A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
CADA PERSONA, UN MUNDO [Mi poema]
Amelia Denis de Icaza [Poeta sugerido]
MI POEMA... de medio pelo |
El mundo, dicen, ¡ay! se ha vuelto loco, El mundo se desliza a la deriva En tanto que otros, falsos agoreros, Que el mundo no está cuerdo es evidente |
MI POETA SUGERIDO: Amelia Denis de Icaza
Al Cerro Ancón
Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.
Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?
¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?
¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.
¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!
Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.
Tus pájaros me dieron sus canciones,
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.
Más tarde, con mi lira enlutecida,
en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.
¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!
Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.
Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.
Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo…
¡Ya no eres mío, idolatrado Ancón!
A la muerte de Victoriano Lorenzo
Atado! y ¿para qué? si es una víctima
que paso a paso a su calvario va
lo lleva hasta el banquillo la república
y con ella en el alma a morir va.
Atado! y ¿para qué? frente al suplicio
los soldados esperan la señal,
el plomo romperá su pecho heroico
que ostentaba lo enseña liberal.
Marcha a su lado el sacerdote trémulo
hablándole del cielo y de perdón
lleva un Cristo en las manos, y está pálido
murmurando en silencio una oración.
El sigue su camino siempre impávido
sin el hondo sufrir del criminal
libre nació bajo sus grandes árboles
y en ruda lucha defendió su ideal.
– – –
De hombres nacidos en las selvas vírgenes
en grupos de invencibles lo siguió
que allá en nuestras montañas, el indígena
puede morir pero rendirse no.
Se hizo su jefe el montañés intrépido,
el campo de batalla fue su altar
y el órgano divino, el ruido horrísono
del cañón enemigo al estallar.
Y ni el invierno con sus noches lúgubres
detuvo nunca su carrera audaz.
Como el león de los bosques en América
ni dio cuartel ni lo pidió jamás.
Soñó con la victoria, fue su ídolo
y en su mano nervuda se rompió
tras el ideal la noche con lo trágico
que el astro rey en el ocaso hundió…
Y después… Y en las sombras del crepúsculo
en un lago de sangre el corazón;
y el pueblo que se aleja del patíbulo
murmurando una horrible maldición.
Su centro era el peligro, nunca el pánico
hizo su corazón estremecer
se alumbraba con luces de relámpago
cuando iba el enemigo a sorprender.
Dejad que pasen
El poeta lucha, sin luchar, ¿qué haría?
sin lucha y resistencia, no hay victoria
ni el corazón de bardo sangraría
para teñir los lauros de su gloria.
Paso a la juventud, dejad que vuele
alzando alegre sus primeros trinos
si le quitáis las alas, cómo puede
sin esa fuerza abandonar el nido?
Dejadle sus ideales, sus ensueños
larga es la lucha, ruda la batalla
tiene la inspiración muchos bohemios
que serán las lumbreras de la mañana.
No olvidéis a Rubén el poeta niño
que al preludiar sus infantiles cantos
de zarzas le sembraron el camino
que atravesó con sus primeros pasos.
Dejad la juventud, sus gallas flores
necesitan la sabia de la planta,
no le quitéis sus bellas ilusiones
dejadla con su fe con su esperanza.
No lancéis vuestro dardo envenenado.
Sobre la juventud que ama y espera
dejad que goce en el festín humano
mientras la sombra de los años llega.
Yo me aparto dejándoles la senda
por saludarlos al pasar me inclino
y aquí en mi corazón tiene la ofrenda
de aliento, de entusiasmo y de cariño.
No penséis en la crítica del sabio
si hay luz y claridad en vuestra mente
yo también he tenido mi calvario
y el que puede luchar todo lo vence.
Heroica juventud, alzad la frente
el genio es luz, irradiación divina
el que lleve esta luz será el más fuerte
para luchar en la sangrienta lidia.
No abandonéis cobardes el palenque
la gloria ofrece al vencedor el premio
dichosos los que llevan en la frente
la corona simbólica del genio.
Patria
¡Oh Patria idolatrada!, mi pueblo generoso,
al fin ¡ay! te obligaron a levantar la frente
y en un supremo grito te alzaste valerosa,
llevando entre tus manos la enseña independientemente.
¡Oh Patria!, yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías.
¡Oh Virgen!, yo soñaba tu porvenir de gloria.
Mirándote tan bella, de orgullo sonreía,
hoy te hacen que aparezcas ingrata ante la historia,
a ti, tan noble víctima de oDiosa tiranía.
¿Qué has hecho?, no te culpo, los otros te arrojaron,
los otros que en tres años de lucha desgraciada
tu rico y albo manto con zaña destrozaron
cuando eras de Colombia la joya más preciada.
¿Qué has hecho de tu gloria?, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido
de mis doradas playas besadas por las olas.
Escucha, Ser Supremo, la súplica ferviente
que mi alma de rodillas eleva ante su altar:
conserva al pueblo ístmico su libertad naciente
sin que un extraño lábaro la llague a profanar
Dejad ¡Oh Ser Supremo! que el Istmo siempre viva
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza cual sombra fugitiva,
ni su soñada gloria como la flor de un día.
