A BURGOS [Mi poema] Norma García Mainieri [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo
Burgos yace en el silencio. Sus vetustos torreones
negruzcos y enmohecidos, ya no elevan sus canciones,
ya no dan la bienvenida al gentil visitador,
ya no narran las historias de sus héroes sin cuento,
que vencidos en la lucha no quedaron ni un momento
tan valientes y tan bravos como el Cid Campeador.
Y el Arlanza silencioso gime y llora sin consuelo,
Ya no se oyen de los monjes las pisadas por el suelo
al cruzar por los pasillos de la rústica mansión,
Mas aun veo sus figuras con las velas encendidas
a las doce de la noche por los claustros en dos filas
con sus hábitos parduzcos musitando una oración.
Burgos duerme. Sólo se oye el susurrar de dulce brisa.
Mas ya aclara, el ángel bueno nos envía una sonrisa
y el primero en quien se plasma es en la hermosa catedral.
Y al chocar con sus paredes de oro y plata se deslumbra.
Recibidle burgaleses, que es el sol que nos alumbra,
con su gesta, su empatía y su historia sin igual.
©donaciano bueno
“…Yo era un niño del extrarradio, que creció en los barrios industriales. Cuando me acercaba al corazón de la ciudad, ésta aparecía en el horizonte como un espejismo: rodeada de árboles, inverosímilmente hermosa, con sus agujas góticas erguidas como las lanzas de los caballeros medievales. Burgos parecía el escenario de la más simpática y aventurera de las obras teatrales. Edmundo de Amicis tuvo la misma sensación y comparó Burgos con un teatro de marionetas. ¿Se puede vivir en un lugar más alegre, más divertido? Cualquier niño diría que no. …” Óscar Esquivias, La ciudad de los príncipes y los dragones.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Norma García Mainieri
EMERGIENDO
Soy mujer y siento
en mi cuerpo concentrada
la naturaleza,
junto a la planta,
el fuego, las cacerolas,
las máquinas y los libros,
dejando correr por mis pechos
el fluir de la vida,
sintiendo la llama que
brota de mis entrañas
y que me abrasa junto al
hombre para dar fruto
y placer,
trabajo, amo y sufro,
vivo y muero
relegada en un rincón,
padeciendo silenciosa indiferencia
o brutal pasión.
Estoy en la historia, pero no
en el lenguaje que la expresa.
¿Por qué mi voz no se ha escuchado?
De tímido susurro ahora es griterío,
si junto al hombre vivo y lucho
del oscuro recodo salgo a luz
debo ocupar el lugar que me ha
sido arrebatado.
RÓMPESE LA FUENTE
Rómpese la fuente
de las aguas abismales
donde por milenios
se ha incubado la vida.
Eros desatados
Libre de ataduras
Eros invadió la tierra,
húmedas cuevas desafiantes
cuerpos erectos, crepitantes
Eros desatado, libre
y ubérrimo
pueblas el mundo de deseo consumado.
Ritual
Invocando si existen-
a los dioses de la creación
ofrecí tiempo y vida
a cambio de palabras.
Hoy, ofrezco mis palabras
por tiempo y vida
con la certeza
de su anticipada negativa.
Los dioses de la creación
-si existen- son sordos
y, en tu caso, es lo mismo
responderán: “No hay trato’
Inexorable
El tiempo inexorable
se diluye entre los dedos
descarnados de la muerte
que ávida y voraz
aguarda
mi carne palpitante
y el alma
que escapa a su fatal llamado.
Acre veneno
que corroe mis venas
prolongará mi vida
a cambio del dolor.
De nada sirve rebelarse
ante la certeza de su cercanía
inexorable llegará.
Puntual aunque invoque
a un dios implacable
en tardía e inútil fe.
Voces de mujeres
Nuestras voces resuenan
por el mundo
desde el diálogo uterino
que el feto entabla
con el cuerpo que lo alberga
Desde la naturaleza
la cultura y la historia,
que hemos perpetuado
y son nombres de mujeres
Desde la marginalia
e injusta situación
en que estamos sumergidas,
invadimos la tierra
y rescatamos la vida,
las voces milenarias
de mujeres en el tiempo
y el espacio
Manos
Nunca la mano ha sido
tanto
alargamiento de un corazón
que late,
como en la mujer que trabajando
va bordando el mundo,
en los giros del barro que modela,
en la masa del pan que se cocina,
en la áspera tierra que rotura,
en el metal de la herramienta dura,
en las páginas del libro que penetra,
en todos los elementos que transforma,
mujer es el ser y hacer
lo que la iguala al hombre.
