A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
POR UN DESLIZ [Mi poema]
Eduardo Mosches [Poeta sugerido]
MI POEMA... de medio pelo |
Nació donde joder era pecado, Nació por un desliz de un ser ignoto Sospechan si es que fuera aquel cliente Lo cierto es que la suma de factores Y él que #culpa tenía para pagar los platos rotos? Share on X |
MI POETA SUGERIDO: Eduardo Mosches
LA BORRACHERA DEL CONEJO
para Eduardo Milán
Sobre el techo negro del cielo
cuelga una luna circular con sonrisa de complicidad
ilumina murallas de piedra corroída
hemos dado varias vueltas a su alrededor como gato en celo
algo ha cambiado
ha crecido poca hierba entre las rendijas
Un poco más abajo algunos humanos siguen
en su rara tarea de destrozar cuerpos
por esa cosa tan absurda
como la propiedad sobre la tierra
giran las ruedas del planeta
la bola amarillenta continúa cargando su conejo
borracho por el sol casi inmóvil
al ritmo lento de mi respiración
acaban su tarea parte cíe mis células
siguen creciendo las uñas
prosigo enamorado
Los candados cierran las puertas
detrás de las imágenes saltan los ojos
un espejo cae desde su refugio
buscar mi mejor perfil
me lleva a mirar de frente.
Los tiempos mezquinos ( fragmento)
V
Los olivos murmuran
sobre las zanjas que fueron casas
o en los trozos de loza
que alguna vez
cobijaron redondos
panes árabes
que sonreían blanco
a los dientes.
Un trago lento y leve
de agua fresca
lavado el paladar
de ese café pastoso
un corto ademán
de entretejerse dedos
en el mismo momento
en que la explosión
hacía hondo
el instante del silencio.
Las bocas de todos los asesinados
fragmentan
a la historia
en un gemido largo.
LAS PALABRAS
V
Me han defraudado mis hermanos.
Lo mismo un torrente
como el lecho de torrentes
pasan turbios
sobre ellos se disuelve la nieve
pero en tiempo de estiaje
evaporan
en cuanto hace calor
se extinguen en su lecho.
Brotan toda clase de seres
mudan los vientos
y las nubes
señales
para un pueblo que medita.
Dejando atrás
La ciudad se cubre los ojos
respira agitada entre el temor y la angustia.
Las nubes se llenan de pájaros oscuros
revolotean sobre los cadáveres que van a existir.
La letanía de los mensajes penetra por las uñas,
se deslizan a través de las venas,
surcan el cuerpo afiebrando al miedo.
Huir de los otros cuerpos,
no acariciarse,
los ojos esquivos,
mirar ese otro cuerpo los otros cuerpos,
las manos y sus pies
con las nauseas del posible sufrimiento.
Las lajas de los cementerios
cubren con pesadez
el espíritu de los vecinos.
Las bocas respiran a través del tejido
no hablar no comer no besarse.
Los caballos atraviesan el horizonte a trote cansino,
pisan pesadamente en las osamentas de los deseos,
el cerrojo de las prohibiciones abre su boca ávida,
hundir los dientes revolotean los vampiros
las alas se llenan de tabúes,
mientras las sotanas marchan y marchan
al sonido de los tambores del pasado.
La ciudad y su gente se revuelve
arrullada por las hojas de los árboles afiebrados,
una nube abre su ojo y la lluvia humedece
los hombros las cabelleras los huesos los tejidos,
todo flota sobre ese río de las nubes.
El sol entibia los cuerpos,
el mío y el de ella
y jugamos al no me importa
mientras las pieles se sonríen,
se rebelan pintando nuevas pecas gozosas,
componen la música de los susurros y quejidos
dejan atrás las letanías de las prohibiciones.
Memoria y ausencia
A mi madre
Un resplandor.
El impacto tenue
desaparece la sonrisa
los recuerdos se enredan
nebulosa
que aplasta asfixia.
La tibieza de la piel de sus manos
se transforma en el instante
de su muerte
en la imagen que no será posible asir.
Sólo queda el silencio de ella.
Sin voz ni cuerpo
Sólo la memoria de su persona.
Un ser convertido en palabra.
Anochece.
Unas tablas rusticas
mal unidas por las sombras
forman ese ataúd
donde tu cuerpo posiblemente
reposaba.
No llegué a ver tu cara
ni el color de tus ojos.
El secreto de la muerte
quedó intacto.
La fosa rodeada
de tierra arcillosa
color madera rojoscura
abierta a la espera
descendió el cajón
con sus tablas humildes.
Deposité tierra
cerrando a los ojos
el cajón y tu cuerpo.
Tu sonrisa ha quedado
en mi sonrisa.
El túmulo
fue marcado
por cuatro trozos de madera
dispuestos en cada extremo
del rectángulo.
Geometría de la ausencia.
MI POETA INVITADO: Amalia Mercedes Abaria
Aeropuerto
Tantos ausentes, caminantes ciegos hacia
un túnel de sombras, sin testigos
ni pájaros, ni árboles.
Sólo caminantes detrás de la muralla invisible
de la soledad de un náufrago perdido.
Veo el flujo gris, el aliento
de un hombre solo con su pensamiento
en el inmenso mar de una constelación
detenida hacia la espera.
Veo hombres silenciosos
un espejo cubriendo un desamparo
lento y seco del atardecer.
Y no hay huella ni marca
sólo un negro tapiz en los escaparates
en los hormigueros hambrientos
que sangran de día y de noche.
Y aquí no hay nadie, nadie
como una isla quieta, un vacío suspendido
en una caja de vidrio
a punto de estallar.
Insomnio de un velero.
planicie muda.
Páramo.
Necesidad del silencio
La mansedumbre de ayer
mira en la intemperie
un espacio ajeno
que también fue mío
(y no te escucho).
No son susurros
ni restos de un orden humano
llegando o caminando
o dando voces,
no,
son agujas, hienas
chillidos girando sin paciencia
motores
despertando a mordeduras.
Las sirenas, ¿son aullidos,
penas?
Avanzan
con su cuchillo negro
y no hay sobrevivientes.
Como agujas, sí,
en esta atmósfera triste
de papel quemado
y estos ganchos,
estos ganchos
sobre la serenidad,
(y no te escucho).
Así fue temprano
en la mañana
y se aproximan ahora
nuevos arpones:
llegarán a tiempo
de cerrar todas las capas,
los oídos, las cerraduras
los niveles todos,
casi, de la serenidad.
(de Necesidad del silencio; Vinciguerra, Buenos Aires, 2018)