A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Carolina Coronado

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EL PRIMER DESAMOR [Mi poema]
Paz Díez Taboada [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Al amor que un día tuve,
que me hacía enloquecer,
aquel que ansiaba tener
y que, inútil, no entretuve,
aquel al que no retuve
ahora quiero agradecer
que me ofreciera el placer
de bajar de aquella nube
antes del anochecer.

Era tarde y había niebla
y en sus ojos de cristal
percibía por igual
a la luz y a la tiniebla.
El silencio era total,
-de vez en cuando algún grito-
y en medio del festival
yo me sentía fatal
en ese ambiente maldito.

Pensé en desaparecer,
a los dioses yo invocaba,
y una nota en su almohada
yo allí ideaba poner.
Mas cuando ya lo iba a hacer,
lista aquella enamorada,
con caricias me adornaba
consiguiendo hacerme ver
lo mucho que a mi me amaba.

Y cobarde desistí
y de nuevo yo volví,
y me dejé convencer
esclavo de aquel placer.
Pero una noche temprana
al clarear la mañana,
por fin desaparecí
saltando por la ventana
y ¡tararí que te vi!
para nunca más volver.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:   Paz Díez Taboada

CLASE DE LATÍN EN LA CALLE DE LA TROYA

Cuando me lleve mi contraria estrella
lejos de ti, me soñaré contigo…
Carolina Coronado

Esta tinta olorosa me retorna,
con su aroma dulzón, a aquellos tiempos
de latines ingenuos y azulados,
de desinencias y conjugaciones:
lupus, lupi, vederunt o vedere,
ego nominor Leo… -¡qué difícil!-.
A punto estaban de sonar las doce.
Por la ventana abierta subía el vocerío
de un mediodía orondo, rodando calle abajo.
Isolina y Chiruca berraban, desabridas,
por el precio tan caro que hoxe ten o peixe.
¡Qué bonus, bona, bonum! Pero pronto las horas
tocarán para mí eo, is, ire…
-Las hojas olorosas, profesor, me las llevo
-le dejo su latín- a la tierra reseca
en donde apenas llueve. Ellas tienen la llave
para abrir la memoria de aquel dies, diei.
Su aroma romperá el hormigón del tiempo
y, con el corazón, -audio, audis, audire-
oiré en La Berenguela dar las doce.

EN EL ANDÉN

Han perdido los sueños las señas de mi casa
o quizá se olvidaron de acudir a la cita.
Lo que me prometieron se salvó, pero, en cambio,
quedó, solo y desnudo, sentado en el camino,
sin que nadie acudiera a remediar el caso.
Mientras espero el tren de madrugada,
cubren el horizonte tropas vociferantes,
uniformadas de oropel. Caminan
tras de su viejo dios -ese becerro-…

TÚNEL

Avanzan, con los árboles que escoltan los raíles,
los perros ululantes de la ira.
Como avanzan las olas, se estrellan en los vidrios
las calimas tozudas que ocultan el paisaje.
Rueda, rueda y, rodando, se remejen,
con maletas y bolsas, los proyectos perdidos
en la estación de la ciudad de piedra,
donde el humo luchaba con la lluvia.
Esto fue ayer. Entonces los trenes respetaban
la líquida saudade del viajero,
la alegría brumosa del retorno
y la lágrima sola en la mejilla.
Hoy su silbo se pierde por el mapa
de esta devoradora oquedad sin futuro.
(La negra boca bajo el monte áspero
se abre ante un horizonte sin salida).

DOMINGO DE DOLOR

El tranvía transporta las velas soñolientas
-hace ya mucho tiempo que los aires lo acunan-.
Una campana triste le abre paso entre el tránsito
y el olor a fritanga.
(Calamares, anillos de promesas inciertas).
Domina en los jardines el pardo, y la pobreza.
Abrigos humillados dejan a la intemperie
los miembros ateridos.
La esperanza se arropa con vergüenza y tristura.
Domingo de dolor. (Casi toda la vida).

POBREZA

En una sola mano cupo mi pobre ajuar
cuando partí una tarde de la ciudad de piedra.
En esta tierra seca, ajena y hostigante,
se ha ido engrosando el parco patrimonio.
Ahora ya cuento por docenas sábanas
-para enjugar el llanto- y vasos en que bebo
el odio a tragos y el dolor a sorbos.
Se cubren las paredes de cuadros y se apilan,
apagando los ecos, los libros resignados…
Pero, en cuatro mil tomos, no hay ninguno
que diga en dónde hallar la paz perdida.

