A todos los amantes de la literatura en sus distintas formas o variantes...
ENCUENTRO IMAGINARIO [Mi poema]
Roberto Echavarren [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Yo voy sonando caminos Me crucé por tu sendero Una lágrima furtiva, Tú te pusiste a cantar, Y hoy en mi corto paseo Mas al ir a hablarte siento Pero un día, buen hermano, Tú te irás muy despacito, Era una tarde mimosa, |
Basada en esa famosa poesía de don Antonio me he tomado la licencia de simular un encuentro con él, Ya me hubiera gustado, ya. Antonio Machado es sin duda uno de mis poetas preferidos y unos de los mejores que ha sabido plasmar en sus obras la espiritualidad de la gente y los paisajes de Castilla.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Roberto Echavarren
EL DIABLO
La experiencia que no tuve
el diablo en el cuerpo
y mientras el cuerpo expiraba en la página
la página tenía cuerpo de mar
un párpado horizonte
el diablo en el piélago
y mientras yo escribía el pliego
el diablo se desplegaba
y mientras el diablo navegaba
yo lo seguía en mi bote de papel
pero yo no sabía qué era el diablo,
más bien el diablo estaba en otro lado
y yo no conocía ese lado
Un secreto se bebe
sin oír las palabras
y ahora ¿qué haré
sino callar esta barbacana
y calificar de precario
un cruzamiento
de personajes desparejos?
A ojos vista se acoplan jumentos impares
sin hablar a veces
porque no se conocen sino raramente
cada cual aporta un vestigio de vida,
a su hora y todos juntos
estos particulares inconexos enredados
salvo que uno se detenga un minuto más,
salvo que uno quiera filtrar más que flirteo
y en la encrucijada se pregunte:
¿hasta dónde y hasta cuándo doy pistola?
El genio está encerrado en la botella
pero la materia se pervierte
allí dentro
De hecho se diría que uno apenas llega a cumplir once años.
Imbuche
No pudieron resistir, no pudieron mirar
tu hermosura, tu comercio con el aire.
Narinas, boca, ano, sexo, oídos, ojos:
cosieron tus aberturas.
Monstruo de hermosura, cosido monstruo.
Cerraron orificios de tu piel,
condenaron puertas de tu cuerpo
a ningún tráfico. Bola de carne,
comerciaste sólo contigo en el misterio
del interior clausurado para siempre.
No te violaron. No te perdonaron.
Te veneran sin interrogarte.
Has dejado de torturarlos; te devolvieron
la tortura puntada por puntada.
Ya no prometes nada a nadie.
Nariz, ojos, boca, ano, sexo, oídos:
flautas rotas donde circulaba tu poder.
Antes prometías todo a todos,
golpe de rayo, últimos ecos de la lluvia,
insondable, luminoso.
Repartía tu voz las montañas,
despertaba chasquidos en las hojas.
Pusieron dique a tu amenaza.
Te veneran cerrado.
El secretario
Yo soy el hombre de mi destino, etc., aquí en una casa
sola, la técnica del bebé o la viudita
sin persuadir a nadie, sin que crean en mí
yo soy la momia de la calle Arturo, preparo el café
con menta, descubrí que me había muerto, en aquella tarde
con los negros verdosos, las lámparas de mercurio rosado
su memoria no la respeta nadie, dije.
Mella
No me habría detenido en ti si no hubieras estado
al final de la avenida junto al kiosco de tiro al
blanco
donde pasan en correa patos de metal. Hiciste
mella en uno.
Fuimos al tren fantasma; en cada curva saltaban
los muertos.
Tus dientes con luz negra se enhebran fosforescentes.
De repente no sé si hablamos o estuvimos callados,
qué hicimos tan bien sin darnos cuenta.
Sigo leyendo sin saber si estoy acompañado o
estoy solo
el contrapunto de ocurrencias de tu cuerpo,
curso acelerado donde me devano
por descifrar la trama de sucesos.
La medalla sólo me llevó días enteros.
Puedo comenzar con tu cuerpo, tazas del cielo
por donde se descuelga una línea hasta los talones
y plantas encallecidas, que al besar invertidas
me dejan perplejo de que te hayan sostenido tan
rudamente.
Cola, grupa, lugar del mastelero, levantada
esperando ¿qué?
consagración de las primeras lluvias:
tu Valparaíso, enorme boca de la bahía pacífica.
Había terminado la serenata y no nos habíamos
dado cuenta;
ahora en silencio seguíamos tan acompañados
como antes
las historias tejidas por un enigma al desplegarse;
cordón de dijes tirante sobre tu cuello ancho:
resalta un cuerno, una lámina sin nombre, una
raqueta
de hilo de cobre entretejida con varios interiores
flexibles donde hundo el dedo y sacas la lengua
ex abundantia cordis. Me clava
el triángulo pintado en tu espalda
blanco sobre negro con un ojo negro sobre el blanco.
Fumo tus cigarrillos y pito mariposa blanca
alrededor de tu cabeza; página tras página va
cayendo,
indecisa, interrumpida cabeza de toca blanca
acogida a los golpes de la habitación contigua
contra el fondo verde luz de una tapa
en la antesala de la biblioteca.
Tu canasto, por no decir entrepierna
lisa, oscura de patchouli, por donde empieza la
curva
hasta el cráneo, cuadrado dije de jade:
aunque no queden dichas tus formas, al menos
aludidas,
me despido pero tú estás de nuevo.
Lo simbolizado se reduce a una visión interior,
quiero decir desde tus adentros:
mella en las paredes de la gruta.
El verano siguiente
Ingrávido de materia sutil
el aire en espiral se inclina oído por la suerte.
Y antes de respirarte
sube el musgo arrancado a los ladrillos
como tonda lasca que arrojó el verano
de los ojos. Antes de olvidarlo, por no sabido
estrecho del sentido, pudiendo barajarlo, tenso e ido,
cifra el redondel de una plaza, el ventanuco blancuzco
con un fondo verde de pecera.
‘A la del balcón o la ventana
arrojada la tiene sin caerse.’
Sube la ducha y sube sabiendo que al subir
la presión no rompe el caño,
en canonjía de hierba y resguardo del petate,
como si al saber no romper
estuviera escupiendo los restos de un rasgado
mantel a rayas.
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