A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Charles Baudelaire

Charles Baudelaire

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LAMENTO BALDÍO [Mi poema]
Clementina Suárez [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Un viejo muy reviejo se quejaba
haciendo en el espacio un aspaviento,
verán, yo les confieso, no lamento
que ahora mi apariencia ya esté ajada,
no es eso lo que sufro, lo que siento.

Ser un burro. Que no aprendí a volar,
del ansia de vivir no estar sediento,
andar por un camino ceniciento
sin banco al que enfrentarme al que atracar,
ni un sueño en que acercarme a su aposento.

Ser marino de un barco en alta mar
sin remos y luchando a barlovento,
ni enfrentarme a los fuegos de un sarmiento
con riesgo de poderme achicharrar
saliendo sin asar en ese intento.

Y saber que aunque yo pude saber
nunca supe mirar ni al que es mi aliento
creyéndome ser dios. Y en un momento
llegar hasta el final sin comprender
que anduve tan escaso de talento.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Clementina Suárez

Combate

Yo soy un poeta,
un ejército de poetas.
Y hoy quiero escribir un poema,
un poema silbatos
un poema fusiles.
Para pegarlos en las puertas,
en las celdas de las prisiones
en los muros de las escuelas.

Hoy quiero construir y destruir,
levantar en andamios la esperanza.
Despertar al niño,
arcángel de las espadas,
ser relámpago, trueno,
con estatura de héroe
para talar, arrasar,
las podridas raíces de mi pueblo.

Amor salvaje.

Amor salvaje.

¡Qué bien estás,
desgarrándome toda!

Amor salvaje.

¡Qué bien estás,
amenazando mi vida!

Amor salvaje.

Qué bien estás,
contenido en lo inexplicable.

El regalo

Quisiera regalarte un pedazo de mi falda,
hoy florecida como la primavera.

Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle
– brazo de mar de olas inasibles –

la ebriedad de mis pies frutales
con sus pasos sin tiempo.

La raíz de mi tobillo con su
eterno verdor,

el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo
como arquetipo de lo eterno.

La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante
a fuerza de vivir apresurada.

La sombra de mi errante cuerpo
detenida en la propia esquina de tu casa.

El abejeante sueño de mis pupilas
cuando resbalan hasta tu frente.

La hermosura de mi cara
en una doncellez de celajes.

La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño,
y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.

Mi alborozo de niña que vive el desabrigo
para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.

O con la mano aérea del que va de viaje
porque su sangre submarina jamás se detiene.

La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas
y la virginal lluvia del río más oculto.

Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego,
el vientre como abanico despliega.

La espalda donde bordas tus manos
hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.

La pasión con que desgarras
en el lecho del mismo torrente inabarcable

como si el mismo corazón se te hiciera líquido
y escapara de tu boca como un mar sediento.

El manojo de mis pies
despiertos andando sobre el césped.

Como si trémulos esperaran la inexpresada cita
donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.

Y en tus dedos apresado el apremio de la vida
que en libertad dejó tu sangre,

aunque con su cascada, con su racha,
los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.

La cabellera que brota del aire
en líquidas miniaturas irrompibles

para que tus manos indemnes hagan nido
como en el sexo mismo de una rosa estremecida.

La entraña donde te sumerges como buscando estrellas enterradas
o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.

La boca que te muerde
como si paladeara ríos de aromas;

o hincándote los dientes
matizara la vida con la muerte.

El tálamo en que mides mi cintura
en suave supervivencia intransitiva,

en viaje por la espuma difundido
o por la sangre encendida humanizado

el mundo en que vivo
estremecida de gestaciones inagotables.

El minuto que me unge de auroras
o de iridiscencias indescriptibles.

Como si a ritmo de tu efluvio soberano
salvaras el instante de miel inadvertida;

O dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas
el tiempo desmedido y remedido.

En que apresados quedaran los sentidos
y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.

Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas
o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.

La piel que me viste, me contiene y resuma,
la que ata y desata mis ramajes.

La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo
y te entrega su más íntimo secreto.

Mi vena, llaga viva, casi quemadura,
huella del fuego que me devora.

El nombre con que te llamo
para que seas el bienvenido.

El rostro que nace con la aurora
y se custodia de ángeles en la noche.

El pecho con que suspiro, el latido,
el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.

