A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

ANTONIO MACHADO

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SENTADO EN MI TERRAZA [Mi poema]
Julio J. Casal [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

De mi piso, sentado en la terraza
una tarde de otoño moribundo,
intentando ya aislarme de este mundo.
un respiro le doy a mi cachaza.

Entretanto un rayito juguetón,
garabatos dibuja por mi calva,
que bailando desliza al mismo son
pues que nadie del sol si huye se salva.

Desde el cielo vestida de amarilla
hay una hoja que cae entre mi frente
deslizando del chopo que en la orilla,
intensa, esa quietud parece ausente.

Interrumpe mi estado de anestesia
su bullicio y los niños de un colegio,
y el de un perro ladrado. Privilegio
del sonar de campañas de la iglesia.

La tarde está al caer, yo observo el cielo,
diviso más allá en la lontananza
en el campo brillando una naranja,
doyme el piro y me ausento del señuelo.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDOJulio J. Casal

Máscaras

No hay un pintor que sin defecto encuadre
la vida y nos la muestre, porque toda
paleta de otros siglos, o a la moda,
no sirve… ¿Ha de llegar la noble madre
de cuyo parto brotará la ciencia
que ha de entregarnos lo que nadie pudo,
de cascabeles y antifaz desnudo,
el payaso genial de la existencia?
¿Pero conviene que algún ser descorra
la mentira, mostrando lo que existe,
en el fondo, tal vez de justo, para
herirnos? La verdad lo bello borra,
y el carnaval humano sería triste
sin el encanto de la doble cara.

Árbol

Árbol, yo ya sabia que eras hermano mío.
Hacia los cielos vamos en claro florecer.,.
Y tus ramas audaces, hallaron el rocío
en el cristal y el ámbar, luz de mi amanecer…
¡Árbol, yo ya sabia que eras hermano mío!

En ti hay, a momentos, más pájaros que hojas
Y eres en primavera mágico surtidor.
Y en mí, ¡qué profusión de rosas, blancas, rojas,
Y qué acento en mi lírico manantial interior!

Los dos brindamos, árbol, savia joven y nueva.
Y por nosotros corre un idéntico río
de emoción, y sabemos en las nieves de prueba
aguardar libremente el calor de otro estío.

Hacia lo azul, el mismo impulso azul nos lleva…
Árbol, yo ya sabía que eras hermano mío.

Ruego

Ni tú me esperarás. Ni yo he de ir.
Estás en lo escondido
de tu hiedra de cielo, tan lejano,
que hasta tu rostro
no podrá la muerte
alzarme en su marea.

Condenado a seguir desde la orilla
a los que ascienden hasta ti. Mi sombra
da su presencia en el movible mundo.
Apenas sube en luz. Otra vez sombra.

Tal vez no quieras que yo llegue. El campo
aguarda en flor de muertos, mi ternura.
Sobre los infinitos lirios echaré
mi corazón de hombre. Déjame ser lluvia.

Déjame como niebla ligera
por los caminos.
Seré danza de estío para la rosa débil,
como labio de arroyo para la orilla oscura.

Estarán junto a ti los que amaron la vida
y los que la encendieron en heroicos espejos,
los que en duro ejercicio moldearon
el umbral en que se echan perros fieles.

Muerto aún amo la tierra. Despertando
del pecho de una muerta está mi infancia.
Intimo, hundirme
en el enjambre eterno.

Renacer en los ojos de los bueyes.
Con el rojo mastín
ladrar antiguamente a los viajeros
que llegan hasta el humo de las chozas.

¿Qué he de hacer yo en tu fiesta de elegidos?
Mi corazón es pájaro de agua
de tus copiosas venas de la tierra.
Piensa en un vuelo más que se ha extraviado.
Ni tú me esperarás. Ni yo he de ir.
Haz de mi muerte lluvia. Échala al campo.

Aligerarse para el vuelo

Aligerarse pata el vuelo. Un día
nada de lo superfluo pesará.
Iremos tan sin carne,
tan sin sombra,
sólo en la luz…

Creíamos,
que lo que fue quedando en el viaje,
lo íbamos perdiendo,

Perder no es desprenderse
de lo frondoso,
ni es ir dejando aquello que nos viste
de transitoria y fácil alegría.

Mirar como se apaga
la voz que grita,
no es perder.
Y nos alcanzará, con nuestra parte
de agua y de viento.

Un día
irá nuestro corazón ligero
-no vacío-
sólo en la luz,
tan sin carne,
tan sin sombra…

Tierna palabra

Tierna palabra de olvidado día
llegas a ml por nubes de entresueño,
y me vuelvo a sentir, dulce y pequeño,
abriendo con tu llave, el alma mía.
Ves corno asciende por la tarde fría,
convertido en paloma, el turbio ceño
que en mi frente, al partir, me dejó el sueño.
y paloma van en romería.

Tornas palabra a darme la dulzura
De mi madre, en la plácida tutela
la noche me era larga. Vienes

a convertir mi llanto en agua pura,
Hoy otra vez, estás conmigo, y vuela
Tu mano entre el otoño de mis sienes.

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Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla
(Antonio Machado)

¿QUÉ ES LA VIDA SIN LOS SUEÑOS? [Mi poema]
María Josefa Massanés [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

La vida sin los sueños no sería nada,
pura monotonía,
¿lo mismo cada día?
¡que aburrimiento, qué putada!

La vida sin los sueños no tendría sentido. 
viendo el mismo paisaje,
¡y qué pesado el viaje!
Ir siempre a pasear por el mismo camino.

La vida sin los sueños no merece la pena,
es como una condena,
siempre atado a una cadena
sin apenas poder moverte de la trena.

La vida sin los sueños es puro aburrimiento,
¿sin un sólo condimento un plato de comida?
me voy a comer a casa la vecina,
¡a otro con este cuento!

La vida sin los sueños solo es monotonía,
le falta el alimento, la sal de cada día,
¡échale cuento al cuento,
y añádele vitaminas para el cuerpo!

La vida sin los sueños no tiene melodía,
ponte los cascos, echa la mente volar,
selecciona en tu dial la sintonía
y lanza al viento tus fantasías al sonar.

Ser alguien en la vida,
ganarle al azar una partida,
los estudios terminar,
a un chaval o chavala que te gusta conquistar,
la borrachera de una noche,
presumir un buen día de un buen coche,
hacer realidad una aventura,
disfrutar de la felicidad mientras ésta dura,
llegar en tu profesión de ejecutivos,
tener muchos amigos,
aprobar oposiciones
o tomarte unas merecidas vacaciones,
que te toque la loto,
disfrutar de una buena moto,
una linda casa,
una hija o hijo que se casa,
un chalet en la playa,
vaya...vaya...,
subirte en una nube,
todo lo que baja, sube,
hacerte muchas ilusiones,
o tocarte cuando quieras los...cojo...nes... (*)

Todo esto y mucho más
pueden formar parte de algunos de tus sueños.
Si los persigues al final descubrirás
como termina la otra parte de este cuento,
pero nunca jamás has de olvidar
que no debes morir en el intento.

Y si no lo consigues, no te importe y síguelo intentando,
nunca impidas que tu imaginación siga volando,
cógelo con ilusión y, sin mirar atrás, prosigue tu camino
con la seguridad de que algún día has de llegar a tu destino
y entre impulso e impulso tu música preferida irás tarareando.
©donaciano bueno

(*) Expresión vulgar sinónimo de holgazanear. Otras variables: -Estar hasta los cojones: Indica que se está harto de una situación o de una persona. -Por cojones: Sin existir un motivo justificado: dijo que entraría por cojones. -Salir de los cojones: Se usa para expresar que algo se hace por antojo, sin una razón específica. -Tocar (o hinchar) los cojones: Molestar o fastidiar. -Y un cojón: Mucho: valer un cojón; tardar un cojón.

MI POETA SUGERIDO:  María Josefa Massanés

La resolución

¿Qué yo escriba? No por cierto,
no me dé Dios tal manía;
antes una pulmonía,
primero irme a un desierto.

Antes que componer, quiero
tener por esposo un rudo,
mal nacido, testarudo,
avariento y pendenciero;

Educar una chiquilla
mimada, traviesa y boba;
oír vecina a mi alcoba
la Giralda de Sevilla.

Si yo compongo, mi rima
censure el dómine necio,
lea el sabio con desprecio,
y un zallo cajista imprima;

Un muchacho la recite
con monótona cadencia,
la destroce en mi presencia,
y ponga frases y quite…

¡Oh! No habrá quien me convenza,
bien puede usted argüir:
¡una mujer escribir
en España! ¡Qué vergüenza!

¿Pues no se viera en mala hora
que la necia bachillera
hasta francés aprendiera?
¿Ha de ir de embajadora?

Antes, señor, las muchachas
no estudiaban, ni leían…
Pero en cambio, ¡cuál fregaban!
¡Barrían con un primor

Hilaban como la araña,
amasaban pan, cernían,
y apuesto que no sabían
si el godo invadió o no España.

¿Qué le importa a la mujer
de dó se exporta el cacao,
si es pesca o no el bacalao,
como lo sepa cocer?…

¡Cual quedara mi persona,
mordida por tanta boca!
Me llamaran necia, loca,
visionaria, doctorona.

Sin amor ni compasión,
alguno, con tono ambiguo,
dice que de escrito antiguo
es copia mi concepción.

Sin hacerse la loquilla,
siempre a vueltas con Cervantes,
recitando consonantes
de Calderón o Zorrilla.

¿Cómo podrá gobernar
bien su casa? ¡Es imposible!
¡Cual si fuera incompatible
coser y raciocinar!

Anatema al escribir,
al meditar y leer;
amigo, sólo coser
y murmurar, o dormir.

La Violeta y el Laurel. Apólogo.

Hijos de un mismo vergel
Y en igual tiempo nacidos,
Crecían verdes y unidos
La violeta y el laurel.
Ella, flor modesta y pura,
En sus hojas se ocultaba,
El ramoso se elevaba
Al través de la espesura.
Ella, fresca y aromosa,
Rica alfombra le tejía,
Él copado protejia
A su amiga generosa.
Y con tal fraternidad
Vivian, que se asegura,
Que envidiaba su aventura
La florida vecindad.
Mas el láuro iba creciendo
Y pausado se alejaba,
Con el rumorcillo blando
De su lenguaje oloroso.
Hablaban, y á su manera
El laurel dijo: Querida,
¿por qué lozana y erguida
No subes cual la palmera?
La orgullo! La insensata!
Con esa soberbia loca,
Sobre sus tallos evoca
El rayo que la maltrata.
Yo tan pobre, hermano mio,
Tan sin fuerzas ni hermosura,
Encumbrarme á tanta altura
Fuera humano desvario.
Crece tú, que eres gallardo,
Y fragante y provechoso,
Y remóntate frondoso
Mientras fiel yo a tu pié guardo.
Tontuela, ¡por qué no subes
Enroscada en mi ramaje,
Y rasgarás el encaje
De las trasparentes nubes?
En tu corola azulada
Brillantes pondrá el rocío,
Y serás en el estío
Por las brisas columpiada.
Suve; el sol te guarda, hermosa,
Ardientes besos de fuego.
Dejame, hermano, te ruego,
Que su llama es peligrosa
Es miedo de flores niñas
Tu mal fundado temor.
¿Pues no sabes, mi señor,
Que el sol quema las campiñas,
Y á la flor que vé orgullosa
Pulveriza con sus llamas,
Mientras tibio entre las ramas
Acaricia á la humildosa?….
¡Ay! Deja que de mi broche
En la sombra y la inocencia
Consagre la pobre esencia
Al luminar de la noche.
Calló; y el sol, que escondido
Tras las nubes la escuchaba,
Es fama que contestaba,
Con un destello encendido:
Planta humilde, que sí ocultas
Tu gragancia y hermosura,
Sigue, sigue en la espesura
Do prudente te sepultas.
Del verde láuro el ramaje,
Emblema de gloria sea;
Siempre el mundo á ti te vea
Medio oculta en tu follaje.
Mas el laurel que amoroso
De tí viva acompañado,
Este será el admirado,
Este será el más glorioso
Dijo: y desde aquel momento
Se observa que, donde quiera
La modestia es compañera
Del verdadero talento.

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Los sueños - Antonio Machado

El hada más hermosa ha sonreído
al ver la lumbre de una estrella pálida,
que en hilo suave, blanco y silencioso
se enrosca al huso de su rubia hermana.

Y vuelve a sonreír porque en su rueca
el hilo de los campos se enmaraña.
Tras la tenue cortina de la alcoba
está el jardín envuelto en luz dorada.

La cuna, casi en sombra. El niño duerme.
Dos hadas laboriosas lo acompañan,
hilando de los sueños los sutiles
copos en ruecas de marfil y plata.

LAS DOS MI ESPAÑA [Mi poema]
Margarita Laso [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Yo soy simple un turista de la playa,
de ese inmenso solar lleno de arena
donde hay gente desnuda que se baña
y se tumba después al sol que quema.

De invisible, esa línea que separa
el agua, intento inútil, de la tierra,
y juega al escondite y que prepara
su amenaza al fluido en son de guerra.

Del límite infinito que no acaba,
suave brisa sutil, fina y serena,
y gestas de navíos nos contaban,
historias que cantaron los poetas.

Tiznado cielo azul en que volaban,
aviones planeando cual gaviotas,
de gente en las américas soñaban
y pescadores de ilusiones rotas.

Mi estirpe está soñando con montañas,
el campo fue mi playa en la meseta,
los sembrados, las hoces, la guadaña,
irritante canícula en la siesta.

El viento en mies las olas simulaban
doblando a las espigas sus cabezas.
En surcos desnutridos correteaban
perdices como peces ¡qué belleza!

En ese espacio gris no había barcas,
ni velas a orientar la sementera,
el agua dormitaba allí en las charcas,
la arena deprimida en las canteras.

Y es ahora que aquí estoy que mi alma extraña
Castilla, aquí en Valencia variopinta,
tan cerca una de la otra y tan distinta,
así que para mí, las dos mi España.
©donaciano bueno

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Españolito (A Machado)

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

MI POETA SUGERIDO:  Margarita Laso

SANGRE FRÍA

I
Es un cajón de 90 x 90 x 90.
En él se exhibe la espléndida pitón.
Carnívora de bronce y estaño.
No oye a su mandíbula elástica quebrantar
los huesos calientes de su comida.

Está enroscada sobre su lujuria.
Sorda y satisfecha.
No puede estirarse pero sus anillos de serpentina
helados se tocan como presas.
Espera su merienda.
Por medio de una persiana
un ratón de blanco impecable
ha sido llamado a esta cena.
Será tragado sin que medie de cascabel o crótalo
advertencia alguna.
Sin que una orquesta de metales le despida.
Sin una danza funeraria.

El público está atento al momento del asalto.
El ratón merodea con unos saltímetros
esos pasitos que da en la epidermis el escalofrío.
Sus bigotes transparentes pronto temblarán
de una vez para siempre.

II
También yo
como la gorda constrictora
gozaré en la quietud estos banquetes.
Cada vez mis glándulas termo-sensibles me dirán
si has venido a lucir tu miserable gabardina
tu cola aguzada de escalpelo.
Si has venido quizás a llevarte la piel que mudo
o acaso
a mirarte en las placas y escudos de mi cuerpo.

¿No ves que tendrías que limar mis escamas?
¿Que arrancarme un colmillo?

III
Ven pues
que toda yo soy brazo que abrasa y destroza.
Y antes de engullirte
sabrás volar
con la sustancia tóxica que traigo en mi saliva.
Sabrás meterte en cintura.
Y engrosarme.

Ven
que notarás que soy ciega y siseo.
Que toda yo soy cuello y talle.
Que soy una víbora modesta.

Ven ratón que he perdido la línea.
Pero no el apetito.
Y tampoco el veneno.
(de Los lobos desarmados)

OSO

y sale del bosque el oso
su musculatura oculta
trae abrigo y debajo un brujo
sedoso no se desnuda
ante la sola idea de trozar mis partes
no se detiene
ávido el oso
de arrancar los lomos de las truchas con los dientes
en el corazón del remolino
hincar entre mis piernas el hocico
la ansiedad la sed la zozobra
el tirón de muerte que la succión mitiga

un dominio de demonios tus patas y mis muslos
maroma marcial llave poderosa runa y mandala

oso que muerdes los finos lomos de mi sexo

ya volverás al bosque
como el tigre a la arena
como al verdugo la máscara y la soga
ya volverás
como vuelve esta contorsionista
a bañar sus partes por partes
en los cultivos piscícolas del río
(de Los lobos desarmados)

Sangre fría

Es un cajón de 90 x 90 x 90.
En él se exhibe la espléndida pitón.
Carnívora de bronce y estaño.
No oye a su mandíbula elástica quebrantar
los huesos calientes de su comida.

Está enroscada sobre su lujuria.
Sorda y satisfecha.
No puede estirarse pero sus anillos de serpentina
se tocan como presas heladas.
Espera su merienda.
Por medio de una persiana
un ratón de blanco impecable
ha sido llamado a esta cena.
Será tragado sin que medie de cascabel o crótalo
advertencia alguna.
Sin que una orquesta de metales le despida.
Sin una danza funeraria.

El público está atento al momento del asalto.
El ratón merodea con unos saltímetros
esos pasitos que da en la epidermis el escalofrío.
Sus bigotes transparentes pronto temblarán
de una vez para siempre.

II
También yo
como la gorda constrictora
gozaré en la quietud estos banquetes.
Cada vez mis glándulas termosensibles me dirán
si has venido a lucir tu miserable gabardina
tu cola aguzada de escalpelo.
Si has venido quizás a llevarte la piel que mudo
o acaso
a mirarte en las placas y escudos de mi cuerpo.

¿No ves que tendrías que limar mis escamas?
¿Que arrancarme un colmillo?

III
Ven pues
que toda yo soy brazo que abrasa y destroza.
Y antes de engullirte
sabrás volar
con la sustancia tóxica que traigo en mi saliva.

Sabrás meterte en cintura.
Y engrosarme.

Ven
que notarás que soy ciega y siseo.
Que toda yo soy cuello y talle.
Que soy una víbora modesta.

Ven ratón que he perdido la línea.
Pero no el apetito.

Y tampoco el veneno.

mano

nadie te llama pero vienes
eres cual ricitos de oro
rompes la cama pequeña
y te tomas la avena

tal como en los misteriosos Cárpatos
en el mercado negro de los bosques
te comes además la mano del oso
servida así en su aceite
de ella extraes las garras
como del atún la espina
— la pieza más tierna y costosa- comentas
filtrando entre los labios una larga falange

bárbaros tramperos y músicos
celebran
y ricitos que se divierte
—pero si es de cría mejor- explicas
—si es de cría
mejor—

Valdivia

me llamas con humedad
me humedeces con llamas
tu cama es una plantación de palmeras

olla silbadora
el vértigo mío
vértigo viejo como tu espíritu
vértigo tu espíritu
viejo tú.

Sé que las ratas

sé que las ratas me morderán el corazón
pero ésta es una despedida

reí y fui

loba
loba en el palomar
loba en el palomar de tus jadeos

buches y espumas rociaron la aurora de los sudores
jadeos tus de palomar él en loba

aunque
entre graznidos y hendiduras
entre zureos grumosos
loba
entre palomas en tus jadeos
digo adiós

la pena canina cubro de vidrio
lengua y falanges apago al fuego
aros y poros al polvo cocido

esta cachorra arde bajo las burbujas

aullidos sollamados invitan a las ratas

ellas escuchan su piel de chamiza que crepita
sus uñas que raspan el celo cristalino

la esfera de calor de su cuero esquilado las convida
olorosa

sé que me morderán el corazón
lastimero
pero no permitiré que tú lo muerdas
ésta es una despedida.

En la memoria de mis sentidos

en la memoria de mis sentidos
canoa el dolor de labios

mi cuerpo sobre el tuyo

mis brazos
turbamar
en tu cabeza

la piel del pecho
rosa
la piel del pecho

tus piernas son las puertas de las mías
tus piernas la piragua

mi boca sobre tu boca
busca la sal de su sexo

como la red pincha las aguas
en la memoria de mis sentidos
se hincan tus dientes

mis labios se espantan beso de peces
mis labios se riegan rosa partida

beso partido
rosa de peces

-no te vayas- te dice mi boca colorada
-no te vayas- te dice la memoria de mis sentidos.

Erosonera (I)

tuve un hombre y él me tuvo

ahora somos memoria de carboncillo
ciclistas en la siesta de la ceniza
pero tuve un hombre
y él me tuvo

crudo abrió el beso en la yema del pubis
sentó la oreja para oír mi caracol caliente
mientras borrando pecas
hundí la nariz en el musgo tremente
de sus ingles
la lengua para lamer su venar violeta

tuve un hombre
fue pan en remojo su boca de abrir cajoncitos
mordiente su hacer de muslos y mejillas

él me tuvo
fue tristeo de agua mi pecho de dos pozos
crujiente mi hacer de cejas y ranuras

ahora somos memoria de carboncillo

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A UN HUMILDE BASTÓN [Mi poema]
Laura Méndez de Cuenca [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

¿Quién te inventó, bastón, amigo mío,
de plástico o madera, tan señero,
quisiera yo saber y mi sombrero
quitar para ensalzar tu señorío?

Tú, que del anciano eres sustento,
del lisiado su amable apoyadura,
que sales a ayudar cuando se apura
sin quejarte ni hacer ni un aspaviento.

Bastón que parecieras somnoliento
tan lleno de bondad y de ternura
haciendo el caminar a paso lento,

la destreza que muestras y el talento,
bendigo sin cesar tu empuñadura
por tal samaritano sentimiento.
©donaciano bueno

Realizan una labor humanitaria? Share on X

Hoy rindo aquí homenaje a ese humilde objeto que, anodino, hace una labor social
y humanitaria incomparable como un sencillo reconocimiento.

MI POETA SUGERIDO: Laura Méndez de Cuenca

Cuarto menguante

En el calado biombo de laca,
Esbelta grulla su cuerpo saca
Por entre arbustos de rosa-té;
Y mariposas de canutillo
En los cojines de canapé.
Sobre su seno, como un tesoro,
Preso en cadena de esmalte y oro,
Luce la dama pardo reptil;
Y cuando el bicho la cosquillea,
Tiembla de espanto, ríe y arquea
Su cuello blanco de marfil.
Por fin el sueño baja a la estancia:
Ruedan las flores ya sin fragancia,
Sube a los ojos blando sopor:
Y en lo más grato del cabeceo
Arde la sangre, quema el deseo
Y avergonzado corre el amor.

Siemprevivas

A la memoria de la malograda poetisa
Josefa Murillo.

Ya no más en los bosques de palmeras
de tu tierra natal,
las notas de tu canto peregrino
los pájaros oirán.
Cuando la luna misteriosa y triste
hasta el fondo del mar,
a bañarse descienda entre delfines
y bancos de coral,
cual otras veces sus glaciales rayos
a tu alcoba entrarán
a acariciar tu frente pensadora
y allí no te hallarás:
muda la alcoba, abandonado y solo
el lecho virginal;
los seres que te amaron, sollozando
en duelo y orfandad;
todo callado, fúnebre y sombrío
para nunca tornar,
que alzaste el vuelo de la tierra impura
diciéndonos está.
Las flores que tus manos cariñosas
en la tierra feraz
cultivaron, son gala todavía
del huerto tropical,
pero ya ni perfuman tus cabellos
ni engalanan tu hogar:
Otras manos piadosas las recogen,
las atan con afán,
y a tu sepulcro, en lágrimas bañadas
las van a colocar.
¡Oh, musa del amor y la poesía,
¿en dónde, en dónde estás?!
¿Llegan a ti las quejas que prorrumpe
la pobre humanidad?
¿Por un afecto inalcanzable y puro
tu espíritu quizá
ligado se halla a la terrena vida
para siempre jamás?
Laureles de la fama y de la gloria,
si no valeís, pasad:
La amada ausente que en nosotros vive,
¡no os necesita ya!

Resignación

Adiós, paloma blanca, que huyendo de la nieve
te vas a otras regiones y dejas tu árbol fiel;
mañana que termine mi vida oscura y breve
ya sólo tus recuerdos palpitarán sobre él.
Es fuerza que te alejes… del cántico y del nido
tú sabes bien la historia, paloma que te vas…
el nido es el recuerdo y el cántico el olvido
¡el árbol es el “siempre” y el ave es el “jamás”.
Y ¡adiós! mientras que puedes oír bajo este cielo
el último ¡ay! del himno cantado por los dos…
te vas y ya levantas el ímpetu y el vuelo,
te vas y ya me dejas, paloma, ¡adiós, adiós!

