MORIR DE AMOR [Mi poema]
Alejandro Tarrab [Poeta sugerido]
Alejandro Tarrab [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Creyó morir de amor y entre sollozos Esa noche aquel hombre se encontraba ¡caray con mi mujer, dónde habrá ido, ¿Por qué siendo mayor no habré aprendido Los gritos que atraviesan mar incierto |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Alejandro Tarrab
NUESTRAS HORDAS DE ELEFANTES
¿Recordaste algo nuestro, sueño impuro,
o a fuerza de repetirlo diez, cien veces
quedó horadado,
sin posibilidad?
(La niebla de tu sueño dice sí
en la enfermedad, la niebla de mi sueño dice no
en la persecución, la niebla de tu sueño).
pasajes
cómo con esto
reanudar despacio convivir con otros
hacer buena cara
señas que entregue radiante
cómo perpetuar con esto
continuar la saga la traza bonita
practicar el ajedrez la alta dirección
ciencias exactas tenacidad hacia otro sueño
desaparecido de mí cómo te ha ido
cómo con esto que te infecta
emponzoña lo súbito con que podrías
tu ficción de watercolour tu exquisito
patrón de viaje tu diseño de revista
así anotados llevas tu hölder tu adorno
tu cómo y para qué así indelebleirónico
transnacional-inmutable
el tema es provocativo
la invención de otro hombre notablecrónico
reparto de crueldades
sponsors nado con su marca registrada
testamento de animal erudito
desorientado hasta un no ir con esto
cuerpo alma literatura
Mi campo cruel, la visión de lo que desprecié:
la verdadera conservación, la gente compañera y
acompañada,
las corrientes de agua que sentimos y profanamos con
los ojos cerrados,
la mujer murciélago, el hombre murciélago de rodillas,
ante la muerte
y la respiración de la muerte cualquiera, que es siempre
la muerte y la respiración de la muerte del primogénito,
del héroe que vio de frente
y ahora puede enseñarnos: la muerte no es la muerte
ordinaria y prostituta.
La agonía, el miedo a la cosa, es el final y no la muerte.
Toqué, al fin, como ustedes, tú y yo y él, lo respirado,
el legado de horas con sus días en cada segundo,
con sus cientos de árboles y florecimientos
en cada segundo, la improvisación y el descubrimiento,
el dramatismo inaudito. La obra inservible:
Vidas
Quiero decir me, con mi voz “débil” como es, en el confín
de lo lejano,
una radioconferencia sobre la radio y nada más.
Escuchar mi voz “débil” como es, transformada,
electrificada por la magia de la ciencia. Escuchar
escucharlos
mi voz “débil” como es, tocada por la estática.
Quiero decir quisiera con esta voz deshecha, agredida
por un autorretrato. Figura de mí, construida por mí,
mil veces,
y por algunos congéneres, quiero decir malasratas.
Escucharlos replicar me: tu voz “débil” como siempre ha
sido.
Sólo ahora magnificada, arrojada hacia el confín de lo
lejano.
Algo sobre mí, sobre mi propio autorretrato y el fenómeno
de la ciencia y la radiofonía. Una radioconferencia
celebrada,
digamos, hacia 1925, esto es, antes o después o en el
instante mismo
cargado, electrificado por punzones y mi voz y la radio y
la ciencia
y el arte inaudito de la ciencia jugando marañas con mi
trazo,
con mi voz “débil” como es, quiero decir, y nada más.
Entre mi Madre y el hospicio mi Madre,
el útero de la canal donde escapé y ya no escapo.
Porque hay miel en la leche, cuerpo de leche.
Entre el viento tal y el cielo agrisado mi Madre,
centro en clavadura, deshuesadero
en donde alguien, nombrado Tamayo así sea,
construyó con un brazo la Escultórica, ¡sh!,
quedé muy impresionado.
Un espacio de piedra y de silencio
que antes fuera chatarra. ¿Entiendes? Donde
estuvieron,
alguna vez, las partes mal enclavadas de los Pacers,
molduras de sable Saabs, metal de choque,
hay un espacio de piedra shh.
Ahí voy lento a mirar mis cuadernos. Prusia,
hojas sueltas de colores, transcripciones, duplicaciones,
calcas donde hoy se lee:
ChrisstoSaabs Kanal, dejaré de huir.
