.
Yo sólo tengo un mundo que sabe a corazón,
que sabe a fruta verde todavía,
un camino a tristeza, otoñalmente largo,
y una fuente muy dentro que mana gris el alma.

Y tocaba tus dedos y te decía: amor,
amiga, escucha:
Esta frente que estás acariciándome ahora,
esta piel, este verso,
son algo menos tuyos, son de nunca,
son de silencio o nada,
son de parque con niebla o arroyo con guijarros.

Y estábamos despacio bajo el día.
era con sol. El esquilón del buey
tañía a hierba verde con rocío
y una brizna de brisa los trigos oleaba.
Yo seguía diciendo mientras, cerca,
iba fluyendo tu garganta en nieve:
Yo tengo, amor… Tú tienes -me decías-,
tú me tienes a mí, tú tienes estos labios
que ahora… sólo… besan…

Eres tú, no las olas

«…tú eres quien me acabas,
que las olas no.»
Pedro de Quirós

EL mar es como un niño consentido:
sobre la arena arroja a las gaviotas
y echa a rodar entre las olas rotas
los últimos recuerdos del olvido.

Arrastra ya el verano, malherido,
la desesperación de las derrotas.
Flota la luna en el poniente. Flotas
sobre mi corazón atardecido.

En el rincón más fiel de la bahía
arde tu cuerpo entre mis manos, mientras
arroja el mar sus besos y sus babas.

Baten las grandes olas mi agonía
y, a su compás, me buscas y me encuentras.
Y eres tú, no las olas, quien me acabas.

Este claro silencio. Y este gozo…

Este claro silencio. Y este gozo.
Y este rumor de noche. Y esta pena.
Y esta destrozadísima cadena
que te desencadena el alborozo.

Y este muro infinito. Y este trozo
de soledad. y este montón de arena.
Y esta voz que te absuelve y te condena.
Y esta sed sin principio. Y este pozo.

Acércate al brocal, bebe sin miedo
y camina después hacia ese ruedo
sin barreras, sin toro y sin testigos.

Yo te bendigo, te bendigo. Anda.
Echa ya a andar, que la esperanza manda
y sangra la amapola entre los trigos.
De «Este claro silencio»

Hablando claro

Las cosas claras, Dios, las cosas claras.
¿Acaso te pedí que me nacieras,
que de dos voluntades verdaderas,
de barro y llanto, Dios, me levantaras?

¿Acaso te pedí que me dejaras
en mitad de la calle -en las aceras
se apiñaba la vida- y que te fueras:
y que con tu desdén me atropellaras?

Palabra que no sé por lo que peco.
Palabra que procuro, mas en vano,
llenar tu hueco, rellenar mi hueco.

Pero soy nada más Carlos murciano.
Ni hombre ni nada, Dios, solo un muñeco
que se mueve en la palma de tu mano.

Hoy has venido a compartir…

Hoy has venido a compartir
mi soledad de estar contigo.
Partiste el pan, tomaste un sorbo
de vino nuevo, te llevaste
hasta los labios la manzana
y allí quedó tu mordedura,
la viva huella de tu sed.
Luego anduvimos de la mano
por los pasillos silenciosos,
como dos sombras o dos niños
desamparados de estar juntos,
ciegos de tanto conocer.
Por ti la casa fue poblándose
de luces altas, de rumores
en desolvido, de aleteos
de golondrinas zurcidoras
de tanto tiempo desgarrado,
de ese violín que un claro día
te hizo llorar, poner en punto
la aguja fiel del corazón.
Y cuando todo parecía
tan al alcance de la mano,
cuando estar cerca o estar lejos
eran la misma simple cosa
y la ventana se entreabría
para que huyese hasta su cielo
la soledad, el viento malo
de estar sin ti cerró de golpe
y todo fue desconocerte,
recuperar tu larga ausencia,
doblar silencios y penumbras
y contemplar en los espejos
tu larga lluvia de no ser.
De»Los años y las sombras»

Momento

Salta el botón, y la seda
de la blusa se desliza
sobre tus hombros. Ceniza
es el momento. No queda
ni un pájaro en la alameda
y el poniente ha dicho adiós.
Sueltas tu falda. Los dos
temblamos. Pálido y mudo,
veo nacer tu desnudo
bajo el asombro de Dios.

Mujer que pasa

Llueve silencio, Pasas. Hace hastío.
Hace sueño esta noche. Pasas. Queda
un retazo de ti. Por ti la seda
del alma se desdora. Llueve frío.

¿Vienes o vas? ¿Retorna tu desvío,
peregrino de azul, por mi vereda?

¿O torna tu dulzura, porque pueda
dormir mi corazón? Pasas. Sonrío.

Digo sonrisa y pienso que es incierta
esta luna que enluna mi desvelo.
Loro quizás. Destrenzo mi tristura.

Hace sed esta noche. Por mi puerta
pasas. Dolor. Bajo lo gris del cielo
cielo y dolor deshojan mi locura.

Mi poeta sugerido: Antonio Murciano González:
Mi poema: ABRACADABRA

MI POEMA... de medio pelo

 

Me voy dando un paseo, la costumbre,
observo lo que pasa, pienso y leo,
respondo algún whatsap ¡qué pesadumbre!
y vuelta a meditar si en algo creo.

Soy un hombre a la espera alguien le alumbre,
que lleva siempre al lado la rutina
e intenta descubrir mientras camina
y sigue sin dejar su incertidumbre.

Cada impulso que doy es uno menos,
me siento a descansar, un requisito,
intento contemplar, pienso y medito
mis luces y mis sombras y mis cienos.

Voy quemando la vida poco a poco,
probando a disfrutarla paso a paso,
que el tiempo que me queda ya es escaso,
e intento así evitar cualquier sofoco.

Comprendo que la vida ya se acaba
y avanzo a la nostalgia resistiendo,
morir, yo he de morir, me estoy muriendo,
la vida hoy no es el sueño que soñaba.
©donaciano bueno

Comentario: Abracadabra: del arameo, Adava Kedavra, que todo se destruya.

MI POETA SUGERIDO:  Antonio Murciano González

Antiguo amor

Hoy en la calle sola,
cayendo a plomo el sol en las veletas,
comprendí que la vida
a veces abre heridas que no cierra.

Venía de lo suyo.
Yo iba a lo mío por la misma acera.
Pero hacía tantos años,
tantos recuerdos que dejé de verla,
que fue verla y sentirme
como alfileres dentro de las venas,
como una mano que oprimiera el cuello
y me pusiera la saliva seca.

Fue subirme a la boca
una palabra tonta, una cualquiera,
fue hacer un gesto absurdo con la mano
mientras pasaba, amor antiguo, ella.

No fue buscarla. No.
No fue decirla, ni quererla.
Venía de lo suyo
y cruzó por lo mío, viva, muerta.

Balada de la Adelfa

NO me esperes
-te dije-
junto a la adelfa,
que la adelfa es amarga
y eres doncella.

(La tarde era de verde
como fruta que empieza.)

Espérame
-te dije-
allí donde no sea
turbia la luz, ni el aire,
ni el agua de la acequia.

(La tarde era naranja
como una fruta nueva.)

Pero tú me esperaste
-muchacha-
donde era
amarga la dulzura
de tu boca entreabierta.

(La tarde era amarilla
como una fruta seca.)

Balada del anillo

TÚ, por la primavera;
yo, amor, para el verano.

Tú, cuando los jardines;
yo, cuando los sembrados.

Yo siempre prometiendo,
tú siempre preguntando,

que si en el pueblo alegre,
que si en el campo,

que si a la orilla, orilla,
cantándonos
los álamos…

Te pondré la alianza
de oro, por mayo,
en el dedo tercero
-corazón-
de tu mano.

Canción de amor para el camino

¿Lo pisado es lo perdido,
lo por pisar el encuentro?
En saber por dónde vamos
consiste, amor, nuestro juego.

Tierra de donde venimos,
por donde fuimos viniendo,
por donde vamos, camino
de donde no volveremos.

Caminando escuchamos
los propios ecos.
Nada ni nadie somos
al detenemos.

Si la vida es camino,
caminaremos.
Yo, conmigo y contigo.
Tú, con mis sueños.

Canción donde el poeta intenta hacer el retrato de la esposa

UN hermoso cabello

que con mi mano aliso;

frente tras la que pienso,
mirada en que me miro;

boca de la que bebo
agua de gozos íntimos;

oído para el requiebro,
cuello hacia donde giro;

hombro sobre el que sueño
pecho con mi latido;

brazo en el que me enredo,
mano con que acaricio;

vientre donde me siembro
y renuevo y revivo;

urna de mi universo
manantial de mí mismo;

pierna en que me sostengo,
pie para mi camino.

Canción para tu silencio

¡Qué paz de noche plena,
amada mía!
Hago como que sueño. El agua suena
en mi melancolía.

Tú devanas despacio lana rosa.
Hago como que leo.
Por dentro de este verso vas, esposa.
En tu silencio creo.

Tu canción del Peer Gynt de Grieg, de fondo;
con mis palabras lucho.
La música te instala en lo más hondo
y hago como que escucho.

Sigue el son de la lluvia en los cristales
por tu silencio vivo.
Duermen los hijos. Lo compruebas. Sales.
Hago como que escribo.

Te sientas otra vez. Te siento junto.
Permaneces callada.
Hago como que aspiro y no pregunto…
Y tú eres el aire, amada.

Corazón

Abierto tengo el corazón a todo
lo que sea palabra verdadera;
hombre que llegue a mí de otra manera
lo encontrará cerrado a piedra y lodo.

Mi corazón es llano y sin recodo,
y tan por dentro humano y tan por fuera,
que aunque de ausencia y desamor muriera
no quisiera que fuera de otro modo.

Quien palabras le llueva de ternura,
quien en su tierra siempre honrado grano
comerá el pan de la amistad segura.

Que abierto está en la palma de mi mano
como una roja fruta ya madura,
pura para la boca del hermano.

Del verdadero amor

Hoy traspasé el umbral de mi ventura.
Estabas toda tú desnuda, digo
vestida de candor.
-Ven. Te esperaba.
Hoy la mañana proclamó tu nombre
y de dorada, se me fue poniendo
del color verdemar, claro y antiguo,
de tus ojos abiertos.

Y me miré en tus ojos
-¡qué claridad de viña al mediodía!-
y te besé los ojos
y me mojé los labios
del agua rosa-niña de los tuyos.

Nunca pude entender que amarse fuera
quedarse quieto al borde de unos ojos,
asomarse a otra vida y contemplarse
vivido desde lo hondo y para siempre.

Las dobles caracolas de mi oído
guardaron el eco de tu mar, ¡qué dicha
tener conmigo tu reír, tu canto,
tu palabra de amor, claro murmullo!

Toda la casa olía a tu perfume.
Tus dos manos palomas por mi vida.
Mi dolor, mi alegría, todo en orden.
Ser sólo corazón es lo que importan.

Dialoguillo entre el amor y el amado

-¿Cómo reparto mi tiempo,
cómo comparto el amor?
-De luna a luna conmigo
contigo de sol a sol.
-También existen los otros…
-Sólo existimos tú y yo.
-Somos tres: tú, yo
y los otros.
-Somos dos.
-¡Uno!… ¿Tú?
-No
-¿Yo?
-Ninguno
( Y fue en silencio el amor. )

El poeta vive la víspera de su boda

Me tiembla marzo por la sangre. El viento
bate cristales por mi duermevela.
Se me enreda en las manos todo. siento
que una ronda de arcángeles me cela.

Que una ronda de arcángeles la guarda
para que venga a mí de gracia plena.
todavía no viene. ¡Cuánto tarda!
¡Oh noche larga de la luna llena!

¡Oh noche larga en que la luna acuna
-bamba de plata- mi soñante empeño!
(Miro caer las horas una a una
apoyado en el hombro de mi sueño.)

Apoyado en el hombro de su vida,
¡qué bien ya para siempre peregrino!
Peregrino de amor. ¿Por qué escondida
senda se va la cima de un destino?

Senda. Cima. destino. Tres palabras.
A las cimas se va sólo subiendo.
Al amador, Amor, puertas le abras
cuando venga en llamar. Va amaneciendo.

Hoy vengo yo a llamar. -¿Quién es?… -¿Quién
soy?
un hombre solo y hasta todavía
que viene y que se va que vengo y soy
en busca de una sola compañía.

Buscando estoy la paz en la mañana…
No venid, mis amigos, no… Dejadme.
Bien me sé que es costumbre, cosa vana,
lo sé, pero hoy no puedo. Perdonadme.

Hoy no puedo. De veras. Otro día
me dáis la despedida y los abrazos.
( ¡Cómo me pesa, Dios, esta alegría
de levantar un mundo con mis brazos! )

Norte y sur de mi vida: cuna y losa,
principio y fin. El mundo está bien hecho.
Vida del hombre: amor, espina, rosa
y una alondra que cante por el pecho.