La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia
y te deja cautivo en él, duerme, sueño del amor.

Árbol de mi esqueleto
hasta con sus mínimas bisagras.

El recinto sombrío
de mis fémures extendidos.

La morada de mi cráneo, desgarrado lamento,
pequeña molécula de carne jamás humillada.

El orgullo sostenido de mis huesos
al que hasta con las uñas me aferro.

Mi canto perenne y obstinado
que en morada de lucha y esperanza defiendo.

La intemporal casa
que mi polvo amoroso te va ofreciendo.

El nivel del quebranto
o la herida que conmigo pudo haber terminado.

El llanto que me ha lavado
y que este pequeño cuerpo ha trascendido.

Mi sombra tendida
a merced de tu recuerdo.

La aguja imantada
con su impensable polen y sus rojas brasas.

Mi gris existencia
con su primera mortaja

Mi muerte
con su pequeña eternidad.

Lamentos en el espacio

Afuera ruge el viento. Tu cabeza está
en mis piernas.
la noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.

Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.

La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor. Tú estás dormido,
-sin darte prisa por salir de la noche-
mientras yo atajo lamentos
de madres y de niños.

LO IRREMEDIABLE

Charles Baudelaire (De Las flores del mal, 1857)

I
Una Idea, una Forma, un Ser,
salido del azul y caído
en un Estigio cenagoso y plomizo
donde no penetra ninguna mirada del Cielo;
un Ángel, imprudente viajero
que ha intentado amar a lo deforme
en el fondo de una pesadilla enorme
debatiéndose como un nadador,y luchando, ¡con fúnebres angustias!,
contra un gigantesco remolino
que va cantando como los locos
y haciendo piruetas en las tinieblas;un infeliz embrujado
en sus inútiles intentos
por huir de un lugar lleno de reptiles,
que busca la luz y la llave;un condenado que desciende sin lámpara,
al borde de un abismo cuyo olor
traiciona la húmeda profundidad,
de eternas escaleras sin barandilla,

donde velan unos monstruos viscosos
cuyos grandes ojos de fósforo
hacen la noche más negra todavía
y no dejan visibles más que a ellos;

un navío atrapado en el polo,
como en una trampa de cristal,
buscando por qué estrecho fatal
ha caído en esta prisión;

–símbolos claros, cuadro perfecto
de una suerte irremediable
que hace pensar que el Diablo
¡siempre hace bien todo lo que hace!

II
¡Conversación a solas límpida y sombría
en la que un corazón se ha convertido en su espejo!
Pozo de Verdad, claro y negro,
donde tiembla una lívida estrella,

un faro irónico, infernal,
antorcha de gracias satánicas,
únicos alivio y gloria,
–¡la conciencia en el Mal!

Charles Baudelaire (París, 1821 - 1867).

Comentario

Poeta, crítico de arte y traductor francés. Fue uno de los llamados poetas malditos, debido a su vida de bohemia y excesos. Considerado como modelo y padre de la poesía moderna, publicó en 1857 su máxima obra, "Las flores del mal", desatando una gran polémica por considerarse una ofensa contra la moral pública. La sífilis, que contrajo debido a su vida desordenada, le produjo afasia y una parálisis parcial que lo condujo a la muerte en 1867.

LA VIDA SIN …VIDA [Mi poema]
Francisco Antonio Gamboa [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

¿Qué hay vida sin amor? una putada.
¿La vida con amor? una faena.
El arte es de aunar gloria y condena.
Mientras dura está el alma obnubilada
siempre expuesta a morirse de gangrena.

¿El sexo sin amor? es puro vicio.
¿El amor sin el sexo? es una excusa,
una idea sutil, algo confusa
que amenaza lanzarte al precipicio
pues convierte a la amante en una musa.

Yo, poeta que soy del siglo veinte
que apenas he aprendido a escribir versos,
la musa no he de hallar aunque lo intente
y el amor dudo acuda de repente
conmigo a degustar mis universos.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Francisco Antonio Gamboa

¿Por Qué?