Adiós

Adiós: es necesario que deje yo tu nido;
las aves de tu huerto, tus rosas en botón.
Adiós: es necesario que el viento del olvido
arrastre entre sus alas el lúgubre gemido
que lanza, al separarse mi pobre corazón.

Ya ves tú que es preciso; ya ves tú que la suerte
separa nuestras almas con fúnebre capuz;
ya ves que es infinita la pena de no verte;
vivir siempre llorando la angustia de perderte,
con la alma enamorada delante de una cruz.

Después de tantas dichas y plácido embeleso,
es fuerza que me aleje de tu bendito hogar.
Tú sabes cuánto sufro y que al pensar en eso
mi corazón se rompe de amor en el exceso,
y en mi dolor supremo no puedo ni llorar.

Y yo que vi en mis sueños el ángel del destino
mostrándome una estrella de amor en el zafir;
volviendo todas blancas las sombras de mi sino;
de nardos y violetas regando mi camino,
y abriendo a mi existencia la luz del porvenir.

Soñaba que en tus brazos de dicha estremecida,
mis labios recogían tus lágrimas de amor;
de nardos y violetas regando mi camino
y abriendo a mi existencia la luz del porvenir.

Soñaba que en tus brazos, de dicha estremecida,
mis labios recogían tus lágrimas de amor;
que tuya era mi alma, que tuya era mi vida,
dulcísimo imposible tu eterna despedida,
quimérico fantasma la sombra del dolor.

Soñé que en el santuario donde te adora el alma,
era tu boca un nido de amores para mí,
y en el altar augusto de nuestra santa calma
cambiaba sonriendo mi ensangrentada palma
por pájaros y flores y besos para ti.

¡Qué hermoso era el delirio de mi alma soñadora!
¡Qué bello el panorama alzado en mi ilusión!
Un mundo de delicias gozar hora tras hora
y entre crespones blancos y ráfagas de aurora
la cuna de nuestro hijo como una bendición.

Las flores de la dicha ya ruedan deshojadas.
Está ya hecha pedazos la copa del placer.
En pos de la ventura buscaron tus miradas
del libro de mi vida las hojas ignoradas
y alzóse ante tus ojos la sombra del ayer.

La noche de la duda se extiende en lontananza;
La losa de un sepulcro se ha abierto entre los dos.
Ya es hora de que entierres bajo ella tu esperanza;
que adores en la muerte la dicha que se alcanza,
en nombre de este poema de la desgracia. Adiós.

NIEBLAS

En el alma la queja comprimida
y henchidos corazón y pensamiento
del congojoso tedio de la vida.

Así te espero, humano sufrimiento:
¡Ay! ¡ni cedes, ni menguas ni te paras!
¡Alerta siempre y sin cesar hambriento!

Pues ni en flaqueza femenil reparas,
no vaciles, que altiva y arrogante
despreciaré los golpes que preparas.

Yo firme y tú tenaz, sigue adelante.
No temas, no, que el suplicante lloro
surcos de fuego deje en mi semblante.

Ni gracia pido ni piedad imploro:
ahogo a solas del dolor los gritos,
como a solas mis lágrimas devoro.

Sé que de la pasión los apetitos
al espíritu austero y sosegado
conturban con anhelos infinitos.

Que nada es la razón si a nuestro lado
surge con insistencia incontrastable
la tentadora imagen del pecado.

Nada es la voluntad inquebrantable,
pues se aprisiona la grandeza humana
entre carne corrupta y deleznable.

Por imposible perfección se afana
el hombre iluso; y de bregar cansado,
al borde del abismo se amilana.

Deja su fe en las ruinas del pasado,
y por la duda el corazón herido,
busca la puerta del sepulcro ansiado.

mas antes de caer en el olvido
va apurando la hiel de un dolor nuevo
sin probar un placer desconocido.

Como brota del árbol el renuevo
en las tibias mañanas tropicales
al dulce beso del amante Febo,

así las esperanzas a raudales
germinan en el alma soñadora
al llegar de la vida a los umbrales.

Viene la juventud como la aurora,
con su cortejo de galanas flores
que el viento mece y que la luz colora.

Y cual turba de pájaros cantores,
los sueños en confusa algarabía,
despliegan su plumaje de colores.

En concurso la suelta fantasía
con el inquieto afán de lo ignorado
forja el amor que el ánimo extasía.

Ya se asoma, ya llega, ya ha pasado;
ya consumió las castas inocencias,
ya evaporó el perfume delicado.

Ya ni se inquieta el alma por ausencias,
ni en los labios enjutos y ateridos
palpitan amorosas confidencias.

Ya no se agita el pecho por latidos
del corazón: y al organismo activa
la congoja febril de los sentidos.

¡Oh ilusión! mariposa fugitiva
que surges a la luz de una mirada,
más cariñosa cuanto más furtiva.

pronto tiendes tu vuelo a la ignorada
región en que el espíritu confuso
el vértigo presiente de la nada.

Siempre el misterio a la razón se opuso:
el audaz pensamiento el freno tasca
y exámine sucumbe el hombre iluso.

Por fin, del mundo en la áspera borrasca
sólo quedan el árbol de la vida
agrio tronco y escuálida hojarasca.

Voluble amor, desecha la guarida
en que arrullo promesas de ternura,
y busca en otro corazón cabida.

¿Qué deja al hombre al fin? Tedio, amargura,
recuerdos de una sombra pasajera,
quién sabe si de pena o de ventura.

Tal vez necesidad de una quimera,
tal vez necesidad de una esperanza,
del dulce alivio de una fe cualquiera.

Mientras tanto en incierta lontananza
el indeciso término del viaje
¡Ay! la razón a comprender no alcanza.

¿Y esto es vivir?…En el revuelto oleaje
del mundo, yo no sé ni en lo que creo.
Ven, ¡oh dolor! Mi espíritu salvaje
te espera, como al buitre, Prometeo.

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El mañana efímero - A Machado

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

SE ME SECÓ EL CORAZÓN… [Mi poema]
Daniel Calabrese [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Se secó el corazón de querer tanto,
mas hoy que ya no siente su agonía,
sólo resta penar su desencanto
esperando encontrar la muerte fría.

Se olvidó del querer. De salto en salto,
sorteando la inquietud de cada día
convirtió ya el andar en sobresalto
y los retos de amor en cobardía.

¡Tu no sabes, mi amor, no sabes cuanto
ha debido sufrir cuando éste ardía,
las horas que pasó sumido en llanto!

Tantas dudas, disgustos y quebrantos,
hicieron que al vibrar se resentía,
firmando la antesala al camposanto.
©donaciano bueno

Es posible que se resienta por mucho #querer? Share on X

Dolores que ayer hicieron
De mi corazón colmena,
Hoy tratan mi corazón
Como a una muralla vieja:
Quieren derribarlo, y pronto,
Al golpe de la piqueta.
Antonio Machado

MI POETA SUGERIDO: Daniel Calabrese

Cerca del puerto

Pasan los camiones.
Se llega a mezclar el humo del gasoil quemado
con la llovizna fresca de la costa.

No hay poemas perfectos
como el sol, como la sombra.

Y menos que hablen de lugares
cercanos a este puerto donde hace frío,
donde se apilan contenedores blindados
para la gente inestable y para las ratas.

Pasan las dos mitades de un perro.
La primera lleva una cabeza normal, asustada,
la otra se disipa entre la niebla y la sarna.
En la estación lo bañaron con parafina,
seguro que fue el tuerto que limpia los vidrios,
quizás le regaló un pedazo de pan
y le ordenó: ¡basta de morderte!

Que no se turbe el sueño de Pound.
Si los clásicos ya tuvieron épocas
de mayor circulación en América,
al menos aquí, cerca del puerto,
entre la maquinaria envenenada
por la mierda de las gaviotas
(donde pasan las mitades de un perro
esquivando esos camiones de carga),
ya nadie hace las cosas perfectas
como el sol, como la sombra.

Las diferencias entre mi padre y Kerouac

Mi padre nació un año después,
muy lejos, casi a la orilla de esta ruta.

Kerouac no tuvo, a su vez, un padre
nacido en altamar, como mi abuelo.

Y para qué iba a escribir poesía, mi padre.
En cambio Kerouac, entre católico y budista,
excedía todas las fronteras.

Papá tenía una bicicleta roja: eso es viajar.

Uf, ambos detestaron el comunismo.

Creo que si un cruce misterioso
los hubiese reunido en la mesa de algún bar
se habrían reído mucho.

Pero mi padre, que era peronista,
se emborrachó una sola vez
en toda su vida.

Prodigio

El trabajo de este día consiste
en llevar una piedra de aquí para allá.
Es una roca muy pesada,
más que un buey,
más que una bolsa cargada de lluvia.
Es un agujero prehistórico,
un espejo negro
a punto de tragarse el mundo.

El trabajo de este día consiste
en alzar esa piedra y depositarla
suavemente en el medio del camino
para que se detengan los ciclistas,
se detenga la música de fondo,
se detenga la Ruta Dos
a la hora señalada por las arterias rojas.

Y cuando todo esté detenido,
entorpecido por la piedra,
detenidas las generaciones ilustradas y piadosas,
detenido el amor entre las cosas naturales
y las cosas manifiestas,
el trabajo, entonces,
consistirá en sacarla de ese lugar,
levantar nuevamente la piedra, con los ojos cansados,
y enterrarla por ahí, en la nada,
en ese lago de cerrada indiferencia
donde cruje la cama, alumbra el televisor,
brillan los motores,
cae el vino adentro de la luz,
se pudren la memoria y las conversaciones tristes,
y se hunden, con la piedra,
en la más completa extinción.

Método para calcular el tiempo

Los que viven a este lado de la ruta
saben de compensaciones:
cada vez que alguien pasa rumbo al Sur
anotan la hora exacta
y dejan caer una piedra en el vacío del ser.

Quienes viven del otro lado
conocen la polaridad:
cada vez que alguien pasa en sentido contrario,
de regreso,
anotan lo mismo,
pero sacan una piedra del vacío del ser.

Así unos llenan su vacío
y otros lo despejan.

Cada cierto tiempo,
los que han llenado su vacío
cruzan por el puente viejo (que era nuevo)
y esperan con paciencia
a que pasen los regresadores del Sur,
uno tras otro,
hasta que el vacío es total.

El ahogado

Deseo aclarar que no fue en un río
sino en la misma tierra donde me ahogué.

El único río que llevo en la memoria
es un estremecimiento
donde las pequeñas cosas se hunden
aunque nunca llegan a desaparecer.

A veces,
se hunden antes de que pase el río.

Y su pedido de auxilio
siempre
llega tarde.

Una carrera con Platón

Antes de hablar alzaba una mano
para sujetarse el pecho,
a riesgo de hacerlo en un estilo trágico.
Siete pitadas: un cigarrillo.

Esa tarde encendió el motor
de su viejo automóvil
y se acostó en el pasto a escucharlo una y otra vez.

Un alambre coincidía con el horizonte
donde se posaban unos pájaros enormes
y el hilo de la tierra se encorvaba.
Cuando alzaban vuelo, de repente,
el alambre subía y bajaba, entre el cielo y el suelo,
en eso que llaman la marcha dialéctica.
Y nadie era capaz de seguirlo.
Siete pitadas feroces: otro cigarrillo.

El motor hablaba espesamente del silencio,
como si lo más oscuro del ser
encendiera con una llave de contacto.

Su viejo automóvil
detenido en el mejor momento de la vida.

Perdón

Nunca antes había visto, en esta tierra,
una crucifixión.

Fue en una de esas horas de lucidez,
cuando la mente coincide con el cuerpo en tiempo real,
aquello que muchos representaron
con una luz, con una esfera
regular sobre un rostro inocente,
o el compromiso de los astros
detrás de una silueta congelada.

El pájaro estaba inmóvil,
clavado en un poste al costado
de la ruta.

Recibía una brisa que no tenía comienzo
ni tenía fin
y miraba desde atrás de sus ojos
como pidiendo disculpas.

El que venía conmigo trató de bajarlo,
acercó la mano, pero la retiró enseguida.
Parece un ave rapaz, me dijo.

Nos alejamos para seguir nuestro camino,
aunque me di vuelta como a los treinta pasos.

No vi las armas debajo de sus alas.

No me pareció un ave rapaz.

El exactor

Alguien caminó sobre mi tumba.

Detrás de la puerta, yo tenía un abismo
del que se sube por una cuerda interminable.

¿Podría ser esta casa un lugar
para los descarnados?

¿Podría ser esta casa un lugar
para los abastecedores de lujos?

Son las preguntas del recaudador,
el cobrador de tributos
que me sigue por el hilo del tiempo.

Ésta es la idea,
una idea con números, nada más,
y dura sólo un momento.

Pero se repite y se repite
hasta el cansancio.

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A UN TRONCO DE ÁRBOL [Mi poema]
Leopoldo Díaz Vélez [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

A ese tronco patoso, desmochado
por el paso del tiempo zaherido
que apenas si pervive deslucido
mirando siempre al cielo ensimismado.

Por mucho que lo intentes ¡presumido!
-tu torso sudará sangre aun cortado-
pues nunca vivirás, pues, compungido,
de tu alma ya el futuro han desgajado.

Y aunque un retoño verde te ha salido
y el sudor de un labriego hayas calmado
no pasarás de ser, mustio, un tullido,
del bosque serás siempre el rey pasmado.

De nada te valdrá que el corazón
el hacha al descubierto haya dejado,
¡tu eres ya poco más que un cortezón
incapaz de sentir ni una emoción
lloroso y triste tronco desolado!.
©donaciano bueno

"Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido."
Antonio Machado

A ese maestro de maestros que es don Antonio Machado: Para escribir de Castilla/ hay que leer a Machado de una forma tan sencilla/, Antonio ¡qué maravilla! y pensar que es sevillano.

MI POETA SUGERIDO: Leopoldo Díaz Vélez

Quién Tiene Tu Amor

He recibido una cartita tuya
Donde me dices adiós, sin alma…
Yo me pregunto cómo puedo ahora
Seguir viviendo si tú no me amas…

¿quién tiene tu amor
Ahora que yo no lo tengo?
Dime de quién es
Y quién se ha llevado tus besos…
¿dónde reinará
El dulce mirar que no siento ya?
Yo no sé
Porqué te perdí sin quererlo.
Hoy tengo ante mis ojos
Una foto donde estás
Sonriéndome, última limosna que me das…
¿quién tiene tu amor
Ahora que yo no lo tengo?
Dime de quién es
Tu vida que ayer mía fue.

Entre las cosas de tu adiós insistes
En recordarme tu amor lejano.
Yo me pregunto: si eso ya no existe
¿por qué te empeñas en tanto daño?

Entre Tu Amor Y Mi Amor

¿Por qué mirás así
y no confiás a mí
tus hondos pensamientos?
Si vós sabés que yo
te supe comprender
en todos los momentos.
No quiero que ocultés
ni dudas, ni rencor,
que puedan deshacer
nuestro amor.
¿Por qué mirás así,
haciéndome sufrir,
y castigas mi alma?

Entre tu amor y mi amor
debe existir la verdad,
ya no podemos jugar
con nuestras almas los dos.
Entre tu amor y mi amor
hay cosas para pensar,
y una promesa ante Dios
que es imposible olvidar.
Y vos podés curarme,
curarme tanta herida,
salvándome la vida
con sólo amarme más.

La vida me enseñó
a ser como soy yo,
sufrido y comprensivo.
Por eso sé que al fin
nos vamos a entender,
si sos como te pido.
Vení juntito a mi
y hablá como sabés
de cosas que ocultarme querés.
¿Por qué mirás así,
haciéndome sufrir,
y castigas mi alma?

El Solitario

La vez que me dijiste que no, que no me amabas,
oscureció mi cielo y un puñal me desgarró.
Mira, soy el solitario que envejece de tristeza,
sin fe, sin esperanza, sin consuelo ni ilusión.

Mira, mira, mira, mira,
mira, como estoy penando,
mira como estoy sufriendo,
mira como estoy llorando.
Mira, mira, mira, mira,
mira como estoy penando,
mira como estoy sufriendo,
mira como estoy llorando.

Busqué en otros amores amor, pero imposible,
la boca que besaba no tenía tu dulzor.
Mira, soy el solitario que envejece de tristeza,
sin fe, sin esperanza, sin consuelo ni ilusión.

Muchachos Comienza La Ronda

Muchachos, comienza la ronda
Que el tango invita a formar
¿quién, al oir el arranque
De un son tan brillante,
No sale a bailar?
Yasí enredar su emoción
A esta canción
Que en nuestras almas se ahonda.
Muchachos, comienza la ronda…
Vayan pasando al salón.

No se pierdan ni un compás de este tango
Que va cautivando rebelde y dulzón.
Entre vueltas y requiebros galantes
Imaginemos hoy vivir el tiempo de antes;
Ese tiempo feliz
Del chambergo bien gris,
El piropo locuaz
Y el farol de arrabal.
No se pierdan ni un compás de este tango…
Así, al escucharlo, ¡qué lindo es bailar!

Oyendo este son tan porteño
Revive mi corazón…
Mientras entono este tango
Me voy oluidando
De todo dolor.
Su musiquita cordial
Y sin igual en nuestras almas se ahonda…
Muchachos, comienza la ronda…
Vayan pasando al salón.

Qué Habrá Sido de Lucía

¿qué habrá sido de lucía,
Que era tan rubia y era tan mía?
¿qué habrá sido de lucía,
Que no la vi nunca más?
Su pena-pena de tango-dejaba añorar
-de tango y calle cortada?…
Y con pena se alejó acobardada
De mi querido arrabal.

Fue un pasaje de novela nuestro querer,
Tema humilde y sensiblero.
Un pedacito de cielo
En sus ojos pude ver
Y en ese azul puse un sueño
Y en ese sueño mi fe…
¡cosas lindas de mi vida
Que después, después lloré!
¿qué habrá sido de lucía, tan mía?
¡y tanto como la amé!

Una pena deshojada
Sobre recuerdos en esta pena;
Una estrella de esperanza
Que ya no quiere brillar…
En esta vida, mi vida, que muerde al rodar
Una canción ya perdida;
Canción de besos y frases queridas
Que no viviré más.

El Picaflor Del Oeste

Nací en un barrio pobre de casas sencillas
de patios con malvones y olor a jazmín.
Humildes ventanitas, faroles de esquina,
pero de gente honrada, modesta y feliz.
Fui dueño de una chata con dos percherones
y un zaino cadenero de estampa ejemplar,
pintada de celeste, lucía el renombre
con que la muchachada me supo adornar.

Yo soy, yo soy,
El Picaflor del oeste.
Todo un señor,
aunque decirlo me cueste.
Sencillo voy
porque conservo ese rango,
del tiempo flor,
cuando era tango mi tango.
Yo soy, yo soy,
un tipo bien conocido,
embajador
de aquel pasado florido.
Y estoy,
penando por un olvido
que no ha querido consolar
mi corazón.

Las cinco de la tarde marcaban la vuelta
y enderezaba el tranco para el corralón.
Y mientras descansaba, con las riendas sueltas,
iba silbando un tango sencillo y dulzón.
Después los matecitos, de tan cariñosa,
cebaba la viejita, de mi corazón,
prendían la llamita de una milagrosa,
ternura que embriagaba de dulce emoción.

Yo soy, yo soy,
El Picaflor del oeste.
Todo un señor,
aunque decirlo me cueste.
Sencillo voy
porque conservo ese rango,
del tiempo flor,
cuando era tango mi tango.
Yo soy, yo soy,
un tipo bien conocido,
embajador
de aquel pasado florido.
Y estoy,
penando por un olvido
que no he podido arrancar
del corazón.
Yo soy, yo soy,
de un tiempo que ya pasó.

Salimos a Bailar

Mientras solloza el tango y estás conmigo,
Será como ninguna la noche de hoy.
Te queda tan pintado ese vestido
Que estás resplandeciente en el salón.
Tu andar y tu sonrisa me han embrujado,
Dejame confesarte lo que sufrí
Pensando en este baile tan esperado
Sabiendo que estarías cerca de mí.

¿salimos a bailar, sueño querido?
Que tengo tantas cosas que decir;
No importa que te envuelva el torbellino
Del baile, cielo mío y sufra más así.
¿salimos a bailar, sueño querido?
Que en cofre de oro traigo para vos,
Este cariño santo que para darte vivo
Y esta esperanza mía de que me des tu amor.

El mechoncito rubio sobre tu frente
Te hace una cara dulce y angelical,
Estando así, los dos estrechamente,
Mil rosas de ilusión florecerán.
La noche tiene un alma iluminada,
Dejemos dentro de ella la sensación
Feliz de nuestras almas enamoradas
Al mágico conjuro del corazón.

La Uruguaya Y La Porteña

Yo tengo dos amores
Que son como flores
Que aroman mi alma.
Y son, agüita para calmar mi sed
Canción de amor para mi dolor.
Ternura pura que cura
Cualquier amargura,
Cualquier sinsabor.
Los dos, son dos amores que tengo
Caricia y ensueño de mi corazón.

Uno es beso y luz de luna
Y es su vida mi fortuna,
Uruguaya que por santa,
Tiene un altar en mi alma.
Y la otra es mi porteña,
Mi porteña, inolvidable,
Sol de amor inigualable
Que el entibiar desempeña.
Es la uruguaya, mi madre
Y la porteña, mi dueña.

Ternura pura que cura
Cualquier amargura
Cualquier sinsabor,
Es la uruguaya, mi madre,
Y la porteña, mi dueña.

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BUSCANDO A DIOS [Mi poema]
Jardiel Poncela [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

 

Ensimismado, ayer salió de casa
¿seguro que fue ayer?
Quizás…la vida pasa.
Vea usted…
busco…
Ya sé…su gato se ha perdido.
Que no, que no, que ha sido…
¡decídase, pardiez!
Que en verdad es a dios a quien yo busco.
¿a dios, ha dicho a dios? vaya ¡qué chusco!
Pues va listo ¿Vosotros le habéis visto,
o acaso alguno sabe por donde anda?,
espetó, mientras unos se miraban,
otros se sonreían,
y muchos, sorprendidos se callaban.

Y así día tras día
él buscaba y buscaba,
sin éxito, un casual, una fotografía.
¡Mire hacia su interior, le requerían!
Mas por más que intentaba no lo hallaba
por lo que concluyó que eso era un chiste,
que el dios al que él buscaba ya no existe.

Obseso, nunca pensó en abandonar,
mas por eso no crean que estaba triste,
pues que en este deambular,
de uno a otro lugar,
buscando a dios o a Cristo,
descubrió lo que nunca había visto.
¡Sabia la naturaleza,
oculto estaba dios en la maleza!

Olvidar ya, repetía,
las viejas catedrales,
las basílicas, iglesias y los altares.
Buscar a su realeza
en árboles frutales,
en limpios manantiales,
en el rostro de un niño cuando reza,
en la cara arrugada de una vieja,
en el fértil versar de los poetas,
el agua, las nubes y las centellas
y en las cosas más bellas
¿y en las nietas? por supuesto en las nietas.
¿Y en la tierra? mas allá de la tierra.
¿Y en la suerte? mas allá de la suerte.
¿Y en las guerras? y también en las guerras.
¿Y en la muerte? mas allá de la muerte
y en fin, allí donde la mar se cierra.

Con ardor te busqué, dios, no me reproches,
en valles y montañas y en los prados,
en mis sueños, mis días y mis noches,
y en los tristes semblantes de parados.
Tanto ir y venir, fue tanto mi sufrir,
y tanto mi atrevimiento
que hoy, por fin, ya puedo escribir,
henchido de emoción y gran contento,
que feliz soy por vivir,
de nuevo disfrutando en mi aposento.

Que para descubrir
a dios, preciso es explorar su huella
mirando al cielo, hablándole a una estrella:
que en la naturaleza anda dios. Y el firmamento.
©donaciano bueno

Así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta
y pobre hombre en sueños
siempre buscando a dios entre la niebla.
Antonio Machado

MI POETA SUGERIDO:  Jardiel Poncela

LA VIDA

Por lo breve es… el tiempo de un respiro;
un relámpago; el cruce de una estrella;
un parpadeo; un goce; una centella;
una germinación; un beso; un tiro;
un do de pecho; un brindis; un suspiro;
una flor en un búcaro; una huella;
una amistad; lo bello de una bella;
una promesa; un éxito; un ¡te admiro!;
un convertirse en público un secreto;
un pasar de cadáver a esqueleto;
un naufragio; una rúbrica; una bruma;
un rubor; un crepúsculo; un asueto;
un eclipse; una boda; un sí; una espuma;

un amor; una dicha… y un soneto.