El tiempo no existe

«Si vienes por ejemplo a las cuatro…,
comenzaré a ser feliz desde las tres.»
Saint-Exupery

El tiempo no existe
cuando estás conmigo.
Tan sólo lo cuento,
lo peso y lo mido,
tan sólo lo sufre
mi carne y mi espíritu,
lo bendigo sólo
no sé o lo maldigo,
cuando estás viniendo
o cuando te has ido.
el mundo no existe
cuando estoy contigo.

En el sur

En el sur,
todo es del tiempo;
quiero decir que no cuenta,
que le echemos tiempo al tiempo;
que no vemos las manilas
de ese gran reloj del tiempo;
quiero decir que parece
que hay un poco más de tiempo
que en las otras tres esquinas
de la rosa de los tiempos.

Hoy camino hacia el alba. Sueño. Vivo…

Hoy camino hacia el alba. Sueño. Vivo
lo por vivir, revivo lo vivido.
Hoy soy el humo manso de las casas
el que me eleva el corazón. Hoy nace,
dentro de mí, el pueblo. ¡Qué milagro
soñar, guardar, sentir tanta blancura,
tantas horas gemelas, calles, patios
de siempre, tanta oliva de paz, tantos
recuerdos, tanta infancia mía ida!

Hoy es la brisa malva de sus campos
la que me orea el corazón. Hoy crece
su tierra en mí. ¡Qué olor a malvavisco,
a romero, a tomillo y a cantueso,
qué verde el ceñidor de sus chumberas,
qué lento andar uncido el de los bueyes,
qué soledad lanar la del rebaño,
cuán dorada su mies, cuán pleno el fruto
de sus racimos en agraz, sus huertos,
su total granazón esperanzada!

Hoy es la sangre antigua de sus gentes
la que me puebla el corazón. Hoy late
el pueblo en mí. ¡Oh, qué belleza honda
la de sus leñadores con el alba,
la de su laboriosa artesanía,
la de su plaza con su alegre rueda
de niñas en la tarde, sus muchachas
con la sonrisa en flor; esposas, madres
aguardando la hora del regreso
tras la pura clausura del visillo
y esos ancianos de la barba en nieve
trenzando el hilo-pita o la tomiza
mientras baja la luna a su azotea!

Llevar un pueblo así entre la carne,
con su nube arrollada a la cintura,
con palomas y flores, con campanas,
con ríos-venas y hacia un mar de dicha,
con amigos y surcos y canciones,
es encalarse el alma y decir: ¡Vivo!

Allí está el pueblo, aquéllas son sus torres.
Sobre mi corazón al fin, crecido
bajo mi voz. Qué renovado gozo
irse acercando hacia su piedra en vilo,
hacia su cal, hacia su nube… Pueblo
norte de un sur, ya para siempre mío.

La amada

Aquí, bajo mi frente poseída,
bajo el mar de mis ojos, naufragada,
bajo mi boca cálida, abrazada,
aquí, bajo mi pecho, estremecida;

aquí te quiero, vida sobre vida,
suspiro y risa y fuego y sed calmada,
aquí, entre mis dos brazos, abrazada,
con tu cintura en flor, aquí, ceñida.

Aquí te me destrenzas, te me llegas.
Y ahora que ya eres mía y puedo y quieres
te me proclamas casta y te me entregas.

Aquí te me destruyes, te me hieres,
te bebes mi vivir, te me doblegas
-tibia carne de amor- y te me mueres.

Vuelta al amor

YA estoy de vuelta, amor, viniendo estoy,
llegando más a ti cada rodada;
no vuelvo a lo dejado la mirada,
siempre adelante remirando voy.

Hombre que sueña y que se acerca soy,
hombre que viene por la madrugada,
que anhela y goza y tiembla la llegada
muerto de ayer y redivivo de hoy.

no sé si de mis huertos, de mis rosas,
si vengo de mi campo con espinas,
si del mundo, no sé, si de mis cosas…

Sé que soy hombre que se acerca al beso,
hombre que sueña pueblo con esquinas,
hombre que sueña que se acerca… Eso.

Mi poeta sugerido: Luis Alberto Spinetta:
Mi poema: DE LÍDERES Y OTRAS HIERBAS

MI POEMA...de medio pelo

 

El líder es aquel que más engaña
a todo el que le escucha sin lo note
con índice más alto de rebote,
que a todos va metiendo en la maraña
logrando al fin les vote.

El líder tiene pintas de pastor
que sabe manejar a su rebaño,
si alguno le pillara en un engaño
dispone de su perro labrador
que muerde y que hace daño.

El líder retrotrae y se alimenta
de aquellos que le aplauden y le siguen
sin nada que opinar, pues que consiguen
estar junto a su dios quien representa
el cielo que persiguen.

El líder suele ser siempre el más listo
dispuesto a conseguir mejor tajada
dejando a los demás en la estacada,
si aquello pinta mal pues no te he visto,
derecho es de pernada.

El líder es un globo que está hinchado
en tanto haya otros burros que resoplan,
aquellos que le adoran y le arropan
al día en que verán que se ha pinchado
incluso si le dopan.

El líder es un dios con pies de barro
en mano seguidores que sostienen,
si algunos a sus órdenes no avienen
mejor es no insistir bajar del carro
y así evitar que truenen.

Que hay líderes que son una desgracia
y hay otros, la excepción, que son honestos
en manos de sumisos, de cabestros,
que salen a aplaudir porque hacen gracia
o, simple, es de los nuestros.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Luis Alberto Spinetta

Crisantemo

Tócame junto a esta pared,
yo quedé por aquí
cuando no hubo más luz
Quiero mirar a través de mi piel
Y volar otra vez
en tu cuerpo sin mí

Crisantemo,
que se abrió
encuentra el camino hacia el cielo…

Crisantemo
que se abrió…
encuentra de nuevo tus manos…

Una vez yo fui sólo una voz
que no supo gritar que perdía su amor.
Quiero decir, oh, a través de piel
y volar otra vez en tu cuerpo sin mí.

Los libros de la buena memoria

El vino entibia sueños al jadear
desde su boca de verdeado dulzor
y entre los libros de la buena memoria
se queda oyendo como un ciego frente al mar-
Mi voz le llegará, mi boca también
tal vez le confiaré
que eras el vestigio del futuro.

Rojas y verdes, luces del amor
prestidigitan bajo un halo de rouge
¿Qué sombra extraña te ocultó de mi guiño
que nunca oíste la hojarasca crepitar?
Pues yo te escribiré, yo te haré llorar
mi boca besará
toda la ternura de tu acuario.

Más si la luna enrojeciera de sed
o las impalas recorrieran tu estanque
no volverías a triunfar en tu alma
yo sé que haría largos viajes por llegar.
Parado estoy aquí, esperándote
todo se oscureció
ya no sé si el mar descansará.

Habrá crecido un tallo en el nogal
la luz habrá tiznado gente sin fe
esta botella se ha vaciado también
que ni los sueños se cobijan del rumor.
Licor no vuelvas ya, deja de reír
no es necesario más
ya se ven los tigres en la lluvia.

Alma de diamante

Ven a mí
con tu dulce luz
alma de diamante

Y aunque el sol
se nuble después
sos alma de diamante

cielo o piel
silencio o verdad
sos alma de diamante

Por eso ven así
con la humanidad
alma de diamante

Aunque tu corazón recircule
siga de paso o venga
pretenda volar con las manos
sueñe despierto o duerma…

…o beba el elixir
de la eternidad
sos alma de diamante, alma de diamante

bien aquí o en el más allá
sos alma de diamante

y aunque este mismo sol se nuble después
sos alma de diamante
alma de diamante

Durazno sangrando

Temprano el durazno del árbol cayó
su piel era rosa, dorado del sol
Y al verse en la suerte de todo frutal
a orillas de un río su fe lo hizo llegar

Dicen que en este valle
los duraznos son de los duendes

Pasó cierto tiempo en el mismo lugar
hasta que un buen día se puso a escuchar
una melodía muy triste del sur
que así le lloraba desde su interior

Quien canta es tu carozo
pues tu cuerpo al fin tiene un alma
Y si tu ser estalla,
será un corazón el que sangre
Y la canción que escuchas
tu cuerpo abrirá con el alba

La brisa de enero a la orilla llegó
La noche del tiempo sus horas cumplió
Y al llegar el alba el carozo cantó
partiendo al durazno que al río cayó
Y el durazno partido ya sangrando está
bajo el agua.

Canción para los días de la vida

Este día empieza a crecer
voy a ver si puedo correr
con la mañana
silbándome en la espalda,
o mirarme en las burbujas.

Tengo que aprender a volar
entre tanta gente de pie
Cuidan de mis alas
unos gnomos de lata
que de noche nunca ríen.

Si la lluvia llega hasta aquí
voy a limitarme a vivir.
Mojaré mis alas
como el árbol o el ángel
o quizás muera de pena.

Tengo mucho tiempo por hoy
los relojes harán que cante

Y la espuma gira en torno a mi piel
me han puesto manos
para hablarle a las cosas
de mi y al fin mi duende nació
Tiene orejas blancas
como un soplo de pan y de arroz
y un hongo como nariz,
cuatro pelos locos
y un violín que nunca calla
solo se desprende
y es igual a las guirnaldas.

Este día es algo de sal
me dejó vibrando al nacer
Pesa y es liviano
como un hilo sin nombre
suena un poco a mi guitarra.

Tengo que aprender a ser luz
entre tanta gente detrás.
Me pondré las ramas
de este sol que me espera
para usarme como al aire.

Y es que al fin mi duende se abrió
tiene un corazón de mantel y batón
y un guiño al ver que todo es verdad.
Ya los gnomos cuiden
a un violín que siempre canta
nunca se adormece
y es igual a las guirnaldas.

Y es que nunca calla,
solo se desprende
y es igual a las guirnaldas.

Cita 1.

Dendrita
en forma de árbol
que no conoce hombre
ni recuerda su abandono

Color
que demora ojo
Estupor
que no conoce
un punto de inicio

Calor informe enderredor
de los lupanares grises

Hay una canción
detestable
encerrada afuera de mis oídos

La osamenta
hiperblanca de un tucán
apenada resaca de un pájaro
que descarta
cualquier zona apacible de la conciencia

Un tumulto
organizado para conmover
su propia declinación
hacia un orden perpetuo y triste

Se diría una necesidad
la costumbre de mentir eternamente
acerca de una delgada película de la completación
la que cubre la trágica escena de los cuerpos

Allí atrás hay un cadavérico monseñor
que defeca su inmenso mastín
que come la sangre

Cerebro, páramo y embudo
la ennervación cíclica de los sentidos

Altar donde carnes escuchan astutamente
la ansiada portación de quienes conversan

Todo es entorno a una ceguera
en el sentido de aquello
que sería el objetivo destinal
del esfuerzo vivo
y las sumaciones primitivas

¡Qué indeterminado
el fin de los versos ahogados!

Se comieron
en el desbandado milagro
a un cordero permanente

Cita 2.

Cuenca de pómulos artificiales
en solución oceánica

Orgánica seda trashumana
es el pensar
en el surmenage del idilio quebrado

Almas ardiendo
en un corto despunte
hacia donde asciende
su angosto circuito de cera

Alma despellejada
ser inamparable
Aquel mediodía
sujeto a la noche postrera

Algún oprimido relámpago rojo
inundará la soledad que he juntado
convencido de haber nadado
por años
en un vaso secreto
teñido sigilosamente

Al correr con mi sangre
dormido
preludio egocéntrico
preso
vino de contaco

Alelí rajado al nacer.

Cita 3.

Escribir un dulce poema
es nacer siendo a la vez la ternura de la madre
Siendo el seguro, arrebatador dueño del prodigio
al amo femenino

Ser el poema lleno de luz
es escribir el poema de la consumación del vientre
tras el desmesurado alarde
tras un dolor desde la zona en la que todo se retiene
la canción y el infierno

Dar tumbos entre las dormidas penitencias de la infamia
es abandonar la zona de poder
orquídea y abanico de la sustancia
es venir desde ser
de ser a venir a aquí, la diferencia es causa
El presagio de los destierros abiertos y paranoides del mortal

Todos nosotros
llegados
habiendo emigrado desde intestinos inimaginables de la posesión
habiendo resultado expulsión del cráter
nosotros flores odiadas,
¿cómo vemos un viejo poema empalado?
¿cómo aliviar el vértigo
de una dulce poesía desesperada de vacío y malicioso revés?