PÉRDIDA

Tenía aquel camino un horizonte abierto
y, sobre los ribazos, pequeñas flores cándidas.
¿Cómo encontrar ahora en el mapa su huella,
si se apagan las luces sobre el telón de fondo?

ESCAPADA

Primero fue el amor, pero partió de viaje
hacia una meta oculta en la región del viento.
Así siguió vagando por un amplio dominio
hasta fijar los límites con áspera alambrada.
Primero fue el amor. Desconcertado y tímido,
marchó siguiendo un vuelo difuso y disconforme.
Cuando quiso tornar al punto de partida
ya se alzaban las sombras contra el cielo estrellado.
Como torres, mejor, como gigantes fieros
aspaventando el aire con afanes torcidos,
figurones informes -tristes, malditos monstruos-
recorrían en pelo los pasillos de casa.

NAVEGANTE E INSOMNE

Anda sin rumbo y achicando llantos,
tensando trapos con la mano herida,
pues decidió marchar por espacios sombríos
donde juegan los monstruos con las cartas marcadas.
Se ha dejado arrastrar por las corrientes
que socavan, silentes, el misterio.
Mejor así. Sin duda, es conveniente y justo
que a quien eligió el viaje se le convierta el suelo
en continuo temblor, en fluyente camino,
en tremante marea que, salobre y rizada,
le recuerde que tiene vocación andariega
entre hielos y espumas.
Navega, pues, desde que la memoria
repobló sus absortas galerías,
ahítas de rencor, con los difuntos
que, ambulantes, esquivan el descanso
bajo la fría sombra de la piedra.
Pero es mejor así. Y, aunque grite socorro,
desea navegar entre viejos fantasmas
y no piensa en volver a tierra firme nunca,
pues ¿cómo marcharía por plazas y jardines,
cómo, por los salones, quien viene chorreante,
náufraga de la furia de los mares del norte,
mordida por las sombras, cubierta de salitre,
sin sextante ni brújula,
perdidos el timón y la bitácora…?

ENTRE SOMBRAS

Entre dos luces anda mi perfil desvelado,
desde el atardecer hasta alcanzar el alba.
De noche va mi senda, por la noche camino
una andadura torpe, braceando entre sombras.
Retratando confusos volúmenes o masas
que se despliegan, ágiles, burlando mi objetivo,
recorro las cornisas y aleros, adoptando
la postura del riesgo, mientras la ciudad duerme.
Cuando la luz avanza y se fijan los límites,
cuando el sol despereza los músculos dormidos,
yo corro las cortinas de la niebla y me embozo
con las estolas agrias de la melancolía.

COMO UN HILO

Fue la esperanza larga. Estrecha y larga
como una jabalina. Por el aire
volaba y se perdía entre las sombras,
cuando el tiempo pesaba sobre el hombro.
A veces me alcanzaba por la acera
y marchaba delante de mis ansias;
pero sólo una vez cogió mi mano
y me obligó a seguirla a contraviento.
Ahora ya, carcomida, adelgazada,
intenta dar un paso y está a punto
de partirse una pierna. Sin embargo,
se escapa -toma un taxi- y se me pierde
días enteros sin volver a casa.
La encontré ayer entre los Giacometti,
después de tanto trago de mal tiempo,
jugando, alegremente, a disfrazarse
de acabada y audaz obra maestra.

COMPAÑÍA

Bajo la luz aquélla que en la acera oscilaba,
me la encontré en París. La tarde era muy fría
y en el viejo café lloraban los velones.
Me asaltó por la espalda en Leningrado,
una mañana cruel, soñando con el ronco
borbotear del samovar panzudo.
También estaba allí, bajando la avenida
de frente a Times Square, mientras la noche
devanaba un aroma a vómito de fresas.
Y, enfebrecida, aún la hallé una tarde
de la acre primavera madrileña.
Ahora está aquí y me guía. Acompañándome,
lleva mis libros y me frena el paso,
y me dicta el discurso de los sueños
cuando el vértigo impone el ritmo de la muerte.

BRINDIS

Las flechas, rotas, y el jardín, seguro.
El humo nada entre los aires vagos.
¡Traedme el vino, y dejaré que caiga
sobre el tapete la verdad inerme!
Ya tengo más de un muerto en el almario,
más de un cadáver bajo el alfombrado
-de hierbas y de flores- triste suelo.
Mi memoria, que os llama inútilmente,
anda vagando por los cementerios
vestida de fantasma. Mi memoria,
brindando con la muerte.