MIS RAZONES PARA HABLAR DE PRISA

¡Oh! ¡Destino, que riges el ritmo de mi vida!
¡Oh! ¡Destino, que das el tono a mi existencia!
Dicen que hablo de prisa, cualidad maldecida,
que hace que el radioyente pierda tiempo y paciencia.
¿Por qué no me das tú la calma necesaria
que tuvieron San Luis, el Santo Job y Arcadio?
¿No ves que estoy jugándome la vida a la contraria
cada vez que me toca conferencia en la Radio?
Yo, que quisiera hablar con claridad de cielo,
por lo visto, estoy siendo un as en el camelo,
y, según es costumbre en esta clase de ases,
me meriendo y digiero el final de las frases.
Dame tú claridad en la pronunciación
cada vez que me toque actuar en la emisión,
y si no claridad para excitar la risa,
dime al menos la causa de por qué hablo de prisa.

CARLOS ARNICHES

«Es el rey del sainete» —se susurra al pasar—,
y él pasa —largo y alto— sin oír ni mirar,
y no mira ni oye porque vive en la altura.
(Hay que advertir que tiene dos metros de estatura.)
Los actores, el día que manda convocarlos
a «una lectura» nueva, se alegran ipso facto,
y se abrazan, gritando: «¡Hoy va a leer don Carlos!»,
mientras la Empresa gime: «¡No traerá más que un acto!»
Escribe poco y bueno. Si acierta es una mina:
corre el oro en taquilla en forma de cien llenos.
Mas cuando se equivoca se arma una sarracina
de cuatro mil doscientos ochenta sarracenos.
«¡Le ríe el alma a este hombre!» —he oído siempre yo
al ocupar mi sitio en las noches de estreno.
«Le ríe el alma a este hombre.» Le ríe el alma… ¡Bueno!
Debe reírle el alma, porque la cara, no.

PARÍS

París… ¡París! Voilà Paris!
Asfalto azul y cielo gris
que se contempla vis-à-vis,
o, mejor dicho, tête-à-tête.
Aristocracia en flor de lis
hacia la Estrella y Saint-Denis.
Pueblo Burgués en La Villete.
Frauleins y niños. Y una miss
junto a una estatua del rey Luis
en un jardín. Voyons, Pierrette,
viens donc ici; ne sois pas bête!
Rue de la Paix. Hotel Claridge.
Puesto de libros. Casa Hachette.
Capas de piel de petit-gris.
Y en el «Casino» una vedette
mucho más vieja que el país,
a quien la gente llama «Mis-
tinguette».

CUENTOS Y CHISMES DEL OFICIO

Como habrán visto ya por el programa
redactado para este beneficio,
Jardiel me ha hecho un monólogo de «dama»
hablando de las cosas del oficio.
Y aquí salgo a decirlo, porque es fama
que de ustedes estoy siempre al servicio.
Lo único que me escama
es que es un poco tarde ya para el suplicio.
Pero hablaré de prisa, aunque sea un vicio,
y se marchan ustedes a la cama…
y Dios les premiará su sacrificio.

El teatro es mi centro,
y bien puedo hablar de él, pisando firme;
voy, pues, a contar algo de aquí dentro,
a saludarles… y después, a irme.

El tema es siempre ameno,
y se pueden decir cosas curiosas:
voy a hablarles a ustedes de las cosas
que suelen ocurrir en un estreno.
La obra llega a las manos de la Empresa
o bien hecha de encargo o por sorpresa.
De la primera manera
rara vez la comedia llega entera,
porque el autor, a quien la Empresa asedia,
por ser de los probados y aplaudidos,
tiene siempre aceptados diez pedidos…
y nunca tiene escrita una comedia.
En el caso segundo,
cuando la obra se acepta y no se encarga,
porque el autor es nuevo en este mundo,
la comedia está entera, pero es larga,
y otras veces es corta; mas no importa,
porque el autor, si es corta, pues la alarga,
y si es larga, suspira y va… y la corta;
pues, aunque no se explica, ni concibe,
el que no es escritor escribe mucho,
y el escritor ya ducho,
ése, si puede no escribir, no escribe.
Dispuesta por completo la comedia,
se anuncia su lectura a los actores;
suele ser a las dos o dos y media,
la hora de los calores;
vienen todos dormidos, tan dormidos,
que ni recuerdan bien sus apellidos,
y avanzan por las calles soleadas
de dos en dos, o bien de cuatro en cuatro,
palpando con las manos las fachadas
hasta dar con la puerta del teatro.
Y es que no hay un actor del siglo veinte
que consiga dormir lo suficiente,
y sólo mientras leen los autores,
en la penumbra gris del escenario,
consiguen los actores
dormir alguna vez lo necesario.
Reparto de papeles. Discusión.
Trance que es siempre amargo,
pues todo el mundo quiere un papel largo…
y todos no lo son.
No existe ni una sola profesión
donde suceda lo que ocurre en ésta:
y es que cobrar sin trabajar molesta…
¿Tiene esto explicación?
El autor sufre… El empresario grita:
«¡Tenéis que haceros cargo!»
Y la primera actriz, la pobrecita,
no sufre ni se irrita…
porque tiene un papel así de largo.
Queda, al fin, el disgusto a flor de piel;
se separa otra vez la compañía
y se empieza a ensayar al otro día…
sin que nadie se sepa su papel.
Cuatro ensayos más tarde
un actor, sin querer, se aprende el suyo,
armando un buen barullo
con su alarde;
pero al día siguiente,
de improviso, el actor se ve atacado
de amnesia efervescente,
y cuando quiere hablar, se le ha olvidado
irremisiblemente.
En los primeros días nuestra gente
no estudia su papel, aunque sea poco,
porque hay tiempo de hacerlo suficiente;
y en los últimos días…, pues tampoco,
porque no hay tiempo materialmente.
Una semana en pleno desvarío
de compras y de gastos;
y aquí dentro hay tal lío,
de modistas, de telas, de tijeras,
de pelos, de papeles, de maderas,
de muebles y de trastos,
que la Empresa, como hacen las mamás
cuando lanzan al mundo un nuevo infante,
declara: «¡Éste y no más;
no estreno ya jamás
ni a Lope que del nicho se levante!»
(Aunque, como hace luego la mamá,
nunca cumple lo dicho, claro está.)

Se llega, al fin, a la última jornada,
que –como hay que llamarla de algún modo–
se llama: «ensayo general con todo»,
pero es ensayo general sin nada.
Falta siempre lo más imprescindible;
no traen los decorados prometidos;
va a ponerse una luz, y no hay flexible;
y, como ya coser es imposible,
se hace con imperdibles un vestido
y dos horas después ya se han perdido,
porque ésa es la misión del imperdible.
El estreno, por horas, se avecina;
se galopa, se suda, se trabaja
con verdadera inquina,
se manda a por bencina;
uno sube, otro baja
y todos piden sellos de aspirina.

La comedia le pesa al empresario
y le dice al autor que es necesario
cortar lo menos media;
el autor tiene un miedo extraordinario,
y quiere cortar toda la comedia.
Los actores, con gestos lastimeros,
le piden que no corte lo que importe;
que, si acaso, que corte
lo que hablan los restantes compañeros.
Y la primera actriz,
a la que todos creen tan feliz
mecida en una vida placentera,
mientras la peluquera
le hace tirabuzones,
forra en un rinconcito unos sillones
sentada en una estera.

Todo el mundo se queja de los pies
se encargan a docenas los cafés,
y el que tiene memoria suficiente,
se acuerda vagamente, en día veinte,
de que almorzó en su casa el día tres.
Y, en tal marimorena,
está de mal humor incluso el gato,
que no encuentra su plato
porque se lo han quitado para escena.
Y así, entre sinsabores,
y angustias, y esperanzas, y sudores,
dan las diez de la noche de aquel día,
y se enciende, por fin, la batería…
Silencio… Expectación…
Nervios deshechos ya por la emoción:
emoción siempre nueva, aunque es antigua.
La gente de aquí dentro se santigua…
¡Se levanta el telón!

Y desde ese momento,
ahí fuera hay con frecuencia diversión,
pero aquí dentro hay siempre sufrimiento…
A veces surge el triunfo, y otras veces
se bebe uno el frasco hasta las heces:
pero de esto es mejor no hablar siquiera,
ni tocando madera.
Del triunfo hay que decir que, por rotundo
que dicho triunfo sea,
siempre hay sabor amargo en la jalea,
pues nunca se da gusto a todo el mundo.
A partir de la noche del estreno,
el ambiente aquí dentro es más sereno;
pero aún no han concluido los apuros:
hay que estar sin salir del escenario;
esclavos del reloj y del calendario;
y hay que ver cuántos duros
ingresan a diario;
y hay que vivir pendientes del calor,
nuestro gran enemigo en los estíos:
y pendientes del frío, amigos míos,
pues nadie va al teatro con los fríos,
y se pierde un horror.
Y si llueve, muchísimo peor,
porque, ¿a ver quién se atreve
a salir de su casa cuando llueve?
Y cuando el tiempo es bueno, pues es malo,
y siendo hermoso es feo,
pues las gentes se marchan de paseo
y no vienen aquí ni con regalo.

En fin: que es un oficio el de la escena
que no vale la pena.
¡Palabra de mujer!
Si volviera a nacer,
y, si fuera la misma todavía:
con mi misma alegría
y mi modo de ser
y mi tipo y mi cara y mi nariz;
si volviera a nacer, como decía,
y si fuera la misma… ¡volvería
a dedicarme a actriz!

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YO VENGO DE CASTILLA [Mi poema]
Jorge Luis Mederos [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Yo vengo de esos lares donde mares no existen,
allí donde amapolas juegan con los trigales,
las aguas en verano de amarillo se visten,
y liebres son los peces entre los matorrales.

Yo soy de aquellos lares donde la luna brilla
tras de escarpados montes siempre al atardecer,
los paisanos disfrutan de las cosas sencillas
y en sus altares guardan mil cosas que ofrecer.

Yo soy, como hago público un simple castellano
que en la mas tierna infancia tuvo que ir a la mar.
Y así duro y tedioso fuera su caminar
aún sigue a su terruño asido de la mano.

Mi yunta y mis aperos siguen en aquel lar,
por si quedara duda yo allí tengo mi silla,
bendigo a mi pasado y espero regresar
yo soy yo y mis andares, yo vengo de Castilla.
©donaciano bueno

¡Castilla varonil, adusta tierra.
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!
Antonio Machado

Castilla la Vieja fue el nombre de una de las antiguas regiones en que se subdividía España antes de 1978, cuando se implantó la actual división en comunidades autónomas. Estaba ubicada en la zona norte del antiguo Reino de Castilla, al norte del Sistema Central. Su territorio se correspondió durante la mayor parte de su existencia con el de las provincias de Santander, (con su salida al mar, denominado también Mar de Castilla), Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid y Palencia.

MI POETA SUGERIDO: Jorge Luis Mederos

NAOH, VEINTE AÑOS DESPUÉS

Se te pudrió en las manos
la vieja maza que partiera el colmillo al de los dientes-de-sable
pero no adviertes que la llanura te está quedando larga.
Son pocos los que recuerdan una historia que tú mismo olvidaste:
corrías por la sabana tras el alma del fuego
eras fuerte y corrías entre el devorador y el devorado
olisqueando carbones rastros límites
hace veinte años corrías veinte noches sin perder el aliento
tus ojos podían entonces con la luz..
Pero Gau se ha marchado de la horda,
Nam engordó muchísimo,
y sólo Gamla, hermosa como la paz del junco,
permanece a tus pies junto a la roca donde te oyen gritar
“Los Devoradores-de-Hombres, que vienen los devoradores
…/de hombres…”.Todos saben que los devoradores no tendrán que venir,
y no es su hambre
sino la nuestra quien tirita en las noches junto a un fuego inservible
tan rojo como el aullido de los muertos.
.
No comprendes, no quieres comprender las conversaciones del
…/fuego
cuando vuelven los jóvenes desorejados, sin una pierna de antílope.
Terminarán odiando esa llamita que un día les trajo la felicidad
o romperán la piedra con la piedra.
.Ahora no se te ocurra soñar que has descubierto el fuego,
toda la ceniza del mundo puede negarte, toda la evolución de las
../especies,
todos los relámpagos.

Ahora no se te ocurra soñar que otros no saben darle vida a la
../hoguera
cuando los tuyos mascan hojas crudas,
cadáveres putrefactos, mariposas…
hartos solo del grito interminable de
“Los Devoradores-de-Hombres, los Devoradores-De-Hombres,
¡que vienen los devoradores de hombres!”

El INTRUSO

(a)
Existen días magníficos para que nos hagan una invitación a cierto pueblito de una provincia vecina donde se va a efectuar cierto evento literario. Esos días existen y uno coloca lo indispensable en una mochila y parte, casi deja olvidado un poema que escribía en el momento que llegó la invitación – un proyecto de poema magnífico, según la humilde opinión de uno –, pero finalmente no lo olvida y parte.
A veces sucede que allá las cosas no ocurren más o menos como uno las esperaba; suerte que una joven de pelo casi rubio irá por la habitación a visitarnos – ella también había leído a Henry Miller – y como no especifica la hora puede inferirse que llegará alrededor de las 9 p.m. Uno de ningún modo va a permitir que la ansiedad le haga presa, para salvarlo está el proyecto – en la opinión de uno, magnífico – de poema sin terminar; solo que apenas hay oportunidad para corregir un par de líneas cuando se escucha el susurro bienoliente de la muchacha que llega – la que ha leído a Henry Miller – y el poema – que vislumbra magnífico – ha de aguardar todavía un poco más.
Esos días existen.
Esas mujeres llegan.
Esos poemas a cada rato están por escribirse.
Lo muy difícil de aceptar es que uno regrese apenas una hora más tarde – otra vez las cosas no ocurrieron más o menos como se esperaba – y sobre la cama encuentre aquel poema, aquel proyecto de poema – en la humilde opinión de uno, magnífico – donde un intruso agregó diecinueve versos en tiempo récord, para terminarlo con toda limpieza. Impecable. Y mecanografiado.

(b)
para Ronald, que bien pudo haberlo escrito.

Nunca muerdas la mano de una mujer que ha rezado por ti.
Déjala irse, loca de sí misma.
como quien va al infierno o a Miami.
Pero no muerdas su mano.

Ella curó tus fiebres de hombre solo y cada noche lloraba,
Luego te dijo adiós como podía
y no sabes que fue con todo amor este pozuelo de hambre.

Tú mordiste su mano como Dios y ella crujía de miedo.
Por eso nunca maldigas la mujer, te pudrirías de odio,
tus miserias serán
como decir he vuelto de cien años y ningún hijo me espera.
Aunque estás ciego y solo y desdentado,
tú no maldecirás a una mujer que no encontró la paz
cuando tu corazón era un fermento loco de las iras.
Tantos perros aullaron en sus noches
que no supiste cuándo se marchó
ni en qué momento te negara tres veces
por el absurdo precio de vivir. Tú debes recordarla
cariñosa de Ogún, la buena hembra
que te puso a volar más de una noche:
es la moneda justa;
fuiste el gran perdedor y el gran culpable
por exigirle a un sueño que soñara,
por creerte feliz donde no hay sitio,
por estrellar un labio en la pared y un cabezazo en el cielo.

He aquí que se marcha
y el jodido que eres no comprende la mitad del dolor;
tu máscara es un puño, un estandarte anónimo en la sangre.
Pero muerde su mano y quién te salva.
Cómo endulzar las plantas del guerrero que danzó para ti,
dentro de ti; tal vez cuando ella,
en un lejano idioma, vio llegar el relámpago.

Déjala irse, loca de sí misma,
donde no quede piedra sobre piedra para contar la historia.
Seas el perdedor, no el desdichado que apostó a recordar,
Seas, el de la mansa medialuz,
ahora que otra mujer abre tu puerta y huele a todos los santos.

Ella no tuvo paz, la pobrecita. Todo en ella era irreal,
como esta espalda rota que hoy te deja, nuevamente sangrando,
con qué negra moneda en los bolsillos.

Y no puedes volver; tú solo escucha
el murmullo del tiempo contra el tiempo.
Esa mano que al fin no morderás era una huella en la niebla,
cierto pájaro azul. Nada importante.

En mi país se mueren los caballos.

Yo los he visto espuma y corazón desde el asfalto heridos
y los he visto muertos masticando el látigo
como quien ruega al cielo la clemencia que Dios no puede darle.

A golpes los veo morir;
tienen los ojos tristes de color como a pradera en el alma
y no gritan, no juzgan, no maldicen.
A palos los veo morir
ignorantes de tanto poderío; mansos
y venturosos de inocencia.

Lo más triste no es
el golpazo ni el látigo;
lo más triste es que mueren los caballos y nadie lo quiere ver.
Caballos y caballeros marchan juntos, criaturas del polvo:
unos ponen el casco y la paciencia,
otros ponen el fierro y el chasquido de dientes,
unos cuelgan monedas al pescante de su alma,
otros tiemblan debajo del machete.
Unos alcohol y negras.
Otros lomo y silencio.
Ambos ignoran mucho de vivir y todos sufren.

Por eso es que en mi país
en cualquier callejuela de la tarde se revienta un caballo
y deja su poca suerte desmembrada bajo plena canícula.
Desamparo y Caballo son la misma resurrecta miseria,
condominio del hambre y el país en la mejilla menos perdonada.

Y con el paso triste de los reyes enfermos veo pasar los caballos
tan limpios como Jesús de todo mal de conciencia.
Cuando han muerto setenta veces siete no precisan del odio,
no reniegan del cielo que no ven ni sueñan el pasto simple;
su desaliento es viejo como su hambre,
su cansancio es azul.
Y como llevamos dentro la cicatriz del caballo
esquivamos los ojos y apretamos el paso.

En mi país se mueren. Se están muriendo todos los caballos
y nadie lo quiere ver.

Yo estoy aquí para decir “lo siento”

El día que se avecina
conoce el hambre de ayer
y una punta de mujer
muestra su oreja asesina.
Qué falsa estela ambarina
precede su trasnochada
reticencia (desfocada
luz-sombra, luz-espejismo)
devorándose a sí mismo
viene con hambre atrasada.

Miles de buitres callados
que hieren como amenazas
abren mi puerta: tenazas,
dolores bien trasnochados…
Asombros agazapados
(un viejo susto en acecho)
castran la mujer del lecho
y al fin se queda con una
amarga canción de cuna
tatuada con sangre al pecho
Y luego, desdobladiza,
como quien se sabe pobre
mi mujer abraza el cobre
de lo que fue una sonrisa.
Masacrada la ceniza
del hambre que compartimos,
del odio y de los racimos
(aderezados los muertos)
pasan, con ojos desiertos,
los hijos que no tuvimos.

La calle, regurgitándose en la nada

bajo el andamio ronco y el desplome.
Y el loco de cada día. Y la mujer que come
del borracho los sueños…Y la espada
pendiente de una ciudad harto embrujada
con su herida despierta en cada arteria.
Hablo de la caída y de la histeria
del andamiaje adusto. Y la testuz
de la ciudad doblada por su cruz
al paso entre la pobreza y la miseria.

Hablo de un corazón enfermo y redivivo,
de una improbable culpa toda máscara.
El andamiaje es túnica y es cáscara
de otra herida más vieja. Hablo cautivo
de una ciudad que a duras apenas vivo
apuntalando sueños desplomados;
interiores andamios que me fueron dados
en la magra parodia de un invierno
donde dos legionarios del infierno
apuestan la vieja túnica a los dados.

Resumen de noticias

En mi país se mueren los caballos.
Yo los he visto espuma y corazón desde el asfalto heridos
y los he visto muertos masticando el látigo
como quien ruega al cielo la clemencia que Dios no puede darle.

A golpes los veo morir;
tienen los ojos tristes de color como a pradera en el alma
y no gritan, no juzgan, no maldicen.
A palos los veo morir
ignorantes de tanto poderío; mansos
y venturosos de inocencia.

Lo más triste no es
el golpazo ni el látigo;
lo más triste es que mueren los caballos y nadie lo quiere ver.
Caballos y caballeros marchan juntos, criaturas del polvo:
unos ponen el casco y la paciencia,
otros ponen el fierro y el chasquido de dientes,
unos cuelgan monedas al pescante de su alma,
otros tiemblan debajo del machete.
Unos alcohol y negras.
Otros lomo y silencio.
Ambos ignoran mucho de vivir y todos sufren.

Por eso es que en mi país
en cualquier callejuela de la tarde se revienta un caballo
y deja su poca suerte desmembrada bajo plena canícula.
Desamparo y Caballo son la misma resurrecta miseria,
condominio del hambre y el país en la mejilla menos perdonada.

Y con el paso triste de los reyes enfermos veo pasar los caballos
tan limpios como Jesús de todo mal de conciencia.
Cuando han muerto setenta veces siete no precisan del odio,
no reniegan del cielo que no ven ni sueñan el pasto simple;
su desaliento es viejo como su hambre,
su cansancio es azul.
Y como llevamos dentro la cicatriz del caballo
esquivamos los ojos y apretamos el paso.

En mi país se mueren. Se están muriendo todos los caballos
y nadie lo quiere ver.

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LA NORIA [Mi poema]
José Manuel Lucía Megías [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Yo te azuzo: ¡burrito arre que arre!
sin parar vueltas dándole a la noria
trotando en tanto el polvo el rabo barre,
que a tu esfuerzo le esperará la gloria.

Mantén el ritmo firme y cadencioso,
ágil, atento, monótono y constante,
pausado, cauteloso y vacilante,
así ha de parecer parsimonioso.

Maneja en tu trabajo sostenido
con suma precisión los cangilones,
regando va ese fluido recogido,
saciando sed los áridos renglones.

Que ejemplo es tu trabajo de constancia
en que deben mirarse los mirones
mientras hacen alarde de vagancia.

Ignora si alguien duda, tu elegancia,
tu laboriosidad les da lecciones,
¡más listo que ellos eres de aquí a Francia!.
©donaciano bueno

La tarde caía
triste y polvorienta.
El agua cantaba
su copla plebeya
en los cangilones
de la noria lenta.
(Antonio Machado)

A diferencia del burrito de Juan Ramón Jiménez, éste se llamaba Manolo. Por lo demás, puntualmente, al atardecer cumplía, durante una hora, con su función de extraer el agua del subsuelo hasta que el pozo le indicaba: ya estoy seco, hasta mañana. Pero, al igual que Platero, también era pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. O, al menos así aparecía a los ojos de un niño, a la sazón el que esto escribe.

MI POETA SUGERIDO: José Manuel Lucía Megías

SE NOS ESTÁN MURIENDO LOS POETAS

Se nos están muriendo los poetas,
están quedando sin versos las avenidas
y las gargantas mensajeras que solo saben volver,
una y otra vez,
a esta voz que un día le dio la vida,
que un día las creó a su imagen y semejanza.
¡Qué gris, qué desolador, qué muerto un mundo
sin poetas y
sin poesía!
¡Qué deshabitado! ¡Qué inhumano! ¡Qué mudo!

Se nos están muriendo los poetas
que un día pusieron voz a nuestro grito de libertad,
a la alegría desbordada en las avenidas
de las revoluciones y los ideales compartidos.
Un día fuimos felices porque había versos
que echarnos a la boca,
que echarnos a la cara.
Un día fuimos humanos porque soñamos
con revoluciones permanentes, construidas con los versos
de tantos y tantos y tantos poetas.

Pero se nos están yendo todos,
una a uno.
Y uno a uno se van alejando de nosotros sus versos,
el verdadero murmullo de nuestras conciencias,
sombras en los espejos de la historia.

Uno a uno
somos cada vez menos humanos
a medida que
uno a uno
se nos van muriendo nuestros poetas,
llaga viva de nuestra conciencia, de nuestro destino.
(en la muerte de Juan Gelman,
José Emilio Pacheco y Félix Grande)

TRENTO (O EL TRIUNFO DE LA ESPERA)

“Ven pronto,
mi amado.
Los racimos
de besos
están ya maduros”.

Apoyado en el balcón,
mirando al oeste,
espera cada noche
el milagro de un encuentro,
repitiendo como una oración
ese nombre extranjero
que le llena de miel los labios
y de sonrisas los amaneceres.

“Ven pronto,
mi amigo.
Lejos queda el invierno.
Ven pronto,
amado mío,
que ya me quema la espera”.