Mi cuerpo era enjuto
Los niños veían mi herencia de plaga
Dormido, veía la faz absoluta e infinita del cielo
en el sentido en que lo interminable es capaz de recorrerse
con huesos y angustia

Esperaba a mi madre repleta de frutas
Era, sí, un dulce cosmos amplio
de cuya cobertura manaba, aplicándose mi vida llegada
abismo sin madre capaz de aplacarlo
capaz de borrar el ocaso y la búsqueda

¿Qué tiempo?
Qué apartado estoy
de los seños que me devoraron oscuro a ese pináculo
Qué dolor profundo
recuerdo lo insondable del modelo perentorio
del niño y la lágrima

Un delgado danzarín
acaso en tinieblas
habiñandose hacho hilo secreto de la saliva niña
debe acceder al consuelo de la piadosa grieta
Debe colmar
mientras se presiente aún más un deseo
oraculizado y vertiente a la vez
tal caul un paisaje indebido, impreciso
tal cual un abismo viviente
que se requiere virtual en lo muerto de todo

Es casi imposible una dulce poesía
sin la ruina exorciza del aire
Clamor y fatiga se mudan en desvelo
Se ahoga un arroyo maldito en su sed de fantástica risa
Sacudido el ábaco,
el cálculo encima al soldado y las vidas

De qué asir su magia sin destrozar mi cara
sin un crimen pleno al latido
homónimo, lacerado, cansado, joven
profundamente atado al estertor

¿Cómo crearle un cántico
al payaso que posaría su inmundicia
sobre la palabra piadosa y de armoniosa luz?

A cosa de rabia se es diente, rabia, halcón
y cruz luego
cuando aún se es marchito vientre necesitado
¿Por qué publicar una venenosa
insultante palabra de feliz conmoción?

El álamo es movido, así, incontables veces
El viento ejecuta así su propia reclusión
como se obtiene conquistando un pez
llevándolo hasta las ansias voraces
hoyos sin manos de todo descreimiento

Carne oculta a la verdad
ya que ésta la encarcela
Reclusión de símbolo capturado
oh flor, oh mujer
al abismo

Cartero tenaz
el averno en el que esperan propiedades potenciales
de las que interceptan la dicha
cual cartas amargas
Las moradas
El dulce caos

Hay que estar al acecho
por tanto embrujado, lunar y pacientemente
para inspirarse una causa para cantar al alba
Sólo naciendo se petrifica timidamente
la vulvación multicolor que se prodigaba ese vida misma

A la altura de una nube
anciana mórbida de los lupanares extásicos
qué débil mi fuerza sin destino posible
Oh, qué perpetua la risa incansable y violenta
que muerde las alas del cuerpo sutil que nunca renuncia

Cita: A Piluso

Se despertó
de su sol sediento
el viejo amante lunático
Mareo de todo lo lumpen

El amor en el cuerpo
no admite decoro
se suma en tinieblas celestes
queda impreso, escapado

En el preludio
cuando se nos devuelve
la vertiginosa posesión de ir
allí mismo parte
un increíble pájaro inocente
que se deja

Un amanecer innecesario
para sostener el torpe nudo
de antigua caída

Looping de arlequín
de avecita primaria que se abate
sobre los tangos de la muerte.

Mi poeta sugerido: Luis Muñoz:
Mi poema: EL MAR, TAN GRANDE

MI POEMA... de medio pelo

 

El mar, yo nunca supe que el mar fuera tan vasto,
a fuer de ser sincero ni supe que existiera,
que yo nací en un pueblo, que allí todo era pasto,
y ovejas eran peces nadando en la pradera.

De pinos, las carrascas, las charcas, los eriales,
los chuzos en invierno colgando en canalones,
los trigos, los viñedos, resecos manantiales
de pajaros los nidos, perdices y gorriones.

Zazuar, ese es el nombre de un punto en la meseta,
yo un niño que pensaba que el mar era un gran charco,
el agua siempre estaba tirado en la cuneta
en que a veces jugaba, los pies eran mi barco.

Pues yo era un ignorante, que no aprendió a nadar,
y aún hoy que al mar he visto me acerco hasta su arena
confieso mi añoranza, pues no puedo olvidar
y vuelvo a chapotear para calmar mi pena.
©donaciano bueno

Comentario: El municipio de Zazuar se ubica en la Ribera del Duero, a 12 km al noreste de Aranda de Duero, al sur de la provincia de Burgos, a 86 km de la capital, en la comunidad autónoma de Castilla y León (España)

MI POETA SUGERIDO: Luis Muñoz

El mar nunca

El mar nunca propone la nostalgia
porque sólo regresa
en busca de un comienzo,
de unos ojos primeros,
de una torre sin marcas de combate,
de unos lentos tobillos indecisos
que lo sientan llegar con la extrañeza
del amor que precede al cuerpo del amor.
Pero tú eliges que las olas vengan
arrastrando fragmentos de un pasado
que simula el murmullo
azul de la memoria
y la alta noche lo corona de fuego
y lo secundan quietas ilusiones perdidas.

El verano que huye

De vuelta, adormecidos en el coche,
el verano tenía
la calidad abstracta del sueño de los otros.
Si las velas contienen
los momentos finales del crepúsculo,
si un animal inmenso se deshace
en las gentes de fuego de las playas
y los rompientes cumplen
el amargo papel de signo adverso,
todo aquello que huía con nosotros,
en el orden juicioso y familiar
de los veranos, de repente
nos desplazó del mundo
y en los ojos de extraños
se fundó su memoria.

Razones de peso

La adivinamos breve también aquellos años.
Inexplicable y breve
como la luz del cuarto que baja hasta las sombras
rosadas y malignas de las tardes felices.
Como el baño en el mar donde seguimos
la dirección secreta de las olas
o el cuerpo de lagarto de la espuma.

En todo la encontramos y a todo parecida
no dibujó en el curso de los sueños
las formas desleales de una ausencia.
No simuló en nosotros ninguna eternidad
ni apareció tan bella como quisimos luego.

Septiembre

En el pálido azul que acogen las terrazas,
los labios desprovistos que saben regresar
y el vuelo de las últimas gaviotas.

Voces que el mar congrega,
que vienen con las olas y son la lejanía.
Playas tendidas como alas de nieve
al pie de los bañistas
y autobuses velados con tenues pasajeros
que persiguen la falta de costumbre.

También entonces
rubias muchachas sumergidas
en el agua templada de las historias breves
y la pasión del horizonte, el hilo de ciudades
que definen los barcos que se alejan.

No es más real, septiembre, que un recuerdo,
pero nombres que dimos por perdidos
recobran claridad, el aire que atraían
y el sueño en que resisten los veranos.

Adolescencia
(J. R. J.)
Una rueda de fuego era tu vida,
del placer a la culpa.
Como un nido de abejas el temblor de silencio,
la luz de la mañana, la azotea
flotante sobre paisajes aguados
y sobre poetas díscolos.

Todo se fue moviendo
a costa del futuro sin demasiada prisa.
Las huellas de esa rueda las leí en mi vida
mientras que se alejaba, como buscando un margen,
el amor por tus libros, del placer a la culpa.

Luces apagadas

La oscuridad reclama en cuanto llega
un orden para el mundo.

Se lo daría, si pudiese,
igual que puedo darle mi cadena de azares,
un nombre a algún presagio aleteante,
el mapa descifrado de mi limbo
y aun la gratitud que no le debo.

Nunca llega de pronto sino que desvanece
el tejido de fondo de los días
como si sumergiera
un cuerpo en la mirada que lo sigue.

La oscuridad precede a cuanto toca.
Y si finge lanzarse como un ave de presa
sobre tu cuarto solo,
si amenaza su salto de repente,
no creas en su caída,
no temas su ala trampa,
hazle un hueco.

Primera hora

Con sus patas de araña
el día apenas toca lo que toca.
Al cielo de la plaza lo despeina
un viento tibio.
A menudo lo oí y no lo quise:
que la repetición te manda.
No:
con la fibra de ayer, con lo que quieras
el hoy es uno.

Diario

A Isolde Gornemann

El sosiego, de pronto, no es un plazo,
ni es un anuncio, ni una salva.
El sosiego, de pronto, es una guerra
que se libra en los márgenes del día.
En la lengua del alba, en la cal de la tarde.

Espiral

¿Con qué viene el amor
en su tromba dormida?

Con hilos de una red de lance
del pasado, con luces rutilantes
brillando en su argumento.

Con su gama de olores,
de miedos, de costumbres
que siguen y que esquivan las costumbres,
con su plano de vías, de cruces, de paradas,
con vocación de marca, con su marca.

Ésta

Ésta es la noche
con su lomo de iguana.
Yo no pienso temerla
ni por lo que embosca
ni por lo que ilumina.

Tu miedo no termina sin mi miedo
cuando son una fuerza.

Plan de fuga

Cerrar algunas puertas de salida.
A la calle sedosa, al patio ensimismado,
a la sombra partida que husmea en los jazmines,
a la facilidad, a la dificultad,
a la nieve embarrada que duerme en tu deseo.

Sencillo y complicado

No sé si cuando espero, a la vez convoco algo
o a alguien.
Los brotes tiernos de una rama,
los nudos afilados que no punzan,
como la luz del día
o el olvido deseado del amor.
Como todo lo que es cuestión de tiempo.

Esperar se supone que es ser hacia adelante,
pero es también volver a un ámbito sombrío.
Donde se chocan ciegos,
igual que pececillos moribundos,
lo que se cumple tarde y lo que nunca llega,
lo que se quiere aún y lo que se desdeña.
En el agua podrida de una charca.

Un paisaje con gente

Estar así fundido en el paisaje.
Ser parte de él.
Una hebra prendida,
una gota de un curso,
un pequeño motor
del movimiento.

No ser tan sólo uno,
ser uno entre los otros,
en esa irrigación
que das y dan los otros.

Mi poeta sugerido: César Moro:
Mi poema: YO ERA UN NIÑO CANTANDO EL «CARA AL SOL»

MI POEMA...de medio pelo

 

Prometo, no fui yo quien lo pidiera,
-yo era un niño cantando el "Cara al Sol"*-,
una especie incipiente de español
al que un día robaron la cartera
y hoy se siente cual fuera un esquirol.

Los curas, los maestros, mis mentores,
servir a Dios, la Patria, los preceptos.
Habríamos de ser siempre correctos
rindiendo fiel tributo a los mayores
en fila, refinados y perfectos.

Debíamos cantar "Prietas las filas"
jurando a la bandera respetar,
tres marías había que estudiar*
cuidando de guardar en las mochilas
el pan y la justicia y no pecar.

Aún suenan en mi mente aquellos gritos
¡viva España! y el himno nacional,
y hoy pretenden ponerme a mi un bozal.
Si canto me aventuro a escuchar pitos,
y tildan de que soy un carcamal.
©donaciano bueno

*las tres marías (Religión, Gimnasia y FEN) *Cara al sol es el himno de la Falange.

MI POETA SUGERIDO: César Moro

La leve pisada del demonio

En el gran contacto del olvido
A ciencia cierta muerto
Tratando de robarte a la realidad
Al ensordecedor rumor de lo real
Levanto una estatua de fango purísimo
De barro de mi sangre
De sombra lúcida de hambre intacto
De jadear interminable
Y te levantas como un astro desconocido
Con tu cabellera de centellas negras
Con tu cuerpo rabioso e indomable
Con tu aliento de piedra húmeda
Con tu cabeza de cristal
Con tus orejas de adormidera
Con tus labios de fanal
Con tu lengua de helecho
Con tu saliva de fluido magnético
Con tus narices de ritmo
Con tus pies de lengua de fuego
Con tus piernas de millares de lágrimas petrificadas
Con tus ojos de salto nocturno
Con tus dientes de tigre
Con tus venas de arco de violín
Con tus dedos de orquesta
Con tus uñas para abrir las entrañas del mundo
Y vaticinar la pérdida del mundo
En las entrañas del alba
Con tus axilas de bosque tibio
Bajo la lluvia de tu sangre
Con tus labios elásticos de planta carnívora
Con tu sombra que intercepta el ruido
Demonio nocturno
Así te levantas para siempre
Pisoteando el mundo que te ignora
Y que ama sin saber tu nombre
Y que gime tras el olor de tu paso
De fuego de azufre de aire de tempestad
De catástrofe intangible y que merma cada día
Esa porción en que se esconden los designios nefastos y la
sospecha que tuerce la boca del tigre que en las
mañanas escupe para hacer el día
De “La tortuga ecuestre” 1936-1939

La nieve es blanca

La nieve es blanca
la lana añosa la idea lanosa
mi amada hermana rencorosa
toda la sangre del mundo
hierve
en frío
Pese a la muerte mi hermana
por la blancura
con la edad
la idea se convierte en lana
soporte de nieve
de la sangre
Pero la luz vive
eterna
nada la detiene
ni la muerte ni la edad
ni la idea
Pero la nieve la refleja
y todo está dicho en la luz
el amor diverso divino
es sólo un acto de luz
si veo bebo
nadie podrá
agotar la luz ni la sed en mí
en el corazón de la luz
su hijo
De «Amour à mort»
Versión de Aldo Pellegrini

La vida escandalosa de César Moro

Dispérsame en la lluvia o en la humareda de los torrentes que
pasan
Al margen de la noche en que nos vemos tras el correr de nubes
Que se muestran a los ojos de los amantes que salen
De sus poderosos castillos de torres de sangre y de hielo
Teñir el hielo rasgar el salto de tardíos regresos

Mi amigo el Rey me acerca a su tumba real y real
Donde Wagner hace la guardia a la puerta con la fidelidad
Del can royendo el hueso de la gloria
Mientras lluvias intermitentes y divinamente funestas
Corroen el peinado de tranvía aéreo de los hipocampos relapsos
Y homicidas transitando la terraza sublime de las apariciones
En el bosque solemne carnívoro y bituminoso
Donde los raros paseantes se embriagan los ojos abiertos
Debajo de grandes catapultas y cabezas elefantinas de carneros
Suspendidos según el gusto de Babilonia o del Transtévere
El río que corona tu aparición terrestre saliendo de madre
Se precipita furioso como un rayo sobre los vestigios del día
Falaz hacinamiento de medallas de esponjas de arcabuces
Un toro de significativa alegría muerde el seno o cúpula
De un templo que emerge en la luz afrentosa del día en medio
de las ramas podridas y leves de la hecatombe forestal

Dispérsame el vuelo de los caballos migratorios
En el aluvión de escorias coronando el volcán longevo del día
En la visión aterradora que persigue al hombre al acercarse la
Hora entre todas pasmosa del mediodía
Cuando las bailarinas hirvientes están a punto de ser decapitadas
Y el hombre palidece en la sospecha pavorosa de la aparición de-
finitiva trayendo entre los dientes el oráculo legible como sigue:

Una navaja sobre un caldero atraviesa un cepillo de cerdas
de dimensión ultrasensible; a la proximidad del día las cerdas se
alargan hasta tocar el crepúsculo; cuando la noche se acerca las
cerdas se transforman en una lechería de apariencia modesta y
campesina.
Sobre la navaja vuela un halcón devorando un enigma en forma de
condensación de vapor; a veces es un cesto colmado de ojos de
animales y de cartas de amor llenas con una sola letra; otras veces
un perro laborioso devora una cabaña iluminada por dentro. La
oscuridad envolvente puede interpretarse como una ausencia de
pensamiento provocada por la proximidad invisible de un estanque
subterráneo habitado por tortugas de primera magnitud.