Si sabes lo que pienso cuando escondo
tu recuerdo en mi mente soñadora,
si sabes lo que busca mi alma ardiente
cuando la invaden del amor las olas;

si tú has soñado lo que yo he soñado,
si tú has oído–como yo- esas notas,
resonancias de músicas lejanas
que vibran en regiones misteriosas;

si tú has sentido como yo he sentido
volcarse el corazón hora tras hora,
si sientes en tu pecho los oleajes
de un océano de amor que se desborda…

¿Por qué no estalla la pasión ferviente
-tempestad de las almas que se adoran-
por qué calla ¡cobarde! el labio trémulo
y las manos, convulsas, no se tocan?

Sueños

A mi maestro el señor don Alcides Isaacs

¿En dónde, en dónde encontré la ignota,
resplandeciente, luminosa idea;
la que en la mente de los genios brota
cuando la mente de los genios crea?
¿En qué región del éter encendido
Homero halló la inspiración gigante?

¿En dónde tienen su ignorado nido
las tempestades del terrible Dante?
¿Dónde de Albión el trágico sublime
bebió la hiel de todos los dolores:
desde el que oculto en la conciencia gime

hasta el que grita blasfemando horrores?
¿Por qué tener la aspiración ardiente,
la sed de gloria, el incesante anhelo,
si faltan alas para alzar, potente,
al infinito el majestuoso vuelo?
¿Por qué la chispa que el cerebro enciende,
la chispa excelsa que la mente inflama,
en mi cabeza con su luz no prende
de la divina inspiración la llama?

***
Ah! yo he soñado con mis regios cantos.
mis áureos himnos y valientes odas,
llenos de fuego, majestad y encantos,
y admiración de las edades todas!
Que de los Andes en la enhiesta cumbre,
donde la lava entre la nieve brota,
envuelto en rayos de celeste lumbre,
mientras Atlante el continente azota,
¡he hecho temblar el Universo entero
al estallido de mi voz potente,
mientras el mar, con su rugido fiero,
se alzaba en olas a besar mi frente!
¡Y endiosábanme en himno altisonoro
los pueblos todos, de entusiasmo ciegos,
y me ensalzaban en su lengua de oro
resucitados los poetas griegos!

***
Rasgóse el velo en que fulgura el astro,
testigo eterno de la eterna Historia,
y, atrás dejando luminoso rastro,
sus áureas alas desplegó la Gloria.
……………………………………….
Beso de fuego calcinó mi frente,
y entusiasmada, con sus manos bellas,
puso la Diosa en mi cabeza ardiente
su corona de fúlgidas estrellas.
Los umbrales remotos y sagrados
salvé de lo ideal, con planta inquieta:
ya no hubo para mí mundos vedados:
¡se amaban ya la Diosa y el poeta!

***
¡Y yo le daba mis excelsos cantos,
mis regios himnos y brillantes odas,
llenos de fuego, de vigor y encantos,
y admiración de las edades todas!

Heces

I
Si yo, que ya no tengo ni una sola,
¡ni una sola ilusión!
y que miro al través de un velo negro
todo cuanto subsiste bajo el sol;
si yo, que cuando siento
dentro el pecho latir mi corazón
me asusto, cual si oyera que algún muerto
golpeara de su tumba en lo interior;
si siendo como soy, a cada instante
sufro una decepción,
¡cuántas no sufrirán las pobres gentes
de quienes sin piedad se burla Dios,
llenándoles el alma de quimeras
y cándidos ensueños de dichas y de amor!

II
¡Ah mujeres! mujeres! qué adorables
son todos vuestros locos desvaríos!
¡Oh! cómo tiembla el alma estremecida
al vivo ardor de vuestros besos íntimos!
***
¡Ah mujeres! mujeres! quién creyera
que si no son mentira o son capricho,
vuestros más fervorosos entusiasmos
sólo son histerismo!

III
No arranques de mi pecho la saeta
que tu mano, temblando, me clavó;
quiero gozar sintiendo en mis entrañas
el veneno terrible de tu amor.
¡Ah, qué dulce saber que emponzoñado
se lleva el corazón,
saber que allí las ilusiones mueren,
insectos viles en nociva flor!

IV
Yo soy nuevo Prometeo
encadenado en la roca
de esta vida miserable
que me fastidia y me sobra.
Y el buitre de corvo pico
que mis entrañas devora,
es este mundo insensato
que en mis tormentos se goza.
……………………………………..
¡Si se extinguiera la entraña!
¡Si se rompiera la roca!
Pero ay! … ser larga la vida
cuando debiera ser corta!