EN EL MUSEO DE HISTORIA JUDÍA, BERLÍN

A Ruth Fine, por tantas historias compartidas

Silencio.
Tan solo una luz.
Una luz lejana.
Una línea de luz a lo lejos.
Silencio.
Escucho tan solo mi corazón.
Las paredes están frías.
Frías como mi corazón.
Frías como mis caricias.
Frías como el recuerdo de tus besos.
Silencio.
Miro con mis manos las paredes de hormigón.
Y están frías.
Nada.
Silencio.
Intento esconderme en una esquina.
Y me siento pequeño.
Diminuto.
Inexistente.
Tan solo un latido.
Un lento y cansado latido.
Un latido que dejará de serlo.
Tan solo en unos segundos.
Silencio.
Silencio.
Silencio.
Paso mis manos por las paredes frías.
Y el frío me entra por la boca.
Rebota entre mis dientes y mi lengua.
Y me quedo mudo.
Silencio.
Dos lágrimas heladas
Recorren mi cara
Abriendo dos arrugas a su paso.
Dos nuevas arrugas
Que tú nunca podrás ver,
Que tú nunca serás capaz de ver.
Y sigo con mi mano en la pared.
Y el frío me congela el corazón.
Por fin. Ahora. Por fin.
Silencio.
Silencio.
Ahora podré existir.
Ahora que he dejado de vivir.
Ahora que muero solo.
Sin esperanza.
Sin memoria.
Sin nombre.
Sin pasado.
Muero en la alta torre de frío hormigón
Con las manos sobre las paredes.
Con la cabeza sobre la pared helada,
Mirando a un punto,
A ese único punto de luz
En lo más alto de mi pecho.
Este único punto de luz
Que no viene de ningún sitio.
No hay nada fuera de la torre.
No debe haber nada fuera de la torre.
Nada después de haberte tocado
Y estar tan frío como estas paredes.
Tan muerto como estas paredes.
Tan silencioso como estas paredes.
Nada.
Ni latidos.
Ni corazón.
Ni vida.
¿Para qué la necesito si ya no te tengo?

ESPÉRAME EN EL CIELO

Respirar. Tan solo respirar.
Dejar caer los brazos
en medio de las aceras
y buscar en el horizonte una playa
en la que poder respirar.
Abrir los pulmones al mundo.
Las aguas estancadas de los calendarios
se filtran por la alcantarilla de los candados.
Respirar sin abrir la boca, de perfil.
Respirar sin tener que pronunciar
sílabas atónitas de anonimato.
Cruzarse de brazos y de pies
y de manos. Cruzarse de alas.
Y respirar, respirar, respirar.
Buscar el aire de los atardeceres
y fumarse los últimos rayos de sol.
Y respirar el alcohol irascible
que compartimos la otra noche,
los bordes de los reproches injustos
y esos otros que nos callamos
y que nunca, ya, nos diremos.
Respirar. Respirar. Respirar. Respirar.
Recuperar la brisa de las alas
y volver a respirarte por la noche
entre almohadas y sueños sudados.
Respirar tu pecho y en tu pecho
buscar las sombras de otro tiempo.
Respirarte una vez más, la última vez.
Abrir los pulmones al mundo.
Dejar libres, por fin, tus alas,
y respirarte una vez más en un beso.
El último. El definitivo. El eterno.
Ese beso que se repite y multiplica
en las repetidas imágenes de estos versos.
(a partir de los ángeles de Ana Matías. Inédito)

Las cuentas…

Deshacerse.
Confundirse en la nada.
Tomar las medidas del folio en blanco
y abarcarlo en sus cuatro costados.
Abrazar las esquinas,
tocar con la punta de los dedos
la tinta imaginaria de un círculo
que se convierte en un punto rojo.
El cielo se ha llenado de líneas blancas
y cada una de ellas es una historia
que se cruza con la sombra de las nubes,
con el recuerdo de sombras del silencio.
Amanece y todo comienza a repetirse.
Un día más para deshacerse
en el cuadriculado ritmo de las horas,
la previsible alevosía del despertador,
la monótona y certera alarma del móvil.

Deshacerse una vez más en la duda,
una vez más en la noticia que golpea la radio
con el ritmo anunciado de las agencias.
Deshacerse al ritmo de los torrentes
que bañan de nostalgia nuestros rostros.

Una nueva línea en el cielo
y todo es azul en el fondo,
por más que sea un folio en blanco,
por más que sea el verde de un compromiso
o el rojo de una nueva circunstancia.
Y poco a poco las líneas del cielo desaparecen
y solo queda el brillo azul del amanecer.
Y poco a poco las historias van perdiendo color
y los diálogos comienzan a ser monosílabos.
Poco a poco todo parece comenzar.
Como este amanecer. Este nuevo amanecer.

Deshacerse nada más abrir los ojos.
Olvidar tantas historias que nos habitan,
tantos personajes que desean tener nuestra sonrisa.
Miradas que nunca serán ya las nuestras,
manos tendidas que nunca nos salvarán,
enlazadas manos de las que ya no me acuerdo.
Imaginar trece razones para decirte adiós
y terminar por abrir el ordenador silencioso
y escribir, una vez más, un te-quiero.

Una nueva línea blanca en el cielo azul.
Una nueva línea que, poco a poco, va desapareciendo
hasta convertirse en un punto lejano.
El centro de la pupila de un sueño.
Una de esas historias que me contaste de niño,
una de esas ilusiones que siendo niños nos creímos.
Una de esas palabras de niño que coronan
nuestra frente, esa frente que no ha dejado de crecer.

Deshacerse.
Amanecer.
Saber que este nuevo día será igual que el de ayer,
por más que se llene de nuevas palabras,
de citas convertidas en un gris recuerdo,
en una nueva historia que otros vivirán
ahora que se van convirtiendo en literatura,
en palabras que no conocen el tacto del tiempo
a medida que tú vas resucitando en estos versos.

Estoy condenado al recuerdo,
a recordar una y otra vez, una y otra vez,
a inventarme una y otra vez, una y otra vez,
las historias que me contaste siendo niño.
Esas que voy convirtiendo en versos y literatura,
esas que me devuelven la vida al amanecer,
tan falsas, tan necesarias como tus recuerdos.

Deshacerse.
Comenzar a vivir en la tinta de la escritura.
Sentir, una y otra vez, que esto es la vida:
un volver a recordar lo que nunca hemos vivido.

1.
Ahora
que podría tener tus años,
los años que un día abandonaste.

(Pronto.
Siempre demasiado pronto)

Ahora
que descubro los ojos de aquel niño
que un día fui,
ojos ciegos de legañas y preguntas,
ojos que me devuelven el espejo intermitente
de una ventana, de aquella ventana.
La misma.
Siempre el mismo vidrio.
Siempre idéntico reflejo que se pierde
en un abrir y cerrar de ojos,
en un pasar y adelantar de coches,
en las paralelas miradas de las vías del tren.

Ahora
que podría ser tú, con tus años,
con tus espaldas cargadas, tus dedos débiles
y las mismas arrugas en la geografía de las manos.

Ahora
que podríamos tener el mismo aliento,
y los mismos huecos de los dientes perdidos,
el mismo brillo en la calva soleada
y las mismas graduaciones en idénticas gafas…

Ahora,
por fin,
ahora,
después de tantos años,
vuelvo a asomarme al espejo del cristal
y rescato ahora esa mirada sin respuestas
bajo el telón de fondo blanco de una nevada
y un mes de febrero que me robaron.

Ahora
vuelve aquella noche, aquella única noche
de llantos enmudecidos y de suspiros sonoros,
de carreras por el pasillo sin distancia
y una voz que calla al otro lado del teléfono.

Un último suspiro.
Una última palabra.
Un último gesto.
Una última mirada.
La única lágrima.

Y el mismo olor de aquella almohada sobre mi cara,
ese cerrar los oídos y los ojos y los puños.
Cerrados, desde entonces, para siempre.

Hasta ahora.

Ahora
que vuelve aquel niño a hacer las paces con los espejos.

Ahora…
o nunca.

2.
Algo se cayó aquella noche.
Sin romperse.
Algo sigue cayéndose desde aquella noche.
En silencio.

Y, de pronto,
la oscuridad es un estruendo…
o un sollozo,
o una lágrima
que se rompió aquella noche,
que sigue rompiéndose desde entonces,
que no ha dejado, desde entonces, de derramarse.

3.
Llegaban por la radio ecos de disparos
y de aliento suspendido en el miedo.
Solo tres miradas aguantaron el pulso
a la diana semicircular del golpe de estado.
Las radios retransmitían el silencio
y las venas se llenaban de historias,
las historias que volvían a recordar las abuelas.
Así había sucedido un 17 de julio
y así volvía a repetirse un 23 de febrero.
La televisión muda. Los teléfonos ansiosos
y un silencio que crecía desde el pasillo.
Un silencio de últimos suspiros
y de confesiones nunca pronunciadas.
Una puerta se cerró de golpe.
Ahí,
justo al final del pasillo.
Y todos supimos que todo había terminado,
que ya no habría suspiros ni últimas palabras,
que habría que inundar de negro los armarios
y llenar de lágrimas los ojos de las visitas.
Ahora.
En ese momento.
Entonces.
Todo acabó en un instante.
Todo comenzó en aquel instante.
El instante del inicio del olvido.

Y entonces
la radio pareció de nuevo cobrar vida
en el ritmo nasal del discurso del Rey.
Y entonces
supe que todo había terminado.

El tiempo.
La espera.
Las esperanzas.

Hacía frío aquel inevitable mes de febrero.
Nunca, desde entonces, ha dejado de hacerlo.

4.
¿Es suficiente?

¿Acaso pueden ser suficientes unos versos
para recordarte,
unas palabras hilvanadas en la tarde?
Una tarde que no has conocido,
en un sofá del que no tienes noticia,
en un barrio que era solo campo y lodo
cuando aún tenías deseos de recordar.

¿Acaso son suficientes
estos versos para seguir inventándome una vida?

Me siento y escribo.
Me siento y te recuerdo,
intento inventarme imágenes de un ayer
que nunca llegaron a nada,
que, en realidad, nunca fueron tan íntimas
que merecieran la impresión de un recuerdo.

Cierro los ojos
y son las fotografías las que evoco.

¿Acaso es suficiente escribir,
escribirte a nuestros cincuenta años compartidos
para comenzar a recordarte,
para comenzar a darme cuenta de todo
lo que te he echado de menos durante este tiempo?

Suficiente.
Hoy es suficiente.

Hay recuerdos que son peores que las heridas.
Los recuerdos en silencio. Inexistentes.
Aquellos que nos inventamos a todas horas
para creernos que un día estuvimos vivos.

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ME GUSTAN LAS HOJAS VERDES [Mi poema]
Yamil Díaz [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Me gustan las hojas verdes,
pardas, rojas y amarillas
y de las cosas sencillas
flores de olor que recuerdes,
de la semana los viernes,
del campo las florecillas
las risas de unas chiquillas
y el mirar con que me pierdes.

Odio a los iluminados,
los que se creen profetas
que hacen uso de sus tretas
para ponernos candados.
Los que recurren a dios
para lavar nuestras mentes,
de arengas inconsistentes
y luego dicen adiós.

Me gusta tumbarme al sol
viendo al cielo en la pradera
observando en primavera
el sueño de un caracol.
Del río, cañaverales,
del polvo, la carretera,
las moscas ¡tan puñeteras!
y del monte los pinares.

Me repugnan los que mienten
y también los renegados,
los que hablan ¡iluminados!
que dicen lo que no sienten.
¡Maldecidos los negados
y también los convertidos
que se muestran afligidos
por sus indignos pecados!.

Que fingen llantos ser llantos
en cementerios perdidos,
lamentos, dicen, heridos,
preñados de desencantos.
Vengo a buscar lo que busco,
campos llenos de amapolas.
No quiero ver si hay pedrusco
sino el bailar de las olas.

Yo busco en los romerales
las obras de arte barrocas,
de los diques en las rocas
y en los montes, los trigales,
las vides, los matorrales,
donde el canal se desboca
liberando los pesares
que a cada quisqui nos toca.

Yo huyo cual gato escaldado
de vendedores de sueños,
que te dicen muy risueños
que la vida es un pecado.
Desde que ya eres pequeño.
antes que te hayan regado,
en ti ellos ponen su empeño
¡Maldita que les han dado!
©donaciano bueno

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Brotaban verdes hojas
De las hinchadas yemas del ramaje,
Y flores amarillas, blancas, rojas,
Alegraban la mancha del paisaje.

Antonio Machado

MI POETA SUGERIDO: Yamil Díaz Gómez

EL NACIMIENTO DE MAMBRÚ

Te llamarás Mambrú. Tu doble irá a la guerra,
y los dos cantaremos qué dolor
cuando pasen los soldados sobre el puente.

Ya lo sabrás, Mambrú:
los soldados se matan por un rey al que no han visto respirar;
la guerra queda lejos.
Qué dolor: el pañuelo jadeante de la novia,
el pañuelo que silba junto al tren,
y el tren se arrastra sobre el puente de los tristes.

La historia queda lejos. Qué dolor:
esa novia que gime no es la historia.
Y la muchacha que olvidó nacer a la hora precisa
para aplaudir al padre que nunca volverá,
y esos soldados que pasan, nunca fueron la historia.

Tú has nacido en el puente de los tristes.
En este sitio, nacer no es derramarse
sino estar condenado a no partir.
Aquí vienen, llorosos,
el leñador, el ministro, el nigromante.
Aquí se dan la mano ladrones y verdugos:
todos tienen un doble que roba o guillotina.

Ya lo sabrás, Mambrú:
tu doble un día volverá de la guerra,
y no estará la novia. Qué dolor.

Hijo: la soledad no tiene doble;
la soledad viaja en el tren de los soldados
para que el puente vibre,
y tú y yo nos abracemos,
y cantemos de nuevo qué dolor.

Las palomas no vienen al andén cuando regresan los soldados.

Aquí no nacen héroes. Qué dolor.
Qué dolor.
Qué pena.

DISCURSO EN UNA ESQUINA DE PARÍS

a veronique joncheray

Son las dos de la tarde en los relojes de París,
y la ciudad se llena de viajeros y palomas.
Los viajeros preguntan por Rimbaud,
los viajeros se llevan una torre de juguete:
un país de juguete que gobernaron cuando niños.
Son las dos de la tarde,
y la niñez de los viajeros regresa por las calles de París,
y todos aman a una mujer de treinta y siete años.

Todo el que ama tiene
algo de organillero.
Por eso los viajeros llevan en las arterias una música oculta
mientras las estudiantes navegan por el Sena.

Son las dos de la tarde.

Tener amigos por solo una semana,
es el oficio más triste del mundo.
Y he aquí que los viajeros se consuelan
dando una falsa dirección:
disimulan sus lágrimas poniendo en hora los relojes.

En París, casi siempre, son las dos de la tarde.

EL TESTAMENTO DE MAMBRÚ

Hijos míos: yo nunca seré un héroe.
Nunca tracé las coordenadas por donde debió cruzar el río;
no descubrí la pista hacia la lluvia;
no ordené a los soldados un eclipse.

Hijos míos: yo nunca fui a la guerra.
Mi historia era un pretexto
para que las mulatas salieran al balcón.

Vengo del fango y del trigo
sin más que mi serenata.
Voy a la muerte, mulata,
¿quieres morirte conmigo?

Yo sé cuán poco vale el hijo de un soldado,
y por eso les dejo este silencio:
nadie recuerde que Mambrú tenía dos hijos
y un telescopio
y un fusil
y unos zapatos blancos.

Un día el tiempo abrirá de par en par las siemprevivas,
asomarán otras muchachas al balcón,
y por eso les dejo estas palabras
con las que les dirán que ellas vienen del trigo.

Hijos míos: yo nunca fui a la guerra;
pero he cruzado las calles donde alguien estafó al ilusionista.
He dormido en portales
sin más que el viento saltando entre mis dedos,
y por eso les dejo las campanas, los puentes, los caminos…
Pero no volveré a prender candiles en los rincones de la casa
porque si vuelvo dejaré de ser eterno.

Mi historia servirá
para que los soldados inventen un eclipse
y descubran la pista hacia la lluvia
y tracen las coordenadas por donde va a cruzar el río
y mueran por la patria,
aunque la patria sea una palabra que no entiendan.

CON LOS OJOS DE TU ABUELO

24 de octubre de 1998
24 de julio de 2000

Padre, te me fuiste al viento
con tu voz y tu camisa,
para esconderme la risa
más allá del firmamento.
Y en este juego violento
de llevar tu pantalón,
me has hecho trampas, bribón,
pues sé desde el primer guiño
que, con un cuerpo de niño,
has vuelto a mi corazón.

¡Pero qué modo perfecto
de abandonar tu escondrijo!
Así: vestido de hijo
y hablando en otro dialecto.

Tu verso puro y directo
no dijo cuánto te quise,
mas tu mirada me dice
que —deshaciendo las huellas—
vienes a cobrarme aquellas
travesuras que te hice.

Ay, hijo, siempre que miras
con los ojos de tu abuelo,
¡cuán poco cabe mi anhelo
en tu mundo de mentiras!
Tu boca, cuando suspiras,
lleva a mi padre en la punta.

Viejo, ¿cuál hilo nos junta
por sobre todas las muertes?

Hijo, ¿por qué me conviertes
el mundo en una pregunta?

FOTÓGRAFO EN POSGUERRA

Muchachas que una vez creyeron esas cartas,
yo,
que nunca he existido,
les advierto:
Todos los barrios tienen un fotógrafo,
quien saca copias al adiós y la nostalgia.
Basta gritar: ASÓMENSE,
y allá vienen las viudas con una flor podrida,
ahí vienen el verdugo de posguerra,
los locos de posguerra,
la puta de posguerra…

Todos los barrios tienen
un amargo refrán que los ancianos no pronuncian,
y un farol
del que año tras año brota la primavera,
y una pandilla de muchachos que apedrean las victrolas
para que Adelita no pueda irse con otro.
Pero todos los barrios tienen un balcón
que no ha de abrirse cuando pase el retratista.

Muchachas que una vez creyeron esas cartas
donde yo hablaba del amanecer,
perdonen mi mudez,
las golondrinas,
la gota gris del otoño en los portones;
pero —por Dios— no salgan.
Ya no puedo correr ni sonreírles.

Cuando los niños jueguen a disparar sus dardos,
enseñen a mis hijos
que no se mezclan las cartas de amor con las postales de combate,
porque así como todas las fotos de la guerra son la última foto,
todas las cartas de amor son la primera carta.
Cuando los niños jueguen a disparar sus dardos,
enseñen a mis hijos que no se apunta al corazón.

Muchachas que una vez me esperaron tras un arpa,
yo soy el otro
—el que se fue con Adelita—,
el que repite:
ASÓMENSE;
MUESTREN LA PIERNA QUE NO TENGO,
LA RISA QUE NO TENGO;
TRAIGAN GRAMO POR GRAMO SU AÑORANZA.
YO LES RETRATO LA DESILUSIÓN.

Aunque nunca he podido dejar en una efigie
mi cuerpo de humo,
mi corazón de humo,
les adivino un porvenir desde mi cámara.
Dicen que un arpa sonará,
que algo va a renacer,
y nadie más perderá su barrio y su farol;
mas ahora posen para estas instantáneas que engordan el pasado.
(Todos los barrios tienen un Miguel de Nostradamus,
y es el que pasado lo que profetizan).

El pasado se anuncia en las vidrieras empolvadas
cuando trato de hallar en la penumbra
la frágil voz de esas muchachas que algún día
leerán emocionadas estos versos.
Esas muchachas algún día comprenderán que la guerra no ocurrió en el pasado:
el pasado es la guerra.
Es un raquítico fantasma
que va, detrás de mí, de barrio en barrio
cuando repito:
ASÓMENSE, RETRÁTENSE,
PERO —POR DIOS— SONRÍAN.
(DICEN QUE SOMOS LOS SOBREVIVIENTES).

MADRIGAL DEL VERDUGO

Es la primera tarde en que un verdugo
se ha visto a punto de no bajar la guillotina,
sólo porque tú estabas,
y a través de tus ojos vi un geranio
y a través de tus labios pedí misericordia
y a través de tus manos rocé la soledad.

Pero donde hay adolescentes tiene que haber verdugos,
aunque a través de tus ojos pase un barco
en que no viaja este suicida de a poco.
Este —quien mata en nombre de un honor
que no alumbra mi sopa
y no completa mi salario—.

Ahora que todos gritan,
tened misericordia del verdugo.
Entre mi rostro y mi capucha corrieron lágrimas amargas;
detrás de la capucha alguien masculla frases de amor,
palabras tontas.
Tú no entiendes.
Tú lloras a lo lejos.
Y a través de tus manos la textura del mundo es tan distinta.

Han cambiado los nombres de los héroes,
pero yo soy el mismo desde antes de la guerra.
Yo nunca tuve nombre,
sólo esta angustia con que me pregunto:
si yo corto cabezas,
con cuál cabeza pudiera imaginar que tus geranios florecieron.

Pero donde hay adolescentes tiene que haber verdugos.
Y ahora es el filo de la soledad
el que va cercenándonos por dentro,
porque la vida no va a empezar otra vez
aunque yo sea el primero en quitarme la capucha
esta primera tarde en que un verdugo
ha estado a punto de gritar: ¡TE AMO!

LOS PARAGUAS DE CHERBURGO

(escena del regreso)

Cruzan otra ciudad, bajo otra nieve,
otros novios hirientes de inocencia.
Ya no bajas del cielo cuando llueve.
En Cherburgo no llueve: cae la ausencia.

¿Qué le queda a un soldado que regrese,
frente a un Olvido que jamás partió?
(Pita a medias un tren. Desaparece,
dibujando la guerra entre tú y yo).

¿Qué me queda? El Olvido. Sus espejos.
Tu nombre, disipándose a lo lejos.
Tus manos, como cántaros remotos.

Tu risa, como un río detenido.
Tus ojos, como dos paraguas rotos
que no podrán cubrirme del Olvido.

LETANÍA MENOR PARA TU MANO

Estoy leyendo el último periódico del siglo,
y llegas tú.
Y tu mano derriba las noticias
y tu mano me toma de la mano.
Soy un niño perdido
en la dulce emboscada de tu mano.

Más allá de tu mano no hay relámpagos,
no existe la palabra nomeolvides
ni cosa tan real como la sombra de tu mano.
Ahora todos mis versos terminan en tu mano
porque yo estoy escrito en las líneas de tu mano.

Yo voto con tu mano.
Aplaudo con tu mano.
Me refugio en tu mano por si mañana Dios está más lejos.

Donde acaba tu mano comienzan las preguntas.
¿Qué será de la lluvia sin tu mano?

Sólo tengo tu mano contra el espanto y la rutina.
Tu mano que me escribe;
tu mano que me toma de la mano,
que me deja perdido en un poema
donde yo estoy leyendo el último periódico del siglo,
y llegas tú.

HOY, CUANDO ACARICIABA LA CABEZA DEL HIJO
DEL VECINO…

Lacerante milagro el que presencio:
el niño del vecino se bebe mi estatura.
Hoy, hijo, te mereces una palabra dura
si hay alguna palabra más dura que el silencio.

Hoy, cuando el niño del vecino dijo
que los muertos se esconden en el mar,
comprendí que te voy a regañar
en cuanto nazcas, hijo.

Tú —sin haber estado— te me fuiste.
Y cuando cruces el portón más triste,
un regaño será mi bienvenida.

Te voy a regañar porque tal vez
la verdadera muerte no es lo que está después
sino lo que está antes de la vida.

1995

EL SOLDADITO DE PLOMO

…fue una caída terrible. Quedó clavado de cabeza entre los adoquines…
H. C. ANDERSEN

No vendrás al abismo en que me postro,
porque eres de papel: no has existido.
No escucharás mi último latido,
ni habrá más polizones en tu rostro.

Amada, a causa de mi desconsuelo
todo cae, todo flota, todo yerra.
Ahora el cielo ha bajado hasta la Tierra,
y la Tierra ha subido rumbo al cielo.

Mi humilde eternidad ya no reposa,
porque sé que la muerte no te roza.
Y —aunque el cielo te brinda sus candiles
herido por mi única estocada—
voy descubriendo que la muerte, Amada,
es cruel hasta en los cuentos infantiles.

Muero. Y un espejismo me promete
anunciar a las puertas de palacio
que un soldado te aguarda en el Espacio
clavado como un Cristo de juguete.

Voy cerrando los ojos, con tal gozo
que detrás de mis párpados te miro,
que lo perenne cabe en un suspiro,
y es otro el cuento, mucho más hermoso.

A este trozo de plomo y remembranzas
le late un corazón porque tú danzas,
porque eres todo lo que hay esta vez,
porque das a un soldado la certeza
de que es bueno pararse de cabeza
cuando todo en el mundo está al revés.