NOCTURNO

Era muy tarde ya desde el comienzo
y la luz se enfriaba tras la lluvia.
Era muy tarde cuando la sonrisa
luchaba con la sombra.
Siempre fue tarde. Siempre fue la lluvia.
Fue oscuro el día y vacilante el paso.
Pero en la noche trazan las estrellas
mágicas convergencias.
Y los caminos, rectos.

INVITACIÓN AL VIAJE

Acompáñame, ven. Por el camino
encontraremos perros y cristales,
semáforos en rojo y cerradas las verjas
de los jardines secos donde la arena ahoga
los linderos bordados de flores humilladas.
Pero no importa. Ven. Encontraremos
rostros adustos, dientes como garras,
violentos gestos y feroces gritos…
Con manotazos bruscos tratarán de alcanzarnos.
Pero, juntos, tú y yo seguiremos la ruta,
sonrosada y alegre, que no marcan los mapas
sobre el gris del asfalto. A cada instante
nos propondrá el deseo un alto vuelo.
Acompáñame, ven. Te invito a un largo viaje
contra el viento, sin coche ni maletas.
Dejaremos atrás placeres preceptivos
y a tanto triunfador con las cartas marcadas.
Buscaremos el norte. Buscaremos un alto
bosque frondoso y el rumor marino.
Y, cercana la hora del silencio,
cuando el sol se derrama como un ámbar
y encierra en su cristal rocas y espumas,
brindaremos, alegres, con la mirada absorta
ante la inmensidad del mar y del olvido.

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LA CASA AMARGA [Mi poema]
Carolina Coronado [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

La casa amarga, la soledad sin luz,
las lágrimas sedientas de cariño,
los viejos que abrazando van a un niño,
altares, los olivos y la cruz.

Ventanas en que observas al trasluz
la vida que se mueve entre pavesas,
muchacha a la que quieres y a quien besas,
la bala disparando un arcabuz.

La momia del que sabe ya no existe
y siente que ya el mundo lo ha olvidado,
la sombra que a su sombra ha despreciado,
el ansia que a vivir ya se resiste.

Pegarle a la memoria un latigazo
soñando que ya el mundo no existiera,
echándote a ese mundo por montera,
morir, por fin morir en tu regazo.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO:  Carolina Coronado

A UNA GOTA DE ROCÍO

Lágrima viva de la fresca aurora,
a quien la mustia flor la vida debe,
y el prado ansioso entre el follaje embebe;
gota que el sol con sus reflejos dora;
Que en la tez de las flores seductora
mecida por el céfiro más leve,
mezclas de grana tu color de nieve
y de nieve su grana encantadora:
Ven a mezclarte con mi triste lloro,
y a consumirte en mi mejilla ardiente;
que acaso correrán más dulcemente
las lágrimas amargas que devoro
mas ¡qué fuera una gota de rocío
perdida entre el raudal del llanto mío…!

CANTAD, HERMOSAS

Las que sintáis, por dicha, algún destello
del numen sacro y bello,
que anima la dulcísima poesía,
oíd: no injustamente
su inspiración naciente
sofoquéis en la joven fantasía.
Si en el pasado siglo intimidadas
las hembras desdichadas,
ahogaron entre lágrimas su acento,
no es en el nuestro mengua,
que en alta voz la lengua
revele el inocente pensamiento.
Do entre el escombro de la edad caída,
aun la voz atrevida,
suena, tal vez, de intolerante anciano,
que en áspera querella
rechaza de la bella
el claro ingenio, cual delirio insano.
Mas ¿qué mucho que sienta la mudanza
quien el recuerdo alcanza
de la edad en que al alma femenina
se negaba el acento,
que puede, por el viento,
libre exhalar la humilde golondrina?
Aquellas mudas turbas de mujeres,
que penas y placeres
en silencioso tedio consumían,
ahogando en su existencia
su viva inteligencia,
su ardiente genio, ¡cuánto sufrirían!
¡Cuál de su pensamiento la corriente,
cortada estrechamente
por el dique de bárbaros errores,
en pantano reunida,
quedara corrompida
en vez de fecundar campos de flores!
¡Cuánto lozano y rico entendimiento,
postrado sin aliento,
en esos bellos cuerpos juveniles,
feneció, tristemente,
miserable y doliente–,
desecado en la flor de los abriles!
¡Gloria a los hombres de alma generosa,
que la prisión odiosa
rompen del pensamiento femenino!
¡Gloria a la estirpe clara
que nos guía y ampara
por nuevo anchurosísimo camino! (…)

¡Ay! transportad mi corazón al cielo!

Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del Oriente
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.

A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.

Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.

Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.

¡Ay! Transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
destrozadme en los aires y bendigo
vuestra piedad y mi dichoso vuelo.

