A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
NUNCA FUE SU DUEÑO [Mi poema]
Agustín Fernández Mallo [Poeta sugerido]New
MI POEMA... de medio pelo |
Que nunca el dueño fue. Y es que su vida Y no se decantó por un idioma Después siguió abrasándose en la hoguera Y es así que acabó como un veleta |
MI POETA SUGERIDO: Agustín Fernández Mallo
Poesía con matemáticas
Describe la bola el movimiento parabólico y traza
en su espalda la golfista un arpegio equivalente.
Se tensa el cielo y los pechos
más mercurio que nunca completan la silueta
del océano de césped,
a contrapelo
llueve.
La geometría del agua no supera
al golpe seco de silencio cuando jadea la atmósfera y toca suelo.
Esfera contra esfera. Se apagan
(expectantes y sin fondo) tus pezones, ventanas
del hotel de playa en invierno
(suena el claxon, tu marido espera).
Ningún caddie te elegía
los palos como yo
___
La soledad no tiene dimensiones.
La soledad es un extrarradio moteado
de irreconocibles objetos,
la pata que le devuelva fe en su silueta]
un cuerpo se mueve entre ellos,
la soledad se hace doble;
por fractal aritmética
se reduce a ½ al mismo tiempo.
___
La casa convierte en 3 las 4 [infinitas] dimensiones de los sueños.
Las 3 de la casa las reduce a 2 el papel.
La escritura contrae ese papel a un hilo de tinta de dimensión única.
La metáfora concentra lo escrito en un punto sin dimensión y se propaga infinita sobre lo escrito:
regresas a aquellas dependencias del sueño. Por la noche
llegas a casa, encajas
la llave en la cerradura. Se pone en marcha
un mecanismo solo a ti reservado.
___
…¿Nacer? Una fecha, una cifra.
¿Vivir? Sus decimales.
¿Qué cifra es la muerte? dices.
Donde comienza el periodo…
Antibiótico
(FRAGMENTO de próxima publicación en mayo 2012, Visor)
la esperanza cóncava que se forma
al mear sobre nieve,
mapa:
genoma y cassette de territorio,
el cuerpo:
fundir pistas, alterar pistas,
vemos en el alma cristal,
materia pulida,
pero es rugosa y en sus crestas
radiaba incandescente el espectro
de lo que vendría,
los valles tampoco eres tú,
un átomo emite un electrón
y reordena el mundo
un átomo emite un electrón
y reordena el mundo,
aunque hay flashes y humus allí abajo
los acordes están hace tiempo repartidos,
pasa un coche
sin luces, se lleva por delante
todo cuanto le es irreversible: su propia luz,
la mujer que cruza de acera, una bolsa
de basura que
emite sus residuos
y reordena el mundo,
en el mismo centro de masas de tu edad
no hay masa, luz
que avanza a hachazos
hasta la bombilla desnuda del dormitorio
toda bombilla es polvo de orina,
incolora pupila,
me apago, y una ninfa susurra desde el televisor,
tranquilos, vengo del futuro
para traeros algo mejor,
y sin embargo faltan muescas
en mi sistema métrico decimal,
encontraste un papel con grasa
del primer bistec de la Creación, latas
de Fanta Free aplastadas,
el envoltorio de unos Panini de Knorr
que se venden a pares por si se vive a pares,
[y contienes la risa]
residuos de un espacio tomado
por la sordomuda expansión
de las costumbres,
una tecla muy rara en mi teléfono
concentra todas las letras en ceniza
[también las no escritas],
y fresas y monigotes copiados
para un jersey tricotado, tira del hilo, una luna
llena de quimioterapia,
qué cubo de hielo en un desierto
hubiera sido tu nariz operada,
damos vueltas a la Tierra en espiral para pensar
que todavía es plana, que el Equipo-A y Jorge Luís Borges
no son la misma cosa,
que el verano es
el aparato cazamosquitos en su enchufe: vigila
cada noche el Universo por ti,
pero tarde o temprano amanece, el sol,
tabulado en la persiana indica
que su verso es siempre el mismo verso,
y que además
está vacío,
suspensivos de luz,
pero, ¿qué luz?,
un átomo emite un fotón
y oscurece el mundo…
Un poema sin título
Hay una aparente paradoja en todo esto:
el agua es transparente pero oscurece la ropa,
hacemos cola en el fast food
(graffiti-comida), nos gusta la Nocilla,
el café aguado, el aire
que revuelven tus dedos y no vuelve, la vista
de la calle a través del cristal manufacturado.
Nos gusta lo que, existiendo,
no existe,
comprar camisetas blancas y zapatos caros,
silbar aquella canción de Roxy
fue la señal, nos gusta, sobre todo,
pensar el cielo en la tierra,
saber que tenemos razón para que
nos traiga sin cuidado tenerla.
