1.UN PÁJARO SIN ALAS [Poema del Editor]
2.Yamandú Rodríguez [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)

MI POEMA… de medio pelo

 

(canción triste)

Me contaron mis abuelos que en la Habana
por la noche, cuando ruge el malecón,
en que afloja la pereza y la galbana,
con su parche, su bandera y su canana,
surge un hombre tarareando una canción.

Por su aspecto pareciera que es un viejo
que entonando siempre sigue el mismo son,
con su gorra de marino y su entrecejo,
abrazado a la botella de un añejo
disfrutando de algún trago de un buen ron.

Que él soñaba con llegar a otros lugares
donde dicen que se vive en libertad
navegando con destreza hacia otros lares
en que habitan desde un tiempo familiares
y saber si lo que dicen es verdad.

Mas se cuenta que al nacer una mañana
esa sombra del marino se esfumó
a esa hora en que dormía tan temprana,
unos dicen ya vivía con desgana
y otros cuentan que de pena se murió.

Desde entonces, cuando inicia el nuevo día,
es el eco que repica esa canción
sin la letra, que sólo es la melodía,
que transporta al malecón melancolía
y hace un solo, fiel su amigo, el acordeón.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Yamandú Rodríguez

El Remate

Falta el aire, y sobran moscas en este domingo de enero,
el sol fríe la chicharra duerme un matungo azulejo,
algunos pollos con argaras están de picos abiertos,
por los charquitos de sombras hay unas guachas bebiendo,
por los caminos calientes cruza la siesta en su lerdo,
ojos azules de cardo curiosean desde lejos,
y asoman por las retamas, ojos azules de ceibo,todo es dulce de tan pobre..

Frente al rancho de tanteo,que esta
con los cuatro codos deshilachado de tiempo,
subasta un rematador, las pilchas de un criollo viejo,
hay muchos interesados, son vecinos todos ellos,
muchachos que hasta hace poco le llamaban «el abuelo».

Recostado sobre el palenque los mira tristón el viejo,
han ido a comprar barato cosas que no tienen precio,
y piensa con amargura, ya no da criollos el tiempo,
que vale este par de espuelas,si las rodajas de fierro
son como dos lagrimones que llorasen por su dueño,
con ellas salio a ganar hace ya muchos inviernos,
la novia en un bagual blanco, la vida en un bagual negro.
Los mozos suben la oferta, doy 10, 15, 20 pesos,
disputan como caranchos el corazón del abuelo,
que al escucharlos se pone rojo de vergüenza el cielo.

Son suyas las nazarenas, dice a uno el martillero,
le han vendido las lloronas, hoy por desgracia hoy tan luego,
que en el palenque la vida le ato su bagual mas negro,
y piensa con amargura, ya no da criollos el tiempo..

Sacan a la venta un poncho, donde garúan los flecos,
para mojarle la cara al que se lo lleve puesto,
tiene la boca zurcida, y lo gasto tanto el tiempo
que a tras luz del calamaco se ve la historia del dueño,
guampas chuzas y facones lo acribaron de agujeros,
pero su filosofía siempre le puso remiendo,
de día con un celeste, de noche con un lucero…

Yo pago por esa pilcha tuita la plata que tengo,
subo a una onza la oferta, si no hay quien de mas lo quemo.
Entonces cae el martillo en lo mas duro del silencio,
un mozo se llevo el poncho y allí cerca el pobre viejo
esta temblando de frío en una tarde de enero,
y piensa con amargura, ya no da criollos el tiempo.

Así perdió en la bajada lo que gano en el repecho,
una a una las ovejas, pilcha por pilcha el apero,
quisiera salvar del lote su mancarrón azulejo,
pa´ que lo agarre la noche en un caballo estrellero,
no tiene mas que uno, y ese, se lo quema el martillero.