El amor de los amores

I
¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a Ti, dulce amor mío,
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?…

A Ti, sin nombre para mí en la tierra,
¿cómo te llamaré con aquel nombre,
tan claro que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

¿Cómo sabrás que enamorada vivo
siempre de Ti, que me lamento sola
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

Aquí estoy aguardando en una peña
a que venga el que adora el alma mía;
¿porqué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales
todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma libros virginales?

Y ¿por qué de mi vida has de esconderte?
¿Por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas,
como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

Pero si quieres esperar la luna,
escondida estaré en la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa,
no nos podrá seguir paloma alguna.

Y no temas si alguna se despierta,
que si te logro ver, de gozo muero,
y aunque después lo cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?

La luna es una ausencia

Y tú, ¿quién eres de la noche errante
aparición que pasas silenciosa,
cruzando los espacios ondulante
tras los vapores de la nube acuosa?

negra la tierra, triste el firmamento,
ciegos mis ojos sin tu luz estaban,
y suspirando entre el oscuro viento
tenebrosos espíritus vagaban.

yo te aguardaba, y cuando vi tus rojos
perfiles asomar con lenta calma,
como tu rayo descendió a mis ojos,
tierna alegría descendió a mi alma.

¿Y a mis ruegos acudes perezosa
cuando amoroso el corazón te ansía?
Ven a mí, suave luz, nocturna, hermosa
hija del cielo, ven: ¡por qué tardía!

La rosa blanca

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.

Nada resta de ti…

Nada resta de ti…, te hundió el abismo…,
te tragaron los monstruos de los mares…
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.

Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida,
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.

Darnos la vida a mí y a ti la muerte;
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
¡es la maldad más grande de la suerte!…

¡Oh, cuál te adoro!

¡Oh, cuál te adoro! Con la luz del día
tu nombre invoco, apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aun te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se encuentra cuanto existe,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuando mi amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;

tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.

EL MARIDO VERDUGO

¿Teméis de ésa que puebla las Montañas
turba de brutos fiera el desenfreno?…
¡más feroces dañinas alimañas
la madre sociedad nutre en su seno!
Bullen, de humanas formas revestidos,
torpes vivientes entre humanos seres,
que ceban el placer de sus sentidos
en el llanto infeliz de las mujeres.
No allá a las lides de su patria fueron
a exhalar de su ardor la inmensa llama;
nunca enemiga lanza acometieron,
que otra es la lid que su valor inflama.
Nunca el verdugo de inocente esposa
con noble lauro coronó su frente:
¡Ella os dirá temblando y congojosa
las gloriosas hazañas del valiente!
Ella os dirá que a veces siente el cuello
por sus manos de bronce atarazado,
y a veces el finísimo cabello
por las garras del héroe arrebatado.
Que a veces sobre el seno transparente
cárdenas huellas de sus dedos halla;
que a veces brotan de su blanca frente
sangre las venas que su esposo estalla.
¡Y que ¡ay! del tierno corazón llagado
más sangre, más dolor la herida brota,
que el delicado seno macerado,
y que la vena de sus sienes rota!
Así hermosura y juventud al lado
pierde de su verdugo; así envejece:
así lirio suave y delicado
junto al áspero cardo arraiga y crece.
Y así en humanas formas escondidos,
cual bajo el agua del arroyo el cieno,
torpes vivientes al amor uncidos
la madre sociedad nutre en su seno.

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PINTANDO EL CIELO [Mi poema]
René Rodas [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Hoy me he subido a un banco para acercarme al cielo,
cogerle con la mano, pintarle de amarillo,
hacerle más cristiano provocando el deshielo,
sentirle más cercano y hacerlo más sencillo.

Y el banco se ha quejado diciendo no resiste
pues yo con gran empeño su cuerpo le pisaba,
si no me bajo pronto le voy a hacer un quiste
me dijo mientras triste su alma se desangraba.

Que a veces uno pisa para ensalzar a ajeno
en tanto a otro se humilla y en el dolor se abrasa,
sembrado de altruismo, se expande algún veneno
a quien simple pasaba camino hacia su casa.

