LLEVADME A SORIA [Mi poema]
David Rey Fernández [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

¡Morir quiero de amor, llevadme a Soria!
que esta tarde de otoño yo quisiera
acceder a la gloria si pudiera
para una vez allí lograr la gloria.

Con Machado escardando los abrojos
de ese río fisgando en la ribera,
ataviando con manto a la pradera
y cogiendo las flores a manojos.

¡Río amable, penando de amorío,
confidente fiel de Gerardo Diego,
transita por tus aguas vivo el fuego,
abruptos y escabrosos cauces, río!

Con Antonio, ese viejo profesor,
y su amada Leonor, en esa noria,
perdurar escalando en su memoria
y al edén acender como escritor.

Y puesto me esperara a mi la historia
-si he de morir prefiero junto al Duero-
y al Espino abrazar, es lo que quiero
caminando al andar, cantar vitoria.
©donaciano bueno

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
Antonio Machado

Antonio Machado enterrado en el pueblecito francés de Colliure dejó escrito su deseo de que sus restos descansen en el Espino (Soria), donde se encuentra el olmo al que dedicó uno de sus poemas más famosos. En este poema, el autor anhela conseguir la fama para finalmente descansar con el maestro.

MI POETA SUGERIDO: David Rey Fernández

Poema para mi madre

Para mi madre,
que me mostró la puerta y me tendió una llave;
que me enseñó que los únicos caminos
son los que nos acercan a nosotros mismos,
lo demás es arena.

Me dijo:
escribe con distancia
pero
sin olvidar el cuarzo negro de la mina diaria,
lo marchito y oscuro que ya está en las semillas.

Añadió:
vivir es defenderse de la vida,
y volvió a asegurarlo:
el que mira las olas ya ha vencido el naufragio;
sólo quien se conoce
puede oír el silencio que precede a los golpes,
puede sentir el mar que hay en las caracolas.

Me enseñó
que en cada nombre se esconde lo nombrado;
que en la palabra noche
fluyen ríos oscuros de carbón y cenizas,
que cuando digo madera
la voz se me puebla de raíces y carne,
que cuando digo te quiero
en mi boca despierta la cereza y la lluvia.

Y estas palabras suyas las llevaré grabadas para siempre:
Nada tiene sentido
por eso
todo vale la pena
porque todo
puede ser de la altura que le des a tus pasos.
(De Las alas de una alondra madrugando)

En el origen

Yo fui un volcán lanzado por la mano de Dios al fondo de las aguas.
Yo fui sólo una piedra puesta sobre otra piedra
en el fondo invernal de las aguas terrestres,
y en el gélido vientre del que nacen las olas
me deshice en silencio y en lava me deshice.
Y dormí siglos. Fui
sólo sal, sólo piedra,
lecho del mar,
raíz bajo las olas.
De mí se alimentaron las bestias abisales,
desde mí los corales levantaron sus cuerpos.

Fui latido en el agua, ola que rompe,
y una mañana el sol me llamó al aire,
y fui nube entre rayos, lluvia sobre la tierra,
nieve que cae y cruje,
granizo rompiendo el aire.
Sobre la tierra me deshice en hielo
y gota a gota me derrumbé en el mundo.

Como por una escala
ascendí a través de las raíces por las rocosas venas de la vida,
y en los bosques propagué la primavera.
Fui la madera que el hacha no conoce
y la cosecha que el hombre no ha sembrado;
me alimenté de luz, de tierra y aire
y con agua formé ramas y rosas.

Muerto de tanta vida
regresé con mis frutos a la tierra
y entre las piedras
despertaron las venas y los ojos.
Tuvo la noche entonces quien la viera,
un corazón latió sobre las aguas,
y entre garganta y dientes un rugido
estremeció el silencio de las hojas.
Hubo huellas entonces y hubo garras
y la sangre cayó sobre la tierra.

Sobre los huesos se amontonaba el polvo,
sobre las aguas se dividía el mundo,
y entre temblor y temblor y fuego y fuego
la piel terrestre gritó bajo la luna,
una ola de gas murió en el aire
y otra vez palpitó la primavera.

Surgieron continentes, surgieron bosques
y nuevas cordilleras escalaron el mundo
y yo seguí y seguí de cuerpo en cuerpo
y una mañana tuve voz y labios,
y desde entonces busco aquella mano
que me lanzó al fondo de las aguas.
Inédito

Poema VI

Porque el amor tiene también su olvido
y el recuerdo de haber perdido algo.
quedan cenizas, sobre el mar, temblando.

Poema VIII

Una mujer desnuda en el jardín espera,
no eres tú y sin embargo tuvo tu nombre un día.

Las olas son caballos con crines de azucena
que el viento agita como un almendro viejo,
la luna es un jinete de plata galopando,
si tú pudieras verlo.

Recuerdas que te dije:
Tus labios son el rojo que viste a la amapola.
Contigo junto al mar todo canta más alto.
En tus ojos azules aún se escuchan las olas.

Ahora me pregunto
de qué serviría aquello,
ahora que estoy tan solo
como lo estaba entonces.

Tú nunca comprendiste
que los besos
no mueren en los labios
y que en cada palabra
yo te dejaba
la llave de una puerta.

Dedicatoria

Para mi madre,
que me mostró la puerta y me tendió una llave;
que me enseñó que los únicos caminos
son los que nos acercan a nosotros mismos,
lo demás es arena

Me dijo:
escribe con distancia
pero
sin olvidar el cuarzo negro de la mina diaria,
lo marchito y oscuro que ya está en las semillas.

Añadió:
vivir es defenderse de la vida,
y volvió a asegurarlo:
el que mira las olas ya ha vencido el naufragio;
sólo quien se conoce
puede oír el silencio que precede a los golpes,
puede sentir el mar que hay en las caracolas.

Me enseñó
que en cada nombre se esconde lo nombrado;
que en la palabra noche
fluyen ríos oscuros de carbón y cenizas,
que cuando digo madera
la voz se me puebla de raíces y carne,
que cuando digo te quiero
en mi boca despierta la cereza y la lluvia.

Y estas palabras suyas las llevaré grabadas para siempre:
Nada tiene sentido
por eso
todo vale la pena
porque todo
puede ser de la altura que le des a tus pasos.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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