En Secreto

Voy a leer con dulce arrobamiento
lo que su mano trémula
ha confiado a ese libro en que ha vertido
sus íntimas, preciosas confidencias.
He visto allí mi nombre;
he visto el nombre de ella,
y he adivinado ya muchos idilios
al ver junto a esos nombres ciertas fechas.

Y siento en cada página el perfume
que en todo lo que toca siempre deja;
y siento en cada hoja
el terciopelo de su mano inquieta.
Allí están los renglones:
la huella misteriosa y duradera
que, al pasar, han dejado
el corazón y el pensamiento de ella.

¡Cuántas veces, tal vez -en esas horas
en que la virgen candorosa sueña;
cuando se duerme el sol, y los luceros
enamoran, brillando, a las estrellas-,
la que escribió estas páginas hermosas
habrá puesto su lánguida cabeza
sobre este libro, que dichoso guarda
sus emociones hondas y secretas!

¡Tal vez se borrarán muchas palabras;
tal vez, frases enteras…
cuando llanto de gozo
sobre este libro vierta,
y deposite, loco de entusiasmo,
un beso en cada letra!

Paráfrasis

(De Paul Bourget)

La luz de una tibia mañana de estío
inunda los campos con áureo esplendor:
el aire está lleno de dulces aromas:
arrullan sus hijos las blancas palomas
y un salmo de vida se eleva hasta el sol.

Y desde la inquieta, fugaz mariposa,
que tiende sus alas al aire sutil,
al ciervo garrido, que alegre devora
el tierno retoño nacido a la aurora…
ay! todo a mis ojos se muestra feliz!

Y yo que transito por esta campiña,
sintiendo del pecho la sangre correr,
abierta una herida que nunca se cierra,
perdido en las sombras, sin nadie en la tierra,
¿ ya nunca en mi alma la aurora veré?

Los males pasados, los crueles tormentos,
las viles traiciones de pérfido amor,
¿no puedo olvidarlos? ¿La tierra no olvida
en estas mañanas de luz y de vida
el soplo de muerte del negro aquilón?

POETAS INVITADOS:  Charles Baudelaire (1821-1867)

La muse malade

Ma pauvre muse, hélas! qu'as-tu donc ce matin?
Tes yeux creux sont peuplés de visions nocturnes,
Et je vois tour à tour réfléchis sur ton teint
La folie et l'horreur, froides et taciturnes.

Le succube verdâtre et le rose lutin;
T'ont-ils versé la peur et l'amour de leurs urnes?
Le cauchemar, d'un poing despotique et mutin
T'a-t-il noyée au fond d'un fabuleux Minturnes?

Je voudrais qu'exhalant l'odeur de la santé
Ton sein de pensers forts fût toujours fréquenté,
Et que ton sang chrétien coulât à flots rythmiques.

Comme les sons nombreux des syllabes antiques,
Où règnent tour à tour le père des chansons,
Phoebus, et le grand Pan, le seigneur des moissons.

ESPEJO Y RETRATO [Mi poema]
Ramón de Santiago [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

¿Cuántos días me quedan? dos, tres, cuatro,
quizás una semana, acaso un mes,
un año podrá ser, pueden ser tres
para aquí poner fin a este relato.

Ojalá que así fueran veinticuatro,
¿cuarenta y dos?, si fueran del revés,
A quien tiene la llave de este estrés,
no pretendo culpar de desacato.

Mas nadie se confunda, mojigato
nunca he sido aunque baile con corsés,
que araño mucho menos que hace un gato.

Y es que dios me hizo así tal cual me ves
siempre a vueltas dando cuerda a los por qués
curioso, soy espejo y soy retrato.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Ramón de Santiago

La loca de Bequeló

Ramón de Santiago
En la enramada de un rancho viejo,
Nido de gauchos cerca de Yi,
Guitarra antigua tierna cantaba
Más bien, lloraba
La triste historia
que escribo aquí.