Allí termino el remate, cobro la cuenta el pulpero,
¡ aura si! Al verlo tan amargao tan desecho,
todos los rumbos arrollan los lazos de los senderos,
y son cuatro pialadores los que están esperando al viejo,
en cuanto quiera salir, le van a dar contra el suelo…

Entonces aquellos mozos se acercan pa´ defenderlo,
y el mas ladino le dice entre temblón y risueño,
todos compramos sus pilchas, pa´ salvárselas abuelo,
aquí tiene sus espuelas, aquí tiene su azulejo,
Otro le trae en los brazos, igual que a un niño, el apero
otro le entibia las manos con aquel poncho de fleco,
y otro que no compro nada, le estampa en la frente un beso…
Por que sigue dando criollos, muy lindos criollos el tiempo…

AMANECIENDO

Yo ya andaba levanta’o…, de madrugada salgo a prender mi tabaco en el lucero, mientras termina de encerrar la noche… una ronda de gallos fulgurientos.

Tapa’o con las cenizas del rocío….,
Arde haya en horizonte el trasfogueo,
hay un pirincho…, caprichoso,- madruga mucho,
-viene hacer buche de luz en ese alero.
Hay una ronda de pajaritos con los picos recién pintaos de nuevo
y en los juncales del arrollo de oro tiende a secar sus medias el bollero.

Yo era mozo…, mozo y con novia,-
Me faltaría mas o menos un mes pa el casamiento.
Sobre el amanecer de mi relato
— ha pasao… poco olvido,
Pero mucho tiempo…,

Se ve un amargo…
Y sentí en la puerta como el balar de un corderito enfermo…
Abro… y me encuentro… con un niño e meses…
envuelto en unos trapos viejos, ¿y esto?…
pensé pa’ mis adentro….
Quien sabe?,….. quien sabe que miserias me trajo a mi este mamón ajeno.
Lo alcé…, ¡lo alcé como quien alza un crucifijo toca’o por dentro.
Lo bese en la moyera que tenia una pelusa de patito negro.
Lo apreté juerrrte contra el calor empluma’o de mi pecho y el niño…,
El niño dejo de llorar,
Y el sol…, el sol curioso se acerco como olfatearlo,
El horno abrió tamaaña boca al verlo… y pa que el niño riyera mi caballo viejo hizo de su coscoja un sonajero.
Entonces yo toca’o le dije a tu’itos,
Al aire,… al rancho,… al caballo, a la vaca, al sol, al viento,..
Este,… éste es un hijo mío…
Claro que es un hijo mío por que es una semilla,… es
Una semilla que me trajo el viento…
Bendita sea la noche que lo puso desnudito de amor bajo mi alero.

Le deje el neno a una vecina,… le cargue espuelas al caballo viejo,
Y lo raye en el patio de mi hembra,…
En el patio de esa mujer que no tuvo corazón,…
En el patio de esa mujer que no tuvo sentimientos,…
Porque le negó al niño el agua del socorro y pecho,
Porque iban a decir cuatro vecinas que ese hijo era nuestro,
Iban a decir que lo habíamos tenido nosotros sin permiso el pueblo ante el casamiento, y ella,… mi novia,… mi novia me pidió que lo regalara,
Mi novia me pidió que lo diera! y ¡como podía darlo…,
¡Cómo podía darlo si no era un perro!,..
No era un perro… era un pedazo de carne,..
Era un pedazo de carne con una rosa adentro.
Y Dios,,,, dios no puso ese niño en el nido de un malba’o,,
Dios lo puso en el nido querendón de un hombre de América,
Que se santigua por los cuatro vientos,
Y yo no estoy pa que me tiemble el pulso cuando salgo a prender mi tabaco en el lucero.
¡Ella mi novia!.. me dijo que podía haberme dado’ un hijo nuestro,
Que ese,. .que ese era un pedazo de carne ajena,…
¡Que ese era un pedazo de carne negra,…
Que ese era un pedazo e’ carne e’ pueblo,
Que lo diera que lo regalara!, y como podía, como podía regalarlo…
si no era un perro….
Y entonces mi novia,… la mujer quien en toavia quiero,…
La mujer que le estaba agarraaanndo,,,
Agarraaanndo la orejita al casamiento.
Me apunto los ojos en el pecho y me dio a elegir; » el niño… o ella»,…
El niño o ella, …el niño o ella,… el niño o ella.
CON el niño le dije que SÍ, con el desnudito de amor, con Él me quedo.