El viento se levanta sobre la tumba real
Luis II de Baviera despierta entre los escombros del mundo
Y sale a visitarme trayendo a través del bosque circundante
Un tigre moribundo
Los árboles vuelven a ser semillas y el bosque desaparece
Y se cubre de niebla rastrera
Miríadas de insectos ahora en libertad ensordecen el aire
Al paso de los dos más hermosos tigre del mundo..
De «La tortuga ecuestre» 1936-1939

Llamado a los tres reinos

Hablo a los tres reinos
al tigre sobre todo
más susceptible de escucharme
a las limaduras a la carbonilla
al viento que no se sitúa en ninguno de los tres reinos
para la tierra habría que usar un lenguaje de cieno
para el agua un lenguaje de ventosa
para el fuego apretar la poesía en un torno y romper el cráneo
atroz de las iglesias

Hablo a los sordos de orejas tumefactas
a los mudos más imbéciles que su silencio impotente
huyo de los ciegos pues no podrán comprenderme
todo el drama sucede en el ojo y lejos del cerebro

Hablo de un cierto encanto incomprensible
de un habito desconocido e irreducible
de ciertas lágrimas secas
que pululan sobre el rostro del hombre
del silencio que resulta el gran grito del nacimiento
de este instinto de muerte que nos subleva
a nosotros los mejores de entre los hombres
cada mañana se hace tangible bajo la forma de una medusa
sangrante a la altura del corazón.

Hablo a mis amigos lejanos cuya imagen confusa
tras una cortina de estrépito de cataratas
me deleita como una esperanza inaccesible
bajo la campana de un buzo
simplemente en la soledad de un claro de bosque.
De «Le château de grisou»1939-1941

Oh furor el alba se desprende de tus labios

Vuelves en la nube y en el aliento
Sobre la ciudad dormida
Golpeas a mi ventana sobre el mar
A mi ventana sobre el sol y la luna
A mi ventana de nubes
A mi ventana de senos sobre frutos ácidos
Ventana de espuma y oleaje
Sobre altas mareas vuelven los peñascos en delirio y la alucina-
ción precisa de tu frente
Sobre altas mareas tu frente y más lejos tu frente y la luna es tu
frente y un barco sobre el mar y las adorables tortugas
como soles poblando el mar y las algas nómadas y las que
fijas soportan el oleaje y el galope de nubes persecutorias
el ruido de las conchas las lágrimas eternas de los coco-
drilos el paso de las ballenas la creciente del Nilo el polvo
faraónico la acumulación de datos para calcular la velo-
cidad del crecimiento de las uñas en los tigres jóvenes la
preñez de la hembra del tigre el retozo del albor de los
aligatores el veneno en copa de plata las primeras huellas
humanas sobre el mundo tu rostro tu rostro tu rostro
Vuelven como el caparazón divino de la tortuga difunta envuelto
en luz de nueve
El humo vuelve y se acumula para crear representaciones tangi
bles de tu presencia sin retorno
El pelo azota el pelo vuelve no se mueve el pelo golpea sobre un
tambor finísimo de algas sobre un tambor de ráfaga de
viento
Bajo el cielo inerme venciendo su distancia golpeas sin sonido
La fatalidad crece y escupe fuego y lava y sombra y humo de
panoplias y espadas para impedir tu paso
Cierro los ojos y tu imagen y semejanza son el mundo
La noche se acuesta al lado mío y empieza el dialogo al que asistes
Como una lámpara votiva sin un murmullo parpadeando
y abrazándome con una luz tristísima de olvido y de casa
vacía bajo la tempestad nocturna
El día se levanta en vano
Yo pertenezco a la sombra y envuelto en sombra yazgo sobre un
lecho de lumbre.
De «La tortuga ecuestre» 1938-1939

Prestigio del amor

El amor consagra al amor
Los días sin lluvia
Y como conviene los días bellos
Para el amor y sus preferencias
Al prestigio del más viejo amor
A la lluvia de la palabra amor
Al único amor sin pena sin dicha sin retorno
Al porvenir de los dementes
A los sepultureros a los alegres compañeros de presidio
Al punzante al ardiente recuerdo del tatuaje
A mi amada muerte
A quienes dudan todavía
A los tesoros de los ciegos
A las lágrimas
Al agua al viento al fuego al amor
A la esperanza de quien destroza su amor
Al tormento del fuego y del hielo
A los primeros sucesos que han de señalar la rebelión y la
sangre
A las sábanas de los crímenes pasionales
A las bellas sábanas de los suicidas
A la más tierna culata razón del revólver
A las partidas que hasta el aire soplan
Al plomo de las balas
Para que hasta los no alcanzados
Mueren como perros envenenados
A la congoja de quienes despiertan
A las noches vacías
A mi vida perdida
A la pérdida sin dolor sin retorno sin dicha de la vida
Para que quienes aman y se envilecen en su dicha
Se levanten y lancen las primeras maldiciones
Al huracán
A las mañanas más tristes que todo
Para mejor borrar mi nombre
Para sacudir el polvo y volver al polvo
Para maldecir los instantes al parecer felices
Para el despertador cargado de pólvora
A las estatuas desnudas de la noche
Al mármol perdido
Para carecer de sepulcro
A las señales ígneas del puñal
A los solos a los únicos recuerdos sexuales
A la boca de piedra del amor
Al frío del agua la noche
Para ya nunca volver a comenzar
Al más tierno amor
De «Poemas» 1932-1937

Un camino de tierra en medio de la tierra

Las ramas de luz atónita poblando innumerables veces el área de tu frente
asaltada por olas
Asfaltada de lumbre tejida de pelo tierno y de huellas leves de fósiles de
plantas delicadas
Ignorada del mundo bañando tus ojos y el rostro de lava verde
¡Quién vive! Apenas dormido vuelvo de más lejos a tu encuentro de
tinieblas a paso de chacal mostrándote caracolas de espuma de
cerveza y probables edificaciones de nácar enfangado
Vivir bajo las algas
El sueño en la tormenta sirenas como relámpago el alba
incierta un camino de tierra en medio de la tierra y nubes
de tierra y tu frente se levanta, como un castillo de nieve
y apaga el alba y el día se enciende y vuelve la noche y fasces
de tu pelo se interponen y azotan el rostro helado de la noche
Para sembrar el mar de luces moribundas
Y que las plantas carnívoras no falten de alimento
Y crezcan ojos en las playas
Y las selvas despeinadas giman como gaviotas
De «La tortuga ecuestre» 1936-1939

Viaje hacia la noche

Es mi morada suprema, de la que ya no se vuelve
Krishna, en el Bhagavad Gita

Como una madre sostenida por ramas fluviales
De espanto y de luz de origen
Como un caballo esquelético
Radiante de luz crepuscular
Tras el ramaje dense de árboles y árboles de angustia
Lleno de sol el sendero de estrellas marinas
El acopio fulgurante
De datos perdidos en la noche cabal del pasado
Como un jadear eterno si sales a la noche
Al viento calmar pasan los jabalíes
Las hienas hartas de rapiña
Hendido a lo largo el espectáculo muestra
Faces sangrientas de eclipse lunar
El cuerpo en llamarada oscila
Por el tiempo
Sin espacio cambiante
Pues el eterno es el inmóvil
Y todas las piedras arrojadas
Al vendaval a los cuatro puntos cardinales
Vuelven como pájaros señeros
Devorando lagunas de años derruidos
Insondables telarañas de tiempo caído y leñoso
Oquedades herrumbrosas
En el silencio piramidal
Mortecino parpadeante esplendor
Para decirme que aún vivo
Respondiendo por cada poro de mi cuerpo
Al poderío de tu nombre oh poesía
Lima, la horrible, 24 de julio o agosto de 1949.

Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera

Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
Y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el mar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Con el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus manos
Con el silencio que prende a tu llegada
Con el trastorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Tan pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar y el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu estar
Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y pavorosa de tu ser
Estrella desprendiéndose en el apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centelleantes
Hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te sigue encadenada y muda
Enredadera de tu sangre
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie y guarde el
equilibrio de los mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace sin cesar
Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia
De «La tortuga ecuestre» 1936-1939

Visión de planos apolillados cayendo en ruinas

Les tenêbres vertes dans les soirs humides de la belle saison
Baudelaire

El incesto representado por un señor de levita
Recibe las felicitaciones del viento caliente del incesto
Una rosa fatigada soporta un cadáver de pájaro
Pájaro de plomo dónde tienes el cesto del canto
Y las provisiones para tu cría de serpientes de reloj
Cuando acabes de estar muerto serás una brújula borracha
Un cabestro sobre el lecho esperando un caballero moribundo
de las islas del Pacífico que navega en una tortuga musical
divina y cretina
Serás un mausoleo a las víctimas de la peste o un equilibrio
pasajero entre dos trenes que chocan
Mientras la plaza se llena de humo y de paja y llueve algodón
arroz agua cebollas y vestigios de alta arqueología
Una sartén dorada con un retrato de mi madre
Un banco de césped con tres estatuas de carbón
Ocho cuartillas de papel manuscritas en alemán
Algunos días de la semana en cartón con la nariz azul
Pelos de barba de diferentes presidentes de la república del Perú
clavándose como flechas de piedra en la calzada y produciendo
un patriotismo violento en los enfermos de la vejiga
Serás un volcán minúsculo más bello que tres perros sedientos
haciéndose reverencias y recomendaciones sobre la manera
de hacer crecer el trigo en pianos fuera de uso

Mi poeta sugerido: Jesús Munárriz:
Mi poema: CUANDO LLEGUE EL INVIERNO

MI POEMA... de medio pelo

 

Cuando llegue el invierno, amigo mío,
y de blanco se pinten las montañas,
el ganado retorne a sus cabañas
protegiendo del agua y del frío.

Cuando el cielo se torne ya sombrío
y la lluvia se asome a los tejados,
con los chuzos de punta arrebujados,
se descubra a la escarcha en el estío.

Volverán los gorriones a sus nidos,
los lagartos penando a sus guaridas,
el agua amenazante en sus corridas
a campos anegados y tupidos.

Las liebres tornarán a madrigueras,
que todo aquí se agrupa junto al fuego,
el bar es el refugio del labriego,
y todos a penar con sus lloreras.

Y otra vez volverán las sementeras
a lucir con placer su mejor gala,
saldrá el sol, la vida y su antesala
y de nuevo los trillos a las eras.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Jesús Munárriz

La verdad se escondía…

la verdad se escondía
diariamente entre las líneas del periódico
y la esperanza hurgaba
inútilmente por los vertederos.
todo era gris, de un gris tirando a negro.
y los supervivientes
seguían existiendo
casi sólo por no romper con la costumbre.
«Cuarentena» 1977

Las luces del amanecer…

Las luces del amanecer
abren caminos que cruzan la noche,
se acerca un nuevo día y tú
vas a tener que abandonarme.

Ahora descansas junto a mí,
sueñas que te has quedado para siempre,
sonríes con la placidez
de quien no tiene recovecos,

pero la luz está ya ahí,
ya han despertado los gorriones,
se oye la vida que aletea
y anuncia nuestra despedida.

