EL ÁRBOL TATUADO [Mi poema]
Antonio César Morón [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

He leído el mensaje que un buen día
grabaste a fuego lento en la corteza
de un pino antaño pleno de belleza.
El árbol sigue enhiesto todavía,
mas tú ya no lo estás pues no eres mía.

Debiste haber pensado antes de hacerlo,
-se sabe los tatuajes que perduran-,
e igual que desamores no se curan.
Más duro que tejer es destejerlo,
y echar lo que lograste ya a perderlo.

Me cuesta imaginar qué es de tu vida
si alguna vez de mí te has acordado,
o en brazos, quién será, te has consolado,
te muestras a la vida agradecida
o sigues aun sangrando por la herida.

El pino va exhumando la resina
igual que yo las lágrimas, mi llanto,
cubriendo la tristeza con un manto,
espero mi penar cuando termina,
y acaba mi dolor con tu morfina.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Antonio César Morón

DEL NIÑO QUE HALLÓ LA FELICIDAD RODEADO DE PALABRAS

Para Arturo,
en el día de su cumpleaños

Hoy cumples cuatro años y no estaré contigo.
Cuatro marzos que fueron como un minuto leve.
Y en esta España en riesgo por COVID-19
solo puedo enviarte palabras como abrigo.

Pero debes saber que el lenguaje nos presta
(como un mágico juego que se oculta en la brisa)
la emoción cariñosa del gesto en la sonrisa.
Y aun no estando presente estará siempre esta.

Quizás no habrá juguetes, pero sí habrá palabras
que serán un regalo efímero de amor.
Con un poco de magia, les daremos color.
Y música. Y mil formas. Para que tú las abras.

Cuentan que en un planeta vivía sólo un niño.
Tenía cuatro años. Amaba las estrellas.
Podía acariciarlas porque era amigo de ellas:
luz y azules sonidos respondían su guiño.

Un día se apagó la que él más quería.
El mar y la tristeza inundaron su piel.
Durmió doscientos años en sábanas de miel.
Despertó siendo anciano. Pero ya no hubo día.

Pues el resto de soles al sentirse tan solos
apagaron su luz. Y el planeta ahora oscuro
tan frío fue en su noche e inhóspito al futuro,
que el anciano hibernó tendido entre sus polos.

Despertó siendo niño en temporal laguna.
Una estrella lucía al borde de su frente.
Y este consejo sabio inoculó en su mente:
“No te olvides de todas porque perdiste a una”.

El niño comprendió el error cometido:
dejar que la nostalgia destruyera su mundo.
De nuevo una sonrisa dedicó con profundo
amor azul a estrellas. Y en luz fue sumergido.

Y vibrando potente del suelo hacia su vida
sintió una melodía latente de canela;
una apagada luz le habló diciendo: “vuela”.
La vieja luz que ardía su estrella preferida.

El niño se elevó como una estrella más
dejando aquel planeta donde fue tan humano.
Las palabras, Arturo, siempre tienden su mano
para que no estés solo. Nunca solo. Jamás.

SOLILOQUIO DEL POETA EN LA NEW YORK PUBLIC LIBRARY

Se gastó la ilusión. Yo que tanta tenía
la predí en unos ojos de indefinible mar.
Irresponsablemente fabriqué mi agonía
cuando más feliz era; y aun pudiendo alcanzar
parnasos literarios y alejarme del mundo,
mi cuerpo sigue anclado a un recuerdo de plomo
sin más alternativa que un llanto muy profundo
ahogado en pensamiento. No sé si vino como
un contagio de auroras por hilo telefónico,
una sangre acorchada revestida de gris,
o fue solo una lágrima que en su acento más tónico
rodaba entre mis pasos deshojados de lis.
La amé como una idea cargada de materia.
Podría haberla amado con hambre de volcán.
Pero un dato rebelde me mostró la miseria
de elevar una idea robada al alquitrán.
Su risa era un perfume de sonidos volátiles.
Su voz una sentencia contagiada de amor.
Su llanto una tormenta de nenúfar y dátiles
que a toda incertidumbre bañaba en su licor.
Pero luego el silencio visitaba mi frente.
Tocaba mis pupilas haciéndolas metal
para trazar un rostro de signo intermitente
con triste olor a fango y venas de animal.
Llegó una nube negra que tejía mi aurora.
Nunca tuve una herida tan trágica y tan firme
absorbiendo delirios de experiencia motora,
paralizando el ánimo hasta desasistirme.
Llevo sobre mis labios un postre de caverna.
Me lame una rutina de piel de acordeón.
Y hacia tus ojos vuelvo, con mi tristeza eterna,
unos versos mojados en ánimo de clon.
Lo que pudo haber sido se quedó en estos versos.
Somos solo reflejo de una materia azul
que erigiéndose dios de nuestros universos,
al ritmo de su estética nos hundió en su baúl.
Es muy tarde, deseo que no comience el día.
Me bastan una sombras para sentir mi piel.
Aquí descansaré, en mi melancolía
y en cuartos alquilados y en navajas de hotel.
El tiempo se detiene. La suerte ya es ninguna.
Hay dos estalactitas que mis lagrimas riegan.
Tus ojos que eran mar se volvieron laguna.
Navego hacia una tierra donde sueños no llegan.
Donde nos llegan sueños porque no llega luz.
Así no podré verte en tierra tan oscura.
Será como un refugio que del amor marfuz
defiende al triste amante como una sepultura.
Acaso el llanto frío un mármol desvanece.
Mutilé tu recuerdo rompiéndome a mi mismo.
Ya no queda materia. Todo desaparece.
Las palabras no pueden describir el abismo.