El perdón

Son las cinco de la tarde en un pago de leyenda.
A estas horas el ombú, se saca el poncho violeta
y lo tiende sobre el suelo curtido de la tranquera.
No pasa una virazón.
El patio se recalienta
con un brasero ‘e malvones, prendido no bien clarea,
a donde las ponedoras van a pintarse las crestas
y casi siempre murmuran su rosario las abejas.
El rancho es de palo a pique.
Parece que jué carreta;
porque entuavía se ven entre los yuyos dos ruedas:
una es la boca del pozo y la otra, la manguera.
Dicen que todo era dulce: el agua, el techo y la dueña,
una viejita muy blanca, que dejó viuda la guerra
con cuatro hijos varones…y se echó esa cruz a cuesta.
Sus manos son un milagro de amor, porque sale de ellas
tierno el pan del amasijo, tibia la leche que ordeña,
blanco de espuma el mantel en el altar de la mesa,
donde esas manos bendicen la caridad de la cena
con la hostia de la luna azulando la cumbrera.
Esas manos día a día, sacan calor de la rueca,
pa’ antibiar cuatro pichones que desplumó la pobreza.
Y esas manos de la madre, con diez palitos sin juerza,
van haciendo cuatro gauchos a rigor de potro y sierra.
Si alguna vez se enojaba con un gurí, siempre ella,
antes de cerrar la noche, le dio la mano derecha
para que él se la besara con un “¡perdoname vieja!”
Nunca se pudo dormir con un hijo en penitencia.
Y esa tarde, el más muchacho, estando solo con ella,
olvida la ley de Dios, levanta un puño y golpea
el pecho de aquella madre, que es un santa de güeña.
A’i no más monta a caballo dejándola cáida en tierra.
Y a la oración, cuando güelven los cuatro para la cena,
está el fogón apagao y hay un frío de tapera…
-¡Mama!- Naide responde.
Temblando ya, la campean.
Como buscan a la altura del corazón, no la encuentran;
porque la madre está allí, pero sobre el piso: muerta.
Los cuatro mozos de luto, al campo santo la llevan.
Pesaba tan poco en vida…y aura no pueden con ella.
Doblan por las cuatro puntas aquél pañuelo de tierra…
Caian unas flores de yuyos…se santiguan…y la dejan.
Al otro día un vecino, al pasar por allí cerca,
avisa que a la finada le quedó una mano ajuera.
¡Cómo! Se miran los cuatro y ninguno malicea,
güelven, le cubren la mano y pa’ mejor protejerla
Rodean la sepultura con un corralito ‘e piedra.
Y la misma tarde, un hombre que cruza con su caballo
les dice que vio la mano otra vez a flor de tierra…
Entonces, al más muchacho, le habló al ‘oido la conciencia;
porque se puso ‘e rodillas en el corralito ´e piedra,
bajó la frente y llorando, pa´ que la madre l´ oyera,
como cuando jué gurí, dijo: “Perdoname, vieja”.
Cubrió de besos la mano…después la cubrió de tierra…
Y como salía solo pa´perdonar la ofensa,
dende la tarde del beso ya descansó bajo tierra…
Y naides más vio la mano de la madrecita güena,
que nunca pudo dormir con un hijo en penitencia.

Rosalía de Castro – ¡Para la Habana! 

Este se va y aquel se va,
y todos, todos se van.
Gálica, sin hombres quedas
que te puedan trabajar.
tienes, en cambio, huérfanos y huérfanas
y campos de soledad,
y madres que no tienen hijos
e hijos que no tienen padres.
Y tienes corazones que sufren
largas ausencias mortales,
viudas de vivos y muertos
que nadie consolara.