Porque te tienes que marchar
aunque ni tú ni yo lo deseamos,
vas a dejar un hueco en mí
de dimensión aterradora,

porque te vas de este país
y de este cuerpo mío, y de estos besos,
y no sé qué va a ser de ti
ni si alguna vez nos veremos.

Llega la luz, te digo adiós
sin despertarte, dulcemente,
luego me inclino hasta tu oído
para darte los buenos días.
«Esos tus ojos» 1981

Manifiesto

En defensa del cardo y de la ortiga,
en defensa del burro y su rebuzno
y de su condición intrascendente,

a favor de los bosques y su antiguo
modo de ser, a favor de la piedra
que el invierno cubrió de oscuro musgo,

para que vivan peces en las aguas,
pájaros en el aire, rododendros
en los jardines, luces en la noche,

y los hombres se olviden de la prisa
con que van a la nada y no se enteran,
víctimas de un progreso establecido,

para que todo cobre otro sentido
una vez asumido el sinsentido
que es todo, y concentrados en su paso

veamos sin dolor pasar el tiempo
y vivamos minutos, horas, días,
bocanadas de ser, riqueza única,

para que todo vuelva a ser sí mismo,
lo que pasó, lo que es, lo que perdura,
lo que no deja huella de su paso,

para que no dé miedo tener hijos
ni dejar de tenerlos, y el amor
vuelva a ser verdadero, a ser inmenso,

para poder tomar el sol y el aire
y sentarse en la hierba con la gente
y ponerse a charlar largo y tendido,

a favor del cansancio y del descanso,
a favor de los ciclos naturales
y de la rebeldía ante los ciclos,

por los colores y por los sonidos,
por los gustos, los tactos, los olores,
por el juego y el sueño, y los amigos,

en defensa de lo que se ha perdido,
de la paz verdadera, del sosiego,
de la palabra limpia y del silencio.
«Esos tus ojos» 1981

Me has dado tu dulzura a borbotones…

Me has dado tu dulzura a borbotones
en días desolados,
me has regalado el beso y el saber
secreto de tus labios,
has sabido calmar entre tus dedos
mi guerra y mi pasado
e interpretar mis gestos de náufrago
y ofrecerme tus brazos;
has puesto espliego y laúdano en mis días
y jengibre en mis noches,
me has regalado sensatez, locura,
justo medio y derroche,
has abierto tu historia a mi designio
y tu esfuerzo a mi goce
y la melancolía de tus párpados
a mi dolor de hombre.
Por eso, aunque el futuro sea incierto
como incierta es la lucha,
aunque el tiempo cínicamente exhiba
su condición de nutria
y las procacidades alardeen
de la desenvoltura
con que han urdido inmemorablemente
la historia, esa gran puta,
lo que me has dado tú, pese a quien pese,
que, es y será mío,
y lo que yo te di, caiga quien caiga,
tú lo llevas contigo,
y tiene un nombre, que es amor, y hoy dejo
constancia por escrito
de lo hermoso que fue, profundo y tierno
haberte conocido.
«De aquel amor me quedan estos versos» 1975

Monólogo de Zimmer

No es un huésped molesto, pese a todo.
Sólo es un niño grande. Los niños, ya se sabe,
dan a veces disgustos, tabarras; también él.
Pero si está tranquilo es agradable:
charla, improvisa versos, se vuelve muy locuaz
o disfruta de la naturaleza, sonriente.

En el buen tiempo me acompaña al huerto
o a la viña y mientras yo trabajo él coge flores,
que luego olvida. El sol le hace feliz
y se abandona a su calor, sobre la hierba,
y se le va ese frío que le atrista por dentro.

Es un hombre tranquilo si se le deja en paz,
pero los críos, a veces, le importunan
y vuelve a casa de mal genio, y no hay quién pare
pasea por su cuarto como fiera enjaulada
o nos saca de quicio con el piano,
machacando las mismas teclas siempre.

Le ocurre, sobre todo, en el mal tiempo,
con el frío, la lluvia, el cielo gris,
días y días sin salir de la buhardilla,
sin cortarse las uñas ni el pelo, ni la barba,
sin asearse,
asomado al cristal con ojos idos,
perdidos en el Neckar,
taconeando el suelo horas y horas.

Pero por qué insistir en estas cosas:
todos tenemos días malos.
En general, se porta bien. Y me hace compañía.
Además, es muy entretenido
la gente que conoce. De otros tiempos.
A veces le visitan -no mucho, es la verdad-
y pasan por mi casa señorones, o escritores famosos,
o señoritas interesantísimas
que le contemplan con respeto
y le piden poemas dedicados.

Yo les ofrezco vino, o agua fresca,
o frutas en verano,
y ellos me hablan de él, de lo importante
que podía haber sido, de su talento
extrañamente roto, de su hermosura
y de la de sus versos.

Yo les cuento diabluras que me hace
y les divierten o les ponen tristes, depende,
y al despedirse, algunos, dejan unas monedas
para comprarle dulces, que le gustan muchísimo.

Cuando se van, a él le cambia la cara
y se queda pensando, ensimismado,
y está así varios días, como dándole vueltas,
rumiándolo, y entonces
yo lo observo sin que él se dé cuenta
y siempre pienso: no está loco,
sólo hace lo que quiere,
libre, en paz.

De pronto, cualquier cosa,
un gorrión, unos mirlos, una insignificancia
le vuelve a su mirar de niño grande
y sonríe otra vez, no se sabe, como a las musarañas,
y a mí me desconcierta porque lo veo ido
y también me lo creo.

De ella, no habla nunca. Si la nombran
en su presencia o le preguntan
por aquella señora,
finge no recordar o les responde
que le dio nueve hijos,
todos de altos destinos: papa, rey…
Luego, a solas, cuando no le ve nadie,
sube a su torre y llora. Yo le he oído
a través de la puerta. y me partía el alma.

En fin señores, ahora me parece
que he charlado de más
y les estoy cansando.
Como les dije, no es un huéped molesto
y estoy muy orgulloso de tenerlo en mi casa
de sencillo ebanista.
Así que vuelvan cuando quieran,
ya ven que ha sido muy correcto con ustedes
y que no le ha aburrido su visita.
Mucho me alegra haberles conocido.
Adión, señores.
Zimmer.
A sus pies.
«Pliegos de poesía Hiperión» Nº 3

Pero, la ley de la especie…

pero, ley de la especie,
inevitable,
los que vivimos en aquellos años
hemos de recordarlos
con nostalgia.
con nostalgia y con rabia.
«Cuarentena» 1977

Perspectiva

Hay días que parecen bodegones cubistas:
todo tiene joroba
o se parte en mitades
desiguales,
todo está lleno de ángulos,
todo cae revuelto como torre de naipes
derrumbándose,
o revuelto se escapa como mazo
de globos dispersándose,
todo es en blanco y negro,
en ocre y gris,
todo es plano, replano,
todo se despedaza-

Y sin embargo,
en su conjunto
algo
liga los elementos, los interrelaciona,
el desconcierto
cobra un sentido nuevo
y el efecto final
acaba siendo armónico-

aunque sólo se ve,
apagada la luz,
desde la cama.

Por eso estoy en las palabras…

Por eso estoy en las palabras.

Porque el silencio vive si la palabra calla
y el olvido se extiende donde el amor deserta,
y de las mordeduras gozosas o crueles
sólo queda la huella que arrancan a las prensas.

Por eso estoy en las palabras.

Porque el cerezo da sus frutos sin saberlo
y sin saberlo el cáñamo presagia las banderas,
pero el hombre conoce que entre nada y la nada
sólo puede dejar unos vocablos limpios.

Unos vocablos limpios o una voz iracunda
que arranque el velo hirsuto donde se oculta el sueño,
porque sólo la voz, las palabras perduran
cuando embebe la helada la luz de los tejidos.

Por eso estoy en las palabras.

Porque a pesar de todo, contra razón, salvado
queda el que dijo. Y nada,
contra razón también, queda del que calló,
sino el molde vacío de su materia muda.

Por eso estoy con las palabras y por eso
redescubro un sentido al sinsentido en ellas
y repito sonidos que heredé sin quererlo
y es mi roce en su uso mi paso por la historia.
«Viajes y estancias» 1975

Qué va a quedar de estos días…

¿Qué va a quedar de estos días
borrachos de tu presencia
cuando tú seas ausencia
y yo mi melancolía?
¿Qué va a quedar de estos días?

¿Qué apetencia tuya y mía
arrastrará el viento loco
cuando le sepan a poco
tu soledad y la mía?
¿Qué apetencia tuya y mía?

La huella de tu aliento
será mi aliento,
la huella de tus labios
serán mis labios,
la huella de tu cuerpo
será mi cuerpo,
la huella de tus manos
serán mis manos.

¿Qué va a quedarle a la noche
rondándole por lo oscuro
cuando sea sólo un puro
e interminable derroche?
¿Qué va a quedarle a la noche?

¿Qué rincón de qué jardín
va a acordarse de nosotros
al ver felices a otros
donde nos vio a ti y a mí?

La huella de tu aliento
será mi aliento,
la huella de tus labios
serán mis labios,
la huella de tu cuerpo
será mi cuerpo,
la huella de tus manos
serán mis manos.
«Viajes y estancias» 1975

Quedar

Quedar, quedar, quedar, como enterrados
vivos a los que va faltando el aire,
esta única obsesión: sobrevivir
cuando la nada acabe con nosotros.

Quedar, quedar, quedar, dejar un rastro
de que un día existimos, fuimos alguien,
vengarnos del callar definitivo
con este grito que llamamos arte.

Quedar, quedar, quedar, sobrevivir
aunque sea tan sólo unos segundos,
como enterrados vivos cuyas huellas
arañan la madera de la caja en que yacen.
«Esos tus ojos» 1981

Será mejor así…

Será mejor así.
Tu rostro eternamente trenzará entre mi pecho
inéditos cordajes,
se mantendrán tus manos taumaturgas,
y en tu ritmo no habrá jamás monotonía.
El color de tus ojos siempre será distinto,
y el sabor de tu piel,
y el de tu boca.
Jamás será rutina desnudarte
ni ver cómo te ocultas.
Porque no te atreviste
a romper con tu mundo cotidiano,
no será nunca el nuestro cotidiano,
rutinario y monótono.
Cada cual vivirá a solas su jornada
y en vez de soportarnos mansamente,
yo haré literatura entre otras cosas,
y tú no sé qué harás, fuera de mi memoria.

Mi poeta sugerido: José Antonio Muñoz Rojas:
Mi poema: ME DESNUDO

MI POEMA... de medio pelo

 

Ante todos vosotros me desnudo,
las vergüenzas que guardo hoy las aireo
-yo era un niño jugando en el recreo-
y hoy ya triste al pensar se me hace un nudo
y doy siempre un rodeo.

Pues me encuentro mirándome al espejo
y no acierto a creer qué estoy mirando,
-yo era un niño que estaba ayer jugando-,
y hoy percibo la sombra de un reflejo
que ve se está apagando.

Que era un niño no más con sus andares,
con sus sueños, temores y sus risas,
ingenuo, siempre al margen de las prisas,
y hoy las prisas le están lloviendo a mares
o se han vuelto remisas.

Un niño tan feliz con sus monedas
¡a qué viene hoy decir no eran legales!.
Sean malditas las mentes criminales,
que a este niño han dejado sin veredas,
sin caja de caudales.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  José Antonio Muñoz Rojas

A ti la siempre flor, la siempre viva…

A ti la siempre flor, la siempre viva
raíz, la siempre voz de mi desvelo;
a ti la siempre luz, el siempre cielo,
abierto a dura piedra y verde oliva.

A ti la siempre sangre fugitiva
de cuanto en ti no halló razón y celo;
a ti mi siempre verso, el siempre vuelo
del torpe corazón y ala cautiva.

A ti mis pensamientos aguardando
antes de amanecer a que amanezca,
para montar su guardia a memoria;

a ti mis dulces sueños entornando
puertas al alba porque no amanezca,
y se pierda en la luz tu tierna historia.

Alguien me dice: ten cuidado…

Alguien me dice: Ten cuidado
con Rosa que la matas,
las rosas, no tocarlas mejor,
no se te quede el corazón sin Rosa.

Divinamente dulce y bien plantada…

Divinamente dulce y bien plantada,
en el florero, en las habitaciones
como que tienes tierra en las honduras
del corazón cantor, de la honda pena
donde nacen las rosas de este mundo,
la angustia que estercola la belleza,
el temblor que te presta los colores,
el rozar a que pides suavidades
y la esperanza que te lleva aleve,
!ala sobre las cosas, tan sin peso,
tan con suspiro, prisa, tan diciendo:
¿Estás bien? Tengo prisa. ¿Soy hermosa?

Esto es sólo deseo de ti, de tanta herida…

Esto es sólo deseo de ti, de tanta herida
diaria de ti como he sufrido, como sigo
sufriendo con sólo decir Rosa.
¿Por qué me dueles tanto? Tus ocasiones
no sé si vivo o muerto me tienen,
porque quererte es morir y vivir,
como se sabe a un tiempo.

