TODAVÍA TE AÑORO… [Mi poema]
Circe Maia [Poeta sugerido]
Circe Maia [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Todavía te añoro, todavía, Todavía te tengo entre mis rosas Que aunque quise tu imagen desdeñar Hoy te vuelvo de nuevo a recordar |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Circe Maia
Velocidad creciente
Hay una
sensación de que los días pasan
a más velocidad y que no hay tiempo
de muchas despedidas.
Suena una voz, como de insecto,
por detrás de los días
y detrás de las noches
pequeño picoteo, pero que no se para
cuando quieres ver, los días se desmoronan
como si hubieran sido devorados por dentro.
(Las fauces invisibles
dan cada vez más veloces
dentelladas.)
Breve sol
A la última hora del sol los rayos atraviesan
por el aire, eligiendo: «éste sí, éste no.»
Quedan en sombra
la mayoría; los elegidos brillan
con cortezas doradas. Ascendiendo
la luz alcanza otros follajes, deja éstos
y alumba uno lejano. Ya no hay tiempo
de llegar hasta allí.
¿Quién sabe? Vamos.
Raíces
Hoy de mañana
tuvimos que arrancar unas hierbas
que creían por todas las ranuras.
Se arrancaron las hierbas
y quedaron al sol temblando las raíces
como sorprendidísimas… ¿y esto?
¿De lo oscuro a lo claro en un instante?
Muerte invertida, rara:
de la tierra cerrada y ciega
al ojo azul, que todo lo traspasa.
Abrirse a todo aire: perderse.
Soltarse a toda luz: también perderse
dicen las raíces
temblando.
Opacidad
El ojo indiferente decolora
enfría y empareja.
Todo es igual para las miradas neutras
una cosa entre otras
un rostro entre los otros
un gesto entre otros gestos.
Por encima palabras y palabras
como una lluvia sorda.
Y nada sobresale: mar parejo
horizonte cerrado.
Sombra.
Vacío mar del tiempo.
Una hora se mira en otras horas
y todas son iguales.
El ojo las contempla ya sin verlas
y ya no es más mirada.
Es ojo seco. Piedra.
Dureza fría. Cosa.
De música inaudible
La que toca, de espaldas
el rostro en el espejo
las manos invisibles.
Y todo el amplio cuarto, desde el mármol veteado
del piso, hasta las vigas
del techo alto, vibra.
Sobre inmenso mantel de azules-rojos
dibujos laberínticos
el sonido resbala.
Alrededor –afuera-lejos otro sonido alumbra
-agria luz destemplada-
Holanda del seiscientos.
Afuera sangra Europa, tiempo en sombra.
Aquí dentro
el color crea música
un orden, una trama clarísima.
El profesor escucha
sobre un bastón la mano izquierda
la otra mano en el clave.
La jarra es un acorde blanco.
El ruido del mar
Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.
Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.
Por la suerte curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.
Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en redor está tan claro
Todos los límites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.
Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.
Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desganada…
Y no se sabe
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en redor está tan claro.