Bio de autores en esta página

"No están todos los que son pero son todos los que están."

  • Yamandú Rodríguez nació en Montevideo el 25 de mayo de 1891, en el corazón de una nación todavía joven, donde el campo, la historia y la épica popular eran materia viva para la literatura. Poeta, narrador y dramaturgo, supo modelar una obra rica en ritmo, arraigo y dramatismo, combinando la emoción de lo rural con una conciencia artística aguda. Su nombre puede parecer hoy un eco, pero fue una voz resonante en la escena cultural del Río de la Plata, tanto en Uruguay como en Argentina.

    Desde sus primeros versos reunidos en Aires de campo, publicados en 1913, ya se percibe una sensibilidad telúrica, una lírica que surge del paisaje y de las figuras humanas que lo habitan. Pero no se conformó con la poesía: en 1917 llevó al escenario su primer poema dramático, 1810, un homenaje vibrante a la gesta de la independencia argentina. Su representación en el Teatro Solís de Montevideo fue tan bien recibida que cruzó el río y se estrenó en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, consagrando a Rodríguez como una figura destacada del teatro histórico.

    Un año después presentó El matrero, otra pieza dramática que no solo conquistó al público, sino que fue llevada a la ópera por el maestro Felipe Boero. Con esa adaptación, El matrero se convirtió en la primera ópera argentina, estrenada en el majestuoso Teatro Colón. Así, Yamandú Rodríguez no solo escribía para ser leído o representado: sus textos convocaban otras artes, otras voces, otros escenarios.

    Su teatro siguió creciendo con obras como La lanza rotaJuan Sin Tierra o El fraile Aldao, ampliando el repertorio dramático rioplatense con personajes profundamente enraizados en la historia y la leyenda. Pero también se dedicó con fervor a la narrativa, especialmente al cuento gauchesco. En 1925 publicó Bichitos de luz, volumen que reunió relatos publicados previamente en la revista El Suplemento. Luego llegaron títulos como CansadoCimarrones y Humo de marlos, donde el paisaje rural, las voces populares y la memoria oral se funden con un estilo narrativo vibrante.

    Rodríguez no fue un escritor de salón. En 1932 recorrió el interior del Uruguay en una gira inolvidable junto a Felisberto Hernández: mientras uno recitaba sus poemas, el otro tocaba el piano. Esa extraña pero armoniosa dupla llevó su espectáculo hasta Buenos Aires, al Teatro París, donde cosecharon elogios y dejaron una marca difícil de borrar.

    Durante los años treinta y cuarenta, su producción encontró nuevos cauces en la prensa y en la radio. Colaboró con la revista Leoplán, y sus textos alimentaron el ciclo El circo criollo, transmitido por radio, en una época en que la palabra oral ganaba terreno sobre la escrita. Su voz también se dejó oír en el cine, como guionista de películas como Águila BlancaEl matrero y Don Bildigerno en Pago Milagro, confirmando su versatilidad y compromiso con la cultura popular. Fuente

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  • Rosalía de Castro fue una escritora nacida en Santiago de Compostela en el año 1837 y fallecida en La Coruña en 1885. Se dedicó a la creación de prosa y poesía, tanto en idioma castellano como en gallego y se la reconoce como una de las figuras más importantes de las letras de su época. Sin lugar a dudas, fue con sus «Cantares Gallegos» que enalteció el nombre de su patria y contribuyó a su renacimiento cultural, concediéndole un lugar importante ante una nación que ya la daba por extinta. Continuando con su legado poético, que resalta por sobre su también brillante narrativa, dejó dos obras más que demuestran la grandeza de su arte: «Follas Novas» y «En las orillas del Sar». Con respecto a su prosa, destacan sus títulos «La hija del mar», «El caballero de las botas azules» y «Padrón y las inundaciones». A continuación contamos con algunos de sus poemas, como ser «Dicen que no hablan las plantas».

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