Etereidad

Y se queda uno con la esperanza,
colgando de su delgado hilo
de tantas cosas colgando,
de tantas esperanzas deshaciéndose,
con tanto temor oculto,
con tantos olvidos como caben
en un instante, tantos olvidos
vividos y padecidos,
como para llenar una estrella.
Y esa mujer que llegó hoy con su misterio,
con su etereidad, que lo hace posible,
que la define y la sostiene
y ha dejado la casa
llena de su misterio.

Hija de siempre de las cosas claras…

Hija de siempre de las cosas claras,
las estancias de luz, las aguas donde
la paz halla aposento, el tiempo tiene
no paso mas temblor. El temblor queda.
No te cumple lo torpe. Todo sale
seguro al existir. No hay esperanza
porque la dicha existe, la tenemos
sin desear ni desazón. Se mide
con hermosura todo. La hermosura
fue en el comienzo. Su fluir no cesa.

La dicha, qué es la dicha?

La dicha, qué es la dicha? (La palabra
no me hace feliz, dicho de paso). Yo diría
que es sencillamente ir contigo de la mano,
detenerse un momento porque un olor nos llama,
una luz nos recorre, algo que nos calienta
por dentro, que nos hace pensar que no es la vida,
la que nos lleva, sino que nosotros somos
la vida, que vivir es eso, sencillamente eso.

La madre

La madre soñaba oscuramente:
Será rubio, tendrá estos ojos mismos,
le amarán las muchachas. Una tarde,
de pronto, llorará junto a una rosa.

Le crecerá la angustia sin saberlo.
y cada nuevo umbral será una herida.
Temblará al traspasarlos, hijo mío.
Acaso una paloma, acaso nada.

El viento por la frente; las caídas
hojas que se acumulan; los rumores
del corazón callados: nadie sabe
las formas repentinas de la dicha.

Yo lo siento aquí hondo, en mis entrañas,
el río de tu vida, que me deja
una nostalgia antigua, una dulzura
vieja en mi corazón, como la sangre.

Me hace toda ribera, toda muro
donde pasan las aguas de tus años.
Vuelvo otra vez a ser niña que juega,
corriendo como niña entre las rosas.

¡Oh sueño en mis entrañas! ¡Oh alto río,
resonando de siempre en mis entrañas!

Me la encontré de pronto. Dije: ¡Rosa!…

Me la encontré de pronto. Dije: ¡Rosa!
¿Por este corazón tú nuevamente?
Tú, la Rosa de siempre inesperada,
la dolorosa Rosa por quien vivo,
(espiando la hermosura por si en ella
vas ignorada, vas como las nubes
o la belleza por la noche, mientras
nosotros en el sueño. Así, de pronto.
¿Cómo esperar de pronto que en septiembre
ocupado en las cosas de septiembre,
en esperar la lluvia, arar el campo
o fatigar el monte, tú vinieras,
tan alegre diciendo: José mío,
si vieras qué hermosura de viaje?

Muchos me dicen: ¿Y esa Rosa tuya…

Muchos me dicen: ¿Y esa Rosa tuya
es de verdad? Yo les contesto
Rosa y verdad son sólo una.
Rosa es el nombre de lo eterno,
que ella, eterna, si pronunciara
no sería rosa.
Ni yo este corazón que vive de eso.

Nada tienes que ver con la poesía…

Nada tienes que ver con la poesía.
Una cosa es poesía y otra rosa,
aunque al nombrar los pétalos, las gentes
piensen que los poetas no andan lejos.
Mas no es verdad y sí que tras los pétalos
andan los muladares, los canteros,
los hortelanos, las fecundaciones,
tus manos indudablemente bellas,
que los recogen un momento, dudan,
y los entregan a las aguas mansas.

No estará José Estrada todavía… A José Estrada

No estará José Estrada todavía
oyendo el agua aquella en la Alhajuela,
peIpetuamente oyendo el agua. (Esto Rosa
fue antes de tu tiempo, si tiempo
alguna vez tuviste. ¡Oh Rosa y tiempo!)
Agua y memoria, ¿no son Rosa lo mismo,
corriendo siempre en la memoria,
de José Estrada en su Alhajuela?
Como yo lo estoy viendo en este instante,
si memoria no es también agua corriendo.

No será este latido…

No será este latido
eso que llamas Rosa? Anoche
al asomarme al patio
me arrebató un olor.
Pensé: Mi Rosa. Mas no era.

Nunca como antes y siempre…

Nunca como antes y siempre
como antes. Son los lugares mismos,
la mano misma que te escribe. ¿El agua misma
la que corría entonces? Estas luces
de finales de mayo, son las del mayo aquel,
cuando entre los granados me dijiste:
Te quiero como nunca. Yo te dije:
No me hables de nuncas que no existen,
sino de siempres nuestros para siempre,
o quizá todavías que nos aguardan.

Pensar que nunca más esta hermosura…

Pensar que nunca más esta hermosura,
pensar que ya mañana estos vocablos,
pensar que estos colores, estas nubes.
¿Y no pensar? Las rosas no pensamos,
casadas al instante lo seguimos
hasta la muerte. Nuestra vida canta
con olor, suavidades, la dulzura
del existir aprisa o lentamente.
Lo demás tiene nombre sin historia.

Quiero contarte cosas que me pasan…

Quiero contarte cosas que me pasan.
Cuando digo me pasan tiemblo, Rosa,
porque «me pasan» dice muchas cosas.
Esto de las palabras, Rosa, siempre
induce a confusión. Hablo, tropiezo,
caigo, me repongo, vuelvo a caer.
Hablar, Rosa, es darse trompicones
de palabra en palabra. La lengua dice
cosas que no quisiera, a tientas anda.
¿No ves, Rosa, que hablando, como hablo,
caigo en lo mismo y a lo mismo vuelvo?
Cosas que pasan. Te diré que anoche
ardieron los rastrojos, una hermosura
de fuego que en festones se corría
de gozo, dando saltos, crepitando,
la llama daba brincos, le ponía
un rostro diferente a los contornos,
sorprendida la noche en sus silencios
por la herida que abría en sus costados
la navaja de las llamas alegres.
Era una fiesta de purificación.

Rosa de siempre

Tú de verdad y para ti mi vida,
Rosa de siempre lo mortal te sabe
de memoria y amor. ¿Qué en ti no cabe?
Mi verso para ti. Tú, su medida.

Pedazo de mi tiempo, de mi herida,
me llevas y te llevo, mar y nave,
¡oh, Rosa, ¿qué hará el labio que te alabe
mas que alabarte? Lo fugaz se olvida.

Pero nunca la luz. El viejo río
seguirá su camino al mar, la nada.
Por los aires de Dios la primavera

seguirá proclamando el poderío
de lo que pasa. Oh, Rosa condenada
por dentro a florecer, morir por fuera.

Rosa, dulce, la temprana, salta…

Rosa, dulce, la temprana, salta.
Figúrate que el agua te recoge.
Cierra los ojos. ¿Cuántas son? Las formas
de la dicha nacieron en los montes
y bajaron al llano con los ríos,
hacia la mar segura con las aguas.

Si te llamo azucena, si te llamo…

Si te llamo azucena, si te llamo,
¿a qué jardín del mundo no le obligo?
Si te digo romero, si te digo,
¿a qué monte del mundo no reclamo

que tenga tu color y olor? Te amo
por el romero en ti, porque te sigo
como a jardín del alma que te digo,
como monte del alma que te llamo.

Y con tanto nombrarte y renombrarte
sin variar de nombre, a cada cosa
bella, la voy llamando con mi acento

y la dejo morir al silenciarte,
y si digo azucena y digo rosa,
las nombro a ellas, pero a ti te siento.

Mi poeta sugerido: Hugo Mujica:
Mi poema: TÚ Y YO Y AQUEL

MI POEMA... de medio pelo

 

Tú y yo y aquel, el otro
y el que asó la manteca,
todos,
frutos somos del azar,
de un accidente en este macrocosmos
cuya inmensidad desconocemos.

Nacemos de padres pobres, ricos,
electricistas, funambulistas o toxicómanos,
en un punto del planeta Tierra
que nos tocó en la Loto celestial.

Crecemos intentando ganar tiempo al tiempo,
y a cada paso que damos menos nos queda.

Creemos en un dios heredado
al que buscamos a sabiendas que nunca encontraremos,
hasta el día en que pensamos, y dudamos,
y nos hacemos agnósticos
o lo que es peor, ateos.

Aprendemos de lo que nos inculcan
los obsesos adoctrinadores de turno,
vampiros, sacamantecas,
para beneficio propio.

Pomposamente proclamamos nuestros principios,
si no les gustan tenemos otros (Groucho Marx).

Vivimos, sin saber por qué vivimos,
intentando acumular riquezas materiales
que pronto se irán por el inodoro
sirviendo de carnaza para los herederos,
que, como aves de rapiña,
nos lo agradecerán con sus disputas.

Gozamos y elevamos un altar al placer,
al amor, a la amistad
y a la vida
y en todo nos ciscamos.

Fingimos ser buenos de solemnidad
-a dios rogando y con el mazo dando-,
como los falsos predicadores.

Sufrimos porque Ronaldo no mete un gol
a sabiendas de que nosotros a Ronaldo
le importamos un carajo.

Jugando a ser trascendentes,
nosotros, si, nosotros,
fantasmas auto-sobre-valorados, de mierda.

Y en esta tesitura
aparece en escena una caja de madera
y se acaba la función. Baja el telón.
Y fin de la representación.
Aquí haya paz y después gloria.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Hugo Mujica

Desnudez

ni la ruina de un muro
sobre el que apoyar las palmas, sobre el
que descansar la gente

nada, salvo polvo que el viento alza,

viento
borrando ruinas
una sábana blanca
ondea en el viento

ceremonia de nada,
gesto de nadie,

nadie, nada o las huellas más tenues
o tal vez un llamado

el viento
la desnudez en la que viene y huye:

la huella, que borrando traza.

En plena noche

También en plena noche
la nieve
se derrite blanca

y la lluvia
cae
sin perder su transparencia.

Es ella, la noche,
la que nos libra de los reflejos,

la que nos expande
las pupilas.

Lo que busca con su bastón
el ciego es la luz, no el camino.

Entre la noche y el alba

Entre el tejado y el cielo

hay un vacío de
pájaros,

una nostalgia de lluvias.

Entre la noche y
el alba

la cita imposible de cada vida:
la ausencia que el alma abraza.

Entre latidos

En las dunas
todo es silencio,

salvo el soplo
del viento
que lentamente las forma
y lentamente las deshace.

En su cama de hospital
un moribundo escucha como
uno a uno van callando
sus latidos.

Todo es silencio y entre latido
y latido

se cumple el azar o la esperanza:
lo que al final vence,
sin dejar vencidos.

Formas blancas

En un baldío,
sobre el polvo y la
hojarasca

un pájaro moribundo
aquieta sus alas.

Una nube, impasible,
juega
sus formas blancas.

Al final también mi boca se llenará
de tierra,

al final siempre se besa
aquello que desertamos.

Hay un alma

apenas la sed
descubre sin cubrir, apenas el agua
acaricia el borde
sin extender la herida,

es lo ausente lo que más
se muestra,
lo olvidado lo que más se espera.
hay un alma

lo dice la sed y
el agua

lo calle el olvido, la herida
abierta entre el sueño
y la vigilia

el naufragio de todo reflejo
en la transparencia olvidada.

Horizonte

Es la hora más lenta,

es crepúsculo
y un par de relámpagos
destellan un horizonte.

Descalzo, sobre la arena
tibia,
un niño corre tratando
de atrapar gaviotas.

En la noche,
la lluvia borrará las huellas,
iniciará un desierto,
regalará el olvido.

La espera

Como un mantel
a la espera de la fiesta

las manos
ya están desnudas.

Falta la brisa
que las desborde y el afuera
que las cobije,

falta el hueco de ellas mismas,
falta olvidar la limosna.

Lluvia sobre la lluvia

Al fondo,
sobre una mesa, debajo de
un árbol desnudo,

una taza
desborda la lluvia.

Desborda, cae, y dibuja un charco,
un espejo, una vida.

Lo abierto

Cae quieta la lluvia,
lo abierto mana.

Cae la lluvia, cae sobre
la espera,

en la caída la lluvia es su camino
y el camino su llegada.

Hay que osar lo abierto y la caída:
el desierto de la sed
no la sed del desierto.

Lo imposible

Llueve sobre
el silencio de un plato vacío,

llueve
y se desborda lluvia.

Hay que derramarse hasta
lo imposible de uno mismo:

la herida sin decirse sangre,
el alma sin saberse alma.

Lo humano

Un viento límpido
recorre la noche.

En las calles,

un hombre
apura sus pasos, cumple su rito:
inclina su nada;

deja el temblor que a veces queda
donde hubo vida y ahora hay olvido.

