A UN AMIGO DE JUVENTUD [Mi poema]
Tamara Kamenszain [Poeta sugerido]
Tamara Kamenszain [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo |
Ave fénix que al cielo aplaudiera, De tu Galiza, origen divino, Combinando las noches de farra Siempre el norte marcó tu destino, ¿Dónde quedan los sueños perdidos Y una vez que has subido al altar |
A Avelino Silva, gallego de Pro, un amigo de la juventud, de cuando ambos nos comíamos el mundo, dos foráneos, dos referentes de esa época tan gloriosa de nuestra historia que hoy me sirve para rememorar algunos hitos tan álgidos. El escenario, Madrid. En la foto el Arco de cuchilleros.
Una muestra de sus poemas
- 1 MI POETA SUGERIDO: Tamara Kamenszain
- 1.0.1 No puedo narrar
- 1.0.2 El padre de Lucy copiaba un libro ajeno
- 1.0.3 Como la torcaza que de transparencia en transparencia
- 1.0.4 Soñé con Arturo Carrera
- 1.0.5 Tal vez sea esta:
- 1.0.6 Esto no lo conté nunca a ninguno de los analistas:
- 1.0.7 Pero la fiesta engaña porque hay otra línea que sin embargo
- 1.0.8 «Escupamos quieres realmente/ sobre aquello que/ hemos amado»
- 1.0.9 Yo a esta altura de mi vida
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MI POETA SUGERIDO: Tamara Kamenszain
No puedo narrar
No puedo narrar.
¿Qué pretérito me serviría
si mi madre ya no me teje más?
Desmadrada entonces me detengo
ante un estado de cosas demasiado presente:
ser la descuidada que la cuida
mientras otros la descuidan por mí.
Son personas que me sobran
y la gramática se torna un escándalo
cuando ella que olvidó las palabras
adelanta su bebé furioso
con el fin de decirlo todo
aunque no se entienda nada.
El padre de Lucy copiaba un libro ajeno
Se inclina sobre el cuaderno y con esfuerzo
va copiando una a una las palabras
del libro que tiene al lado.
Lucía Laragione
El padre de Lucy copiaba un libro ajeno
mientras decía que lo estaba escribiendo.
En ese gesto senil la desmemoria del escritor
fuerza un homenaje doméstico
a lo que letra por letra tuvo para su vida
la trascendencia del asunto impreso.
Mi madre también se copia de lo que era
mientras yo plagiando al plagiario
trato de pasar en limpio ese diario de vida
que la autora de mis días escribe como puede.
Como la torcaza que de transparencia en transparencia
Como la torcaza que de transparencia en transparencia
anuncia muy claro lo que no sabe decir
mi madre voló llevándose con ella todo el repertorio
duplicó lo que no dijo puso en eco el viejo acento familiar
y me dejó sin oído buscando sonidos reconocibles
indicios de letra viva bajo la campana fónica del tiempo
porque si es cierto que la voz se escucha desde lejos
aunque nos tomen por locos tenemos que atrapar
en el espiritismo de esa garganta profunda
un idioma para hablar con los muertos.
El eco de mi madre, Ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2010
Soñé con Arturo Carrera
es un amigo de mi generación literaria
me susurraba en italiano palabras al oído
era excitante.
Usted puede viajar a Italia a ver si ahí encuentra el amor
interpreta la analista buscando que acabe
la novela de mi vida para que por fin empiece
su realidad.
Arturo no era Arturo porque nunca
en los sueños los que vemos son los que vimos
y de mi generación literaria el pasado me impone
complicidades guiños contraseñas
que los que no estuvieron ahí
nunca entenderán.
Eso me obliga a hacer siempre el mismo recorrido:
psicoanálisis, literatura, teoría, política…
y aunque muchos jóvenes se fascinen con nuestra época
es un hecho que nosotros
tenemos la cabeza quemada.
Tal vez sea esta:
con un gesto doméstico de camisetas impresas -YO ESTUVE AHÍ-
132 estudiantes mexicanos en YouTube
desafían a un candidato a presidente que los ninguneó
lanzando esa fuerza de choque inesperada
que hace decir a Margo Glantz desde su Twitter:
«Yo soy 133».
En primera persona también me sumo
quiero salvar con ellos algo de mi propia juventud
algo que el pasado escanee para mí
un entusiasmo de grupo un nosotros naíf o salvaje
que me permita creer que alguna vez me colé
por los agujeros de las voces ajenas
para encontrarme feliz y contenta
con el eco de la mía.
Esto no lo conté nunca a ninguno de los analistas:
en el colegio primario judío veíamos todos los años
la misma película de los campos de concentración nazi
esa donde unos cadáveres vivos cavan la fosa
después tiran adentro los huesitos de sus muertos
y después todavía son obligados
a empujarse a sí mismos suicidados por otros
que los fusilan para que de tan livianos caigan
sin comerla ni beberla.
No sé pero todavía hoy cuando un taxista dice
algo sobre los judíos me callo
no vaya a ser que por el espejo retrovisor descubra
que yo también estoy al borde de esa fosa.
Por eso no opino por eso me escondo
detrás de la primera persona.
Pero la fiesta engaña porque hay otra línea que sin embargo
de nuevo es la misma:
veinticuatro horas y ya pasamos al 2013.
Varios cambiaron hoy su foto de perfil y eso le gusta a Facebook
porque es bueno contestar a la pregunta íntima
con una imagen pública.
Si pudiera escribir como quien cambia su perfil subiría
unos versos de mi primer libro y los haría pasar como actuales.
Eso contestaría a la pregunta de cómo me siento:
«una piba», diría mi mamá.
Pero mis hijos me privan de hacerlo
si digito la contraseña las iniciales de ellos
me dejan entrar sólo a mi propia edad y eso me devuelve
a los límites del poema-libro.
«Escupamos quieres realmente/ sobre aquello que/ hemos amado»
dicen unos versos de Louis Aragon
que repetíamos a los 20 como un mantra.
Usted se desenamoró del amor repite ahora mi analista
como diciendo vuelva a ilusionarse vuelva a creer
que el asma tiene cura porque si no
no va a poder curarse de la poesía no va a poder lograr por fin
alguna inspiración.
Yo a esta altura de mi vida
me siento obligada a ser clara
aunque nada ni nadie me lo pida.
En un poema de 1986 me puse oscura
para decir algo que ahora
diría de otra manera.
Transcribo parte de ese poema con el único fin
de poder usar de nuevo sin avergonzarme
la palabra sujeta:
«Se interna sigilosa la sujeta
en su revés, y una ficción fabrica
cuando se sueña».
Para mí lo urgente a esa edad era
graduarme de mí misma retener
como diploma de adulta mi nombre propio
en una celda impersonal.
Para eso tuve que recurrir a la tercera persona
como si en verdad los sueños de la otra
los pudiera descifrar Tamara.
El libro de los divanes Adriana Hidalgo, 2014.