Me dijo, mira niño que el cielo tú decores
es algo muy loable, que quede más bonito,
mas ten mucho cuidado no saques mis colores
por dios, si no te importa, levanta el pié un poquito.
©donaciano bueno

Mejor que un banco, una escalera, no? Share on X

MI POETA SUGERIDO:  René Rodas

Homenaje

Te veo, admonitorio, inclemente,
sacándome los dientes con un hilo.
Te recuerdo como una sombra inmensa,
amenazando mis miedos,
llegando puntual
a pisotear mi risa
como un verdugo responsable.
A veces también te veo como cuando
me alegraba verte.
Cuando eras el más bueno
de los malos padres.
En ocasiones al recordarte
sólo oigo un látigo ciego que golpea.
Otras veces dejo de recordarte,
y al ver esa fotografía
donde apareces de frente y muy serio,
con esa cara de quien ha alcanzado
sus módicos sueños,
me doy cuenta
que el olvido es el traje que mejor te sienta.
De los violines y otras cuerdas, 1984.

Lim la leve

Es tan ligera
que las puertas automáticas no se abren a su paso.
La lluvia no la moja y puesta al sol no hace sombra.
Tiene un frente delicado, armonioso.
Pero desaparece de perfil.
Los diminutos anteojos redondos resbalan
hasta los dos puntitos de la nariz.
Lim es un suspiro que no suspira nunca.
Le gustan los tipos rudos, pesos pesados,
de manos cuarteadas
y tan anchas como asiento de excusado.
“Los hago retorcerse como pollitos”,
confiesa con la segura levedad de su voz.
Poemas de Montreal, 2010.

The tramp

I
Saltaste en un tren de carga con tu hermana.
Llevabas la guitarra y los dólares negros
de tu tercera cosecha en Charlotte Farms.
Te quedaste ocho meses en una playa de Baja California.

II
Saltando en trenes de carga llegaste al puente Cartier.
Pusiste un clasificado en la única página
de un periódico imaginario:
«Busco peregrino que me cuente un cuento».

Encuentro
Bajo ese puente te encontré: En tu regazo agonizaba
el verano, y tú eras una isla llena de colinas y sauces.
Cerca había un río y más cercano el río de tu voz.
«Cuéntame un cuento, peregrino» dijiste.

Abrigo
Era de madrugada, primera gran nevada del año.
Golpeaste a mi puerta. Temblabas de frío.
Recogiste la guitarra y cantaste Shelter from the Storm.
Protestó algún vecino. Nunca Bob Dylan sonó mejor.

Trueque
«Poco tengo que ofrecerle a tu poesía». Así dijiste:
«Mi amor, mi juventud». Te conté de un amigo que habla
del “lucrativo negocio de la poesía”. Y hoy fue cierto.
En ti mis versos han encontrado quien ame su canto.

Desnuda
Apareces silenciosa y blanca
en mitad de la noche
como llega la primera nevada
al final de otoño.

Cabellera
El sol corre sobre el cobre antiguo de tu trenza:
Huye del antiguo invierno, busca tu calor para renacer.
Tardías flores de nieve se prenden desamparadas
al limpio desorden de tu frente.

Mayo
Abres las piernas al cielo y en tus muslos
cabalga el ácido demonio de los sueños.
Conmovidas las estrellas detienen la noche
para mirar su reflejo en el fulgor de tu pubis.

Palabras
Leo para ti en mi idioma y las palabras
van rodeándote con la música de su ceniza.
Te pueblan, te desnudan con su viejo misterio.
Ebrias de tu olor, vuelven a nacer de tu piel.

Enigmas
Busco en la lluvia enigmas para Lisa. Esfinges,
cuadrados mágicos, novelescos, algebraicos:
Ella los descifra con el vientre: La primavera
esconde allí uno hecho de musgo tierno.

Primavera
En un litro de agua hirviendo rayar jengibre, ajos.
Echar sal, una taza de arroz. Fuego lento de después del amor.
Antes de apagar, echar tres puñados de almejas frescas.
Servir sobre hojas de plátano en el cuenco de las manos de Lisa.

Arco del verano
La borrasca de tus palabras cuando me das tu amor.
Las ráfagas de viento con que me encierras en tu rada.
Las oleadas de fuego con que cauterizas mi amargura.
Sabor de mar tu piel desnuda, ola viva tu cuerpo.

Noches de verano
Llueves sobre mí con tus manos de tormenta.
Traes en los labios racimos de chubascos
que descargas a golpes de lengua sobre mi cuerpo.
Insaciable la tempestad arde en tus ojos.

Lluvia
Te sorprendo desnuda labrada a un arce.
Enloquecidas gotas de lluvia se precipitan a tierra
desde tus pezones respingados.
El viejo arce te abraza con sus ramas nudosas.
(La balada de Lisa Island).

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Carolina Coronado

¡Ay! ¡Transportad mi corazón al cielo!

Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del Oriente
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.

A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.

Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.

Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.

¡Ay! Transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
destrozadme en los aires y bendigo
vuestra piedad y mi dichoso vuelo.