A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...

Aldo Parfeniuk

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BEBER SI, PERO A SER POSIBLE AGUA [Mi poema]
Aldo Parfeniuk [Poeta sugerido]

MI POEMA ...de medio pelo

La puerta estaba abierta esa mañana,
la puerta estaba abierta y tu quisiste
entrar en su lugar por la ventana.
Admite que anduviste de jarana
y estabas tan borracho que no viste.

Lo mismo que ocurrió la otra semana
que diste con tus huesos contra el suelo.
Ignoro si te sirve de consuelo
mentirte a ti sabiendo que malsana
bebiendo tanto así te toma el pelo.

La última fue el día de tu santo
dispuesto a celebrar con tus amigos,
que fuiste derrapando por los trigos,
por poco si te lleva al camposanto
allí donde las pasas se hacen de higos.

Admite pues tu amor a la botella
de todo punto es mala y desmedida,
la entrada no hallarás ni la salida
así que te parezca a ti que es bella
a veces puede ser tu despedida.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO: Aldo Parfeniuk

UN CIELO, UNAS MONTAÑAS

Donde había unas casas
Con cercos, y flores y humo en los techos,
Y un hilo de agua que entre altos álamos
Mojaba a pájaros y estrellas

Un hombre habla
Sitiado por sus grises edificios
A rostros que ya nadie ve en le aire

Su palabra escarba unos restos
De sombras en le tiempo.

Cuando esos días caminaron hacia la noche
(la oscuridad todo lo que quiere)
él andaba por aquí,
pero soñando.

Ya no hay imágenes que digan, a la luz,
esos tiempos. Entre voces y fuegos enterrados
la vida suena tan distante .

Soy ese que no es. Igual y extraño.
Uno como borrado de su aniversario
que llueve triste su alma
aromas y sucesos
como animales que no acaban de morirse.

Todo esto trae un viento que se ha puesto a soplar
Donde siento que mi barba y mi nombre
Son de un perdido pueblo.

Ese hombre -ahora, aquí –
De silencioso café y rodeado de turistas.

Ese animal solo y balando,
Perdido en el rebaño. Rumiando
Su sola verdad:
Un cielo, unas montañas.
Contra un montón de olvido.

EL RÍO QUE NO PASA

Lean conmigo este río; esta cosa arenosa.
Su memoria, en las huellas que vuelvo a calzarme.
Su barro tan justo y tan lejano

(partes vivas de la caña nos arqueábamos
en esas pescas en la oscuridad).

Y las veces que encarnábamos
con el corazón.

En medio de la noche
los fuegos en la playa
alumbran un tiempo quieto
echado
en un rincón del tiempo.

Éramos, entonces,
muchas historias volviendo
con el ir y venir de un oleaje de cielos
mordiendo pedazos de tierra
y escapándose.
Bajo la cerrazón de espesas humaredas
olorosas a sucedidos de antes,
a cosas idas.
a nombres y rostros del nunca más.

Recogíamos el infinito
línea a línea
hasta dejarlo tendido a nuestros pies.

Seguimos ahí,

junto al río de la pisoteada orilla,
donde unos hombres asan un pescado
bajo las mismas estrellas

olvidándose
en el río
que no pasa.

EL CIELO

Aquí se cae el cielo sobre su propio olvido.

Se ahoga en le oleaje de su sangre más alta
y triste y solitaria.

En lentos ademanes manotea su propio adiós,
desconsolado.
Se va. Y no quiere irse.

Uno lo tiene ahí; lo ve perderse
es esa mitología de ángeles rubicundos e impávidos
que escoltan la eternidad

Lo mira cubrir sus últimos destellos de cenizas
del día
Lo piensa, abandonando y cayendo de rodillas en hogueras de ocaso;
hundiéndose entre pájaros finales, embarrados
de fuego;
hasta sentir toda su inmensidad deshacerse
y caerle al alma
como una llovizna sin fin, enamorada y leve.

Palpa en la piel su piel de lejanía agonizante
y quemándose
(hasta estallarle en los ojos sus llorosos
racimos de luz ensimismada)
va del bronce al estaño, de nube en nube,
hasta verle el comienzo a esa música
que todavía es color que no suena…

El cielo.

Alta arena del tiempo
ya sin tiempo
de tenerse a sí misma.

El cielo.
Muriéndose.
Con uno adentro.

POSTALES DE VERANO

Turistas que llegan,
que se van,
llevándose más
de lo que no trajeron nunca.

El Circo de Kico.

Las noches de Cosquín,
que ahora ofrecen como número central
un gran desfile de gente y automóviles.

La niña que no puede bañarse
y mira, con su mirada triste,
desde la sombreada orilla.

Una canción, saliendo
detrás de un ventana, como un sol.

La solterona que sigue esperando
en la penumbra de una mesa del Oscar’s
al bailarín que no vendrá nunca.

El río de luces y colores
de la Avenida Central,
cuando bajan a beber su trago de sábado
los adolescentes.

Un chico que no dejan entrar al baile.

Dos amantes sin dinero que caminan
hacia la oscuridad del lago.

Un pichón recién muerto
que comen las hormigas.

La creciente del Río San Antonio
que entre desperdicios y botellas que flotan
trae un gallo empapado y cantando
sobre un tronco de sauce.

Una sirena larga que cruza la madrugada.

Una sandía rota.

Una tabla de windsurf,
que va a vaciar su vela
al fondo de la tarde.

Carlos Paz nevando.

El sol, saliendo
detrás de la montaña, como una flor.

La voz del heladero en la siesta desierta.

Un helado.
Corprens Editora