Pero no tengo ya dónde ni cómo
ganar mi apuesta a la melancolía;
pues no vas a morir, amada mía,
a pesar de estas lágrimas de plomo.

Ahora el duende repite sordo, cruel,
que hay una bailarina suspendida
a salvo de la muerte y de la vida.
¡Ay!, mi novia no existe: es de papel.

Amada, ¿te me has vuelto colibrí?
Me he quedado sin quién, sin qué, sin cuándo,
sin más amparo que mi frenesí.

Voy muriendo de un golpe oculto, blando.
Y he cerrado mis ojos, preguntando
cómo será la eternidad sin ti.

EL FLAUTISTA EN LA CRUZ

Hombre, yo creo en ti cuando me cambias por monedas,
cuando me clavas a esta cruz,
cuando no te preguntas por cuál rincón de tu barrio pasó Dios.
Hombre, tú eres el Verbo y el Principio;
tú eres capaz de amar y traicionar:
eres el único milagro.

Desde esta cruz puedo mirar mi adolescencia.
Yo soy aquel que disimula su tristeza en la tristeza de la lluvia
(un flautista invisible, sólo real para los ciegos).
Desde esta cruz yo soy el cómplice de todos los amantes.
Yo soy la luz del que clama en el desierto.
Ven, toca mis heridas.
Ven, escucha.
La verdad te hace libre,
y la esperanza te hace blando el corazón.

Hombre, tú eres el único milagro.
Durante veinte siglos te he tentado con la promesa de mi reino;
pero tú eres capaz de no entender:
durante veinte siglos has puesto precio a mis parábolas.
Dios hizo el mundo y tú le has puesto precio.
Las utopías tienen precio,
mi corona de espinas tiene precio.
Y el madero y los clavos
con que cercenas otra vez mi carne.
El usurero prefiere cruzar por el hueco de una aguja
antes que renunciar a sus monedas.
Tal vez por eso imagino que escuchas cuando digo:
BIENAVENTURADOS LOS QUE NUNCA APOSTARON SU NIÑEZ,
LOS QUE JAMÁS CREYERON EN WALT DISNEY.

Ven, toca mis heridas.
Ven y escucha.

Bienaventurado sea el rincón más blando de tu cuerpo.
Eres el único milagro.
Tú has dejado de ser adolescente
y si aún esperas
—y si aún ignoras lo que esperas—
será porque la vida es una trampa para que nadie caiga.

Hombre, que hayas dejado de creer no significa que seas Dios.
Yo creo en ti.
Ven y apacienta mis corderos.
Vamos a conversar
yo, que te he prometido el paraíso;
tú, que siendo imperfecto
hiciste un dios a tu imagen y semejanza.
Si no logramos tocarnos las entrañas uno al otro
será porque la vida
es una trampa donde tú naciste,
y no te puedo rescatar.

El mundo duele menos cuando se mira desde arriba;
pero la eternidad también es una trampa.
Hombre, soy el vencido.
Ven a escuchar mi confesión.
Hombre, soy el autor de todas las canciones clandestinas.
Durante dos milenios he bajado a la Tierra tercamente,
y tercamente me has reconocido
y has tocado mi réquiem desde un tranvía que nadie sabe a dónde va.

El viento se hace música a través de otra flauta.
Hombre, soy el vencido.
Desde esta cruz puedo espiar al usurero cuando pregona mis parábolas.
Puedo mirar mi adolescencia,
mi vida, que se esparce sobre el mundo.
Entonces, era esto lo que llamaban vida…
Yo soy el cómplice de todos los amantes:
yo les dibujo un horizonte ajeno al ballestero.
Desde esta cruz palpo la herida del mundo.
Me repito
que no es triste morir para quien tiene una flauta.
Pero sigo gimiendo,
y no me escuchas;
pero sigo sangrando,
y no me escuchas;
pero sigo creyendo,
y no me escuchas.
Y al final no comprendes porque, HOMBRE,
la vida era la única parábola.

BUEN DÍA…

buen día, tortuguita
periquito del agua.
Aquiles Nazoa

Buen día, tortuga macho,
carcelero de ti mismo,
que llevas todo el abismo
dentro de tu carapacho.
Buen día, lindo muchacho.
Buen día, tortuga triste
que sin querer aprendiste
a andar entre tierra y sueño,
pues el cielo es tan pequeño,
tan pequeño que no existe.

Hoy te convido a una fuga
porque escuché en tu palacio
que caminando despacio
se llega lejos, tortuga.
Ya me lo dijo la oruga:
en ti la tarde se fragua.
Buen día, hermano jimagua
que –gracias a un buen consejo–
lograste llegar a viejo.
Tú, periquito del agua.

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LLEVADME A SORIA [Mi poema]
David Rey Fernández [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

¡Morir quiero de amor, llevadme a Soria!
que esta tarde de otoño yo quisiera
acceder a la gloria si pudiera
para una vez allí lograr la gloria.

Con Machado escardando los abrojos
de ese río fisgando en la ribera,
ataviando con manto a la pradera
y cogiendo las flores a manojos.

¡Río amable, penando de amorío,
confidente fiel de Gerardo Diego,
transita por tus aguas vivo el fuego,
abruptos y escabrosos cauces, río!

Con Antonio, ese viejo profesor,
y su amada Leonor, en esa noria,
perdurar escalando en su memoria
y al edén acender como escritor.

Y puesto me esperara a mi la historia
-si he de morir prefiero junto al Duero-
y al Espino abrazar, es lo que quiero
caminando al andar, cantar vitoria.
©donaciano bueno

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
Antonio Machado

Antonio Machado enterrado en el pueblecito francés de Colliure dejó escrito su deseo de que sus restos descansen en el Espino (Soria), donde se encuentra el olmo al que dedicó uno de sus poemas más famosos. En este poema, el autor anhela conseguir la fama para finalmente descansar con el maestro.

MI POETA SUGERIDO: David Rey Fernández

Poema para mi madre

Para mi madre,
que me mostró la puerta y me tendió una llave;
que me enseñó que los únicos caminos
son los que nos acercan a nosotros mismos,
lo demás es arena.

Me dijo:
escribe con distancia
pero
sin olvidar el cuarzo negro de la mina diaria,
lo marchito y oscuro que ya está en las semillas.

Añadió:
vivir es defenderse de la vida,
y volvió a asegurarlo:
el que mira las olas ya ha vencido el naufragio;
sólo quien se conoce
puede oír el silencio que precede a los golpes,
puede sentir el mar que hay en las caracolas.

Me enseñó
que en cada nombre se esconde lo nombrado;
que en la palabra noche
fluyen ríos oscuros de carbón y cenizas,
que cuando digo madera
la voz se me puebla de raíces y carne,
que cuando digo te quiero
en mi boca despierta la cereza y la lluvia.

Y estas palabras suyas las llevaré grabadas para siempre:
Nada tiene sentido
por eso
todo vale la pena
porque todo
puede ser de la altura que le des a tus pasos.
(De Las alas de una alondra madrugando)

En el origen

Yo fui un volcán lanzado por la mano de Dios al fondo de las aguas.
Yo fui sólo una piedra puesta sobre otra piedra
en el fondo invernal de las aguas terrestres,
y en el gélido vientre del que nacen las olas
me deshice en silencio y en lava me deshice.
Y dormí siglos. Fui
sólo sal, sólo piedra,
lecho del mar,
raíz bajo las olas.
De mí se alimentaron las bestias abisales,
desde mí los corales levantaron sus cuerpos.

Fui latido en el agua, ola que rompe,
y una mañana el sol me llamó al aire,
y fui nube entre rayos, lluvia sobre la tierra,
nieve que cae y cruje,
granizo rompiendo el aire.
Sobre la tierra me deshice en hielo
y gota a gota me derrumbé en el mundo.

Como por una escala
ascendí a través de las raíces por las rocosas venas de la vida,
y en los bosques propagué la primavera.
Fui la madera que el hacha no conoce
y la cosecha que el hombre no ha sembrado;
me alimenté de luz, de tierra y aire
y con agua formé ramas y rosas.

Muerto de tanta vida
regresé con mis frutos a la tierra
y entre las piedras
despertaron las venas y los ojos.
Tuvo la noche entonces quien la viera,
un corazón latió sobre las aguas,
y entre garganta y dientes un rugido
estremeció el silencio de las hojas.
Hubo huellas entonces y hubo garras
y la sangre cayó sobre la tierra.

Sobre los huesos se amontonaba el polvo,
sobre las aguas se dividía el mundo,
y entre temblor y temblor y fuego y fuego
la piel terrestre gritó bajo la luna,
una ola de gas murió en el aire
y otra vez palpitó la primavera.

Surgieron continentes, surgieron bosques
y nuevas cordilleras escalaron el mundo
y yo seguí y seguí de cuerpo en cuerpo
y una mañana tuve voz y labios,
y desde entonces busco aquella mano
que me lanzó al fondo de las aguas.
Inédito

Poema VI

Porque el amor tiene también su olvido
y el recuerdo de haber perdido algo.
quedan cenizas, sobre el mar, temblando.

Poema VIII

Una mujer desnuda en el jardín espera,
no eres tú y sin embargo tuvo tu nombre un día.

Las olas son caballos con crines de azucena
que el viento agita como un almendro viejo,
la luna es un jinete de plata galopando,
si tú pudieras verlo.

Recuerdas que te dije:
Tus labios son el rojo que viste a la amapola.
Contigo junto al mar todo canta más alto.
En tus ojos azules aún se escuchan las olas.

Ahora me pregunto
de qué serviría aquello,
ahora que estoy tan solo
como lo estaba entonces.

Tú nunca comprendiste
que los besos
no mueren en los labios
y que en cada palabra
yo te dejaba
la llave de una puerta.

Dedicatoria

Para mi madre,
que me mostró la puerta y me tendió una llave;
que me enseñó que los únicos caminos
son los que nos acercan a nosotros mismos,
lo demás es arena

Me dijo:
escribe con distancia
pero
sin olvidar el cuarzo negro de la mina diaria,
lo marchito y oscuro que ya está en las semillas.

Añadió:
vivir es defenderse de la vida,
y volvió a asegurarlo:
el que mira las olas ya ha vencido el naufragio;
sólo quien se conoce
puede oír el silencio que precede a los golpes,
puede sentir el mar que hay en las caracolas.

Me enseñó
que en cada nombre se esconde lo nombrado;
que en la palabra noche
fluyen ríos oscuros de carbón y cenizas,
que cuando digo madera
la voz se me puebla de raíces y carne,
que cuando digo te quiero
en mi boca despierta la cereza y la lluvia.

Y estas palabras suyas las llevaré grabadas para siempre:
Nada tiene sentido
por eso
todo vale la pena
porque todo
puede ser de la altura que le des a tus pasos.

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»ANTONIO MACHADO [Mi poema]
Mis Maestros [Poeta sugerido]

Este poeta sevillano, Antonio Machado,  nacido en 1875 dejó un gran legado dentro del Modernismo español y formó parte de la denominada Generación del 98, siendo elegido miembro de número de la Real Academia Española. Algunos de sus libros publicados más importantes fueron "Soledades", "Campos de Castilla" y "La Guerra". Podemos destacar entre su obra poética: A un olmo seco, Caminante no hay camino, El crimen fue en Granada, Anoche cuando dormía, Elegía de un madrigal, Españolito que vienes al mundo y La mujer manchega.

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LOS POEMAS
YO VOY SOÑANDO CAMINOS

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-la tarde cayendo está-.
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón.

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada.

RECUERDO INFANTIL

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lecciòn:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millòn.

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

HE ANDADO MUCHOS CAMINOS

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra.

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.

ABRIL FLORECÍA

Abril florecía
frente a mi ventana.
Entre los jazmines
y las rosas blancas
de un balcòn florido
vi las dos hermanas.
La menor cosía;
la mayor hilaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas,
la más pequeñita,
risueña y rosada
—su aguja en el aire—,
mirò a mi ventana.

La mayor seguía,
silenciosa y pálida,
el huso en su rueca
que el lino enroscaba.
Abril florecía
frente a mi ventana.

Una clara tarde
la mayor lloraba
entre los jazmines
y las rosas blancas,
y ante el blanco lino
que en su rueca hilaba.

—¿Qué tienes—le dije—,
silenciosa pálida?
Señalò el vestido
que empezò la hermana.
En la negra túnica
la aguja brillaba;
sobre el blanco velo,
el dedal de plata.
Señalò la tarde
de abril que soñaba,
mientras que se oía
tañer de campanas.
Y en la clara tarde
me enseñò sus lágrimas...
Abril florecía
Frente a mi ventana.

Fue otro abril alegre
y otra tarde plácida.
El balcòn florido
solitario estaba...
Ni la pequeñita
risueña y rosada,
ni la hermana triste,
silenciosa y pálida,
ni la negra túnica,
ni la toca blanca...
Tan solo en el huso
el lino giraba
por mano invisible,
y en la oscura sala
la luna del limpio
espejo brillaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas
del balcòn florido
me miré en la clara
luna del espejo
que lejos soñaba...
Abril florecía
frente a mí ventana.

Las viejas de Castilla

Un día cabalgaba por la ancha carretera
que va de Soria a Burgos, mediada primavera,
por estos altos llanos la primavera tarda
a abrir sus manos rosas sobre la tierra parda.
Y ya es abril mediado cuando el verdor renace,
donde los potros juegan, donde la oveja pace,
[el pescador furtivo apresta sus reteles
y tienen las abejas donde libar sus mieles]*
cuando de blancas flores se cuajan los ciruelos
y la cigüeña madre enseña a los hijuelos
a usar las alas torpes , y al comenzar de mayo,
es blanca todavía la espalda del Moncayo
Y al hombre que trabaja el pegujal tardío
castiga la ventisca y azota el cierzo frío.
Mas sol y azul… Prefiero los yermos de Castilla
a las floridas vegas de Córdoba ó Sevilla.
*Esos versos aparecen encajados, sobreescritos.

INVENTARIO GALANTE

Tus ojos me recuerdan
las noches de verano,
negras noches sin luna,
orilla al mar salado,
y el chispear de estrellas
del cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena carne,
los trigos requemados
y el suspirar de fuego
de los maduros campos.

Tu hermana es clara y débil
como los juncos lánguidos,
como los sauces tristes,
como los linos glaucos.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano...
Y es alba y aura fría
sobre los pobres álamos
que en las orillas tiemblan
del río humilde y manso.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano.

De tu morena gracia,
de tu soñar gitano,
de tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.

Me embriagaré una noche
de cielo negro y bajo,
para cantar contigo,
orilla al mar salado,
una canciòn que deje
cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.

Para tu linda hermana
arrancaré los ramos
de florecillas nuevas
a los almendros blancos,
en un tranquilo y triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos claros,
los ataré con verdes
junquillos del remanso...
Para tu linda hermana
yo haré un ramito blanco.

 

EL LIMONERO LÁNGUIDO SUSPENDE

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...
Es una trade clara,
casi de primavera;
tibia tarde de marzo,
que al hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusiòn cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.

En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazòn: espera.

Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.

Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...

Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.

 

ORILLAS DEL DUERO

Se ha asomado una cígüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caseròn solitario;
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.

Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!

¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía;
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!

 

PRELUDIO

Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del òrgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.

Madurarán su aroma las pomas otoñales;
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razòn de mi rezar
levantará su vuelo süave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.

 

CRECE EN LA PLAZA EN SOMBRA

Crece en la plaza en sombra
el musgo, y en la piedra vieja y santa
de la iglesia. En el atrio hay un mendigo...
Más vieja que la iglesia tiene el alma.

Sube muy lento, en las mañanas frías,
por la marmòrea grada,
hasta un rincòn de piedra... Allí aparece
su mano seca entre la rota capa.

Con las òrbitas huecas de sus ojos
ha visto còmo pasan
las blancas sombras en los claros días,
las blancas sombras de las horas santas.

ME DIJO UN ALBA DE LA PRIMAVERA

Me dijo un alba de la primavera:
—Yo florecí en tu corazòn sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.

Tu corazòn de sombra, ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aun mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?

Respondí a la mañana:
—Sòlo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños,
ni sé si está mi corazòn florido.

Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas;
mí corazòn, tus lirios.

 

ERA UNA MAÑANA Y ABRIL SONREÍA

Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.

Como sonreía la rosa mañana,
al sol del oriente abrí mi ventana;
y en mi triste alcoba penetrò el oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.

Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfumes de rosas, doblar de campanas...

Doblar de campanas lejanas, llorosas,
süave de rosas aromado aliento...
...¿Dònde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?

Pregunté a la tarde de abril que moría:
—¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonriò: —La alegría
pasò por tu puerta-y luego, sombría—:
Pasò por tu puerta. Dos veces no pasa.

ANOCHE CUANDO DORMÍA

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazòn.
Di: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazòn;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que un sol ardiente lucía
dentro de mi corazòn.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusiòn!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazòn.

 

RETRATO

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
mas recibí la flecha que me asignò Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñò el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansiòn que habitò,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

A ORILLAS DEL DUERO

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia delante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastòn, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor-romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.

Un buitre de anchas alas, con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. —Soria es una barbacana
hacia Aragòn que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro arrodillado
sobre la hierba rumia, las márgenes del río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,
cruzar el largo puente y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las agujas plateadas
del Duero.

El Duero cruza el corazòn de roble
de Iberia y de Castilla.

¡Oh tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones
y atònitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!

Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasò? Sobre sus campos aun el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.

La madre en otro tiempo fecunda en capitanes
madrastra es apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Mio Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditò sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos. a la corte; la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar cargados
de plata y oro a España, en regios galeones,
para la presa, cuervos; para la lid, leones.
Filòsofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.

Castilla miserable, ayer dominadora;
envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora.

El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo, ¡tan curiosas! ... Los campos se oscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesòn abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.

 

POR TIERRAS DE ESPAÑA

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.

Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pòmulos salientes, las cejas muy pobladas.

Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.

Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—;
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, podrido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas, de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazòn espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

NUNCA PERSEGUÍ LA GLORIA

Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canciòn;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabòn.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

A la muerte de Rubén Darío

Si era toda en tu verso la armonía del mundo
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfante volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo;
Nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.

Pío Baroja

En Londres o Madrid, Ginebra o Roma,
ha sorprendido, ingenuo paseante,
el mismo 
taedium vitae en vario idioma,
en múltiple careto igual semblante.

Atrás las manos enlazadas lleva,
y hacia tierra, al pasear se inclina;
todo el mundo a su paso es senda nueva,
camino por desmonte o por rüina.

Dio, aunque tardío, el siglo diecinueve
un ascua de fuego al gran Baroja,
y otro siglo, al nacer, guerra le mueve,

que enceniza su cara pelirroja.
De la rosa romántica, en la nieve,
él ha visto caer la última hoja.

Ramón Pérez de Ayala

Lo recuerdo… Un pintor me lo retrata
no en el lino, en el tiempo. Rostro enjuto,
sobre el rojo manchón de la corbata
bajo el amplio sombrero; resoluto

el ademán, y el gesto petulante
–un si es no es– de mayorazgo en corte;
de bachelor en Oxford o estudiante
en Salamanca, señoril el porte.

Gran poeta, el pacífico sendero
Cantó que lleva a la asturiana aldea;
el mar polisonoro y el sol de Homero

le dieron mucho ritmo, clara idea;
su innúmero camino el mar ibero;
su propio navegar, propia 
Odisea.

A Don Ramón del Valle-Inclán

Yo era en mis sueños, Don Ramón, viajero
del áspero camino, y tú, Caronte
de ojos de llama, el fúnebre barquero
de las revueltas aguas de Aqueronte.

Plúrima barba al pecho te caía.
–yo quise ver tu manquedad en vano–.
Sobre la negra barca aparecía
tu verde senectud de dios pagano.

Habla, dijiste, y yo: Cantar quisiera
loor de tu Don Juan y tu paisaje,
en esta hora de verdad sincera.

Porque faltó mi voz en tu homenaje,
permite que en la pálida ribera
te pague en áureo verso mi barcaje.

Hastío

Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar,
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.
Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tictac acompasado
odiosamente golpea.
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado…
¡Qué largamente ha llorado
toda la fronda marchita!

Juan Ramón Jiménez

(Por su libro Arias tristes)

Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,

iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.

Después, se escuchó el acento
de un oculto ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.

Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.

Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.

“El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera…”
Cantaba una voz doliente,
Alma de primavera.

Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.

Soledades a un maestro

I
No es profesor de energía
Francisco A. de Icaza,
sino de melancolía

II
De su raza vieja
tiene la palabra corta,
honda la sentencia.

III
Como el olivar
mucho fruto lleva
poca sombra da.

IV
En su claro verso
se canta y medita
sin grito ni ceño.

V
Y en perfecto ritmo
–así a la vera del agua
el doble chopo del río–.

VI
Sus cantares llevan
agua de remanso,
que parece quieta.

Y que no lo está;
mas no tiene prisa
por ir a la mar.

VII
Tienen sus canciones
aromas y acíbar
de viejos amores.

y del indio sol
madurez de fruta
de rico sabor.

VIII
Francisco A. de Icaza,
de la España vieja
y de Nueva España,

que en áureo centén
se grabe su lira
y tu perfil de virrey.

Elegía de un madrigal

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío
¡oh tarde como tantas!, el alma mía era,
bajo el azul monótono, un ancho y terso río
que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia
que borra el misterioso azogue del cristal!
¡Oh el alma sin amores que el Universo copia
con un irremediable bostezo universal!
Quiso el poeta recordar a solas;
las ondas bien amadas, la luz de los cabellos
que él llamaba en sus rimas rubias olas.
Leyó… La letra mata: no se acordaba de ellos…
Y un día —como tantos— al aspirar un día
aromas de una rosa que en el rosal se abría,
brotó como una llama la luz de los cabellos
que él en sus madrigales llamaba rubias olas,
brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos…
Y se alejó en silencio para llorar a solas.

La primavera besaba

La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil…
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar…
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!

Poema VI

Fue una clara tarde, triste y soñolienta…
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta…
La fuente sonaba.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta.
En el solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora
me guía a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.
La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.
Respondí a la fuente:
No recuerdo, hermana,
mas sé que tu copla presente es lejana.
Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.
¿Recuerdas, hermano?… Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?…
Fue esta misma lenta tarde de verano.
—No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.
Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.
Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.
—Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.
Fue una clara tarde del lento verano.
Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde, dijeron tu pena.
Dijeron tu pena tus labios que ardían;
la sed que ahora tienen, entonces tenían.

—Adiós para siempre la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.

Campos de Soria

I
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.

La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.

II
Las tierras labrantías,
como retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos
de verde obscuro en que el merino pasta,
entre plomizos peñascales, siembran
el sueño alegre de infantil Arcadia.

En los chopos lejanos del camino,
parecen humear las yertas ramas
como un glauco vapor ?las nuevas hojas?
y en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los zarzales florecidos,
y brotan las violetas perfumadas.

III
Es el campo undulado, y los caminos
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas,
que el lienzo de oro del ocaso manchan.

Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
desde los picos donde habita el águila,
son tornasoles de carmín y acero,
llanos plomizos, lomas plateadas,
circuidos por montes de violeta,
con las cumbres de nieve sonrosado.

IV
¡Las figuras del campo sobre el cielo!

Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño;

y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.

Bajo una nube de carmín y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.

V
La nieve. En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.

El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.

La nieve sobre el campo y los caminos,
cayendo está como sobre una fosa.

Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.

Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.

En torno al fuego hay un lugar vacío
y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
¿tal el golpe de un hacha sobre un leño?.

La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.

Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.

La niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.

VI
¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!

¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!

¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.

VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...

VIII

He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria ?barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra?.

Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.

¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!

IX
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.

Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?

¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!

Soria fría, Soria pura

¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!

¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!

¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.