¿Sabéis, paisanos, por qué ando errante
Bajo estos bosques de Bequeló?
Me llaman loca; pero es mentira:
Es que no tengo ya corazón…
Venid, paisanos, venid conmigo;
Diré mi historia junto al fogón.
¿Veis mis cabellos? Eran muy negros,
Más que las alas del cuervo, más;
Están muy secos… tan blancos… blancos…
Como las flores del arrayán.
¿Veis estos ojos? ¿No tienen vida?
Pues antes puros como el cristal,
Fueron dos luces que se encendieron
En una aurora del Uruguay.
Tristes mis labios son amarillos
Como el pellejo de butyhá;
¡Ay! los tenía rojos y alegres
Como el penacho del cardenal.
Allá en la loma como un calvario
Veréis ruinas y un triste ombú;
Fueron mi cuna, fueron mi estancia,
Fueron mi nido verde y azul.
Cuando yo muera, clavad, paisanos,
Bajo aquel árbol mi humilde cruz;
Que allí murieron mis dichas todas;
Allí he perdido mi juventud.
Tenía un esposo que ardiente amaba,
Y un hijo bello que era mi Dios.
¡Ah, qué contenta perdiera el cielo
Si yo pudiera ver a los dos!
Una mañana… ¡Maldita sea!
Cuando esta guerra se pronunció,
Mi esposo tierno me dio un abrazo,
Llorando mucho su hijo besó,
Pálido el rostro tomó su lanza,
Montó a caballo triste, y partió.
Aun me parece lo ven mis ojos
De lejas lomas haciendo ¡Adiós!
¡Ay! mis paisanos, en ese día
Perdí un pedazo del corazón…
Pasaron meses,
pasaron años,
Llorando siempre, siempre peor,
Cuando una tarde que al hijo amado
De mis entrañas contaba yo
Del pobre padre, que no volvía,
La ausencia larga, su último adiós,
Cruzando campo, llegó un sargento,
De su caballo se desmontó,
Y al rayo solo de mi esperanza
Estas palabras le dirigió:
¿Ves esta lanza? Fue de tu padre;
Por su divisa bravo murió:
Tómala, y vamos, no te demores,
Que en las cuchillas se duerme el sol.
Llorando mi hijo me dio un abrazo,
Montó a caballo, triste, y partió.
¡Ay! mis paisanos, en esa tarde
Quedó mi pecho sin corazón.
Ya van dos veces que las torcaces
Dulces arrullan en el sauzal,
Y los boyeros, cantando alegres,
Cuelgan sus nidos del ñandubay;
Pero no he visto más a mi hijo
Desde esa tarde negra y fatal.
Allá en la loma como un calvario
Veréis ruinas y un triste ombú:
Cuando yo muera, clavad, paisanos,
Bajo aquel árbol mi humilde cruz.
Esta es la historia que una guitarra
De un rancho viejo, triste lloró.
¡Ay! cuántas locas habrá en mi patria
Como la loca de Bequeló.

Miranda y Bolívar

Ramón de Santiago
Bajo su cielo ecuatorial ardiente,
En sus hermosas y floridas vegas,
Entro sus bosques de gigantes cedros
Y de rojos granados;
En las salvajes cimas de sus cerros,

Al tronar de sus mares,
Lucha la heroica Venezuela, y lucha
Sin ventaja ni tregua,
Como si el mártir del romano circo
Con las garras del tigre combatiera.

Un día ese pueblo cuya sangre arde
Como los fuegos que en la noche brillan,
Sobro las crestas del altivo Duida,
Mirando a sus señores frente a frente,
¡Quiero ser libre! dijo…. Al no humillante
Que hirió su corazón en lo más sacro,
Rompe sus fierros, como rompe el potro
El fuerte lazo quo al corral lo ata,
Monta de un brinco su corcel de guerra,
Enristra denodado
De libertad la poderosa lanza,
Y el Omnímodo Rey de medio globo
El duelo acepta, y a la arena baja.

Al fragor de la guerra
So estrellan iracundas en sus peñas
Del mar de las Antillas y el Atlántico
Las encrespadas olas;
Hincha su seno el Maracaibo airado,
Y en su furente curso el Orinoco,
Parece inmensa boa quo tragara
Los bosques do su orilla temblorosos.
¡Infeliz Venezuela! En vano, en vano
La mejor sangre de tus hijos corre;
Tus ligeros jinetes, tus peones,
Tus amados caudillos
Van cayendo en la lid, y sobre ellos
Seguras marchan, victoriosas siempre,
Del Monarca insultado las banderas,
Buscando aún los restos do tus héroes
En la insegura sombra do tus sierras.