A veces me acallan las figuras del orden,
pero casi siempre estoy en sosiego. ¿Entiendes?,
¿escuchas
el agua, el río lento de la canal? Madre Tamayo así sea,
por donde alguna vez quise huir, hoy me quedo.
Me llamo Raúl Pérez Fanti.
Mi abuela se apellidaba Franco, un nombre,
un grito sin salida, un nombre,
Akan Fante, elefantiasis, árbol de guerra.
Cuando mi Madrehospicio así sea paró de huir,
¡sh!, mi abuela hizo las aguas.
Y se llenaron vasos de enfermedad,
en la inquietante paz, quedé muy impresionado.
Pero mi Madrehospicio así sea.
Pero mi Madrehospicio me dio algo breve al oído:
Gris, que es el héroe que no importa, abraza a Blanco e
intenta derribarlo. Blanco,
que es el héroe que importa, por su moldura, por su antifaz de
lidia que es su cara,
¿entiendes?, empuja hacia arriba, con la palma izquierda.
El codo de Gris gira hacia la derecha para deshacerse del
agarre.
Con los pies descalzos, Blanco, que es el héroe que importa,
por su moldura, por su antifaz que es una prótesis y es su cara,
¿entiendes?, lo lleva hacia el arrastre.
Así mi Madre Tamayo así sea me negó el calostro,
pero, a cambio, me dio esto al oído, ¡sh! También la leche
de las caballas, que es una leche dulcísima. Porque hay miel en la leche, río de leche al pie, donde leo mis cuadernos.
Para entonces, mi abuela, y no mi tía, dirigía un hotel en
las afueras.
Quedé muy impresionado. En ese hotel de paso
mi abuela hizo la aguas, ¡sh!, y se llenaron vasos de
enfermedad.
Pero mi Madrehospicio, Madre Tamayo así sea,
me mostró el metal que trabaja. El metal con que después
los chinos
tornaron a los héroes: control de mando, ¡sh!, pantallas
del tamaño de una billetera
conectadas en corriente con la Central y la Central con
el Procurador.
Todo esto antes de las gigantas, de los supercuadriláteros,
antes de Aarón y Kato, el negro Tamayo. Esto es,
antes de la Escultórica y la chatarra, de la elipse formada
por los Pacers.
Cuando las potras caballas pastaban desde antes
el abismo
y el hombre las miraba desde lejos, sosegado,
mientras bañaba sus pies descalzos en el río de la canal,
que así sea lleva una leche dulcísima, Madrehospicio,
Pesado amor.
RESABIOS NEGROS
(NOTAS SUICIDAS ESCRITAS A CUATRO MANOS)
Mil novecientos setenta y siete. Me he intuido la mañana
entera, he puesto mis ojos en mis ojos. Son mis ojos de años,
estoy segura de ello.
He visto mi mano izquierda trazar torpemente un círculo hacia
el lado contrario de mi cuerpo, un círculo único hacia el aire,
mi primera tentativa.
He masticado el odre de una piel frente a los cristales de la
casa. Lo he tragado largamente a través de seiscientas trece
cavidades, de todos mis peligros, lo he llamado a mi
circunstancia. Lo he llamado pedazo de animal. ¿Qué puedo
ofrecerte?
He intuido brutalmente tus ojos contra los míos, tus pliegues
cerrados mortalmente contra los míos. Te he visto marcharte
varias veces a la altura de mi boca.
Nochedía.
Te he seguido en la correspondencia por delgadas apariciones,
he sostenido en vilo la hebra que nos dio la vida por encima de
ti mismo, por encima de tu cabeza fuerte de mi protuberancia,
por encima de mí misma de mi boca abierta contra tu pecho
negro. Desnudo.
He escuchado el silbido de mis pulmones en la casa vacía, he
bebido el añil para estar en mi presencia. He pesado como un
árbol cubierto por la nieve pero yo no soy una mujer quemada
por la nieve. Mi cuerpo blanco está en el agua pero en esta
casa no hay fuerza de lirios.
Separarse viene de la sal amargamente.
He notado que cierro la mandíbula hasta trabar la escotadura
que trituro mis dientes gastados con ustedes que repaso entre
las encías los odres de viejas pieles con ustedes. Mi lengua
está muerta dentro de mi boca muerta.
Quiero encender contigo las hebras del tabaco.