UN CRIMINAL

El acusado es pálido y lampiño.
Arde en sus ojos una fosca lumbre,
que repugna a su máscara de niño
y ademán de piadosa mansedumbre.
Conserva del obscuro seminario
el talante modesto y la costumbre
de mirar a la tierra o al breviario.
Devoto de María,
madre de pecadores,
por Burgos bachiller en teología,
presto a tomar las órdenes menores.
Fue su crimen atroz. Hartóse un día
de los textos profanos y divinos,
sintió pesar del tiempo que perdía
enderezando hipérbatons latinos.
Enamoróse de una hermosa niña,
subiósele el amor a la cabeza
como el zumo dorado de la viña,
y despertó su natural fiereza.
En sueños vio a sus padres ?labradores
de mediano caudal? iluminados
del hogar por los rojos resplandores,
los campesinos rostros atezados.
Quiso heredar. ¡Oh guindos y nogales
del huerto familiar, verde y sombrío,
y doradas espigas candeales
que colmarán las trojes del estío!.
Y se acordó del hacha que pendía
en el muro, luciente y afilada,
el hacha fuerte que la leña hacía
de la rama de roble cercenada.
................................................
Frente al reo, los jueces con sus viejos
ropones enlutados;
y una hilera de obscuros entrecejos
y de plebeyos rostros: los jurados.
El abogado defensor perora,
golpeando el pupitre con la mano;
emborrona papel un escribano,
mientras oye el fiscal, indiferente,
el alegato enfático y sonoro,
y repasa los autos judiciales
o, entre sus dedos, de las gafas de oro
acaricia los límpidos cristales.
Dice un ujier: «Va sin remedio al palo».
El joven cuervo la clemencia espera.
Un pueblo, carne de horca, la severa
justicia aguarda que castiga al malo.

Azorín

La roja tierra del trigal de fuego,
y del hablar florido la fragancia,
y el lindo cáliz de azafrán manchego
amó, sin mengua de la lis de Francia.

¿Cuya es la doble faz, candor y hastío,
y su trémula voz y el gesto llano,
y esa noble apariencia de hombre frío
que corrige la fiebre de la mano?

No le pongáis, al fondo, la espesura
de aborrascado monte o selva huraña,
sino, en la luz de una mañana pura,

lueñe espuma de piedra, la montaña,
y el diminuto pueblo en la llanura,
¡la aguda torre en el azul de España!

AL MAESTRO "AZORIN" POR SU LIBRO CASTILLA

La venta de Cidones está en la carretera
que va de Soria a Burgos. Leonarda, la ventera,
que llaman la Ruipérez, es una viejecita
que aviva el fuego donde borbolla la marmita.

Ruipérez, el ventero, un viejo diminuto
?bajo las cejas grises, dos ojos de hombre astuto?,
contempla silencioso la lumbre del hogar.

Se oye la marmita al fuego borbollar.

Sentado ante una mesa de pino, un caballero
escribe. Cuando moja la pluma en el tintero,
dos ojos tristes lucen en un semblante enjuto.

El caballero es joven, vestido va de luto.

El viento frío azota los chopos del camino.
Se ve pasar de polvo un blanco remolino.

La tarde se va haciendo sombría. El enlutado,
la mano en la mejilla, medita ensimismado.

Cuando el correo llegue, que el caballero aguarda,
la tarde habrá caído sobre la tierra parda
de Soria. Todavía los grises serrijones,
con ruina de encinares y mellas de aluviones,
las lomas azuladas, las agrias barranqueras,
picotas y colinas, ribazos y laderas
del páramo sombrío por donde cruza el Duero,
darán al sol de ocaso su resplandor de acero.

La venta se oscurece. El rojo lar humea.
La mecha de un mohoso candil arde y chispea.

El enlutado tiene clavado en el fuego
los ojos largo rato; se los enjuga luego
con un pañuelo blanco. ¿Por qué le hará llorar
el son de la marmita, el ascua del hogar?

Cerró la noche. Lejos se escucha el traqueteo
y el galopar de un coche que avanza. Es el correo.

CANTE HONDO

Yo meditaba absorto, devanando
los hilos del hastío y la tristeza,
cuando llegó a mi oído,
por la ventana de mi estancia, abierta

a una caliente noche de verano,
el plañir de una copia soñolienta,
quebrada por los trémolos sombríos
de las músicas magas de mi tierra.

... Y era el Amor, como una roja llama...
—Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro
que se trocaba en surtidor de estrellas—.

... Y era la Muerte, al hombro la cuchilla,
el paso largo, torva y esquelética.
—Tal cuando yo era niño la soñaba—.

Y en la guitarra, resonante y trémula,
la brusca mano, al golpear, fingía
el reposar de un ataúd en tierra.

Y era un plañido solitario el soplo
que el polvo barre y la ceniza avienta.

Hacia un ocaso radiante

Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.

Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
entre metal y madera,
que es la canción estival.

En una huerta sombría
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas oscuras el son del agua se oía.
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.

Yo iba haciendo mi camino,
absorto en el solitario crepúsculo campesino.

Y pensaba: «¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa
toda desdén y armonía;
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía
de este rincón vanidoso, oscuro rincón que piensa!»

Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente.
Lejos la ciudad dormía
como cubierta de un mago fanal de oro transparente.
Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.

Los últimos arreboles coronaban las colinas
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.
Yo caminaba cansado,
sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.

El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,
bajos los arcos del puente,
como si al pasar dijera:

«Apenas desamarrada
la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
se canta: no somos nada.
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera».

Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría.
(Yo pensaba: ¡el alma mía!)

Y me detuve un momento,
en la tarde, a meditar...

¿Qué es esta gota en el viento
que grita al mar: soy el mar?

Vibraba el aire asordado
por los élitros cantores que hacen el campo sonoro,
cual si estuviera sembrado
de campanitas de oro.

En el azul fulguraba
un lucero diamantino.
Cálido viento soplaba,
alborotando el camino.

Yo, en la tarde polvorienta,
hacia la ciudad volvía.
Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas oscuras caer el agua se oía.

VERDES JARDINILLOS!

¡Verdes jardinillos,
claras plazoletas,
fuente verdinosa
donde el agua sueña,
donde el agua muda
resbala en la piedra!...
Las hojas de un verde
mustio, casi negras,
de la acacia, el viento
de septiembre besa,
y se lleva algunas
amarillas, secas,
jugando, entre el polvo
blanco de la tierra.
Linda doncellita,
que el cántaro llenas
de agua transparente,
tú, al verme, no llevas
a los negros bucles
de tu cabellera,
distraídamente,
la mano morena,
ni, luego, en el limpio
cristal te contemplas...
Tú miras al aire
de la tarde bella,
mientras de agua clara
el cántaro llenas.

Enlace de interés

YO ESCUCHO LOS CANTOS

Yo escucho los cantos
de viejas cadencias,
que los niños cantan
cuando en corro juegan,
y vierten en coro
sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas,
que no son alegres;
con lágrimas viejas,
que no son amargas,
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.

En los labios niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores,
que nunca se cuentan.

Jugando, a la sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban...

La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.

Cantaban los niños
canciones ingenuas
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.

Seguía su cuento
la fuente serena.
Borrada la historia,
contaba la pena.

AMADA, EL AURA DICE

Amada, el aura dice
tu pura veste blanca...
No te verán mis ojos;
¡mi corazòn te aguarda!

El aura me ha traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña...
No te verán mis ojos;
¡mi corazòn te aguarda!

En las sombrías torres
repican las campanas...
No te verán mis ojos;
¡mi corazòn te aguarda!

Los golpes del martillo
dicen la negra caja;
y el sitio de la fosa,
los golpes de la azada...
No te verán mis ojos;
¡mi corazòn te aguarda!

 

DE LA VIDA

¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr
y dice: La sed que siento
no me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe, y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida!

Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagòrica en su mano.

¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino,
en el horror de llegar!

¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazòn de zarzuela!

¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta su pena!

¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados
y de los sueños poblados
de propòsitos discretos!

¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella,
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella!

¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzò,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probò!

¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!

ME DIJO UNA TARDE

Me dijo una tarde
de la primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
que te vista sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.
Respondí a la tarde
de la primavera:

—Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
por odio a la pena.
Mas antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.

SOÑÉ QUE TÚ ME LLEVABAS

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.

Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.

¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!…
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!

LA SAETA

Dijo una voz popular:

«¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno? »

¡Oh la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!

¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

LAS MOSCAS

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

—que todo es volar— sonoras,
rebotando en los cristales
en los días otoñales...

Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,

que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:

yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

SONABA EL RELOJ LA UNA

Sonaba el reloj la una
dentro de mi cuarto. Era
triste la noche. La luna,
reluciente calavera,

ya del cenit declinando,
iba del ciprés del huerto
fríamente iluminando
el alto ramaje yerto.

Por la entreabierta ventana
llegaban a mis oídos
metálicos alaridos
de una música lejana.

Una música tristona,
una mazurca olvidada,
entre inocente y burlona,
mal tañida y mal soplada.

Y yo sentí el estupor
del alma cuando bosteza
el corazón, la cabeza,
y... morirse es lo mejor.

EL VIAJERO

Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.

Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente;
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo.

El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?

¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó —la pobre loba— muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?

¿Sonríe al sol de oro
de la tierra de un sueño no encontrada;
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela hinchada?

Él ha visto las hojas otoñales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucalipto, los rosales
que enseñan otra vez sus blancas rosas.

Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
y un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido se imprime.

Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tic-tac del reloj. Todos callamos.

[/su_table]
ERA UN NIÑO QUE SOÑABA

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.

Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
por la crin lo cogía...
'¡Ahora no te escaparás!'

Apenas lo hubo cogido
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
El caballito voló.

Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.

Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a la amada le decía:
'¡Tú eres de verdad o no?'

Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad'.

Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: '¿Tú eres sueño?'
¡Quién sabe si despertó!

DICE LA RAZÓN

Dice la razón: busquemos la verdad.
Y el corazón: vanidad,
la verdad ya la tenemos.
La razón: ¡ay, quién alcanza la verdad!
El corazón: vanidad;
la verdad es la esperanza.
Dice la razón: tú mientes.
Y contesta el corazón: quien miente
eres tú, razón, que dices
lo que no sientes.
La razón: jamás podremos entendernos,
corazón. El corazón: lo veremos.

HÚMEDO ESTÁ, BAJO EL LAUREL, EL BANCO…

Húmedo está, bajo el laurel, el banco
de verdinosa piedra;
lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
las empolvadas hojas de la hiedra.
Del viento del otoño el tibio aliento
los céspedes undula, y la alameda
conversa con el viento...
¡el viento de la tarde en la arboleda!
Mientras el sol en el ocaso esplende
que los racimos de la vid orea,
y el buen burgués, en su balcón enciende
la estoica pipa en que el tabaco humea,
voy recordando versos juveniles...
¿Qué fue de aquel mi corazón sonoro?
¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
huyendo entre los árboles de oro?

Renacimiento

Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.

En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
del sabio nos enseñan,
lo que el silbar del viento cuando sopla,
o el sonar de las aguas cuando ruedan.

Consejos

Este amor que quiere ser
acaso pronto será;
pero ¿cuándo ha de volver
lo que acaba de pasar?
Hoy dista mucho de ayer.
¡Ayer es nunca jamás!

Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar:
la monedita del alma
se pierde si no se da.

A JOSÉ MARÍA PALACIO

Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...

¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?

Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas
entré las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?

Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.

Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,

¿tienen ya ruiseñores las riberas?

Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra...

BENDITO SOL [Mi poema]
Teresa Martín Taffarel [Poeta sugerido]

MI POEMA… de medio pelo

 

¡Bendita luz, el sol y su ventana,
cristal que transparente en mi se asienta,
que impide el firmamento a mi me mienta
tan dulce, tan alegre y sin desgana.

Bendito sea el placer de esa herramienta
que mima nuestra piel como hace el ama
que al bebé sus caricias le derrama
esperando que el niño lo presienta.

Gracias te doy, ahora, aquí, que siento
tu agradable calor, viendo contento
traslúcida y diáfana mirada.

Felicidad de un alma enamorada
repleta de nostalgia y sentimiento,
gracias dándole a dios, de amor sediento.
©donaciano bueno

#Veamos... Share on X

Anoche cuando dormía
soñé, bendita ilusión,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Antonio Machado

MI POETA SUGERIDO:  Teresa Martín Taffarel

Este juego inaudito de los días

Este juego inaudito de los días
ya no puede atraparme en su engranaje.
La estrategia del tejo que se pierde
es el signo de un tiempo sin rescate.

Como el niño que elige los reflejos,
coloreo las copas de los árboles,
una casa, las nubes, los caminos,
y modelo las flores de la tarde.

Evoco incomprensibles retahílas,
converso con la sombra en las paredes,
camino sin salirme de las rayas.

Las estatuas del patio no me miran.
El cielo del dibujo se ha borrado.
Sólo queda la luna de la infancia.

Yo dije mis palabras
con un temblor que contenía
esa pena honda que siempre me acompaña
estaba sola entre mis signos
pero yo sé que todos me escuchaban

Y sí, tuve miedo
de quedarme esencial y desolada
frente a la mirada interrogante
de quienes esperaban
leerse en mis imágenes
en los nombres que para cada uno
tienen las cosas habituales
y en aquellas otras
las que no se dicen
porque cualquier palabra las empaña

Aquel día
yo dije mis palabras
y supe que mi tiempo
era un canto sin dueño
que volaba entre lluvias y neblinas
para anidar en otros campanarios.

La primera palabra

La primera palabra se anuncia en el silencio.
Es un pliegue del aire, un resquicio del tiempo
y no sabe si es agua, o pájaro o estrella,
y si nombra, si llama, si se niega o espera.

La sustancia del viento se resuelve en un signo:
las farolas, el libro, la cuna, las estatuas.
Y el mundo que se inventa de nuevo en la mañana
para hacerse y rehacerse como ilusión de río.

Hilandera de nubes en la arena impasible,
se cierra la escritura como azul entramado.
Los anillos de savia intentan un suspiro
en los leños que arden en la tarde apacible.

Las palabras se pierden en decires lejanos
Y vuelve la tristeza que acumula artificios.

Escribir el instante

Escribir el instante
que no es poco.
Inventarlo, intentarlo
con palabras indóciles.
Acomodar los signos
en desacuerdo con el día.
Saber un poco más
o un poco menos.
Y adivinar que mañana
habrá otro borrador indescifrable.

De qué hablamos cuando hablamos del tiempo

De qué hablamos cuando hablamos del tiempo
De qué hablamos cuando decimos
esto, aquello, lo otro, lo que siempre regresa,
lo que se va y no vuelve.
Las palabras se dicen aquí, en este momento
y retornan a su eterno sistema de silencio.

Y qué es el silencio…
el silencio es un brazo que se aleja,
la llama que se extingue,
las cenizas del fuego.

Y también es la tierra y el cielo,
el árbol y la lluvia,
cuando aún no han sido nombrados
y esperan existir en los labios humanos

Y hablamos y decimos
tiempo
y esto, aquello y lo otro.
Y al renacer en nombre
enmudecen las fuentes,
y se callan los ríos…

En el fondo del alma
hay un mar de silencio.

A QUIEN SE FUE Y NO VOLVIÓ

Y cerraste la puerta.
Ibas a buscar,
ya no recuerdo,
manzanas o el periódico,
y olvidaste el camino de regreso.

Parecía irreparable,
pero ha sido un alivio,
y al cabo de los días
la casa respiraba otros deseos.

Ahora te rescato del olvido
para decirte
que encima de tus huellas
se fueron escribiendo otras historias.

Y te devuelvo al olvido,
de nuevo
y para siempre,
único sitio confortable
para quien como tú
no conoce los caminos de regreso.

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LA VIEJA ESCUELA MÍA [Mi poema]
Antonio Burgos [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

En la umbría calle de una humilde aldea
la vieja casona en silencio dormita,
ni el aire respira, nada se menea,
la leña reseca en la chimenea
suplica un responso sumisa a la ermita.

Triste y somnolienta se quedó la escuela,
pues despavoridos huyeron los niños,
difuntos algunos por la varicela.
Se fueron los padres y el pueblo hizo guiños
igual que a los años se murió la abuela.

Se fueron los niños, se fueron pa al norte
y así tras sus pasos se fue la alegría,
hoy ya los recuerdos, la melancolía,
al tiempo pasado sirven de soporte
de esa vieja escuela, de esa escuela mía.

Se fueron, se fueron y ya se han perdido,
de quien fue su escuela ya se han olvidado.
Cuando esos zagales volaron del nido
con ellos llevaron los sueños y el ruido
y al pueblo en sus llantos dejaron anclado.

Hoy a la cancela le anuda un candado,
y hasta la fachada casi no resiste
y hasta las cigüeñas del nido han volado
y aquellos labriegos que allí se han quedado
ahora ya son viejos de mirada triste.

Cada cierto tiempo suenan las campanas,
unas son a muerto y otras son a misa,
los que aún se resisten, de esperanzas vanas,
nunca ya sonríen pues no tienen ganas
tan sólo el recuerdo saca una sonrisa.
©donaciano bueno

#Recuerdos tristes del pueblo y de mi escuela Share on X

En la foto la escuela de mi pueblo, Zazuar, en la provincia de Burgos, antaño tan bulliciosas y ahora ya con esa apariencia, huérfana por la falta de niños.

MI POETA SUGERIDO:  Antonio Burgos

HABANERAS DE CÁDIZ

I
Desde que estuve, niña, en La Habana
no se me puede olvidar
tanto Cádiz ante mi ventana, Tacita lejana,
aquella mañana pude contemplar…
Las olas de la Caleta, que es plata quieta,
rompían contra las rocas de aquel paseo
que al bamboleo de aquellas bocas
allí le llaman El Malecón…
Había coches de caballos, que era por mayo,
sonaban por la Alameda, por Puerta Tierra,
y me traían, ay, tierra mía,
desde mi Cádiz el mismo son…
El son de los Puertos, dulzor de guayaba,
calabazas, huertos…
Aún pregunto quién me lo cantaba…

Estribillo
Que tengo un amor en La Habana
y el otro en Andalucía,
no te he visto yo a ti, tierra mía,
más cerca que la mañana
que apareció en mi ventana
de La Habana colonial
tó Cádiz, la Catedral, La Viña y El Mentidero…
Y verán que no exagero
si al cantar la habanera repito:
La Habana es Cádiz con más negritos,
Cádiz, La Habana con más salero.

II
Verán que tengo mi alma en La Habana
no se me puede olvidar,
canto un tango y es una habanera,
la misma manera
tan dulce y galana y el mismo compás.
Por la parte del Caribe así se escribe
cuando una canción de amores, canción tan rica,
se la dedican los trovadores
a una muchacha o a una ciudad…
Y yo, Cádiz, te dedico y te lo explico
por qué te canto este tango que sabe a mango,
de esta manera esta habanera
de piriñaca y de Carnaval…
Son de chirigota, sabor de melaza,
Guantánamo y Rota…
¡Que lo canta ya un coro en la plaza!

Lola de España

I
A las viñas de Jerez
la torre de San Miguel
se lo dijo con campanas,
que en el cielo de Undivé
la gente se ha puesto en pie
al llegá la jerezana.
Que llegó con su abanico,
abrió el pico,armò el revuelo,
que a ella le viene chico
el escenario del cielo…
Porque es más que una mujer,
porque es más que un baile suyo,
porque es más que aquel orgullo
de española de Jerez.
Y Dios se pone a escuchar,
con qué arte está diciendo
su carné de identidad:
Estribillo

Pues mire usted, don Undivé,
mi nombre es Lola,
mi nombre es Lola,
pues mire usted, soy de Jerez,
soy española
soy española
y escuche usted lo que canté
y mire lo que bailé
soy la zarzamora
que enamora en un lerele,
pena, penita, pena de mi corazón
A mí me llaman, mire usted, la faraona,
bata de cola, torbellino de color..
A mí me llaman, mire usted, Lola de España
y no me extraña porque España me parió…

II
Y al oirla así Undivé
le dice: pues pase usté,
y me monta aquí un tablao
con tu arte de Jerez,
con esa forma de sé
hasta el cielo te has ganao…
Y miró pá cerciorarse
pa acordarse los papeles
que ponen que era la madre
que dio su vida al Lerele…
Dijo Dios, que es un Undivé
presidente de los cielos:
aquí saco dos pañuelos,
puerta grande para usted.
Tó el cielo le hacía el compás
cuando estaba repitiendo
su carné de identidad…
Al estribillo y final.

Va por usted

I
Va por usted mi pasodoble,
va por usted, torero,
va por usted mi pasodoble
que es un clavel, que es un te quiero
que es una flor que yo te tiro
suspiros y olé de redondel,
va por usted mi pasodoble
gloria y redoble, José…

Que ya se ha puesto blanca
con mil pañuelos, mira su vuelo,
toda la plaza,
un vuelo de mil palomas
qué aroma se derramó…
Estribillo

Ortega Cano en la arena
yo a Cartagena
le digo viva,
Ortega Cano en la arena
vaya faena, canela fina,
profunda como la mina
con luz de mar salinera
qué arte, vaya finura
con cuanta hondura
José torea…

II
Míralo bien cómo se cruza,
cita por naturales,
míralo bien, porque es un cuadro
que este pintor pinta con arte
y es de cartel esa muleta
que al toro embebió y lo dominó,
cuadra José, y en las agujas
para su estoque el reloj…

Clamor de dos orejas,
que los tendíos se han encendío
contigo, Ortega.
La hondura de tus hechuras
en pie puso a la afición…
Al estribillo y final.

A Rafael de León

I
Como carne de membrillo
tiembla al aire una canción,
leo con el corazón
una fecha en el anillo.
Siempre novia Andalucía,
tiembla la voz que no es mía
que es Rafael de León.
Y el aire que lento sopla,
del coro de la plazuela,
me va trayendo una copla
que sabe a menta y canela.
Derrama plata y canela
el faro de los veleros.
A los rubios marineros,
serrano, ¿se das candela?
va preguntando La Lirio.
La respuesta es un martirio
de acordeones morenos.
La noche de la bahía,
que plata pone en las velas,
esta copla me traía,
dulce como la mistela.
Estribillo

De tu landó de marqués
sale una voz con corona,
y es el pueblo, Rafael,
en la radio de cretona,.
Dalia de Sevilla,
chistera y patilla.
Ay, pulsos que sangran,
rosa de la Alhambra.
Clavel en la boca
para Malvaloca,
se muere de celos
la cal de mis huesos.
Moneda de oro,
caballito moro,
capote de grana,
anís de Parrala.
Ay, fuente de amor,
dímelo por Dios.
Se viste de negro
la cal de mis huesos.
Ay, voz ronca de aguardiente
que mancha los mostradores,
que seca los surtidores,
que detiene la corriente,.
Como rosa del Genil
ninguna tarde de abril
la niña vuelve a la fuente.
La Bizcocha sabe el nombre,
era Lirio aquel tesoro,
por el que ha pagao un hombre
cincuenta moneas de oro.

II
Ay, quicio de mancebía,
ay, duda del no y el sí,
ay, menta y ajonjolí
que a los hombres sonreía.
Blanca cal, verde persiana,
asomada a la ventana
una reina parecía.
Tu recuerdo es una faca,
que me hiere y que me ahoga,
lo repite en una placa
esta copla de Quiroga.
De tu landó de marqués
sale una voz con corona,
y es el pueblo, Rafael,
en la radio de cretona.
Dalia de Sevilla,
chistera y patilla.
Ay, pulsos que sangran,
rosa de la Alhambra.
Clavel en la boca
para Malvaloca,
se muere de celos
la cal de mis huesos.
Moneda de oro,
caballito moro,
capote de grana,
anís de Parrala.
Ay, fuente de amor,
dímelo por Dios.
Se viste de negro
la cal de mis huesos.

Mi amigo jesus

Mi amigo Jesús

Cuando creía que mi vida
Ya no tenia sentido el vivir
Dios te envió a mi camino.

Desde ese día tuve de ti
Una cascada de cariño
Y un cuidado envolvente.

Me hiciste olvidar los sinsabores
Pusiste alegría al llanto del corazón
Cubriste suavemente mis heridas.

Hace tan poco que te conozco
Y ya te siento mi compañero
Mi hermano, mi amigo querido.

Y allí estas todo el tiempo
Que haga falta ayudándome
Cuidándome de caer nuevamente.

Allí estas Tu
Dándome la mano y en ella
El amor de tu dulce alma
Bendito amigo Jesús.

Sevillanas de Chamberí

Con un fondo de guitarras
y un repique de palillos,
sigue cantando sus penas
esta tierra en que nací.

Ahora son las sevillanas
entre falsas alegrías
lo que vende Andalucía
de Nueva York a París.

Y vienen para aprenderlas,
más serios que magistraos,
banqueros y diputaos,
señoritos de postín,
acuden a la academia
queriendo sacar la grasia
lo mismito que se saca
el carné de conducir.

Y entre sombras y luces de Andalucía,
to el papel de la grasia se lo vendía.
Cómo luce y reluce. ¡Viva Madrid!
¡A bailar sevillanas de Chamberí
y a correrse una juerga en la Feria de Abril!

Arsa que toma y olé,
que viva la grasia de mi Andalucía.
Arsa que toma y olé,
que ya la primera la tiene aprendía.
Arsa que toma y olé,
que ya la segunda la están ensayando.
Arsa que toma y olé,
que con la tercé…
que les vayan dando…

Entre palmas y entre oles,
alternando en los tablaos,
con un alfiler clavao
en mitad del corazón.