En vano el gran Miranda,
Tu ardiente apóstol, tu primer caudillo,
El austero repúblico sublime,
El orador vehemente, el espartano,
Por la virtud, la abnegación y audacia;
Aquel que recibiera su bautismo
De sangre y fuego y libertad y gloria
Combatiendo abnegado
En las legiones del divino “Washington;
Aquel que de París el pueblo hirviente
Tuvo por pedestal en días eternos,
Y cuyo nombro agradecida grava
En el arco triunfal de sus victorias
La veneranda Francia;
En vano, digo, en el soldado infunde
El desprecio a la muerte, el amor santo
Á la anhelada independencia, el odio
Al opresor altivo, la esperanza
Dulce y consoladora
Del triunfo final para la patria.

¡Ay! para dar la libertad á un pueblo,
Arrancándola audaz de entre los brazos
Airados y potentes.
Do la augusta Señora de dos mundos,
No basta abnegación, valor, talento;
No bastan héroes, so precisa un genio.
El genio! el genio! sólo con tal nombre
El corazón del orbe se estremece!
En prolongado y repetido trueno
Retumba de Caracas el asiento;
Con ondulante convulsión se agita
Cual la espalda de un monstruo agigantado,
En cuya entraña ardiera
El ciclópeo calor del Chimborazo;
Como débiles mimbres so doblegan
Las altas torres del sagrado templo,
Estrellándose en polvo y en escombros
Como lanzadas por el brazo inmenso
Del dios de las tormentas;
Rásganse las murallas, caen los fuertes,
Mil moles de granito brota el suelo,
O se abre en surcos de azulado fuego;
Y desde el seno que revienta en ira
De las espesas nubes
Flagela el rayo la ciudad caída.

De en medio a esa catástrofe espantosa
El fantasma se irguió del fanatismo
Y al aterrado pueblo amenazaba:
—De rodillas, mortales; vuestros rostros
Cubrid de polvo, y suplicad al cielo
Perdón a vuestro crimen ¡parricidas!
A vuestro Rey rebeldes insultasteis,
Y el Dios del Sinaí os aniquila!
Y aquel pueblo temblando y consternado,
Agrupándose en masas convulsivas,
Vacilantes, llorosas y humilladas,
Su grande causa, su misión hermosa
Implorando clemencia abandonaba,
Y la nube del miedo ante sus ojos
El luminoso porvenir apaga.
Mas ¡nó! quo de repente, cual si fuera
Del terremoto el genio,
Una visión surgió sobro aquel cuadro
De terrores y penas.

De pié sobre las moles
De la arruinada catedral, y altivo,
Y ardiente y majestuoso
Como el sublimo Spartaco
En las quemadas rocas del Vesubio,
Un joven se levanta.
Enreda el huracán su cabellera
Con el silbido de feroz serpiente;
Bajo sus plantas crujen
Las hacinadas ruinas;
Fulgura ante sus ojos la centolla,
Y desgarra su alma
Un terrible clamor, un ¡ay! terrible,
Ultimo adiós do la ciudad amada.

¡Arriba caraqueños! grita ardiendo
En esa misteriosa, interna llama
Que en Mirabeau
produce la elocuencia,
Furores en Danton y en Marat saña:
—Dejad para los niños el espanto;
Solo ante Dios se quiebra vuestra espada;
Sólo ante él se dobla vuestra frente;
Si á nuestra causa la natura ciega
Sus horrendos fenómenos opone,
Con ella lucharemos;
Es de los libres la final victoria!
¡Arriba caraqueños!
¡Oh sublimo Bolívar! sí, tú fuiste
Quien tronando severo en eso día
De amarguras y duelo,
De pasiones voraces y de engaño,
De sus abismos levantaste un pueblo
Con el genial arranque do tu alma,
Debelando a sus ojos conturbados
Del opresor la trama.

Desde entonces Caracas, foco ardiente
De la revolución, volcán activo
Quo esparciendo sus llamas creadoras
Incendiaria cien pueblos,
En el joven Bolívar vio su genio,
Su corazón, su brazo,
De su destino el dueño.
En esos días ¡ay! héroe abnegado
De la anhelada redención do América,
Caía Miranda por doquier vencido,
Perdiendo para siempre
La encantadora faz do Venezuela,
Su maternal ambiente,
Y de su sol los amorosos rayos,
Para morir al fin entro las sombras
De una prisión cruel, aherrojado
A la muralla de empapada roca.