I

Quiero aristas suaves,
memoria sin tiniebla,
la no necesidad de una palabra
que trate de paliar el hundimiento.

Mi pobre corazón como una almendra
ante el martilleante aldabonazo
de la vida. Llorar es muy amargo.

Bajo una depresión inquisitiva
es más duro el tormento
de la noticia gris.

Yo aguanto, corazón,
resiste tú conmigo
flashes que tiranizan con su imagen.

Rudo cetro de sal
y un hormigueo roto
de picos alienantes
contagian la raíz de mi silencio.
(De Inédito)

II

Donde quiero llegar no hay ya cobijo
ni amante que en sus labios soñadores
pudiera descansar.

Hoy ha temblado el mundo
y me sumo ridículo
a un vacío estridente.

Dejé atrás el misterio.
Donde quiero llegar no hay ya cobijo.
De Inédito

III

A veces sabe a cuento
la salida del sol.
Viene flotando como en una nube
para mostrar amable una sonrisa
que me haga despertar
desatando cadenas de mis párpados.

Es sólo un ser feliz intermitente,
pues cuando el cielo cubre
su rostro de tormenta
se acelera en mi calma
un presagio de muerte
donde resbala el hielo de los nervios.
De Inédito

IV

Qué atractiva resulta la bohemia
de poetas antiguos.
Hablar es agradable de sus danzas,
sus juegos o sus ritos.

Sucede sin embargo en carne propia
que reviente un volcán
eufórico de venas
y adquiere un color hosco ese recuerdo.

Extraña melodía es la esperanza
de quien no puede andar
de haber vivido tanto.
De Inédito

V

Quien alivie su mundo con un beso
no está necesitado
de escribir un poema.

Los versos están llenos de dolor
que acumulan suspiros
carentes de caricia.

Las palabras son rocas esculpidas
que fueron desgajadas
de los sueños malditos.

Me arrojaré al vacío de tu nombre
para intentar calmar
esta ansiedad desnuda.
De Inédito

VI

Soy acequia de sed.
Por mis venas navega un fiel terror
a recordar la red de un precipicio
que rezuma de dudas.

Fuera el mundo como un destino lúgubre
que encarcela mis actos
y guarda una memoria
de mí, mas sin mi piel:

vulgar fotografía
para quien quiso alzarse a la elegancia
de sus antiguos lares hegemónicos.
De Inédito

VII

Triste recuerdo guardan
mis ojos infelices
de unas sombras nocturnas que me azotan.

Violenta podredumbre:
así huele el misterio canceroso
de imágenes que muertas
se asoman a la vida.

Bajos fondos. Me siento más humano
cuando sangre o saliva
devoran mis neuronas.

Entonces siento el miedo, la desidia
y una esperanza tenue que se ahoga
con tímido rubor,
avergonzada de asediar la carne.

Si buceo en su busca
es como un hongo el mundo que contemplo
oculto entre mis órganos;

y encuentro tan terrible su existencia
que prefiero olvidar que algunas veces
una gota de luz deshace la fatiga.
De Inédito

VIII

Porque la inspiración
se ha teñido de luto
y ha tocado mi mente
tras enterrar mi dicha,

someto mi entusiasmo por la vida
a cambio de unos versos:
un trueque peligroso pero digno
de la miel del elogio.

Si mi mente confusa
se afanase en volver de esta ruina
no se lo impediría.

Por eso es que hoy invoco
al cúmulo de musas que en la fiebre
de un día insoportable me alimentan.
De Inédito

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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