Al compás de un pasodoble,
cantando por tierra extraña,
la pandereta de España
buscaba su salvación.

Pero un día de febrero,
verdiblanca, la alegría,
el alma de Andalucía
de pronto se levantó.
Y mandó parar la juerga
con acuse de recibo,
ca mochuelo pa su olivo
que aquí se acabó el carbón.

Y cuando más clarito ya lo tenía,
otra vez la peineta pa Andalucía.
Cómo luce y reluce. ¡Viva Madrid!
¡A bailar sevillanas de Chamberí
y a correrse una juerga en la Feria de Abril!

Arsa que toma y olé,
que viva la grasia de mi Andalucía.
Arsa que toma y olé,
que ya la primera la tiene aprendía.
Arsa que toma y olé,
que ya la segunda la están ensayando.
Arsa que toma y olé,
que con la tercé…
que les vayan dando…

Proclamación de la copla

Temporal con mar en calma,
tormenta sin aguacero,
relámpago dentro del alma,
pararrayos del «te quiero».

Toa la nieve de Graná
ardiendo dentro de una reja,
y toas las olas del mar
dando su sal a una queja.

Laberinto del querer
y norte para el olvío,
lo que quieres comprender
otro al cantar lo ha vivío.

No es canción, se llama copla,
y cabe dentro la vía,
que la copla es el querer
que se llama Andalucía.

La copla es el ancho mar
y la arena de la playa,
la copla es por donde vaya
la voz de un pueblo al cantar.

No es canción, se llama copla,
y cabe dentro la vía,
que la copla es el querer
que se llama Andalucía.

Vendaval de las esquinas,
sueño de los callejones,
pañuelo de despedida,
bandera de torreones.

¡Ay!, durse cañaveral,
toa la sal de San Fernando
cuando me pongo a cantar
la copla va derramando.

Almohadita pa soñar
y agüita para mis labios,
ilusión para engañar
hasta al propio desengaño.

No es canción, se llama copla,
y cabe dentro la vía,
que la copla es el querer
que se llama Andalucía.

La copla es el ancho mar
y la arena de la playa,
la copla es por donde vaya
la voz de un pueblo al cantar.

No es canción, se llama copla,
y cabe dentro la vía,
que la copla es el querer
que se llama Andalucía.

Peteneras de Sierra Morena

Quien dijo Sierra Morena
bien supo ponerte nombre,
lo puso con la color
del deseo de los hombres.
¡Tierra de mi corazón!
Lo puso con la color
del deseo de los hombres.

Quien dijo Sierra Morena
qué bien que nos conocía,
lo puso pa que dijeran:
«por allí va una partía».
¡Tierra de mi rebelión!
Lo puso pa que dijeran:
«por allí va una partía».

Va una partía
que la está persiguiendo
la luz del día.

Quien dijo Sierra Morena
qué bien hablaba el idioma
que hablaban los que mandamos
de emperadores a Roma.
¡Tierra pa un emperador!
Que hablaban los que mandamos
de emperadores a Roma.

Quien dijo Sierra Morena
de lo bien que bautizaba
le puso el nombre que tiene
a la sierra de Granada.
¡Tierra que un moro lloró!
Le puso el nombre que tiene
a la sierra de Granada.

Sierra Nevada,
donde lloraba un moro
que perdió el alma.

Pasan los campanilleros

Viene a lo lejos,
llena de luz,
blanca de azahar,
y es un reflejo
de sol en la Madrugá.

Escalofrío
me da al oír
este cantar,
entre tambores
y voces del capataz.

En el Arco de la Macarena,
nardo y yerbagüena,
la Virgen está.
Esperanza que ríe su pena,
morena,
Niña de Gracia llena
y Reina de la Madrugá.
¡Guapa!, ¡Guapa! se oye gritar.
Sevillana que ríe su pena,
Azucena,
Niña de Gracia llena
y Reina de la Madrugá.

Pasa la Gracia,
pasa la Luz,
pasa la Flor,
pasa Sevilla,
pasa la Madre de Dios.

Habaneras de Sevilla

Aún recuerdo el piano
de aquella niña
que había en Sevilla,
la novia del embarcado
nunca la siesta dormía.
Sola en los corredores de mecedora,
de consola y lorito, sueña el querer
que a Cuba se fue,
y aquella mujer
está tocando el piano;
escriben sus blancas manos
cartas de amores
que han de volver.

Ay, goleta antillana,
ay, cuánto lo quería,
que era trigo su pelo cuando embarcaba,
que era nieve el pañuelo que adiós decía.
Ay, suspira la fuente,
ay, dormita el pregón.
La copla de un pianillo
se va metiendo por los balcones,
navegan los galeones
que hay en los cuadros del corredor.

Se bambolea
la goleta en el río
se bambolea,
que viene de Sanlúcar
con la marea.

Viva Sevilla
y los barcos que salen
pa las Antillas.

Viva Triana
y los barcos que vienen
desde La Habana.

Se calla el pianillo,
tras los visillos suena el piano,
qué dulce lo toca ahora
la novia del embarcado.
Las mecedoras bailan sus habaneras,
con su son de caoba, manigua y ron,
y se abre el balcón,
suspira el pregón,
ay, barrio del Baratillo,
tiene color de Murillo
la siesta triste de aquel salón…

Ay, novio marinero,
ay, capitán de mi puerto.
Qué blancas son las velas de tu goleta,
qué secretas las penas de mi pañuelo.
Ay, que se fue pa Cuba,
ay, que venga por Dios…
Que venga por el río,
con su goleta, desde Sanlúcar,
que esta copla de azúcar
pone más dulce mi corazón.

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Recuerdo infantil  - Antonio Machado

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

CASAS DE ADOBE [Mi poema]
Sofía Acosta [Poeta sugerido]

MI POEMA...de medio pelo

 

He pisado en cien mil charcos
sobre las aguas que, viejas,
enmarcaban sucios marcos,
huérfanas de remo y barcos,
con casas de humildes tejas.

Casas que desvencijadas
o acurrucadas, sin rejas,
duermen la mona acostadas
en lomas, tan apretadas
como el hilo en las madejas.

Que de adobe van vestidas
de paja trillada y barro,
desgarbadas, mal fruncidas,
y otras más descoloridas
mal curadas de un catarro.

Y he observado a las gateras
como un roto en las enaguas
y en tejados las goteras,
y a las mieses en las eras
y a los hierros en las fraguas.

Y a puertas con sus fallebas
y sus pernios oxidados
que de higos abren a brevas,
de madera, muy longevas
y aldabones olvidados.

De esta tierra pinariega
que asentada en la meseta
desnuda el alma labriega
que al progreso riega y niega,
como al euro la peseta.

Y a esa chimenea inquieta,
de leña de pan ese horno
en estado de retreta,
donde antaño una chuleta
era presa de un soborno.

Y he visto del sol las quejas
pues que el tiempo se ha dormido
-solo anidan comadrejas-
con silencio en las callejas
sin saber por qué no hay ruido.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Sofía Acosta

Punto final

Reabierto la puerta del último tramo.
Inédito, mi laberinto lo anexa
a sus diversos planos,
a la segura geometría de su desconcierto.
Como tren de neblinas él trasiega
llanuras de la sal y de los trigos,
los montes de serpientes y de pájaros
y el río.
Pero no olvido.
Mi diminuto corazón de tiempó·
tiene antigua raíz sobre la tierra.
y una sangre que enhebra sus historias.

Ultimo linde

“… En el último linde no cabe el desconsuelo
ni olvidar la tremenda agonía de ser…”
“El sello”, comienza;
“Y escarbo el círculo
de los adioses y el olvido.
Descubro la raíz, el claro fuego.
Hay un país que engendra su sed
por laberintos
de sencillos fetiches.
Hay cicatrices y una llave
sobre el césped tiernísimo,
que me tienta al regreso.
Qué pretendo encontrar
en la savia del exilio.
Por qué quiero saber
la estructura final de los silencios,
conocer cómo gira esa última puerta…”.

OMEGA

Dios está crucificado en Hiroshima.
Nuevamente crucificado.
En la Plaza de la Paz.

He palpado sus brazos desgarrados
y el corazón goteante.
En la Plaza de la Paz.

En mañanas de primavera
que se olvidan al sol.
En la Plaza de la Paz.

Y he visto su lágrima ardiente
regando asfódelos blancos.
En la Plaza de la Paz.

En Hiroshima.
Donde está crucificado nuevamente.
Desde Hiroshima.
Para evitar
otra Plaza de la Paz.

Sakura

Esta noche miro las paredes blancas,
las mismas paredes blancas de todos los días,
y me pregunto de qué color serán tus paredes,
y si también pensarás en mí.

¿En tus paredes también hay
sombras de relojes parados?
Los míos marcan la misma hora
desde hace tanto tiempo
que a lo mejor se olvidaron
de que nacieron para girar.

¿En tus paredes también hay
espejos quebrados?
Me paro frente a ellos y veo
mil veces repetido mi rostro
y un solo cuerpo asustado
de sus propios sentimientos.

Y la única certeza,
desnuda como el hueso
de la cereza de mi pecho,
es que te extraño.

Cada día que pasa falta menos
y sé que pronto voy a verte
con los ojos llenos de ilusión
y el rostro pintado de aurora.

Sé que nuestros corazones
se reconocerán en el encuentro
de ese abrazo que los dos
hace tanto nos debemos.

Porque cada noche sin sueño,
con las ideas bailando el vals sobre mi cabeza,
tu nombre se me escapa de los labios
y una sonrisa cómplice
se me dibuja en el alma.

Porque en el inconsciente ya sabía,
y sé que vos también sabés,
que los latidos no piden permiso
cuando la cereza ya está en flor.

Canto a la injusticia

Las cabezas de plata
instaladas en sus poltronas
echan raíces profundas
para absorber las esperanzas
de los vástagos tiernos
que buscan un asiento
-cualquiera sea, donde sea-
entre las agujas del reloj.

Las cabezas de plata
riegan sus raíces con ignorancia,
dan flores de soberbia
y de acomodada estancia.

Reclamar no hay quien reclame
porque batallar es entrega
y las bocas sin voz
ni un dedo se arriesgan;
por eso lustran las poltronas
con lisonjas inciertas
para que al menos a sus pies
parte del dominador se sientan.

No les importa el pisoteo
ni la humillación constante,
pues para ganar el muelle asiento
una cabeza de plata ha de adoptarles.

Yo no quiero la tiranía
de las cabezas de plata
que en su despótico dominio
nos quitan hasta las ganas;
yo quiero el dominio joven,
la voz del vástago rebelado
que incendia cada poltrona
del que limpiamente
no la ha ganado.

El abrazo

La piel quema y se funde
en la fragancia, en el perfume,
de la piel que la abraza,
en la piel que la abrasa.

Son tus dedos inquietos
que recorren las líneas
ajadas de mis manos
como ríos sin agua,
ansiosos por la sed.

Tu cabeza de mil ideas
que se apoya sobre mi pecho,
y mi corazón desbocado
que te aviva la sonrisa.

Son mis dedos, temerosos,
que buscan a escondidas
tocar tu cuerpo sin que notes
que te quiero hacer caricias.

¡Qué deseo de que no me sueltes,
qué ganas férreas de abrazarte!
El canto dulce que nos envuelve
de Morfeo me distrae.

Ya tu mano que se cierne
contra mi mejilla desvelada,
y mis ojos que no te sueltan
porque me derritís el alma.

Las hijas de Eva

Dicen que soy la carne de la carne
un cacho de costilla hurtado,
la compañera del hijo del padre,
la serpiente que a la raza ha condenado.

Dicen que a la mancha yo la hice,
que la felicidad eterna yo les he quitado,
que el dolor de la vida me merezco
y el sometimiento atroz de un esclavo.

Ellos dicen que mis carnes son pecado,
que mi cuerpo a Dios ofende, desvelado,
que mi esencia de fémina lunática
de tan real deja al hombre avergonzado.

Ellos taparon de mi desierto las dunas,
la cabeza a fuerzas me agacharon,
la garganta a sangre fría me cortaron
y mis manos al quehacer han subyugado.

Yo no soy de mí, no me pertenezco,
mi padre me decía su tesoro más preciado,
una posesión soy, como un objeto,
que para un trueque provechoso han reservado.

Y en la historia de los tiempos ignorante
sin estudios racionales me han dejado,
todo para hacer más sencillo el controlarme
cual muñequita del hogar y del bordado.

«Niña, así no te sientes si eres bien educada»,
«Niña, esos juegos son solo para hombres»,
«Niña, la mujer para el parto fue creada»,
«Niña, tú ve a la cocina y mejor no digas nada».

El espíritu de mujer que ha atravesado la historia
nos hermana aunque seamos distintas,
nos hace una para borrar la injusticia,
nos abraza en este cielo de amatista.

Es este el grito de la lucha que me consume:
el deseo de ser por fin libre y cortar las cadenas,
ser mujer no es un castigo ni una pena,
ser mujer es un designio de grandeza.

Fortaleza

A mis pies la tierra árida
me da el beso maternal del polvo.
Yo no elegí nacer en este valle;
no elegí ser hija de este suelo,
no escogí llevar esta lengua
enquistada en los dedos.

Pero elegí ser tierra;
elegí ser vientre fecundo
para otros seres de barro rojo,
elegí ser polvareda que los unja
de tradiciones antiguas
olvidadas en la vergüenza.

Yo soy la voz del viento
que susurra entre los algarrobos,
que late viva en las montañas
para quitar el hambre del alma.

También soy el agua del río,
en un cauce armonioso y eterno,
que recoge las penas amargas
de los hijos del barro.

Y soy el fuego;
la ardiente llama que ilumina
la oscuridad de la ignorancia,
la oscuridad de la vergüenza
y del olvido mezquino.

Soy tu madre y tu hermana,
de mi ser naciste desnudo
y a mí en los huesos volverás.

Polvo serás como polvo antes fuiste,
te unirás a mí, que soy polvo,
y de nosotros la vida una vez más
surgirá morena y aborigen,
renegando tristeza en la vidala
que canta su nombre: Catamarca.

Poema irresoluto

A veces el sol brilla en lo más alto
y la brisa del día es una caricia cálida;
¿pero qué soy yo mientras tanto?
¿Qué más que una máscara gastada?

A veces el cuerpo se siente diferente
y ya no es una parte de mi todo,
sino un envase de pasiones y miedos,
un contenedor que apenas si contiene.

A veces el mundo es como una perla
bella en cada ínfimo destello,
pero ante mis ojos solo hay tinieblas
y no tengo luz para disiparlas.

A veces tampoco quiero.

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He andado muchos caminos - Antonio Machado

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ vs ANTONIO MACHADO [Mi poema]
Juan Felipe Toruño [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

De Antonio a Juan Ramón

Ayer te vi, vistiendo otro ropaje,
cambiando de chaqueta por lo visto,
mas pude confundirte en el paisaje,
quizás mejor, quisieras darte el pisto.

Después me hizo un amigo un lado aparte
diciendo te has echado ya otra novia,
yo sé que no es muy fácil aguantarte,
mas dicen tiene el nombre de Zenobia.

Pensar prefiero es otra de tus bromas,
si no es así, con pan tú te lo comas.

De Juan Ramón a Antonio

No esperes que me vaya a quedar quieto
traición tal no se hace al que es tu amigo,
yo en tu vida afectiva no me meto,
sabes bien siempre noble fui contigo.

Entiendo que me envidies por Platero
mas yo para curarme el deshonor
lo debo denunciar, seré sincero,
la herida tú has curado con Leonor.

No sé si tu conciencia te carcome
ya sabes quien se pica es que ajos come.
©donaciano bueno

#Tanto monta, monta tanto...? Share on X

Un juego en clave de humor, tomando como excusa a sus respectivas mujeres,  en torno a la preferencia que ejercen sobre él ambos poetas.

MI POETA SUGERIDO:  Juan Felipe Toruño

SAN SALVADOR

CORONADA de cerros San Salvador parece
la encantada princesa, niña de Cuscatlán.
Efervescente urbe que ruidosa se mece
al halago de un lago, o al furor de un volcán.

Cosmopolita y bella, al viajero le ofrece
la sombra de un reposo o el calor de un afán.
Es un vivo motivo que vibra y se estremece:
la rige el cataclismo, la alienta el huracán.

Bajo de un claro cielo tibiamente palpita,
cual si fuera un enorme corazón que se agita,
sangrando savias que urden un rumor imperial.

Y en las noches desiertas, en esa subconsciente
vida de la ciudad, sonambúlicamente,
recorre sus antiguos dominios Atlacalt.

EGO

Yo canto como canta primavera en la flor:
rumores de montañas, caricias en los nidos
susurros de auras dulces en los bosques dormidos
y por toda fortuna el cielo y el amor.

Con vivos resplandores de incógnito arrebol
mis ensueños se enredan en madejas de lumbre….
¡Yo soy como los árboles que se sueñan en la cumbre,
que por estar más solos más cerca están del sol!

Voluntad es mi insignia. En mi ruda jornada,
con la fe por escudo, la lira por espada,
sin cansarme camino de la verdad en pos

Impulsivo optimista en el Combate. Fuerte.
Sobre el lomo del siglo me encontrará la muerte
cabalgando en los predios donde transita Dios.

SAN SALVADOR

CORONADA de cerros San Salvador parece
la encantada princesa, niña de Cuscatlán.
Efervescente urbe que ruidosa se mece
al halago de un lago, o al furor de un volcán.

Cosmopolita y bella, al viajero le ofrece
la sombra de un reposo o el calor de un afán.
Es un vivo motivo que vibra y se estremece:
la rige el cataclismo, la alienta el huracán.

Bajo de un claro cielo tibiamente palpita,
cual si fuera un enorme corazón que se agita,
sangrando savias que urden un rumor imperial.

Y en las noches desiertas, en esa subconsciente
vida de la ciudad, sonambúlicamente,
recorre sus antiguos dominios Atlacalt.

TENTATIVA DE UNA NUEVA POESÍA

(Compréndaseme bien, que se me entienda claro:

Estamos clausurando la
poesía barata, el verso de sillón y cabecera, el pálido poema de las niñas enfermas.

El libro de los viajes aburridos.
El consultor inútil de los tontos que impresiona a las tontas.
Estamos inaugurando una poesía nueva, prohibida de antemano para
el oído fino,

de escándalo, y abierta para el vocablo adrede
desnudo y abrazante.

Estamos en la física nuclear de los poemas, ozono la palabra que destruya a la «araña» que circunda a la mosca.
Estamos contra el ángel
por el hombre en la tierra. Estamos contra el cielo para instaurar la
piedra,
[estamos

contra el ídolo, para explorar el bosque del génesis pagano.
Poesía vigilante de los ojos despiertos, de los puños cerrados y

dientes punteagudos.
Estamos con el hombre cotidiano, en la calle, en el bar, en la plaza. Oliendo a cloroformo y a presencia de muerte. Con el sexo violado de
la niña vendida.

Con la huelga del hombre que se niega a comer,
hasta que un culatazo

le penetra el bocado y le salvan la vida.

Estamos con el noble mantenedor de calles, sentimos en sus manos la mordida del frío, la arenilla en la escoba, la humedad por los huesos, la fiebre en la pupila y el escorbuto amargo.
Estamos con la espalda desnuda en el arado, sembrando junto al
grano

una ilusión futura, una verdad que viene la noche galopando,
Caballero Del Alba.

Sentimos en sus manos la maternal caricia cuando toca la tierra, somos por sus manos gemelos en angustia, siameses en la ira. Estamos con mi hermano

que duerme en las baldosas

al pie de la República.

Con aquél que perdiera trabajando una pierna, y con cincuenta pesos
judíos

[le pagaron.

Y alguien vendrá a decirme que estoy equivocado!

Nosotros repudiamos prácticamente todo que nos venda o engañe…

Compréndaseme bien, que se me entienda claro: Estamos contra el hombre «Coyote» en almacenes ladrones de trabajo. Contra el obrero mismo que explota a sus hermanos. Contra aquellos que gastan jugoso Presupuesto con fin decorativo.

Estamos contra toda libertad de gotero, obediente a la mano del cirujano

en turno.

Estamos contra muchos por la salud de todos!…

II
Los poetas bajaron de las nubes.

Caminan por la calle como todos los hombres, hablan con ellos en su misma lengua

y construyen con ellos una patria. Son perseguidos por la policía.

Y no les dan trabajo porque cantan a tórax descubierto.

Los poetas bajaron a la tierra, vistieron el traje campesino,

labraron la tierra para otros, vendieron su salud a precios bajos…

Los que no se murieron se casaron; y sus hijos se hicieron

soldados, policías,

y olvidaron su origen o callaron.

Aceptemos que no tengan amigos por el hilo del traje que cubre su

derrota.

Aceptemos que vayan por la calle disparando saludos, recogiendo sonrisas

y monedas, para aliviar su angustia.

Aceptemos, que todos debemos evitar como humanos

la destrucción del sexo, la violación del ano. Aceptemos que vivimos con la muerte en el ojo, abierto noche y día para caer de frente. Aceptémoslo todo; pero nunca aceptemos ser crueles,

apologistas

de beneméritos de plumafuente y caudillos de cartón.

Los poetas se revelaron como hombres. Caminaron por calles y suburbios.

Murieron por su amor en Alicante.

Fueron asesinados en Granada.

Los poetas no se sientan en sillas académicas, se sientan en los parques, conversan con el pueblo, conversan con el mar. Ellos mismos son ola, ellos mismos se rompen en átomos de espuma con la roca, contra la piedra ciega que pretende ignorar la rebelión del agua, el golpe de la ola, la victoria del mar. Un día la poesía fue el plumaje melodioso de cisne, el cuello fue su símbolo donde ondulaba el verso. Materia noble entonces para eludir la vida, para eludir lo sucio y caótico del clima. Luego vino un ambiente

refugiado en lo abstracto

vendiendo su silencio.

Poesía fabricada de acuerdo con el prójimo que la compra y la paga. Y para ser sincero: Ahí están mis poemas con muleta y con gafas, media docena buenos, treinta docenas malos. Hay que decir las cosas con un acento claro:

Hoy detesto mis versos! Aceptemos que fueron malos versos. Aceptemos que los que ahora escribo sean peores. Que toda mi poesía es un desastre, pero canto en mi centro orbital. Girando hacia los hombres que sufren su silencio. Soy el espejo de mi tiempo!

Un hijo, que no tengo, preguntará mañana: ¿Y todo sucedió en el Siglo xx?
En La pájara pinta, Año II, diciembre de 1967, núm. 24, p. 8.

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A Juan Ramón Jiménez de Antonio Machado

Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un oculto ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
«El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera...»
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.

A Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez

¡Amistad verdadera, claro espejo
en donde la ilusión se mira !
...Parecen nubes
más bellas, más tranquilas.
Siento esta tarde, Antonio,
tu corazón entre la brisa.

La tarde huele a gloria.
Apolo inflama fraternales liras,
en un ocaso musical de oro,
como de mariposas encendidas ;
liras plenas y puras,
de cuerdas de ascuas líquidas,
que guirnaldas de rosas inmortales
decorarán, un día.

Antonio, ¿Sientes esta tarde ardiente,
mi corazón entre la brisa ?

LA VIDA A GUASA [Mi poema]
Orietta Lozano [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

Un ser que andaba descalzo
un día a dios se encontró
¿quién eres, le preguntó,
que a conocerte no alcanzo?

Y él le respondió, si quieres
saber más cosas de mí
tendrás que subir allí
donde guardo mis dossieres.

Mas saber, tú has de saber
que soy un ser infinito
y un cerebro tan chiquito
nunca me ha de conocer.

Es mejor puedas creer,
que eso a ti más te conviene,
no permitas que él se aliene
y en su lucha perecer.

Y si no, deja en la duda,
dalo por amortizado,
nadie nunca lo ha logrado
y yo no saldré en tu ayuda.

Por si las moscas intenta
ser contigo consecuente,
Y al fin del tiempo presente
verás que te trae a cuenta.

Haz mejor tabula rasa,
que a mi descubrir no intentes
no creas a los videntes,
tómate la vida a guasa.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Orietta Lozano

A este triste animal que me soporta…

A este triste animal que me soporta
le duele el vuelo de mi espíritu,
la sagacidad de mi garganta
que huye de la soga,
la escueta salud de mis microbios,
el juego lúgubre de mi carne.
La recolecta está hecha,
la oreja de Van Gogh, para un poema
de agua y de dolor,
un rayo de sol para mi ombligo.
Todos me dieron la palabra
plena de sutiles formas,
todos me dieron el ayuno pleno de sus bocas,
ahora, mis brazos fatigados
recogen las flores funerarias
esparcidas en mi alcoba.