Desde entonces Bolívar,
Sintiendo sobre él, sobre él tan sólo
La sagrada misión, la obra titánica
De hacer naciones de colonias simples,
Y vencer al león de las Españas,
De un puñado de mártires rodeado,
A muerte acepta la cruel batalla
Con veteranas huestes
Vencedoras temibles de Miranda.

España! España! ¿quién sobre tus ojos
Ligó la venda del orgullo insano ?
¿Quién en tu noble corazón de madre
Vertió el veneno de nefandos odios ?
¿No ves que si la leona en fiera rabia
De aire y de luz á sus cachorros priva
Ellos acabarán por devorarla?

No niegues, no, a tus hijos
Esa tan justa libertad que piden;
Ese celeste don que tú, cual nadie,
Con tanto amor, con heroísmo tanto,
Contra el romano defender supiste,
Contra el cartaginés y contra el moro,
Contra el águila franca, en cuyas garras
Suspensos estuvieron
Leyes, altares, pueblos y monarcas.

Recuerda, sí, recuerda
Que el ardor de tu sangre en la pelea
Lo apaga sólo de Numancia el fuego,
Las furias de Lepanto,
El heroico suicidio de Sagunto,
De Trafalgar el sanguinoso Océano.
Qué vas á castigar? tu misma audacia?
Tu instinto noble y grande
De preferir la muerte al menor yugo?

Demuestra, heroica España, al orbe entero,
Que si has podido conquistar un mundo
Y llevar á él tu sangre, tus costumbres,

Tas dioses, y tus leyes, y tus glorias,
Sabes también crear naciones libres,

Como tú libres, y cual tú grandiosas.

Pero es en vano ya! Cuando los pueblos
Víctimas son de inveterados vicios,
De atrasadas pasiones y creencias,
Anhelando alcanzar mayor renombre,
Toman por ascensión a altos destinos
El descenso fatal de su grandeza.

Todo es inútil ya! Desde el Atlántico
Hasta los pies de los soberbios Andes,
Del Amazona al mar de las Antillas,
Nueva Granada, Quito, Venezuela,
Del gran caudillo á la palabra ardiente
Océanos son de furibunda guerra.

En mil cadalsos se alzan
Altares a la muerte,
Y al concluir el batallar furioso,
El demonio feroz del exterminio
Sobre el sangriento campo
Ultima los vencidos.

Sucédense los triunfos y derrotas;
Los cantos de alegría en la mañana
Son ayes de dolor al caer la tarde:
Ya las grandes victorias
De Búrbula, Cucuta, San Mateo,
Horcones, Magdalena,
Se oscurecen y olvidan
Ante el desastre horrible de La Puerta.
Pero entonces Bolívar, aun más grande
En la desgracia que en el mismo triunfo,
Cubierto aún del polvo de la guerra,
Ante el Congreso de Granada exclama:
—No soy ya vuestro genio.. ..
Sucumbe Venezuela… . estoy vencido….
Juzgadme y castigad: soy vuestro reo.

Mas no lo juzgareis, no, granadinos:
Ese hombre excepcional, rayo en la guerra,
Humilde ante la Ley, cuya constancia
En su admirable corazón se afirma,
Con más poder quo el gigante Sorata
Sobro su eterna base de granito,
En su cabeza poderosa lleva
La libertad de América,
Y antes faltara al sol de Venezuela
Su inmensa luz creadora
Que el renunciar a su potente idea.
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Cae de nuevo Caracas bajo el yugo,
Y más tarde también Nueva Granada;
Luego la hermosa y desgraciada Quito…
Ya todo sucumbía
Ante las armas del feroz Morillo.
¡Ah! Bolívar entonces encerrando
En su afligido pecho
La idolatrada imagen do su patria,
Y llevando al destierro
De libertad la sacrosanta llama,
Con más ahínco, con mayor constancia
Bienes, salud, placeres y familia
Á su imperiosa idea consagraba.

