A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
EL PRINCIPITO [Mi poema]
Antonio Martínez Sarrión [Poeta sugerido]
MI POEMA... de medio pelo |
Saber, lo que es saber, nada he sabido, Que ayer todos los niños se creían Me tienes que enseñar, cuando podamos Tú sabes como yo, todos sabemos |
MI POETA SUGERIDO: Antonio Martínez Sarrión
A ti, casi innombrable
Tierra que vas a los mares
de sólo tu luz vestida.
Dámaso Alonso
Te llevo en los hondones de mi alma,
aunque, en raros momentos, te asomes a mis labios
que, de niño, me hicieron odiar tu simulacro.
Todos mis sueños llevan tus colores
y, resonantes, vibran en mis oídos siempre
tus acordadas -suaves o bullangueras- notas.
Cada orza de adobo, cada soga de esparto,
cada jarro de vino me regalan tu aroma.
Creo estar sentenciado a aquietarme en tu entraña,
creo que allí, todavía, disuelto en tus terrones,
madre mía siempre agónica, repasaré tus letras,
las seis letras que cifran tu siempre por hacer,
tu mal rehecho o del todo improbable camino.
Mas frotaré ese oro tras pasarle mi aliento,
tras limpiarle, de paso, el rastro de mi huella,
para que su fulgor algún trecho me alumbre.
«Cordura» 1999
Ahora es el momento
en aquellos inicios de la vida discente
el amor: serpentinas
próceres de latón en las altas columnas
por cierto trasnochábamos tila a veces
para el borracho de la tuna rondábamos
amores poco claros
de putas
sí de putas buena idea patios
mojados por el rocío palmeras
azuladas del alba bandurrias o laúdes?
que más daba despierta
niña despierta se distinguía el dorado de los ojos
desde las verjas amazonas
en camisón florido ante la música
y el aroma la melodía salvaje la salvaje
primavera del sur
por las acequias perros aulladores
almendros y naranjos florecidos
diez noches sin dormir seguía la fiesta
la ronda inacabable de las copas
la voz ronca el desmayo al desnudarse
ahora
las lentas tardes las gastadas palabras
los gastados abrazos unas frases cogidas
al vuelo sin nadie ya sin nada
mantas raídas gestos esquivos ya ves
subieron el descuento y el banco no aceptó
traición de la memoria barcos
de papel escorados en el limo
perdidos
«Una tromba mortal para los balleneros» 1970 – 1973
Arqueo navideño 1998
El Preso: Van a matarme… ¿Qué dirá mañana
esa prensa canalla?
Max: Lo que le manden.
Valle-Inclán
¿Cuánto,
antes y luego de las dulces fiestas
-que no es intención de uno alterar digestiones
ni pulsos que belén o árbol adornan-,
vale un niñín inglés o americano?
Mucho, en divisas fuertes.
Mucho, de clase media para arriba.
Mucho, si cuentas lo que su familia
y otras instancias, públicas o no,
invirtieron en él desde el primer vagido.
Ya le gustara, ya, a ese niño iraquí
mutilado o entero, pero aún vivo
(nunca libre, pues sufre a un tirano bestial),
que le fuera asignada, no digo aquella suma:
sólo la millonésima fracción
del coste de un misil «inteligente»
que borró de su lado y para siempre
al tibio compañero de pupitre o estera
cuyo hueco aullará contra nosotros
hasta el fin de los tiempos
exigiendo venganza.
«Cordura» 1999
Arribada
¿Quién habla de una fácil travesía?
Las noches se poblaban de sirenas,
de cuartos donde ardía la revuelta,
de exilios que a tu cuerpo devastaron.
Mi amor fuerte, mi amor loco y profético
con vestidos que el puro azar cosía
y que eran desflecados por la bruma
entre las carcajadas reprimidas
de una Europa siniestra y satisfecha.
Son muchos los agravios, risueña. Pero algo
desatado y veloz, a mí te trajo a flote,
indemne, victoriosa, con el floral tesoro
de tu ternura oceánica, de tus ojos de miel.
Y en la tranquila tarde de este día de mayo
cruzas serenamente por tu sueño y yo velo,
mientras pasan los lentos veleros de la música,
tu tos de fumadora y tu jersey grandón.
«El centro inaccesible» 1975 – 1980
La niña de siete años
La niña de siete años
mira que si estuviera destrozada
si ya fuese leña algún oscuro invierno
la mesa
la mesa de billar ya desechada
donde aquella sirvienta contaba obscenidades
y todos nos reíamos
¿enamorado tú?
¡qué tiempo en la cocina!
el cielo raso lóbrego
corrían los ratones dios qué risa
mi madre; mira mira los ratones
cómo se están volviendo a su agujero
la cortina de trapos amarillos
las cadenas
que oímos una noche de tormenta
tú patinando por aquel casino
con tu cara oriental
y nada que creí morirme
de amor
lo cierto es que te llevo muy adentro