Orillas

afuera ladra un perro
a una sombra, o a su eco
o a la luna
para hacer menos cruel la distancia
siempre es para huir
que cerramos una puerta,
es desierto la desnudez que no es promesa
la lejanía
de estar cerca sin tocarse

como bordes de la misma herida
adentro no cabe adentro,
no son mis ojos
los que pueden mirarme a los ojos,
son siempre los labios de otro
los que me anuncian mi nombre.

Primavera

Es el mismo
árbol
de tantos otros años,
de algún que otro poema;

el mismo que otra vez
reverdece en mi ventana.

Es la misma savia que, año tras año,
se dice más callada en mis latidos.

Página tras página

Serena, sin despertar
los sueños

la noche va dando
a luz su alba.

Inclinado sobre un libro,
leo,

página tras página
se encienden la vida y
algunas palabras.

Atrás queda
lo que el alba no despierta:
lo que ya ha muerto
sin pronunciar su nombre.

Resplandor

Ya noche,
caminando,

vi el instante de un relámpago
sobre el charco de una calle,

cerré los ojos
y, blanca e inmensa, y a la vez serena,
se encendía un alba.

Temblor

Una hoja, rojiza,
tiembla,

es otoño
y el sol va entristeciendo su paso
por mi ventana.

Algo,
cada instante se detiene,
algo es ya siempre nunca;

el final es siempre un combate:
el de no aferrarse a las armas.

Transparencia

Noche sin cielo
y lo más alto
es el nacer de la lluvia.

Sin un antes
ni un después,
en su puro ahora

cae la lluvia;

cae sobre el mundo
y algo,
algo otro que la duda o la certeza,
se transparenta sobre sus aguas.

Mi poeta sugerido: Enrique Morón:
Mi poema: ESE ENGREÍDO, EL HOMBRE

MI POEMA...de medio pelo

 

El hombre es ese ser inconsistente,
el mismo que se sube a los altares
así que en el planeta llueva a mares,
que mira y va besándose en la frente
mofándose de aquel que es diferente
creyéndose es el rey de los manglares.

Ese hombre con un halo de inconsciente,
-y yo me incluyo aquí, también soy hombre-,
que ansía aparentar ser gentilhombre,
y avanza si le lleva la corriente
y dice lo contrario a lo que siente
y en esto de actuar no tiene nombre.

El hombre es ese ser acomplejado
que siempre va contando las monedas,
queriendo transitar por las veredas
sabiendo que ya está predestinado
a ser como cualquiera amortajado
sirviendo como abono en arboledas.

Que nace ya y que aspira a ser quien manda,
cadáveres dejando en el camino,
borracho con su orgullo va de vino,
se pasa media vida de parranda,
da pasos, se arrepiente y los desanda,
haciendo oposiciones a cretino.

Que llega hasta el final sin darse cuenta
y siempre cuando llega se arrepiente
haciendo en paraíso de serpiente,
que siente que ha pecado y se lamenta,
descubre que el vivir no se sustenta
pues marcha sin siquiera hincar el diente.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Enrique Morón

Despedida

Te vas y yo me quedo para siempre conmigo.
Una quietud de árbol nace por mi cintura.
Te vas como una sombra, reptando la llanura,
herida por las uñas larguísimas del trigo.

Amiga mía fuiste cuando yo fui tu amigo,
guardamos equilibrio de pasión y ternura;
pero el amor se añeja cuando el amor perdura:
ni me arrastra tu marcha ni a quererme te obligo

Te vas y yo me quedo como siempre, contento.
La brisa da en mis ojos caricias y arañazos
y poco a poco surge la redondez del llanto.

Te vas y no me importa. Sí me importa. Lo siento.
Se ha quedado vacío el hueco de mis brazos
y un ruiseñor de piedra ha crecido en mi canto.
De «Paisajes del amor y el desvelo» 1970

Oda a la circunferencia

Se quebraron los bordes del polígono
y se hicieron flexibles las aristas.
La mañana es redonda y en sus curvas
hay labios circulares y sonrisas.

¡Oh, los giros del monte, los recodos
de las aguas plurales, cristalinas!
¡Oh, las aves que vuelan y consiguen
amenizar silentes geometrías!

¡Contornos de mujer. Pechos que buscan
el hueco justo y frágil de la brisa!
¡Caderas de metal, muslos guijarros,
oscuros ojos y mejillas nítidas!

Todo gira, se mece, se transforma,
su vuelve luz en la fragancia tibia
de la rosa de abril que se abre y vive,
porque vivir es causa curvilínea.

Como un coso de fiestas y clamores
quedó en la luz la curva concebida:
metamorfosis de la línea recta;
principio y fin de cuerpos y de aristas.
De «Odas numerales» 1972

Oda al número cero

Redonda negación, la nada existe
encerrada en tu círculo profundo
y ruedas derrotado por el mundo
que te dio la verdad que no quisiste.

Como una luna llena es tu figura
grabada en el papel a tinta y sueño.
Dueño de ti te niegas a ser dueño
de toda la extensión de la blancura.

Tu corazón inmóvil y vacío
ha perdido la sangre que no tuvo.
Es inútil segar donde no hubo
más que un cuerpo en el cuerpo sin baldío.

Redonda negación, redonda esencia
que no ha podido ser ni ha pretendido.
Sólo la nada sueña no haber sido
porque no ser es ser en tu existencia.
De «Odas numerales» 1972

Oda al número dos

Siempre infantil caminas por las cifras
enseñando tu cola puntiaguda,
y tu panza de niño adolescente
por donde se resbala la ternura.

Eres, al fin, el único juguete
que traza el usurero con su pluma.
Cisne de los papeles escolares!
¡Príncipe y equilibrio de las curvas!

Cuando tu nombre se abre entre mis labios
apenas si se mueve tu figura;
en el aire nadando te me alejas
por un mundo de hierro y de penumbra.

¿Qué vas a hacer cuando el dolor te lleve
por las altas ventanas de las sumas?
¿Qué vas a hacer cuando los ases vengan
a oscurecer tu blanca dentadura?

Vuelve a mis labios niños, quiero hacerte
corazón infantil de flor y fruta.
Vuela de los papeles a los prados,
donde crecen los soles y las lunas.
De «Odas numerales» 1972

Oda al signo menos

Pero llegó el silencio. Y el otoño
era una muerte horizontal y sola;
los árboles talados, las umbrías
enmohecidas de olvidos y de hojas.

Atardecer. Puñales del ocaso.
Heridas en el sol y carne roja.
Un desfile de brujas van cantando
entre dientes, montadas en escobas.

¿A dónde está el amor? ¿En dónde viven
las alboradas tibias, las alondras
que conocen el ritmo de la sangre
definitiva de las amapolas?

¿Qué corazón soporta esta tristeza
cautiva en lo profundo de la boca?
¿A dónde está el amor? ¿Qué viento fuerte
pulió mi negación rotunda y sobria?

Preguntas y preguntas y silencio
y silencio y silencio, hora tras hora.
Ojos abiertos y cerrados. Ojos
que nada ven y nada esperan. Sombras.
De «Odas numerales» 1972

Presencia

Cerca de mí tus ojos,
tu cintura de mimbre,
tu valor de quererme
y tu frágil anhelo
de brisas venideras.

Rotunda estás y eres
para mis labios curvos.

Cerca de mí tus venas
cantando como pájaros.

¡Qué delicada fuerza
me das cuando suspiras!

¡Qué multitud de naves
se alejan por tu frente
cuando en el aire piensas
melancólica y cierta!

¡Oh, tus pechos de novia,
circulares y prietos
como un canto campestre!

Cerca de mí pareces
un horizonte verde,
una esperanza tibia,
un dolor apagado.

Vienes y vas y vienes
para ser siempre nueva
realidad de la tarde
enervada en mis labios.

Vienes y vas y eres
la brisa que despierta
mi estambre. y mi silencio
cálido. Y mi sonrisa.

Seco dolor en la noche

No sé. Quiero llorar. Pero es a veces
cuando el llanto no acude. Y es preciso
llorar. Y es necesario llorar. No sé.
Pero me invade un dolor por el cuerpo.
Un dolor seco de rastrojo. Estío
ha segado mis ojos y no puedo
llorar. Y es necesario llorar. Voy
camino de la muerte. Quizá quiera

morir. ¡Señor, sin una sola lágrima…!
Sin una sola lágrima morir
es algo cruel. Mordiéndome los labios
estoy aquí, cansado, en esta noche

de dolor seco, de dolor abrupto
como el tronco de un árbol. Esta angustia.
Esta quietud robusta. Y es preciso
llorar. Pero no puedo llorar. Soy

una gran piedra sobre la llanura,
un metal oxidado, un árbol seco.
Las noches pasan sobre mí. Las noches
no acaban de pasar. Ni un solo pájaro

canta. Ni una sola hoja se mueve.
Mis mejillas son tierra. Mis mejillas
son tierra con bolinas y cúspides.
Quiero llorar. Pero mi ojos miran.

Soledad

Me duele el corazón, rejas de acero.
y a lo lejos el mar y los marinos.
Los montes juegan a la rueda. Quiero
la libertad del mar y los caminos.

Desde la soledad de mis cristales
digo adiós a las aves emigrantes.
Lloran las hojas. Lluvias torrenciales.
Rojo viento de oestes y levantes.

Ya se acerca la noche. Las esquinas
iluminan su tenue faz de hielo.
Vuelven los niños al hogar. Ovinas
caravanas de nimbos en el cielo.

Queda el pueblo en silencio. Las ventanas
han cerrado sus ojos. Pasa el río
más allá del silencio. Dos campanas
y un alto campanario en el vacío

de una noche otoñal. Amargamente
me he sentado a mi diestra y ha crecido
por mis duras mejillas una fuente
y una flor de cristal descolorido.

Me duele d corazón. Quietud. Se mueve
la aguja del reloj del viejo muro.
Viejos recuerdos. Viejas sombras. Llueve.
Mes de noviembre trágico y oscuro.
De «Paisajes del amor y el desvelo» 1970

Todo lo perdí una tarde al borde de la poesía…

Todo lo perdí una tarde al borde de la poesía:
mi espada de duro roble, mi escudo de roble duro,
mi corazón colorado y esa triste fantasía
que tuve para el amor cuando el amor era oscuro.

Ninguna sonrisa amena quiso acercarse a mi frente,
ningún amigo de veras quiso prestarme su abrigo.
Todo lo perdí una tarde: ni el roble me fue prudente,
ni exagerado el amor, ni verdadero el amigo.

Canción

Ayer me fui y ayer vine
pero me vuelvo a marchar.

Dichoso el hombre que tiene
casa donde pernoctar
y abrigo para sus hombros
y, para sus labios, pan.

Dichoso el hombre que lleva
ventanas de colegial
y corazón de geranio
y perfumes de azafrán.

Dichoso quien es dichoso
sin poderse desdichar.
Quien tiene muros de piedra
y raíces de olivar.

Ayer me fui y ayer vine
pero me vuelvo a marchar.

Celindas

Entre celindas estabas aquella tarde de estío.
Por el cielo de tus ojos volaban los ruiseñores.
Y era el amor en tu frente sereno como el rocío;
y era la risa en tus labios como un manojo de flores.

Concreta como el guijarro te mirabas en el río
y el agua te iba meciendo con sus brazos interiores.
Era bello, incandescente y exacto tu cuerpo mío,
tu cuerpo para ser ave y junco de mis amores.

Entre celindas estabas, entre celindas vivías,
entre celindas nevadas, con el perfume prudente
de la celinda en la brisa rebelde de tu paisaje.

Y entre celindas murieron mis cálidas fantasías,
mis ilusiones de bronce, mi corazón exigente
y el sobrio sabor robusto y firme de mi coraje.

Mi poeta sugerido: Enrique Molina:
Mi poema: UN SIMPLE PASEANTE

MI POEMA... de medio pelo

 

Él era un ignorante, algo cretino,
fantasma en un gran circo que, ambulante,
marchaba sin pensar hacia adelante
haciendo muchas veces de adivino
igual que un comediante.

Amante de la vida y sus placeres
cual pollo que borracho está de vino
andaba dando tumbos su camino
haciendo dejación de los deberes
de ingenuo peregrino.

El mismo que soñó matarse a besos,
pues quiso comprender que era importante
y vino a dar al suelo con sus huesos
experto en resistir a los decesos
un simple paseante.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Enrique Molina

Las nubes no retornan

La memoria de la ola
flota dispersa en la costa baldía.
escucha ahora, vagabundo acechante, entre el vino
descolorido y la noche.
¿Y quién puede dormir?
El zumbido no cesa en el salón de las moscas.

La memoria de la ola,
la memoria del amor
te confiesa que nunca te susurró al oído su verdad.
Sólo el rumor del puerto,
pies que se alejan pisando sobre conchillas,
el lugar es oscuro
y alguien me sopla su aliento en la cara
o sólo el rudo olor del mar.

El lugar ha desaparecido.
Nada más que esa gente alrededor de la olla
donde algo se cocina lentamente.
Inútil que tiendas tu plano,
los invitados esperan el momento del festín,
unas mujeres ponen la mesa
en el fondo de la inundación,
otras ajustan la clavija en el cráneo.