Amo en ti lo que en otros…

Amo en ti lo que en otros
hubiera despreciado:
tus pasos algo tardos,
tus pies casi pesados;
tu cabeza inclinada hacia la frente;
tu madurez,
y tu cansancio.
Amo el gesto de tus labios,
tus sonrisas,
trago a trago.
Tu traje también lo amo:
es tu presencia;
sus arrugas son la marca
de tus luchas.
Tus zapatos son un signo de mi espera,
cuando van tristemente hacia tus calles.
¿Por qué tienes
las manos desatadas?
¿Quieres llevar la frente levantada
y estar firme,
y regresar a tu voz
hoy, y mañana,
con la misma palabra
decantada?
Te hallarías
inundado de fango,
enturbiadas tus manos,
y los hombros
agobiados de pronto por un peso
acerbo
tan intenso
que te arrastraría encadenado hacia los años
venideros.
Un sabor cáustico de acíbar
purifica mis labios.
Tengo envenenada la garganta.
Gritaría con rabia,
tumbaría mis puertas, mis techos, mis aldabas,
destruiría sin conciencia mi casa y tu casa,
para romper las ataduras
de tu alianza.
Pero sería la derrota de lo que vale adentro,
y estarías
empequeñecido por ti frente a tus ojos,
débil para la lucha de los odios
no tan grande, no tan fiero, no tan alto,
cuando tu cruz se levante
sobre el altar de tus años.

Ascendiendo hacia el olvido

Redimí mi carne, la inmolé en el sagrado
bebedizo de la poesía
y me lavé en sus aguas de yerbas perfumadas.
Me liberté en el mítico olor del lenguaje
que me poseyó en los sueños.
Todo será conmigo en la hora inviolable,
todo se irá conmigo, el polvo de la luna,
tus uñas desgarrando mi fastidio,
el olor inviolable del deseo.
Los perros hambrientos del lenguaje
han dejado su presa abandonada en el silencio.
-Me duele el lenguaje que agoniza tercamente
entre mis carnes-
Olvídame
con tu recuerdo me desciendes,
me detienes.
-Lo perdido nunca más será hallado-
Déjame en la edad del olvido.
Un día me uní a esta violenta caravana
y la destrocé como a una jaula de gorilas,
destrocé la nave en que se detuvo el desespero,
la incineré como carne sagrada y su polvo
me dio la dimensión del tiempo y de la muerte.
Déjame en la edad de la nada.
Déjame ascender hacia el olvido.

Danza

Qué voz hace crujir el vestido de seda
de esta noche y entreabrir los muslos tiernamente
y desnudar su espalda de mujer?
Parece ser el canto ebrio de bacantes
o el susurro lejano de una viuda
o la lluvia entrecortada de una novia.
¿Qué voz extraña hace que el perro se levante y dance,
y la luna galope en el lomo de un caballo,
y el lago abra su ojo cristalino más que nunca?
¡Levántate, amor! La noche espera ser ungida
de vinos y perfumes,
sacrificada como una diosa frágil
entre los brazos de la tierra.

Despojada

Dónde despertar, en qué momento,
lo inmediato duele, quema,
explota bruscamente entre mis cejas.
La búsqueda se ha perdido,
el tiempo cayó goteando por tus ojos
todo crimen quedó estático en mis sienes,
yo me hundo en cada flor como la abeja
y ningún fruto se perfila.
Me he despojado de todo encuentro,
sobre mi hombro se posa el pájaro del silencio
y a veces, sólo a veces, la carcajada del delirio,
viene a perforar los huesos a mi hastío.

Día

El sol se enreda en mis pestañas,
y tú asistes al rito cotidiano del agua y del espejo,
henchido, vaporoso, con tu rostro esculpido de sueño
y de deseo,
como si fueras a un congreso de dioses azulados,
o al territorio de esperma del poeta.
El día danza complaciente y tu garganta sin sonido
como un espejo mágico, brindando el sí desnudo a mí
pregunta.
Tú buscas incansable el color de mi tristeza,
el agua matutina entre mis dedos,
el control de la luz sobre mi cuerpo,
las horas que se yerguen como caballos musicales.
Yo palpo mi deseo tirada como una fruta seca
y me interno entre los fragmentos que va
dejando el día.
La ruta de cigarras fluye circundada de atardecidos cantos.

Esta noche

Como duelen los vientos esta noche
cuando lejos los tambores de la guerra
se acarician tristemente y pedazos de cielo
se desprenden podridos, fatigados.
Esta noche en la habitación con aroma de durazno
los amantes susurran como soldados heridos
y recuerdan su primer beso como una suave bala.
En los vejados divanes, los abuelos de risa lánguida
sólo esperan la fría caricia de la muerte
y se entretienen, tejiendo, sus horas de recuerdos.
La noche avanza como un gran dios que hechiza en el
miedo
más allá de los bosques y las sombrías trampas,
más allá del salvaje amor de la hembra humillada.
En esta noche de mirada de lobo
cómo duele el silencio que reposa como muchacha febril
detrás de los cristales de las casas.

Estallido

El poema estaba por salir
pero las rejas milimétricas, las rejas metafísicas
las nerviosas rejas
lo sostenían en el lado horizontal de la memoria .
… El estallido se produce,
la línea horizontal deviene multitud de líneas
y el poema baja hasta la más tranquila hoja.

Intimidad

La noche vuelve secreta
a tantear mi cuerpo,
me penetra lenta y suave
me abro
como una flor nocturna.

La amante

Soy la amante
que estrenas,
la nueva, la eterna,
la de muslos trigueños,
columnas seguras
que se abren perfectamente
para dar paso
a tu mar ancho y espeso.
Soy la de paralelas montañas,
erectas, duras,
por donde han caminado
pájaros heridos de amor.

Soy la amante nocturna,
la de noctámbulos besos,
( mis ojos, túneles profundos
donde se pierde la soledad).

Soy la de siempre, la eterna,
la que te arranca el hastío
de cada costado,
la que se tiende plácidamente,
la que se para,
la que te sorprende,
la que se quita las vestiduras
y se lava en tu río claro.
Soy la que te crucifica
con mis ojos, con mi lengua,
la que se pierde
en tu mirada lela,
la que infatigable
recorre tu cuerpo,
la que vibra con devoción
en tu silencioso mundo.
Soy ella, la eterna,
la antigua, la nueva,
la de siempre
la que se cierra
la que se abre
la de ambivalentes tardes.
Soy la que renace,
la que se abre
la que se cierra.

Ojos habitados

Ven, ciérrame los ojos con un beso
para que no pueda ver mi cielo,
y de nuevo
ábreme los ojos con un beso
para que así no pueda verlo entre mi sueño.
Oblígame al secreto
para que nada diga de los besos,
y pídeme que cante
para que pueda hablarte.
Eres el que puso en mis labios
la voz, desde hace mucho tiempo,
y has habitado
mis manos
desde que mi sangre sólo estaba creciendo.
Ibas a preguntarme
por mi cadena insomne,
y era mayor el hambre de mi acecho
y la estructura de mis huesos
estaba decayendo.
Ven, ciérrame los ojos
para que pueda descansar mi ruego.

Palabras

Fui lenta, vaporosa,
alegre espectadora
de un noctámbulo teatro
a mirar risueñamente
a la cantante calva
cuyos cabellos había dejado
suspendidos
en la intimidad del tiempo.

Palabras lejanas

A Alejandro Pluma

Soy la antigua amiga de la correspondencia lejana
de cartas delirantes enredadas en los sueños.
Apenas te acordarás de las secretas frases
entre sedas vaporosas que vestía la curva de mi vientre.
y hoy cuando el sol ha bajado hasta los árboles
y los pájaros circundan la autopista
te imagino tan duro y tan flexible
entre los fragmentos dejados por mis dedos.
Yo, la que te enviaba las estrellas entrega inmediata
y con fugitivo aire de poeta
merodeaba el correo y al librero de cabellos blancos.
Yo, a quien después de tanto conoces poco,
he dejado mi vocación de errante,
mis secretas corrientes de aire
por donde escapaba mi soledad.
Te conozco allí donde pareces más lejano
en la transparencia de tu sonido.
Pobre poeta malhumorado de largas barbas,
¿vendrán tus palabras a dispersar mi angustia?
Yo, la que intentaba en tediosas noches
dejar mi rostro en fugaces cuerpos
para quedarme sola con el agua y los espejos,
me miro ahora en la palabra de tu carta más amada,
y esta vez no habrá intentos de suicidios
a cambio de tu fruta indescifrable.
Sólo destellos de silencio.

Pensamiento II

A Alejandra Pizarnik

Vengo del silencio,
mis ojos se secaron como el agua de hace siglos.
Me lancé al vértigo de lo extraño y accesible
al final fantástico, al comienzo.
Senté a la muerte en mi silla paralela,
nos miramos y supimos que estábamos perdidas
supimos de la cita misteriosa,
todo lugar era el exacto, cualquier hora la precisa.
Los hombres la miraban como una doncella condenada,
la contemplaban indecisos, la injuriaban,
y ella la de tantas muertes, se protegía el rostro
con mis manos.
Ella siempre supo de mi sueño,
que la buscaba a lo largo de un pasillo,
en lo oscuro de una cueva,
en la geometría de las casas;
y con el miedo de una niña pálida
que acude a su primera cita, a su primera muerte
se aposentó en mi regazo suavemente
buscando para su juego el final fantástico,
el comienzo.

Pensamiento oculto

Por qué no vienes hacia mí
y posas tu palabra en mi desnuda carne
y renuevas mi sangre y la calientas.
Juguemos con la lunática noche
a dibujar mi voz en tu boca
a danzar con música de agua.
… Me crispa este sutil secreto
mientras amablemente hablamos
de las mil noches y una noche.

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Antonio Machado

Profesión de fe 

Dios no es el mar, está en el mar; riela
como luna en el agua, o aparece
como una blanca vela;
en el mar se despierta o se adormece.
Creó la mar, y nace
de la mar cual la nube y la tormenta;
es el Criador y la criatura lo hace;
su aliento es alma, y por el alma alienta.
Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste
y para darte el alma que me diste
en mí te he de crear. Que el puro río
de caridad, que fluye eternamente,
fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío,
de una fe sin amor la turbia fuente!

LA VIDA BIEN MERECE LA PENA [Mi poema]
Vicente Gallego [Poeta sugerido]

MI POEMA... de medio pelo

 

(Al doctor Ignacio Ramirez)

Amigo mío, Ignacio, en esta vida,
hay cosas que merecen bien la pena,
los goces de esas noches de verbena,
los roces de esa mano que, atrevida,
quisiera navegar surcando el Sena.

Ponerse a platicar sin aspavientos,
cada uno allí aportando sus razones
sabiendo repartir las bendiciones
entre esos, los que exponen argumentos
así puedan dañar tus convicciones.

¡Mas qué son nuestras viñas sin sarmientos,
los páramos de tierra sin rastrojos!
Del día en el que abrimos nuestros ojos
los párpados se tornan cenicientos
preñados de legañas y de abrojos.

Mejor que el diapasón lo marque el tiempo,
que el vaivén al azar nunca tropieza
¡qué importa si uno reza o si no reza!,
todos vamos andando a contratiempo
al ritmo que nos marca la torpeza.

Y aunque algunos opinen que es condena,
y no encuentren placer de haber vivido,
aquí dejo constancia, no coincido.
Prometo, para mí valió la pena
el hecho de hoy haberte conocido.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Vicente Gallego

Contemplándote arder

Así quisiera recordarte,
poderosa en tu entrega,
destilando tu miedo -uva negra y pisada
en la barrica añeja de la sabia lujuria-
para lograr tragarlo dulcemente
convertido en el vino que nos ofrece un dios.

Que tu placer solar
me proteja en la noche, que me recuerde siempre
esa imagen del mundo en que dos cuerpos jóvenes
han vencido a la sombra y se sienten brillar
en su luz invencible.

¿Y quién nos acompaña,
si el rodar del camino va rompiendo los ejes
de la frágil tartana del amor?
¿Y quién
nos acompaña,
a no ser la memoria, ese clavo en la herida,
esa sombra sin cuerpo?

Humo frío será la amada carne,
y quedará mi carne sin refugio,
acompañada sólo de la triste memoria,
esa sal en la llaga, esa llaga sin cura.

Y luego la memoria se deshará en el polvo.
A ese polvo sin madre
que el viento ha de barrer y que serán tus huesos,
yo quisiera salvarlo esta mañana.
A ese cuerpo que hoy,
al contemplarlo arder bajo mi llama hambrienta,
un segundo entreví
aventado en el soplo sin medida del tiempo,
yo quisiera salvarlo en la palabra,
para siempre feliz en su fuego de ahora.

Y he sentido un mareo de atropellados siglos,
de lunas y de soles sin nosotros.

Échale a él la culpa

A José María Álvarez y Carmen Marí

Hoy te has ido de fiesta con amigas,
y sin que tú lo sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una noche lejana tuvo el gesto
generoso y extraño de entregarme su amor.
Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo.
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.

Por huir de esa trampa me amenazo
con los nombres que cuadran al que cae en su vacío:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso…
Y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mi sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.

Ahora caigo en la cuenta de que dudas
como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un juego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.

Lo que quiero que sepas es que entiendo
mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
-ese tipo grotesco y marrullero-
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta.

Generación espontánea

Este día nublado invita al odio,
predispone a estar triste sin motivo,
a insistir por capricho en el dolor.
Y sin embargo el viento, y esta lluvia,
suenan hoy en mi alma de una forma
que a mí mismo me asombra, y hallo paz
en las cosas que ayer me perturbaban,
y hasta el negro del cielo me parece
un hermoso color.

Cuando no soportamos la tristeza,
a menudo nos salva una alegría
que nace de sí misma sin motivo,
y esa dicha es tan rara, y es tan pura,
como la flor que crece sobre el agua:
sin raíz ni cuidados que atenúen
nuestro limpio estupor.

La llamada de la selva

Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía
con el que yo he jugado algunas tardes.
Sin apretar los dientes me estiraba del brazo,
paseaba conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos inviernos.
En los días aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente empapada en su aliento doméstico.
Siempre fue la tristeza
un dócil animal de compañía,
que hace tiempo ha adoptado
esta fea costumbre de morder a su amo.

La pregunta

En la noche avanzada y repetida,
mientras vuelvo bebido y solitario
de la fiesta del mundo, con los ojos muy tristes
de belleza fugaz, me hago esa pregunta.
Y también en la noche afortunada,
cuando el azar dispone un cuerpo hermoso
para adornar mi vida, esa misma pregunta
me inquieta y me seduce como un viejo veneno.
Y a mitad de una farra, cuando el hombre
reflexiona un instante en los lavabos
de cualquier antro infame al que le obligan
los tributos nocturnos y unas piernas de diosa.
Pero también en casa, en las noches sin juerga,
en las noches que observo desde esta ventana,
compartiendo la sombra
con el cuerpo entrañable que acompaña mis días,
desde esta ventana, en este mismo cuarto
donde ahora estoy solo y me pregunto
durante cuánto tiempo cumpliré mi condena
de buscar en los cuerpos y en la noche
todo eso que sé
que no esconden la noche ni los cuerpos.

Maneras de escuchar un blues

A Eloy Sánchez Rosillo

Es hermosa esta noche de verano,
aunque no más hermosa
que cualquier otra noche de verano.
Es hermosa esta noche en que estoy solo,
y fumo, y he dejado
en penumbra la casa mientras suena
un dulce y triste blues,
un blues tan triste y dulce como otros.
Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,
se diría especial, y sin embargo
existe algo muy hondo en esas cosas
que parecen sencillas:
una extraña grandeza que no acaba
de ser exaltación, tragedia, paz,
pero que es todo eso, y es también
un sentir claramente
que para que esto ocurra ha sido necesario
apurar estos años, acumular recuerdos,
haber ganado
y haber perdido tantas cosas.
Para que este piano suene así,
para temblar así con esta música,
ha sido necesario
ir llenándola poco a poco
de belleza y de daño, ir llenándola
con nuestra propia vida, para que se parezca
a nuestra propia vida, y suene así:
tan insignificante
y tan grande, tan triste, tan hermosa.

Noviembre, 26

Que nuestras manos puedan
protegernos del sol,
que eclipsen su contorno totalmente,
no debiera ocultarnos el tamaño
de ese astro al que quiero llamar padre.
Bajo su luz desnuda
no precisan las cosas de adjetivos:
la mañana del mundo es cuanto tengo,
contra su cielo soy
un cuerpo frente al mar que ahora procura
disfrutar de su instante
en el hueco sin pausa de los siglos.

Austeridad y lujo de lo exacto.

Nuestras extrañas exigencias

Para que tú me ames, para que yo conserve
tu amor más alto y puro, sólo debo
-me dices-
cumplir una mandamiento:
no mentirte jamás, no mentirte siquiera
cuando más necesites que lo haga,
porque tú -me aseguras-
lograrás perdonar cualquier ofensa,
cualquier traición si la confieso.
Y así, con un engaño, mintiéndote y mintiéndome,
demandas mi franqueza más suicida.

Por tu parte,
para que yo te ame, para que tu conserves
mi amor más alto y puro,
sólo debes cumplir un mandamiento:
no dejar de mentirme, porque no lograría
amarte en tu verdad.
Lo que yo amo es tu forma de engañarme.
Por lo que a mí respecta, complaceré tu gusto:
te mentiré jurando que no miento,
y si logro tenerte para siempre engañada,
habrás de agradecerme un amor tan sincero
que no sienta el impulso de decir su verdad,
porque es la verdad la traición más cobarde
y nadie necesita su confidencia cruel
por más que la suplique.

Proyectos de futuro

Esta tarde soy rico porque tengo
todo un cielo de plata para mí,
soy el dueño también de esta emoción
que es nostalgia a la vez de los días pasados
y una dulce alegría por haberlos vivido.
Cuanto ya me dejó me pertenece
transformado en tristeza, y lo que al fin intuyo
que no habré de alcanzar se ha convertido
en un grato caudal de conformismo.
Mi patrimonio aumenta a cada instante
con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde,
y perder significa haber tenido.
Ya no tengo ambiciones, pero tengo
un proyecto ambicioso como nunca lo tuve:
aprender a vivir sin ambición,
en paz al fin conmigo y con el mundo.

Recado de escribir

Para Encarna Oliva

De qué forma explicarte que por ti
lo he hecho ya casi todo: renunciar a las otras,
renunciar a las noches en que ellas
en torno a mí giraban con la música
como giran las noches, como todo giraba
en aquel tiempo hermoso que juré
detener para siempre, como gira el deseo
al que he vuelto la espalda, como también a veces
la mirada se vuelve hacia esos días
que por ti he convertido en mi vieja leyenda.
De qué forma explicarte
que por ti me he desdicho: los amigos de entonces
se sonríen al verme, no me habla
mi soledad de siempre, ni siquiera el alcohol
me sienta como antes, y he perdido
mi destreza en el baile.
De qué modo explicarte, sin que lo entiendas mal,
que hasta mi juventud me va volviendo
la espalda, que por ti
lo he hecho ya casi todo, excepto aquello
que juzgabas tan fácil, que me pediste tanto
sin que nunca supiera atender tu ilusión:
el poema de amor que por fin te dedico
y que tal vez te oculten estos versos
sin halagos, sin rosas, estos versos
que no sabrán en nada parecerse
a los que tú soñaste. Un poema de amor
verdadero, sin trampas, sin palabras hermosas.

Credo

A Vicente Gallego Ibáñez

Tu divina bondad no prueba nada,
fraterno humano amor,
de lo que el hombre busca conocer para amarse:
no das ese consuelo y, sin embargo,
tu favor es el único refugio
donde hallamos clemencia verdadera.
No hablo sólo del beso
que en el sótano oscuro de la lujuria enciende
su fuego contra el frío,
digo cierto también y sobre todo
el brazo en que se apoya nuestro mal vencimiento
cuando el amor ingrato nos derriba.
De un amor necesario os hablo ahora
más noble que el amor,
del más logrado bien que heredó nuestra sangre.

No falte a nuestra cruz tu sincera piedad,
fraterno humano amor
que con tan firme pulso nos sostienes la vida.
Que si huérfana el alma de eternidad se muere,
nuestra madre la carne muera al menos llorada.
De «La plata de los días» 1996

Desvalido orgullo

Pues sabemos del viento,
la aristocracia somos, desvalida,
de lo que el viento lleva.

Somos sólo el cobijo transitorio
del arraigado sueño que en la pasión pervive,
y en la noble tarea de alimentar un sueño
nuestra vigilia apuesta su cumplimiento altiva.

Del desafío antiguo
la victoria se cobra, solamente,
donde lo sabe y canta nuestra fe:
en el nuevo vigor con que afrontamos
el renovado lance desigual.
Y en la noche invidente de los tiempos
que la conciencia alumbra, dolorosa,
nuestros ojos se abren a ese único día
que repite su aurora clausurada.

El destilado somos,
milenario,
de la sangre y del vino,
de una dura progenie esforzada y dichosa
por la que sabe, sorda, de su nombre la rosa.

El sueño verdadero

A César Simón, in memoriam

En el cenit del día
un derrumbe se escucha silencioso:
es el ínfimo estruendo
de la nube que quiebra su lograda figura
para ser de sí misma sólo un eco en lo alto.
Todo está en su solsticio,
en su plena apariencia mientras el sol lo abrasa.
Y a la herida del hombre su latido le presta
el frágil corazón de la que cree su hora
en la burla del tiempo.

Todo vive muriendo y, sin embargo,
qué arraigado saberse cierto y hondo
en la misma raíz del desarraigo,
qué morada a cubierto en la brusca intemperie,
qué verdad este sueño
cristalino de agosto.

Historia del amor

Un nítido recuerdo
del placer que hallé en ti suena sordo en la noche
como una campana.

Sola campana de mi noche sola,
dobla tú por el día
que de mi amor fue entero,
ahora que sólo soy de la irreal memoria
obligado inquilino.

Te dabas en la noche a la voraz y oscura
hambre mía de ti,
y era aquel apetito, no lo supe,
repugnancia de qué
repetido destino,
prevención inconsciente de esta hora.

En la más dura saña peleamos
de quien busca clavar sobre un cuerpo su cuerpo
por imprimir la sombra en otra vida
de lo que va perteneciendo al humo
porque fue de la llama.

Desatendemos hoy la llama juntos,
la que juntos prendimos,
la que nos dio calor, la que juramos juntos
conservar en su frágil crepitar melodioso.

De su música ardiente nos desvela en la noche
frío el eco dolido
de aquel sueño en su luto, de esta rota vigilia.

Un nítido recuerdo
del placer que hallé en ti
se dibuja en el aire contrariado
de mi vivo deseo
todavía.
Y al diablo me ofrezco por tu espalda desnuda.

¿Pero quién eras tú?
¿Y quién fue el que te amó?
¿Y por quiénes redobla, en la noche del otro,
esta sorda campana?

Oda

Tú eres canto de amor
bajo la piel traslúcida del día,
circulación del alma en las vistosas alas
de las formas terrestres,
destello que delata, jubiloso,
la condición solar de la materia.
Tú has sembrado en la noche
tu plateada flor iridiscente,
y es la muerte por ti una perla negra.

Tú eres alta embajada
del subterráneo fruto,
y está arriba tu sitio, en la fugaz
superficie lograda de las cosas:
brillo eterno del mundo,
rocío del mirar enamorado.

Venenos y remedios

Midiendo
con goteros
lo que aún me quedaba
de la sangre tenaz de la alegría,
se me pasó la noche.

Mientras la roja fiebre
trazaba su derrota
de pesados aceites y derivas,
yo me di a la congoja del que espera
ver su barco encallar.

Pasó la noche en pos de un rumbo oscuro,
y en la misma agonía,
en la intemperie alzada como un último techo,
fue buscándome el alba al fin la herida
para ofrecerme fiel su blanca venda
toda limpia de luz samaritana.
De «Santa deriva» 2002

Ahora

De dios es este instante,
y él lo ignora.

Es polvo del cristal de la alegría,
es la rosa que encaña
de la sangre en su entera majestad.

Bien se ve que sabéis de la honda llaga,
de este andar a derechas
sobre la brasa pura.

¿Morir?

Mira ahora estas manos,
mira en ellas el pan
de un tan loco querer,
de una harina tan limpia.

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Antonio Machado

A José María Palacio -

Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!…

¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?

Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas
entre las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?

Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.

Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,

¿tienen ya ruiseñores las riberas?

Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra…