PEQUEÑO VALS TRISTE [Mi poema]
Enrique Díez-Canedo [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Cuando tengas abierta una herida
y quisieras la pena curarla,
cuando sientas que el alma está huida
y desearas poder encontrarla;
cuando veas que el cielo se ha hundido
y sin remos se ahoga tu barca
coge impulso, ve, y date un respiro,
sólo un susto, eso es una charca.

Ay, ay, ay ay, a bailar, a bailar, a bailar
Ay, ay, ay, ay, a bailar a bailar este vals

Cuando dudes por qué haber nacido
y levantes a dios tu mirada,
no deduzcas que es que él no te ha oído
que respuesta ha dado por callada;
cuando veas se cierran las puertas
de la que es tu ciudad encantada
sé valiente que las hojas muertas
sólo sirven para ser pisadas.

Ay, ay, ay ay, a bailar, a bailar, a bailar
Ay, ay, ay, ay, a bailar a bailar este vals

Cuando intentes volar hacia el nido
y contemples que no tienes alas
o comprendas que te hallas bebido
y a dormirla vayas la playa;
cuando ya el caballo se fatiga
y no pueda soportar la albarda
da una vuelta a la rosca y tira
que aún la noche no la pintan parda.

Ay, ay, ay ay, a bailar, a bailar, a bailar
Ay, ay, ay, ay, a bailar a bailar este vals

Si en tu vida se cruza algún gato
y creas te trae mala suerte
no hagas caso pues para la muerte
aun te queda que andar un buen rato;
sigue andando, no pares, no pares,
intentando agarrarte a la vida
nunca des la causa por perdida
aunque veas lloviendo está a mares.

Ay, ay, ay ay, a bailar, a bailar, a bailar
Ay, ay, ay, ay, a bailar a bailar este vals
©donaciano bueno.

Aquí el poema de García Lorca

Este poema ha sido escrito en mi reciente visita a Viena y guarda relación con el poema de García Lorca, cuyo texto no entiendo y la magnífica versión musical de Leonard Cohen.

MI POETA SUGERIDO:  Enrique Díez-Canedo

EN EL ENTIERRO DE UN AMIGO

En el entierro de un amigo
con lluvia
Te vas. Tierra de México te ampara.
No lloramos. No llora el hombre fuerte.
No es llanto. Mansa lluvia el cielo vierte
y a nosotros nos corre por la cara.

ORACIÓN EN EL JARDÍN

Yo me quiero morir como se muere
todos los años el jardín, y luego
renacer de igual modo que renace
todos los años el jardín. Se han ido
los pájaros; volaron, pero no tenían alas.
No me quiero morir como las hojas,
ni quiero ser el árbol de perenne
verdor adusto, ni el arbusto dócil
cortado en seto, sino el árbol libre,
desnudo atleta que en el suelo ahínca
las fuertes plantas y en el aire tuerce
los recios brazos; no el verdor eterno
sino la fronda renovada, el fruto
cuando el año lo envíe. Aquí me tienes,
Señor, desnudo como el árbol. Dame
tu bautismo de lluvias y tu crisma
de sol, y dame vestiduras nuevas,
inmaculadas. El jardín de invierno
callado está: mi corazón callado.
Habla tú; luego, vísteme de hojas.
Algo de tus palabras, al moverse,
repetirán, como inspiradas lenguas.

GRILLO DE MI VENTANA, POETA LASTIMERO…

Grillo de mi ventana, poeta lastimero
que, entre alambres y corchos, esperas, prisionero,
días y días, noches y noches, a la muerte:
me conforta el oírte si me contrista el verte…
Lastimero poeta, tus eternas canciones
cantan el triunfo eterno de las constelaciones
en el cielo; el encanto nocturno de la tierra;
la salud de la brisa que por el campo yerra,
y el correr de las aguas del manantial. Tu nota
celebra la armonía que del gran Todo brota.
La nota persistente de su monotonía,
la nota tremulenta de tu melancolía,
la desesperación serena de tu calma,
penetran hondamente, penetran en mi alma.
Comprendo lo que pasa por ti; comprendo el duro
misterio que es cadena de tu existir oscuro;
y admiro tu resignación de anacoreta,
grillo, de mi ventana, lastimero poeta,
y admiro ese desbordamiento franciscano
de amor con que saludas a todo, grillo hermano.
Yo te admiro y quisiera, grillo bueno, imitarte:
contestar a la ofensa con amor y con arte;
vivir siempre en mi jaula resignado y sereno;
ver a la tierra hermosa, juzgar al hombre bueno
y hacer mis versos como tus cánticos sencillos
de amor, que te granjean el cielo de los grillos…
Versos de las horas, 1906.

EL DESTERRADO

Todo lo llevas contigo,
tú, que nada tienes.
Lo que no te han de quitar
los reveses
porque es tuyo y sólo tuyo,
porque es íntimo y perenne,
y es raíz, es tallo, es hoja,
flor y fruto, aroma y jugo,
todo a la vez, para siempre.
No es recuerdo que subsiste
ni anhelo que permanece;
no es imagen que perdura,
ni ficción, ni sombra. En este
sentir tuyo y sólo tuyo,
nada se pierde:
lo pasado y lo abolido,
se halla, vivo y presente,
se hace materia en tu cuerpo,
carne en tu carne se vuelve,
carne de la carne tuya,
ser del ser que eres,
uno y todos entre tantos
que fueron, y son, y vienen,
hecho de patria y de ausencia,
tiempo eterno y hora breve,
de nativa desnudez
y adquiridos bienes.
De aquellos imperturbables
amaneceres
en que la luz de tu estancia
se adueñaba tenue
pintando vidrios y cuadros,
libros y muebles;
de aquellos días de afanes
o placeres,
de vacilación o estudio,
de tenso querer, de inerte
voluntad; de cuantos hilos
tu vida tejen,
no hay una urdimbre quebrada
ni un matiz más débil. ..
Nadie podrá desterrarte
de estos continentes
que son carne y tierra tuya:
don sin trueque,
conquista sin despojo,
prenda de vida sin muerte.
Nadie podrá desterrarte;
tierra fuiste, tierra fértil,
y serás tierra, y más tierra
cuando te entierren.
No desterrado, enterrado
serás tierra, polvo y germen.

MAR PAGANO

La voz del mar es un clamor de furia,
de paroxismo. En el temblor del agua,
con espasmos de amor y de lujuria,
tal vez un mito divinal se fragua.

Líquidas trallas baten los cantiles;
y es tan tremendo el ímpetu que azota
los peñascos austeros y seniles,
que su masa en esquirlas salta rota.

El sol es como un ascua. Es un glorioso
pastor; desde los cielos deslumbrantes,
guía un blanco rebaño milagroso
de magníficas olas espumantes.

Mar, ¿qué quieres? Acaso en esta ruda
contienda, en este rebramar sonoro,
va a surgir otra vez, blanca y desnuda,
de entre tus olas Afrodita de oro,

y esas torsiones ásperas, supremas,
son del nuevo prodigio las señales?
¿O quieres, de tu azul, fundir dos gemas
para sus claros ojos inmortales?

HAN VENIDO LOS HUNGAROS

Han venido los húngaros, hermana,
osos de tardo andar, monos ladinos
lleva la miserable caravana.
Son los hombres esbeltos y cetrinos.

Fuman pipas enormes. Llevan rojos
casquetes, de los cuales se desborda
la maraña de pelo, y en sus ojos
brilla el destino de la errante horda.

Son flacas las mujeres. En harapos
van desnudos los pies bajo las faldas
en jirones. Envuelto en sucios trapos
una conduce un chico en las espaldas.

Tañen los hombres grandes panderetas,
canturrean tonadas melancólicas,
y hacen dar a los monos volteretas
y ágilmente bailar danzas diabólicas.

Y amaestran al oso torpe y grave
de floja piel, que humildemente fiero
danza, y pasando a la ronda, sabe
las limosnas recoger en el pandero.

Han venido los húngaros, me gusta
ver su arrogancia en su mirar osado,
y, en lo moreno de su faz adusta,
los soles de las tierras que han cruzado.

Amo danzas, combates, aventuras
pero soy hombre débil y pequeño
y he recorrido solo las llanuras
del país arbitrario del ensueño.

Y he vivido en mi hogar burgués y oscuro
y el vasto mar y el alto monte ignoro,
las tierras que repulsa el hielo duro
y las que halaga un regio sol de oro;

y languidezco en un rincón de olvido,
y engarzo en él paciente, verso y verso,
sin azares que me hayan conducido
por la diversidad del Universo…

Húngaros, hoy ha roto vuestro paso
mis horas de tristeza, de fastidio.
Desde mi quieto bienestar, acaso
vuestra inquietud, vuestra pobreza, envidio.

(¡Corazón, corazón!, ¡qué no te atrevas
cada día a buscar extrañas gentes,
costumbres no sabidas, hablas nuevas,
cielos varios, paisajes diferentes!)

Cuando vosotros pobres peregrinos,
lejos del suelo avaro que os destierra,
peregrináis por todos los caminos,
por todos los caminos de la tierra.

Mi espíritu lleváis en compañía:
vuestras faces morenas le son tratas,
ama vuestra tenaz melancolía
vuestras noches, que alumbran las fogatas

y vuestro caminar por entre hogares
tibios, morada de los hombres vanos,
de esos duros, inhóspitos lugares,
en que os ladran los perros aldeanos..

LA BRUJA JOVEN

Triunfan en tu cuerpo todos los pecados,
Son tus labios rojos flores de mentira.
Son simas de orgullo tus ojos rasgados.
Tus palabras roncas, torrentes de ira.

Tenazas de gula son tus dientes blancos.
Tus pechos, almohadas para la pereza.
Y en tu vientre núbil y en tus firmes flancos,
la sierpe lujuria yergue la cabeza.

No están los estigmas del sábado impresos
en tu faz de virgen con que atraes y engañas;
mas tu lengua sabe satánicos besos
y el amor de chivo quema tus entrañas.

Vas al aquelarre donde clama y brinca
tropel monstruoso. Tu sola presencia
lo para, y sus dardos en tu cuerpo inca
de la obscena turba la concupiscencia.

Y al llegar el día te truecas en gata
de ojos verdes, alba piel y finas uñas;
y al que a tu misterio de acercarse trata,
le halagas primero, después le rasguñas.

A valery larbaud

pensando en Ricardo Güiraldes
Se fue. Ya no es más que sombra.
Montó en su pingo pampeano.
Solo se fue por el llano;
dejó atrás rancho y potrero
y en el último lindero
nos dijo adiós con la mano.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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