A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
HISTORIA DE UN BORDILLO [Mi poema]
Carmen Prada Alonso [Poeta sugerido]
MI POEMA... de medio pelo |
Sentado en el bordillo de una acera Pues Dios quiso que fueras de cemento, Quizás ese compadre que hay sumiso |
MI POETA SUGERIDO: Carmen Prada Alonso
VARADA
Varada en el mar de tu luz,
bajo los rayos húmedos del alba,
siento el vértigo del júbilo
que me hace sonreír,
para que Tú me sonrías.
En este espiritual desierto
me llenas de amor sin plazos,
me siento ser, más que hacer,
me dejo seducir por ti,
renazco y me renuevo,
y el néctar de siempre Tú
me hace porción de tu pueblo.
Te escucho amorosamente,
sin distracciones,
y con firmeza proclamo tu primacía.
En mi alfar está al solaz
la alcarraza que guardará
la lluvia fresca de tu palabra,
y ofreceré agua al peregrino,
y el peregrino a otro peregrino,
cristianos unidos en tu amor,
semillas que fecundan
el vientre de todas las tierras.
Varada en el mar de tu luz
proclamo tu primacía.
SIN DÍA SIGUIENTE
Asomas tu cuerpo a la luz no poseída,
que llega, como siempre,
cruzándose con los espectros sin manos
atrapados en las paredes rotas.
Corren bajo tus nubes imaginarias
los ecos de las lágrimas no nacidas,
que llenan los claros del dolor.
Cada segundo empujas las dunas cenicientas del miedo,
dejando la huella de tus pisadas sin ruido,
silenciando la sangre del latido amordazado.
Fijas el mundo al suelo para poder guiarte,
sin correr las cortinas de tu vida,
buscando no encontrar la mirada asesina.
En tu alacena sin luz
escondes las especias de tus sueños,
con susurros de pieles apretadas que sucumben al horror.
Ante tus ojos pende el racimo de uvas al que el tiempo
va arrancando una a una,
descubriendo el tétrico esqueleto
que empieza a anunciar la desnudez total.
Seguirán de las vides brotando más racimos,
y más irán perdiendo su abrigo, y más esqueletos irán llegando.
Sientes el miedo en tu destino que se burla de tu inocencia
al creer que puedes guardar las que quedan
para una mesa sin día siguiente.
IMAGINARIO
Aplastando la recortada silueta negra
se desploma la luz
que se deja embadurnar
por la nieve manchada de hollín.
Los ojos blancos
de un tren celestial,
coronan el sueño bravío
de algún perdido Olimpo.
Se atiesan los bucles de desteñido cobre
en la cabeza de Júpiter,
que sacude el azul
con quebrados suspiros de amantísima ira.
Anunciación de somnolientos brillos
en explosiones de tibios lamentos
de la madre Tierra.
EL SUEÑO DEL DESTINO
La sombría cabellera enmarañada
cubre el sueño del destino.
La luna, invisible,
ilumina solo la muerte
que arrastra el otoño.
Un broche de esperanzas rotas
cae marchito
a los pies de la noche,
mientras el aire, gris y vacío,
enfría el quejido
de las luces soterradas.
REGRESO A SARÓN
Añoraba las caricias
de la espuma entre mis dedos,
y aquella querencia de las rocas
que se adherían a mis pisadas,
la arena que tatuaba mis pies,
y la isla de los dioses
hacia la que remaban mis sueños.
Añoraba mis pensamientos,
sutiles como las mareas,
blancos y cálidos, como la leche
recién salida de la ubre generosa.
Añoraba el reto de mi cara
al sol del amanecer,
y aquel azul que hice mío
para embozarlo en mis ojos
entonces inocentes.
Y salí de la cueva arrugada
que me había atrapado,
y que cambió a jalde
el rosado de mis párpados rotos
en el tiempo perdido.
Volví, anhelante,
en un atardecer de olor a algas,
alzando esperanzada
mi vuelo ceniciento.
Solo había sido mía la ausencia,
el hechizo continuaba inamovible.
Batieron sus plumas las olas,
como el perro que retorna a su amo,
girando caracolas en el aire,
lamiendo mis sequedades.
Se levantaron las brisas
haciéndome corro
de alocados juegos.
Oraron mis ojos,
enmistecidos en el brotar de mis lágrimas.
Y la luna veló mis heridas
con miradas de sal.
INSTANTE MÍSTICO
Respiro cipreses
y tañires de campanas, mientras la piedra
calienta mi carne.
Me dejo mirar sin pudor
por los ojos amarillos
que lo ven todo,
escondidos bajo las coronillas
que los beatifican.
Siento en mis dedos jugar
alientos de siglos
que ya no son,
que sucumbieron atrapados
en muertes y ferias.
Me aroma el incienso del silencio
que se desmaya sobre mi piel,
y me unto avariciosa
en los óleos que manan
del momento sublime.
Detengo la diáspora
del chorro mutilado
de mis esperanzas,
y acaricio las crines sedosas
del instante que ansío perpetuo,
burlándome de las sombras
que, durante segundos,
he alejado de mí,
con la osadía de una victoria
que sé, efímera.