MI POETA INVITADA: María Eugenia Hernández Grande
El camino que lleva a Duluth
¡Regrese a mí, con todos sus demonios,
regrese a mí, otra vez, la Poesía!
Que tal vez, algún día, vuelva a escribirte
y a saborear en la lengua, en las papilas,
el dulzor amargo de los versos viejos,
de las rimas grises,
de las tardes lentas.
De los domingos aquellos de invierno
mojados de lluvia
desesperación,
recuerdos.
De aquella época en la que el amor
se divertía pasando el rato
haciéndome llamadas perdidas
para tener línea directa con mi vida.
Que quizá, más bien tarde que pronto,
vuelva de nuevo a lo bruno de la herida.
Y la sangre salada hasta estos labios
o en mi vientre a prenderse las hogueras
que sepulten a diciembre entre tus guerras.
Regrese a mí antes de que se desborde
nuevamente
mi cajón de calcetines suaves,
de dudas cerradas con llave,
de cobardías blandas yaciendo
entre el calor ahogado en mi ropa de cama.
Antes de que tienda en mí,
bien colocada,
blanca y aromada,
la colada de las penas vagas
junto al jersey de invierno abrigando
a estos pequeños versículos de muerte
centrifugados junto a lo que fue mi suerte.
Vuelva yo de nuevo a sentir
el gañido intenso en cada despedida
la quemazón insoportable,
la lágrima abrasiva
transitando maratones en mis pómulos.
Y recorra con mis pies desnudos
el sendero abrupto,
exiguo, peligroso
que destina, cual bufón de grotesco criollo,
a mi cuerpo inerte hasta la confluencia
que une a mi alma con la tuya,
mientras Dios hace mutis por el foro.
Regrese a mí, mas no se apresure,
pues llego limpia,
espléndida, radiante
al camino enlosado que lleva
a Duluth.
Donde agosto se funde con septiembre
y no agonizan el sosiego y la esperanza.
Que llego ahora allá donde permuta
un poder celestial mi sino entre sus manos,
regalándome la calma,
el consuelo,
la paz serena
que un día me arrebató el Poeta.
Qué fácil era la vida allá en la infancia.
Cuando la palabra problema no existía en nuestra lengua
porque todo lo que abarca no era más que una definición carente de significado.
Y la tristeza y la angustia no habían corrompido la memoria.
Y la lluvia era vida, y la vida era hermosa.
La vida de la infancia, el sentimiento puro.
La libertad heroica del palpitar infante.
Cuando la pena se traducía en un juguete roto.
Y el corazón latía acelerado a cada nuevo día.
La vida aterciopelada de la inexperiencia,
cuando la escarcha no enfriaba todos nuestros sueños.
Y si lo hacía la magia de la niñez sabía aprovecharla
perfilando sobre ella figuritas con su grácil mano.
La escarcha que la gelidez ahora posa en los cristales
y al templar, el alba y su rocío los ensucia.
Y se queda así mi alma pegada a esa ventana,
esperando que tu mirada sepa ver que estoy ahí.
Que ahí te aguardo.
Paseo por la calle y siento lástima
de esos niños ahogados en mares de rabietas.
Llorando lágrimas amargas por algo que no tiene importancia,
ignorantes del dolor que el futuro les tiene preparado.
Qué suave era la vida allá por los años de mi infancia.
Cuando la crueldad de la vida también me visitaba
pero mis ojos infantiles lo transformaban todo
como el arco iris esplendoroso de un caleidoscopio.
Y con diminutos vidrios posados en mis dedos
construía mundos en los que la vida salía como yo la predecía.
Y hasta la herrumbre más amarga estaba impregnada
por el aroma meloso y cálido de mis carcajadas.
Cuando mi madre era cercana y no distante.
Cuando mi hermana era mi hermana y no una extraña.
Y si me caía del columpio, esa herida no dolía.
Porque disfrutar del juego era lo importante.
Y sabía sin tener que recordármelo que caer sólo tiene sentido
si sigo teniendo la fuerza suficiente para levantarme.
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