A Panamá
¿Hasta cuando mi patria idolatrada
por la discordia te veras manchada
llenándote tú misma de baldón,
de tus hijos la sangre derramando
por un poder efímero luchando?
dice: ¿acaso te falta corazón?
¿Te falta inteligencia? no, mentira
que en tu alma brilla la celeste pira
que da a sus escogidos el señor
¿hasta cuando tu zaña que intimida,
hasta cuando esa lucha fratricida
que conduce a la ruina y al dolor?
¿Por qué no ves el desaliento impreso
en la faz bendecida del progreso
que tus luchas condenan a morir?
Levanta ya tu noble altiva frente,
pedazo de la América valiente
prepara tu granDioso porvenir.
Levanta ya tu noble, blanca enseña
y a la esperanza que tranquila sueña
despiértela tu alegre sonreír,
patria de grandes hombres, patria mía
luzca ya de la unión el claro día
manda tus puertas al progreso abrir.
Prepara tus laureles y tus flores
El canto de tus dulces trovadores
Para el que cumpla tu feliz misión,
Para el que logre levantar el vuelo
y remontar tus alas hasta el cielo
y allá batir altivo tu pendón.
Álzate Panamá, mira tu suelo,
mira tus campos que bendice el cielo
y tus montañas que tu adorno son;
une tus hijos con el eterno lazo
en un estrecho, fraternal abrazo,
sea tu divisa, libertad y unión.
Olvida el triste lóbrego pasado
y mira el presente desolado,
lucha y espera el porvenir con fé;
a las armas del ocio cabizbajo
sustituyan tus hijos el trabajo,
no más oculta tu riqueza esté.
¿Por qué vivir en inacción Dios mío
mirando en el hogar silencio y frío
cuando el oro se encuentra por doquier?
surcar la tierra con segura mano
he aquí el enigma, el misterioso arcano
que afianza de los pueblos el poder.
Luzca por fin el venturoso día;
que el labrador radiante de alegría
regrese a las delicias del hogar,
encontrando su alegre compañera
que a su consorte satisfecha espera
que llegue del trabajo a descansar.
Que leyendo el pedazo de una historia
que de niño ha ilustrado su memoria
encuentre el artesano su placer,
y al descansar de su fatiga, vea
que el trabajo se hermana con la idea
y hace del hombre venturoso ser.
Entonces de placer estremecida
¡mi patria floreciente y escogida!
yo escucharé los ecos de tu voz:
no más luchas ni lágrimas de duelo,
echa al pasado, del olvido un velo
que tus esfuerzos los secunda Dios.
MI POETA INVITADO: Antonio Ríos
OROGRAFÍAS
A Javier Gilabert,
generosa la sombra de su árbol.
La belleza
es
la imposibilidad de lo imposible,
me dices
y en tu mano anidan, ligeros,
varios pétalos de jazmín
blancos
como lágrimas de nieve fresca
que aproximas, sin mácula, a mi rostro.
Inhala su aroma fractal,
que repose su sexo invisible en tus labios.
Desnúdate,
me dices
y sé que un poema no es
sino la pira funeraria del lenguaje,
exequias,
la orilla última a la que acuden
—oh, solemnes cetáceos—
a desangrarse y morir
de tanta vida las palabras.
Y ahora, tú, que conoces
de las galaxias su anhelo,
su luz irreversible,
dejaré que me devores,
dejaré que me conviertas
en tu más fiel espejismo,
me dices
y, en silencio,
las montañas
se han comenzado a mover.
I'VE SEEN THE FUTURE, BROTHER: IT IS MURDER.
Mientras buscas aparcamiento piensas
cuándo fue la última vez que viste la nieve,
que tocaste el blancor de ese agua cristalizada.
En la radio del vehículo un señor especula
con la posibilidad, cada vez más violenta,
de que un tsunami sin precedentes anegue
las costas occidentales andaluzas;
no le prestas atención
-como a todo lo que supones ajeno, lejano-
pero en su tono de voz pausado y subterráneo
parecieras oír al mismísimo Leonard Cohen.
Y sonríes
y comienzas a tararear The Future y es entonces,
después de varias decenas de vueltas a la manzana,
cuando adviertes que no tienes coche,
siquiera sabes conducir.
Vivir
es inventar finales
alternativos
a la muerte.
A TU (MI) VENTURA
Ya solo me interesa tu sonrisa,
su esbelta precisión, su curvatura.
No invoco más edén que la mesura
que enjoya de tus labios la cornisa.
Tu dicha me alimenta. La precisa
luciérnaga en tu rostro, la blancura
que robas a los astros. Mi armadura:
tu huella virginal —oreo, brisa—.
Permíteme extirpar cada rugido,
el vértigo abisal de cada pena
que brote, como lava, en tu latido.
Permíteme ser pecio de tu arena,
que muera por vivir en ti embebido.
¡Oh, mares! ¡Oh, naufragios! Luna llena.
Ediciones Vitruvio