Nos gusta comprar discos repetidos
de Esplendor Geométrico, vivir
una manzana más abajo de la cabeza de Newton,
(llovió y no quiero secarte el pelo, árbol de navidad de agua)
nos inquieta la pregunta: por qué los aviones
toman tierra y no derrapan, por qué los libros
son más altos que anchos, por qué el amor
(solución de una ecuación irresoluble) finge
su existencia.
Sabemos que el firmamento es cavidad resonante
de mensajes que se perdieron, y de aquellos que nos llegan
el emisor ha muerto. Sabemos la contradicción
de guerra humanitaria, que gana
quien derrama más sangre y después escucha
(graffiti-concierto) a Bach en los escombros del patio,
yo mismo a veces creo haber defraudado tanto
que me entregaría al cuerpo de cualquiera,
a lo que es pura ruina y carencia
y como el agua oscurece.
Me muero por piratear esta noche
los 50 gigabytes de tus pezones,
y qué más da Punk No Dead que Opus Dei Forever
si te imaginas que al final el cielo fuera sólo un anuncio
de papel Albal nos tararea Sr. Chinarro
en la ranura de tu sexo. Hay una aparente paradoja
en todo esto: envasado al vacío nos vendemos tiempo.
INSTRUCCIONES PARA HACER UN POEMA
teorema de descomposición temporal
en factores idempotentes:
la vida de cada persona podrá trocearse
en los siguientes pares temporales:
un momento
[infinitesimal aunque infinito]
en el que no se quiere seguir viviendo,
y al instante otro
[de idénticas dimensiones]
en el que se desea más que nunca
continuar.
Así, la suma da cero.
demostración: no importa
la cantidad de tiempo que inviertas
en crear un poema,
importa que parezca
haberse creado en un instante y solo,
que solo te atraviese,
que solo desaparezca.
Como si hubiera perdido la fe en el sueño
Desde que en 2013 se confirmó la existencia del bosón de Higgs,
el vacío no es la nada, sino un lugar lleno de partículas.
Queda así la nada reservada para el lenguaje de la poesía,
las religiones, el ámbito de lo que algunos llaman lo difuso.
La realidad, por mediación del lenguaje, como un río
se ha creado a la vez que escindido.
Ello me plantea un problema, radical duda que se hunde
en el lodo de mi lenguaje aprendido:
buscarte en el vacío o en la nada, en cuál
estás tú ahora.
Mordemos el anzuelo de agosto, por la noche
mis cuñados y yo salimos al corral, un cigarrillo,
uno dice que el suyo es de contrabando y entra
en sus pulmones todo el Atlántico que lo trajo, el otro sueña
con tumores y fractales y pareciera que allí afuera
estuviéramos también fuera del mundo.
Las ventanas mostraban una luz que ya no nos pertenecía.
Las montañas no son románticas, sólo reales, digo.
El canto de los grillos sugiere una sola alma.
Comentamos algo
de una crisis financiera que pasará y se llevará
nuestra parte iluminada
—Ia casa emitía luz por otras muchas rendijas-,
el azul de la ceniza será la primera incandescencia
—¿no ves acaso fuegos fatuos en los ojos de los gatos? —.
El agua y la tierra de río no comparten
naturaleza pero envejecen al mismo tiempo.
Alguien nos llama para la cena.
Tres colillas aplastadas a punto
de formar una letra.
Esta noche el objetivo es aumentar de volumen, imitar
al agua que no corre,
alcanzar el estado del hielo.
A la luz blanca le brotan colores para anunciamos
que se va al recreo, al lavabo, de vacaciones,
pero va de compras
—la luz compra el mundo, siempre ha querido comprar el mundo,
ocuparlo todo es su misión, nunca ha descansado y nunca descansará, incluso los agujeros
negros se hallan saturados de luz, auténticas multinacionales de la luz—,
pero aquí, ahora mismo, es noche cerrada
y la de las estrellas no satisface lo anteriormente dicho
—mucho menos la de la luna: llega con la suciedad
de lo adquirido en segunda mano—.
El páramo se curva más que el ojo, así que
es inmenso, el viento husmea en el frío un boquete de salida.
Algo brilla entre unos matorrales, me agacho,
una tarjeta de crédito.
La había perdido años atrás, las espinas de los cardos
perforan la banda magnética, roedores han limado
la media luna de sus dientes en la fecha de caducidad, un manto
de liquen cubre los dígitos de control y mis apellidos,
no mi nombre,
me dejan huérfano.
En seguida recuerdo:
mi primera cuenta corriente, Caixa Galicia,
un amigo había dicho
«así me ayudas a que me prorroguen el contrato,
después la olvidas y ya está».
La meto en el bolsillo —un acto reflejo—.
Al instante la dejo donde estaba.