La memoria de la ola:
el blanco esqueleto del pez
junto a la barca abandonada.

Lo que trae, lo que lleva,
lo que no llegó nunca.
De «El ala de la gaviota»

Los hoteles secretos

El brillo nómade del mundo
como un ascua en el alma una joya del tiempo
se abre tan sólo al paso de ciertos hechos tormentosos
arrastrados por la corriente
hasta las escaleras cortadas por el mar
en ciertos antros de lujuria de bordes sombríos
poblados por estatuas de reyes
casi irreconocibles entre el reverberar de las antorchas cuya
luz es la hiedra que cubre los muros
¡Oh corazón corazón orgulloso!
entrégate al fantasma apostado en la puerta

Ahora que tan bien te conozco
sin otra sed que tu memoria
criatura melancólica que tocas mi alma de tan lejos
invoca en las alcobas el éxtasis y el terror
el lento idioma indomable de la pasión por el infierno
y el veneno de la aventura con sus crímenes
¡Oh! invoca una vez más el gran soplo de antaño
en estas cámaras de piedra enlazada a tu amante
y ambos envueltos en la lona de los días perdidos como el
muerto en el mar
y prontos a deshacerse en las hogueras instantáneas
sobre lechos de un metal misterioso que brilla en las tinieblas
bajo la zarpa de los candelabros
y el coro de pájaros lascivos girando con furia en las habitaciones
selladas por el hierro de otras noches

Pues tales antros solemnes cubiertos de flores carnívoras
con mármoles que se pudren a la sombra de cabelleras opulentas
se balancean labrados pomposamente desde el portal hasta
la cúpula
como la nave anclada sobre el abismo
agitando con lentitud sus espejos para adormecer a la mujer
desnuda entre los verdugos que incineran el corazón
de la noche
y el zaguán donde se cruzan la lluvia y la frustración
los camareros con el rostro podrido por el tufo de las flores
acumuladas en los pasillos infinitos
el rumor de los suspiros sofocados
los besos entretejidos en nácar tristísimo
la hierba sin nombre en que se hunden sus huéspedes
repiten una vez más entre la sombra
la leyenda del amor que nunca muere

Nada de nostalgia

El que pueda llegar que llegue
Esta es la sal de las partidas
Una perla de amor insomne
Entre manos desconocidas

Lechos de plumas en el viento
Sólo dormimos en los médanos
Thi la gitana del desierto
En la noche del Aduanero

La gitana con una cítara
Un león la huele como a una flor
Es el sueño feroz y tierno
El olfato de la pasión

Alas de nunca y de inconstancia
A través del cielo se filtran
implacables cuerpos amantes
con sus terribles maravillas.

Todas las llaves abren la muerte
Pero la vida nunca se cierra
¡Todas las llaves abren la puerta
Del puro incendio de la tierra!

Pasiones terrestres

A Vahine
(pintada por Gauguin)

Negra Vahíne,
tu oscura trenza hacia tus pechos tibios
baja con su perfume de amapolas,
con su tallo que nutre la luz fosforescente,
y miras melancólica cómo el clima te cubre
de antiguas hojas, cuyo rey es sólo
un soplo de la estación dormida en medio del viento,
donde yaces ahora, inmóvil como el cielo,
mientras sostienes una flor sin nombre,
un testimonio de la desamparada primavera en que moras.

¿Conservará la sombra de tus labios
el beso de Gauguin, como una terca gota de salmuera
corroyendo hasta el fondo de tu infierno
la inocencia -el obstinado y ciego afán de tu ser-;
ya errante en la centella de los muertos,
lejana criatura del océano…?

¿Dónde labra tu tumba
el ácido marino?
Oh Vahíne, ¿dónde existes
ya sólo como piedra sobre arenas azules,
como techo de paja batido por el trópico,
como una fruta, un cántaro, una seta
que pueblan los espíritus del fuego, picada por los pájaros,
pura en la antología de la muerte…?

No una guirnalda de sonrisas,
no un espejuelo de melosas luces,
sino una ley furiosa, una radiante ofensa al peso de los días
era lo que él buscaba, junto a tu piel,
junto a tus chatas fuentes de madera,
entre los grandes árboles,
cuando la soledad, la rebeldía,
azuzaban en su alma
la apasionada fuga de las cosas.
Porque ¿qué ansía un hombre
sino sobrepujar una costumbre llena de polvo y tedio?

Ahora, Vahíne, me contemplas sola,
a través de una niebla azotada por el vuelo de tantas invisibles
aves muertas.
Y oyes mi vida que a tus pies se esparce
como una ola, un término de espumas
extrañamente lejos de tu orilla.

Poema tres

La mujer de los pechos oscilantes
deja posar sobre ellos
a las mariposas,
al temblor de las hojas en la brisa,
al aullido del gato nocturno.
Sus dientes destilan un licor muy dulce,
se producen también circunstancias incitadoras de
fantasías
y hay más descripciones.
¿Qué se ha visto?
Madonas inasibles yacentes en pantanos perfumados,
sinfonías de lo profundo del ser en los más hondos
soles corporales,
vestigios de la dicha
cuya llama se irisa en la médula, un clamor
en la concavidad desolada del día.

Ella cubre sus muslos y sus brazos
con jaleas salvajes,
aceite de palmera sobre la arena suave,
a sus espaldas el insondable paisaje del océano,
vendedora de choclos calientes y jugo de ananá,
invoca la endemoniada dicha de vivir en un país de
la ribera de las moscas.
Frutas agujereadas, amores inhóspitos, deserciones,
pasajeros que esperan en vano que el tren se
detenga
mientras corre sin fin a través de los campos
polvorientos.

Poema cuatro

La luna que tan dulcemente se dora en el campo
es mi madre cuando tocaba el violín
entre las lagunas y el pasto dormido,
en un campo tan dilatado,
rodeada de montes de naranjos
y el terco, invencible olor de los azahares.
Levantaba la lámpara en la noche
cuando llegaban los ladrones, y el diablo
que afilaba sus pezuñas en el techo
ya no podía pasar por las rendijas de las oraciones,
entre los hierros del rosario.
La veía de pie, con un vestido
blanco como el desierto, playa tierna del alma,
envuelta en una música del origen del mundo,
con venados rojos, duendes, tesoros,
viajes inmensos para los niños del asombro.
Y la ondulante melodía
se grababa con grandes corazones
en la corteza de los eucaliptus.
Tocaba el violín, daba órdenes
al loro, a las ánimas, a las lagunas,
a las oscuras criollas de cocina
de espesas trenzas donde dormía el relámpago.

Poema cinco

La lluvia
se desliza por las plumas del día,
siempre inconclusa
como una muchacha
llena de astucias y caricias
libre para conjurar
lo más hondo y furtivo del deseo.

¿Cómo saber, entre los laberintos de la sangre,
en dónde está la clave
de ciertos momentos extrañamente adorables y crueles
cuando las Esfinges disputan en nuestros corazones?

El lecho se mece en la corriente
hasta tornarse niebla,
palabras a la deriva, un pálido hueco.
Amanece, en las casas se enciende fuego,
los elementos dispares del día
inician su batalla, sus injurias,
tales islas emergen a la miseria, al tránsito,
los trabajos llegan con su capucha de tortura,
pero aún flota un gran esplendor, una delicia
incierta
en las constelaciones que aún tiemblan en el cielo
de los besos.
Los amantes que juntos yacieron se separan
bajo el trueno de la mañana.
Ahora saben que su vínculo es terrible
con el último embrujo de sus caricias.

Poema siete

Sobre el viejo recolector de pedruscos
se posa un pájaro,
sobre el hombre de los tatuajes
cristalizan las aguas de tantas travesías,
rudas orgías, ceremonias para partir,
lujuria y avidez en un reino sin pausa.
En vano intenta ver su imagen:
¿sentado junto al fuego? ¿dormido en la cueva?
¿en donde está ese antro, esa promesa?
¿en qué totalidad indecible de un sueño?
Una mujer semidesnuda sale del monte,
y el hombre a quien el mundo enardeció,
con la arena, con la miga del pan, con la piel de
las cosas
deja un mensaje para nadie,
penetra a su propia soledad, a su tormenta.

Poema diez

Las estatuas de sal que tanto hemos amado
tras el gemido de Sodoma y Gomorra,
sus cuerpos se deshacen si las ciñen tus brazos.
Amantes desoladas como un paisaje ciego,
en cuyos pechos, recién salidos del océano,
nacía la sed. ¿Pero qué maldición cayó sobre ellas,
sino la maldición a las bodas de la carne y el sueño,
cuerpos y ceremonias, cabelleras y susurros
en los tibios secretos de la noche,
deslumbramientos de la travesía?
Todo cuanto la urdimbre sombría del pecado
condena: la pasión, la poesía, la línea del amor
grabada en la palma de la mano, el linaje
de increíbles amantes fundidos en su propio laberinto.
Sin embargo, en la más luminosa estela del corazón
donde nada es mentira,
perdura la gloria de esas paras mujeres orgullosas,
blancas como la muerte, con rouge en los labios.

Poema trece

Bien sé cómo es ella, secreta y perversa
como un ángel del bosque, se hunde
en mi sangre, canta en la noche
como un río que corre debajo de las piedras.
Pero lo que invoca, lo que rescata,
está más allá de la piedad de sus besos,
vasto como el sueño, tormentoso
como su cuerpo lascivo.
Lo que se alcanza de sus confesiones
desnuda los deseos, súplicas, un vuelo
hacia cuerpos solares en un cielo mortal.
El viento es tibio en sus cabellos,
en su garganta herida. Todo en ella
es insomne como su latido desdeñoso,
consagrado a las grandes singladuras de Ahab.
Nunca llegará donde la esperas, en una quemadura,
en un altar demente de memorias perdidas
o aves migratorias. Nunca llegará.
Cuando trae la bebida de los náufragos.
Se escurre
entre los grandes secretos de su sueño.

Sólo una etapa

Piedras llevadas por el viento,
con la misteriosa canción de los muertos
retumban
contra mi corazón, y la antigua
pasión del furor de partir sopla de nuevo,
murmura besos, calendarios de lo desposeído,
sangre de la lejanía, sangre de la lejanía.

Esa dicha fue a la vez unánime y transitoria,
tantos países de antaño, devoradores,
se fríen lejos y rechinan, irrumpen
con una belleza implacable, con bocas
húmedas del rocío de los sueños, y de pronto
un rostro de huérfana brilla de nuevo al sol.
Acabas de grabar un bisonte en la caverna,
acabas de resucitar una llamarada de la distancia,
algunas historias
para instalarte en un infierno propio donde
ya la gente no canta ni penetra a sus casas,

para llegar sólo al establo roto, al suelo desfondado,
con placeres como novias arrojadas por la escalera.
Todo aquello al fin será la luz, el grito de la lluvia,
la pisada de un cuerpo fantasma
en las orillas fulgurantes del mundo.

Ciertas criaturas de frontera, ciertos éxtasis,
alguna vez amamos en el altiplano, montaña, buitres,
el andar femenino de las llamas, tales delirios
desde las grandes fiestas al olvido en medio
de viajes y caminos que se cruzan, risotadas
de esas gentes con rostros de plumas o de cuero, en el frío,
entre los ácidos cactus erizados por el zapateo
y la embriaguez de los indios, dichosos
de una grandeza tan humilde.

En una posada, junto a la mesa, con una olla de hierro,
surgió una mujer desde el fondo de un pozo de fuego,
con ojos de una ternura viciosa,
taciturna mujer de servicio con triple falda
y la pesada trenza negra donde nacía la tormenta,
para que el camino se hundiera y la roja
franja de sus labios brillara a la intemperie,
hasta que la inmensa música de su latido
llegara hasta mi pecho como una galaxia sexual
en lo más profundo del cielo, como si nada pudiera
ir más allá de su sangre y de su ensoñación.
De todo eso un gran pájaro vuela,
sus alas atruenan en la diversidad del mundo.

Un oscuro mensaje

Criatura enigmática,
con el anillo verde del reino vegetal
y su respiración de silenciosa sombra,
sin pasiones,
una divinidad indescifrable.
Con su lenta explosión
el árbol me vigila
enfrente a mi ventana,
espía mis menores movimientos
a veces con un pájaro,
con un gemido solitario,
con un hilo de lluvia,
atento a mi presencia
sin que pueda acallar su interrogante.

Algo exige de mí,
algo que debo hacer pero que ignoro,
algo que debo olvidar
o quizás recordar toda la vida,
tal vez un nombre,
la luz de cierta noche
o tal vez el instante en que algo amado
desaparece también con un susurro.

Algo que pugna por surgir
como la mano del que se hunde en el mar,
algo impreciso aún,
sin duda vinculado al amor, a los astros,
y que por último
me será revelado en su raíz.
Quizás tan sólo sea
una nube, una brisa,
la misma ardiente música del mundo
oída siempre y siempre y siempre.