Viuda de su caudillo Venezuela,
En paz de tumbas llora subyugada.
¿Quién a su paso alumbrará amoroso
La nueva senda de anhelada lucha?
¿No volverá á volar sobre sus campos
La tricolor bandera,
Ni brillará jamás sobro sus playas,
En sus montes y vegas
La espada do Araure y Santa Marta?
No, Venezuela, no; los tiempos llegan
De heroica redención y de victoria.
Ya la cruz funeral de tu Calvario
Cual esplendente sol se enciende, brilla,
Y hasta las nieves de tus altos picos
Con poderosos rayos ilumina.

Para la audaz, valiente profecía
Que al rostro de los Reyes
En las temblantes ruinas de Caracas
Bolívar arrojó, la época viene.

¿No sientes ya de su bridón de guerra
El delirante relinchar, y al golpe
Del fuerte casco en la carrera ardiente,
No vos surgir tus hijos
De libertad resucitados Lázaros
A la voz del caudillo?

¡Escucha, Venezuela! A tus montañas
Los ecos llegan del canon tonanto…
Es Boyacá quo marca
En el cuadrante eterno do los siglos
Nueva Granada como pueblo libre,
Dueña y señora de su gran destino.

Pero más cerca aún, cual si en tu seno
Celestiales acordes resonasen,
¿No sientes esa voz potente, altiva,
Como la voz del Niágara,
Consoladora y dulce como el eco
Do tus vegas y playas ?

Levanta, Venezuela, y visto pronto
De pueblo rey tus relucientes galas,
Quo ya la libertad sus himnos canta
Sobre el campo inmortal de Carabobo.

Mas ¡no! demora tu alegría anhelada
Pues nuevo batallar tu alma atribula.
Espera !,.. . escucha!…. entona,
Entona al fin tu cántico do gracias,

Quo ya se irgue de su atroz martirio
En Bombona y Pichincha
Libre por siempre la valiente Quito.
Y de esas cuatro homéricas jornadas
Surge grande Colombia, nombre excelso
Conque el genio de América triunfante
Repara la injusticia
Que Europa hizo al genio de los mares.
¿Del gran Bolívar la epopeya acaba?
¿Tanto laurel para su frente alcanza?
Mil veces no; porque del mártir Inca
La patria libertada
Por el Gran Capitán de Chacabuco
Se ve en peligro y á Bolívar llama.
Llega, combate, vence,
Y de Junin el eco al mundo pasma.
Junin! Junin! Esplendorosa página
De los fastos do América;
Desesperada guerra de titanes,
Espantoso bramar do león que lucha,
Batalla griega en campo americano,
Donde espadas y lanzas despreciaron
Los rayos del canon, y cuya gloria
Vencedor y vencido se disputan.

Y después do Junin, allá, más lejos,
El campo do Ayacucho,
De el último Virrey rinde su espada
A la sombra gloriosa
De la bandera que flameó Miranda.
Y después más allá, allá en las faldas
Del soberbio Ulimani,
Una nueva nación, Bolivia hermosa,
Con sus entrañas de fulgente oro,
Sus legiones do cerros,
Sus ríos como mares,

Su perfumada flora
Yla rojiza luz de sus volcanes.
¡Basta, Bolívar, basta!
Que ya para un mortal tu gloria sobra;
Los Andes acumula,
Titán de libertad, escala el cielo,
Que solo allí la encontrarás más grande
En este mundo sublunar ninguna.

Titán de libertad, escala el cielo,
Que sólo allí la encontrarás más grande;
En este mundo sublunar ninguna.

Le rêve d’un curieux, Charles Baudelaire (1821-1867)

El sueño de un curioso.

¿Conoces, como yo, la pena gozosa?,
Y de ti haces decir: "¡Oh, que hombre singular!"
Iba yo a morir. Era aquello en mi alma amorosa,
Deseo mezclado con horror, un mal particular;

Angustia y viva esperanza, sin humor falso.
Cuanto más se vaciaba el fatal cadalso,
Más áspera y deliciosa era mi agonía;
Del mundo entero mi corazón huía.

Y me sentía cual el niño ávido del espectáculo,
Odiando el telón como se aborrece un obstáculo.
Finalmente la verdad fría se manifestó:

Estaba muerto, inesperadamente, y la célebre aurora
Me envolvía. Entonces, ¿no es más que esto?
La cortina se había alzado y yo esperaba todavía.