CUANDO YO ERA JOVEN [Mi poema]
María Eugenia Brito [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Cuando joven ¡parece fuera ayer!
dieciocho eran los años que tenía,
el mundo a borbotones me comía
y toda mi obsesión era correr.

Correr, correr, correr, siempre correr…
Vivir la vida atropelladamente,
un receso a dormir y otro a comer
y el resto era vivir intensamente.

Debía que llegar a donde fuera
antes que otros. Tenía de impedir
que nadie me pudiera perseguir
ganando y mejorando en la carrera.

Pues toda mi obsesión se resumía
en lograr alcanzar del objetivo
la experiencia soñando que vivía
y escribir la palabra: conseguido!

Ahora en que ya soy algo viejo,
-mejor, que he superado los setenta-,
del cuerpo sigo, sabio, su consejo
y a dictados del alma tengo en cuenta.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  María Eugenia Brito

EXILIO

I
Ayer te llamé
y mi propia sombra
respondió en el teléfono.

II
Adiós te dije dulcemente
y la calle creció creció
como la noche.

III
Tu cuerpo lucha en la pared.
Mi cuarto
no puede dejarte ir
sin herirme.

IV
Fantasma trasnochado del amanecer
Cantando tu propio tango
De pie llorando
Ante el balcón de una mujer
También fantasma.

HISTORIA

Bajo los verdes árboles planté mi cabellera
Y los hice girar
Cada una de sus hojas eran mis pelos
Y mis brazos ya no subían al cielo
se quedaban quietos.
Sólo otros brazos hacían brillar sus hojas.
Como la luz del día
me fui llenando de grietas
mis piernas conocieron infinitas historias
también fui cortada

Y así, cortada,
desmesuradamente abierta,
el agua me penetró y
me penetró la luz

de las escuálidas ranuras
de esas fatigadas ranuras
perseguidas

de los muertos que buscándose
me buscaban.

Deseaban mi negra cabellera.
Yo hice girar mi cabellera
como una lisa bandera verde por la tierra
y fui raíz.
Sus brazos ciegos
me cortaron la boca
y fui su voz
por la que hablaron
los que un día colmándose
me colmaron.
Parí entonces las suaves colinas de Santiago
que quisieron ser árboles del cielo.

Parí a la insolente
la sorprendida
erótica
nieve de los Andes.

Esa es una voz nunca encontrada.

Parque central

Abandonada de ti
te llevo en mí
como la antigua Venus
su belleza en los brazos rotos
sabiendo que al final de mí
me esperas tú
para cortármelos.

MILAGROS

I
Te dieron Judas como nombre.
Fuiste tan desechado
como amado.
Te regalaron la corona de espinas
¿el manto?
Porque la historia se hizo por y para ti
la humanidad lloró con tu desdicha.

Los árboles son desde entonces el cetro del suicida
boca abajo del cielo.

La muerte fue soñada por los hombres
como la gloria del justo como la libertad
porque la vacilación y el amor fueron tu destino.

Cristo hizo para ti toda la historia.
Tenías que morir después de él a voluntad y solo.
Quien no ha muerto de amor no vivió nunca
y el abismo sí tiene hermosos ojos.

II
Aun sus mejores lágrimas
fueron para ti.
No para mí
ni para otras.
Ni para la eternidad que al fin y al cabo
era sólo una vertiente de su amplio deseo

¿Hija de Dios?
¿Espejo de Dios?

No contentada con ser ángel
Sino mujer:
Mujer martirizada.

III
Por ti,
la historia pudo ser oída.
Ya nunca más el árbol pudo ser sagrado
la luz se rompe entre sus ramas quebradas.

Tú fuiste el más amado de los discípulos:
se te dio el placer del sacrificio
y el horror del milagro.

Nunca pudiste verle el rostro,
hacer tuya esa mirada
fue tu acto de denuncia

No sabías que ése era también tu innombrable rostro
volcado para siempre a la eternidad.

Yo era sólo una de ellas.
Como tú conocí el placer del sacrificio
el horror del milagro.
Era sólo una de ellas
Ahora soy todas.
Tú me diste el bálsamo.
Él me llamó María Magdalena.
Y mis lágrimas pudieron limpiar su llanto
Caricias fueron.
Mis lágrimas pudieron lavar su llanto
doblándolo en mi cara
como el llanto de todas mis hermanas.

Y por ese bautismo tuve que cruzar todas las aguas.

IV
Tu roja boca fue mi bálsamo
también mi sepultura.
Pues para siempre mis ojos fueron lágrimas
y mi carne lecho:
lecho de tierra
lecho desterrado.

Volcaste la eternidad en mi regazo
Por eso ahora soy una errabunda:

Bien sabes el placer que da la muerte
La dulzura de su abrazo
el fin de la memoria
y su tristeza
Tu sola mirada me trocó los sueños
Como tú,
producto
convertida en nostalgia.
De esta manera
me abrí a las posibilidades germinales
no pude ser sino un error huyendo de sí mismo
no pude ser sino camino
entre una ausencia y otra ausencia
entre una nada y otra nada
brotaron los nombres de tu sombra
brotó el calvario de tu sombra
brotó mi quebrado nombre
y las palabras.

V
Si vieran la sorpresa del ángel al verme
Casi violeta
Atravesada por el murmullo intermitente de las aguas.

De bajada
exánime de tanto escribir palabras y palabras
para los innombrados
siempre vestidos de luto.
Cruzando las calles con mi transparente gasa
y mi sudor de mujer
recién parida.
Rodeando todos los cercos del cielo

VI
(El legado)

Tus clavos y tu sangre fueron
estrellas
en el firmamento profundamente angosto
de tu mano
cupo el dolor del mundo
y en tus piernas dios se estremeció.

Conseguiste al fin ser oída
ante los pies de tu madre
vieja
como tus heridas y tus brazos cortados.

Por eso
tus clavos y tu sangre fueron
estrellas
Del mismo modo
que los azules ataúdes con que nos clava el universo
son nuestra raíz angosta
desterrada
siempre y al fin sujeta por la tierra.
Nuestro cuerpo¿un desdén?
¿una gloria?
Tu cruz¿nuestra nostalgia?
como cuando se mira un madero de leños ardiendo
sabiendo que afuera no nos espera nadie.

MUROS

I
Solitaria
de tanto hablarme a mí misma me hice muro
muro de murmullos ininteligibles
me hice guarida me volví eco
terminé medio persona medio arista.

II
En mi cuarto
las paredes quieren ajusticiarme
pues soy su fragmento desprendido.

Sobrevivo sin duda a mis espaldas.

III
Diseñada para completar la tierra
esfera de tu propio nacimiento
esfera blanca
perfilando el duro rectángulo del cuarto
donde me exhiben
puro rectángulo del síntoma y la nada
Sólo mis manos permanecen abiertas.
Sé que las paredes me desean.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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